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PASAVENTO

Revista de Estudios Hispánicos


Vol. VII, n.º 2 (verano 2019), pp. 425-444, ISSN: 2255-4505

NOMADISMO Y VIDAS ERRÁTICAS


EN LA LITERATURA ESPAÑOLA POSTCONTEMPORÁNEA

NOMADISM AND ERRATIC LIVES


IN THE SPANISH LITERATURE OF GLOBALIZATION

Adolfo R. Posada
Universitatea de Vest din Timisoara
adolfo.rodriguez.posada@gmail.com

Resumen: El tópico del homo viator como metáfora de la vida ha vertebrado


buena parte de las letras hispánicas desde Gonzalo de Berceo hasta la poesía
de Antonio Machado. Lejos de perder su vitalidad, la concepción de la existencia
humana como camino, tránsito y peregrinaje se actualiza en la posmodernidad
con la figura del nómada contemporáneo, impelido a emprender la búsqueda
de su identidad como éxota en el nuevo mundo globalizado, deslocalizado y
líquido. Los protagonistas de La otra parte del mundo (2017) de Juan Trejo u
Homo Lubitz (2018) de Ricardo Menéndez Salmón ejemplifican los excesos de
la vida errática y el nomadismo en el siglo xxi: sus constantes desplazamien-
tos por la vasta geografía de un planeta hiperconectado desembocan en un
malestar y una angustia generados por la desorientación y la falta de centros
vitales. Así pues, a la luz de las teorías de Augé, Maffesoli o Bourriaud en torno a
los nómadas y éxotas contemporáneos, exploraremos algunas manifestaciones
de la narrativa española postcontemporánea, además de las mencionadas, para
examinar la modernización del clásico lugar común del viaje y el viajero en el
contexto de las mentalidades del nuevo siglo.

Palabras clave: Nomadismo; homo viator; literatura de la globalización; posmo-


dernidad; altermoderno

Abstract: The topic of the homo viator as metaphor of life goes coordinates a set
of Spanish literary works from Gonzalo de Berceo’s to Antonio Machado’s po-
etry. Far from losing its vitality, the concept of the human existence understood
as path, transit and pilgrimage is updated by the figure of the contemporary
nomad in the postmodern world. As a consequence, the human being conceived
as an exote is impelled to undertake the search of his or her identity in the new

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globalized, dislocated and liquid world. The protagonists of La otra parte del
mundo (2017) by Juan Trejo or Homo Lubitz (2018) by Ricardo Menéndez Salmón
exemplify the excesses of an erratic life and nomadism in the 21st century: their
constant displacements through the vast geography of a hyperconnected planet
lead them to the discomfort and the anguish generated by the disorientation
and the lack of vital centers. Thus, in the light of Augé’s, Maffesoli’s or Bourri-
aud’s theories around the contemporary nomads and exotes, this article explores
some works within the Spanish post-contemporary narrative, among the men-
tioned novels, to study the modernization of the homo viator theme according
to the 21st century mentalities.

Keywords: Nomadism; Homo viator; Literature of Globalization; Postmodernity;


Altermodern

∫¢

Desde sus orígenes en la Edad Media, el tópico del homo viator vertebra un
conjunto de obras literarias dentro de una temática afín. La metáfora de la vida
como camino, tránsito y viaje se remonta en la literatura española a la poesía
de Gonzalo de Berceo, el Poema de Mio Cid y el Libro de Alexandre, alcanzando
su máxima expresión con la obra maestra de las letras hispánicas: Don Quijote.
Cada época manifiesta a través de los lugares comunes del pensamiento
su peculiar idiosincrasia cultural y filosófica, esto es, su cosmovisión (Weltans-
chauung). Y en este sentido el homo viator es uno de los tópicos que más altera-
ciones y mutaciones ha sufrido desde su origen en la filosofía neoplatónica de
Plotino y Proclo (Bueno 2000). Sin duda el concepto de la vida como camino ha
variado considerablemente en los casi dos milenios que atesora como idea: des-
de las odiseas de los héroes grecolatinos, reflejo del destino que ha de alcanzar
el mito legendario en su conquista de la inmortalidad, hasta las peregrinaciones
y los exilios medievales, símbolos no solo de la vida tortuosa y sufrida del cris-
tiano sino además de la reconciliación con Dios merced al ansiado retorno al
paraíso perdido.
Peregrinos, misioneros, cruzados, caballeros andantes, exiliados son los
distintos rostros que deambulan por las grandes obras maestras de la literatura
clásica y medieval en busca de lugares desconocidos y tierras recónditas. Desde
el célebre éxodo del judío errante, pasando por la odisea de Ulises y los periplos
del geógrafo Pausanías, hasta los grandes caballeros medievales como Rodrigo
Díaz de Vivar, cuyo destierro lo conduce a un exilio forzado que culmina con la
reconquista del hogar, el favor del señor y el Paraíso, en una simbólica y defini-
tiva reconciliación de Adán con Dios.
Recuerda García de Cortázar que “la peregrinación física no era sino, en
unos casos, el medio, en otros, la representación sensible de la otra peregrina-
ción, del otro viaje, el que concluía en el cielo” (1994: 28). No será extraño, pues,

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identificar a partir de la Edad Media toda peregrinación y todo deambular como


áskesis, como viaje interior, tortuoso y sufrido si cabe, como proceso de forma-
ción y purgación del espíritu a través del camino de la vida. En palabras de Rubio
Martín, “histórica y culturalmente el viaje es experiencia, es representación, y
cada vez más, es metáfora de la existencia” (2011: 65). Con tanta recurrencia se
ha manifestado esta significación del tópico en la historia de la literatura que
ha llegado a generar, en el contexto del encuentro como motivo, una suerte de
unidad estructural espacio-temporal narrativa según Bajtin (1989: 250-251): el
cronotopo del camino. Sin olvidar la trascendencia alcanzada en la modernidad
por el lugar común, en virtud del simbolismo que adoptan los caminos y los la-
berintos en las obras de Machado, Proust, Joyce, Kafka o Borges.
Va de suyo que, lejos de perder su vitalidad, el tópico del homo viator y la
metáfora de la existencia como tránsito vital se ven actualizados en las novelas
de finales del siglo pasado con el desarrollo de la teoría posmoderna en torno
al nomadismo. El viaje interior en la literatura posmodernista acaba por verse
amplificado a la búsqueda de la identidad que tanto obsesiona a los pensadores
y pensadoras de la segunda mitad del siglo xx.
Esta importancia que adquiere la identidad, como es sabido, es clave para
comprender el pensamiento posmoderno. Pero también para interpretar algu-
nas de las novelas más destacadas dentro de la literatura española e hispanoa-
mericana reciente, cuyos argumentos se sustentan sobre la construcción de la
trama en torno a la dinámica del itinerario literario como trazado de la identidad
del escritor en el mundo contemporáneo1. Los protagonistas de las novelas de
Vila-Matas o Bolaño responden en más de una ocasión al estereotipo del homo
viator y en ellas el viaje se perfila como un intento de escapada frente a la reali-
dad, la angustia existencial y la búsqueda constante de la identidad propia, tanto
personal como literaria. Ya sea vislumbrado en el recorrido significativo que con-
duce a los personajes vilamatianos por un itinerario literario emblemático –París,
Herisau, Dublín2–, ya sea tras las huellas de un escritor enigmático como Benno
von Archimboldi para la resolución del misterio de su identidad con la recons-
trucción de su trayectoria como escritor lumpen.
Pero no interesa detenerse en esta primera conversión del homo viator en
el mundo contemporáneo3. Tampoco en el modo en que el viajero clásico torna

