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Alberto Ray

Historia del espionaje

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CAPÍTULO 1 - EL ESPIONAJE, LA SEGUNDA PROFESIÓN MÁS ANTIGUA. .............................. 3
CAPÍTULO 2 - OPERACIONES DE INTELIGENCIA EN CANAÁN ................................................. 6
CAPÍTULO 3 - JUDAS EL INFILTRADO ........................................................................................... 8
CAPÍTULO 4 - ODISEO Y LAS OPERACIONES DE INTELIGENCIA EN LA GRECIA ANTIGUA
............................................................................................................................................................ 11
CAPÍTULO 5 - LA TRAICIÓN DE EFIALTES ................................................................................. 13
CAPÍTULO 6 - LOS ORÁCULOS ...................................................................................................... 15
CAPÍTULO 7 - ANÍBAL Y LOS ROMANOS..................................................................................... 18
CAPÍTULO 8 - LA INTELIGENCIA DE JULIO CÉSAR .................................................................. 21
CAPÍTULO 9 - SUN TZU Y EL ARTE DE LA GUERRA.................................................................. 24
CAPÍTULO 10 - EL ARTHASHASTA ............................................................................................... 28
CAPÍTULO 11 - BAJO LA ROSA. ..................................................................................................... 31
CAPÍTULO 12 - EL IMPERIO ROMANO......................................................................................... 33
CAPÍTULO 13 - LA CAÍDA DE ROMA Y EL IMPERIO DE LOS BÁRBAROS .............................. 36
CAPÍTULO 14 - INTRODUCCIÓN AL ESPIONAJE EN LA EDAD MEDIA ................................... 40
CAPÍTULO 15 - LA INQUISICIÓN ................................................................................................... 44
CAPÍTULO 16 - EL SANTO OFICIO Y LA CIA DE FELIPE II. ...................................................... 47

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Capítulo 1 - El espionaje, la segunda profesión más
antigua.
La primera gran figura de la
humanidad que exalta la importancia de
hacer Inteligencia fue el propio Dios.
Luego que el pueblo judío escapó de
Egipto y atravesó el Mar Rojo, hace unos
3300 años, Dios le ordena a Moisés que
envíe “espías” a la tierra de Canaán, la cual
les será otorgada a los hijos de Israel.
Ya que para la época no existían
espías entrenados para esta tarea, Moisés,
siguiendo las instrucciones, seleccionó a
un miembro de cada una de las doce tribus y los envió a la Tierra Prometida.
El Señor dijo a Moisés: «Envía gente a explorar la tierra de Canaán, que voy a
entregar a los hijos de Israel: envía uno de cada tribu y que todos sean jefes». Moisés
los envió desde el desierto de Farán, según la orden del Señor. Todos eran jefes de los
hijos de Israel.
Las instrucciones de Moisés fueron precisas: «Observad cómo es el país; y cómo
sus habitantes, si fuertes o débiles, escasos o numerosos; y cómo es la tierra, si buena
o mala; cómo son las ciudades que habitan, de tiendas o amuralladas; y cómo es la
tierra, fértil o pobre, con árboles o sin ellos. Sed valientes y traednos frutos del país»
La interpretación de la biblia sobre estos pasajes implica que la intención de
Moisés era probar la fe y las aptitudes de los enviados. Luego de cuarenta días todos
regresaron y rindieron su reporte a Moisés y al pueblo de Israel. Diez de los doce
coincidieron que tomar la Tierra Prometida era una misión imposible: «No podemos
atacar a ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros» …Y desacreditaban ante los
hijos de Israel la tierra que habían explorado, diciendo: «La tierra que hemos recorrido
y explorado es una tierra que devora a sus propios habitantes; toda la gente que hemos
visto en ella es de gran estatura.
Sólo dos de los enviados, Josué y Caleb afirmaban que era posible tomar esa
tierra: «Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; y verdaderamente es una tierra
que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es
poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas. Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés
y dijo: «Tenemos que subir y apoderarnos de ese país, porque podemos con él».

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Tanto la Biblia como el Corán señalan que los diez falseando el reporte habían
ganado el debate público y el pueblo se había ´puesto de su lado, inclusive amenazaron
a Josué y a Caleb de apedrearlos, quejándose que hubiese sido mejor permanecer
cautivos de los egipcios antes que disputarle la tierra a ese pueblo. En el momento de
la discusión, Se hizo presente la gloria de Señor y dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo me
va a rechazar este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, con todos los signos
que he hecho entre ellos?
Para quienes deseen leer la historia completa pueden consultar el Pentateuco, en
Números, capítulo 13. En todo caso, la historia termina cuarenta años después, luego
de una guerra en la que Dios guía a Josué, iluminándolo en la batalla contra quienes
reinaban en Canaán y conquistando la Tierra Prometida.
En fin, el espionaje ha sido siempre un oficio de grandes riesgos, por tanto, no
sólo requiere coraje, también convicción y yo diría que hasta fe en los objetivos de la
misión asignada.
En la Biblia aparecen otras referencias al espionaje, inclusive una en la cual se
relata una operación conjunta, en la que se unen la primera y la segunda profesión más
antigua – la prostitución y el espionaje – En este relato, el mismo Josué que llegó a
Canaán, envía a dos espías a Jericó, quienes se hospedan en el burdel de Rahab, el rey
de Jericó al enterarse manda a sus guardias a buscarlos, pero no los consiguen, pues las
prostitutas los habían escondido en el doble techo y les habían dicho a los guardias que
los dos hombres ya se habían marchado. Rahab es inclusive reconocida en el Nuevo
Testamento, donde aparece citada por San Pablo y al principio del Evangelio de Mateo.
Era evidente que estos espías de Josué tenían entrenamiento, ya que los burdeles
eran sitios donde había mucha información disponible; de hecho, hasta hoy en día, los
prostíbulos y las prostitutas han sido grandes protagonistas en la historia del espionaje.
En 1978, se desclasificó un estudio realizado por la CIA, en el cual se
comparaban los falsos reportes hechos por los diez espías israelitas con fallas en
operaciones realizadas por la Inteligencia norteamericana a mediados de la década de
los 70 del siglo XX, lo que llevó por primera vez a la Agencia a una interpelación en
el congreso de los Estados Unidos.
Los espías no deben nunca participar en los procesos de toma de decisiones
políticas, ni sus casos deben ser ventilados en público, pues, si bien la lapidación ya no
es permitida, se corre el riesgo figurativo que ella ocurra por parte de la opinión
pública. Esta era una de las conclusiones del mencionado estudio.
Existen en la Biblia y en otros textos antiguos varios relatos sobre espías,
inteligencia y misiones secretas. La mayoría son relatos apasionantes y tan llenos de
intriga y traición como son hoy los libros de Tom Clancy o John Le Carré. Más

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adelante, escribiré más sobre la historia del espionaje, me parece que es un tema
fascinante e inagotable.

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Capítulo 2 - Operaciones de Inteligencia en Canaán
Los servicios modernos de
Inteligencia, si algo han hecho es sacar
lecciones de la historia, pues en esta
profesión nada enseña más que las
misiones del pasado, más aún si han
fracasado.
Las misiones de Moisés y Josué
enviadas a la Tierra Prometida y citadas
en mi artículo anterior, El espionaje la
segunda profesión más antigua, se
utilizan con frecuencia como ejemplo en las aulas de clase de Inteligencia en el mundo
entero. Efraim Halevy, ex director del Mossad (1998–2002) a principios de este siglo,
acostumbraba a mencionar la misión de los diez espías de Moisés enviados a Canaán,
a manera de ejemplo y advertencia en relación con la importancia de mantener el foco
en los objetivos. Los Diez habían incurrido en la ira divina, permitiendo que sus
opiniones y temores personales anularan sus responsabilidades de reportar
correctamente lo observado.
Tanto el Mossad como el Shin Bet, que es la agencia doméstica de Inteligencia
israelita, en su tradición toman sus lemas de la biblia hebrea. «No se adormecerá ni
dormirá el que guarda a Israel», corresponde al Salmo 121 e identifica al Shim Bet. La
frase que hoy en día identifica al Mossad es “Donde no hay buen consejo, el pueblo
cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria” (Proverbios 11:14). Este lema
sustituyó al anterior, “Por el camino del engaño, harás la guerra”, basado en Proverbios
24:6. El Mossad y en general la Inteligencia israelita reclaman así sus orígenes bíblicos.
Según el Éxodo, el escape de los judíos de Egipto comenzó con un engaño.
Moisés, luego de demostrar el poder de su Dios al faraón, le pide que le permita realizar
una peregrinación religiosa de tres días fuera de la ciudad; por su puesto, sin revelar
que esta salida se trataba del inicio del éxodo permanente de su pueblo.
Si bien, los israelitas tienen sus raíces bien sembradas en la antigüedad de las
operaciones de Inteligencia, los egipcios de la época no se quedaban detrás. Egipto era
un imperio con fuerte presencia en sus zonas de interés, por lo que resulta obvio pensar
que mantenía informantes en Canaán. Existe una prueba de esto publicada en 1992 por
el egiptólogo W.L. Morán en lo que se llamó las Cartas de Amarna. Se trataba de una
serie de fragmentos de texto escritos en tablillas de arcilla descubiertas en 1887
cercanas al templo de Amenhotep IV (conocido como Akhenatón) y que se estima
fueron escritas unos 100 años antes de la llegada de los judíos a Canaán. De las 329
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cartas, unas 38 correspondían a lo que actualmente podríamos denominar Informes de
Inteligencia enviados por vasallos al faraón.
Datos tales como mercancía que se recibía en los puertos, tropas asentadas en el
territorio, rutas de comercio e información sobre comerciantes y mensajeros, tanto
aliados como hostiles que transitaban por la zona. Para el faraón, la Inteligencia más
valorada era la relacionada con las potenciales amenazas externas al imperio, así como
los posibles traidores. Según otras fuentes consultadas, en una ocasión el faraón
amenazó al gobernante de Amurru (al Norte de Canaán), Aziru, con cortarle la cabeza,
ya que había sido visto hablando con un enemigo egipcio. La tablilla comenzaba con
texto: “Ahora el rey ha escuchado que…”
Hasta ahora, las Cartas de Amarna y
otros textos egipcios, así como
descubrimientos arqueológicos recientes en
la antigua región de Canaán no encajan con
los relatos bíblicos sobre la conquista de la
Tierra Prometida. Sólo una inscripción en
arcilla ha sido identificada y datada en una
fecha cercana a 1207 A.C. en la cual se menciona a una tribu israelita. En este sentido,
la historia contada por Josué sobre las batallas ganadas y la conquista de Canaán no
parecieran tener sustento en los registros egipcios de la época. Adicionalmente, es de
acotar que la historia bíblica fue escrita unos 500 años después, por lo que muy
posiblemente haya sido contada a manera de épica.
En todo caso, la historia fragmentaria encontrada en las tablillas de arcilla es aún
hoy, difícil de interpretar, por lo que, a pesar de los milenios transcurridos, es un relato
que está vivo. Mi propósito con esta segunda entrega en la historia del espionaje es
resaltar el valor que siempre ha tenido la información para las civilizaciones, y su
conexión con el poder.

