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Título: El mantenimiento de los bienes estatales y la responsabilidad del Estado


Autor: Flores, Álvaro B.
Publicado en: RDA 124, 07/08/2019, 669
Cita Online: AR/DOC/1870/2019
I. Apreciaciones preliminares
El ejercicio de todas las funciones desplegadas por el Estado, independientemente de su alcance o la
extensión de acuerdo con los paradigmas o al modelo que pueda adoptar coyunturalmente un Gobierno, se
encuentra íntimamente relacionado con el modo en el cual se conservan, mantienen, protegen y regulan los
bienes del estado. Esto es así debido a que, sobre todo en el caso de los bienes públicos (o dicho en forma
específica, bienes del dominio público) que, por su propia naturaleza, al estar librados al uso —en principio—
de toda la comunidad generan una relación constante y permanente entre el Estado y sus potenciales usuarios.
A partir de esta interacción continua, suscitada mediante el uso común de los bienes por parte de los
habitantes de la comunidad y las correlativas potestades (y obligaciones) del Estado, pueden generarse un
sinnúmero de situaciones, que como en el caso que nos convoca, hasta pueden conllevar la responsabilidad
patrimonial del Estado. Conteste a ello, la extensión de los recaudos de seguridad a la hora de conservar y
mantener los bienes estatales, y los factores que pueden afectar el nexo causal en este tipo de casos, traen
aparejadas consecuencias de diversa índole (económicas, jurídicas, políticas, entre otras) que, sin lugar a dudas,
son tenidas en cuenta a la hora de explicar los pronunciamientos judiciales en los casos donde se ventila este
tipo de responsabilidad del Estado.
En el marco reseñado, en estas líneas intentaremos analizar los aspectos salientes de la sentencia de la Corte
Suprema de Justicia recaída en la causa "Oddo" (1) de fecha 7 de febrero de 2019, a fin de traer a colación los
criterios y principios acuñados acerca de la Responsabilidad del Estado en virtud de sus deberes de
conservación y mantenimiento de los bienes que se encuentran bajo su esfera. Pretendemos que las
apreciaciones que pretendemos formular contribuirán a esclarecer los postulados de la sentencia, y permitir al
lector ensayar un sentido crítico-constructivo para comprender estos supuestos de responsabilidad estatal.
II. Los puntos relevantes de la sentencia "Oddo"
El Máximo Tribunal de la Nación, al hacer lugar al Recurso Extraordinario incoado por el Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (en adelante GCABA), ordenó a la sala K de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil emitir un nuevo fallo sobre la cuestión debatida, principalmente en lo que atañe a la
atribución de responsabilidad al GCABA por los daños padecidos por el accionante.
Tal como se desprende de los antecedentes de la causa y de la sentencia bajo análisis, el actor resultó ser
damnificado a raíz de la caída que sufrió en la vereda (situada en el ejido de la Ciudad de Buenos Aires) en la
cual se hallaban unos vidrios, los cuales —de conformidad al fallo— produjeron las lesiones al demandante.
En este escenario, el embate del GCABA se concentró en objetar el alcance de sus deberes de seguridad, en
este caso, respecto de los vidrios que se encontraban en la vereda a fin de determinar la procedencia de
responsabilidad, los cuales no pertenecían a su dominio, puesto que los ventanales (cuyos vidrios decantaron los
sucesos) son propiedad del otro demandado, es decir, el Banco de la Provincia de Buenos Aires (BPBA).
Corresponde aclarar que como se señala en la sentencia, la atribución de responsabilidad a la Ciudad de Buenos
Aires (y la del codemandado) a criterio de la Cámara, quedó configurada en virtud de la prueba testimonial
producida.
Adunando a ello, siguiendo los lineamientos del Tribunal inferior, se endilgó responsabilidad al GCABA
debido a las deficientes y peligrosas condiciones de la vereda (tópico que no se sabe si estuvo acreditado en
autos), lo cual justificaba un deber de seguridad en cabeza del co-demandado para garantizar su uso y goce a los
habitantes, lo cual implica que se halle en condiciones aptas para su circulación. En consonancia con lo
expuesto, la Cámara —en palabras de la CS— estimó que la responsabilidad del GCBA no cesaba por los
deberes que poseen los frentistas en la manutención de sus espacios (con cita al extinto art. 2340 inc. 7º de Cód.
Civil), y que, asimismo, tampoco lucía acreditada la interrupción del nexo causal por la intervención de un
tercero por el cual no se debía responder. Específicamente, se destacó que la configuración de la responsabilidad
obedeció a la desidia demostrada por ambos demandados.
Por aplicación de la doctrina de la arbitrariedad (2), a los efectos abrir la instancia extraordinaria, la CS se
introduce a resolver la cuestión destacando que la cámara ha omitido considerar elementos conducentes para la
solución del litigio y ha realizado afirmaciones dogmáticas. En este sentido, para alcanzar este criterio, la Corte
manifiesta que se ha prescindido de analizar la titularidad de los vidrios que propiciaron las lesiones del actor, y
que, a su vez, no fueron probadas la deficiencia de la acera.