1 
La trayectoria de la literatura de viajes en el contexto de la narrativa española reciente puede
ser rastreada mediante la consulta de los volúmenes colectivos editados por Peñate Rivero (2004,
2005a), tomando como referente de la renovación del género en España a Javier Reverte (Peñate
Rivero 2005b: 45-64). Resulta también imprescindible a este respecto la consulta de los trabajos
dedicados a la materia por Champeau (2004, 2008), además de los monográficos coordinados por
Lucena Giraldo y Pimentel (2006) y por Alburquerque García (2011a). Si bien son abundantes las
clasificaciones y aportaciones en torno a los libros de viajes, como sostiene Rubio Martín teniendo
en cuenta “los nuevos valores que el viaje y su relato han adquirido en las últimas décadas” (2011:
65), parece obligado “profundizar en nuevas categorías que den cabida a estos textos muchas
veces inclasificables que la crítica de una forma u otra vincula con el género” (2011: 71).
2 
Para un análisis de los espacios narrativos y los itinerarios literarios en la obra de Vila-Matas,
véanse Andrés-Suárez y Casas (2007), Domínguez Domínguez (2007), Diaconu (2010), Castro Her-
nández (2014), Aznar Pérez (2017: 537-546) y Pache Carballo (2017: 547-554).
3 
Si bien el nomadismo en las novelas de los escritores españoles de finales de siglo xx se orienta

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en una suerte de nómada subalterno que trata de combatir la alienación capita-


lista y hacer frente al concepto de globalización como expansión incontrolable
de las grandes corporaciones multinacionales. Destacan a este respecto los tra-
bajos clásicos de Deleuze y Guattari y las posteriores ampliaciones de Kenneth
White y Rosi Braidotti, monumentos de la nomadología en su vertiente más polí-
tica, reivindicativa, intelectual y tránsfuga frente al pensamiento y las conductas
sociales convencionales. Lo cierto es que la nomadología de corte deleuziano en
ningún momento deja de ser un planteamiento puramente teórico, que poco o
nada aporta al estudio de las nuevas formas de vida nómadas surgidas en y con
la sociedad posindustrial del siglo xxi.
Impelido a emprender la búsqueda de su identidad ya no por razones
artísticas y espirituales, sino por la mera necesidad vital de sobrevivir en un
nuevo mundo determinado por unas condiciones de vida tan tecnificadas como
precarias (Peran 2017), el nómada se ha convertido en uno de los principales
protagonistas de la narrativa española actual4. El nomadismo recorre la literatura
del siglo xxi como temática inspirada por la figura de quien se desplaza por la
geografía del planeta no en cuanto exiliado o inmigrante, sino como éxota –el
nómada que carece de lugar del que partir y de destino que alcanzar5 – según las
reglas de juego de un nuevo mundo globalizado, deslocalizado y de naturaleza
líquida y fluctuante.
Como señala Maffesoli, “la vida errante y el nomadismo, en sus diversas
modalidades, son un hecho cada vez más evidente” (2004: 14), algo que se apre-
cia en la forma en que el estereotipo del nómada ha proliferado en la narrativa
de los escritores y escritoras españolas del nuevo siglo.6 Ya no se trata de una
actitud vital excéntrica adoptada por parte de un grupo de teóricos y literatos

hacia la búsqueda por parte del escritor de su lugar en un mundo posmoderno que ha perdido
su fe en los grandes relatos, Vila-Matas adelanta la dimensión que alcanzará la figura del nómada
en la literatura española posterior, tal y como aquí se estudia. Circunstancia que se ve reflejada
en “Viajar, perder países”, incluido en Suicidios ejemplares (1991), que se inicia con la historia del
vagabundo de Fez, “un campesino emigrado que no se había integrado en la vida urbana y que
para orientarse debía marcar itinerarios de su propio mapa secreto, superponiéndolos a la topo-
grafía de la ciudad moderna que le era extraña y hostil” (1991: 7).
4
  Observación adelantada por Mora, en cuyas reflexiones sobre la literatura posnacional y la
novela glocal sostiene que “[e]sta consciencia general de los procesos nomádicos a que conduce
la globalización económica se advierte cada vez más claramente en la narrativa última, deuda no
solo de ese espejo sociológico sino del propio natural viajero y transfronterizo de sus practican-
tes” (2014: 333).
5
  Las nociones de éxota y radicante en el contexto estético han sido acuñadas por Bourriaud en
su ensayo Radicante (2009b). Por radicante entiende el teórico francés, “el sujeto contemporáneo
atormentado entre la necesidad de un vínculo con su entorno y las fuerzas del desarraigo, entre la
globalización y la singularidad, entre la identidad y el aprendizaje del Otro. Define al sujeto como
un objeto de negociaciones. El arte contemporáneo provee nuevos modelos a este individuo en
perpetuo desarraigo, porque constituye un laboratorio de las identidades” (2009b: 57).
6
  En España han sido Molinuevo (2006: 22) y Mora (2007: 129) quienes primeramente se han
interesado por el nomadismo posmoderno en todas sus acepciones, discutiendo sus diferentes
aspectos en el campo de la estética y la teoría literaria, más allá de lo postulado por Attali (1991)
y Maffesoli (2004) en sus trabajos pioneros. Véanse asimismo para una mirada panorámica de la
cuestión los distintos monográficos editados por Fernández Vicente (2010), Quesada (2014) y
Montoya Juárez y Moraes Mena (2017).

