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Propiedad Intelectual – Parte general

Las ideas y la imposibilidad de apropiación. Expresión de ideas legalmente protegidas y no


protegidas. Obras intelectuales, inventos, marcas comerciales, diseños industriales.
Diferencias y distintas protecciones. Nacimiento del derecho. Ámbito territorial.
Temporalidad. Características: novedad, originalidad, creatividad. Derechos sobre la obra,
personalísimos y de explotación económica.

LAS IDEAS NO PUEDEN SER DE NADIE


Si a alguien se le ocurre una buena idea para hacer un negocio y además hace saber que
pronto la pondrá en ejecución y aparece otro que, anticipándose, lo implementa, decimos
que el segundo le “robó” la idea al primero. Si alguien sostiene una nueva teoría sobre el
origen del hombre en América, la dice y otro inmediatamente escribe un libro donde
sostiene esa misma teoría, decimos que este le “robó” la idea a aquel.

En estos casos y muchos parecidos entendemos perfectamente lo incorrecto de la acción y


podemos impugnar el acto desde el punto de vista moral o académico, pero cometemos
un error al hablar de “robo” porque las ideas, de ninguna manera y en ninguna parte del
mundo, pueden “hurtarse” ni “robarse”. Para hurtar o robar el objeto del que alguien se
apodera debe ser ajeno y las ideas como tales no son susceptibles de propiedad.

Todas nuestras actividades, las importantes y las triviales, son producto de nuestras ideas.
El ser humano funciona a ideas.

Pero debemos realizar una diferenciación muy importante. Una cosa es una idea para
realizar algo y otra muy distinta su expresión concreta, determinada, es decir, la expresión
de la forma concreta de su realización. No es lo mismo la idea que inspira una canción y la
canción ya compuesta. No es lo mismo la idea de desarrollar un programa de computación
que sirva para ciertas tareas y el programa elaborado. No es lo mismo la idea de construir
una casa que el plano para hacerla.

De esta manera, las ideas producen negocios, problemas, canciones, obras de teatro,
jugadas de fútbol, bromas, aparatos para hacer gimnasia, programas de computación,
notaciones musicales, planes de evacuación para casos de incendios, dibujos, planos de
puentes, arreglos florales, etc.

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Entonces, existe la concepción de la idea y, tras un proceso de elaboración, lo producido
por esa idea.

Sobre esta realidad humana y social que va produciendo cosas gracias a ideas actúa el
derecho y lo hace mediante este proceso:

a) Mediante el dictado de una ley, crea un concepto que agrupa un conjunto


de esos objetos creados. Así, por ejemplo, el concepto de “obra
intelectual”, “invento”, “diseño industrial”, etc. De esta manera, agrupa
esas elaboraciones en conjuntos circunscriptos.

Obsérvese que las clasificaciones que se producen como consecuencia de este paso
podrían haber sido distintas.

b) Dicta para ese conjunto un sistema jurídico, es decir, normas que


establecerán el momento en que se adquiere la propiedad.
c) En ocasiones, la ley establece también tipos penales para quien viole los
derechos de los ahora -en virtud de esa ley- propietarios de lo creado.

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Entonces, algunos de los conceptos han quedado “encuadrados” (aunque en el gráfico,
por un rectángulo), caracterizados, definidos, mientras que muchas otras de las realidades
producidas por las ideas no han merecido ese tratamiento legislativo. Esa diferencia se
produce porque la ley decide proteger algunas de esas creaciones y otras no, conforme lo
que los legisladores entienden son los valores e intereses de una sociedad.

OBRAS INTELECTUALES E INVENTOS, MARCAS COMERCIALES, DISEÑOS


INDUSTRIALES
Cuentos, novelas, obras musicales, dibujos, esculturas, manuales de análisis matemático,
poesías, pinturas al óleo, libros de historia antigua, fotografías, etc. ¿Qué tienen de
común?