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Capítulo 3 - Judas el Infiltrado
La presencia de espías en los
evangelios de la biblia es más bien rara
en comparación con la cantidad de citas
que aparecen en el Antiguo Testamento
y a las que me he referido, tanto en La
segunda profesión más antigua de la
historia como Las operaciones de
Inteligencia en Canaán. Sin embargo, el
espionaje y las operaciones encubiertas
están presentes, sobre todo en torno a los
últimos días de Jesús en Jerusalén, en la
ruta a su crucifixión.
La entrada de Jesús a Jerusalén ocurrió el domingo anterior al Passover, fecha
que en el cristianismo se llama Domingo de Ramos. Jesús no arribó a la ciudad a pie,
como acostumbraba a hacerlo, sino que lo hizo a lomo de burro, tal como anunciaba la
profecía de Zacarías sobre la llegada del Mesías en el Antiguo Testamento.
Los casos en los cuales se señalan acciones que podríamos denominar
operaciones de Inteligencia en los evangelios son muy distintos a los relatados sobre
Moisés y Josué. Se conoce según las escrituras que las autoridades judías de la ciudad
habían puesto a Jesús bajo vigilancia. Eso podría explicar el porqué Jesús habría hecho
arreglos secretos para conseguir el burro sobre el cual entraría a la ciudad.
De acuerdo con evangelio de San Marcos (11, 1-7): Cuando se aproximaban a
Jerusalén, cerca ya de Betfagé y de Betania, al pie del monte de los Olivos, Jesús envió
a dos de sus discípulos «diciéndoles: «Vayan a ese pueblo que ven enfrente; apenas
entren encontrarán un burro amarrado, que ningún hombre ha montado todavía.
Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: ¿Por qué hacen eso?, contesten: El
Señor lo necesita, pero se lo va a devolver aquí mismo.» Se fueron y encontraron en la
calle al burro, amarrado delante de una puerta, y lo desataron. Algunos de los que
estaban allí les dijeron: «¿Por qué sueltan ese burro?» Ellos les contestaron lo que les
había dicho Jesús, y se lo permitieron. Trajeron el burro a Jesús, le pusieron sus capas
encima y Jesús montó en él.»
De acuerdo con Marcos, muchos de los pobladores saludaron a Jesús en su
camino y entrada a la ciudad, lanzando alfombras y ramas de palma y olivo. Si así fue,
el recibimiento de Jesús debió haber sido preparado de antemano por aquellos que ya
anunciaban la llegada del Mesías. Ese acontecimiento debió haber llamado la atención
de las autoridades judías y romanas.
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Después que Jesús expulsó a los mercaderes del templo, cuenta Lucas en su
evangelio, los escribas y sacerdotes enviaron espías a vigilarlo y hacerle preguntas para
que en sus respuestas hubiese argumentos para detenerlo y entregarlo al prefecto
romano en Judea, Poncio Pilatos (Lucas 20:20-26):
“Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle
en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador. Y le
preguntaron, diciendo: «Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no
haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Nos es
lícito dar tributo a César, o no? Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo:
¿Por qué me tentáis? mostradme la moneda.» ¿De quién tiene la imagen y la
inscripción? Y respondiendo dijeron: De César. Entonces les dijo: «Pues dad a César
lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.» Y no pudieron sorprenderle en palabra
alguna delante del pueblo, sino que, maravillados de su respuesta, callaron.”
Otro episodio interesante fue la planificación de la Última Cena. Jesús,
probablemente consciente que estaba siendo vigilado, arregla los detalles de la reunión
en secreto. De hecho, los discípulos no se enteraron del sitio, sino hasta ese día. (Lucas
22:7-13):
“Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía
sacrificarse el cordero de la Pascua, 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:
—Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua.
—¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
—Miren —contestó él—: al entrar ustedes en la ciudad le saldrá al encuentro un
hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre, y díganle al
dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la
Pascua con mis discípulos?” Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y
amueblada. Preparen allí la cena.
Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que
prepararon la Pascua.”
Pero quizás el hecho más revelador de esos días fue la traición de Judas.
Jesús sabía que sería traicionado, y que entre sus doce discípulos había un
infiltrado. “El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar.” Dos
milenios más tarde, en el siglo XX, el FBI creó el acrónimo en inglés MICE ( Money,
Ideology, Compromise, Ego) para resumir las cuatro causas por las cuales algunos
individuos dejan de lado sus lealtades y deciden trabajar secretamente para el enemigo.
Tan es así que la iglesia católica y la iglesia anglicana por mucho tiempo llamaron al
miércoles antes de la Pascua como el Miércoles de los Espías, marcando el día en que
los sumos sacerdotes le preguntaron a Judas Iscariote, cuánto debían pagarle para
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entregarles a Jesús de Nazareth: “… y convinieron con Judas treinta piezas de plata. Y
a partir de ese momento, buscaría la oportunidad de traicionarlo”.
Jesús fue traicionado, juzgado y sentenciado a una muerte cruel y dolorosa
porque fue considerado un actor político de la subversión que alteraría el orden
establecido, sin duda, fue luego cuando todo su sufrimiento fue entendido e
interpretado y hasta el día de hoy es considerado por una gran porción del mundo como
el hijo de Dios y el eje del cristianismo. Sin embargo, vale destacar aquí que
igualmente, hasta el día de hoy, los regímenes autoritarios y totalitarios siguen tratando
a disidentes como amenazas que deben ser perseguidas y exterminadas. En la historia
han sido millones los que han muerto o han sido desterrados por causas políticas,
sociales o religiosas. Que no se nos olvide que Jesús en la cruz sigue siendo un símbolo
y un tributo al sufrimiento de quienes han defendido sus ideas.

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Capítulo 4 - Odiseo y las operaciones de Inteligencia
en la Grecia Antigua
Durante la Guerra de Troya,
Odiseo acompañó al joven rey Diomedes
en varias misiones secretas que, a la
larga, terminaron dándole la victoria a
los griegos.
Estas historias se encuentran en la
Ilíada, un poema épico escrito por
Homero sobre la guerra de Troya. En el
libro X, Diomedes y Odiseo salen en una
misión nocturna para espiar el
campamento troyano. Mientras se mueven a través de las líneas enemigas, encuentran
a Dolon, un espía troyano que estaba patrullando para asegurarse de que los griegos no
estuvieran planeando un ataque.
Odiseo convence a Dolon de que los ayude, si les da información valiosa sobre
los troyanos, incluyendo la ubicación de sus fortalezas. Dolon, creyendo que le
perdonarán la vida si cooperaba, les da información detallada sobre las posiciones del
ejército troyano. Una vez que Dolon termina de hablar, Diomedes desenfunda su
espada y le corta la cabeza, poniendo fin a la vida del espía troyano. A pesar de haber
sido engañado, Dolon sabía demasiado y no podía ser dejado con vida.
Este episodio ilustra la brutalidad de la guerra y la falta de compasión por los
espías enemigos. También muestra la astucia y el ingenio de Odiseo, quien logró
engañar a Dolon para que les diera información crucial. La Guerra de Troya fue una
época en la que se cometieron numerosos actos violentos y crueles. Los griegos y los
troyanos lucharon durante diez años, y ambos bandos estaban dispuestos a hacer
cualquier cosa para ganar la guerra. En este contexto, los espías enemigos eran vistos
como una amenaza grave y usualmente sufrían muertes terribles.
Pero lo cierto es que después de obtener información valiosa de Dolon,
Diomedes y Odiseo se infiltraron en el campamento troyano y mataron a varios
soldados mientras dormían, incluyendo a su líder y a doce de sus compañeros. Luego,
los dos guerreros regresaron al campamento griego con sus armas y armaduras como
trofeos de guerra.
En otra oportunidad, Diomedes y Odiseo llevaron a cabo una misión secreta en
la cual entraron a la ciudad de Troya y robaron el Paladio, una imagen sagrada de la
diosa Atenea que se creía que protegía la ciudad.

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Según la leyenda, el Paladio había sido entregado por Atenea a Ilus, el fundador
de Troya, y se creía que mientras estuviera en la ciudad, estaría protegida de la
conquista. Diomedes y Odiseo, sabiendo esto, decidieron infiltrarse en la ciudad y
robarlo. Según la historia, Odiseo ideó un plan astuto para entrar en la ciudad sin ser
detectados, disfrazándose como mendigos. Una vez dentro, se dirigieron al templo de
Atenea donde se guardaba el Paladio y lograron robarlo sin ser detectados.
Este acto de valentía y astucia ayudó a los griegos a obtener una ventaja en la
guerra, ya que, al robar el Paladio, se creía que habían debilitado la protección divina
de Troya.
Sin embargo, la misión más ambiciosa de Odiseo, conocida como «El Engaño
del Caballo de Troya», fue una de las más famosas de la Guerra de Troya y ha sido
contada en numerosas leyendas y obras literarias a lo largo de los siglos.
Según la leyenda, después de diez años de luchar contra los troyanos sin éxito,
Odiseo ideó un plan para poner fin a la guerra. En lugar de seguir luchando, propuso
construir un gran caballo de madera hueco, lo suficientemente grande como para que
los soldados griegos pudieran esconderse en su interior.
Una vez construido el caballo, los griegos lo dejaron abandonado frente a las
puertas de la ciudad de Troya como si fuera un tributo a los dioses. Los troyanos, al
ver el caballo como un regalo y una señal de que los griegos habían abandonado la
lucha, lo llevaron a la ciudad con gran regocijo. Mientras los troyanos celebraban su
victoria, los soldados griegos que estaban dentro del caballo salieron en la noche y
abrieron las puertas de la ciudad para que los demás guerreros griegos pudieran entrar
y atacar a los troyanos por sorpresa. La ciudad fue saqueada y destruida, y la guerra
llegó a su fin.
Este acto de engaño y astucia ha sido recordado en la historia como uno de los
más famosos y efectivos de la estrategia militar. La historia del Caballo de Troya ha
sido contada en numerosas obras de arte, literatura y cine, y ha llegado a ser una
referencia cultural común que simboliza la astucia, la inteligencia y la traición.
La sagacidad y la inteligencia de Odiseo jugaron un papel clave en la victoria de
los griegos en la Guerra de Troya. En lugar de confiar solo en la fuerza bruta y la lucha
abierta, Odiseo utilizó su ingenio para idear planes y estrategias que les permitieran
ganar ventaja sobre los troyanos. Las habilidades de Odiseo desempeñaron un papel
crucial en esta victoria, y su legado ha sido recordado y admirado por generaciones
posteriores.

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Capítulo 5 - La traición de Efialtes
En el sitio de las Termópilas,
donde se cree fue el último lugar de
resistencia de los espartanos se erige un
monumento en su honor, en el que se lee
un verso del poeta Simónides de Ceos:
Ve a decirle a los espartanos,
transeúnte.
Que aquí yacemos obedientes a
sus leyes.
La Batalla de las Termópilas fue
un enfrentamiento épico entre los ejércitos de la coalición griega liderada por Esparta,
y el ejército invasor persa liderado por el emperador Jerjes I. La batalla se libró en el
año 480 a.C. en el paso de las Termópilas, una estrecha garganta que conectaba Tesalia
con la región de Beocia.
La coalición griega, liderada por el rey Leónidas I de Esparta, decidió bloquear
el avance persa en las Termópilas para ganar tiempo y permitir que las ciudades-estado
griegas se prepararan para la defensa. A pesar de estar en una situación desfavorable
en términos de números y armamento, los espartanos y sus aliados griegos lograron
mantener la posición durante tres días de intensos combates. Sin embargo, finalmente
fueron derrotados cuando Efialtes, un pastor de Tesalia mostró a los persas una ruta
alternativa por detrás de la posición defensiva.
La mayoría de los griegos murieron en la batalla, incluyendo al rey Leónidas,
pero su sacrificio permitió a las ciudades griegas prepararse para futuras batallas y
eventualmente vencer al ejército persa en la Batalla de Platea. Las Termópilas se
convirtió en un símbolo de la resistencia y valentía griega ante las fuerzas invasoras, y
su legado ha sido recordado en la cultura popular a lo largo de los siglos.
Cuenta la historia que la traición de Efialtes de Tesalia a los espartanos ocurrió
cuando este se ofreció a mostrar a los persas una ruta oculta en la montaña. En la
versión mitificada, el pastor se representa como un jorobado deforme que se salvó de
ser arrojado desde el monte Taigeto porque sus padres se negaron a cumplir las estrictas
leyes espartanas.
En la película 300 de 2007, dirigida por Zachary Edward Snyder y basada en una
novela gráfica del mismo nombre, se relata esta historia cuando Efialtes se acercó a
Leónidas, quien lideraba una fuerza de contingentes griegos para informarles del

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camino de montaña, pero fue rechazado y terminó vendiendo su información Jerjes I,
el emperador persa.
Al parecer, la historia real señala que la traición de Efialtes se debió a una disputa
personal entre él y el rey de Tesalia, quien había sido aliado de los espartanos en la
guerra. Efialtes esperaba ganar la simpatía de los persas y una recompensa, a cambio
de su traición. Efectivamente, Jerjes I, en agradecimiento por la valiosa información,
agasajó al traidor y le otorgó una pequeña fortuna, que la terminaría perdiendo en su
localidad de Tesalia, donde sería asesinado en una pelea, pues le habían puesto precio
a su cabeza.
Lo interesante de esta historia, como de tantas otras de espionaje, es que la
traición, o el acto de traicionar a la propia nación o pueblo, ha sido un tema muy
relevante en la construcción de los mitos e identidad nacional. Los actos de traición
han sido utilizados como ejemplos de la debilidad y la deslealtad, mientras que la
resistencia y la lealtad se han utilizado como símbolos de la fuerza y el coraje.
Los relatos de traiciones históricas, como la traición de Efialtes en la Batalla de
las Termópilas, han funcionado como herramientas para motivar a la población a
mantener la unidad y la lealtad a la nación o al grupo étnico. Además, la narrativa de
la traición también sirve para justificar la violencia y la represión contra aquellos que
son considerados traidores. En algunos casos, los traidores han sido tratados como
villanos y sus nombres han sido demonizados en la cultura popular.
Sin embargo, también existen casos en los que la traición se ha utilizado para
cuestionar y desafiar la narrativa dominante de la identidad nacional. Por ejemplo, en
algunos contextos, la traición puede ser vista como un acto de rebelión contra una
autoridad ilegítima o una forma de resistencia contra una opresión injusta. Este aspecto
fue muy explotado durante la guerra fría entre soviéticos y norteamericanos para captar
potenciales espías altamente ideologizados, pero ya hablaremos de esto un poco más
adelante en nuestra historia.