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posmodernos inconformes con la alienación burguesa y el pensamiento político


hegemónico de las potencias económicas, como incidía la nomadología deleu-
ziana; antes bien, responde la nueva visión del nómada a una forma de vida cada
vez más común en el modelo social del siglo xxi, la cual se ve incentivada por
la deriva política y socioeconómica que viene caracterizando, desde la caída del
muro de Berlín y el derrumbe del comunismo, la sociedad neoliberal en el marco
ya de una total globalización socioeconómica.
Semejante transformación no solo afecta a la diferente manera que tene-
mos de concebir el planeta como espacio enteramente mundializado e hiperco-
nectado, sino a un nuevo concepto de la vida como movimiento errante, como
mudanza continua, como vida errática, como nomadismo efectivo y no única-
mente simbólico, a diferencia de lo postulado con anterioridad por la filosofía
posmoderna. A juicio de Vicente Luis Mora, la razón de este cambio de perspec-
tiva en torno al nomadismo se encuentra en que “el antiguo cosmopolitismo,
algo elitista y siempre con matices culturales, se ha vuelto más pragmático y
económico, por culpa de la globalización” (2014: 333).
Siendo como es tanto la literatura como su reflexión estética un simu-
lacro del acontecer histórico del mundo presente no podía dejar de manifes-
tarse y tematizarse como motivo destacado en las novelas de este nuevo siglo.
Así pues, no sorprende que el arte altermoderno, y por extensión la literatura
postcontemporánea,7 parezca “obsesionado por las figuras de viaje, de la ex-
pedición, del desplazamiento planetario” (Bourriaud 2009b: 21). Esta obsesión,
según Maffesoli, procede del hecho de que los ciudadanos de las megalópolis
participen de una nueva forma de nomadismo urbano: “A menudo se califica a
la ciudad contemporánea como la jungla de asfalto. Como la selva propiamente
dicha, es en muchos aspectos, hostil, misteriosa, impenetrable” (2004: 95).
Es verdad que esta dinámica nómada señalada por Bourriaud y Maffesoli
no es nueva en el contexto de la narrativa europea. Ya las novelas del Nouveau
roman adelantan la “literatura nómada”, término acuñado y ampliado por Ca-
rrión (2005: 30). En las novelas de la segunda mitad del pasado siglo, por ejemplo
La Maison de Rendez-vous (1965) de Robbe-Grillet, ya se aprecia el nacimiento de
una estética de la globalización: ambientadas en no-espacios como aeropuertos
y en lugares remotos para la época como Hong Kong, en cuyo contexto “el in-
migrado, el exiliado, el turista, el errante urbano son las figuras dominantes de la
cultura contemporánea” (Bourriaud 2009b: 56). En el caso concreto de la narra-
tiva de Robbe-Grillet las acciones, espacios e incluso la trama llegan a dislocarse

7 
El término altermoderno fue introducido por Bourriaud (2009a) en la teoría del arte para definir
la nueva modernidad emergente a principios del siglo xxi en el marco de la globalización y mun-
dialización económica, geopolítica y social. Según el Manifiesto redactado por el propio Bourriaud
para presentar la Tate Triennial de Londres celebrada en 2009, la altermodernidad artística toma
como referentes esenciales el multiculturalismo y la criollización de la cultura, el nuevo universa-
lismo y la traducción intercultural de la era global, así como la hibridación de las formas y medios
de expresión que favorece el desarrollo tecnológico. Un término alternativo y que designa esta
misma realidad artística es “postcontemporáneo”, noción procedente de las ideas poéticas y esté-
ticas desarrolladas por Armen Avanessian a la luz de la influencia de la propia teoría altermoderna
de Bourriaud y el realismo especulativo de Quentin Meillassoux (en Avanessian y Malik 2016).

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y los personajes acaban por no poder identificarse, toda vez que se presentan
con distintos sobrenombres.
La Maison de Rendez-vous anticipa magistralmente el wanderlust que
experimenta la sociedad del siglo xxi.8 La diferencia reside en que cuanto en
la época de Robbe-Grillet era fruto de una actitud literaria experimental, en la
literatura del presente es indicio de su propia realidad histórica. Como alega
Molinuevo (2009), incluso hablar de no-lugares resulta baladí en el nuevo siglo:
aeropuertos, supermercados, salas de reuniones, estaciones de metro o centros
comerciales son los espacios en los que desarrollamos ya buena parte de nues-
tra vida, llegando a percibirse como lugares que acaban por resultar al hombre y
la mujer del siglo xxi menos artificiales que la desconocida y salvaje naturaleza.9
Nada hay de casual por ello en que de la misma forma los viajeros, turis-
tas y nómadas se han acaparado el protagonismo en un número considerable
de novelas españolas de los primeros compases del siglo xxi, tanto los espacios
fronterizos –desiertos, acantilados, lugares urbanos abandonados en los que la
naturaleza ha tomado posesión, etc.– como los propios parajes naturales ale-
jados de la civilización sean los escenarios predilectos del mutacionismo y el
neorruralismo literario en España.10
Parece claro, pues, que el tópico clásico del homo viator ha mutado en
un tópico altermoderno de pleno derecho, merced a propuestas artísticas neo-
vanguardistas en el marco de una estética de la globalización como la enuncia-
da por Bourriaud.11 Según el concepto radicante de la cultura sostenido por el
teórico francés, se aprecia una clara actualización de la figura del viator como
éxota en el contexto de un mundo posindustrial y neoliberal, lo cual ha tenido y
está teniendo un enorme impacto en las obras contemporáneas hasta el punto
de poder hablar de una viatorización de las formas artísticas.12 No es solamente

8
  Wanderlust es un neologismo que significa ansia o de deseo de vagar, compuesto de las pa-
labras inglesas wander (vagar, errar) y lust (deseo, ansia). Es un término que en los últimos años
se ha vuelto viral en los medios de comunicación y las redes sociales, vinculado especialmente al
desarrollo e incremento exponencial del turismo, para expresar la pasión por los viajes experimen-
tada y compartida por la sociedad del siglo xxi.
9 
Así expresa Mora en Circular 07 esta singularidad propia de la cosmovisión actual: “Pero ya no
comprendemos el campo, es solo una postal turística, un sitio para ir con la clara conciencia de re-
gresar a casa para la hora de la cena. Con la suficiente preparación, concienciándonos durante se-
manas, podemos soportar unas cortas vacaciones en plena naturaleza […] Arrasamos la naturaleza
porque no la entendemos. La vamos colonizando porque nos asfixiamos en ella, el oxígeno sin
dióxido nos marea, nos sentimos torpes y lentos, porque no está preparada para nuestros coches
[…] Lo perdimos. Poco a poco. Trozo a trozo. Hemos perdido el mundo” (Mora 2007: 110-111).
10 
Son representativos a este respecto los emblemáticos desiertos y acantilados del Proyecto No-
cilla de Fernández Mallo o el cráter del volcán y sus correspondientes galerías donde transcurren
los últimos compases de Los hemisferios (2014) de Cuenca Sandoval, así como los parajes yermos
característicos de la narrativa de Ordovás.
11 
La noción de estética de la globalización procede asimismo del ensayo Radicante (2009b) de
Bourriaud, donde analiza los principales rasgos y motivos visuales de un conjunto de obras que,
según el teórico francés, son reflejo de los principales imperativos de la era de la globalización.
12 
Así lo observa Bourriaud: “El viaje no es pues solamente un tema que está de moda, sino el
signo de una evolución más profunda, que afecta las representaciones del mundo en que vivimos
y nuestra manera de vivir en él, concreta o simbólicamente. El artista se transformó en el prototipo

