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Intento
de armonización en clave laboral
A fines del siglo pasado Supiot destacó, en términos definitorios para la disciplina
jurídico laboral, las limitaciones que presenta el llamado Derecho Civil para dar una
respuesta socialmente aceptable1 al problema constante de las personas que trabajan en
forma subordinada, dando cuenta de que, mientras que en el contrato civil la voluntad se
compromete, en la relación de trabajo la misma se somete, y concluyendo a partir de tal
premisa que el trabajador, en tanto que sujeto de derecho, desaparece del horizonte del
Derecho Civil desde que el mismo entra en la empresa2.
De allí la desconfianza que genera en los ámbitos específicos del derecho del trabajo
que sea la normativa general –el Código Civil y Comercial de la Nación, promulgado por
ley 26.994- la que aparentemente asume definiciones medulares para la regulación de las
1
Se considera aquí como “socialmente aceptable” aquella respuesta normativa que se corresponda con el
mandato impuesto por el principio de protección, entendido éste como directriz política o preferencia
axiológica que reclama que en las relaciones laborales se otorgue una tutela o amparo preferente a las
personas que trabajan (ACKERMAN, Mario, en Tratado de Derecho del Trabajo, ACKERMAN, Mario -Dir-)
TOSCA, Diego y SUDERA, Alejandro -Coordinadores-, T I, pág. 373, Segunda Edición, Santa Fe, 2014)
2
SUPIOT, Alain, ¿ Por qué un derecho del trabajo?, Documentación Laboral Nro. 39, 1993-1.
relaciones laborales en el momento de ocuparse de los denominados contratos de
colaboración, o del contrato de prestación de servicios, como ser lo atinente a la
determinación del carácter de trabajador o no de quien se desempeña como agente de
comercio3, o como franquiciado4, o como prestador de servicios5, o lo vinculado con la
responsabilidad laboral del franquiciante6.
Este tipo de relaciones, propias del derecho comercial, conforman las estructuras
jurídicas en base a las cuales se desenvuelven, en la muchas oportunidades, los
denominados procesos de descentralización productiva, entendido este fenómeno como una
manera de organizar el proceso productivo para la obtención de bienes y servicios basada
en una técnica de gestión que consiste en contratar con proveedores externos ciertas fases o
actividades de la empresa no consideradas competencias básicas de ésta, con
independencia de que con anterioridad las viniera desempeñando o no7.
Si bien dicha doctrina jurisprudencial ha sido invalidada por un fallo posterior del
propio tribunal supremo9, los primeros comentarios de los autores que, en el ámbito del
3
Art. 1.479 C.C.C.
4
Art. 1.520 C.C.C.
5
Art. 1.251 y art. 1252 C.C.C.
6
Art. 1.520 inc. a) y b) C.C.C.
7
RIVERO LAMAS, Juan, La descentralización productiva y las nuevas formas organizativas del trabajo, X
Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Zaragoza, España, 1999, Libro de
Ponencias, Subdirección General de Publicaciones, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, pág. 23.
8
C.S.J.N., 15.04.1993, “Rodríguez, Juan c/ Compañía Embotelladora Argentina y otro”
9
C.S.J.N. 22.12.2009, “Benitez, Horacio Osvaldo c/ Plataforma Cero S.A. y otro”.
derecho civil y comercial, analizaron estas cuestiones, tienden a limitar, o directamente
eximir la responsabilidad del contratista principal en los casos aludidos, apoyándose en
aquella interpretación de los años 90 de la Corte sobre el alcance del art. 30 L.C.T.,
conforme se verá al analizar cada supuesto.
Se presentan así en el horizonte diversos frentes de tormenta con los que debe lidiar el
derecho del trabajo, a fin de armonizar la reciente normativa general del Código Civil y
Comercial en materia de contratos de colaboración empresarial y de prestación de servicios
con las reglas básicas de protección de la disciplina.
Américo Pla Rodríguez ha clasificado por un lado las formas o causas normales de
descentralización, y por otra parte, las causas patológicas que en ciertos casos determinan
este tipo de procesos. Las primeras son las que resultan de las razones productivas,
provenientes de la misma índole de las tareas que deben cumplirse, y que pueden requerir
una mayor especialidad, idoneidad o instrumentos adecuados 11. Las patológicas, en cambio,
buscan eludir responsabilidades y bajar costos, sean de carácter laboral u organizativo,
tributario o vinculados con la seguridad social. Aquellas causas normales de
10
C.S.J.N. 19.02.2015 “Cairone, Mirta Graciela c/ Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires –
Hospital Italiano”.
