Está en la página 1de 520

Sinopsis

Jack y yo hicimos todo al revés.

El día que me llevó a su oficina -que también fue el primer día que nos
conocimos- me propuso matrimonio. Uno pensaría que un tipo como él -un
poco frío tal vez- pero aún llamativo y muy inalcanzable, solo le pediría al
amor de su vida que se casara con él, ¿verdad? Pensarías que debe estar
locamente enamorado.

No. Fue a mí a quien preguntó. Una completa extraña que nunca había oído
hablar de él. Una extraña que había sido abandonada por su prometido solo
unas semanas antes. Pensarías que me reiría en su cara, lo llamaría loco, y
algunos otros nombres, y luego me iría lo más rápido posible. Bueno... hice
todas esas cosas excepto la parte de alejarme.

Le tomó solo unos minutos convencerme de un trato comercial... quiero


decir del matrimonio, y solo unos días para que nos casáramos oficialmente.
El día más feliz de mi vida. Mágico. Abre el champán… No. Fue el peor
día. Jack Hawthorne no se era nada a lo que me había imaginado.

Lo culpé por mi error de juicio. Culpé a sus ojos, los ojos azul océano que
miraban directamente a los míos sin pedir disculpas, y ese ceño fruncido en
su rostro no tenía idea de que me fascinaría tanto con el tiempo.

No pasó mucho tiempo después de que dijo que yo era el mayor error de su
vida que las cosas empezaron a cambiar. No, todavía no hablaba mucho,
pero cualquiera puede juntar algunas palabras. Sus acciones me hablaron
más fuerte. Y día tras día mi corazón empezó a tener mente propia.

Un segundo no era nadie. Al siguiente se convirtió en todo.

Un segundo fue inalcanzable. Al siguiente, parecía ser completamente mío.

Un segundo pensé que estábamos enamorados. Al siguiente, seguía siendo


nada más que una mentira. Después de todo, yo era Rose y él era Jack.
Estuvimos condenados desde el principio con esos nombres. ¿Esperabas
algo más?
Contenido
Sinopsis
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Vein uno
Capítulo Vein dós
Capítulo Vein trés
Capítulo Vein cuatro
Capítulo Vein cinco
Capítulo Vein séis
Capítulo Vein siete
Capítulo Vein ocho
Capítulo Vein nueve
Escena Extra
Capítulo Uno
Rose
Nota a mi yo del pasado: NO, repito, no digas que sí a casarte con el
apuesto desconocido del que resulta que no sabes absolutamente nada.
—¿Declara usted, Rose Coleson, solemnemente tomar...
No. Nope.
—¿Jack Hawthorne como tu legítimo esposo?
Hmmm. Déjame pensar en eso. No lo acepto. Nope.
—¿Promete amarlo, honrarlo, cuidarlo y conservarlo mientras que ambos
vivan?
¿Conservarlo?
Con los ojos muy abiertos y un poco temblorosos, miré al frente mientras
el oficiante decía las palabras que temía. ¿Realmente estaba haciendo esto?
Cuando el silencio en la sala, en su mayoría vacía y algo deprimente, me
tocó a mí de hablar, estuve a punto de hiperventilar. Hice lo posible por
tragarme el nudo en la garganta para poder hablar, pero temía que las
palabras que querían liberarse desesperadamente no fueran Sí, quiero.
No me iba a casar en un exuberante jardín verde mientras los pocos
amigos que tenía nos animaban como siempre había imaginado que sería.
No estaba riendo o llorando de extrema felicidad como todas las novias lo
hacían en algún momento de la ceremonia. No tenía un hermoso ramo de
novia, sólo una única rosa rosa que Jack Hawthorne había puesto en mis
manos sin una palabra justo después de conocernos frente al ayuntamiento.
Ni siquiera llevaba un vestido blanco, y mucho menos el vestido de novia
de mis sueños. Jack Hawthorne llevaba un traje negro a medida que
posiblemente valía un año de mi alquiler, si no más. No era un esmoquin,
pero era igual de bueno. Al lado de él, mi atuendo me veía bastante barata.
En lugar de un hermoso vestido de novia, llevaba un sencillo vestido azul,
que era lo único que tenía que era caro y lo suficientemente apropiado para
la ocasión, sin embargo de alguna manera seguía siendo... barato, y estaba
al lado del hombre equivocado, uno que no hacía más que fruncir el ceño y
brillar.
Además, estaba el agarre de la mano, su agarre sorprendentemente
apretado alrededor de la mía, especialmente comparado con mi agarre
suelto. Un acto tan simple, pero sostener la mano de un extraño mientras te
estás casando? No es divertido. Diablos, olvídate de la mano, estaba a punto
de ser la esposa de un hombre del que no sabía nada más sobre lo que una
rápida búsqueda en Google había proporcionado.
Sin embargo, había accedido a esto de buena gana y a sabiendas, ¿no es
así?
—¿Srta. Coleson?
Cuando mi respiración empezó a ser más rápida y el pánico empezó a
apoderarse de mí, intenté sacar mi mano del agarre de Jack Hawthorne sólo
para sentir sus dedos apretando aún más los míos. No sabía lo que estaba
pensando o lo que él pensaba que iba a hacer, pero no podía mentir y decir
que huir no me había pasado por la cabeza.
Su apretado agarre fue una pequeña advertencia, y luego desapareció. Mi
mirada saltó a su cara, pero él estaba mirando al frente, los ojos en el
oficiante, sus rasgos afilados fijados en piedra. Frío. Tan frío. Me pareció
ver un músculo en su mandíbula, pero luego parpadeé y ya no estaba.
El hombre mostraba sus emociones tanto como un bloque de cemento, así
que Traté de hacer lo que él estaba haciendo: concentrarme en el presente.
—¿Señorita Coleson?
Aclarando mi garganta, hice mi mejor esfuerzo para poner acero en mi
voz para no llorar. Aquí no. Ahora no. No todos los matrimonios son por
amor. ¿Qué me había ofrecido el amor, aparte del desamor y de las comidas
emocionales nocturnas?
El corazón me latía fuerte y rápido en el pecho.
—Sí, quiero —respondí finalmente con una sonrisa que estaba segura que
me hacía parecer desquiciada.
No lo sé. Creo que realmente, realmente no acepto.
Mientras el hombre sonriente repetía las mismas palabras para mí no
sonriente casi sonriente, me olvidé de todo y de todos hasta que llegó el
momento de los anillos.
Dios, pensar que había estado planeando mi boda con un tipo diferente
sólo unos meses antes, y más aún, pensar que había pensado que las bodas
eran siempre románticas... Esta boda se sentía más como si estuviera a
punto de saltar en paracaídas desde 13.000 pies, algo que preferiría morir
antes de intentarlo, y sin embargo allí estaba. No sólo no estaba en un jardín
rodeado de vegetación y flores, sino que el único mueble de la habitación
era un sofá de un tono naranja, y por alguna razón, ese mueble y su color
eran los que más me molestaban y ofendieron más. Imagínate.
—Por favor, pónganse uno frente al otro —dijo el oficiante, y yo seguí
sus instrucciones como un robot. Sintiéndome entumecida, dejé que Jack
alcanzara mi otra mano, y cuando sus dedos le dieron un pequeño apretón a
los míos, esta vez me encontré con sus ojos interrogantes. Tragué saliva,
traté de ignorar el pequeño salto que dio mi corazón y le ofrecí una pequeña
sonrisa. Era realmente sorprendente en un sentido frío y calculador.
Mentiría si dijera que mi corazón no había dado un pequeño salto la primera
vez que lo vi. De forma totalmente involuntaria. Él tenía la cosa fuerte y
silencioso bajo control. Sus ojos azules, igualmente llamativos, se
dirigieron a mis labios y luego volvieron a mis ojos. Cuando sentí que
empujaba lentamente un anillo en mi dedo, miré hacia abajo y vi un
hermoso anillo de bodas con un semicírculo de diamantes redondos que me
miraba fijamente. Sorprendida, levanté la vista para encontrarme con sus
ojos, pero su atención estaba en mi dedo mientras hacía rodar suavemente el
anillo con el pulgar y el índice. La sensación era tan extraña como como
podía ser.
—Está bien —susurré cuando no dejó de jugar con él—. Es un poco
grande, pero está bien.
Me soltó la mano y el anillo y me miró.
—Me ocuparé de él.
—No hay necesidad de hacerlo. Esto está bien.
No sabía si Jack Hawthorne sonreía alguna vez. Hasta ahora -las tres
veces que lo había visto -no había sido testigo de ello, al menos no de una
sonrisa genuina, pero habría supuesto que si se casaba con alguien de quien
estaba enamorado en vez de conmigo, al menos habría una pequeña sonrisa
juguetona en sus labios. No parecía el tipo de persona que sonríe, pero
seguramente habría un indicio de ella. Desgraciadamente, ninguno de los
dos era la imagen de una feliz pareja de recién casados.
Alcancé su mano para ponerle el anillo de bodas, pero llámalo nervios,
torpeza, o una señal, si lo prefieres, antes que pudiera tocar su mano, el
anillo barato y delgado se deslizó de mis dedos temblorosos y lo vi volar
lejos de mí en cámara lenta. Después del sonido sorprendentemente fuerte
que hizo cuando cayó al suelo, corrí tras él, disculpándome con nadie en
particular, y tuve que arrodillarme para poder salvarlo antes que rodara bajo
el feo sofá naranja. Aunque el vestido azul claro que había elegido no era en
absoluto corto, tuve que poner una de mis manos en mi trasero para
cubrirme para no llamar la atención de todo el mundo mientras cogía la
maldita cosa antes de tener que arrastrarme de rodillas.
—¡Lo tengo! Lo tengo! —grité con demasiado entusiasmo por encima de
mi hombro, sosteniendo el anillo como si hubiera ganado un trofeo. Cuando
vi las expresiones poco impresionadas a mi alrededor, sentí que mis mejillas
se volvían de un tono rojo brillante. Dejé caer el brazo, cerré los ojos y solté
un largo suspiro. Cuando me giré sobre mis rodillas, me di cuenta que mi
casi marido sin anillo había llegado a mi lado, ofreciéndome ya su mano
para levantarme. Después de ponerme de nuevo de pie con su ayuda, me
quité el polvo del vestido. Mirando a su cara, me di cuenta tardíamente de
la rigidez con la que se mantenía: la mandíbula apretada, el tic muscular
definitivamente de vuelta.
¿Había hecho algo malo?
—Lo siento —susurré, muy avergonzada, y obtuve un breve asentimiento
como respuesta.
El oficiante se aclaró la garganta y nos dedicó una pequeña sonrisa.
—¿Podemos continuar?
Antes que pudiera arrastrarme hacia atrás, me incliné discretamente hacia
mi futuro marido y le susurré: —Mira, no estoy segura de... pareces...
Hice una pausa y solté otro largo suspiro antes de reunir el valor
suficiente para mirarlo directamente a los ojos.
—No tenemos que hacer esto si has cambiado de opinión. ¿Estás seguro?
Y quiero decir realmente, realmente seguro que quieres seguir adelante con
esto?
Sus ojos buscaron los míos mientras ignorábamos a las otras personas en
la habitación, y mi ritmo cardíaco se aceleró mientras esperaba su respuesta.
Por mucho que me resistiera a hacerlo, si él cambiaba de opinión, estaría
jodida de seis maneras hasta el domingo, y ambos lo sabíamos.
—Acabemos con esto —dijo finalmente.
Eso fue todo lo que conseguí.
Encantador.
Qué comienzo tan alentador para un nuevo matrimonio, uno falso, sí,
pero aun así.
Volvimos a ponernos delante del oficiante y rápidamente y con éxito para
empujar el anillo en su dedo en mi segundo intento. Le quedaba perfecto.
Al lado de la belleza que me había regalado, la alianza plana de boda que
había comprado para él el día anterior parecía tan barata como mi vestido,
pero era lo único que podía permitirme. No parecía que a él le importara de
todos modos. Observé con ojos curiosos cómo miraba el anillo y luego
cerró el puño de la mano en la que acababa de poner el anillo, sus nudillos
se blanquearon con la fuerza del mismo antes de volver a coger mi mano.
Mi atención cambió al captar el final de las palabras del oficiante:
—...Los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.
¿Ya está? ¿Estaba casada? ¿Así de fácil?
Miré a mi ahora esposo oficial y no supe cómo reaccionar por un
segundo. Sus ojos captaron los míos. Qué era un simple beso después de
decir que sí a un desconocido, ¿no? Pensando que estaba esperando a ver
cuál sería mi movimiento y que quería acabar con ello para poder salir de
allí, fui yo la que dio el primer paso. Nuestras manos todavía juntas, evité
sus ojos, me puse de puntillas y le di un pequeño beso en la mejilla. Justo
cuando lo solté y estaba a punto de retroceder, su mano, ahora libre, me
agarró la muñeca en un suave abrazo y nuestros ojos se encontraron.
Por el bien de las pocas personas que nos rodeaban, forcé otra sonrisa en
mi rostro y vi cómo se inclinaba lentamente para darme un beso en el borde
de la boca.
Mi corazón se aceleró porque creí que se había demorado un segundo
demasiado tiempo, y eso era un poco demasiado cerca y demasiado largo
para la comodidad, pero considerando que estábamos representando un
papel, supuse que un beso inocente no significaba demasiado. No para mí, y
estaba segura que no para él.
—Felicidades. Les deseo una feliz vida juntos. —La voz del oficiante nos
separó, y yo alcancé la mano del hombre que me esperaba.
Mientras nuestro único testigo, que yo sabía que era el conductor de Jack
Hawthorne, se movía para felicitar al hombre que ahora era mi esposo,
cerré los ojos y le pedí a mi corazón que se tranquilizara y viera el lado
bueno de las cosas. Toda esta farsa me beneficiaba más a mí que a Jack
Hawthorne. No importaba que hubiera estado comprometida con otro
hombre, Joshua, hace apenas unas semanas. Este matrimonio en particular
con este hombre en particular no tenía nada que ver con el amor.
—¿Estás lista para irnos? —me preguntó mi marido, muy real y oficial,
pero aún falso y abrí los ojos.
No lo estaba. De repente me sentí acalorada y fría, lo que no era una
buena señal, pero me encontré con su mirada y asentí.
—Sí.
Hasta que salimos del edificio, el conductor nos siguió desde una
distancia segura, no nos dirigimos una sola palabra. Entonces el conductor
desapareció para coger el coche y nos quedamos allí, observando a la gente
que nos rodeaba en un incómodo silencio, como si ninguno de los dos
supiera exactamente cómo habíamos acabado en la calle. Después de unos
momentos, ambos empezamos a hablar al mismo tiempo.
—Deberíamos...
—Creo que...
—Deberíamos volver —dijo con firmeza—. Tengo que estar en el
aeropuerto en una hora si quiero llegar a mi vuelo.
—De acuerdo. No quiero retrasarte. Voy a necesitar cambiarme primero
antes de volver a la cafetería, y puedo tomar fácilmente el metro de vuelta a
mi apartamento. No quiero que te quedes atrapado en el tráfico sólo porque
yo...
—Está bien —respondió distraído. Sus ojos no estaban puestos en mí,
sino en el coche negro que acababa de llegar a la acera—. Por favor —
murmuró, y sentí la palma de su mano tocando brevemente la parte baja de
mi espalda antes que desapareciera y se movió para abrir la puerta del
coche.
¡Diablos!
No lo conocía lo suficiente como para discutir sobre cómo llegaría a casa,
por no mencionar que discutir era lo último que tenía en mí para hacer. En
el tiempo que habíamos tardado en salir a la calle, había empezado a
sentirme mal del estómago con cada paso. Mientras me miraba expectante,
traté de no arrastrar los pies demasiado mientras acepté su oferta tácita y me
subí al coche.
Cuando entró tras de mí y cerró la puerta, cerré los ojos con la finalidad
de todo.
Que me jodan, estoy casada. No importaba cuántas veces me lo repitiera,
todavía no podía creer que había aceptado esto.
—¿Todo bien?
El tono duro y áspero de su voz me sacó de mis pensamientos confusos, y
giré la cabeza para mirarlo con una pequeña sonrisa.
—Por supuesto. Debería decir gracias...
—No hace falta. —Me dio un asentimiento cortante antes que pudiera
terminar y luego se centró en su conductor—. Raymond, cambio de planes.
Tenemos que pasar por el apartamento primero, y luego nos dirigiremos al
aeropuerto.
—Sí, señor.
Tragué saliva y apreté las manos en mi regazo. ¿Y ahora qué? pensé.
Ahora ¿hablamos? ¿No hablamos en absoluto? ¿Cómo funciona esto?
Sorprendentemente, él fue el primero en romper el sombrío silencio.
—Puede que esté fuera de alcance durante unas horas cada día,
dependiendo de mis reuniones, pero me pondré en contacto contigo en
cuanto pueda. —¿Estaba hablando con su conductor o conmigo? No podría
decirlo—. Si surge algo con Bryan o incluso con Jodi, si te dan algún
problema sobre nuestro matrimonio, déjame un mensaje.
—No hables con ninguno de ellos hasta que tengas noticias mías. —Él
miraba al frente, pero me hablaba a mí porque Jodi y Bryan eran mis primos
—. Si todo va como está planeado, estaré de vuelta en una semana como
mucho. —Hizo una pausa—. Si quieres... puedes acompañarme.
No.
—Gracias, pero no puedo. Tengo que trabajar en la cafetería, y por
mucho...
—Tienes razón —me interrumpió antes que pudiera terminar—. Prefiero
ir yo solo.
Bueno, entonces...
Asentí y miré por la ventana. No estaba segura de haber conseguido
ocultar mi alivio lo suficientemente bien. El hecho que estuviera fuera una
semana significaba siete días más que podía tomar para aceptar mi decisión.
Aprovecharía cada minuto que pudiera conseguir.
—¿A dónde vas otra vez? —pregunté, dándome cuenta que no tenía ni
idea.
—A Londres.
—Oh, siempre he querido visitar Londres, cualquier lugar de Europa, en
realidad.
—Tienes suerte de poder viajar. No sé si los abogados viajan mucho, por
supuesto, pero...
Hice una pausa y esperé a que dijera algo, aunque sólo fuera para me
ayudara a entablar una conversación sin sentido, pero tenía la sensación que
no estaba sucediendo. No me equivoqué.
—¿Tienes un cliente en Londres? —Lo intenté de nuevo, pero sabía que
era inútil.
Jack levantó el brazo y comprobó su reloj mientras negaba con la cabeza
como respuesta a mi pregunta.
—Raymond, toma la siguiente curva. Sácanos de aquí.
Cuando no hubo más que silencio en la parte trasera del coche, cerré los
ojos y presioné mi sien contra el frío cristal de la ventanilla.
Desde que había dado el visto bueno a este loco plan, había hecho todo lo
posible por no pensar demasiado en ello. Ahora era demasiado tarde para
hacer cualquier tipo de reflexión. Nosotros ni siquiera habíamos tenido
tiempo de discutir dónde viviría. ¿Con él? ¿Sin él? ¿Nos llevaríamos bien si
viviéramos juntos? Joshua... ¿Se enteraría que me había casado? Y tan
pronto después de nuestra ruptura, también.
De repente, todas las preguntas que tenía y otras que ni siquiera sabía que
tenía se precipitaron en mi mente a la vez.
Habían pasado diez minutos en los que nadie en el coche había
pronunciado una sola palabra. Por alguna razón, eso me causaba más pánico
que nada.
¿En qué me había metido, realmente? Si no podía ni siquiera lograr tener
una simple conversación con el tipo, ¿qué demonios íbamos a hacer durante
los próximos doce o veinticuatro meses? ¿Mirarnos fijamente? Sintiéndome
mal, me presioné la palma de la mano contra el estómago como si pudiera
contenerlo todo -todas las emociones, las decepciones, los sueños
olvidados- pero ya era demasiado tarde. Sentí que la primera lágrima se
deslizaba por mi mejilla, y aunque rápidamente intenté de quitarla con el
dorso de la mano porque no había ninguna razón para llorar, no pude evitar
las que siguieron. En sólo unos minutos, estaba llorando en silencio, las
lágrimas eran un torrente silencioso que no sabía cómo detener.
Muy consciente que mi rímel probablemente había ensuciado mi cara,
lloré sin decir ni pío hasta que el coche se detuvo. Cuando abrí los ojos y
me di cuenta que íbamos hacia el lado equivocado de Central Park, me
olvidé de mis lágrimas y miré a Jack.
—Creo que...—empecé, pero las palabras murieron en mi garganta
cuando vi la expresión en su cara.
Oh, ¡mierda! Si pensaba que se había enojado cuando se me cayó el
anillo, estaba muy equivocada. Sus cejas se juntaron mientras sus ojos
recorrían mi cara y la tensión en el coche se triplicó.
Hice lo posible por limpiar la evidencia de mis lágrimas sin mirarme en
el espejo.
—Este es el lado equivocado...
—Llévala al apartamento, por favor. Llegaré al aeropuerto por mi cuenta
—dijo Jack al conductor. Entonces su expresión se cerró, su cara se apagó
mientras se dirigió a mí—. Esto fue un error. No deberíamos haber hecho
esto.
Todavía lo miraba con asombro cuando salió del coche, dejando a su
novia, o sea yo, detrás.
Fue un error.
Palabras que cualquier chica que se había casado sólo treinta minutos
antes querría escuchar, ¿verdad? ¿No? Sí, yo tampoco lo creía.
Después de todo, yo era Rose, y él era Jack. Estábamos condenados
desde el principio con esos nombres. Ya sabes... el Titanic y todo eso.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: cero.
Capítulo Dos
Jack
Después de pasar días tratando de ignorar lo que había hecho, finalmente
estaba de vuelta en Nueva York y aún no estaba preparado para afrontar el
lío que había creado. Salí del coche en el momento en que Raymond se
detuvo frente a mi edificio, pasé por delante del portero y entré en el
ascensor. Mientras revisaba mis mensajes de voz, intenté no pensar en quién
y en qué tipo de situación me esperaría en mi apartamento.
¿Tendría que mantener una conversación con ella? ¿Responder a más
preguntas?
Ciertamente esperaba que no, porque hablar con ella era lo último que
quería hacer. No si pensaba seguir con mi plan de mantenerla a distancia.
En el momento en que atravesé el umbral, supe que no estaba allí.
Me sentí aliviado y molesto al mismo tiempo porque estaba solo como
me gustaba, y molesto porque ella no estaba donde se suponía que debía
estar, dejé mi equipaje en mi habitación y caminé lentamente por el
apartamento, sólo para asegurarme. Encendiendo y apagando las luces,
revisé cada habitación, inspeccionando todo, buscando algo que estuviera
fuera de lugar, buscando si alguien había estado allí después que yo me
fuera.
Cuando llegué a la última habitación, la habitación en la que se suponía
que se alojaba ella, y la encontré tal y como estaba cuando me fui a
Londres, me froté el cuello, con la esperanza que me ayudara con el dolor
de cabeza que sentía.
Salí a la terraza para contemplar la bulliciosa ciudad, preguntándome qué
debía hacer a continuación.
¿Qué he hecho?

UNAS SEMANAS ANTES...