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que se identifique al hombre, en términos filosóficos, con la búsqueda de un


significado y un sentido para su propia existencia por medio de la metáfora del
camino, sino que la propia imposibilidad de asentarse en un lugar provoca so-
bre el hombre y la mujer del siglo xxi un malestar y un desequilibrio que se está
manifestando a través de las distintas expresiones artísticas.
En el contexto de la literatura española reciente, resulta ejemplar el vér-
tigo experimentado por Mario Aldana, protagonista de La otra parte del mundo
(2017) de Juan Trejo, como consecuencia del trastorno provocado por los cons-
tantes viajes alrededor del mundo en virtud de su profesión como arquitecto de
renombre internacional:

Se trataba de una especie de mareo recurrente, un malestar no del todo iden-


tificable asociado con una desagradable sensación de pérdida de la estabilidad
o del equilibrio. Lo sintió por primera vez al regresar de Berlín, donde le habían
invitado a dar un par de charlas en el marco de unas jornadas internacionales
sobre arquitectura. Al bajar del avión en Nueva York, y antes de embarcar en el
vuelo que había de llevarle a Sacramento, donde tiene ahora su casa, se había
sentido indispuesto. (Trejo 2017: cap. 4, § 3)

Si bien la dolencia que afecta el equilibrio del personaje radicante de Trejo se


debe a una lesión en la zona vestibular del oído, no deja de resultar simbólico
que los constantes viajes en avión de una parte a otra del mundo sean la causa
que provoque “una desagradable sensación de pérdida de la estabilidad o del
equilibrio”. No parece casual que el novelista haya optado justamente por una
dolencia que provoca vértigo y mareos, traducido todo ello en una profunda
desorientación13, pues es la sensación habitual experimentada por el nómada
posmoderno en el mundo globalizado, acelerado e hiperconectado del siglo
xxi. El ser humano, sometido a las reglas del modelo laboral propio de la glo-
balización, acaba por exceder como Mario los “límites físicos de resistencia” y
acostumbra a vivir “en una franja de agotamiento tolerable pero continuo” (cap.
4, § 4). Esa nueva condición de la vida como una situación de continuo estrés
y ansiedad, como existencia errática ante la falta de centros sólidos, puntos de
referencia estables o destinos finales que alcanzar, es la que provoca, en la so-
ciedad del siglo xxi, la nueva náusea existencialista.
Misma dinámica que puede observarse en Homo Lubitz (2018) de Me-
néndez Salmón. Al igual que la novela de Trejo, reúne los motivos radicantes
que empiezan a ser reconocibles en la literatura española postcontemporánea

del viajero contemporáneo, en el homo viator, cuyo paso a través de los signos y de los formatos
remite a una experiencia contemporánea de la movilidad, del desplazamiento, de la travesía. La
pregunta es pues: ¿cuáles son las modalidades y figuras de dicha viatorización de las formas
artísticas?” (2009b: 131).
13
  Desorientación que, como señala Estévez (2018), se traduce incluso en “la dificultad de situar el
pueblo en un mapa” para localizar al protagonista de la novela en un punto geográfico concreto,
de forma que el narrador “ni siquiera podrá con las nuevas tecnologías (GPS)”. La cabal lectura de
Estévez revela, en efecto, que el GPS funciona como metáfora en la novela de Trejo, vinculada a
la desorientación que experimenta el protagonista y la necesidad de orientar la errática vida del
ser humano en el siglo xxi.

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que aborda de una u otra forma el proceso de globalización como temática.


Pues tales obras se construyen sobre las dinámicas de nuestro tiempo y sus
principales protagonistas. En el caso de La otra parte del mundo y Homo Lubitz,
sus personajes estelares se caracterizan por ser altos ejecutivos o empleados
de corporaciones, cuya forma de vida errática los conduce a constantes despla-
zamientos por la vasta geografía de un planeta hiperconectado; de forma que
la acción se traslada de Sacramento a Barcelona pasando por Berlín, así como
desde Shanghái a Venecia con escalas en Zúrich y en el desierto de Neguev en
Israel. Por desplazarse constantemente y habitar en no-espacios o lugares de
tránsito (terminales de aeropuertos, hoteles de paso, briefing centers, sky lob-
bies), los nómadas del siglo xxi padecen un malestar y una angustia propios de
la vida errática del mundo globalizado, generados por la desorientación y la falta
de centros vitales.
En el caso de Mario, en La otra parte del mundo, se traduce como se ha
dicho en un vértigo o pérdida de equilibrio vital por la vida líquida a la que le
somete su posición como arquitecto dentro de una corporación multinacional;
para el protagonista radicante de la novela de Menéndez Salmón, ese malestar
se manifiesta a través de la obsesión compulsiva por el copiloto Andreas Lubitz,
autor del asesinato de la tripulación del vuelo 9525 de Germanwings en 2015. La
personalidad megalómana y nihilista de Lubitz, síntoma de la pérdida absoluta
de valores morales en la sociedad del espectáculo y de las consecuencias psico-
lógicas de la vida errática, son paradigma de la condición esquizoide, psicótica y
enfermiza del hombre –homo lubitz– en el mundo globalizado:

Andreas Lubitz era el síntoma de una enfermedad que se llevaba gestando


hacía muchísimo tiempo en el organismo occidental, largos años de ausencia
y deterioro, una época espléndida y a la vez inocua. Ese síntoma, precisó la voz
de Cronenberg, era la angustia ante el vacío. Cronenberg dijo que consideraba
a Andreas Lubitz un enfermo de nihilismo, pero sin el cariz romántico de los
primitivos nihilistas, los jóvenes rusos que se inmolaban en aras de un futuro
mejor. No. Andreas Lubitz era un nihilista del narcisismo, un hombre débil y es-
túpido que quiso jugar a ser dios, cualquier dios, y que al poner en cuarentena
los panteones nos hizo percibir la aterradora presencia del vacío. Un vacío
tanto más implacable en la medida en que transparentaba un cúmulo de de-
cisiones egoístas: falta de reconocimiento y éxito, deudas de dinero, la puesta
en duda de una personalidad. (Menéndez Salmón 2018: cap. Mist Cron., § 10)

En efecto, la propia existencia en el siglo xxi, a causa de la precariedad y licue-


facción de la modernidad pesada de la que ha hablado Bauman con tanta insis-
tencia, a causa del nihilismo narcisista del espectáculo hiperreal en el que se ha
convertido la realidad, condena al ser humano a una búsqueda constante de su
identidad, de su centro vital, del soporte ético del que el mundo actual carece
a causa de su vacío. La vida errática que comparte la mayoría de protagonistas
de la literatura española de la globalización no es fruto tanto de la precariedad
laboral, cuanto de la necesidad de huir, de escapar de la realidad asfixiante, de
encontrar un lugar diferente al desierto de lo real. Al no existir ni valores ni espa-

