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Terapias Miofasciales Induccion Miofasci-1
Terapias Miofasciales Induccion Miofasci-1
miofasciales:
inducción
miofascial
ANDRZEJ PILAT
ERRNVPHGLFRVRUJ
Revisión técnica:
Alicia Batuecas Suárez
Profesora Titular de Fisiología.
Universidad Autónoma de Madrid
ISBN: 84-486-0559-4
Depósito legal: M. 41.290-2003
CONTENIDO
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
ASPECTOS TEÓRICOS
Postura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Evaluación y corrección postural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
Mantenimiento de una postura correcta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
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CONTENIDO
APLICACIONES PRÁCTICAS
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CONTENIDO
5
CONTENIDO
Índice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 617
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A mi esposa Yulita
con todo mi amor
A mi esposa Yulita
con todo mi amor
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AGRADECIMIENTOS
AGRADECIMIENTOS
La creación de un libro es un proceso fascinante, pero también muy laborioso y
difícil. Generalmente, hay un innumerable número de personas que colaboran en
él. Es difícil enumerarlas en orden de importancia.
Quisiera particularmente, dar las gracias a todos mis alumnos y amigos de pre-
grado y posgrado en diferentes lugares del mundo, quienes con su alto nivel de
exigencia me estimularon en la búsqueda de una información veraz y actualizada
para navegar por el mar de la telaraña fascial.
A mis colaboradores inmediatos en la aventura diaria de resolver los retos rela-
cionados con los tratamientos miofasciales y que, con sus observaciones críticas,
permitieron mejorar la explicación de las descripciones técnicas.
A los especialistas científicos que me orientaron en los, casi siempre descabella-
dos, conceptos expuestos en la parte teórica y permitieron que bajara de nuevo a la
tierra, recordándome que la gravedad existe. Es su gran labor (el control de los
conceptos y las oportunas correcciones de mis fantasías miofasciales), la que per-
mitió elaborar el marco teórico. Los créditos son para Alicia Batuecas, profesora
titular de Fisiología de la Facultad de Biología de la Universidad Autónoma de Ma-
drid; el extraordinario fisioterapeuta José Luis González Nieto, fundador de la Es-
cuela de Fisioterapia de la ONCE, quien me convenció para escribir el libro y tam-
bién revisó los capítulos relacionados con las aplicaciones prácticas, y mi gran
amigo, el arquitecto Michelle Testa, quien tuvo la paciencia de escuchar mis plan-
teamientos en los momentos más difíciles y resolver los problemas que a veces me
parecían irresolubles.
A Anders Teodorowicz, no sólo por el diseño de la preciosa portada del libro,
sino también por entender el espíritu de las fascias y orientarme en la composición
y el diseño de la presentación del libro.
Al Prof. José Miguel Tricás Moreno, por encauzar en el momento oportuno el
proyecto del libro hacia su edición.
Finalmente, a mi adorada esposa y nuestros hijos; a ellos debo el no haberme
rendido en este viaje a Itaca. Los quiero mucho.
A todos, GRACIAS,
Andrzej Pilat
8
PREFACIO
PREFACIO
A lo largo de los siglos, los tratamientos relacionados con diferentes tipos de ma-
niobras manuales se dirigieron principalmente a las lesiones del aparato locomotor.
El análisis de estas lesiones, así como también el de las formas de acción de las
maniobras manuales aplicadas en el proceso de tratamiento, se perfeccionó a lo
largo de los años, según las aportaciones científicas vigentes en cada época.
9
PREFACIO
10
PREFACIO
Andrzej Pilat
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RECOMENDACIONES PARA EL LECTOR
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WHyULFRV
Concepto
de la fascia
y su
estructura
CONCEPTO DE LA FASCIA Y SU ESTRUCTURA
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CONCEPTO DE LA FASCIA Y SU ESTRUCTURA
17
CONCEPTO DE LA FASCIA Y SU ESTRUCTURA
Cada parte del músculo, cada una de sus fibras y fascículos, está rodeada por la
fascia. Estas «fascias» no están separadas una de otra, sino que se conectan entre
sí o, mejor dicho, forman una sola fascia, una envoltura de recorrido continuo con
sus dobleces que permiten cobijar y encerrar los elementos anatómicos de nuestro
cuerpo. Se puede sugerir que, en cierto modo, es el sistema fascial el que determi-
na la estructura corporal. Para visualizar mejor este enfoque, se puede comparar la
estructura del sistema fascial con la de una naranja, donde la pulpa rellena los
compartimientos formados por la estructura de la concha de la fruta. Al sacar la
pulpa, la estructura de la fruta se mantiene prácticamente intacta, conservando la
forma original de la naranja (Figs. 2 y 3).
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CONCEPTO DE LA FASCIA Y SU ESTRUCTURA
Fig. 2. Naranja con pulpa. La forma de la naranja se confunde entre las dos estructu-
ras: pulpa y concha. La comparación que se realiza es entre el músculo y la fascia.
La visión presentada no es una idea nueva y fue propuesta por varios inves-
tigadores, entre los cuales se debe mencionar a Ida Rolf, la creadora de un proceso
de evaluación y tratamiento integral de los trastornos funcionales del organismo
basado en las correcciones realizadas en el sistema fascial y conocido como rolfing.
Se podría considerar esta comparación como algo muy simplista y remoto a la
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CONCEPTO DE LA FASCIA Y SU ESTRUCTURA
estructura real del sistema fascial del cuerpo. Sin embargo, las investigaciones re-
cientes confirman esta visión, enfocando, cada vez más, el sistema fascial como
una estructura unificadora, protectora y correctora del cuerpo. El sistema fascial
sano y equilibrado, con capacidad de realizar un estiramiento libre y completo,
asegura al organismo la posibilidad de realizar un movimiento de amplitud comple-
ta y sincronizado, siempre en la búsqueda de la máxima eficacia funcional con un
mínimo gasto de energía; así como ya dijo hace seis siglos Leonardo Da Vinci:
«conseguir lo máximo con lo mínimo» (Cuadrado, 1998).
Sin embargo, el mismo sistema puede interferir en un desarrollo normal de los
movimientos al encontrarse restringido y bloqueado, imposibilitando la eficiente
ejecución de los movimientos, si se considera que el material que forma las adhe-
rencias y el tejido de cicatrización es similar al de la fascia.
Se podrían formular las siguientes interrogantes:
• ¿Se podrían cambiar la forma y la función de un órgano (músculo o víscera) al
encontrarse su sistema fascial restringido?
• ¿Qué influencias podría tener esta restricción en el comportamiento funcio-
nal del cuerpo?:
– ¿Limitación del movimiento?
– ¿Dolor?
• ¿De qué manera se manifestarían estos cambios?
• ¿Qué repercusiones tendrían en la estructura y en la función corporal?
Para poder responder a las preguntas formuladas, se deben explorar más a
fondo las propiedades del sistema fascial en lo que respecta a su anatomía, histolo-
gía y biomecánica.
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Bases
anatómicas
y fisiológicas
del sistema
fascial
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
En los libros clásicos y en los atlas de anatomía se muestra, por lo general por
separado, el sistema óseo, el musculotendinoso y el sistema inerte de sostén articu-
lar, es decir, las cápsulas articulares y los ligamentos. En ese tipo de publicaciones,
es difícil visualizar, de una manera completa, el sistema de integración corporal, el
sistema fascial. Muchas veces, el aprendizaje de la anatomía se realiza de un modo
abstracto, debido a una falta de relación funcional entre los elementos básicos del
cuerpo. El análisis del sistema fascial desde un enfoque topográfico, en el que se
define la fascia como un revestimiento y como una red localizada entre la piel y las
estructuras subyacentes (como lo son, por ejemplo, los músculos y los huesos) y se
la divide en dos niveles, superficial y profundo (la cual, por una parte, cubre los
músculos individuales y, por otra, los separa en grupos) limita nuestra visión del
cuerpo a un análisis descriptivo (Thiel, 2000). Nuestro interés se centra en un análi-
sis más completo y enfocado hacia un sistema dinámico del cuerpo, incluyendo en
él todas las disciplinas que pudieran sumarse a nuestros conocimientos «en el rol
de este complejo tejido en la salud y en la enfermedad» (Bienfait, 1999).
La anatomía descriptiva reconoce los planos fasciales que envuelven, como es-
pecie de sutiles sobres, los músculos y las vísceras, fijando y protegiendo su espacio
concreto dentro del cuerpo. La continuidad de estas láminas, que al mismo tiempo
unifican y separan los músculos y las vísceras vecinas, se puede trazar entre un área
y otra. Por ejemplo, se puede dibujar la fascia que envuelve los músculos escalenos
y se continúa con la fascia de los músculos adyacentes, como también con las
vísceras de la región cervical, que asimismo está íntimamente relacionada con los
plexos nerviosos de la región cervical y torácica, continuando hacia las membranas
pleurales (Gallaudet, 1931; Bienfait, 1999; Bochenek, 1997; Thiel, 2000). Sin em-
bargo, como ya se ha mencionado, se propone la descripción del sistema fascial de
forma parecida a la de un órgano o sistema corporal, considerando sus diversas
funciones, entre las que destacan el sostén y la conexión muscular-intermuscular
como también visceral-intervisceral. Estas funciones deben relacionarse con la sin-
cronización de los movimientos entre los músculos, las vísceras, los vasos sanguí-
neos y los nervios, para los cuales el sistema fascial forma un lecho que se muestra
como el centro de producción de la sustancia intercelular gracias a sus células,
lo que convierte al sistema fascial en el principal mecanismo protector y repara-
dor del cuerpo (Bienfait, 1995). Estas relaciones muestran la importancia del pe-
ligro que supone un desequilibrio y sus consecuencias negativas, como resultado
del fracaso de estas precisas relaciones. Cualquier tipo de tensión, ya sea pasi-
va o activa, repercute automáticamente sobre todo el conjunto del sistema (Bien-
fait, 1995).
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
• miofascia C
• viscerofascia D
• meninges E
• tendón G
• microestructura fascial J
• compartimientos fasciales K
• puente «miodural» M
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
A FASCIA SUPERFICIAL
Todos los caminos del interior del organismo conducen a la subdermis. Esta
capa subcutánea no es solamente, como se cree erróneamente, un depósito
de tejido graso, sino que asegura, con su compleja estructura interna, las
necesidades mecánicas de sus vasos y nervios (Thiel, 2000). Los vasos y los
nervios están encerrados en el sistema fascial que, formando fuertes franjas
protectoras, los lleva hasta las capas profundas, bien protegidos contra todo
tipo de desgarro.
El sistema fascial superficial está formado por una red que se extiende
desde el plano subdérmico hasta la fascia muscular. Se compone de numero-
sas membranas horizontales, muy finas, separadas por cantidades variables
de grasa y conectadas entre sí a través de los septos fibrosos del recorrido
vertical u oblicuo (Fig. 1).
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Como una información adicional, hay que mencionar que el sistema fas-
cial superficial participa también en el proceso de sudación, y que en él nacen
la mayoría de los capilares linfáticos.
B FASCIA PROFUNDA
La fascia profunda está constituida por un material más fuerte y denso que el
que constituye la fascia superficial. Su grosor y densidad dependen de la
ubicación y la función específica que desempeña. A medida que aumenta la
exigencia de las necesidades mecánica se densifica la estructura del coláge-
no, su principal componente. Esta densidad queda determinada por la pro-
porción de fibras que lo componen. Basándose en la densidad del tejido colá-
geno, la fascia se puede dividir según su función en el tejido:
• de unión,
• de revestimiento,
• de sostén,
• de transmisión.
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
C MIOFASCIA
La anatomía considera al sistema fascial como uno de los componentes auxi-
liares de control del movimiento para conseguir un funcionamiento apropia-
do del sistema muscular del cuerpo. Se considera que el recorrido de las fi-
bras de la fascia es generalmente transverso al recorrido de las fibras
musculares; sin embargo, también se encuentra el recorrido paralelo al reco-
rrido de las fibras, el oblicuo o en forma de arco. Durante la contracción
muscular, la fascia define la posición de las fibras musculares o de todo el
músculo para su función adecuada, también asegura la posición de los ten-
dones y los fija en relación con el hueso. En el caso de los músculos del reco-
rrido oblicuo, como, por ejemplo, el sartorio, es la fascia quien fija su posi-
ción, determinando la dirección de su acción, que es, en este caso, en forma
de espiral. Sin la participación de la fascia, este músculo, al contraerse, traba-
jaría de forma longitudinal. Hay que aclarar que algunos de los músculos,
como, por ejemplo, los de la cara, carecen del soporte fascial, insertándose,
al menos en uno de sus extremos, directamente en la piel (Bochenek, 1987).
Al analizar la fascia y su relación con el músculo se debe considerar que
no solamente cada músculo del cuerpo está rodeado por la fascia, sino que
también lo están todos sus componentes: las fibras y los haces. La musculatu-
ra esquelética se compone de los haces de fibras separadas entre sí por las
láminas del tejido conectivo que finalizan en cada extremo formando el ten-
dón o la aponeurosis, para fundirse en el periostio, diferenciándose de él
principalmente por la proporción y densidad de las fibras de colágeno. Su
principal función es entonces la de entrelazar las acciones mecánicas entre
el músculo y el hueso, vínculo funcional que es posible a través del tendón
o una conexión aponeurótica. Esta conexión funcional, aunque a veces de
dimensión muy pequeña, representa una estructura muy compleja e impli-
ca a diferentes subestructuras: la unión musculotendinosa F , el tendón
G y la inserción del tendón en el hueso H .
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
F UNIÓN MUSCULOTENDINOSA
G EL TENDÓN
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
yor fuerza de tensión de todos los tejidos del cuerpo. Los tendones con unas
necesidades de baja carga de tensión muestran una gran extensibilidad; lo
contrario ocurre con los tendones con alta carga de tensión. El tendón se
compone de epitendón, endotendón, mesotendón (los tendones con vaina
tendinosa) y de los vasos sanguíneos. Algunos tendones, como, por ejemplo
los tendones de los músculos flexores de la mano, están cubiertos también
por el paratendón. Junto a una arquitectura adecuada de las fibras de coláge-
no, otro punto importante es la interacción entre las fibras de colágeno y las
de elastina, que proporcionan al tendón las particulares propiedades de vis-
coelasticidad (Woo,1991).
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Tendón
Periostio
Fig. 3. Al analizar las formas de unión entre los músculos y los huesos, se llega
a la conclusión de que es prácticamente imposible, al realizar una disección,
separar claramente el tendón del hueso, especialmente en algunos grupos muscu-
lares, como, por ejemplo, en la inserción de los músculos peroneos. La estructura
del tendón se confunde con la del periostio, formando una unidad funcional.
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
sin que exista nivel de separación entre ellas. Incluso el colágeno de esta
parte sigue siendo colágeno de tipo I.
Fig. 4. Inserción directa del tendón del músculo supraespinoso. Se indican las
cuatro zonas de transición: (T) tendón, (FC) fibrocartílago no calcificado, (C-
FC) cartílago calcificado, (B) hueso. (Reproducido con permiso de Benjamin M,
Evans EJ, Copp L: The histology of tendon attachments to bone in man. J. Anat
1986; 149:89-100, Cambridge University Press.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Fig. 5. Inserción indirecta del ligamento colateral interno de la rodilla del co-
nejo. Se muestra el recorrido paralelo de la fibras superficiales (P) al hueso (B)
insertándose en el periostio. (Reproducido con permiso de Woo SL-Y, Gómez
MA, Sites TJ, et al: The biomechanical and morphological changes in the me-
dial collateral ligament of the rabbit after immobilization and remobolization.
J Bone Joint Surg 1987; 69A:1200-1211.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Fibra muscular
Fascículo Perimisio
Perimisio primario
Endomisio
Perimisio
Epimisio
Tendón
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Endomisio
Perimisio
Epimisio
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Continuando con el análisis fascial, hay que señalar que la fascia no sólo
rodea al músculo y a cada uno de sus componentes, sino que también conec-
ta funcionalmente entre sí a un músculo con el otro. Al aceptar la definición
anatómica de nombrar la fascia del, por ejemplo, músculo bíceps crural o el
músculo semitendinoso, también hay que entender que estas «fascias» se
conectan una con la otra y que, comunicándose entre sí, constituyen una
unidad funcional. No se debiera hablar pues de «las fascias», sino de una sola
fascia, un tejido solidario en todos los campos de la fisiología (Bienafait, 1987).
D VISCEROFASCIA
Al aceptar esta forma de contemplar la miofascia, se debe profundizar aún
más en nuestra visión sobre el sistema fascial, considerando que no sólo son
los músculos los que están rodeados e interconectados internamente y exter-
namente entre sí, a través de esta gran red del sistema fascial, sino que tam-
bién lo están otros componentes de nuestro organismo como, por ejemplo,
los vasos sanguíneos, las vísceras, los nervios o los huesos. El sistema fascial
les brinda soporte e integridad estructural, define su tamaño y asegura el
correcto funcionamiento, expandiéndose hasta el segmento más lejano y
más pequeño del cuerpo. Los planos fasciales actúan como rutas de penetra-
ción de las terminaciones nerviosas y de los vasos sanguíneos hacia todos los
puntos del músculo. La fascia puede unirse con las paredes de las venas o del
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Diafragma
Fascia transversa
Fig. 9. Relación esquemática en una sección frontal a nivel abdominal. Obsér-
vense las relaciones entre la aorta, el diafragma, y la fascia transversa y endoto-
rácica. (De Gallaudet, 1931.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
• El músculo cuadrado lumbar se localiza por detrás del colon, los riño-
nes, el psoas y el diafragma, estructuras que están colocadas por detrás
de la fascia toracolumbar, esa gran red integradora de la parte posterior
del cuerpo.
• Los riñones están rodeados por la fascia renal, que a su vez está integra-
da, en su recorrido posterior, con la envoltura fascial del psoas y, a través
de ella, con las vértebras y con los discos lumbares. En su recorrido supe-
rior, la fascia renal continúa a la fascia del diafragma (Barral, 1989).
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
J MICROESTRUCTURA FASCIAL
El sistema fascial no es un sistema inerte que dependa, en su comportamien-
to mecánico, plenamente de los estímulos generados en otros sistemas,
como, por ejemplo, el sistema muscular. El análisis de la microestructura fas-
cial revela que la fascia tiene vida propia, con capacidad para desarrollar sus
propias reacciones y sus propios movimientos por la presencia de una abun-
dante red nerviosa, así como también de numerosas células musculares lisas.
El sistema fascial está ricamente inervado y posee una densa población de
mecanorreceptores. Las investigaciones sobre la microestructura de la fascia
revelan la presencia de los receptores de Golgi en el sistema fascial. Éste no es
un descubrimiento nuevo, sino que es ampliamente conocida su presencia en
los ligamentos, las cápsulas articulares y alrededor de las uniones musculo-
tendinosas. Sin embargo, solamente menos de un 10 % de los receptores de
Golgi se encuentra en los tendones (Schleip, 1989 y 2002). EL 90 % restante se
encuentra en la porción muscular de la unión musculotendinosa, en las cápsulas
articulares y en los ligamentos de las articulaciones periféricas (Schleip, 2002).
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
• El segundo grupo está representado por los órganos de Ruffini, que tam-
bién responden a los impulsos lentos y a las presiones sostenidas. Se acti-
varían pues con la aplicación de las profundas técnicas sostenidas (véase
capítulo Principios del tratamiento y técnicas básicas) aplicadas sobre los
tejidos blandos. Es de gran interés la observación de que los receptores
de Ruffini se activan especialmente al aplicar las fuerzas tangentes y las
realizadas en dirección transversal (Kruger, 1987, citado en Schleip,
2002). Este tipo de estimulación de los corpúsculos de Ruffini disminuye
la actividad del sistema nervioso simpático (Berg y Capri, 1999, citado
en Schleip, 2002), lo que podría explicar el profundo efecto relajante en
la aplicación de las suaves y profundas técnicas sostenidas.
• El tercer grupo está formado por las terminaciones libres de fibras sensi-
tivas tipo III (mielínicos) y IV (desmielinizados). Son los receptores sen-
sitivos más abundantes que transmiten la información sensitiva desde el
sistema miofascial hacia el sistema nervioso central. Estos receptores se
denominan receptores musculares intersticiales (Schleip, 2002). Un
10% de ellos, los de tipo III, está cubierto por una mielina muy delgada.
Sin embargo, el restante 90%, los de tipo IV, son receptores desmielini-
zados y, como mecanorreceptores, responden a la presión y a la tensión
mecánica (Mitchell y Schmidt, 1977, citados en Schleip, 2002). Algunos
de ellos, siendo receptores de bajo umbral, responden a un impulso
mecánico extremadamente suave, como el de la fuerza de una pincela-
da. El estímulo mecánico de estos receptores puede generar una res-
puesta autónoma que se puede manifestar con cambios en los ritmos
cardíaco y respiratorio, así como en el nivel de la presión arterial (Coote
y Pérez-Gonzáles, 1970, citados en Schleip, 2002).
Sin embargo, parece que la fascia también tiene musculatura propia (cé-
lulas musculares lisas), lo que podría sugerir una capacidad de movimiento
independiente.
En sus investigaciones sobre la microestructura de la fascia de la pierna
(fascia cruris), el conocido anatomista alemán Prof. J. Staubesand, junto con
su colaborador chino Li (Schleip, 1989), encontró la presencia de:
• Células musculares lisas aisladas (Fig. 10). Son denominadas, por algu-
nos investigadores, miofibroblastos. La razón de la presencia de estas
células es aparentemente funcional. Probablemente, el cuerpo sería ca-
paz de regular, a través de ellas, el estado de «pretensión» funcional,
con el objetivo de ajustar la fascia a diferentes demandas de tono mus-
cular. Esta función específica fue confirmada al observar la presencia de
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Fp
Tm
To
Pe
Mi
Fp P
Ta Fs
Fig. 13. El sistema fascial define espacios en los que se extienden los músculos,
los vasos sanguíneos y los nervios. (Fs: fascia superficial; Fp: fascia profunda;
Mi: membrana interósea; P: piel; Ta: tejido adiposo; Pe: periostio; To: tejido
óseo; Tm: tejido muscular.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
As Fclp
Cl
Pvn
Md
Fmpm
Mi
Ms
Mrme
Mrma
Fmda
Mbb
Fs
Mb
Nmc
Nc
Mtb
Fig. 15. Corte transversal a nivel del brazo. (Redibujado con modificaciones de
Paoletti, publicado con permiso del autor. Editorial Sully Editions, 1998.) (Mbb:
músculo bíceps braquial; Fs: fascia superficial; Nmc: nervio musculocutáneo;
Nc: nervio cubital; Mtb: músculo tríceps braquial; Mb: músculo braquial.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Nm Ac
Nr Fs
Ar
Tii
Tie
Fi Mi
Fig. 16. Corte transversal a nivel del antebrazo. (Redibujado con modificacio-
nes de Paoletti, publicado con permiso del autor. Editorial Sully Editions,
1998.) (Fs: fascia superficial; Ac: arteria cubital; Nm: nervio mediano; Nr: ner-
vio radial; Ar: arteria radial; Tie: tabique intermuscular externo; Fi: fascia inter-
muscular; Mi: membrana interósea; Tii: tabique intermuscular interno.)
Fle Fp Fpp
Ali
Fds
Fdp
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Fs Mii
Fpnv
Tfl
Nc
Ti
Tia
Fs
Tie
50
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Fds
Fdp
Fpp Fps
Fcs
Fcim
Fcp
Fig. 21. Corte transversal a nivel de C6. (Redibujado con modificaciones de Pao-
letti, publicado con permiso del autor. Editorial Sully Editions, 1998.) (Fcp: fas-
cia cervical profunda; Fcm: fascia cervical intermedia; Fcs: fascia cervical su-
perficial.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
La Fet
P
Fmp
Fs
Epineuro
Perineuro
Endoneuro
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Perineuro
Epineuro
Endoneuro
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
54
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
E LAS MENINGES
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Membrana dural
Hoz del cerebro
Huesos
del cráneo
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Huesos
Suturas
Duramadre
craneal
Duramadre
medular
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Sacro
Occipucio
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
• Inserciones anteriores:
– Apófisis clinoides anterior del hueso esfenoides (extremo superior).
– Apófisis clinoides posterior del hueso esfenoides (extremo inferior).
• Inserciones laterales:
– Canal petroso de los huesos temporales.
– Apófisis mastoides de los huesos temporales.
– Ángulo inferior de los huesos parietales.
• Inserciones posteriores:
– Canal lateral del hueso occipital.
• Extremo superior:
– Parte posterior de los cuerpos de C2 y C3.
• Extremo inferior:
– Porción anterior del canal de S2.
– Inducido hacia el periostio del cóccix.
M EL PUENTE «MIODURAL»
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Oc
MRPMC
Pm
C1
Dm
Fig. 30a. Relación anatómica del músculo recto posterior menor de la cabeza.
(Oc: occipucio; MRPMC: músculo recto posterior menor de la cabeza; Pm:
puente miodural; Dm: duramadre medular; C1: primera vértebra cervical.)
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
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ne ce
vis
Fig. 31. El sistema del movimiento corporal controlado e interconectado a través del
tejido conectivo del sistema fascial. (Adaptado de Comeford, 2000.)
Con estas observaciones sobre las bases anatómicas del sistema fascial propo-
nemos cambiar el paradigma existente, en la fisioterapia en general y en las tera-
pias manuales en particular, de que las disfunciones del aparato locomotor deben
tener su origen en las estructuras musculoesqueléticas.
65
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
FUNCIONES DE LA FASCIA
Ya se mencionó anteriormente que el cuerpo humano está envuelto, sostenido,
conectado y comunicado por medio de un variado tejido conectivo, que se acordó
denominarlo sistema fascial. Es un sistema activo, vivo, resistente y omnipresente
en todo el cuerpo. Se encuentra bajo la piel (formando el embalaje protector del
cuerpo), cubre músculos, tendones, órganos, nervios, vasos sanguíneos y huesos, y
tiene una gran trascendencia sobre el movimiento y los procesos fundamentales
del metabolismo corporal. El sistema fascial, además de las funciones de sostener y
mover el cuerpo, tiene otras actividades biomecánicas y de otra índole. Sus propie-
dades son infinitas, entre las que cabe mencionar la expansión de los nervios y
vasos linfáticos, el intercambio metabólico, por su relación con el metabolismo del
agua, la función nutritiva en relación con la sangre y la linfa, etc. En cierto modo, es
la «agencia de transporte» en todos los niveles del organismo y de todos sus siste-
mas. Por lo general, destacan las funciones mecánicas del sistema fascial, que se
pueden agrupar en:
• Protección.
• Formación de los compartimientos corporales.
• Revestimiento.
Otras funciones del sistema fascial son:
• Mantenimiento del bombeo circulatorio de la sangre y de la linfa.
• Ayuda en los procesos bioquímicos del cuerpo a través de las actividades del
líquido intersticial.
• Ayuda en la preservación de la temperatura corporal.
• Ayuda en el proceso de curación de las heridas (producción de colágeno).
El sistema fascial forma una completa e ininterrumpida red protectora del cuerpo.
Protege a cada uno de los componentes corporales de una forma individual, y
también actúa como un sistema de protección global. Por su resistencia, permite
mantener la integridad anatómica de diferentes segmentos corporales y conservar
su forma más conveniente. Hay que aclarar que este proceso no significa un incre-
mento gradual de rigidez, sino un proceso de adaptabilidad. En él, la fascia ajusta sus
tensiones en respuesta a las necesidades funcionales. Por ejemplo, el «tono» fas-
66
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
cial alrededor de los riñones es más fuerte del que rodea, por ejemplo, a los intesti-
nos, por el hecho de que las necesidades del movimiento son diferentes.
Una parte importante de la respuesta protectora del sistema fascial está condi-
cionada por la concentración local de proteoglucanos y de ácido hialurónico. Las
etapas de síntesis y metabolismo de ambos pueden verse afectadas por factores
endógenos (hereditarios, errores genéticos) y también exógenos (malnutrición, in-
fecciones, traumatismos, estrés). En ambos casos, se produce una densificación de
las fibras de colágeno y un endurecimiento de la sustancia fundamental, lo que,
con el tiempo, conduce a la formación de calcificaciones. Por esta razón, en las
inserciones de los tendones sometidos a prolongadas tensiones o a repetidos y
fuertes estiramientos, se observan calcificaciones (por ejemplo, en la columna ver-
tebral, la articulación del codo o en el tendón de Aquiles). En el proceso de defensa
y adaptación funcional, el tejido conectivo se transforma en un material duro y
resistente que forma una calcificación. De esta manera, el cuerpo presenta mayor
protección.
67
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
El sistema muscular permite que las tensiones innecesarias sean absorbidas por
la fascia, evitando así la rotura del músculo, de alguno de sus componentes o de
cualquier otro órgano que protege. Esto ocurre por el estímulo directo en las termi-
naciones nerviosas de la fascia. Con esta observación, se revela la necesidad y la
importancia de la presencia de una estructura fascial distribuida en múltiples nive-
les y capaz de reaccionar de una manera multidireccional al mismo tiempo.
68
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Suspensión
Cada componente del cuerpo humano tiene una ubicación precisa. Cualquiera
que sea su función, la ubicación está determinada por el sistema fascial y debe
analizarse dentro de las funciones específicas de cada componente en cuestión. El
sistema fascial mantiene la cohesión interna y externa de cada estructura corporal,
permitiéndole su fijación, pero por otro lado, le permite cierto grado de movili-
dad. Esta movilidad es indispensable en el proceso de adaptación a diferentes obs-
táculos.
69
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Fig. 32. Fascia de la pierna. Se obseva la distribución del sistema fascial orientado en
distintas direcciones, según las necesidades funcionales de cada segmento.
Sostén
El mantenimiento de la integridad anatómica del cuerpo corre a cargo del sistema
fascial, y esto hay que entenderlo dentro de la interdependencia de las diferentes
estructuras corporales. La fascia constituye el motor principal de la estabilidad de
las articulaciones, coordinado por la mecánica miofascial. Asegura la coherencia y
el buen funcionamiento fisiológico de los órganos internos.
70
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Soporte
El sistema fascial constituye el soporte, no sólo del sistema locomotor, sino tam-
bién de los sistemas nervioso, vascular y linfático. Estas estructuras están constitui-
das en parte por fascias, a fin de mantener su forma anatómica. A través del siste-
ma fascial se produce la interdependencia entre los sistemas nervioso, vascular y
miofascial. Esta relación intrínseca parte desde el desarrollo embrionario del cuer-
po, formando el soporte y la guía de los sistemas vascular y nervioso.
Coordinación hemodinámica
Los sistemas vascular y linfático no pueden disociarse del sistema fascial. Formando
con ellos una armonía casi perfecta, el sistema fascial soporta los sistemas circula-
torios del cuerpo. Concretamente, el sistema venoso y el sistema linfático tienen
una estructura muy fláccida y fácil de colapsar. La función de las válvulas no es
suficiente para el proceso de retorno, y la fascia suple este papel, trabajando como
una bomba periférica que expulsa la sangre y la linfa hacia el corazón. Estos movi-
mientos son ininterrumpidos y la acción es posible a través de la acción de las
envolturas fasciales propias de los vasos, así como también a través de las estructu-
ras fasciales de los músculos activadas a través de las contracciones musculares.
Las diversas orientaciones de las fibras del sistema fascial dan un aspecto de
espiral para permitir a las estructuras que se ajusten llevando los líquidos hacia el
corazón. Considerando que las restricciones del sistema fascial pueden ser el ele-
71
BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL
Comunicación de cambios
El tejido conectivo es un complejo unitario; cubre cada componente corporal en
todos sus niveles. Es capaz de transmitir los impulsos mecánicos y comunicar los
cambios relacionados con la patología, así como también con el proceso de cura-
ción. Se puede concluir que un funcionamiento correcto del sistema fascial signifi-
ca una garantía del buen estado funcional del cuerpo y, por lo tanto, de una buena
salud.
NOTA
Las principales relaciones de topografía del sistema miofascial fueron descritas en
los capítulos correspondientes a las aplicaciones prácticas en relación con la ejecu-
ción de los tratamientos. Evitamos la descripción anatómica detallada para no co-
piar los textos de anatomía a los cuales se refiere al lector.
72
Histología
del
tejido
conectivo
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
74
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
75
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
gado de la reparación de las heridas y espacios dejados por las células muertas en
tejidos que no se regeneran (Barlow, 1992). Por lo tanto, no es una exageración
compararlo, desde el punto de vista funcional, con un órgano o sistema corporal.
Considerando lo expuesto anteriormente, estamos obligados a realizar un profun-
do análisis de sus propiedades histológicas y biomecánicas.
El cuerpo humano no posee una unidad central que gobierne el resto de los
componentes. No hay grados de importancia. El funcionamiento de todo el sis-
tema depende de la integridad de las acciones de todos los componentes del
cuerpo.
76
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
77
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
• Tejido muscular.
• Tejido nervioso.
• Tejido epitelial.
• Tejido conectivo.
n 16% del peso corporal
n 23% del agua del cuerpo.
La combinación de los tejidos mencionados permite formar los diferentes
órganos que componen el cuerpo humano.
Fibras de
Fibrillas de
elastina
colágeno
78
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
forma y, por otro lado, definiendo a través de finos tabiques, entre sí, a las
diferentes unidades.
• CÉLULAS. Las células representan alrededor del 20% del volumen de todo
el tejido conectivo y se dividen en dos grupos principales: células fijas y
células libres.
Fig. 2. Los fibroblastos son los verdaderos «constructores» del cuerpo huma-
no, y su principal responsabilidad es la formación del tejido conectivo. (Mues-
tra de los fibroblastos de la piel del feto humano. Fotografía: Nancy Kedersha.
Inmunogen. Con permiso de Science Photo Library.)
79
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Las fibras:
– Elastina. Es una proteína que permite disponer de suficiente elasticidad en
lugares específicos, como por ejemplo los tendones, los ligamentos, la piel
y las arterias. Las fibras de elastina pueden estirarse y alcanzar el 150% de
su longitud inicial, y luego pueden recuperar, como un resorte, su tamaño
inicial al cesar la fuerza de distensión (Bloom-Fawcett, 1999; Robinns, 2000).
