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La descentralización productiva y el Código Civil y Comercial de la Nación.

Intento
de armonización en clave laboral

En la vida suelen gratificarnos más los encuentros que las búsquedas.

Hace casi dos décadas la suerte me acompañó al encontrar en mi inicial


actividad docente al –hoy- profesor emérito Mario Ackerman, mi amigo Mario Ackerman,
y esto no es un modo de llamarlo, sino la más cabal realidad. Encontré en Mario a un
apasionado por la enseñanza del Derecho del Trabajo, un realizador incansable de obras
académicas, un luchador por el servicio público y de excelencia en la enseñanza
universitaria y, sobre todo, a quien lejos de erigirse como faro en el camino, incentivó
siempre a generar los propios, en un marco de libertad plena y paridad, esos valores que
afanosamente persigue nuestra disciplina, sin alcanzarlos jamás.

1. Qué, o por qué, se debe armonizar

A fines del siglo pasado Supiot destacó, en términos definitorios para la disciplina
jurídico laboral, las limitaciones que presenta el llamado Derecho Civil para dar una
respuesta socialmente aceptable1 al problema constante de las personas que trabajan en
forma subordinada, dando cuenta de que, mientras que en el contrato civil la voluntad se
compromete, en la relación de trabajo la misma se somete, y concluyendo a partir de tal
premisa que el trabajador, en tanto que sujeto de derecho, desaparece del horizonte del
Derecho Civil desde que el mismo entra en la empresa2.

De allí la desconfianza que genera en los ámbitos específicos del derecho del trabajo
que sea la normativa general –el Código Civil y Comercial de la Nación, promulgado por
ley 26.994- la que aparentemente asume definiciones medulares para la regulación de las

1
Se considera aquí como “socialmente aceptable” aquella respuesta normativa que se corresponda con el
mandato impuesto por el principio de protección, entendido éste como directriz política o preferencia
axiológica que reclama que en las relaciones laborales se otorgue una tutela o amparo preferente a las
personas que trabajan (ACKERMAN, Mario, en Tratado de Derecho del Trabajo, ACKERMAN, Mario -Dir-)
TOSCA, Diego y SUDERA, Alejandro -Coordinadores-, T I, pág. 373, Segunda Edición, Santa Fe, 2014)
2
SUPIOT, Alain, ¿ Por qué un derecho del trabajo?, Documentación Laboral Nro. 39, 1993-1.
relaciones laborales en el momento de ocuparse de los denominados contratos de
colaboración, o del contrato de prestación de servicios, como ser lo atinente a la
determinación del carácter de trabajador o no de quien se desempeña como agente de
comercio3, o como franquiciado4, o como prestador de servicios5, o lo vinculado con la
responsabilidad laboral del franquiciante6.

Este tipo de relaciones, propias del derecho comercial, conforman las estructuras
jurídicas en base a las cuales se desenvuelven, en la muchas oportunidades, los
denominados procesos de descentralización productiva, entendido este fenómeno como una
manera de organizar el proceso productivo para la obtención de bienes y servicios basada
en una técnica de gestión que consiste en contratar con proveedores externos ciertas fases o
actividades de la empresa no consideradas competencias básicas de ésta, con
independencia de que con anterioridad las viniera desempeñando o no7.

El estado de alarma se agudiza cuando se observa y recuerda que, en lo referente al


mentado régimen de responsabilidad que la ley laboral establece para los casos de
subcontratación de obras y servicios, la norma básica a considerar es el art. 30 de la L.C.T.,
regla sobre cuyo alcance el máximo tribunal de la República ha declarado –
exorbitantemente- que no corresponde la aplicación del art. 30 la ley de contrato de
trabajo toda vez que un empresario suministre a otro un producto terminado….Este efecto
se logra en la práctica comercial por contratos de concesión, distribución, franquicia y
otros que permiten a los fabricantes o, en su caso, a los concedentes de una franquicia
comercial, vincularse exclusivamente con una empresa determinada sin contraer riesgo
crediticio alguno por las actividades de esta última8.

Si bien dicha doctrina jurisprudencial ha sido invalidada por un fallo posterior del
propio tribunal supremo9, los primeros comentarios de los autores que, en el ámbito del
3
Art. 1.479 C.C.C.
4
Art. 1.520 C.C.C.
5
Art. 1.251 y art. 1252 C.C.C.
6
Art. 1.520 inc. a) y b) C.C.C.
7
RIVERO LAMAS, Juan, La descentralización productiva y las nuevas formas organizativas del trabajo, X
Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Zaragoza, España, 1999, Libro de
Ponencias, Subdirección General de Publicaciones, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, pág. 23.
8
C.S.J.N., 15.04.1993, “Rodríguez, Juan c/ Compañía Embotelladora Argentina y otro”
9
C.S.J.N. 22.12.2009, “Benitez, Horacio Osvaldo c/ Plataforma Cero S.A. y otro”.
derecho civil y comercial, analizaron estas cuestiones, tienden a limitar, o directamente
eximir la responsabilidad del contratista principal en los casos aludidos, apoyándose en
aquella interpretación de los años 90 de la Corte sobre el alcance del art. 30 L.C.T.,
conforme se verá al analizar cada supuesto.

Asimismo, un pronunciamiento relativamente reciente, también de la instancia


suprema10, ha reflotado el antiguo contrato de locación de servicios del código de Vélez
para enmarcar una vinculación que, teniendo en cuenta la dependencia económica en que se
desenvuelve el “prestador” del servicio y el grado de inserción en la organización ajena, no
parece ajena al ámbito de aplicación del derecho del trabajo. El contrato de “prestación de
servicios” del art. 1.252 C.C.C. podría afianzar, según la interpretación que se efectúe,
aquella línea de pensamiento.

Se presentan así en el horizonte diversos frentes de tormenta con los que debe lidiar el
derecho del trabajo, a fin de armonizar la reciente normativa general del Código Civil y
Comercial en materia de contratos de colaboración empresarial y de prestación de servicios
con las reglas básicas de protección de la disciplina.