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A mayor abundamiento, el Tribunal afirma que no fue alegado en la causa la previsibilidad acerca de la
existencia y permanencia de los elementos que produjeron las lesiones (v.gr., los vidrios), lo cual obstaría a
analizar la debida diligencia del GCABA en el cuidado de los bienes de dominio público, en este caso, la vereda
cuya titularidad se encuentra en cabeza de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
III. La responsabilidad del Estado por el mantenimiento de los bienes públicos
III.1. El régimen jurídico de los bienes de dominio público
Las reflexiones efectuadas en el seno de la sentencia que, dicho sea de paso, ha omitido la mención de
precedentes en donde fuera tratada esta temática, hacen necesario —a nuestro humilde juicio— recordar las
particularidades que reviste la responsabilidad del Estado por la conservación y mantenimiento de los bienes
públicos.
Si bien este tipo de responsabilidad también puede dispararse por deficiencias funcionales o de conservación
de bienes de dominio privado del Estado (3), como podría ser un inmueble fiscal en los términos del art. 236
incs. a y e del Código Civil y Comercial de la Nación (4) (Cód. Civ. y Com.), aprovechando los lineamientos del
fallo bajo análisis, en esta ocasión nos detendremos exclusivamente en el examen de los casos de
responsabilidad que involucran al uso y goce de los bienes de dominio público.
A raíz de ello, sin duda alguna el inexorable punto de partida para abordar el tema será recordar los
lineamientos básicos respecto de los Bienes de Dominio Público del Estado (conf. art. 235 Cód. Civ. y Com.).
Siguiendo a Marienhoff (5), por "dominio público" ha de entenderse al conjunto de bienes que, de acuerdo con
el ordenamiento jurídico, pertenecen a la comunidad política pueblo (6), hallándose destinados al uso público
—directo o indirecto— de los habitantes. A través de la definición del eximio tratadista, se hace alusión a los
elementos del dominio público (7), lo cuales deben concurrir en forma simultánea (8) para determinar la
existencia de un bien de esta clase. Dichos elementos, son los siguientes: subjetivo, objetivo, normativo y
teleológico.
En este orden de ideas, no es ocioso recordar que la CS expresó su concepto sobre lo que ha de entenderse
por dominio público, en los siguientes términos: "Los bienes del dominio público, del Estado general, de los
Estados particulares y de los municipios, son los de uso público, sea por su naturaleza o por su afectación o
destino a un servicio de utilidad pública, y estos últimos mientras dure esa afectación o destino" (9), englobando
en esta posición tanto a los bienes naturales (ej.: los definidos en el art. 235 incs. a, b, c y d del Cód. Civ. y
Com.) como a los bienes artificiales (10) [los cuales se asientan en las previsiones del art. 235 inc. f del Cód.
Civ. y Com. (11)].
Sin perjuicio de las definiciones que trae el Cód. Civ. y Com., es menester señalar que, por tratarse de una
cuestión típica del derecho administrativo, el régimen patrimonial del Estado constituye una temática netamente
local (ref. art. 121 y ccds. de la CN), lo cual implica fundamentar las potestades regulatorias tanto de las
Provincias, la CABA y los Municipios. Esta tesitura se encuentra condensada en el art. 237 "Determinación y
caracteres de las cosas del Estado. Uso y goce" del Cód. Civ. y Com., al disponer que "Los bienes públicos del
Estado son inenajenables, inembargables e imprescriptibles. Las personas tienen su uso y goce, sujeto a las
disposiciones generales y locales. La Constitución Nacional, la legislación federal y el derecho público local
determinan el carácter nacional, provincial o municipal de los bienes enumerados en los dos arts. 235 y 236".
Con base en estas disposiciones, se desarrollan las relaciones de dominio y jurisdicción (12) que acontecen en un
Estado Federal como el nuestro, y que —como veremos luego— tienen un profundo impacto a la hora de
analizar las potenciales responsabilidades del estado.
En esta inteligencia, los bienes de dominio público al estar afectados al uso y goce de la comunidad (13),
coligen la posibilidad de que los mismos sean utilizados —en condiciones regulares— por cualquier habitante.
Es aquí donde nace y se sustenta la noción, inherente al tema analizado, del uso común de los bienes públicos.
Este modo de uso permite, entre otras cuestiones, ejercer diversos derechos constitucionales, tales como el
derecho de entrar, salir o permanecer (conf. arts. 14 CN). Expresado de otro modo, los usos comunes son los
que pueden realizar todos los hombres por su sola condición de tales, sin más requisito que la observancia de las
disposiciones reglamentarias de carácter general dictadas por la autoridad (14). Como correlato del cumplimiento
de las previsiones normativas por parte de los habitantes, se disparan —en cabeza de los diversos estratos
estatales— obligaciones expresas para garantizar la utilización en condiciones óptimas de los bienes que
componen los bienes públicos.
A modo de ejemplo, pueden citarse la antigua ley 11.545 (15) y la Ordenanza 33.721 sobre veredas y aceras
en la por ese entonces Municipalidad de la Capital, y en la actualidad, no pueden soslayarse los deberes
categóricos que establece el dec. 2670/2015 (reglamentario del DNU 1382/2012 por la cual se crea la Agencia
de Administración de Bienes del Estado) respecto de la conservación de los inmuebles del Estado Nacional.
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Como puede presumirse, el uso de los bienes públicos puede estar sometido a innumerables contingencias y
vicisitudes, que pueden traducirse en supuestos de responsabilidad estatal.
III.2. "Teoría del Riesgo" y responsabilidad del Estado
i. Los acontecimientos pasibles de generar responsabilidad patrimonial al Estado en el caso sometido a
estudio, amén de tratarse de un clásico supuesto de responsabilidad extracontractual, pueden comprenderse a
partir de los aportes que realiza la llamada teoría del riesgo (cuyos extremos abordaremos en breve) en el ámbito
del derecho público.
A raíz de ello, es conveniente recordar que con base en el carácter objetivo de la responsabilidad estatal (16),
para su configuración (17) —cuando ha sido generada por su actividad o inactividad ilícita— deberá acreditarse
la ejecución irregular de un servicio o actividad imputable al Estado, la existencia de un daño cierto, y
finalmente la relación de causalidad.
Cuando estamos en presencia de casos de responsabilidad generados a partir de la conservación o el
mantenimiento defectuoso de los bienes públicos, se genera el interrogante acerca del factor de atribución
aplicable, el cual —en cualquier supuesto— como se mencionó ut supra, será de tipo objetivo. Si bien el factor
atributivo clásico en la responsabilidad estatal ilícita es la llamada "falta de servicio", cuando se está en
presencia de obligaciones de seguridad enderezadas a garantizar el normal uso y funcionamiento de bienes
públicos, el modo en el cual puede juzgarse esta variante de responsabilidad puede estar sujeta a modulaciones
particulares que, en principio, no se encontrarían en los contornos de la clásica "falta de servicio". En esta
inteligencia, más allá de que las deficiencias de los bienes dominicales que impidan un uso regular y se
traduzcan en perjuicios para aquellos que los utilizan entrañen una irregular prestación de servicios, el factor de
atribución por el riesgo o vicio de las cosas (18) adquiere virtualidad propia en el ámbito de la responsabilidad
pública.
Ahora bien, perfilada la cuestión, corresponde desentrañar las consecuencias que acarrea aplicar este factor
de atribución (el riesgo o vicio de las cosas) al momento de configurar la responsabilidad aquiliana del Estado.
ii. La Teoría del Riesgo (19) comenzó a modelarse a partir de las transformaciones sociales/económicas
manifestadas por los Estados en los últimos ochenta años. Su aparición en el mundo de la ciencia jurídica,
implicó un cambio sustancial con relación al sistema de atribución de responsabilidades, el cual —fruto de la
tradición eminentemente liberal de las primeras codificaciones— se encontraba centrado en la noción de la
"culpabilidad" (basada exclusivamente en la negligencia, imprudencia, impericia o dolo como factor para la
producción del hecho dañoso).
La masificación de la sociedad, el extraordinario desarrollo tecnológico (principiando por la creación de
todo tipo de maquinarias durante el siglo XX), el paulatino aumento de las funciones y atribuciones estatales
(decantando en el Welfare State) fueron aspectos determinantes para el cambio de paradigma. La realidad social
demostró la insuficiencia del sistema fundado en la sola idea de la culpa, que hoy en día coexiste
armónicamente con otros factores objetivos de atribución.
El riesgo creado, la idea de garantía, la equidad, entre otros, constituyen factores que permiten admitir la
obligación de reparar un daño causado, aun sin que medie reproche subjetivo alguno. En este orden de ideas, la
doctrina de la Teoría del Riesgo parte de la premisa relativa a aquel que introduzca un factor generador de
riesgos en la comunidad apto para causar daños a terceros, deberá reparar los detrimentos que la misma
produzca, aunque no haya mediado culpa alguna de su parte.
En este orden de ideas, es importante aclarar que el "riesgo" o el "vicio" de la cosa —no obstante sus
aparentes semejanzas— entrañan un alcance diverso entre ambos conceptos. Siguiendo a Alterini (20), desde la
óptica gramatical, "riesgo" es la contingencia o proximidad de un daño por cuanto el sujeto se encuentra
expuesto a padecer un perjuicio. Por su parte, el "vicio" —en su primera acepción— hace referencia a la mala
calidad, defecto o daño físico en las cosas. En un sentido análogo, Trigo Represas (21) postula que, desde una
óptica estrictamente gramatical, no pueden caber dudas de que "riesgo" y vicio" de la cosa constituyen dos
expresiones que aluden a conceptos distintos. La primera de ella representa la contingencia o proximidad de un
daño, ya que correr un riesgo significa estar expuesto a sufrir un daño. En cambio, el "vicio" se erige como un
defecto, imperfección o anomalía (ya sea de fabricación, funcionamiento o conservación), que presenta una cosa
y que la torna inapta o impropia para su destino o utilización de acuerdo con su naturaleza.
iii. El factor de atribución bajo estudio, al menos bajo la exégesis del Código Civil derogado (22), se ha
sustentado en tres criterios diferentes:
a) Teoría del riesgo creado: considera que quien es dueño o guardián de cosas riesgosas, o realiza
actividades que por su naturaleza o forma en que se la realiza, genera riesgos potenciales a terceros, debe