En cuanto recibí la llamada del vestíbulo, salí de mi despacho para
esperarla frente a los ascensores. Mi objetivo principal era interceptarla
antes que pudiera llegar a la sala de reuniones donde los miembros de su
familia se reunirían con ella en otros treinta minutos. Unos minutos más
tarde, las puertas del ascensor se abrieron con un ping y Rose Coleson salió.
Su cabello castaño estaba suelto en ondas, su flequillo lo suficientemente
largo como para casi cubrir sus ojos. Estaba mínimamente maquillada y
llevaba unos sencillos vaqueros negros y una blusa blanca aún más simple.
Esperé mientras se dirigía al mostrador de recepción.
—Hola. ¿En qué puedo ayudarle? —Deb, nuestra recepcionista, preguntó
con una sonrisa de práctica en su cara.
Oí que Rose se aclaraba la garganta y vi que sus dedos se agarraban al
borde del mostrador.
—Hola. Estoy aquí por la reunión de Coleson...
Antes que pudiera terminar su frase, Deb se dio cuenta que yo estaba
esperando e, ignorando completamente a Rose, dirigió su mirada hacia mí.
—¿Sr. Hawthorne? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? Su cita de las
dos y media...
—No, no hay. —Ignorando la mirada de sorpresa de Deb, me centré en
Rose Coleson—. Señorita Coleson. —Cuando escuchó su nombre, me miró
por encima del hombro y soltó el escritorio para mirarme—. Su reunión es
conmigo —yo continué—. Si puede seguirme.
Deb interrumpió mientras Rose daba un paso para seguirme.
—Sr. Hawthorne, creo que se equivoca. La reunión de los Coleson...
—Gracias, Deb —intervine, sin importarme si se ofendía o no por mi
tono—. Señorita Coleson —repetí, tal vez un poco más duro de lo que
pretendía. Necesitaba terminar esta reunión y seguir adelante con mi día.
—Por aquí, por favor.
Tras una rápida mirada a Deb, Rose se acercó.
—¿Sr. Hawthorne? Creo que puede haber un error aquí. Se supone que
debo reunirme con el Sr. Reeves.
—Puedo asegurarle que no hay errores. Si no le importa pasar a mi
oficina para tener un poco de privacidad, hay algunas cosas que me gustaría
repasar con usted. —La observé impaciente, mientras lo pensaba.
—Me dijeron que tenía que firmar algo y que luego podía irme. Tengo
otra cita en Brooklyn, así que no puedo quedarme mucho tiempo.
Le di un breve asentimiento.
Tras una breve vacilación y otra mirada a nuestra recepcionista, me
siguió hacia mi despacho en silencio.
Tras un largo paseo, abrí la puerta de cristal para que entrara. Le recordé
a Cynthia, mi ayudante, que no desviara ninguna llamada, y luego esperé a
que Rose se acomodara en su asiento. Con su voluminoso bolso marrón en
el regazo, me miró expectante mientras me sentaba detrás de mi escritorio.
—Creía que el abogado de los Coleson era Tim Reeves, al menos el
abogado de la finca. ¿Ha habido algún cambio? —preguntó antes que
pudiera pronunciar una palabra.
—No, señorita Coleson. Tim es el que redactó el testamento, y es el que
se encarga de todo en este momento.
—Entonces todavía no estoy segura...
—No soy un abogado de herencias, pero ayudé al equipo que llevaba los
casos corporativos de su difunto padre en algunas ocasiones el año pasado.
¿Puedo ofrecerle algo de beber? ¿Café, tal vez? ¿O un té?
—No, gracias. Como dije, tengo otra cita...
—Cita a la que tiene que llegar —terminé por ella—. Entiendo. Eso es...
—Por cierto, era mi tío.
—¿Perdón?
—Has dicho padre. Gary Coleson era mi tío, no mi padre.
Levanté una ceja. Esto era algo que ya sabía, pero aparentemente estaba
demasiado distraído para recordar cada detalle.
—Así es. Me disculpo.
—Está bien... Sólo quería mencionarlo por si no lo supiera. Me temo que
también es la razón por la que no fui mencionada en el testamento, lo que
nos lleva a cerrar el círculo, Sr. Hawthorne. No estoy segura de lo que
podría querer hablar conmigo.
Esto no estaba saliendo como lo había planeado. Es cierto que no había
pensado mucho en cómo quería hacer esto, pero aun así no iba lo
suficientemente bien.
—Leí el testamento —admití después de mirar en la forma rígida que
estaba sosteniendo sentada en el borde de su asiento, impaciente y lista para
salir corriendo.
Tal vez ella apreciaría un enfoque más directo, que era algo en lo que yo
sobresalía.
—De acuerdo —dijo, levantando una ceja.
—Me gustaría hablar con usted sobre la propiedad en la Avenida
Madison que era propiedad de su tío.
Sus hombros se pusieron rígidos.
—¿Qué pasa con ella?
—Me gustaría saber cuál es su plan para seguir adelante con la
propiedad. Creo que usted y Gary habían firmado un contrato un poco antes
de su muerte indicando que usted tendría el uso de la propiedad por un
corto período de tiempo, algo así como dos años, y sólo le pagaría una
pequeña cantidad de alquiler en lugar del valor real del lugar. Al final de los
dos años, usted se mudaría. ¿Correcto?
Ella frunció el ceño pero asintió.
Satisfecho de que ella me estaba siguiendo, continué: —El contrato se
hizo pero Gary decidió añadir una cláusula de la que creo que se ha
enterado recientemente. En caso que le ocurriera algo durante esos dos
años, quería que la propiedad se transfiriera a su marido...
—Si estuviera casada —terminó Rose, con la barbilla en alto.
—Sí. —Miré con atención su mano izquierda y ella siguió mi mirada—.
Si estuviera casada claro.
Sus ojos volvieron a los míos en el siguiente segundo y vi cómo se
formaba un ceño entre sus cejas.
—Ya sé todo esto —explicó lentamente—. Gary estaba entusiasmado con
la idea que me casara con Joshua, mi prometido. Se llevaban bien, y él le
agradaba, ambos teníamos un título de negocios, pero evidentemente
parecía que confiaba más en Joshua...
—Tu ex prometido, querrás decir —le recordé.
Hizo una pausa ante mis palabras, pero sus dedos finalmente soltaron el
agarre de muerte que tenía en su bolso mientras trataba de seguir mi
significado.
—Sí, correcto. Claro, ex-prometido. Sigue siendo una costumbre. Hace
sólo unas semanas que rompimos.
—Lo siento, pero ¿cómo sabes que es mi ex-prometido?
Hice una pausa, tratando de ser cuidadosa con mis palabras.
—Hago mi debida diligencia, Srta. Coleson. Por favor, continúe.
Me estudió durante un largo momento mientras esperaba pacientemente.
—Ni siquiera era consciente que incluiría nuestro contrato en su
testamento. Tampoco se suponía que iba a tener la propiedad, eso no estaba
en el contrato. Me estaba dejando usar la propiedad sólo durante dos años,
después del plazo límite, debía marcharme. Entonces mi tío y su esposa,
Ángela, murieron en el accidente de coche y me enteré que en el
testamento que estaba planeando dejar la propiedad a mi marido.
—Tal vez esa era su manera de darte algo. Una sorpresa tal vez. Un
regalo de bodas de algún tipo.
—Sí. Tal vez. Tal vez esa fue su manera de dejarnos el lugar, pero no
estoy no estoy casada con Joshua en este momento, ¿verdad? Así que no
recibo nada. —Ella se encogió de hombros—. Sólo sabía que Gary pensaba
que la presencia de Joshua sería necesaria si iba en serio lo de abrir mi
propia cafetería. No estaba de acuerdo con él. No importaba que
hubiéramos empezado a discutir la posibilidad que yo usara el espacio un
año antes que Joshua entrara en mi vida. Él no creía que yo podía manejar
el trabajo por mi cuenta, y Joshua estaba entre trabajos así que pensó que
tenía sentido. No lo tenía. Creo que confiaba más en Joshua que en mí
porque iba a una escuela mejor. Además, no se puede olvidar el hecho que
soy una mujer y Joshua es un hombre. Él era anticuado y no creía que las
mujeres pudieran manejarse en el mundo de los negocios. Sin embargo,
cuando volvimos a hablar de ello y le conté mis planes para el lugar,
accedió a dejarme usar su propiedad. Joshua no formó parte de la
conversación, ni del contrato. Nunca hizo estipulaciones más allá del hecho
que sólo podría utilizar el espacio durante dos años y luego tendría que
encontrar un lugar diferente. Esa fue toda la ayuda que estaba dispuesto a
darme. Nada más y nada menos. Estaba agradecida de cualquier manera.
No tengo ni idea de por qué sintió que era necesario añadir a Joshua en su
testamento con respecto a algo que me concierne. ¿Y por qué te estoy
contando todo esto?
Me recosté en mi asiento, poniéndome cómodo. Ahora estábamos
llegando a alguna parte.
—Él todavía no es parte de la conversación.
—Yo... ¿Perdón?
—Gary nunca usó el nombre de tu ex-prometido. Nunca especificó quién
sería el dueño de la propiedad en caso que él falleciera. Sólo existe la
mención de un “marido”.
—No veo qué importancia tiene eso. Se suponía que me casaría con
Joshua en algún momento de este año y él lo sabía, pero al final, no lo hice.
Joshua rompió conmigo dos días después de su muerte. Así que, como no
estoy casada, Sr. Hawthorne, y no estoy planeando casarme con nadie
pronto, yo no puedo usar el espacio y mucho menos poseerlo. Hablé con
mis primos, Bryan y Jodi, pero no están interesados en cumplir con el
contrato que había firmado con su padre, lo que significa que no voy a ser
capaz de abrir mi cafetería. En este punto, sólo estoy tratando de aceptar el
hecho que desperdicié cincuenta mil dólares, cincuenta mil dólares que
logré ahorrar trabajando durante ni siquiera sé cuántos años en este punto
en un espacio que nunca iba a ser mío de todos modos. Aparte de eso, perdí
a dos personas que eran importantes para mí en el mismo accidente de
coche ese día. Aunque era la sobrina de Gary, nunca me vieron como su
propia carne y sangre, pero eran todo lo que tenía después que mi padre
falleciera cuando yo tenía nueve años. Sea cual sea el caso, en lugar de
dejarme en el sistema, Gary aceptó acogerme y eso es todo lo que importa.
Así que, para responder a su pregunta anterior, no tengo planes con respecto
a la propiedad porque ya no se me permite usarla.
Un poco sin aliento y, por lo que pude ver, muy cabreada, se levantó y se
colgó el bolso del hombro.
—Bien, no quiero ser maleducada, pero creo que esto ha sido una pérdida
de nuestro tiempo. Tenía un poco de curiosidad cuando lo seguí hasta aquí,
lo admito, pero no tengo tiempo para repasar cosas que ya conozco sin
ninguna razón en absoluto. Tengo una entrevista de trabajo a la que tengo
que llegar, y no puedo permitirme llegar tarde. Creo que hemos terminado
aquí, ¿no? Fue un placer conocerlo, Sr. Hawthorne.
Pensando que nuestra conversación había terminado, extendió su mano
sobre mi escritorio, y la miré por un segundo. Antes que se decidiera a
marcharse, solté un suspiro, me levanté de mi asiento y la miré a los ojos
mientras tomaba su mano.
Esto era. Esta era la parte en la que debería haber dicho fue un placer
conocerte y seguir con mi día. Pero no lo hice.
Con voz tranquila y serena, dije lo que había estado esperando decir.
—No está siendo grosera, señorita Coleson, pero antes que se vaya, me
gustaría que se casara conmigo. —Rompiendo nuestra conexión, metí las
manos en los bolsillos, observando su reacción.
Después de un breve momento de vacilación, respondió: —Claro, ¿qué
tal si lo hacemos después de mi entrevista de trabajo, pero antes de la cena.
Porque, ya sabe, ya he hecho planes con Tom Hardy y no creo que pueda
posponer...
—¿Se está burlando de mí? —Me quedé absolutamente inmóvil.
Sus ojos entrecerrados se movieron por mi cara, buscando una respuesta,
presumo. Cuando no pudo encontrar lo que buscaba, la lucha se fue y justo
delante de mis ojos, todo su comportamiento, que se había endurecido en el
momento en que empecé a hacer preguntas sobre su ex-prometido, se
suavizó y soltó un suspiro.
—¿No estaba haciendo un chiste malo?
—¿Parezco alguien que bromea?
Haciendo un sonido evasivo, se movió en su lugar.
—A primera vista... no puedo decir que lo haga, pero no lo conozco lo
suficiente como para estar segura.
—Te ahorraré la molestia: no hago bromas.
Me miró desconcertada como si hubiera dicho algo sorprendente.
—De acuerdo.
—Creo que igual me voy a ir ahora.
Sin más, me sorprendió y se dio la vuelta para marcharse. Antes que ella
pudiera abrir la puerta, hablé.
—¿No estás interesada en escuchar más sobre mi oferta entonces?
Su mano ya estaba en el pomo del cristal cuando se detuvo. Con los
hombros rígidos, soltó la puerta y se volvió hacia mí.
Después de abrir y cerrar la boca, me miró directamente a los ojos desde
el otro lado de la habitación.
—¿Su oferta? Sólo para que estemos en la misma página y pueda
asegurarme que no lo he oído mal, ¿podría repetir la oferta?
—Me ofrezco a casarme contigo.
Se subió el bolso al hombro y se aclaró la garganta.
—Mr. Hawthorne, creo... que me halaga que usted...
—Señorita Coleson —la corté bruscamente antes que pudiera terminar su
frase—. Le aseguro que mi oferta de matrimonio es estrictamente un
negocio. Estoy seguro que no está pensando que estoy expresando un
interés en usted. Tenía la impresión que le vendría bien mi ayuda, ¿me
equivoco?
—¿Su ayuda? Ni siquiera lo conozco, y definitivamente no recuerdo
haber pedido ninguna...
—Si aceptas mi oferta, tendrá tiempo suficiente para conocerme.
—Si acepto su oferta... que es un negocio disfrazado de matrimonio. No
creo que lo siga aquí.
—Quizá si me explicara lo que le cuesta entender, podría ayudarla.
—¿Qué tal todo? Desde mi punto de vista, eso parece un buen punto de
partida.
—Claro, por supuesto. Si toma asiento, estaré encantado de entrar en más
detalles. Por ejemplo, puedo asegurar que los ahorros de su vida, que ha
gastado en una cafetería que no se va a realizar, no se desperdiciarán. —
Supongo que ella pudo ver por mi expresión que no estaba entusiasmada
con ninguna parte de nuestra conversación.
—¿Cómo sabe que esa era mi vida?
—Como dije antes, hago mi…
—La debida diligencia, cierto. Lo escuché la primera vez. —Ella miró
hacia afuera, sus ojos escudriñando el ajetreado pasillo fuera de mi oficina.
Le tomó unos segundos para elegir entre salir o quedarse. Luego, de mala
gana, volvió a acercarse a mi mesa y a mí, y con la misma reticencia se
sentó de nuevo en el borde del asiento. Sus ojos desconfiados tenían toda
mi atención.
—Bien. —Cuando estuve seguro que no iba a saltar y salir corriendo, me
senté también—. Ahora que se queda, me gustaría que considerara mi
oferta.
Cerrando brevemente los ojos, respiró profundamente y dejó salir todo.
—Verá, eso no me explica nada. Usted sigue preguntando lo mismo, y yo
sigo experimentando las mismas ganas de levantarme e irme.
—Me gustaría que nos casáramos por varias razones, pero la que te
interesaría más es el hecho que podrías abrir tu cafetería en la Avenida
Madison.
Al no hacer ningún comentario, nos quedamos en silencio.
—¿Es eso? —preguntó finalmente, con un tono impaciente—. ¿Quiere
casarse conmigo para que pueda abrir mi cafetería?
—Parece que me has entendido bien.
Después de otra mirada desconcertada, se recostó en su asiento y se
levantó, dejó su bolso en la silla y se acercó a las ventanas del suelo al techo
para contemplar el horizonte. Pasó un minuto entero en silencio, y mi
paciencia empezó a agotarse.
—Entonces está loco —dijo—. ¿Está usted loco, Sr. Hawthorne?
—No voy a responder a esa pregunta —respondí escuetamente.
—Eso no es nada nuevo. No está respondiendo a mis preguntas, no está
explicando las cosas.
—Quiero ayudarla. Es así de sencillo.
Me miró con sus grandes ojos marrones, como si hubiera perdido la
cabeza, y cuando no continué, levantó los brazos y los dejó caer.
—¿Así de simple? ¿Podría ser útil ahora mismo y explicar mejor, por
favor?
—Quiere ayudarme, por alguna razón insana, a mí, alguien que por
cierto, ni siquiera sabe tu primer nombre.
—Mi nombre es Jack.
Me estudió durante un largo momento, nuestras miradas se mantuvieron.
—Hablas en serio, ¿no? ¿Es este un servicio que ofreces a todos tus
clientes, Jack Hawthorne? ¿Ofreciéndose para casarse con ellos?
—Usted es la primera, señorita Coleson.
—Entonces, soy el copo de nieve especial.
—En cierto modo, sí.
Volviendo a la vista, dejó caer la cabeza y se frotó las sienes.
—¿Por qué?
—¿Me está preguntando por qué eres un copo de nieve especial?
Resoplando, me miró por encima del hombro.
—No, no se lo estoy preguntando.
—¿Puede darme más información, por favor? Como frases reales que
expliquen las cosas y que realmente tengan sentido? Estoy bastante segura
que no está pidiéndome que me case con usted sólo para ayudarme. ¿Qué
hay para usted? ¿Cuáles son todas esas razones que menciona? —Ella miró
alrededor de mi oficina, tomando todo, incluido yo, los muebles caros, mi
ropa, la vista, los clientes y los abogados que pasaban—. Voy a arriesgarme
y decir que no es por el dinero, porque no creo que tenga nada que ofrecerle
en ese frente.
—Tienes razón, no necesito dinero. Como dije antes, esto es
estrictamente un trato de negocios. No significa nada más para mí. Cuando
sigamos adelante con el matrimonio...
—Está muy seguro de si mismo mientras yo todavía estoy tratando de
averiguar si es usted quien se burla de mí.
Ignoré su apreciación y continué.
—No será más que una transacción comercial entre dos personas. —Me
levanté y me dirigí hacia ella.
—Me hice socio este año, señorita Coleson. Tengo treinta y un años, soy
el socio más joven del bufete, y para tratar adecuadamente a algunos de mis
clientes actuales y futuros clientes, necesito causar una buena impresión.
Hay cenas formales e informales, eventos a los que tengo que asistir.
Aunque no es un requisito estar en una relación seria o ser un “hombre de
familia”, como se dice, creo que puedo utilizar la ilusión que me
proporcionará un matrimonio en mi beneficio. No quiero perder a ninguno
de mis clientes o potenciales clientes por otros socios.
Cruzando los brazos contra el pecho, se enfrentó a mí, y nos miramos el
uno al otro. No podía ni empezar a adivinar lo que estaba pasando por su
mente. Mi propia mente, sin embargo, estaba en guerra con mi conciencia.
—¿Por qué no casarse con alguien que ama? ¿Con alguien con quien
salga? ¿Alguien que realmente conoce? ¿Por qué consideraría siquiera
preguntarme? No sabe nada sobre mí. No somos más que dos extraños. —
Aparentemente tratando de contener sus emociones, respiró profundamente
—. Llámeme anticuada, Sr. Hawthorne, pero soy una romántica. Creo en
casarme con alguien por amor y sólo por amor. El matrimonio es... El
matrimonio significa algo completamente diferente a lo que creo que
significa para usted. No quiero insultarlo, no lo conozco, pero no me parece
alguien que necesariamente le da mucho significado...
—Puede terminar su frase, señorita Coleson. —Volví a meter las manos
en los bolsillos de mis pantalones.
—Creo que entiende lo que quiero decir.
Asentí con la cabeza porque sí lo entendía.
—No tengo tiempo para las relaciones personales en este momento, y no
voy a casarme con alguien que acabe esperando más de lo que le ofrezco.
No le estoy ofreciendo algo que no esté dispuesto a dar, y usted no puedes
ser tan ingenua, ¿verdad? Usted no puede pensar que sólo quiero casarme
con usted para tener a alguien colgado de mi brazo en ocasiones apropiadas
y me pague una pequeña renta.
Su columna vertebral se enderezó y sus ojos me lanzaron dagas.
—¿Ingenua? Confíe en mí. Créame, Sr. Hawthorne, no soy tan ingenua.
Si estuviera casada, mi marido sería dueño de la propiedad, eso es lo que
dice el testamento. Así que si usted es mi marido... —Ella hizo una pausa y
luego se encogió de hombros—. Entiendo que usted también quiera la
propiedad, pero todavía estoy esperando que me cuente la parte en la que
me ayudaría. Hasta ahora todo lo que he oído es que va a conseguir todo lo
que quiera de esto. No veo cómo casarme con usted me ayudará a ahorrar
“los muy escasos ahorros” que ya he gastado para comprar todo para la
cafetería. ¿Dónde encaja la apertura de la cafetería? En este escenario, usted
se queda con la falsa esposa y la propiedad, una propiedad que supongo que
puede comprar a mis primos si están considerando venderla, si es lo que
quiere.
—No creo que estén interesados en vender. Incluso si lo estuvieran, ¿por
qué gastaría tanto dinero en algo que puedo conseguir gratis? Y para darle
más contexto sobre el tema, yo no estaba buscando activamente a alguien
para casarme, pero cuando me pidieron que leyera el testamento para
aconsejar sobre algunos temas, me enteré de su situación y pensé que
podríamos ayudarnos mutuamente. Para ampliar otra cosa que mencionó,
no somos completos desconocidos. Nosotros ya nos conocimos una vez,
hace un año. Fue sólo un breve encuentro en una de las fiestas de su tío,
pero aun así me ayudó a ponerle una cara a su nombre. Por muy vago que
fuera, tuve una idea de quién eras, y en cuanto al resto... tuve suficiente
tiempo para saber lo que necesitaba saber sobre usted, y estoy seguro que
tendrá la misma oportunidad con respecto a mí.
—¿Nos conocimos? ¿Dónde? No me acuerdo.
Incómodo, me moví en mi sitio y, sin querer entrar en demasiados detalle,
deseché su pregunta.
—Si no te acuerdas, no tiene sentido repetirlo. Como dije, no fue más que
una breve introducción de todos modos. ¿Algo más que quiera saber?
—¿De verdad está hablando en serio? ¿De verdad?
Miré el reloj de la pared. El tiempo se consumía.
—No lo voy a seguir repitiendo, señorita Coleson. Si acepta, nos
casaremos y la propiedad será transferida a mí. Después de eso, respetaré
los términos del contrato inicial y usted podrá seguir con sus planes.
Ella suspiró y pareció meditar mis palabras.
—¿Eso es? ¿Eso es todo?
—¿La propiedad, asistir a eventos y actuar como si estuviéramos casados
delante de otras personas? ¿Nada más?
—Eso es exactamente, y sólo por dos años. Nada más, nada menos.
Apartando la mirada de mí, puso los labios entre los dientes.
—Dos años, correcto, porque eso no es nada. ¿No es esto ilegal? ¿No
sería ilegal?
—¿Por qué iba a serlo?
Me miró exasperada.
—Bien. ¿Qué pasa con Jodi y Bryan?
No hay manera que crean que fue un matrimonio real. ¿No pueden ellos
disputar, impugnar, o lo que sea que la gente haría en esta situación para
evitar que yo abriera la cafetería y que usted tenga la propiedad? Con el
ceño fruncido su rostro, negó con la cabeza.
—No estoy diciendo que lo haría, pero si por alguna razón loca aceptara
tu oferta... No puedo creer que esté pensando esto, y mucho menos que lo
diga en voz alta.
No era difícil ver la mirada esperanzada en su rostro. Sabiendo que era el
momento adecuado, le di otro pequeño empujón.
—No es una decisión difícil, señorita Coleson. Si sospechara que habría
contraataque, para mí o para usted, no haría esta oferta. Soy el mejor en lo
que hago, y nadie va a discutir nada. Si acepta, me encargaré de sus primos.
No serán un problema, se lo aseguro. —Levanté mi hombro en un
descuidado encogimiento de hombros—. No es asunto de nadie más que
nuestro, y no le debes a nadie ninguna explicación.
Sus ojos se concentraron en el suelo y siguió negando con la cabeza. Yo
ya sabía cuál sería su respuesta: estaba haciendo preguntas, lo que
significaba que lo estaba pensando. Ya era un hecho. Si no hubiera estado
ya seguro del resultado, no habría acudido a ella con la oferta. Ella había
gastado todos sus ahorros en su sueño, y no la veía dejando pasar mi oferta,
que nos beneficiaría a ambos. También sabía que no significaba que
obtendría su respuesta sin resistencia.
Sorprendidos, ambos miramos a mi asistente, Cynthia, cuando llamó a la
puerta de cristal y entró.
—Su próxima cita está aquí, Mr. Hawthorne, y usted quería que le
informara cuando la otra reunión había comenzado.
—Gracias, Cynthia. Voy a necesitar unos minutos más aquí.
Mientras Cynthia asentía y cerraba la puerta, Rose Coleson se dirigió de
nuevo a su silla y recogió su bolso.
—Me voy a ir... y voy a pensar en…
—Me temo que tendrás que darme tu respuesta ahora. —No me moví de
mi sitio.
Ella dejó de revolver su bolso y se encontró con mi mirada.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque como Cynthia acaba de hacernos saber, tus primos están en la
sala de reuniones en este momento, discutiendo cómo manejar las
propiedades. Si acepta mi oferta, iremos a reunirnos con ellos y
anunciaremos nuestra situación. Si no lo hace, perderá su última
oportunidad.
—No puede esperar que decida ahora mismo. ¿Crees que van a creer que
nos enamoramos a primera vista? Y luego decidimos casarnos en una
semana?
—¿Y cómo iban a saber eso? ¿Cómo van a saber cuándo o cómo nos
conocimos? —Saqué las manos de los bolsillos y me encogí de hombros,
volviendo hacia mi escritorio—. No es nuestro problema si asumen que nos
conocimos hace semanas o meses atrás.
—Mi prometido me dejó hace unas semanas, señor Hawthorne. De la
nada. Me conocen lo suficiente como para saber que no me casaría con otra
persona tan rápidamente.
—¿Su punto es?
—¿Mi punto es? —Frustrada, negó con la cabeza—. No puedo creer que
esto esté sucediendo ahora.
Abrumada y con cara de confusión, se dejó caer en la silla. Me sentí
como un bastardo por forzar una respuesta de ella, pero tenía un millón de
cosas que hacer y no tenía suficiente tiempo para hacerlas. Si íbamos a
seguir adelante con esto, necesitaba saberlo inmediatamente porque no me
pondría en esta situación de nuevo.
—Voy a necesitar esa respuesta de usted, señorita Coleson.
—Y necesito saber más detalles, señor Hawthorne. Además, ¿podría
dejar de llamarme Srta. Coleson?
—Los detalles no son importantes en este momento. Es un sí o un no.
—Me está presionando. No me gusta. No me gusta esto.
—No estoy haciendo nada de eso. Puede salir de mi oficina en cualquier
momento después que me de una respuesta definitiva. No tiene que decir sí,
pero cuando responda, no olvide que es una decisión completamente suya.
No tengo nada que perder en esto. Si no termino con esa propiedad,
encontraré otra cosa en la Avenida Madison. ¿Puede decir lo mismo?
Con las manos apoyadas en el regazo y las palmas sobre los vaqueros,
levantó la cabeza y me miró.
—Esto es una locura. Si hago esto, estoy loca. Estás loco.
—Creo que tengo bastante claro lo que piensa de mí. —Medio sentado en
mi escritorio, me crucé de brazos—. Esto nos beneficiará a ambos, señorita
Coleson. Si firmamos ese simple papel que dice que estamos casados, usted
podrá abrir su cafetería, y nada más cambiará durante dos años. Si no lo
hacemos, perderá todo el dinero de los muebles y el equipo que ha
comprado que no puede usar en este momento. Desde mi punto de vista, no
hay decisión que tomar. Le estoy ofreciendo un salvavidas. Si está de
acuerdo con perder todo eso, no tenemos nada más que discutir.
—No encajamos bien, Sr. Hawthorne. Seguramente puede ver eso.
—No, supongo que no lo hacemos. Estoy completamente de acuerdo con
usted, pero entonces creo que es lo suficientemente bueno para lo que
tenemos en mente. Si su respuesta es no, por favor, hágamelo saber para
que pueda seguir con mi próxima reunión.
Los segundos pasaron mientras esperaba su respuesta, y pude ver el
momento exacto en que su sueño de abrir su propio café se hizo realidad.
—No puedo creer que esté diciendo esto. Ni siquiera puedo creer que
esto esté sucediendo ahora, pero si vamos a hacerles creer que nos vamos a
casar, creo que debería empezar a llamarme Rose.
—Bien. Discutiremos los detalles en otra cita. Mientras tanto, voy a
redactar un contrato de matrimonio que lo cubra todo. —Me levanté del
escritorio, crucé hacia la puerta y la abrí para ella.
—Seis meses —me dijo.
Arqueé una ceja cuando se levantó y se giró para encontrarse con mi
mirada.
—¿Seis meses?
—Sí. Quiero que me des seis meses antes de empezar a pagarte la
cantidad de alquiler que se habló en el contrato original. —Ella asintió con
el ceño fruncido, como si no estuviera muy segura de lo que estaba
pidiendo—. Sé que eso no estaba en el contrato inicial que hice con mi tío,
pero ya que vas a terminar comprando la propiedad de todos modos, quiero
que esos primeros seis meses sean libres de alquiler para que al menos
pueda intentar obtener algún beneficio. —Hizo una pausa, pensando—.
Creo que puedes permitírtelo. Y a decir verdad, yo no puedo. Claro, el
alquiler que voy a pagar es nada para un lugar en la Avenida Madison, pero
con todo lo que está pasando, yo no podré pagarlo. Pero esos seis meses
libres de alquiler me ayudarán a tener un buen comienzo.
La estudié más detenidamente.
—Tienes razón, puedo permitirme el lujo de no recibir tu alquiler. Trato
hecho. ¿Eso es todo?
—Yo... Sí, eso es todo.
—Podrías pedirme la mitad de la propiedad. Si te hubieras casado con
Joshua, tendrías la mitad.
—¿Me la darías?
—Me temo que la respuesta sería no.
—Ya me lo imaginaba. No pagar el alquiler durante seis meses me
ayudará.
—Bien. Entonces no tenemos ningún problema. Unámonos a la reunión.
—¿Así de fácil?
—¿Tienes más preguntas?
—Sólo unas cien. —Se detuvo a mi lado y me miró a los ojos.
Arqueé una ceja.
—Me temo que no podemos revisarlas todas en este momento. Quizá la
próxima vez. Tendrás mucho tiempo para preguntarme lo que quieras
después que nos casemos. Deja que sea yo quien hable en la reunión y
estaremos bien.
Más pálida de lo que estaba cuando entró en mi despacho y quizá un
poco conmocionada, asintió con la cabeza y me siguió mientras nos
dirigíamos hacia la sala de reuniones.
Me maldije por lo cabrón que era a cada paso que daba.
Cuando estábamos a pocos pasos de la sala de reuniones podía ver a
Bryan y Jodi Coleson sentados uno al lado del otro, de espaldas a nosotros,
miré a Rose y vi que su respiración estaba un poco descontrolada, sus ojos
enormes e inseguros.
—¿Lista? —pregunté, adivinando ya cuál sería su respuesta.
—No puedo decir que lo esté.
Asentí con la cabeza. Eso era suficiente.
—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con tus primos?
Se frotó las sienes antes de mirarme.
—¿La semana pasada, tal vez? ¿Quizás más? ¿Por qué?
—Déjalo en mis manos.
Entramos en la habitación. De pie, uno al lado del otro. Ella tenía ese
particular agarre de muerte en su bolso que colgaba de su hombro de nuevo.
—Tim —interrumpí y todos en la habitación, incluyendo a Jodi Coleson
y Bryan Coleson, se volvieron para mirarnos—. Siento llegar tarde a la
reunión.
Tim barajó las páginas que tenía en la mano, se levantó y se quitó las
gafas, con los ojos puestos en Rose.
—Hola Jack. Srta. Rose, me alegro que pueda unirse a nosotros. No la
retendré mucho tiempo, sólo necesitamos que...
—Tim —dije de nuevo y esperé hasta que su mirada se encontró con la
mía—. Pensé que te gustaría estar informado para que puedas hacer los
cambios necesarios. Rose Coleson es mi prometida y nos vamos a casar en
unos días.
—¿Te... te vas a casar con la señorita Rose? ¿Qué? —Mientras Tim se
quedó mirando a mí y a Rose con una expresión de estupefacción, Bryan se
levantó lentamente y se enfrentó a Rose.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, su ya dura mirada saltando de
Rose a mí—. Explícate.
—Bryan, Jack y yo nos vamos a casar. —Ella forzó una risa y se movió
sobre sus pies—. Sé que suena un poco...
—Suena como si me estuvieras jodiendo, prima.
Di un paso adelante, poniéndome delante de Bryan y obligando a Rose a
dar un paso atrás.
—Sé que esto es una sorpresa para su familia, Sr. Coleson, así que dejaré
pasar esa pero le sugiero que cuide sus palabras cuando se dirija a mi
prometida. —Aparté la mirada de él y me dirigí a la sala—. Le propuse
matrimonio a Rose la semana pasada, y pensamos que este sería un buen
momento para compartir la noticia con ustedes. No pudimos hacerlo antes
porque queríamos algo de privacidad para celebrar. Tim, creo que esto
cambiará la situación con respecto a la propiedad en la Avenida Madison.
—Esto es una completa mierda —estalló Bryan mientras su hermana,
Jodi, se sentaba y observaba todo lo que sucedía con una expresión de
aburrimiento—. Esta situación, sea lo que sea este acto, no cambia nada.
Ella sigue sin conseguir la propiedad. ¿Qué tan estúpido crees que soy?
—Oh, no podría decirlo, Sr. Coleson. Seremos familia en breve y no me
gustaría insultarlo. —Vi como el color de su cara se oscurecía—. Además,
en el testamento, Gary Coleson establece claramente que, en caso de
fallecer, la propiedad de la avenida Madison se transferirá al marido de
Rose. El plazo era hasta 2020, creo, pero siempre podemos comprobarlo.
—Sólo le explico esto por su bien, Sr. Coleson, porque no voy a casarme
con su prima por una propiedad. Mis sentimientos por ella no tienen nada
que ver con lo que está pasando aquí.
—Jack, tal vez deberíamos... —empezó Tim.
—Si no tiene nada que ver con lo que está pasando aquí, no reclamarás la
propiedad —Bryan forzó a través de los dientes apretados, sus ojos se
deslizan a Rose.
—La propiedad, creo que es el último regalo de Gary Coleson a su
sobrina. Estoy seguro que no está tratando de ignorar los deseos de su
padre.
Las manos de Bryan se cerraron lentamente en puños y dio un paso más
hacia adelante.
Tim se aclaró la garganta y se frotó los ojos con el pulgar y el índice.
—Jack quizá no era el mejor momento para... eh, compartir las buenas
noticias.
—Tal vez podamos programar otra reunión para...
—Sí, creo que sería mejor. Rose y yo esperamos tener noticias pronto.
—Impugnaré el testamento —dijo Bryan, sus ojos brillando de ira antes
que pudiera sacarnos de allí. Estaba hablando con Rose, con los ojos
puestos en ella.
—No te dejaré tener esto. Estás haciendo esto porque no te dejé usar el
lugar y te dije que tenía otros planes.
—Si impugna, tendrá que esperar mucho tiempo para tener su propia
parte. Pelearé Sr. Coleson —advertí.
—Bryan —dijo Rose desde detrás de mí—. No me voy a casar con Jack
por la propiedad. Sé que el momento es... incómodo, pero no es lo que
piensas. Nosotros nos conocimos cuando...—Se acercó a mí y pasó su brazo
por el mío.
Me obligué a relajarme.
—No tienes que explicarle nada —dije, mirándola.
Su boca se apretó en una fina línea cuando sus ojos se encontraron con
los míos.
—Sí, tengo que hacerlo, Jack. Por supuesto que sí.
—No voy a escuchar ni una palabra más de ti —interrumpió Bryan—.
Esto no va a suceder. Si me obligas, lucharé contra esto.
Con eso, salió, asegurándose de golpear su hombro contra el mío.
Finalmente, Jodi se puso de pie.
—Bueno. Bueno. Nuestra pequeña y bonita Rose finalmente hace algo
interesante. —Sus ojos me tomaron de la cabeza a los pies mientras Rose
soltó mi brazo—. No está mal, primita —dijo—. No es una mejora de
Joshua, pero ya que lo has perdido, supongo que éste servirá.
Cuando arqueé la ceja, sonrió como si tuviera un secreto y se encogió de
hombros.
—No es mi tipo. Demasiado serio, demasiado rígido, pero oh, bueno
¿quién soy yo para hablar de tu prometido?
Deteniéndose frente a Rose, se inclinó para besar su mejilla y sentí que
Rose se puso rígida a mi lado, echándose un poco hacia atrás.
—Sabes que no me importa el tema de las propiedades, tengo mis
millones y la casa del testamento, pero sabías que Bryan tenía los ojos
puestos en esto. No creo que esta pequeña trama matrimonial cambie nada.
—Ella levantó su mano y estudió sus uñas rosadas—. Que gane el mejor,
supongo. Será divertido para mí de cualquier manera.
Capítulo Tres
Rose
Presente
Estaba tratando de pintar la pared detrás del mostrador y haciendo todo lo
posible para no quedarme dormida mientras hablaba con Sally, mi
empleada. Había sido un día largo, como lo habían sido todos los días de la
última semana y media, pero no me quejaba; cómo iba a hacerlo cuando mi
sueño era abrir mi propia cafetería desde hacía tanto tiempo. Ni siquiera
intenté reprimir mi bostezo, sumergí el rodillo de pintura en más pintura
verde oscura e ignoré el zumbido de mi hombro mientras seguía pintando.
—¿Seguro que no quieres que me quede más tiempo? —preguntó Sally,
revisando en su mochila mientras buscaba su teléfono.
—Ya has estado aquí más tiempo del que se suponía, y ya casi he
terminado por hoy. Sólo necesito otros quince minutos más o menos sólo
para añadir una última capa. De alguna manera todavía puedo ver un toque
de rojo debajo. —Suspiré y se convirtió en un gemido—. Tan pronto como
esto esté hecho, me iré a casa también.
Mirando por encima de mi hombro, le dirigí mi mirada más severa y la vi
estallar en carcajadas.
—¿Qué? —pregunté cuando me miró con una sonrisa tambaleante.
—Tienes puntos verdes por toda la cara, y ni siquiera voy a señalar el
estado de tu camiseta, ni de tu pelo. Sólo diré esto: ahora eres oficialmente
una obra de arte.
Podía imaginar el desastre que había hecho en mi camiseta, pero mi cara
era una novedad para mí.
—Curiosamente, voy a tomar eso como un cumplido, y... bueno, la
pintura —murmuré con un suspiro mientras me limpiaba la frente con el
brazo.
—Hasta los músculos de mi cara están cansados, ¿cómo demonios ha
pasado eso?
—Ni idea. Mi cara está bien, pero mi culo está bastante dolorido.
—Bueno —empecé, haciendo una mueca—. No estoy segura de lo que
has estado haciendo cuando estoy de espaldas, pero...—Antes que pudiera
terminar, vi la expresión de Sally y no pude contener la risa.
—¡Dios, eso ha salido mal! —gimió ella, mirando al techo—. Nos
sentamos en el suelo durante casi dos horas seguidas, era inevitable...
—Lo sé, lo sé. También me duele el culo, y no es sólo el culo, me duele
cada centímetro de mi cuerpo. Me estoy dirigiendo hacia el delirio, así que
voy a reírme como una lunática sin importar si lo que dices es gracioso o
no. Sal de aquí para que pueda terminar y llegar a mi querida ducha y a la
cama.
Sally era una joven de veintiún años, morena, de ojos oscuros, siempre
sonriente y había sido la decimoquinta aspirante al puesto de barista/todo-
lo-que-se-necesite-hacer. Había sido amor a primera vista. Para ahorrarme
el dolor de cabeza, había optado por no publicar sobre el trabajo en línea, o
en ningún sitio, en realidad. Sólo se lo comenté a algunos amigos para que
preguntaran si alguien que conocían necesitaba un trabajo, y también
pregunté a algunas otras personas con las que había trabajado en mi último
trabajo como gerente de Black Dots Coffee House antes de renunciar
cuando pensé que Gary iba a dejarme usar el lugar. Se había corrido la voz,
y había terminado hablando con mucha más gente de la que había previsto
que lo haría. Ninguno de ellos se había sentido como la persona, sin
embargo.
Sally, sin embargo, era una completa desconocida que acababa de
caminar hacia su apartamento después de una terrible cita a ciegas y me
había visto luchando para llevar cajas de la acera a la tienda. Se había
ofrecido a ayudar, y a cambio, al final del día le había ofrecido el trabajo.
No fue malo que nos hubiéramos unido por nuestro mutuo amor y obsesión
por las tazas de café, los cachorros y Nueva York en invierno. Si esas cosas