Planchas que ahorran energía, bicicletas ultralivianas y plegables en cuatro, bolígrafos que
escriben bajo el agua, minihelicópteros individuales de uso urbano, carbón para hacer
asado que no solo no ensucia las manos, sino que las limpia y suaviza, etc. ¿Qué tienen de
común?

En el primer caso, se trata de obras artísticas, literarias, científicas y pedagógicas. Lo


material (el papel del libro, el sonido de la canción o la piedra de la escultura) carece de
importancia en cuanto a la obra, es solamente un “soporte”, lo relevante es el sentido.

En el segundo caso, se trata de cosas tangibles que solucionan problemas prácticos, son
de utilidad material.

En el primer caso, el objetivo de la obra es satisfacer necesidades espirituales, estéticas,


intelectuales; en el segundo, se busca resolver problemas prácticos y son de esencial
importancia económica, tanto para su dueño como para la economía de un país.

A las primeras, la ley las agrupa y las denomina “obras intelectuales”, y para ellas
desarrolla el régimen jurídico de la propiedad intelectual o derecho de autor; a las
segundas, la ley las agrupa y las protege con el régimen de patentes de invención.

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Viendo el grafico, entendemos el error en frases como: ¿patentaste tu idea? (las ideas
como tales no están protegidas y lo único que se patenta son los inventos), ¿patentaste tu
obra intelectual? (ídem).

Este régimen jurídico de propiedad intelectual y de patentes de invención recién se


consolidó en el siglo XIX. ¿Podría haberse creado un sistema único que abarcase ambas
categorías actuales? Por supuesto. La clasificación la realiza la ley, basándose en las
concepciones que se sostienen en la cultura del momento, respecto el universo físico, la
economía, los derechos de las personas, el papel del Estado, etc.

En forma similar fueron protegidas las marcas comerciales, es decir, aquellos símbolos que
identifican un producto dentro de un mercado y los diseños industriales.

OBRAS INTELECTUALES
Son creaciones artísticas, literarias, científicas y pedagógicas. La protección fundamental
es que nadie puede reproducirlas sin el consentimiento del autor, propietario o titular. El
régimen jurídico tiene estas características:

a) Es internacional. Se ha desarrollado a través de convenios internacionales


que establecen características mínimas comunes a todos los países.
Respetando esas características, cada país tiene algunas peculiaridades.
A través de esos acuerdos, las obras intelectuales se encuentran protegidas
en todo el mundo. Es decir, que si alguien realiza una obra musical en la
Argentina, esa obra no podrá ser reproducida sin su autorización en
Bélgica, en Sudáfrica, en Colombia, etc.

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b) La propiedad se adquiere en el mismo momento de la creación.

c) Se inscriben en los registros de la propiedad intelectual. Esa inscripción no


otorga la propiedad, sino que tiene como función esencial resguardar la
prueba sobre quién es el que la creó. No es una prueba definitiva (alguien
podría inscribir una obra que hubiera hecho otra persona), pero demuestra
que el día de la inscripción estaba en poder de quien la realice.

d) Una característica fundamental y que hoy ocupa el centro de las


discusiones es el carácter de temporal. A diferencia de los objetos
materiales, cuya propiedad es infinita en el tiempo, todos estos derechos
(propiedad intelectual, patentes de invención, diseños industriales, marcas
comerciales, etc.) tienen vigencia temporal. Eso quiere decir que, pasado
cierto tiempo, dejan de pertenecer al autor o a sus descendientes y se
convierten en objetos de uso público, es decir, son de todos o son de nadie,
que para el caso resulta ser lo mismo.

EL CARÁCTER TEMPORAL
¿Por qué si sobre un objeto material somos dueños para siempre mientras no lo
transmitamos en vida o a nuestros herederos, estos derechos son solo de validez
temporal?

En las obras intelectuales, la razón es esta: supongamos que alguien escribe una poesía,
un soneto, como el siguiente:
Al promediar la tarde de aquel día
Cuando iba mi habitual adiós a darte
Fue una leve congoja de dejarte
Lo que me hizo saber que te quería

Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía…


con tu rubor me iluminó al hablarte
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía

Fue silencio y temblor nuestra sorpresa


mas ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan blando

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que nuestros labios suspiraron quedos
y tu alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviese desojando

El autor es Leopoldo Lugones (1874-1938) y el soneto se llama “Alma venturosa”.

