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INTRODUCCION

La transició n del Antiguo Testamento, que concluye con Israel bajo el gobierno persa,
al inicio del Nuevo Testamento, con la nació n sometida al dominio de Roma es
esencial para contextualizar adecuadamente el contenido. La presencia de sacerdotes
principales, sinagogas, doctores de la ley, fariseos, saduceos, herodianos, el concilio o
sanedrín, y la amplia dispersió n de los judíos, todo esto requiere una explicació n
detallada para aquellos familiarizados principalmente con la historia del Antiguo
Testamento.

Adicionalmente, no se puede pasar por alto el período patrístico de la iglesia antigua,


ya que sus líderes frecuentemente hacían referencia al texto del Nuevo Testamento
mediante citas. Las alusiones a varios libros del Nuevo Testamento por parte de estos
líderes son valiosas para el estudio del canon, llevá ndonos hasta las proximidades del
añ o 400 después de Cristo. Al examinar el Nuevo Testamento, no puede considerarse
de manera aislada, sino que es necesario incluir un período de varios siglos anterior y
posterior a su composició n.

Resulta beneficioso examinar la perspectiva histó rica, institucional y literaria del


pueblo judío. Aunque estos tres aspectos está n estrechamente vinculados, se
encuentra ventajoso abordarlos de manera separada en el estudio.

La fortaleza de la nació n judía radicaba en el éxito logrado al integrar la religió n en la


vida diaria hasta un punto en el que los aspectos espirituales y culturales eran
prá cticamente indivisibles. La conexió n del judaísmo era tan só lida que, incluso
cuando una parte del pueblo se encontró fuera de Palestina y enfrentó desafíos, no
sucumbió a las influencias paganas circundantes. En cambio, mantuvo una só lida
solidaridad de fe y culto con sus compatriotas en la tierra natal.

La palabra "testamento" (διαθή κη) en griego posee varios significados. Entre los
escritores clá sicos, se utiliza tanto para referirse a la voluntad o testamento, es decir,
las disposiciones finales que una persona dicta sobre sus bienes antes de fallecer;
como para denotar un contrato, alianza o pacto, un documento auténtico que
establece una relació n íntima, como el parentesco, entre dos partes.
1.
En el á mbito teoló gico, el significado de la palabra es igualmente dual. Puede
entenderse como el conjunto de disposiciones adoptadas y promulgadas por Dios para
la salvació n de los seres humanos. También se refiere al conjunto de documentos
auténticos, inspirados por Dios, que contienen la revelació n de esas disposiciones.
Ambos sentidos suelen considerarse al diferenciar entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento.

El Antiguo Testamento hace referencia a la estrecha alianza que Dios estableció con
los Patriarcas y, posteriormente, con el pueblo judío a través de Moisés. Por otro lado,
el Nuevo Testamento representa el pacto que el Padre Celestial hizo con toda la
humanidad a través de su Hijo, Jesucristo, y este pacto fue predicado por los
Apó stoles.
En la Epístola Segunda a los Corintios (3:14), el apó stol Pablo denomina como "libros
sagrados" a aquellos escritos que precedieron al mensaje evangélico de Jesucristo y
que se encuentran dentro del canon judío, a los que se refiere como el "Viejo
Testamento".

En la historia el término "Nuevo Testamento" para referirse a la colecció n de libros


que contienen la revelació n de Jesucristo. La tradició n cristiana reconoce veintisiete
libros en el Nuevo Testamento. Inicialmente, estos libros se solían dividir en dos
categorías: Evangelio y Apó stoles, o Apostó lica.

El primer grupo comprendía los cuatro Evangelios, mientras que el segundo incluía el
resto, desde los Hechos de los Apó stoles hasta el Apocalipsis. Esta clasificació n
bipartita se mantiene en la liturgia de la Iglesia, donde se presenta el primer grupo
como Evangelio y el segundo como Epístolas o Lecciones.