no demostraban que encajábamos perfectamente, no sabía qué más podría
hacerlo.
Si había una cosa que deseaba más para Around the Corner, mi cafetería,
era que se convirtiera en una tienda de café acogedora, cálida y feliz. La
popularidad tampoco le vendría mal a nadie. Aunque era muy consciente
que iba a ser el jefe, no quería trabajar con gente con la que no me pudiera
llevar bien sólo porque sus currículos eran impresionantes. Si fuéramos
felices y amigables, creía que tendría otro tipo de atracción para los
clientes, y la personalidad y la alegría de Sally marcaban todas las casillas
para mí.
—Ya lo tienes, jefe. —Me dijo adiós con su teléfono, era una forma de
despedirse y se alejó hacia la puerta—. Oh, ¿cuándo quieres que vuelva?
Dejé el rodillo de pintura y gemí mientras me enderezaba con la mano en
la cintura y miré mi obra casi terminada.
—Creo que estaré bien por mi cuenta esta semana, pero te enviaré un
mensaje para la semana que viene si tengo muchas cosas que hacer. ¿Te
parece bien?
—¿Estás segura que no necesitas ayuda con la pintura esta semana?
—Sí, puedo encargarme. —Me limité a hacer un gesto con la mano para
que se fuera sin volverme porque no creía que mi cuerpo fuera capaz de
hacer algo tan complejo en ese momento—. Te llamaré si algo cambia.
—Entendido. Asegúrate de ir a casa antes de caer muerta. —Con sus
encantadoras palabras de despedida, desbloqueó la puerta y la abrió. Antes
que la oyera cerrarse, me llamó por mi nombre y la miré por encima del
hombro, lo que me costó un gran esfuerzo.
—Sólo dos semanas más o menos —dijo Sally, sonriendo—. Estoy muy
emocionada —chilló, saltando de arriba y abajo.
Le di una sonrisa cansada pero genuinamente feliz y me las arreglé para
bombear mi mano hasta la mitad. Sólo nos separaban cinco años de edad,
pero estaba sintiendo cada uno de los años que tenía sobre ella. —Sí,
definitivamente, ¡sí! Probablemente no puedas notar mi cara en este
momento porque no puedo moverla mucho, pero yo también estoy
emocionada. No puedo esperar. Woohoo.
Su cuerpo desapareció detrás de la puerta, y todo lo que pude ver fue su
cabeza.
—¡Va a ser genial!
—Estoy cruzando los dedos en mi mente porque no creo que pueda
hacerlo en la vida real.
Después que ella me diera una sonrisa aún más grande, su cabeza
desapareció también y la puerta se cerró. Como habíamos tapado las
ventanas, no podía ver el exterior, pero sabía que ya estaba oscuro. Alcanzar
mi teléfono en mi bolsillo trasero resultó más difícil de lo que esperaba,
pero pude comprobar la hora. Me movía a cámara lenta, pero ¿quién
necesitaba velocidad en un lunes por la noche?
Las ocho.
Sabía que no debía descansar, pero mis piernas, pies, espalda, cuello,
brazos y todo lo demás me estaba matando. Al no tener otra opción, me
desplacé detrás del mostrador, justo donde estaría la caja registradora dentro
de unos pocos días, gimiendo y lloriqueando todo el tiempo que mi culo
tardó en llegar el suelo. Luego dejé caer la cabeza hacia atrás con un fuerte
golpe y cerré los ojos con un fuerte suspiro. Ahora, si pudiera conseguir
levantarme, terminar la última capa en la pared, y asegurarme que ya no
podía ver ningún maldito rojo, podría cerrar y luego mover los pies lo
suficiente como para llegar al metro y así pudiera llegar a casa y meterme
directamente en la ducha. Si no me ahogaba en la ducha, meterme en mi
cama también estaría bien, y la comida. En algún momento, necesitaría
comida.
Entonces me di cuenta de nuevo. Si ignoraba que me estaba muriendo
lentamente de todo tipo de dolores, Sally tenía razón: me estaba acercando
mucho al día de la inauguración. Desde que había aceptado un trabajo en
una cafetería local cuando tenía dieciocho años, sabía que quería abrir mi
propio local. Algo que me perteneciera sólo a mí.
Y no sólo eso, sino que también fuera el lugar al que yo perteneciera. Y
eso sería una primera vez también. Por muy cursi que sonara, había algo en
la idea de mi propio lugar que siempre había levantado mi corazón cuando
soñaba con ello.
Justo cuando sentía que me quedaba dormida, la puerta de entrada que se
abría y cerraba con un suave chasquido me despertó. Había olvidado por
completo que no había cerrado con llave después que Sally se fuera.
Pensando que se había dejado algo, intenté levantarme.
Como mis piernas no querían cooperar, tuve que ponerme de manos y
rodillas con mucho esfuerzo y luego agarrarme al mostrador para
levantarme.
—¿Qué te has olvidado? —pregunté, y salió medio como un gemido.
Encontrar a mi primo, Bryan, justo al otro lado del mostrador no fue la
mejor sorpresa que podría haber deseado. Ante su inesperada aparición,
intenté decir algo, pero se me trabó la lengua.
Golpeó el mostrador con los nudillos y echó un buen vistazo a su
alrededor. Así que hasta ahora, había ignorado cada una de sus llamadas e
incluso había apagado mi teléfono cuando sus mensajes amenazantes
habían empezado a descontrolarse.
—Bryan.
Sus ojos sólo se movieron hacia mí cuando terminó con su examen y se
podía ver fácilmente que no estaba contento.
—Veo que ya te has acomodado —dijo, la ira evidente en su voz.
—Bryan, no creo que...
—Sí —interrumpió, dando un paso adelante—. Sí, no piensas. Tú no
piensas. No voy a dejar pasar esto, Rose. Seguramente, eso es obvio. No
mereces este lugar. No eres de la familia, no realmente, lo sabes. Siempre lo
has sabido. Y tener a ese abogado detrás de ti no cambiará nada. —Su
mirada se dirigió a mis manos—. Veo que ni siquiera llevas un anillo de
boda. ¿A quién crees que estás engañando?
Apreté los dientes y cerré los puños detrás del mostrador. Si sólo pudiera
golpearlo una vez. Sólo una vez. Oh, el placer que me daría.
—Estoy trabajando. No voy a usar algo tan preciado para mí mientras
estoy pintando. Esto no tiene sentido, creo que deberías irte, Bryan.
—Lo haré cuando esté listo.
—No quiero discutir contigo. No me ves como familia así que eso nos
convierte en extraños. No tengo que dar explicaciones a un extraño.
Se encogió de hombros.
—¿Quién está discutiendo? Sólo quería pasarme para hacerte saber que
no debes acomodarte aquí. Nos vamos a ver más. Tu abogado puede haber
conseguido que no te quite este lugar, por ahora, pero no me rindo tan
fácilmente. Como ya sé que tu matrimonio no es más que una mentira, todo
lo que tengo que hacer es esperar y probarlo.
—Sé que piensas...
—Buena suerte con eso —dijo alguien y con una sacudida, giré la cabeza
y miré a los ojos a Jack. El que era mi marido.
Oh, cielos.
No era mi noche, eso era seguro. Si Jodi hubiera entrado con ramos de
rosas en sus manos para felicitarme por la cafetería, no creo que me hubiera
sorprendido tanto como yo. Había continuado ignorando el recuerdo del día
en que me había casado con este desconocido en concreto, y como no había
estado en la ciudad durante ocho o nueve días, había funcionado bien hasta
ahora. Para ser justos, no debería haber sido una sorpresa. Estábamos, de
hecho, casados, así que sabía que eventualmente tendría que verlo de
nuevo, pero su momento fue el peor. Si hubiera tenido la opción de elegir,
habría preferido una llamada telefónica en la que pudiera exponer mi caso
mucho más fácilmente antes que tuviéramos que enfrentarnos.
Antes que pudiera decir nada, se centró en Bryan.
—Como no creo que estés aquí para felicitarnos, te pido que dejes en paz
a mi mujer.
Bryan tuvo que dar un paso para alejarse del mostrador cuando Jack casi
se puso en su cara.
—Así que sabes que tienes una esposa entonces. Por lo que he oído no
estabas en el país.
—Disculpe, Sr. Coleson, mis disculpas. No sabía que al casarme con su
prima tendría que compartir mi agenda con usted también. Lo remediaré tan
pronto como sea posible.
Tenía muchas ganas de resoplar, pero logré contenerme.
Jack continuó.
—Ya que estás aquí me gustaría aprovechar esta oportunidad para repetir
lo que te dije antes. Me he dado cuenta que cada vez que estás cerca de mi
esposa la haces sentir incómoda e infeliz. Realmente no creo que me guste,
Bryan. No estoy seguro de cuántas veces necesitas que te lo repita. Pero lo
diré de nuevo: No quiero verte cerca de ella.
Como no podía ver la expresión de Jack de espaldas a mí, observé el
músculo de la mandíbula de Bryan y luego forzó una sonrisa en su rostro.
—De todos modos, ya me iba. He dicho lo que he venido a decir,
¿verdad?
—¿Rose?
No dije nada.
Jack no dijo nada.
Bryan forzó una risa en su rostro.
—Los dejaré solos a los dos tortolitos.
—Y más tarde tú y yo tendremos una charla, Jack.
Jack siguió a Bryan hasta la puerta y se aseguró de cerrarla después de él.
Gimiendo, cerré los ojos.
—Esta fue una buena lección de por qué nunca debo olvidar cerrar la
puerta.
Abrí los ojos y él estaba allí mismo. Justo frente a mí donde Bryan había
estado parado hace sólo unos minutos. No estaba segura de si él era la
mejor opción.
—Rose —dijo Jack a modo de saludo. Sólo Rose.
Por un breve momento, no supe qué decir. Estaba bastante segura que era
la primera vez que me llamaba por mi nombre y no por el de la señorita
Coleson cuando estábamos solos. Cuando habíamos asistido a esa reunión
con Jodi y Bryan, yo era sólo Rose, pero en el momento en que me
acompañó a los ascensores después que había terminado allí, volví a ser la
señorita Coleson. Supongo que como ya no era técnicamente una Coleson,
usar mi nombre de pila era la elección.
Además, maldita sea, era un espectáculo para mis ojos doloridos. A pesar
de lo tarde que era, llevaba un traje: pantalón y chaqueta gris oscuro, camisa
blanca, y una corbata negra. Era sencillo, pero no por ello dejaba de ser
caro.
Teniendo en cuenta mi aspecto en ese momento, era un golpe bastante
fuerte, también.
En ese primer vistazo, no estaba ni cerca de ser mi tipo. No me gustaban
los melancólicos y distantes a los que no les gusta usar sus palabras, como
si no fueras digna de una conversación a sus ojos. Definitivamente no era
una fanática de los tipos elegantes y ricos que venían del dinero y crecían
asumiendo que eran dueños de todo y de todos los que vivían con los
Colesons, y no encajábamos bien. Aparte de eso, no tenía nada personal
contra ellos. Así que, sí, Jack Hawthorne no era mi tipo. Sin embargo, eso
no significaba que no pudiera apreciar lo bien que se veía...con la barba
incipiente, esa afilada mandíbula, sus únicos y cautivadores ojos azules, o el
hecho que tenía un cuerpo que llevaba muy bien los trajes. No, mi problema
con mi nuevo marido no era su aspecto, sino su personalidad.
Así es como funciona el universo: te da la única cosa que dijiste que
nunca querrías.
—Jack... has vuelto. —Dado mi estado medio muerto, esa fue la mejor
respuesta que se me ocurrió, señalando lo obvio. Teniendo en cuenta que no
lo había visto o hablado con él desde el día que me dejó en ese coche, sentí
que tenía todo el derecho a estar sorprendida.
Con la mirada que me dirigió, como si yo estuviera por debajo de él, un
nudo de temor se formó en mi estómago. Yo tenía mucha confianza en mí
misma, pero los tipos como él siempre se destacaban por hacerme sentir
menos. Tratar con Bryan no había facilitado las cosas.
—¿Creías que iba a desaparecer? ¿Era la primera vez que aparecía aquí?
Tu primo.
Asentí con la cabeza.
—Bien. No volverá.
Eso no sonó para nada siniestro.
—Tenemos que hablar —continuó, completamente ajeno a mis nervios.
Agarrando el mostrador con las manos para apoyarme, asentí de nuevo e
intenté la mejor manera de mantenerme erguida.
El tipo no se andaba con rodeos, eso estaba claro. Tampoco era
exactamente un conversador, por lo que había aprendido hasta ahora.
Afortunadamente, eso funcionaría a mi favor esta vez, porque aunque no
tenía muchas ganas de verlo, me había estado preparando para esta
conversación desde sus palabras de despedida después de la ceremonia. A
muchas sesiones de práctica en el espejo. Estaba segura que estaba allí para
decirme que quería el divorcio, y yo estaba decidida a hacerle cambiar de
opinión.
—Sí, tenemos que hablar —acepté una vez que estuve segura que mis
rodillas no me iban a fallar.
No sabía si era porque no esperaba que aceptara tan rápidamente o por
algo más, pero parecía desconcertado. Lo ignoré y comencé mi discurso.
—Sé por qué estás aquí. Sé lo que has venido a decir, y voy a pedirte que
no lo digas, al menos no antes que termine de decir lo que tengo que decir.
De acuerdo, aquí no hay nada. Tú eres el que vino a mí con esta oferta.
Bueno, yo fui a tu oficina, pero técnicamente fuiste tú quien me atrajo a tu
oficina.
Sus cejas se alzaron lentamente.
—¿Atraído?
—Déjame decir esto. Tú empezaste esto. Estaba haciendo las paces con
la situación, incluso estaba buscando un nuevo trabajo, pero tú cambiaste
las cosas. Tu oferta cambió las cosas. He venido aquí todos los días desde
que hicimos nuestro trato.
He estado trabajando sin parar y ahora es demasiado real para dejarlo ir.
Así que no puedo hacerlo.
—Lo siento, pero no puedo firmar los papeles. En su lugar, tengo una
oferta diferente para ti, y realmente quiero que la consideres.
Con cada palabra que salía de mi boca, sus cejas se fruncían más, su
expresión se volvía asesina. Pero me abrí paso antes que pudiera decir una
palabra, me dijera algo por mi mierda, y arruinara mi proceso de
pensamiento.
—Iré a todos los eventos a los que quieras que vaya, sin límites, siempre
que sea después que cierre la cafetería, por supuesto. También cocinaré para
ti. No sé si cocinas o no, pero puedo cocinar para ti y ahorrarte la molestia.
Café gratis —añadí con entusiasmo cuando la idea se me pasó por la cabeza
al azar. ¿Cómo no se me había ocurrido?
—Café gratis durante dos años. Siempre que vengas, lo que quieras, las
veces que quieras al día. Los pasteles también serían gratis. Y, sé que esto
va a sonar un poco tonto, pero escucha. No parece que seas la persona
más... sociable...
—¿Perdón? —dijo en voz baja, cortándome.
—No sé, tal vez sea la palabra equivocada, pero puedo ayudar con eso,
también. Puedo ser una buena amiga, si es algo que necesitas o quieres.
Puedo hacer...
—Deja de hablar.
El tono duro que utilizó fue inesperado y me hizo callar bastante rápido.
—¿De qué demonios estás hablando? —preguntó, poniendo las manos
sobre el mostrador y se inclinó hacia mí.
Me incliné hacia atrás.
—No me voy a divorciar de ti, Jack. —Bajé la cabeza y dejé un largo
suspiro—. Lo siento, no puedo. Me odio por decir esto, pero voy a causarte
problemas. —Dios, como salieron las amenazas, sonó bastante débil incluso
a mis propios oídos.
Parpadeó un par de veces, y pensé que tal vez mi amenaza estaba
funcionando.
—Me crearás problemas —repitió en un tono distante, y cerré los ojos en
señal de derrota. No se lo estaba creyendo. Si uno de nosotros iba a crear
problemas para el otro, sería él quien me haría la vida imposible. Él tenía
todo el poder—. Sólo por curiosidad, ¿qué tipo de problemas me causarías,
Rose? ¿Qué tienes en mente?
Levanté la vista para ver si se estaba burlando de mí, pero era imposible
adivinar nada por su rostro pétreo. Cuando no pude darle una respuesta, se
enderezó y se metió las manos en los bolsillos.
—Si pensaba divorciarme de ti, ¿por qué iba a decir las cosas que le dije
a Bryan? Vine a preguntar por qué tus cosas no están en mi casa, por qué no
te has mudado.
Oh.
—Yo... ¿qué?
—Se suponía que te mudarías cuando yo no estuviera. No lo hiciste.
Incluso aunque esto no va a ser un matrimonio real, somos los únicos que
sabemos eso, y me gustaría mantenerlo así. Por todo lo que has dicho,
parece que no quieres el divorcio. Si eso es cierto, tenemos que vivir juntos.
Seguramente podrías haberlo adivinado, sobre todo con la llegada de tu
primo.
Eso no era para nada lo que esperaba escuchar de él. ¿Había pasado casi
dos semanas preocupándome por nada?
—Dijiste, antes de salir del coche... dijiste que no deberíamos haber
hecho esto y no llamaste ni contactaste conmigo de ninguna manera durante
todo el tiempo que estuviste fuera.
—¿Y?
Encontré fuerzas para enfadarme un poco.
—¿Y qué se supone que debía pensar después de ese comentario?
Seguramente sabías que pensaría que te arrepentías de tu decisión.
—¿Y querías casarte ese día? —replicó.
—No, pero...
—Eso no importa. ¿No te llamó Cynthia para que te mudaras a mi casa?
Momentáneamente sin palabras por su audacia, cerré los ojos y apenas
logré levantar la mano lo suficiente para frotar el puente de mi nariz.
—No recibí ninguna llamada.
—Ya no importa. Tengo trabajo que hacer, así que tenemos que irnos
ahora.
Al encontrarme con sus ojos, fruncí el ceño.
—¿Qué quieres decir con que tenemos que irnos ahora?
—Te ayudaré a empacar algunas cosas de tu apartamento y luego a mi
casa. Puedes coger todo lo demás más tarde.
Mi ceño se frunció y negué con la cabeza.
—Puedes irte si quieres pero yo también tengo trabajo que hacer, como
puedes ver, y no voy a ir a ninguna parte antes que esté hecho.
Si pensaba que podía darme órdenes sólo porque estábamos casados, se
avecinaba otra cosa. Antes que se le ocurriera otra cosa y me cabreara aún
más, le di la espalda y me agaché suavemente para recoger el rodillo de
pintura, haciendo una mueca de dolor mientras intentaba no gemir ni hacer
ningún otro sonido, aunque la espalda me estaba matando. Justo cuando
empecé con el primer rodillo húmedo, oí unos crujidos detrás de mí. Sin
pensar en nada porque, en mi humilde opinión, si quería irse, era más que
bienvenido a hacerlo, seguí pintando. Iba a un ritmo mucho más lento que
antes, pero estaba haciendo el trabajo, y lo más importante, no me echaba
atrás.
Sólo unos segundos después, su palma rodeó mi muñeca y detuvo mis
movimientos. Sólo sentí el calor de su piel durante un rápido segundo, y
luego se fue.
Me quitó el rodillo, lo volvió a dejar en el suelo y empezó a remangarse
las mangas blancas y extremadamente caras. Siempre pensé que había algo
irresistible en ver a un hombre arremangarse, y Jack Hawthorne era tan
meticuloso y minucioso al respecto que me era imposible apartar la vista.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Le pregunté cuando finalmente
terminó...y en el proceso de recoger el rodillo de pintura.
Me echó una breve mirada y empezó a pintar.
—Obviamente estoy ayudando a terminar lo que estabas haciendo para
que podamos salir de aquí más rápido.
—Tal vez tengo otras cosas que necesito hacer aquí.
—Entonces también te ayudaré con ellas. —Pensé que eso era
inusualmente dulce de su parte, molesto, pero de una manera dulce.
—No necesito...—Otra mirada rápida de él hizo que las palabras
murieran en mis labios.
—Tienes un aspecto horrible. —Me dio la espalda mientras yo seguía
mirándolo en estado de shock—. ¿No te gustó cómo lo pintaron los
profesionales? —preguntó.
Tal vez no era tan dulce después de todo, sino simplemente grosero. Para
ser honesta, ese comentario me dolió un poco.
—Gracias. Me esforcé al máximo para parecer horrible hoy, me alegra
saber que ha funcionado. Aunque, si hubiera sabido que ibas a venir, me
habría esforzado más. Además, ¿de qué profesionales estás hablando? Estoy
pintando el lugar yo misma.
Esa confesión me valió otra mirada indescifrable, esta vez más larga.
—¿Por qué?
—Porque tengo un presupuesto y no puedo malgastarlo en cosas que
puedo hacer fácilmente yo misma. ¿Quedó mal o algo así? —Entorné los
ojos y miré la pared con más atención—. ¿Sigues viendo ese maldito rojo
por debajo?
El rodillo dejó de moverse durante dos segundos, pero luego siguió
pintando.
—No. Teniendo en cuenta que lo has pintado tú sola, parece que está
bien. ¿Esta es la única pared que vas a pintar? —preguntó, con la voz más
tensa.
—No. Mañana empiezo con el resto de la casa. Sólo iba a dar una capa
más para el verde y luego darlo por terminado.
Me adelanté, cogí la pequeña brocha y la sumergí en el cubo de pintura
que estaba sentado en el extremo del mostrador.
—Voy a hacer los bordes, será más rápido.
—No —respondió en tono cortante, bloqueándome—. Parece que estás a
punto de desplomarte. He dicho que lo haré yo. —Sin tocarme, me quitó la
brocha de la mano—. No sabes cómo lo quiero hacer —protesté, tratando
de tomar la brocha.
—Creo que es un proceso bastante sencillo, ¿no te parece? Siéntate antes
de...
—Cállate. Yo me encargo.
Era tentador estar de pie todo el tiempo mientras él pintaba mi pared,
pero tenía razón, si no me sentaba, estaba a punto de desmayarme.
Como las sillas aún no habían llegado, lo único en lo que podía sentarme
era un viejo taburete que había encontrado en la trastienda y que había
limpiado esa misma mañana.
Tras unos minutos de silencio en los que los únicos sonidos que se oían
eran el tráfico de fuera y los sonidos húmedos del rodillo de pintura, no
pude soportarlo.
—Gracias por ayudar, pero Sr. Hawth…
Se detuvo y se dio la vuelta. Incluso con un rodillo de pintura en la mano,
él parecía atractivo, no es que fuera de mi incumbencia. Un idiota atractivo
no tenía mucho atractivo.
—Jack —dijo en voz baja—. Tienes que llamarme Jack.
Suspiré.
—Tienes razón. Lo siento. Todavía... se siente rara. Sólo quería decir que
no puedo quedarme en tu apartamento, no esta noche —añadí rápidamente
—. Estoy realmente cansada y necesito ir a casa, ducharme, y... realmente
no es el mejor momento para mí para empacar y mover mi ropa. Dame una
semana y...
—¿Quieres seguir casada? —Con indiferencia, se inclinó y sumergió el
rodillo en más pintura. No respondí; no era necesario. Volvió a pintar y
habló hacia la pared.
—Bien. Iremos a tu apartamento y te esperaré para que cojas una bolsa.
Si no quieres que tu primo te cree problemas en el futuro, tienes que
deshacerte del apartamento tan pronto como puedas.
Apreté los dientes. Sabía que tenía razón, pero eso no significaba que me
gustara lo que estaba diciendo. Aun así, pensé que hacerle saber mi opinión
sobre el asunto era una buena idea.
—No me gusta esto.
Eso hizo que me mirara.
—¿De verdad? Me sorprende mucho escuchar eso. —Y aquí estaba
teniendo el momento de mi vida.
Mis labios se movieron, pero su rostro era ilegible, como siempre. Sacudí
la cabeza.
—Me alegro de haber podido proporcionarte eso, y sé que tienes razón.
—Es sólo que... tengo un millón de cosas que hacer aquí en los próximos
días, y empacando mis cosas además de todas esas cosas... no estoy segura
de tener la energía. Así que, estaría más cómoda en mi propio espacio, ¿qué
tal si sigo pagando mi alquiler al menos durante un mes más o menos y voy
y vengo mientras trabajo en la cafetería y me muevo lentamente?
—Eso no va a funcionar. Puedes empacar lo que necesites para unos
cuantos días, y enviaré a algunas personas a tu apartamento para empacar
tus muebles.
¿Enviar a algunas personas? ¿De qué demonios estaba hablando?
—Yo... Los muebles no son míos. Es un estudio de una sola habitación,
muy pequeño. Todo lo que tiene es una cama plegable, un pequeño sofá y
una mesa de café, básicamente, y nada de eso es mío. Además, no necesito
que otra persona empaque mis cosas. Lo haré yo misma.
—Bien. Entonces, después de pasar por tu casa, volveremos a mi
apartamento. En los próximos días, traerás el resto de tus cosas.
Así de fácil, me quedé sin excusas, así que cerré la boca y me di permiso
para enfadarme en silencio durante unos minutos. Duró hasta que él cogió
la pequeña brocha y empezó a pintar los bordes.
—No sé cómo hacer esto —dijo Jack en voz baja con un ligero toque de
enfado en su voz.
Mi codo estaba sobre la encimera y yo apoyaba la cabeza en la palma de
la mano cuando él habló. Abrí los ojos para comprobar su progreso.
—Se ve bien desde aquí. De nuevo, no tienes que hacerlo, pero gracias.
Sus movimientos con el pincel vacilaron un segundo, pero no se detuvo.
—No estoy hablando de la pintura. Estoy diciendo que no sé cómo hacer
esto contigo. No sé cómo estar casado.
Me quedé mirando su nuca, parpadeando y tratando de asegurarme que le
había escuchado bien. Me tomé mi tiempo tratando de averiguar cómo
responder.
—Yo tampoco, me he casado con un desconocido, así que creo que
estamos en el mismo nivel aquí. Espero que podamos resolverlo juntos en el
camino. ¿Puedo sugerir una cosa, sin embargo? Creo que nos facilitaría la
vida.
—¿Puedo detenerte? —preguntó, mirándome por encima del hombro.
¿Quería decir que yo hablaba demasiado?
—Tendrías que probar y ver por ti mismo, pero estoy bastante segura que
no puedes, así que seguiré adelante y lo compartiré. No eres muy hablador,
y eso está bien. Si lo intentara, podría hablar lo suficiente por los dos, pero
aunque no vamos a estar en la cara del otro todo el tiempo, vamos a tener
que encontrar una manera de... comunicarnos, creo. No creo que esté
demasiado equivocada si digo que pareces un tipo de muy pocas palabras.
Se volvió para mirarme con una ceja arqueada, y le di una pequeña
sonrisa y un encogimiento de hombros antes de continuar.
—Va a ser difícil acostumbrarnos el uno al otro. Toda esta situación es
incómoda y nueva. Además, vivir contigo va a ser... para ser sincera, un
poco raro para mí, por no mencionar el hecho que vas a tener que vivir con
un extraño en tu apartamento, también. Trataré de mantenerme fuera de tu
camino tanto como pueda. Pasaré la mayor parte del tiempo aquí, de todos
modos, así que creo que apenas notarás mi presencia. Y nos estamos
ayudando mutuamente, ¿verdad?
—Tú consigues la propiedad y la falsa esposa de vez en cuando, y yo
consigo dos años en este increíble lugar. Lo prometo, haré mi parte.
Sus ojos sosteniendo los míos, me dio un pequeño asentimiento.
—A pesar de lo que has visto esta noche, soy bastante fácil de llevar —
continué mientras se concentraba en sumergir el pincel en más pintura—.
Ni siquiera sabrás que estoy en tu casa. Estaré donde me necesites cuando
me necesites, pero aparte de eso, me mantendré alejado de ti.
—Eso no es lo que me preocupa.
Me estaba costando mucho mantener los ojos abiertos.
—¿Qué es lo que te preocupa entonces?
En lugar de dar más explicaciones, negó con la cabeza y se volvió hacia
la pared casi terminada.
—Esto está casi hecho. Si no hay nada más que hacer, deberíamos irnos.
—Hay un millón de cosas que hacer, pero no creo que tenga fuerzas para
levantar un dedo, y mucho menos hacer algo. Cogeré mis cosas de la parte
de atrás y luego podemos irnos.
—Tu anillo —dijo mientras me empujaba hacia arriba, de espaldas a mí
—. No lo llevas puesto.
—Yo...—Me toqué el dedo donde debía estar el anillo—. Lo dejé en casa
porque estoy trabajando aquí. No quería perderlo o dañarlo con todo el
trabajo que tengo que hacer.
—Prefiero que lo lleves a partir de ahora.
No se volvió para mirarme, pero me di cuenta que la banda que le había
comprado estaba en su dedo.
—Por supuesto. —murmuré en voz baja antes de ir a la cocina a por mis
cosas.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: ninguna.
Capítulo Cuatro
Jack
El viaje en coche hasta su apartamento fue silencioso. Después que ella
saludara en silencio a Raymond después de entrar en el coche, ninguno de
los dos dijo una palabra al otro.
Yo no tenía nada más que decir, y a ella no le parecía que le quedaran
fuerzas para decir dos palabras seguidas. Eso nos salvó de intentar hablar de
cosas sin importancia, algo que de todas formas no hacía de buena gana.
Antes de lo que esperaba, nos detuvimos frente a su antiguo edificio en el
East Village. Le ofrecí mi ayuda, pero se negó cortésmente.
Después de prometer que no tardaría mucho, se alejó rápidamente, es
decir, tan rápido como pudo arrastrarse, es decir, salió del coche. Pensando
que se tomaría su tiempo para hacer la maleta, sin importar lo que dijera,
como habrían hecho todas las mujeres que conocí hasta ese día, me
concentré en contestar algunos correos electrónicos mientras esperaba en el
coche con Raymond.
Veinte minutos más tarde, justo cuando estaba a punto de enviar mi sexto
correo electrónico, levanté la vista del teléfono y vi a Rose saliendo con una
sola bolsa de lona. También se había cambiado su ropa salpicada de pintura
por unos vaqueros azules y una camiseta blanca, y parecía recién duchada
con su pelo húmedo enmarcando su cara. Si no me equivoco, le dolía la
pierna derecha.
Antes que pudiera hacer nada, Raymond abrió su puerta y se apresuró a
ayudarla.
Tras un breve tire y afloje entre ellos, que observé con confusión y
diversión inesperada, Rose se rindió y dejó que Raymond llevara su bolsa.
—Gracias —dijo en voz baja cuando él le abrió la puerta después de
meterla en el maletero.
—De nada, señora Hawthorne.
Me quedé helada. Con la mano encima de la puerta abierta, Rose se
congeló también.
—Uh, eso no es necesario. Por favor, llámame Rose.
Cuando finalmente entró y Raymond cerró la puerta, cerré mi teléfono y
lo puse de nuevo en mi bolsillo.
—¿Será suficiente? —pregunté.
Ella me miró con el ceño fruncido.
—¿Perdón?
Señalé hacia el fondo con la cabeza.
Ella siguió mi mirada.
—Ah, sí. No puedo hacer mucho esta noche. Empacaré todo mañana. Lo
siento si he tardado mucho, pero he tenido que meterme en la ducha por
toda la pintura.
—Está bien. Me ocupé de algunos correos electrónicos.
Ella asintió y nos quedamos en silencio durante unos minutos hasta que
volvió a hablar.
—Eso fue un poco raro para ti también, ¿verdad? No era sólo yo.
Enarqué una ceja y esperé a que se explicara.
—Señora Hawthorne —susurró después de echar una rápida mirada a
Raymond. Ella puso su mano derecha en el asiento de cuero entre nosotros,
inclinando la parte superior de su cuerpo hacia mí como si estuviera
compartiendo un secreto—. Es la primera vez que me llaman así. Me va a
costar acostumbrarme. Ahora soy la señora Hawthorne.
—Sí, lo eres —acepté secamente y luego miré por la ventana mientras
ella se apartó. En el reflejo del cristal, la vi perder la pequeña sonrisa que se
dibujaba en sus labios y se enderezó en su asiento. Cerré los ojos y respiré
profundamente. Todo este asunto del falso matrimonio iba a ser más difícil
de lo que había pensado en un principio, sobre todo porque parecía estar
haciendo un mal trabajo ya.
Sólo volví a mirarla cuando Raymond detuvo el coche frente a mi casa en
Central Park West. Ella miró por la ventana y yo la vi soltar un largo
suspiro.
—¿Esto es todo? —preguntó, volviendo a mirarme.
—Sí.
Salí del coche. Frotándome la sien, llegué al lado de Raymond justo
cuando él abrió su puerta y se dirigió a la parte trasera para coger su bolso.
Parecía que la pequeña pelea que había tenido en su espalda en la cafetería
se había desinflado durante nuestro viaje en coche, y se limitó a mirar el
edificio.
Después de sonreír suavemente a mi chófer y darle las gracias cuando le
tendió su bolsa, se alejó unos pasos de nosotros.
—¿La hora habitual de mañana, señor Hawthorne? —preguntó Raymond
en voz baja, con los ojos de ambos puestos en la mujer que estaba a pocos
metros de nosotros.
Suspirando, metí las manos en los bolsillos y negué con la cabeza.
—Te llamaré por la mañana.
Asintiendo rápidamente con la cabeza, volvió a subir al coche y se
marchó, dejándome solo en la acera. Dando los pocos pasos para cerrar la
brecha que me separaba de mi recién adquirida esposa, me puse a su lado.
—Esto es todo, entonces —repitió ella, pero esta vez no se planteó como
una pregunta.
—Ya está —acepté, y nos quedamos así, uno al lado del otro, durante
unos segundos de agonía y lentitud.
—Está muy cerca de la cafetería. Temía que vivieras en los alrededores
de Bryant Park, más cerca de tu oficina. —Me echó una mirada rápida y
luego miró al frente de nuevo—. Tomo el metro desde mi apartamento, así
que aún podría haber hecho eso, pero esto es mejor, por supuesto.
—En algún momento viví cerca de la empresa. Me mudé aquí hace dos
años. ¿Subimos?
Ella asintió. Le abrí la puerta y finalmente entramos en el edificio que
habíamos estado mirando. Ignoré el saludo del portero y caminé
directamente hacia los ascensores.
Con cada segundo que tardábamos en llegar al último piso, casi podía
sentir que se alejaba más de mí, a pesar que sólo nos separaban centímetros
de distancia. Hasta ahora, todas las interacciones que había tenido con ella
estaban resultando un desastre, aunque no esperaba nada diferente. Esta era
la cama que había hecho para nosotros, y ahora había llegado el momento
de acostarse en ella.
Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron y salí delante de ella.
Después de desbloquear la puerta del apartamento, la empujé y me volví
para mirar a Rose, realmente mirarla. La ducha rápida que había tomado
había ayudado con las salpicaduras de pintura en su cara, la mayoría, pero
no con el cansancio. Su piel pálida sólo acentuaba sus ojos grandes y
oscuros y sus largas pestañas.
A pesar que parecía haber terminado el día hace algunas horas, de alguna
manera todavía parecía fuerte. Era decidida y yo la respetaba. Bastante.
Estaba agarrando el asa de su bolso con una mano y agarrando su propio
codo con la otra. Me miró a los ojos y me ofreció una pequeña e insegura,
pero bonita sonrisa.
Bonita.
Dios, Jack.
—Por favor —murmuré, haciendo un gesto hacia el interior del
apartamento con mi mano y dando un paso a un lado para que pudiera
entrar. Justo cuando ella pasaba junto a mí, alcancé su bolso, y supuse que
logré sorprenderla porque ella lo soltó sin rechistar.
—Gracias —murmuró en voz baja, mirando alrededor del espacio.
Cerré la puerta tras ella, eché el cerrojo y respiré profundamente antes de
enfrentarme a ella de nuevo. Estaba empezando a sentir que, de alguna
manera, el silencio se había vuelto más fuerte detrás de las puertas cerradas
ahora que estábamos allí y solos.
—¿Te gustaría echar un vistazo o prefieres ver tu habitación primero?
No estaba seguro que se sintiera con ganas de una visita guiada; de
hecho, estaba seguro que querría pasar de cualquier cosa que le ofreciera
que la obligara a pasar más tiempo conmigo, pero quería que se sintiera
cómoda, ya que llevábamos dos años de esto, de nosotros en nuestro futuro.
—Gracias, pero no tienes que hacer eso. Si pudieras mostrarme dónde me
voy a quedar, será suficiente.
—No me ofrecería si no quisiera, Rose. En el futuro inmediato, esta será
tu casa también. Deberías sentirte cómoda.
—Te agradezco que lo digas, de verdad, pero aun así, ¿puedo dejar para
otro momento la gira de esta noche? Tengo que volver a la cafetería mañana
por la mañana y estoy muy cansada, así que...
—Por supuesto. —Caminando por el vestíbulo, señalé hacia la escalera a
nuestra derecha y la seguí en silencio mientras ella tomaba la delantera. Su
mano se aferró a la barandilla de acero negro mientras subía lenta y
cuidadosamente al segundo piso. En cuanto estuvo en el rellano, se hizo a
un lado y me esperó.
—Por aquí —le ofrecí, llevándola hacia la izquierda. El ático que había
comprado dos años antes tenía cuatro dormitorios, tres de ellos en el
segundo piso. Una de las habitaciones estaba habilitada como gimnasio en
casa. La segunda, que era mi dormitorio, estaba en el otro extremo del
pasillo, y el tercero sería ahora la de Rose. Horas antes había sido
demasiado espacio para una sola persona, pero con Rose en el apartamento,
parecía reducirse en tamaño.
Al final del corto pasillo, abrí la puerta de la espaciosa habitación que
sería la suya y coloqué su bolsa de viaje justo dentro antes de retroceder de
nuevo. Me echó una mirada rápida y entró en la habitación para asimilarlo
todo. Había pedido al decorador de interiores que lo mantuviera sencillo y
funcional, por lo que sólo había unos pocos muebles en la habitación: una
cama de matrimonio, un cabecero, mesitas de noche, una pequeña zona de
estar con una silla de terciopelo, y otra marrón chocolate junto a una
sencilla lámpara de pie blanca y dorada.
—Tienes tu propio cuarto de baño por la puerta de la derecha —le
expliqué cuando no dijo nada—. La puerta de la izquierda es el vestidor. Si
hay algo que no te gusta, dímelo y me ocuparé de ello.
Después de mirar a su alrededor durante unos segundos, finalmente me
miró y se colocó el pelo húmedo detrás de una oreja.
—Esto es... creo que es más grande que todo mi apartamento. —Cuando
mi expresión no cambió, se aclaró la garganta y continuó—. Todo se ve
muy bien, Jack. Espero que no te hayas tomado demasiadas molestias para
esto.
—Creo que cada habitación de invitados tiene una cama y una silla. No
he hecho nada especial.
—Por supuesto que sí, pero teniendo en cuenta que tu habitación de
invitados es tan grande...
Se interrumpió. Esperé a que siguiera, pero se limitó a negar con la
cabeza.
—Gracias. Eso es lo que estoy tratando de decir. Esto es hermoso, así que
gracias.
—De nada. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, o te gustaría estar
sola?
—Creo que trataré de dormir un poco. Yo...—Haciendo una pausa, se
levantó la muñeca para ver la hora—. Tengo que levantarme muy temprano.
—¿Todo va bien hasta ahora? No quiero retenerte mucho tiempo, pero
¿has sabido algo de tu prima?
Sacudiendo la cabeza, se acercó a mí, sujetando la puerta entre nosotros
como si no tuviera suficiente fuerza para mantenerse erguida.
—Hace unos días, llamó, pero creo que sólo tenía curiosidad por saber si
había seguido adelante con ello o no.
Fruncí el ceño, sin entender.
—¿Seguir con qué? ¿La cafetería?
Me ofreció una sonrisa cansada.
—No, a ella no le importa eso. Ella estaba tratando de saber más sobre...
nosotros, supongo: tú y yo y el matrimonio. Ella no es como Bryan, ella
rara vez se preocupa por las cosas que no le conciernen. Y hasta ahora, todo
bien con la cafetería. Hay mucho trabajo por hacer, como estoy segura que
has visto que te has dado cuenta, pero no me quejo.
Satisfecho con su respuesta, busqué mi corbata y la aflojé, notando la
forma en que sus ojos seguían mis movimientos.
—Bien. Y tampoco tienes que preocuparte por Bryan tampoco, no hay
nada que pueda hacer en este momento y si lo hace, yo me encargaré de
ello. Buenas noches, Rose. Si necesitas algo, mi habitación está al final del
pasillo, frente a ti.
Enderezándose, asintió.
—Gracias, y buenas noches... Jack.
Tardé un segundo en moverme. No estaba seguro de por qué me resistía a
salir, no podía ser porque quería hablar más con ella, pero allí estaba parado
como un idiota. Respiré profundamente, tratando de pensar en una palabra
de despedida para poder irme, pero lo único que conseguí fue notar su olor
y ahogarme en él. Coco y alguna otra fruta misteriosa que no pude descifrar.
Debía ser su champú, ya que lo había notado primero en el coche. Dejé de
intentar pensar en algo más que decir, le hice un rápido gesto con la cabeza
y me alejé de ella antes de hacer algo estúpido. A mitad de camino por las
escaleras, oí que la puerta de Rose se cerraba suavemente.