11
Un ejemplo de esto estaría dado por la exteriorización de los sistemas informáticos de la empresa cliente,
que tiene lugar mediante la contratación de los mismos con una empresa auxiliar, situación en cierto modo
paradigmática y trascendente ya que es la que ha dado origen a expresión outsourcing (Conf. Rivero Lamas,
obra citada, pág. 23).
descentralización –señalaba el profesor uruguayo- se pueden justificar objetivamente, las
segundas sólo se explican por el deseo de obtener ventajas o conveniencias12.
Ha sido una constante de la disciplina jurídico laboral, desde tiempo muy anterior a la
regulación legal de la figura del agente, la preocupación por diferenciar a este tipo legal del
derecho mercantil, ahora regulado en los artículos 1479 y siguientes del CCC, del viajante
de comercio, definido por el art. 1 de la ley 14.546, el llamado “Estatuto del Viajante”.
12
PLA RODRIGUEZ, Américo, La descentralización empresarial y el derecho del trabajo, Cuarenta y Dos
estudios sobre la descentralización empresarial y el derecho del trabajo, Fundación de Cultura Universitaria,
Montevideo, 2000, pág. 17.
13
Conforme CANDAL, Pablo, en Tratado de Derecho del Trabajo, ACKERMAN, Mario -Dir-) TOSCA, Diego y
SUDERA, Alejandro -Coordinadores-, T I, pág. 845, Segunda Edición, Santa Fe, 2014)
es similar a la contenida en el art. 1 del Estatuto del Viajante: la promoción de negocios por
cuenta del empresario que le encomienda esa tarea, en forma estable y continuada
(característica que está presente en la relación del viajante, el que se vincula mediante un
contrato por tiempo indeterminado) y a cambio de una remuneración.
Del mismo modo, el art. 2 de la ley 14.546 enumera características del viajante que
claramente se observan en el agente de comercio, como ser que venda en los precios y
condiciones de venta fijados por las casas que representa; que perciba como retribución,
sueldo, viático o cualquier otro tipo de remuneración; que desempeñe habitual y
personalmente su actividad y que realice su prestación de servicios dentro de una zona o
radio determinado.
Cómo es posible entonces diferenciar ambas figuras, y desbaratar de este modo los
casos de fraude que se presenten, pretendiendo hacer aparecer como agente de comercio a
quien en realidad es un trabajador subordinado.
14
Conf. AICEGA, María Valentina y GOMEZ LEO, Osvaldo, en en Código Civil y: Comercial Comentado.
Tratado Exegético, ALTERINI, Jorge (Director General), La Ley 2015, pág. 442.
La pregunta que permitirá distinguir al agente de comercio del viajante de comercio
(trabajador dependiente) no es qué hace cada uno de ellos, ni para quién lo hace, pues las
respuestas a dichos interrogantes son similares ( promueven operaciones comerciales que
no le son propias, lo hacen para el empresario a favor de quien promueven negocios), la
pregunta fundamental, que permitirá diferenciar si quien actúa es una agente o un viajante
de comercio, es cómo lo hacen, el modo en que se desempeñan.
15
RUBIO, Valentín, Agentes y representantes de comercio y otras actividades. Su exclusión del régimen de los
viajantes de comercio, Revista de Derecho Laboral, 2003-II, pág 419/420, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2003.
16
PINTO VARELA, Silvia, El contrato de agencia y los viajantes de comercio a la luz del Código Civil y
Comercial de la Nación, Revista de Derecho Laboral, 2015-2, pág 67 y sig., Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 20015.
El hecho de que el agente cuente con una propia organización autónoma de trabajo
se presenta como el único elemento que permitir diferenciar los contratos.