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Capítulo 6 - Los oráculos
Los oráculos podrían ser
considerados como las primeras
agencias de Inteligencia de la
antiguedad. En realidad, un oráculo era
una respuesta de los dioses que llegaba a
las personas a través de unos médium o
sacerdotes. Tanto los mensajes que
enviaba una deidad cuando era
consultada, como el lugar especial donde
se recibían eran considerados oráculos.
Estos mensajes no eran directos, solían llegar de forma enigmática y repleta de
simbolismos.
Los intermediarios del mensaje divino han tomado varias formas a través de la
historia; podían ser sacerdotes y sacerdotisas, videntes, profetas, adivinos, o en la
antigüedad, por medio de la Pitia o Pitonisa griega y romana, o de la Sibila, incluso a
través de interpretaciones de símbolos sobre piedras, como las Runas, o descifrando
señales físicas, por ejemplo, el tintineo de campanillas, el sacrificios de animales, o la
lectura de las estrellas sobre el firmamento, como el horóscopo; también de símbolos
sobre cartas, como el Tarot, o sobre un texto, como el libro chino del I ching.
En la Grecia Antigua, los oráculos eran consultados para obtener información y
consejos sobre el futuro, la guerra, la política y otros temas importantes. Las respuestas
del oráculo a menudo se tomaban muy en serio y se utilizaban para guiar las decisiones
de los líderes y gobernantes.
Esta figura del oráculo fue mutando y consolidándose en el tiempo, hasta llegar
a convertirse en verdaderos centros de inteligencia. En Grecia, los oráculos eran
considerados como canales de comunicación con los dioses y se creía que podían
ofrecer respuestas y consejos divinos sobre el futuro, la vida y la muerte, y los asuntos
políticos y sociales. La función principal de los oráculos era proporcionar orientación
y conocimiento divino a los individuos y comunidades que buscaban su ayuda.
El oráculo más famoso de la Grecia Antigua era el Oráculo de Delfos, dedicado
al dios Apolo. Los visitantes al Oráculo de Delfos presentaban sus preguntas al
sacerdote de Apolo, quien a su vez realizaba una serie de rituales para comunicarse con
el dios y obtener una respuesta. La respuesta se daba en forma de enigmáticas frases
poéticas conocidas como «oráculos», que eran interpretadas por los sacerdotes y
traducidas al lenguaje cotidiano para ser entendidas por el consultante.

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Los oráculos también se utilizaban para tomar decisiones políticas importantes,
como la elección de líderes o la declaración de guerra. Los líderes de las ciudades-
estado griegas a menudo consultaban los oráculos antes de tomar decisiones
importantes, creyendo que la intervención divina aseguraba el éxito de sus acciones.
Cuando me propuse escribir esta historia del espionaje, siempre tuve presente
que debía darles un lugar especial a los oráculos porque de alguna manera
representaban para la estrategia militar o política una señal de referencia necesaria
antes de tomar decisiones. En tal sentido, en la actualidad, esta función oracular es
realizada por analistas en las más variadas ramas del saber, pero muy en particular, por
las agencias de Inteligencia de naciones y ejércitos.
El espionaje, como una de las actividades desarrolladas por la Inteligencia
implica recopilar información sobre las actividades de otros países, grupos o individuos
para tomar decisiones importantes en temas como la seguridad nacional, la política
exterior, la economía y otros. La información obtenida a través del espionaje puede
utilizarse para evaluar amenazas potenciales, identificar oportunidades y tomar
decisiones informadas.
Ambos, oráculos y espionaje, involucran la recopilación y el uso de información
para tomar decisiones importantes. Sin embargo, mientras que los oráculos se basaban
en la consulta a seres sobrenaturales o divinidades, el espionaje utiliza técnicas más
terrenales, como la vigilancia electrónica, el análisis y la infiltración de redes.
Otra analogía que quería hacer en este capítulo está vinculada a la función que
cumplían los oráculos en la antigüedad y el papel de la Inteligencia Artificial en la
sociedad moderna.
Al igual que los oráculos, la IA puede proporcionar respuestas y consejos
basados en datos y modelos complejos, y puede ser utilizada para tomar decisiones
importantes en muchos ámbitos de la vida, desde la política y la economía hasta la
ciencia y la medicina.
La Inteligencia Artificial podría ser vista como un medio para comunicarse con
«los dioses» modernos, es decir, los datos y la información que nos rodean. Al igual
que los antiguos griegos creían que los dioses controlaban los acontecimientos del
mundo, hoy en día dependemos cada vez más de los datos y los algoritmos para
comprender y tomar decisiones en nuestro mundo cada vez más complejo y conectado.
Sin embargo, similar a los oráculos, la inteligencia artificial tiene sus limitaciones y
puede ser influenciada por sesgos y errores en los datos y en los modelos que utiliza,
así como por la ambigüedad de sus mensajes.
El Oráculo de Delfos, si bien el más famoso, no fue el único. En mi investigación
me conseguí con algunos otros que vale la pena citar:

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• El Oráculo de Zeus en Dodona: Se encontraba en Epiro, en el noroeste de Grecia.
Según la leyenda, las respuestas del oráculo eran transmitidas por los árboles
sagrados del lugar y por las palomas que vivían en ellos.
• El Oráculo de Amón en Siwa: Ubicado en la región de Siwa, en el norte de
África. Fue consultado por Alejandro Magno en su campaña de conquista del
Imperio Persa.
• El Oráculo de Trofonio en Lebadea: Estaba en la ciudad de Lebadea, en Beocia.
Se decía que las respuestas del oráculo eran transmitidas a través de un pozo
sagrado y que quienes las consultaban debían pasar por un ritual de purificación
antes de hacerlo.
• El Oráculo de Apolo en Claros: Localizado en la región de Jonia, en la costa del
mar Egeo. Se decía que las respuestas del oráculo eran transmitidas por un árbol
sagrado y por las fuentes sagradas del lugar.
Estos son solo algunos ejemplos de los oráculos que existieron en la Grecia
Antigua, pero había muchos otros en la cuenca del Mediterráneo y el resto del mundo
antiguo. Cada uno tenía su propia historia y mitología, y eran importantes para la
religión y la cultura de la época.
Pero las supersticiones no eran un asunto exclusivo de la antigüedad. Existen
evidencias sobre las creencias de Hitler en relación con el número Siete (7). El líder
nazi estaba convencido que tenía poderes especiales, y con frecuencia pedía consejo a
los astrólogos y a los adivinos en torno a decisiones vinculadas con esa cifra. Era tal la
creencia de Hitler en la astrología, que los oficiales Aliados consultaban a sus propios
expertos, con la esperanza de anticipar de qué manera el horóscopo del dictador podría
influir en la guerra.
Sin importar los líderes, los tiempos y las creencias, las brujas, de que vuelan,
vuelan…

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Capítulo 7 - Aníbal y los romanos
No fue hasta la Primera Guerra
Púnica en el 264 a.C. contra la potencia
rival de Cartago que los romanos
tuvieron alguna estructura de
Inteligencia y espionaje realmente
organizada. En la larga historia previa de
Roma, de casi 500 años desde su
fundación, los líderes y gobernantes de
la Ciudad habían dependido de sus
videntes, adivinos y dioses para tomar
decisiones, tanto en la guerra como en la paz.
El desafío más grande para los romanos, en parte por la falta de servicios de
espionaje, surgió en el 218 a.C. con el inicio de la Segunda Guerra Púnica, cuando los
ejércitos cartaginenses le significaron a Roma grandes pérdidas, no sólo debido a la
voluntad de combate de Cartago, sino a las capacidades estratégicas de Aníbal su líder
máximo. Aunque en 202 a.C. Cartago terminó perdiendo la guerra, todavía hoy se
estudian las batallas del lago Trasimeno y la de Cannas como fundamentales en la
estrategia militar y la inteligencia de Aníbal.
Hasta ese momento, ningún otro general de la antigüedad había mostrado tantos
talentos como Aníbal, no sólo el campo de batalla, sino en la planificación de la guerra.
Desde los nueve años, Aníbal había vivido entre las tropas del ejército, y ya a la edad
de 25, se había convertido en su comandante en jefe. Había aprendido la importancia
de estar muy bien informado sobre la moral de sus propias tropas. Usualmente
caminaba disfrazado entre la gente de sus campamentos con el fin de sentir el ánimo
de los soldados y escuchar lo que decían de él y del enemigo.
Otra técnica que Aníbal utilizó fue la de enviar exploradores y patrullas de
reconocimiento para obtener información sobre el terreno y las fuerzas enemigas. Estas
patrullas a menudo se disfrazaban y se camuflaban para evitar ser detectadas por los
romanos. Además, Aníbal utilizó la propaganda y la desinformación como tácticas de
espionaje. Por ejemplo, a menudo hacía circular rumores falsos sobre sus planes y
movimientos para engañar a los romanos y hacer que desviaran sus fuerzas a áreas
equivocadas. También hizo uso de la propaganda para tratar de dividir a sus enemigos
y hacer que algunos de los aliados romanos cambiaran de bando.
Aníbal no era creyente de los oráculos ni videntes, como lo eran los romanos.
En una oportunidad, el rey de Bitinia (actualmente Turquía) requirió su consejo su
sobre si atacaba o no a un enemigo, pues los sacerdotes bitinios habían leído en el
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hígado de un becerro sacrificado que sería un gran error ir al combate. Frente a la
consulta, Aníbal respondió con desdén,
” ¿Tú prefieres creerle a un pedazo de carne de becerro que a la experiencia de
un general?”
No existe registro histórico alguno de generales romanos que mostraran tal nivel
de escepticismo frente a las artes adivinatorias de sacerdotes y oráculos.
La batalla de Cannas tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C. y terminó con
la victoria del ejército cartaginés, a pesar de su acusada inferioridad numérica. Aníbal
utilizó una táctica de tenaza. Al colocar a la infantería, en la que confiaba menos, en el
centro, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron
adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los
laterales. En el momento álgido de la batalla, las tropas cartaginesas del centro de la
formación se retiraron ante el avance de los romanos y, al avanzar estos, se encontraron
sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban. Atacados desde
todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido. Se estima que
unos 70 000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al cónsul
Lucio Emilio Paulo y a ochenta senadores romanos.
Inclusive después de Cannas, los generales romanos parecían más preocupados
por interpretar espíritus y designios de los dioses que por mejorar su aparato de
inteligencia. El senado romano solicitó orientación a los Libros Sibilinos, una
colección de predicciones oraculares escritas en griego, adquiridas por Tarquinio el
Soberbio, último rey de Roma. Los romanos sabían, sin embargo, que necesitarían
mucha información para vencer a Cartago y que los videntes y mensajes de los dioses
serían de poca ayuda.
Fue así como los generales romanos decidieron obtener información del enemigo
a través de la captura de prisioneros y desertores. Los prisioneros eran interrogados y
se les preguntaba sobre las tropas, su número, su ubicación y sus planes. Los desertores,
por otro lado, eran una fuente aún más valiosa de información, ya que podían
proporcionar datos más precisos sobre la disposición de las tropas, los planes y las
tácticas de combate.
Además, los romanos utilizaron espías para infiltrarse en las filas enemigas y
obtener información de primera mano. Estos espías se hacían pasar por desertores o
mercenarios y se mezclaban con las tropas enemigas para recopilar información.
Algunos incluso se disfrazaban como soldados enemigos y se unían a sus filas. Otra
técnica utilizada por los romanos fue la interceptación de mensajes. Los romanos
sabían que los cartagineses utilizaban palomas mensajeras para comunicarse, por lo
que capturaban estas palomas y leían los mensajes que llevaban.

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Igualmente, se utilizaban exploradores para observar los movimientos del
enemigo desde una distancia segura y así poder informar sobre el número de tropas y
sus movimientos. Los romanos aprendieron de Inteligencia militar para estudiar las
fortificaciones y las rutas de acceso, lo que les permitía planificar mejor sus propias
estrategias. Otra técnica utilizada por los romanos fue la recolección de información a
través de los contactos comerciales. Roma contaba con una amplia red comercial que
se extendía por todo el Mediterráneo, lo que les permitía datos valiosos sobre las
intenciones del enemigo.
Luego de la derrota a los cartagineses, Roma se erigió como la superpotencia del
Mediterráneo. Sin embargo, y a pesar de la expansión romana sobre la geografía del
mundo antiguo, no contaban con servicios extraterritoriales de Inteligencia. No fue
hasta la llegada al poder de Julio César, a mediados del primer siglo a.C. que el
espionaje cobró una importancia clave en lo que serían los dominios del futuro imperio
romano.

