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reseña audiovisual de la isla de las flores

El relato del corto La Isla de las Flores es lo terrible. La manera de contarlo en


brillante. Todo comienza con la explicación de cómo se producen los tomates, se
distribuyen, se compran, se consumen, se tiran y llegan sus restos a la Isla de las Flores.
Bien, hasta ahí suena a documental de Discovery Channel. El problema es lo que pasa en
esa última instancia: cuando estos desperdicios ya fueron revisados por los cerdos para
alimentarse, se le permite a la gente marginal buscar comida allí.

¿Cómo contar esto? Gracias a su director, Jorge Furtado, la forma es acá lo que cobra
protagonismo y hace que este corto sobresalga y permanezca vigente aún hoy. Porque
desde una supuesta narración en off con postura científica, se explica lo que sucede. En vez
de ir al golpe bajo, se toma una falsa distancia y se simula la objetividad de la ciencia. ¿Qué
distingue al ser humano de los animales? La respuesta no es «la conciencia, el alma, el
pensamiento». No, la diferencia es «el telencéfalo altamente desarrollado y el pulgar
oponible». Ah, y ser libre. Pero esa es otra cuestión, porque en la Isla de las Flores (con ese
nombre que suena tanto a burla del destino), la libertad no distingue a los humanos de los
cerdos.

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