2. El fraude laboral en los procesos de descentralización y los contratos de


colaboración empresarial

Américo Pla Rodríguez ha clasificado por un lado las formas o causas normales de
descentralización, y por otra parte, las causas patológicas que en ciertos casos determinan
este tipo de procesos. Las primeras son las que resultan de las razones productivas,
provenientes de la misma índole de las tareas que deben cumplirse, y que pueden requerir
una mayor especialidad, idoneidad o instrumentos adecuados 11. Las patológicas, en cambio,
buscan eludir responsabilidades y bajar costos, sean de carácter laboral u organizativo,
tributario o vinculados con la seguridad social. Aquellas causas normales de

10
C.S.J.N. 19.02.2015 “Cairone, Mirta Graciela c/ Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires –
Hospital Italiano”.
11
Un ejemplo de esto estaría dado por la exteriorización de los sistemas informáticos de la empresa cliente,
que tiene lugar mediante la contratación de los mismos con una empresa auxiliar, situación en cierto modo
paradigmática y trascendente ya que es la que ha dado origen a expresión outsourcing (Conf. Rivero Lamas,
obra citada, pág. 23).
descentralización –señalaba el profesor uruguayo- se pueden justificar objetivamente, las
segundas sólo se explican por el deseo de obtener ventajas o conveniencias12.

Por cierto, los casos patológicos de descentralización constituyen supuestos de fraude


laboral, es decir, el desarrollo de actos que frustran la finalidad de la norma de orden
público, tuitiva en el derecho del trabajo, echando mano a un negocio real o indirecto
tendiente a lograr un resultado similar al que la norma prohíbe. Bajo el amparo de una
disposición legal se llega a un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico13.

Pues bien, en los tres contratos típicos de colaboración empresarial, el contrato de


agencia, el contrato de franquicia y el contrato de concesión, pueden enmascararse
relaciones de trabajo subordinado, cuando quien cumple las funciones de agente,
franquiciado o concesionario es una persona física, pone a disposición su esfuerzo personal
y lo hace bajo la subordinación del preponente, franquiciante o concedente, que deberá ser
calificado, desarticulado el fraude y por imposición del tipo legal laboral (art. 21 L.C.T.)
como empleador.

2.1 El viajante de comercio presentado como agente de comercio

Ha sido una constante de la disciplina jurídico laboral, desde tiempo muy anterior a la
regulación legal de la figura del agente, la preocupación por diferenciar a este tipo legal del
derecho mercantil, ahora regulado en los artículos 1479 y siguientes del CCC, del viajante
de comercio, definido por el art. 1 de la ley 14.546, el llamado “Estatuto del Viajante”.

Este último dispositivo describe al viajante de comercio como aquellos sujetos


“exclusivos o no, que haciendo de esa su actividad habitual y en representación de uno o
más comerciantes y/o industriales, concierten negocios relativos al comercio o industria de
su o sus representados, mediante una remuneración”.

No obstante la inexistencia de relación laboral que presupone la definición de


agente de comercio del art. 1479 CCC, la descripción de funciones que realiza esta norma

12
PLA RODRIGUEZ, Américo, La descentralización empresarial y el derecho del trabajo, Cuarenta y Dos
estudios sobre la descentralización empresarial y el derecho del trabajo, Fundación de Cultura Universitaria,
Montevideo, 2000, pág. 17.
13
Conforme CANDAL, Pablo, en Tratado de Derecho del Trabajo, ACKERMAN, Mario -Dir-) TOSCA, Diego y
SUDERA, Alejandro -Coordinadores-, T I, pág. 845, Segunda Edición, Santa Fe, 2014)
es similar a la contenida en el art. 1 del Estatuto del Viajante: la promoción de negocios por
cuenta del empresario que le encomienda esa tarea, en forma estable y continuada
(característica que está presente en la relación del viajante, el que se vincula mediante un
contrato por tiempo indeterminado) y a cambio de una remuneración.

Una diferencia que sí se observa es que mientras que el viajante actúa en


representación del empresario, no es esa la regla en el caso del agente. Sin embargo, se
considera que la regla de la no representación es una característica contingente del agente,
pues las partes pueden pactar la representación sin que el contrato se desnaturalice. 14

Del mismo modo, el art. 2 de la ley 14.546 enumera características del viajante que
claramente se observan en el agente de comercio, como ser que venda en los precios y
condiciones de venta fijados por las casas que representa; que perciba como retribución,
sueldo, viático o cualquier otro tipo de remuneración; que desempeñe habitual y
personalmente su actividad y que realice su prestación de servicios dentro de una zona o
radio determinado.

La actual regulación del Código Civil y Comercial determina el modo en que se


desarrollará y extinguirá el contrato de agencia con matices que tienen sensibles similitudes
con las previsiones que la ley laboral establece para el viajante de comercio, aunque
también se observan diferencias que sólo son concebibles si se tiene en cuenta que en el
último supuesto de lo que se trata es de regular un mínimo de derechos a favor de la parte
que por definición conceptual y constitucional debe ser particularmente protegida, lo que
no sucede, al menos no con la misma intensidad, en una relación entre empresarios, más
allá que el preponente o empresario suele estar en una posición de dominación respecto del
agente.

Cómo es posible entonces diferenciar ambas figuras, y desbaratar de este modo los
casos de fraude que se presenten, pretendiendo hacer aparecer como agente de comercio a
quien en realidad es un trabajador subordinado.

14
Conf. AICEGA, María Valentina y GOMEZ LEO, Osvaldo, en en Código Civil y: Comercial Comentado.
Tratado Exegético, ALTERINI, Jorge (Director General), La Ley 2015, pág. 442.
La pregunta que permitirá distinguir al agente de comercio del viajante de comercio
(trabajador dependiente) no es qué hace cada uno de ellos, ni para quién lo hace, pues las
respuestas a dichos interrogantes son similares ( promueven operaciones comerciales que
no le son propias, lo hacen para el empresario a favor de quien promueven negocios), la
pregunta fundamental, que permitirá diferenciar si quien actúa es una agente o un viajante
de comercio, es cómo lo hacen, el modo en que se desempeñan.

Y por supuesto, la respuesta no habrá de hallarse –al menos no exclusiva, ni


fundamentalmente- en los instrumentos formales que pudieran haber suscripto las partes del
contrato, sino en la realidad de su operatoria. El principio de primacía de la realidad que
rige las relaciones laborales, y el hecho de que resulte intrascendente a esta disciplina el
nombre con que las partes hayan calificado el contrato (art. 21 L.C.T.), así lo exige.