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Capítulo 8 - La Inteligencia de Julio César
Durante la expansión del Imperio
Romano por el Mediterráneo, sus
legiones dirigidas por Julio César
demostraron un notable nivel de
inteligencia y capacidad estratégica. El
éxito de las campañas militares romanas
no solo se debió a la fuerza y disciplina,
sino también a la habilidad de obtener
información sobre los territorios
conquistados. La inteligencia
desempeñó un papel relevante en las operaciones militares de Julio César,
permitiéndole anticipar al enemigo tomando decisiones informadas, logrando así la
expansión de Roma.
Después de la victoria sobre Cartago, Roma no tuvo más rivales de peso que
colectaran información sobre sus movimientos estratégicos y sus decisiones. En
contraposición, los romanos, tras tantas y prolongadas guerras en la cuenca
mediterránea habían acumulado un amplísimo conocimiento sobre el territorio y las
poblaciones que lo habitaban, lo que permitiría más adelante a Julio César,
probablemente el general más capaz de lo que se convertiría luego en el Imperio,
expandir las fronteras romanas y conquistar espacios jamás imaginados por potencias
de la antigüedad.
Julio Cesar se convirtió en Cónsul romano en el año 59 a.C Tuvo una carrera
política extraordinaria. Una combinación de astucia y estilo que le era innata. Muy
temprano en su vida pública aprendió la importancia del manejo discreto de la
información. Julio Cesar cuidaba con mucho celo sus comunicaciones, a tal nivel que
en sus cartas utilizaba un tipo de cifrado en sus textos. Usualmente, sus cartas eran
escritas con un método en los que sustituía cada letra por la tercera que le seguía en el
alfabeto. Por ejemplo, la palabra CAESAR se convertía en FDHVDU, también
utilizaba variaciones de este método, protegiendo así sus mensajes.
Julio César no tenía un equipo de Inteligencia, por lo que era muy probable que
fuera él mismo quien coordinara estas responsabilidades entre sus tropas. De sus
oficiales seleccionaba tres tipos de funciones de reconocimiento: prosecutores, eran
los hombres en la avanzada de las fuerzas romanas; exploratores, scouts utilizados para
distancias largas; y speculatores, quienes se infiltraban en territorios enemigos y
levantaban información de inteligencia.

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El propio Julio César tenía experiencia en espionaje. El historiador Suetonio
relata que, durante la guerra de las Galias, por lo menos en una ocasión, César,
disfrazado como galo caminó por territorio enemigo. Aunque su objetivo era llegar al
campamento romano que había quedado aislado por las fuerzas rivales, su disfraz le
sirvió para actuar como espía y observar la actividad de los galos. Pero probablemente,
el papel que mejor desarrollaba era el de interrogar a prisioneros y desertores, de los
cuales obtenía valiosos datos sobre la topografía, la ubicación de los recursos naturales,
los puntos estratégicos y las fortificaciones enemigas.
En unos de estos interrogatorios previos a la batalla del río Sambre, Julio César
se enteró que las videntes del ejército germánico enemigo de Ariovisto, le habían
recomendado que no emprendiera el combate antes de la luna nueva, pues lo perdería.
De inmediato, César organizó a sus legiones y se lanzó contra el ejército rival un día
antes de la nueva luna. Los germánicos presentaron una resistencia feroz, pero
terminaron derrotados y desmoralizados.
Un aspecto de la inteligencia que hoy parece menor, pero que para la época
resultaba esencial era que no existían mapas de los territorios. La inteligencia era
valorada por el conocimiento de las rutas, por ello es que los espías eran primero que
todo, exploradores. Julio César, sin embargo, tenía un instinto muy desarrollado en
torno a la importancia de la información, por ello subestimaba las artes adivinatorias
de los videntes y los oráculos, y prefería él mismo, averiguar datos sobre el terreno.
Suetonio escribió tiempo después sobre César: “Las predicciones desfavorables de los
videntes nunca lo detuvieron en su empeño por nuevos emprendimientos”.
Hasta cierto punto, el desprecio de Julio César por la adivinación era
contradictorio. En el 63 A.C. con 37 años, es elegido como Pontifex Maximus de la
república romana. Se trataba del sacerdote de más alto nivel, lo que le permitió mudarse
a la Regia, residencia oficial en la Vía Sacra donde le tocaba presidir innumerables
ceremonias religiosas. Como el mismo César admitió a su madre, se trataba de un cargo
más político que otra cosa y sería determinante en su control del poder, además había
gastado una fortuna sobornando a sus electores, que, de no haber resultado electo,
habría terminado arruinado.
El 15 de marzo del año 44 a.C. Julio César es asesinado en el Senado, víctima
de una conspiración orquestada por un grupo de senadores opuestos a sus ambiciones
autocráticas. Casio, Bruto, Décimo Junio y otras sesenta personas, los llamados
Libertadores, materializaron su plan. Irónicamente, semanas antes de la muerte, un
adivino le advierte a César que sería asesinado. Presagio que este subestimaría.
Aunque Julio César había hecho más uso de la inteligencia militar que cualquiera
de los generales romanos que lo antecedieron, esto sólo hizo una pequeña contribución
al surgimiento de Roma como superpotencia militar. El papel principal de la
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Inteligencia durante las guerras fue servir de potenciador de la fuerza, a través del uso
de la información. Luego de la destrucción de Cartago, la superioridad de la república
de Roma era tan grande, que poseer mejor inteligencia que sus adversarios agregaba
poco a su poder. Los ejércitos romanos eran reconocidos por su disciplina, armamento
y extraordinario tamaño. En el segundo siglo antes de Cristo, Roma tenía alistado en
sus legiones alrededor del 13% de sus ciudadanos, una proporción sólo igualada por
Napoleón en Europa 2000 años después.

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Capítulo 9 - Sun Tzu y El Arte de la Guerra
Es curioso, pero los primeros
libros que abordaron con seriedad la
importancia de la Inteligencia, tanto en
la paz como en la guerra, no surgieron
en la antigua Grecia o en Roma, sino en
el subcontinente chino – hindú. El Arte
de la Guerra y el Arthashastra, este
último un tratado sobre la política y la
estrategia militar atribuido a Kautilya
(350-283 A.C) un consejero de la
dinastía Mauryana al norte de la India.
A través de esta historia, me voy a referir al Arte de la Guerra y el rol del
espionaje en la estrategia militar, y cómo su aplicación puede llevar al éxito, aun en la
actualidad.
El Arte de la Guerra ha sido estudiado y practicado durante siglos por líderes
militares en todo el mundo. Es uno de los tratados más influyentes sobre estrategia
militar atribuido a Sun Tzu (544 – 496 A.C), un antiguo general chino contemporáneo
a Confucio. Aunque se cree que es realmente la recopilación de varios autores. En su
obra, Sun Tzu destacó la importancia del espionaje como una herramienta esencial para
alcanzar la victoria en el campo de batalla.
El argumento principal de El Arte de la Guerra se resume en su primera y última
oración:
• La guerra es un asunto de vital importancia para el Estado; es la provincia entre
la vida o la muerte, el camino a la supervivencia o la ruina.
• Las operaciones secretas son esenciales en la guerra; sobre ellas, el ejército
confía para hacer cada uno de sus movimientos.
Los espías están en el corazón de las operaciones secretas. El Arte de la Guerra
destaca cinco tipos:
• Agentes nativos: reclutados del lado del enemigo
• Agentes internos: de las filas de la oficialidad enemiga
• Doble agentes: aquellos que el enemigo equivocadamente considera leales
• Agentes no esenciales: los utilizados para propagar desinformación al enemigo
• Agentes vivientes: quien trae información desde dentro del campamento
enemigo

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Cercano al año 500 A.C, la antigua China estaba dividida en varios reinos en
conflicto. Uno de los reinos más poderosos era el de Wu, gobernado por el rey Helü.
Este rey era un líder sabio y perspicaz que buscaba expandir su territorio y asegurar la
prosperidad de su reino. Sin embargo, enfrentaba la amenaza constante del reino de
Chu, un enemigo formidable que también deseaba aumentar su influencia.
Helü, consciente de la importancia del espionaje en la guerra, buscó la ayuda de
Sun Tzu, un renombrado estratega militar. Tzu había pasado años estudiando y
perfeccionando las tácticas de guerra, y había desarrollado una visión particular y única
que incluía un uso intensivo del espionaje. El rey Helü lo invitó a su corte y le pidió
que le enseñara sus secretos.
A sun Tzu le interesaba poco la táctica y las estratagemas superficiales, aunque
no las descartaba. Al contrario de los griegos y romanos, a este general le importaba
desarrollar un sistema que sirviera de guía para que los gobernantes ganaran las guerras
que debían enfrentar.
Sun Tzu comenzó explicando a Helü que el conocimiento del enemigo era
fundamental para ganar la guerra. «Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo,
no tienes que temer el resultado de cien batallas», dijo Sun Tzu. El espionaje
proporciona la información necesaria para comprender las fortalezas y debilidades del
enemigo, así como sus planes y movimientos estratégicos.
Para ilustrar su punto, Tzu narró la historia de un general que había perdido
varias batallas contra un enemigo poderoso. Este general decidió enviar a sus espías
para obtener información sobre las tácticas y estrategias de las filas opuestas. Los
espías regresaron con valiosa información que reveló una debilidad crucial en el
enemigo. Armado con este conocimiento, el general pudo trazar un astuto plan y
derrotarlo en la siguiente batalla.
En El Arte de la Guerra se enfatiza que el espionaje no se limita solo a la
obtención de información, sino también a la desinformación. En una ocasión, Sun Tzu
convenció al rey Helü de que simulara una retirada en una batalla importante contra el
reino de Chu. El objetivo era hacer creer al enemigo que Wu estaba debilitado y
facilitar una emboscada. Gracias a esta maniobra, Wu ganó la batalla y logró una
victoria decisiva.
Además, Sun Tzu resaltaba la importancia de cultivar una red de espías leales y
confiables. Estos deberían ser entrenados en el arte del engaño y ser capaces de
moverse con sigilo entre las filas enemigas. La selección cuidadosa y el entrenamiento
riguroso de los espías eran cruciales para garantizar la precisión y la confiabilidad de
la información recopilada.

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Una de las estrategias para garantizar la lealtad de los espías era recompensar
generosamente a aquellos que se desempeñaban con éxito y tratar a los traidores con
severidad. Sun Tzu creía que la confianza era fundamental en la relación entre el líder
y sus espías. Solo a través de esta confianza mutua se podía garantizar que la
información crucial se transmitiera de manera precisa y oportuna. Otro aspecto
importante era el uso del engaño como una herramienta estratégica. Según él, «todo el
arte de la guerra se basa en el engaño». Sun Tzu recomendaba utilizar señuelos, trampas
y tácticas para confundir y desmoralizar al enemigo. Al crear una falsa percepción de
las intenciones y movimientos propios, se podía desequilibrar al adversario y
aprovechar su confusión para obtener una ventaja estratégica.
Para Tzu el espionaje no solo se limitaba al campo de batalla, sino que también
se extendía al ámbito político y diplomático. Reconocía que descubrir las intenciones
y alianzas de los enemigos potenciales era vital para evitar conflictos innecesarios y
para forjar alianzas beneficiosas.
En el siglo III A.C durante la dinastía Han, El Arte de la Guerra tuvo quizás su
más ferviente seguidor en Cao Cao, un lord de la guerra que se consideraba discípulo
de Sun Tzu. Cao, además de guerrero era poeta. A lo largo de su vida agregó
comentarios al texto, que con el tiempo se fueron incorporando en las versiones
sucesivas. De hecho, la versión de Cao y otros generales chinos que fueron acumulando
notas en el manual se mantuvo vigente hasta 1977, cuando se descubrió un manuscrito
del texto original, extraordinariamente bien preservado, escrito en tiras de bambú
sepultadas en una tumba del año 118 A.C en la provincia de Shantung.
Como Henry Kissinger escribió dos mil años después; por siglos los chinos no
sintieron que su civilización era amenazada por algún país o imperio que pusiera en
riesgo su estabilidad, de allí el desinterés en no estar informados sobre lo que ocurría
en el mundo. Quizás por ello, El Arte de la Guerra quedó relegado por mucho tiempo.
Durante el siglo XIX los chinos favorecieron mucho más las operaciones encubiertas
que la recolección de Inteligencia durante los conflictos que la afectaron en sus
fronteras. Buena parte de las operaciones encubiertas chinas giraban en torno a agentes
secretos especializados en técnicas de asesinato de sus enemigos.
En tiempos recientes, y curiosamente, luego del fin de la guerra fría ha ocurrido
un resurgimiento de Sun Tzu y su libro. El Arte de la Guerra nos enseña que el
espionaje bien ejecutado marca la diferencia entre la victoria y la derrota en el campo
de batalla. La comprensión del enemigo y la capacidad de utilizar la información
adquirida de manera efectiva son elementos cruciales para el éxito en la guerra.
Hoy, y en parte gracias a Sun Tzu, muchas corporaciones y líderes reconocen el
valor estratégico de la Inteligencia y el valor del arte de la guerra para competir en

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mercados globalizados y complejos, así como para combatir nuevas y sofisticadas
amenazas.

