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Segundo parcial
UNIDAD 3: DEONTOLOGÍA Y ÉTICA PROFESIONAL.
López Guzmán, J.
OM
La deontología debe plantearse como un instrumento, un medio más que puede ayudar
a encauzar, humanizar las labores, no solo científicas que desempeña el ser humano,
contribuyendo así a crear un mundo realmente a servicio del hombre.
1. Moral, Ética y Deontología
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Etimológicamente el término deontología equivale a “tratado” o “ciencia del deber”, ya
que está constituido por dos palabras:
- “deontos”: genitivo de “deón”, que significa deber
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- “logos”: discurso o tratado.
Para Battaglia se trata de: “aquella parte de la filosofía que trata del origen, la naturaleza
y el fin del deber.
En definitiva, por deontología entendemos, en una primera aproximación, la Teoría de
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los deberes. También se suele sostener que la deontología es la encargada de velar para
que la ética y el humanismo avancen al unísono con el progreso científico y técnico.
Para evitar confusiones nos parece convincente:
a) Plantearnos si los términos moral y ética significan lo mismo, si son
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complementarios o si por el contrario cada uno de ellos posee una entidad propia
y delimitada.
b) Intentar delimitar las relaciones entre moral, ética y deontología.
La ética sería una ciencia práctica de carácter filosófico que hallaría su objeto en el
estudio de la moral. Es ciencia en cuanto puede llegar a fundamentar científicamente
principios generales sobre la moralidad del actuar humano. Es práctica porque no se
detiene en el campo de lo especulativo, sino que persigue influir en la conducta humana.
Es filosófica ya que estudia, a la luz de la razón, las exigencias morales que se derivan de
la naturaleza humana.
La moral, por su parte, se ocupa de adecuar los actos humanos (actos libres) con algunos
criterios, normas o leyes que derivan de la misma naturaleza del hombre, de su verdadero
ser. La moral es la norma o criterio que señala la bondad o maldad de los actos según
estos se hallen o no en concordancia con los principios que rigen la naturaleza humana.
El hombre es un ser moral en cuanto es racional, dotado de inteligencia y libertad. La
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de los autores no suelen hacer ninguna diferenciación entre los términos moral y ética,
usándolos indistintamente.
❖ Origen del término Deontología: se debe al filósofo ingles Jeremías Bentham.
Bentham introdujo dicha palabra con el fin de sustituir la de moral. Fue
Maximiliano Simón quien aplico por primera vez la palabra deontología a la
medicina. En esta línea y de manera progresiva, el concepto de deontología se ha
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limitado fundamentalmente al ámbito de las profesiones intelectuales que se
desenvuelven autónomamente. Así, surgen la deontología jurídica, médica,
farmacéutica, etc. Entendida como los tratados encaminados a dar normas
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precisas, desde un punto de vista moral, para el comportamiento de un
determinado profesional, en relación con la sociedad en la que desempeña su
actividad.
Debemos aceptar que las normas deontológicas poseen un carácter eminentemente
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ético. Porque aparecen “prima facie” como un deber de conciencia. Así, a diferencia de
la norma jurídica que existe desde su positivación, la norma deontológica, como la moral,
preexiste a ésta y ata al hombre con la obligatoriedad que reviste la ley moral. El
fundamento de la deontología se halla en la propia naturaleza humana, ya que ésta se
encuentra necesariamente sujeta a la ley moral.
FI
una determinada sociedad puede adoptar rasgos y caracteres que la asemejan a otros
órdenes normativos e incluso la asimilen perfectamente a éstos. C. Lega sostiene que “el
contenido de las normas deontológicas no se agota en el ámbito de la ética, ni puede
decirse que todas estas normas tengan carácter exclusivamente moral”. Las normas
deontológicas, en algunos casos, presentan puntos de contacto con los usos sociales, ya
que surgen como prácticas, pautas o reglas de comportamiento. El profesional, al adoptar
estas, conseguirá mantener el prestigio y consideración social de una profesión mientras
que su rechazo operará en sentido contrario.
El estudio de la Deontología pone de relieve hasta qué punto el orden jurídico se halla en
conexión con el orden moral. La norma deontológica en muchas ocasiones vincula al
hombre jurídicamente mediante la amenaza de sanciones disciplinarias. Lo cierto es que
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a) La identificación de la norma deontológica y ética con la norma religiosa
b) El rechazo por parte del profesional no creyente, de la obligatoriedad de la norma
deontológica.
No debe confundirse el plano natural con el sobrenatural. Las normas deontológicas se
hallan enraizadas en la naturaleza humana. Son por lo tanto, patrimonio común de todos
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los hombres. Generan así responsabilidades morales universales mientras que los
preceptos espirituales crean responsabilidades particulares.
Por otro lado, tampoco hay que caer en el error de considerar que tanto la norma ética
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como la deontológica poseen exclusivamente una naturaleza pactada, consensuada. Es
cierto que los preceptos deontológicos son muy sensibles a los usos sociales y a las
costumbres vigentes. Sin embargo, en ocasiones su fundamento será radicalmente
objetivo y por ello, en muchos casos, su contenido material diferirá del común sentir de
la mayoría de la sociedad. La reducción de la ley moral a la moral social o positiva no
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parece aceptable. Cierra la vía de toda posibilidad de crítica racional de las estructuras
sociales. Los principios morales no pueden ser sólo el resultado de un consenso histórico
o social. Ciertamente hubo una evolución, una especificación de principios morales y
deontológicos gracias al esfuerzo de la razón humana, pero ello no impide fundarlos
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objetivamente en la naturaleza del hombre y de su profesión. Por ello, suele ocurrir que
el respeto a los principios deontológicos de una profesión implique necesariamente
renuncias a intereses personales, aceptados e inclusos alentados por la sociedad.
2. El problema de la codificación de las normas deontológicas
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codificación de las normas deontológicas, presentando estos cuerpos como sistemas
rígidos e inflexibles que carecen de la capacidad de abrirse a los nuevos avances que se
producen en todos los campos del saber.
La mayor parte de las críticas han venido de un desconocimiento de la verdadera
naturaleza de los códigos.
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Hablemos de la función de los códigos. Se ha sostenido que los códigos poseen un
carácter fundamentalmente promocional, no represivo. El código, más que mandar,
deberá recomendar, promocionar ciertas pautas de comportamiento, e intentar
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DISUADIR de la realización de otras. De esta manera, el cumplimiento del código se
hallaría en manos de la decisión de los profesionales y por ello su existencia estaría poco
justificada. Sin embargo, no parece correcto mantener esta postura.