Como explica Rubio15, el agente de comercio permanece ajeno al organismo


empresarial, no sólo hay falta de dependencia, sino una marginación de la empresa,
únicamente existe un vínculo contractual con el empresario; el agente comercial puede
realizar su actividad personalmente o puede utilizar la actividad de colaboradores, lo que en
principio no es admitido en el caso del viajante (salvo el particular caso de que se valga de
auxiliares, art. 28 L.C.T.); el agente dispone de oficina propia y crea su propia organización
de ventas ajena al empresario; el agente asume el carácter de empresario mercantil, en
razón de la organización que crea, en la cual coordina las actividades y los medios aptos
para promover o concertar negocios en nombre y cuenta del empresario.

En consecuencia, a partir de la regulación que el Código Civil y Comercial establece


para el agente de comercio, nada ha cambiado en la conceptualización y encuadre de la
figura del viajante, ni en el examen que cabe efectuar a efectos de determinar si estamos en
presencia o no de una vinculación laboral, ya que la “dependencia” continua siendo la clave
que permite diferenciar.16

15
RUBIO, Valentín, Agentes y representantes de comercio y otras actividades. Su exclusión del régimen de los
viajantes de comercio, Revista de Derecho Laboral, 2003-II, pág 419/420, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2003.

16
PINTO VARELA, Silvia, El contrato de agencia y los viajantes de comercio a la luz del Código Civil y
Comercial de la Nación, Revista de Derecho Laboral, 2015-2, pág 67 y sig., Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 20015.
El hecho de que el agente cuente con una propia organización autónoma de trabajo
se presenta como el único elemento que permitir diferenciar los contratos.

En definitiva, para aceptar que se trata de un agente de comercio, y no de un


viajante en relación de dependencia, debe observarse en el prestador del servicio la
posesión de una estructura empresaria propia, por mínima que resulte. Si para desempeñar
su trabajo el denominado agente se vale de recursos materiales y humanos organizados o
provistos por el empresario, es altamente probable que en realidad se trate de una viajante
de comercio en los términos de la ley 14.546 y no del agente cuya relación contractual
estructuran los arts. 1479 y siguientes del Código Civil y Comercial de la Nación.

2.2 El contrato de trabajo oculto en una relación de franquicia

El Código Civil y Comercial, siguiendo lineamientos doctrinarios del derecho


comercial, ha establecido en el art. 1.512 que habrá franquicia comercial cuando una parte,
denominada franquiciante, otorga a otra, llamada franquiciado, el derecho a utilizar un
sistema probado, destinado a comercializar determinados bienes o servicios bajo el nombre
comercial, emblema o la marca del franquiciante, quien provee un conjunto de
conocimientos técnicos y la prestación continua de asistencia técnica o comercial, contra
una prestación directa o indirecta del franquiciado.

La regulación del contrato de franquicia, al referirse a la relación entre franquiciante y


franquiciado, en el art. 1.520 CCC, establece como regla general que las partes del contrato
son independientes, y no existe relación laboral entre ellas.

Ello es así en razón de que se trata de un contrato entre empresas. El franquiciante, por
la naturaleza de la prestación que asume en el contrato, debe ser necesariamente una
empresa. Y lo propio –y esto es lo relevante para el punto en análisis- cabe predicar del
franquiciado. Quien recibe para su utilización emblemas, marcas, patentes, derechos
intelectuales, para utilizar por sí, porque le son trasmitidos por el franquiciante, debe tener
necesariamente una estructura empresaria, en los términos del art. 5 de la L.C.T.. Desde tal
orden de saber, la franquicia constituye un contrato entre empresas 17. Si el franquiciado no
17
En contrario GNECCO, quien afirma que el contrato de franquicia no se da únicamente entre empresas, en
GNECCO, Lorenzo, Personas Jurídicas, Contratos Asociativos y otros contratos, en Código Civil y Comercial y
su proyección en el Derecho del Trabajo, RODRIGUEZ MANCINI, Jorge (Dir), La Ley, Buenos Aires, 2015, pág.
conforma una estructura empresaria real, es decir, no cuenta con una estructura u
organización instrumental de medios personales, materiales e inmateriales ordenados bajo
una dirección, sino que se presenta como una persona física que sólo aporta su trabajo
personal, difícilmente se esté en presencia de un contrato de franquicia genuino.

Es que –y a esta premisa debe atenderse especialmente- la regla general que enuncia el
art. 1.520 contiene un condicionante fáctico ineludible para la operatividad de la conclusión
legal que prescribe: las partes del contrato son independientes (presupuesto fáctico), no
existe relación laboral entre ellas (conclusión jurídica). Por lo tanto si el franquiciado
presta servicios en forma dependiente a favor del franquiciante, se estará en presencia de
una utilización fraudulenta del contrato de franquicia, y desenmascarado el fraude primará
la existencia de la verdadera figura que subyace, esto es, el contrato de trabajo entre las
partes, lo cual, cabe insistir, no contradice la disposición del art. 1520 primera parte, en
tanto dicha norma condiciona la inexistencia de relación laboral a la vinculación
independiente entre las partes18.

2.3 La particular situación del contrato de concesión que encubre un contrato de


trabajo

También como un tipo de colaboración empresaria el Código Civil y Comercial


estatuye el contrato de concesión. El art. 1502 del CCC define al referido contrato,
señalando que el mismo tendrá lugar cuando el concesionario, que actúa en nombre y por
cuenta propia frente a terceros, se obliga mediante una retribución a disponer de su
organización empresarial para comercializar mercaderías provistas por el concedente,
prestar los servicios y proveer los repuestos y accesorios, según se haya convenido.

Observando particularmente que el concesionario se obliga “…a disponer de su


organización empresaria para comercializar…”, sólo cuando el objeto de la concesión sea
cumplido íntegramente por una única persona física que actúa como concesionario podría

380.

18
En similar sentido se afirma que “la ausencia de relación laboral es un rasgo constitutivo de la franquicia,
pero no impide efectuar un análisis realista del vínculo, debiendo recordarse que el principio de primacía de
la realidad implica la nulidad de los contratos que aparenten relaciones falsas de manera simulada o en
fraude a la ley “, MARQUEZ, José Fernando y CALDERON, Maximiliano Rafael, en Código Civil y Comercial de
la Nación Comentado, LORENZETTI, Ricardo Luis (Dir), Rubinzal – Culzoni, Santa Fe, 2015, Tomo VII, pág. 609.
darse una situación fraudulenta en la cual, bajo la máscara de una concesión, se encubra un
contrato de trabajo. Ello tendrá lugar cuando se advierte que el supuesto concesionario no
goza de real autonomía, por lo que se desempeña bajo la dependencia del llamado
concedente, que en el caso será en realidad empleador. En tal caso, por aplicación del art.
14 de la L.C.T. –que desbarata para tales supuestos la utilización insincera de figuras no
laborales- la relación quedará regida por la normativa laboral.