Ello es así en razón de que se trata de un contrato entre empresas. El franquiciante, por
la naturaleza de la prestación que asume en el contrato, debe ser necesariamente una
empresa. Y lo propio –y esto es lo relevante para el punto en análisis- cabe predicar del
franquiciado. Quien recibe para su utilización emblemas, marcas, patentes, derechos
intelectuales, para utilizar por sí, porque le son trasmitidos por el franquiciante, debe tener
necesariamente una estructura empresaria, en los términos del art. 5 de la L.C.T.. Desde tal
orden de saber, la franquicia constituye un contrato entre empresas 17. Si el franquiciado no
17
En contrario GNECCO, quien afirma que el contrato de franquicia no se da únicamente entre empresas, en
GNECCO, Lorenzo, Personas Jurídicas, Contratos Asociativos y otros contratos, en Código Civil y Comercial y
su proyección en el Derecho del Trabajo, RODRIGUEZ MANCINI, Jorge (Dir), La Ley, Buenos Aires, 2015, pág.
conforma una estructura empresaria real, es decir, no cuenta con una estructura u
organización instrumental de medios personales, materiales e inmateriales ordenados bajo
una dirección, sino que se presenta como una persona física que sólo aporta su trabajo
personal, difícilmente se esté en presencia de un contrato de franquicia genuino.
Es que –y a esta premisa debe atenderse especialmente- la regla general que enuncia el
art. 1.520 contiene un condicionante fáctico ineludible para la operatividad de la conclusión
legal que prescribe: las partes del contrato son independientes (presupuesto fáctico), no
existe relación laboral entre ellas (conclusión jurídica). Por lo tanto si el franquiciado
presta servicios en forma dependiente a favor del franquiciante, se estará en presencia de
una utilización fraudulenta del contrato de franquicia, y desenmascarado el fraude primará
la existencia de la verdadera figura que subyace, esto es, el contrato de trabajo entre las
partes, lo cual, cabe insistir, no contradice la disposición del art. 1520 primera parte, en
tanto dicha norma condiciona la inexistencia de relación laboral a la vinculación
independiente entre las partes18.
380.
18
En similar sentido se afirma que “la ausencia de relación laboral es un rasgo constitutivo de la franquicia,
pero no impide efectuar un análisis realista del vínculo, debiendo recordarse que el principio de primacía de
la realidad implica la nulidad de los contratos que aparenten relaciones falsas de manera simulada o en
fraude a la ley “, MARQUEZ, José Fernando y CALDERON, Maximiliano Rafael, en Código Civil y Comercial de
la Nación Comentado, LORENZETTI, Ricardo Luis (Dir), Rubinzal – Culzoni, Santa Fe, 2015, Tomo VII, pág. 609.
darse una situación fraudulenta en la cual, bajo la máscara de una concesión, se encubra un
contrato de trabajo. Ello tendrá lugar cuando se advierte que el supuesto concesionario no
goza de real autonomía, por lo que se desempeña bajo la dependencia del llamado
concedente, que en el caso será en realidad empleador. En tal caso, por aplicación del art.
14 de la L.C.T. –que desbarata para tales supuestos la utilización insincera de figuras no
laborales- la relación quedará regida por la normativa laboral.
En la llamada concesión privada un sujeto de tal naturaleza autoriza a una persona –que
actúa como empresa- a explotar un servicio a favor de terceros, bajo el control del
concedente, por un tiempo limitado y el derecho de este último de percibir una retribución.
Se refiere generalmente a la concesión de servicios en clubes u asociaciones, para la
atención de diferentes actividades (gastronómicas, guardería, comedor, etc.).
21
JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, obra citada, pág. 555.
Así sistematizados los tipos de concesión, es claro que en el primer supuesto no se
podrá encubrir una relación de trabajo, y que también resultará dificultoso en el tercer caso,
en la llamada “concesión comercial”, pues esta última implica necesariamente el despliegue
de una estructura empresaria propia. En cambio, la “concesión privada” bien puede
conformar una forma oculta de contrato de trabajo, sobre todo quien se presenta como
concedente es propietarios de los medios materiales –como ser mobiliario, vajilla, etc., en
una concesión de servicio gastronómico- que utiliza quien presta el servicio.
En efecto, el art. 1520 inc. b) establece, como principio general, que “los dependientes
del franquiciado no tienen relación jurídica laboral con el franquiciante”, lo cual guarda
absoluta coherencia con la conceptualización de franquicia que contiene el art. 1512, de la
que se deriva la autonomía de las partes, que mantienen sólo un vínculo de colaboración,
sin que el franquiciado llegue a constituirse en una empresa subordinada del franquiciante.