Por enesima vez, miré el reloj de mi mesita de noche, y por fin vi que
eran las cuatro de la madrugada y que aún no había conseguido dormirme,
Me senté. Frotándome la cara, suspiré y me levanté. No quería vestirme y
bajar todavía, me quedé en pijama y me puse la camiseta gris que ya estaba
colgada en el respaldo de la silla de la esquina de la habitación y me dirigí
hacia las puertas de acero negro que daban a la terraza. Respiré el aire frío
en cuanto salí y contemplé la ciudad.
No hacía falta ser un genio para entender por qué no podía dormir, sin
embargo, hice todo lo posible por ignorar el hecho que no estaba solo en mi
apartamento, que todo estaba como debía estar. El único problema era que
mi mente estaba decidida a no dejar que me olvidara de ello, a olvidar la
presencia de mi mujer en mi casa. Desde que la dejé llorando en el coche,
había sido lo único que podía cuando cerraba los ojos por la noche: ella era
todo lo que podía ver, la mirada en sus ojos. Tan perdida y confundida. El
hecho que prácticamente la haya empujado, a nosotros, a esto no estaba
ayudando en absoluto. Diablos, ni siquiera sabía qué más sentir, aparte de la
culpa. Me estaba ahogando en la culpa. Y vivir bajo el mismo techo con
Rose... no ayudaba en absoluto.
Mirando a Central Park mientras me apoyaba en la barandilla, intenté
despejar mi mente para poder volver a la cama y dormir al menos unas
horas para poder afrontar y sobrevivir al día siguiente y a los días
venideros. Pero, después de estar ahí fuera durante Dios sabe cuánto
tiempo, decidí que era un esfuerzo. Justo cuando me estaba dando la vuelta,
vi a Rose doblar la esquina al final de la terraza y dejó escapar un fuerte
grito al verme.
Con una mano en el corazón y la otra en la rodilla, se agachó.
Dejando que la manta en la que estaba envuelta colgara de sus hombros,
empezó a toser como si se estuviera ahogando con algo. Sin hacer ningún
comentario, me acerqué a ella y antes que pudiera decidir si debía ayudarla
o no, se enderezó. Su rostro estaba completamente enrojecido, su pecho
caía y subía rápidamente. Un segundo después, la causa de su reacción se
hizo más evidente cuando abrió el puño y me mostró una barra de Snickers
a medio comer.
—Casi me matas —dijo sin aliento, sin que sus palabras tuvieran apenas
sentido.
—¿Perdón?
—Me estaba muriendo —murmuró después de intentar aclararse la
garganta de nuevo.
Por fin recuperó la compostura, soltó un largo suspiro y se tapó con la
manta.
—Lo he visto. —Pensando que eso la haría sentir más cómoda, me aparté
de ella y miré a la ciudad.
Después de otra respiración profunda y una tos, ella dio los últimos pasos
para pararse a mi lado.
—Hace frío —comentó en voz baja, y yo automáticamente miré sus pies.
Llevaba calcetines, pero apoyaba uno de sus pies sobre el otro.
—Deberías llevar calcetines más gruesos —comenté, y su mirada siguió
mi mirada hasta sus pies y se movió en su sitio—. Pero, sí, el tiempo está
cambiando. ¿No has podido dormir?
Por el rabillo del ojo, la vi mirarme y negar con la cabeza. Mantuve mis
ojos en la ciudad.
—No. ¿Tampoco pudiste? —preguntó ella, llenando el silencio entre
nosotros.
—Suelo levantarme temprano. —Eso era lo que me decía a mí mismo, y
desde luego, no quería que pensara que me costaba tenerla en mi espacio.
Ella abrazó la manta con más fuerza.
—Espero que tu cama sea cómoda.
Otra mirada rápida hacia mí.
—Lo es. Es muy cómoda y grande. Es mi primera noche aquí y es un
lugar extraño, ya sabes. Me pareció oír algo cuando me desperté y no pude
volver a dormir.
—Entiendo —No le pedí más detalles, pero siguió.
—Me acostumbraré a ello. Me las arreglé para desmayarme durante dos
horas, estaba demasiado cansada para no hacerlo, pero luego me desperté y
mi estómago decidió que era un buen momento para recordarme que no
había comido nada en doce horas, así que...
Levantando su mano de debajo de la manta, me mostró los pocos bocados
de su barra de caramelo.
—Aquí estoy con los Snickers que encontré en mi bolsa. Te daría un
trozo, pero...
—Creo que viviré. Deberías haberme dicho que tenías hambre cuando
llegamos. Tenemos una cocina abajo.
La miré entonces y ella me miró con una sonrisa.
—¿Una cocina?
—Qué novedad. Por muy tentador que parezca, si como algo más que
esto, me quedaré despierta toda la noche y no podré hacer nada mañana. De
todos modos, tengo que empezar a prepararme dentro de unas horas, así que
esto me servirá para aguantar. Además, nada es mejor que el chocolate.
—Entonces deberías volver a la cama.
—Lo haré —murmuró ella, aceptando fácilmente—. Volveré a entrar en
unos minutos.
Asentí con la cabeza, pero sabía que no podía verme; estaba mirando el
cielo nocturno. Nos sumimos en otro largo tramo de silencio y, sin estar
seguro de lo que debía hacer, crucé los brazos contra el pecho y me apoyé
en la pared del edificio, al mismo tiempo que ella avanzaba y apoyaba los
antebrazos en la barandilla.
—El lago se ve precioso desde aquí arriba —susurró. Mirando hacia mí
por encima del hombro, esperó una respuesta—. Te debe encantar la vista.
—Asentí con la cabeza, y un pequeño suspiro salió de sus labios mientras
miraba hacia adelante—. Las hojas empezarán a cambiar de color en unas
semanas. Me encanta Central Park en otoño, y el lago es uno de mis lugares
favoritos. Es genial que puedes verlo desde aquí. ¿Tienes un lugar favorito,
Jack?
—¿En Central Park?
—Sí.
Mientras el fuerte sonido de las sirenas llenaba la noche, me tomé unos
segundos para responder para no tener que levantar la voz. Toda envuelta en
su manta, se puso frente a mí, lista para escuchar mi respuesta. Sin duda,
era una mujer insistente, mi esposa.
—Nunca lo había pensado. Supongo que el lago está bien.
Arqueó una ceja y se quedó mirándome fijamente.
Le devolví la mirada.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte en la cafetería.
Ladeó la cabeza y me estudió como si pudiera entenderme si miraba lo
suficiente. No tenía ni idea de lo que estaba pensando. No sólo eso, sino que
no tenía ni idea de lo que estaba haciendo allí, arrastrándola a más
conversación cuando había decidido el momento después que habíamos
dicho sí quiero que no quería acercarme demasiado a ella. Lo único que
tenía que hacer era seguir recordando que esto iba a ser un negocio y nada
más.
—Ya has ayudado. Si no fuera por ti, nunca habría ocurrido.
—Cuando conseguí el permiso de Gary para usar el espacio y firmamos
el contrato, Empecé a ordenar los muebles, las máquinas, y todos los demás
bits y piezas que necesitaría. Sabía que iba a tomar tiempo para que todo
llegue aquí, así que pensé que estaba siendo inteligente. Cuando... Gary y
Ángela murieron, yo me olvidé por completo de todo el asunto. Entonces
las cosas empezaron a llegar, pero yo ya no tenía una cafetería donde
ponerlas, así que tuve que alquilar un almacén para los artículos de las
empresas que no podían mantener mis pedidos para el futuro inmediato,
como las sillas. Algunas cosas que compré eran de rebajas y otras ofertas,
por lo que tampoco me cancelaron los pedidos. Cuando llegué a tu oficina
aquel día, no tenía ninguna esperanza que las cosas salieran bien. Iba de
camino a otra entrevista de trabajo.
Incómodo con su admisión, me moví en mi sitio y me aclaré la garganta.
Antes que pudiera detenerla, siguió adelante. No sólo era insistente, sino
que se estaba convirtiendo en una gran habladora.
—Así que, a pesar de lo extraño e incómodo que es este matrimonio y
probablemente lo será durante bastante tiempo mientras nos acostumbramos
a tener al otro cerca, estoy realmente agradecida por ello. Sé que hicimos un
trato y obviamente no va a ser una cosa unilateral, pero todavía estoy muy
agradecida que hayas decidido no conseguir un divorcio.
—No tienes que seguir agradeciéndome. Es un trato de negocios. Estoy
consiguiendo una propiedad gratis de esto. Ambos nos beneficiamos.
Con los ojos fijos en mí, asintió y se acomodó la manta sobre los
hombros.
—Lo sé. Sólo quería que tú también conocieras los detalles.
Ya conocía los detalles de su situación, pero no pensé que fuera prudente
hacérselo saber.
—¿Por qué la quieres entonces? ¿Qué planeas hacer con ella una vez que
nuestro trato siga su curso?
No sabía cómo responder a esa pregunta, así que tomé la salida fácil.
—Prefiero no compartirlo.
—Ah, vale.
Cuando no hice más comentarios, respiró profundamente y miró hacia la
esquina de donde había aparecido. Después de dar a Central Park otra
mirada rápida, suspiró.
—Seguramente quieres estar solo, así que voy a volver a mi habitación.
Mañana va a ser un largo día de pintura de todos modos.
—Buenas noches, Jack.
La observé en silencio hasta que me dio la espalda y se alejó unos pasos.
Suspirando, me moví de la pared y ocupé su lugar en la barandilla. Resulta
que no me gustaba ponerle esa mirada de dolor en su rostro. Levantando mi
voz, pregunté: —¿Crees que podrás volver a dormir?
—No creo, pero descansaré un poco.
Ya lo había pensado. Yo tampoco creía que fuera a poder dormir.
—¿Cómo llevas su muerte? —La pregunta se me escapó de la lengua
antes de pensar siquiera en lo que iba a decir para mantenerla en la terraza
por más tiempo. Tanto como para no querer hablar con ella.
El tiempo que tardó en reaparecer a mi lado fue inequívocamente más
corto que el tiempo que le había llevado alejarse.
—¿Puedo ser sincera? —preguntó en la noche mientras estudiaba su
perfil.
—Normalmente, prefiero que la gente me mienta, pero si insistes...
Eso me valió una mirada de reojo.
—No estoy segura de lo que siento exactamente —respondió finalmente.
Me pareció oír una pequeña sonrisa en su voz cuando empezó a hablar, pero
no la conocía lo suficiente como para estar seguro—. Obviamente, estoy
triste por ello. Eso no es lo que quiero decir, pero simplemente no se siente
real. No hablábamos todos los días, ni siquiera cada semana, después de
cumplir dieciocho años, me mudé de su casa y después de eso apenas veía a
Ángela. Así es como ella lo quería de todos modos. Pero, hablaba con mi
tío una vez cada dos semanas más o menos, y a veces incluso tenía tiempo
suficiente para almorzar conmigo. Siempre parecía tolerar que me acercara
un poco más. Ya que trabajaste con ellos antes, probablemente ya conoces
esta historia, pero me acogieron cuando tenía nueve años. Mi padre acababa
de fallecer. Cáncer. Y aunque Gary y mi padre eran sólo medio hermanos y
no habían estado en contacto durante más de quince años, Gary aceptó ser
mi tutor.
—¿Y tu madre?
—No la recuerdo. Nos dejó cuando yo tenía dos años. Creo que la
buscaron, pero por lo que me dijo mi tío había desaparecido. Quizá se
cambió el nombre, quién sabe. Así que me acogieron. No puedo decir que
fueron siempre buenos conmigo, recuerdo muchas noches en las que lloré
hasta quedarme dormida, pero al menos no entré en el sistema. No tenía a
nadie, no realmente.
—¿Tus primos?
—Bryan y Jodi. Ah. Creo que sólo tomaron las señales de Ángela y se
mantuvieron alejados. Son sólo unos años mayor que yo, sin embargo,
apenas hablaban conmigo. Yo era la sobrina indeseada y molesta.
Estaba observando el parque cuando empezó su historia, pero mis ojos
volvieron a ella cuando sentí su mirada en mí.
—Eso fue probablemente un poco más de información personal de lo que
estabas buscando.
—Está bien —respondí simplemente, sin darle nada más—. Creo que
para que el matrimonio parezca creíble para todos los que nos rodean,
necesitamos saber detalles personales como estos.
—De acuerdo entonces. Para dar una respuesta más definitiva a tu
pregunta: Lo estoy haciendo mejor, no muy bien, pero mejor. Hay días que
me despierto y me olvido completamente lo que sucedió porque no
estuvieron realmente súper involucrados en mi vida desde hace mucho
tiempo, pero creo que está bien admitir que tengo días en los que extraño
escuchar la voz de mi tío. —Escuché una pequeña risa y una genuina
felicidad en sus siguientes palabras—. Solía leerme cuentos antes de dormir
durante algunos años, una o dos veces por semana. Si lo conociste, sabrás
que eso no era propio de él, pero trabajaba mucho y era el único momento
en el que podía verlo. Siempre fue un poco brusco al respecto y trató de leer
súper rápido como si fuera una carrera contra el tiempo, pero luego se metía
en la historia y leía más tiempo del que había prometido. Yo solía esperarlo
cuando era pequeña. 'Sólo tengo diez minutos para ti esta noche, Rose´.
Siempre empezaba con eso. —Hizo una pausa, pero antes que pudiera
comentar, volvió a cambiar las tornas hacia mí.
—¿Y tus padres?
—¿Están vivos?
—Sí.
—¿Cómo es tu relación con ellos?
—No somos cercanos.
—¿Oh? ¿Tuvieron una pelea?
—Se podría decir que sí. Hace años que no los veo.
—¿Saben que te has casado? —preguntó.
—No les informé, pero estoy seguro que se enterarán por alguien pronto.
—La miré y nuestros ojos se encontraron por un breve momento antes de
apartar la mirada—. Tengo miedo que no aprueben mis decisiones, así que
no sentí la necesidad de hacérselos saber.
—Lo entiendo. —Hubo una pausa incómoda—. Vaya. Realmente
necesitaba esa inyección de confianza, así que gracias por eso.
Me pareció que no había entendido nada, pero no la corregí.
—¿Y puedo decir dos guisantes en una vaina? Míranos, realmente no
tenemos ninguna familia.
—Eso parece.
Ella resopló y se apoyó en la barandilla, reflejando mi postura.
Tras un apacible tramo de silencio entre nosotros, pasó una ambulancia
con las sirenas sonando y chillando hasta detenerse en algún lugar debajo
de nosotros, interrumpiendo mis pensamientos. Mantener una conversación
sincera con mi esposa bajo el cielo nocturno no era en absoluto la mejor
manera de mantener mi distancia.
—¿Cuándo crees que abrirás la cafetería? —pregunté, cambiando el tema
a algo más seguro.
—Estoy casi lista, siendo casi la palabra clave. Cuando termine de pintar,
tendré todas las cosas grandes fuera del camino. Las sillas y el cartel que
irán fuera, y tengo que comprar algunas cosas más para la cocina. —
Suspiró y apoyó la barbilla en su mano apoyada—. Creo que ¿tres semanas?
Depende de muchas cosas. Todo el papeleo está listo, así que no hay
ninguna razón para no empezar de inmediato. Gracias por eso, también, ya
sabes, por ocuparte del papeleo.
Noté que intentaba disimular un bostezo.
—Ni lo menciones. No sabes pintar para salvar tu vida. Ya lo sabes,
¿verdad?
—¿Perdón? Yo pinto muy bien —respondió ella con el ceño fruncido.
—Por lo que he visto hoy, estaba lleno de parches. Todavía podía ver el
rojo de la pintura vieja. Eso no indica que la pintura sea bonita.
Ella resopló.
—De nuevo, discúlpeme, pero ese era un rojo muy brillante...se vería sin
importar lo que hiciera con una sola capa de pintura nueva encima.
—Todo el mundo lo sabe. La primera capa siempre es irregular. Hice la
parte difícil y luego tú llegaste al final y me robaste el trabajo.
—¿Todo el mundo lo sabe? —pregunté con una ceja arqueada.
—¡Sí! Pregúntale a cualquier pintor profesional.
—¿Cuántos pintores profesionales conoces exactamente?
—¿A cuántos conoces tú?
La miré a los ojos y me encogí de hombros.
—A unos cuantos. —Relajándome un poco más, esperé su respuesta.
—Bien. Esa la ganas tú. No conozco ninguno, pero eso no cambia el
hecho que pinto muy bien.
—Si tú lo dices.
—Sí lo digo. Tú hiciste una pared, pero yo voy a pintar todo el lugar. Di
que no pinto maravillosamente después de ver eso.
—En realidad, ya que vas a pintar mi propiedad, me gustaría asegurarme
que no estás arruinando mis paredes. Estaré allí mañana para vigilar las
cosas.
—Estás bromeando.
—No.
—Bien. Entonces vigila las cosas. La propiedad puede ser tuya ahora,
pero esas serán mis paredes durante los próximos dos años. No voy a dejar
que arruines nada.
Intentando cubrir mi inesperada sonrisa, me aclaré la garganta.
—Gracias por el permiso. Si estás planeando hacer más de tu “hermosa”
pintura, como dices, necesitas descansar un poco más.
—¿Me estás provocando?
—¿Por qué querría hacer eso? ¿Y no era esa la verdad? ¿Por qué
demonios querría hacer eso? Lástima que no tenía una respuesta a mi propia
pregunta.
Me miró de frente y me vi obligado a devolverle la mirada.
—¿De verdad crees que puedes hacer un trabajo mejor que el mío? —
preguntó.
Arqueé una ceja.
—Hice un mejor trabajo que tú.
—Claro. En vez de vigilar las cosas, coge un rodillo de pintura entonces.
Aparentemente, estaba cancelando mis reuniones para el próximo día o
más.
—Vamos a ver cómo va.
Hizo una pausa.
—Sé que parece bastante desnudo ahora mismo, pero espera hasta que lo
veas todo junto. Lo más importante es que soy muy buena con el café, y los
pasteles serán para morirse. Si consigo hacer todo lo que tengo en mente,
quedará muy bien en una o dos semanas.
—¿Qué más tienes en mente? —pregunté, con auténtica curiosidad, su
entusiasmo atrapaba.
Ella me sonrió.
—Creo que me voy a guardar el resto para mí, por si acaso lo estropeo o
no puedo hacerlo a tiempo.
—Parece que tienes todo planeado y bajo control.
—Sin embargo, hay muchas más cosas de las que tengo que ocuparme,
un millón de pequeñas cosas. ¿Vas a estar allí el día de la inauguración?
—¿Necesitas que esté allí? —No importaba cuál fuera su respuesta sabía
que iba a estar allí de todos modos.
—Yo no diría que necesito...
Cuando el viento se levantó, empujando su cabello, ella levantó sus
manos para sacarlo y la manta comenzó a deslizarse por sus hombros. Me
enderecé y la cogí a medio camino de su cintura. De repente, estábamos
demasiado cerca y ella estaba atrapada entre la maldita manta y yo. Mis
ojos se encontraron con los suyos, grandes y sorprendidos, y me detuve, sin
saber qué hacer con la manta y con ella.
Me aclaré la garganta. Ella dejó caer sus manos después de haber tirado
todo su pelo hacia un lado, y dejé que tomara los bordes de la manta.
—Gracias —murmuró mientras yo daba un paso atrás.
¡Maldita sea!
Tras una breve pausa, volvió a responder a mi pregunta.
—No es tanto una necesidad, pero sería bueno por si acaso aparecen Jodi
o Bryan. No creo que lo hagan, pero después de esta noche quién sabe.
—Intentaré liberar mi agenda si crees que necesito estar allí. —Una
rápida mirada a mi reloj, y me di cuenta de la hora: casi las cinco. Después
de no querer hablar con ella, había pasado una hora haciendo exactamente
lo contrario. Me enderecé—. Me voy de regreso al interior.
—Oh, está bien —murmuró ella, todavía agarrando la manta que yo
había soltado casi a regañadientes unos segundos antes.
—Si voy a pintar una cafetería entera, necesito dormir un poco,
—añadí ante su expresión de desconcierto por mi abrupta salida.
—Un momento, ¿hablabas en serio?
—No estoy seguro de cuántas veces tendré que repetirlo, pero si digo
algo, siempre lo digo en serio.
—Pensé que sólo estabas...
Levanté las cejas.
—¿Pensaste que estaba qué?
—No importa. No vas a pintar una cafetería entera, sin embargo, estaré
pintando también.
—Veremos cómo lo haces primero antes de dejarte hacer eso.
Sus ojos se entrecerraron.
—Bien. Entonces te enseñaré cómo se hace mañana.
—¿Nos vemos abajo a las siete? ¿O sería demasiado temprano para ti?
—A las siete es perfecto.
—Bien. Buenas noches entonces, Rose.
—Buenas noches, Jack.
Capítulo Cinco
Rose
Dos semanas después
Me había mudado oficialmente con Jack Hawthorne, también conocido
como mi amado esposo, la noche en que él había regresado de su viaje a
Londres, lo que también podría contar como el comienzo de mis noches de
insomnio. Al día siguiente, tal y como habíamos discutido, me acompañó
de vuelta a la cafetería porque no confiaba en mí con las paredes de su
recién adquirida propiedad. Aunque conseguí que, después de una larga y
convincente charla, podía hacer un bonito trabajo de pintura, terminó
pintando la mayor parte del lugar él mismo, agriando mi victoria.
Me exasperó sin cesar y no tenía ni idea de qué hacer con él.
También quería que desalojara mi apartamento en el East Village
inmediatamente, pero ignoré sus deseos y empaqué lentamente todo durante
el asunto de la pintura. Al diablo con las amenazas de Bryan.
Sentada sola en medio de la cafetería, comiendo un sándwich que había
preparado en la parte de atrás, esperaba a que los repartidores de IKEA me
trajeran mi estantería. Poco después, llegaron, pero antes que pudiera
abordar ese proyecto, las sillas fueron entregadas.
Cuando todo estaba dicho y hecho, la librería montada, las sillas donde
yo creía que debían estar, habían pasado horas, y yo acababa de sentar el
culo por primera vez. Gemí y apoyé la cabeza contra la pared. Pensé que
cerrar los ojos sólo por unos segundos no era una mala idea porque mi vista
empezaba a volverse alarmantemente borrosa.
Por supuesto, hacer eso sólo me recordó lo mucho que necesitaba más
sueño. Todas las mañanas, me vestía tranquilamente y, como si fuera un
intruso, salía de puntillas de la pequeña mansión de Jack Hawthorne para
llegar a la tienda. Por la noche, yo optaba por desaparecer en mi habitación
en cuanto entraba en su apartamento.
Todos mis intentos de hablar con mi marido habían fracasado, uno tras
otro, así que había dejado de hacerlo tras el cuarto intento. Cuantas más
preguntas hacía, más intentaba hablar con él, más rápido me molestaba o
más rápido se alejaba de mí. La breve conversación que habíamos tenido en
la terraza aquella primera noche había sido la más larga.
Sin embargo... sin embargo, incluso después que la pintura fue hecha, él
había aparecido cada noche para recogerme de camino al apartamento. ¿Era
para comprobar la propiedad?
Decir que estaba confundida con mi marido habría sido un eufemismo.
No tenía ni idea de qué pensar del hombre.
Él había sido el que hizo la oferta de matrimonio, pero con la forma en
que actuaba, tan frío y distante en todo momento, uno pensaría que le había
apuntado con una pistola invisible a la cabeza para que dijera “sí, acepto”.
No veía que las cosas cambiaran pronto si no hacía nada al respecto de
ello.
Tampoco tenía idea de cómo íbamos a mantener esta farsa si teníamos
que estar al lado del otro y hablar con la gente como una pareja casada.
Si alguien nos había visto trabajando juntos en la cafetería, o incluso en
la terraza esa primera noche, habrían pensado que estábamos en una
interminable cita a ciegas, obligados a aguantar cada minuto en lugar de
hacer una rápida huida.
Debí de estar a punto de quedarme dormida porque cuando oí un fuerte
golpe, me levanté de un salto y me las arreglé para golpear el lado de mi
muslo en el borde de la mesa frente a mí.
—¡Jesús! —Presionando mi mano en mi pierna para aliviar el dolor, salté
hacia la puerta justo cuando otro fuerte golpeteo llenó la cafetería.
Sintiéndome un poco somnolienta y tal vez un poco nerviosa también,
levanté el lado del periódico que protegía todo lo que ocurría en el interior
de las miradas de los demás. Mi ritmo cardíaco se redujo un poco cuando vi
que era Jack Hawthorne de pie al otro lado del cristal. Levantando mi dedo
para indicar que tardaría un minuto, volví a pegar el periódico en su sitio y
dejé escapar un largo suspiro antes de empezar a abrir la puerta.
Allá vamos, pensé.
Cuando entró, cerré y bloqueé la puerta tras él.
—¿Jack? —Masajeando mi pierna con la palma de la mano izquierda,
dejé que mis ojos recorrieran su cuerpo de la cabeza a los pies. Si alguien
me hubiera obligado a decir una cosa positiva de mi marido, sería que había
nacido para llevar trajes. Habría mentido si hubiera dicho que eso me
molestaba. El traje negro, la camisa blanca y la corbata negra que llevaba en
ese momento hacían que sus ojos azules como el océano resaltaran aun más,
y me quedé mirándolo un poco más de lo necesario o aceptable.
—¿Qué haces aquí?
—Esa es una gran pregunta. Yo me preguntaba lo mismo, porque no es
como si viniera aquí todas las noches o algo así. Te llamé hace una hora. Tú
no contestaste.
—¿Qué? —pregunté, confundida. Frotándome el puente de la nariz, traté
de salir de mi estado de semi-sueño. Si lo estaba mirando y notando cómo
su traje acentuaba sus ojos intensos, cómo la barba incipiente quedaba tan
increíblemente bien en él, debía de estar todavía en el país de los sueños. En
lugar de respuesta, me hizo otra pregunta, pareciendo exasperado conmigo.
—¿Dónde está tu teléfono, Rose?
Teniendo cuidado de no chocar con él, caminé alrededor de su cuerpo
perfectamente musculoso de nuevo a la barra y me incliné para coger el
teléfono, que había dejado en uno de los estantes inferiores unas horas
antes.
—No lo he tocado desde que llegaron las sillas, y debo haberlo puesto en
silencio por error. ¿Pasa algo? Miré la pantalla y vi dos llamadas perdidas
de Jack Hawthorne y una de Sally.
Sally iba a tener que esperar mientras yo me ocupaba de mi marido.
—¿Estás bien? —preguntó con el ceño fruncido.
Mirándolo, por fin empezaba a recomponerse, aunque todavía no lo tenía
lo suficientemente claro como para darme cuenta que había hecho una
pregunta, así que no respondí. Me quedé mirando. Durante varios largos
segundos, pensé que él de alguna manera se las arreglaba para tener mejor
aspecto al final del día, cada día, mientras que yo me veía peor a medida
que avanzaba el día. Ni un solo pelo castaño claro estaba fuera de su
cabeza. Cuanto más lo miraba, más se hundían sus cejas, lo que le añadía un
extraño atractivo que no debería haber notado. Tenía un aspecto increíble
cuando fruncía el ceño, lo que ocurría a menudo, como podía atestiguar, y
esa expresión empezaba a gustarme cada vez más. No necesitaba el ceño
fruncido para parecer intenso y melancólico, pero definitivamente
funcionaba a su favor.
—¿Rose?
—¿Hmm?
—¿Qué te pasa?
Aceptando el hecho que hacía tiempo que había perdido la cabeza ya que
no podía dejar de pensar en lo verdaderamente atractivo que era, opté por
actuar como si nada estuviera mal y asentí con la cabeza. Entonces me di
cuenta que era la dirección equivocada para mi cabeza y rápidamente sacudí
la cabeza en su lugar. Nerviosa por haber sido atrapada, me paré detrás del
mostrador para dejar un poco de espacio entre nosotros.
No pensaba lanzarme sobre él, pero aun así.
—Me quedé dormida unos minutos, así que estoy un poco ida, eso es
todo. ¿Por qué dijiste que llamaste de nuevo?
—Iba a salir a cenar y te iba a preguntar si querías acompañarme. Ya
comí.
Bostecé.
—Oh, no. ¿Era una cosa del trabajo? ¿Me perdí la primera cosa de
trabajo?
—Lo siento si...
—No, sólo era yo. Pensé que podríamos repasar algunas cosas y tener
una cena.
Esa fue la primera vez que se ofreció voluntariamente a hablar y cenar.
—Repasar sobre las cosas... ¿cómo?
—Lo haremos en otro momento. Asumo que has terminado aquí ya que
estabas durmiendo.
El tipo no se movió. No sonrió. Ciertamente no se reía ni se veía feliz ni
se veía... algo más que melancólico y serio, en realidad.
—No era mi intención quedarme dormida. Sólo estaba tomando un
descanso, descansando mis ojos y supongo que me he quedado dormida un
rato.
Mirando alrededor de la tienda con desaprobación, negó con la cabeza.
—No es seguro que estés aquí sola por la noche, y mucho menos que te
quedes dormida. ¿Y si no hubieras cerrado la puerta con llave, cosa que
olvidaste hacer antes? Podría haber sido cualquiera atravesando esa puerta y
encontrarte durmiendo.
—Pero no me olvidé de cerrar la puerta. Sólo fue esa vez. He estado
asegurándome que esté cerrada sea la hora que sea —contesté. No quise
admitir que por un breve momento, cuando escuché su fuerte golpe, me
asusté un poco.
Mi respuesta me valió otra mirada de desaprobación.
—Veo que por fin tienes tus sillas —comentó, con la mirada fija en todo.
—Sí. La entrega se retrasó, pero finalmente las recibí hace unas horas.
—¿Qué opinas? —le pregunté. Incluso yo podía oír el tono de esperanza
en mi voz. Era el primero en ver el lugar lleno con los muebles y tan cerca
del aspecto que tendría el día de la inauguración. Estaba desesperada por
escuchar de alguien que no era sólo mi imaginación y que realmente se veía
bien.
Nuestras miradas se cruzaron mientras yo contenía la respiración,
esperando.
—¿Sobre? —preguntó.
Reprimí las ganas de gemir.
No podía encontrar ningún defecto en ellos; era imposible. Se veían
perfectos con la combinación de colores. Elegante, chic, cómodo, acogedor,
todo lo bueno. Así que sonreí y lo intenté de nuevo.
—Todo. Las sillas, las mesas, todo.
Siguió mi mirada, pero sus duros rasgos permanecieron exactamente
igual, sin una sola sonrisa a la vista.
—¿Está hecho?
—Todavía no —dije lentamente, mi sonrisa se atenuó—. Estoy
trabajando en ello, pero está bastante cerca ahora.
Las once -odiaba que fuera un número impar- de mis mesas redondas de
madera estaban exactamente donde las quería, y había colocado las de
terciopelo de algodón marrón que quedaban muy bien con el suelo y las
paredes recién pintadas. También había sacado los taburetes de acero negro
y los cojines verde oscuro de la cocina, donde los tenía apilados. Eran del
mismo material que las sillas, y los había colocado todos delante de la barra
de café que tenía a lo largo de las ventanas delanteras. Ya se veía increíble,
pero aparentemente sólo para mis ojos.
—No importa —dije, rompiendo el silencio en un esfuerzo por evitar
escuchar los pensamientos negativos de Jack. Su lenguaje corporal rígido y
su mirada de desaprobación me estaban diciendo todo lo que no quería oír
de todos modos—. Lo siento, no tienes que lidiar con esto. Si necesitas
estar en otro lugar, no me gustaría retenerte. Voy a estar aquí una hora más,
creo, para poner algunas cosas.
Abrió la boca para hablar, pero hablé antes que él.
—Lo sé, iré a tu casa cuando termine aquí. No tienes que seguir viniendo
aquí todos los días. Conozco el camino.
Con las manos en los bolsillos, caminó hacia el gran arco que conectaba
las dos secciones de la cafetería y giró hacia la parte de atrás, fuera de mi
vista. Habría apostado dinero a que negaba con la cabeza después de ver mi
biblioteca desparramada por el suelo, o si no era eso, probablemente estaba
mirando la estantería con desaprobación. La había montado muy bien por
mi cuenta, pero no me había atrevido a levantarla y moverla. Eso sería el
trabajo del día siguiente, o del siguiente. Todo dependía de cómo se sintiera
mi espalda.
—¿Cómo piensas entrar exactamente? —preguntó, con la voz apenas se
elevó para que pudiera escucharlo.
—¿Entrar en dónde?
—En mi apartamento, nuestro apartamento.
Nuestro apartamento. Dios mío. Exactamente, ¡cuando me iba a
acostumbrar al hecho que ahora estaba viviendo con este hombre, y cómo,
durante dos semanas enteras, no se me había ni siquiera cruzado por la
cabeza cómo volvería a su pequeña mansión? Entonces desde que vino a la
cafetería todas las noches a recogerme, no tenía ninguna razón para pensar
en llaves.
Para ser justos, nunca había actuado como si yo no fuera bienvenida en
su casa. Claro, era brusco y exasperante a veces, pero aun así, cada noche,
se ofreció a dar la vuelta que había mencionado la primera noche y me
preguntaba si había comido algo. Se podría pensar que era muy dulce por su
parte, pero eso era todo lo que decía.
Sin embargo, sigue siendo dulce.
—Intenté dejarte un juego de llaves esta mañana, pero cuando llamé a tu
puerta, ya te habías ido y tenía que irme a trabajar —explicó. Sorprendida,
no se me ocurrió nada que decir. Entonces él reapareció en el arco y volvió
a situarse frente a mí, esperando pacientemente una explicación.
Me di cuenta y me estremecí.
—Ah, ¿es por eso que vienes a recogerme todas las noches?
Exhalé un suspiro y susurré.
—Estaba pensando que no debería seguir disculpándome contigo, pero
por última vez, lo siento. Espero que no hayas interrumpido tus planes y
hayas venido aquí sólo porque yo no tengo llave.
—No hace falta que te disculpes. Sólo pensé en la llave anoche, y no, no
voy a venir aquí todas las noches sólo porque no tienes llave. Hoy, ya
estaba en el lado este, y al no poder contactar contigo, pensé en venir aquí y
llevarte de vuelta.
¿Y las demás noches? Quería preguntar, pero me callé la boca.
—Todavía tengo problemas para dormir. No sé exactamente por qué, pero
siempre me despierto a las cuatro o cinco. Espero hasta las seis y luego me
voy. En lugar de dar vueltas en la cama, intento hacer algo útil por aquí. —
Me encontré con su mirada, sin palabras, sin explicaciones.
—Sé a qué hora te vas, Rose.
En cuanto terminó la frase, empezó a quitarse la chaqueta del traje, y mi
atención cambió de nuevo.
—¿Qué estás haciendo?
—Asumo que la estantería no vivirá en el suelo y que quieres que se
levante, ¿correcto? —Miró a su alrededor y luego señaló el lugar exacto
donde mi enorme máquina de café expreso, iba a instalarse alegremente en
unos días—. ¿Ahí?
—Sí, eso es lo que...
Se desabrochó los puños y mi mirada bajó para seguir sus movimientos.
¿Otra vez esto? Entonces empezó a subirse las mangas, y no pude
recordar lo que había estado a punto de decir, lo que se estaba volviendo
molesto, al menos, pero también sus dedos parecían realmente largos.
Además de tener rasgos fuertes, unos ojos increíblemente bellos, una cara
muy agradable de ver y una mandíbula trabajada muy bien con esa
personalidad melancólica que tenía, también tenía unas manos muy
varoniles. Eso debe haber sido bueno para él.
Eran fácilmente el doble del tamaño de las mías. Parecían fuertes. Del
tipo que te hacen mirar dos veces, si te gustan ese tipo de cosas.
Aparentemente así era.
Mucho.
Cielos, Rose.
Me sacudí mentalmente, miré hacia otro lado, me aclaré la garganta y
hablé.
—Pensaba hacerlo mañana. No hace falta que te ensucies la ropa, Jack.
Puedo hacerlo yo misma.
No era de esas personas que rechazan la ayuda en todo momento, pero
recibir ayuda de Jack... no quería estar en deuda con él más de lo que ya
estaba.
Ignorándome, se dirigió hacia la estantería mientras seguía trabajando en
esas mangas, por el amor de Dios. Lo seguí con pasos rápidos, mis ojos, los
traidores, robaban miradas a sus manos arremangando aquellas mangas.
Todavía llevaba su anillo, nunca se lo quitó.
—Jack, puedo encargarme de ello. Realmente no tienes que…
—No tienes que encargarte de todo tú sola. Yo estoy aquí. Soy capaz de
mover una estantería.
—Ya lo sé. Por supuesto que lo eres, pero estoy diciendo que no tienes
que hacerlo. Estoy acostumbrada a manejar las cosas por mi cuenta, y eso
es con lo que me siento cómoda.
Las mangas se habían remangado meticulosamente, así que levantó la
cabeza para darme una larga mirada. Me callé.
Bien.
Si quería ensuciar su traje caro, era bienvenido a hacerlo.
Después de regañarme con una simple mirada, comenzó a caminar
alrededor de la estantería.
—Podría rayar el suelo —dijo mientras me miraba hacia arriba y luego
hacia abajo.
—No, no lo hará. Puse cuatro de esas cosas blandas debajo de las patas,
para que no se raye.
Eso hizo que me mirara.
—Cosas —exclamó.
No pude evitarlo: mis labios se curvaron lentamente y sonreí, mostrando
mis dientes y todo.
—Claro, suena ridículo cuando lo dices. —Si uno de nosotros no se
relajaba con el otro, seguramente iba a cometer un asesinato antes que
terminaran los veinticuatro meses. Como no creía que Jack se relajara o se
hubiera relajado antes, parecía que yo iba a ser la afortunada ganadora en
este matrimonio.
Iba a hacer todo lo posible para relajarme con él e ignorar el hecho que
era el tipo de hombre del que siempre me alejaba.
Porque éramos completamente opuestos.
Porque teníamos visiones muy diferentes de la vida.
Porque, porque, porque...
Era poco amable, irritable, arrogante a veces, distante.
Me lanzó una rápida mirada nada impresionada y me dio la espalda.
—Eso es porque es una palabra ridícula.
Cuando ya no me miraba, respiré hondo y miré al cielo, aunque no podía
verlo.
—Tu traje va a ensuciarse —dije por última vez. Cuando esos duros ojos
se encontraron con los míos, levanté las manos—. Bien. No digas que no te
advertí. Oh, ¡espera! —Antes que pudiera darme una respuesta sarcástica,
salí corriendo de la habitación, mientras gritaba por encima del hombro: —
Dame un segundo y lo limpiaré primero.
No dijo nada, así que supuse que estaba esperando a que volviera. Tan
pronto como tuve un paño de cocina mojado, me apresuré a volver sólo
para ver que él ya tenía la estantería en pie.
—No es gran cosa, pero quiero que conozcas a algunos de los socios de
mi empresa —empezó mientras yo me apartaba con la toalla en la mano y
él empezaba a empujar la estantería hacia su nuevo hogar—. Mañana hay
una cena con dos de los socios y un cliente potencial, nada formal, sólo una
simple comida. Saben que nos hemos casado y me han pedido que te lleve
conmigo. Sé que estás trabajando día y noche para abrir este lugar, así que
si no puedes no tienes que unirte a nosotros para esto. Ya se los explicaré.
Dejé la toalla sobre una de las mesas y aparté las dos sillas y otra mesa
que le estorbaban a un lado.
—No, yo iré.
Dejó de empujar y ladeó la cabeza para mirarme desde el otro lado de la
estantería.
—¿Estás segura? Como he dicho, no tienes que hacerlo.
—Hicimos un trato de negocios, ¿verdad? Y tú sigues ayudándome
cuando vienes aquí. Tengo que hacer algo a cambio —respondí mientras
agarraba el otro extremo de la estantería y empecé a ayudarle a darle la
vuelta para que pudiéramos empujarla el resto del camino con la parte