La jurisprudencia ha señalado que la determinación del carácter laboral o de contrato de


concesión real de la vinculación constituye una cuestión de hecho que debe observarse en
cada caso19.

El contrato de concesión tiene en nuestro derecho tres variantes: el contrato de


concesión pública, el contrato de concesión privada y el de concesión comercial20.

El primero tiene lugar cuando la administración pública concede a un particular –


persona física o jurídica- el derecho de prestar un servicio público, generalmente en forma
oligopólica, recibiendo como contraprestación una tarifa o canon (por ejemplo, el servicio
de recolección de residuos).

En la llamada concesión privada un sujeto de tal naturaleza autoriza a una persona –que
actúa como empresa- a explotar un servicio a favor de terceros, bajo el control del
concedente, por un tiempo limitado y el derecho de este último de percibir una retribución.
Se refiere generalmente a la concesión de servicios en clubes u asociaciones, para la
atención de diferentes actividades (gastronómicas, guardería, comedor, etc.).

El tercer tipo es la denominada “concesión comercial”, que generalmente versa sobre la


distribución de bienes, como sucede con los concesionarios de automotores, se trata de un
agrupamiento vertical celebrado entre el productor y distribuidores, que configura una
concentración de empresas cuyo poderío ejerce el fabricante21.
19
SCBA, 3.9.1940 en “Di Tulli, Severino c/ Mackers S.A.”, referido por GNECCO, Lorenzo, en obra citada, pág.
354.
20
Conf. JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, Código Civil y Comercial de la
Nación Comentado, RIVERA, Julio Cesar y MEDINA, Graciela (Directores), Tomo IV, pág 554, La Ley, Buenos
Aires, 2015.

21
JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, obra citada, pág. 555.
Así sistematizados los tipos de concesión, es claro que en el primer supuesto no se
podrá encubrir una relación de trabajo, y que también resultará dificultoso en el tercer caso,
en la llamada “concesión comercial”, pues esta última implica necesariamente el despliegue
de una estructura empresaria propia. En cambio, la “concesión privada” bien puede
conformar una forma oculta de contrato de trabajo, sobre todo quien se presenta como
concedente es propietarios de los medios materiales –como ser mobiliario, vajilla, etc., en
una concesión de servicio gastronómico- que utiliza quien presta el servicio.

3. La responsabilidad frente a terceros del contratista principal en el contrato de


franquicia

El nuevo ordenamiento civil y comercial no sólo intenta deslindar la responsabilidad


como empleador que podría atribuirse al franquiciante en relación al franquiciado, supuesto
que de acuerdo a la analizado dependerá de la existencia o no de fraude en el desarrollo del
contrato de franquicia, sino que también, en un notable esfuerzo por reducir riesgos para el
franquiciante, se ocupa de limitar la eventual responsabilidad del franquiciante frente a los
empleados del franquiciado.

En efecto, el art. 1520 inc. b) establece, como principio general, que “los dependientes
del franquiciado no tienen relación jurídica laboral con el franquiciante”, lo cual guarda
absoluta coherencia con la conceptualización de franquicia que contiene el art. 1512, de la
que se deriva la autonomía de las partes, que mantienen sólo un vínculo de colaboración,
sin que el franquiciado llegue a constituirse en una empresa subordinada del franquiciante.

Pero inmediatamente después de consagrar la ausencia de relación jurídica laboral entre


franquiciante y empleados del franquiciado, el art. 1520 inc. b) del CCC agrega “sin
perjuicio de la aplicación de las normas sobre fraude laboral”.

La necesidad de aplicación de normas sobre fraude laboral, fundamentalmente de los


arts. 14 y 29 de la L.C.T. –del primero, en cuanto establece que “será nulo todo contrato
por el cual las partes hayan procedido con simulación o fraude a la ley laboral…sea (por)
interposición de personas…” y del art. 29 en tanto regula, en sentido concordante, que “los
trabajadores que habiendo sido contratados por terceros con vista a proporcionarlos a las
empresas, serán considerados empleados directos de quien utilice su prestación”- surgirá
ineludible cuando el franquiciado no constituya una organización empresaria real, con un
reconocible y aceptable nivel de autonomía de medios para emprender su actividad, sino
que aparezca como una mera persona interpuesta por el franquiciante para evadir su
responsabilidad como empleador. Y este último carácter deberá reconocerse en casos –
patológicos por cierto, siguiendo la referida clasificación de Pla Rodríguez- en los cuales
los empleados del franquiciado estén sujetos al poder del franquiciante, cuando sea éste, y
no el franquiciado, el real organizador y quien aproveche la explotación, cuando no se
limite a ceder los bienes propios de la franquicia, sino que intervenga con intensidad en la
supuesta empresa del franquiciado.

Esta última situación, que llevará a erigir al franquiciante como empleador de los
dependientes que formalmente –sólo formalmente- aparecen como empleados del
franquiciado (con todas las consecuencias legales que se derivan del reprobable e ilícito
hecho de no asumir como propia una relación laboral, arts. 8 y 15 de la ley 24.013, art. 1 de
la ley 25.323, entre otras) tendrá lugar, en definitiva, cuando el franquiciado es una mera
fachada para imputar en él las relaciones laborales, pero no desarrolla ninguna actividad
comercial genuina, pues los bienes y servicios llegan al mercado directamente por el
franquiciante, sin que la persona del franquiciado sea relevante en la comercialización, en
cuyo caso la situación será de fraude laboral22.

Otra de las consecuencias que se derivan de la autonomía que la estructura del contrato
de franquicia reconoce entre franquiciante y franquiciado es la prevista en el art. 1520 inc.
a) del CCC, en tanto establece que “el franquiciante no responde por las obligaciones del
franquiciado, excepto disposición legal expresa en contrario”.

La eximición de responsabilidad del franquiciante enunciada en la norma lo eximiría,


en principio, de todo tipo de responsabilidad por hechos atribuibles al franquiciado. Y en tal
orden, en lo que aquí interesa, el precepto resultaría un obstáculo, en principio, para tornar
operativa la responsabilidad solidaria que por el hecho de un tercero el ordenamiento
laboral reconoce en determinados supuestos.

