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LA ENTREVISTA EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES, (Colección Manresa 44), pp. 181-187.

CAPÍTULO 6
ACOMPAÑAR EL DISCERNIMIENTO

(…)

3.- Actitudes y propuestas para discernir en la vida

Durante los Ejercicios, el acompañamiento debe centrarse en la tarea de


discernir según el ejercitante esté en uno de dos distintos estados espirituales, que
son cualitativamente distintos. Pero en bastantes ocasiones es conveniente preparar
para discernir al ejercitante que no esté acostumbrado a ello, con el fin de que pueda
optimizar su participación en los Ejercicios; es lo que abordamos en esta tercera
sección. Pero también nos hemos de referir a otras formas de practicar el
discernimiento en la vida, antes o después del retiro, por constituir sin duda uno de
los frutos de los Ejercicios.
Efectivamente, no todos los que empiezan Ejercicios tienen experiencia de
discernimiento espiritual pues, de hecho, muchas personas viven en su vida diaria
sin pensar demasiado en el sentido que tiene, ni reflexionar mucho más allá de la
solución a las preocupaciones cotidianas que les ocupan en el plano personal,
familiar o laboral. Parecería que aplicando poco a poco la primera serie de reglas
ignacianas se pudiera aprender a discernir durante los Ejercicios mismos; pero en la
práctica se constata que resulta difícil que un ejercitante sin experiencia ninguna de
discernimiento pueda aprovechar bien los Ejercicios completos. Unas formas leves
de Ejercicios o un acompañamiento de la oración y de la vida pueden optimizar
muchísimo este instrumento tan fino que son los Ejercicios; lo cual requiere dedicar
un tiempo (como Ignacio hizo con Pedro Fabro) a preparar adecuadamente a los
individuos o a los grupos1.

1
Por ejemplo, cuando un colectivo va a hacer Ejercicios (un grupo de seminaristas, de
religiosos o religiosas en su noviciado, o como preparación de su profesión, o en un año sabático), se
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Pues el discernimiento se aprende sólo cuando se practica por sí mismo y


cuando, además, se contrasta con otra persona que lo confirma, corrige o ayuda. De
hecho se puede practicar en muy distintos campos de la vida; pero hay tres ámbitos
principales para hacerlo: el ámbito individual en que cada uno examina su camino
espiritual personal (la oración, las decisiones, las actividades); el encuentro
interpersonal con otra persona en la entrevista de acompañamiento espiritual, donde
se comunica y contrasta el propio itinerario cristiano; y en la posible deliberación o
discernimiento en grupo de creyentes que buscan la voluntad de Dios para sus
miembros, para el grupo mismo o para su actividad apostólica.
¿Cómo tratar de ayudar al ejercitante que no tiene todavía adquirida la
experiencia de discernir? Detectando y cultivando las disposiciones para ello y
practicando algunos ejercicios o aplicaciones posibles.
Es importante detectar y alentar las cualidades y actitudes necesarias para
discernir, como es, supuesta la normalidad psíquica, cierto nivel de sensibilidad y de
inteligencia interiores (para sentir y conocer), algún grado de introspección y de
lucidez sobre sí mismo; o, al menos, capacidad de adquirirlas. También se requiere
la capacidad para la comunicación personal del propio mundo interior y la
disposición a hacerlo sin experimentar especial dificultad, pudor o timidez para
formular lo meditado o lo contemplado, las ideas y los sentimientos, las experiencias
agradables y las frustrantes. También es muy conveniente saber escuchar las
cuestiones, recomendaciones o interpelaciones que se le hagan, fiándose del
acompañante sin depender de él, teniendo capacidad para escuchar y preguntarse
sin suspicacia, para aceptar sugerencias y dejarse guiar.
Para el discernimiento espiritual se requiere, además, que la persona sea
capaz de orar a su Dios en paz, sin sentir habitualmente grandes problemas en ese
acto de fe; de orar con confianza en que Dios se manifiesta de muchas maneras,
orar con cierta seguridad de ser escuchado, aceptado y respondido. Orar, además,
con indiferencia y generosidad, con la disposición a abrirse a su Palabra (al
evangelio), a sus criterios y a sus mociones. Para discernir mociones espirituales
hay que sentir previamente mociones espirituales; por eso se debe orar utilizando
todas las facultades humanas que se puedan poner en juego en cada momento: el
afecto y el sentimiento, el entendimiento y la razón, incluyendo la misma actividad
del cuerpo (la postura, la mirada, el oído; y quizá implicar al cuerpo en algún otro
ejercicio, como la penitencia ocasional mediante el ayuno, la abstinencia, el rigor o la
templanza). También se debería entrar en oración, o en proceso de discernimiento,
dispuesto a asumir o llevar a la vida lo que se vislumbra como moción de Dios.
Supuestas estas cualidades y disposiciones, enumeramos a continuación
algunas prácticas sencillas que, bien propuestas y empleadas, pueden ayudar a una