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cios sólidos dentro de la sociedad, la propia sociedad se vuelve una entidad nó-
mada que fluctúa entre diferentes valores y normas, sin regirse por coordenadas
definidas o limitadas, lo cual la condena al nihilismo del homo lubitz.
La fascinación inmoral que siente el protagonista de Homo Lubitz por los
accidentes, más allá de la tópica influencia ballardiana, es la oscura manifesta-
ción del malestar de una sociedad que acusa la pérdida del rumbo existencial,
la condena a la vida errática y la ausencia total de valores humanos más allá
del espectáculo y las posesiones, que conduce al ser humano al colapso y al
abismo. Más allá del debate moral que genera la decisión de convertir en sím-
bolo literario la masacre cometida por Andreas Lubitz, repárese en que no es
gratuito que el asesino se convierta en el eje de la novela de Menéndez Salmón:
las tripulaciones de los vuelos, a causa de los constantes desplazamientos por
el globo exigidos por la naturaleza de su profesión, son la expresión radical del
nomadismo en el mundo globalizado.
Pero no siempre las novelas de los escritores y escritoras españoles mues-
tran esta cara tan poco amable de la figura del nómada, así como de la condición
de vida impuesta por la mundialización y los principales avatares de la sociedad
posindustrial. Es verdad que la realidad se ha convertido en un maremágnum
de actitudes vitales diferentes, de identidades grupales que desbordan la defi-
nición humanística de ser humano, ante la desaparición de los valores tradicio-
nales como la familia, los roles de género o la distinción de clases, algo que se
refleja en el espíritu posthumano y distópico que estilan muchas de las novelas
españolas que retratan la verdadera naturaleza del siglo xxi.14 Esta tendencia
a la escatología y la visión apocalíptica del mundo globalizado encaja con la
fenomenología del fin formulada por Franco “Bifo” Berardi (2017), pero no esta-
blece una pauta normativa dentro de la literatura española de la globalización. El
nomadismo y la vida errática son asimismo fuente de desarrollo y evolución del
ser humano y la sociedad global, gracias no solo al enriquecimiento que supo-
ne entrar en contacto con otras culturas, descubrir realidades y modos de vida
desconocidos e insospechados, o la posibilidad de construir una sociedad más
abierta, tolerante y responsable, por cuanto los medios de transporte y comu-
nicación fomentan un mayor cultivo del espíritu crítico, un mayor conocimiento
del mundo y un mejor acceso a una información reservada en el pasado, no se
olvide, en exclusiva a las élites.
Así las cosas, si algo diferencia el enfoque que el homo viator ha mante-
nido en la literatura posmodernista de la segunda mitad del siglo xx y el que ha
cobrado en muchas de las novelas españolas de las primeras décadas del nuevo
siglo, es decir la distancia que separa una novela como La Maison de Rendez-vous

14 
Sobra decir que las reflexiones en torno al posthumanismo acaparan la atención del debate
intelectual de las últimas décadas por cuanto dinamita los principales pilares sobre los que se
asienta la arquitectura social desde la consolidación del cristianismo en la Edad Media: la posna-
cionalidad y el nuevo cosmopolitismo fruto de la globalización frente a la pertenencia a una na-
ción determinada; la superación del matrimonio convencional –cisgénero y heterosexual– como
unidad familiar básica mediante la reivindicación del poliamor, las relaciones abiertas, etc.; o las
nociones de género y sus roles, deconstruidas a partir de los postulados de la teoría feminista y
queer.

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Adolfo R. Posada

de Robbe-Grillet y La otra parte del mundo de Trejo, es el significado distinto que


encierran los viajes y la concepción del hombre como viajero. No se trata de un
viaje exótico a un destino concreto y bien definido como aquel que inspira Los
mares de Wang (2008) de Gabi Martínez. Nos referimos, antes que a viajes, al
tránsito por la geografía global como modo de vida, a desplazamientos errá-
ticos acometidos por un éxota dentro de una geografía dispersa en un mundo
globalizado y deslocalizado. Es un viaje que carece pues de origen, de raíz y de
ahí su carácter radicante.
Muchas veces este desplazamiento ni siquiera llega a término, al no existir
de antemano un límite que detenga los pasos del personaje y con él la trama
narrativa, como bien sucede en numerosas novelas fragmentarias españolas pu-
blicadas en lo que llevamos de siglo15. Antes bien, el viaje se muestra inconcluso,
pues el personaje no cumple el cometido último de su viaje, interrumpido casi
siempre deliberadamente y de forma abrupta por el autor como signo mismo
de carácter fragmentario de la literatura nómada; o si cabe, como así mismo lo
refleja Circular 07. Las afueras (2007) de Mora,16 por ser representación del mo-
vimiento acelerado y constante, circular, en bucle, sin principio ni fin de la propia
creación literaria como línea circular en torno a un concepto artístico:

—¿Cuál es su destino?
―Pues…, no lo sé…, me he montado sin pensar.
―Pero sabrá dónde va.
—No, no lo sé, es lo que trato de explicarle. (Mora 2007: 23)

Claramente el protagonista radicante del primer fragmento de Circular 07 en-


carna la figura del éxota, tal y como es concebido por Bourriaud. Como Mario
en La otra parte del mundo, quien recurre constantemente al GPS para ubicar y
guiar sus pasos por el mapa, el personaje de Mora se muestra desorientado y
avanza sin destino ni rumbo, como nómada, como éxota, en el seno de la gran
urbe de Madrid. Caracterización que se evidencia cuando Atanasio, el revisor, le
advierte de que en la línea de metro que ha tomado “no hay últimas paradas,
ni paradas intermedias. Se trata solo de seguir un círculo”, a lo cual, el viajero
contesta: “Entonces, ese es el destino, supongo” (Mora 2007: 23). En efecto, el
destino del nómada en el mundo globalizado es, de igual modo, el no-destino,

15 
La discusión en torno al fragmentarismo y su polémica ha sido ampliamente debatida por
Mora (2015). En mi caso, entiendo el adjetivo fragmentario aplicado a la literatura según la do-
ble acepción de su significado, tal y como queda recogida en el DRAE: tanto la obra compuesta
por fragmentos, esto es, en partes quebradas o divididas; como la obra incompleta o inacabada
intencionalmente. Nocilla Dream de Fernández Mallo y Circular 07 de Mora serían fragmentarias
en el sentido de la primera acepción. Paraíso Alto de Ordovás, en cambio, sería fragmentaria en
el segundo sentido, pues su narración se interrumpe sin desenlace alguno; procedimiento que se
repite por citar algunos ejemplos, pues son numerosos los casos, en los relatos fragmentarios “La
fortaleza”, perteneciente a la colección Como una historia de terror (2008) de Jon Bilbao, o “En
materia de jardines”, incluido en El mes más cruel (2010) de Pilar Adón.
16 
La singularidad de la obra Circular 07 de Mora ha sido estudiada por Calles (2011: 593-599),
Pantel (2012), Saum-Pascual (2012: 113-151), Kunz (2014), Ilasca (2016b) y Ziarkowska (2018).