22
C.N.A.T., Sala VIII, Sentencia del 17.6.208 en autos “FARIAS, Alicia Cristina / DIETA CLUB S.A. y otros”,
citado por COPPOLETTA, Sebastián, en obra citada.
En particular, cabe considerar la situación regulada por el art. 30 de la L.C.T., referida a
la responsabilidad solidaria que se impone a quienes cedan el establecimiento habilitado a
su nombre, o contraten o subcontraten trabajos o servicios correspondientes a la actividad
normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito,
responsabilidad que, dado el caso, les compete respecto del personal de los contratistas o
subcontratistas que ocuparen en la prestación de dichos trabajos o servicios.

Se ha señalado que dicha previsión –la del art. 30 de la L..C.T.- no alcanza al contrato
de franquicia, porque en realidad lo que se transfiere es el know-how del franquiciante y la
licencia de uso de la marca, del nombre, de una designación comercial o de un emblema
representativo de éste, para la comercialización de la mercadería, si bien implica una
relación de control técnico y organizacional, no permite confundir la diversa pluralidad
subjetiva entre ambas partes (el franquiciante y el franquiciado)23.

La inaplicabilidad del dispositivo al caso sustentada en la “diversa pluralidad subjetiva


entre ambas partes” no parece una argumentación atendible, pues el presupuesto del art. 30
parte justamente de esa hipótesis, del hecho de que dos empresas independientes se
vinculan en un contrato a través del cual una encomienda a la otra determinados trabajos o
servicios. Lo que debe observarse es si esa vinculación, enmarcada en un contrato de
franquicia o en otra figura, corresponde –en la segunda situación que contempla el art. 30,
dejando de lado el caso de cesión de establecimiento- a la actividad normal y específica
propia del contratista. Deberá analizarse, de acuerdo a cuál sea el objeto concreto y
específico de la franquicia, si la actividad que despliega el franquiciado puede ser
encuadrada como normal y específica propia del franquiciante. Si la respuesta a este
interrogante es afirmativa, resulta aplicable la disposición del art. 30, en cuyo caso el
franquiciante responderá solidariamente frente a los empleados del franquiciado. En caso
contrario no se activará tal supuesto de responsabilidad.

El art. 1520 inc. a) del CCC que rige la temática analizada expresamente prevé la
posibilidad de que tal responsabilidad se torne exigible, ya que luego de establecer como
regla la no responsabilidad del franquiciante por las obligaciones del franquiciado, declara

23
JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, obra citada, pág. 622.
“excepto disposición legal expresa en contrario”. Por lo tanto, en el supuesto que la
normativa del art. 30 de la L.C.T. resulte operativa, conforme el tipo de trabajo que se
comprometa en la ejecución del contrato de franquicia, dicha regla del ordenamiento
laboral se presentará como la “disposición legal en contrario”, tal como sucede, y se cita
como ejemplo de la misma índole, con el art. 40 de la ley 24.240 de Defensa del
Consumidor, que hace responsable a toda la cadena de comercialización (abarcando a
franquiciante y franquiciado) por daños derivados del riesgo o vicio de la cosa o de la
prestación de un servicio24.

La jurisprudencia laboral se ha ocupado en diversas oportunidades de determinar si, en


el marco de un contrato de franquicia, el franquiciante debía ser responsabilizado frente a
los empleados del franquiciado, a la luz del art. 30 de la L.C.T. y, como siempre sucede en
cuestiones donde la casuística, desde la realidad de cada supuesto, es variada, se ha
expedido en sentido divergente, afirmando en algún supuesto que el contrato de franquicia
resultaría en principio ajeno a la aplicación del art. 30 LCT, salvo cuando el mismo se
prestare al fraude laboral25; y sosteniendo, en cambio, que la responsabilidad derivada del
art. 30 LCT resulta viable cuando el franquiciado realiza la venta de los productos
alimenticios que elabora el franquiciante, bajo pautas establecidas en el contrato de
franquicia26.

Conforme se adelantara al principiar este trabajo, numerosos autores 27, comentando el


art. 1520 inc. a) del CCC, traen a colación la doctrina restrictiva adoptada por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el caso “Rodríguez, Juan c/ Compañía Embotelladora
Argentina S.A.”, en el que se dijo que “en los contratos de distribución, concesión,
franquicia y otros, la actividad normal del fabricante o concedente excluye las etapas
realizadas por el distribuidor o concesionario, por lo que no existe contratación de servicios

24
Conf. AICEGA, María Valentina y GOMEZ LEO, Osvaldo, obra citada, pág. 509 y MARQUEZ, José Fernando y
CALDERON, Maximiliano Rafael, obra citada, pág. 610.
25
C.N.A.T., Sala III, Sentencia del 19.2.2007 en autos “PUNTA, diego c/ PRONTO WASH S.A. y otros”.
26
C.N.A.T, Sala VII, Sentencia del 21.9.2005 en autos “PEREIRA, Liliana c/ ARISTA, Marcelo y otro”.
27
JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, obra citada, pág. 622; MARQUEZ, José
Fernando y CALDERON, Maximiliano Rafael, obra citada, pág. 610.
en los términos del art. 30 de la L.C.T.”. Incluso se afirma que la novedosa regla del CCC
recepta normativamente esa solución28.

Frente a ello, cabe tener presente que aquella doctrina de la Corte, expuesta cuando el
tribunal tenía una integración muy diversa a la actual, fue decididamente dejada sin efecto,
al menos como interpretación susceptible de ser formulada por el Alto Tribunal, en el caso
“Benítez c/ Plataforma Cero S.A.” (C.S.J.N. 22.12.2009). En efecto, en este último
pronunciamiento se afirmó que “como se sigue de las disidencias formuladas en
“Rodríguez, Juan Ramón c/ Compañía Embotelladora Argentina S.A. y otro (Falos
316:713) por los jueces Fayt, Petrachi y Nazareno (cit. P. 723; asimismo, la disidencia de
estos jueces y del juez Belluscio en “Encinas, Marcelino c/ Francisco Ballester y otro”
Fallos: 321:2294, 2297), es impropio de su cometido jurisdiccional en el marco de un
recurso extraordinario, formular una determinada interpretación de la norma citada, dado
el carácter común que esta posee”, por lo cual no parece adecuado asignar a la
interpretación que sobre el art. 30 L.C.T. formulara la Corte en el caso “Rodríguez” una
suerte de doctrina obligatoria o determinante (en lo que interesa, respecto a la posibilidad
de la proyección de la responsabilidad prevista en dicha norma laboral en el contrato de
franquicia) que, cabe insistir, el propio tribunal ha limitado notablemente, calificando como
“impropio” de sus funciones jurisdiccionales haber efectuado tal consideración.