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Capítulo 10 - El Arthashasta
El Arthashastra es un antiguo
tratado que se cree que fue escrito por
Kautilya, también conocido como
Chanakya o Vishnugupta, en la India
alrededor del siglo III A.C. El término
«Arthashastra» se traduce comunmente
como «ciencia de la política» o «ciencia
de la riqueza». Este amplio manual
abarca una gama de temas relacionados
con la administración del Estado, la
política, la economía, la diplomacia, la
guerra y la ética. Es considerado uno de los textos clásicos más importantes en el campo
de la ciencia política y ha influido en el pensamiento político indio durante siglos.
El tratado consta de 15 libros que se dividen en varias secciones. Algunos de los
temas abordados en el Arthashastra incluyen la forma de gobierno ideal, la estructura
del Estado, la justicia, los impuestos, la política exterior, la guerra y la diplomacia, la
economía, los recursos naturales, la política agrícola, la protección de la frontera y la
seguridad interna.
A lo largo de la historia, el Arthashastra ha sido objeto de estudio y debate en la
India como en otras partes del mundo. Se ha comparado con otros tratados clásicos
como «El príncipe» de Maquiavelo y se considera una obra importante en el campo de
la política y la administración pública.
Este además, es el primer libro en la historia que aborda el tema del espionaje y
la Inteligencia del Estado como un método central para la gobernabilidad y el control,
inclusive más allá de la guerra. Hay que señalar que para el hinduismo el espionaje era
un oficio presente desde sus textos más antiguos, como el Mahabharata, el épico libro
sagrado de la India. En sus páginas, por ejemplo, el rey Yudhisthira recibe el consejo
de sus asesores sobre cómo manejar una red de espionaje:
«…todas deben ser personas muy bien examinadas, con sabiduría y capaces de
manejar el hambre y la sed. Los espías no deben conocerse unos a otros y deben
desplegarse en todas partes, en jardines y parques, lugares de reunión y lugares
públicos.»
El Arthashastra, por su parte, dedica una sección considerable al tema de la
inteligencia y el espionaje. Proporciona directrices sobre cómo recopilar información,
establecer redes de espionaje y utilizar la inteligencia para tomar decisiones
estratégicas. El texto enfatiza la importancia de estar bien informado sobre las
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actividades internas y externas que puedan afectar la seguridad del Estado. El manual
marca las pautas para crear un servicio profesional de Inteligencia al servicio del rey.
Sugiere la creación de una red de espionaje eficiente y bien organizada. Se
menciona la necesidad de reclutar agentes, también conocidos como «amigos secretos»
(sakhas), tanto dentro como fuera del reino, para recopilar información sobre las
actividades de los enemigos. Describe en detalle cómo debe ser el proceso de
reclutamiento y cómo los espías deben llenar 29 ocupaciones distintas a manera
de cover, todos operando en redes y distribuidos en los territorios de interés para el
gobernante.
El rey en persona deberá administrar su red de espionaje y le deberá dedicar al
menos un octavo del día para escuchar reportes e impartir órdenes de trabajo. Entre los
tipos de espías debe haber algunos entrenados como agentes provocadores utilizados
para descubrir potenciales complots o traiciones en contra del rey. El manual
recomendaba que de vez en cuando simular conflictos con el alto mando militar para
inducir a oficiales a pronunciarse en contra del rey y así descubrirlos. Igualmente, a
enviar señuelos a la reina para tentarla a serle infiel a su marido y develarla en su
traición.
Pero la parte clave del arte del espionaje, detallada en el Athashastra es el
desarrollo de capacidades para que los espías, siempre en el anonimato y con sus
identidades protegidas, pudieran infiltrarse y ganarse la confianza de potenciales
enemigos, con el propósito de asesinarlos, la mayoría de las veces a través del
envenenamiento indetectable. Los espías seleccionados como asesinos debían ser
escogidos como los de más coraje, dispuestos a pelear con elefantes y tigres sin
importarles sus propias vidas. Señala el libro: un sólo espía con el uso de armas, el
fuego y el veneno puede lograr más que un ejército en movimiento, si está bien
entrenando y motivado.
El texto también menciona la importancia de la desinformación como una
herramienta estratégica en el espionaje. Se sugiere la propagación de información falsa
o engañosa para confundir al enemigo y proteger los verdaderos planes e intenciones
del Estado. El manual resalta que la información recopilada a través del espionaje debe
utilizarse de manera efectiva en la toma de decisiones estratégicas. Sugiere que los
líderes y gobernantes deben confiar en la inteligencia para evaluar las fortalezas y
debilidades del enemigo y planificar acciones en consecuencia.
El Arthashastra se mantuvo presente hasta el siglo XII, luego desapareció de la
literatura india hasta 1904, cuando fue redescubierto y republicado en 1909. La primera
versión traducida al inglés se publicó en 1915, más de dos milenios después de haber
sido escrito, y se convirtió de nuevo en uno de los clásicos de la cultura india. El primer
ministro de la India, Jawarharlal Nehru hizo varias referencias al texto, en su
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reconocido libro The Discovery of India, escrito durante su prisión, previa a la
independencia.
En 2012, el canciller y consejero nacional de seguridad de la India, Shivshankar
Menon se refirió en una conferencia al Arthashastra diciendo:
“…reúne uno de los criterios esenciales de un gran libro, requiere ser leído una
y otra vez. Cada vez que se lee, se aprende algo nuevo y se consiguen nuevas formas
de observar los eventos.”
Aunque el Arthashastra nunca alcanzó la fama internacional del Arte de la
Guerra, se trata de un manual extraordinario en el cual, entre muchos otros aspectos,
se define con claridad la función de los órganos de Inteligencia de los Estados
modernos. Evidentemente, debe leerse desde la perspectiva de la India antigua y puede
diferir de las prácticas contemporáneas de la Inteligencia. Sin embargo, ofrece una
visión interesante sobre cómo se abordaba el espionaje en el contexto histórico y
político de la época.

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Capítulo 11 - Bajo la rosa.
En la historia del espionaje que he
venido relatando por capítulos, y que
estimo será bastante extensa, en esta
oportunidad tomo un ligero desvío para
introducir un tema clave en el mundo de
la inteligencia; se trata del uso de
símbolos.
El simbolismo puede ser una
poderosa herramienta para transmitir
mensajes ocultos. Una de las
representaciones más icónicas de la confidencialidad y el secreto es la frase latina Sub
Rosa, que literalmente significa «bajo la rosa».
A lo largo de la historia, esta expresión ha sido utilizada para denotar la
importancia de mantener la discreción en asuntos sensibles. Vale la pena explorar el
origen histórico de «Sub Rosa» y su asociación con las agencias de seguridad e
inteligencia en diferentes naciones.
El uso de la rosa como símbolo de secreto se remonta a la antigua Roma, donde
se consideraba un emblema sagrado. Durante las discusiones privadas en los banquetes
romanos, se solían colgar rosas del techo para recordar a los participantes que todo lo
que se decía bajo ellas debía permanecer en estricta confidencialidad. Esta costumbre
dio lugar a la expresión «Sub Rosa», que se convirtió en un recordatorio visual de la
importancia de mantener la privacidad.
En la historia de Inglaterra, la rosa también ha sido un símbolo de gran
relevancia. Durante la Guerra de las Rosas en el siglo XV, las casas rivales de York y
Lancaster se enfrentaron por el control del trono. Sin embargo, después de la guerra, la
unión de las casas resultó en la creación de la Rosa Tudor, que combinaba los
emblemas de ambas familias en una sola rosa roja y blanca. Esta rosa se convirtió en
un símbolo de reconciliación y paz, pero también se asoció con el mantenimiento de
secretos y la intriga política. En los palacios de Henrique VIII, una estilizada rosa
Tudor cubría el techo de las cámaras donde se reunía el consejo privado del rey, era el
sitio donde se trataban los asuntos más confidenciales de la corte.
En la actualidad, algunos países utilizan el símbolo de la rosa en sus agencias de
seguridad e inteligencia. Por ejemplo, la CIA (Agencia Central de Inteligencia) en los
Estados Unidos utiliza en su escudo una rosa de los vientos. Es una especie de estrella
de 16 puntas, que según dicen significa el flujo de información que converge en un

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solo punto. En todo caso, es una rosa roja debajo del águila que es el símbolo de la
nación.
El simbolismo de la rosa y su asociación con el secreto han dejado una huella
duradera en nuestra sociedad. Desde logotipos de agencias gubernamentales hasta
películas y novelas de espías, la imagen de la rosa se ha convertido en un ícono
culturalmente reconocido que evoca misterio y confidencialidad.
La novela, «En el nombre de la rosa», de Umberto Eco, publicada en 1980 es
una referencia directa a este simbolismo de la rosa como un emblema de secretismo.
La trama se desarrolla en una abadía benedictina en el siglo XIV, donde ocurren
una serie de misteriosos asesinatos. El protagonista, Guillermo de Baskerville, un
monje franciscano y ex inquisidor, investiga estos crímenes en un entorno lleno de
intrigas, conspiraciones y secretos.
A lo largo de la historia, los monjes benedictinos eran conocidos por su
dedicación a la preservación y custodia de conocimientos y textos sagrados. En la
novela, la rosa se convierte en un símbolo de los secretos ocultos dentro de la abadía,
que se deben proteger. El uso de la rosa en la novela también alude a la tradición
histórica de la flor como un recordatorio de la necesidad de discreción y
confidencialidad, como mencioné anteriormente en el contexto romano y en la Guerra
de las Rosas en Inglaterra.
Ya sea en la política, la literatura o el cine, el poder evocador de la rosa continúa
fascinando a las personas y destacando la importancia de proteger la información
sensible. En un mundo cada vez más conectado, mantener secretos se ha vuelto más
desafiante, pero el legado de «Sub Rosa» perdura como un recordatorio de que los
secretos existen y deben, por razones de estricta seguridad permanecer en
confidencialidad.
Quisiera concluir esta breve historia haciendo referencia al logo del Chat GPT.
Según he leído, esta figura se asemeja a un remolino o un vórtice. El ícono también se
parece al antiguo símbolo armenio del infinito, pero dicen que simboliza la vida eterna
y el desarrollo. Se me ocurre especular que la imagen es una rosa en tránsito a su
apertura, una especie de señal que la inteligencia artificial es una herramienta que
“descubre secretos”.
En fin, el tema de los símbolos y la inteligencia no termina aquí, en el futuro me
iré refiriendo a otros que ocultan meta mensajes en este apasionante mundo del
espionaje.