trasera hacia la pared.
Una cena no era tan mala, siempre y cuando no nos congeláramos y él no
se enfureciera delante de otras personas, lo cual no era mi problema.
—De acuerdo —dijo en tono cortante, y ambos empezamos a empujar.
El único problema de salir a cenar con Jack y sus socios era que sólo
podía imaginar a qué tipo de restaurante irían los socios de un bufete de
abogados de alto nivel, y por desgracia, no tenía nada lo suficientemente
bonito para ir a un lugar como ese. Cada centavo que había ganado hasta
ese día, lo había guardado para la cafetería de mis sueños que abriría en
Nueva York. Ahora ese sueño se estaba haciendo realidad, y cuando estabas
trabajando tan duro como humanamente posible para hacer eso, otras cosas
por lo general sufrían, como mis elecciones de moda.
—Así que, voy a ir. De acuerdo, detente. Sólo dame un segundo y
moveré las mesas para que podamos pasar.
Mientras yo movía la mesa de la derecha, él se encargó de la de la
izquierda.
Luego apartamos las sillas, abriendo espacio suficiente para que pasara la
gran estantería.
—¿Quieres que toque la pared? La cena es a las siete.
—Sí, al ras de la pared. Estaré lista antes de eso. Sally se pasará por unas
horas mañana para ayudar, así que no debería ser un día muy largo como el
de hoy.
Con un pequeño gruñido mío, empezamos a empujar de nuevo hasta que
estuvo en su lugar. Después de poner las mesas y las sillas en su lugar
original, nos detuvimos.
Retrocedí hasta el arco para asegurarme que estaba centrada en la pared.
Jack me siguió y se puso en silencio a mi lado.
—Gracias. Eso de ahí parece perfecto. —Lo miré y capté su pequeño
asentimiento.
—¿Sally? —preguntó, sus ojos aún evaluando la librería.
—Mi empleada, la segunda y última. La contraté mientras estabas en
Londres. Ha estado aquí unas cuantas veces para hablar de lo que vamos a
hacer aquí, y empieza oficialmente el día de la inauguración.
—¿Quién es el primero?
—Oh, ese sería Owen. Trabajamos brevemente juntos en un café antes,
de ahí lo conozco. Sus pasteles son increíbles. Estará aquí a tiempo parcial,
viene alrededor de las cuatro y media de la mañana y empieza a hornear
antes que me una a él. Sally me ayudará en el mostrador.
—¿Qué más hay que hacer hoy? —preguntó.
Aunque la estantería estaba perfectamente colocada, las dos mesas
delante de ella no parecían estar bien donde estaban, volví sobre mis pasos
para moverlas para que estuvieran a los lados de la biblioteca en vez de
adelante de ella.
Cuando levanté la vista, Jack ya estaba de pie frente a mí, agarrando el
borde de la mesa y ayudándome a levantarla.
—¿Qué quieres decir con qué más? —pregunté mientras colocábamos la
mesa donde yo quería y luego movíamos las sillas.
—¿Qué más hay que hacer?
Fuimos a la otra mesa y repetimos nuestras acciones.
—Tú no...
—Si dices que no tengo que ayudar una vez más…
—De hecho, no iba a decir eso. —De hecho lo iba a hacer—. Deberías
escuchar primero antes de acusar a alguien. Uno pensaría que, como
abogado, lo sabrías. —Cuando me miró, le regalé una dulce sonrisa sin
dientes.
Él no la devolvió, por supuesto. No le gustaban los comentarios
sarcásticos, había descubierto por mi cuenta, lo que probablemente era la
razón por la que disfrutaba hacerlos en primer lugar.
—Quiero subir esto. —Caminé detrás del mostrador y me puse
directamente delante de donde quería que estuviera la estantería flotante—.
He perforado los agujeros, y los soportes están asegurados y todo, pero es
un estante de madera bastante grande, casi 60 centímetros creo, así que no
podría levantarlo yo sola.
Se unió a mí, y me moví a un lado para dejarle espacio. Era un área lo
suficientemente grande para que cuatro personas trabajaran cómodamente,
pero aun así. Después de mirar sus manos tanto, no podía confiar en mí
misma.
—¿Perforaste esto? —preguntó, inspeccionando los soportes.
Mis pies estaban empezando a matarme de nuevo, así que me apoyé en el
mostrador y esperé a que empezaran sus comentarios de desaprobación.
Tenía algunas réplicas todavía.
—Sí. Le pedí prestado un taladro al chico de las sillas y los hice
rápidamente. Adelante, dime lo mal que lo hice. Estoy preparada para ello.
Suspiró y me miró por encima del hombro.
—¿Dónde está el estante, Rose?
Me enderecé y me puse en cuclillas. Había mucho dolor en ese proceso.
—Aquí. —Saqué sólo un lado de la madera de debajo del mostrador para
que pudiera verlo. Se aferró al otro lado y lo levantamos con un pequeño
gruñido de mi parte y lo colocamos en el mostrador. La maldita cosa era
extremadamente pesada, por no hablar de lo cara que era, pero iba a quedar
perfecta con las paredes de color verde oscuro.
Hubo unos segundos de inspección en su lado y luego agarró su extremo
de nuevo.
—¿Lista?
Solté un largo suspiro, asentí y agarré el borde con más fuerza.
Hizo una pausa y me dirigió una nueva mirada que no pude interpretar.
—A la de tres. ¿Estás lista?
Mi cansancio volvía con toda su fuerza, así que me limité a asentir de
nuevo, levantando la cabeza cuando dijo tres. Estaba bastante segura que
estaba soportando la mayor parte del peso porque mis brazos no me dolían
tanto como esperaba, y en unos segundos, había deslizado el estante sobre
los soportes y habíamos terminado.
De cara a mí, estudió mi rostro.
—¿Podemos irnos ya?
De nuevo, asentí con la cabeza.
Salió a la zona abierta frente al mostrador.
Entré en la cocina y cogí mis cosas de la gran isla.
Saliendo de la cocina con un brazo en la chaqueta, me esforcé por meter
el otro.
Jack se estaba bajando las mangas.
—No tienes nada más pesado que necesite ser movido, ¿verdad?
Frunciendo el ceño y tratando de pensar mientras lo observaba, negué
con la cabeza.
—No. Eso fue lo último, creo.
Entonces se puso de nuevo la chaqueta del traje y tenía el mismo aspecto
que cuando había aparecido antes, sin la corbata.
—Parece que estás a punto de colapsar.
Ni siquiera me miraba, ¿cómo lo sabía?
—Creo que puedo hacer que eso ocurra. —Sintiéndome un poco tonta
después de su comentario y por el hecho que todavía estaba luchando con el
otro brazo de la chaqueta, me aclaré la garganta—. El colapso, quiero decir.
—Se acercó y, con un suspiro, me quitó la chaqueta, liberando mi brazo.
Luego me lo levantó y sentí que me sonrojaba al conseguir meter los dos
brazos.
—Gracias —murmuré en voz baja.
—Llamaré a Raymond para que aparque delante. —Él miraba su
teléfono, pero entonces sus ojos se encontraron con los míos durante un
breve segundo—. Tienes peor aspecto que la semana pasada.
Abrí la boca y decidí cerrarla. Miré hacia abajo y me di cuenta que mis
rodillas estaban cubiertas de polvo. Buen toque, Rose. Muy buen toque. Me
quité el polvo suavemente, mientras pensaba que quién sabía qué otras
sustancias tenía en la cara o qué aspecto tenía dicha cara. Jack
aparentemente sí lo sabía, y resultaba que tenía peor aspecto que la semana
anterior. No hay problema. Todos los maridos hacen comentarios así a sus
esposas... Pensé. Esencialmente, nos estábamos asentando en la vida
matrimonial. Yo pensaba que él era la perfección masculina melancólica, y
él pensaba que yo era... bueno, para ser honesta, estaba demasiado asustada
para preguntar y escuchar su respuesta.
Suspiré y levanté la vista para poder encontrar su mirada.
—No puedo creer que esté diciendo esto, pero creo que estoy empezando
a considerar mantenerte como mi marido permanentemente, Jack. Me están
gustando mucho estos cumplidos hasta ahora, pero te advierto, no puedes
culparme cuando todas estas bonitas palabras empiecen a subirse a mi
cabeza.
Me pareció imaginar que sus labios se apretaban en un esfuerzo por
contener una sonrisa, aunque tal vez fuera un movimiento de labios. Nunca
lo sabría, pero entrecerré los ojos para asegurarme que veía bien. Por otra
parte, mi vista seguía un poco borrosa, así que había sido un truco de mis
ojos.
Cuando comentó en su tono de negocios, supe con certeza que no había
sonrisas de por medio.
—¿Quiere que te mienta en su lugar? No estoy seguro de poder ser ese
tipo para ti.
—Oh, no. Sé que no eres ese tipo. Como dije, estoy contenta con mi
elección de marido ahora mismo. Nos estamos asentando en la vida
matrimonial. Cuando te pregunte si un día me veo gorda en mis vaqueros,
siempre contaré con que me des tu respuesta sincera. Estoy seguro que te
será útil.
—Si tienes todo lo que necesitas, podemos irnos. Raymond está
esperando fuera. —Después de guardar su teléfono, se encontró con mis
ojos—. No estás gorda.
Y justo cuando pensé que no estaba escuchando ni una palabra de lo que
estaba diciendo.
Cogí mi bolso del mostrador donde lo había dejado mientras estaba
luchando por ponerme la chaqueta y luego seguí a Jack fuera.
—Podría perder unos cuantos kilos, en realidad: diez, tal vez quince. Los
chocolates son excelentes para el alma y la felicidad, pero no suelen ser
buenos para las caderas. Ya sabes cómo dice el refrán, ¿no? Un momento en
los labios, para siempre en las caderas.
Salió a la acera mientras yo apagaba las luces y ponía la alarma.
—Si no puedes dejar el chocolate, tal vez puedas ejercitarte más.
Después de cerrar todo, me volví hacia él y lo sorprendí mirando mi
trasero. Se me calentó la cara, pero por suerte, el aire frío impidió que fuera
obvio. Tratando de ignorar dónde había estado mirando cuando dijo sus
últimas palabras, traté de jugar a la calma colocando mi mano en mi
corazón y diciendo: —Ves, ahora sólo tratas de malcriarme. Si sigues así,
nunca querré dejarte cuando llegue el momento.
Sus ojos se centraron en mi mano y supe, supe lo que iba a decir antes
que separara los labios.
—No llevas tu anillo.
—Está en mi bolso. Es un anillo muy caro, Jack. No quiero que le pase
nada mientras estoy trabajando.
Me miró indiferente, se dio la vuelta y me dejó de pie en la acera. Su
anillo estaba puesto.
Nos estábamos acomodando a la vida de casados muy bien.
Al menos eso creía yo.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: cero.
Capítulo Seis
Rose
—¡Rose! Tu teléfono está sonando! —Sally gritó desde el área principal
donde estaba descargando algunos libros viejos que había comprado en la
librería más bonita ese mismo día.
—¡Ya voy! —Le grité desde la cocina, donde estaba descargando una
gran cantidad de productos básicos para hornear y hacer sándwiches.
Dejando la bolsa de azúcar medio vacía que me disponía a verter en un
enorme tarro de cristal, salí de la cocina.
—Acaba de dejar de sonar —comentó Sally, con los ojos todavía puestos
en el libro que tenía en su mano. Luego reanudó su tarareo al son de la
suave música que salía de los altavoces.
Aunque no me miraba desde su lugar en el suelo frente a la biblioteca,
asentí con la cabeza y rebusqué en mi bolso para encontrar mi teléfono.
En el momento en que mi mano se conectó con él, empezó a sonar de
nuevo. Al sacarlo, vi su nombre parpadeando en la pantalla.
Jack Hawthorne.
Pensé que tal vez debería cambiarlo por Ball and Chain alguna vez.
Miré el reloj de la pared y dudé. Estaba segura que llamaba por la cena
con los socios.
Con el dedo sobre el botón verde, emití un sonido ininteligible en mi
garganta. No estaba segura de querer responder a una llamada de Jack en
ese momento. Pulsé el botón lateral para silenciarlo y lo puse sobre el
mostrador, mirándolo fijamente como si él fuera a aparecer mágicamente en
la pantalla y me mirara con el ceño fruncido.
Dejó de sonar y suspiré. Estaba siendo estúpida.
Después que nos dirigiéramos a casa la noche anterior, me había dado las
llaves del apartamento, y yo había subido directamente a mi habitación de
nuevo. Como me había levantado a las cinco de la mañana de nuevo, había
hecho el mismo acto de desaparición que había hecho todos los días
anteriores. No era que no adivinara dónde había ido si venía a buscarme de
nuevo, pero empezaba a pensar que tal vez estaba siendo descortés al no
estar a su alrededor.
Con Jack siendo correcto y educado en todo momento, cada una de mis
acciones era... bueno, estaba sobresaliendo como un pulgar dolorido. El tipo
me ayudó con la estantería de madera, y pintó mis paredes, por gel amor de
Dios. Los hombres como Jack tenían gente que hacía cosas así por ellos. Él
tenía un chofer. Su casa era perfecta. Siempre llevaba trajes caros, día tras
día. Era distante con todo el mundo. De nuevo, los hombres así tenían a
otras gente que hiciera su trabajo sucio. Viviendo con los Colesons había
visto gente como él muchas veces.
Cuando era adolescente, salía con la familia cuando querían presumir de
mí ante sus amigos, no porque me quisieran como a los suyos o algo
remotamente parecido, sino porque querían que sus amigos ricos pensaran
que eran personas generosas y de gran corazón.
Míranos, hemos salvado a esta chica.
Recuerdo haber ido a restaurantes elegantes y a cenas “en familia”, pero
terminé siendo completamente ignorada por todos, incluyendo a Gary,
quien era el único que se preocupaba por mí aunque fuera un poco. Todo lo
que hacía era ponerme lo que Ángela quería que me pusiera, comer lo que
me ponían delante, estar callada y parecer feliz.
Sin embargo, mis recuerdos más felices no nacieron en esos lugares con
esas personas. Nacieron en la cocina de su casa, donde pasaba la mayor
parte del tiempo cuando no estaba en mi habitación, y se hicieron con el
ama de llaves, Susan O'Donnell, con la que desayunaba y cenaba cada día.
Algunos días, Gary quería que me uniera a ellos en el comedor, pero no
eran como Susie, que me hacía reír con sus historias. No tenían
conversaciones fáciles incluso cuando eran sólo ellos cuatro. No se reían de
corazón, no amaban de corazón.
Sin embargo, había un hecho en el que todos estábamos de acuerdo: Gary
me había salvado.
De mala gana o no. Estaba agradecida, como ellos querían que estuviera,
y lo estaría por el resto de mi vida.
Sin embargo, y ese es un sin embargo cargado, no podía decir que me
había olvidado de esas cenas, las fiestas en casa, las reuniones, y la cena de
esta noche con los socios era una de las últimas cosas que quería hacer, pero
había hecho un trato. Jugar a fingir era algo que no se me daba tan mal. No
significaba que lo disfrutara, pero no se me daba mal.
Cuando la pantalla se iluminó con un nuevo mensaje de texto, lo cogí.
Jack: Contesta el teléfono.
Por alguna razón, ese simple texto me hizo sonreír más de lo que un texto
tan corto debería tener. Definitivamente atrajo la atención de Sally.
—¿Qué pasa? ¿Buenas noticias? —preguntó, con el cuello estirado para
poder ver lo que estaba haciendo.
Le hice un gesto para que no me viera.
—Nada. Sólo un texto. —Un texto que era puro Jack Hawthorne.
—¡Oh! Comparte con la clase, por favor. Las historias de amor son mi
tipo favorito de historias.
—Desgraciadamente, aquí no hay ninguna historia de amor. —Todavía
no le había dicho que estaba casada, no porque tratara de ocultarlo, sino
porque no sabía cómo explicar a mi marido—. Tal vez has pasado suficiente
tiempo con las historias de allí.
—¿Quieres cambiar los libros por el azúcar y la harina?
—Claro. —En un rápido movimiento, se levantó y se dirigió hacia mí,
con su cola de caballo oscilando de lado a lado—. ¿Te importa si enciendo
la música allí también?
—En absoluto. Adelante.
Cogí mi teléfono y me dirigí hacia los libros que estaban esparcidos por
el suelo. Me senté en el cojín en el que ella estaba sentada, crucé mis
piernas y respiré profundamente. Mientras Sally iniciaba otra lista de
reproducción en Spotify, llamé a Jack en lugar de esperar a que me llamara
una vez más.
Contestó al tercer timbre.
—Rose.
—Jack.
Seguí esperando que dijera algo más ya que era él quien había llamado
primero, pero no dijo nada.
—Si estás ocupada, puedo llamar más tarde.
—No. No te hubiera contestado si estuviera ocupada.
—De acuerdo entonces. ¿Por qué llamabas?
Esperaba que tal vez la cena se hubiera cancelado.
—Son casi las cinco. Tenemos que estar en el restaurante a las siete. Voy
a salir de la oficina en un minuto, ¿quieres que te recoja?
—Oh, sí, por favor. ¿Sobre las seis, tal vez? —Mi ojo se fijó en un libro
que todavía estaba en una de las cajas de cartón, así que lo cogí y miré la
contraportada.
—Eso no va a funcionar. Con el tráfico, tardaremos por lo menos
cuarenta y cinco minutos en llegar al restaurante. Si a eso le añadimos el
trayecto desde la cafetería hasta el apartamento, y no llegaríamos a tiempo.
—No, puedes recogerme de camino al restaurante.
No dijo nada.
—Me vestiré aquí. Compré el vestido hoy, así que no necesito ir al
apartamento. Estaré lista cuando llegues.
Pasaron unos segundos en los que ninguno de los dos habló. Puse el libro
de mi mano en el tercer estante y recogí otro del suelo.
—¿Jack?
—¿Por qué no me dijiste que no tenías un...? Estaré allí a las seis.
—De acuerdo. Estaré lista. —Dudé por un momento, no estaba segura si
era mi lugar para preguntar—. ¿Está todo bien?
—Por supuesto. Te veré a las seis. Adiós, Rose.
—De acuerdo. Ve...
Y la línea se cortó.
Iba a ser una noche larga, sin duda.
Cuando Sally se fue alrededor de las cinco y media después de sentarse y
charlar conmigo, volví directamente a la cocina para prepararme. Como mi
vestuario no contaba con un vestido lo suficientemente elegante como para
acompañar a uno de los caros trajes de Jack, había salido a buscar algo que
pudiera ponerme y que no pareciera demasiado barato mientras estuviera
junto a él. No quería una dolorosa repetición del día en que nos casamos.
Afortunadamente, había encontrado algo en la segunda tienda en la que me
apresuré a entrar cuando salí en mi descanso para comer.
Era lo más sencillo que podía ser un vestido negro. Estaba hecho de un
fino material, cuyo nombre no tenía ni idea, y tenía mangas cortas. Se ceñía
ligeramente a mi cuerpo de reloj de arena por lo que pude ver después de
girar el cuello a la izquierda y a la derecha en el vestuario, y terminaba unos
quince o veinte centímetros por encima de la rodilla. La V delantera era un
poco más profunda de lo que estaba acostumbrada, pero no era tan malo
como para buscar otra cosa.
Y lo que es más importante, como no era exactamente un vestido de
invierno, estaba en oferta. No tenía tiempo para buscar en todas las tiendas
de la ciudad lo que necesitaba.
Me lo probé, me quedaba bien y lo compré. También era un poco más
caro de lo que normalmente pagaría por un vestido, no es una marca de lujo
ni nada por el estilo, pero buscando un look que no me hiciera sentir
extremadamente barata al lado de Jack.
Así que acepté que este look específico tuviera un precio.
Pude prepararme en veinte minutos y hasta logré convertir mi maquillaje
ligero en algo más adecuado para la noche. En otras palabras, una gran
cantidad de corrector cubría las ojeras, y mis mejillas estaban retocadas con
un poco de colorete, bastante, en realidad. Comprobando el tiempo, me
apresuré a maquillar mis ojos aplicando un pequeño lápiz negro a lo largo
de la línea de las pestañas y lo difuminé con el dedo hasta que parecía algo
ahumado y aceptable en lugar de un completo desastre. Justo cuando
terminé de aplicar el rímel, mi teléfono sonó con un nuevo mensaje.
Jack: Abre la puerta.
Resoplé; mi marido tenía una gran facilidad de palabra. Me miré en el
espejo que teníamos en el interior del pequeño baño de atrás.
Alisando mi vestido y tratando de domar mis tetas, que parecían más
grandes debido a la profunda V, inspeccioné mi maquillaje más de cerca.
No parecía un completo desastre, lo que significaba que me veía bien.
—¡Mierda! —Exclamé, notando que me había olvidado completamente
de mi pelo. Me lo había trenzado dos horas antes para poder tener algo que
se pareciera a un look ondulado, así que el lazo del pelo al final y empecé a
desenredar los mechones a toda prisa. Antes que pudiera terminar, mi
teléfono empezó a sonar.
Volví corriendo al mostrador y, tras confirmar que era Jack, corrí hacia la
puerta, con las manos en el pelo, tratando de domarlo y desordenarlo al
mismo tiempo. Era un look muy especial.
Al detenerme junto a la puerta, me pasé las manos por el flequillo por
última vez, abrí la puerta, la abrí de par en par y salí corriendo antes que
pudiera verme bien.
—Te hemos estado esperando fuera. Llegas tarde —dijo Jack tan pronto
como entró.
—Llegas cinco minutos antes —respondí por encima del hombro sin
mirar atrás mientras seguía corriendo hacia la cocina para ponerme la
chaqueta. Después de atar el fino cinturón alrededor de mi cintura, cogí mi
bolso y me apresuré a volver con Jack—. Estoy lista —murmuré, un poco
sin aliento. Mis ojos estaban caídos mientras luchaba por abrir la cremallera
delantera de mi bolso para poder meter mi teléfono. Cuando lo hice y
finalmente levanté la vista, todo el ruido blanco de la ciudad fuera de mi
puerta pareció desaparecer. No pude pensar en algo inteligible que decir.
Mierda. Mierda. Mierda.
Mi palabrota favorita era lo único que me venía a la mente, y no creía que
fuera apropiado decirla en voz alta en esta situación.
Jack llevaba pantalones negros, lo cual no era nada sorprendente, pero era
definitivamente la primera vez que lo veía sin una camisa abotonada.
En su lugar, llevaba un suéter gris delgado con los brazos ligeramente
empujados ligeramente levantados, lo que me permitía ver el reloj que
llevaba en la muñeca.
Un simple jersey gris y un reloj me habían dejado completamente sin
palabras. Como la idiota que era, dejé que mis ojos pasaran de su suéter
ajustado, su cinturón y hasta sus zapatos negros. Su rostro era el mismo de
siempre como siempre: la misma mandíbula afilada, los mismos ojos
azules, la misma barba áspera, la misma mirada de no hacer nada y el
habitual ceño fruncido entre las cejas.
Su pelo parecía haber sido peinado con las manos con algún producto
mate.
En general, su aspecto era... bueno. Bien, tal vez un poco más que bien.
Mirándolo fijamente a los ojos, queriendo ir a lo seguro, esperé a que
dijera algo. No quería delatar demasiado que en realidad podría estar atraída
por él.
—¿Pasa algo? —preguntó.
Negué con la cabeza.
Me estudió un poco más.
—¿Preparada entonces?
Asentí con la cabeza, sin decir nada.
—¿Qué te pasa?
Solté un largo suspiro.
—No me pasa nada. ¿Qué te pasa a ti?
Su mirada se intensificó, así que antes que pudiera meterme en
problemas, pasé por delante de él y abrí la puerta, haciendo una leve
reverencia como una idiota que no sabía qué hacer con ella y haciendo un
gesto para que saliera. Se quedó allí durante otro momento y luego,
sacudiendo la cabeza, salió. Cuidando de las luces y de introducir el código
de la alarma, cerré todo y cerré la puerta. Apoyando la frente en ella,
murmuré en voz baja para mí misma y me enfrenté a Jack, que me esperaba
con las manos en los bolsillos de su pantalón unos pasos más adelante. Miré
hacia la calle un poco más abajo y vi su coche esperándonos.
En cuanto estuve junto a Jack, se adelantó y me abrió la puerta. Entré y
me desplacé hasta el otro extremo.
—Hola, Raymond. Siento haberte hecho esperar.
Jack entró después de mí y cerró la puerta. Estaba bastante segura que
Raymond era la única persona que sabía de nuestro falso matrimonio. Él
había sido nuestro único testigo en el ayuntamiento, e incluso si no hubiera
estado allí, no había realidad en la que él creyera que éramos una pareja de
recién casados que estaban locamente enamorados después de vernos juntos
durante las últimas dos semanas.
Como estaba mirando el espejo retrovisor, vi su pequeña pero genuina
sonrisa.
—Todo está bien. No hemos esperado demasiado.
Le devolví la sonrisa.
Ves, pensé mientras miraba de reojo a Jack. ¿Por qué no puedes ser como
Raymond y sonreírme sólo una o dos veces?
Empezó a hablar con Raymond y luego nos pusimos en camino hacia
nuestro destino. Cerré los ojos e inspiré, sólo para ser asaltada por la
colonia de Jack.
Dios mío.
¡Dios mío! Eso era todo lo que podía pensar mientras dejaba salir todo
lentamente e intentaba no respirar mucho. Su otra colonia, la que había
olido en él todos los días durante las últimas dos semanas, no era tan
profunda y almizclada como ésta.
Esta prácticamente golpearía a cualquiera y haría que comenzaran a
salivar, esposa falsa o no. Apreté el botón del reposabrazos para bajar un
poco la ventanilla y dejar que un poco de aire fresco me sacara de mi
idiotez.
—¿A qué distancia está, Raymond? —pregunté cuando encontré mi voz
de nuevo.
—El restaurante, quiero decir.
—Media hora, quizá un poco más, señora Hawthorne.
Gemí por dentro y miré a Jack.
—¿Cambiaste tu colonia?
—¿Por qué?
—No estoy segura que me guste. —Me encantaba—. Me gustaba
demasiado.
Hizo girar su reloj alrededor de la muñeca y apartó la mirada de mí.
—Lo siento por ti.
¿Cómo sabía que diría algo parecido? Miré hacia la ventana y sonreí.
Empezaba a gustarme. Si había aprendido algo sobre Jack Hawthorne, era
lo poco dispuesto que estaba a entablar una corta charla y como yo no
estaba dispuesta a pasar casi una hora en silencio, decidí que tendría que ser
yo quien empezara a hablar. Sin embargo, cuando miré a Jack y lo vi
sentado tan relajado y mirando por la ventana, no se me ocurrió ningún
tema interesante. Creía que era muy buena presionando sus botones, pero
por alguna razón, decidí que el comentario de la colonia era suficiente para
nuestro viaje en coche.
Renunciando a cualquier idea de charla que surgiera después de eso,
apoyé mi sien en la fría ventanilla de cristal y cerré los ojos. No supe
cuántos minutos pasaron en silencio, pero cuando escuché la suave voz de
Jack, forcé a abrir los ojos con cierta dificultad, sin haberme dado cuenta
que me había quedado dormida.
—¿Rose?
Miré a mi derecha sólo para encontrarlo observándome atentamente. El
coche no se movía, así que aparentemente me había quedado dormida más
tiempo del que pensaba.
—¿Ya llegamos? —Me tapé la boca con el dorso de la mano y bostecé.
Su ceño se suavizó y negó con la cabeza.
—Estamos en un semáforo, casi hemos llegado. Estás cansada.
Al menos eso era mejor que “Tienes un aspecto horrible”. Estás cansada
era sólo un hecho y podía vivir con eso.
—El maquillaje no lo ocultó lo suficiente, entonces —murmuré. Estaba
en un montón de cosas, no sólo cansada. Dejé caer la cabeza hacia atrás y
respiré profundamente—. Siento haberme quedado dormida.
El semáforo se puso en verde.
—¿Supongo que tampoco dormiste anoche?
—Sí, en realidad, cinco horas esta vez. Espero que esta noche sea la
noche en la que dormiré la cantidad habitual.
Dos coches de policía con sus sirenas a todo volumen pasaron junto a
nosotros y mis ojos los siguieron.
—¿Seguro que te apetece ir a esta cena? —Jack preguntó cuándo estaba
más tranquilo, tan tranquilo como lo era Nueva York.
Me senté más erguida y me volví hacia él.
—Por supuesto. No te decepcionaré, Jack. —Al menos no empeoraría las
cosas, de eso estaba segura.
Si todo lo demás fallaba, me limitaría a ser silenciosa y malhumorada
como Jack, y ellos pensarían que encajamos bien.
El ceño fruncido volvió con toda su fuerza.
—Eso no es lo que pregunté.
—No, lo sé, pero estoy dispuesta. Me he preparada y estoy aquí. Sólo
quería que supieras... que no te decepcionaría.
Después de compartir una mirada incómoda mientras las luces de la
ciudad que pasaban iluminaban su cara, ambos nos quedamos en silencio.
Demasiado pronto, Raymond detuvo el coche y yo miré por la ventana.
Estábamos estacionados frente al restaurante donde nos reuniríamos con los
socios de Jack.
—Intenta parecer medio viva al menos —dijo Jack.
Iba a ser un completo desastre. Nunca iban a creer que estábamos
enamorados. No había manera.
—Qué palabras tan bonitas. Si quieres la mitad viva, eso es lo que
tendrás. Si tú me hubieras pedido que estuviera completamente viva, te
habría decepcionado definitivamente. ¿Pero medio viva? Estás de suerte.
Las mariposas de mi estómago se desbordaron al instante. Ni siquiera me
di cuenta que noté que Jack había salido del coche hasta que abrió mi
puerta. Saliendo de mi pánico privado, me adelanté para salir. Al notar el
voluminoso bolso de mano que llevaba en los dedos, me detuve y me
encontré con la mirada de Raymond.
—¿Estaría bien si dejo mi bolso en el coche?
—Por supuesto, señora Hawthorne.
Volví a encontrarme con sus ojos en el espejo retrovisor y le dirigí una
mirada suplicante.
—Me sentiría mucho mejor si me llamara Rose. Por favor.
Me hizo un pequeño gesto con la cabeza y una sonrisa apenas
perceptible.
—Haré lo que pueda.
Me obligué a curvar los labios y salí del coche sin el bolso.
Cepillando mis manos en la tela de mi chaqueta, esperé a que Jack
cerrara la puerta. Entonces Raymond se apartó y quedamos los dos solos, de
pie en el borde de la acera, justo delante de las puertas dobles del
restaurante muy iluminado y lleno.
—¿No llevas bolso? —preguntó, al notar mis manos vacías y nerviosas.
Dejé de moverme y negué con la cabeza, con los ojos todavía puestos en
esas grandes puertas dobles: la puerta de entrada a mi infierno.
—No tenía uno que fuera lo suficientemente elegante. Así está mejor. —
Capté la expresión tensa de Jack justo antes que diera un paso adelante.
Antes de darme cuenta, mi mano estaba agarrando su brazo. Le di una
mirada desesperada—. ¡Jack, lo olvidamos!
Sus cejas se juntaron.
—¿Olvidamos qué?
—No tenemos una historia. Iba a preguntarte, pero tu colonia me
confundió y luego me quedé dormida.
—¿Mi colonia hizo qué?
—¡Olvídate de la colonia!
Suspiró.
—¿De qué historia estás hablando?
Para alguien que estaba a punto de mentir a un grupo de sus amigos del
trabajo, él parecía extrañamente relajado, lo que sólo me puso más nerviosa
y ligeramente enfadada.
—¡Una historia sobre cómo nos conocimos! De cómo me pediste que me
casara contigo. —Estallé y luego bajé la voz—. preguntarán algo, si no esas
preguntas, algo sobre nosotros, sabes que lo harán. Todo el mundo hace
esas preguntas.
Se encogió de hombros, y esta vez fui yo quien puso cara de confusión.
—Ya se nos ocurrirá algo si lo hacen. Actúa con naturalidad —dijo—¿Estás
nerviosa por esto?
¿Actuar con naturalidad?
Le dirigí una mirada exasperada.
—Por supuesto que estoy nerviosa por esto.
—¿Cómo no vas a estarlo? Son tus amigos del trabajo. ¿Y qué quieres
decir con actuar con naturalidad?
—No son mis amigos, Rose. Somos compañeros. Y actuar con
naturalidad significa actuar con naturalidad. ¿Qué otra cosa se supone que
significa?
Me estaba llevando a la locura con su fría conducta.
—¿Qué diferencia hace eso? Son compañeros, así que al menos deben ser
amables, y si actuamos con naturalidad, ¿significa eso que vas a fruncir el
ceño y estar callado toda la noche? ¿Qué se supone que debo hacer
entonces?
—No frunzo el ceño. —Frunció el ceño mientras lo decía.
Sorpresa, sorpresa.
Ladeé la cabeza.
—¿De verdad? ¿Vas a ir con eso? ¿Por qué no caminamos unos pasos
para que puedas mirar las bonitas y brillantes ventanas de cristal y ver por ti
mismo.
Suspiró.
—Mantendré mi ceño fruncido al mínimo, si te complace. No pasa nada.
Estará bien. Vamos. No van a hacer preguntas. Deja de preocuparte.
Recuerda que te dije que un cliente potencial también se unirá a nosotros.
Estarán muy ocupados con él.
—Así que esto es una cena de chismosear. Toda la atención estará en él.
—Chismose..
—¿Qué? —pregunté—. ¡¿Qué?!
Sacudió la cabeza y suspiró.
—Tu elección de palabras me fascina. ¿Estás segura que estás preparada
para esto?
Tal vez me estaba preocupando por nada. En cualquier caso, iba a entrar
en ese restaurante y tratar de parecer una pareja felizmente casada con un
hombre que nunca sonreía. Y comer. También comería. Si mi boca estaba
llena o estaba fijada en mi cena, no podrían hacer preguntas. No sería muy
difícil de lograr tampoco porque ya podía oír el gruñido de mi estómago.
Respiré profundamente y solté el aire, pensé que sería mejor acabar cuanto
antes. Sólo la primera iba a ser así de dolorosa. Después de esta, sería una
profesional.
—Bien. Bien, los conoces. Confío en ti. —Alisé mis sutiles ondas y mi
flequillo mientras Jack seguía el movimiento de mis manos.
Cuando me encontré con sus ojos, se dio la vuelta y se alejó, dejándome
atrás. Miré al cielo.
Dios, por favor, ayúdame.
Me apresuré a alcanzarlo hasta que estuvimos uno al lado del otro.
Cuando alguien abrió la puerta para que entráramos, Jack me hizo un gesto
para que entrara delante de él. Estaba tratando de parecer que encajaba con
la multitud, así que no me di cuenta cuando Jack se detuvo en la entrada
justo ante la anfitriona. Retrocediendo, me puse de nuevo a su lado e intenté
no ponerme nerviosa.
Después que le informara a la chica sobre nuestra reunión, alguien me
ayudó a quitarme mi chaqueta, y comencé de nuevo el proceso de alisado.
—¿Rose?
Levanté la vista y quedé atrapada en la profunda mirada azul de Jack.
—¿Qué? —pregunté, inclinándome hacia él.
—Yo...—Sus ojos se movieron por todo mi cuerpo. Por todas partes. Ya
había visto mi rostro cansado, sin embargo, se quedó más tiempo allí. Mis
labios, mis ojos. Mi mirada se enganchó a la suya y nos quedamos quietos.
Deja de mirar, Rose. Deja de mirar.
Parpadeando, rompí la extraña conexión y sentí que mi cara se calentaba.
Me aclaré la garganta.
—¿Sí?
Se acercó un paso más. Demasiado cerca para mi comodidad.
—Estás preciosa —dijo de la nada, en voz baja, pero lo suficientemente
alto como para que, a pesar de las risas y la música suave que salía del
comedor, no había manera que pudiera haber escuchado mal ese cumplido.
Me pasé mi mano por el brazo para deshacerme de la piel de gallina que me
producía su mirada y su voz áspera. Por la forma en que lo había soltado, no
estaba segura de si había estado esperando un buen momento para decirlo
donde otras personas pudieran oírlo o si era un cumplido real.
—Yo... gracias —susurré.
Tenía una sensación extraña en el pecho, una excitación irracional.
Antes que pudiera procesar el inesperado cambio entre nosotros y dar una
respuesta, su mirada bajó. Seguí sus ojos y mi corazón empezó a latir más
rápido, mucho más rápido cuando vi su mano levantada entre nosotros.
Levantando la cabeza, me encontré con su mirada y, lentamente, puse mi
mano en su palma abierta por primera vez desde la ceremonia. Su mano era
cálida cuando cerró suavemente sus dedos alrededor de la mía. Y mi
corazón... mi corazón estaba teniendo algunos problemas.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: cero.
Capítulo Siete
Jack
Metiendo mi mano alrededor de la mucho más pequeña de Rose, seguí a
la anfitriona y tuve que tirar un poco cuando Rose no se movió conmigo.
Mientras la mujer nos guiaba a través de las mesas delanteras y hacia el
interior del restaurante, rápidamente miré a Rose. Parecía un poco
sonrojada e inquieta con ese pequeño ceño fruncido en su cara. Yo también
estaba inquieto. Diablos… quizás incluso más que ella. La única diferencia
era que yo era mejor para ocultar mis emociones. Podías leer todo con sólo
mirar su cara, sus ojos.
Su vestido, y la forma en que se veía en el vestido me había cegado, eso
era evidente. Y no había sido capaz de mantener la boca cerrada. Pero ese
rubor en sus mejillas, el ensanchamiento de sus ojos, la piel de gallina que
había tratado de ocultar. Esos pequeños datos eran realmente interesantes.
—¿Estás bien? —pregunté, inclinándome cerca de su oído y dándole un
apretón involuntario de la mano mientras tomábamos un giro a la derecha
que conducía a la zona privada del restaurante.
Se sobresaltó un poco al oír mis palabras, miró nuestras manos
entrelazadas y luego me miró a mí y asintió con la cabeza.
—Sólo es una cena, Rose. Relájate.
Antes que pudiera responder, llegamos a la mesa redonda donde George
y Fred ya estaban sentados, pero no había ni rastro de Wes Doyle, el cliente
potencial. En cuanto nos vieron, se levantaron.
—Ahí estás, Jack —dijo Fred, empujando su silla hacia atrás y
caminando alrededor de la mesa para llegar a nosotros—. Hay una primera
vez para todo. Nunca pensé que vería el día en que llegaras tarde a algún
sitio.
—Llegamos justo a tiempo —comenté, y vi como los ojos de Fred
bajaron a la mano de Rose en la mía. Instintivamente, le di un pequeño tirón
a su mano hasta que quedó pegada a mi lado. Rose me lanzó una rápida
mirada de sorpresa y luego se volvió hacia Fred.
Fred cambió su enfoque hacia ella y su sonrisa se hizo más grande. A los
cuarenta y cinco años, Fred era el único de los socios con el que podía
soportar pasar más de una hora.
—Normalmente, es el primero en entrar por la puerta siempre que hay
una reunión o una cena de trabajo —le dijo a Rose—. Y tú debes ser la muy
inesperada pero hermosa novia. Fred Witfield, encantado de conocerte. —
Él extendió su mano a Rose, y tuve que soltarla.
Miré mi mano. Todavía sintiendo el calor y la forma de su mano en mi
piel, flexioné los dedos.
—Yo también estoy encantada de conocerlo, señor Witfield. Jack ha
dicho cosas encantadoras sobre usted —mintió Rose.
Fred se rio y finalmente le soltó la mano.
—Oh, lo dudo mucho.
Me quedé donde estaba, justo un paso detrás de ella, y saludé a George
con un breve asentimiento mientras seguía escuchando su conversación.
—Lamentamos mucho haber llegado tarde, la culpa es mía —decía Rose.
—No llegamos tarde. Llegamos justo a tiempo —repetí mientras le
retiraba la silla—. El cliente aún no ha llegado.