Mediante un proceso creativo, muy inspirado, el autor lo compuso. Es decir, la obra es


producto del genio individual del autor. Sin embargo, pudo hacerlo por haber recibido
toda una herencia cultural. Las metáforas, las rimas, la forma soneto (versos
endecasílabos en dos cuartetos y dos tercetos), el mismo idioma castellano, no fueron
creados por el autor que se benefició así del patrimonio cultural que la sociedad le dio.

En consecuencia, la ley establece que las obras intelectuales pertenecerán a sus creadores
por un determinado tiempo y luego pasarán al patrimonio común, no al Estado, como a
veces se cree. Así serán de uso público, libres de derechos. De esta manera, podemos
ejecutar las obras de J. S. Bach o recitar el Martín Fierro cuanto queramos y sin solicitar
permiso de nadie.

Lo que interesa ahora es saber cuáles son los plazos de protección. Históricamente, ha
sucedido algo curioso. Por ejemplo, la ley argentina (ley 11.723) fue dictada en el año
1933 y estableció un plazo de protección de 30 años después de la muerte del autor. Es
decir, al autor le pertenecía el derecho de explotar la obra durante toda su vida y a sus
herederos, durante los 30 años después de su muerte. Este plazo fue considerado el de
equidad entre los intereses de los autores y los de la sociedad.

En 1933, los autos eran negros, los hombres usaban sombrero desde muy jóvenes, casi
todo el mundo escribía a mano, con pluma, las novedades de los libros publicados en
Europa llegaban con muchos meses de demora, desde que se escribía un libro y hasta que
se publicaba pasaba muchísimo tiempo, las comunicaciones y los viajes eran lentos, el
promedio de vida no llegaba a los 60 años, etc. Este era el contexto en el cual se
establecieron 30 años como fórmula de equidad.

A medida que se mejoraron las comunicaciones, las tecnologías de impresión y


reproducción de libros, se desarrollaron las filmaciones, etc., el plazo, que
razonablemente debía disminuirse porque la explotación económica de las obras
intelectuales se realizaba mucho más veloz e intensamente, fue extendido por la ley.

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Ahora, con las tecnologías de la informática, en el mundo de las redes sociales, la
extensión inusitada del promedio de vida… los plazos volvieron a extenderse e incluso a
ampliarse los ámbitos protegidos.

Actualmente, en la Argentina, la obra se encuentra protegida durante toda la vida de su


autor y luego pertenece a sus herederos durante 70 años, contados desde el 1 de enero
siguiente a su muerte.

CARACTERÍSTICAS: NOVEDAD, ORIGINALIDAD, CREATIVIDAD


Pero no cualquier creación producto del trabajo intelectual llega a ser una obra
intelectual. Para ser tal, debe cumplir algunos requisitos, a saber:

a) Debe ser Novedosa. La obra intelectual no debe existir antes. Parece trivial,
si ya existía es solo una copia. Pero toda obra intelectual tiene
antecedentes, parecidos, similitudes. Hasta podríamos decir que toda obra
intelectual es la modificación de otra anterior previamente existente.
Podemos rastrear los cuentos de Jorge Luis Borges y descubrir sus
antecedentes que, muchas veces, el mismo autor los da a conocer.
Podemos rastrear las ideas previas y también el estilo.
Todas las creaciones musicales pertenecen a “corrientes” con las que se
identifican por sus parecidos.
El problema es: ¿cuánto debe modificarse una obra para ser otra? En
Buenos Aires, se representaba una comedia: El Romeo y la Julieta. El
asunto, los amores entre dos miembros de familias enfrentadas que
defendían su amor en un barrio de Buenos Aires. Obviamente, una
transformación de la famosa obra de Shakespeare.
La famosísima obra de Dan Brown, El Código Da Vinci, se basó en un ensayo
de Nichael Baigent y Richard Leigh y motivó un juicio por fraude. La
sentencia resolvió que si bien era el argumento muy similar, la forma de
tratarlo fue distinta, por lo que rechazó la millonaria demanda.
La obra Adiós Nonino, de Piazzola, tiene partes de su melodía que son
exactamente iguales a la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonín Dvorák.
Hace muy poco tiempo, un escritor realizó una obra que tituló El Aleph
engordado. Consistió en el texto del cuento “El Aleph”, de Jorge Luis
Borges, con el agregado de párrafos. La heredera de los derechos de Borges
inició una acción penal que en un primer momento fue rechazada por