El código posee una función primaria en la que coincide con el Derecho y la moral,
condicionar el comportamiento de los miembros de un colectivo profesional en un
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coacción. Sin embargo, existen preceptos que poseen un carácter vinculante y cuya
infracción conllevará al empleo de sanciones disciplinarias.
¿De dónde surge el deber de acatar un código deontológico? ¿Por qué debe valer para
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naturaleza de una profesión.
Con respecto a la frecuente acusación que se hace a estos códigos de penetrar en campos
en los que sólo debe regir la conciencia individual.
Es cierto que la moral es incoercible mediante sanciones externas. Como ya se señaló
anteriormente, el ser humano posee plena capacidad de autodeterminarse. Pero en el
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momento en el que una acción humana sale del ámbito de la conciencia para afectar
derechos de otros individuos, ya no nos hallamos estrictamente en el campo de la moral
personal.
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En este sentido, por ejemplo, el deber de secreto profesional se impone en tanto que
existe una expectativa de respeto al derecho a la intimidad de los pacientes o clientes.
Las normas deontológicas establecen así obligaciones no exigibles en las relaciones
ordinarias de la comunidad, pero si a los profesionales que se han comprometido con la
sociedad a desempeñar una determinada labor.
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Pero esta rigidez en cuanto a las líneas generales que lo informan, no excluye que en su
aplicación se tomen en cuenta las muy diversas variantes que conlleva la realidad. Por
ello, no es extraño que con frecuencia los códigos deontológicos recurran a fórmulas
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en rígidos moldes, sino de exigir que toda actividad humana tenga como marco de
referencia al mismo hombre, impidiendo su instrumentalización en una sociedad en la
que el beneficio económico parece haberse convertido en el único fin absoluto. En
definitiva, evitar una ciencia sin conciencia, sin valores, un “progreso” que degrade al
hombre.
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El término “profesional” proviene del latín “professio” que tiene raíces comunes con
“confessus” y “professus”. Confessus significa confesar en alto, proclamar o prometer
públicamente. Professio indica confesión pública, promesa o consagración.
Posteriormente, pasó a ser usado también en las lenguas romances donde la palabra
“profesión” empezó a usarse para definir a las personas que ejercen determinada
actividad humana con dedicación y consagración total.
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Modernamente los sociólogos coinciden en definir como “profesión” a aquel grupo
humano que se caracteriza por tener un cuerpo coherente de conocimientos específicos
con una teoría unificadora, aceptaba por sus miembros, que les permite poseer
capacidades y técnicas particulares basadas en esos conocimientos, haciéndolos
acreedores de un prestigio social reconocido, generando así, expectativas explicitas de
confiabilidad mora, que se expresan en un Código de Ética.
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Puede decirse que el “ethos” de una profesión es el conjunto de aquellas actitudes,
normas éticas específicas y maneras de juzgar las conductas morales que la caracterizan
como grupo sociológico. El “ethos” de la profesión fomenta tanto la adhesión de sus
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miembros a determinados valores éticos como la conformación de una “tradición
valorativa” de las conductas profesionalmente correctas. En otras palabras, el “ethos”
es el conjunto de las actitudes vividas por los profesionales y la “tradición propia de
interpretación” de cuál es la forma “correcta” de comportarse en la relación profesional
con las personas. El ethos se traduce en una especie de estímulo mutuo entre los
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colegas. Al conjunto de todos estos aspectos los llamaremos Ética Profesional que es
una rama especializada de la Ética.
Podemos entender que “Ética” o “Filosofía Moral” (con mayúscula) es la disciplina
filosófica que reflexiona de forma sistemática y metódica sobre el sentido, validez y
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subjetivo que tiene una persona o un grupo humano determinado de encarnar los
valores morales- Es pues la ética, pero en tanto vivida y experimentada. En este sentido,
se refiere a que una persona “no tiene ética” o que “la ética o la moral de fulano” es
intachable.
Podemos decir pues, que la Ética o Filosofía Moral no tienen como objetivo evaluar la
subjetividad de las personas, sino valorar la objetividad de las acciones humanas en la
convivencia a la luz de los valores morales. De esa manera, la Ética no busca describir si
para un sujeto está bien matar y para otro sujeto está bien dejar vivir, sino que trata de
justificar racionalmente si puede considerarse bueno para todo ser humano el deber de
dejar vivir o de matar.
Dentro del conjunto de las “Éticas profesionales”, la Bioética ocupa un lugar muy
destacado. Tiene como objeto el estudio sistemático de todos los problemas éticos de
las ciencias de la vida (incluyendo la vida en su aspecto psíquico).
Pero en la medida que la Psicoética toma como objeto de su estudio especializado los
dilemas éticos de la relación que se establece entre los pacientes y los profesionales de
la salud mental, adquiere una identidad propia en relación a la Bioética.
En el pasado se incluía a este campo de la reflexión moral dentro de la “Deontología
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profesional”. Pero esta forma de plantear las cosas nos parece inapropiada por dos
motivos principales:
1. La “Deontología” se ocupa fundamentalmente de los deberes profesionales. Si
llamáramos así a la Psicoética la restringiríamos a aquellos asuntos o intereses
que sólo competen a los profesionales. Por el contrario, la relación entre un
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psicólogo o un psiquiatra y una persona que solicita su capacitación profesional,
implica una relación dual, es decir, entre dos sujetos activos. Es dicha relación la
que es objeto de estudio por parte de la Psicoética y no, aquello que compete al
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deber del profesional.
2. La deontología, implica que la perspectiva que se adopta para la reflexión es la
que surge de un polo de la relación: el profesional. Sin embargo, también el
paciente tiene sus respectivos deberes y derechos en dicha relación. Y ambos
aspectos son objeto de reflexión por parte de la Psicoética.
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sea.
Esto no significa que creamos que la labor de decantación ética realizada por los
organismos profesionales no tenga un papel fundamental en el proceso de concreción
de los lineamientos éticos. Todo lo contrario, consideramos que una de las expresiones
más eminentes de la Psicoética aplicada son los “códigos éticos” del Psicólogo y del
Psiquiatra.
Un código de ética profesional es una organización sistemática del “ethos profesional”.
