Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Fuente: Wikimedia
20 enero, 2019
Teresa Romero @TRomVil
Contra la vida y el
medio ambiente
El valor de la selva
amazónica como
ecosistema y como
barrera ante el cambio climático es inconmensurable. Hogar de millones de especies
animales y de plantas, se calcula que en la Amazonia habitan una de cada diez
especies conocidas. Desgraciadamente, la tala y quema indiscriminada de árboles
amenaza la que es la bio- reserva más grande y variada de la Tierra. El peligroso
cóctel que supone la combinación del cambio climático con la tala y los incendios
provocados podría suponer que el Amazonas esté al borde de alcanzar su punto de
inflexión —un calentamiento de 4 ºC o una deforestación del 40%—. Sobrepasar esta
frontera acarrearía cambios irreversibles en el ecosistema más rico del planeta,
principalmente un proceso de sabanización a gran escala.
A pesar de los avances en los últimos años, el progreso está lejos de estar
asegurado. La prueba más evidente es el aumento de la deforestación en países
como Brasil, Colombia y Ecuador. El futuro luce todavía más lóbrego si se tiene en
cuenta la reciente elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, el pujante
mercado de carne y soja en China y el aumento de la demanda mundial de
biocombustibles, ya que el cultivo de aceite de palma y soja para su producción está
provocando una deforestación mayor en Bolivia, Colombia y Perú.
Pero es en Brasil —país clave para la gestión de la selva, pues concentra el 60% de
su extensión— donde los últimos datos generan más desazón. Tras alcanzar en
2004 un pico de 27.700 kilómetros cuadrados deforestados —un territorio del tamaño
de Haití—, la ratio de deforestación decreció un 80% en los años siguientes, hasta
alcanzar un mínimo histórico en 2012 con una deforestación de solo 4.571 kilómetros
cuadrados. Desgraciadamente, desde entonces ha retomado una tendencia
creciente; entre 2015 y 2016 superó los 7.000 kilómetros cuadrados. Con estas
cifras, parece poco probable que Brasil sea capaz de cumplir el compromiso
adoptado en la Cumbre de Copenhague de reducir el ritmo de deforestación
amazónica en un 80% para 2020.
Además, los últimos años han estado protagonizados por un proceso de relajación
de las leyes medioambientales y galvanización de los intereses privados, defendidos
a ultranza por la bancada ruralista —representante de la agroindustria y mayoría en
el Congreso—. Brasil ha sido testigo de una creciente privatización de territorio
amazónico, recortes en el presupuesto de instituciones medioambientales,
ralentización en el proceso de demarcación de tierras indígenas y la aprobación de
una polémica ley que regularizó el estatus de tierras ocupadas ilegalmente, una
suerte de amnistía para aquellos que estaban provocando talas e incendios ilegales.
Tasa de deforestación en la Amazonia brasileña. Fuente: Oxford University Press
Durante la campaña electoral, Bolsonaro realizó numerosas promesas —más bien
amenazas— relacionadas con la política medioambiental. Entre ellas, destacaban la
apertura de territorios indígenas con fines de explotación, la construcción de una
autopista que atravesaría la Amazonia o la retirada del Acuerdo de París —de la que
posteriormente se retractó—. Menos de un mes después de su toma de posesión, ya
ha comenzado su ataque contra el medioambiente con la medida de fusionar los
ministerios de Agricultura y Medioambiente.
Brotes verdes en el horizonte
A pesar del sombrío panorama que parece presentarse, hay numerosos hitos
positivos que deben tenerse en cuenta. El espectacular descenso de la deforestación
en Brasil entre los años 2004 y 2012, la expansión de áreas protegidas e iniciativas
como la “moratoria de la soja”, que fortalecen el control sobre la cadena de
producción, son prueba de que frenar la deforestación es posible. La promoción de
una gestión sostenible, una mayor titularidad de la tierra para las comunidades
indígenas, la lucha contra la especulación con la tierra o la persecución efectiva de
las actividades ilegales son algunas de las muchas medidas que se pueden y deben
implementar para frenar la desaparición de la selva amazónica.