En la actualidad, los libros del Nuevo Testamento se dividen de manera similar a los
del Antiguo en categorías de Libros Histó ricos, Didá cticos y Proféticos.

a) Hay cinco Libros Histó ricos, que incluyen los cuatro Evangelios y el Libro de los
Hechos.

b) Veintiú n Libros Didá cticos comprenden las catorce Epístolas Paulinas


(Romanos, Primera y Segunda a los Corintios, Gá latas, Efesios, Filipenses,
Colosenses, Primera y Segunda a los Tesalonicenses, Primera y Segunda a
Timoteo, Epístolas a Tito, a Filemó n y a los Hebreos), así como las siete
Epístolas(Santiago, Primera y Segunda de Pedro, Primera, Segunda y Tercera
de Juan y la del Apó stol Judas).

c) Un Libro Profético se destaca, siendo el Apocalipsis de San Juan el


representante de esta categoría.

Los primeros encuentros del racionalismo con el Nuevo Testamento surgieron como
resultado de la especulació n filosó fica anticristiana. Entre los precursores del
moderno racionalismo destacan Celso y Porfirio.

Celso, un filó sofo plató nico que vivió durante el reinado de Marco Aurelio entre los
añ os 175 y 180, atacó el cristianismo desde una perspectiva puramente filosó fica.
Rechazó la Encarnació n como algo inconcebible, calificó la narració n de los milagros
de Jesú s como simples invenciones legendarias y, de esta manera, cuestionó tanto el
contenido como la credibilidad del Evangelio.

Porfirio, un filó sofo neoplató nico que vivió entre los añ os 233 y 303, renovó los
ataques paganos contra el cristianismo, alegando que las narrativas evangélicas eran
irracionales y contradictorias. Este espíritu antagonista hacia el cristianismo continuó
entre los talmudistas y resurgió con los humanistas paganos del Renacimiento,
aunque sus doctrinas no prosperaron debido a la falta de apoyo popular.

Los orígenes del racionalismo moderno y del naturalismo pueden rastrearse hasta las
doctrinas deístas y panteístas que se enseñ aron en Inglaterra durante el siglo XVII,
propagadas por figuras como Herbert, Hobbes y Tyndall, así como en Holanda por
Spinoza. Estas doctrinas, rá pidamente difundidas por Francia, y Alemania; se
expandieron pronto por todo el mundo civilizado.

Los racionalistas y naturalistas, influenciados por estas corrientes, rechazan la


revelació n y cualquier religió n sobrenatural, negando la posibilidad misma de los
milagros. Su ú nica fuente de autoridad es la naturaleza o la razó n iluminada por la
experiencia. Esta actitud racionalista ha experimentado diversas fases a lo largo del
tiempo, y a continuació n, describiremos brevemente sus períodos principales.

1. Hipótesis de la impostura: H. S. Reimaro (1694-1768), en su obra titulada


"En defensa de los Adoradores Racionales de Dios", lanzó un ataque
contundente contra el cristianismo y propuso sus doctrinas deístas. Segú n
Reimaro, el cristianismo es una religió n de origen puramente natural y
humano, y solo se propagó gracias al engañ o. Afirma que Cristo se presentó
como un Mesías político y luchó por liberar a su pueblo del yugo de la
dominació n romana. Con interpretaciones erró neas del Antiguo Testamento y
mediante falsos prodigios, intentó provocar este movimiento de liberació n.
Cuando su "sistema" colapsó con su muerte, segú n Reimaro, los discípulos de
Cristo estructuraron un segundo "sistema", el de un Redentor espiritual y
paciente. Alega que robaron el cuerpo de Jesú s y anunciaron al mundo que
Jesú s había resucitado. Reimaro sostiene que Cristo no fue capaz de realizar
ningú n milagro. Sin embargo, sus apó stoles y discípulos los multiplicaron hasta
el infinito en sus discursos y escritos. De esta manera, Reimaro explica todo el
Evangelio como una obra de impostura consciente y deliberada, atribuyéndola
tanto a Jesú s como a sus apó stoles e incluso a sus ú ltimos discípulos.