Representa un esfuerzo por garantizar y fomentar el ethos de la profesión frente a la
sociedad. Es una base mínima de consenso a partir de la cual se clarifican los valores
éticos que deben respetarse en los acuerdos que se hagan con las personas durante la
relación psicológica. Resulta ser un valioso instrumento en la medida que expresa, de
forma exhaustiva y explicita, los principios y normas que emergen del rol social del
psicólogo y psiquiatra. En ese sentido es un medio muy útil para promover la confianza
mutua entre un profesional y una persona o institución. Entre sus funciones principales
de los Códigos de Ética podemos señalar:
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6. Coercitiva: Establece cauces para el control social de las conductas negativas.
7. Protectiva: Protege a la profesión de las amenazas que la sociedad puede ejercer.
Sin embargo, los Códigos de Ética adolecen, con frecuencia, de importantes limitaciones.
Por un lado, pueden inducir a pensar que la responsabilidad moral del profesional se
reduce a cumplir sólo lo que explícitamente está prescrito o prohibido en esos códigos.
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Por otro lado, pueden ser disarmónicos, es decir, dar importancia a ciertos principios
morales (como el de Beneficencia) pero dejar de lado otros como el de Autonomía o de
Justicia. Asimismo, pueden incurrir en el error de privilegiar la relación psicólogo-
persona individual por encima de la relación psicólogo-grupos, psicólogo-instituciones o
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psicólogo-sociedad. Pese a estas limitaciones son un instrumento educativo para formar
la conciencia ética.
B. Los puntos de referencia básicos de la Psicoética
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1. Los valores éticos son aquellas formas de ser o de comportarse, que por
configurar lo que el hombre aspira para su propia plenitud y/o la del género
humano, se vuelven objetos irrenunciables de su deseo. El hombre los busca en
toda circunstancia porque considera que sin ellos, se frustraría como tal. Tiende
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hacia ellos sin que nadie se los imponga, no todos tienen la misma jerarquía y
con frecuencia entran en conflicto entre sí, de ahí que haya que buscar formas
eficaces para resolver tales dilemas. Para esto es imprescindible saber cuál es el
Valor ético “último” o “máximo”, aquel valor innegociable y siempre
merecedor de ser alcanzado. Toda teoría ética tiene un valor ético supremo o
último.
Existen muy diversas teorías éticas y no podemos señalar cual es el “valor ético
máximo” para cada una de ellas. Basta con decir que entre las teorías éticas
están en las que globalmente pueden ser llamadas personalistas porque
consideran que el valor último o supremo es tomar a la persona humana
siempre como fin y nunca como medio para otra cosa que no sea su propio
perfeccionamiento como persona. Dicho rápidamente “persona” es, para
nosotros, todo individuo que pertenezca a la especie humana.
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abundaremos.
3. Las normas morales son aquellas prescripciones que establecen qué acciones
de una cierta clase deben o no deben hacerse para concretar los Principios
Éticos básicos en la realidad práctica. Creemos que en la práctica profesional
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hay tres normas éticas básicas en toda relación con los clientes: la de veracidad,
de fidelidad a los acuerdos o promesas y de confidencialidad. También las
normas son, en cierta manera, formales, pero su contenido es mucho mayor
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que el de los principios.
1. El principio de Beneficencia
El deber de hacer el bien, de no perjudicar, no es más que una cara del mismo
imperativo moral: el de hacer el bien. Puede decirse que el Principio de Beneficencia
tiene tres niveles diferentes de obligatoriedad, en lo que tiene que ver con la práctica
profesional:
1.1 Debo hacer el bien al menos no causando el mal o provocando un daño. Es el
nivel más imprescindible y básico. Todo ser humano tiene el imperativo ético
de no perjudicar a otros intencionalmente. De esa forma, cuando una persona
recurre a un abogado, a un médico, a un ingeniero, a un psicólogo, tiene
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1.3 Debo hacer el bien a la totalidad de la persona. Este nivel tiene un contenido
más inespecífico, porque va mucho más allá. Trata de satisfacer la necesidad
que tiene todo individuo de ser beneficiado en la totalidad de su ser. Su
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necesidad fundamental es la de incrementar su conciencia, su autonomía y su
capacidad de convivir con los demás. De ahí que el deber de beneficiar a la
totalidad de una persona consiste en hacer todo aquello que aumente en ella
su vida de relación con los demás y su capacidad de vivir consciente y
libremente de acuerdo a sus valores y deseos.
El imperativo de hacer el bien se mezcla muchas veces con el paternalismo, que
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sería como su contracara negativa. Se llama paternalismo a la actitud ética que
considera que es justificado obrar contra o sin el consentimiento del paciente
para maximizar el bien y evitar el prejuicio de la propia persona o de terceros.
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La dificultad que surge con el paternalismo ético es saber cuándo una acción
paternalista está justificada moralmente o no. Es evidente que asumir una
actitud paternalista en contra la voluntad de otra persona para evitar daños
graves a terceros puede estar justificada moralmente en ciertas circunstancias.
Una posición contraria a la anterior, sería la de los “autonomistas” que afirman
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casos de paternalismo débil son fáciles de justificar, puesto que la decisión de
beneficiar a la persona no atenta contra su autonomía, sino que busca protegerla de la
irracionalidad no autónoma.
Si se tiene en cuenta lo dicho antes, se puede ver que todo el razonamiento que
hemos seguido hasta ahora va encaminado a mostrar que el deber de hacer el bien por
parte del psicólogo puede entrar en conflicto, en algunas ocasiones, con el concepto
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de bien que tiene la persona. Pero debe recordarse siempre que: “La obligación moral
del psicólogo es poner el sujeto en lugar de decidir por sí mismo”.
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El problema surge cuando el psicólogo tiene que juzgar en las situaciones límites, es
decir, en aquellas en las que no es claro si el sujeto está decidiendo por sí mismo si se
va a suicidar, si va a matar o si va a seguir abusando sexualmente de su hijo. Debemos
señalar que el deber de hacer el bien que hemos formulado por medio del Principio de
Beneficencia, es algo que involucra al psicólogo también en aquellas situaciones en
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demás. Pero hay circunstancias en que no hay más remedio que violentar la “expresión
de la decisión” de otra persona. No decimos que se violenta la autonomía de otra
persona, sino la “expresión de decisión”, que no siempre corresponde a una decisión
autónoma y libre. Es tarea del psicólogo distinguir una situación de la otra.