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Capítulo 12 - El Imperio Romano
Con el asesinato de Julio César en
el 44 a.C. la república romana devino en
dos décadas de guerra civil y no fue hasta
el año 27 a.C. cuando emergió
Octaviano, el sobrino nieto de César,
quien terminó convirtiéndose en el
Emperador Augusto e imponiendo un
nuevo orden a lo que sería el futuro
imperio.
Los dos siglos siguientes son
recordados como la edad de oro de la Pax Romana, período en el cual la paz reinó en
buena parte de Europa, aunque con un gran “hueco” a partir de las fronteras germanas
del Rin, donde los bárbaros derrotaron en el año 9 d.C. al ejército de Augusto,
exactamente en el bosque de Teutoburgo, lo que evitó que Roma pudiese imponer su
modelo de pacificación al Este del río. Los historiadores atribuyen esta derrota a las
graves fallas de la Inteligencia militar de los romanos, considerada como débil y
vulnerable, en comparación con la de Julio César medio siglo antes.
La derrota de los romanos en Teutoburgo le fue endosada a Publio Quintillo
Varo, el gobernador de la provincia germánica, quien subestimó a su fuente principal,
un hombre conocido como Segestes, quien formaba parte del grupo de poder de los
bárbaros, pero funcionaba como infiltrado y pasaba información a los romanos.
Segestes, semanas antes le había indicado a Varo sobre las tácticas bárbaras de la
guerra, pero este se creyó superior a su enemigo y fue derrotado luego de tres días de
batalla. Varo se suicidó luego del combate, pues ya sabía lo que le esperaba al rendir
cuentas a Augusto.
La forma más común de Inteligencia en el naciente imperio romano era el uso
intensivo de informantes e infiltrados entre los grupos de poder. Augusto era un hombre
de carácter ansioso y veía conspiraciones en todas partes. Quizás para evitar lo que le
había ocurrido a su padre adoptivo Julio César, quien terminó asesinado por su entorno,
Augusto llevaba una espada al cinto y vestía con una armadura metálica ligera debajo
de su ropaje, además de moverse acompañado de una guardia de escoltas de diez
hombres. Como procedimiento estándar de seguridad, a los senadores sólo les era
permitido aproximarse a Augusto, uno a la vez, y eran requisados por los guardias para
detectar dagas ocultas.
A los informantes de Augusto se les conocía como delatores, término que a
partir de su reinado cambió para siempre su significado. El emperador se encargaba
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personalmente de manejarlos. Augusto, quien era conocido por su apetito sexual, con
frecuencia utilizaba a sus delatores como intermediarios para arreglarle encuentros con
mujeres. Los delatores además de ser los oídos de Augusto debían verificar
previamente los cuerpos desnudos de las damas, a fin de garantizar que se ajustaran a
los gustos de su jefe.
Con la llegada del sucesor de Augusto, el emperador Tiberio César, en el año 14
d.C. se incrementaron considerablemente el número de delatores en el entorno del
gobernante. La profesión de delator era bien remunerada y no pública, por razones
obvias. Tiberio era aun más obsesivo con las conspiraciones que Augusto. De acuerdo
con el filósofo Séneca, en el reinado de Tiberio era más fácil morir por cargos de
traición que por ir a pelear a la guerra.
Los cuatro sucesores de Augusto, pertenecientes a la dinastía de los Julio –
Claudio (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) muy posiblemente les prestaban tanta
atención a los delatores como a los videntes y adivinadores de la corte. Según la
historia, un oráculo al hacer un sacrificio con sangre de garza advirtió a Calígula que
sería asesinado por un complot tramado por Casio, ante lo cual, el emperador mandó a
ejecutar al procónsul de Asia, Casio Longino, Sin embargo, Calígula se equivocó, pues
el verdadero complot lo había planeado Casio Carea en el año 41 d.C.
Los servicios de Inteligencia durante los años del imperio romano fueron
bastante deficientes. No contaban con los medios adecuados para distinguir las
amenazas reales de las falsas y los emperadores eran tan supersticiosos que igual
respondían a los rumores de los delatores que a las predicciones de los adivinos. La
prueba más contundente de las fallas en la Inteligencia está en que casi el 75% de los
emperadores romanos fueron asesinados o derrocados de su trono.
La seguridad de los emperadores estaba a cargo de la Guardia Pretoriana, un
cuerpo élite que disfrutaba de muy buena paga y recibía bonos y premios del
emperador. Durante el período de Claudio, el emperador les otorgaba un bono anual a
cada guardia que era superior a cinco salarios. Sin embargo, en una cantidad de
conspiraciones en contra de los emperadores estaba involucrada la Guardia Pretoriana.
Quizás el caso más evidente ocurrió en el año 192, con el asesinato del emperador
Cómodo, en el cual estuvo directamente implicado el prefecto de los pretorianos.
Durante los años del imperio previos a la conversión al cristianismo, lo más
cercano a un cuerpo de Inteligencia eficaz fue el uso de los frumentarii. Se trataba de
agentes que se encargaban de la compra y distribución de granos para suplir a las tropas
en todos los espacios territoriales del imperio. Debido a que tenían que viajar por
muchas partes y hablar con gobernantes y militares, se convirtieron en más
que delatores. Tenían la capacidad de llevar y traer información y alertas tempranas,
además de ver, de forma más integral, lo que ocurría en el imperio. Esta tarea de
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Inteligencia asignada a los agentes de comercio y distribución de granos se expandió
con mucha más fuerza en el siglo segundo, de donde datan reportes del emperador
Adriano (117 -138) asignando labores de espionaje a los frumentarii.
No cabe duda que el imperio romano fue una formidable maquinaria militar que
logró dominar gran parte del mundo conocido en su época. Sin embargo, la visión
convencional y militarizada sobre sus enemigos y la confianza en su fuerza bruta los
llevaron a ser negligentes en el uso de la Inteligencia y el espionaje. Roma no creía
tener enemigos lo suficientemente grandes o poderosos como para constituir una
amenaza real. Esta falta de percepción contribuyó a la ausencia de una estrategia de
Inteligencia real y efectiva.
A medida que el tiempo avanzaba, el imperio comenzó a enfrentarse a amenazas
internas y externas que minaron su estabilidad. Bárbaros, revueltas en provincias y
conflictos internos fueron algunos de los desafíos que se presentaron. La falta de
información precisa sobre estos problemas y la incapacidad para anticipar sus
consecuencias debilitaron la capacidad de respuesta de Roma. De haber existido algún
modelo de Inteligencia, hubiesen contado con conocimiento más detallado de las
fuerzas enemigas, sus tácticas y planes, permitiendo probablemente una mejor
preparación para enfrentar las amenazas emergentes.
Un ejemplo notable de la falta de visión fue la incapacidad de Roma para
anticipar la incursión de los bárbaros germánicos liderados por Alarico en el año 410
d.C., quienes saquearon la Ciudad Eterna, por primera vez en 800 años. La sorpresa y
el caos resultante sigue siendo hoy un corolario de la falta de inteligencia estratégica y
la subestimación de los enemigos.
Además, el sistema político y social del Imperio Romano también fue
susceptible a la manipulación y la infiltración, lo que se hubiese podido detectar a
tiempo, de haber ocurrido un desarrollo sistemático del espionaje. La corrupción
interna y la disidencia entre las élites políticas y militares podrían haberse enfrentado
de manera más efectiva mediante la recopilación de información confiable y el uso de
herramientas de inteligencia, que ya para la época existían.
La lección de Roma sirve como recordatorio sobre la importancia de la
Inteligencia estratégica para mantener la seguridad y la estabilidad de una nación en un
mundo lleno de incertidumbre y desafíos en constante evolución.

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Capítulo 13 - La caída de Roma y el imperio de los
bárbaros
La caída del Imperio Romano de
Occidente fue un proceso complejo y
gradual que se extendió a lo largo de
varias décadas. No existe un evento
único y definitivo que haya marcado el
colapso completo de la estructura y el
dominio romano sobre el mundo
antiguo. Son múltiples las causas que
contribuyeron a la disolución del
imperio y la toma de control de las tribus
bárbaras sobre parte de su territorio.
Entre los factores que condujeron al fin del imperio, la debilidad militar de su
ejército fue uno de los aspectos claves. Las legiones romanas, que una vez habían sido
conocidas por su disciplina y formaciones bien organizadas, comenzaron a enfrentar
problemas en términos de entrenamiento, moral y reclutamiento. La infantería se
volvió menos ágil y adaptada a las tácticas de guerra móviles que empleaban muchas
tribus bárbaras.
El componente político también jugó un papel determinante en los últimos siglos
del Imperio Romano. Durante varias décadas hubo una sucesión de emperadores
ineficaces, corruptos y con frecuencia cortos de visión. Algunos emperadores llegaban
al poder a través de luchas internas y asesinatos, lo que socavaba la estabilidad y la
legitimidad del gobierno. Esta falta de liderazgo coherente y competente debilitó la
capacidad del imperio para enfrentar las amenazas internas y externas de manera
efectiva.
Junto al deterioro militar y la perdida de liderazgo de los emperadores, la escasa
presencia de cuerpos de Inteligencia organizados provocó la desatención de las
extensas fronteras, cada vez más presionadas por las tribus bárbaras. Llegó un punto
en el cual, Roma ignoraba casi por completo lo que ocurría sobre su territorio, lo que
complicaba la identificación de amenazas y la toma de decisiones acertadas para
contener la progresiva presencia de enemigos. Además, la ya citada corrupción y las
luchas internas dentro de la administración romana a menudo debilitaban la capacidad
del imperio para actuar con efectividad.
En el año 410 d.C., la ciudad de Roma fue saqueada por los visigodos liderados
por su rey Alarico. Este evento es a menudo visto como un shock cultural y psicológico,

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ya que Roma había sido considerada invulnerable durante siglos. Aunque no condujo
directamente al colapso del imperio, marcó un hito en la creciente debilidad y
vulnerabilidad de la capital romana. A pesar de las agresiones en contra del Imperio,
no fue sino hasta el 476 d.C. cuando el último emperador romano de Occidente,
Rómulo Augústulo, fue depuesto por el líder germánico Odoacro. A pesar de ello, este
evento tampoco marcó el final definitivo del gobierno imperial en la región, a esta
deposición a menudo se le considera como un símbolo de la caída. Odoacro envió las
insignias imperiales a Constantinopla y asumió el control de Italia, marcando el
comienzo de la Edad Media en Europa occidental.
Después de la deposición de Rómulo Augústulo, las provincias occidentales del
imperio fueron fragmentándose bajo el control de diferentes líderes bárbaros. Odoacro
estableció un reino germánico en Italia, mientras que otras regiones también cayeron
bajo el control de diferentes grupos. En 493 d.C., el líder germánico Teodorico el
Grande capturó Rávena, donde se había refugiado el último reducto de la
administración romana, y estableció el Reino Ostrogodo, marcando un nuevo capítulo
en la historia de la península italiana.
En este punto es necesario comprender que las tribus bárbaras, en particular los
hunos, poseían nuevas tácticas de movilidad y nuevas armas frente a las cuales los
romanos no podían competir, precisamente por no contar con suficiente Inteligencia.
Los hunos eran conocidos por su habilidad en tácticas de guerra móviles y
rápidas. A diferencia de las formaciones más rígidas y estructuradas del ejército
romano, los hunos eran expertos jinetes y arqueros a caballo que aprovechaban su
agilidad para rodear y confundir a sus oponentes. Utilizaban esquemas de emboscada,
retirada simulada y ataques sorpresa para desorientar a sus enemigos y causar el caos
en las filas enemigas.
Los hunos eran maestros en el uso del arco compuesto a caballo. Este arco les
daba una gran ventaja en la batalla, ya que podían disparar flechas con precisión y
velocidad mientras estaban en movimiento. Utilizaban tácticas de disparo a distancia
para debilitar las filas enemigas antes de lanzar ataques cuerpo a cuerpo. Esta capacidad
de ataque a distancia les permitía mantener a raya a las formaciones romanas y
desgastarlas antes de un enfrentamiento directo. Además, los hunos eran expertos en
adaptarse a diferentes situaciones en el campo de batalla. Podían cambiar rápidamente
de la ofensiva a la defensiva según lo requiriera la situación. Esta flexibilidad táctica
les permitía aprovechar las debilidades de sus oponentes y ajustar en tiempo real sus
formatos de guerra.
En lugar de depender únicamente de batallas campales, los hunos también
empleaban estrategias de desgaste a largo plazo. Utilizaban el asedio, las incursiones y
el acoso constante para socavar la resistencia y la moral de las regiones y ciudades
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enemigas. Esto no solo les permitía conquistar territorios, sino también presionar a los
romanos a hacer concesiones políticas y económicas. A medida que los hunos se
encontraban con otras tribus bárbaras, también aprendían y asimilaban nuevas técnicas
de batalla y tecnologías. Las alianzas temporales con otras tribus les proporcionaron
un repertorio más amplio en estrategia militar, lo que los hacía aún más formidables en
el campo de batalla.
Atila, el más famosos de los hunos, fue un líder militar y su rey, durante una
parte del siglo V d.C. Fue conocido por su ferocidad en la batalla y su capacidad para
unificar a las tribus hunas bajo su liderazgo. Atila se convirtió en uno de los adversarios
más temidos del Imperio Romano de Occidente. Atila lideró varias campañas militares
en Europa durante la década de 440 d.C. Sus incursiones abarcaron desde el este de
Europa hasta las regiones de la actual Francia. Aprovechando las divisiones internas
del Imperio Romano, saqueó y extorsionó a varias ciudades y regiones, obteniendo
tributos y concesiones de diferentes reinos. Una de las hazañas más destacadas de Atila
fue la Batalla de los Campos Cataláunicos (también conocida como la Batalla de
Châlons), que tuvo lugar en el año 451 d.C. En esta batalla, Atila se enfrentó al ejército
combinado del general romano Flavio Aecio y el rey visigodo Teodorico I. Aunque la
batalla fue feroz y costosa para ambos lados, Atila finalmente se retiró, y su avance
hacia el corazón de la Galia romana se detuvo.
El Imperio Huno que surgió después de la caída del Imperio Romano de
Occidente no fue una entidad centralizada y duradera como un imperio tradicional.
Más bien, fue una confederación de tribus nómadas y seminómadas lideradas por
líderes carismáticos. Atila murió en el año 453 d.C., en circunstancias aun no bien
conocidas. Después de su muerte, el imperio huno comenzó a desmoronarse debido a
luchas internas y presiones externas. Sin un líder, las tribus hunas se separaron y el
imperio se fragmentó. A medida que el siglo V d.C. avanzaba, los hunos dejaron de ser
una fuerza política y militar significativa en Europa.
Aquí, con la caída del Imperio Romano de Occidente termina un grueso capítulo
de la historia del espionaje y da paso uno nuevo y bastante más interesante. Pronto
exploraremos cómo se desarrolla la Inteligencia en la Edad Media, en una fusión de
Estados y religiones.
Como corolario intermedio luego de todos estos episodios, se me ocurre que la
Inteligencia y el espionaje fueron y siguen siendo grandes fuerzas, aunque ocultas,
utilizadas para mantener el poder y gobernar. La clave más interesante de esta historia
es que cuando el poder ejercido por el gobernante era fuerte, su organización de
Inteligencia también lo era, lo que, a su vez, realimentaba su capacidad de identificar
y neutralizar amenazas tempranamente, garantizándole continuidad y potencia en su
mandato. Asimismo, al debilitarse el poder, también se debilitaban sus capacidades de

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Inteligencia, lo que aceleraba el fin de su gobierno, y como en el caso de Roma, la
disolución de un imperio.

