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matrimonio-violencia-abuso-es.html

Divorciarse de un cónyuge abusivo no


es pecado
No solo está moralmente justificado, sino que coincide con lo que Cristo anhela para
los más vulnerables.
Russell Moore|4/abril/2022
English
Image: Ilustración por Mallory
Rentsch / Source Images:
Summerphotos / Bartosz
Michalski / EyeEm / Getty

En las últimas semanas, he


recibido muchas preguntas sobre
el divorcio en caso de abuso. Lo
más probable es que al menos
algunas de esas preguntas estén
relacionadas con informes sobre
iglesias que han disciplinado a una mujer por dejar a un esposo abusivo. En caso de
que tú o alguien a quien amas se encuentre en esa situación, permíteme empezar con
mi conclusión: no eres pecador o pecadora por divorciarte de un cónyuge abusivo ni
por volver a casarte después de hacerlo.

La razón por la que la gente siquiera presenta esta pregunta es porque saben que la
Biblia dice que Dios odia el divorcio. En las Escrituras, el matrimonio es un pacto que
tiene por objeto encarnar un símbolo de la unión entre Cristo y su Iglesia. Jesús se
pronunció enérgicamente contra el divorcio, e incluso dijo que la ley de Moisés permitía
el divorcio como una concesión temporal a causa de la dureza de corazón, no como el
plan de Dios para el matrimonio (Mateo 5:31-32; Marcos 10:2-12; Lucas 16:18).

Cuando en un servicio nupcial tradicional el ministro se dirige a la pareja recién casada


y le dice: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», ese ministro está
citando las palabras del propio Jesús.

Incluso cuando los miembros de la Iglesia critican al mundo exterior por asuntos que no
están claros en las Escrituras, suelen enmudecer cuando se menciona el tema del
divorcio, un tema del que la Biblia habla con rotundidad. Por lo general, se trata de un
caso más de política de identidad de la guerra cultural de tribus: dentro de nuestras
iglesias hay más personas divorciadas y vueltas a casar que personas con otros
problemas.

Todo eso es cierto. Aun así, creo que la Biblia no trata la cuestión del divorcio en casos
de abuso como una cuestión de pecado para el cónyuge inocente.

Algunas personas, en la visión católica romana por ejemplo, sostienen que nunca hay
ninguna razón moral válida para el divorcio. Sin embargo, incluso en ese caso,
mantienen una disputa sobre si alguna institución tiene autoridad para pronunciar la
disolución del matrimonio. En ese caso, la disputa no es sobre si un cónyuge debe
permanecer en una situación de abuso.

No conozco a ningún sacerdote u obispo católico fiel que diga que una persona debe
permanecer en un entorno abusivo. En tales situaciones, aconsejarían que la persona
se aleje (junto con sus hijos) y, si la amenaza de abuso persistiera, la mantendrían
alejada de ese hogar, incluso si eso significara que fuera de por vida.

Como la mayoría de ustedes saben, no creo que el divorcio sea un pecado en todos los
casos. Al igual que la mayoría de los protestantes evangélicos, creo que hay algunos
casos limitados en los que el pecado de un cónyuge disuelve el pacto matrimonial y
que el divorcio está justificado en esos casos. Casi todos los que sostienen este punto
de vista verían el adulterio sin arrepentimiento como una de esas excepciones. Y la
mayoría vería el abandono por parte de uno de los cónyuges como otra.

El apóstol Pablo brindó consejo a los nuevos cristianos del primer siglo diciendo que no
estaban obligados a abandonar a sus cónyuges incrédulos (1 Corintios 7:10-16).
Aquellos matrimonios no eran impíos por culpa del cónyuge que adoraba a otro dios,
sino que eran santos por el que adoraba al Dios vivo.

Aunque Dios nos ha llamado a buscar la paz y la reconciliación con todas las personas,
Pablo escribió que en el caso de que uno de los cónyuges decida alejarse, al otro
cónyuge le dice: «no se lo impidan. En tales circunstancias, el cónyuge creyente queda
sin obligación», lo que implica claramente la libertad para volver a casarse.

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