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responder por los daños que de ellos derivan. Según este criterio debe responder quien introduce en la
comunidad alguna situación que potencia o multiplica la posibilidad de producir daños;
b) Teoría del riesgo beneficio: este criterio acota la responsabilidad a los supuestos den para el dueño o
guardián de la cosa;
c) Teoría del acto anormal: limita la doctrina del riesgo creado ya que postula que quien ocasiona un riesgo
solo responde por sus consecuencias extraordinarias, resultantes de una actividad fuera de lo normal.
Más allá del escaso desarrollo de este tema en el ámbito del derecho público (23), en forma asistemática, la
jurisprudencia se ha encargado de aplicar este instituto al momento de endilgar responsabilidad a los entes
públicos, aunque de un modo asistemático y hasta por momentos confuso, lo cual dificulta —cuanto menos
preliminarmente— a establecer lineamientos o pautas directrices para encuadrar este tipo de casos.
La "teoría del riesgo" y la evolución jurisprudencial de la responsabilidad del Estado, tuvieron la
peculiaridad de desarrollarse casi en forma simultánea, razón por la cual —en muchas ocasiones— quedaron
prácticamente asimiladas. La reforma efectuada por el dec.-ley 17.711/1968 al anterior Código Civil, agregó a
los arts. 1113 y 1134 del Cód. Vélez Sarsfield dos párrafos que respectivamente coadyuvaron a la consolidación
de dicha teoría, fundamentalmente, con relación a la carga probatoria de las partes. Con el texto del anterior art.
1113, quedaron perfiladas las dos categorías tradicionales de daño causado por el "hecho del hombre" "con" una
cosa y de daño propiamente provocado "por la cosa", o sea "por su vicio o riesgo". Esta cuestión permitiría
advertir o explicar el motivo por el cual, en estos supuestos de responsabilidad, se prescindió citar —a los fines
de justificar la procedencia de los reclamos— el señero art. 1112 del Cód. Civil derogado, a partir del cual se
asentó la mentada idea objetiva de la responsabilidad (24).
Paradójicamente, como bien lo destaca la doctrina (25), el punto de partida respecto de la aplicación de la
teoría del riesgo tiene lugar en 1987 (es decir, con posterioridad a que se asiente el perfil objetivo de la
responsabilidad estatal) cuando la CS se expidió en la causa "Empresa Nacional de Telecomunicaciones c.
Provincia de Buenos Aires" (26), que valga la obviedad, se trató también de un supuesto de responsabilidad del
Estado (27). Categóricamente se señaló que el fin específico del riesgo creado es posibilitar la indemnización del
daño causado por el riesgo o vicio con indiferencia de toda idea de culpa.
iv. Las apreciaciones formuladas son imprescindibles para abordar los casos de responsabilidad donde se
encuentra involucrado el uso de los bienes del Estado. Aquí, siguiendo los ribetes descriptos en el acápite
anterior, los deberes del Estado (y por añadidura, sus potenciales responsabilidades) se fundamentan en la
calidad de titular, o, mejor dicho, de dueño de las cosas, que serían los bienes que conforman el dominio
—público y privado— del Estado.
Su condición de dueño se traduce —con las limitaciones que posteriormente mencionaremos— en la
obligación de conservar y mantener en condiciones adecuadas los bienes que se encuentran bajo su órbita.
En tal sentido, la jurisprudencia de la CS ha indicado que "el uso y goce de los bienes del dominio público
por los particulares importa la correlativa obligación de la autoridad respectiva de colocarlos en condiciones de
ser utilizados sin riesgos" (28), y en virtud de ello, los daños ocasionados por el mal estado o por la ausencia de
cuidados respecto de los bienes dominicales, engendra la responsabilidad del Estado.
En este contexto, el criterio expuesto sirvió para atribuir responsabilidad al Estado cuando se examinaban
casos por el mal estado de las rutas o caminos, cuya titularidad (y explotación o cuidado) correspondía a
entidades públicas. En la causa "Lanati" (29), la Corte —al revocar el pronunciamiento de la instancia inferior
donde se había rechazado la demanda— descalificó la sentencia de grado por haber omitido considerar las
previsiones del ex art. 1113 párrafo segundo del Código Civil. Específicamente, se entendió que "... criterio
regulador previsto en la última parte del art. 1113 del Cód. Civil, en cuanto autoriza a graduar el factor de
imputación en función de la posible eficiencia de la culpa de la víctima en conjunción con el riesgo creado".
Esta misma reflexión, añadiendo la máxima destacada en el párrafo anterior, fue reiterada en la causa
"Bullorini" (30).
Las sentencias dictadas en las causas "Roque Reymundo e Hijos" (31) y "Cebollero" (32), se hizo énfasis en
el cuidado, manutención y conservación de las rutas por parte del Estado (deberes que inclusive se extienden
hacia los caminos alternativos), lo cual colige que cuando se corrobore la existencia de pozos, desniveles o
cualquier otra irregularidad sería causal de atribución de responsabilidad al Estado. Más aún, en la primera
causa que se menciona, el Máximo Tribunal —al hacer concurrente la responsabilidad estatal con la del
contratista de obra pública— afirma que las obligaciones que recaen en cabeza del Estado "... no es más que una
aplicación del principio según el cual los órganos administrativos tienen la potestad irrenunciable de verificar y
controlar el cumplimiento efectivo y eficiente del contrato, de modo de impedir que se causen daños a terceros