2. Teoría de la explicación natural: H. E. G. Paulus (1761-1851), concede valor


y cará cter histó rico al Nuevo Testamento, autenticidad a los cuatro Evangelios
y buena fe a los evangelistas. Sin embargo, niega rotundamente cualquier
elemento sobrenatural en los diversos pasajes evangélicos. Como resultado, se
ve obligado a idear todo tipo de artificios para atribuir un cará cter natural a
estos relatos. Su enfoque consiste en explicar cada evento milagroso y
enseñ anza sobrenatural como algo puramente natural. Su método de
exposició n se basa en una simple exégesis filosó fica y, en consecuencia, resulta
en una tergiversació n del texto sagrado. Por ejemplo, interpreta el caminar de
Jesú s sobre el Mar de Tiberíades como un simple paseo por las orillas del lago;
la multiplicació n de las hogazas de pan simplemente simboliza la liberalidad de
Jesú s, que llevaba consigo una abundante provisió n de ellas; la resurrecció n de
los muertos la interpreta como un simple despertar de un sueñ o letá rgico o de
muerte aparente, y así sucesivamente.
3. Hipótesis de los mitos: D. F. Strauss (1808-1874), discípulo de Hegel y
profesor en las universidades de Tubinga y Zü rich, niega no solo el cará cter
sobrenatural de Cristo, sino también la misma veracidad histó rica de los
Evangelios. Segú n Strauss, las ú nicas verdades admisibles del relato evangélico
son las siguientes: en cierta época vivió un "Rabino cuyo nombre era Jesú s"; fue
un hombre de gran poder y penetració n espiritual que logró reunir a su
alrededor seguidores incondicionales. Para Strauss, todo lo demá s en los
Evangelios es una concepció n legendaria y mítica de Jesú s elaborada por
cristianos exaltados de la Iglesia primitiva. En su perspectiva, la leyenda
cristiana se reduce a un desarrollo má s amplio de las esperanzas mesiá nicas
del Antiguo Testamento, que considera igualmente ficticias. La Iglesia
primitiva, segú n Strauss, tejió un abigarrado manto con los mitos del Antiguo y
del Nuevo Testamento, que arrojó sobre las espaldas del Jesú s histó rico
disfrazado. Los milagros, segú n Strauss, son guirnaldas poéticas que enmarcan
el retrato de Jesú s.

4. Teoría de las tendencias doctrinales: Fernando C. Baur (1792-1860),


discípulo de Hegel y maestro de Strauss, es el fundador de la Escuela de
Tubinga o Teoría de las Tendencias, una escuela que atrajo a un gran nú mero
de seguidores hasta los albores del siglo XX. Baur impugna la credibilidad de
los Evangelios, sosteniendo que fueron escritos durante el siglo II. En su
reconstrucció n de los orígenes del cristianismo, explica el desarrollo del tema
central del Nuevo Testamento segú n los principios del evolucionismo religioso,
culminando en la reconciliació n o síntesis de todos los antagonismos. Segú n
Baur, en un principio hubo dos tipos opuestos de cristianismo: el cristianismo
judío (o partidarios de Pedro) y el cristianismo gentil (o partido de Pablo),
representado por las cuatro epístolas auténticas (Romanos, Primera y Segunda
a los Corintios, y Gá latas), escritas antes del añ o 70.

5. Teoría del escepticismo histórico: Bruno Bauer (1809-1882), continuador


del materialismo filosó fico de Feuerbach, sostenía que toda religió n,
especialmente el cristianismo, es producto de la imaginació n. Bauer trató de
radicalizar aú n má s las doctrinas de la Escuela de Tubinga al negar la "misma
existencia histó rica" de Jesú s, a quien consideraba simplemente una ficció n
religiosa y literaria. Respecto al cristianismo, lo veía como una simple
excrecencia de la filosofía popular romana. Niega todo valor histó rico al
Evangelio de Marcos, así como a los otros tres Evangelios. Incluso llega a
rechazar la autenticidad de las cuatro epístolas paulinas (Romanos, Primera y
Segunda a los Corintios, Epístola a los Gá latas).

