Está en la página 1de 3

ABCDEFGHIJKLMNOPQRSTUVWXYZ

Rivas, Bárbaro (1893-1967).

Pintor venezolano, nacido el 4 de diciembre de 1893 en Petare (Distrito


Federal) y muerto en la misma población el 12 de marzo de 1967. Se
encuentra englobado dentro de la pintura ingenua venezolana.

La infancia de Bárbaro Rivas se caracterizó por un estado de suma pobreza y


por la existencia de un sentimiento místico de la vida. Los acontecimientos más
insospechados se convertían en designios de un Dios, a veces misericordioso, a
veces justiciero. En 1923 pintó, en el exterior de su humilde casa de Petare, lo
que él mismo consideró como su primera obra: la escena bíblica de Jesús
predicando en Jerusalén. Tres años después, en 1926, hizo sus primeras obras
de caballete, de las que destacan Paisaje de Baruta o El rebaño, obra en la que
queda reflejado el entorno rural que rodeaba a la ciudad de Caracas. Hacía esa
misma época, y tras la muerte de su madre, Rivas abandonó la casa familiar
del barrio El Caruto y se mudó a una destartalada casa en el barrio del
Calvario, en el mismo pueblo de Petare.

En 1937 sufrió una intoxicación que lo postró en la cama y le hizo perder su


trabajo. A partir de ese momento Rivas se dedicó al oficio de pintor de brocha
gorda y a la fabricación de bateas de cemento, conocidas como Grutas de
Lourdes, y de coronas de papel y latón para las conmemoraciones de difuntos.
Pintó entonces una de sus mejores obras, La fábrica de chocolates. En 1939
realizó su primera experiencia en la técnica del collage, con la Palomera. Un
año después, Francisco da Antonio, escultor y crítico de arte venezolano,
descubrió en una de las bolsas que se usan para ir al mercado un dibujo
realizado por Rivas. Este hallazgo permitió identificarlo como una de las figuras
más representativas del arte ingenuo venezolano, junto con al artista Feliciano
Carvallo. El acercamiento de Da Antonio al folclórico personaje de Petare no
fue fácil, pues Rivas atravesaba una de sus crisis periódicas y se negaba a
pintar o hablar de sus obras; vivía en la mayor miseria y era considerado por
sus vecinos como un “loco”.

Fue en 1953 cuando la obra de Bárbaro Rivas se dio a conocer al público. Ese
año pintó sus primeros paisajes retrospectivos: Placita de Petare (La
escalinata) y Entrada a Petare, en la que apunta una mayor variedad de
colorido. Ambos cuadros fueron enviados al Salón Oficial de 1954 y
coleccionistas venezolanos como Otero Silva y Alfredo Boulton compraron su
obra. Ésta empezó a atraer la atención de la crítica especializada. Los
periódicos publicaron artículos sobre su trabajo. Las exposiciones se
sucedieron; aunque sus condiciones de vida mejoraron, Rivas nunca abandonó
del todo ese estado de marginalidad social que lo caracterizó, y que a la postre
lo condujo a la muerte.

El 23 de febrero de 1956 se abrió, en el bar “Sorpresa” de Petare, la primera


muestra colectiva de arte ingenuo en Venezuela. Entre los artistas, apareció
Bárbaro Rivas, demostrando que su pintura tenía una relevancia y repercusión
que superaba las expectativas de lo que se suponía debía ser la pintura
primitiva.

En ese mismo año aparecieron los primeros reconocimientos: el premio


“Arístides Rojas” en el XVII Salón Oficial y su primera exposición retrospectiva
el 26 de octubre en el Museo de Bellas Artes de Caracas, coincidiendo con el
ensayo fonográfico Bárbaro Rivas, Apunte para un Retrato, de Francisco da
Antonio. En 1957 recibió un reconocimiento en la IV Bienal Internacional de
Sao Paulo, donde obtuvo una Mención Honorífica.

En 1959 se incendió su casa del Calvario en Petare. El fuego consumió


pertenencias y obras. La municipalidad entonces dispuso la construcción de un
nuevo hogar y le adjudicó una modesta pensión.

En 1960 Rivas volvió a ganar el “Premio Arístides Rojas”, y el período colorista


alcanzó su máxima expresión. Al año siguiente fue engañado por un oscuro
personaje que el artista identifica como “el alemán”, quien le arrebató sus
obras. Esta circunstancia, junto con el continuado despojo y engaño a que era
sometido por marchantes y “amigos”, le provocaron nuevas crisis y lo
condujeron a una mayor marginación social, agudizada por un alcoholismo que
cada vez se hacía más evidente.

No obstante, en esa década del sesenta obtuvo algunos reconocimientos


internacionales, como en la exposición Naives Painters of Latin America,
organizada por Duke University en Estados Unidos. En 1965 fue incluido por
Thomas M. Messer en la exposición Evaluación de la Pintura Latinoamericana.
Años 1960, abierta en el Ateneo de Caracas y proyectada para su exhibición en
el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York.

En 1966 se inauguró en la Galería 22 de Caracas la última de las exposiciones


celebradas en vida del pintor. A lo largo de once meses, Rivas había pintado
más de sesenta cuadros. El éxito de la muestra fue completo. El 90% de las
obras fueron vendidas; obtuvieron unos ingresos que mejoraron la maltrecha
vida del artista. El dinero jamás llegó a sus manos, dado que se consideraba
que Rivas no estaba en condiciones de administrarlo. El 17 de febrero de 1967
Bárbaro Rivas ingresó en el Hospital “Pérez de León de Petare” y el 12 de
marzo falleció, a la edad de 74 años. Ese mismo año se exhibieron en Madrid,
en el Museo de Arte Moderno, cuatro de sus obras, con motivo de la
exposición Primitivos actuales de América. En junio de ese año, el Círculo
Musical de Caracas auspició la primera retrospectiva póstuma del artista y la
edición del ensayo fonográfico Obras fundamentales de Bárbaro Rivas, escrito
por Francisco Da Antonio. Sus trabajos han sido comparados con las obras del
pintor ruso Chagall, aunque en Rivas lo místico, lo urbano y lo rural se dan la
mano creando un complejo entramado de citas y referencias populares que le
acercan como ningún otro pintor ingenuo al alma y el ser de las clases
populares venezolanas.

Bibliografía

 CALZADILLA, J.: “Bárbaro Rivas”, en: El Arte en Venezuela. Pintores venezolanos.


Madrid: Editorial Edime, fascimil n.17.
 ANTONIO, F. da: El arte ingenuo en Venezuela. Caracas: Editorial Especial de la
Compañia Shell de Venezuela, 1977.

También podría gustarte