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Capítulo 14 - Introducción al espionaje en la edad
media
La Edad Media es vista como un
período de oscuridad y misterio, pero
detrás de los castillos y las cruzadas,
existía un mundo subterráneo de intriga
y espionaje que rara vez se menciona en
los libros de historia. A pesar de la falta
de tecnología, el espionaje en la Edad
Media era una herramienta crucial para
los reyes, nobles y clérigos que luchaban
por el poder y la influencia en Europa.
En los diez siglos que duró la Edad Media, el espionaje fue llevado cabo por
individuos que se movían en las sombras, actuando en secreto en beneficio de sus
señores o de sí mismos. Los espías podían provenir de diferentes estratos sociales,
desde cortesanos y caballeros hasta campesinos y monjes. Algunos eran motivados por
la lealtad a su señor o rey, mientras que otros lo hacían por recompensas materiales o
el deseo de venganza. Las mujeres también desempeñaron un papel importante en el
espionaje medieval, ya que las subestimaba y se las consideraba menos sospechosas.
Sin los dispositivos de vigilancia y la tecnología de comunicación de la era
moderna, los espías medievales dependían de métodos ingeniosos y recursos limitados.
Algunas de las técnicas de espionaje más comunes incluían:
• El disfraz: Los espías se disfrazaban de sirvientes, comerciantes o incluso
mendigos para mezclarse con la población local y obtener información.
• Los mensajeros secretos: Los mensajes se entregaban a través de mensajeros que
podían pasar desapercibidos en territorios enemigos.
• Los códigos y el cifrado: La criptografía era esencial para mantener los mensajes
seguros. Los espías utilizaban códigos y cifrados para proteger la información
de sus señores.
• La tortura y la traición: Algunos espías eran capturados y torturados, lo que los
llevaba a traicionar a sus empleadores y revelar información sensible.
Uno de los ejemplos más notorios de espionaje en la Edad Media fue la figura
de John Hawkwood, un mercenario inglés que luchó en Italia durante el siglo XIV.
Hawkwood no solo comandó tropas en el campo de batalla, sino que también actuó
como espía para diferentes señores italianos. Su conocimiento de las tácticas y
estrategias militares inglesas resultó invaluable para sus clientes italianos.

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Juana de Arco, quien se convirtió en una figura icónica en la Guerra de los Cien
Años, fue también una hábil espía para el ejército francés. Otro caso famoso fue
William Marshal, un caballero y político inglés del siglo XII, conocido por su lealtad
a Enrique II de Inglaterra. Sirvió como espía de Enrique, realizando misiones
encubiertas para recopilar información sobre los enemigos del rey, tanto dentro como
fuera de la corte.
Los ingleses han sido siempre grandes espías. A finales del siglo XV, el castillo
de Bamburgh en Inglaterra fue un importante centro de espionaje. Un cifrado llamado
«Código de las Tablas de Bamburgh» se utilizó para proteger la correspondencia entre
el castillo y la corte real. Este cifrado fue uno de los primeros ejemplos documentados
de criptografía en la Edad Media
El espionaje en la Edad Media era un elemento esencial en la lucha por el poder
y la supervivencia en un mundo marcado por la incertidumbre y el conflicto. A pesar
de las limitaciones tecnológicas, los espías medievales demostraron una notable astucia
y valentía en la recopilación de información y la ejecución de misiones secretas. Su
contribución a la historia no solo fue significativa en términos de eventos militares,
sino que también arroja luz sobre la complejidad de las relaciones de poder en una
época de caballeros y castillos.
La Iglesia, por su parte, también desempeñó un papel importante en el espionaje
durante la Edad Media, aunque no siempre de manera directa ni oficial. Su influencia
en la sociedad medieval y su red de contactos le permitieron obtener y transmitir
información valiosa, ya que tenía una presencia ubicua en la sociedad medieval y
contactos tanto con líderes civiles como religiosos. Esto le permitía obtener datos sobre
asuntos políticos, militares y sociales de la época. Los clérigos y monjes eran
frecuentemente testigos y registradores de eventos importantes.
La Iglesia, además tenía una infraestructura de comunicación bien establecida
que incluía monasterios y catedrales como centros de transmisión de información. Los
clérigos y mensajeros eclesiásticos se utilizaban para llevar mensajes entre diferentes
partes, lo que facilitaba la comunicación secreta. Adicionalmente, daban refugio a
personas perseguidas o en busca de asilo. Esto incluía a espías que consideraban a los
conventos e iglesias como lugares seguros. Los líderes eclesiásticos a veces eran
conscientes de la identidad de estos refugiados, pero solían guardar silencio para
preservar su neutralidad o como un acto de caridad cristiana.
Una función clave que desempeñaban los obispos y cardenales era que actuaban
como embajadores o mediadores en asuntos políticos y diplomáticos, permitiéndoles
obtener información sobre los estados vecinos y acuerdos secretos. La confesión era
una práctica común en la Iglesia medieval y se utilizaba tanto para recopilar
información, como para descubrir secretos políticos o militares de personas que
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buscaban la absolución de sus pecados. Sin embargo, las violaciones de la
confidencialidad de la confesión eran raras y generalmente se consideraban
inaceptables.
El espionaje religioso era una práctica común en la Iglesia medieval. Se trataba
de la vigilancia de grupos considerados herejes o la persecución de brujas. Estos
esfuerzos involucraban interrogatorios y recopilación de información sobre creencias
y prácticas religiosas. La relación entre la Iglesia y el espionaje en la Edad Media
variaba según la región y el momento histórico. La Iglesia tenía sus propios intereses
y objetivos, y su participación en el espionaje con frecuencia se alineaba con esos
intereses o con la política de la época.
Durante la Edad Media, especialmente en los siglos XIII al XV, la Inquisición y
el espionaje estaban relacionados en cierta medida debido a las funciones de vigilancia
y control que ambas instituciones ejercían en la sociedad europea. Sin embargo, es
importante entender que la Inquisición y el espionaje tenían objetivos y métodos
diferentes.
El espionaje tenía una gama mucho más amplia de objetivos en comparación con
la Inquisición. Los espías medievales podían ser empleados por reyes, nobles, líderes
militares o incluso la Iglesia para recopilar información sobre asuntos políticos,
militares, diplomáticos o económicos.
A diferencia de la Inquisición, que estaba estrechamente vinculada a la Iglesia
Católica y operaba bajo su autoridad, los espías podían ser empleados por una variedad
de entidades, incluidos gobiernos seculares, nobles o incluso grupos mercenarios. Esto
les daba una mayor independencia en términos de objetivos y métodos.
Un caso de espionaje muy interesante surgió en 1209 con el papa Inocencio III,
quien llevó a cabo lo que se conoció como la Cruzada albigense en territorio francés
en contra de los cátaros, considerados herejes, aun cuando su doctrina había surgido
del Nuevo Testamento. El pontífice planteaba que Jesús había ejecutado un “engaño
sagrado” al burlar al demonio, haciéndole creer que había muerto, para luego resucitar
y cumplir los designios de Dios. Debido a que los herejes eran considerados enviados
del mal, contra ellos era válido poner en práctica cualquier maniobra para engañarlos
y así poder aniquilarlos.
Investigaciones recientes han sugerido que muchos de los ejecutados como
herejes, en realidad no eran cátaros. Algo parecido ocurrió siete siglos más tarde en la
URSS con la purga de Stalin en contra de supuestos trotskistas. Individuos incómodos
al régimen que eran etiquetados como seguidores de León Trotsky para justificar sus
asesinatos. Ambos casos de exterminación por razones ideológicas.

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Con esta introducción sobre el espionaje en el medioevo, me dedicaré en los
próximos capítulos de esta historia a detallar varios casos y personajes medievales que
nos ayudarán a comprender cómo se va formando la estructura de lo que son hoy, las
grandes organizaciones de Inteligencia. Espero me sigan acompañando.

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Capítulo 15 - La Inquisición
En la Edad Media, el concepto de
Inteligencia tal como lo conocemos hoy
en día no existía, pero ciertamente había
formas de recopilación de información y
vigilancia que podrían considerarse
precursoras del espionaje. La Iglesia
desempeñó un papel central en la
sociedad medieval, y como cualquier
institución del poder, estaba interesada
en mantener el control y obtener
información sobre posibles amenazas a
su autoridad.
Durante el siglo XIII, en respuesta a la proliferación de movimientos heréticos,
como los cátaros y valdenses, que cuestionaban la doctrina católica, la Iglesia
estableció la Inquisición para investigar y perseguir la herejía. Los inquisidores eran
enviados a diferentes regiones para investigar y suprimir cualquier forma de
pensamiento que se considerara herética. El trabajo de los inquisidores era de alguna
forma, un experimento primitivo y represivo de Inteligencia, ya que involucraba la
recopilación de información, interrogatorios y con frecuencia, métodos de tortura para
obtener confesiones.
La Inquisición estaba bajo la autoridad del papado, pero en algunos casos, las
monarquías europeas también participaron en su implementación. Este oficio utilizaba
tribunales eclesiásticos para juzgar a aquellos acusados de herejía, permitiendo el uso
de la tortura para obtener confesiones. Los juicios públicos de la inquisición conocidos
como «Auto de fe» se trataba de eventos donde se leían las sentencias y se ejecutaban
las penas, que podían incluir la confiscación de bienes, prisión, o en casos extremos, la
ejecución en la hoguera.
Los métodos de la Inquisición eran bastante proactivos, se basaban en la
búsqueda de posibles herejes en lugar de simplemente responder a denuncias. La
herejía se definía como cualquier desviación de la doctrina oficial de la Iglesia. No
cabe duda que la inquisición tuvo un impacto significativo en la sociedad medieval, a
través del miedo y control social e ideológico como herramientas de dominación.
Durante la Inquisición muchos de los acusados eran personas comunes, pero también
hubo casos notorios, como el de los Templarios. A medida que avanzaba el tiempo, la
Inquisición experimentó altibajos en términos de poder e influencia. Su actividad se
redujo gradualmente durante el Renacimiento y la Reforma.

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La Inquisición dejó un legado oscuro en la memoria histórica de la Iglesia, con
críticos señalando sus métodos draconianos y su papel en la persecución de aquellos
que cuestionaban la ortodoxia.
Para entender un poco más esta época de la historia en el marco del espionaje y
la investigación, debo traer al Papa Juan XXII (pontificado de 1316 a 1334), período
en el cual la política y la religión se combinaron en las intrigas que sirvieron para
desarrollar nuevas tácticas en el “arte de la inteligencia”. La Iglesia poseía una red muy
significativa de informantes dentro de sus propias filas y en la sociedad en general.
Esto incluía la observación de comportamientos sospechosos, la escucha de
conversaciones y la recopilación de rumores. Asimismo, la correspondencia era una
herramienta clave para la comunicación en la Edad Media. La Iglesia, a través de sus
autoridades locales y obispos, podría interceptar y examinar cartas en busca de
contenido que se considerara subversivo. Por otro lado, la Iglesia también ejercía
control sobre la producción y circulación de libros y manuscritos. Aquellos textos que
se consideraban heréticos o subversivos eran censurados y a menudo destruidos.
Juan XXII fue uno de los papas que residió en Aviñón, Francia, durante el
periodo conocido como el «Cautiverio de Aviñón» (1309-1377), cuando varios papas
eligieron esta ciudad como su sede papal en lugar de Roma. El papa Juan generó
controversia al cuestionar la doctrina de la «beatífica visión». Sostenía que las almas
de los justos fallecidos no veían a Dios directamente hasta después del Juicio Final.
Esta posición fue objeto de debates teológicos y críticas. Uno de los aspectos más
destacados de su papado fue el conflicto con el emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico, Luis IV. Hubo desacuerdos sobre la autoridad en la Iglesia y el poder
temporal. Juan XXII llegó a excomulgar a Luis IV.
El papa Juan XXII también tuvo conflictos con la Orden Franciscana,
particularmente con respecto a la interpretación de la pobreza evangélica. Su posición
sobre este tema provocó tensiones con los franciscanos, y algunos de ellos se opusieron
a su pontificado.
Aunque más tarde que el periodo del mencionado papa, el Concilio de Constanza
en la actual Alemania (1414-1418) ilustra cómo la Iglesia podía reunir información
sobre la conducta de sus miembros. Durante el concilio, se llevaron a cabo juicios y se
recopilaron pruebas contra figuras importantes como Juan Hus y Jerónimo de Praga,
quienes fueron considerados herejes.
Este concilio es convocado por la Iglesia Católica porque se había
experimentado un período de cisma conocido como el Cisma de Occidente, que se
prolongó desde 1378 hasta 1417. Durante este tiempo, hubo varios papas rivales, cada
uno con su propia línea de sucesión. Esto generó una división en la Iglesia con lealtades
divididas entre los seguidores de diferentes papas.
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En esos años surgieron movimientos y pensadores que cuestionaban la autoridad
y las prácticas de la Iglesia. El concilio se convocó para abordar las cuestiones
doctrinales y disciplinarias dentro de la Iglesia, y para tratar a aquellos que se
consideraban herejes. En 1415, el Papa Gregorio XII renunció voluntariamente al
papado como un esfuerzo para poner fin al Cisma de Occidente. Su renuncia allanó el
camino para la elección de un nuevo papa que pudiera unificar la Iglesia y facilitó la
elección de Martín V como papa en 1417, poniendo fin al cisma y restaurando la unidad
papal.
Para entender el ambiente de la Edad Media en el cual se desenvolvían todas
estas tramas, no puedo dejar de referirme a la famosa novela «En el nombre de la rosa»
de Umberto Eco. Esta novela es una obra histórica y de misterio que se desarrolla en
una abadía benedictina en el norte de Italia durante el año 1327, precisamente durante
la regencia del papa Juan XXII.
La historia de la obra se centra en Guillermo de Baskerville, un monje
franciscano, y su joven aprendiz Adso de Melk, quienes llegan a la abadía para
participar en un debate teológico. Pronto, una serie de misteriosos asesinatos
comienzan a ocurrir entre los monjes, y Guillermo asume el papel de detective para
resolver el caso.
La narrativa está impregnada de simbolismos y referencias literarias, y el título
hace referencia al Apocalipsis, donde se habla de un libro perdido que podría
desencadenar desastres si es descubierto. A medida que Guillermo investiga los
asesinatos, descubre que están relacionados con el acceso a un antiguo manuscrito que
contiene conocimientos prohibidos. La trama se complica con las tensiones políticas y
religiosas de la época, especialmente en torno a la lucha entre la ortodoxia y las ideas
consideradas herejes.
La novela aborda temas como la relación entre el conocimiento y el poder, la
interpretación de la verdad y la naturaleza de la fe. En el Nombre de la Rosa es conocida
por su complejidad literaria, su rica ambientación histórica y su intrincada trama,
convirtiéndose en un clásico contemporáneo.
Es importante señalar que, en esta época, la Iglesia y el poder político estaban
estrechamente entrelazados, y las líneas entre el espionaje político y eclesiástico eran
bastante borrosas. El mantenimiento del poder y la eliminación de amenazas percibidas
eran objetivos compartidos por la Iglesia y los líderes políticos de la época.
A la historia del espionaje durante la Edad Media aun le resta un capítulo sobre
el Protestantismo, la Reforma y el inicio del Renacimiento.