Ignorándome, Fred sacó la silla al lado de la que yo acababa de agarrar,
pensando que se sentaría a mi izquierda, conmigo entre ella y Fred. Como
estaba de espaldas a mí, no podía ver que yo la estaba esperando, así que
aceptó su oferta y dio un paso adelante. Antes que pudiera comentar, Fred le
estaba presentando a George. Cuando todos terminaron con sus
presentaciones y amabilidades, todos nos sentamos. Esperé hasta que Rose
se acomodó y luego tomé el asiento que había sacado originalmente para
ella. Fred se sentó a su derecha, con toda su atención puesta en ella. George,
siendo el compañero mayor, no tenía tanta curiosidad por mi nuevo
matrimonio como otros en la empresa.
—Entonces, Rose, tienes que contarnos cómo convenciste a Jack para
que se casara contigo.
George comenzó en cuanto todos se acomodaron. Tal vez me equivoque.
Tal vez todas las malditas personas de la empresa tenían curiosidad por mi
matrimonio.
Un camarero se inclinó entre Fred y Rose y llenó sus vasos con agua,
haciendo que la mesa se quedara en silencio.
No pude ver su cara, pero pude imaginar que estaba sonriendo y tratando
de inventar una mentira. Al terminar de llenar su vaso, el camarero se
acercó a mi izquierda. Puse mi mano en la espalda de Rose y hablé antes
que ella pudiera hacerlo.
Su columna vertebral se enderezó, pero no se apartó de mi improvisado
toque.
—En realidad, fue al revés, George. Fui yo quien tuve que convencerla
que se casara conmigo. ¿Dónde está Wes Doyle?
—Oh, no me perdí la gran historia de la propuesta, ¿verdad?
Retiré mi mano de Rose y giré la cabeza para mirar a la dueña de la
inesperada voz: Samantha Dennis, la única socia femenina del bufete y
alguien que no tenía previsto asistir a esta cena.
—No sabía que te unirías a nosotros, Samantha —dije con ligereza.
—Han llegado hace un minuto. Llegan justo a tiempo —intervino Fred.
El teléfono de George empezó a sonar y se excusó de la mesa.
—Vuelvo enseguida.
—Ya sabes cómo es Wes Doyle —me respondió Samantha—. Siempre
tiene más preguntas y quiere que todo el mundo atienda sus necesidades.
Queremos que se suba a bordo. Cuantos más socios vea, más probable será
que firme el contrato. Además, mis planes para la cena se han cancelado,
así que no quería perder la oportunidad de conocer a tu esposa. —Samantha
puso su mano en el respaldo de mi silla y miró entre Rose y yo—. No tienes
ningún problema con que yo esté aquí, ¿verdad, Jack?
—¿Por qué iba a tener un problema?
—Muy bien entonces.
Sus labios rojos se curvaron en una sonrisa mientras se inclinaba y me
daba un beso en la mejilla. Me puse rígido, y no pasó desapercibido para
ella.
—Relájate, Jack. —Rodando los ojos, se rio de sí misma—. Viejas
costumbres, lo siento.
Dejó su bolso negro sobre la mesa, se inclinó hacia delante y, en el
proceso, su pecho presionó contra mi hombro. Mientras estrechaba la mano
de Rose, empujé mi silla hacia atrás y me moví unos centímetros a mi
derecha, más cerca de Rose para dejar más espacio a Samantha.
—Samantha Dennis —dijo—. La cuarta socia del bufete.
Sorprendiéndome, Rose ni siquiera dudó antes de responder.
—Rose Hawthorne. Yo sería la esposa, como ya sabes.
—Sí, lo sé. En realidad no lo creí cuando escuché que había atado el
nudo, pero aquí estás.
La sonrisa de Rose subió de tono, igualando la de Samantha.
—Aquí estoy.
Apartándose de Rose, Samantha retiró su silla y miró a Fred, dándole una
sonrisa más genuina.
—Fred, ¿Evelyn no nos acompaña esta noche?
—El niño contrajo un virus estomacal de uno de sus amigos, así que ella
se quedó en casa con él.
Todavía estaba molesto con el beso de Samantha, así que ni siquiera
pensé en lo que estaba haciendo.
—Samantha ha estado saliendo con el fiscal del distrito durante el último
año y medio —le solté a Rose en voz baja y luego fruncí el ceño en la mesa
y recogí mi vaso de agua. Esto no era un matrimonio real, no tenía que
contarle no tenía que hablarle de mis antiguas relaciones. Si acostarse con
alguien un par de veces hace cuatro años atrás contara como una relación,
eso es.
¿Qué demonios te pasa?
—Eso es bueno. Supongo. ¿Bueno para ella? —Susurró Rose
confundida.
Puse mi brazo alrededor de la silla de Rose. Ella se puso aún más rígida,
así que me incliné para hablarle al oído.
—Esto no es actuar con naturalidad. —Ella estaba alcanzando su vaso, y
tan pronto como la primera palabra salió de mi boca, ella casi lo tiró al
suelo. Tal vez yo estaba demasiado en su cara.
—Oh, mier.. —exclamó en voz baja. Un poco de color tocó sus mejillas y
se disculpó con Fred, que se había adelantado para coger su vaso.
—Wes está llegando... estaba atascado en el tráfico —George explicó
cuando regresó y volvió a tomar asiento—. Samantha, me alegro que hayas
decidido unirte a nosotros.
—¿Me estás tomando el pelo? No me perdería esto por nada del mundo.
Mientras los tres empezaban a hablar entre ellos, Rose se echó hacia atrás
en su silla, se encontró con mis ojos por un segundo, y se inclinó de lado
hacia mí. Me incliné hasta que su boca estuvo más cerca de mi oído para
facilitarle la tarea a ella y para que nadie más pudiera oír lo que estábamos
diciendo.
—Estoy actuando con naturalidad —susurró.
—No me has mirado ni una vez desde que nos sentamos. Al menos trata
de actuar como si te importara mi compañía.
Su cabeza estaba inclinada mientras le susurraba al oído, pero en cuanto
terminé de hablar, se apartó un poco y me miró a los ojos con sorpresa.
—Quedé atrapado en el tráfico de Nueva York. Hubo un pequeño
accidente a unas pocas cuadras, un tipo chocó contra un taxi. Por favor,
discúlpenme —dijo Wes Doyle al rodear la mesa—. Buenas noches a todos.
Rose y yo tuvimos que separarnos para iniciar otra ronda de apretones de
manos, y tan pronto como las presentaciones fueron hechas, todos
finalmente se sentaron.
El camarero apareció de nuevo, y los siguientes minutos pasaron con
todos pidiendo sus bebidas.
—¿No hay menú? —preguntó Rose discretamente cuando todos estaban
distraídos.
—Este restaurante es conocido por los menús a precio fijo. El chef lo
cambia cada pocas noches. Se supone que es muy bueno. Es la noche del
marisco, creo.
Ella asintió y se alejó de mí. Antes que pudiera llamar su atención y
preguntar qué pasaba esta vez, llegó el primer plato: vieiras con una
vinagreta de almendras servidas en una media concha.
Como Wes Doyle era alguien que se consideraba un pez gordo, todo el
mundo alrededor de la mesa comenzó con sus promesas y garantías que él
estaría en la lista de personas que eran prioridad número uno para la firma,
pero yo estaba ocupado con otra cosa. Estaba observando los movimientos
de Rose mientras ella colocaba su servilleta en su regazo y miraba fijamente
las vieiras en su plato.
Cogiendo el cuchillo y el tenedor, cortó con cautela un pequeño trozo y
se lo llevó lentamente a los labios. Extrañamente fascinado, la vi masticar
más tiempo del necesario y luego obligarse a tragarlo. Suavemente tosió,
cogió su vaso y bebió un sorbo de agua. Para cualquiera que la mirara,
parecería elegante mientras disfrutaba de su cena, pero para mí parecía que
la estaban obligando a comer basura.
—¿Jack? —George llamó, y tuve que cambiar mi atención mientras todos
me miraban excepto Rose—. ¿No quieres añadir algo?
Me llevó un segundo cambiar de marcha.
—Creo que Wes conoce mis opiniones sobre este tema. —Miré a Wes y
me hizo un pequeño gesto con la cabeza. Él había construido una
increíblemente exitosa empresa de tecnología de la nada en los últimos años
y había decidido recientemente cambiar de bufete cuando sus anteriores
abogados le hicieron perder un caso que salpicó a todos los medios de
comunicación y que empañó la reputación de su empresa. Debería haber
sido una victoria fácil, pero habían cometido errores masivos en el camino,
errores que le había señalado—. Puedo asegurarte, como lo hice ayer, que si
decides ir con cualquier otra firma, estarás cometiendo un gran error. Creo
que después de lo ocurrido con la última ha terminado de correr riesgos con
la empresa en la que trabajó tan duro para llegar a donde está hoy.
Le había explicado todo lo que haría por Wes y su empresa cuando había
pasado por mi oficina el día anterior. Se había tomado su tiempo para
preguntar cada pequeña duda que tenía, y yo había respondido a cada una
de ellas con total honestidad. Si se decidía a ir con nosotros, sabía lo que
obtendría de mí.
No me pareció necesario añadir nada más, o tomaría la decisión correcta
o no. Tenía todos los datos, y el resto dependía de él.
Todos en la mesa se concentraron en mí, aunque mi esposa todavía no lo
hacía. Ella se detuvo con el tenedor a medio camino de sus labios por un
segundo, una ligera vacilación, y luego reanudó la comida.
Samantha se aclaró la garganta.
—Creo que lo que Jack está tratando de...
Wes la cortó con un gesto.
—Oh, no. No tienes que cubrirlo, Samantha. Me gusta que no se guarde
sus pensamientos. Necesito esa honestidad. Y sí, hablamos más de esto ayer
en su oficina, y tiene razón. No puedo permitirme tomar malas decisiones
sobre la gente que se supone que debe protegerme y lo que he construido
por mi cuenta.
Fred se unió a la conversación y siguieron con la inútil discusión. Si no
estaba equivocado, Wes ya había tomado una decisión, pero parecía que
quería escuchar más garantías. Aunque no tuviera sentido, entendía sus
reservas. A todo el mundo le gustaban los mimos, y él era alguien que
parecía disfrutar siendo el centro de atención.
Tomé un par de bocados de mi cena y discretamente seguí observando a
Rose aunque sabía que era una mala idea teniendo en cuenta nuestra
situación. Esta era una cena de trabajo, no era el momento de contemplar a
mi falsa esposa como si fuera lo más interesante del mundo. Pero cuanto
más no podía quitarle los ojos de encima a ella, más me daba cuenta que
estaba haciendo todo lo posible para actuar como si yo no estuviera sentado
a su lado. Entonces su tranquilidad empezó a afectarme también a mí.
Ayudándola en la cafetería me había dado cuenta de lo mucho que le
gustaba hablar.
De cualquier cosa y de todo. Por mucho que se esforzara, no había
conseguido meterme en sus conversaciones, todavía no. Cuanto más
fracasaba más se esforzaba, por mucho que la admirara por ello, no había
perdido tanto mi maldita mente.
No quería acostumbrarme a ella. No quería acercarme. No más de lo que
ya estaba. Ese no era el plan. En absoluto.
Cuando ya no pude callar más, dejé de pensar y puse mi mano sobre su
pierna, mi pulgar y mi primer dedo haciendo contacto con su piel desnuda.
Ella saltó en su asiento, su rodilla golpeó la parte inferior de la mesa,
haciendo sonar los platos. Me obligué a relajarme e intenté quedarme
quieto. Después de disculparse profusamente con todos, dejó el cuchillo y el
tenedor y finalmente me miró con una mirada asesina. Si hubiera tenido
alguna idea de lo mucho que me gustaban sus reacciones, habría actuado de
otra manera sólo para molestarme. Estaba seguro de ello. Me incliné hacia
ella, y nuestros hombros y antebrazos se alinearon sobre la mesa mientras
ella se encontraba conmigo en el medio.
—¿Qué estás haciendo? —susurró con dureza.
—¿Por qué me evitas? ¿Qué pasa? —pregunté, retirando mi mano.
Ella se apartó un poco, pero seguíamos acurrucados mientras nos
mirábamos a los ojos como en un desafío. Sus cejas se juntaron antes de
susurrar: —¿De qué estás hablando? ¿Cómo puedo estar evitándote cuando
estoy sentada a tu lado? ¿Qué te pasa?
Se enderezó, tomó otro pequeño bocado de su plato, y comenzó el lento
proceso de masticación. Me incliné más cerca y mis labios se acercaron
peligrosamente cerca de su cuello, hasta el punto de intimar con su olor. Un
aroma floral fresco mezclado con una fruta, tal vez cítrica.
—Yo...—me tomó un momento recordar lo que iba a decir y vacilé—.
Sólo relájate un poco. ¿No te gusta tu aperitivo?
Me aparté y esta vez ella se inclinó hacia mí.
—No soy una gran fan del marisco. ¿Es demasiado obvio?
Después de una rápida mirada a todos los demás alrededor de la mesa
para asegurarme que no teníamos su atención, giré mi cuerpo
completamente hacia Rose y puse mi brazo alrededor de su silla de nuevo.
Mi pecho se frotó contra su hombro. Pensé que se apartaría, pero esta vez se
quedó quieta. Nosotros, se suponía que éramos recién casados. Por mucho
que me esforzara en alejarme de ella cuando estábamos los dos solos,
mientras que con otras personas, sabía que teníamos que actuar con más
intimidad si queríamos parecer creíbles como pareja.
—Sí, Rose. Todo el menú es de mariscos, ¿por qué no dijiste algo?
—Es un menú a precio fijo, no pensé que pudiéramos cambiar nada.
—Eso no significa que tengas que comer algo que no te guste. —Todavía
manteniendo mi brazo en su silla, miré alrededor del restaurante.
—Deja de forzarte a comer. —Al no encontrar a quien buscaba, me alejé
de Rose, incluso logré empujar mi silla un poco hacia atrás antes que ella
pusiera su palma en mi muslo.
Me detuve y ambos miramos con sorpresa su mano en mis pantalones.
Ella la retiró inmediatamente. Fue una buena decisión. Fue una muy
buena decisión.
En el impulso del momento, sorprendiéndome a mí mismo y a ella, creo,
me incliné hacia delante y le di un rápido beso en la mejilla. Era algo que
un marido haría antes de abandonar la mesa. Sus ojos se abrieron
ligeramente, como lo hicieron cuando la felicité, pero logró mantener la
compostura.
Me levanté.
—¿Pasa algo, Jack? —preguntó Fred, mirando hacia mí.
—Por favor, continúen —dije a la mesa—. Vuelvo enseguida.
Sólo me llevó un minuto localizar a alguien que pudiera cambiar nuestra
orden. Aunque el restaurante sólo ofrecía menús fijos de los que la élite de
Nueva York no podía dejar de hablar, con la cantidad justa de persuasión,
accedieron a hacer un ligero cambio sólo por esta vez. Cuando volví a
nuestra mesa y me senté, Samantha y George estaban metidos en su
conversación con Wes, mientras Rose charlaba con Fred, con las mejillas
sonrojadas.
—¿Todo bien? —pregunté, curiosa por saber de qué hablaban.
—No me dijiste que era pariente de los Coleson, Jack. Gary había estado
con nosotros ¿cuántos años? Ni siquiera sabía de ella.
Rose me dirigió una mirada de disculpa.
—Sólo viví con ellos hasta los dieciocho años. Después de eso no nos
vimos tanto. Las vacaciones y una comida o cena al azar cada mes más o
menos.
—Gary estaba muy ocupado con su empresa y, bueno, con sus propios
hijos.
—No salió el tema —expliqué brevemente, queriendo terminar la
conversación.
—¿Es así como se conocieron?
Rose me dirigió una mirada que no pude entender, pero que se parecía
mucho a un “te lo dije”, y se volvió hacia Fred.
—Sí. Bueno, más o menos.
Cuando el camarero llegó y empezó a recoger los platos casi vacíos,
Samantha intervino, aprovechando la pausa en su conversación con Wes.
—¿Cuándo vamos a escuchar la historia de la propuesta? Eso es lo que
estoy esperando.
—¿Propuesta? —preguntó Wes.
—Jack y Rose acaban de casarse —explicó George—. Sólo hace unas
semanas, creo, ¿no? Fue una sorpresa para todos en la empresa.
Wes miró de mí a Rose.
—¡Felicidades! No tenía ni idea. Nosotros deberíamos haber pedido
champán para celebrarlo.
—Gracias. Nosotros también nos estamos acostumbrando. Sucedió tan
rápido.
—Quiero decir que nos enamoramos tan rápido —dijo Rose.
—Danos todos los detalles —dijo Fred—. Así que podemos pasar por
alto el hecho que ninguno de nosotros fue invitado a la boda.
Rose se rio y luego se volvió para mirarme.
—Ves, Jack, qué bonito...todo el mundo quiere escuchar la historia de la
propuesta. —Cuando me quedé mirando sus ojos brillantes, su sonrisa se
tensó y se volvió hacia Fred—. Oh, yo no podría. Si empezara, me temo
que no pararía. No tengo frenos cuando se trata de hablar de Jack. —Se
volvió hacia mí y me dio una palmadita en el brazo, un poco demasiado
fuerte si me preguntas. Tratando de ocultar mi sonrisa, me lamí los labios y
busqué mi whisky mientras ella decía: —Y esta es una cena de trabajo, así
que no querría hacerme cargo.
—Tonterías —insistió Samantha—. Tenemos mucho tiempo para hablar
de trabajo. Jack, sin embargo, es un completo misterio cuando se trata de su
vida privada. Nos morimos por escuchar cualquier cosa que esté dispuesto a
compartir.
Inclinándome hacia atrás, me mantuve en silencio y esperé a ver cómo
salía de esto.
Rose me dirigió otra mirada suplicante y a la vez enfadada.
—Su propuesta fue realmente muy especial para mí, así que si está bien,
me gustaría mantener eso entre nosotros.
—Dicho esto, estoy segura que a Jack no le importará contarte cómo nos
conocimos. —Mi mano estaba apoyada en la mesa cuando Rose la cubrió
con la suya y la palmeó dos veces—. ¿Verdad, cariño?
El camarero volvió con el segundo plato: más marisco.
Su mano parecía un poco fría, o tal vez sólo eran sus nervios, pero su
anillo se me clavó en la piel. Por fin se lo había puesto sin que tuviera que
pedírselo. Girando mi mano, mi palma contra la suya, uní nuestros dedos y
nuestros ojos se encontraron de nuevo. No me di cuenta que no pasaría
desapercibido a todo el mundo y que me mirarían sorprendidos.
—No es tan emocionante como están pensando —advertí—. Hice un
completo ridículo y de alguna manera funcionó con ella.
—Oh, ahora tienes que darnos más que eso. —Samantha puso su mano
en mi antebrazo—. Especialmente después de decir que el frío y calculador
Jack Hawthorne hizo el ridículo.
Busqué mi whisky con la mano izquierda, deshaciéndome del toque de
Samantha en el proceso.
—Si a Wes no le importa tomarse un pequeño descanso de hablar sobre el
trabajo…
Wes interrumpió antes de centrarse en el plato que tenía delante.
—Por supuesto. Por favor, continúa.
Después que los platos de marisco de todos estuvieran servidos, otro
camarero se acercó y se inclinó entre Fred y Rose para colocar otro delante
de ella. Era más grande y más lleno que los otros platos que acababa de
entregar.
—Crema de fettucine de carne cremosa con setas shiitake —explicó en
voz baja, sólo para los oídos de Rose.
Su mirada sorprendida voló hacia la mía. No estaba seguro que fuera
consciente de ello, pero sus dedos se apretaron alrededor de los míos y dijo
suavemente: —Jack, no tenías que decir nada. Soy la única que...
Cuando me sirvieron el mismo plato de pasta que a ella, no terminó su
frase, sino que me dio una gran sonrisa que llegó a sus ojos cansados por
primera vez desde que entramos en el restaurante. Me dio las gracias en
silencio.
Mis ojos cayeron en su sonrisa y tuve que soltar su mano o de lo
contrario...
—Una opción mejor que mariscos, espero.
—Esto es perfecto, de verdad. Gracias.
Fred irrumpió en nuestra pequeña conversación.
—Vamos, han estado susurrando toda la noche entre ustedes. Tendrán
mucho tiempo para coquetear una vez que salgan de aquí. Cuenta la
historia, Jack.
—Ya te dije que no es tan emocionante, ciertamente no es tan
emocionante como tu historia con Evelyn.
Fred se volvió hacia Wes.
—Probablemente tenga razón. La primera vez que nos vimos, mi esposa,
que también es abogada, me amenazó con meterme en la cárcel, y casi lo
consiguió, también.
—Oh, me encantaría escuchar eso —interrumpió Rose, seguramente
intentando que dejaran de hablar de nosotros para no tener que inventar una
mentira. No tenía intenciones de mentir, al menos no sobre todo el asunto.
Además, tenía curiosidad por saber cuál sería su reacción.
—La vi en la fiesta de Navidad del año pasado que los Colesons daban en
su casa. Si no me equivoco, tú también estabas allí, ¿verdad George? —
pregunté.
George se detuvo con el tenedor en el aire y frunció el ceño, tratando de
recordar la noche.
—¿No fue cuando Gary nos llamó para hablar de una de las empresas que
estaba considerando comprar? Pero fue después de Navidad, ¿no?
—Sí, justo después.
—Recuerdo la noche. Pensé que te habías ido antes que yo, justo después
de la reunión.
Asentí con la cabeza.
—Estuve a punto. —Me encontré con los ojos de Fred, ya que él era el
más curioso sobre cómo nos habíamos conocido Rose y yo, y Rose parecía
igual de interesada en escucharlo—. Estuve en su casa antes que tú, y creo
que Rose llegó segundos antes que yo. Gary nos presentó brevemente antes
de subir a su oficina para esperarla. Al final de la reunión, dejé a George
con Gary y bajé las escaleras. Estaba bastante lleno de gente, así que intenté
salir lo más rápido posible. Entonces mi ojo captó algo en la cocina y me
detuve.
Las cejas de Rose se alzaron, esperando el resto.
—¿Recordaba ella la noche?
Aparté la mirada de ella.
—No pude alejarme. De todas las cosas que ella podría haber estado
haciendo en una fiesta de Navidad, estaba jugando con un cachorro, y no
podía quitarle los ojos de encima. La observé durante uno o dos minutos,
intentando decidir si debía hablar con ella de nuevo o no. Presentarme de
nuevo o no. Entonces vino un niño pequeño y le quitó el cachorro, y ella
finalmente salió de la cocina. —Ahí fue donde tuve que cambiar mi
historia.
—¿Y hablaste con ella? —preguntó Samantha, claramente metida en el
asunto.
—Sí, lo hice. Le dije que quería que nos casáramos. —Todos en la mesa
empezaron a reírse. Mis ojos se deslizaron hacia Rose—. Ella no dijo que
sí, por supuesto. Intenté todo lo que se me ocurrió, pero no parecía que
fuera a ceder.
La confusión de Rose desapareció y su sonrisa creció.
—Realmente lo intentó, tal vez demasiado, y todo el tiempo estaba tan
serio, tan seguro de sí mismo, ni siquiera un atisbo de sonrisa en su cara —
añadió, uniéndose a nuestra historia inventada.
Puse mi mano en su espalda y luego cambié de opinión, la retiré.
—Ella pensó que estaba loco, lo repetía una y otra vez.
Rose miró alrededor de la mesa.
—¿Quién no lo haría? Pero yo tampoco podía alejarme. Por mucho que
no lo tomara en serio, creo que cualquiera estaría loco si se alejara de Jack.
—Hizo una pausa—. Mi marido.
Tomé un largo sorbo del whisky que tenía delante.
—No estaba planeando dejarla. —Me aclaré la garganta y evité su mirada
—. Estaba seguro que si presentaba la oferta adecuada, al menos diría que
lo consideraría, pero me rechazaba cada vez. Al final, accedió a darme su
número, pero me temo que fue sólo para que la dejara en paz. Saqué mi
teléfono mientras de pie junto a ella y llamé para asegurarme que no me
estaba dando uno falso. Al día siguiente, la llamé y empezamos a hablar.
—Creció en mí. —Rose me miró mientras hablaba—. Era tan diferente
de lo que yo pensaba que sería. No sabía cómo actuar con él.
—¿Y? —preguntó Samantha—. ¿Eso es todo?
Me volví hacia Samantha.
—Si crees que voy a contarte lo que pasó todos los días después de eso...
—Ahí está el Jack que conocemos y amamos. —Samantha sacudió la
cabeza—. ¡Dios! ¡Te has casado! Todavía no puedo asimilarlo.
—Prepárate para contar esta historia desde el principio a Evelyn,
también. No voy a arruinarlo para ella. Tienen que terminar sus frases
mientras se miran en los ojos del otro, también, como lo hicieron ahora.
Ella vive para estas cosas, y estará muy contenta de escuchar que eres feliz,
Jack.
Después de eso, la mesa volvió a la conversación fácil mientras Rose y
yo permanecimos en silencio. Una vez que terminó su plato, me incliné
para preguntar si había estado bien sólo para que todos pensaran que
estábamos teniendo nuestra propia conversación privada aparte de ellos,
como una pareja de recién casados que estaban muy enamorados, pero eso
fue sólo una vez. Hacia el final de la cena, después que se sirviera el postre
y que la velada terminara Samantha habló.
—Rose, siento haberte ignorado toda la noche. Cuéntanos más sobre
sobre ti. ¿Estás trabajando?
Le envié a Samantha una mirada de advertencia, que ella ignoró por
completo.
—Me estoy preparando para abrir mi propia cafetería —respondió Rose.
—¿Ah, sí? Una cafetería, qué bonito. ¿Dónde está?
—En la Avenida Madison.
—¿Cuándo es la apertura?
—El lunes, con suerte. Todo está casi hecho, gracias a Jack, por supuesto.
Sorprendido, miré a Rose, y ella me dedicó una pequeña sonrisa.
—¿Jack? —Samantha se maravilló—. ¿Qué ha hecho él?
—Aparte de ocuparse de todas las cosas oficiales, se pasaba por aquí
después del trabajo y ayudaba con las cosas que no podía hacer yo sola.
Samantha me miró con curiosidad, apoyó la cabeza en la mano y se
inclinó hacia delante.
—¿Qué ha hecho hasta ahora?
Mientras giraba el vaso de whisky sobre la mesa, los ojos de Rose se
deslizaron hacia mí y luego a Samantha.
—Pintó las paredes y me ayudó a mover algunas cosas pesadas.
—Vaya. ¿Jack pintó?
—Samantha —dije rotundamente, dándole un segundo aviso.
—¿Qué? —respondió ella—. Estoy dando conversación. No puedes
tenerla toda para ti. Entonces, Rose, ¿por qué no contrataste a profesionales
para que se ocuparan de esas cosas?
—Tengo un presupuesto, así que me encargo de las cosas que puedo
hacer por mi cuenta.
—Jack, ¿por qué no ayudas a tu mujer con el dinero en lugar de ofrecerle
el trabajo real?
Llegué a abrir la boca para cubrir a Rose, pero ella se me adelantó
—Porque su esposa quiere hacer esto por su cuenta. Jack está respetando
eso, y que ofrezca su ayuda con el trabajo manual significa más para mí que
si simplemente hubiera aportando el dinero para hacer las cosas. Soy un
poco anticuada con eso, creo. También significa que podemos pasar más
tiempo juntos mientras trabajamos.
Oculté mi breve sonrisa dando un sorbo a mi bebida. Así que no tenía
miedo de mostrar sus garras cuando la presionaban. Esa era una de las cosas
que me gustaban de ella. Sólo una de las cosas. La había provocado
demasiadas veces y había estado en el extremo receptor de su ferocidad.
—Jack Hawthorne, el brillante abogado que pinta una cafetería. —
Samantha se rio—. Ojalá hubiera podido ver eso. Me temo que el
matrimonio no va de acuerdo contigo, Jack.
Sorprendiéndome por segunda vez, Rose pasó su brazo alrededor del mío
y apoyó su barbilla en mi hombro. Esta vez fue mi turno de ponerme rígido,
pero Rose lo ignoró y mantuvo sus ojos en Samantha. Me tragué el whisky.
—¿De verdad lo crees? Por favor, no te lo tomes a mal, Samantha. Estoy
segura que lo pasaste muy bien mientras estuvieron juntos; es decir, ¿cómo
no? Sólo míralo, pero estoy muy contenta que no conozcas a Jack como yo.
Sé que es una persona privada, eso no sería una sorpresa para nadie, creo,
pero me siento aliviada que sólo sea así conmigo. Eres preciosa, pero
supongo que yo soy la afortunada que se llevó el gran premio.
Empecé a toser y busqué un poco de agua.
George se aclaró la garganta al otro lado de la mesa.
—Rose, espero que vuelvas a unirte a nosotros otra noche, cuando
Evelyn esté allí también —interrumpió Fred, tratando de cortar la tensión.
Rose se volvió hacia él, con el rostro ablandado.
—Me encantaría. Estoy deseando conocerla.
Mientras ella caía en una conversación fácil con Fred, yo aproveché la
oportunidad de concentrarme en Samantha. No me importaba quién
pudiera oírnos.
—Deja de presionar.
Con una sonrisa en su rostro, se inclinó más cerca.
—¿De qué estás hablando? Sólo estoy conociendo a tu mujer.
Mis labios se apretaron.
—Me estás molestando, Samantha. Eso es todo lo que estás consiguiendo
aquí, y creo que ya sabes que soy la última persona a la que quieres enfadar.
No juegues conmigo.
—Oh, vamos, Jack. No seas tan susceptible. Ella es adorable, todo lo
contrario a lo que esperaría que fueras, pero de nuevo, no esperaría que te
casaras en primer lugar. Al menos parece que ella te quiere.
Apoyé los codos en la mesa, pero la voz de Wes me detuvo antes que
pudiera decir nada más.
—Creo que estoy listo para dar por terminada la noche. Si tienen el
contrato listo el lunes, lo haremos oficial.
Cuando se levantó, todos los demás le siguieron. George fue el primero
en estrechar su mano. Rose también se levantó pero prefirió esperar al
margen.
Mientras hablaba con Wes, diciéndole que no se arrepentiría de su
decisión, vi a Rose pasar discretamente las manos por sus brazos desnudos.
Miré a Samantha y me di cuenta que llevaba un vestido de manga larga. A
pesar del calor que hacía dentro del restaurante, el vestido de Rose seguía
sin ser apropiado para la temperatura, dentro o fuera.
Separándome del grupo, volví al lado de Rose y me quité la chaqueta y la
coloqué suavemente sobre sus hombros.
Ella miró sorprendida por encima de su hombro.
—Jack, no tienes que...
—Tienes frío. Yo no lo tengo —dije, tratando de mantener la sencillez.
Después de una breve vacilación, le puse la mano en la espalda y la guie
fuera de la zona privada y hacia el luminoso comedor principal, mientras
los demás nos seguían. Rose se ciñó la chaqueta de mi traje y no hizo
ningún otro comentario. Mientras todos esperábamos nuestros coches en la
entrada, cogí el fino abrigo de Rose y lo coloqué sobre mi brazo.
—Hace frío fuera —murmuró en voz baja mientras apoyaba su hombro
contra el mío para que los demás no la oyeran. Empezó a encogerse de
hombros para quitarse la chaqueta, pero se la volví a poner sobre los
hombros. Mi mano cubrió la suya en el proceso.
Nuestras miradas se mantuvieron durante un momento mientras yo tenía
que buscar las palabras adecuadas.
—Estoy bien, Rose.
Como Raymond fue el primero en llegar a la entrada del restaurante, nos
despedimos por última vez y nos dirigimos al frío y luego subimos al coche.
—Sr. Hawthorne, Sra. Hawthorne.
Rose suspiró.
—Hola, Raymond.
Todos nos quedamos en silencio.
Estaba repasando mi agenda para el día siguiente en mi mente cuando la
voz de Rose me interrumpió a los pocos minutos de nuestro viaje.
—¿Bien? —preguntó en voz baja, lanzándome una mirada expectante.
—Bien —repetí, sin entender lo que estaba preguntando.
Respiró profundamente con los ojos cerrados, los dejó salir suavemente y
luego los abrió.
—A veces me matas, Jack Hawthorne. ¿Cómo ha ido? No he estropeado
nada, ¿verdad? ¿Al menos no muy mal? Como que no quiero disculparme
por el... asunto que tuve con Samantha. Ella me estaba presionando, y yo
tenía que decir algo. No me gusta la gente como ella, todas las sonrisas
falsas cuando en realidad te están insultando y creyendo que son la
herramienta más afilada del cobertizo mientras que a ti sólo te faltan unas
pocas patatas fritas para un Happy Meal. Siento un poco si he ido
demasiado lejos con lo de “lo conozco mejor que tú” y “sólo es así
conmigo”.
—¿Lo sientes o no?
Otra respiración profunda.
—Bien, en realidad no.
—Si no lo sientes, no necesitas disculparte. No me molestó. Ella merecía
más.
—¿Cuántos años tiene ella de todos modos?
—Treinta y siete.
—Bueno, se comportó como una adolescente —murmuró mientras
miraba por la ventana.
No podía discutir eso así que no lo hice. Abrí mi teléfono y empecé a
desplazarme hacia abajo, comprobando dos veces mi agenda.
—Tienes que relajarte más.
—La próxima vez, trata de parecer más interesada en mí.
—¿Qué quieres decir?
Suspiré y dejé el teléfono.
—Cada vez que te toqué, o bien saltabas o te estremecías.
—Lo sé, pero no me advertiste.
Enarqué una ceja.
—¿Se suponía que tenía que avisar a mi mujer antes de tocarla?
—No ahí dentro, por supuesto, sino antes, cuando estábamos en el coche.
Nosotros deberíamos haber hablado más, haber repasado algunas cosas. No
estábamos preparados, y no quiero decir que te lo dije, pero te lo dije. Ellos
hicieron todas las preguntas.
—Si no recuerdo mal, te quedaste dormida en el coche, ¿y cuál es el
problema? Las contestamos. —Consideré cuidadosamente mis siguientes
palabras—. Tú fuiste muy amigable con Fred.
La miré cuando sólo el silencio siguió a mis palabras. Sus ojos estaban
ligeramente abiertos.
—Estaba... tratando de ser amable con tus amigos. No pensaste que yo...
que yo estaba coqueteando con él o algo así…
Fruncí el ceño al verla.
—¿De qué estás hablando? Por supuesto que no. ¿Por qué pensaría eso?
—Acabas de decir...
—Dije que eras más amigable con él. Le sonreíste y hablaste con él más
que conmigo. Eso es todo lo que quise decir. Además, de nuevo, no son mis
amigos.
—Sólo compañeros, lo sé. Lo entiendo. —Ella soltó un suspiro más largo
y masajeó su sien—. Si queremos mantener esta farsa, necesitamos
desesperadamente comunicarnos más, Jack. Tienes que hablar conmigo.
Miré por la ventana y me quedé callado durante el resto del camino de
vuelta al apartamento. ¿Cómo iba a explicarle que en realidad estaba
haciendo todo lo posible para hablar con ella lo menos posible? ¿Que tenía
que hacerlo?
Una vez que estuvimos en el edificio, el portero se levantó.
—Sr. Hawthorne, Sra. Hawthorne. Bienvenidos.
—Buenas noches, Steve —dijo Rose, sonriendo al hombre mayor. Para
mi sorpresa, se detuvo junto a su puesto mientras llamaba al ascensor. —
¿Cómo te sientes hoy? Tu migraña ha desaparecido, espero.
—Mucho mejor. Gracias por preguntar, Sra. Hawthorne.
—Ya le he dicho que puede llamarme Rose. ¿Ha sido una noche
ajetreada?
Los ojos del portero se dirigieron hacia mí.
—Erm, sólo lo habitual.
Con las manos en los bolsillos, observé su interacción con interés.
Los ojos de Steve se dirigieron a mí y luego de nuevo a Rose antes de
añadir rápidamente,
—Sra. Hawthorne.
Las puertas del ascensor se abrieron y ella miró hacia mí.
—Parece que nuestro viaje está aquí. Que pases una buena noche, Steve.
¿Nos vemos por la mañana?
—Sí, Sra. Hawthorne. Estaré aquí.
Mantuve las puertas abiertas mientras ella aceleraba sus pasos y entraba
en el ascensor.
Entré tras ella. Sólo pudimos subir dos pisos en silencio antes que mi
curiosidad se apoderara de mí.
—¿Conoces al portero?
—Sí. Lo conocí la primera mañana que me fui a trabajar. Charlamos un
poco por las mañanas. ¿Por qué?
—Sólo llevas dos semanas aquí.
—¿Y?
—No sabía su nombre —admití incómodo.
Ella abrazó mi chaqueta con más fuerza.
—¿Nunca le preguntaste?
—No. No quería admitir que no lo había considerado necesario, porque
no me gustaba cómo me hacía sonar eso.
Un momento después, no pude evitar preguntar lo que había estado en mi
mente desde hacía días.
—¿Sigues hablando con Joshua, tu ex - prometido? —solté al mismo
tiempo que las puertas del ascensor se abrieron, sorprendiéndonos a los dos.
Rose se congeló y me miró sorprendida. Me maldije por haber sacado el
tema pero, después de la cena, tenía demasiada curiosidad como para
ignorar la idea por completo.
—No, no hablo con él. No he hablado con él ni lo he visto desde que
rompimos y tampoco pienso hacerlo en el futuro. ¿Por qué preguntas eso?
—preguntó finalmente, saliendo del ascensor antes que pudiera contestar.
La seguí hasta la puerta.
—Pensé que tal vez no lo habías superado todavía y que por eso esta
noche era más difícil.
—Créeme, lo he superado. Lo superé bastante rápido, considerando. Esta
noche no fue difícil, Jack. No soy ajena a las cenas incómodas. Esta noche
fue... sólo una primera vez. Eso es todo. Fue nuestra primera cena, también,
y yo realmente creo que hicimos un buen trabajo, ¿no estás de acuerdo?
Aun así, creo que deberíamos trabajar para conocernos un poco, sólo hablar
de cosas al azar. La próxima debería ir mejor. Además, pensé que estarías
distante cuando estábamos cerca de otras personas, por eso me sorprendió
cuando me tocaste... tanto. —Miró hacia la puerta—. ¿No vas a abrir?
Ella todavía tenía mi chaqueta puesta.
—La llave está en tu bolsillo derecho —respondí, y la cogí antes que
pudiera hacerlo ella misma. Se quedó helada cuando mi mano se deslizó en
el bolsillo y sin querer tocó su cuerpo a través del forro. Me detuve cuando
mis dedos tocaron las llaves y me encontré con sus ojos sorprendidos. Nos
quedamos exactamente así mientras sacaba las llaves lentamente. Su
garganta se movió, tragó, y primero miró hacia otro lado, riendo
torpemente.
Al abrir la puerta, me aparté para que pudiera entrar. Dentro, después de
quitarse los zapatos, se quitó la chaqueta de los hombros y me la devolvió.
—Gracias. —Evitó mi mirada, y me di cuenta que no me gustaba.
—De nada. —Se la quité de las manos y ninguno de los dos se alejó del
otro.
Me pareció que estaba preciosa con el pelo suelto y un poco desordenado,
sus labios desnudos y sus ojos aún brillantes. Iba directo a los problemas si
me fijaba en los detalles.
Ella sonrió un poco.
—Bueno, ¿crees que deberíamos...?
Mi teléfono empezó a sonar en mi mano y ella se detuvo a mitad de la
frase.
Arrastrando mis ojos lejos de sus labios mientras su sonrisa se desvanecía
lentamente, miré la pantalla y todo mi cuerpo se tensó. Ignorando la
llamada, miré a Rose.
—Tengo que atenderla. Es sobre el trabajo y puede que tenga que
pasarme por la oficina un rato.
—¿Ahora? ¿A esta hora?
Apreté la mandíbula.
—Me temo que sí.
—Está bien entonces. Espero que no sea algo demasiado importante.
—Ya veremos. Si no te veo por aquí cuando vuelva... Buenas noches,
Rose.
Bajando en el ascensor, me puse la chaqueta y traté de no perderla.
Cuando estuve de vuelta en el vestíbulo, el portero se levantó de nuevo.
—Buenas noches —dije, haciendo lo posible por no parecer enfadado.
Se sorprendió por un segundo, lo que me hizo sentir aún peor, pero luego
me sonrió rápidamente y asintió.
—Buenas noches, señor.
Antes que pudiera salir del edificio, mi teléfono empezó a sonar de
nuevo.
La ira me recorrió el cuerpo y mis dedos se apretaron alrededor del
teléfono.
Sabía que acabaría teniendo noticias suyas, pero no creía que fuera a
ocurrir tan pronto.
Al encontrar el frío del aire refrescante, respiré profundamente y percibí