Esta última situación, que llevará a erigir al franquiciante como empleador de los
dependientes que formalmente –sólo formalmente- aparecen como empleados del
franquiciado (con todas las consecuencias legales que se derivan del reprobable e ilícito
hecho de no asumir como propia una relación laboral, arts. 8 y 15 de la ley 24.013, art. 1 de
la ley 25.323, entre otras) tendrá lugar, en definitiva, cuando el franquiciado es una mera
fachada para imputar en él las relaciones laborales, pero no desarrolla ninguna actividad
comercial genuina, pues los bienes y servicios llegan al mercado directamente por el
franquiciante, sin que la persona del franquiciado sea relevante en la comercialización, en
cuyo caso la situación será de fraude laboral22.
Otra de las consecuencias que se derivan de la autonomía que la estructura del contrato
de franquicia reconoce entre franquiciante y franquiciado es la prevista en el art. 1520 inc.
a) del CCC, en tanto establece que “el franquiciante no responde por las obligaciones del
franquiciado, excepto disposición legal expresa en contrario”.
22
C.N.A.T., Sala VIII, Sentencia del 17.6.208 en autos “FARIAS, Alicia Cristina / DIETA CLUB S.A. y otros”,
citado por COPPOLETTA, Sebastián, en obra citada.
En particular, cabe considerar la situación regulada por el art. 30 de la L.C.T., referida a
la responsabilidad solidaria que se impone a quienes cedan el establecimiento habilitado a
su nombre, o contraten o subcontraten trabajos o servicios correspondientes a la actividad
normal y específica propia del establecimiento, dentro o fuera de su ámbito,
responsabilidad que, dado el caso, les compete respecto del personal de los contratistas o
subcontratistas que ocuparen en la prestación de dichos trabajos o servicios.
Se ha señalado que dicha previsión –la del art. 30 de la L..C.T.- no alcanza al contrato
de franquicia, porque en realidad lo que se transfiere es el know-how del franquiciante y la
licencia de uso de la marca, del nombre, de una designación comercial o de un emblema
representativo de éste, para la comercialización de la mercadería, si bien implica una
relación de control técnico y organizacional, no permite confundir la diversa pluralidad
subjetiva entre ambas partes (el franquiciante y el franquiciado)23.
El art. 1520 inc. a) del CCC que rige la temática analizada expresamente prevé la
posibilidad de que tal responsabilidad se torne exigible, ya que luego de establecer como
regla la no responsabilidad del franquiciante por las obligaciones del franquiciado, declara
23
JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, obra citada, pág. 622.
“excepto disposición legal expresa en contrario”. Por lo tanto, en el supuesto que la
normativa del art. 30 de la L.C.T. resulte operativa, conforme el tipo de trabajo que se
comprometa en la ejecución del contrato de franquicia, dicha regla del ordenamiento
laboral se presentará como la “disposición legal en contrario”, tal como sucede, y se cita
como ejemplo de la misma índole, con el art. 40 de la ley 24.240 de Defensa del
Consumidor, que hace responsable a toda la cadena de comercialización (abarcando a
franquiciante y franquiciado) por daños derivados del riesgo o vicio de la cosa o de la
prestación de un servicio24.
24
Conf. AICEGA, María Valentina y GOMEZ LEO, Osvaldo, obra citada, pág. 509 y MARQUEZ, José Fernando y
CALDERON, Maximiliano Rafael, obra citada, pág. 610.
25
C.N.A.T., Sala III, Sentencia del 19.2.2007 en autos “PUNTA, diego c/ PRONTO WASH S.A. y otros”.
26
C.N.A.T, Sala VII, Sentencia del 21.9.2005 en autos “PEREIRA, Liliana c/ ARISTA, Marcelo y otro”.
27
JUNYENT BAS, Francisco y RODRIGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, obra citada, pág. 622; MARQUEZ, José
Fernando y CALDERON, Maximiliano Rafael, obra citada, pág. 610.
en los términos del art. 30 de la L.C.T.”. Incluso se afirma que la novedosa regla del CCC
recepta normativamente esa solución28.
