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La historia que les vengo a contar tiene algo de extraordinario.

De lo contrario, no merecería
la pena que la contara. Sin tener todavía con la experiencia que los años me aportarán de
seguro, pero pudiendo decir que los libros que he leído llenan ya salas más que estanterías, la
conmovedora historia de Margarita Gautier, la dama de las camelias, ha logrado enternecerme
de una forma que me gustaría poder experimentar más a menudo. Su reflejo de cierta parte
del París del siglo XIX, aquel de las élites y la ópera, nos lleva a una visión íntima de la vida
de las élites y nos ayuda a comprender parte de la sociedad y el pensamiento del momento.

El argumento es simple pero bello: un narrador externo a los hechos participa en la subasta de
las propiedades de Margarita Gautier, una difunta cortesana. Una adquisición ahí hecha le
lleva a conocer a uno de sus amantes, quizás el único que le amó verdaderamente, con quien
forja una amistad a través de la historia que le unía a Margarita, desentrañando cómo se
desenvolvió hasta su trágico final. Con esta premisa, el lector vive la historia desde el punto
de vista de Armando Duval, moviéndose por los distintos escenarios (desde la ópera hasta los
Campos Elíseos, la casa de Bougival o los apartamentos de las damas de la alta sociedad) a la
vez que se codea con la sociedad de cortesanas, nobleza venida a menos, rentistas y burguesía
urbana que vive en París en el momento de la narración.

Poco se puede decir laudar a Alejandro Dumas hijo sin repetir algo que no haya sido dicho
antes. Uno de los grandes escritores de la Francia del siglo XIX, junto a otras figuras de la
talla de Victor Hugo logró mediante sus novelas esbozar ciertas partes de la sociedad francesa
de manera que sigan siendo alcanzables en nuestros días. Dumas explora las relaciones
personales en un escenario que no puede sino terminar influyendo en ellas: el mundo de las
cortesanas, como demuestra en la novela, es uno entregado completamente al vicio que
termina por destruir a aquellas que se sumen en él. Una sociedad superficial que busca
aparentar y disfrutar de los placeres de la vida, así como una moral cada vez más laxa que
tolera estos comportamientos (parece en cierto modo censurar con su novela) son las que
caracterizan el trasfondo de la novela, ayudando también a darle un distintivo sello personal.

La dama de las camelias es una novela fundamental para comprender parte del siglo XIX,
más concretamente el París postrevolucionario de la Restauración Borbónica. Ciudad
cosmopolita, es en estos momentos cuando comienza a convertirse en la capital mundial del
arte. Evoca en cierto modo la pintura de retratos de Ingres, pero sin perder parte del
romanticismo de Gericault y Delacroix: un mundo de lujos y decadencia presentado tal y
como es, pero en el que también pueden florecer pasiones, emociones bellas y buenas
intenciones. Pese a que el tema no se trate directamente en ninguno de los diálogos, se intuye
tras el modo de vida que tienen los personajes (paseos en carruaje y queridas), la forma que
tienen de relacionarse entre ellos (destaca la figura de prudencia como cortesana venida a
menos, y la del padre de Armando como “voz de la razón” que destaca lo que es moralmente
correcto), y los diálogos que sostienen entre ellos sobre temas tan triviales como herencias o
disfrutes, pero que en el fondo demuestran la habilidad de Dumas de plasmar una manera de
pensar que quizás él no compartía a través de una profundización en unos personajes
aparentemente superficiales.

El libro tiene una potente trama con fortaleza emocional. Gracias a los diálogos y a la forma
de narrar los acontecimientos por intervalos temporales, el lector termina por emocionarse
con el destino de Margarita, a pesar de que ya desde el principio conocía de su fallecimiento.
Quien es simplemente una cortesana más en el momento en el que el narrador entra en la
subasta termina por convertirse en un ser humano desprotegido y merecedor de simpatía
conforme Armando va avanzando en su narración, especialmente cuando se determina que el
amor que ambos se profesan es capaz de hacer que la cortesana abandone su vida y sea
salvada. El personaje de Margarita plantea preguntas interesantes sobre nuestras propias
vidas: ¿merece la pena el disfrute a corto plazo a cambio de una vida de sacrificio? ¿Cuánto
condiciona la sociedad a las personas? Y sobre todo, ¿qué define a la humanidad en un
mundo de apariencias?

En el fondo, Margarita Gautier no es solo una mujer de su tiempo, sino también una
representación de este. Fugaz e intenso, el París del XIX deslumbró al mundo con su
romanticismo y realismo, con su riqueza y ostentación. No obstante, como las cortesanas,
reluce fuerte y luego se apaga. Completamente transformado y habiendo disfrutado de su
esplendor, París se sume en un periodo de paulatina decadencia. Pero mientras queden
Armandos para llevar flores a su tumba, y narradores para contar “una historia destacable”,
siempre nos quedará (parte de ese) París.

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