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ajenos a su ejecución".
Aún con mayor claridad pueden expresarse los alcances de los deberes del Estado en este ámbito (y más
relacionado con la plataforma fáctica de la sentencia comentada), en la causa "Olmedo" (33) donde se postula
que aquellos que revistan el carácter de propietarios de las calles destinadas al uso del público (que
generalmente serán los Municipios, o como acontece en "Oddo", la CABA), tienen como obligación de asegurar
que estas tuvieran un mínimo y razonable estado de conservación (34).
Esta posición, proclive a reconocer responsabilidad al Estado en casos semejantes, ha sido replicada en los
tribunales inferiores. La Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires (35) condenó al Municipio de General
San Martín por los daños ocasionados a raíz del desplome de unos caños en desuso de desagües, mientras unos
niños jugaban en sus adyacencias. Asimismo, la Cámara en lo Contencioso Administrativo de La Plata se ha
orientado en un criterio semejante, señalando que, si bien la vereda o la calle por sí sola no constituye una cosa
generadora de riesgo para los transeúntes, la falta de conservación o la presencia de elementos que alteren su
funcionalidad adecuada, constituye un defecto que la torna impropia para su destino, y ese vicio se traduce en
un riesgo del que deriva la presunción de responsabilidad para su dueño o guardián (36).
La Cámara Nacional en lo Civil, también ha reconocido —en forma constante— la responsabilidad estatal
en estos supuestos, analizando la eventual responsabilidad concurrente de los frentistas. En tal entendimiento,
en la causa "B., A. L. c. Edenor SA y otros s/ Daños y perjuicios" (37) se sostuvo que el frentista de la vereda
cuyo deficiente estado de conservación provocó la caída de un peatón y el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires resultan responsables por los daños derivados del accidente, pues la comuna es la titular del dominio
público de dicho bien, y el primero es quien tiene la obligación de conservar las aceras en buenas condiciones a
fin de no poner en riesgo a quienes las transitan —conforme la Ordenanza N 33.721— debiendo denunciar el
deterioro de la vía al organismo competente (38). A su vez, se tiene dicho que el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires debe controlar que las aceras queden en un correcto estado de transitabilidad, ya que, en su
carácter de guardián, cualquier accidente que se produzca a raíz de su deficiente estado de conservación, lo hace
responsable de los daños sufridos por la víctima (39).
En la misma senda, se encuentran los precedentes de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal, en la cual —recientemente— se confirmó la condena al Estado Nacional por los daños y
perjuicios padecidos por el reclamante al tropezar con un pozo y caer al suelo (40).
También vale destacar, dentro de la extensa casuística que se registran en esta variante de responsabilidad
(41),los daños ocasionados por la caída de artefactos del alumbrado público (42) o por la caída de árboles (43).
III.3. El riesgo o vicio de la cosa como factor de atribución autónomo. Sus consecuencias prácticas
i. La síntesis realizada en los puntos anteriores deja traslucir que para dar andamiaje al sustento de la
responsabilidad estatal por el cuidado, conservación y mantenimiento de bienes públicos, se ha centrado en la
aplicación —vía analogía en la mayoría de los casos— de las previsiones del art. 1113 parte segunda del
derogado Cód. Civil (de aplicación tanto en el ámbito público como en el privado), no obstante la confusión
—bien señalada por Perrino— de muchas sentencias en donde el riesgo y la falta de servicio quedaron
mimetizadas.
Actualmente, el Cód. Civ. y Com. no ha realizado una mutación sobre la temática analizada. En efecto,
corresponde destacar el texto de los arts. 1757 y 1758 que se transcriben a continuación:
"Art. 1757.— Hecho de las cosas y actividades riesgosas. Toda persona responde por el daño causado por el
riesgo o vicio de las cosas, o de las actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios
empleados o por las circunstancias de su realización. La responsabilidad es objetiva. No son eximentes la
autorización administrativa para el uso de la cosa o la realización de la actividad, ni el cumplimiento de las
técnicas de prevención.
Art. 1758.— Sujetos responsables. El dueño y el guardián son responsables indistintamente del daño
causado por las cosas. Se considera guardián a quien ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control
de la cosa, o a quien obtiene un provecho de ella. El dueño no responde si prueba que la cosa fue usada en
contra de su voluntad expresa o presunta. En caso de actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se
sirve u obtiene provecho de ella, por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la legislación especial".
Del texto vigente, surge que se ha mantenido la distinción entre lo que significa el "riesgo" y el "vicio" de la
cosa (44), lo cual permitiría replicar las formulaciones explicadas con antelación. Sin embargo, máxime con las
crecientes regulaciones normativas en materia de Responsabilidad del Estado a partir de la irrupción de la Ley
26.944, y su réplica en los Estados Provinciales, se abre el interrogante acerca de si el riesgo o vicio de la cosa
(y la teoría del riesgo en forma general) conforman un factor de atribución específico, que, como tal, deba

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regirse por sus propios principios y reglas. Esta solución no es la que se encuentra acuñada en los regímenes
legales sobre responsabilidad, puesto a que, el único factor regulado en los casos de responsabilidad por
actividad o inactividad ilícita es la falta de servicio.
Asimismo, cierta jurisprudencia de la CS pareció englobar a los supuestos de condenas al Estado por
aplicación del riesgo o vicio de las cosas, bajo la figura de la "falta de servicio", como ocurriera en la causa
"Morrow" (45).
No obstante lo señalado, en el fallo "Meza" (46) del año 2015 en donde se condenó al Estado Nacional, la
Universidad Nacional del Nordeste y la Provincia de Corrientes por los daños y perjuicios derivados de la
muerte del hijo de la actora, por una presunta descarga eléctrica mientras reparaba un equipo de aire
acondicionado en el Hospital Escuela de la Facultad de Medicina de la Universidad mencionada, pareciera
abandonarse la asimilación de ambos factores de atribución. El Máximo Tribunal, sin aludir en ningún momento
a la noción de "falta de servicio", expresó que la controversia tiene su marco jurídico en el art. 1113, segundo
párrafo, del Cód. Civil derogado, y que por tal circunstancia, a la parte actora solo le incumbe la prueba del
hecho y la relación de causalidad con el daño sufrido, mientras que para eximirse de responsabilidad los
demandados deben acreditar la culpa de la víctima o la de un tercero por quién no deben responder o el caso
fortuito como factor determinante (47).
A nuestro juicio, esta apreciación no hace más que consolidar la idea respecto a que, el riesgo o vicio de la
cosa se enerva como un factor de atribución autónomo, que como se verá de inmediato —y más allá de sus
posibles semejanzas— no puede ser confundido con el factor por antonomasia de la responsabilidad ilícita,
como lo es la falta de servicio.
A esta altura, cabe mencionar que cuando se sustenta la responsabilidad en el riesgo creado, la conducta
desplegada por el autor del daño carece de entidad para exonerar su eventual deber de responder, lo que en
cambio tiene lugar cuando el factor de atribución es la falta de servicio (48). Es que si bien en la falta de servicio,
—al igual que en la responsabilidad por riesgo— no será necesario indagar en la conducta de los agentes (sea
dolo o culpa), la primera implica una responsabilidad de medios o de conductas. Es aquí donde cobra singular
relevancia la postura de la jurisprudencia de la CS en los leading cases "Zacarías" (49) y "Mosca" (50), en virtud
de la cual, a fin de desentrañar la procedencia o no de la responsabilidad estatal, se debe efectuar una
apreciación sobre la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone el servicio a prestarse, el lazo que une
a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño.
Conteste a ello, sin llevar a la responsabilidad estatal a límites inusitados (en función de su potencial
extensión sine die), en aras de contemplar las particularidades que se dan en los casos de responsabilidad por el
riesgo o vicio de las cosas, corresponderá —a todo evento— aplicar por el método de la analogía (51) las
disposiciones del Cód. Civ. y Com., fundamentalmente, debido a las características propias de la
Responsabilidad Estatal, en donde —además de los legítimos intereses de las víctimas— subyace la tutela de los
intereses de la comunidad en su conjunto.
ii. El tratamiento del riesgo o vicio de las cosas como factor independiente de atribución trasciende lo
exclusivamente científico o académico, debido a que —según se deslizara anteriormente— tiene incidencias
prácticas importantes, principalmente en lo que atañe al ejercicio de las cargas probatorias y al alcance de los
deberes de seguridad (52), inmanentes cuando se encuentra en juego el uso y goce de los bienes públicos.
En este entendimiento, en el tipo de responsabilidad examinado, al actor o demandante solo le incumbe la
prueba del hecho y la relación de causalidad con el daño sufrido, lo cual —a priori— relevaría de analizar cuál
sería la irregular prestación del servicio o actividad. Esto podría explicarse debido a que, el propio hecho dañoso
—ocasionado por estado vicioso o riesgoso de la cosa— representaría un comportamiento (ya sea por acción u
omisión) irregular, lo cual desplazaría hacia el demandado (es decir, al Estado) el deber de acreditar que los
bienes involucrados se hallaban en condiciones adecuadas, sin perjuicio de la posibilidad de invocar los
eximentes clásicos de responsabilidad (hecho de la víctima, de un tercero por el cual no se deba responder, o
caso fortuito o fuerza mayor) (53).
Según los lineamientos del caso "Meza", sobre la base del ex art. 1113 parte segunda (el cual podría tener
réplica de acuerdo con los arts. 1757 y 1758 del Cód. Civ. y Com.), "... la liberación de los responsables
requiere la ruptura del nexo de causalidad. Si bien se trata de una norma destinada a proteger a la víctima de
cosas riesgosas o peligrosas sobre bases objetivas, la idea de culpa se introduce como motiva de exoneración del
responsable —en todo o en parte— en tanto la culpa de la víctima haya actuado sobre el lazo causal" (54).
Entonces, cuando se analizan casos donde se intenta comprometer la responsabilidad estatal por el cuidado,
conservación y mantenimiento de bienes públicos, a raíz del potencial riesgo que dichas cosas generan,
pareciera configurarse un deber de diligencia calificado, y por tanto, resultaría de aplicación directa los actuales