Esta elasticidad es explicable por sus características: su propia estructura es
elástica, pero la red (malla) de la elastina también es elástica y fácilmente
deformable (Fig. 3). Sin embargo, la elastina es una estructura estable y no
experimenta muchos cambios durante su vida. Al someterla a una fuerza de
estiramiento excesiva, la fibra se rompe y en consecuencia sus extremos
se retraen rápidamente y se enrollan. En los órganos que deben soportar
80
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
(A)
(B)
81
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
(A)
(B)
82
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
83
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Fibras de colágeno
GAG
+
AGUA
Fibras de colágeno
GAG
+
AGUA
84
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
microcirculación, y ya fue descrita antes del año 1906 por el fisiólogo britá-
nico E. H. Starling, quien señaló que la cantidad de líquido que pasa desde
los capilares al intersticio es sensiblemente similar a la que el intersticio
devuelve a la sangre más la que extraen los capilares linfáticos. Bloom expli-
ca el equilibrio de Starling de la siguiente manera: «La presión hidrostática
en el extremo arterial de los capilares hace que el agua y los electrólitos
pasen a través de la pared celular hacia la sustancia fundamental. Una par-
te de este líquido penetra de nuevo en la sangre por el extremo venoso de
los capilares, donde la presión hidrostática es menor, y otra parte vuelve a
la sangre a través de los vasos linfáticos. El líquido entra y sale normalmente
de la sustancia fundamental al mismo ritmo.» Este transporte se realiza a
través del líquido tisular del espacio intersticial (Fig. 8), que se renueva
constantemente. Se considera que este espacio contiene una serie de finos
canales por los que circulan los productos generados por la sangre en su
camino hacia el sistema venoso y linfático (Hargens et al., 1986), (Fig. 9).
Esta circulación puede verse afectada por el cambio de la presión hidrostá-
tica, así como por el grado de concentración de las proteínas, en particular
del colágeno. El transporte de macromoléculas (proteínas, así como pro-
ductos de desecho) depende de la capacidad hidrocinética del tejido. El
curso normal de este fenómeno está controlado por una carga mecánica
adecuada, proporcionada en condiciones normales por el movimiento na-
Espacio
intersticial
85
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Líquido Líquido
Sangre intracelular
intersticial
Compartimientos Compartimiento
extracelulares intracelular
86
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Toxina atrapada
Sustancia
fundamental
Monómeros
Toxinas liberadas
Fig. 11b. La presión mecánica del proceso de liberación miofascial puede cam-
biar la composición de la sustancia fundamental de un estado semisólido a un
estado semilíquido. (De Oschman, 1993.)
Red repolimerizada
87
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
88
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
(A)
(B)
(C)
Fig. 12. (A) La orientación de las fibras de colágeno en la dermis permite una
gran movilidad, elasticidad y resistencia. (B) Orientación longitudinal de las
fibras de colágeno en el tendón. Esta orientación permite obtener una alta capa-
cidad de resistencia en los estiramientos longitudinales, así como una gran
elasticidad en los movimientos laterales. (C) La orientación de las fibras de
colágeno en los ligamentos depende de las necesidades de estabilización fun-
cional de cada articulación.
89
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
90
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Fibroblasto
Procolágeno
Tropocolágeno
Microfibrilla de colágeno
Subfibrilla
Fibrilla
Fibroblastos Fascículo
Tendón
91
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Tendón Cartílago
(A) 95% 0%
(B) 1% 99%
(C) 5% 1%
92
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
93
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Fibroblasto orientado
a lo largo de las fibras
Dirección
de la tensión
94
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
95
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
Fig. 19b. En el tejido sometido a tensión, las fibras de colágeno adoptan una
orientación paralela. (Kennedy J. C., et al: Tension studies of human ligaments.
Yield point, ultimate failure and description of the acuciate and tibial collateral
ligaments.) (Publicado con permiso de J. Bone Joint Surg. 58A: 350-355, 1976.)
96
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
97
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
98
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
• Este acercamiento entre las fibras no es suficiente para crear, en este sitio, los
entrecruzamientos patológicos. Éstos se forman entre las fibras ya existentes
y las nuevas fibrillas recientemente sintetizadas. La incorporación de estos
nuevos entrecruzamientos a la estructura colágena ya existente, es lo que
principalmente limita la elasticidad del colágeno, impidiendo el movimiento
natural entre las fibras antiguas (Figs. 21 y 22).
Entrecruzamientos
intramoleculares
Filamentos
de colágeno
Entrecruzamientos
extramoleculares
99
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
(A)
(B)
Movimiento libre
Fig. 21. La formación de los entrecruzamientos limita el libre deslizamiento entre las
fibras de colágeno. Fibras de colágeno maduras (A), fibras de colágeno recién sinteti-
zadas (B), entrecruzamientos patológicos (C).
Fibroblasto
Fig. 22. Proceso de reparación de la ruptura de una molécula del colágeno. Obsérvese
la longitud de la nueva molécula, que es más larga que la molécula antes de la ruptura.
Este fenómeno facilita la formación de los entrecruzamientos. (De E. Lederman, 1997.)
100
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
(Fig. 22). Debemos recordar que la orientación adecuada de las fibras de co-
lágeno depende de la presión y del movimiento adecuados (Fig. 23).
Moléculas de
tropocolágeno secretadas
de manera desorganizada
por los fibroblastos
El impulso eléctrico
de largo alcance
inicia la orientación
de las moléculas
El impulso eléctrico
de corto alcance
estimula la orientación
de las moléculas
Fig. 23. Proceso de orientación de las fibras de colágeno. (De Oshman, 1993.)
101
HISTOLOGÍA DEL TEJIDO CONECTIVO
(A) (B)
(D)
(C)
Fig. 24. Esquema de respuesta mecánica al impulso de estiramiento entre las fibras
sanas (libres de los entrecruzamientos patológicos) y las fibras con los entrecruzamien-
tos patológicos. Fibras libres de entrecruzamientos patológicos en reposo (A), fibras
con entrecruzamientos patológicos en reposo (B), fibras libres de entrecruzamientos
patológicos en estiramiento (C), fibras con entrecruzamientos patológicos en estira-
miento (D). Obsérvese la diferencia en la amplitud de estiramiento entre (C) y (D).
Fibras de colágeno
maduras
Entrecruzamientos fisiológicos
102
Consideraciones
biomecánicas
relacionadas
con el sistema
fascial
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
104
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
INTRODUCCIÓN
En el siglo XVII, el siglo de la «revolución científica», que representó el mayor giro
en la historia de la ciencia, los científicos dejaron de preguntarse por qué ocurren
las cosas, y empezaron a preguntarse cómo ocurren. Cambiaron drásticamente el
enfoque de su estudio desde la especulación a la experimentación. El lenguaje de
las matemáticas empezó a dominar el lenguaje de las ciencias. En ese siglo de
gloria para las ciencias, Galileo Galilei descubrió que, basándose en los principios
matemáticos, se pueden explicar las leyes que gobiernan el movimiento corporal.
Describió la interrelación entre el peso corporal y el movimiento, así como también
sus influencias en los cambios de la forma y la densidad de los huesos (Galilei,
1638). Este razonamiento, revolucionario para la época, fue desarrollado y detalla-
do dos siglos después por Julius Wolff, al formular los principios conocidos actual-
mente como la «Ley de Wolff». En su libro, publicado en el año 1892 y titulado «Las
leyes de la transformación ósea», afirmó que: «cada cambio en el funcionamiento
del hueso trae como consecuencia cambios en su arquitectura trabecular, así como
también en la conformación externa de acuerdo a las leyes matemáticas» (Wolff,
1892). En otras palabras, las estructuras óseas se orientan adaptándose en su for-
ma y masa en respuesta a la acción de las fuerzas extrínsecas. De esta forma, los
hábitos posturales y laborales, dentro de la acción de las fuerzas gravitatorias, pro-
porcionan el principal componente del estrés mecánico que actúa sobre el sistema
óseo. Por lo tanto, la formación del hueso es propensa al proceso de remodelación
y de progresiva adaptación en respuesta a la forma y magnitud de las fuerzas que
actúan sobre él, siempre buscando un equilibrio funcional. Estos cambios pueden
producirse en el momento de nacer, con el riesgo de una deformación por la ina-
decuada aplicación del fórceps, durante un accidente, o en el proceso de adapta-
ción de lentos y progresivos cambios degenerativos. Incluso en el vientre materno,
a raíz de una excesiva presión unidireccional, se pueden producir deformaciones
óseas antes de nacer. Basándose en las afirmaciones de la ley de Wolff, se puede
concluir que los huesos cambian su forma y masa a lo largo de la vida. La ley de
Wolff permite entender mejor los cambios de la estructura externa e interna de los
huesos. Éstos tienen diferentes formas, grosor y densidad, que pueden oscilar en-
tre una estructura casi transparente, en forma de pergamino, como lo son algunos
huesos del cráneo, hasta la compacta, gruesa y resistente estructura del fémur.
Siempre bajo la misma premisa: la forma y la masa del hueso están determinadas
por su función, tanto en la enfermedad como en el cuerpo sano.
El cuidadoso análisis de la ley de Wolff ofrece un interesante panorama de posibi-
lidades de cambios en nuestro cuerpo a raíz de diferentes acontecimientos relaciona-
dos con el movimiento. Esta ley se conoce también como «la ley del estrés bueno y
el estrés malo» (Pilat, 1992). ¿Cómo entender este planteamiento? Si es cierto que el
105
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
106
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Membrana Mitocondrias
celular
Aparato de Golgi
Lisosoma
Núcleo
Endosoma
Nucléolo
Citoes-
Ribosoma queleto
Aparato de Golgi
tancia fundamental extracelular, y con una membrana que permite la conexión entre
los dos ambientes, interno y externo (Fig. 2). De esta forma, la sustancia fundamen-
tal intracelular se comunica con la extracelular, existiendo, igualmente, una conexión
a través de la envoltura nuclear, siendo así la comunicación más amplia, al implicar
ADN
Matriz
intracelular
Envoltura
del núcleo
Citoesqueleto
Matriz extracelular
107
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Estímulo
Contracción
Secreción
108
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Las preguntas que quedan por responder son: ¿de qué manera y a través de
qué vías se transmite esta información, y qué es lo que es capaz de regularla? No
es fácil responderlas, considerando la complejidad de información precisa que
Ambiente
Organismo
Órgano
Tejido
Célula
Citoplasma
Núcleo
Cromosoma
Gen
109
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
(A)
Fibras de
colágeno Núcleo
Célula
Sustancia
fundamental
(B)
Fibras de
colágeno
Célula
Sustancia
fundamental
(C)
Fibras de
colágeno
organizadas
110
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
ción sobre las actividades de otros puntos (de otras células) a través de esta com-
pleja red de interconexión e información.
El complejo de la matriz viviente es una estructura dinámica y cambiante. Los
distintos tipos de conexiones se forman, deshacen y vuelven a formarse de nuevo.
Este mecanismo permite cambios en las posiciones relativas de las células dentro
de la matriz viviente, según las necesidades vitales del organismo, permitiendo así
utilizar su gran potencial de reparación, restauración y eliminación de los produc-
tos del metabolismo del tejido, de acuerdo con sus necesidades.
El conocimiento de las propiedades mecánicas de las células abre un mundo
fascinante de posibilidades de cambios prácticamente infinitos.
111
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
respuesta de los tejidos del cuerpo a los impulsos mecánicos aplicados sobre ellos.
El objetivo final de este análisis biomecánico es tratar de definir las técnicas ade-
cuadas para evitar o reparar las lesiones debidas a solicitudes de excesiva magnitud
que afectan a los tejidos, en condiciones críticas del entorno físico en el que el
cuerpo se desenvuelve.
1. Etapa preelástica
Si se piensa en un resorte, esta fase corresponderá a la del paso del estado de
reposo al de tensión. Si se escoge la analogía con una tela, será como si se estiraran
las arrugas: la resistencia del tejido conectivo es mínima. Al observar un barco
anclado en aguas tranquilas, se detecta cómo la cuerda se tensa lentamente al
halarlo, pero el barco permanece inmóvil. La duración de la etapa depende del
112
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Tensión
Elongación
2. Etapa elástica
113
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
3. Etapa plástica
Cuando el estiramiento sobrepasa los límites de la fase elástica, empiezan a produ-
cirse microtraumatismos en forma de desgarros microscópicos en las fibras de co-
lágeno. La diferencia con la etapa anterior es que ahora los cambios son irreversi-
bles a escala macroscópica. Después de detener la aplicación de la fuerza, el tejido
ya no vuelve a su estado inicial y ha perdido parte de su capacidad tensil. Si la
fuerza del estiramiento es continua, los microtraumatismos se van acumulando
hasta producirse roturas en el tejido. La única manera de que se recuperen las
propiedades mecánicas es pasar a través del proceso de la inflamación y la poste-
rior reparación.
114
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Con objeto de entender de qué forma las fuerzas externas e internas ac-
túan sobre los componentes anatómicos macro y microscópicos del sistema
fascial del cuerpo, descritos en el capítulo sobre anatomía, hay que anali-
zar los conceptos básicos relacionados con la mecánica y la biomecánica.
Desde la antigüedad, desde los tiempos de los griegos, se utilizaban estos
conocimientos para analizar las hazañas del cuerpo humano, basándose
en las fórmulas matemáticas desarrolladas y perfeccionadas a través de los
siglos.
115
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
116
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
(A)
Fr
Fp
(B)
Fp
Fr
(C)
Fp
A
Fr
Fig. 7. Palancas del cuerpo humano (de Pedraza Velasco et al., 2000). (Los sím-
bolos son los mismos en los tres tipos de palancas. A: fulcro; Fp: fuerza; Fr: resis-
tencia.) (A) Palanca de primer género. (B) Palanca de segundo género. (C) Palanca
de tercer género.
117
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
118
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
119
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Compresión
Estiramiento
120
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Compresión
Tensión
121
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
122
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
(A)
(B)
Carga
Deformación
(C)
123
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
(A)
(B)
Fig. 14. Fuerza de relajación. (A) Para doblar el cocotero se necesita la aplica-
ción de una gran fuerza. (B) Para mantener el cocotero doblado y facilitar al
mono recoger los cocos, la fuerza es menor que la necesaria para doblar el coco-
tero.
124
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
(A)
(B)
Carga
Pérdida de
energía
Velocidad
(C) (D)
125
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
10 de la mañana
10:10 de la mañana
6 de la tarde
(A)
(B)
126
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Deformación
Deformación
inicial
Tiempo
(A) Según Maxwell
Deformación
Tiempo
Deformación
inicial
127
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
D0 D1
D2
100 N 100 N
(A)
Deformación
D2 – D1
D1 – D0
(B)
Tiempo 3600
Fig. 18. (A) Representación gráfica del fenómeno de creep en la unidad funcio-
nal de la columna vertebral (comportamiento elástico no lineal). (B) La curva
de extraestiramiento indica que, al aplicar la fuerza, se produce una deforma-
ción inmediata D1−D0. La deformación adicional D2−D1 aumenta la deforma-
ción. Sin embargo, ésta cede gradualmente con el paso del tiempo y el manteni-
miento de la misma fuerza. (Modificado de Panjabi y White, 2001.)
128
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Carga
Histéresis
a
rg
Ca
Longitud
ga
inicial
ar
sc
De Tensión
Diferencia
Longitud final
Fig. 19. Fenómeno de histéresis. Las curvas de carga y descarga tienen un reco-
rrido diferente. La cantidad de energía perdida está representada por el espacio
comprendido entre las dos curvas mencionadas. Un ejemplo de la histéresis es
la reacción observada al estirar el ligamento.
129
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Zona
Zona húmeda más seca
Zona más
húmeda
(A) (B)
Esponja
Cartílago
Hueso
(C)
130
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
La gravedad ejerce una fuerza vertical sobre cada parte de nuestro cuerpo en pro-
porción directa a la masa corporal. Cuando una persona se encuentra en bipedes-
tación, la masa del tronco, la cabeza y las extremidades superiores ejercen, sobre la
región lumbar, una presión aproximada del 55% del peso total del cuerpo (Bogduk
y Twomey, 1991). En esta posición, los músculos del abdomen y del resto del tron-
co actúan de forma protectora estabilizando la columna lumbar; sin embargo, para
poder realizar con eficacia esta acción estabilizadora, ejercen también unas fuerzas
compresoras. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los poderosos músculos
de la espalda están distribuidos sobre el eje prácticamente paralelo a la columna
lumbar, los músculos posteriores pueden ser los mejores amigos o los más grandes
enemigos de la columna lumbar. En una posición neutra y relajada de la columna
lumbar, los músculos ejercen, sobre los discos lumbares, una fuerza de compresión
que duplica el peso del tronco, la cabeza y las extremidades superiores. La situación
se vuelve aún más complicada cuando se realiza el movimiento de levantar un peso
partiendo de la posición inclinada. Durante esta actividad, el peso que debe sopor-
tar la columna lumbar se multiplica por la distancia entre el peso levantado y el
cuerpo, creando un momento de fuerza. El momento se incrementa al aumentar el
peso a levantar o al aumentar la distancia entre el cuerpo y el peso. En condiciones
normales, cuando se realizan las actividades diarias y los pesos que se elevan no
son grandes, los músculos extensores lumbares son los que equilibran estos movi-
mientos con mucha eficacia, controlando la flexión y restableciendo la posición
vertical del cuerpo.
131
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
D1 D2
L5 T L5
P P
(A) (B)
Fig. 22. Comparación del momento de la fuerza gravitatoria sobre el tronco en dos
posiciones de flexión. A medida que nos inclinamos hacia delante, aumenta el brazo
del momento (D2 es mayor que D1). El brazo del momento es la distancia perpendi-
cular que va desde L5 al vector de la fuerza (P), y se debe a la acción de las fuerzas
gravitatorias que actúan sobre el tronco y no a la acción muscular. (T) Representa la
fuerza tensil que los músculos erectores de la columna deben ejercer para contrarres-
tar la fuerza (P), que es el peso de la cabeza, los brazos y el tronco actuando en el
centro de gravedad de dicha palanca.
132
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
a b
F
p = 50 kg
Fig. 23. Cálculo de las fuerzas que actúan sobre el disco lumbar cuando levantamos
un peso de 50 kg. [F: fuerza generada por los músculos extensores; b: brazo de palan-
ca entre el fulcro del movimiento y las inserciones de los músculos extensores (1 en
proporción); a: brazo de palanca entre el fulcro y el peso levantado (15 en propor-
ción); p: peso levantado (50 kg).]
Al realizar el cálculo, considerando que: a : b = 15 : 1, obtenemos el siguiente resultado:
F × b=a×P
F = a × P/b
F = 15 × 50 kg
F = 750 kg
133
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fc
D
Pt
Pia
Fig. 24. Teoría del balón abdominal. El aumento de la presión intraabdominal e in-
tratorácica permite, de una forma más efectiva, transmitir las fuerzas directamente
desde los hombros hasta la pelvis, traspasándolas a la región lumbar. De esta manera,
se reduce la fuerza de compresión sobre la columna lumbar. (D: diafragma; Pt: pre-
sión torácica; Pia: presión intraabdominal; Fc: fuerza de compresión.)
134
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Músculo oblicuo
externo del abdomen
Músculo oblicuo Músculo psoas mayor
interno del abdomen
Músculo transverso
del abdomen
Músculo
cuadrado
lumbar
Músculo
dorsal ancho
Fascia toracolumbar Fascia toracolumbar
Músculo erector
Lámina media Lámina posterior
de la columna
Fig. 25. Corte transversal a nivel lumbar. Se visualizan los niveles de la fascia toraco-
lumbar (véase la descripción en el texto), así como también los músculos protegidos
y controlados por ella.
Este movimiento no debe ser excesivo, para no generar fuerzas elevadas en los
ligamentos intervertebrales y en los discos (Adams et al., 2002). Según las investi-
gaciones más recientes, las estructuras no contráctiles absorben hasta un 31% de
la fuerza que debe soportar la columna lumbar (Dolan et al., 1994), siendo el prin-
cipal elemento de esta acción la fascia toracolumbar. Esto significa que es posible
realizar el movimiento de levantar peso utilizando la tensión pasiva de la fascia
toracolumbar sin generar un alto grado de estrés de la fuerza tensil en los ligamen-
tos intervertebrales y en los discos. Para lograrlo, se debe flexionar la columna
lumbar un 80-95% de la amplitud del movimiento de flexión entre la posición
erguida y la de tocarse las puntas de los dedos.
Otro mecanismo para colocar en tensión la fascia toracolumbar se puede pro-
ducir a través de la contracción de los músculos abdominales, incrementando de
este modo la presión intradiscal (Gracovetscy, 1977, 1981 y 1985). El nivel poste-
rior de la fascia puede actuar de tres formas diferentes, con el objeto de estabilizar
la columna lumbar flexionada y ayudar en el levantamiento del peso.
El primer mecanismo es una acción pasiva de los ligamentos. La capa profunda
de la fascia toracolumbar une directamente las apófisis espinosas de las vértebras
L4 y L5 con el ilíaco. Esta conexión se tensa con la flexión de la columna, dándole la
estabilidad requerida y complementando así la función de los ligamentos interespi-
nosos e iliolumbares (Twomey, 1987).
135
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 26. Acción combinada de las láminas superficial y profunda del nivel posterior
de la fascia toracolumbar (véase la explicación en el texto). (De Bogduk, 1984.)
136
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
TF h
TV
TH
TL C A
TV
Fig. 27. Diagrama que representa la transmisión de las fuerzas a través del nivel pos-
terior de la fascia toracolumbar. (Redibujado de Twomey, 1987.)
137
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
138
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
permite evitar el exceso de presión sobre la parte posterior del disco lumbar. Ade-
más, los estudios respaldados por las pruebas de EMG han revelado la importancia
de la contracción de los músculos abdominales oblicuos y del músculo piramidal de
la pelvis en la estabilización de las articulaciones sacroilíacas, durante actividades
tan elementales como la sedestación. En la posición forzosa actúan los músculos
abdominales oblicuos, mientras que el músculo glúteo mayor y el músculo bíceps
femoral permanecen realmente en reposo. Al sentarse sobre una superficie blanda,
que ofrece un mayor soporte para las articulaciones sacroilíacas, disminuye la activi-
dad de los músculos abdominales. Las investigaciones permitieron desarrollar el mo-
delo de acción cruzada de los músculos anteriormente mencionados, permitiendo
un control total en el funcionamiento de las articulaciones sacroilíacas (Fig. 28)
(Vleeming, 1992).
139
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
140
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 29. Una estructura arquitectónica típica (un ladrillo puesto sobre otro) no se
sostiene de un modo estable sin la acción de la fuerzas gravitatorias.
141
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
142
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 33. Domo geodésico. Estructura creada por Buckminster Fuller en 1940. Este
genial arquitecto popularizó la idea original de Walter Bauersfeld, de Zeiss Optical
Works en Jena, Alemania, quien diseñó la estructura para el techo del planetario de
la empresa óptica Zeiss en 1922. (Redibujado de Ingber, Scientific American, 1998.)
143
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
144
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 35. Representación gráfica del modelo de «tensegridad» descrito por Levin (Le-
vin, 1982). Este modelo está basado en el icosaedro, un modelo omnisimétrico que
tiene un comportamiento estructuralmente estable en el espacio. Es un modelo más
económico, porque permite obtener más volumen en relación con el área de su super-
ficie. El modelo consta de seis tirantes y treinta triángulos, y constituye el elemento
básico de cada estructura de «tensegridad». A partir de él, se pueden construir obje-
tos complejos de un tamaño infinito y de distintas formas. En cada una de estas
estructuras, cada uno de sus elementos básicos está plenamente integrado con el
otro. La respuesta mecánica de la estructura es la siguiente: al aplicar una fuerza de
compresión o de estiramiento sobre dos tirantes paralelos ubicados sobre los lados
opuestos, se produce el movimiento en los seis tirantes. Como resultado, la estructu-
ra se expande o se achica, adaptando una forma asimétrica. En conclusión: no es
posible una acción aislada de ninguno de los elementos por separado. Siempre debe
actuar el conjunto completo. (Redibujado de Levin, 1982.)
145
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 36. La columna vertebral es la columna de sostén del cuerpo. Éste es el ejemplo
utilizado, de la forma más común en biomecánica, para explicar, basándose en los
modelos mecánicos de las máquinas simples, el funcionamiento del cuerpo. Según
estos principios, para un funcionamiento correcto de todo el complejo corporal es
indispensable la acción de las fuerzas gravitatorias.
146
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
internas de otros huesos que deben soportar un gran peso, como, por ejemplo, el
fémur o la tibia (Fig. 38).
En el cuerpo vertebral, sólo se observa una capa muy delgada de hueso com-
pacto igual a como se puede registrar en la estructura completa del arco neural,
Fig. 38. La distribución trabecular en los huesos largos les permite soportar cargas
mayores. (De Kapandji, 1977.)
147
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
L1
L2
Fig. 39. El diagrama demuestra la forma en la que el cuerpo vertebral superior está
suspendido sobre el cuerpo vertebral subyacente. Son las propiedades de tensión del
tejido conectivo las que se oponen a las propiedades compresivas de los cuerpos
vertebrales. (De Robbie, 1997.)
148
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
De este modo, se puede comparar esta unión dinámica con la estructura básica
de la «tensegridad», en la que las vértebras representan las estructuras fijas y el
tejido conectivo las estructuras de tensión que suspenden y controlan a las prime-
ras. Está claro que esta unión de dos vértebras no es el único sostén dinámico del
sistema miofascial en la columna vertebral. Hay que mencionar los ligamentos lon-
gitudinales anterior y posterior, los ligamentos interespinosos, los intertransversos
y, también, todo el aparato muscular. Todo este conjunto está integrado funcio-
nalmente, se encuentra en estado de una continua pre-tensión, preparada para,
en cualquier momento, mover, proteger, controlar, movilizar y estabilizar, es decir,
dar vida a nuestra columna vertebral. Ésta puede funcionar de dos maneras dife-
rentes: puede comportarse como una pirámide de ladrillos (vértebras) puestas una
sobre otra, así como también actuar como una estructura dinámica, siguiendo los
principios de «tensegridad». Probablemente, la columna vertebral actúa siempre
de dos maneras: diferente cuando se encuentra equilibrada y saludable, y distinta
cuando está en desequilibrio obligada a un comportamiento defensivo.
Sin embargo, la proporción entre el uso de la estructura dinámica funcional y la
estructura rígida compresiva es el tema de discusión. Parece que la columna vertebral
funciona de la manera más eficaz cuando una parte considerable del peso corporal
es soportada por la estructura «tenségrica», es decir, es suspendida funcionalmente
por el tejido miofascial. ¿Sería ésta la explicación de la frecuencia de las deformacio-
nes vertebrales y de la presencia de herniaciones en los discos de la columna vertebral
entre las personas que sufren dolores en la parte inferior de la espalda?
Para poder realizar de una manera óptima esta doble actividad de un máximo
soporte y una óptima funcionalidad, el sistema miofascial del cuerpo debería ser
proporcional en cuanto a longitud y flexibilidad de sus elementos básicos. Si se
encontrara muy tenso o fuera muy corto en cualquiera de sus segmentos, podría
comprimir otros segmentos entre sí. Esto es lo que probablemente se produce en
una espalda dolorida, cuando el déficit de flexibilidad de un segmento disminuye
en primer término, la elasticidad y su capacidad de movimiento libre (Becker, 1975,
Farfan, 1975; Gray, 1993). Posteriormente, bloquea un determinado segmento de
la columna, transformándolo de estructura funcionalmente libre en estructura de
compresión. Este proceso facilita el dañino progreso de las fuerzas gravitatorias, así
como el proceso de un lento y progresivo deterioro estructural.
Según los conocimientos actuales, las explicaciones anteriores parecen clara-
mente limitadas, mientras que la teoría de la «tensegridad» va ganando adeptos,
aunque en formas mucho más elaboradas que en su formulación más sencilla.
Una estructura de «tensegridad» que se basa en un estado de continua tensión
y de descontinua compresión es estable en todas direcciones, y supone un conjun-
149
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Más allá de las observaciones mencionadas, los estudios de Donald Ingber (des-
tacado especialista en la estructura celular) y de sus colaboradores de la Universi-
dad de Harvard sugieren que el principio de «tensegridad» se puede aplicar a cual-
quier escala en el cuerpo humano (Ingber, 1985).
Desde un punto de vista macroscópico, los 206 huesos del ser humano constituyen
los componentes rígidos de la estructura corporal, que están estabilizados por liga-
mentos y músculos que cumplen la función de componentes tensionales (Fig. 43).
Fig. 40. En el momento del choque del talón, el calcáneo recibe una enorme carga
mecánica, que se distribuye de una manera proporcional a través de los diferentes
tejidos.
150
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 41. La distribución y la absorción de las fuerzas de impacto son posibles a través
de la estructura de «tensegridad». (De Kapandji, 1977.)
151
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 43. Nuestro esqueleto posee la estructura basada en los principios de «tensegri-
dad». A través de ella, podemos transmitir las fuerzas, impactos y movimientos de
una manera uniforme, que no produce daños estructurales, incluso al recibir impac-
tos mayores. Uno de los ejemplos del comportamiento mecánico, basado en la estruc-
tura de «tensegridad» en el aparato locomotor, se observa en la extremidad superior.
En los seres humanos, la extremidad superior no se encarga del soporte del peso
corporal; por esta razón, no puede responder a los principios de compresión. Al ob-
servar la articulación escapulotorácica, nos damos cuenta de que el omóplato no pre-
siona directamente al tórax y que la clavícula actúa como el elemento de compresión.
El sistema de soporte de la extremidad superior es un sistema basado en las fuerzas
de tensión. Este sistema está soportado por la musculatura que envuelve la columna
vertebral, el tórax y la extremidad superior, transformándolo en un sistema de sopor-
te de tensión, fenómeno observado en el modelo de «tensegridad». La estructura in-
terna de los huesos responde al mismo principio, algo que también ocurre en el siste-
ma fascial (inspirado en Levin, 1982).
152
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
153
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
RGD RG RGD
D
RG RG Gotas D D
RG
magnéticas
D
D
RG
RGD
RGD
RGD
Integrinas
D
D
RG
RG
RG
RG
D
D
RGD D RGD D
RG RG
154
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
155
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Se explica así la admirable eficiencia del cuerpo humano, que para conservar su
equilibrio funcional necesita muy poca energía. También se aclara cómo, al aplicar
tensión en un punto del conjunto, todo el cuerpo reacciona al unísono: los elemen-
tos interconectados de la estructura se reajustan globalmente en respuesta a cual-
quier acción mecánica local.
Como ejemplo se puede citar la estructura del icosaedro (Levin, 1986), fre-
cuentemente observada en biología. Basta observar la estructura del virus
(Fig. 47). Entre la estructura de un virus y la de otro se observan similitudes. Esta
construcción se basa en la combinación simétrica de subunidades idénticas «em-
paquetadas dentro de la concha del virus», siguiendo los principios de la simetría
cúbica.
Fig. 47. La estructura del virus sigue los principios de «tensegridad». La gráfica re-
presenta el ensamblaje de la estructura del virus basada en la estructura de «tensegri-
dad». (Modificado según Stannard, 1995.)
156
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Cada estructura del cuerpo puede desarrollar una enfermedad como consecuencia de
una respuesta anormal de las células a fuerzas mecánicas externas (Ingber, 1998).
157
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Fig. 48. En el modelo de «tensegridad» de una célula se pueden observar los cambios
en su estructura, así como también en la estructura del núcleo al colocarlo sobre
diferentes tipos de superficie. (Redibujado de Ingber, 1998.)
FENÓMENO DE PIEZOELECTRICIDAD
El efecto piezoeléctrico (literalmente «electricidad de presión») se observa normal-
mente en los cristales, es decir, en estructuras físicas caracterizadas por una distri-
158
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
En el cuerpo humano, los huesos, los vasos sanguíneos, la piel y los músculos se
comportan como si fueran cristales (en particular se asemejan a cristales líquidos).
(Oschman, 1983; Juhan, 1987; Fukada y Yassuda, 1957; Braden et al., 1966; Fuka-
da, 1974; Fukada y Hara, 1969; Basset y Becker, 1957; Black y Korostoff, 1974;
McElhaney, 1961.)
Las maravillosas propiedades de los cristales líquidos se utilizan hoy en día tanto
en la fabricación de pantallas de televisión, relojes digitales, calculadoras, etc.,
como en otros muchos objetos de uso diario.
159
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
Cristal inorgánico
Fig. 50. Representación gráfica del cristal inorgánico (NaCl). Su estructura es dura y
frágil, quebradiza. (De Oschman, 1983.)
estructura modular, como puede ser una piedra preciosa (Fig. 50). Los cristales de
nuestro cuerpo son cristales líquidos (Bouligand, 1978; Barnes, 1997; Juhan, 1987;
Fukada y Ueda, 1970) (Fig. 51). Al realizarse una acción mecánica, por ejemplo,
cuando un músculo se estira junto con el tendón, el sistema fascial se comprime y,
en consecuencia, se genera una pequeña diferencia de potencial eléctrico. Esta
diferencia se vuelve armónica y oscilante representando y registrando así las conse-
cutivas acciones mecánicas. La información se transmite eléctricamente a través de
la matriz viviente. Considerando que el colágeno, principal componente de esa
matriz, es un semiconductor, se puede concluir que es capaz de formar una red
Cristal orgánico
Fig. 51. Representación gráfica del cristal orgánico. Su estructura es suave y flexible
y se compone de moléculas largas y delgadas. (De Oschman, 1983.)
160
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
electrónica integrada que permite la conexión entre todos los elementos de la red
del tejido conectivo. Así, las propiedades básicas del sistema fascial (elasticidad,
flexibilidad, elongación, resistencia) dependerán de la capacidad de mantenimien-
to del ininterrumpido flujo de esta información.
La acción mecánica de los tejidos que rodean al sistema fascial, debida al movi-
miento o a impulsos externos al cuerpo, genera pequeñas corrientes eléctricas
(Oschman, 1993; Bouligand, 1978).
(A) (B)
Fig. 52. En la imagen (A), se puede observar la organización regular de los elementos
en el cristal. Al comprimir el cristal [imagen (B)], cambia drásticamente la geometría
de los elementos y se produce por reacción una corriente eléctrica. (De Oschman, 1983.)
(A) (B)
Fig. 53. El fenómeno explicado en la figura anterior se observa también en cada uno
de los componentes del cristal. Al efectuar la compresión (B), se rompe la simétrica
distribución de la carga eléctrica dentro de la unidad (A) y se produce una diferencia
de potencial que genera una corriente eléctrica. El fenómeno se transmite inmediata-
mente a las otras unidades del conjunto. (De Oschman, 1983.)