4. El contrato de prestación de servicios (el pretendido regreso de los muertos


vivos…)

La más calificada doctrina del derecho civil ha entendido desde hace décadas que la
normativa regulatoria del contrato de trabajo no había dejado margen de operatividad
posible a la locación de servicios contemplada en el art. 1623 del Código Civil, ya que
dicha figura habría quedado subsumida en el régimen legal aplicable a las relaciones
dependientes, en tanto éste último sobrevino al concebido por Vélez Sarsfield en el siglo
XIX29.

En sentido similar se expresa la doctrina propia de la disciplina, afirmando que la


locación de servicios ha sido el antecedente histórico del contrato de trabajo, que ha venido
28
AICEGA, María Valentina y GOMEZ LEO, Osvaldo, obra citada, pág. 509.
29
BORDA, Guillermo, Tratado de Derecho Civil Argentino, T II, Perrot 1990, nros. 974 y 975
a reemplazarla. En efecto, si el elemento característico de la locatio operarum que lo
diferenciaba tradicionalmente de la locatio operis (locación de obra) era la subordinación
del locador, y la subordinación es también la nota típica de la prestación de servicios que es
objeto del contrato de trabajo, se debe entender que esta última figura ha absorbido
totalmente a la antigua locación de servicios 30. En contrario Pirolo afirma que no es posible
considerar que la locación de servicios haya quedado comprendida en la regulación del
contrato de trabajo, y que, aunque no sean muchos los casos, corresponde considerar que
determinadas prestaciones personales de servicios retribuidos podían llegar a no quedar
comprendidas en la regulación del contrato de trabajo y que, por lo tanto, quedaban regidas
por la normativa civil, criterio que ahora –destaca- aparece confirmado por disposiciones
explícitas y actuales del nuevo código31.

El autor citado alude, claro está, a la novedosa disposición del art. 1251 CCC, que
declara que hay “contrato de obra o de servicios cuando una persona, según el caso el
contratista o el prestador del servicio, actuando independientemente, se obliga a favor de
otra, llamada comitente, a realizar una obra material o intelectual o a proveer un servicio
mediante una retribución…” y a la norma siguiente, contenida en el art. 1252, que luego
de establecer reglas para distinguir el contrato de servicios del contrato de obra, dispone
que “los servicios prestados en relación de dependencia se rigen por las normas del
derecho laboral”.

Podrían presentarse entonces, de acuerdo a las previsiones de las normas de derecho


común, situaciones en las cuales una persona física preste un servicio personal a favor de
otra, a cambio de una retribución, sin que el vínculo llegue a configurar un contrato de
trabajo. Pero la condición insoslayable para que eso suceda es que actúe en forma
independiente, es decir, sin dependencia del prestador del servicio en relación a quien lo
recibe. La clave sigue estando, en consecuencia, en la presencia o no de dependencia, de
acuerdo a los parámetros habitualmente considerados para aceptar su configuración.

30
GUISADO, Héctor, en Curso de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, RODRIGUEZ MANCINI, Jorge
(Dir), Astrea, 5ta. Edición Actualizada y Ampliada, Buenos Aires, 2004, pág. 134.
31
PIROLO, Miguel Ángel, en Contratos de Obras y de Servicios, en en Código Civil y Comercial y su proyección
en el Derecho del Trabajo, RODRIGUEZ MANCINI, Jorge (Dir), La Ley, Buenos Aires, 2015, pág. 605.
Vigente el código de Vélez la jurisprudencia aceptó que una prestación personal de
servicios a favor de otro se hallaba enmarcada en un contrato de locación de servicios, y no
en un contrato de trabajo, en supuestos en los cuales la prestación brindada no era
aprovechada para una actividad empresarial, sino que satisfacía necesidades del hogar del
receptor del servicio, como en los casos de cuidado de enfermos en el hogar 32, o de la
provisión de custodia en el domicilio particular33.

Sin que se comparta la solución adoptada en los casos referidos, pues la necesidad de
protección, atento la desigualdad y falta de libertad de uno de los sujetos –el que presta el
servicio personal- también en las situaciones en las cuales el dador de trabajo no constituye
una empresa, llevan a considerar que se está efectivamente en una relación de dependencia,
la particular argumentación conduce a formular el siguiente interrogante: ¿es posible que
una persona física preste su fuerza de trabajo en el ámbito de una estructura empresaria
ajena, sin que el caso quede regido por el derecho del trabajo? Parece imponerse la
respuesta negativa.

Es que, como agudamente se ha señalado por vía jurisprudencial, siempre que lo


comprometido en el contrato sea la fuerza de trabajo (la existencia misma del ser humano)
para comprometerla en una empresa ajena total o parcialmente ajena contra el pago de
una prestación económica (mercancía o su representante universal, el dinero) habrá
contrato de trabajo34.

La inmensa mayoría de los casos que hoy se califican como “zonas grises”, de
dificultosa ubicación en el derecho del trabajo, en competencia con la conceptualización de
“contrato de servicios” en la terminología del nuevo código (profesionales universitarios –
médicos en particular-, fleteros, remiseros, deportistas profesionales, árbitros profesionales,
directores de sociedades, teletrabajo) ejecutan su actividad dentro o interactuando con una
empresa ajena.

32
CNAT, Sala IX, “Báez, Ester c/ Dilon, Horacio s/ Despido”, 29/09/2008; CNAT, Sala I, “Cristaldo, Blanca Nilda
c/ Pereira de Varela, Liliana s/ Despido”, 31/05/2010, entre otros. Cabe señalar que en la legislación actual
estas situaciones, con justeza, se encuentran amparados por la legislación tuitiva (art. 2 ley 26.844), excepto
que se trate de prestaciones terapéuticas o que deban ser brindadas por personal con título habilitante.
33
CNAT, Sala II, “Torino, Enzo c/ Caselli, Antonio s/ Despido”, 2670672011”.
34
Juzgado Nacional del Trabajo Nro. 46, “Arias, Alejandro Jorge c/ Asociación del Futbol Argentino s/
Despido”, 17/05/2001.
Se interactúa en o con la empresa ajena cuando se utiliza una parte importante de los
medios técnicos de aquélla, cuando se destina el trabajo a satisfacer principalmente la
demanda de sus clientes, cuando se presta el servicio en forma coordinada e insustituible
con otros sujetos vinculados con la empresa. En todos esos supuestos, los cuales, cabe
insistir, configuran el modo habitual en el que una persona que se presenta como
“autónomo” brinda su trabajo en o para la empresa ajena, la relación jurídica que se
constituye es un contrato de trabajo, y no una prestación de servicios en los términos del
art. 1251 y conc. del CCC35.