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considerarse que era una obra distinta, pero finalmente se modificó y se
dio curso a la acción penal por fraude a los derechos de propiedad
intelectual.
Entonces, una creación para ser una obra intelectual, debe ser novedosa.

b) Debe ser Originaria. Suele llamarse a esta característica “original”, pero eso
provoca un problema de palabras porque generalmente entendemos por
“original” ser novedosa.
Originaria es una obra que nace del espíritu de una persona, allí tiene su
origen. Dentro del ambiente ideológico en el cual se desarrolló el sistema
de la propiedad intelectual, el espíritu se expresa en la poesía, en la música,
en las novelas, en las esculturas. Y esas producciones del espíritu son las
que están protegidas por el sistema de la propiedad intelectual.
¿Y los negocios? Los desarrollos de negocios, la idea principal, la
determinación de los canales de distribución del producto, las formas de
financiamiento, las estructuras de promoción, la organización para su
desarrollo, etc., ¿están protegidas por el régimen de propiedad intelectual?
La respuesta es “No”. Puede decirse que se requiere un gran esfuerzo
intelectual, y es cierto, pero no es el esfuerzo intelectual lo que está
protegido (pese a que ese error se puede leer en obras conocidas). Y la
causa es que -dentro de esa concepción- no son producciones del espíritu,
no son originarias. Solamente son originarias aquellas obras de contenido
artístico, literario, científico o pedagógico. Podría aducirse que hoy existe
una fuerte tendencia a considerar que en las creaciones comerciales u
organizacionales también se expresa lo auténtico del espíritu humano (sea
lo que sea el espíritu humano). Sin embargo, eso no ha llegado a nuestros
sistemas legales.

c) Debe ser Creativa. Una obra es creativa cuando no es trivial. Una casita:

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no es novedosa, ni originaria, ni creativa. Podríamos dibujar una casita igual, pero
con una chimenea de 250 metros de largo. Sin duda, será novedosa (seguramente
a nadie en el mundo se le ha ocurrido hacerlo), pero no será creativa porque lo
único que requiere es una prolongación de las líneas. Lo creativo es lo distinto. El
espíritu se manifiesta a través de obras totalmente únicas y que pueden expresar
una singularidad que enriquece el universo.
No resulta posible explicar en forma abstracta el concepto de creatividad en las
obras intelectuales, pero sí en casos concretos. De todos modos, en la práctica
judicial se aplica un criterio amplísimo, ya que no se evalúa el valor estético, sino la
singularidad.

Estas propiedades -NOVEDOSA, ORIGINARIA y CREATIVA- necesariamente las debe tener


una expresión de ideas para calificar como obra intelectual.

DERECHOS SOBRE LA OBRA, PERSONALÍSIMOS Y DE EXPLOTACIÓN ECONÓMICA


Como expresión de una idea, se produce una obra novedosa, originaria y creativa, es
decir, una obra intelectual, que está protegida contra reproducciones no autorizadas en
casi todos los países del mundo, desde el momento de su creación y por un período
limitado (aunque bastante amplio) de tiempo.

Reproducir una obra puede ser realizado de muchas maneras: fotocopiando un libro,
cantando una canción, representando una obra de teatro, etc.