161
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS RELACIONADAS CON EL SISTEMA FASCIAL
162
Postura
POSTURA
165
POSTURA
A EL USO Y EL FUNCIONAMIENTO
166
POSTURA
¿Se preguntará usted, estimado lector, qué tiene que ver esta historia con
el análisis de la postura y cuál es su importancia en el aprendizaje de las
terapias miofasciales?
167
POSTURA
Fig. 1. El faraón era el rey de los dioses y precisamente esa religión de su cuer-
po lo hacía grande.
elongada y digna que conservan (Fig. 1); una armonía casi perfecta y muy
difícil de encontrar en nuestros días.
168
POSTURA
(A) (B)
60%
45%
Tronco,
miembros
superiores Centro de
gravedad del
cuerpo
43%
Miembros
inferiores
55%
169
POSTURA
so
lu o
Ma ntinu
co
ión d
s ac ida
n d
Se omo
e c
d
ño ón
ga pci
En rce
pe
a la
Fig. 4. La postura cambia a lo largo de nuestra vida y está influida por diferen-
tes factores, entre los que destacan los cambios del aparato locomotor. El proce-
so de compensaciones produce un desequilibrio muscular que influye en el
comportamiento funcional. Nos sentimos cómodos con una postura incorrecta
y extraños con una corregida.
C POSTURA CORRECTA
170
POSTURA
171
POSTURA
Coordinación
Flexibilidad
Fuerza
Endurecimiento
Velocidad
Fig. 6. La eficacia del sistema muscular del cuerpo está controlada por el siste-
ma miofascial. Es indispensable el equilibrio entre todos los factores para el
mantenimiento de una postura correcta, en función del óptimo desenvolvi-
miento funcional.
172
POSTURA
173
POSTURA
174
POSTURA
(A) (B)
175
POSTURA
176
POSTURA
177
POSTURA
r r r
be ere ntir oce
Sa Qu Se on
C
Fig. 12. Las acciones relacionadas con el control del mantenimiento postural se pue-
den resumir con cuatro palabras (véanse detalles en el texto).
178
POSTURA
dea y sostiene tanto al aparato locomotor como a las vísceras, se puede concluir
que el tejido conectivo de las vísceras también está involucrado en el mantenimien-
to de una postura equilibrada; o tal vez se debiera reformular esta afirmación,
señalando frecuentemente que es el trastorno visceral el que determina el trastorno
del aparato locomotor. Por lo tanto, una postura correcta depende de una relación
equilibrada entre los diferentes elementos corporales, de tal forma que permite:
• máxima capacidad funcional,
• óptima estabilidad,
• capacidad de mantenimiento con un mínimo esfuerzo muscular.
Se puede finalmente definir la postura correcta como aquella que se eleva en
contra de las fuerzas gravitatorias sin perder la máxima eficacia funcional, tarea
imposible de realizar sin la participación activa de un sistema fascial funcionalmen-
te equilibrado (Fig. 13). Citando las palabras de Ida Rolf: «El equilibrio revela el flujo
natural de las fascias en todo el cuerpo» (Rolf, 1994).
Cada cuerpo posee sus propias características posturales, así como también de
movimiento. Los músculos se contraen y se expanden en respuesta a la demanda
179
POSTURA
Retracción de
la cabeza
Estiramiento Levantamiento
de los brazos de los hombros
Aplanamiento Pérdida
del tórax del coco
Flexión de
las rodillas
Fig. 14. Respuesta corporal influenciada por factores emocionales. Aunque el im-
pulso es de origen emocional, la respuesta es física.
funcional. La posición de los huesos y las vísceras colocados entre los músculos y las
fascias determina la dirección de estos movimientos. Diferentes hábitos, restriccio-
nes, preferencias, el funcionamiento de los órganos internos, todo ello en conjun-
to, determina el contorno, el equilibrio y la capacidad funcional del cuerpo. En
otras palabras, el contorno del cuerpo y sus patrones de movimiento vienen deter-
minados por los patrones de atrapamiento del sistema fascial. Sin embargo, no
solamente son los factores físicos los que influyen en el comportamiento postural;
los factores emocionales como, por ejemplo, la tristeza, el cansancio, el agota-
miento, o lo contrario, es decir, la alegría y el bienestar, también pueden cambiar el
comportamiento postural de una manera drástica (Fig. 14).
180
POSTURA
Fig. 15. Interrelación entre diferentes respuestas del organismo frente a los cambios
posturales motivados por un desorden físico o emocional.
En conclusión, se puede afirmar que para conseguir una óptima función postu-
ral es indispensable la relación entre todos los aspectos corporales (Fig.15).
181
Traumatismos
del sistema
fascial
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
184
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
185
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
Fig. 1. Modelo integral del cuerpo con- Fig. 2. Modelo de la mecánica postural
formado por bloques. En este modelo es con la orientación de las proporciones
necesaria la acción de la fuerza de la gra- corporales en una desventaja mecánica.
vedad para mantener su integración fun- Los segmentos anchos reposan sobre
cional. Sin embargo, las fuerzas gravita- una base muy estrecha. Cualquier aleja-
torias afectan a su estructura si no están miento de la línea vertical significa un
distribuidas de una manera simétrica. gran gasto energético para la recupera-
(Modificado de Rolf, 1977.) ción del equilibrio. (De Cailliet, 1977.)
Fig. 3. Modelo de los balones. Cada par- Fig. 4. Modelo basado en la integración
te del cuerpo está representada por un miofascial. En este modelo se propone la
balón. Los balones interactúan entre sí comunicación corporal a través de la in-
en una integración funcional. tegración, según la teoría de tensegri-
dad, en todos los niveles corporales.
186
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
FENÓMENO DE COMPENSACIÓN
Los procesos compensadores no son extraños en el cuerpo, y se producen cuando
un segmento ayuda o sustituye la labor de otro, que se encuentra temporalmente
o definitivamente deshabilitado. En el aparato locomotor, los procesos compensa-
dores son frecuentes; en algunas ocasiones los utilizamos con el fin de devolverle al
cuerpo una función disminuida o imposibilitada (Fig. 6).
Las compensaciones mecánicas se dividen en dos grupos básicos: compensa-
ciones externas e internas. Un defecto anatómico, por ejemplo el acortamiento de
una de las extremidades inferiores, se puede corregir de dos maneras:
• A través de la compensación externa (programada): utilizando una alza (Fig. 7A).
• A través de la compensación interna (automáticamente realizada por el cuer-
po) desarrollando una desviación lateral escoliótica (Fig. 7B).
187
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
188
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
(A) (B)
189
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
190
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
(C) (D)
Fig. 8. El proceso compensador crea desventajas. (A) Una columna (en una estructu-
ra arquitectónica, una palmera o la columna vertebral) está preparada para recibir la
carga gravitatoria sobre su eje (cuando se encuentra en la posición vertical y las fuer-
zas que actúan sobre ella se distribuyen de una manera simétrica). En esta posición,
soporta muy bien el peso y la carga a la que está sometida. Se crean fuerzas de com-
presión (flechas) simétricas. La estructura está preparada para soportarlas. (B) Cuan-
do las fuerzas actúan de una manera asimétrica, la estructura empieza a perder su
verticalidad. Del lado de la carga aumenta la compresión y del lado opuesto se pro-
duce el estiramiento (flechas). En consecuencia, se crea una deformidad. (C) La carga
se puede equilibrar de dos maneras. La primera consiste en añadir una carga de igual
valor en el lado opuesto. Esta acción permite regresar a la verticalidad; sin embargo,
aumenta la carga total sobre la estructura (flechas). (D) La segunda opción para equi-
librar la carga es aplicando una tracción en el lado opuesto. El cuerpo actúa en este
proceso movilizando el aparato muscular, que se ve obligado a una acción continua
(contracción) para mantener la verticalidad. Los resultados negativos son dobles: la
estructura debe soportar una carga adicional y el músculo está sometido a un trabajo
adicional constante, con el desgaste de energía resultante.
191
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A)
(B)
(C)
Fig. 9b. Las estructuras inertes sometidas a una compresión asimétrica como conse-
cuencia de una prolongada tensión y la consiguiente retracción muscular, desarro-
llan cambios degenerativos prematuros, como las artralgias y la osteoartritis. (De
Gunn, 1989.)
192
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
193
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
(C) (D)
(E) (F)
(G)
Fig. 11. El grado de deterioro de una articulación debido al avance de los cambios
degenerativos se refleja en su capacidad para realizar el movimiento. (Modificado de
Seyfried, 1983.) (A) En una articulación sana, es posible la realización del movimien-
to en su amplitud completa en contra de la resistencia. (B) En presencia de una dis-
tensión, es posible la realización del movimiento en una amplitud limitada en contra
de la resistencia. (C) En presencia de una disfunción, es posible la realización de un
movimiento en su amplitud completa sin resistencia. (D) En presencia de cambios
degenerativos leves (grado I), es posible la realización del movimiento en una ampli-
tud total disponible con resistencia algo menor de la habitual resistencia. (E) En pre-
sencia de cambios degenerativos más avanzados (grado II), es posible la realización
del movimiento en una amplitud total disponible sin resistencia. (F) En presencia de
cambios degenerativos avanzados (grado III), es posible la realización del movimien-
to en una amplitud total disponible en suspensión que elimina el peso de la extremi-
dad inferior. (G) En presencia de cambios degenerativos muy avanzados (grado IV),
es posible la realización del movimiento en una amplitud limitada en suspensión,
que elimina el peso de la extremidad inferior.
194
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
Disfunción Dolor
Desarrollo Prolongada
del patrón tensión muscular
de fijación defensiva
Sobrecarga Hipomovilidad
Desarrollo
del patrón
compensador
Fig. 12. El cuerpo sometido a estrés mecánico o emocional prolongado crea sus pro-
pios sistemas de escape a través de diversos tipos de compensaciones. Sin embargo,
estas soluciones sólo dan un resultado positivo de forma temporal, creando al mismo
tiempo otras compensaciones. Con el tiempo, las posibilidades de nuevas compensa-
ciones se agotan y el cuerpo se encuentra sin salida, entrando en un círculo vicioso
de defensa, inflamación, dolor y una progresiva e irreversible disfunción.
195
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
Fig. 13. En una disfunción del complejo articular del hombro, cuando el movimiento
de abducción y flexión es limitado o doloroso, el paciente inclina el tronco lateral-
mente para lograr la misma amplitud de movimiento (B).
196
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
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197
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
Las lesiones del sistema fascial (Fig. 17) (retracciones, adherencias, rupturas) se
pueden producir por tres razones básicas:
res es
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198
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
Rupturas Cicatrices
Desalineamiento
Fig. 17. Representación gráfica de las diferentes etapas durante el proceso de trau-
matismo y reparación de la fascia. (De Waintrub, 1999.)
Tensión
Elongación
199
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
lesión es el síndrome del túnel del carpo relacionado con los movimientos
repetitivos y el sostenimiento de la muñeca en la posición de extensión.
Es difícil explicar una lesión del sistema fascial y las consecuencias mencionadas
basándose solamente en un razonamiento típico para una lesión estructural. Nu-
merosas veces nos encontramos ante una lesión que no se puede analizar dentro
del marco de la fisiología mecánica del movimiento articular. Igualmente, la aplica-
ción de los procedimientos terapéuticos dirigidos principalmente a la eliminación
del dolor (p. ej., realizando diferentes formas de terapia, como las técnicas de
estiramiento, la liberación de puntos gatillo), obtienen tan sólo resultados positivos
parciales o temporales. Este proceso de adaptación a raíz de un traumatismo y la
compensación posterior, cambia la forma del funcionamiento muscular (Figs. 19 y
20). En condiciones normales, para realizar un determinado movimiento, se utili-
zan grupos musculares específicos. De esta forma se establecen los patrones de
movimiento característicos para cada persona, y así se puede, por ejemplo, recono-
Músculo Tendón
Tendón Hueso
Hueso
Fig. 19. Existe una continuidad de la acción mecánica inseparable entre el músculo,
el tendón, el periostio y el hueso (para más detalles, véanse los capítulos sobre anato-
mía y biomecánica). (Modificado de Oschman, 1983.)
200
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
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(A) (B)
Fig. 20. Las restricciones del sistema fascial limitan la elasticidad de los tendones
para la realización de los movimientos laterales y disminuyen su capacidad de estira-
miento. Obsérvese la distancia entre la fibra muscular y el hueso en presencia de una
restricción miofascial (A) y después de la liberación de la restricción (B). (Modifica-
do de Oschman, 1983.)
201
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
(D)
(C)
Fig. 21. Representación gráfica del comportamiento del sistema fascial en presencia
de entrecruzamientos: (A) Fascia libre de restricciones en reposo. (B) Fascia con res-
tricciones en reposo. (C) Respuesta de la fascia libre de restricciones al estirarla.
(D) Respuesta de la fascia con restricciones; al estirarla, obsérvese la presencia de
entrecruzamientos patológicos.
202
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
nas cinéticas, y los síntomas pueden ser rastreados y tratados indirectamente, ali-
neando las cadenas fasciales en relación con el foco inicial de la restricción (Gray,
1993). La forma de transmisión de la tensión a través del sistema se realiza a nivel
molecular y estructural. Según el modelo de tensegridad, el cuerpo reacciona ba-
sándose en la tensión y la compresión, y no en la acción de palancas, y puede ser
estable independientemente de la fuerza gravitatoria. La respuesta del tejido a la
lesión no es la respuesta lineal (stress/strain), con respecto a las fuerzas externas
(Fig. 22). Al encontrar los cambios en un determinado punto del cuerpo, se puede
suponer que la lesión original se ha producido en otro lugar, y que la acción tera-
péutica en el lugar de la disfunción tendría una respuesta inmediata y correctora en
todas las áreas secundarias, incluyendo el punto en el cual se manifestaron los
síntomas. Las restricciones en una región determinada pueden causar una reduc-
ción de la amplitud del movimiento en otras zonas, inclusive en las más distales. El
área en la que el paciente percibe el dolor está, por lo general, muy distante del
sitio de los puntos más sensitivos. Los puntos hipersensibles representan, general-
mente, las áreas de relativa fijación del sistema fascial. Estas áreas de hipermiotonía
producen la formación de las bandas de tensión que se extienden hacia las estruc-
turas periféricas. Al moverse periféricamente, desde el punto del foco primario de
la restricción, la estructura fascial del cuerpo transmite estas fuerzas sin que se
produzca ningún cambio de intensidad hacia el área del cuerpo que forma una
especie de interfase con la influencia mecánica externa. El cuerpo en respuesta
crea las áreas de una relativa fijación. Como resultado, se produce un excesivo
movimiento en las regiones del cuerpo que se extienden desde el foco de la disfun-
ción. Las fuerzas excesivas debidas a la presión del movimiento repetido contra la
E
s
t
r
é
s
Tensión
203
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
barrera de restricción (para más detalles, véase el capítulo sobre evaluación del
síndrome de la disfunción miofascial) pueden causar una inflamación local o dolor.
El incremento de la deformación mecánica o el estiramiento dentro de ese tejido
pueden desencadenar una liberación de los mediadores químicos que producen
dolor. De esta forma, el dolor se manifiesta en el tejido que está implicado en el
proceso solamente de una manera secundaria. En consecuencia, nos encontramos
en presencia del dolor referido.
(A) (B)
Fig. 23. Representación gráfica del sistema fascial. (A) Fascia equilibrada. (B) Forma-
ción de bandas de tensión dependiendo de la aplicación de fuerzas.
204
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
205
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
206
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
207
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
(A) (B)
Fig. 24. Respuesta hidrostática del sistema fascial. (A) Una buena hidratación permi-
te soportar cargas considerables y evitar lesiones. (B) La pérdida de agua debida a un
traumatismo o al proceso de envejecimiento disminuye la capacidad de resistencia
del tejido. Por esta razón, el sistema fascial postraumático, así como también el de las
personas de edad, es más propenso a sufrir lesiones.
200 Ruptura
100
0 1 2 3 4
Elongación en nm
208
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
209
TRAUMATISMOS DEL SISTEMA FASCIAL
210
Evaluación
del síndrome
de disfunción
miofascial
y análisis de
los hallazgos
clínicos
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
INTRODUCCIÓN
Al iniciar el proceso de evaluación de las patologías del sistema fascial, hay que
formularse las siguientes preguntas:
• ¿Se puede clasificar la disfunción miofascial dentro del grupo de las disfun-
ciones somáticas?
El sistema fascial puede estar afectado por el estrés de origen funcional o es-
tructural incluso si la persona es considerada como relativamente sana.
213
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Disfunción miofascial
214
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Un problema congénito.
Cualquiera que sea la razón del acortamiento, el sistema miofascial sería capaz
de cambiar el comportamiento funcional de determinados componentes corpora-
les en la búsqueda del equilibrio funcional del resto del cuerpo para su óptima
función. El patrón de la compensación dependerá de la magnitud de los cambios y
de la eficacia del sistema fascial a la hora de coordinar esta acción. El objetivo de la
evaluación del sistema fascial es detectar los sitios de atrapamiento que impiden la
realización de un adecuado proceso de protección del cuerpo y establecer los pa-
trones de compensación.
BASES DE LA EVALUACIÓN
La evaluación del síndrome de disfunción miofascial se debe ubicar dentro del pro-
ceso de la evaluación fisioterapéutica y, particularmente, dentro de la evaluación
215
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Autonomía física:
– amplitud del movimiento articular;
– fuerza muscular;
– integridad de las estructuras inertes y contráctiles.
• Autonomía orgánica:
– capacidad cardiovascular;
– capacidad respiratoria;
– capacidad del equilibrio estático y dinámico.
• Autonomía sensorial:
– presencia de dolor;
– integridad visual;
– integridad auditiva;
– percepción del tacto;
– comprensión del lenguaje y la fonación;
– memoria;
– capacidad de juicio.
EVALUACIÓN GLOBAL
ANAMNESIS
216
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Fatiga
Entre el 90 y el 100% de los pacientes refiere fatiga durante el día, incluso si
estuvieron relativamente inactivos.
n Medicación
Algunos fármacos antidepresivos ayudan al paciente, pero producen alteraciones
en la cuarta fase del sueño, influyendo negativamente en el tratamiento de la
disfunción miofascial.
n Alergias
Un gran número de pacientes con síndrome miofascial refiere numerosas afeccio-
nes alérgicas.
APRECIACIÓN VISUAL
Una cuidadosa evaluación postural permite la realización de un diagnósti-
co no invasor, simple y eficiente.
217
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
218
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
219
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Banda púbica
Se inicia en el pubis, donde se aprecia una acumulación de grasa. Se extiende
lateralmente hacia la región trocantérea, cruzando la ingle y los ligamentos ingui-
220
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
221
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Banda inguinal
222
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
pueden transmitir por el sistema fascial del músculo glúteo mayor hasta la cara
posterolateral del muslo, así como también a lo largo de la masa común del apara-
to extensor de la columna, conectándose, de esta manera, con la columna cervical
y el cráneo.
n Banda umbilical
n Banda torácica
Se extiende desde la línea marcada por las tetillas, continúa lateralmente sobre
el borde inferior del músculo pectoral mayor y, posteriormente, hasta el mar-
gen lateral del músculo dorsal ancho. Finaliza a nivel de las apófisis espinosas
de D6-D7.
223
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 7. Las flechas indican las líneas Fig. 8. Las flechas indican las líneas
de fuerza de la acción de los músculos de fuerza de la acción de los músculos
implicados en la coordinación de los implicados en la coordinación de los
movimientos entre la pelvis y las extre- movimientos entre la pelvis y las extre-
midades superiores: vista frontal. (Mo- midades superiores: vista posterior. (Mo-
dificado según Schultz; Feitis, 1996.) dificado según Schultz; Feitis, 1996.)
224
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Empieza en el borde inferior del mentón y se dirige hacia el hueso hioides. Poste-
riormente, continúa hacia el ángulo de la mandíbula, pasa por debajo de la oreja y
finaliza sobre la articulación atlantooccipital. Conecta entre sí el cráneo con la co-
lumna cervical. En la parte delantera, participa en la conexión entre el hioides y la
mandíbula. Sus restricciones afectan el funcionamiento de la ATM y, generando
una excesiva tensión, influyen en la formación de la posición protruida de la cabe-
za. Con la tensión de esta banda se ven afectados los músculos de la lengua, pro-
duciéndose en consecuencia trastornos en el habla, afectándose también el fun-
cionamiento del esófago y de la tráquea.
225
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Banda ocular
Se inicia en el entrecejo y, posteriormente, atravesando las cavidades oculares,
pasa por encima de las orejas y finaliza en la cresta occipital. Sus tensiones pueden
influir en el comportamiento mecánico de las suturas craneales.
Los hallazgos encontrados en el proceso de evaluación propuesto a continua-
ción reflejarán la presencia de los atrapamientos explicados con anterioridad. Estos
atrapamientos pueden producir cambios funcionales en todos los elementos del
sistema miofascial.
226
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Solamente de esta forma es posible detectar los continuos cambios que se pro-
ducen en el sistema fascial durante la aplicación del tratamiento, que consta de un
proceso cíclico que comprende:
Esta fase de evaluación se debe realizar con el paciente descalzo y sin ropa, o
vestido con escasa ropa, para conseguir una buena visualización de todos los seg-
mentos corporales. La distancia entre el examinador y el paciente debe ser lo sufi-
cientemente larga para conseguir una perspectiva visual apropiada (aproximada-
mente 1.5 m).
• Asimetría fascial.
• Hipertonía muscular.
227
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
(A) (B)
Fig. 10. Una observación cuidadosa del cuerpo permite detectar el patrón de desvia-
ción postural. La observación del triángulo del talle y el análisis de la posición de las
manos son las guías en este proceso. (A) Vista anterior. (B) Vista posterior.
caras laterales de los muslos, con los dedos a la misma distancia con respecto al
suelo. Al encontrarse con un cuerpo lateralmente desviado, una de las manos esta-
rá más abajo y la otra más arriba. Es recomendable la realización de una medición
con la cinta métrica, reservando los resultados para una futura reevaluación.
La apreciación visual se realiza partiendo desde abajo, desde el nivel de los pies (al
contrario de lo acostumbrado en la evaluación postural con la plomada). Esta ma-
nera de evaluación permite detectar la forma en que el cuerpo distribuye el peso a
consecuencia de las desviaciones compensadoras, secuela de los atrapamientos en
el sistema fascial. El hallazgo más frecuentemente observado en esta fase de eva-
luación es el acortamiento de una de las extremidades inferiores y sus consiguien-
228
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
229
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Simetría del contorno de los muslos (cuadríceps, sartorio, aductores). Hay que
relacionar la posición de la pelvis: ascenso−descenso, proyección anterior−pro-
yección posterior. Se relacionará con la rotación interna de la extremidad inferior
y su sucesivo alargamiento o acortamiento funcional.
• Posición del esternón y las costillas. Los cambios de esta región se relacionan con
las disfunciones respiratorias y las patologías funcionales relacionadas con la po-
sición protruida de la cabeza. (Para más detalles véase la Tabla IV).
• Posición de la cabeza.
• Posición de la mandíbula.
• Simetría de la cara.
• Simetría del contorno de los músculos gemelos (se deben comparar los gemelos
externo e interno de cada una de las piernas, así como también la simetría entre
los gemelos externos e internos de ambas piernas). La asimetría entre los geme-
los es uno de los hallazgos más frecuentes encontrados en la apreciación visual.
• Simetría de los pliegues poplíteos (se debe prestar atención a su altura y profun-
didad).
230
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Relación entre el pie y la pierna (el desequilibrio entre los músculos flexores y los
extensores debido a la restricción miofascial no permite colocar al pie en una
posición neutra).
231
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Posición de la mandíbula
Este segmento de evaluación tiene como objetivo detectar las limitaciones, desvia-
ciones y compensaciones de los patrones normales del movimiento corporal. Los
cambios locales (por ejemplo, un genu flexum, probable secuela de una patología
del menisco) detectados durante esta fase deben ser evaluados posteriormente
con las estrategias apropiadas para la evaluación local, con los instrumentos ade-
cuados. El cuidadoso análisis de los movimientos globales permite que un examina-
dor detecte las zonas corporales en las que existen restricciones del sistema fascial,
muchas veces sin causar dolor al paciente durante la realización de sus actividades
habituales.
232
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Resistencia final
• Fuerte: el movimiento está limitado por el choque óseo (extensión del codo).
• Suave: el movimiento está limitado por el encuentro entre las masas muscula-
res endurecidas por la contracción (flexión del codo).
233
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Resistencia final patológica (puede estar relacionada con diferentes hallazgos pa-
tológicos):
• Resistencia esponjosa: en presencia de un edema.
• Resistencia dura: en presencia de cambios artríticos y fibrosis.
• Resistencia en resorte: espasmo, hipertonía o contractura muscular.
• Resistencia vacía: en presencia de dolor. Se observa la reducción de la ampli-
tud y la compensación del movimiento.
n Procedimiento
El paciente, manteniendo las rodillas en extensión, debe llevar las manos, mediante
una progresiva flexión anterior de la columna, hacia los dedos de los pies. El exami-
nador debe medir la distancia entre la punta de los dedos y el suelo, o la altura
(muslo, pierna) a la que llegan los dedos.
n Valoración
Con esta prueba se valora simultáneamente la amplitud del movimiento de flexión
de la columna vertebral, la movilidad de la articulación coxofemoral, así como tam-
bién la elasticidad de los músculos isquiotibiales. Paralelamente se valorará el perfil
de la flexión de la columna vertebral (cifosis flexible y cifosis fija). La observación de
una distancia importante entre las puntas de los dedos y el suelo constituye un
signo inespecífico que depende de:
• La movilidad de la columna vertebral, particularmente del segmento lumbar.
• La retracción de la musculatura isquiotibial.
234
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Signo de Ott
n Objetivo:
Evaluar la movilidad de la columna dorsal.
n Procedimiento
El terapeuta marca la apófisis espinosa de C7 y un punto situado 30 cm más abajo,
a lo largo de la línea de las apófisis espinosas. El paciente realiza primero el movi-
miento de flexión del tronco y luego el de extensión. El terapeuta, con una cinta
métrica, mide la distancia entre los dos puntos marcados en ambas posiciones
extremas.
n Valoración
En condiciones normales, la distancia aumenta en flexión unos 2-4 cm, y en exten-
sión se reduce a 1-2 cm.
Signo de Schober
n Objetivo
Evaluar la movilidad de la columna lumbar.
n Procedimiento
El terapeuta marca la apófisis espinosa del primer segmento del sacro y un punto
10 cm más arriba sobre la línea de las apófisis espinosas. El paciente realiza primero
235
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
En condiciones normales, la distancia aumenta en flexión aproximadamente unos
15 cm, y en extensión se reduce unos 8 cm.
n Procedimiento
El paciente debe realizar primero el movimiento de flexión completa del tronco (la
cabeza se dirige hacia abajo y la espalda hacia la flexión). Posteriormente, debe
realizar el movimiento inverso (la cabeza hacia arriba y la espalda hacia la extensión).
n Valoración
En condiciones normales, el movimiento debe ser amplio y coordinado. Los arcos
de la espalda deberían ser completos en ambas posiciones extremas, sin zonas de
aplanamiento. Se valora también la coordinación de los movimientos.
Fig. 14. Prueba de «lomo de gato»: pri- Fig. 15. Prueba de «lomo de gato»: se-
mera fase. gunda fase.
236
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Procedimiento
El paciente realiza una progresiva flexión de las rodillas y las caderas, colocándose
en cuclillas. Si es necesario, la prueba debe realizarse con una buena estabilización
para asegurar el equilibrio.
n Valoración
El terapeuta valora la simetría del movimiento y la seguridad en su ejecución, así
como una eventual presencia de patrones compensadores. La observación del
comportamiento de los talones permite valorar la elasticidad del músculo tríceps
sural. Si el paciente, desde el inicio de la prueba, eleva los talones del suelo, puede
Fig. 16. Prueba de cuclillas: vista la- Fig. 17. Prueba de cuclillas: vista ante-
teral. rior.
237
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
sugerir que existe una retracción del músculo tríceps sural. Numerosos pacientes
no logran completar la flexión, lo que puede significar una limitación de los movi-
mientos de flexión de las caderas y/o las rodillas. El terapeuta evalúa la coordina-
ción y la simetría de los movimientos del cuerpo. Hay que prestar atención especial
a los movimientos compensadores y desvelar así las zonas de hipomovilidad. Hay
que tener un cuidado especial con los pacientes afectados de graves patologías en
las rodillas y las caderas, o con implantes intraarticulares. No se deben realizar más
de tres repeticiones, debido al gran esfuerzo cardiovascular que supone la realiza-
ción de la prueba.
Valoración de la marcha
Se debe observar la marcha en todos los ángulos y con diversas velocidades. Hay
que fijarse en las fases y el ritmo de la marcha, pero también en los movimientos de
las escápulas, el tórax y el cuello.
Aunque los diagnósticos locales se pueden realizar evaluando cada una de las res-
tricciones y atrapamientos mencionados anteriormente, es recomendable llegar a
una conclusión global sobre las restricciones. Esto es posible mediante el segui-
miento de los patrones compensadores que adapta el sistema en la búsqueda de
una función adecuada frente a un acontecimiento traumático. El traumatismo
puede ser incluso muy pequeño, por ejemplo, a raíz de un movimiento brusco o
por encontrarse el cuerpo incómodo en una determinada posición durante un
tiempo prolongado. En ambas situaciones se introducirá un impulso asimétrico al
cuerpo que requerirá una compensación.
Los puntos de atrapamiento, las zonas de atrapamiento, así como también las
bandas de atrapamiento crean limitaciones funcionales, que se compensan auto-
máticamente por el sistema miofascial. Los patrones se dividen en dos grupos bási-
cos (Zink, 1979):
• Patrones compensados.
• Patrones descompensados
• Craneocervical.
• Cervicotorácica.
238
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Toracolumbar.
• Lumbopélvica.
Patrón compensado
Es un patrón ideal, lo que significa que el sistema fascial ha realizado una serie de
rotaciones compensadoras en las cuatro áreas, alternando la dirección de las ten-
siones del tejido entre un área y la otra.
• Patrón compensado común (Fig. 18) (en el 80% de las personas que presen-
tan el patrón compensado). En este patrón se observa una preferencia por las
desviaciones a la izquierda (I) en la región craneocervical, a la derecha (D) en
la región cervicotorácica, a la izquierda (I) en la región toracolumbar y, final-
mente, a la derecha (D) en la región lumbopélvica (I-D-I-D).
• Patrón compensado no común (Fig. 19) (en el 20% de los que presentan el
patrón compensado). En este patrón se observa una preferencia por las des-
viaciones a la derecha (D) en la región craneocervical, a la izquierda (I) en la
región cervicotorácica, a la derecha (D) en la región toracolumbar y, final-
mente, a la izquierda (I) en la región lumbopélvica (D-I-D-I).
Patrón descompensado
239
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 18. Patrón compensado común de Fig. 19. Patrón compensado no común
Zink. (Modificado según Zink, 1979.) de Zink. (Modificado según Zink, 1979.)
Fig. 20. Patrón descompensado unidi- Fig. 21. Patrón descompensado multi-
reccional de Zink. (Modificado según direccional de Zink. (Modificado se-
Zink, 1979.) gún Zink, 1979.)
n Área craneocervical
El terapeuta fija con una de sus manos la región suboccipital. Posteriormente, reali-
za un movimiento rotatorio a nivel fascial con el fin de encontrar la dirección del
movimiento facilitado. No es relevante la realización del movimiento de rotación
de la cabeza.
240
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Área cervicotorácica
El terapeuta coloca una de sus manos sobre la región esternal. Los dedos siguen
una dirección craneal y no deben sobrepasar la escotadura yugular del esternón.
Posteriormente, el terapeuta, aplicando una suave presión que impide el desliza-
miento de su mano sobre la piel del paciente, realiza el movimiento rotatorio. El
fulcro de movimiento se ubica en la muñeca. De nuevo, el terapeuta debe identifi-
car la dirección del movimiento facilitado.
n Área toracolumbar
Para esta área se puede usar el procedimiento anterior, centrando la atención so-
bre los movimientos de la muñeca, permitiendo esta vez su movimiento.
Otra forma de evaluación para las áreas cervicotorácica y toracolumbar consis-
te en colocar las manos sobre ambos lados del esternón. Los dedos de una de las
manos apuntan en dirección caudal, y los de la otra, en dirección craneal. Poste-
riormente se realiza el movimiento rotatorio con ambas manos, primero a la dere-
cha y luego a la izquierda. Se nota el movimiento facilitado en el segmento cervico-
torácico y luego en el toracolumbar.
n Área lumbopélvica
El terapeuta se coloca junto al paciente, ambos en bipedestación, y coloca una de
sus manos sobre la cadera contraria del paciente, ligeramente debajo de la región
glútea; la otra mano la coloca sobre la EIAS del lado en el que está ubicado. A
continuación realiza una intención de rotación de la pelvis del paciente en direc-
ción hacia él. Posteriormente, cambia la posición de las manos, colocando una de
ellas sobre la cadera del mismo lado en el que está ubicado y la otra mano sobre la
EIAS del lado opuesto, tratando de rotar la pelvis en dirección contraria a la ante-
rior. Se debe decidir la dirección del movimiento facilitado.
Una vez finalizada la evaluación y anotados los hallazgos en un esquema corpo-
ral, se determina el diagnóstico final según las bases expuestas anteriormente. Este
esquema servirá de guía en la elección de los procedimientos terapéuticos específi-
cos para cada área involucrada en la patología de la disfunción miofascial, como
también para el proceso de reevaluación.
241
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
242
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Hiposensibilidad o hipersensibilidad
Puede producirse a consecuencia de alteraciones neurológicas, cambios alérgicos,
irritaciones extrínsecas mecánicas o químicas (rayos solares, frío).
Restricciones superficiales
El tono del tejido superficial es cambiante. Un tejido sano es elástico y tiene una
respuesta de resorte, regresando rápidamente a la posición y estado original des-
pués de aplicarle la presión. (Para más detalles, véase el capítulo sobre la biomecá-
nica del sistema fascial.) El tejido con un problema agudo responde a la palpación
como una estructura congestionada. El tejido con un problema crónico tiene una
respuesta más dura o esponjosa, lo que probablemente se debe al cambio de den-
sidad de las fibras de colágeno. Puede incluso volverse fibrótico, con su extrema
expresión en forma de cicatriz.