2. El principio de autonomía
La capacidad de todo individuo humano de gobernarse por una norma que él mismo
acepta como tal, sin coerción externa. Por el hecho de poder gobernarse a sí mismo, el
ser humano posee un valor que es el de ser siempre fin y nunca medio para otro
objetivo que no sea él mismo.
Esta capacidad de optar por aquellas normas y valores que el ser humano estima como
racional y universalmente válidas, es formulada a partir de Kant, como autonomía. Esta
aptitud esencial del ser humano es la raíz del derecho a ser respetado en las decisiones
que una persona toma sobre si misma sin perjudicar a otros.
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un derecho que debe ser respetado. Para Kant, no respetar la autonomía sería
utilizarlos como medio para otros fines, sería imponerles un curso de acción o una
norma exterior que va contra la esencia más íntima del ser humano.
Stuart Mill, por su parte, también reivindica la importancia de la autonomía porque
considera que la ausencia de coerción es la condición imprescindible para que el
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hombre pueda buscar su valor máximo, que sería la utilidad para el mayor número.
“Todo hombre merece ser respetado en las decisiones no perjudiciales a otros”
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Tal como lo formula ENGELHARDT, el principio de autonomía considera que el peso de
autoridad que tiene una determinada decisión, se deriva del mutuo consentimiento
que entablan los individuos.
Del principio antes formulado, se deriva una obligación social: la de garantizar a todos
los individuos el derecho a consentir antes de que se tome cualquier tipo de acción con
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respecto a ellos; protegiendo de manera espacial a los débiles que no pueden decidir
por sí mismos y necesitan un consentimiento sustituto.
3. Principio de justicia
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Siguiendo a Rawls, podríamos decir que el Principio de Justicia es aquel imperativo
moral que nos obliga, en primer lugar, a la igual consideración y respeto por todos los
seres humanos. Esto supone evitar todo tipo de discriminación. Implica el deber moral
positivo de brindar eficazmente a todos los ciudadanos, la igualdad de oportunidades
para acceder al común sistema de libertades abiertas para todos. En otras palabras, se
debe garantizar el derecho de todo ciudadano a la igual oportunidad de buscar la
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satisfacción de las necesidades básicas, como son: la vida, la salud, la libertad, la
educación y el trabajo; o escoger sacrificar cualquiera de estas, para alcanzar otras
consideradas prioritarias.
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En segundo lugar, el Principio de Justicia implica que sólo es éticamente justificable
aceptar diferencias de algún tipo entre los seres humanos, si esas diferencias son las
menores humanamente posibles y las que más favorecen al grupo menos favorecido.
4. La inseparabilidad de los principios
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En estrecha relación con los principios, las reglas morales básicas, son como las
condiciones imprescindibles para que aquéllos puedan ponerse en práctica. De ahí que
sean prescriptivas en toda relación interhumana y, también en la relación psicólogo-
persona. Las tres reglas éticas fundamentales tienen que ver con la confidencialidad, la
veracidad y la fidelidad.
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1. La regla de la confidencialidad
El psicólogo debe guardar secreto de todas las confidencias que le haga una persona
durante la relación psicológica. La noción de “confidencialidad” se relaciona con
conceptos tales como: confidencia, confesión, confianza, respeto, seguridad, intimidad
y privacidad. En un sentido amplio, la norma implica la protección de toda información
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considerada secreta. En un sentido estricto, sería el derecho que tiene cada persona, de
controlar la información referente a sí misma, cuando la comunica bajo la promesa de
que será mantenida en secreto.
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¿Es la confidencialidad un deber absoluto? Si no lo fuera ¿en qué caso se puede romper
y en favor de quién?
Los códigos de ética más modernos son explícitos en afirmar que este deber no es
absoluto. No se afirma el deber del secreto en cualquier circunstancia y con cualquier
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motivo.
Hay múltiples ocasiones que podrían llevar al profesional a preguntarse si no está ante
una de esas excepciones. Por ejemplo: ¿Qué pasaría si un paciente revela durante las
sesiones, que tiene intenciones de asesinar otra persona? ¿O que ha planeado
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suicidarse? ¿Qué hacer ante un paciente que ha decidido casarse, pero se niega a
informar a su novia que tiene una tendencia homosexual? ¿Qué debe hacer si uno de
los miembros de la pareja tiene sida, pero se niega a revelar ese dato a su pareja que
está sana?
Podríamos decir que hay dos situaciones principales en que entran en oposición los
derechos de las personas y los deberes de los psicólogos o psiquiatras a propósito del
secreto. En la primera, el psicólogo puede verse obligado a divulgar una confidencia, en
contra de la voluntad de la persona. En la segunda, sería la misma persona la que solicita
al psicólogo o psiquiatra que divulgue una información que está en la historia clínica.
❖ En contra de la voluntad del interesado. Las circunstancias que merecerían evaluarse
son las siguientes:
- Cuando el psicólogo sabe la posibilidad de enfermedades genéticas graves que
la persona se niega terminantemente a decir a su mujer o futura esposa.
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(maltrato de niños, violaciones sexuales, explotación económica, etc.)
- Cuando hay amenaza de gravísimos daños o perjuicios materiales contra la
sociedad entera o contra individuos particulares (la destrucción de una obra de
arte, de una biblioteca, etc.)
❖ De acuerdo con la voluntad del paciente. El secreto podría romperse cada vez
que el paciente solicita al psicólogo que, algunos de los datos que éste dispone
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en la historia clínica, sean revelados. Esto podría exigirse por ejemplo, por
motivos económicos. La decisión, en general, debe respetarse.
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La regla de confidencialidad puede tener una doble justificación:
• En un sentido utilitario podría afirmarse que esta regla provee los medios para
facilitar el control y proteger las comunicaciones de cualquier información
sensible de las personas. Su valor sería instrumental en la medida que contribuye
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a lograr las metas deseadas, tanto por el psicólogo como por el paciente, y en la
medida que es el mejor medio para lograr esos propósitos. El razonamiento
considera que esta norma podría ser utilizada para buenos o malos propósitos.
Si es usada con un buen fin, merecería ser mantenida, si es al contrario, habría
que quebrantarla.
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Pero, sea desde una perspectiva utilitarista, o deontológica, ambas posturas coinciden
que la confidencialidad debe ser defendida como imperativo ético ineludible, en toda
relación persona-profesional. Por nuestra parte, consideramos que el deber de guardar
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persona inocente. Por ejemplo: un individuo que se quiere casar pero es
impotente, decididamente homosexual, castrado, o tiene una enfermedad y se
niega a informar estos hechos. También sería el caso de una persona que intenta
continuar con sus conductas de maltrato, abuso sexual o tortura a detenidos.