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Nomadismo y vidas erráticas

el movimiento perpetuo circular que avanza y avanza sin llegar jamás a término,
como la escritura de la propia novela Circular.
Siguiendo este último hilo de pensamiento, es de notar que esta suerte
de novelas fragmentarias, suscritas de manera directa o indirecta a la poética
reticular del mutacionismo, no genera, desde luego, un cronotopo, pues no se
trata de un viaje lineal, dentro de un espacio euclidiano, sino un camino disperso,
sin trayectoria apenas, un movimiento circular, líquido y fluctuante, descentrado
y sin itinerarios, que trace un recorrido espacial estructurado de antemano. Sue-
le responder esta suerte de viajes a una concepción no lineal del desplazamiento
en el espacio narrativo, dando lugar así a una estructura rizomática o radicante
de la novela: sin raíces, sin jerarquías ni ramificaciones, estructuras narrativas
que carecen de una trama direccional y un desenlace ajustado a las convencio-
nes clásicas de la poética.
No suelen poseer estas novelas españolas protagonizadas por nómadas
ni principio ni fin, y por tanto carecen de itinerarios narrativos concretos17. Pare-
ce lógico que, habiendo superado las barreras espaciales y temporales gracias a
Internet y las redes sociales, que teniendo lugar los acontecimientos del mundo
a la par y en tiempo real en todos los puntos del globo por el fuerte desarrollo
de los medios de comunicación, y existiendo la posibilidad de viajar a cualquier
punto del planeta por medio de las conexiones que ofrecen los innumerables
puentes aéreos en la actualidad, los desplazamientos de los viajeros ya no se
establezcan tanto como viajes definidos por etapas y rutas cuanto un tránsito
continuo, una fluctuación constante, un nomadismo radicante no solo por la
geografía intercontinental, sino por el ciberespacio virtual de la red.
Antes que un mero wanderlust como el que impulsa a los cronistas pos-
modernos como Gabi Martínez, la literatura nómada española se ve inspirada
por la necesidad de escapar de la sociedad de consumo que atrapa al ser huma-
no en el mundo hiperconectado del siglo xxi. Como afirma Maffesoli, “la falta de
flexibilidad, el inmovilizarse una función, sea profesional, ideológica o afectiva,
lejos de ser signo de superioridad, de progreso social o individual, puede ser
síntoma de encierro” (2004: 23). Si desplazamos esta apreciación al campo de la
literatura, delimitar una estructura en la propia trama, en el propio camino narra-
tológico que persigue el escritor, significa alienar la propia obra literaria, limitarla
a unos moldes y unas formas obsoletas, que no se ajustan a la nueva realidad

17 
Conviene reparar en este punto en la distancia que separa ya la literatura nómada altermoder-
na y postcontemporánea frente a la literatura de viajes –odepórica, si recurrimos al tecnicismo
introducido por Nucera (1999: 129-130)–. Mientras en esta última el viaje se concibe como el
recorrido por un itinerario simbólico (periégesis), la primera contempla el viaje como finalidad en
sí mismo, como medio de vida, como transición permanente por la geografía global. Por lo tanto,
si la literaura odepórica se caracteriza en la contemporaneidad por crear o reinventar espacios
(Rubio Martín 2011: 70), la literatura nómada destacaría, en cambio, por construir la identidad
del ser humano en el mundo globalizado sobre la base del nomadismo. De ahí que no sea tan
relevante en este caso la descripción del itinerario visitado, o incluso la propia construcción del
espacio, cuanto la problematización sobre las consecuencias vitales que conllevan para el nómada
postcontemporáneo su constante deslocalización espacial por la vasta geografía del planeta. Se
trata, así pues, de una literatura volcada en la representación de un fenómeno del siglo xxi que se
distancia de los rasgos testimoniales y descriptivos predominantes en la tradicional literatura de
viajes (Alburquerque García 2011b: 17-18).

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del ser humano en un mundo desestructurado por la propia globalización y la


superación de todo estatismo político, económico o social. De ahí que muchas
novelas actuales presenten la forma fragmentaria y proyecten viajes inacabados,
circulares o incluso estáticos.
Recapitulando lo dicho, la conversión del clásico homo viator en el nóma-
da radicante es consecuencia, por lo tanto, del impacto que está teniendo la glo-
balización sobre la vida de las personas. No juzgo aquí si es positivo o negativo,
solo el hecho de que ha generado y está generando un cambio y evolución en
el ser humano que se está manifestando en la literatura española actual, a veces
como malestar e inquietud, otras como mutación y progreso. Suscita esta deses-
tructuración de la realidad, comoquiera que sea, un sentimiento de claustrofobia
y curiosidad que impulsa el deseo de escapar, de viajar como mecanismo para
sobrevivir a la ansiedad de la rutina y la sobresaturación de información a la que
nos vemos sometidos constantemente.
Como expone Maffesoli, esta suerte de sentimientos compartidos por las
sociedades de los países desarrollados ha acabado por alimentar “un imaginario
colectivo global” (2004: 53), representado por artistas y escritores por igual a
través de sus obras. En todas las novelas mencionadas, donde el nomadismo
cobra protagonismo, se refleja de una u otra forma el concepto de wanderlust
y el mundo globalizado se manifiesta a través del “vagabundeo por un orbe ili-
mitado” (Maffesoli 2004: 113) que “expresa una revuelta contra lo instituido, una
reacción contra el aburrimiento de una ciudad uniformizada” (Maffesoli 2004:
146-147). Pero también grados extremos de ansiedad, pánico, vértigo y miedo
por la pérdida y ausencia de centros de referencia, de pilares éticos sólidos a lo
que aferrarse, modelos sociales con los que identificarse, como así se observa
en las novelas de Trejo, en las tramas escapistas de Julio José Ordovás o de Sara
Mesa o en el neorruralismo de Lara Moreno.18
Pero si existe una novela donde estas actitudes y dinámicas sociológicas
que acompañan a la globalización se ven representadas con maestría y de forma
pionera, por lo menos en el campo de la literatura española, es la obra Nocilla
Dream de Fernández Mallo.19 En ella el viajero se presenta ex profeso como nó-
mada, lo cual da pie a una redefinición tácita del tópico del homo viator en el
contexto del nuevo modelo social del siglo xxi.
Asistimos en la obra de Fernández Mallo como en ninguna otra a la mu-
tación del clásico homo viator en un nómada radicante y altermoderno, llegando
incluso a ser definido como tal en la sección 79 de Nocilla Dream: “El nómada
toma por hogar una idea. Los grandes nómadas son personas de ideas inamo-

18 
Me refiero a novelas como Por si se va la luz (2013) de Moreno, Un incendio invisible (2017) de
Mesa y Paraíso Alto (2017) de Ordovás.
19 
Existe ya una amplia bibliografía en torno al Proyecto Nocilla de Fernández Mallo, si bien cabe
destacar los trabajos de Gil González (2008), Mora (2010), Henseler (2011), Pulido Tirado (2011),
Calles (2011: 553-582), Cabrerizo Romero (2012), Pantel (2012, 2018), Saum-Pascual (2012: 152-
291), Kunz (2013), Ferrari Nieto (2014: 151-169), Ilasca (2016b), Kolakowski (2016), Iacob y Posada
(2018: 47-60; 193-208).