243
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
una acción muscular normal y fisiológica. Sin embargo, las restricciones del movi-
miento tisular se pueden presentar también en otros tejidos, como:
• La piel.
• La fascia.
• Los músculos.
• Los ligamentos.
• Las cápsulas y otras estructuras articulares.
En cada uno de estos tejidos la resistencia final se nota de una forma diferente.
No hay que olvidar que las barreras de restricción se pueden presentar en más de
un tejido a la vez.
Una limitación funcional puede estar producida por una barrera patológica que
restringe el movimiento tisular. Sin embargo, hay que destacar la existencia de las
barreras fisiológicas, que pueden limitar el movimiento en un recorrido articular
normal. Por esta razón, al realizar la evaluación se debe distinguir entre:
n Barrera anatómica
Define la amplitud del movimiento total a nivel articular, así como también a nivel
tisular. Es la amplitud fisiológica total sin restricciones. Si se tratara de incrementar
esta amplitud, se lesionarían los tejidos de sostén articular (la fascia, los músculos,
los ligamentos, e incluso los huesos).
n Barrera elástica
Define la amplitud del movimiento pasivo. El límite de este movimiento se puede
describir como una sensación elástica. Al llegar a esta barrera, se considera que
todos los tejidos periarticulares se encuentran en tensión. Existe un espacio muy
reducido, denominado espacio parafisiológico (Sandoz), entre la barrera anatómi-
ca y la barrera elástica.
244
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Barrera
anatómica
Barrera
elástica
Barrera
fisiológica
Barrera
de restricción
miofascial
n Barrera fisiológica
Define la amplitud del movimiento activo y tiene una amplitud ligeramente menor
de la alcanzada por el movimiento pasivo. La sensación de la resistencia final está
determinada por los músculos con el sistema miofascial sano.
Define la amplitud limitada por la restricción del sistema fascial. Este tipo de restric-
ción se clasifica, por lo general, de un modo erróneo, como la restricción caracterís-
tica de las personas de edad avanzada. Sin embargo, hay que subrayar la posibili-
dad de que este tipo de restricción exista en personas de cualquier edad, debido a
la disfunción del sistema fascial.
245
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Procedimiento
Para evaluar las zonas extensas como, por ejemplo, la espalda o el muslo, el tera-
peuta coloca primero sus manos (palmas hacia abajo) sobre el segmento del cuer-
po a evaluar. Se debe tratar de acoplar la mano a la piel consiguiendo el máximo
contacto posible. Los dedos deben estar ligeramente en abducción. El terapeuta
no debe ejercer una presión fuerte sobre el cuerpo del paciente. Al evaluar las
zonas más pequeñas como, por ejemplo, la cara o la mano, se puede aplicar pre-
sión solamente con los dedos. Una vez acopladas las manos del terapeuta a la piel
246
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración:
La sensación que debe percibir el terapeuta es como si las manos estuviesen pega-
das a la piel. Se deben realizar los movimientos en todas las direcciones y, de esta
forma, determinar el lado, la dirección exacta y la superficie del movimiento res-
tringido.
n Procedimiento
El terapeuta toma un pliegue cutáneo entre los dedos pulgar e índice y lo desplaza a lo
largo del tronco o de las extremidades, transversalmente al recorrido del dermatoma.
n Valoración
Se evalúa la presencia de un estiramiento cutáneo anormal, así como la consisten-
cia del pliegue (pastosa o edematosa) y la ausencia de desplazamiento de la piel.
Mediante la palpación se pueden apreciar rigideces musculares regionales superfi-
ciales o profundas, así como disfunciones vegetativas (aumento de la temperatura
local y de la sudación). Donde se observa una zona de hiperalgesia, el pliegue
cutáneo es de consistencia dura y firme, difícil de estirar y levantar, y muestra
resistencia al desplazamiento; el paciente se queja de dolor. Las zonas de hiperal-
gesia, la rigidez muscular y los trastornos vegetativos sugieren alteraciones de las
articulaciones intervertebrales o intercostales.
247
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Barreras
de restricción
miofascial
Barrera
anatómica
Fig. 22b. Representación gráfica de las barreras de restricción del sistema miofascial
profundo.
• Cambios en la textura.
• Asimetría.
• Restricción de la movilidad superficial y profunda.
• Respuesta vasomotora: observando el aumento del calor y el enrojecimiento
de la piel en partes distales del cuerpo.
• Presencia de zonas de hipersensibilidad.
248
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Procedimiento
El terapeuta coloca una de sus manos sobre el sacro y la otra sobre la base del
cráneo. A continuación evalúa la elasticidad de la duramadre, observando la ampli-
tud y la sincronización del movimiento entre el sacro y el cráneo.
249
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
Al detectar la dirección de la restricción, el terapeuta trata de exagerar el movi-
miento en dirección opuesta a la dirección de facilitación restringida. A continua-
ción reevalúa la amplitud del movimiento en ambas direcciones. Si es necesario, se
debe repetir todo el procedimiento hasta obtener la simetría completa.
Conclusión
Según el esquema propuesto, en el proceso de evaluación inicial debería aplicarse
una evaluación global a cada paciente. Posteriormente, de acuerdo a las necesida-
des particulares de cada paciente, se realizará la evaluación específica, que se divi-
de en dos grupos: la del cuadrante superior y la del cuadrante inferior. Estas eva-
luaciones permiten acercarse a un diagnóstico más preciso.
250
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Respuesta
Músculo Secuelas de la disfunción
a la disfunción
Respuesta
Músculo Secuelas de la disfunción
a la disfunción
251
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Respuesta
Músculo Secuelas de la disfunción
a la disfunción
252
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
(Continúa)
253
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Área dorsal media • El complejo articular del hombro, el brazo, los múscu-
(entre D4 y D7) los romboides y el músculo trapecio medio.
• La caja torácica superior.
• Región suboccipital.
• Articulaciones costovertebrales.
254
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
255
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
(von Piekartz, 2001; Sakuta, 1989; Braun, 1991; Watson, 1993). Se considera que el
grado de desequilibrio muscular determina el grado de protrusión de la cabeza
(Krout, 1966; Cailliet, 1989). El desequilibrio favorece la acción de la fuerza gravita-
toria, lo que fija este patrón de comportamiento (Fig. 26). El progreso de los cambios
crea sobrecargas y, posteriormente, de una manera inevitable, favorece la formación
de cambios degenerativos prematuros en el sistema periarticular y articular.
G G
P P
T T
X Y X1 Y1
G G
256
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
derablemente el campo visual (Fig. 27A). La acción correctora por parte del cuerpo
es un movimiento de elevación de la cabeza (Fig. 27B). A consecuencia de ello, el
plano de la vista se coloca, de nuevo, en posición horizontal, lo que permite am-
pliar el campo visual. Sin embargo, este automático movimiento compensador,
fácil y cómodo de realizar, es erróneo desde el punto de vista correctivo, y provoca
la posición protruida de la cabeza (Fig. 27C). Habría que enderezar la espalda,
realizando el movimiento de extensión de la columna dorsal; sin embargo, repeti-
mos este error con mucha frecuencia hasta que se convierte en un hábito, con lo
que este comportamiento, así como también la posición protruida, se vuelven có-
modos y el cuerpo los adopta en otras actividades diarias (Fig. 28).
Desde el punto de vista biomecánico, al protruir la cabeza se realizan dos mo-
vimientos opuestos en la columna cervical: flexión en la parte inferior (C3-D1) y
extensión en la columna cervical superior (C0−C3) (Tabla III) C . En consecuen-
cia, la curvatura lordótica de la columna cervical cambia gradualmente. En la posi-
Fig. 27. Una de las «actividades» más traumáticas para el sistema fascial del cua-
drante superior del cuerpo es la prolongada e incorrecta posición sedente, la que
adoptamos en una gran parte de las actividades de la vida diaria. Lamentablemente,
este hábito postural se crea a temprana edad, a raíz de diversas «actividades» que
realizan los jóvenes, incluso los que «practican deportes» con el joystick o el ratón
del ordenador. Entretenidos largas horas en apasionantes actividades, no prestan la
atención suficiente a su postura. Las consecuencias del desequilibrio postural creado
por el erróneo comportamiento postural pronto se manifiestan con diversas patolo-
gías, que afectarán no solamente a un eficiente desenvolvimiento del aparato loco-
motor, sino gradualmente también a otros sistemas corporales.
257
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 29. El progresivo cambio del equilibrio postural entre la columna cervical supe-
rior y la columna cervical inferior traslada el pico de la curvatura lordótica hacia los
segmentos cervicales altos. Esto constituye un lento proceso de desequilibrio funcio-
nal de la columna cervical, que se deteriora con el paso de los años por un inadecua-
do comportamiento funcional.
258
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
259
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
EVALUACIÓN
APRECIACIÓN VISUAL
Hay que observar el cuerpo en tres proyecciones, para detectar las desviaciones y
compensaciones posturales:
260
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 33. En la apreciación visual reali- Fig. 34. En la apreciación visual reali-
zada por detrás, se debe prestar una zada de lado se debe prestar una aten-
atención especial a: ción especial a:
• Simetría de la posición de la cabeza: • Posición de la cabeza y su relación
– Inclinación lateral derecha á in- con el tronco:
clinación lateral izquierda. – Protrusión á retracción.
– Rotación a la derecha á rotación a • Posición de la columna dorsal:
la izquierda. – Posición cifótica á posición apla-
• Posición de los hombros: nada.
– Ascenso á descenso.
• Simetría de las escápulas:
– Ascenso á descenso.
– Escápula alada.
• Posición de los brazos:
– Rotación externa á rotación interna.
• Simetría del raquis.
261
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
PRUEBAS FUNCIONALES
Las pruebas sistemáticas de valoración (la goniometría y la evaluación de la fuerza
muscular) utilizadas ampliamente en el proceso de evaluación fisioterapéutica, aun-
que aportan informaciones básicas sobre el estado del aparato locomotor, no son
herramientas suficientes para asegurar un correcto funcionamiento del sistema mio-
fascial en la mitad superior del cuerpo. La disfunción del sistema altera la estabilidad
postural. El proceso compensador, a consecuencia de las restricciones del sistema
miofascial, altera el funcionamiento del sistema muscular y puede confundir al
evaluador. Por esta razón, es recomendable la realización de las pruebas funcionales.
El objetivo es detectar, a través de ellas, el comportamiento funcional dentro del
alterado sinergismo del cuerpo, analizando sus asimetrías, restricciones, compensa-
ciones y limitaciones. De esta forma se logra realizar un diagnóstico diferencial.
262
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
una elevación forzosa de la cabeza, proceso que facilita la aparición del hábito de
adoptar una postura con la cabeza protruida (Fig. 35).
n Objetivo
Evaluar la amplitud de la retracción de la cabeza durante el movimiento de sentarse
o levantarse de la silla.
n Procedimiento
Para la realización de la prueba se debe sujetar una cinta métrica detrás de la cabeza
del paciente y, posteriormente, marcar un punto de referencia. Es aconsejable marcar
la apófisis espinosa de C7 o D1, con el marcador. Luego, el paciente, de una manera
natural, debe sentarse en la silla. Mientras el paciente realiza este movimiento, el tera-
peuta, colocado al lado del paciente, observa cuántos centímetros se ha movido la
cinta con respecto al punto marcado anteriormente sobre la piel del paciente (Fig. 36).
263
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 36. La prueba de Barlow permite, de una manera eficaz, cuantificar la amplitud
de la protrusión de la cabeza.
n Valoración
Se considera que una diferencia de 3 a 6 cm indica un comportamiento postural
correcto durante esta actividad.
264
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 37. Prueba de la eficacia de los Fig. 38. Prueba de la eficacia de los
músculos flexores profundos de la nuca. músculos flexores profundos de la nuca.
Respuesta de los músculos eficiente. Respuesta de los músculos deficiente.
n Procedimiento
Se permite que el paciente relaje la cabeza, de tal forma que quede colgando
influida por la fuerza de la gravedad. Posteriormente, el paciente debe retraer la
265
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
Si el paciente realiza movimientos compensadores con los hombros y con los
músculos interescapulares cuando desaparece la flexión cervical, o se manifiesta
una desviación en el plano sagital, indica que la fuerza de los profundos extensores
de la nuca está reducida.
La prueba pone de manifiesto la capacidad del cuerpo para mantener una rela-
ción correcta (sinergia) entre la cabeza á el cuello, el cuello á el dorso.
n Ejecución de la prueba
El paciente eleva lentamente un brazo mediante flexión hasta donde le sea posible.
Se repite la ejecución de la prueba con el otro brazo.
266
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 40. Prueba de la estabilidad cervi- Fig. 41. Prueba de la estabilidad cervi-
cal: hallazgo negativo. cal: hallazgo positivo.
n Valoración
En condiciones normales, el brazo y el resto de la extremidad superior deben moverse
de forma independiente con respecto a la columna cervical y el tronco. El brazo debe
poder llegar así hasta la posición vertical (Fig. 40). La prueba es positiva si se observa
una flexión lateral de la columna cervical hacia el lado de la restricción (Fig. 41), acom-
pañada de una rotación. El movimiento rotatorio puede producirse en la dirección
homo o contralateral, dependiendo de la fuerza de determinados grupos musculares
que predominan al realizar los movimientos. El patrón del movimiento de desviación
de la cabeza indica debilidad de los estabilizadores de la columna cervical e hiperactivi-
dad del trapecio y el músculo angular del omóplato. El movimiento de la columna
cervical es compensador. En los pacientes con cambios incipientes (cuando todavía no
se observan los movimientos compensadores) se puede palpar la musculatura paraver-
tebral a ambos lados de la línea de las apófisis espinosas para detectar el desequilibrio.
267
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba:
El paciente eleva los brazos de una manera alterna. El terapeuta observa los movi-
mientos de la escápula (Fig. 42).
n Valoración
La migración de la escápula hacia arriba indica que existe un desequilibrio entre el
músculo trapecio superior y el músculo serrato mayor. El predomino en la sinergia
del movimiento indica la predominancia del músculo trapecio superior.
n Objetivo
Diferenciar la limitación del movimiento glenohumeral de origen capsular de la de
origen miofascial, con respecto a la columna cervical.
n Ejecución de la prueba
Para realizar el diagnóstico diferencial, el paciente apoya la espalda contra la pared
y cruza sus manos en la cintura. A continuación, lleva hacia delante sus dos hom-
bros (Fig. 43).
268
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
En numerosas ocasiones, la limitación de los movimientos en la articulación gle-
nohumeral se debe a los cambios degenerativos de origen articular. Se conside-
ra que la retracción capsular es el primer síntoma de los cambios degenerativos
en esta articulación (Seyfried, 1994). La limitación del movimiento de uno de los
lados indica una retracción capsular. La prueba permite realizar el diagnóstico di-
ferencial y detectar, de una manera precoz, el inicio de los cambios degenerativos
de la articulación glenohumeral a diferencia de los cambios de origen miofascial.
n Objetivo
Valorar la elasticidad de los músculos pectorales mayores y menores.
n Ejecución de la prueba
El paciente eleva los brazos hasta sentir resistencia. El terapeuta mide la distancia
entre el brazo y la pared. No se debe permitir la flexión de los codos.
269
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
En condiciones normales, el paciente debe tocar la pared con sus manos.
n Alternativa
El paciente se coloca de pie acercando la espalda hacia la pared. Los pies deben
separarse de la pared unos 30 cm, y la región lumbar debe apoyarse sobre la pared;
de esta forma, se evitan las compensaciones. Posteriormente, se procede de la
misma forma que en el ejemplo anterior.
Prueba de Kibler
n Objetivo
Evaluar la función estabilizadora de la musculatura escapular con respecto al eje
vertebral.
n Ejecución de la prueba
El terapeuta sostiene, entre sus dedos índices y pulgares, los ángulos inferiores de
ambas escápulas. Se marca el punto de intersección entre una línea que una estos
270
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
dos puntos y la línea media, tomando este último como referencia. Se realizan tres
pruebas:
Fig. 45. Prueba de Kibler: fase I. Fig. 46. Prueba de Kibler: fase II.
271
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
Un deslizamiento lateral excesivo y el desprendimiento del borde escapular interno
son señales de la ineficacia de la musculatura estabilizadora del omóplato. Además:
n Ejecución de la prueba
El terapeuta coloca una de sus manos sobre el esternón y la otra mano sobre el
abdomen. Se pide al paciente que respire de una manera natural. El terapeuta
observa el movimiento de sus manos.
n Valoración
En condiciones normales, las dos manos deben moverse de un modo rítmico y con
una elevación y descenso simétricos. La mano en la que se registra un mayor movi-
miento indica el predominio de la respiración torácica o abdominal, respectiva-
mente.
272
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Objetivo
Evaluar la amplitud del movimiento del tórax durante la inspiración y la espiración
profundas.
n Ejecución de la prueba
La diferencia de amplitud se mide en inspiración y espiración forzadas. La cinta
métrica se coloca a la altura de los ángulos inferiores de los omóplatos, en la parte
posterior; en las mujeres por encima de los pechos y en los varones por debajo, en
la parte anterior del tórax.
n Valoración
La diferencia de amplitud del tórax entre la inspiración y la espiración máximas
oscila entre 3.5 y 6 cm.
En la enfermedad de Bechterew se observa una amplitud torácica limitada (la
dificultad que presentan estos enfermos para efectuar una inspiración o una espi-
ración profundas no suele ser dolorosa). En el bloqueo vertebral, en las alteraciones
infecciosas o tumorales de la pleura y en la pericarditis se aprecia una inspiración y
una espiración dolorosas, con limitación de la amplitud torácica. En el asma bron-
quial y en el enfisema pulmonar se observa una limitación dolorosa de la espira-
ción.
273
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El paciente abre la boca hasta su máxima amplitud. El terapeuta mide, con la cinta
métrica, la apertura de la boca entre los dientes incisivos superiores e inferiores. En
condiciones normales, la apertura es de 42 mm (Barnes, 1970).
n Valoración
La reducción de la amplitud puede indicar una limitación funcional de la ATM.
Ante este hallazgo se debe proceder a una evaluación completa de la ATM, anali-
zando:
• La amplitud y la simetría del movimiento horizontal (retracción á protru-
sión).
• Las desviaciones laterales del movimiento.
• La presencia de crepitación durante el movimiento.
• La palpación de los puntos de mayor sensibilidad.
En el proceso de evaluación, entre las pruebas funcionales mencionadas y co-
mo instrumento indispensable hay que incluir la prueba de compresión−descom-
presión. Si se observa asimetría en cualquiera de las fases de la técnica, hay que
tener una idea clara sobre la presencia y la dirección de las restricciones de origen
miofascial. Si la compresión se produce más rápido, por ejemplo del lado derecho,
quiere decir que la restricción se encuentra del lado izquierdo. En la fase de des-
274
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El paciente realiza una flexión anterior progresiva del tronco.
n Valoración
Si al realizar una inclinación se corrige o se reduce la curvatura escoliótica, la esco-
liosis es funcional; si se produce una deformación con aparición de una gibosidad
en un lado del tórax o de la zona lumbar, se trata de un trastorno de tipo estructural.
275
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
OBSERVACIONES FINALES
Los traumatismos más importantes asociados al segmento cervical son los rela-
cionados con los accidentes automovilísticos y, en particular, con el síndrome
del latigazo. Los estudios radiológicos no revelan, por lo general, patologías
suficientemente complejas como para explicar la magnitud de los cambios clí-
nicos observados en los pacientes (Barrnsley, 1994; Bogduk y April, 1993). Se
supone que es el resultado del desequilibrio muscular generado por la hiperac-
tividad de unos grupos musculares y la inhibición de otros a raíz de las restric-
ciones del sistema fascial. En consecuencia, se produce una relativa inmovili-
zación de las estructuras periarticulares. Otro aspecto importante a analizar en
futuras investigaciones son las consecuencias del impacto del encéfalo sobre
las estructuras fasciales dentro del cráneo (las membranas craneales). El impac-
to durante el latigazo produce, posteriormente, inflamación, que genera un re-
flejo defensivo de flexión en la columna cervical (Woolf, 1984; Wolf y McMahon,
1985; von Piekartz, 2001). A consecuencia de las compensaciones y adaptacio-
nes automáticas, pero incorrectas, la carga postural facilita el desarrollo de una
disfunción miofascial. Los programas de ejercicios, por lo general, no consi-
guen buenos resultados, debido a los patrones de movimiento patológicos fi-
jados en el sistema propioceptivo. La hipertonía muscular revela la altera-
ción postural (Travell y Simons, 1983). Los programas de ejercicios aplicados
en esta situación causan una hipertrofia de los músculos pectorales, los trape-
cios superiores y el deltoides y, en consecuencia, aumentan el patrón postural
incorrecto. Este fenómeno origina el proceso de hipomovilidad, el progresivo
desuso y la consiguiente atrofia de determinados grupos musculares. Hay que
destacar que en este proceso la parte emotiva desempeña un papel muy impor-
tante.
276
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
(Continúa)
277
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Rx cortesía del Dr. Ángel Seara, Departamento de Radiología, Centro Médico de Caracas, Venezuela.
278
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
(Continúa)
279
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
8. Excesivo estiramiento de los Los cambios se observan en los músculos flexores del
músculos prevertebrales. cuello, particularmente en los músculos infrahioideos,
lo que induce a su progresiva elongación y debilidad.
En consecuencia, se produce la elevación del hueso
hioides y el progresivo acortamiento de los músculos
suprahioideos, lo que promueve el acortamiento de la
musculatura suboccipital (Rocabado, 1981).
(Continúa)
281
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
10. Desequilibrio entre los múscu- La progresiva protrusión de la cabeza incrementa el de-
los prevertebrales (progresivo sequilibrio entre la musculatura paravertebral y prever-
debilitamiento) y los paraver- tebral y, en consecuencia, afecta al libre movimiento
tebrales (progresiva retrac- del brazo, que debería moverse de forma independien-
ción). te con respecto al tórax. En consecuencia, se produce el
aplanamiento (también hipomovilidad) del segmento
superior del tórax y el ascenso de los hombros.
(Continúa)
282
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
(Continúa)
283
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
17. Limitación del movimiento La respiración se dificulta aún más por la limitación del
anteroposterior de la prime- movimiento anteroposterior de la primera costilla, atra-
ra costilla. pada por el desequilibrio miofascial mencionado.
(Continúa)
284
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
19. Desarrollo de los puntos ga- Considerando que la formación de puntos gatillo re-
tillo en los músculos involu- presenta una de las fases en el desarrollo del síndrome
crados (de Travell y Simons, de disfunción miofascial, su presencia en esta etapa de
1992). los cambios se considera natural.
(Continúa)
285
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
21. Obstrucción de las vías res- La obstrucción del paso de aire por las cavidades nasa-
piratorias. les obliga a la lengua a bajar su posición dentro de la
boca, con el fin de ampliar el espacio entre la lengua y
Paladar duro
el paladar duro. La lengua se mueve hacia delante, lo
Paladar blando
que estimula la apertura de la boca y la depresión de la
mandíbula. En consecuencia, se produce la extensión
de la cabeza y se aumenta su posición protruida (Vig et
al, 1980).
Lengua
Epiglotis
Cuerdas vocales
286
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Introducción
287
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Son comunes los intentos, por parte de los padres, de acelerar el proceso de
inicio de la marcha de un niño, obligándole a adoptar la posición bípeda y,
posteriormente, a caminar de una manera prematura. Con este fin se utilizan
diferentes artefactos como, por ejemplo, una andadera, que puede deformar el
proceso natural de desarrollo del sostén del sistema miofascial, lo que con el
tiempo podría facilitar un proceso de deformaciones articulares y óseas. En
esta etapa, el cuerpo del niño se encuentra en un estado de inmadurez miofas-
cial y el sistema aún no está listo para encargarse de la labor de sostén del peso
corporal. Por esta razón, un soporte artificial podría interferir en el proceso
normal de la maduración del sistema fascial.
DIFICULTADES MECÁNICAS
El análisis funcional del sistema miofascial de la mitad inferior requiere una visión
global, similar al enfoque aplicado para la mitad superior del cuerpo. En primer tér-
mino, debe enfocarse hacia la gran movilidad de la que goza este segmento en el
plano sagital. Simplificando los acontecimientos biomecánicos que se desarrollan
durante los movimientos en la región lumbopélvica, hay que afirmar que práctica-
mente cada movimiento depende de una acción simultánea en los cuatro niveles:
• Lumbar.
• Lumbosacro.
• Sacroilíaco.
• Coxofemoral.
288
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Las conexiones entre los cuatro niveles mencionados se realizan, a través del
sistema fascial, de un modo directo o indirecto. El ejemplo de una conexión directa
es el músculo psoas, que conecta entre sí todos los niveles mencionados. Entre las
conexiones indirectas cabe destacar la importancia de la fascia toracolumbar en
este proceso, particularmente en las conexiones funcionales a nivel de las articula-
ciones sacroilíacas (para más detalles, remitimos al lector al capítulo sobre biome-
cánica del sistema miofascial). Otro punto relevante es la estabilidad de la pelvis
respecto a las extremidades inferiores. En el proceso de estabilidad, el apoyo del
sistema inerte capsuloligamentoso no brinda una ayuda eficiente cuando el cuerpo
se encuentra en una posición bípeda neutra. Por esta razón, el equilibrio de la
pelvis está, en esta posición, a cargo del sistema muscular (Fig. 50). En consecuen-
cia, la disfunción miofascial de cualquier grupo muscular relacionado con la biome-
cánica de la pelvis en el plano sagital cambia el comportamiento funcional del resto
de los músculos, afectando a su eficacia mecánica en lo que respecta a la precisión,
la velocidad, la fuerza y la resistencia de sus acciones. Por otro lado, la región
pélvica se puede comparar con una caja cerrada entre cuatro paredes, representa-
das por el aparato extensor, por detrás; el suelo pélvico, por debajo; los músculos
abdominales (particularmente los transversos del abdomen) por delante; y el dia-
fragma, por arriba (Fig. 51). Así, los cambios de la región lumbopélvica influirán
también en el proceso respiratorio y en las actividades motoras de las extremida-
des inferiores.
Fig. 50. De una manera esquemática, la pelvis se puede comparar con una semiesfe-
ra. En la gráfica, el eje horizontal representa una línea imaginaria que une las articu-
laciones coxofemorales. Las líneas verticales representan ambos fémures.
289
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Diafragma
Músculo
multífido
Músculos
transversos
del abdomen
Sacro
Pubis
Suelo pélvico
Fig. 51. Marco funcional de la región lumbopélvica, representado por cuatro grupos
musculares: el diafragma, el multífido, los músculos del suelo de la pelvis y los trans-
versos del abdomen.
• Escoliosis tipo S, con ascenso del hombro del mismo lado del ascenso de la
pelvis.
290
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
Fig. 52. Típica posición que adopta el paciente con discrepancia en la longitud de
las extremidades inferiores.
• Escoliosis tipo C, con ascenso del hombro del lado contrario del ascenso
de la pelvis. Esto sucede generalmente cuando las diferencias son pequeñas,
de hasta 0.6 cm (Travell; Simons, 1983).
Frente a una decisión clínica, y para evitar los errores, se recomienda la realiza-
ción de una medición radiológica de la longitud de las extremidades inferiores
antes de tomar la decisión de colocar un soporte de corrección externa cuando
se sospeche una disparidad estructural en la longitud de las extremidades infe-
riores.
291
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
ADHERENCIAS DE LA DURAMADRE
Los síndromes dolorosos de la región lumbopélvica pueden relacionarse con las
adherencias patológicas de la duramadre en su recorrido a lo largo del segmento
lumbar de la columna vertebral. Considerando las membranas dentro del canal
medular, particularmente a la duramadre, como parte integral del sistema fascial del
cuerpo (para más detalles véase el capítulo sobre anatomía del sistema fascial) es
importante mencionar este tipo de patologías en su relación con el sistema fascial.
Las investigaciones de Spencer e Irwin (Spencer; Irwin, 1956) revelan que la su-
perficie ventral de la duramadre se encuentra con frecuencia adherida a las estructu-
ras opuestas en su recorrido por el segmento inferior del canal espinal. Estas fijacio-
nes no corresponden al recorrido de los ligamentos de Hofmann (Parke W, 1990) y
se consideran como adherencias patológicas. Una rotura del disco intervertebral
acompañada por la extrusión posterior o posterolateral del material del núcleo pul-
poso puede generar un cuadro doloroso de dos maneras: la primera se produce a
raíz de una neuritis provocada por la tracción o compresión de una raíz nerviosa
determinada, y la segunda, a raíz de una distorsión directa o ruptura del nervio
dentro del lecho del tejido conectivo que envuelve el segmento motor involucrado
en la patología. Parke (Parke W., 1990) sugiere la posibilidad de que las adherencias
entre la duramadre y el ligamento longitudinal posterior puedan ser la fuente de
cuadros dolorosos en las patologías relacionadas con la herniación de los discos en la
región lumbar. Es curioso observar que el mayor porcentaje de las adherencias se
observa a nivel de L4-L5 (Fig. 54). Este punto está considerado como el de mayor
angulación del canal medular y el responsble de un repentino incremento de la lor-
292
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
2% 0 0
L1
L5 L2
L4 L3
dosis lumbar, lo que podría reducir la dimensión anteroposterior del receso lateral en
su relación con el abultamiento del ligamento amarillo. Formada de esta manera, la
estrechez podría, según Parke, contribuir a la formación de los atrapamientos.
EVALUACIÓN
APRECIACIÓN VISUAL
Patrón de la desviación
n Triángulo del talle (Fig. 55)
Es útil, como primer paso en el proceso de evaluación de la mitad inferior, «ubicar
al cuerpo en el espacio». A través de este proceso, el terapeuta, de forma inequívo-
ca, puede determinar la dirección de la desviación lateral, así como también de la
rotación del cuerpo. Esta observación rápida y sencilla será muy práctica también
en el proceso de reevaluación. Los parámetros de evaluación son los siguientes:
• En presencia de una desviación lateral, se debe observar la apertura asimétrica
entre la extremidad superior y el tronco. Estos elementos forman un triángulo.
Se debe comparar su simetría entre el lado derecho e izquierdo. Como obser-
vación adicional, se puede comparar la posición que alcanzan los dedos de las
manos. En presencia de una desviación lateral, los dedos deberán encontrarse
a una altura diferente (entre una mano y la otra) en relación con la rodilla.
• En presencia de rotación, se debe observar la relación de la posición de las
manos con respecto a la cara anterior de los muslos. En un cuerpo asimétrico
(cuando la rotación está presente), las manos se encontrarán asimétricamen-
te colocadas sobre las caras externas de los muslos: una de ellas invadirá el
espacio de la cara anterior del muslo. Cuanto más avanzada esté la desvia-
ción, más se colocará la mano sobre la cara anterior del muslo.
293
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
294
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
• Anteversión:
– Músculos retraídos: flexores del muslo (principalmente el psoas mayor);
aparato extensor común; isquiotibiales.
– Músculos elongados: abdominales; glúteos mayores.
• Retroversión:
– Músculos retraídos: glúteo mayor; abdominales.
– Músculos elongados: flexores del muslo; aparato extensor común.
Abd.
G.M.
Isq.
295
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
PRUEBAS FUNCIONALES
Medición de la longitud de las extremidades inferiores
n Objetivo
Evaluar la presencia de desigualdades en la longitud de las extremidades inferiores.
n Ejecución de la prueba
Con una cinta métrica, el terapeuta mide la distancia entre la EIAS y el maléolo
interno, y la compara con la del miembro contralateral. La medida puede ser fal-
seada por la atrofia del vasto interno y, frente a esta situación, es aconsejable
296
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Valoración
Una diferencia inferior a 0.5 cm se considera normal, aunque puede causar sínto-
mas. Las dismetrías pueden aparecer a consecuencia de compensaciones debidas a
retracciones miofasciales presentes en la columna vertebral, la pelvis o las extremi-
dades inferiores.
Como alternativa, se puede realizar la prueba midiendo la distancia entre el
apéndice xifoides hasta el maléolo interno, o entre el ombligo y el maléolo interno,
aunque los valores pueden verse alterados por diferentes factores, como la atrofia
muscular, la obesidad, la asimetría xifoidea o umbilical, la asimetría de miembros
inferiores, etc.
297
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El paciente levanta la pelvis mientras el terapeuta continúa con los pulgares en los
maléolos. Posteriormente, el paciente desciende lentamente la pelvis hasta apoyar-
la nuevamente sobre la camilla. El terapeuta extiende entonces las rodillas y com-
para la posición de los maléolos.
n Valoración
Una vez finalizada la prueba, se considera que existe una asimetría si los pulgares
se encuentran a distinto nivel.
n Ejecución de la prueba
El paciente debe, activamente y de una manera progresiva, flexionar el tronco.
n Valoración
Se evalúa la amplitud del movimiento disponible, la simetría-asimetría de la muscu-
latura paravertebral, y la continuidad de la curvatura de la columna al final del
movimiento (escoliosis funcional).
298
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Objetivo
Evaluar el grado de flexibilidad de los músculos isquiotibiales.
n Ejecución de la prueba
El paciente extiende una de las rodillas y apoya la extremidad inferior sobre la
camilla. Posteriormente, la eleva hasta donde le sea posible, manteniendo la rodilla
totalmente extendida. El terapeuta ayuda al paciente en este proceso, pasivamen-
te, incrementando la elevación hasta encontrar resistencia. Se evalúa la amplitud
del movimiento, así como también la calidad de la resistencia final. Posteriormente,
se regresa con la extremidad examinada a la posición de partida y se procede a
evaluar la extremidad contralateral.
n Valoración
En condiciones normales, la extremidad inferior examinada debería elevarse 70-90
grados con respecto al tronco (Kendall, 1971). La elevación a un ángulo menor
indica la retracción de los músculos isquiotibiales de ese lado. Sin embargo, se
deben tener en cuenta las demandas funcionales de cada paciente.
299
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El terapeuta coloca su mano craneal en posición supina, debajo de la curvatura
lumbar. El paciente abarca, con ambas manos, las rodillas, y las lleva hacia el pe-
cho, en flexión máxima de las caderas. Esta maniobra anula la lordosis lumbar.
