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Laura Ruiz Venegas 4ºFBDiversificación

El dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Con tranquilidad decidió acercarse.
¡Ahí estaba! Era real y no se lo creía, ¡había funcionado! Decidió ir en búsqueda de sus
amigos, pero al darse la vuelta, ya estaban ahí. Quietos, con caras de asombro y sin
creerse donde estaban. Quien diría que hace menos de tres horas estaban con sus
padres en el laboratorio. Una de las chicas decidió acercarse, Míriam, alta, larga cabellera
rizada, ojos verdes y una gran sonrisa, pantalones negros holgados y un top rojo
acompañado de sus míticas deportivas blancas, con valentía estiro la mano, pero antes
de tocarlo, un fuerte grito la hizo sobresaltarse, al darse la vuelta vio quien había sido,
Carlos, alto, cabello negro y corto, ojos marrones y sonrisa sincera, pantalón marrón y
camiseta blanca, con deportivas negras.
- ¡Estas loca!- dijo mientras se acercaba- No sabemos que es capaz de hacer, que pasa
si te muerde, lo mejor es mantenerse a ralla hasta que sepamos como salir de este lio.
-Por favor el no come carne- dijo Ona, baja de pelo corto y rubio, ojos azules y una
sonrisa amable, pantalones rojos y un top blanco, y deportivas blancas.
- Tu no sabes eso – replico Carlos.
- Si lo se, el es un Mamenchisaurus sinocanadorum, se alimentan de hojas por eso su
largo cuello
-Sabelotodo- susurro Carlos.
-Te he escuchado – dijo Ona, causando una pelea entre ellos.
-Podéis no pelearos, por favor, no es el mejor momento. Os recuerdo que estamos en la
prehistoria – comunico Max, alto de pelo rubio y corto, ojos azules y sonrisa seria,
pantalones azules y camiseta negras y deportivas azules. Causando que las miradas de
los presentes estuvieran sobre el.
Y ahí, en ese preciso momento fue cuando se dieron cuenta de la que habían liado.
- Max tiene razón, nuestros padres nos van a matar cuando se den cuenta que la
maquina del tiempo, trabajo en el que llevan invirtiendo años de tiempo, trabajo y dinero,
ha sido utilizada por sus mismísimos hijos- dijo Míriam con miedo de lo que diga su
madre.
- Si no fuese por la sabelotodo que decidió que era buena idea meterse al laboratorio
mientras nuestros padres no estaban y empezar a toquetear con los botones de la
maquina, igual todavía estaríamos en casa- dijo Carlos echándole la culpa a Ona.
- Todos tenemos la culpa Carlos- dijo Max.
- Yo no- le replico Carlos.
-Te recuerdo que fuiste tu quien insististe en meternos dentro de la maquina, porque al
parecer no funcionaba, y cuando ya estábamos aquí fue Max el que movió el volante
causando que nos chocásemos y calleremos, causando que el golpe nos dejase
inconscientes- contesto Míriam, la cual estaba tranquilamente acariciando el hocico del
dinosaurio.
- Podemos parar, e intentar volver a casa- dijo Ona.
- No se tu, pero yo no se encender esa cosa- dijo Max.
- Puede ser, solo puede ser que si me ayudaseis pudiera encender la maquina- comento
Ona.
-Pues manos a la obra- dijo Max
Por primera vez desde que había ocurrido este inesperado viaje se pusieron de acuerdo.
Mientras que Ona y Max encendían la maquina, Carlos revisaba los niveles de aceite y
Míriam continuaba acariciando el hocico del animal.
Al cabo de media hora, Ona con ayuda de Max consiguió encender la maquina, Carlos
corrió a subirse mientras que Míriam se despedía del animal. Cuando a todos estaban en
sus posiciones tomaron rumbo a casa.
Cuando llegaron, por suerte sus padres no habían vuelto al laboratorio. Aprovecharon y
corrieron a donde sus padres les habían dejado estar mientras que se reían por la
pequeña aventura.

FIN.

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