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vibles, en tanto van dejando atrás personas y ciudades” (Fernández Mallo 2008:
148).
En este sentido y antes de nada, cabe subrayar que, en la propia defini-
ción que brinda Fernández Mallo de nómada, se encuentra implícita una nueva
concepción del ser humano. Frente al concepto de hombre y mujer que tiene
como centros de gravedad tanto el topos (la nación, el lugar de nacimiento, el
lugar de residencia) como el vínculo con el otro (la pareja, la familia), el nómada
mutante del siglo xxi se caracteriza por tener por hogar una idea (un concepto
del mundo), sin verse atado por lo tanto a lazos familiares o a la pertenencia
a una nación concreta. El nomadismo del siglo xxi, según lo define Fernández
Mallo, prescribe a todas luces un concepto identitario poshumano del hombre
y la mujer, los cuales han visto vinculada históricamente su identidad a los dos
rasgos que el nómada parece dejar atrás: personas y ciudades. 20
La definición del nómada por parte de Fernández Mallo refleja así una
índole común a muchos de sus personajes. Son nómadas, en el sentido en que
no pertenecen a un lugar concreto, sino a un concepto del mundo propio de la
posmodernidad, la sociedad posindustrial y la globalización, pero sin dejar de
mantener su peculiar idiosincrasia local, lo cual encaja con la descripción del
mundo contemporáneo como un espacio glocal, siguiendo el concepto desa-
rrollado por Ulrick Beck y Roland Robertson, donde tiene lugar la hibridación
entre las prácticas culturales locales con la propia cultura mundializada debido a
la expansión de las corporaciones multinacionales. Algo que puede observarse
en la singularidad que caracteriza a muchos personajes de Fernández Mallo, los
cuales, sin llegar a perder su idiosincrasia cultural local, pertenecen, actúan y
viven en un mundo culturalmente globalizado. 21
Desde luego, el nomadismo actual es un reflejo del impacto que está
teniendo la globalización de la economía y el efecto cultural que provoca en
nuestra sociedad. “Un éxodo masivo que”, como explica Maffesoli, “contrariando
las certezas de la identidad o las seguridades institucionales, se encamine por las
vías aventureras de una nueva búsqueda iniciática cuyos contornos todavía que-
dan por determinar” (2004: 111). La literatura es una reconstrucción simbólica del
acontecer histórico. Y, por tanto, la literatura del siglo xxi no deja de ser un claro
síntoma de los avatares del tiempo histórico que nos ha tocado vivir.
Son los escritores quienes se adelantan a los historiadores en determinar
cuál es la naturaleza del mundo que nos rodea. Anticipan la historia futura con
sus ficciones, pues son simulaciones históricas del presente. Y por utópica o ab-

20 
Recuérdese de pasada que en el mencionado “Viajar, perder países” de Vila-Matas se apuntaba
la necesidad de viajar y perder lugares “hasta que se agoten en el libro las nobles opciones de
muerte que existen” (1991: 8), de forma que el ser humano, ante la necesidad de escapar del labe-
rinto del suicidio, se libere de sus raíces y la pertenencia a un lugar concreto, como reza el poema
de Pessoa que inspira el fragmento del autor catalán.
21 
No solo es apreciable esta dinámica glocal en la narrativa de Fernández Mallo, sino asimismo
en otras muchas novelas de narradores españoles del siglo xxi. Desde la representación de la cul-
tura local española y francesa en Los hemisferios (2014) de Cuenca Sandoval, hasta el papel des-
empeñado por la ciudad de Barcelona en La otra parte del mundo de Juan Trejo. Para un estudio
detallado de la cuestión, véase el trabajo de Mora (2014) citado anteriormente.

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surda que resulte, se encuentra implícita en ella la mentalidad del tiempo que la
gestó. Por más medieval que quiera resultarnos el Macbeth de Shakespeare no
deja de ser una alegoría sobre la crisis política y social del Barroco; de la misma
forma que, aun cuando una novela distópica como Un incendio invisible de Sara
Mesa parezca ambientada en un futuro o si cabe en un universo paralelo apo-
calíptico inexistente, no es más ni menos que un indicio fidedigno de nuestro
tiempo: la desindustrialización de las grandes ciudades modernas y la deslocali-
zación capitalista de los medios de producción, cuyo emblema no es otro que la
ruinosa ciudad de Detroit.
No de diferente forma habría que entender los ambientes y temas repre-
sentados por los numerosos fragmentos que conforma la narrativa de Fernán-
dez Mallo. Y de ahí que el protagonismo que alcanzan en su trilogía mutante
las “figuras tomadas del desplazamiento espacial (errancia, trayectos, expedicio-
nes)” (Bourriaud 2009b: 89) sea sintomático. Tal es su resonancia que se presen-
ta, de hecho, en las diferentes modalidades y facetas que viene adoptando en la
teoría posmoderna, entre ellas como el personaje que habita no-lugares por su
disidencia política o su condición subalterna. Es el caso de Kenny, protagonista
de la sección 92 de Nocilla Dream:

… fugado de la justicia canadiense, vive desde hace 4 años en la terminal inter-


nacional del aeropuerto de Singapur. Sin papeles, y harto de que lo repatriaran
de un país a otro, decidió quedarse ahí, en ese no-lugar que, legalmente, no
pertenece a un país ni estado alguno. (Fernández Mallo 2008: 170)