Posteriormente, el paciente suelta una de las rodillas y trata de extender toda la
extremidad inferior sobre la camilla. El terapeuta observa la amplitud de la exten-
sión y, con la mano colocada debajo de la columna lumbar, registra el grado de
presión que el cuerpo ejerce sobre ella.
n Valoración
En caso de retracción de los músculos flexores, se produce la flexión de la cadera y
la rodilla de la extremidad examinada, incrementándose la distancia entre el hueco
poplíteo y la camilla. Si la respuesta no es en flexión sino en abducción, existe
entonces una contractura de la banda iliotibial. La contractura en flexión de la
cadera puede compensarse mediante una acentuación de la lordosis lumbar,
adoptando el paciente una posición aparentemente normal. El terapeuta puede
300
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El paciente flexiona pasivamente la rodilla y la cadera contralateral, aproximando la
rodilla lo máximo posible al tórax hasta llegar a un aplanamiento completo de la
columna lumbar. El terapeuta coloca su mano craneal sobre la EIAS del lado eva-
luado. La mano caudal ayuda a llevar el muslo hasta una completa extensión, man-
teniendo, al mismo tiempo, la rodilla extendida. La prueba se repite y se compara
con el lado opuesto.
n Valoración
En caso de retracción de los músculos flexores, se produce una flexión de la cadera.
En condiciones óptimas debiera producirse una ligera hiperextensión de la extremi-
dad examinada.
301
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El paciente flexiona pasivamente la rodilla y la cadera contralateral, aproximando la
rodilla lo máximo posible al tórax, hasta llegar a un aplanamiento completo de la
columna lumbar. El terapeuta coloca su mano craneal sobre la EIAS del lado eva-
luado. La mano caudal ayuda a llevar el muslo hacia una completa extensión, ayu-
dando, al mismo tiempo, a flexionar la rodilla. La prueba se repite y se compara con
el lado opuesto.
n Valoración
Si la rodilla del lado examinado inicia una extensión, indica una retracción del recto
anterior. Kendall (Kendall, 1993) indica que, en condiciones normales, el muslo
debiera permanecer totalmente apoyado sobre la camilla, y la rodilla flexionada
entre 80-90 grados.
302
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El paciente flexiona pasivamente la rodilla y la cadera contralateral, aproximando la
rodilla lo máximo posible al tórax hasta llegar a un aplanamiento completo de la
columna lumbar. El terapeuta coloca su mano craneal sobre la EIAS del lado eva-
luado. La mano caudal ayuda a llevar el muslo hacia una completa extensión. La
prueba se repite y se compara con el lado opuesto.
n Valoración
En presencia de una retracción del fascículo anterior del TFL, sólo será posible la
extensión completa del fémur con una abducción simultánea. Además, la exten-
Fig. 63. Prueba de la elasticidad del fascículo anterior del músculo tensor de la fascia
lata.
303
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
sión del fémur con la flexión de la rodilla provocaría una rotación externa del mus-
lo. Al bloquear el movimiento de rotación externa del muslo, se observa una limita-
ción de la flexión de la rodilla.
n Ejecución de la prueba
El terapeuta coloca sus dedos índices sobre ambos maléolos internos y realiza pasi-
vamente una rotación interna bilateral de los muslos, es decir, una separación en-
tre los maléolos, alejándolos de la línea media.
n Valoración
En presencia de este síndrome, suele existir una limitación de la rotación interna
acompañada de dolor al final del movimiento. La aparición de dolor en el cuerpo
del músculo piramidal de la pelvis, o la proyección de dicha sensación a través del
recorrido ciático, indica una retracción de dicho músculo.
304
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Objetivo
Evaluar el grado de flexibilidad del músculo piramidal de la pelvis.
n Ejecución de la prueba
El examinador coloca sus puños en ambos maléolos internos y solicita una rotación
bilateral externa, es decir, una aproximación de los maléolos hacia la línea media.
n Valoración
La prueba pretende reproducir el dolor de proyección ciática mediante la compre-
sión nerviosa a partir de la contracción activa del músculo, poniendo de manifiesto
la existencia del llamado síndrome del piriforme. La aparición de dolor en el cuerpo
del músculo piramidal de la pelvis, o la proyección de dicha sensación a través del
recorrido ciático, indica una retracción de dicho músculo. Es una prueba bastante
específica; sin embargo, se debe tener en cuenta que esta maniobra puede repro-
ducir y exacerbar un dolor discogénico por elongación del nervio.
305
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El terapeuta realiza una abducción pasiva de la extremidad inferior examinada,
sosteniéndola con una de sus manos. La otra mano la coloca sobre la EIAS del lado
contrario, para evitar la rotación de la pelvis. La prueba se repite y se compara con
el lado opuesto.
n Valoración
Se evalúa la amplitud del movimiento, así como también la calidad de la resistencia
final.
306
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El terapeuta realiza la extensión de la cadera y cierta abducción, hasta que la extre-
midad queda alineada con el tronco, fuera de la camilla. En este punto se realiza el
descenso del muslo hacia la aducción.
n Valoración
Un déficit de aducción de la cadera indica la presencia de una retracción del TFL.
n Objetivo
Evaluar las estructuras periarticulares implicadas en las limitaciones funcionales de
la movilidad de las articulaciones sacroilíacas.
307
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
n Ejecución de la prueba
El terapeuta fija el sacro con una de sus manos. Los dedos deben orientarse en
dirección caudal. Se debe ejercer una presión considerable para evitar los movi-
mientos compensadores durante la prueba. El paciente eleva una de las extremida-
des inferiores sin flexionar la rodilla y sin elevar la pelvis. En el momento de la
máxima elevación, el terapeuta coloca la otra mano a nivel del talón, para marcar
la altura de la elevación; no se debe tocar el talón con la mano. Posteriormente, el
paciente baja la extremidad y eleva la contralateral. El terapeuta, manteniendo su
mano en el lugar anterior, debe notar la diferencia de altura. Si no hay restricciones
miofasciales, el paciente debería elevar ambas extremidades inferiores a la misma
altura. Si existe una restricción, el movimiento será limitado en el lado de la restric-
ción (Pilat, 1994).
Evaluación de la marcha
En el proceso de evaluación de las disfunciones miofasciales del cuadrante inferior
se debe examinar la marcha, observando al paciente durante esa actividad en tres
308
EVALUACIÓN DEL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN MIOFASCIAL Y ANÁLISIS DE LOS HALLAZGOS CLÍNICOS
proyecciones: por delante, por detrás y de lado. De nuevo, esta fase de la evalua-
ción del sistema fascial se ubica dentro del proceso habitual de evaluación en fisio-
terapia. Las observaciones se dirigen particularmente a la simetría, la continuidad,
la coordinación y la fluidez de los movimientos. Es importante detectar la presencia
de compensaciones. El paciente debe desplazarse a la velocidad de crucero sobre
una distancia aproximada de seis metros. De esta forma puede desarrollar una
marcha natural, lo que facilita al terapeuta la detección de los problemas, particu-
larmente los asociados con las compensaciones en los pies y las rodillas, imposibles
de detectar en una evaluación estática.
OBSERVACIONES FINALES
El proceso de evaluación de la mitad inferior no debe aislarse de la evaluación
global de las disfunciones miofasciales del cuerpo. La dinámica de la mitad inferior
del tronco viene determinada por cambios del equilibrio miofascial de la región
lumbopélvica. Las patologías de origen miofascial en las extremidades inferiores,
en este enfoque, deben relacionarse con los cambios del desequilibrio funcional de
esta región. Las patologías específicas se abordan en los capítulos correspondien-
tes a las aplicaciones prácticas de cada una de las regiones de la extremidad in-
ferior.
309
Aplicaciones
prácticas
Principios
del tratamiento
y técnicas
básicas
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
314
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
315
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
lar. La forma en que se liberan las restricciones del sistema fascial es aflojándolas,
estirándolas o rompiéndolas. Incluso al liberar el tejido, posteriormente, en el pe-
ríodo entre las sesiones, puede retraerse y restringirse de nuevo. También hay que
tener en cuenta que, por lo general, el paciente con este síndrome, en el proceso
de autodefensa se autolimita y, por tanto, se convierte en una persona hipomóvil y
rígida. Este tipo de paciente tiene menos capacidad para recuperar sus movimien-
tos, y el paciente que no logra la autocorrección necesita un tratamiento más largo
y más frecuente, que incluiría también un programa individualizado de ejercicios
(Barnes, 1990; Bienfait, 1995 y 1987; Fung, 1967).
En mi opinión, una evaluación correcta y un tratamiento adecuado de las res-
tricciones del sistema miofascial constituyen herramientas indispensables en un pro-
tocolo moderno de tratamiento de los cambios funcionales del aparato locomotor.
Las técnicas de inducción miofascial forman parte de la gran familia de las
terapias manuales. Por esta razón, algunos de los principios incluidos en las bases
para la aplicación de las técnicas manuales siguen vigentes también dentro de los
aplicados en la inducción miofascial. Por ello, el lector familiarizado con alguna de
las escuelas de terapias manuales encontrará similitudes en los principios del trata-
miento que se exponen a continuación. Sin embargo, existen particularidades en la
aplicación de la inducción miofascial que se deben explicar de una forma detallada
y que distinguen estas técnicas de los demás tipos de tratamiento en las lesiones de
los tejidos blandos a través de las maniobras manuales.
En teoría, toda persona puede recibir y beneficiarse de la aplicación de las técni-
cas de inducción miofascial, y cualquier fisioterapeuta puede recibir el entrena-
miento y, posteriormente, aplicar las técnicas. Las contraindicaciones en la aplica-
ción de estas técnicas se mencionan al final de este capítulo. Sin embargo, hay que
mencionar que las personas que no aceptan el tacto como una modalidad terapéu-
tica o dudan y rechazan este tipo de tratamiento no deben ser tratadas con esta
terapia. Igualmente, los terapeutas que no se sienten cómodos con la aplicación de
las técnicas que implican un contacto manual y corporal más cercano con el pa-
ciente deben abstenerse de realizar este tipo de tratamiento.
Uno de los efectos de la aplicación de las técnicas de inducción miofascial es la
liberación de toxinas, tema expuesto ampliamente en el capítulo dedicado a la
histología del tejido conectivo. La mejor forma de eliminarlas del organismo es a
través de la orina, por lo que se debe recomendar al paciente el incremento de la
ingestión de agua a un litro diario, como mínimo, aparte de sus costumbres habi-
tuales. El laborioso trabajo de los riñones permite eliminar los líquidos del organis-
mo, lo que facilita el proceso de expulsión de las toxinas. De lo contrario, éstas
quedarán retenidas de nuevo, causando reacciones negativas en el cuerpo como,
316
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
por ejemplo, rigidez, dolor, náuseas, vómitos, erupciones en la piel y las mucosas
(Barnes, 1990; Cantu, 2001; Menheim, 2001).
El terapeuta que realiza de una manera eficaz las técnicas de inducción miofas-
cial no sólo libera el sistema miofascial del paciente, sino también el suyo propio.
De este modo, elimina el exceso de tensiones y restricciones de la fascia en su
cuerpo. Por esta razón, también el terapeuta dedicado a la aplicación de este tipo
de terapia deberá beber más líquido de lo acostumbrado. La recomendación es
válida especialmente para las personas que se inician en este tipo de trabajo (Bar-
nes, 1990; Menheim, 2001).
317
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Al realizar las técnicas, hay que tener en cuenta diferentes factores, como por
ejemplo, las diferencias en las dimensiones de los cuerpos del paciente y del tera-
peuta, la capacidad física del terapeuta, la edad del paciente, y el tipo de camilla
utilizada para la aplicación de los tratamientos. La cantidad de variantes disponi-
bles en la búsqueda de posiciones óptimas de tratamiento, tanto para el terapeuta
como para el paciente, es un factor importante en el proceso de preparación y
ajuste antes del inicio del trabajo.
318
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
319
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
320
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
EL TACTO
Se han escrito muchos libros sobre el tacto y su importancia en los diferentes tipos
de terapias. No pretendo extenderme sobre este tema, así que solamente menciona-
ré los aspectos más relevantes y de mayor importancia para la inducción miofascial.
El tacto es una forma de comunicación, sin el uso de palabras, muy poderosa,
que requiere dedicación y concentración tanto por parte del terapeuta como del
paciente.
El tacto forma parte del lenguaje corporal. Este lenguaje permite una comuni-
cación perfecta entre el terapeuta y el paciente durante el proceso de tratamiento.
Es una forma de comunicación muy completa, que permite marcar a ambos los
espacios cómodos de acción (Cottingham, 1985).
Siendo la inducción miofascial una forma interactiva de aplicación terapéutica,
la fuerza y la intención con la que tocamos al paciente pueden determinar el éxito
o el fracaso del tratamiento. A través del tacto, el terapeuta establece el primer
contacto con el cuerpo del paciente, valorando la calidad del tejido, la forma de
restricción, su dirección y su profundidad.
Los objetivos específicos en cada patología tratada con las técnicas que se expo-
nen a continuación se explican por separado. Aunque pueda sorprender, el
listado de los objetivos generales es muy corto:
321
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Los mecanismos de acción de las técnicas directas son diferentes, pero como
objetivo general tienden a la eliminación de las restricciones precisas. El tipo de
tratamiento que se realiza es el tratamiento local (Tidhall, 1986; Kesson, 1999).
322
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Los tratamientos locales del sistema miofascial, por lo general implican la apli-
cación de técnicas superficiales (todos los tipos de deslizamiento). Este tipo de
aplicaciones se debe realizar antes de utilizar las técnicas profundas de la inducción
miofascial. Dependiendo del entrenamiento del terapeuta en el campo de la tera-
pia manual, es posible combinar la aplicación de las técnicas superficiales con otros
tipos de tratamiento manual como, por ejemplo, las movilizaciones o manipulacio-
nes articulares. En la mayoría de los casos es recomendable realizar las técnicas
323
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
324
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Fig. 1. Las restricciones subcutáneas se pueden producir en cualquier parte del cuer-
po y en cualquiera de las direcciones; por esta razón, se aplican las técnicas subcutá-
neas como el deslizamiento en forma de «J», que puede utilizarse también en cualquier
parte y dirección del cuerpo. Las gráficas muestran, de una manera esquemática, la
distribución, expansión y dirección de las restricciones subcutáneas. Sin embargo,
hay que tener en cuenta que la restricción puede producirse en un lugar diferente o
también en una dirección no indicada por ninguna de las flechas específicas mostra-
das en el dibujo. (Modificado según Barnes, 1990.)
(Kesson, 1999). Como efecto analgésico adicional se produce una liberación de los
opiáceos endógenos (Goats, 1994).
Para evaluar las zonas extensas como, por ejemplo, la espalda o el muslo, el
terapeuta coloca primero sus manos (palmas hacia abajo) sobre el segmento del
cuerpo a evaluar. Debe tratar de acoplar la mano a la piel con el máximo contacto
posible. Los dedos deben estar ligeramente en abducción (Fig. 2). El terapeuta no
debe ejercer una presión fuerte sobre el cuerpo del paciente. Al evaluar las zonas
más pequeñas como, por ejemplo, la cara o la mano, la presión solamente se pue-
de aplicar con los dedos. Una vez acopladas las manos del terapeuta a la piel del
paciente, se realiza un suave, pero enérgico, movimiento de desplazamiento con
ambas manos al mismo tiempo y en la misma dirección.
325
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Fig. 2. Muestra de la posición de las manos para evaluar la movilidad de la piel. Las
manos, una vez colocadas correctamente y bien acopladas a la piel del paciente, rea-
lizan, de una manera simultánea, un movimiento de desplazamiento junto con la
piel, con el fin de buscar la dirección y la amplitud de la restricción. Hay que recor-
dar que la restricción se puede presentar en cualquier dirección y de cualquier lado.
326
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Dirección de
la restricción
Deslizamiento Contrapresión
en «J»
Contrapresión
Deslizamiento
en «J»
Dirección de
la restricción
327
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
nes del cuerpo del paciente y el cuerpo del terapeuta, éste puede aplicar la técnica
con dos nudillos. Una vez realizado el contacto, la «J» se aplica en la dirección de la
restricción, es decir, en la dirección opuesta a la de contrapresión ejercida con la
otra mano. El movimiento debe ser tridimensional. Durante todo el tiempo, los
dedos del terapeuta ejercen una suave presión hacia el cuerpo y, al mismo tiempo,
manteniendo esta presión, dibujan sobre el cuerpo la letra «J»: al principio, el mo-
vimiento debe ser relativamente lento, pero al llegar a la curva de la «J» se debe
aplicar un movimiento veloz; ésta es la fase que produce la ruptura de las adhe-
rencias de la fascia subcutánea. El movimiento se puede repetir hasta siete veces
sobre la zona tratada, pero no exactamente en el mismo sitio. El número de repeti-
ciones dependerá de la magnitud de la superficie afectada, la parte del cuerpo
tratado, la profundidad de la restricción, y también de las características personales
del paciente. Al finalizar la aplicación, se debe reevaluar la movilidad de la piel y
proceder según el estado actual.
DESLIZAMIENTO TRANSVERSO
Esta técnica se aplica en las restricciones muy específicas de reducida superficie,
como en los tendones, los ligamentos, o partes específicas de los músculos. La
aplicación de la fuerza de desplazamiento depende de la profundidad de la lesión,
de su extensión y del tiempo de aplicación.
La aplicación de la fricción transversa puede, pero no debe, producir cierto
grado de incomodidad o incluso un pequeño dolor (Cyriax, 1989; Kesson, 1999;
Gallego, Laslett, 1996).
La hipótesis de la acción del deslizamiento transverso supone que se produce
un efecto de movimiento transverso localizado y de una muy escasa amplitud so-
bre las estructuras colagenosas del tejido conectivo. Este movimiento repetitivo
facilita el cambio de la actitud estacionaria de las fibras de colágeno dirigida a la
formación de los entrecruzamientos, lo que se explica ampliamente en el capítulo
dedicado a la histología del tejido conectivo. El movimiento transverso facilita la
liberación de las propiedades de deslizamiento y desplazamiento del colágeno
(Cyriax, 1989; Kesson, 1999; Laslett, 1996).
El deslizamiento transverso aplicado en las primeras fases de la formación de la
restricción miofascial permite la agitación del tejido tisular, incrementando la tasa
de fagocitosis (Evans, 1980). En las situaciones crónicas se produce un ablanda-
miento y movilización de las adherencias (entrecruzamientos). Los estudios de
Bruijn (Kesson, 1999) revelan que el tiempo necesario para producir el efecto anal-
gésico en el tejido oscila entre 0.4-5.1 minutos, con un promedio de 2.1 minutos
por tratamiento.
328
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
329
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
DESLIZAMIENTO LONGITUDINAL
Fig. 7. Deslizamiento longitudinal. Con una de sus manos, el terapeuta fija la piel del
paciente en el extremo distal de la región tratada y, posteriormente, realiza, con el
nudillo de la otra mano, un deslizamiento longitudinal a lo largo del recorrido de las
fibras musculares. La técnica se puede aplicar también con el dedo índice reforzado
por el dedo medio, o con el codo.
330
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
miento de deslizamiento debe ser lento y realizado según la respuesta del tejido.
En presencia de una restricción intensa, se debe llegar al punto de mayor resisten-
cia, detenerse y esperar unos segundos, manteniendo durante todo el tiempo la
presión sostenida hasta el momento en el que se produce la liberación. Posterior-
mente, se debe seguir con el deslizamiento hasta el fin del recorrido de la masa
muscular tratada. El movimiento se repite, por lo general, tres veces. La fuerza del
impulso depende de los mismos factores mencionados en la aplicación del desliza-
miento transverso. La aplicación de la fuerza de deslizamiento depende de la pro-
fundidad de la lesión, su extensión, y del tiempo de aplicación.
CONSEJOS ÚTILES
• Aprender a trabajar en diferentes niveles de la restricción fascial.
• Incorporar y seguir el movimiento inerte del sistema fascial.
• Escuchar a la fascia.
La ejecución de las técnicas profundas no significa aplicar una fuerza mayor. Una
apertura progresiva del tejido y la confianza depositada por el paciente durante la
actividad que se realiza permiten aplicar la técnica con eficacia. Un paciente relajado
y confiado acepta una penetración progresiva, incluso si su alcance es realmente
profundo, lo que sucede, por ejemplo, en las técnicas de tratamiento del psoas, en
las que, para hacer el contacto con el músculo, se debe proceder con una presión
sostenida larga y muy profunda. Hay que recordar que en la aplicación de las técni-
cas superficiales hemos aprovechado el efecto del microtraumatismo, con sus bene-
ficios terapéuticos descritos anteriormente. En la aplicación de las técnicas profun-
das, se evita este tipo de reacción, algo que sólo es posible si se gana la confianza del
paciente y, en cierto modo y aunque parezca extraño, la confianza del tejido.
La distribución y las direcciones de las restricciones del sistema miofascial son
impredecibles y se revelan durante el proceso de aplicación del tratamiento. Estas
restricciones pueden manifestarse en diversas direcciones y, a veces, en distintas
amplitudes que no son propias para el movimiento de una determinada articula-
ción, como, por ejemplo, el movimiento de rotación en la articulación de la rodilla
(Barnes, 1990; Rolf, 2001).
331
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
332
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
tratamiento o, tal vez, es el paciente quien crea su propio tratamiento junto con su
terapeuta. La coordinación del tacto manual con los movimientos del cuerpo del
terapeuta es lo que permite esta completa confianza del paciente; es lo que le
permite descubrir lo escondido e imposible de evaluar con los exámenes de evalua-
ción objetiva más precisos o con los minuciosos exámenes preliminares. Hay que
advertir, sin embargo, que durante este proceso el terapeuta actúa siempre según
las bases del tratamiento, cumpliendo rigurosamente con los principios de la induc-
ción y la liberación del sistema fascial. Esto es lo que le permite cambiar de una
acción agresiva y rápida a un movimiento tenue, casi no registrable, o pasar al
silencio, a una plena concentración, al punto de quietud (momento de decisiones
por igual, tanto para el paciente como para el terapeuta). Este punto de quietud
puede ser muy corto, apenas unos segundos, o puede prolongarse durante minu-
tos. Es el momento de las reorganizaciones, de la reflexión, de la toma de decisio-
nes, de, tal vez, un giro inesperado en el tratamiento, pero siempre en la búsqueda
del mejor camino. Esta aparentemente desorganizada improvisación no es un
tiempo sin control. Comparémoslo con la ejecución de una pieza musical entre dos
músicos profesionales, dos virtuosos, que uniéndose a través de la melodía, crean
una pieza nueva e irrepetible, entendiéndose a la perfección sin palabras, solamen-
te a través del sonido. Su actuación, aunque a un lego le pueda parecer una acción
descontrolada, no es así; es la aplicación máxima de sus conocimientos profesiona-
les, la gloria de sus capacidades creativas, de sus aptitudes físicas y de exploración
de límites sin fronteras. Todo esto ocurre durante un tratamiento de inducción
miofascial. Es serio, es científico, se realiza dentro de un arco muy preciso. Pero
también es creación. No hay objetivo de llegar a un punto específico como, por
ejemplo, estirar un músculo o incrementar un movimiento articular en particular. El
terapeuta no exige nada del paciente, no le marca metas; tan sólo, a través del
tacto, le hace preguntas y, posteriormente, según la respuesta del tejido, el tera-
peuta, utilizando toda la gama de técnicas básicas, le invita a realizar el movimien-
to actuando de acuerdo con los requerimientos del tejido y buscando siempre la
mejor forma de eliminar las restricciones. Esta forma de actuar puede ser una larga
y sostenida presión en espera de la respuesta de la capacidad de plasticidad o
viscoelasticidad del tejido, o tal vez una aplicación de un fuerte y corto deslizamien-
to con el fin de romper las adherencias de una restricción transversa o longitudinal,
en un solo nivel de la restricción o en niveles diferentes. Muchas veces, el terapeuta
realiza varias acciones en diferentes niveles al mismo tiempo. El movimiento de la
mano del terapeuta en una determinada dirección con la piel del paciente puede
significar la realización de un proceso de inducción en un nivel profundo en la
misma dirección, o tal vez en una dirección opuesta a la del movimiento realizado
por la mano. Por esta razón, el terapeuta no puede confundirse al observar la
dirección del movimiento de su mano con la piel del paciente y juzgar solamente
333
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
334
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
de restricción, así como también de los puntos dolorosos que limitan el movimien-
to, que obstruyen un patrón de movimiento normal, creando restricciones, disfun-
ción y dolor.
El contacto verbal entre el terapeuta y el paciente durante el proceso de trata-
miento es importante. Sin embargo, el terapeuta notará que las preguntas o ins-
trucciones complejas con el uso de palabras complicadas y oraciones largas no
ayudan. A medida que se desarrolla el tratamiento y el paciente se relaja cada vez
más y más, la comunicación verbal disminuye, y sólo debe ser mantenida solamen-
te en situaciones especiales. Incluso al ocurrir esto, el lenguaje deberá ser sencillo y
sin el uso de muchas palabras. Estas palabras deben ser directas y emitidas en un
tono suave, nunca ofensivo ni sugerente.
Durante el proceso de tratamiento, el terapeuta puede enfrentarse a diferentes
interrogantes. Uno de ellos es el dolor, su intensidad y distribución. Estamos, por lo
general, acostumbrados a analizar la distribución del dolor según el recorrido marcado
por el sistema nervioso periférico, y para hacerlo nos guiamos por los dermatomas, los
miotomas o los esclerotomas. Sin embargo, hay que recordar que la red de comuni-
cación del sistema miofascial del cuerpo es diferente y no se adapta a las reglas
básicas del dolor referido, como lo es, por ejemplo, el hecho de no cruzar la línea
media del cuerpo (Cyriax, 1983). La transmisión del dolor y otros síntomas sigue
principios diferentes, explicados en el capítulo sobre la mecánica del sistema fascial.
Por esta razón, hay que registrar y, en cierta manera, escanear el dolor, basándonos en
principios diferentes a los que definen el dolor referido. Así que no hay que sorpren-
derse cuando el paciente, durante la aplicación de la técnica, por ejemplo, en la mano
derecha, refiere dolor en el tobillo izquierdo. Hay que revisar esa zona y si es necesario
tratarla. Este tipo de dolor es transmitido directamente a través del sistema fascial.
Las instrucciones que acompañan a las ilustraciones de las técnicas pueden,
algunas de ellas, parecer poco precisas; no es así. Hay que recordar que, siendo el
tratamiento de la inducción miofascial un método interactivo, las técnicas presen-
tadas pueden modificarse e individualizarse según las necesidades del paciente y el
terapeuta.
De los tratamientos, se puede pensar que son, en cierta manera, subjetivos y, tal
vez, abstractos. Al analizar este interrogante, nos acercamos al tema que, en cierto
modo, involucra a todas las técnicas y métodos de aplicación en la terapia manual.
Me refiero a la credibilidad y la posibilidad de repetir las aplicaciones. ¿Puede un
terapeuta aplicar una maniobra exactamente igual a otro terapeuta en presencia de
la misma patología, en el mismo paciente, y obteniendo el mismo resultado? ¿Serán
los procedimientos terapéuticos iguales en ambos casos? ¿Será posible cuantificar y
comparar el proceso terapéutico, así como también los resultados de las aplicacio-
335
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
nes? Hay que recordar que la intuición del terapeuta desempeña un papel muy
importante en el proceso de aplicación de las técnicas de la inducción miofascial.
Como sucede en todas las actividades terapéuticas, en las ciencias de la salud de-
bemos velar por el equilibrio entre ambos componentes. Por esta razón, el libro
trata de presentar un amplio enfoque teórico y diferentes marcos conceptuales
basados en las investigaciones disponibles hasta la fecha sobre la anatomía, la bio-
mecánica, la histología y la cinesiología de los tejidos blandos para apoyar, de una
manera científica, el proceso de evaluación y terapéutico de la inducción miofascial.
MANOS CRUZADAS
Es, probablemente, la técnica más poderosa y más utilizada dentro de las aplicacio-
nes de la inducción miofascial. La técnica, en todas sus variantes, se puede realizar
prácticamente en cualquier parte del cuerpo, y el objetivo de su aplicación es elimi-
nar las restricciones profundas, no alcanzables con una presión directa, o muchas
veces imposibles de detectar durante el proceso de evaluación inicial. La explica-
ción que se describe a continuación es la utilizada para la espalda. En los capítulos
sobre aplicaciones específicas, se indican los cambios y variantes de esta técnica.
336
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Sin embargo, las reglas principales son las mismas (Barnes, 1990; Menheim, 2001;
Cantu, 2001).
337
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Fig. 9. Parte inicial en la aplicación de las técnicas de manos cruzadas. Las manos
deben estar juntas y bien acopladas a la piel del paciente. La presión aplicada debe
ser tridimensional.
338
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Fig. 10. Fase final en la aplicación de la técnica de manos cruzadas. Se puede obser-
var que las manos están más separadas entre sí con respecto a la posición mostrada
en la Figura 9.
339
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
PLANOS TRANSVERSOS
Las técnicas de planos transversos se aplican en los sitios en los que se encuentran
las estructuras miofasciales con un importante recorrido transverso. Estos lugares
se denominan planos transversos (tema discutido ampliamente en el capítulo dedi-
cado a la fisiología del sistema miofascial). Recordemos que se distinguen el plano
pélvico, el plano diafragmático, el respiratorio y el plano clavicular.
El tratamiento de los planos transversos sigue los principios de aplicación des-
critos en la técnica de manos cruzadas. En la aplicación de la técnica de planos
transversos cambia, por supuesto, la posición de las manos del terapeuta. Su posi-
ción exacta, así como también la posición del paciente, está descrita en cada una
de las técnicas de planos transversos en los capítulos correspondientes a los trata-
mientos específicos.
340
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Fig. 11. Plano transverso a nivel pélvico. Una de las manos del terapeuta se encuen-
tra debajo del cuerpo del paciente y la otra se coloca encima del mismo. En este caso,
en la técnica del plano transverso a nivel pélvico, la mano inferior está debajo del
sacro y la superior justo por encima de la sínfisis púbica.
Fig. 12. Plano transverso a nivel respiratorio. La mano inferior se encuentra en la unión
dorsolumbar; la superior, de manera transversa, sobre la apófisis xifoides del esternón.
341
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
TÉCNICA TELESCÓPICA
La fascia, como se mencionó en el capítulo dedicado a su patomecánica, responde
a dos tipos de impulso mecánico, el de la compresión y el de la tracción. En la
técnica de manos cruzadas y planos transversos, se explicó la respuesta de la fascia
al estímulo de compresión. En la aplicación de la técnica telescópica, nos guiamos
por la respuesta al estímulo del estiramiento. Las técnicas telescópicas se realizan
en las extremidades. Se puede aplicar la técnica de una manera global (sobre toda
la extremidad), o de una manera parcial, sobre un segmento (por ejemplo, un
dedo). La aplicación de la técnica está indicada en situaciones de restricciones poco
específicas con presencia de dolores dispersos en diferentes partes de la extremi-
dad, o en situaciones en las que la evaluación inicial de las patologías miofasciales
no lleva a un diagnóstico preciso, y también como una técnica complementaria a
las técnicas locales. En estas situaciones, es necesaria la aplicación de un tratamien-
to global. El comportamiento del tejido durante la aplicación de esta técnica permi-
te realmente descubrir el lugar real de la lesión y, al mismo tiempo, tratarlo.
Para aplicar la técnica, el terapeuta suspende con sus manos la extremidad a
tratar y lentamente inicia la aplicación de una suave tracción a lo largo del eje del
cuerpo del paciente. El terapeuta extiende sus codos y suspende el peso de su
cuerpo sobre la extremidad tratada; en ningún momento se debe aplicar una fuerte
tracción. Es el peso del cuerpo del terapeuta el que realiza la tracción, y no la fuerza
342
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
de los músculos de sus brazos. Solamente esta forma de aplicación permite al tera-
peuta percibir y facilitar correctamente el proceso de liberación longitudinal teles-
cópica. Aunque parezca que es una técnica poco específica, su resultado sí es muy
específico, ya que la liberación se produce justo en el sitio de la restricción real.
Fig. 13. Fase inicial de la técnica telescópica. El terapeuta sostiene con ambas manos
la extremidad superior del paciente. Lentamente, con el peso de su cuerpo, inicia la
aplicación de la tracción.
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PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
BALANCEO DE LA DURAMADRE
344
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
Fig. 14. Ritmo craneosacro. El terapeuta, sentado detrás del paciente con su mano
craneal sobre el cráneo y la caudal sobre el sacro del paciente, realiza la técnica sin
aplicar una presión excesiva.
345
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
El alumbramiento puede ser traumático tanto para la madre como para el be-
bé. Se considera que más del 90% de los bebés recién nacidos sufre distorsiones
craneales o desviaciones pélvicas (Barnes, 1990; Upledger, 1987). Muchas veces, al
pasar por el canal vaginal, la cabeza y la columna cervical se extienden y pueden
comprimir los cóndilos occipitales. Como resultado, tanto el canal medular como la
unión lumbosacra se comprimen. La aplicación deficiente de las técnicas de fór-
ceps sobre los huesos temporales cambia el delicado equilibrio de este área, crean-
do un ambiente para una futura disfunción craneomandibular, que trae como con-
secuencia dolores de cabeza. Las técnicas de inducción miofascial se pueden
aplicar inmediatamente después del parto debido a la posibilidad de una aplicación
suave y segura, corrigiendo así muchos de estos desequilibrios y rigideces antes de
que causen mayores problemas de alineamiento defectuoso.
346
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
CONTRAINDICACIONES
Anteriormente hemos ubicado a las técnicas de la inducción miofascial dentro de la
familia de las terapias manuales. Hay que recordar también que las terapias ma-
nuales pertenecen al grupo de los tratamientos fisioterapéuticos. Por estas razo-
nes, las contraindicaciones para la aplicación de las técnicas de inducción miofas-
cial deben analizarse en el contexto de las contraindicaciones generales de la
aplicación de la fisioterapia. Entre las contraindicaciones específicas para la apli-
cación de la inducción miofascial debemos mencionar:
Contraindicaciones absolutas:
• Aneurismas.
• Fracturas de los huesos y lesiones agudas de los tejidos blandos (se debe esperar
de 3 semanas a 3 meses hasta que se produzca una completa cicatrización).
• Heridas abiertas.
• Pacientes en tratamiento con corticosteroides (esperar hasta 2-3 meses).
• Estados febriles.
• Pacientes hemofílicos.
• Tumores malignos.
• Leucemia.
• Pacientes con cáncer del sistema linfático (enfermedad de Hodking).
• Estados inflamatorios de los tejidos blandos en etapa aguda.
• Enfermedades infecciosas.
• Osteoporosis (en etapa avanzada).