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arts. 1710 y 1725 del Cód. Civ. y Com. (55) al momento conmensurar las obligaciones de los sujetos estatales
eventualmente demandados, en el sostenimiento de los bienes públicos. Esta idea no es desconocida a la hora de
evaluar la procedencia de responsabilidad en estos supuestos; a modo de ejemplo, en la ya mencionada
sentencia "Lanati", el voto del Dr. Barra señaló que el principio contenido en el art. 902 del Cód. Civil (cuya
esencia se replica en el vigente art. 1725) es especialmente aplicable cuando el obligado por "el deber de obrar
con prudencia y pleno conocimiento de las cosas" es la Administración Pública cuyo principal cometido es
prever y promover la seguridad y el bienestar general.
En este orden de ideas, y más allá de la flexibilidad que se exhibe en el ejercicio de la actividad probatoria,
en los daños derivados de la participación de cosas inertes (56) (como lo representan los supuestos de utilización
de bienes de dominio público), se han observado las siguientes reglas: a) La carga de la prueba de la relación
causal incumbe a la víctima, siendo importante la acreditación de la intervención activa de la cosa; b) la falta de
prueba del contacto material con la cosa que se imputa de riesgo o vicio conlleva a la falta de prueba de la
relación causal.
La cuestión comienza a complejizarse en torno a los alcances del deber de prevención y seguridad que
reposa en los entes estatales, el cual —de ser erróneamente interpretado— puede conducir a situaciones injustas,
y transformar al Estado en una suerte de asegurador universal de cualquier tipo de daño que acontezca en la vida
en sociedad. La responsabilidad solo puede surgir del reproche de las conductas en orden a la previsibilidad de
sus consecuencias (57).
Por tal circunstancia, cuando se valora esta modalidad de responsabilidad —que habitualmente se manifiesta
por una inactividad u omisión— deberá analizarse hasta qué punto podrá extenderse el deber de resarcimiento
del Estado. En tal sentido, tanto la jurisprudencia de la Corte Nacional (58), como la de la SCBA (59), ha limitado
la procedencia de la responsabilidad del estado cuando se la intenta fundar en una extensión genérica y difusa
del poder de policía estatal, como podría acontecer en las controversias que se suscitan ante el anormal
funcionamiento de bienes públicos.
En virtud de lo expuesto, los litigios en los cuales se discute la procedencia de una condena patrimonial al
Estado por el cuidado y manutención de los bienes públicos, no podrán de ningún modo resolverse aplicando los
principios antes señalados (sea los que atribuyan o los que sirvan para relevar de responsabilidad) en forma
automática, debido a que —de ser así— las sentencias redundarían en un dogmatismo tal, que atentaría contra
los principios elementales de justicia y la seguridad jurídica (60).
De acuerdo con lo expresado, en función de la aplicación plena del principio de las cargas probatorias
dinámicas —el cual se encuentra cada día más afianzado en el derecho procesal—, al Estado no le bastará con la
mera negativa de los hechos, o en este tipo de casos, la simple afirmación de que los bienes se encontraban en
condiciones de ser usados sin que existiera peligro de ocasionar daño alguno. Será menester que la defensa
estatal se sirva de acreditar tales extremos —la condición regular de los bienes—, o a todo evento, el despliegue
o realización de los medios necesarios para prevenir o evitar los hechos dañosos. Todo ello, claro está, sin
perjuicio de la posibilidad de invocar eximentes de responsabilidad que interrumpan o aminoren el nexo causal.
Es aquí donde, desde nuestra óptica, podría generarse un reproche a la sentencia dictada en la causa "Oddo"
donde, amparándose en el supuesto amplitud ilimitada del poder de policía (invocado por el GCABA),
exclusivamente se centró la decisión de revocar la condena realizada a la CABA por considerar que resultaba
insuficiente la prueba producida, y por el hecho de que el elemento que a la postre decantó en la producción del
daño (ref. los vidrios) no eran de su propiedad.
En este fundamento sobreviene un criterio peligroso, que, asimismo, tampoco se ajustaría a los preceptos
que hemos venido desarrollando en estas líneas. La circunstancia de que los vidrios no sean de su propiedad (los
cuales, como se acreditó, son del frentista —BPBA—) no excluye per se la posible responsabilidad del Estado
en estos supuestos. Más allá de no erigirse como propietaria (o dueña, siguiendo la letra del Cód. Civ. y Com.)
de los elementos, no existe duda alguna acerca de la condición de titular de la vereda de la C.A.B.A., lo cual
implicaría arbitrar los medios necesarios para lograr que aquella se encuentre apta para ser usada en forma
regular. Si bien no se advierte si la acera se hallaba conservada y mantenida —lo cual hubiera mitigado las
posibilidades de daños— la cuestión estribaba en analizar si la CABA, tenía (o tiene) el deber de extraer
cualquier obstáculo que se encuentre en la vía pública. Allí, encontrarían razón de ser —por ejemplo— las
labores de mantenimiento y limpieza que usual y regularmente realizan las dependencias del Estado que tienen a
su cargo la conservación de bienes públicos.
A su vez, los repertorios jurisprudenciales detectan muchos supuestos en los cuales, la responsabilidad del
Estado no queda relevada por la condena que se le pueda realizar al frentista, que, en este caso, ha sido el
BCRA. De acuerdo con ello, se ha considerado que la por ese entonces Municipalidad de la Capital guarda para