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Pero, además, ¿qué derechos concretos tiene el autor? Son de dos clases: derechos
personalísimos y derechos de explotación económica.

Los derechos personalísimos son derechos inalienables, es decir, que no pueden ser
enajenados ni siquiera por el mismo titular de esos derechos, son derechos de la persona
humana.

El propietario de un automóvil o de una casa tiene sobre esos bienes derechos de


propiedad, pero no tiene derechos personalísimos. En cambio, el autor sí los tiene sobre
su obra. ¿Cuál es la razón de esta diferencia? Se encuentra en el carácter de originaria de
la obra, en el hecho de ser una producción del espíritu y parte del espíritu del autor, parte
de su alma ha quedado en su creación (según la ideología que dio fundamento al régimen
jurídico de la propiedad intelectual). El autor no puede renunciar a esos derechos, como
no puede renunciar a su libertad, a su nombre, a su propio cuerpo. Ellos son:

a) Derecho de autoría. Si el autor de una novela hiciere un contrato de


edición a fin de que se publique y venda y una de las cláusulas autorizara a
publicar la obra con el nombre de otra persona como autor, esa cláusula no
tendría ninguna validez. Siempre el autor -a pesar de haber firmado ese
contrato- podría pedir que se exhiba su autoría. Históricamente, existen
muchas sospechas de falsos autores, como podemos ver en el final de la
película AMADEUS, en la que alguien contrata la música para la misa de
difuntos (el famosísimo Réquiem), con motivo del fallecimiento de su
esposa y para presentarlo como obra propia. También existen muchas
sospechas actuales sobre algunos “autores” cuyos libros son escritos por
terceros contratados.

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b) Derecho de integridad. Es el derecho inalienable a que la obra se mantenga
intacta, sin mutilaciones ni agregados, según el autor la creara. También
aquí cualquier cláusula en contrario será nula.

c) Derecho de arrepentimiento. Este resulta ser un derecho curiosísimo.


Supongamos que el autor de una novela contrata su edición. Cuando los
libros ya están impresos y a la venta, se arrepiente. El editor no puede
seguir vendiéndola. Eso sí, existe una condición esencial, que el autor
pague los daños que produce su decisión. También se ve claramente que
este extraño derecho se basa en que la obra es concebida como un trozo
del alma del autor y este sigue manteniendo sus derechos sobre su alma
puesta a circular. Y también que no puede dañarse a los contratantes, por
eso se debe pagar los daños ocasionados.

Podemos imaginar que alguien hubiera sido marxista-leninista y ahora se hubiera


convertido al neoconservadurismo. Pues bien, es bastante razonable que no quiera estar
haciendo en sus libros la apología de aquello que ahora repudia. También puede ser por
motivos estéticos (muchos autores han repudiado con el tiempo sus creaciones
tempranas).

Los derechos de explotación económica son todos aquellos que permiten al autor difundir
su obra a través de autorizaciones de reproducción, ya sean onerosas o gratuitas (con lo
cual observamos una pequeña incorrección en su denominación).

El autor tiene el derecho de “configurar” la manera, las condiciones, los límites, en que
entrega su obra para la reproducción. Esto permite infinidad de variantes. Por ejemplo,
puede entregarse una novela y autorizar su edición dentro de la Argentina y Uruguay, o en
el ámbito latinoamericano, o en todo el mundo, o con un límite de 30.000 ejemplares,
para su edición exclusiva o sin perjuicio de darle el derecho a otros, o con un límite
temporal de 5 años, o a perpetuidad, por un precio o gratuitamente, etc.

Entonces, el autor realiza convenios que establecen, dentro de la totalidad de lo posible,


cuáles son los límites de lo autorizado.

Los derechos personalísimos están simbolizados por un rectángulo e intentan expresar


que son como son, inamovibles, inflexibles, establecidos, inmodificables. Mientras que los
derechos de explotación económica son esencialmente “dibujados” por las autorizaciones
de los autores. Dentro de todo el ámbito de su derecho, el autor diseña o elige (a través
de convenios) lo que va a entregar.

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