• En el caso de que se atente contra los derechos o intereses de la sociedad en
general: Así, por ejemplo, cuando hayan enfermedades transmisibles, o que
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ponen en riesgo la vida de terceros (un piloto psicótico, esquizofrénico o
epiléptico, un conductor de ómnibus con antecedentes de infarto, un paciente
que se propone llevar a cabo un acto terrorista, etc.
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En suma, cuando está en juego la vida del mismo paciente o la de otras personas, o
existe riesgo de que se provoquen gravísimos daños a la sociedad o a otros individuos
concretos, esta norma queda subordinada al principio de Beneficencia que incluye
velar, no solo por la integridad de la vida de cada persona, sino también por el bien
LA
común.
2. La regla de veracidad
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deontológico. Sin embargo, basándose en una argumentación consecuencialista,
también los utilitaristas defienden la regla de veracidad. Ellos postulan que, de aceptarse
la mentira, se resquebrajaría la relación de confianza que debe existir entre el
profesional y la persona. De ahí se considera que la veracidad de una norma más útil
para la convivencia social que lo contraria.
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Desde nuestro punto de vista, en aquellas situaciones en que el engaño es
imprescindible para lograr beneficiar o no perjudicar a la persona, la calificación de
inmoral se hace más difícil. En esas circunstancias parece justificable decir que la regla
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de veracidad debe quedar subordinada al principio de no perjudicar a los demás.
Podemos decir que el deber de decir la verdad es una obligación “prima fascie”, al igual
que en el caso de la norma de confidencialidad. Es decir, debe cumplirse siempre que
no entre en conflicto con el deber profesional de respetar un principio de superior
entidad que, en este caso, es el de Autonomía y el de Beneficencia.
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capacitación profesional para resolver ciertos problemas. Por otro lado, debe evitar la
ocultación de la debida información, necesaria para preservar la legitima autonomía de
las personas consultantes.
La meta de la veracidad: el consentimiento válido
El respeto de la autonomía de las personas se posibilita por el cumplimiento de la regla
de veracidad y se instrumenta por el consentimiento. Es posible que se dé un auténtico
acuerdo entre iguales que debe ponerse en práctica por el consentimiento válido. Este
puede definirse como el acto por el cual una persona decide que acontezca algo que le
compete a sí misma pero causado por otros.
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profesional el facilitar que la persona dé su consentimiento explícito a cada uno
de los servicios que se le ofrecen.
3. Una tercera justificación, de tipo utilitaria, es la que ve en el consentimiento
una ventaja para la convivencia social, ya que aumentaría la confianza mutua,
incentivaría la autoconciencia y la responsabilidad por el bien común.
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Las condiciones básicas que debe tener todo consentimiento para ser considerado
válido son:
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1. La primera condición para que un consentimiento sea válido es que emane de
una persona competente.
En general, se ha definido la competencia, como la capacidad de un paciente de
entender una conducta que se le presente, sus causas y sus consecuencias; y
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• La capacitación y formación del psicoterapeuta, sus estudios previos, etc.
• El tipo de psicoterapia que puede recibir de él: sus metas y objetivos.
• Los asuntos relacionados con la confidencialidad y sus excepciones.
• La forma en que serán registrados sus datos y si podrá o no tener acceso a ellos.
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Nos parece que no es moralmente justificable que una persona inicie su proceso
terapéutico sin que pueda decidir con una razonable información, cuales son los riesgos
y los beneficios a los que se expone (incluido el costo económico y temporal). Si bien no
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todas las personas y los momentos admitirían un consentimiento válido escrito, sería
muy recomendable que se hiciera de esa manera. Las ventajas no son únicamente de
tipo ético. Si se lo sabe utilizar puede ser un excelente instrumento para que, al cabo de
un periodo prudente de tiempo, tanto el terapeuta como el paciente puedan tener un
material como para evaluar el camino recorrido, los avances o estancamientos, los
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éxitos y retrocesos.
B)
"adecuada", es decir, apta para ser comprendida en "esta" ocasión. Podría ser que
una persona tuviera la competencia general de tomar decisiones pero que, en "este
caso", sufriera múltiples alteraciones que le imposibilitaran recibir la información
proporcionada. Pese a tener la competencia general neurológica-psíquica para
comprender de forma permanente o transitoria las informaciones recibidas en un
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juramento que es hacer todo lo posible por el bien de los enfermos. En segundo lugar, el
juramento hipocrático está hecho delante de testigos: "juro por Apolo...y todos los dioses
y diosas". En tercer lugar establece que el médico está dispuesto a reparar los posibles
daños que se deriven de no cumplir la promesa que se jura solemnemente:
"Juro...cumplir fielmente según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso".
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No podemos aludir aquí a cómo esta tradición de fidelidad a las promesas o a los acuerdos
ha ido cobrando diferentes expresiones a lo largo de la historia y se ha ido integrando
también a los códigos de Ética profesional. Baste afirmar que, dichos textos dan por
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supuesto que cuando se entabla una relación profesional, tanto el psicólogo como el
cliente aceptan iniciar un acuerdo en base a dos condiciones mínimas: el profesional
promete brindar determinados servicios y el cliente recibirlos, con tal de que el cliente
cumpla con determinadas instrucciones y el profesional con determinadas conductas
técnicas y éticas.
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Es normal que acepten que es un derecho del cliente elegir al profesional; y que es
derecho de éste, no aceptar la relación. Pero cuando ambos deciden iniciarla, se entabla
un acuerdo sobre la base de las expectativas previamente conocidas o formuladas en el
momento. Por lo tanto, los códigos conceden que hay una promesa implícita de cumplir
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tiempo, una virtud y una norma. Aquí nos referiremos a la fidelidad como la obligación
que genera en una persona, el haber hecho una promesa o haber aceptado un acuerdo.
Autores que se ubican en posturas éticas muy antagónicas, como el utilitarismo y el
deontologismo, coinciden en afirmar que la norma de fidelidad a las promesas es básica
en la relación profesional-persona.
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3. que se haga un juramento ratificador de la promesa.
El ejemplo típico de esta promesa solemne, es el Juramento Hipocrático; o el que
suele hacer un testigo, antes de dar su testimonio ante el Juez o un tribunal de
Justicia.
