Está en la página 1de 1

Un otro relato.

Esperaba a que el tiempo pasara, contando los compases y los matices que en su corazón dibujaba
cada fragmento de segundo. En atención al pulso que acompañaba, mientras espectaban las
esperanzas y las compasiones, cumplía su labor.

Ya habían hecho todo lo posible. A quienes les correspondía la situación, conocían los por menores.
Estaba allí sólo haciendo un chequeo necesario para observar su condición. Los cuidados necesarios
los continuaban teniendo a su disposición. No sería fácil su recuperación. Pues su estado de salud era
grave y de preocupación.

Miedo y algo de angustia merodeaban por aquella habitación. Hacía unos días su destino era el de
salvaguardar aquella vida vigilando la respiración. La monja de servicio visitaba con regularidad este
tremebundo aposento. Cumplía con brindarle los tés y brebajes para cuidar su contento.

Entre la incertidumbre de cómo podría llegar a reaccionar su cuerpo ante el tratamiento, soltó la
muñeca suavemente y la dejó sobre su regazo. Sabía que seguía estable. Mientras, había alguien que
le aguardaba a su regreso. Pronto tendría que irse para verle.

Se quedaron las aguas y unos trapos para asistir su condición de ser necesario. Le dijo a la monja que
creía en su recuperación, sólo necesitaba algo más de reposo y continuar las recomendaciones. Ella
asintió y con la bebé de sus atenciones en su regazo, acomodó la manta sobre la cama cubriendo la
mano de su amada señora.

Al salir de aquella habitación, volteó su rostro hacia la señora y se percató de un prístino detalle del
lugar. Un espejo se reposaba arriba de la cabecera. Contemplaba. Les preguntó de dónde venía ese
llamativo artefacto. A lo que la monja le respondió con una voz tenue que era una reliquia familiar.

De momento, se halló entre sus propios parpadeos. Despertó. Al parecer estaba soñando con una
mescolanza aún indescifrable, algo entre un recuerdo de niña y una obra que había visto por ahí. Pero
qué extraño, reflexionó. En esta ocasión, el personaje había cambiado. Ya era un largo tiempo de no
soñar con ese tipo de membranzas. Pero no podía quedarse pensando en eso, embelesada. Debía
volver a sus labores. Pensó, ‘está algo tarde, luego encontraré el espacio para echarle cabeza’.

Sin saberlo, había encontrado una excusa. Un álgido suceso la llevaría a aventurarse en una inusual
misión.

M.E.

También podría gustarte