el aroma de Rose en mi chaqueta. Con su olor rodeándome, maldiciéndome
a mí mismo, respondí a la llamada.
—¿Qué demonios quieres?
—Qué amable eres al preguntar. Creo que tenemos que hablar, Jack. Me
imagino que tenemos muchas cosas que decirnos.
Apreté los dientes.
—¿Cuándo?
—¿Qué tal ahora? ¿Crees que puedes alejarte de tu hermosa novia para
tomar una copa?
—Dime dónde.
Estaba a pocas cuadras de nosotros, el hijo de puta también conocido
como Joshua Landon. El ex - prometido de Rose. ¿Nos había observado a
Rose y a mí cuando volvíamos de la cena? Lívido, tan pronto como terminé
la llamada, me dirigí hacia el bar donde él estaba esperando.
Capítulo Ocho
Rose
Había sabido que los últimos días previos al lunes, mi día de estreno,
serían agitados y tal vez no tan fáciles, y no estaba equivocada. Si Jack no
hubiera pasado a recogerme, probablemente habría acabado durmiendo en
el suelo dentro de la cafetería sólo para poder asegurarme que todo estaba
listo. Pero, Jack... había sido... Jack era... todo un tema.
Había considerado el viernes como el segundo día más importante junto
al día de la inauguración. Era el día en que el letrero de la cafetería iba a
instalarse y toda la gente de Nueva York podría verlo.
Los toldos a rayas blancas y negras se habían instalado alrededor del
mediodía, y el letrero se había colocado sólo unas horas después. Puede que
haya derramado unas cuantas lágrimas de felicidad al ver esa cosa.
Around the Corner Coffee Shop.
Sabía que oficialmente me estaba volviendo loca con la apertura cuando
empecé a hacer listas de todo lo que se me ocurría: qué tipo de sándwiches
recién hechos, el menú de pastelería de la primera semana, las listas eran
interminables. Mientras estaba felizmente ocupada con todo eso, una
llovizna lenta había comenzado, una bonita banda sonora de fondo. Por
mucho que algunos odiaran el invierno en Nueva York, a mí me encantaba.
Jack apareció antes de su hora habitual. Ya no me sorprendía verlo
cuando aparecía, y me parecía normal tenerlo en el lugar. Incluso lo
esperaba con ansias. Era la primera vez que me daba cuenta que empezaba
a disfrutar de su gruñona compañía. Habían pasado tres semanas desde que
había vuelto de Londres y había empezado a venir todas las noches. Eso era
de mucha ayuda que no había esperado tener, y pensé que en algún punto
del camino algo había cambiado entre nosotros.
Esta vez, antes que preguntara, le pedí ayuda en cuanto cruzó el umbral.
—Bien, ya estás aquí. ¿Puedes ayudarme a poner las calcomanías
personalizadas en las ventanas?
Dudó sólo un momento, como si estuviera sorprendido.
—Claro, ¿por qué no? Estoy aquí de todos modos —dijo al final, como si
no estuviera allí específicamente para ayudarme. Mientras él se quitaba el
abrigo y luego la chaqueta del traje, yo me acomodaba para mi espectáculo
diario: el remangado. Y qué espectáculo era, cada noche. Se podría pensar
que se volvería repetitivo, pero no. Simplemente no.
—¿Día lento en el trabajo? —pregunté después de limpiar la baba
invisible del lado de mi boca. Tomó la palabra “Around” de mis manos y
subió la escalera hasta que pudo llegar a la esquina superior izquierda de la
ventana que daba al norte.
—¿Qué quieres decir?
—Has llegado pronto.
—Estaba en el barrio, tenía una reunión rápida con un viejo cliente, así
que pensé en pasarme por aquí.
Le sonreí, pero no me miraba.
—Parece que tienes muchas reuniones por aquí. Hubo otra el otro día,
¿verdad?
Frunció el ceño, pero antes que pudiera decir algo, me adelanté.
—De todos modos, como sigo diciendo cada vez que estás aquí,
agradezco la ayuda.
—Ya veo. —Abrió la palma de la mano, esperando que le diera la
siguiente calcomanía.
Suspiré.
—He marcado dónde va a ir eso.
No contestó, ni siquiera reconoció que había hablado, pero la colocó
exactamente donde lo había marcado.
Respiré profundamente.
—Entonces, ¿cómo estás, Rose? —Empecé—. He estado bastante
ocupado con el trabajo estos últimos días, y tú. ¿Cómo estás tú?
—¿Pudiste dormir bien anoche? ¿Estás emocionada por la inauguración?
Luego me contesté a mí misma.
—Muchas gracias por preguntar, Jack. Tengo un dolor de cabeza mortal
ahora mismo, pero no puedo quejarme demasiado.
Me las arreglé para dormir toda la noche, muchas gracias por preguntar. Fue
uno de los pocos buenos sueños que he tenido desde que me mudé contigo.
Supongo que anoche volviste a tu oficina, ¿Qué tan tarde llegaste? Creo que
me quedé profundamente dormida. Además, ¿has tenido un buen día de
trabajo hoy?
Cuando terminó con la segunda calcomanía, me miró con esa mirada de
superioridad con la ceja arqueada que probablemente había perfeccionado
en una sala de reuniones o donde sea. No ayudaba que estuviera
literalmente de pie sobre mí.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con la mano abierta, esperando la
última.
Puse a Corner en su palma.
—Sólo estoy conversando —respondí, encogiéndome de hombros.
—¿Contigo misma?
—Contigo. Ya que no te parezco lo suficientemente interesante como
para hablar, estoy facilitando las cosas para los dos y haciéndolo sola. De
esta manera no tendrás que molestarte en hacer preguntas al azar y hacer
una pequeña charla. Además, estás ahí arriba, lo que significa que no
puedes huir de mí. Así que... todos ganamos.
Durante mucho tiempo, nos miramos fijamente, y yo hice todo lo posible
para parecer inocente. Entonces él simplemente suspiró y sacudió la cabeza
como si yo hubiera perdido la cabeza y estaba asombrado consigo mismo
porque se había casado con esta persona rara por voluntad propia. Se volvió
hacia la ventana.
—No se trata de no encontrarte interesante para hablar, Rose. Tú eres
probablemente la persona más interesante que he conocido. Es sólo que no
creo que debamos tener... no importa que yo también haya tenido un largo
día... una larga semana, en realidad. Eso es todo.
Y eso no me hizo sentir como una idiota.
—Oh —murmuré, moviéndome en mi sitio—. Lo siento. No quise decir
nada con ello. ¿Algo que quieras compartir?
—No hace falta que te disculpes. No es nada específico, sólo un montón
de reuniones y llamadas telefónicas.
—He horneado algunos brownies para probar una receta para el día de la
inauguración. ¿Quieres un poco? Los brownies siempre me hacen feliz.
—Tal vez después de terminar esto. ¿Por qué Around the Corner?
Hice lo posible por mantener mi sonrisa al mínimo, pero no estaba segura
de haberlo conseguido.
—Como diría Tom Hanks, la entrada está Around the Corner.
—¿Tom Hanks?
—Soy una gran fan de la película “Tienes un e-mail”. Me encanta el
personaje de Meg Ryan y su librería se llamaba Around the Corner en la
película. Es también sencillo, elegante y dulce, no sólo por la película, sino
por sí mismo. Me gusta. Has visto esa película, ¿verdad? Es un clásico.
—No puedo decir que la haya visto.
—No, Jack. Simplemente no. Ningún marido mío puede responder a esa
pregunta con un no. Tienes que verla. Tal vez podamos verla juntos un día
cuando estés libre.
—Tal vez. —Hizo una pausa, y pensé que ese sería el alcance de nuestra
conversación—. Está bien —murmuró.
—¿Qué? —pregunté distraídamente, mirando por la ventana mientras la
gente pasaba con sus paraguas. La lluvia empezaba a arreciar.
—El nombre está bien para una cafetería.
Eso hizo que mis cejas se alzaran y mi atención volviera a Jack.
—¿De verdad? ¿Eso crees?
—Sí, le queda bien por alguna razón, y parece que tiene un buen recuerdo
unido a él. Has hecho un buen trabajo aquí, Rose. Deberías estar orgullosa.
—Miró hacia abajo—. ¿Esto es todo? —Asentí con la cabeza y se bajó.
—¿Suficiente? —preguntó, mirando las calcomanías.
Retrocedí y me puse a su lado.
—Es más que suficiente. Es perfecto. Gracias. ¿Podemos hacer lo mismo
con la ventana del frente?
En lugar de inventar una excusa como cualquier otro tipo tendría y
cuando se me ocurrían cosas en las que podía ayudar, como arreglar algunas
mesas y sillas “muchas veces” se quedó, y elogió mis brownies. Cuando
estábamos listos para irnos, había oscurecido y la lluvia había empezado a
caer con más fuerza. Todavía tenía la mayor sonrisa en mi cara. En parte
por Jack, en parte por todo lo demás.
Como por arte de magia, Raymond ya estaba esperando en la acera
cuando cerramos todo, y nos dirigimos al apartamento de Jack.
El sábado quedé con Owen. Sally no iba a venir, así que no pude
presentarlos, pero era la primera vez que Owen estaba en la cafetería con
todos los muebles colocados muy bien. Básicamente contuve la respiración
todo el tiempo que estuvo mirando alrededor y dejé salir el suspiro más
largo cuando finalmente dijo que pensaba que se veía increíble. Pasamos
horas hablando de lo que queríamos hacer durante el primer mes y creamos
nuestro menú juntos.
Cuando Owen se fue, me senté en medio de la cafetería y empecé a
trabajar en la instalación de flores de la fachada, que esperaba que fuera
bastante llamativo. Lo había visto en varias tiendas de Nueva York y en
ciudades como París, gracias a Pinterest, y me había enamorado por
completo de su aspecto y de la forma en que transformaba un espacio.
Como vivimos en la era de las redes sociales, quería hacer todo lo que
estuviera en mi mano y en mi presupuesto para que mi cafetería fuera
llamativa, cómoda, acogedora y hermosa.
Por supuesto, todo esto se basaba en la esperanza de conseguir clientes,
clientes reales el día de la apertura, y todos los días después de eso.
Cuando Jack llamó a la puerta, había estado esperando que apareciera
hacia al menos una hora. Tenía una gran sonrisa en mi cara cuando abrí la
puerta para él y tenía una expresión de desconcierto en la suya.
—Hola. Hola. Llegas tarde. ¿Dónde estabas?
Esas cejas gruesas y prominentes se juntaron, pero aun así no disminuyó
mi entusiasmo. Este era Jack: fruncir el ceño era como su versión de
saludar.
—¿Llego tarde?
—Siempre llegas antes. Así que... llegas tarde.
—¿Me estabas esperando?
—Jack, te espero todos los días. Durante estas casi tres semanas. —Me
encogí de hombros, sin darme cuenta de lo que acababa de soltar—Entra,
entra, hace frío fuera. —Abrí más la puerta y lo agarré del brazo, tirando de
él ya que estaba demasiado ocupado mirándome.
—¿Qué quieres decir con esto?
Me acerqué por detrás de él y reboté sobre mis pies. Me miró de nuevo,
una que decía que pensaba que estaba siendo rara. Lo ignoré por completo.
—Es la instalación de flores que va a salir al exterior. Comenzará en el
suelo y se arquea sobre la puerta. También añadiré el grupo de flores que
está allí en la parte trasera de la puerta, así desde el interior, parecerá que las
flores atravesaran el cristal y florecen en la pared interior.
Asintió con la cabeza y volví a sonreír. Por alguna razón no pude
contenerla.
—Es una idea genial —dijo.
Seguía rebotando, rebotes más pequeños, pero aun así... estaba rebotando.
Su frente se arrugó y sus ojos me miraron de arriba abajo.
—¿Qué te pasa? —preguntó, y yo me eché a reír, sin poder contenerme.
—Nada, Jack. —Sacudí la cabeza, manteniendo la sonrisa—.
Absolutamente nada. ¿Demasiado café, tal vez? Caminé alrededor de las
flores falsas que cubrían casi todas las superficies disponibles—. ¿Vienes a
ayudarme?
—No estoy tan seguro de eso.
Me puse de rodillas y cogí un ramo de rosas del suelo.
—Tú siempre me ayudas.
Su mandíbula se apretó.
—Sí. Sí, lo hago, ¿no?
—¿Entonces? ¿No vas a ayudar porque ayudar con flores no es lo
suficientemente varonil? No se lo diré a nadie, lo prometo.
Miró alrededor de la tienda, alrededor del piso, tomando en todos los
tonos de rosa. Luego suspiró y se quitó el abrigo negro, seguido del traje
negro.
—Puedes sentarte en la silla —le dije cuando miró a su alrededor como si
no estuviera seguro de dónde debía ir. Tras un momento de vacilación, se
acercó a la más cercana y se sentó a mi izquierda, de espaldas a la puerta—.
¿Por qué estás en el suelo?
—Empecé en la silla, pero va más rápido desde aquí. Puedes pasarme un
alambre con cada flor. —Cogí los alambres de mi derecha y se los entregué
a él—. Pero de diferentes tonos, ¿bien? No me des el mismo tono o la
misma forma una detrás de otra.
Parecía tan perdido con el ceño fruncido, que no pude evitar sentir algo
en mi pecho. No estaba diciendo ninguna objeción, así que no sentí la
necesidad de dejarlo sin hacer nada, sin mencionar que realmente
necesitaba su ayuda si quería salir de allí antes que saliera el sol. Cuando
sacó un alambre del paquete y se agachó para coger una falsa, pero hermosa
rosa del montón, me aclaré la garganta.
—Ah, no vas a...
Me miró a los ojos.
—¿Voy a... qué?
Era una idiota.
—Tus mangas... siempre las subes. —Era una gigantesca idiota, pero...
siempre era uno de los puntos álgidos de mi día, así que ¿por qué tenía que
sufrir sólo porque él lo había olvidado? Era mi porno de antebrazo diario, y
había empezado a esperarlo.
Su ceño se frunció un poco más mientras miraba sus muñecas y entonces,
¡Gracias a Dios!, dejó la rosa y el alambre en su mano y comenzó el
proceso. Lo observé todo el tiempo sin que se diera cuenta de ello. Cuando
volvió a coger la rosa y el alambre, manteniéndolos rectos en sus manos, no
pude contener mi sonrisa.
—¿Algo raro que deba saber?
—No. —Sacudí la cabeza—. Estás muy arreglado. ¿Fuiste a tu oficina
hoy?
—Sí.
—¿Trabajas todos los fines de semana?
—Normalmente. —Hizo una pausa—. No tengo que ir los fines de
semana. Sólo lo hago si no tengo otros planes.
Alcancé la rosa que sostenía y la aseguré a la rama falsa con el alambre,
asegurándome que no estuviera al mismo nivel que las demás. Quería que
algunas sobresalieran y otras estuvieran más atrás para que diera la ilusión
de una gran explosión de rosas floreciendo.
—¿Haces planes con tus amigos? —pregunté, sin mirarlo porque tenía
que acelerar el paso.
—Mi mejor amigo se mudó a Londres. El trabajo me mantiene ocupado
tal y como está.
—¿Tú?
—¿Yo?
—No he visto a ninguno de tus amigos por aquí.
—Oh, yo también suelo estar ocupada con el trabajo. Para ahorrar dinero,
he tenido que pasar mucho tiempo en casa y eso no ayuda a tener vida
social.
Después de nuestras admisiones, trabajamos en un cómodo silencio, y
con su ayuda, empezó a ir mucho más rápido. Yo había hecho mucho antes
que él apareciera, pero parecía que saldríamos de allí en una hora como
máximo.
—¿No es esto algo que haría un florista? —preguntó después de bastante
tiempo.
Le eché una mirada rápida y luego volví a centrarme en las flores.
—Sí, pero lo del presupuesto, ¿recuerdas? He buscado en Pinterest, he
visto algunos videos de YouTube, y leí algunas entradas de blog, y creo que
está resultando bien. Sé que los floristas lo hacen con flores frescas a veces,
pero eso sería extremadamente caro. Estas se ven bien, ¿no? Quiero decir,
se verá mejor una vez que esté levantado y arqueado sobre la puerta, pero...
—Es hermoso —dijo Jack suavemente. Fue lo suficientemente suave
como para llamar mi atención, y noté que sus ojos estaban en mí, no en las
flores—. ¿Para qué son esas? —continuó, señalando las rosas amarillas que
estaban más alejadas de nosotros.
—Oh, las distribuiré en las mesas el lunes. De nuevo, no puedo comprar
flores frescas cada semana, así que voy a ir con falsas en eso también.
Con suerte, si las cosas van bien, voy a cambiar por rosas frescas en las
mesas en unos meses y compraré más plantas para ponerlas por todo el
lugar.
Sus dedos rozaron los míos y tuve una extraña sensación. Ignorándolo,
seguí trabajando y disfruté secretamente de cada pequeño toque, cada
pequeño roce.
—Sabes que puedo prestarte dinero, ¿verdad? El lugar es mío, así que
sería una inversión, y como me vas a pagar el alquiler cuando pasen los seis
meses, no me gustaría que lo cerraras antes.
Le dirigí una mirada incrédula.
—Vamos, Jack. Seamos sinceros el uno con el otro si no puedo hacer que
este lugar funcione, eso te favorecerá a ti porque...tendrás tus manos en él
más rápido. ¿Qué dijiste que estabas planeando hacer con él? ¿Un
restaurante?
—No he dicho nada.
Tenía mucha curiosidad, pero él no se daba por vencido.
—De cualquier manera, gracias, pero no puedo aceptar tu dinero.
Una hora después, con los dedos doloridos y un poco raspados,
finalmente hablé.
—Creo que hemos terminado. Esto es todo. —Gimiendo, me levanté.
—¿Te gustaría cenar conmigo, Rose? —soltó.
—¿Qué? —pregunté, mirándolo con una expresión de perplejidad
mientras él se ponía de pie también.
—¿Has cenado? —preguntó en lugar de dar una respuesta.
—No. Creo que lo último que comí fue un pequeño sándwich. He picado
algunas cosas, pero no una comida completa. Pero...—Me miré y me encogí
de hombros—. No estoy realmente vestida para salir, y mis manos...—
Sosteniendo los brazos frente a mí, abrí y cerré las manos, mirando mis
dedos rojos. Los escondí detrás de mi espalda y los metí en mis bolsillos,
esperando que se calentaran—. ¿Estaría bien si pedimos en casa? Si no te
importa. Si tienes otros planes, no tienes que quedarte conmigo.
—No te pediría que cenaras conmigo si tuviera otros planes.
—Eso es cierto. —Mi mente se estaba volviendo un poco confusa.
Sin dejar de mirarme, se bajó las mangas, realmente aprecié la vista en
silencio. Luego cogió la chaqueta del traje del respaldo de la silla y se la
puso.
Me quedé de pie frente al arreglo floral, sin saber qué debía hacer a
continuación. Estaba oscuro, así que no había forma de sacarlo y asegurarlo
antes de la mañana.
—Rose. —Jack interrumpió mis pensamientos y lo miré—. Vamos,
vamos a casa.
—No, probablemente debería hacer... primero debería…
—Rose. —Lo miré de nuevo, encontrándome con sus ojos—. Vas a
colapsar pronto. Ya has hecho bastante. Vámonos.
En el momento perfecto, mi estómago gruñó, como si estuviera de
acuerdo con él. Miré de nuevo a mi alrededor.
—Eso parece un plan —murmuré, pero seguí sin moverme—. Pero tal
vez primero debería limpiar un poco el lugar.
Me ignoró por completo.
—¿Dónde está tu abrigo?
—En la cocina. Debe estar en la cocina.
Sin palabras, se dirigió hacia la parte trasera, caminando alrededor de la
enorme explosión de rosas en el centro de la tienda. Me pareció oírlo hablar
con alguien en el teléfono, Raymond creo, pero luego estaba de vuelta, y él
estaba ordenando que pusiera los brazos en las mangas. Me empujó hasta el
final, apago las luces, incluso puso el código de la alarma, y cerró todo. Con
su cálida mano en mi espalda, me guio por la carretera hasta donde
Raymond estaba aparcado.
¿Por qué siempre me sentía tan segura cuando él estaba cerca de mí?
—Creo que me incliné demasiado durante demasiado tiempo. Me siento
mareada, pero estoy bien. —Tan pronto como las palabras salieron de mi
boca, tropecé con algo y Jack tomó mi brazo antes que mi cara pudiera
tocar el suelo.
—Vaya. Realmente mareada.
Recuerdo haber subido al coche y quizás saludar a Raymond, pero no
recordaba cómo llegué al apartamento y al sofá. Cuando Jack me despertó
con una mano en el hombro, me sentía extremadamente desorientada. Me
ayudó a levantarme y me dio dos trozos de pizza. Eran de queso, pepperoni
y aceitunas negras, y me ordenó que comiera, y que comiera rápido. Me la
terminé en dos minutos y hasta le pedí otra porción.
No recordaba lo que habíamos hablado, pero sí recordaba que murmuré
mis respuestas y le deseé una buena noche antes de irme a la cama.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: cero. (PERO... pronto.
Puedo sentirlo).
Capítulo Nueve
Rose
El lunes, por fin, era el día del estreno que tanto tiempo llevaba
esperando y ahora que había llegado, no sabía cómo contener mi felicidad o
mi ansiedad. Un minuto estaba a punto de hiperventilar sólo de pensar en
abrir las puertas lo suficiente como para que Owen y Sally me obligaran a
sentarme, y al minuto siguiente no podía quedarme sentada y sentía que
estaba a punto de estallar de felicidad. Pero, sobre todo, me sentía mal del
estómago, preocupada porque todo iba a salir mal y que todo el mundo
fuera a odiarlo todo.
¿Y si no aparecía nadie? Eso fue lo primero que pensé en el momento en
que había abierto los ojos esa mañana. ¿Y si no entraba nadie? Mi objetivo
era servir al menos cincuenta cafés el primer día. Parecía un número
bastante factible.
—Me siento como si estuviera a punto de perder mi virginidad —solté
mientras Sally empujaba un vaso de agua en mis manos.
—¿Fue una buena experiencia? La mía fue bastante buena.
—Quiero decir, estuvo bien. No hubo orgasmos a la vista, pero al menos
no dolió mucho. —Owen refunfuñó algo que no pude entender—. ¿Qué has
dicho?
—Este lugar es original —dijo Sally, ignorándolo—. Lo que hiciste con
las flores todavía me está dejando boquiabierta. Se ve tan hermoso con el
exterior negro. Los muebles, los colores... todo ha quedado muy bien.
También pusiste los folletos. Llegaremos fácilmente a los cincuenta cafés.
Cuando Sally me dejó y fue a la cocina, me levanté de una de las sillas a
las que básicamente me habían empujado, me dirigí a la puerta para voltear
el cartel de cerrado a abierto, y simplemente apoyé mi frente en el frío
cristal durante unos segundos. Al girar el cartel sentí como si hubiera dado
la bienvenida a un elefante para que se sentara en mi pecho. La gente
pasaba. Incluso vi que algunos miraban las rosas mientras pasaban, pero
nadie hizo el intento para entrar.
—Está bien. —Suspiré—. Ahora lo único que tenemos que hacer es
esperar. —Cuando me di la vuelta, tanto Sally como Owen estaban de pie
en la puerta de la cocina, Owen limpiando sus manos en una toalla de
cocina y Sally sonriendo y comiendo una barra de limón. Tomando el
último bocado, se acercó a la máquina de café expreso.
—¿Quieres tomar el primer café con leche del día? He estado puliendo
mis habilidades en el arte del café con leche.
Respiré hondo y sonreí.
—¿Sabes qué? Es una gran idea.
—De hecho, los cafés con leche van por mi cuenta. Puede que tengamos
que beber cuarenta y siete más hoy, pero no es tanto, ¿verdad? La muerte
por cafeína es un problema real, pero estoy segura que estaremos a salvo.
Chocamos nuestras tazas, al menos Sally y yo, y esperamos lo mejor para
el resto del día. El primer cliente llegó treinta minutos después que yo había
volteado el cartel de cerrado a abierto. Owen estaba en la parte de atrás,
pero Sally y yo estábamos listas con nuestras sonrisas demasiado
emocionadas.
Pasó una hora, más o menos, y tuvimos unos cuantos clientes más. Sally
estaba preparando una segunda taza de capuchino para el cliente que había
entrado antes mientras miraba la selección de comida en el mostrador. Ella
ya había tomado su magdalena de arándanos gratis, así que esta vez se
decidió por un sándwich.
Cogí un plato, levanté la cúpula de cristal y cogí un turkey & swiss que
estaba envuelto con papel pergamino y asegurado con hilo rojo. El timbre
de la campana en la parte superior de la puerta sonó, pero yo estaba
ocupada tomando el pago por lo que no podía mirar hacia otro lado.
Después de darle el cambio y agradecerle, finalmente miré a mi izquierda,
emocionada por recibir a un nuevo cliente.
Y justo ahí... justo ahí de pie con la mirada más incómoda en su cara
estaba Jack Hawthorne. Creo que nunca me había alegrado tanto de verlo
antes, pero que estuviera allí tan temprano... La sonrisa que se me dibujó en
la cara fue vergonzosa.
—Jack, has venido —logré decir en voz baja, y aunque él no podía
oírme, su mirada se dirigió a mis labios.
Antes que pudiera avanzar, Raymond entró con un brazo lleno de rosas y
se las entregó a un infeliz Jack. Se me cortó la respiración y mi sonrisa se
iluminó un poco, pasando de ser vergonzosa a un toque más cercano a la
maníaca. La expresión de Jack, sin embargo, no cambió.
¿Eran para mí?
Le rogué a mi corazón que mantuviera la calma mientras él se acercaba a
mí.
—Hubo una confusión en la floristería y no pudieron traerlas ellos
mismos —dijo, y mi sonrisa vaciló.
—No lo entiendo. ¿Son de una floristería? —pregunté, mis ojos pasaron
de las rosas a la cara de Jack con confusión.
Sus labios se apretaron y sus cejas se juntaron.
—No.
Esperé. Podía sentir a Sally de pie justo detrás de mí, a mi derecha,
también.
Jack soltó un suspiro frustrado.
—Son de mi parte. No tienes que usar las cosas falsas en las mesas. Es
para que la propiedad se vea bien. Eso es todo. —Él se inclinó hacia delante
y me puso el ramo en las manos.
Sintiendo algo raro y muy inesperado en mi pecho, tomé las flores. Había
unas cincuenta o sesenta rosas de tallo largo de todos los colores. Rosa,
blanco, amarillo, melocotón, y todas estaban envueltas en un papel marrón
brillante. Eran preciosas, mucho más de lo que necesitaría para las mesas,
mucho más de lo que nadie me había comprado nunca. Las flores no
añadirían ningún valor a la propiedad; eso era simple y llanamente una
mierda.
Eran para mí.
Seguía mirando las rosas, asimilándolas una por una, sin saber qué decir
o cómo decirlo, cuando vi que Owen ponía otro plato de magdalenas de
arándanos recién horneados a mi izquierda. Silbó a mi lado, su hombro
apenas rozando el mío.
—Estas son sólo para mí —murmuré, casi para mí misma—. Y son tan
hermosas, Jack. Gracias. —Por alguna razón, sentí que me ahogaba, y mi
pecho se contrajo. Abrazando el ramo con un brazo, presioné mi palma de
la mano contra mi pecho, donde mi corazón estaba realmente perdiendo.
Sally carraspeó, y la miré brevemente para ver sus cejas alzadas y la mirada
expectante en su rostro—. Oh, lo siento. Debería presentarlos, chicos. Sally,
Owen, este es Jack. Jack, Sally y Owen. —Mi atención estaba todavía en
las rosas cuando escuché la voz ronca de Jack mientras se presentaba.
—El esposo de Rose —dijo, extendiendo su mano primero a Sally y
luego a Owen. La piel de gallina cubrió mis brazos, tanto por el tono de su
voz y por la propia palabra. Esposo. Mi marido.
—Sí, lo siento. Jack es mi marido.
—¿Marido? —soltó Sally con la voz ligeramente elevada—. ¿Estás
casada? Nunca has dicho nada. —Me agarró la mano e inspeccionó mi dedo
anular desnudo—. ¿No hay anillo?
Me estremecí interiormente y envié una mirada de disculpa a Jack, pero
él tenía sus manos en los bolsillos y sus ojos estaban en la comida, su
expresión completamente ilegible como siempre.
Sally miraba entre Jack y yo con desconcierto.
—Me lo quité antes de empezar a hornear. Está en mi bolsa. Con todo lo
que está pasando, me olvidé de volver a ponérmelo.
Se lo estaba explicando a Sally, pero mis ojos se mantuvieron en Jack
todo el tiempo.
Levantó la vista y le ofrecí una pequeña sonrisa.
—Es tan bonito —dije, dirigiendo mi mirada a Sally—. Sigo
quitándomelo cuando estoy trabajando aquí porque no quiero perderlo. Por
eso no lo habías visto antes.
—Tengo que volver. Felicidades por el matrimonio, Rose. Encantado de
conocerte, Jack —dijo Owen antes de darme un rápido y suave apretón en
el hombro y desaparecer en la cocina. Sally se quedó allí de pie.
Miré a Jack, estaba mirando la espalda de Owen con la mandíbula
apretada, pero desvió la mirada antes que pudiera intentar saber lo que
estaba pensando.
Forzándome a salir de este extraño sentimiento de culpa, pregunté: —
¿Quieres algo de beber? ¿O comer?
—Sí. Quiero quince... no sé, espressos, lattes, o sólo café negro lo que
recomiendes.
—¿Quince?
Finalmente, me miró.
—Los llevaré a la oficina.
—¿Tienes una reunión importante o algo así?
—No.
Sólo una palabra, esa única palabra... Estaba haciendo un pedido de café
tan grande porque quería ayudarme, otra vez.
—Oh, Jack, no tienes que hacer eso. —Esta vez pude sentir las lágrimas
nublando mi vista. Iba a suceder. Los bordes de mis labios comenzaron a
inclinarse hacia abajo, y sabía que no iba a ser capaz de detenerlo.
—Voy a abrazarte —solté.
Una línea se grabó en el entrecejo y sus ojos finalmente volvieron a mí.
—¿Qué?
Con suavidad, dejé las flores sobre la encimera y me dirigí hacia el
extremo para poder llegar al otro lado a través de la pequeña abertura.
Antes que pudiera procesarlo y posiblemente detenerme, cerré los ojos y le
eché los brazos alrededor de su cuello, levantándome de puntillas. Para ser
justos, mis movimientos habían sido lentos. Le había dado tiempo,
suficiente tiempo para detenerme si realmente quería hacerlo.
Pero no lo hizo.
Después de uno o dos segundos iniciales, sus brazos me rodearon y él me
devolvió el abrazo. Apoyé mi sien en su hombro, aspiré su maravilloso y
vertiginoso olor y susurré: —Gracias, Jack, por todo. Por la cafetería, toda
la ayuda, las flores, el pedido de café...por todo. Muchas gracias. —Las
lágrimas se abrieron paso por mis mejillas, y deslicé mis manos hacia abajo
desde su cuello y me detuve cuando mis palmas se encontraron con las
solapas de su traje gris marengo. Sus brazos bajaron para apartar mi pelo de
la cara y colocarlo detrás de la oreja. Un escalofrío me recorrió la columna
vertebral y no pude apartarme de él.
Cuando sus ojos se posaron en mi cara, su mandíbula estaba apretada y
no tenía ni idea de lo que le pasaba por la cabeza. Me limité a mirarlo a la
cara, a contemplar sus rasgos, mis ojos azules favoritos y sus labios rectos y
carnosos. Todavía no hay una sonrisa a la vista. Me dejé caer de nuevo
sobre mis suelas y me limpié las lágrimas con el dorso de mi mano. Miré
alrededor de la cafetería hacia las tres mesas que estaban ocupadas.
Nadie nos miraba, e incluso Sally nos daba la espalda.
Le sonreí, una gran sonrisa de felicidad.
—Bien. Si estás seguro que quieres todos esos, empezaremos a hacerlos.
Sus ojos se quedaron en mí.
—No estaría aquí si no estuviera seguro, Rose.
Mi sonrisa se amplió.
—Por supuesto que lo estás. De acuerdo. —Caminando alrededor del
mostrador, pregunté: —¿Sabes lo que bebe cada uno o estamos haciendo
una mezcla de todo?
Negó con la cabeza.
—No sé lo que beben.
—Bien. Bien, haremos unas cuantas cosas diferentes. ¿Cómo quieres el
tuyo?
—Sólo... negro con un chorrito de leche, si puedes.
Recogí mis flores, sonriendo.
—Claro que puedo. Recogeré todos los jarrones y cambiaré las flores
artificiales por estas cuando te vayas. Me encantan. Gracias, Jack. No tienes
idea de lo que esto significa para mí.
Se aclaró la garganta pero no dijo nada. Ayudé a Sally e hicimos una
mezcla de todo: unos cuantos macchiatos, unos cuantos cafés con leche,
cuatro cafés negros y dos matcha lattes, por si alguien lo prefería. Cuando
Sally empezó con el café negro extra, me hice cargo suavemente. No es que
requiriera ninguna atención extra, pero quería ser yo quien preparara el café
de Jack.
Cuando todo el pedido estuvo listo, empecé a empaquetar las magdalenas
y barras de limón.
—Son gratis —expliqué sin mirar a Jack—. Por el primer día, les doy a
todos una barrita de limón o una magdalena, lo que prefieran.
—No tienes que...—empezó, pero yo ya estaba cerrando la caja.
—Son gratis, y los tomarás. Si no, no te voy a dar tu café. No discutas
conmigo.
—Las rosas quedan muy bien en la puerta —dijo después de un
momento, y yo lo miré.
—¿De verdad?
—¿Cómo las has puesto?
—Lo hice esta mañana, con la ayuda de Owen.
Su rostro se endureció un poco por alguna razón.
—Me levanté temprano para ver si había algo en lo que pudiera ayudarte,
pero supongo que te habías ido. ¿Cuándo te fuiste?
—Sobre las cinco, creo.
—¿Cómo has llegado tan temprano?
Confundida, le eché una breve mirada por encima del hombro y empecé a
preparar otro café rápido.
—Como siempre hago, caminé por Central Park.
—Por tu cuenta.
—Bueno, sí. Así es como llego aquí. No vengo tan temprano todos los
días, pero era el primer día, así que...
Nos quedamos en silencio mientras terminaba la segunda taza que estaba
preparando.
—Todo está listo para llevar, Rose —dijo Sally, deslizando cuatro bolsas
hacia mí en el mostrador.
—Muy bien. Gracias, Sally. Sólo un segundo más, Jack. Espero no te
haga llegar tarde.
—Está bien —murmuró mientras un nuevo cliente entraba y empezaba a
mirar la comida y a hacer preguntas a Sally. Le di la bienvenida al recién
llegado y puse las dos tazas de café que yo misma había preparado, cogí dos
pequeñas bolsas de papel con nuestro logotipo en la parte delantera, y
rápidamente puse dos barritas de limón dentro de cada una junto con una
magdalena de chocolate extra en una de ellas. —Bien. Todo listo —anuncié,
sonriendo a Jack.
Me tendió una tarjeta de crédito entre dos dedos.
—Espero que no olvides pedir el pago a todos tus clientes.
—Mi marido tiene un pase libre —señalé en voz baja mientras nos
mirábamos fijamente el uno al otro y yo ignoraba la tarjeta de crédito. Sally
caminó detrás de mí hacia la máquina de café expreso— ¿Listo? —Le
pregunté a Jack.
—Rose, no voy a tomar nada si no lo pago.
Mi sonrisa empezó a borrarse de mi cara mientras él hablaba.
—Es tu primer día, si empiezas a regalar café a todo el mundo que
conoces el primer día, no tendrás esta cafetería por mucho tiempo.
Ahí se fue el resto de mi sonrisa.
—No habría pedido tantos si hubiera pensado que no ibas a aceptar el
pago por ello.
Extendió la tarjeta de crédito hacia delante y la cogí de mala gana.
Antes de introducir el importe, lo miré.
—No voy a aceptar pago por tu café, Jack. Yo... simplemente no.
Tuvimos un breve pero intenso duelo de miradas en el que salí como
ganadora.
—De acuerdo. Está bien, está bien —aceptó—. No quise molestarte,
Rose.
—Está bien.
Le entregué las cuatro bolsas y la tarjeta. Luego tomé las dos tazas de
café y la bolsa extra pequeña.
—Tengan cuidado de no inclinar las tazas —advertí mientras Jack miraba
el interior de las bolsas—. ¡Ya vuelvo, Sally!
Lo seguí hasta la acera donde Raymond estaba esperando. Se apresuró en
cuanto nos vio llegar con las manos llenas. Abrió la puerta para Jack y
esperó.
—Deberías poner las bolsas en el suelo, Jack, mantenlas entre tus pies
para que no ensucien el coche. —Jack se inclinó y acomodó todo con
cuidado mientras me volvía hacia Raymond—. Lo siento, no sé cómo tomas
el café, pero te he preparado lo mismo que a Jack, negro con un chorrito de
leche, y si quieres, también hay paquetes de azúcar en la bolsa. —Le
entregué la taza y la pequeña bolsa de papel—. Y hay una barra de limón en
esto. La he hecho yo misma. Está buena.
—Gracias, Rose, y enhorabuena por tu nuevo lugar. Se ve increíble.
Era la primera vez que me llamaba Rose.
—Muchas gracias, Raymond, y de nada. —Le sonreí mientras volvía al
lado del conductor.
—Y estos son tuyos —dije mientras le entregaba a mi marido la otra taza
de café y la bolsa de papel, sintiéndome un poco tímida de repente. —Puse
una barra de limón y una magdalena de chocolate en el tuyo porque no
estaba segura de lo que te gustaba, pero si no te gusta...
—¿También has hecho la magdalena? —preguntó, asomándose a la
bolsa.
—No, Owen hizo las magdalenas. Yo hice las barras de limón y los
sándwiches. Él es...—¿Tenía que darle una explicación? Él no había
preguntado, pero sentí que quería hacerlo—. Owen, quiero decir, es mi
amigo. Apenas incluso un amigo. Trabajamos en este café hace dos años y
hablamos de vez en cuando. Entonces, sólo quería que lo supieras. Es sólo
un amigo.
—No necesito una explicación sobre tus amigos, Rose.
A pesar de su dura respuesta, me pareció ver que sus hombros se
relajaban un poco.
Podía vivir con eso.
—De acuerdo. —Sin saber qué hacer con mis manos, me quedé de pie.
—¿Apareció alguien no deseado hoy?
Arqueé una ceja.
—¿Alguien no deseado? ¿Te refieres a Bryan? No, él no lo hizo.
Tampoco Jodi.
—Bien. Tuve una charla rápida con él. No te volverá a molestar.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Después que apareciera aquí. Ahora no importa.
Tenía una taza de café en una mano y la bolsa en la otra. Con su traje a
medida y esa mirada de no sé exactamente qué estoy haciendo aquí en su
cara, parecía tan... tan malhumorado y adorable que no pude evitar darle
otro abrazo.
Como tenía las manos llenas, esta vez no pudo hacer otra cosa que
ponerse rígido.
Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, me encontré
presionando una mano en su mejilla y besándolo por el otro lado,
sorprendida por mi acto repentino, me demoré. Cuando lo solté y retrocedí,
me miraba directamente a los ojos. Me sonrojé, pero logré sonreír.
—Gracias, por las flores y el pedido de café. Que se te ocurra comprar
café para tus amigos del trabajo, y ni siquiera son tus amigos, y sólo porque
es mi primer día... significa mucho para mí.
—No lo hago por ti.
—Sigue diciéndote eso. Lo odias todo el tiempo, pero estás empezando a
acostumbrarte a mí. —Cuando su mirada fija se volvió demasiado
inquietante para sostenerla, le hice un extraño gesto con la mano, murmuré
algo así como “Que tengas un buen día en el trabajo”, y me apresuré a
entrar en la cafetería.
Mis mejillas estaban ligeramente sonrojadas, quizá por el frío que hacía
fuera, o quizá por la mirada de Jack sobre mí, llegué de nuevo al lado de
Sally. Cuando la cosa que revoloteaba salvajemente dentro de mi pecho se
volvió demasiado para ignorarla, volví a mirar afuera para ver a Jack parado
en la acera y mirando hacia adentro.
¿Realmente lo había besado y él se había quedado? ¿Y luego salí
corriendo como una niña del colegio?
Pensé que mis mejillas se sonrojaban aún más, así que para olvidarme de
todo ello, empecé a recoger todos los pequeños jarrones de las mesas, llevé
mis rosas a la cocina, y empecé a hacer mi cafetería aún más animada y con
una gran y permanente sonrisa en mi cara.