• Deficiencias circulatorias agudas (p. ej., síndrome vertebrobasilar).
• Terapia anticoagulante.
• Diabetes avanzada.
• Hemofilia.
• Flebitis avanzada.
• Osteomielitis.
• Hematomas (no se debe aplicar el tratamiento sobre hematomas).
• Hipersensibilidad de la piel.
• Falta de aceptación de las técnicas por parte del paciente.
Contraindicaciones relativas:
• Arteriosclerosis avanzada.
• Enfermedades autoinmunitarias:
– lupus (en la etapa aguda),
347
PRINCIPIOS DEL TRATAMIENTO Y TÉCNICAS BÁSICAS
NOTAS:
• Cada capítulo que aborda los tratamientos específicos para distintas zonas
corporales incluye una minuciosa descripción de las técnicas. El lector en-
contrará también breves descripciones sobre las particularidades del sistema
fascial de cada región y los objetivos de los tratamientos. Sin embargo, hay
que aclarar que ésta no es una descripción completa de la anatomía del siste-
ma fascial. El lector interesado en estos detalles anatómicos deberá acudir a
los abundantes y muy completos textos de anatomía, donde encontrará la
información específica sobre el tema en cuestión. De igual modo, el corto
análisis de la patomécanica sobre algunas patologías asociadas a las técnicas
explicadas en el texto se refiere solamente a los aspectos relevantes para la
aplicación de la técnicas de la inducción miofascial.
348
Restricciones
miofasciales
de la cara
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
350
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
351
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica I
El fisioterapeuta coloca los dedos índice y medio de la mano craneal por encima de
la ceja, y los mismos dedos de la mano caudal por debajo del ojo, sobre el área
cigomática. Posteriormente, ejerce una suave tracción en sentidos opuestos (cra-
neal-caudal) con ambas manos. Se debe esperar unos 3 a 5 minutos para obtener
la liberación (Fig. 2).
Técnica II
El fisioterapeuta coloca los pulpejos de los dedos índice y medio de ambas manos
por debajo del ojo sobre el área cigomática. Posteriormente ejerce una suave trac-
ción en dirección lateral en sentido opuesto con ambas manos. Se debe esperar
unos 3 a 5 minutos para obtener la liberación (Fig. 3).
352
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
ADVERTENCIA:
Antes de aplicar estas técnicas se deben retirar las lentes de contacto. No se debe
aplicar la técnica si existe un estado inflamatorio, una lesión, o cirugía reciente.
Técnica
Primera alternativa
El terapeuta coloca los dedos índice y medio de una de sus manos sobre la unión de
los huesos cigomático y temporal. El dedo índice de la otra mano se coloca justo
por debajo de los dedos mencionados. Las manos deben ejercer un movimiento de
distracción. De nuevo hay que recordar que la presión debe ser muy suave, ejercida
de forma tridimensional y aplicándose durante unos 3 a 5 minutos hasta obtener la
liberación (Fig. 4).
353
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Segunda alternativa
Con el paciente en decúbilto supino, el terapeuta, sentado a la cabecera de la
camilla, hace contacto con los pulpejos de sus dedos índice, medio y anular de
ambas manos, por debajo de los arcos cigomáticos y, posteriormente, realiza el
deslizamiento transverso a lo largo de los arcos. Este movimiento se repite 3 a 7
veces (Fig. 5).
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
El fisioterapeuta coloca su mano craneal sobre la masa del músculo temporal y la
mano caudal sobre el arco cigomático. La mano craneal debe ejercer la presión en
sentido craneal y la mano caudal en sentido caudal. Posteriormente, se debe espe-
rar hasta obtener la liberación, algo que puede tardar entre 60 segundos y 3 minu-
tos. A continuación, la mano caudal debe deslizarse hacia abajo, sobre la masa del
músculo cutáneo del cuello, hasta llegar a la región pectoral superior. El terapeuta
debe sentir una profunda relajación antes de iniciar el deslizamiento con la mano
caudal. Si durante este deslizamiento empieza a notar alguna resistencia, se debe
detener el movimiento y esperar hasta obtener la relajación (Figs. 7 y 8).
359
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
360
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
Al aplicar esta técnica, el terapeuta coloca su dedo índice directamente sobre el
punto de restricción en el tendón. Posteriormente, pide al paciente que abra total-
mente la boca, para facilitar así el acceso al punto de insercción en la apófisis
coronoides. El terapeuta coloca su dedo anteriormente al recorrido de las fibras del
masetero. Hay que recordar que este punto de contacto es muy sensible, por lo
que el terapeuta debe actuar con mucha cautela y aplicar una presión mínima.
Manteniendo al paciente con la boca abierta, lo máximo posible y sin causarle
incomodidad, se le pide que realice un desplazamiento lateral de la mandíbula
hacia el lado que se va a tratar, para poder obtener así más espacio para la realiza-
ción del tratamiento. El terapeuta introduce entonces el dedo índice hacia la apófi-
sis coronoides (el tendón es muy duro y, por lo general, se siente como la prolonga-
ción de la apófisis coronoides). Al encontrar el sitio de máxima resistencia, se debe
esperar hasta obtener una profunda y completa liberación de la fascia (traspasar las
tres barreras consecutivas) (Figs. 9 y 10). Hay que recordar que el terapeuta debe
reducir la presión de su dedo cuando la boca esté abierta y el tendón se encuentre
en tensión. La otra mano estabiliza la posición de la cabeza.
361
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Fig. 10. Inducción miofascial en la inserción del músculo temporal: segunda fase.
Técnica
El terapeuta sujeta entre los dedos índice y pulgar los lóbulos de las orejas y, en un
ángulo de 45 grados, realiza una tracción. Se debe dedicar el mayor tiempo posible
a la aplicación de esta técnica (aproximadamente unos 3 a 5 minutos). Hay que
recordar que la fuerza de tracción debe ser mínima (Fig. 11).
362
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
El paciente debe abrir suavemente la boca. El terapeuta coloca sus dos pulgares
dentro de la boca sobre la parte superior de los molares inferiores.
NOTAS:
365
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Fig. 14. Inducción postisométrica del masetero. (Modificado según Chaitow, 1999.)
Técnica
El terapeuta, con el índice de su mano, contacta con el masetero justo por debajo
del arco cigomático y por dentro de la boca. Para asegurarse el contacto apropiado
sobre el masetero, se pide al paciente que intente cerrar la boca. Una vez ubicado
correctamente el músculo, el paciente debe relajar inmediatamente el masetero. A
continuación, el terapeuta comprime el masetero entre su índice y el pulgar. Hay
que esperar el tiempo suficiente hasta que se produzca la liberación (Fig. 15).
A veces se utilizan las dos manos colocando el índice de la otra mano sobre la
superficie externa (Fig. 16).
366
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
367
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
Con una ligera rotación de la cabeza del paciente, contralateralmente al lado trata-
do, el terapeuta, con su mano dominante, coloca la yema del dedo índice por
encima del tercer molar en la fosa pterigoidea. Hay que tener un cuidado especial
porque esta zona suele ser extremadamente sensible. Los dedos índice y medio de
la otra mano deben controlar la articulación temporomandibular. La presión se
ejerce en todas las direcciones de una manera consecutiva y hasta obtener la com-
pleta relajación (Fig. 17).
Variante
Con el paciente en posición supina, el terapeuta contacta con los dedos índice y el
medio sobre la parte media del ángulo inferior de la mandíbula. Posteriormente
rota, con la otra mano, la cabeza del paciente hacia el lado a tratar. Realiza una
presión sostenida y espera la liberación.
NOTA:
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Objetivo
Técnica
369
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
El terapeuta establece contacto, entre sus pulgares y las articulaciones interfalángi-
cas proximales de los índices, con la mandíbula y le pide al paciente que relaje la
mandíbula o, si esta maniobra le resulta difícil, que abra suavemente la boca. Pos-
teriormente, realiza presión en dirección a la camilla; se puede acompañar de leves
y suaves presiones laterales con la mandíbula. Hay que recordar que el terapeuta
estimula el movimiento de liberación sin realizar el movimiento pasivo con la man-
díbula (Fig. 19).
370
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Objetivo
Técnica
El terapeuta palpa la ATM con el dedo índice o el dedo medio de una mano. Con el
índice de la otra mano, contacta con el pterigoideo dentro de la boca y sostiene la
presión hasta que se produce la liberación. Hay que esperar tres liberaciones conse-
cutivas (Fig. 20).
371
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
• Degustar.
• Tragar.
• Masticar.
• Hablar.
Fig. 21. Músculos relacionados con el hioides y su relación con la lengua (redi-
bujado de Upledger, 1987). 1. diente incisivo inferior; 2. mandíbula; 3. múscu-
lo genihioideo; 4. músculo milohioideo; 5. músculo hiogloso; 6. músculo ester-
nohioideo; 7. músculo omohioideo; 8. cuerpo de la lengua.
372
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
El terapeuta sostiene, con una de las manos, la cabeza del paciente y le ayuda a
realizar el giro hacia un lado. Con la otra mano, utilizando la presa entre el pulgar y
el índice, atrapa el cuerpo de la lengua aplicando una tracción suave y sostenida.
Debe utilizarse un guante o un pañuelo de papel para evitar el deslizamiento de los
dedos sobre la lengua. Se debe esperar el tiempo suficiente para que se produzca
una liberación profunda. Si los dedos resbalan, se debe iniciar la técnica nueva-
mente (Fig. 22).
373
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CARA
Técnica
El terapeuta entrelaza entre sus dedos el cabello del paciente, tratando de tener
entre ellos la máxima cantidad de cabello posible. Posteriormente, realiza una sos-
tenida tracción en dirección craneal. La fuerza de tracción debe ser suave, pero
debe realizarse con firmeza. La tracción se mantiene durante unos 3 a 5 minutos.
Es posible que durante la aplicación de la técnica se realicen movimientos suaves y
espontáneos; en esa situación, el terapeuta debe seguir la dirección de estos movi-
mientos (Fig. 23).
374
Restricciones
miofasciales
de la cabeza
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
376
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
PATOMECÁNICA Y CONSIDERACIONES
MIOFASCIALES EN LAS RESTRICCIONES
DE LAS ESTRUCTURAS CRANEALES
377
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Membrana dural
Hoz del cerebelo
Huesos
del cráneo
Hoz del
cerebelo
378
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
379
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
• Inserciones posteriores:
– Canal lateral del hueso occipital.
Huesos
Suturas
Duramadre
craneal
Duramadre
medular
380
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Sacro
Occipucio
381
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
• El líquido cefalorraquídeo.
• Todas las estructuras relacionadas con la proliferación, la reabsorción y
el almacenamiento del líquido cefalorraquídeo.
Por su parte, el sistema craneosacro se relaciona directamente con los
siguientes sistemas corporales:
• Sistema miofascial.
• Sistema nervioso.
• Sistema musculoesquelético.
• Sistema vascular.
• Sistema linfático.
• Sistema endocrino.
• Sistema respiratorio.
• Sistema digestivo.
Existe una acción recíproca entre cada uno de estos sistemas y el sistema
craneosacro. Cualquier trastorno en el sistema craneosacro influiría negativa-
mente en el funcionamiento de otros sistemas, así como también el trastorno
en cada uno de los sistemas mencionados afectará al correcto funcionamien-
to del sistema craneosacro. Especialmente importante es su asociación con el
sistema nervioso central en su proceso de crecimiento y desarrollo.
382
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
• Se debe aplicar una tracción muy ligera sobre los huesos del cráneo durante
la aplicación de la técnica.
• El hecho de sentir una fuerte resistencia indica una restricción ósea.
• La restricción ósea siempre se nota antes de la restricción membranosa.
383
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
385
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
INDUCCIÓN SUBOCCIPITAL
Objetivo
Liberar la restricción miofascial de la región suboccipital.
Técnica
El terapeuta coloca sus manos debajo de la cabeza del paciente de tal manera
que pueda palpar con los dedos las apófisis espinosas de las vértebras cervicales.
A continuación, lleva los dedos lentamente hacia arriba, hasta contactar con los
cóndilos occipitales. En este momento debe mover suavemente los dedos hacia
abajo, encontrando así el espacio entre los cóndilos y la apófisis espinosa del
axis. Hay que recordar que el atlas no tiene apófisis espinosa. Seguidamente, fle-
xionando las articulaciones metacarpofalángicas a 90°, eleva lentamente el cráneo
(Fig. 5).
Las manos del terapeuta deben permanecer juntas y la base del cráneo debe
reposar sobre sus palmas. El terapeuta debe realizar la presión con los dedos índi-
ce, medio y anular de cada mano (Fig. 6).
Para liberar las restricciones que crean la posición protruida de la cabeza hay
que liberar las restricciones de los músculos recto posterior menor de la cabeza y
386
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
oblicuo superior de la cabeza. Para lograrlo se debe realizar presión con los dedos
índice y anular de ambas manos. Sin embargo, para reducir una hiperextensión
crónica del cuello se debe realizar presión sobre el recto posterior mayor de la
cabeza con el dedo medio. Esta presión debe mantenerse durante unos minutos
hasta que se note una liberación de la fascia. No se debe disminuir la presión; ésta
debe ser sostenida, pero nunca debe producir dolor al paciente.
En la última fase de la técnica, el terapeuta, sin relajar la presión, abre las ma-
nos y lleva la cabeza lentamente hacia atrás. Esto permite relajar la duramadre
hasta el sacro, en su recorrido por el canal medular.
387
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
(A) (B)
Fig. 7. (A) Levantamiento frontal: vista lateral. (B) Levantamiento frontal: vista frontal.
Técnica
El terapeuta apoya sus dos antebrazos sobre la camilla y coloca sus manos sobre el
hueso frontal, de tal forma que los dedos estén justo por encima de las órbitas. Los
dedos medio y anular deben «abrazar» los bordes del hueso frontal, encontrándo-
se lateralmente a la comisura de los ojos. La restricción se siente de una manera
elástica.
388
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Técnica
El terapeuta apoya sus dos antebrazos sobre la camilla, de tal forma que pueda
contactar los huesos parietales con los dedos separados entre sí a lo largo de la
sutura escamosa (temporoparietal) y justo por encima de los huesos temporales.
Los pulgares se cruzan entre sí sin tocar el cráneo.
El movimiento se realiza en dos fases (Figs. 8 y 9):
Primera fase: compresión de los parietales (3 a 5 minutos).
389
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Técnica
El terapeuta apoya sus dos antebrazos sobre la camilla, de tal forma que los pulga-
res se colocan de una manera muy suave sobre las alas mayores del esfenoides. El
resto de los dedos controla la posición del occipital. Una colocacion óptima de los
dedos es debajo del occipital, sosteniendo así al cráneo. Esta colocación de las
manos permite controlar de una manera más completa los movimientos entre el
esfenoides y el occipital.
390
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
391
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Técnica
El terapeuta apoya sus dos antebrazos sobre la camilla, de tal manera que pueda
contactar con sus dedos medios el conducto auditivo externo. Coloca los dedos
anulares sobre las apófisis mastoides y los índices sobre los arcos cigomáticos. Pos-
teriormente se realiza un movimiento rotatorio sobre el eje marcado por la línea
que une los dedos medios. Con una de las manos, el movimiento es en la dirección
del movimiento de las agujas del reloj, y con la otra mano, simultáneamente, en la
dirección contraria. Al obtener una simetría en el movimiento en direcciones
opuestas, se realiza el movimiento en la misma dirección con las dos manos, prime-
ro hacia delante y luego hacia atrás. Se nota cómo los dedos anulares rotan prime-
ro hacia atrás y luego hacia arriba. También se debe buscar la simetría en los movi-
mientos (Figs. 13 y 14).
392
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Objetivo
393
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Técnica
El terapeuta sujeta, entre los dedos índice y pulgar, los lóbulos de las orejas, y en un
ángulo de 45 grados realiza una tracción muy suave (Fig. 15). El tiempo de aplica-
ción es entre 3 y 5 minutos.
394
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
IMPLICACIONES MIOFASCIALES
EN EL FUNCIONAMIENTO
DE LAS ARTICULACIONES
TEMPOROMANDIBULARES (ATM)
395
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
396
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
397
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
399
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
400
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
ATM: los dientes. En condiciones normales, con la boca cerrada, los dientes
superiores e inferiores apenas contactan entre sí. Cuando hay una excesiva
compresión entre los dientes, la ATM se comprime también. Los molares tie-
nen la capacidad de proteger la articulación de una exagerada compresión
realizada por los potentes músculos masetero, pterigoideo externo y tempo-
401
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
402
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
403
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
El tercero del grupo, el pterigoideo externo, discurre entre los dos vientres
del pterigoideo interno. Su recorrido es prácticamente horizontal. Realiza el
movimiento de llevar la apófisis coronoides hacia delante durante el movi-
miento de apertura de la boca, mientras que las fibras posteriores del múscu-
lo temporal realizan el movimiento antagonista, llevando la apófisis hacia
atrás durante el movimiento de cierre de la boca.
En resumen, los principales movimientos de la ATM corren a cargo de:
• Elevación:
– Temporal.
– Masetero.
– Pterigoideo interno.
• Depresión:
– Vientre inferior del pterigoideo externo.
– Milohioideo.
– Digástrico.
– Geniohioideo.
• Protrusión:
– Pterigoideo externo.
• Retracción:
– Fibras posteriores del músculo temporal.
El funcionamiento correcto de la ATM depende, mucho más que cual-
quier otra articulación del cuerpo, de un perfecto equilibrio entre las estruc-
turas que lo conforman y, como se mencionó anteriormente, el equilibro de
estas estructuras depende del equilibrio miofascial.
No es fácil hablar sobre el síndrome del dolor miofascial en la ATM, ya
que puede abarcar una sintomatología muy variada. La etiología es muy
poco precisa y amplia. Entre las razones más importantes destacan:
• Traumatismos directos (recientes y antiguos).
• Trastornos mecánicos en la región cervical.
• Desequilibrio del sostenimiento del peso de la cabeza.
• Mal funcionamiento de los órganos relacionados con los sentidos.
• Trastornos de la postura corporal.
• Trastorno del funcionamiento del sistema craneosacro.
• Trastorno de la respiración diafragmática.
• Trastornos psicoemocionales.
• Factores nutricionales y alérgicos.
404
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
405
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
NOTA:
Como tercer paso se debe aplicar el tratamiento del sistema craneosacro con
técnicas craneales apropiadas utilizadas en diferentes escuelas de terapia cra-
406
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
407
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
El terapeuta coloca su dedo medio justo por debajo de la ATM. El resto de la mano
sostiene la cabeza del paciente. Posteriormente se debe aplicar una suave presión
caudal y esperar hasta obtener la relajación. Después, el paciente debe abrir y
cerrar la boca suavemente de una forma lenta y progresiva.
Objetivo
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
409
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA CABEZA
Técnica
El terapeuta coloca los dedos medios de ambas manos sobre la cara lingual de los
dientes molares inferiores y, posteriormente, realiza una suave presión hacia la
camilla. Esta presión se debe mantener durante un mínimo de 90 a 120 segundos.
Posteriormente, el terapeuta, muy atento a los cambios en la dirección de la restric-
ción fascial, sigue el movimiento de liberación (Fig. 30).
410
Restricciones
miofasciales
del cuello
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
412
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
La fascia superficial de la región cervical, que forma el primer nivel del con-
junto, permite, en cierto modo, una continuación de la acción mecánica de
los huesos de la cara y del cráneo, y se ubica debajo de la piel y del músculo
cutáneo del cuello. En la parte posterior, la fascia superficial se inserta en las
apófisis espinosas de las vértebras cervicales y en el gran ligamento de la
nuca; hacia arriba se inserta en el periostio de la protuberancia occipital ex-
terna y en las apófisis mastoides de los huesos temporales. En su recorrido
inferior se junta con la espina de la escápula, el acromion, la clavícula y con el
manubrio del esternón (Upledger, 1987; Bochenek, 1997) (Fig. 1).
413
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
• Largo de la cabeza.
• Largo del cuello.
• Escaleno anterior.
Retracción de
la cabeza
Estiramiento Levantamiento
de los brazos de los hombros
Aplanamiento Pérdida
del tórax del coco
Flexión de
las rodillas
414
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
• Escaleno medio.
• Escaleno posterior.
• Angular del omóplato.
• Esplenio del cuello.
• Iliocostal del cuello.
• Longísimo del cuello.
• Longísimo de la cabeza.
• Semiespinoso de la cabeza.
• Semiespinoso del cuello.
• Multífido.
415
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
416
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
los planos verticales del sistema fascial del cuerpo recorren la región
cervical. Es una observación de extrema importancia para la aplicación
de las técnicas miofasciales, pues quiere decir que, mediante un correc-
to manejo de las técnicas en esta región, se puede, indirectamente,
actuar sobre cualquier segmento fascial del cuerpo.
• Por lo general, al proceder con los tratamientos fisioterapéuticos de
esta región, se establece una división muy rígida entre la parte posterior
del cuello y la anterior. Se reserva el control del equilibrio neuromotor a
la parte posterior, y el control de los órganos a la parte anterior. Quizá
por esta razón, generalmente se dedica una atención principal a los
tratamientos en la región posterior, dejando la parte anterior en cierto
olvido. Sin embargo, no se debe pasar por alto que en la parte preverte-
bral se encuentran los elementos vitales de nuestro cuerpo, como, por
ejemplo, la tráquea, la vena yugular, la arteria carótida, la glándula ti-
roides, el nervio vago, y una muy complicada organización de músculos
distribuidos en diferentes niveles y encargados de una coordinación de
movimientos precisos de la mandíbula, la cabeza y las actividades intra-
bucales, como tragar, hablar o respirar.
417
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Objetivo
Técnica
Con una de sus manos, el terapeuta sostiene la cabeza del paciente sobre la zona
occipital y la lleva lentamente a la flexoelevación. Con la otra mano, contacta con
la masa de los músculos paravertebrales, colocando a un lado de la columna el
pulgar y al otro lado la articulación interfalángica proximal del índice en flexión.
Mientras una mano sostiene la posición de la cabeza, la otra realiza un desliza-
miento vertical hacia abajo (Fig. 4). La maniobra se repite entre 3 y 7 veces de una
manera lenta y progresiva.
418
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
Con una mano, el terapeuta sostiene la cabeza del paciente en una posición de
flexión, inclinación externa y rotación. La otra mano la coloca de manera firme
sobre el hombro del paciente y realiza con ella el movimiento hacia abajo, presio-
nando el hombro. Con la primera mano acentúa los movimientos anteriormente
mencionados (Fig. 5).
Dependiendo de la dirección y del grado de restricción, el movimiento de
la liberación se puede producir en cualquier dirección. El terapeuta debe estar
atento a los cambios de ubicación, dirección, amplitud y velocidad de los movi-
mientos.
419
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
420
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Objetivo
Decúbito supino.
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos en posición prona, sobre el borde superior
del trapecio, de tal manera que los pulpejos de los dedos puedan introducirse en el
espacio entre el trapecio y el angular del omóplato. La otra mano debe controlar la
posición de la cabeza y cambiarla de acuerdo con las necesidades del proceso de
liberación. El terapeuta aplica una presión sostenida durante un tiempo mínimo de
5 minutos. Esta región puede ser particularmente dolorosa. Se deben tomar las
precauciones correspondientes (Fig. 8).
421
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
422
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
El terapeuta, con una mano colocada sobre la región occipital, realiza una suave
rotación con la cabeza del paciente. La otra mano la coloca sobre la masa
del músculo ECM con el pulgar en el punto de inserción en la apófisis mastoides
(Fig. 9). Mientras una mano aplica el movimiento de rotación y una ligera extensión
de la cabeza, la otra realiza un deslizamiento transverso sobre la zona de restric-
ción en el músculo ECM (Fig. 10). Puede efectuarse un movimiento de desliza-
miento longitudinal del músculo ECM entre el pulgar y el índice de la mano ejecu-
tora (Fig. 11).
423
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
INDUCCIÓN DE LA FASCIA
DE LOS MÚSCULOS LARGO
DEL CUELLO Y LARGO DE LA CABEZA
Objetivo
Liberar las restricciones miofasciales de los músculos largo del cuello y largo de la
cabeza.
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
Fig. 12. Inducción miofascial del los músculos largo del cuello y largo de la cabeza:
aplicación global.
425
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Fig. 13. Inducción miofascial de los músculos largo del cuello y largo de la cabeza:
aplicación localizada.
Técnica
En esta posición, el terapeuta flexiona suavemente la cabeza del paciente. Poste-
riormente, la eleva lentamente sin exagerar el movimiento de flexión del cuello.
Manteniendo la posición, extiende sus rodillas, elevando al mismo tiempo el cuer-
po del paciente, que debe finalmente reposar sobre las manos y el cuerpo del
terapeuta. Las manos del terapeuta abarcan el occipital y las orejas del paciente sin
presionarlas (no se debe presionar la mandíbula). Esta posición debe ser equilibra-
da y confortable tanto para el paciente como para el terapeuta (Fig. 15).
426
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Fig. 14. Inducción global de la fascia cervicodorsal: fase I. (Modificado según Bar-
nes, 1990.)
Fig. 15. Inducción global de la fascia cervicodorsal: fase II. (Modificado según Bar-
nes, 1990.)
427
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Fig. 16. Inducción global de la fascia cervicodorsal: fase III. (Modificado según Bar-
nes, 1990.)
428
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos debajo del cuello del paciente sin traccio-
narlo. El paciente debe sentir comodidad con esta presa. La otra mano la coloca
sobre la región parietal y con ambas suspende la cabeza y el cuello (Fig. 17). Esta
posición debe mantenerse durante unos minutos hasta el momento en que el tera-
peuta empiece a percibir un movimiento espontáneo de la cabeza. Por lo general,
la primera fase de este movimiento es una suave rotación. El terapeuta debe seguir
el movimiento pero sin exagerarlo, llevándolo solamente a la amplitud del movi-
miento espontáneo dirigido por el proceso de liberación del sistema fascial (Fig. 18).
429
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
430
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
ARTERIA VERTEBRAL
Como se mencionó en numerosas ocasiones, las técnicas de inducción mio-
fascial deben incluirse en el grupo de las técnicas pasivas de la terapia ma-
nual, lo que obliga a tener un cuidado especial, sobre todo cuando se reali-
zan maniobras en la columna cervical superior (Fig. 20). El paciente puede
manifestar distintas reacciones adversas durante y después de la realización
de la maniobra. Los signos y los síntomas, en orden de frecuencia de apari-
ción y de importancia, pueden incluir:
• Mareos.
• Náuseas.
• Vómitos.
• Desorientación.
• Trastornos visuales.
• Dolor de la cabeza y de la nuca.
• Debilidad en las extremidades.
• Vértigo.
• Trastornos del habla.
• Cambios sensitivos en las extremidades.
• Cambios sensitivos en la cara.
• Cambios sensitivos en el cuerpo.
• Dificultades en la deglución.
• Dificultades en la audición.
431
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
• Temblores
• Parálisis facial.
• Incremento de la sudación.
Los síntomas anteriormente mencionados pueden ser producidos por el
conflicto de la arteria vertebral que se encuentra en íntima relación con la
columna cervical (Fig. 21). El conflicto se puede convertir en una insuficiencia
vertebrobasilar y puede ser producido por un traumatismo externo o una
anomalía de la arteria. Este fenómeno puede provocar oclusión de la arteria.
Por lo general, esto sucede al realizar el movimiento de rotación e hiperexten-
sión del cuello.
En la mayoría de los casos, este tipo de problema se manifiesta solamente
si nos encontramos ante una anomalía congénita o una patología que produ-
ce inestabilidad de la columna cervical superior.
La arteria vertebral es la única arteria del cuerpo humano que se encuen-
tra (en su recorrido) en un canal osteofibroso que posee unos segmentos
móviles. El sistema de la arteria vertebral proporciona el 11% de la sangre al
cerebro, y el 90% a la médula cervical y a los tejidos adyacentes.
La arteria vertebral se divide en cuatro segmentos:
• El primer segmento de la arteria vertebral parte de la arteria subclavia
hasta la entrada del agujero transverso de la sexta vértebra cervical.
• El segundo segmento asciende por el agujero transverso de la sexta
vértebra cervical hasta la segunda vértebra cervical.
432
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
ADVERTENCIA
433
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
El terapeuta, lentamente pero con firmeza, realiza con la cabeza el movi-
miento de extensión, flexión lateral y rotación.
• El movimiento se realiza en ambas direcciones.
• La maniobra debe durar como mínimo 10 segundos y un máximo de 30
segundos.
• El paciente debe tener los ojos abiertos durante toda la prueba.
• El movimiento debe ser pasivo.
Al observar el resultado negativo de la prueba, es decir, si el paciente no
presenta ninguno de los síntomas mencionados con anterioridad, se deben
realizar inmediatamente los movimientos de simulacro de las maniobras a
realizar durante la aplicación del tratamiento. Las reglas de su aplicación son
iguales al caso anterior; es decir, el movimiento se debe realizar de manera
suave y firme, y mantener la posición extrema durante un mínimo de 10
segundos.
Las pruebas mencionadas y explicadas anteriormente nunca ofrecen un
100% de seguridad al realizar las maniobras de terapia manual en la colum-
na cervical. Las probables y graves consecuencias pueden incluir: una cuadri-
plejía, una parada respiratoria, o incluso la muerte del paciente. Este tipo de
problema complejo o mortal, según las estadísticas, puede suceder una vez
cada millón de maniobras realizadas. Esta afirmación debe analizarse desde
dos puntos de vista. Este tipo de trastorno puede producirse también en otras
actividades, que incluyen los movimientos de rotación y extensión del cuello,
como, por ejemplo, la calistenia, el yoga, la práctica de arco y flecha, el movi-
miento del cuello al realizar la maniobra de retroceder un vehículo, la posi-
ción de la cabeza en las peluquerías e institutos de belleza, u otros. Pero
tampoco se puede tener demasiada confianza en las estadísticas. No importa
que el incidente sea poco frecuente; lo importante es la gravedad de las con-
secuencias. La edad del paciente no es determinante en el factor de riesgo.
Una anomalía de la arteria vertebral puede producir una seria complicación
en un paciente de cualquier edad. Surge entonces la pregunta sobre si existe
algún método de diagnóstico seguro para poder evitar el problema. Proba-
blemente, el único método que da prácticamente un 100% de seguridad es
la angiografía, pero este examen obliga a la inyección de la arteria y es de alto
434
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
riesgo. En esta situación, «el remedio puede ser peor que la enfermedad».
Entre las técnicas no cruentas se encuentra el Doppler, que no es muy preci-
so, y la tomografía computarizada, que es muy costosa. En conclusión, una
historia médica correcta del paciente y las pruebas de la arteria vertebral de-
ben ser suficientes para tomar la decisión adecuada. Si existe la más mínima
sospecha del compromiso de la arteria, hay que desistir de realizar la maniobra.
435
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
Primera fase: tracción cervical (inicio de la extensión)
El terapeuta sujeta con sus dos manos la cabeza del paciente y llevándola a una
muy ligera extensión inicia una suave tracción (Fig. 22).
Segunda fase: liberación torácica (tridimensional)
El terapeuta coloca una de sus manos sobre la región esternal (aplicando una pre-
sión caudal), manteniendo con la otra mano la cabeza del paciente en una ligera
hiperextensión. Hay que recordar que el movimiento entre las dos manos es tridi-
mensional (Fig. 23).
Fig. 22. Inducción profunda de las fascias cervicales 2: fase I. (Modificado según
Barnes, 1990.)
436
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Fig. 23. Inducción asistida de las fascias cervicales 2: fase II. (Modificado según Bar-
nes, 1990.)
Fig. 24. Inducción asistida de las fascias cervicales 2: fase III. (Modificado según
Barnes, 1990.)
437
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Fig. 25. Inducción asistida de las fascias cervicales 2: fase IV. (Modificado según
Barnes, 1990.)
438
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Se puede hacer una prueba sencilla para notar la relación del movimiento
ocular con los mencionados músculos. Se colocan los dedos justo debajo del
occipucio y las apófisis mastoides, donde se encuentran los músculos suboc-
cipitales. Se debe procurar aplicar una presión profunda traspasando con los
dedos la barrera de los músculos superficiales, en particular el trapecio. Pos-
teriormente, manteniendo la cabeza en posición neutra, hay que dirigir la
vista hacia un lado. No debe realizarse ningún movimiento con la cabeza,
solamente mover los ojos. Los músculos suboccipitales, que se encuentran
439
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
440
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
INDUCCIÓN SUBOCCIPITAL
Objetivo
Liberar la restricción miofascial de la región suboccipital.
Técnica
El terapeuta coloca sus manos debajo de la cabeza del paciente de tal manera que
pueda palpar con los dedos las apófisis espinosas de las últimas vértebras cervica-
les. A continuación, lleva los dedos lentamente hacia arriba, hasta contactar con
los cóndilos occipitales (Fig. 27). En este momento, debe mover suavemente los
dedos hacia abajo encontrando el espacio entre los cóndilos y la apófisis espinosa
del axis. Hay que recordar que el atlas no tiene apófisis espinosa. A continuación,
eleva lentamente el cráneo flexionando sus articulaciones metacarpofalángicas a
90° (Fig. 28).
Las manos del terapeuta deben permanecer juntas. La base del cráneo debe
reposar sobre las palmas de las manos del terapeuta. El terapeuta debe realizar la
presión con los dedos índice, medio y anular de cada mano (Fig. 29).
441
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Fig. 28. Inducción suboccipital: relación del contacto con la columna cervical.
Fig. 29. Inducción suboccipital: posicionamiento previo de los dedos sobre el cráneo
para diferentes correcciones posturales. A. Índice. B. Medio. C. Anular. 1. Recto pos-
terior menor de la cabeza. 2. Recto posterior mayor de la cabeza. 3. Semiespinal de la
cabeza. 4. Oblicuo superior de la cabeza.
442
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Para liberar las restricciones que mantienen la protrusión de la cabeza hay que
liberar las restricciones de los músculos recto posterior menor de la cabeza y obli-
cuo superior de la cabeza. Para lograrlo se debe realizar la presión con los dedos
índice y anular de ambas manos.
Sin embargo, para reducir una hiperextensión crónica del cuello, la presión se
debe realizar sobre el recto posterior mayor de la cabeza con el dedo medio.
Esta presión debe mantenerse durante unos minutos hasta que se note una
liberación de la fascia. No se debe disminuir la presión; debe mantenerse, sin cau-
sar dolor al paciente.
