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Mi amigo secreto

Cuando Mar la tortuga salió del cascaron, no sabía las aventuras que le esperaban, una vez, a la
orilla del océano descubrió la inmensidad de un paraíso desconocido, acercándose cada vez más a
la playa decidió emprender su viaje por los grandes misterios que una vez escuchó estando aún en
el cascarón. Nadando fuertemente contra la espuma de las olas su pequeño cuerpo comenzó a
moverse, entonces aprendió a nadar. Aleteaba constante y con todas sus fuerzas pues debía
encontrarse pronto con las demás tortuguitas.

Cansada decidió detenerse y reflexionar si debía continuar. Era el atardecer y no recordaba el


camino hacia la playa. Entonces pensó:

-Si ya no hay vuelta atrás, lo más seguro será continuar hasta encontrar compañía,
alimento o un lugar para descansar.

Entonces nadó despacio y poco a poco su cuerpo volvió a incorporarse en la técnica que había
aprendido.

Sus aletitas estaban muy cansadas, tenía hambre, pero no pudo hallar alimento, de pronto un
banco de peces se acercaba como el filo de un motor de barco, nadaban como verdaderos
expertos y así a lo lejos Mar decidió seguirlos.

Con todas sus fuerzas nadó sin tregua junto al banco de peces y aunque sólo pudo continuar por
un momento no se rindió jamás. Ella observaba que aquellos se movían con astucia, copiar su
técnica resultó un fracaso, después de todo ella era una tortuga, este conocimiento le permitió
reconocerse de las demás especies. Y así permitió que aquel banco de peces la dejara poco a poco
atrás.

- Tengo miedo, tengo hambre, nunca podré nadar como ellos- pensó y lloró amargamente.

Una mantarraya que pasaba por ahí se acercó a ella curiosa y le dijo:

- No llores pequeña, mírate debes estar muy cansada, ten un poco de alimento-

Después de tragar el pequeño crustáceo cerró sus ojos detenidamente. Su cuerpo se desvanecía
en la profundidad, pero gracias a su nueva amiga pudo descansar y entonces miró a su alrededor
el gran arrecife que iluminaba su asombro. Lo habitaban una fabulosa fiesta de especies marinas,
algas, corales de vivos colores y entre tanto una tortuga adulta que pasaba por ahí la animó a
viajar junto a ella.

Mar agradeció a la mantarraya, se despidió y continuó ahora con la gran tortuga.

- Haz nadado desde muy lejos para llegar al arrecife, es imposible volver a la orilla ¿Cómo
piensas regresar? – Le preguntó.
- No pienso volver señora, me gustaría explorar el inmenso océano y vivir algunas aventuras
junto a usted.
- Que lista, realmente eres optimista, pero te diré, al igual que tú quería nadar como un pez,
para llegar más rápido, más ágil, más fácil quizá.
La gran tortuga recordó sus años siendo una joven preparada para la aventura que la vida marina
tiene como destino a su especie. Admitió en su interior el deseo de volver al pasado cuando al
igual que Mar siguió por mucho tiempo a los peces, que sin duda eran más ágiles, más rápidos,
pero no así siendo los mejores entre tantas realidades animales que habitan el océano.

Entonces añadió:

- Recuerdo Mar, que a tu edad quería recorrer el océano y aún rodeada de criaturas más
capaces que yo continué hasta llegar al lugar de mis sueños, donde no fue necesario llegar
a ser quien nunca podré, como un pez por su velocidad, un tiburón por su temeridad, o un
coral por su belleza. En aquel lugar, pude admirar mi caparazón, mis aletitas, mi pequeña
cabecita redonda. Amé todo lo que soy por que pude quedarme quieta, en paz, siendo
siempre la tortuga que soy-

Mar comprendió que podía aceptar su naturaleza, se quedó en paz y contestó a la tortuga:

- Señora, creo que la mayor aventura de todas es aceptar lo que somos sin anhelar lo que
nos deslumbra por fuera-

Ambas rieron y continuaron nadando juntas hasta el final.

FIN

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