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sí el ejercicio del poder de policía que le impone el deber de asegurar que las veredas tengan una mínima y
razonable conformación, para evitar que la deficiente conservación de la cosa se transforme en fuente de daños
para terceros, lo cual implica que la posibilidad de extender la responsabilidad al frentista no releva la
correspondiente al Estado (61). Precisando sobre esta cuestión, en los casos en que las lesiones del peatón se
produzcan por el vicio o mal estado de la acera, puede existir responsabilidad concurrente del Municipio y del
propietario frentista (62).
Por lo tanto, el efecto disruptivo del nexo causal que se le atribuyó a la propiedad de los vidrios del frentista
no debería generalizarse en casos análogos. Consideramos que, por aplicación de los principios rectores en
donde se configure el factor de atribución del riesgo o vicio de las cosas —en el ámbito del derecho público—
sería razonable acreditar en buen estado de la vía pública, teniendo en cuenta —además— que es el propio
Estado quien se encuentra en mejores condiciones de probar tal circunstancia.
Finalmente, desde un plano axiológico, resulta insoslayable recordar que "... la incorporación del vocablo
seguridad en la Carta Magna, es una decisión valorativa que obliga a los prestadores de servicios públicos a
desempeñar conductas encaminadas al cuidado de lo más valioso: la vida y la salud de sus habitantes, ricos o
pobres, poderosos o débiles, ancianos o adolescentes, expertos o profanos" (63).
IV. Palabras finales
En las líneas vertidas en este comentario, se ha intentado poner de manifiesto los puntos elementales para
caracterizar el modo en el cual se configura la responsabilidad estatal por el cuidado, conservación, y
mantenimiento de sus bienes, que como se ha visto, se rigen por un factor de atribución autónomo (el riesgo o
vicio de las cosas) y que a su vez conlleva importantes cuestiones prácticas (desde el punto de vista del ejercicio
de la actividad probatoria de las partes).
De acuerdo con ello, desde nuestra óptica, la singular decisión adoptada en el fallo "Oddo" no debería
erigirse como un criterio consolidado del Máximo Tribunal, puesto a que —de ser así— podrían cobijarse
situaciones que devendrían en decisorios injustos, sobre todo, teniendo en consideración las complejidades que
se presentan al momento de desplegar la prueba en los casos de responsabilidad estatal ilícita por omisión.
Lo dicho, no debe considerarse como una propagación ilimitada de la Responsabilidad estatal —lo cual
atentaría con la subsistencia mismo del Estado—, sino más bien, con una suerte de equilibrio entre quienes
revisten la calidad de partes en una contienda de esta índole, en las cuales los entes públicos siguen contando
con una gama importante de prerrogativas.
(1) Recurso Queja 1, "Oddo Leandro Lucero c. Banco de la Provincia de Bs. As. (se formó OTR expte. fs.
27) y otros s/ daños y perjuicio", CS, Fallos: 342:39.
(2) Con cita expresa de CS, Fallos: 310:927 (1987); 310:2114 (1987); 312:1234 (1989).
(3) Art. 236.— Bienes del dominio privado del Estado. Pertenecen al Estado nacional, provincial o
municipal, sin perjuicio de lo dispuesto en leyes especiales: a) los inmuebles que carecen de dueño; b) las minas
de oro, plata, cobre, piedras preciosas, sustancias fósiles y toda otra de interés similar, según lo normado por el
Código de Minería; c) los lagos no navegables que carecen de dueño; d) las cosas muebles de dueño
desconocido que no sean abandonadas, excepto los tesoros; e) los bienes adquiridos por el Estado nacional,
provincial o municipal por cualquier título.
(4) Un ejemplo podría presentarse en los supuestos donde en inmuebles fiscales abandonados, en los cuales
un grupo de niños se apresta a desarrollar prácticas deportivas por mero esparcimiento (piénsese un típico
"picado" de fútbol), y uno de ellos es severamente lesionado a raíz de los cortes sufridos por antiguos
producidos ferroviarios (ej.: rieles o durmientes en desuso) que se encontraban semi-enterrados.
(5) MARIENHOFF, Miguel S., "Tratado de Derecho Administrativo", Ed. Abeledo Perrot, 1998, cap. V,
parág. 1735.
(6) Vale aclarar que este aspecto (elemento subjetivo) tiene un tratamiento distinto en el ordenamiento
jurídico vigente. A esta conclusión es posible arribar, debido a que, el art. 237 del Cód. Civ. y Com.
("Determinación y caracteres de las cosas del Estado. Uso y goce") indica que "[l]os bienes públicos del Estado
son inenajenables, inembargables e imprescriptibles...". En tal sentido, pareciera encontrar sustento normativo la
postura desplegada en su oportunidad por Villegas Basavilbaso ("Derecho Administrativo", t. 4, p. 177), la cual
a su vez, también se desprende de la jurisprudencia añeja de la CS (conf. CS, Fallos: 146:304 —1926—;
182:375 —1938—).
(7) MARIENHOFF, Miguel S., ob. cit., cap. II, parágs. 1699 y ss.
(8) Vale traer a colación un precedente de la CS en la cual se estimó que "La afectación de un bien al

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dominio público requiere, además de la norma que la imponga, su consagración efectiva al uso o servicio
general o común, debiendo, asimismo, ser susceptible de tal uso o servicio. Son insuficientes, para consumar la
afectación, las nudas declaraciones legales" (conf. CS, Fallos: 263:437 —1963—).
(9) CS, Fallos: 147:178 (1926).
(10) Los bienes públicos artificiales son aquellos que aparecen o se crean en virtud de la actividad o labor
del hombre, y que a su vez, quedan consagrados al régimen jurídico del dominio público a partir de la
afectación que se realice, la cual puede efectuarse de diversos modos (ley, acto administrativo fundado en ley,
hechos, uso inmemorial, etc.), a diferencia de lo que acontece con los bienes públicos naturales en donde
exclusivamente será el Congreso de la Nación quien los pueda incluir bajo los alcances de la categoría de bienes
dominicales (conf. art. 75 inc. 12 CN).
(11) Art. 235.— Bienes pertenecientes al dominio público. Son bienes pertenecientes al dominio público,
excepto lo dispuesto por leyes especiales: (...) f) las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra
obra pública construida para utilidad o comodidad común.
(12) Sobre este tema, ampliar en BOTASSI, Carlos A., "Dominio y jurisdicción", en BOTASSI, Carlos A.,
Ensayos de Derecho Administrativo, Ed. Librería Editora Platense, 2005.
(13) CS, Fallos: 194:210 (1942); 263:437 (1965); 328:3590 (2005).
(14) MARIENHOFF, Miguel S., ob. cit., tít. VI, parágs. 1791 y ss.
(15) BO 21/11/1929.
(16) Conf. CS, Fallos: 306:2030 (1984). En el ámbito nacional, la ley 26.944 —en su art. 1º segundo
párrafo— estipula que "[l]a responsabilidad del Estado es objetiva y directa".
(17) La ley 26.944, en su art. 3º fija los requisitos para la procedencia de la responsabilidad extracontractual
del estado por actividad ilegítima, los cuales son: a) Daño cierto debidamente acreditado por quien lo invoca y
mensurable en dinero; b) Imputabilidad material de la actividad o inactividad a un órgano estatal; c) Relación de
causalidad adecuada entre la actividad o inactividad del órgano y el daño cuya reparación se persigue; d) Falta
de servicio consistente en una actuación u omisión irregular de parte del Estado; la omisión solo genera
responsabilidad cuando se verifica la inobservancia de un deber normativo de actuación expreso y determinado.
(18) Para un análisis pormenorizado del tema, ver LÓPEZ MESA, Marcelo J., "La doctrina del riesgo
creado y su posibilidad de aplicación al Estado", RDA 27/29, ps. 435 y ss.; PERRINO, Pablo E., "La
responsabilidad del Estado ocasionada por el riesgo o vicio de las cosas", en AA. VV., Organización
administrativa, función pública y dominio público, Ed. RAP, 2005, p. 503.
(19) Ampliar en PIZARRO, Ramón D., "Responsabilidad civil por riesgo creado", LA LEY 1983-707;
PAREDES, Viviana A., "La teoría del riesgo creado en el derecho civil argentino", JA 1996-II-893.
(20) ALTERINI, Horacio J., "Código Civil y Comercial de la Nación. Tratado Exegético", Ed. La Ley,
Buenos Aires, 2015, ps. 336 y ss.
(21) TRIGO REPRESAS, Félix, "La Responsabilidad civil por el riesgo o vicio de la cosa", LA LEY
1989-E-8; Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales, Ed. La Ley, 2007, t. II. p. 745; "El concepto de cosa
riesgosa", Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, serie I, Anuarios-Anales,
segunda época, año XXXIX, nro. 32, 1994, Buenos Aires, 1995, p. 367.
(22) PERRINO, Pablo E. "La responsabilidad del Estado y los funcionarios públicos - Código Civil y
Comercial (Ley N° 26.944 comentada", Ed. La Ley, 2015.
(23) Con la salvedad de los trabajos citados en la nota 19.
(24) Principalmente a partir del caso "Vadell" (CS, Fallos: 306:2030 —1984—).
(25) GALDÓS, Jorge M., "El riesgo creado, la culpa y cuestiones conexas", LA LEY 2006-F, 1361,
Responsabilidad Civil Doctrinas Esenciales, 01/01/2007, t. II, p. 823.
(26) CS, Fallos: 310:280 (1987).
(27) Aquí se discutió la procedencia de responsabilidad ante el supuesto fáctico de colisión entre dos o más
vehículos. No obstante ello, corresponde mencionar que un fallo no tan lejano en el tiempo (2010), los
accidentes automovilísticos fueron encuadrados bajo la aplicación del factor de atribución de falta de servicio
(conf. CS, Fallos: 333:1404).
(28) CS, Fallos: 315:2834 (1992); 317:144 (1994); 317:832 (1994); 326:1910 (2003).
(29) CS, Fallos: 314:661 (1991).