En la última fase de la técnica, el terapeuta mantiene la presión, extiende ligera-
mente los dedos y lleva la cabeza lentamente hacia atrás. Esto permite relajar la
duramadre hasta el sacro, en su recorrido por el canal medular (Fig. 30).
443
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
444
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
445
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
INDUCCIÓN TRANSVERSA
(técnica de la mecedora)
Objetivo
Eliminar las restricciones transversas de la región hioidea.
Técnica
El terapeuta, con la presa entre el pulgar y el índice de su mano dominante, contac-
ta con el hueso hioides y realiza el movimiento en forma de mecedora de una
manera muy suave hacia un lado y hacia el otro. El movimiento se repite entre 7 a
15 veces, teniendo en cuenta las barreras de restricción miofascial. La velocidad
debe ser muy lenta (Fig. 32).
446
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
Primera fase: liberación infrahioidea
El terapeuta, cruzando las manos, coloca una de ellas sobre la región torácica supe-
rior y la otra por encima de la clavícula y por debajo del hueso hioides, abrazándolo
entre su pulgar y el índice. La primera mano debe ejercer una suave tracción caudal
y la otra craneal. La presión debe ser tridimensional y hay que aplicarla de 3 a 5
minutos, hasta obtener la liberación (Fig. 33).
Segunda fase: liberación suprahioidea
El terapeuta coloca su mano inferior por debajo del hueso hioides, abrazándolo
entre su pulgar y el índice. Las puntas del dedo índice, medio y anular de la mano
superior deben colocarse en la parte blanda de la zona inframandibular. Con la
447
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
Técnica
El terapeuta coloca los dedos de ambas manos de tal forma que pueda introducir
los pulpejos de los dedos medios, anulares y meñiques justo debajo del mentón. A
continuación realiza un deslizamiento desde dentro hacia fuera, sin perder el con-
448
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL CUELLO
449
Restricciones
miofasciales
del tórax
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
453
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
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RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
unidas, a través del sistema miofascial, a los músculos oblicuos del abdomen
y a los cuadrados lumbares.
Las conexiones miofasciales del tórax permiten integrar la caja torácica
con la pelvis, por un lado, y, por el otro lado, con el diafragma. Bajo su pro-
tección se encuentran los riñones y, parcialmente, los órganos de la región
pélvica.
457
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Objetivo
Decúbito prono.
Técnica
El terapeuta fija con una de sus manos la masa de los músculos paravertebrales a
nivel del omóplato, y con la otra, realiza la técnica de deslizamiento longitudinal. La
técnica se puede realizar con el dedo índice reforzado por el dedo medio, con el
nudillo del índice, o con el codo. Hay que recordar que el recorrido del deslizamien-
to debe continuar en el medio de la masa muscular de los extensores del tronco.
No se debe «saltar» transversalmente sobre los paravertebrales y tampoco realizar
presión sobre las costillas y, mucho menos, sobre las apófisis espinosas. Se realizan
entre 3 y 7 recorridos (Fig. 1).
458
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Objetivo
Decúbito prono.
Técnica
El terapeuta coloca sus manos, una junto a la otra, con las puntas de sus dedos en
la mitad del grosor de la masa común de los extensores, a la altura de la máxima
restricción. A continuación realiza el deslizamiento transverso según los principios
de aplicación de esta técnica. Hay que recordar que el recorrido del deslizamiento
debe continuar en la mitad de la masa muscular de los extensores del tronco. No se
debe «saltar» transversalmente sobre los paravertebrales, ni tampoco realizar la
presión sobre las costillas y, mucho menos, sobre las apófisis espinosas. Se realizan
entre 3 y 7 recorridos (Fig. 2).
459
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El terapeuta coloca su mano y su antebrazo sobre la espalda del paciente, de tal
forma que el codo se encuentre sobre la región lumbar, y el antebrazo, colocado
en la posición prona, a lo largo de la columna vertebral. La otra mano la apoya
sobre la camilla para conseguir una mejor estabilidad de su cuerpo. Con el codo de
la extremidad que contacta con el cuerpo del paciente, realiza primero una presión
vertical sostenida hacia la camilla y, posteriormente, lo dirige caudal y lateralmente
(Fig. 3). De este modo se logra abrir el espacio para liberar las restricciones trans-
versas de esta región. Con los pasos consecutivos (se realizan tres repeticiones), se
puede llevar a cabo una presión cada vez más profunda y, gradualmente, incorpo-
rar el contacto con el antebrazo (Fig. 4), abarcando de esta manera toda la colum-
na lumbar.
460
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El terapeuta coloca sus manos en la columna cervical inferior y sobre la masa del
extensor del tronco de ambos lados. El contacto es el de un bloque sólido formado
entre el pulgar y la articulación interfalángica del índice. Para aprovechar la ventaja
mecánica, los codos del terapeuta deben estar extendidos. Mientras el paciente
realiza una lenta y progresiva flexión del tronco, el terapeuta ejecuta un desliza-
miento vertical a lo largo de la columna cervicodorsal. Al notar una restricción, el
terapeuta debe pedir al paciente que detenga el movimiento y aplicar, al mismo
tiempo, una presión sostenida en ese punto (Fig. 5). Para conseguir una acción más
profunda, se puede realizar la técnica con el codo (Fig. 6).
461
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
NOTA:
Esta técnica no se debe realizar si el paciente manifiesta signos discales al fle-
xionar el tronco.
462
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El paciente debe sentarse, partiendo de la posición de arrodillado, llevando los
brazos hacia delante y apoyándolos en la camilla. A medida que el paciente
aumenta la amplitud de la flexión de su tronco y, de esta forma, asienta los glúteos
sobre los talones, el terapeuta, con una de sus manos, realiza un deslizamiento
longitudinal a lo largo de la musculatura paravertebral. El contacto se realiza con
los nudillos y el pulgar, que sirve como guía para asegurar un recorrido apropiado.
La técnica debe aplicarse bilateralmente, primero en un lado y luego en el otro. El
recorrido debe ser lento, respetando las restricciones. Al encontrar un engrosa-
miento o si aparece dolor, se debe detener el movimiento de la mano y esperar la
liberación antes de continuar con la aplicación (Fig. 7). En total se aplican 3 reco-
rridos.
463
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El terapeuta coloca sus manos, previamente cruzadas, sobre la región dorsolumbar
de la columna vertebral y a lo largo de la masa común de los extensores de la
columna. A continuación, y siguiendo los principios descritos sobre la aplicación de
la técnica de manos cruzadas (véase el capítulo sobre la aplicación de las técnicas
básicas), la liberación continúa, barrera tras barrera. La técnica se puede aplicar
unilateralmente, bilateralmente, y, también, directamente sobre la columna verte-
bral (Figs. 8 y 9).
Técnica
El terapeuta coloca las manos sobre la zona paravertebral, a nivel de los bordes
internos de los omóplatos. Utilizando la técnica de manos cruzadas, elimina lenta-
mente las consecutivas barreras de la restricción (Fig. 10).
464
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
465
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
Para realizarla, el terapeuta coloca una de sus manos sobre el sacro y la otra sobre
la base del cráneo. Posteriormente, evalúa la elasticidad de la duramadre, obser-
vando la amplitud y la sincronización del movimiento entre el sacro y el cráneo. Al
detectar la dirección de la restricción, trata de exagerar el movimiento en dirección
opuesta a la restringida. A continuación reevalúa la amplitud del movimiento en
ambas direcciones. Si es necesario se debe repetir todo el procedimiento hasta
obtener una simetría completa (Fig. 11).
466
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El terapeuta coloca la palma de su mano no dominante en la región interescapular,
y la de la mano dominante sobre el extremo superior del esternón y debajo de las
clavículas. A continuación aplica una suave presión vertical con su mano dominan-
te y continúa con la técnica según los principios descritos en la técnica de planos
transversos. Se debe dedicar un tiempo de 5 a 10 minutos para que la aplicación de
esta técnica tenga éxito. Al principio, los diminutos movimientos de liberación del
sistema fascial pueden confundirse con los movimientos respiratorios; sin embar-
go, después de un par de minutos, y con una concentración adecuada, el terapeu-
ta logrará distinguir entre estos dos movimientos. Al finalizar la técnica, se debe
separar con mucha lentitud la mano del esternón, y luego, un minuto después,
retirar la otra mano (Fig. 12).
467
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
468
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El terapeuta sujeta con una de sus manos el brazo del paciente, previamente eleva-
do, y coloca la otra mano sobre el esternón de forma oblicua, dirigiendo sus dedos
hacia la espina ilíaca anterosuperior del lado contrario. Acto seguido aplica una
tracción tridimensional. Al llegar a la primera barrera, se debe esperar la liberación
y continuar su dirección. Por lo general, el brazo del paciente continúa el movi-
miento hacia la elevación, y la mano colocada sobre el esternón se dirige hacia
abajo y lateralmente (Fig. 14).
469
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
Se utiliza la técnica de manos cruzadas. Hay que destacar que la presión debe
ser progresiva, y que hay que esperar entre 3 y 5 minutos para obtener una relaja-
ción completa, superando progresivamente las consecutivas barreras de restric-
ción.
470
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
471
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
NOTA:
Apófisis
xifoides
Vena cava
Músculo
diafragma
Tendón Esófago
central
Aorta
Arcos costales
Fig. 18. Vista inferior del diafragma con los componentes anatómicos que lo atra-
viesan.
472
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El paciente debe estar recostado sobre el cuerpo del terapeuta. Para conseguir una
mayor comodidad de ambos, se puede colocar un cojín entre el cuerpo del pacien-
te y el del terapeuta. El paciente debe estar totalmente relajado. El terapeuta colo-
ca ambas manos debajo del arco costal, lateralmente con respecto a la apófisis
xifoides del esternón. Posteriormente, realiza un deslizamiento desde el centro ha-
cia fuera. Al finalizar el movimiento, el paciente debe respirar profundamente
y adoptar una posición más erguida (Fig. 19). Se aplica un máximo de tres repeti-
ciones.
473
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DEL TÓRAX
Técnica
El terapeuta coloca la palma de su mano no dominante en la región dorsolumbar, y
la de la mano dominante sobre la apófisis xifoides del esternón. A continuación,
aplica una suave presión vertical con su mano dominante y continúa con la técnica
según los principios descritos en la técnica de planos transversos. Se debe dedicar
un tiempo de 5 a 10 minutos para que la aplicación de esta técnica tenga éxito. Al
principio, los diminutos movimientos de liberación del sistema fascial pueden con-
fundirse con los movimientos respiratorios; sin embargo, después de un par de
minutos, y con una concentración apropiada, el terapeuta logrará distinguir entre
estos dos movimientos. Al finalizar la técnica se debe separar la mano del esternón
con mucha lentitud, y después de unos dos minutos, retirar la otra mano (Fig. 20).
474
Restricciones
miofasciales
de la región
lumbopélvica
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
476
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
477
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
tente aparato ligamentoso (algunos investigadores afirman que son los liga-
mentos más fuertes del cuerpo humano), que fortalece la articulación y per-
mite, por un lado, la movilidad de la misma, y por el otro, una flexibilidad de
resorte capaz de absorber los impactos de la marcha, la carrera y el salto
(Weisl, 1954; Tucker, 1990; Twomey, 1987; Bernard, 1992); estos ligamen-
tos se pueden diferenciar en fortalecedores directos e indirectos.
Los ligamentos fortalecedores directos son:
• Ligamentos sacroilíacos:
– Anterior: refuerza la cápsula por delante.
– Posterior: refuerza la cápsula por detrás.
• Ligamento axial, también denominado interóseo: refuerza por dentro la
articulación y, según los autores clásicos, forma el eje horizontal del
movimiento rotatorio de la articulación (Kapandji, 1981).
Los ligamentos fortalecedores indirectos son:
• Ligamento sacrotuberoso (ligamento sacrociático mayor).
• Ligamento sacroespinal (ligamento sacrociático menor).
Ambos contrarrestan el movimiento de rotación del sacro hacia de-
lante (producido por el efecto rotatorio anterior del peso corporal)
(Twomey, 1987), actuando como un ancla clavada en la tuberosidad
isquiática y la espina ciática, respectivamente.
• Ligamento iliolumbar: estabiliza la parte superior de la articulación sa-
croilíaca, uniendo la pelvis con las dos últimas vértebras lumbares.
La principal función de las articulaciones sacroilíacas es la de transmitir el
peso y las fuerzas desde la parte superior del tronco hacia las extremidades
inferiores. La teoría clásica afirma que existen unos movimientos sobre el eje
axial denominados nutación y contranutación. (Algunos autores consideran
que este eje pasa por el segundo segmento sacro; otros opinan que pasa por
el punto anterior del promontorio sacro o por el tubérculo de Bonaire, ubica-
do entre el segmento craneal y caudal de las superficies articulares, Bernard,
1992; Egund, 1995.) Se puede concluir que estos movimientos no se realizan
sobre un eje fijo, sino sobre uno que cambia según la edad de la persona y las
particularidades específicas de su aparato locomotor.
La amplitud de los movimientos mencionados es muy reducida y puede
variar de un individuo a otro; también depende de las circunstancias, la edad
y el sexo. Durante el movimiento de nutación, el sacro gira de tal manera que
478
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
479
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
480
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Snijders y cols. llaman a este fenómeno form closure y force closure (Vlee-
ming, 1995). Form closure se presenta cuando la articulación es estable y no se
necesita ningún tipo de fuerza externa para sostenerla (Fig. 1A) (Snijders,
1992). Cuando la articulación se encuentra en una situación inestable, son
necesarias las fuerzas externas para sostenerla en equilibrio force closure
(Fig. 1B) (Snijders, 1992). En esta situación, la presencia de la fricción para
lograr el objetivo es indispensable. La verdadera estabilidad del sacro en las
articulaciones sacroilíacas es una combinación de ambas formas (Fig. 1C) (Snij-
ders, 1992).
481
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
(A) (B)
(C)
482
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
1992). Entre estos dos ligamentos existe una conexión anatómica que permi-
te controlar la amplitud de ambos movimientos según las necesidades, y evi-
tar así una tensión excesiva. Esta acción es de suma importancia en las articu-
laciones que reciben una gran carga; hay que recordar que sobre las
articulaciones sacroilíacas se apoya aproximadamente el 60% del peso cor-
poral. Desde el punto de vista de la acción muscular, los de más importancia
son: el erector del tronco, el glúteo mayor, el dorsal ancho y el bíceps femo-
ral.
483
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
484
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
485
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
1931; Bochenek, 1997). Hacia arriba se continúan con los ligamentos inferio-
res del diafragma, los cuerpos de las vértebras lumbares y, posteriormente,
con la cresta ilíaca. En su recorrido hacia abajo, se unen al ligamento inguinal
y, posteriormente, a la fascia femoral. Lateralmente, se expande hacia la fas-
cia del músculo cuadrado lumbar, que a su vez se inserta en la cresta ilíaca
(Gallaudet, 1931; Bochenek, 1997).
Por su función y ubicación, el músculo glúteo mayor tiene mucha influen-
cia en las restricciones miofasciales. Sus puntos de origen e inserción están
directamente asociados con la fascia. Frente a una resistencia moderada o
fuerte, el músculo es un potente extensor del muslo, actuando también en la
rotación externa del mismo. Sus fibras superiores son accesorias en la abduc-
ción (Gallaudet, 1931; Bochenek, 1997). Al adoptar una posición vertical,
genera un enorme grado de estrés mecánico en los músculos piramidal de la
pelvis y glúteo medio. Cuando nos encontramos en la posición bípeda, estos
dos músculos cumplen una función muy importante. Por lo tanto, su hiperto-
nía, relacionada con la restricción miofascial, puede producir cambios impor-
tantes en el comportamiento estático de la pelvis en la bipedestación, así
como también durante la marcha. El piramidal de la pelvis es un pequeño
músculo que se origina en la cara anterior del sacro, pasa por el orificio is-
quiático mayor, y se inserta en el borde interno del vértice del trocánter ma-
yor. Para entender su importancia hay que recordar su cercanía al nervio
glúteo superior, que inerva a los músculos glúteo medio, menor y tensor de la
fascia lata. El dolor referido de la restricción miofascial del piramidal de la
pelvis abarca una zona muy extensa: la región lumbosacra, la región glútea,
la cara posterior del muslo, la ingle y el pie. Durante la defecación, el dolor se
presenta en el recto. Uno de los síntomas más frecuentes es la disfunción
sexual. Hay que recordar la importancia de la inserción del piramidal en el
ligamento sacrotuberoso, que se extiende desde la espina ilíaca posterosupe-
rior y el extremo inferior del sacro, dirigiéndose hasta la tuberosidad isquiáti-
ca. Este ligamento sirve parcialmente de inserción al tendón del bíceps femo-
ral. Así, la restricción miofascial del piramidal influye en las patologías
relacionadas con el propio piramidal, y también puede afectar a la marcha
por las restricciones de la elasticidad del bíceps femoral.
El suelo de la pelvis, de forma romboidal, forma una especie de hamaca
colocada en el fondo de la cavidad de la pelvis (Fig. 3). Esta hamaca se com-
pone de tres músculos básicos: iliococcígeo, pubococcígeo e isquiococcígeo.
En cierto modo, colocados lateralmente, el piramidal y el obturador interno
también refuerzan su contenido. Es un sistema denso y de gran resistencia,
que se divide en tres capas: superficial, intermedia y profunda, juntando la
486
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Recto
Vagina
Uretra
487
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos (posición supina) debajo del sacro. La otra
(posición prona) la ubica de tal manera que la eminencia hipotenar se encuentre
sobre el borde superior de la sínfisis púbica. La mano inferior sirve de soporte y la
superior efectúa una ligera presión anteroposterior. Se debe esperar un mínimo de
90-120 segundos para obtener la primera liberación, y luego seguir la dirección
del movimiento que indica el cuerpo. La presión debe ser suave, para evitar
una respuesta negativa del tejido, que puede provocar una tensión no deseada
(Fig. 4).
488
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
DESCOMPRESIÓN LUMBOSACRA
Objetivo
Liberar las restricciones de la fascia de la región lumbopélvica.
Técnica
La mano estabilizadora del terapeuta se coloca debajo de las vértebras lumbares,
de tal forma que la línea de las apófisis espinosas reposa sobre el espacio formado
entre la palma de la mano y los dedos flexionados (Fig. 5). La mano manipuladora,
con la palma hacia arriba y los dedos en dirección a la cabeza del paciente, se
coloca debajo del sacro. El antebrazo de esta mano se coloca entre las piernas del
paciente. El codo de la mano manipuladora debe apoyarse firmemente sobre la
camilla. El terapeuta efectúa, de una manera muy suave, la tracción con la
mano manipuladora. Se deben esperar unos dos minutos para sentir el efecto de
la relajación. No se deben forzar la barrera. Lentamente, mientras se percibe la
liberación, el peso del terapeuta se apoya totalmente sobre el codo. La aplicación
total dura unos 5 minutos (Fig. 6). Al finalizar la técnica, la fuerza de tracción se
debe disminuir gradualmente, y posteriormente retirar la mano que está debajo de
la columna lumbar y luego la que se encuentra debajo del sacro.
489
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Técnica
Las manos del terapeuta deben unirse con las palmas o colocarse una al lado de la
otra (Fig. 7). La presión se efectúa con los dedos en dirección vertical, a una distan-
cia aproximada de 3 cm, lateralmente al ombligo y directamente sobre el psoas.
Para asegurarnos de que las manos están ubicadas en el sitio correcto, se pide al
paciente que eleve ligeramente el muslo, mientras se palpa el músculo contraído
bajo sus dedos (Fig. 8). A continuación, el terapeuta realiza la técnica de desliza-
490
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
491
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
492
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
NOTA IMPORTANTE:
Cada paciente tratado con la técnica de inducción del psoas debe someterse a
una evaluación médica previa. Bajo ninguna circunstancia se puede aplicar a
pacientes con procesos inflamatorios en el área pélvica, con sospecha de aneu-
rismas, ni a mujeres embarazadas. Cada dolor abdominal no diagnosticado
debe considerarse una contraindicación para la aplicación de la técnica.
493
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Al tratar las restricciones que afectan a la región glútea junto con la región
lumbar, el terapeuta coloca ambas manos sobre los lados del sacro y realiza un
lento y suave deslizamiento en dirección caudal (Fig. 12).
NOTA:
Las restricciones de los tejidos adyacentes al sacro, y particularmente sobre sus
bordes, impiden un funcionamiento correcto de los ligamentos sacroilíacos
posteriores. Estos ligamentos son probablemente las estructuras más importan-
tes en el mantenimiento de una correcta posición del sacro, pero también los
más propensos al estrés mecánico en los trastornos que afectan a las articula-
ciones sacroilíacas.
494
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Fig. 13. Inducción del sacro: primera alternativa. (Modificado según Cantu, 2001.)
Técnica
Las manos del terapeuta se colocan juntas, con los índices y los pulgares tocándose
entre sí. La palma de la mano dominante contacta con la región glútea del pacien-
te, con los dedos colocados sobre los bordes del sacro. Los dedos índice y pulgar de
la otra mano se colocan sobre los de la mano dominante. Se realiza un movimiento
hacia arriba y hacia abajo en forma de «V» sobre los bordes del sacro (Fig. 13). En
total se aplican de 7 a 15 repeticiones.
Técnica
El terapeuta coloca su mano no dominante sobre el sacro en posición prona, con
los dedos dirigidos cranealmente. La mano dominante la coloca de manera trans-
versa sobre la otra mano. A continuación, con ambas manos y de una manera muy
495
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
suave, ejerce una presión vertical sobre el sacro hacia la camilla. Después de 2 a 3
minutos deberá iniciarse un suave movimiento del sacro. El terapeuta, sin incre-
mentar la fuerza, debe seguir este movimiento barrera tras barrera (Fig. 14).
Técnica
El terapeuta coloca su mano caudal por encima del tobillo y flexiona la rodilla a 90
grados. Los dedos de la mano craneal se colocan sobre la región glútea y el dedo
pulgar sobre el tendón del piramidal, por encima del trocánter. Para facilitar este
contacto hay que realizar con la mano caudal una rotación repetida del muslo. Una
vez alcanzada la posición correcta, la mano craneal queda inmóvil. Con la mano
caudal se efectúa un suave movimiento rotatorio con el muslo. La presión se aplica
según la tolerancia del paciente (Fig. 15). Se realizan alrededor de 15 movimientos.
496
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Técnica
El terapeuta coloca sus manos en posición prona, una sobre la otra, formando un
ángulo aproximado de 70 grados entre sí. Las puntas de los dedos deben encon-
trarse debajo de la cresta ilíaca. A continuación se realiza una presión importante
de manera tridimensional, hacia la camilla y en dirección craneal. Una vez en la
primera barrera de restricción, se debe esperar hasta el momento en que se pro-
duzca la liberación (Fig. 16).
497
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Objetivo
Preparar la estructura del cuadrado lumbar para la aplicación de las técnicas pro-
fundas.
Técnica
La técnica se realiza con el borde cubital del antebrazo colocado en la mitad del
espacio formado entre la última costilla y la cresta ilíaca. Se realiza una moderada
presión sobre la masa muscular hacia la camilla, que debe durar de 3 a 5 minutos.
Mientras, se puede realizar un leve movimiento de flexoextensión con el hombro
(Fig. 17), moviendo el antebrazo de forma transversa con respecto al cuerpo del
paciente. El antebrazo no debe deslizarse sobre la piel del paciente, sino moverse
junto con ella.
498
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Fig. 17. Inducción del cuadrado lumbar: relajación. (Modificado según Cantu, 2001.)
FASE B: ELONGACIÓN
Objetivo
Producir el estiramiento del cuadrado lumbar y de los erectores de la columna
lumbar, así como la descompresión de las raíces de la columna lumbar. La técnica
actúa sobre los tejidos conectivo y contráctil.
Técnica
El paciente coloca lentamente sus piernas fuera de la camilla. El terapeuta efectúa
un estiramiento con ambos antebrazos, con el craneal hacia arriba y el caudal hacia
abajo. Mientras, los dedos efectúan un deslizamiento transverso del erector de la
columna. Esta posición no debe mantenerse durante más de 45 segundos. A conti-
nuación, el paciente se colocará en la misma posición de partida (Fig. 18).
499
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Fig. 18. Inducción del cuadrado lumbar: elongación. (Modificado según Cantu, 2001.)
Objetivo
Producir una liberación profunda de la fascia del cuadrado lumbar.
Técnica
El paciente coloca lentamente sus pies fuera de la camilla. El terapeuta aplica un
estiramiento tridimensional según los principios de la técnica de manos cruzadas
(Fig. 19).
Esta fase de la técnica se realiza también con pacientes que tienen dificultades
para colocarse en decúbito lateral o como una técnica previa a la aplicación de
procedimientos específicos. En este caso, el paciente permanece en decúbito pro-
no durante toda la aplicación.
500
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Técnica
Primera fase
El terapeuta coloca el codo de su brazo craneal en la región lumbar, lateralmente a
la línea de las apófisis espinosas y del lado tratado. Con la mano caudal, empuja el
ilíaco y la masa glútea en dirección craneal. Esta maniobra acorta el cuadrado lum-
bar y permite un acceso más fácil hacia su fascia. El terapeuta debe obtener ventaja
de su peso corporal. Esta posición se mantiene unos 120 segundos (Fig. 20).
Segunda fase
El terapeuta coloca su cuerpo de tal forma que quede inclinado sobre el paciente,
mirando hacia sus pies. Posteriormente, con el codo de la extremidad craneal, ejer-
ce una presión firme hacia la masa del cuadrado lumbar, mientras que con la mano
caudal realiza una tracción en dirección caudal. Se debe tomar un tiempo conside-
rable hasta que se produzca la liberación del sistema fascial (Fig. 21).
501
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Fig. 20. Inducción del cuadrado lumbar II (modificado según Barnes, 1990): primera
fase.
Fig. 21. Inducción del cuadrado lumbar II (modificado según Barnes, 1990): segunda
fase.
502
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Técnica
El terapeuta se inclina sobre el paciente de tal forma que con su codo pueda con-
tactar con la masa paravertebral a nivel lumbar del lado afectado (el que está hacia
arriba). Posteriormente, realiza un deslizamiento longitudinal con el codo en direc-
ción craneal. Simultáneamente, el terapeuta debe resistir la flexión del muslo y la
pierna, activamente realizada por el paciente. El grado de flexión de la cadera y la
rodilla debe avanzar con la misma velocidad que el avance del movimiento del
codo que realiza el deslizamiento. La contracción lograda por el paciente inhibe la
tensión defensiva de la musculatura paravertebral, permitiendo una liberación
miofascial más profunda (Figs. 22 y 23).
Fig. 22. Inducción asistida de la fascia paravertebral: primera fase. (Modificado se-
gún Barnes, 1990.)
503
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Fig. 23. Inducción asistida de la fascia paravertebral: segunda fase. (Modificado se-
gún Barnes, 1990.)
Técnica
El terapeuta flexiona pasivamente una de las extremidades inferiores del paciente,
realizando una ligera aducción. Posteriormente, coloca una de sus manos sobre la
cara posterior del muslo flexionado y la otra sobre la cara anterior de la otra extre-
midad inferior, que se encuentra en total extensión. La dirección de la presión es
craneal con la mano craneal y caudal con la otra mano. Hay que subrayar que el
resultado de la maniobra es la liberación de las restricciones oblicuas que cruzan la
línea media del cuerpo a nivel púbico (Fig. 24).
504
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
Técnica
El terapeuta coloca su antebrazo entre las rodillas del paciente y le pide que realice
un movimiento de fuerte aducción con ambas piernas. A veces, para comodidad
del paciente, el terapeuta o el paciente pueden colocar su mano sobre el pubis y
realizar una presión sostenida (Fig. 25).
505
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
506
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LA REGIÓN LUMBOPÉLVICA
suelo pélvico. A continuación, el terapeuta coloca sus dos pulgares sobre ambos
lados del periné y realiza una presión muy suave y sostenida hacia la camilla y en
dirección craneal. Esta posición se debe mantener de 3 a 5 minutos. El tiempo
óptimo para la realización de esta técnica es de unos 30 minutos (Fig. 26).
507
Restricciones
miofasciales
de las
extremidades
superiores
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
511
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
512
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fascia antibraquial
Nervio mediano
513
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Los músculos del antebrazo están bajo el control de la fascia del antebra-
zo, que se extiende como continuación de la aponeurosis braquial. Esta del-
gada lámina se engrosa al pasar por el codo, donde sirve de reforzamiento en
las inserciones de los músculos epicondíleos y epitrocleares (Gallaudet, 1931;
Bochenek, 1997).
514
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta estabiliza, entre su índice y su pulgar de una de sus manos, los tendo-
nes anteriormente mencionados. Con la otra mano, estabiliza los tendones entre
su pulgar y el dedo medio. De esta forma, el índice de ésta se encuentra libre para
la realización de la técnica. Este dedo realiza primero un suave deslizamiento longi-
tudinal sobre los tendones, maniobra que se repite hasta siete veces. En algunas
situaciones, cuando se trata el estado agudo de la enfermedad, ésta sería la única
acción posible a realizar. Al disminuir el grado de inflamación, se puede realizar un
deslizamiento transverso hasta 15 repeticiones en una sesión (Fig. 2). Es recomen-
dable aplicar posteriormente la técnica telescópica.
515
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta estabiliza, con su mano no dominante, el hueso metacarpiano o la
falange del dedo a tratar. El nivel de estabilización dependerá del lugar de la pato-
logía que se va a tratar. Con la otra mano, apresa la falange distal del dedo del
paciente entre su pulgar y su índice. Se continúa con los principios descritos para la
técnica telescópica. Se puede realizar el tratamiento global (todo el dedo en todos
los niveles articulares al mismo tiempo) o solamente sobre un nivel determinado
(Fig. 3).
516
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Objetivo
Sentado o tumbado.
Técnica
El terapeuta coloca sus pulgares sobre la cara palmar de las articulaciones metacar-
pofalángicas de tal forma que pueda separar entre sí las falanges proximales de los
dedos. Los restantes dedos de ambas manos estabilizan la mano del paciente. Con
sus pulgares, el terapeuta ejerce una presión tridimensional. Hay que esperar la
liberación de tres barreras de restricción. La duración total de la técnica oscila entre
3 y 5 minutos (Fig. 4). Se puede realizar el mismo procedimiento sobre la cara
dorsal de la mano.
517
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca sus pulgares sobre el dorso de la mano, y los índices, previa-
mente flexionados, sobre la palma de la mano, en forma de un alicate. A continua-
ción, de una manera suave pero firme, realiza un estiramiento lateral hasta llegar a
la barrera de restricción. Generalmente, la muñeca del paciente debe encontrarse
en posición neutra; sin embargo, esta posición se puede ajustar según el dolor que
manifieste el paciente. Si la cara palmar de la mano duele excesivamente, se flexio-
na y rota ligeramente la muñeca. Al registrarse dolor en la región dorsal hay que
realizar una ligera extensión y rotación. En ocasiones se debe realizar una ligera
flexión cubital o radial. Conviene mantener una presión considerable sin deslizar
los dedos sobre la piel del paciente. La duración de la aplicación es de 5-10 minu-
tos. Si los dedos resbalan, se debe interrumpir la técnica, secar las manos y volver al
punto de partida (Fig. 5).
NOTA:
518
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca sus pulgares sobre la región del túnel del carpo y los índi-
ces, previamente flexionados, sobre el dorso de la muñeca en forma de un alicate.
Manteniendo así la muñeca del paciente, realiza una tracción telescópica llevan-
do al mismo tiempo la muñeca a una ligera extensión. Se debe mantener una
presión considerable y no permitir el deslizamiento de los dedos sobre la piel
del paciente. La duración de la aplicación es de 5-10 minutos. Si los dedos resba-
lan, se debe interrumpir la técnica, secar las manos y volver al punto de partida
(Fig. 6).
519
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
520
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta, utilizando la técnica de deslizamiento transverso, realiza la liberación
sobre la masa de los flexores. El recorrido del movimiento depende del lugar de la
restricción, determinado con la evaluación previa. Hay que recordar que antes de
realizar el deslizamiento se debe aplicar una presión profunda. Esta técnica es más
efectiva si se aplica sobre el tercio superior del antebrazo (Fig. 8).
521
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
NOTA:
Técnica
El terapeuta coloca sus manos sobre la cara ventral en el tercio distal del antebrazo
del paciente, de tal forma que los pulgares se unan en mitad del antebrazo, y los
restantes dedos «abracen» el resto del antebrazo. A continuación, con sus pul-
gares, realiza un deslizamiento longitudinal. La evaluación previa de la restric-
ción determina el recorrido del movimiento, que debe ser lento, dependiendo la
fuerza del impulso del grado de dolor. La técnica se debe detener al encontrarse
los nódulos de la restricción, y esperar el tiempo apropiado para la liberación
(Fig. 9).
522
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
523
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca sus manos sobre la masa muscular de los extensores de la
muñeca y de los dedos y, aplicando la técnica de manos cruzadas, realiza la libera-
ción. Hay que recordar que no se debe aplicar una presión exagerada, sino seguir la
respuesta del cuerpo y superar, barrera por barrera, las restricciones existentes. El
tiempo mínimo de aplicación es de tres minutos (Fig. 11).
524
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
525
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos sobre el hombro del paciente y la otra sobre
el tercio inferior del bíceps. Utilizando la técnica de manos cruzadas, ejerce una
presión tridimensional durante un mínimo de tres a cinco minutos (Fig. 12).
526
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Posición de terapeuta
De pie o sentado.
Técnica
El terapeuta sostiene con sus manos el brazo del paciente, de tal forma que los
pulgares se encuentren sobre ambos lados del bíceps, sobre su tercio medio, y los
restantes dedos sobre el tríceps braquial. A continuación, con ambos pulgares ejer-
ce una presión profunda y realiza el deslizamiento transverso. El deslizamiento se
repite siete veces (Fig. 13).
527
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta, con una de sus manos, flexiona el codo aproximadamente a 90 gra-
dos. La otra mano la coloca sobre el hombro del paciente, de tal forma que el
pulgar pueda entrar en contacto con el tendón largo del bíceps braquial en la
corredera bicipital, mientras los restantes dedos realizan una contrapresión. A con-
tinuación, manteniendo la presión con el pulgar sobre el tendón del bíceps, con la
mano que sostiene el antebrazo realiza el movimiento de rotación interna-externa
de manera cíclica. El movimiento se repite de 7 a 15 veces (Fig. 14).