Frente a ello, cabe tener presente que aquella doctrina de la Corte, expuesta cuando el
tribunal tenía una integración muy diversa a la actual, fue decididamente dejada sin efecto,
al menos como interpretación susceptible de ser formulada por el Alto Tribunal, en el caso
“Benítez c/ Plataforma Cero S.A.” (C.S.J.N. 22.12.2009). En efecto, en este último
pronunciamiento se afirmó que “como se sigue de las disidencias formuladas en
“Rodríguez, Juan Ramón c/ Compañía Embotelladora Argentina S.A. y otro (Falos
316:713) por los jueces Fayt, Petrachi y Nazareno (cit. P. 723; asimismo, la disidencia de
estos jueces y del juez Belluscio en “Encinas, Marcelino c/ Francisco Ballester y otro”
Fallos: 321:2294, 2297), es impropio de su cometido jurisdiccional en el marco de un
recurso extraordinario, formular una determinada interpretación de la norma citada, dado
el carácter común que esta posee”, por lo cual no parece adecuado asignar a la
interpretación que sobre el art. 30 L.C.T. formulara la Corte en el caso “Rodríguez” una
suerte de doctrina obligatoria o determinante (en lo que interesa, respecto a la posibilidad
de la proyección de la responsabilidad prevista en dicha norma laboral en el contrato de
franquicia) que, cabe insistir, el propio tribunal ha limitado notablemente, calificando como
“impropio” de sus funciones jurisdiccionales haber efectuado tal consideración.
La más calificada doctrina del derecho civil ha entendido desde hace décadas que la
normativa regulatoria del contrato de trabajo no había dejado margen de operatividad
posible a la locación de servicios contemplada en el art. 1623 del Código Civil, ya que
dicha figura habría quedado subsumida en el régimen legal aplicable a las relaciones
dependientes, en tanto éste último sobrevino al concebido por Vélez Sarsfield en el siglo
XIX29.
El autor citado alude, claro está, a la novedosa disposición del art. 1251 CCC, que
declara que hay “contrato de obra o de servicios cuando una persona, según el caso el
contratista o el prestador del servicio, actuando independientemente, se obliga a favor de
otra, llamada comitente, a realizar una obra material o intelectual o a proveer un servicio
mediante una retribución…” y a la norma siguiente, contenida en el art. 1252, que luego
de establecer reglas para distinguir el contrato de servicios del contrato de obra, dispone
que “los servicios prestados en relación de dependencia se rigen por las normas del
derecho laboral”.
30
GUISADO, Héctor, en Curso de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, RODRIGUEZ MANCINI, Jorge
(Dir), Astrea, 5ta. Edición Actualizada y Ampliada, Buenos Aires, 2004, pág. 134.
31
PIROLO, Miguel Ángel, en Contratos de Obras y de Servicios, en en Código Civil y Comercial y su proyección
en el Derecho del Trabajo, RODRIGUEZ MANCINI, Jorge (Dir), La Ley, Buenos Aires, 2015, pág. 605.
Vigente el código de Vélez la jurisprudencia aceptó que una prestación personal de
servicios a favor de otro se hallaba enmarcada en un contrato de locación de servicios, y no
en un contrato de trabajo, en supuestos en los cuales la prestación brindada no era
aprovechada para una actividad empresarial, sino que satisfacía necesidades del hogar del
receptor del servicio, como en los casos de cuidado de enfermos en el hogar 32, o de la
provisión de custodia en el domicilio particular33.
Sin que se comparta la solución adoptada en los casos referidos, pues la necesidad de
protección, atento la desigualdad y falta de libertad de uno de los sujetos –el que presta el
servicio personal- también en las situaciones en las cuales el dador de trabajo no constituye
una empresa, llevan a considerar que se está efectivamente en una relación de dependencia,
la particular argumentación conduce a formular el siguiente interrogante: ¿es posible que
una persona física preste su fuerza de trabajo en el ámbito de una estructura empresaria
ajena, sin que el caso quede regido por el derecho del trabajo? Parece imponerse la
respuesta negativa.
La inmensa mayoría de los casos que hoy se califican como “zonas grises”, de
dificultosa ubicación en el derecho del trabajo, en competencia con la conceptualización de
“contrato de servicios” en la terminología del nuevo código (profesionales universitarios –
médicos en particular-, fleteros, remiseros, deportistas profesionales, árbitros profesionales,
directores de sociedades, teletrabajo) ejecutan su actividad dentro o interactuando con una
empresa ajena.
32
CNAT, Sala IX, “Báez, Ester c/ Dilon, Horacio s/ Despido”, 29/09/2008; CNAT, Sala I, “Cristaldo, Blanca Nilda
c/ Pereira de Varela, Liliana s/ Despido”, 31/05/2010, entre otros. Cabe señalar que en la legislación actual
estas situaciones, con justeza, se encuentran amparados por la legislación tuitiva (art. 2 ley 26.844), excepto
que se trate de prestaciones terapéuticas o que deban ser brindadas por personal con título habilitante.
33
CNAT, Sala II, “Torino, Enzo c/ Caselli, Antonio s/ Despido”, 2670672011”.