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(30) CS, Fallos: 317:144 (1994).


(31) CS, Fallos: 327:2764 (2004).
(32) CS, Fallos: 326:1910 (2003).
(33) CS, Fallos: 317:832 (1994).
(34) Para fundar esta posición, la Corte citó a los arts. 2339, 2340, inc. 7º y 2341 del Cód. Civil y art. 2º,
incs. g) y l) de la ley 19.987. En este caso, se discutía la extensión de responsabilidad hacia la Municipalidad de
la Capital por los daños ocasionados a terceros con motivo de la deficiente instalación de una tapa de desagüe
pluvial ubicada en la calzada. Puntualmente, al revocar la sentencia de grado (donde se omitió considerar la
responsabilidad de la Municipalidad), se afirmó que "... el ejercicio del poder de policía imponía a la comuna el
deber de actuar directamente o de ejercer su autoridad para que el dueño o guardián de la tapa de desagüe
pluvial —en el caso la empresa Obras Sanitarias de la Nación— adoptara las medidas de seguridad apropiadas
para evitar que la deficiente instalación o conservación de la cosa se transformara en fuente de daños a terceros,
máxime si se advierte que el uso y goce de los bienes del dominio público por los particulares importa la
correlativa obligación de la autoridad respectiva de colocarlos en condiciones de ser utilizados sin riesgos".
(35) SCBA, causa C. 121.785 (2015). Vale recordar que la Constitución Provincial como atribución
inherente al régimen municipal establece, la de tener a su cargo "la vialidad pública" (art. 192 inc. 4º).
Concordantemente la Ley Orgánica de las Municipalidades (dec.-ley 6769/1958) dispone en su art. 27 que
"Corresponde a la función deliberativa municipal reglamentar: 2. El trazado, apertura, rectificación,
construcción y conservación de calles, caminos, túneles, plazas y paseos públicos y las delineaciones y niveles
en las situaciones no comprendidas en la competencia provincial". En tanto que el art. 59 prescribe que
"Constituyen obras públicas municipales... d) Las de infraestructura urbana, en especial las de pavimentación,
repavimentación, cercos, veredas...". Asimismo, el dec.-ley 9533/1980 preceptúa que "... constituyen bienes del
dominio público municipal las calles o espacios circulatorios, ochavas, plazas y espacios verdes o libres
públicos que se hubieren incorporado al dominio provincial con anterioridad a esta ley y los inmuebles que en el
futuro se constituyan para tales destinos en virtud de lo dispuesto por la ley 8912 —de Ordenamiento Territorial
y Uso del Suelo—" (art. 1º). Estas citas, permiten establecer que en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires,
lo atinente a la conservación de las calles o vías públicas locales, es de incumbencia municipal.
(36) Conf. causas 9870, "Morales", sent. 03/06/2010; 10.765, "Armendariz", sent. 19/10/2010; 4554
"Valenzuela", sent. 17/10/2013; entre otras.
(37) CNCiv., sala D, 27/06/2018.
(38) Cabe añadir que el art. 17 inc. c, de la Ordenanza 33.721 de la Ciudad de Buenos Aires, estipula que si
la acera se encuentra afectada por cualquier rotura ajena a la voluntad del frentista, este debe efectuar la
denuncia correspondiente ante la Dirección de Obras Públicas de la Ciudad de Buenos Aires, y en caso de no
hacerlo resulta responsable, junto a la comuna, de los daños que deriven de la vereda rota.
(39) CNCiv., sala B, 11/04/2019, "Lovello, Juan Carlos c. Meteoro Escapes s/ Daños y perjuicios".
(40) CNFed. Civ. y Com., sala II, 26/11/2018, "Aviles Cornejo, Daniel Jorge c. Estado Nacional s/ Daños y
perjuicios".
(41) Por todos, ver PERRINO, Pablo E. "La responsabilidad del Estado...", ob. cit.
(42) CCont. Adm. y Trib., Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala I, 04/10/2018, "K. D. G. c. Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires s/ Daños y perjuicios". Esta sentencia tiene la peculiaridad que, como fundamento
normativo, se utilizó al extinto art. 1112 del Cód. Civil.
(43) A nivel jurisprudencial, en el ámbito bonaerense pueden citarse la sentencia dictada en la causa A.
71.595 de la SCBA, y la causa "Sánchez Veloz" (del 17/09/2008) de la Cámara en lo Contencioso
Administrativo de la Plata. Vale recordar que en la Provincia de Buenos Aires se encuentra vigente la ley
12.276, la cual establece las obligaciones en materia de arbolados públicos. Asimismo, a nivel doctrinario puede
consultarse el trabajo de DÍAZ, Silvia A., "La caída de árboles en la vía pública. La responsabilidad por daños
materiales en rodados", LA LEY 1998-D, 1013, y Responsabilidad Civil Doctrinas Esenciales, t. III, p. 1069.
(44) GONZÁLEZ FREIRE, Juan Francisco, "Responsabilidad por el hecho de las cosas y las actividades
riesgosas (cfr. art. 1757 del Cód. Civ. y Com.)", LL AR/DOC/3822/2016.
(45) CS, Fallos: 333:1404 (2010).
(46) CS, Fallos: 338:652, "Meza, Dora c. Corrientes y otros s/ Daños y Perjuicios".
(47) CS, Fallos: 307: 173 (1985); 315:854 (1992); 316:912 (1993); 317:1336 (1994) y 322:1792 (2000).

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(48) PERRINO, Pablo E., "La responsabilidad del Estado y los funcionarios públicos. Código Civil y
Comercial (ley 26.944 comentada)", Ed. La Ley, 2015, ps. 88 y ss.
(49) CS, Fallos: 321:1124 (1997).
(50) CS, Fallos: 330:653 (2007).
(51) PERRINO, Pablo E., "La responsabilidad del Estado y los funcionarios...", ob. cit., p. 90.
(52) Para ampliar sobre este tema, ver FLORES, Álvaro B., "El deber de seguridad en los Municipios
Bonaerenses", Suplemento de Derecho Administrativo y Tributario Bonaerense del El Dial, 15/04/2016 (elDial
DC20D7).
(53) Conf. art. 2º de la Ley 26.944.
(54) Consid. 21), última parte. También en el leading case "ENTEL" (1987, citado en la nota 26) se afirmó
que pesan presunciones concurrentes sobre el dueño o guardián, quienes deben afrontar los daños causados a
otro, salvo que prueben la existencia de circunstancias eximentes. Asimismo, se estimó que la neutralización de
los riesgos no puede dejar de lado los factores de atribución de responsabilidad que rigen en este ámbito.
(55) Art. 1710.— Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el deber, en cuanto de ella dependa,
de: a. evitar causar un daño no justificado; b. adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas
razonables para evitar que se produzca un daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas evitan o disminuyen
la magnitud de un daño del cual un tercero sería responsable, tiene derecho a que este le reembolse el valor de
los gastos en que incurrió, conforme a las reglas del enriquecimiento sin causa; c. no agravar el daño, si ya se
produjo.Art. 1725.— Valoración de la conducta. Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno
conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las
consecuencias. Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las
condiciones particulares de las partes. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la
facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que suponen una confianza especial
entre las partes. En estos casos, se estima el grado de responsabilidad, por la condición especial del agente.
(56) GAIDÓS, Jorge, ob. cit. La jurisprudencia ha sostenido que la cosa inerte, en caso de no ser mantenida
en buen estado, puede transformarse en una cosa riesgosa para terceros (CNFed. Civ. y Com., sala II,
26/09/2018, "F., R. S. c. Ferrosur Roca SA y otro s/ Daños y perjuicios).
(57) CS, Fallos: 314:661 (1991).
(58) Conf. CS, Fallos: 312:2138 (1989); 313:1636 (1990); 323:3599 (2000); 325:1265 y 3023 (2002);
326:608, 1530 y 2706 (2003).
(59) SCBA, "Condolio", C. 88.211, del 29/08/3007.
(60) Sobre este tema, ver MANILLI, Pablo L., "La seguridad jurídica. Una deuda pendiente", Ed.
Hammurabi, 2011.
(61) Conf. CNCiv., sala F (2001), "Pescio, Lucía María c. Municipalidad de la Capital", ED 194-588.
(62) BREBBIA, Roberto, "Responsabilidad por el daño sufrido por un peatón a consecuencia del mal
estado de la acera", LA LEY 1988-E, 507.
(63) Conf. CS, Fallos: 331:919 (2008); 333:203 (2010).