puede beneficiar mucho y con poco esfuerzo de esta preparación, en vez de llegar de improviso a
una experiencia programada por sus formadores o superiores.
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persona a iniciarse en el discernimiento y a ejercitarlo en la vida, y que constituyen


recursos probados con fruto por numerosas personas y aplicables a individuos y
grupos.
Un primer recurso es proporcionar alguna formación teórica al que se inicia,
sea mediante algunas lecturas, cursos o explicaciones personalizadas. La
comunicación oral directa suele ser un primer acercamiento muy clarificador. En todo
caso, se requiere ciertamente saber qué es el discernimiento y cómo se inscribe el
acto de discernir en la relación entre el sujeto y su Dios. Todo se ha de hacer lo
mejor posible, pero esta formación teórica en la mayoría de los casos de los futuros
ejercitantes se puede hacer brevemente y en relación con su práctica de discernir; a
saber, clarificando los procesos y operaciones que ellos mismos realizan en su
discernimiento. Más bien en relación a problemas y situaciones concretas que
experimente, y no tanto como cursillo teórico2. Por ejemplo, muchas pequeñas
situaciones y decisiones de la vida cotidiana permiten un diálogo en que se realicen
estos análisis y estas explicaciones teóricas, que iluminan fácilmente al que se inicia.
Otra práctica que fomenta disposiciones necesarias (especialmente con
jóvenes) es educar al silencio, a la atención y la escucha interior, hacer sensibles a
la introspección necesaria. Puede ayudar mucho para esto, por ejemplo, el llevar un
cuaderno personal como lugar de reflexión escrita donde la persona refleje su
examen del día, su examen de la oración, su preparación y las conclusiones de las
entrevistas de acompañamiento, los asuntos que vaya pensando. Porque,
ciertamente, serán medios muy eficaces para aprender a discernir hacer el examen
de la oración diaria (Ej 77), realizado según un esquema previamente proporcionado
al que se inicia, según la necesidad de cada uno; así como hacer el examen del día,
según un esquema ignaciano (Ej 43), aunque con el acento o la aplicación concreta
que a cada uno le convenga. También ayudará a iniciarse en el discernimiento la
práctica del examen particular (Ej 24-31), que se puede aplicar como dice Ignacio a
un defecto particular, pero también al seguimiento de una virtud que se quiere
practicar o alguna buena obra que se desea realizar; así lo propone el mismo
Ignacio a sus muy maduros compañeros enviados a la misión del concilio de Trento:
“a la mañana proponer y dos veces examinarnos en el día”3.
Finalmente, ayudará a practicar el discernimiento de la vida el saber realizar
la evaluación de distintas actividades, experiencias o situaciones de todo tipo4 desde