❖ La promesa ordinaria en cambio, no tiene solemnidad ante testigos, ni juramento
.C
ratificador. Y tampoco explícita cuál es la pena específica de reparación en caso
de no incumplimiento. Este sería el caso de la mayoría de los acuerdos que se
entablan entre los profesionales y sus clientes.
DD
Aunque la mayoría de las profesiones no poseen algo que se pueda llamar "Juramento",
algunas sí lo tienen. No obstante, podría afirmarse que, cuando un profesional acepta el
código de ética de sus colegas, de alguna manera está haciendo una especie de
juramento o, por lo menos, una promesa implícita - de que va a brindar sus servicios con
LA
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• El profesional como agente del cliente. Este último es el que "contrata" y el que
decide todo en la relación. Según este esquema -completamente opuesto al
anterior- el profesional es un "empleado" del cliente, y éste es el que manda lo
que aquél debe hacer, modulando su influencia de acuerdo al dinero que paga al
profesional.
•
.C
El profesional como asesor calificado y comprometido con la persona. En este
esquema el acuerdo ético entre el psicólogo y la persona es la relación entre dos
sujetos libres, autónomos y éticamente rectos, que se benefician mutuamente de
la relación para buscar que uno y otro pueda ejercer sus legítimos derechos o
DD
deberes para consigo mismos y para con la sociedad. La relación se basa en la
libertad y en el necesario flujo de información para que cada uno tome las
decisiones que le corresponden en derecho.
No consideramos adecuado pensar que la "fidelidad a las promesas" sea el principio
LA
básico de toda ética, puesto que pueden hacerse promesas cuyo cumplimiento implique
dañar a otros; o que impidan evitar graves perjuicios en terceros. Por esta misma razón
no puede decirse que la fidelidad a las promesas se justifique éticamente por el sólo
hecho de haberse entablado entre dos personas autónomas. Es evidente que la norma
de fidelidad siempre tiene que considerarse subordinada al principio de no perjudicar; y
FI
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En la actualidad se usa el termino Deontología, que significa etimológicamente “tratado
de los deberes”, para nombrar al conjunto “de los deberes que impone a los profesionales
el ejercicio de su actividad peculiar”. Tal conjunto de deberes está normalmente
constituido por leyes del ejercicio profesional –subordinadas a su vez a leyes superiores
que las enmarcan, sus reglamentaciones, los estatutos y reglamentos de los Colegios
.C
profesionales- y fundamentalmente, los códigos de ética o deontológicos. Este corpus
deontológico refleja el punto de vista moral vigente en la sociedad de la que emerge y
desde allí prescribe, de un modo preciso, las formas en las que se espera que cada
DD
profesional actúe.
La relación que el profesional ha de tener con este corpus no ha de ser heterónoma
(sometida a un poder externo), de sólo obediencia, sino que reclama un posicionamiento
crítico, ético, en relación a la norma.
LA
Esta imposibilidad funda la libertad y la potencia del profesional como sujeto ético.
La dos dimensiones que se aúnan en una consideración ético-deontológica son, por una
parte, el aspecto social, resumido en el conjunto de obligaciones que al profesional se le
imponen y por otra, el aspecto ético, que convoca al profesional a anteponer a la norma
su compromiso personal y responsable. Todo acto profesional incluye estos dos aspectos.
A continuación, se someterán los alcances y límites de dos normativas comunes a la
mayoría de los códigos de ética de los psicólogos:
- La obligación de guardar secreto profesional.
- La obligación de obtener consentimiento por parte de las personas asistidas.
La posición del psicólogo frente a la normativa del secreto profesional suele implicar
situaciones de tensión a partir de los siguientes puntos:
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Habrá de sostenerse que la obligación de guardar secreto profesional no es absoluta ni
puede ser considerada como absoluta.
Continuando, se exponen críticamente excepciones posibles para el secreto profesional:
1) El evitar un daño serio para la persona asistida o para terceros.
.C
2) La consideración de la propia defensa del profesional como motivo valido de
suspender la obligación de guardar secreto. La Fe. P.R.A sintetiza:
“Cuando el psicólogo deba defenderse de denuncias efectuadas por el
DD
consultante en ámbitos policiales, judiciales o profesionales”
En casos como estos, deben extremarse los cuidados para no equiparar razones
jurídicamente validad con razones éticamente válidas.
3) Pueden considerarse también las situaciones en que mantener el secreto pudiera
facilitar la comisión de actos que vulneres los derechos humanos fundamentales.
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En relación con el psicodiagnóstico, muchas de las pruebas son instrumentos
eficaces si el testado las desconoce; mientras que se tornan inoperantes si se da
una extensa información sobre la estructura de la prueba, pautas de evaluación e
interpretación, etc. En muchos casos, lo novedoso del estímulo que se ofrece al
consultante es condición importante para la validez de la prueba.
Como se ve, la información previa puede resultar contraproducente, lo que hace
.C
inapropiado mantener una exigencia de consentimiento informado. Los derechos
del consultante serán igualmente preservados si el profesional limita su intrusión
en la intimidad del consultante a la medida necesaria para el tipo de evaluación
DD
que se solicitara y efectúa una devolución, lo más amplia posible, como cierre del
trabajo.
Un tercer punto de difícil cumplimiento se encuentra en la exigencia de que, para
que el consentimiento sea válido, el profesional deberá informar al paciente sobre
tratamientos alternativos posibles, esperándose además que lo haga de un modo
LA
por mala praxis, ha arribado a nuestro país en los últimos años proveniente de
Estados Unidos. Inicialmente afectó a los médicos, pero ha ido extendiéndose a
las demás profesiones.
Estos formularios, por lo general, responden más a la necesidad de los
profesionales y los funcionarios de cuidar sus espaldas frente a posibles
consecuencias legales que al respeto por la autonomía del paciente. Ha de
considerarse que el consentimiento no es una decisión que se da en una ocasión
y para siempre, sino que se renueva en cierta forma en cada nuevo encuentro.
Las condiciones subjetivas en que alguien brinda su consentimiento van variando
y, con ellas, puede retirar el consentimiento o renovarlo cada vez, de modo tácito,
por la sola continuidad de su concurrencia a tratamiento.
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en las que la desconfianza no provenga de fantasmas de los pacientes, sino que
la instale la institución o el mismo profesional.