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Capítulo 16 - El Santo Oficio y la CIA de Felipe II.
El 31 de octubre de 1517, Martín
Lutero al colgar sus 95 tesis en la puerta
de la iglesia de Wittenberg, en Sajonia,
desencadenó la Reforma Protestante al
cuestionar la autoridad papal y afirmar
que la salvación se alcanzaba por la fe
en Cristo, y no a través de las obras o las
indulgencias.
Durante la Edad Media, a medida
que la iglesia acumulaba más poder,
también surgían críticas. La gente comenzó a cuestionar prácticas como la venta de
indulgencias y otras formas de corrupción dentro de la jerarquía eclesiástica. Las
indulgencias se compraban a cambio de una limosna que la Iglesia empleaba para
financiar obras en la comunidad. Si embargo, con el tiempo, estas prácticas se
convirtieron en un auténtico negocio que nada tenía de caritativo, lo que generó la
indignación de una parte del clero y dio origen a esta reforma.
Apenas dos años después del inicio de la Reforma, en 1519, llegaba al poder el
emperador Carlos V (Carlos I de España). Durante su reinado, hasta su abdicación en
1556, la persecución del protestantismo fue una realidad en sus territorios,
especialmente en el Sacro Imperio Romano Germánico. Carlos V era un ferviente
católico y defensor de la fe católica.
En 1521, Carlos V convocó una dieta (asamblea) en Worms para abordar las
crecientes tensiones religiosas, especialmente en relación con las enseñanzas de Martín
Lutero, quien había desafiado abiertamente al papa y cuestionado varias doctrinas de
la Iglesia Católica. En la Dieta de Worms, Lutero fue excomulgado y declarado hereje.
A pesar de ello, el emperador no pudo imponer inmediatamente su arresto a Lutero
debido al apoyo que tenía entre algunos príncipes alemanes.
En la Dieta de Worms, Carlos V emitió un edicto conocido en la historia como
el Edicto de Worms. Se trataba de un decreto que condenaba oficialmente las
enseñanzas de Lutero y prohibía sus escritos. También declaró a Lutero un “fuera de
la ley”, lo que significaba que cualquiera podía ejecutarlo, quitándole la vida sin
enfrentar consecuencias legales. A pesar de esta sentencia, Martín Lutero vivió por 25
años más, en medio de disputas y confrontaciones, ya no sólo con los católicos sino
contra aquellos que no aceptaban ser convertidos al protestantismo. Finalmente, muere
en 1546 en la ciudad de Eisleben.

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En el lapso entre 1517 con el inicio de la Reforma y la muerte de Lutero en 1546
hubo efectivamente una cantidad de sentencias y ejecuciones a supuestos herejes, tanto
en Alemania como en otros países de Europa, sin embargo, no fue sino hasta 1542
cuando el papa Paulo III funda lo que se llamó el Santo Oficio, una especie de Oficina
de la Inquisición que servía para centralizar las investigaciones por herejía. Así se inicia
la Inquisición Romana, lo que atrajo a una parte muy radical y ambiciosa del clero,
incluyendo al Gran Inquisidor Antonio Ghislieri, quien en 1566 sería electo como el
papa Pio V, y luego a su muerte, canonizado como el Santo Patrón de la Inquisición
Romana.
En términos actuales, el Santo Oficio fue una respuesta contrainsurreccional a la
creciente presión sobre el catolicismo. Entre los edictos emitidos en esa época, varios
se enfocaban en la prohibición de publicar y distribuir versiones escandalosas,
sediciosas o heréticas de la biblia, de acuerdo con los censores de la iglesia. En este
punto vale la acotación que, para la época, ya la imprenta era un invento en plena
expansión. Se estima que, a mediados del siglo XVI, más de 20 millones de libros ya
habían sido impresos en varias partes de Europa. El Santo Oficio llegó a publicar un
Índice de textos prohibidos, con más de 1000 libros y autores incluidos ya en 1564. El
Índice se mantuvo vigente y actualizado hasta 1966, cuando el papa Paulo VI lo
suprimió.
Una diferencia principal entre la contrainsurgencia de la Iglesia Católica y otras
como la soviética, al inicio de la revolución en 1917, basadas en la persecución por
ideología, es que a pesar de que la Iglesia, a través del Santo Oficio intentó centralizar
los procesos, la inquisición se utilizó como mampara para cometer crímenes más allá
de la propia Iglesia, inclusive por actores opuestos. Se estima que los protestantes
quemaron en la hoguera a un número significativo de personas que se negaban a ser
convertidas.
El Santo Oficio, sin embargo, tuvo una presencia muy particular en España, y es
precisamente dónde quisiera desarrollar algunas ideas que me parecen importantes
desde el ángulo de la historia del espionaje. Ya desde finales del siglo XV, Roma había
otorgado a Fernando e Isabel poderes especiales para administrar la inquisición de una
manera descentralizada y autónoma. Esta es la época de Tomás de Torquemada (1420-
1498) un influyente fraile dominico español quien desempeñó un papel muy destacado
en la Inquisición española durante el siglo XV. Nació en Valladolid y se convirtió en
confesor de la reina Isabel I de Castilla, financista de la Inquisición. Torquemada fue
nombrado Inquisidor General en 1483 por el Papa Sixto IV, consolidando su posición
como una figura clave en la Inquisición española. Durante su mandato, Torquemada
fue conocido por su celo intransigente en la persecución de la herejía, especialmente
contra los conversos (judíos y musulmanes convertidos al cristianismo) que eran

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sospechosos de practicar su antigua fe en secreto. Con Torquemada se iniciaron los
reconocidos Autos de fe, se trataba de ceremonias públicas de penitencia y en algunos
casos de ejecución de herejes.
Esta poderosa red de inquisidores construida por la corona española dio pie a
que años más tarde, el emperador Carlos V, y luego su hijo, Felipe II desarrollaran un
brazo secreto de informantes en toda Europa y luego en las colonias, que además de
identificar herejes y herejías, se convertirían en una especie de CIA controlada por el
rey.
El rey Felipe II gracias a sus eficientes servicios de inteligencia, tenía acceso a
información más fiable y rápida que otros monarcas europeos. Aunque la monarquía
hispánica, como superpotencia, contaba con servicios de inteligencia acordes a su
estatus. A pesar de los fracasos, el espionaje era vital para la política exterior, siendo
el rey y su secretario del Consejo de Estado los encargados de seleccionar agentes,
establecer prioridades y centralizar la información obtenida, conocida entonces como
«avisos», que era el nombre que se le daba a los informes de confidenciales que venían
de los espías.
Felipe II, famoso por su enorme capacidad de trabajo, no solo establecía
directrices generales para sus agentes, sino que también se involucraba en detalles
minuciosos debido a su dificultad para delegar. Incluso llegaba a corregir
personalmente aspectos como el descifrado de documentos interceptados, a pesar de
que ya habían sido trabajados por especialistas, lo que causaba retrasos. La obsesión
del rey por controlar todo personalmente llevó a que un informe de alta prioridad de
Bernardino de Mendoza sobre un ataque inglés a Cádiz en 1587 permaneciera sin ser
atendido durante varios días en una mesa, ya que ningún funcionario tenía autorización
para leerlo y alertar al monarca.
La monarquía española reconocía la importancia de los servicios secretos para
mantener sus dominios, Felipe III fue aconsejado por su padre Felipe II de estar bien
informado sobre los reinos extranjeros. Para obtener datos precisos, sobornaban a
funcionarios y aseguraban una red eficiente de correos que conectaba Madrid con otras
capitales europeas. A pesar de la eficacia, el volumen de información abrumaba a los
gobernantes, dificultando la capacidad de análisis. Los espías eran pagados con fondos
reservados, lo que se prestaba para corrupción y abusos, aunque la corte tenía auditores
y siempre intentaba fiscalizar las cuentas.
Los agentes españoles se distribuían en diversos territorios, siendo el
Mediterráneo un escenario clave de la guerra secreta entre cristianos y turcos. Madrid
reclutaba espías entre cristianos ortodoxos bajo dominio musulmán, aquellos que
habían sido cautivos en el norte de África, mercaderes y renegados (cristianos
convertidos al islam). Felipe II estaba informado sobre la política interna de
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Constantinopla, sus relaciones con otros países y, especialmente, los movimientos de
su armada, siendo de interés saber cuándo zarparía y qué ciudades tenía como objetivo
atacar. Los territorios más amenazados por los otomanos, como Nápoles, dependían de
estas respuestas, ya que ejercían como muro de contención frente al expansionismo de
la Sublime Puerta.
Gracias a los recursos provenientes del oro de las Indias y los impuestos de
Castilla, Felipe II tenía la capacidad de invertir en espionaje seis veces más de lo que
Inglaterra podía gastar en seis años. Uno de sus logros notables fue reclutar al
embajador inglés en París, sir Edward Stafford, quien, enfrentando dificultades
económicas debido a su afición al juego, vendió secretos a España. Stafford
proporcionaba información secreta sobre la estrategia de la Royal Navy, incluyendo
planes para atacar Cádiz y Lisboa. Simultáneamente, tergiversaba las intenciones de
Felipe II ante su propio gobierno, presentando falsamente al monarca español como un
defensor de la paz mientras la Armada Invencible – así se le conocía a la fuerza naval
española – se preparaba para dirigirse al canal de la Mancha. Aunque Stafford mintió
descaradamente, incluso afirmando que los españoles habían licenciado su flota, sus
desinformaciones, como sugerir que el objetivo no era Inglaterra sino Argel o las
Indias, le valieron solo 5.200 ducados, siendo considerado «la ganga del siglo en
asuntos de espionaje».
En simultáneo, la extensa red de confidentes de España en Francia tenía la
capacidad de recopilar información confidencial de gran valor estratégico y táctico,
desde secretos de Estado hasta chismes de la corte de los Valois, incluyendo historias
personales. Tras la muerte de Felipe II en 1598, España enfrentaba desafíos
económicos luego años de luchas en diversos frentes. Aunque se vislumbraban
síntomas de decadencia, el monarca había ampliado sus dominios y aún ejercía
influencia en Europa desde El Palacio del Escorial. A pesar de las dificultades, los
tercios españoles eran considerados la mejor infantería del mundo, y los diplomáticos
de la monarquía mantenían la capacidad de imponer la voluntad del rey en varias cortes
extranjeras.

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