528
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta ejerce con el dedo índice una suave presión sobre la inserción del
tríceps. (Hay que tener un cuidado especial y evitar la presión sobre el nervio cubi-
tal.) A continuación, aplica un suave deslizamiento transverso. En total se realizan
7 movimientos (Fig. 15).
529
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
530
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
531
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
532
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
NOTA:
La restricción miofascial del músculo subescapular se manifiesta por un pro-
gresivo dolor en la cara anterior del hombro, que aumenta con los movimientos
de abducción y rotación externa del brazo. Este dolor se diagnostica con fre-
cuencia como una capsulitis adhesiva. La técnica permite eliminar las restric-
ciones miofasciales y aumentar la amplitud del movimiento del complejo arti-
cular del hombro, así como también disminuir la posición protruida de la
cabeza y los hombros, mejorando de esta manera la eficacia de la terapia de
corrección postural. La zona del subescapular puede ser muy dolorosa durante
la palpación y, por consiguiente, necesita de un cuidado especial.
Técnica
Fase A
Se aplica en la fase aguda y en presencia de un fuerte dolor.
Con su mano craneal, el terapeuta sujeta el brazo del paciente y realiza una
tracción muy suave. La palma de la mano caudal, con el pulgar hacia arriba, la
coloca sobre el borde externo del omóplato, lo más cerca posible de la articulación
glenohumeral. Se realiza una leve tracción con ambas manos en direcciones
opuestas, siguiendo posteriormente la dirección de la liberación (Fig. 16).
Fase B
Se aplica al disminuir el grado de dolor.
En la segunda fase, el pulgar de la mano caudal invade levemente el espacio
entre la cara interna del omóplato y el tórax (Fig. 17). El resto de la aplicación se
realiza como en la fase A.
533
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fig. 16. Inducción de la fascia del Fig. 17. Inducción de la fascia del
músculo subescapular: fase A. músculo subescapular: fase B.
Fase C
Se aplica en la fase crónica.
En la tercera fase, el terapeuta coloca su mano caudal en posición prona y penetra
lentamente con las puntas de los dedos el espacio mencionado anteriormente (Fig. 18).
En las tres fases de la técnica se aplica una presión sostenida durante un tiempo
que oscila entre 90 segundos y 5 minutos, siguiendo las etapas de liberación.
534
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
NOTA:
El pliegue axilar posterior está formado por los tendones de los siguientes
músculos: el redondo mayor, el redondo menor, y el dorsal ancho. Las restric-
ciones miofasciales en esta región limitan la amplitud de los movimientos de
rotación externa, que puede ser particularmente dolorosa fijando la protrusión
de los hombros.
Fig. 19. Inducción de la fascia del pliegue axilar posterior. (Modificado según Chai-
tow, 2000.)
535
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
NOTA:
Las restricciones de la fascia del dorsal ancho provocan en el brazo una exage-
rada posición de rotación interna, incrementando de esta forma los cambios
posturales relacionados con la protrusión de la cabeza que impiden el retorno
linfático normal. Considerando las amplias inserciones del dorsal ancho, las
restricciones miofasciales también pueden afectar a la mecánica de la columna
dorsal y lumbar.
NOTA:
Las restricciones de la fascia del músculo infraespinoso dificultan los movi-
mientos de rotación interna del brazo como, por ejemplo, abrocharse el sujeta-
dor. El dolor suele ser profundo y puede referirse hacia el borde interno del
omóplato y la región suboccipital.
536
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos, con la palma hacia abajo, de tal forma que
pueda contactar con la eminencia tenar de su pulgar, el borde superior del múscu-
lo infraespinoso. La segunda mano refuerza a la primera. La presión debe ser tridi-
mensional y mantenerse durante unos cinco minutos, siguiendo las tres barreras de
liberación (Fig. 21). Al encontrar restricciones bien localizadas sobre un espacio
muy reducido, se puede aplicar el deslizamiento transverso con ambos pulgares,
manteniendo la misma posición de las manos.
537
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
NOTA:
Las secuelas de la restricción miofascial de los músculos que influyen en el
funcionamiento del complejo articular del hombro son múltiples. Algunas de
estas restricciones, por su asociación con los cambios en la columna cervical y
el tórax, están descritas en las páginas correspondientes a estos segmentos cor-
porales. Las restricciones miofasciales causan numerosas patologías del hom-
bro, como la capsulitis adhesiva, los hombros y la cabeza protruidos, etc. Las
restricciones de la cara anterior del hombro son más complicadas.
538
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fig. 22. Inducción del complejo arti- Fig. 23. Inducción del complejo articular
cular del hombro: fase A. del hombro: fase B.
539
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fase C
En el caso de la restricción oblicua, el paciente debe tumbarse de lado. El terapeuta
se coloca detrás del paciente. La posición de las manos del terapeuta es la misma
que en la técnica anterior. El movimiento de las manos es parecido, pero en direc-
ción oblicua (Fig. 24).
540
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
541
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta apoya una de sus rodillas sobre la esquina de la camilla y coloca sobre
ella el brazo del paciente, elevándolo a unos 160 grados. Con una de sus manos
sujeta ese brazo, y coloca la otra mano debajo de la apófisis xifoides del esternón
(Fig. 25). A continuación, con la primera mano realiza una suave tracción y con la
542
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
otra una presión oblicua y caudal sobre el esternón. Una vez colocado el tejido en
tensión, se debe seguir la dirección de la liberación de la fascia en esa región.
Como resultado de la liberación, la mano caudal puede desplazarse hasta la pelvis
en cualquier dirección, a la derecha o a la izquierda. Es una técnica larga y su
aplicación debe durar un mínimo de 5 minutos (Fig. 26).
543
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fig. 27. Inducción del pectoral mayor (técnica asistida). (Modificado según Chaitow,
2000.)
Técnica
Con su mano craneal el terapeuta sujeta el brazo del paciente, y con la mano
caudal, colocada en posición prona, contacta con el espacio que existe entre el
544
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
pectoral mayor y las costillas. Este contacto se realiza con las yemas de los dedos.
La presión debe mantenerse durante unos 5 minutos (Fig. 28). Hay que recordar
que las restricciones miofasciales del pectoral mayor pueden ser particularmente
dolorosas, lo que obliga al terapeuta a aplicar una fuerza controlada. A medida
que se produce la liberación, las dos manos del terapeuta deben adaptarse a la
dirección de los cambios. Al detectar la restricción en el pectoral menor, se debe
profundizar la penetración con la mano, deslizándola sobre las costillas. El contacto
con el pectoral menor suele ser particularmente doloroso. Hay que tomar las pre-
cauciones correspondientes.
545
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta contacta con el músculo pectoral mayor, realizando una pinza entre
sus pulgares y los demás dedos. A continuación, de manera lenta y progresiva,
trata de elevar el músculo, «desprendiéndolo» de la pared torácica. Se realiza el
movimiento oscilante.
Para contactar con el pectoral menor, el terapeuta mantiene el contacto sola-
mente con la mano caudal y la traslada lentamente hacia abajo, hasta que llega a
contactar con las costillas. Acto seguido realiza una fricción transversa. El movi-
miento debe ser suave porque esta zona es muy delicada (Fig. 30).
546
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Eliminar las restricciones miofasciales en los espacios entre la clavícula y las prime-
ras costillas.
Técnica
El terapeuta ubica el espacio intercostal de la zona restringida. Posteriormente realiza
el deslizamiento longitudinal desde el esternón hacia el arco costal. La presión se reali-
za con el dedo índice reforzado por el dedo medio, o con el nudillo del dedo índice. Las
restricciones miofasciales en los espacios intercostales suelen ser muy dolorosas; por
esta razón, al realizar la técnica se debe aplicar una fuerza progresiva (Fig. 31).
Al tratar a una paciente, hay que tener especial cuidado con las mamas. En esta
situación, el recorrido del deslizamiento es muy corto; en algunas situaciones, llega
apenas a unos 3-4 centímetros.
547
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
548
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fig. 32. Inducción del triángulo esca- Fig. 33. Inducción del triángulo esca-
pular: borde interno. (Modificado se- pular: borde lateral.
gún Cantu.)
Fig. 34. Inducción del triángulo escapular (borde superior): primera alternativa.
(Modificado según Cantu.)
Fig. 35a. Inducción del triángulo esca- Fig. 35b. Inducción del triángulo esca-
pular (borde superior): segunda alter- pular (borde superior): tercera alterna-
nativa. tiva.
549
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Objetivo
Decúbito lateral.
Técnica
El terapeuta coloca su mano caudal debajo del brazo del paciente, y los dedos de
ambas manos sobre el borde interno de la escápula. A continuación, eleva el hom-
bro y la escápula de la pared torácica. El recorrido se realiza de forma lenta y
progresiva, sin producir dolor ni incomodidad al paciente (Fig. 36).
550
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca su mano sobre el hombro del paciente, de tal forma que pueda
sujetar las fibras del trapecio superior entre los dedos índice, medio y anular, por
arriba, y el pulgar, por debajo. Posteriormente, ejerce una presión suave y sosteni-
da venciendo tres barreras de restricción (Fig. 37).
551
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos debajo del omóplato, abrazando con las
yemas de los dedos el ángulo inferior y llevándolo ligeramente en dirección cra-
neal. Esta maniobra libera el acceso al ángulo superior de la escápula, lo que facilita
que los dedos índice y medio de la otra mano contacten con la inserción del angu-
lar. Se aplica más presión sostenida en este punto, mientras la mano colocada
sobre la escápula realiza el movimiento en dirección de la liberación (Fig. 38).
552
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
553
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Técnica
Fase A
El terapeuta, con una de sus manos, tracciona suavemente el miembro superior del
paciente, realizando simultáneamente una ligera rotación externa (Figs. 39 y 40).
Fase B
Posteriormente, realizando el movimiento de flexoabducción, lleva el brazo del
paciente hasta una completa elevación (Fig. 41).
Fase C
Finalmente, continuando el movimiento con una extensión-aducción por encima
de la cabeza del paciente, completa el arco del movimiento de 360 grados. En esta
fase es necesario llevar el tronco del paciente a una elevación lateral, manteniendo
a la vez una continua tracción del brazo (Figs. 42, 43 y 44).
Toda la técnica debe realizarse de manera lenta y progresiva, según los princi-
pios de aplicación de la técnica telescópica explicados en el capítulo sobre la aplica-
ción de las técnicas básicas.
554
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES SUPERIORES
Fig. 39. Técnica telescópica para la ex- Fig. 40. Técnica telescópica para la ex-
tremidad superior: fase A-1. tremidad superior: fase A-2.
Fig. 41. Técnica telescópica para la ex- Fig. 42. Técnica telescópica para la ex-
tremidad superior: fase B. tremidad superior: fase C-1.
Fig. 43. Técnica telescópica para la ex- Fig. 44. Técnica telescópica para la ex-
tremidad superior: fase C-2. tremidad superior: fase C-3.
555
Restricciones
miofasciales
de las
extremidades
inferiores
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
558
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
559
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
Técnica
El terapeuta, con ambas manos, sujeta el pie del paciente a nivel del arco transver-
so, haciendo contacto con sus pulgares sobre el dorso del pie, sobre las articulacio-
nes metatarsofalángicas, y con las articulaciones interfalángicas proximales de sus
índices, previamente flexionados, sobre la planta del pie. Posteriormente, tratando
de separar sus manos entre sí, ejerce una tracción hacia fuera; al mismo tiempo,
mantiene la presión sobre el pie entre sus pulgares e índices, en forma de un alica-
te. Todas las acciones mencionadas se deben realizar al mismo tiempo, aplicando
las fuerzas de manera tridimensional (Fig. 1). La aplicación de la técnica debe durar
un mínimo de 3 a 5 minutos. Hay que vencer pacientemente las tres barreras con-
secutivas de restricción.
560
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
Liberar las restricciones del recorrido transverso de la fascia plantar en su punto de
origen.
Técnica
El terapeuta sujeta el pie del paciente con ambas manos por debajo de la inserción
de la fascia en el calcáneo. Hace contacto con sus pulgares sobre la planta del pie al
nivel de la restricción, y con las articulaciones interfalángicas proximales de sus
índices flexionados sobre el dorso del pie. Posteriormente, tratando de separar las
manos entre sí, ejerce una tracción hacia fuera. Al mismo tiempo, mantiene la
presión sobre el pie entre sus pulgares e índices, en forma de alicate. Todas las
acciones mencionadas se deben realizar al mismo tiempo, aplicando las fuerzas de
manera tridimensional (Fig. 2). Es recomendable prolongar el tratamiento de 5 a 7
minutos.
561
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
Técnica
El terapeuta sujeta el pie del paciente por su lado interno, colocando una de sus
manos sobre el calcáneo y la otra sobre el metatarso. Los pulgares deben colocarse
en la planta del pie sobre el recorrido de la fascia plantar. Posteriormente, se realiza
una tracción, elongando la fascia del pie en sentido longitudinal. Hay que recordar
que el movimiento es tridimensional y debe durar de 3 a 5 minutos (Fig. 3). Duran-
te el tratamiento, la mano colocada sobre el metatarso debe controlar la posición
del dedo gordo del pie, ya que el cambio en el grado de flexión y extensión del
dedo permite, de una manera más completa, ajustar el grado de tensión sobre la
fascia plantar. Durante la aplicación de la técnica la posición de los pulgares cam-
biará según la dirección de la liberación de las restricciones.
562
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
Tratándose de una parte del cuerpo con intensa sudación, los dedos del tera-
peuta tienden a deslizarse. Al producirse este deslizamiento, se debe interrum-
pir la técnica, secar las manos y el pie del paciente, y continuar con la aplica-
ción.
563
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Los músculos de la pierna están divididos entre sí por los pliegues profundos
del sistema fascial, formando, junto con los dos huesos de la pierna (la tibia y
el peroné), cuatro compartimientos (Bochenek, 1997): el compartimiento an-
terior, que encierra los músculos tibial anterior y los extensores de los dedos;
el compartimiento interno, que rodea al tibial posterior, el flexor largo del
dedo gordo y el flexor largo de los dedos; el compartimiento externo, que
controla al peroneo lateral largo y el corto; y el compartimiento posterior,
que rodea a los gemelos, al sóleo y al músculo plantar (Fig. 4).
Anterior
Externo
Interno
Posterior
564
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
565
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
Liberar la fascia del compartimiento posterior.
NOTA:
La liberación de la fascia de los músculos gemelos y del sóleo permite aumen-
tar su flexibilidad, incrementando la amplitud de la dorsiflexión del pie que,
con frecuencia, está disminuida por el uso inadecuado, como por ejemplo, por
la prolongada posición sedente. Antes de realizar los ejercicios de estiramiento
(stretching) es recomendable el uso de esta técnica.
Técnica
Fase A
El terapeuta, con su mano caudal, sujeta la masa muscular del tríceps sural cerca
del tendón de Aquiles. Con la mano craneal, toma la masa del tríceps en el nivel de
la restricción. Posteriormente, mientras la mano caudal sostiene de manera firme el
músculo, la mano craneal realiza un deslizamiento transverso. La mano no debe
deslizarse sobre la piel, sino mantenerse junto a ella. La aplicación del deslizamien-
to transverso se puede repetir entre 7-15 veces en diferentes sitios a lo largo del
recorrido del tríceps, lo que facilita una ubicación exacta del punto de restricción
(Fig. 5). Una vez ubicado el punto, se puede pasar a la fase B.
Fase B
El terapeuta fija la masa del tríceps con ambas manos. Ubica el punto de restricción
abrazando al músculo con los pulgares y realiza con ellos un deslizamiento trans-
verso tratando de aplicar una presión progresiva según el grado de dolor que pre-
senta el paciente. Se debe actuar sobre una zona muy reducida (Fig. 6).
566
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Fase C
Para realizar esta técnica, el paciente, en decúbito prono, debe flexionar la rodilla a
90 grados. El terapeuta se sienta sobre la camilla del lado que se va a tratar. A
continuación, con los cuatro dedos de ambas manos, ejerce presión de dentro
hacia fuera en el espacio entre los dos gemelos. Debe mantenerse de 3 a 5 minu-
tos, y debe realizar pequeños movimientos de estiramiento con los dedos, según la
dirección de la liberación. Los pulgares no participan directamente en la técnica; su
función es actuar como «banderines de control» de la simetría de la aplicación de
la técnica (Fig.7).
NOTA:
A los pacientes con secuelas de tirones en la unión musculotendinosa se les
puede aplicar la técnica utilizando la presa explicada en la fase C. Para realizar-
lo, debe cambiarse la posición de los dedos, que deben trasladarse en dirección
al tendón de Aquiles, justo sobre la unión musculotendinosa, aplicándose un
suave deslizamiento transverso. Se debe tener un cuidado muy especial, ya que
se trata de una zona extremadamente sensible. Después de la aplicación, se
recomienda la realización de ejercicios de estiramiento.
567
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
La restricción de la fascia en este nivel disminuye la amplitud de la dorsifle-
xión del pie, afectando a la fluidez de la marcha, que puede volverse particular-
mente dolorosa. También se puede producir una dificultad en la estabilización
lateral del tobillo.
568
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos sobre el tríceps sural, por encima del tendón
de Aquiles, y la otra sobre el dorso del pie del paciente. Con la primera mano, eleva
y tracciona ligeramente la pierna, y con la mano colocada sobre el dorso del pie,
aplica una suave presión hasta colocar el tejido en tensión. Se deben esperar unos
90-120 segundos o hasta que se venza la primera barrera de restricción. Después,
se debe continuar la técnica según los principios de la liberación profunda descrita
en el capítulo sobre aplicación de las técnicas básicas (Fig. 8).
NOTA:
En la fase crónica se puede realizar un deslizamiento longitudinal. Esta técnica
es eficaz en las lesiones deportivas relacionadas con el impacto (baloncesto,
fútbol) o con los movimientos repetidos prolongados, como por ejemplo, los
realizados durante largas carreras (maratón). El deslizamiento se realiza con el
pulpejo del pulgar, en dirección ascendente, sobre el borde lateral de la tibia.
Se debe tener un cuidado especial para no incrementar la fuerza del desliza-
miento, ya que ésta es una patología particularmente dolorosa.
569
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
El terapeuta, aplicando la técnica de manos cruzadas, coloca una de sus manos
sobre la zona infrapatelar y la otra sobre el tercio inferior de la pierna. La presión
debe ser tridimensional. La técnica debe durar de 3 a 5 minutos (Fig. 9).
570
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Fig. 10. Ángulo Q. Este ángulo determina la forma en la que la rodilla entra en
el surco rotuliano. El ángulo está comprendido entre la línea trazada desde la
espina ilíaca anterosuperior hasta el centro de la rodilla y la línea que se extien-
de desde el centro de la rodilla hasta la tuberosidad de la tibia. (Modificado
según Cailliet, 1977.)
571
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
572
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
Considerando que el cuádriceps es el único músculo extensor de la rodilla,
cualquier restricción miofascial producirá cambios en la eficacia mecánica de
esta articulación.
Técnica
Fase A
El terapeuta coloca su mano caudal por encima de la rodilla, sobre la masa del
cuádriceps. La otra mano la coloca sobre la masa del cuádriceps, en el lugar de la
restricción. Manteniendo firmemente la presión con la mano caudal, el terapeuta
realiza un deslizamiento transverso sobre la masa del músculo. La mano no debe
deslizarse sobre la piel, y la presión se realizará contra el fémur. La dirección del
movimiento es desde dentro hacia fuera (Fig. 12).
Fase B
En algunas situaciones, al detectar restricciones en sentido vertical, el movimiento
se realizará con ambas manos en dirección craneocaudal, ejerciendo con ellas al
mismo tiempo presión sobre el fémur. El movimiento debe realizarse de una mane-
ra vigorosa (Fig. 13).
Fase C
Una vez eliminadas con las técnicas anteriores las restricciones superficiales, se
procede a la aplicación de la técnica de manos cruzadas.
El terapeuta coloca sus manos, previamente cruzadas, sobre la masa del cuádri-
ceps, de tal modo que una de ellas se encuentre situada justo por encima de la
rótula y la otra sobre el tercio superior del muslo. Posteriormente, continúa la apli-
cación de la técnica de manos cruzadas (Fig. 14).
573
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
574
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
Las restricciones miofasciales de los cuatro vastos del cuádriceps constituyen uno
de los principales hallazgos en la evaluación del sistema miofascial de la mitad
del cuerpo inferior. Las alteraciones de la estabilización del tobillo, los problemas
del compartimiento anterior de la pierna y la gran mayoría de los problemas femo-
rorrotulianos, que con el paso de los años se convierten en una condromalacia,
se relacionan con el desequilibrio del sistema fascial del cuádriceps.
575
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Fig. 15. Inducción del cuádriceps en rotación interna. (Modificado según Barnes, 1990.)
Fig. 16. Inducción del cuádriceps en rotación externa. (Modificado según Barnes, 1990.)
576
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Fase D
Liberación del área infrapatelar (infrarrotuliana).
El terapeuta coloca su mano craneal sobre el tendón rotuliano, ejerciendo pre-
sión hacia arriba. La mano caudal la coloca en la fosa poplítea y ejerce tracción
hacia abajo. La presión debe mantenerse durante unos 3 a 5 minutos (Fig. 18).
Fase E
Si el dolor dificulta la fase D, por ejemplo, en presencia de un intenso dolor
infrarrotuliano, el terapeuta puede colocar una mano debajo de la fosa poplítea
y la otra por encima de la rótula, sobre el tercio inferior del recto anterior
(Fig. 19).
577
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
Liberar las restricciones del tensor de la fascia lata.
NOTA:
El tratamiento de liberación del músculo tensor de la fascia lata (TFL) debe
incluir también la liberación del músculo sartorio. Las restricciones miofascia-
les producen un dolor que imposibilita la marcha rápida y no permite acostarse
cómodamente sobre el lado afectado.
Técnica
Fase A
El terapeuta coloca ambas manos sobre la masa del tensor de la fascia lata y ejerce
con sus pulgares una presión en dirección al cuádriceps. Esta presión debe mante-
nerse durante 3 a 5 minutos (Fig. 20).
Fase B
Posteriormente, manteniendo las manos en la misma posición, el terapeuta ejerce
con una de ellas presión hacia el cuádriceps, y con la otra, hacia la zona de los
isquiotibiales (Fig. 21).
Fase C
Finalmente, el terapeuta coloca la mano craneal sobre la articulación coxofemoral
y, con la mano caudal, realiza un deslizamiento longitudinal sobre el tensor de la
fascia lata en dirección craneocaudal (Fig 22). El movimiento se repite de 3 a 7
veces, según los principios explicados en el capítulo sobre aplicación de las técnicas
básicas.
578
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
579
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
En numerosas ocasiones, la restricción miofascial se acumula sobre el tensor de la
fascia lata, así como en la región coxofemoral. La técnica permite eliminar las res-
tricciones de toda esta zona.
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos sobre la cadera y la otra sobre el tercio medio
del músculo tensor de la fascia lata. Utilizando la técnica de manos cruzadas, ejerce
una presión tridimensional durante unos 3 a 5 minutos. Hay que recordar que
la mano no debe ejercer presión sobre ningún componente óseo en particular
(Fig. 23).
Fig. 23. Manos cruzadas del tensor de la fascia lata y la fascia lumbar.
580
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
La banda iliotibial es una zona descuidada en la ejecución de los tratamientos,
al considerarse que los dolores que aparecen en ella son, por lo general, de tipo
referido. Sin embargo, en realidad es justamente aquí donde pueden desarro-
llarse profundas restricciones miofasciales.
Técnica
El terapeuta estabiliza la rodilla con su mano craneal. Con la mano caudal, y ha-
ciendo contacto con el bloque óseo sólido formado por el pulgar y la articulación
interfalángica proximal del índice, realiza un deslizamiento vertical a lo largo de la
fascia de la cinta iliotibial. El movimiento se dirige hacia la articulación coxofemo-
ral. Al llegar a la zona trocantérea, el terapeuta realiza un movimiento en círculo
alrededor del trocánter. La liberación se realiza en tres zonas distintas:
Técnica A
El borde posterior de la banda iliotibial: el deslizamiento se realiza a lo largo del
espacio que existe entre la banda y los isquiotibiales (Fig. 24).
Técnica B
El borde anterior de la banda iliotibial: el deslizamiento se realiza a lo largo del
surco entre la banda iliotibial y el cuádriceps (Fig. 25).
Técnica C
La liberación directa de la banda iliotibial. Para la realización de esta técnica el
paciente debe sostener la rodilla con sus manos, efectuando simultáneamente una
aducción de la pierna tratada. Mientras tanto, el terapeuta realiza con su codo el
deslizamiento vertical directamente sobre la banda iliotibial en su recorrido medio
(Fig. 26).
581
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Fig. 24. Movilización de la banda ililo- Fig. 25. Movilización de la banda ilioti-
tibial: borde posterior. (Modificado se- bial: borde anterior. (Modificado según
gún Cantu.) Cantu.)
582
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
Técnica
Con los dedos de la mano craneal, el terapeuta establece contacto con la cara
posterior del trocánter mayor. Con la mano caudal, agarra firmemente el muslo del
paciente por encima de la rodilla. A continuación, con la mano caudal realiza una
rotación interna y, simultáneamente, con la mano craneal realiza una presión ante-
rior por debajo del trocánter mayor. Los dos movimientos se repiten de manera
oscilante. En un principio, solamente se realiza la mitad de la amplitud de la rota-
ción, aumentándola de manera progresiva a lo largo de la ejecución (Fig. 27). La
maniobra se repite de 7 a 15 veces.
583
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
584
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Objetivo
Eliminar las restricciones miofasciales y aumentar la flexibilidad de los isquioti-
biales.
Técnicas
Técnica
El paciente apoya la pierna que se va a tratar, manteniéndola flexionada apro-
ximadamente a 90 grados, sobre el hombro del terapeuta. El terapeuta abra-
za con sus manos el muslo, colocando los pulgares sobre el tercio inferior de
los isquiotibiales. Efectuando presión desde dentro hacia fuera, desliza sus
manos lateralmente, realizando un movimiento en forma de semicírculo. Al
terminar el primer movimiento, se debe regresar con los pulgares a la línea
media y repetir el movimiento 3 a 5 veces, iniciándolo un centímetro más
abajo en cada movimiento consecutivo (Fig. 28).
585
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
B. DESLIZAMIENTO TRANSVERSO
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos transversalmente sobre el tercio superior
de la cara posterior del muslo y estabiliza con ella el punto de origen de los
isquiotibiales. La otra mano, colocada en posición prona, realiza, a lo largo de la
cara posterior del muslo, un deslizamiento transverso (Fig. 29).
C. DESLIZAMIENTO LONGITUDINAL
586
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
La contrapresión se efectúa sobre la tuberosidad ciática. El terapeuta realiza la
técnica con el dedo índice reforzado por el dedo medio (corazón), con sus
articulaciones metacarpofalángicas o con el codo (Figs. 30 y 31).
D. MANOS CRUZADAS
Posición del paciente
En decúbito prono.
Posición del terapeuta
De pie en el lado que se va a tratar.
587
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
Cruzando previamente sus manos, el terapeuta coloca una de ellas sobre la
tuberosidad ciática y la otra en el tercio inferior de la cara posterior del muslo. A
continuación aplica una presión apropiada para la técnica de manos cruzadas.
La presión debe ser tridimensional (Fig. 32).
Técnica
El terapeuta coloca su dedo índice, reforzado por el dedo medio (corazón), por
debajo de la tuberosidad ciática, sobre el tendón común en el origen de los
isquiotibiales. (No se debe presionar el hueso.) A continuación, manteniendo
una presión continua, realiza un deslizamiento transverso sobre el tendón. De-
ben repetirse entre 7 y 15 movimientos (Fig. 33).
588
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
NOTA:
Las consideraciones miofasciales relacionadas con el grupo flexor ya se comen-
taron en el capítulo correspondiente a las patologías de la región lumbopélvica.
Objetivo
Liberar las restricciones miofasciales de los músculos sartorio, recto anterior, ilíaco
y psoas.
Técnica
El terapeuta coloca una de sus manos sobre la espina ilíaca anterosuperior y la otra
sobre el tercio medio o el tercio superior de la masa del cuadríceps. Utilizando la
589
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
Técnica A
Si la posición adoptada no relaja el tejido, el terapeuta deberá flexionar el muslo
hasta unos 110 grados. En esta posición, con una de sus manos sobre la región que
590
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica B
591
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
El terapeuta flexiona la pierna del paciente a 90 grados y con su mano caudal man-
tiene esta posición. La mano craneal la coloca sobre la región de la mayor restriccion
dentro de la masa de los aductores y realiza con ella un deslizamiento transverso. La
mano caudal puede ayudar en la colocación del muslo, cambiando su posición entre
la rotación externa y la interna, dependiendo del progreso de la liberación (Fig. 37).
592
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
Manteniendo sus codos extendidos, el terapeuta sujeta con ambas manos los talo-
nes del paciente y los tracciona balanceando simultáneamente su cuerpo hacia atrás.
El cuerpo del terapeuta debe permanecer erguido y debe aprovechar el peso de su
cuerpo para realizar la tracción. No se debe aplicar una fuerza repentina, sino que
ésta debe aumentarse de forma lenta y progresiva. La tracción se debe aplicar hasta
realizar tres liberaciones telescópicas consecutivas. Durante el proceso de liberación, se
puede producir el movimiento espontáneo de las piernas, pudiendo ir en una u otra
dirección, incluso opuestas entre sí, y el terapeuta deberá seguirlas (Fig. 38).
NOTA:
Al aplicar las técnicas telescópicas en las extremidades inferiores se debe tener
un cuidado especial con los pacientes que presenten desórdenes en las articu-
laciones sacroilíacas y coxofemorales. La técnica está contraindicada en los
pacientes portadores de implantes intraarticulares.
593
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Técnica
Fase A
El terapeuta, con una de sus manos, tracciona suavemente el miembro inferior del
paciente, permitiendo una ligera rotación externa (Fig. 39).
Fase B
Posteriormente, tras conseguir tres liberaciones telescópicas consecutivas, facilite
de una manera lenta y pogresiva el movimiento de abducción y flexión de la cadera
(Figs. 40 y 41).
Fase C
Manteniendo la tracción de la pierna, llegará a flexionar totalmente la cadera (Fig. 42).
Fase D
En esta fase (manteniendo siempre la tracción), se realiza el movimiento de ro-
tación interna y de aducción, que producirá lentamente una rotación del tronco
(Fig. 43).
594
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
Fase E
Tras conseguir la liberación se debe regresar a la posición de partida (Fig. 44).
Toda la técnica debe realizarse de manera lenta y progresiva, según los principios
de la técnica telescópica explicados en el capítulo sobre la aplicación de las técnicas
básicas.
595
RESTRICCIONES MIOFASCIALES DE LAS EXTREMIDADES INFERIORES
596
RECOMENDACIONES FINALES
RECOMENDACIONES FINALES
Pudiera sorprender al lector la falta de protocolos precisos en la aplicación de los trata-
mientos realizados en las terapias miofasciales. Su ausencia en el libro no es casual.
Tratar a los pacientes con la aplicación exclusiva de las técnicas miofasciales no es una
tarea fácil y requiere de experiencia. No hay marcos rígidos. Por esta razón, se recomien-
da, para un principiante, la aplicación de las técnicas de inducción miofascial dentro de
los tratamientos rutinarios, complementando o sustituyendo gradualmente con ellas a
las técnicas habituales, según los requerimientos de cada paciente. Es cada profesional
quien según su experiencia, elegirá los caminos apropiados para su incorporación.
Debemos recordar que la lectura del libro no puede sustituir a un entrenamien-
to apropiado, y así como se mencionó en las páginas anteriores, se recomienda a
cada terapeuta la experiencia como paciente, para entender mejor las reacciones
que se producen durante el proceso del tratamiento.
Durante cada fase de maduración profesional en la aplicación de las terapias
miofasciales, no se debería perder de vista la visión global del sistema fascial. Siem-
pre recordando la poderosa acción del tacto sobre el omnipresente sistema fascial
(Fig. 1). Considero que éste es el camino para mantener el funcionamiento motor
del cuerpo sin restricciones (Fig. 2) y en su óptimo nivel de funcionamiento.
ión ció
n
es c
Pr Tra
c to
Ta
n n
ció ta ció ta
Acirec Acdirec
d in
Fig. 1. Esquema de acciones mecánicas del, y
dentro del, sistema fascial del cuerpo.
scia
Fa
ios de
mb la ra ca s
Ca enuctu mi ido
tr i nás flu
es D lo
ios n a
mb la a ció ric
Ca en logí ac éct
i o Rezoel
fis pie
597
RECOMENDACIONES FINALES
Fig. 2. Atrapamientos del sistema fascial. Los puntos, las bandas y las
zonas de atrapamiento superficial y profundo del, y dentro del, sistema
fascial impiden el desenvolvimiento fisiológico del cuerpo en todos los
niveles de la función corporal. Se podría describir la sensación corpo-
ral como un encadenamiento.
Recordemos que el sistema fascial forma una ininterrumpida red que, de dife-
rentes maneras, controla todos los componentes de nuestro cuerpo. No es posible
mantener a un cuerpo saludable sin un sistema fascial saludable (Fig. 3). Este siste-
ma debería encontrarse en un equilibrio funcional para asegurarle al cuerpo el
desenvolvimiento óptimo en sus tareas. La elección del camino apropiado depende
de nosotros.
598
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
599
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ÍNDICE
ÍNDICE
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ÍNDICE
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ÍNDICE
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ÍNDICE
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ÍNDICE
Torque, 115 V
Tracción, 192
Velocidad, 116
Tratamiento
Viscerofascia, 25, 30, 40, 41, 42
frecuencia, 320
Viscoelasticidad, 113, 119
objetivos, 321
Viscosidad, 119
secuencia, 319
Triángulo del talle, 293
W
Tropocolágeno, 90, 91, 92, 93
Tubo dural, 61 Weber-Barston, maniobra, 297
Túnel carpiano, 513 Wolf, ley, 105
U
Unión musculotendinosa, 30, 31, 33
ERRNVPHGLFRVRUJ
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Este libro revisa los aspectos teóricos de la fisiología, la mecánica y la
patomecánica del sistema miofascial para, a continuación, presentar
un análisis funcional de las posibles alteraciones del aparato locomo-
tor, con numerosas imágenes ilustrativas de las técnicas de evaluación
y tratamiento.