En definitiva, no parece que el contrato de servicios que regula el art. 1251 del CCC –la
otrora locación de servicios del art. 1623 del Código Civil- puede ser el instrumento
jurídico que regule la relación entre una persona que presta un servicio personal en una
empresa ajena y el titular de ésta, pues los medios personales con conforman la empresa,
por su natural estructura, pasan a desenvolverse en estado de dependencia, jurídica en
algunos casos –es decir, el sometimiento del sujeto trabajador al poder disciplinario del
empleador, quien normalmente se beneficia con su trabajo personal- y económica en todos
–el trabajo por cuenta ajena, lo que implica que el trabajador no participa de los
connaturales riegos del negocio o de la empresa en cuyo beneficio pone a disposición su
fuerza de trabajo-36.

La realización de un trabajo personal puntual, en el que se tiene en mira el resultado


antes que la fuerza de trabajo puesta a disposición –como puede suceder en el caso en que
una persona es convocada por una empresa para realizar una reparación edilicia, o de
carácter técnico en general- constituirá, por lo común, una prestación de obra (art. 1252
CCC).
35
La absoluta identificación entre relación de dependencia y trabajo personal prestado en la empresa ajena
es alentada por Arias Gilbert cuando afirma que “La dependencia es un atributo de la relación porque ella se
constituye en el marco de la estructura de la empresa. Hay dependencia porque la realización de actos,
ejecución de obras o prestación de servicios –el objeto del contrato de trabajo- son determinados como
medios (personales) de una organización cuyo fin (económico o benéfico) le es ajeno. La subordinación,
conforme la definición legal (se está refiriendo el autor al concepto del art. 5 de la L.C.T.) es el resultado de
la constitución de la relación de trabajo en el marco de una estructura empresaria que la considera como
medio instrumental de un fin que pertenece a la empresa”. Arias Gilbert, Enrique, Los sujetos del contrato y
de la relación. Los sujetos de las obligaciones laborales.
36
Para definir de este modo la dependencia jurídica y la dependencia económica se sigue la
conceptualización que formula CANDAL, Pablo, en Ley de Contrato de Trabajo Comentada, ACKERMAN,
Mario (Dir), SFORSINI, María Isabel (Coordinadora), Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2016, pág. 291.
Como casos que pueden ser calificados de paradigmáticos en la discusión, se observa
las situaciones de profesionales que prestan servicios en el marco de una organización
empresaria ajena (hospital, centro médico asistencial, obra social, etc.).

Es sabido que el derecho del trabajo clásico, estructurado a partir del industrialismo y
consolidado durante todo el siglo pasado, tuvo en mira como objeto de protección al típico
trabajador de los establecimientos fabriles, y al prestador del sector servicios, situaciones
en las cuales difícilmente se involucraban con carácter subordinado sujetos de las llamadas
“profesiones liberales” (médicos, abogados, contadores, etc.) quienes desarrollaban en la
generalidad de los casos su trabajo en forma genuinamente autónoma.

El proceso de concentración económica que tuvo lugar durante las últimas décadas del
siglo XX llevó a que muchos de estos universitarios pasaran a prestar servicios a favor de
una organización empresaria ajena (sanatorios, clínicas, obras sociales, estudios jurídicos y
contables) con notable dependencia económica de estas y con mayor o menor grado de
subordinación jurídica.

En semejante contexto resulta cuanto menos llamativo el caso resuelto en el mismo año
en que entrara en vigencia el Código Civil y Comercial, por parte de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en el cual se puso en crisis la calificación laboral que la justicia
ordinaria del trabajo había propugnado respecto de la relación anudada entre un médico
anestesiólogo y el hospital privado para el cual prestó servicios durante 32 años de manera
ininterrumpida37.

El tribunal supremo contaba en ese momento con tres miembros. Dos de ellos –Elena
Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda-, declararon admisible la queja que la
accionada llevó a cabo, remitiéndose al dictamen de la Procuradora Fiscal, en el cual se
calificó de dogmático el fallo de la instancia anterior, descalificándoselo por no haberse
dado adecuado tratamiento a la controversia y ordenándose entonces dictar un nuevo fallo.
En dicho dictamen se destacó que quien se calificó como empleadora puso énfasis en la
intervención de un tercero –la Asociación Argentina de Anestesia, Analgesia y
Rehabilitación de Buenos Aires- nada menos que en el intercambio económico de la
37
C.S.J.N., “Cairone, Mirta Griselda y otros c/ Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires – Hospital
Italiano s/ Despido”, 19.02.2015.
relación, pues dicha entidad y no la demandada actuaba como agente de facturación y cobro
de honorarios, permaneciendo ésta última ajena al pago y a la fijación de los honorarios del
anestesiólogo, lo cual exigía a los jueces considerar esa cuestión a la hora de examinar el
vínculo jurídico que unía a las partes, y que, lejos de ello, se resolvió haciendo remisión a
un precedente referido a una situación fáctica distinta, en el cual se trataba de un médico
cirujano con un intercambio salarial que no es similar a los de un anestesiólogo38.

Se advierte entonces que el voto mayoritario del Máximo Tribunal en ese momento
descalifica un pronunciamiento que calificó como laboral la relación entre el médico
anestesiólogo y la empresa de salud para la cual prestó servicios en razón de que el tribunal
que así lo hizo no tuvo en consideración el particular régimen de retribución de estos
profesionales. Sólo eso y nada más que eso.. En ningún pasaje insinuó siquiera que la
relación habría configurado un contrato de locación de servicios –hoy prestación de
servicios-.