.C
DD
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Es indiscutible la importancia que adquiere el conocimiento de lo deontológico en la
formación del estudiante de psicología para su formación; sin embargo, resulta limitado
para remitirnos a la formación ética que se exige de éste en su práctica profesional. Y es
en este campo donde en la actualidad se incluye el consentimiento informado como
una de las normas deontológicas fundamentales de la psicología.
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La Real Academia Española nos dice que la palabra consentimiento alude a la “acción y
efecto de consentir” (permitir algo o condescender en que se haga). Y cuando se remite
a informado, refiere al consentimiento que ha de prestar el enfermo o, de resultarle
DD
imposible, sus allegados, antes de iniciarse un tratamiento médico o quirúrgico, tras la
información que debe transmitirle el médico de las razones y riesgos de dicho
tratamiento.
Los orígenes del consentimiento informado lo encontramos en la práctica médica.
LA
Podríamos situarlo incluso desde base del Juramento Hipocrático, donde el compromiso
y principio ético era Primun non nocere (primero no hacer daño). En tal sentido, el
médico hipocrático actuaba con respecto por la vida humana y con un exagerado
instinto paternalista.
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Era impensable que el enfermo tuviera algo que decir al respecto. Éste sólo podía y
debía obedecer a todo lo que el médico prescribirse.
Afortunadamente para la humanidad, las sociedades fueron desarrollándose.
Hacia mediados del siglo XX, surgen en Estados Unidos una serie de fallos judiciales con
relación a la información vertida al paciente por parte de los médicos en intervenciones
de distintos tipos. Estos fallos se basaban en la noción de daño por parte del profesional
al no informar al paciente de los efectos adversos previsibles de las intervenciones,
constituyéndose en una agresión al paciente.
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el que deberían darse tres condiciones ineludibles: información suficiente, voluntad, y
capacidad para consentir.
Con especial fuerza a partir de la década de 1970, tanto los medios de comunicación
como los distintos campos científicos, comenzaron a familiarizarse con la consideración
de un sujeto de derecho en la toma de decisiones médicas. Esto significaba que el
cuerpo médico, antes de ensayar procedimientos invasivos o riesgosos, debía revelar a
.C
su paciente cuál era la naturaleza y el propósito que dicho procedimiento perseguía y
asimismo sus riesgos y beneficios además de las alternativas de tratamiento disponibles
al tratamiento recomendado.
DD
La consideración del enfermo como persona plena, titular de obligaciones y derechos,
pero también dueño de una autodeterminación que le permitía, ejercer su dominio
sobre sí y participar en las decisiones terapéuticas, diagnósticas o de investigación que
le incumbían directamente.
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Así, el informe Belmont identifica los principios éticos básicos durante una investigación
biomédica, a saber: beneficencia y no maleficencia, respeto por la dignidad y autonomía
y el principio de Justicia; asimismo, precisa que el consentimiento debe poseer tres
elementos: información, comprensión y voluntariedad.
FI
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Puede afirmarse que el consentimiento informado deriva del deber profesional de decir
“la verdad”; Pero… ¿es malo mentir?, ¿hasta dónde el profesional está obligado a decir
la verdad?, ¿hasta qué punto el ocultamiento de la verdad empieza a ser manipulación
o no respeto por la autonomía de la persona?
Sergio Ceccetto afirmaba que no decir toda la verdad a un enfermo resulta
incompatible con esta regla de la veracidad. Pero la situación se complica cuando
.C
consideramos que tal ocultamiento es para evitar males mayores.
La obligación de decir “la verdad” aparece a prima fascie, es decir, siempre que no
DD
entre en conflicto con el deber del profesional de respetar un principio superior
(autonomía-beneficencia).
Tarragos va a decir que el supuesto de que el psicólogo, en toda circunstancia, debe
integrar la veracidad en su práctica con la finalidad de que su consultante no genere
expectativas que no se corresponden con la práctica o intervención a realizar. De allí la
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considera que median razones para hacerlo.
.C
Las condiciones básicas que debe tener todo consentimiento para ser
considerado válido son:
1. Que emane de una persona competente; que sea capaz de entender las
DD
pautas y premisas dadas y decidir a partir de allí.
2. Que la persona haya recibido la suficiente y adecuada informacion, por
ejemplo, la referida a la capacitación y formación del psicoterapeuta, el tipo
de intervención y procedimientos previstos, las metas y objetivos. Al decir
adecuada se refiere a que sea apta para ser comprendida, en un lenguaje
LA
claro y preciso.
3. La voluntariedad o no coerción: Ser libre para tomar una decisión.
Se puede apreciar como esta norma deviene de los principios antes
mencionados: el respeto con los derechos y dignidad de las personas e
integridad. En tanto explicitan por un lado el respeto por el derecho de la
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interpretar la letra del código conforme a sus propias creencias, actitudes, tradiciones,
normas éticas específicas y maneras de juzgar las conductas morales que caracterizan a
un grupo profesional en particular. Es decir, entre el profesional y los códigos existe una
relación de interacción, un espacio de reflexión donde se pone en juego el ser del sujeto
moral, la singularidad ética del profesional en situación inmerso en un contexto social y
legal determinado. Es allí donde se asienta la Ética Profesional en sí misma, en la
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singularidad del profesional que se pone en acto en relación a otro (persona/sociedad).
Se anudan aquí dos aspectos esenciales. Por un lado un modo de subjetivación y por
otro los códigos normativos.
DD
A su vez las representaciones sociales existentes en relación a las prácticas de salud se
sostienen en un paradigma de cuidado en detrimento a concebir al sujeto que padece
un malestar psíquico como sujeto de derecho. A modo de ejemplo, el marco legal
vigente en Argentina plantea el cierre paulatino de hospitales psiquiátricos y considera
a la internación como último recurso, en tanto implica una limitación de la autonomía
LA
de las personas; al mismo tiempo, paradójicamente entre las demandas sociales más
sentidas, está la creación de centros de atención para adictos donde hay un otro que
pide la internación del sujeto que padece (padres, sociedad, profesor) puesto que la
mayoría de los casos el sujeto no realiza demanda de tratamiento alguna ni consiente al
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códigos deontológicos sino facilitar el camino para que pueda explayarse la dimensión
singular de este profesional, enfatizando el valor de su autonomía, responsabilidad y
compromiso profesional para consigo mismo, para con su consultante y para con la
comunidad.