6. La escuela liberal: Albrecht Ritschl (1822-1889) como el fundador de la


Escuela Liberal, La teología ritschlíana consta de tres elementos principales:

a) Da un "valor religioso extraordinario" a todo el Nuevo Testamento: Ritschl


destacaba la importancia religiosa de todo el Nuevo Testamento, especialmente
por la influencia psíquica y moral de Jesucristo sobre cada individuo en
particular.

b) Permite "rienda suelta" a toda especulació n audaz sobre los orígenes y el valor
histó rico de los libros del Nuevo Testamento. La escuela de Ritschl abrazaba de
manera audaz, sobre los orígenes y el valor histó rico de los libros del Nuevo
Testamento. A pesar de esto, mantenían la esperanza engañ osa de que, de
alguna manera, el valor religioso de estos libros se conservaría intacto.

c) Ritschl y su escuela adoptaban una actitud de indiferencia ante las posibles


consecuencias que el crítico má s intrépido pudiera derivar en relació n con los
milagros de Cristo, incluso llegando al extremo de negarlos, y respecto de
cualquier elemento sobrenatural contenido en los libros del Nuevo
Testamento.

La Escuela Liberal bajo la influencia de Ritschl, buscaba una posició n teoló gica que
combinara la libertad especulativa con la preservació n del valor religioso de los textos
bíblicos, adoptando una actitud má s flexible hacia la crítica y el aná lisis de las
Escrituras.

La Escuela Liberal, sostiene cuatro elementos principales en su sistema:

a) Los libros del Nuevo Testamento: Consideran que todos son documentos
humanos sujetos a los principios del criticismo histó rico. Mientras
generalmente se acepta la autenticidad y credibilidad limitada de los
Evangelios Sinó pticos, se niega valor histó rico al Cuarto Evangelio y a otros
libros como S. Mateo, las Epístolas Pastorales, y el Apocalipsis.

b) La persona de Jesucristo: Rechazan la divinidad de Jesucristo en el sentido


tradicional, pero sienten admiració n por su personalidad y cará cter.
Consideran a Jesú s como un genio religioso, con una conexió n especial con el
espíritu divino. Niegan la autenticidad de algunos pasajes evangélicos y buscan
separar el Cristo de la fe del Cristo histó rico.

c) Lo sobrenatural y los milagros: Niegan los elementos sobrenaturales de las


Escrituras y las enseñ anzas dogmá ticas. En cuanto a los milagros de Cristo, la
Escuela Histó rico-crítica tiende a atribuirlos a recuerdos de hechos
inexplicables o a narraciones legendarias generadas por el entusiasmo de los
primeros cristianos.

d) La esencia del Cristianismo: Consideran que el Cristianismo no es una


religió n sobrenatural y que Jesú s no formuló sistemas sacramentales ni
dogmas. Ven la esencia del Cristianismo en el "có digo moral" de Jesú s, que se
centra en las enseñ anzas sobre el reino ético o moral del cielo, donde se
perdona el pecado y el hombre se reconcilia con Dios. La fundació n de una
Iglesia sobre la roca de Pedro y la creació n de dogmas son vistas como
desarrollos posteriores y no como intenciones originales de Jesú s.

7. Teoría escatológica: T. Weiss (1863-1914), Segú n los defensores de este


sistema, Jesú s, considerado simplemente como un hijo de Adá n, estaba
completamente influenciado por las erró neas expectativas que prevalecían
entre los judíos en ese momento. Se les atribuye a estos judíos una idea muy
simple pero extrema del Reino de Dios: la intervenció n inminente y milagrosa
de Yahvé para establecer su soberanía. Segú n esta perspectiva escatoló gica, el
nú cleo de la predicació n de Jesú s sería la siguiente proclama: "Haced
penitencia, que el reino de los cielos está cerca". La perspectiva escatoló gica
que presentan los escatologistas sugiere que Jesú s se consideraba a sí mismo
como "el hijo de David" y creía ser "el hijo de Dios" en un sentido preeminente.
Se sostiene que Jesú s siempre creyó en una intervenció n inminente de Dios en
esos días, y este fue un tema central en su predicació n. Tenía la profunda
convicció n de que él mismo era el líder de ese reino celestial y que lo
inauguraría. Segú n esta interpretació n, Jesú s anticipó su propia muerte
expiatoria y su glorioso regreso en el futuro.

8. La teoría del sincretismo o de la evolución.

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