Lo que causa perplejidad es el voto –solitario- del Dr. Lorenzetti, que sí se inclina por
calificar como autónoma la relación, al declarar que el pronunciamiento aplica la
legislación laboral a supuestos de hecho para los que no ha sido prevista y omite analizarlo
a la luz de la normativa relativa a la locación de servicios regulada por el Código Civil; y
afirmar que el hecho de haberse observado en el caso determinada carga horaria, la
realización de guardias pasivas y activas y la dirección y conducción del establecimiento
hospitalario por parte de la demandada, resulta insuficiente para sostener que el
anestesiólogo estaba integrado a la organización empresaria ajena.

De las circunstancias mencionadas, y de otras que se infieren de la causa –que la


prestación era realizada con medios técnicos y con la colaboración de personal dependiente
de la accionada, pues es de público y notorio que la actividad que cumple un anestesiólogo
no se presta en forma aislada, sino en el marco de una equipo hospitalario; que la
dependencia económica era un elemento presente, pese a la intercepción de un tercero en el
cobro; que no se trataba de una prestación promiscua 39 sino de un servicio permanente a
38
Dictamen de la Procuradora Fiscal Irma Adriana García Netto, del 03.02.2014.
39
Se utiliza el término “promiscuo” en el sentido que Machado le asigna para ilustrar un supuesto en el cual
la prestación personal a favor de otro podría ser autónoma, refiriéndose al caso en que “el prestador del
servicio actuaba en el mercado atendiendo promiscuamente (entiéndase. de modo indistinto, concurrente y
generalmente contingente) las necesidades de clientes potenciales indeterminados”, MACHADO, José
pacientes que se vinculaban, antes que nada, con el nosocomio, o con obras sociales o
empresas de medicina prepaga con el cual éste tiene convenios- se concluye que se hallaban
reunidos muchos de los signos que, echando mano a la conocida técnica del “haz de
indicios”, se recurre para considerar un vínculo como de naturaleza laboral40.

No resulta concebible, si se aceptan las premisas expresadas anteriormente en


referencia al grado de dependencia que siempre genera el hecho de que una persona
constituya el “medio personal” con el cual una empresa cumple sus fines, calificar como
autónoma la relación que se anuda entre esa persona y el titular de la empresa, en tanto éste,
justamente en su carácter de dueño de los medios de producción y receptor de los frutos del
trabajo ajeno, ejerce un evidente poder sobre la persona que sòlo aporta, en ese contexto, su
trabajo. El poder, como magistralmente enseña a quien se quiere homenajear con estas
reflexiones41, constituye una limitación natural de libertad, componente que necesariamente
debe estar presente en una relación de verdadera autonomía contractual.

1. No nos han vencido

Daniel, El trabajoso deslinde del concepto de dependencia y sus vecinos, en Colección de Temas de Derecho
Laboral, Teletrabajo, Parasubordinación y Dependencia Laboral, GARCIA VIOR, Andrea (Coordinadora),
Errapar, Buenos Aires, 2009, pág. 164.
40
Siguiendo el muy valioso informe preparado para la Unión Europea por un equipo coordinado por A.
Supiot, titulado “Trabajo y Empleo. Transformaciones del trabajo y futuro del Derecho del Trabajo en
Europa”, ed. Española, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, se enumeran como indicios para establecer la
existencia de un vínculo laboral subordinado que:
- El interesado se comprometa a ejecutar personalmente el trabajo.
- En la práctica realiza el trabajo él mismo.
- Su compromiso supone una disponibilidad para realizar tareas futuras.
- La relación entre las partes tiene una cierta permanencia.
- La relación de trabajo tiene una cierta exclusividad.
- El interesado está sometido a órdenes a un control de la otra parte en lo que se refiere al método,
el lugar o el tiempo de trabajo.
- Los medios de trabajo son aportados por la otra parte.
- Los gastos profesionales están a cargo de la otra parte.
- El trabajo es remunerado.
- El trabajador está en una posición económica y social equivalente a la de un asalariado.

41
Señala Ackerman que “Difícil resulta entonces disimular que el trabajo por necesidad y subordinado, esto
es, sometido a los poderes del empleador, supone, para la persona que trabaja, una progresiva e inevitable
pérdida de libertad, por lo que mal puede en consecuencia calificarse a la prestación personal del trabajador
dependiente como una manifestación de trabajo libre”. ACKERMAN, Mario E., en Tratado de Derecho del
Trabajo, ACKERMAN, Mario -Dir-) TOSCA, Diego y SUDERA, Alejandro -Coordinadores-, T I, pág. 29, Segunda
Edición, Santa Fe, 2014)
Una de las primeras ediciones publicadas del Código Civil y Comercial de la Nación es
presentada con una “Introducción” suscripta por el Dr. Ricardo Lorenzetti, quien ocupó el
honorable y relevante lugar de Presidente de la Comisión de Reformas que materializó el
nuevo texto legal42.

En dicha introducción comenta el destacado jurista y actual miembro de la Corte


Suprema de Justicia de la Nación que “El paradigma protectorio tutela a los débiles y su
fundamento constitucional es la igualdad. Los Códigos del siglo XIX regularon los
derechos de los ciudadanos sobre la base de una igualdad abstracta, asumiendo la
neutralidad respecto de las asignaciones previas del mercado y la sociedad. Superando
esta visión…..el Código Civil y Comercial busca la igualdad real, y desarrolla una serie de
normas orientadas a plasmar una verdadera ética de los vulnerables”43.

Estas palabras deben servir de guía, como una suerte de interpretación auténtica y
teleológica –si se acepta la expresión- del nuevo cuerpo legal.

Con la esperanzada idea de haber podido cumplir el propósito enunciado al titular estas
líneas, en los escasos puntos analizados, claro está, se considera factible entonces disuadir
las dudas –más bien temores, o reparos- que en muchos operadores jurídicos ha generado la
sanción del Código Civil y Comercial, en su proyección sobre el derecho del trabajo. Es
posible, partiendo de los lineamientos expuestos, y explorándolos con mayor profundidad
seguramente, compatibilizar el consolidado edifico protectorio de la disciplina jurídico
laboral con las normas del derecho común que se ocupan de lotes de su territorio, derecho
éste último que, en el siglo XXI, al decir de su doctrina, redactores e intérpretes, tampoco
parte ya de la ingenua hipótesis de libertad e igualdad plena para regular las relaciones
entre las personas.

42
Código Civil y Comercial de la Nación, Ley 26.994 – Ley 27.077, Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe, 2015.
43
LORENZETTI, Ricardo, en Código Civil y Comercial de la Nación, Ley 26.994 – Ley 27.077, Introducción, pág.
11, Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe, 2015.

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