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Voces:
DAÑOS Y PERJUICIOS ~ PODER EJECUTIVO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES ~
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~ VEREDA
Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Nación(CS)
Fecha: 07/02/2019
Partes: Oddo, Leandro L. c. Banco de la Provincia de Buenos Aires y otro s/ daños y perjuicios
Publicado en: LA LEY 28/02/2019, 28/02/2019, 8 - LA LEY2019-A, 359 - LA LEY 27/03/2019 , 12, P.m.-S;
RCyS2019-4, 127 - RDA 124 , 667, con nota de Álvaro B. Flores;
Cita Online: AR/JUR/37/2019
Hechos:
La Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó sin efecto la sentencia que condenó al Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires por el accidente en la vía pública sufrido por un peatón.

Sumarios:
1 . La condena al Gobierno de la Ciudad por el accidente en la vía pública sufrido por el accionante debe ser
dejada sin efecto, pues el juzgador prescindió de considerar que el objeto que causó el daño al actor no era
propiedad del recurrente y efectuó afirmaciones que no se compadecen con la realidad de los hechos
comprobados, ya que la conclusión a la que arribó sobre el mal estado de conservación de la vereda como causal
de la caída del peatón no se encuentra acreditada y las heridas sufridas por el reclamante fueron originadas por
vidrios abandonados en la vía pública y no, precisamente, por las deficiencias que pudiera haber tenido la acera.
2 . La condena al Gobierno de la Ciudad por el accidente en la vía pública sufrido por el accionante debe ser
dejada sin efecto sin perjuicio que de la prueba testimonial surge que los restos de vidrios de los ventanales
existentes en la vía pública eran consecuencia del arreglo efectuado por la entidad bancaria frentista —que
también ha sido condenada en la causa— lo cierto es que no se encuentra siquiera alegado en la causa que tales
elementos fueran de propiedad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ni que hubiera sido previsible su
existencia o permanencia en el lugar, de manera tal de poder imputar y analizar las consecuencias de la omisión
de realizar las diligencias necesarias en el cumplimiento de su deber de vigilancia y seguridad como titular del
dominio público de la vereda.
Texto Completo:
Buenos Aires, febrero 7 de 2019.
Considerando:
1. Que contra el pronunciamiento de la Sala K de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil que, al
revocar el de primera instancia admitió la demanda por indemnización de los perjuicios derivados de las
lesiones sufridas por el actor con motivo de su caída en la vereda por la que caminaba y en la que se
encontraban unos vidrios, el codemandado Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, dedujo recurso
extraordinario que, denegado, origina esta presentación directa.
La alzada sostuvo que la prueba testimonial producida en autos permitía tener por acreditada la
responsabilidad de los demandados y que el banco frentista no había logrado demostrar la culpa de un tercero
por quien no debía responder.
Por otra parte, señaló que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires veía comprometida su responsabilidad
por las deficientes y peligrosas condiciones de la vereda, pues tenía a su cargo el deber de atender a la seguridad
de los habitantes y de controlar que la vía pública se mantuviera en forma apta para la normal circulación.
Agregó que, en su calidad de propietario de las veredas destinadas al uso público, tenía la obligación de
asegurar que tuvieran un mínimo y razonable estado de conservación.
Por ello, y de acuerdo con lo normado por el art. 2340, inc. 7° del por entonces vigente Cód. Civil, y sin
perjuicio del deber de conservación a cargo del propietario frentista, destacó que no se podía obviar la
obligación del municipio de vigilar el estado de las calles y aceras de la ciudad.
Afirmó que tampoco se había acreditado la posibilidad de que un tercero ajeno a la entidad bancaria hubiera
colocado la cosa riesgosa ni la imposibilidad esta de evitarlo, por lo que concluyó que de acuerdo con los relatos
reseñados la caída del actor respondió a la desidia de los demandados.
2. Que el recurrente señala que el criterio de la cámara propone una ampliación ilimitada del ejercicio del
poder de policía, que no corresponde atribuir responsabilidad sobre la base de elementos —ventanales— que no
integran el patrimonio del estado local y que no se acreditó que su parte fuera el dueño o guardián de la cosa

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riesgosa.
3. Que aun cuando los agravios del apelante remiten al examen de cuestiones de hecho, prueba y derecho
común, materia propia de los jueces de la causa y ajena —como regla y por su naturaleza— al remedio del art.
14 de la ley 48, ello no resulta óbice para su consideración por la vía intentada cuando, con menoscabo de los
derechos de defensa en juicio y propiedad, la cámara ha omitido considerar elementos conducentes para la
solución del litigio y ha realizado afirmaciones dogmáticas que dan fundamento solo aparente a su resolución.
4. Que además de haber prescindido de considerar que el objeto que causó el daño al actor no era propiedad
del recurrente, la alzada ha efectuado afirmaciones que no se compadecen con la realidad de los hechos
comprobados en la causa, habida cuenta de que la conclusión a la que arribó sobre el mal estado de
conservación de la vereda como causal de la caída del peatón no se encuentra acreditada en autos, y las heridas
sufridas por el reclamante fueron originadas por vidrios abandonados en la vía pública y no, precisamente, por
las deficiencias que pudiera haber tenido la acera.
5. Que sin perjuicio que de la prueba testimonial surge que los restos de vidrios de los ventanales existentes
en la vía pública eran consecuencia del arreglo efectuado por la entidad bancaria frentista —que también ha sido
condenada en autos—, lo cierto es que no se encuentra siquiera alegado en la causa que tales elementos fueran
de propiedad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ni que hubiera sido previsible su existencia o
permanencia en el lugar de manera tal de poder imputar y analizar las consecuencias de la omisión de realizar
las diligencias necesarias en el cumplimiento de su deber de vigilancia y seguridad como titular del dominio
público de la vereda.
6. Que, por lo expuesto, y en tanto la alzada omitió efectuar un tratamiento adecuado de la controversia de
conformidad con la normativa aplicable y las constancias de la causa, se impone la descalificación del fallo por
aplicación de la doctrina de esta Corte en materia de arbitrariedad de sentencias (Fallos 310:927 y 2114;
311:1171; 312:1234, entre otros).
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y, con el alcance indicado,
se deja sin efecto el pronunciamiento impugnado. Con costas. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de
que por medio de quien corresponda, proceda a dictar un nuevo fallo con arreglo a lo expresado. Agréguese la
queja al principal Notifíquese y devuélvase. — Carlos F. Rosenkrantz. — Ricardo L. Lorenzetti. — Elena I.
Highton de Nolasco. — Juan C. Maqueda. — Horacio Rosatti.

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