2
En la pedagogía ignaciana parece que va por delante la experiencia; y por detrás, y
brevemente, la explicación teórica. El peligro de hacer lo contrario es fomentar teorías que dificulten
experimentar directamente, con lo que el saber mucho impide el gustar con fruto (ver Ej 2).
3
MHSI (22), Epp 1, 389 (Obras, 786).
4
De distintos aspectos del proyecto personal, del plan de formación, de las obligaciones
propias de su estado; de las actividades profesionales, pastorales, comunitarias o grupales; de
experiencias puntuales o de procesos más prolongados; etc.
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una perspectiva cristiana. El esquema de dicha evaluación (que ha de ser espiritual,


y no sólo técnica o profesional) puede ser propuesta por el que enseña a discernir a
otro, planteando la observación de los ítems o indicadores más significativos para
ello: ver los sentimientos, las luces, la mociones, hacer la valoración de todo ello y
tomar las decisiones que convengan. El comentario de esta evaluación con el
acompañante inicia muy bien al discernimiento y enseña mucho del nivel alcanzado
en el mismo por parte del sujeto. Finalmente, y como horizonte de fondo, será una
buena ayuda para empezar a discernir fomentar todo lo que ayude a la persona a
desear la primacía de Dios en las cosas, a buscar su presencia y a hacer su
voluntad, teniendo recta intención y preguntándose frecuentemente “a dónde voy y a
qué” en las cosas importantes de la vida (ver Ej 72); así como dejando a Dios
irrumpir con mociones inesperadas, que piden cambios en la vida o movimientos
hacia alguna cosa buena. Por lo tanto, tener “santos deseos” orientará muy bien
todo discernimiento que se emprenda.
Pero, por otra parte, también se requieren algunas cualidades y disposiciones
para ayudar a discernir a otros o para iniciarles en el discernimiento.
Ante todo es importante haber hecho y hacer ordinariamente discernimiento
en las cosas espirituales propias. Además, debe ser capaz de discernir las personas
de los otros, de evaluar la situación de la persona que discierne, por ejemplo, si está
en una etapa u otra, si puede elegir o no5. El que acompaña debe tener también
cierta capacidad de empatía espiritual con la moción espiritual de las personas, de
modo que pueda sentir la connaturalidad a que aluden las reglas (Ej 335); y ello
porque el que acompaña debe discernir lo que escucha del ejercitante, pero también
debe valorar, por así decir, la lógica de su propio discernimiento personal.
Finalmente el que acompaña el discernimiento de otro debe tener recursos para
dialogar lo que percibe, para preguntar lo que no entiende, para ofrecer
delicadamente alternativas de interpretación, sugerencias de método o simplemente
para poner calma en un sujeto agitado o indeciso. Y todo ello con decisión y
seguridad discreta, pero también con apertura y verdadera indiferencia; pues debe
discernir sin prejuicio, conociendo sus propias inclinaciones y sentimientos y
dejándolos por así decir a un lado, sólo buscando la verdad.
Para ayudar a discernir, el que acompaña espiritualmente (al margen de los
Ejercicios) puede practicar en la entrevista algunos recursos que fomentan la
exploración del acompañado y su discernimiento. Por ejemplo, las entrevistas
realizadas con cierta frecuencia ayudan más a ir educando un mundo interior que las
entrevistas muy separadas entre sí en el tiempo. En la entrevista se fomenta más el
discernimiento cuando se pregunta el por qué y no sólo el qué de las cosas, cuando