34
Juzgado Nacional del Trabajo Nro. 46, “Arias, Alejandro Jorge c/ Asociación del Futbol Argentino s/
Despido”, 17/05/2001.
Se interactúa en o con la empresa ajena cuando se utiliza una parte importante de los
medios técnicos de aquélla, cuando se destina el trabajo a satisfacer principalmente la
demanda de sus clientes, cuando se presta el servicio en forma coordinada e insustituible
con otros sujetos vinculados con la empresa. En todos esos supuestos, los cuales, cabe
insistir, configuran el modo habitual en el que una persona que se presenta como
“autónomo” brinda su trabajo en o para la empresa ajena, la relación jurídica que se
constituye es un contrato de trabajo, y no una prestación de servicios en los términos del
art. 1251 y conc. del CCC35.
En definitiva, no parece que el contrato de servicios que regula el art. 1251 del CCC –la
otrora locación de servicios del art. 1623 del Código Civil- puede ser el instrumento
jurídico que regule la relación entre una persona que presta un servicio personal en una
empresa ajena y el titular de ésta, pues los medios personales con conforman la empresa,
por su natural estructura, pasan a desenvolverse en estado de dependencia, jurídica en
algunos casos –es decir, el sometimiento del sujeto trabajador al poder disciplinario del
empleador, quien normalmente se beneficia con su trabajo personal- y económica en todos
–el trabajo por cuenta ajena, lo que implica que el trabajador no participa de los
connaturales riegos del negocio o de la empresa en cuyo beneficio pone a disposición su
fuerza de trabajo-36.
Es sabido que el derecho del trabajo clásico, estructurado a partir del industrialismo y
consolidado durante todo el siglo pasado, tuvo en mira como objeto de protección al típico
trabajador de los establecimientos fabriles, y al prestador del sector servicios, situaciones
en las cuales difícilmente se involucraban con carácter subordinado sujetos de las llamadas
“profesiones liberales” (médicos, abogados, contadores, etc.) quienes desarrollaban en la
generalidad de los casos su trabajo en forma genuinamente autónoma.
El proceso de concentración económica que tuvo lugar durante las últimas décadas del
siglo XX llevó a que muchos de estos universitarios pasaran a prestar servicios a favor de
una organización empresaria ajena (sanatorios, clínicas, obras sociales, estudios jurídicos y
contables) con notable dependencia económica de estas y con mayor o menor grado de
subordinación jurídica.
En semejante contexto resulta cuanto menos llamativo el caso resuelto en el mismo año
en que entrara en vigencia el Código Civil y Comercial, por parte de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en el cual se puso en crisis la calificación laboral que la justicia
ordinaria del trabajo había propugnado respecto de la relación anudada entre un médico
anestesiólogo y el hospital privado para el cual prestó servicios durante 32 años de manera
ininterrumpida37.
El tribunal supremo contaba en ese momento con tres miembros. Dos de ellos –Elena
Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda-, declararon admisible la queja que la
accionada llevó a cabo, remitiéndose al dictamen de la Procuradora Fiscal, en el cual se
calificó de dogmático el fallo de la instancia anterior, descalificándoselo por no haberse
dado adecuado tratamiento a la controversia y ordenándose entonces dictar un nuevo fallo.
En dicho dictamen se destacó que quien se calificó como empleadora puso énfasis en la
intervención de un tercero –la Asociación Argentina de Anestesia, Analgesia y
Rehabilitación de Buenos Aires- nada menos que en el intercambio económico de la
37
C.S.J.N., “Cairone, Mirta Griselda y otros c/ Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires – Hospital
Italiano s/ Despido”, 19.02.2015.
relación, pues dicha entidad y no la demandada actuaba como agente de facturación y cobro
de honorarios, permaneciendo ésta última ajena al pago y a la fijación de los honorarios del
anestesiólogo, lo cual exigía a los jueces considerar esa cuestión a la hora de examinar el
vínculo jurídico que unía a las partes, y que, lejos de ello, se resolvió haciendo remisión a
un precedente referido a una situación fáctica distinta, en el cual se trataba de un médico
cirujano con un intercambio salarial que no es similar a los de un anestesiólogo38.