El psicólogo capaz de posicionarse de este modo siempre sabrá que los códigos
constituyen guías para la práctica, pero que nunca podrán sustituir el discernimiento del
profesional que se encuentra en la situación y, por lo mismo, nunca reemplazaran su
responsabilidad en la toma de decisión.
La ética profesional excede lo estrictamente normativo; apunta además a un
posicionamiento ético del profesional psicólogo; cuestiona e interpreta, requiere un
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Carlos Javier Pimentel
El secreto profesional en la praxis psicológica:
El resguardo de la intimidad como deber y como derecho
Partimos de considerar al Secreto Profesional como una norma fundamental dirigida a
.C
rescatar y resaltar el respeto hacia la intimidad, dignidad y autonomía del hombre.
Los orígenes y evolución histórica de la Confidencialidad remiten a la historia de la
relación médico-paciente con el Juramento de Hipócrates, que establece: “todo lo que
DD
viere u oyere en mi presión o fuera de ella, lo guardare en reservado sigilo”. Por otra
parte tiene su origen en la relación confesor-penitente, al defender el valor absoluto del
sacerdote de guardar el secreto revelado en confesión, aun ante riesgo de muerte, fue
concebido entonces como un deber absoluto.
LA
A partir de estos cuestionamientos, los códigos de ética más modernos son explícitos en
afirmar que este deber no es absoluto. Por su condición de deber “prima fascie”, es decir,
“en principio”, es obligatorio cumplirlo hasta tanto no atente contra bienes mayores,
respondiendo a la trilogía de principios éticos inseparables: beneficencia, autonomía y
justicia. La obligación de guardar secreto profesional no puede ser considerada absoluta,
ya que no constituye un principio, sino un medio, un instrumento, para la defensa de la
intimidad.
Así, la práctica del psicólogo y su relación con quien consulta, está sustentada por la
confianza, es un lugar simbólico donde el paciente o el consultante se amparan. Es en
este escenario en donde la confidencialidad es imprescindible en la dimensión de
responsabilidad profesional del psicólogo. La norma de Secreto Profesional se encuentra
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La norma de Secreto profesional constituye así la piedra angular donde se apoya la
relación profesional.
El Código de Ética de la FePRA, en su apartado 2, refiere acerca del mismo, especificando
que:
.C
2.1.- Los psicólogos tienen el deber de guardar secreto de todo conocimiento obtenido
en el ejercicio de su profesión. Este deber hace a la esencia de la profesión, responde al
bien común, protege la seguridad y honra de los consultantes y sus familias y es garantía
DD
de la respetabilidad del profesional.
frente a la confidencialidad.
El Código de Ética del Colegio de Psicólogos de Tucumán en su punto 2 y la Ley N° 7512
de a la provincia de Tucumán sobre el ejercicio profesional del psicólogo, reflejan
asimismo esta obligación fundamental.
FI
En la profesión se presentan situaciones en las que el profesional debe optar por levantar
o por resguardar la información obtenida.
La opción se condiciona a la existencia de una “justa causa”, es decir, remite a una
necesidad que legitima la revelación de un secreto para evitar un mal mayor; la revelación
es lícita en tanto se fundamenta en la necesidad de mantener un bien superior, lo que
requerirá un análisis exhaustivo del profesional, para evitar, en pos de hacer un bien,
provocar un daño. El Código de Ética de la FePRA refiere que:
2.8.- Los psicólogos podrán comunicar información obtenida en las siguientes
situaciones:
⎯ Cuando así lo exija el bien del propio consultante, debido a que este
pudiera causarse un daño o causarlo a otros.
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(evaluando en este caso la validez debido a la influenciabilidad que pueden tener los
pacientes respecto de su terapeuta).
A su vez, la problemática de la confidencialidad no se agota en un análisis deontológico.
Pensar en la norma del secreto profesional, es pensar que tiene una condición moral y
otra jurídica. Desde el punto de vista deontológico, los profesionales psicólogos cuentan
con un cuerpo colegiado que vela por el cumplimiento de esta disposición deontológica;
.C
rescatando que la práctica profesional se encuentra reglamentada – legislada, para evitar
que se susciten abusos.
DD
En el ámbito legal, la obligación del profesional a guardar secreto está recogida por
normas de orden jurisdiccional tanto civil como penal y permite la utilización de la acción
penal ante el incumplimiento de esta norma, cuando se dé “sin justa causa”. El artículo
52 del Código Civil de la Nación Argentina determina que la confidencialidad se de en un
marco de confianza con el profesional, y esto implica un compromiso tácito de una
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Además otras leyes como la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 establece “el
derecho a recibir un tratamiento personalizado en un ambiente apto con resguardo de
su intimidad, siendo reconocido siempre como sujeto de derecho, con el pleno respeto
de su vida privada y libertad de comunicación”; y la Ley de protección integral de los
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⎯ La comunicación del sujeto debe haberse hecho con la convicción de que no sería
revelada a terceros.
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⎯ La inviolabilidad de esa confidencia es considerada esencial a los propósitos y a la
continuidad de la relación psicológica; y su ruptura, un grave perjuicio para el
individuo afectado.
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Estas condiciones justificarían abstenerse de brindar al juez la información requerida que
se ha obtenido en la relación terapéutica. Todo paciente tiene el derecho a que se
requiera el previo consentimiento para la recogida y uso de los datos personales, el
DD
derecho a saber y ser informado sobre que se hará y quién accederá a sus datos, y el
derecho a acceder, rectificar y cancelar dichos datos. El Código de Ética de la FePRA
prescribe al respecto: “2.6.- Los psicólogos garantizarán una apropiada confidencialidad
al crear, almacenar, acceder, transferir y eliminar registros bajo su control, con los
recaudos apropiados si son impresos, digitalizados, video grabados, etc. Los psicólogos
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genere en los sujetos de investigación consecuencias perjudiciales, siguiendo el criterio
de no brindar información sobre resultados a cada sujeto de investigación en particular,
sino de manera general.
Los menores son también sujetos de derecho, y pueden solicitar que no se revele cierta
información, como del mismo modo los padres pueden solicitar el acceso a toda
información sobre sus hijos, lo que hace necesaria la posición crítica y reflexiva del
.C
profesional en cada situación.
El colectivo profesional toma como criterio general el respeto por la confidencialidad a
DD
excepción de que hubiera un peligro evidente para la salud del menor o de terceros.
COMENTARIOS FINALES
La protección de la intimidad es condición para el trabajo subjetivo, es un valor e implica
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