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Hay muchas personas que no están preparadas para discernir, pero que inevitablemente
tienen que tomar decisiones importantes. El discernimiento espiritual ignaciano muestra un esquema
ideal que en ocasiones no se puede seguir literalmente en toda su pureza.
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se busca menos la información y más la motivación. También ayuda más centrarse


en discernir lo suscitado por la vida real, y ayuda menos hablar de planteamientos
teóricos. Por lo mismo tampoco ayuda mucho a discernir el dar consejos ni explicar
mucha teoría, sino más bien el referirse a cosas, situaciones y personas concretas
de la vida del sujeto; pues esto último suscita más emociones y ofrece materia
propia para discernir. Favorece mucho para iniciar en el discernimiento espiritual que
se ayude a hablar de la experiencia de Dios, lo que en ocasiones puede dificultarse
por el pudor personal o por la misma experiencia en sí, tantas veces inefable.
Por lo tanto las entrevistas de acompañamiento espiritual, así como las de
Ejercicios, pueden ayudar mucho a empezar a discernir. Para ello conviene que
sean entrevistas más bien pedagógicas y, en ese sentido, un poco directivas, con
espacio para la pregunta, para la propuesta alternativa, quizá para la confrontación.
Todo para ayudar al ejercitante a discernir cada vez mejor y con más autonomía;
pues poco a poco se puede pasar de una mayor directividad inicial a una mayor
libertad, hasta que el acompañado o el ejercitante discierna progresivamente por sí
mismo.
Finalmente podemos decir que pueden existir también algunos instrumentos
que se practiquen en grupo que ayuden a los participantes del mismo a crecer en el
discernimiento de sí mismos y de las cosas que les suceden6. Puede favorecer tal
fin, ante todo, que previamente haya una mínima capacidad y actitud de
discernimiento en cada uno de los miembros del grupo; y por otra parte, para llevar
el discernimiento o deliberación en común se requiere en quien lo dirige un cierto
manejo de los instrumentos propios de un grupo. Pero mucho antes de abordar
grandes decisiones, un grupo aprende a deliberar o a discernir en común cuando es
capaz de participar la fe personal dentro del grupo, en forma de compartir la fe, las
mociones sentidas en la oración, las cuestiones que le mueven a cada miembro
privadamente, etc. También prepara a este discernimiento la comunicación de los
discernimientos personales sobre asuntos comunicables, haciéndolo con sencillez,
por ejemplo sobre situaciones pasadas de los sujetos o del grupo o sobre
experiencias recientes. Ayuda a preparar el ambiente para llegar a discernir en
común el realizar antes algunas deliberaciones o discernimientos comunitarios
reales, pero sobre asuntos de pequeña importancia; el objeto puede ser cualquiera
que afecte al grupo, a las tareas o misión del mismo, a su organización, a sus
condiciones de funcionamiento, etc. Ayudará también a un clima de discernimiento
en común la revisión de vida, la corrección fraterna y otros modos de realizar

6
Sobre deliberación o discernimiento en común: P. H. KOLVENBACH, Sobre el discernimiento
apostólico en común: en Selección de escritos del Padre P. H. Kolvenbach (1983-1990), Provincia de
España de la Compañía de Jesús, Madrid 1992, 52-741. Un método muy elaborado y practicado en
grupo, en M. BACQ – J. CHARLIER (EDS.), Pratique du discernement en commun. Manuel des
accompagnateurs, Fidélité, Namur 2006.
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reuniones de grupo donde se pida el discernimiento personal y se puedan exponer


con calma las mociones.
Por lo tanto, un grupo puede poner en común el discernimiento personal de
sus miembros o bien deliberar sobre algún asunto común que le afecte como grupo.
Pero, más en general, y refiriéndonos a grupos institucionales en la Iglesia, hay que
decir que las personas (los futuros ejercitantes) no aprenderán a discernir si no son
escuchadas en el diálogo espiritual, o en el diálogo de gobierno eclesial, con una
actitud de escucha, apertura y discernimiento. Y existen muchas ocasiones en las
que esto se puede hacer, así como también se da situaciones en las que esta
posibilidad se puede frustrar.
Con las indicaciones anteriores hemos querido proporcionar algunas formas
sencillas, entre otras posibles, para iniciar al discernimiento personal y en común.
Porque este ejercicio espiritual que es el discernimiento no es fácil en modo alguno
pero, sin practicarlo adecuadamente, los Ejercicios quedarán absolutamente
limitados.

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