Se advierte entonces que el voto mayoritario del Máximo Tribunal en ese momento
descalifica un pronunciamiento que calificó como laboral la relación entre el médico
anestesiólogo y la empresa de salud para la cual prestó servicios en razón de que el tribunal
que así lo hizo no tuvo en consideración el particular régimen de retribución de estos
profesionales. Sólo eso y nada más que eso.. En ningún pasaje insinuó siquiera que la
relación habría configurado un contrato de locación de servicios –hoy prestación de
servicios-.
Lo que causa perplejidad es el voto –solitario- del Dr. Lorenzetti, que sí se inclina por
calificar como autónoma la relación, al declarar que el pronunciamiento aplica la
legislación laboral a supuestos de hecho para los que no ha sido prevista y omite analizarlo
a la luz de la normativa relativa a la locación de servicios regulada por el Código Civil; y
afirmar que el hecho de haberse observado en el caso determinada carga horaria, la
realización de guardias pasivas y activas y la dirección y conducción del establecimiento
hospitalario por parte de la demandada, resulta insuficiente para sostener que el
anestesiólogo estaba integrado a la organización empresaria ajena.
Daniel, El trabajoso deslinde del concepto de dependencia y sus vecinos, en Colección de Temas de Derecho
Laboral, Teletrabajo, Parasubordinación y Dependencia Laboral, GARCIA VIOR, Andrea (Coordinadora),
Errapar, Buenos Aires, 2009, pág. 164.
40
Siguiendo el muy valioso informe preparado para la Unión Europea por un equipo coordinado por A.
Supiot, titulado “Trabajo y Empleo. Transformaciones del trabajo y futuro del Derecho del Trabajo en
Europa”, ed. Española, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, se enumeran como indicios para establecer la
existencia de un vínculo laboral subordinado que:
- El interesado se comprometa a ejecutar personalmente el trabajo.
- En la práctica realiza el trabajo él mismo.
- Su compromiso supone una disponibilidad para realizar tareas futuras.
- La relación entre las partes tiene una cierta permanencia.
- La relación de trabajo tiene una cierta exclusividad.
- El interesado está sometido a órdenes a un control de la otra parte en lo que se refiere al método,
el lugar o el tiempo de trabajo.
- Los medios de trabajo son aportados por la otra parte.
- Los gastos profesionales están a cargo de la otra parte.
- El trabajo es remunerado.
- El trabajador está en una posición económica y social equivalente a la de un asalariado.
41
Señala Ackerman que “Difícil resulta entonces disimular que el trabajo por necesidad y subordinado, esto
es, sometido a los poderes del empleador, supone, para la persona que trabaja, una progresiva e inevitable
pérdida de libertad, por lo que mal puede en consecuencia calificarse a la prestación personal del trabajador
dependiente como una manifestación de trabajo libre”. ACKERMAN, Mario E., en Tratado de Derecho del
Trabajo, ACKERMAN, Mario -Dir-) TOSCA, Diego y SUDERA, Alejandro -Coordinadores-, T I, pág. 29, Segunda
Edición, Santa Fe, 2014)
Una de las primeras ediciones publicadas del Código Civil y Comercial de la Nación es
presentada con una “Introducción” suscripta por el Dr. Ricardo Lorenzetti, quien ocupó el
honorable y relevante lugar de Presidente de la Comisión de Reformas que materializó el
nuevo texto legal42.
Estas palabras deben servir de guía, como una suerte de interpretación auténtica y
teleológica –si se acepta la expresión- del nuevo cuerpo legal.
Con la esperanzada idea de haber podido cumplir el propósito enunciado al titular estas
líneas, en los escasos puntos analizados, claro está, se considera factible entonces disuadir
las dudas –más bien temores, o reparos- que en muchos operadores jurídicos ha generado la
sanción del Código Civil y Comercial, en su proyección sobre el derecho del trabajo. Es
posible, partiendo de los lineamientos expuestos, y explorándolos con mayor profundidad
seguramente, compatibilizar el consolidado edifico protectorio de la disciplina jurídico
laboral con las normas del derecho común que se ocupan de lotes de su territorio, derecho
éste último que, en el siglo XXI, al decir de su doctrina, redactores e intérpretes, tampoco
parte ya de la ingenua hipótesis de libertad e igualdad plena para regular las relaciones
entre las personas.
42
Código Civil y Comercial de la Nación, Ley 26.994 – Ley 27.077, Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe, 2015.
43
LORENZETTI, Ricardo, en Código Civil y Comercial de la Nación, Ley 26.994 – Ley 27.077, Introducción, pág.
11, Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe, 2015.