La importancia que cobran los espacios fronterizos, los intersticios urbanos y las
construcciones abandonadas son asimismo un espejo de la desolación que afec-
ta al ser humano en el siglo xxi y de la naturaleza nómada de la sociedad posin-
dustrial. Desde el desierto montañoso que atraviesa la carretera US50 del Estado
de Nevada hasta micronaciones tales como El Reino de Elgaland & Vargaland, la
novela se construye sobre territorios intersticiales y no-lugares, cuyo paradigma
sería la terminal internacional del aeropuerto de Singapur, “la cual legalmente,
no pertenece a un país ni estado alguno” y es fruto a la vez que símbolo de la
globalización y mundialización del planeta.
Pero no es esta la única faceta del nómada que se ve representada en la
narrativa de Fernández Mallo. También y en concreto, uno de los personajes más
destacados en cuanto a su nomadismo radicante en Nocilla Dream es Ernes-
to, trasunto del Che Guevara, que protagoniza la sección 90. Presenta su figura
una clara antítesis entre el concepto clásico de viajero y la exploración moderna
frente a la nueva forma de entender al nómada inmerso en el proceso de globa-
lización como éxota:

En primer lugar no quería porque consideraba que viajar es un atraso desde


que ya todo está descubierto, y que no tiene sentido andar por ahí emulando
a los exploradores del 19. En segundo lugar porque Internet, la literatura, el
cine y la televisión es la forma contemporánea del viaje, más evolucionada
que el viaje físico, reservado este para esas mentes simples que si no tocan la

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Nomadismo y vidas erráticas

materia con sus manos son incapaces de sentir cosa alguna. (Fernández Mallo
2008: 167)

La escritura de Fernández Mallo refleja claramente en este punto lo expuesto


por Bourriaud:

Hoy, el viaje está omnipresente en las obras contemporáneas, sea porque los
artistas toman sus formas (trayectos, expediciones, mapas...), o su iconografía
(espacios vírgenes; junglas, desiertos) o sus métodos (los del antropólogo, del
arqueólogo, del explorador...). Si este imaginario nace de la globalización, de
la democratización del turismo y del commuting, subrayemos la paradoja que
constituye tal obsesión del viaje en el momento de la desaparición de cualquier
Terra incognita de la superficie del globo: ¿cómo ser explorador de un mundo
desde ahora dividido en zonas por los satélites y del que cada milímetro se
encuentra registrado en un catastro? (Bourriaud 2009b: 124)

Es tópica a estas alturas la idea del viaje virtual en especial entre los escritores
mutantes. Internet favorece el acceso al ciberespacio infinito, lo cual permite la
exploración del ciberespacio ilimitado virtual a través de “la práctica del websur-
fing” (Bourriaud 2009b: 132).
La literatura mutante acelera, por tanto, la reinvención del concepto de
viajar y del propio tópico literario del homo viator a través de las diferentes prác-
ticas culturales del siglo xxi. 22 Recuérdese a este respecto la significativa Crónica
de viaje (2014) de Jorge Carrión, la cual presenta un viaje de búsquedas a través
de Google en busca de las raíces andaluzas del escritor catalán. 23
Coincide aquí la perspectiva del viaje y del viajero de Carrión con lo ex-
presado por Augé a este propósito: “No es una casualidad que la metáfora del
viaje a menudo se relacione hoy con la actividad cibernética. La gente, se dice,
navega en Internet” (2006: 14). Pero cabe recordar que el teórico francés es crí-
tico asimismo con muchas prácticas turísticas actuales y en especial con el “viaje
inmóvil”, pues considera que esta suerte de viaje no acaba por transformar ver-
daderamente a la persona. No obstante, el nómada digital encaja con el ideal
de viajero, pues “intenta existir, formarse y nunca sabrá qué es o quién es en
realidad” (Augé 2006: 14).
Tanto más si el mundo globalizado del siglo xxi es un modelo social y
económico líquido, deslocalizado y desierto donde los viajes, a causa de la tec-
nología, han perdido su esencia por haber dejado de existir una verdadera Terra
incognita. Ya no se trata el éxota de un mero viajero que trata de encontrar su
identidad al emprender un viaje hacia lo desconocido, sino un nómada sin iden-

22 
El nomadismo ha trascendido su propia razón de ser como desplazamiento planetario, desde
el momento en que el ciudadano actual, testigo y protagonista del proceso de virtualización de
la realidad impulsado por la propia globalización, “encuentra en lo digital un espacio de conver-
sación y de recepción informativa no sujeto a aduanas ni control de inmigración, en el que puede
campar a sus anchas, liberado de las molestias del desplazamiento” (Mora 2014: 330).
23 
Véanse Calles (2012: 529-534), Saum-Pascual (2012: 292-375), Pantel (2013), Ilasca (2016a) y
Pastor (2017).

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tidad fija que se desplazada por un espacio no euclidiano, ya sea físico como
virtual, en busca de un hábitat temporal y precario. Este nuevo hábitat para los
nómadas de la globalización está representado por las metrópolis del siglo xxi,
en las cuales “la existencia ya no gira en torno a una identidad, una residencia,
o un apego ideológico o profesional, sino que está entregada a su errar como
punto de partida” (Maffesoli 2004: 151).
La identidad del individuo se basa en la identidad cultural del espacio en
que reside momentáneamente, de forma provisional, como si viviese siempre en
un continuo intersticio, un espacio siempre fronterizo vacío y fluctuante entre
dos lugares, como la propia red, a caballo entre la realidad y la virtualidad. De
ahí que Bourriaud, haciendo alusión a la teoría nómada posmoderna, recalque
la necesidad de diferenciar entre “las identidades en un proyecto nómada y la
constitución de una ciudadanía elástica basada en las necesidades del capital,
sumergida en la cultura sin suelo” (2009b: 69).
Un tipo de nómada que no utiliza el viaje o el turismo como otra forma
de consumo, tal y como criticaría Augé. Antes bien, se trata de una concepción
del propio nomadismo como actitud vital errática forzada por la circunstancia
socioeconómica, independientemente del anhelo y el deseo de viajar propicia-
do por el wanderlust. La inquietud de éxota es la que impulsa el movimiento. Se
mueve y transita el nómada contemporáneo en una transformación constante
de su identidad. No posee una identidad fija, vinculada a una nación, un territo-
rio, una costumbre, sino que “tiene por hogar una idea”, como escribe Fernández
Mallo. La idea de pertenecer no a un único sitio sino a todos los posibles. Un
tipo de nómada inmóvil, en definitiva, que convierte la red en su peculiar modo
de vida errática, en su medio de desplazamiento por el ilimitado ciberespacio,
verdaderos buscadores de Griales tecnológicos y crisoles multiculturales en un
mundo globalizado, sin siquiera salir de su habitación, como concluye Maffesoli:

Sedentarios sin patria, aventureros inmóviles a la manera de ciertos espíritus


notables, viviendo en comunión con diferentes culturas sin desplazarse. Así
son en efecto, gracias a la ayuda de las nuevas tecnologías, los buscadores del
Grial contemporáneos. Ya sea que naveguen por internet, o que vibren con-
movidos por un concierto retransmitido mundialmente por televisión o por las
hazañas de un atleta olímpico, sus sueños les conducen hacia los cuatro puntos
cardinales. (Maffesoli 2004: 154)

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