Cuando el reloj llegó a las siete de la tarde, estaba agotada. Estaba feliz,
pero la emoción me había superado. Owen se había ido justo después del
almuerzo cuando había terminado con su trabajo, y Sally se había ido hace
apenas media hora. Habíamos vendido más de cincuenta tazas de café,
aplastando mis objetivos. Había sido un poco más de la marca de cien, en
realidad.
Un golpe en la puerta me hizo dejar lo que estaba haciendo, que era
conseguir las últimos piezas de panadería en contenedores y luego en la
nevera. Había apagado las luces de la cafetería justo después que Sally se
fuera y había puesto el cartel de “abierto” a “cerrado”, además de cerrar con
llave. Sujetando el marco de la puerta, me asomé a la puerta. Cuando vi a
Jack de pie bajo la lluvia, dejé el plato de brownie y corrí hacia la parte
delantera de la cafetería.
—Jack, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté en cuanto abrí la puerta.
—Está lloviendo.
—¿De verdad? No me había dado cuenta.
Respiré profundamente para no poner los ojos en blanco.
—Deberías haber llamado desde el coche para que te abriera la puerta.
—Lo hice, en realidad, pero no contestaste.
Hice una mueca de dolor y me quedé de pie frente a él, sin saber qué
hacer ahora que estaba parado justo frente a mí y estábamos solos.
—Lo siento, está en mi bolsa. No lo he comprobado en todo el día. Pero,
aun así, no esperaba verte aquí. —Lo miré mientras se pasaba la mano por
el pelo mojado, de alguna manera haciendo que pareciera que la lluvia lo
había peinado, mientras que en el momento en que yo salí a la lluvia, supe
que iba a parecer una rata ahogada.
—Claro, porque no es que esté aquí todas las noches —dijo antes de
mirar alrededor de la tienda. Aparentemente esa era toda la explicación que
estaba lista para dar—. ¿Me vas a dejar entrar, o quieres que me quede fuera
en el frío?
—Oh, diablos, entra. Lo siento. —Abrí más la puerta y entró.
—Ya que viniste esta mañana, pensé que tal vez te saltarías la recogida
hoy. —Sonreí mientras se quitaba la lluvia de los brazos de su abrigo.
—Parece que no lo hice. —Me quedé mirándole fijamente—. ¿Lista para
salir? —preguntó, con los ojos volviendo a mí.
—¿De verdad me vas a hacer preguntar?
Distraídamente, siguió cepillando la lluvia de su abrigo mientras su frente
se arrugaba.
—¿Pedirme qué?
Levanté las cejas.
—¿El café, la barra de limón? ¿Le gustó a todo el mundo? Y lo que es
más importante, ¿te lo comiste? ¿Te gustó?
Esperé con la respiración contenida, lo cual era estúpido. Casi todos los
clientes habían comentado lo mucho que les había gustado todo: el espacio,
el café, la comida, las rosas de afuera. Aun así, escuchar lo que Jack
pensaba se sentía importante. Me importaba.
Por fin dejó de revolver su abrigo y me miró bien.
—A todos les encantó.
—¿Eso es todo lo que me vas a dar? ¿Hablas en serio?
Las arrugas de su frente se hicieron más profundas.
—Siempre estoy hablando en serio.
Me reí.
—Sí, sí lo estás. Creo que te ha encantado, pero eres demasiado orgulloso
para decirlo en voz alta. —No le di la oportunidad de responder—. ¿Te
importa sentarte y esperar unos minutos? Tengo que hacer algunas cosas
más en la cocina, pero después podemos irnos. Puedo prepararte un café
mientras esperas. —Mis ojos todavía en él, empecé a retroceder hacia la
cocina.
Con el abrigo aún puesto, acercó la silla más cercana y se sentó, con sus
ojos en mí.
—Estoy bien. Ve a ocuparte de lo que tengas que hacer.
Le dediqué otra sonrisa exagerada y desaparecí por la puerta. Agarrando
el plato de brownies del mostrador, levanté la voz para que pudiera oírme.
—¿Has tenido un buen día?
Dejé de transferir los brownies y esperé su respuesta.
—Estuvo bien —dijo finalmente—. Ocupado y largo, como siempre.
Fred quería que te felicitara en su nombre.
—¿Oh? Es muy amable de su parte.
Esperé otros segundos y cuando la pregunta de seguimiento no llegó, la
respondí yo misma.
—El mío fue bueno. Muchas gracias por preguntar. Fue igual que el tuyo,
en realidad: ocupado y largo. —Hice una pausa por un segundo. —Ah,
muchas gracias, Jack. Espero que se convierta en algo habitual también.
Tienes mucha razón.
Otros segundos de silencio, y entonces su deliciosa voz llegó desde muy
cerca.
—¿Qué crees que estás haciendo?
No, no era deliciosa, no era deliciosa como deliciosa, pero se sentía
deliciosa al tocar mi piel. Era sólo una voz masculina normal, nada para
excitarse, sólo un poco gruesa y rugosa y suave al mismo tiempo.
Sabía exactamente dónde estaba, pero aun así miré hacia donde estaba
apoyado contra el marco de la puerta. No tenía el abrigo, pero llevaba la
chaqueta del traje, con las manos en los bolsillos del pantalón. Tal vez era
mejor que hoy no hubiera porno de antebrazos, porque si eso hubiera
ocurrido, no estaba segura de cómo reaccionaría.
—Sólo hablaba contigo.
—Te refieres a ti misma.
—No, me refiero a ti. Me gusta mucho hablar contigo.
Me miró fijamente y caí en la trampa azul.
—¿Puedo ayudarte aquí? —preguntó.
Por alguna razón, me sonrojé. Era un espacio bastante pequeño para dos
personas.
Claro, yo trabajaba con Owen muy bien, pero horneábamos uno frente al
otro y no me atraía en absoluto. No podía exactamente mantener a Jack a
distancia cuando llevábamos los pasteles a la nevera.
—No. Estoy bien. —Quiero decir, no era la primera vez que ofrecía su
ayuda, y si lo hacía, realmente... pero... no. No, saltarse el porno del
antebrazo era la opción inteligente aquí. Definitivamente—. Sólo unas
pocas cosas más que necesito... ah... hacer, entonces estoy lista. Si tienes
que estar en otro sitio, no quiero hacerte esperar. Terminaré en...
Se cruzó de brazos, su hombro aún lo sostenía contra el marco de la
puerta.
—No. Yo también estoy bien aquí.
Ni siquiera intenté detener la sonrisa que crecía en mi rostro, y para ser
honesta, esa extraña sensación de placer que sus palabras habían causado
era completamente innecesaria. Me mordí el labio inferior sólo para evitar
que mi boca se curvara.
Teniendo en cuenta que ni siquiera le había robado una sonrisa genuina,
estaba regalando la mía con demasiada facilidad para mi gusto. Cuando los
brownies estuvieron listos, me agarré las mejillas y presioné hacia adentro.
—He estado sonriendo tanto hoy, que me duelen las mejillas.
—¿Qué tan bueno fue?
—¿Hmm? —Murmuré distraídamente, manteniendo mis ojos en los
últimos brownies.
—¿Qué tan bueno fue tu día? ¿Sigues contenta?
Estaba haciendo una pequeña charla. De acuerdo, ya había respondido a
la pregunta, pero estaba haciendo una pequeña charla sin que yo tuviera que
incitarlo. La picazón de sonreír y perder la calma crecía con cada palabra
que salía libremente de su boca.
De camino a la nevera, mis ojos se dirigieron a él y me aparté el flequillo
de la frente con el dorso del brazo.
—Estoy agotada, como puedes ver por mi aspecto, pero es un cansancio
de los buenos. Todavía estoy en la luna, todavía estoy un poco drogada. —
Cogí las dos galletas de chocolate restantes y las puse en otro recipiente.
—Iba a preguntarte si te gustaría salir a cenar esta noche, pero no creo
que lo consigas, especialmente si todavía te sientes como si estuvieras
drogada.
—La verdad es que habría estado bien, pero estoy de acuerdo contigo. —
Extendí los brazos y me miré—. Probablemente no es la mejor noche para
estar fuera en público de todos modos.
—¿De qué estás hablando? Sigues teniendo el mismo aspecto que tenías
esta mañana.
Traté de ocultar mi gesto de dolor, pero no estaba segura de tener éxito.
—Bueno, eso no es decir mucho.
—En realidad, lo es —murmuró, pero antes que pudiera preguntar a qué
se refería, se enderezó desde la puerta y comenzó a caminar hacia mí. Me
concentré en mis manos, que estaban alcanzando las dos últimas barras de
limón con las pinzas. Agarré una de ellas, la puse en un pequeño recipiente,
y estaba en el proceso de agarrar la otra cuando el pecho de Jack rozó mi
hombro.
Dejé de respirar. Mi cuerpo se quedó prácticamente inmóvil, pero mis
ojos se movieron. No me empujaba tanto, pero se apoyaba en mí lo
suficiente para que su pecho me rozara el hombro, su pecho ancho, cálido y
tentador.
—¿Puedo tener eso? —murmuró cerca de mi oído, no demasiado cerca,
pero más cerca de lo que esperaba que estuviera.
Me aclaré la garganta para poder sonar seria y normal como él.
—¿Tomar qué?
—La última barra de limón.
Eso me hizo mirar por encima del hombro y... qué mala, mala idea.
Nuestros ojos se encontraron y me quedé clavada en sus azules oceánicos,
firmes y expectantes.
Luego miré sus labios porque estaban justo ahí, tan llenos. En mi defensa,
estaba mirando para poder captar sus siguientes palabras, pero no llegaron.
—¿Hmm? ¿Oh? ¿Te gustó entonces? —Me obligué a volver a mirar a los
suyos y extendí las pinzas hacia él. Las tomó—. ¿Quieres un plato? —Él
volvió a mirarme a los ojos y se limitó a negar con la cabeza. Miré hacia
delante. ¿Qué está pasando? —No creí que fueran a desaparecer casi por
completo al final del día, aunque eran gratis.
—Son lo suficientemente buenas como para volver todos los días, Rose.
—Antes que pudiera procesar esas palabras y al mismo tiempo tratar de no
analizarlas demasiado, continuó: —¿Harías más mañana?
—Puedo hacerte una tanda en el apartamento, si quieres —le ofrecí
mientras empezaba a empujar las cosas al azar, con la esperanza de
mantener la conversación.
—No me importa venir aquí.
Finalmente, me giré para mirarlo, apoyando mi cadera en el mostrador. Si
sólo me inclinaba un poco hacia adelante, podía caer en él, tan fácilmente.
—Sólo por las flores que trajiste esta mañana, te ganaste barras de limón
gratis durante toda una semana.
Mordió su golosina, ya a la mitad , y asintió con la cabeza.
Me obligué a apartar la mirada de él porque no tenía ni idea de lo que me
pasaba que de repente tenía problemas para apartar la mirada, empecé a
meter todo en la nevera.
Volví por el último recipiente.
—Podemos salir en un minuto.
Mi mano derecha estaba agarrando el borde de la isla cuando la punta de
su dedo tocó mi dedo anular. Me quedé helada.
—Por fin llevas tu anillo —murmuró, y mis ojos se cerraron por sí solos.
¿Se está acercando?
Me concentré en mi respiración mientras él cogía mi mano y jugaba con
el anillo, moviéndolo de derecha a izquierda, de derecha a izquierda, como
había hecho el día de nuestra boda. Puede que me haya balanceado, que me
haya mordido el labio, que me haya estremecido. No recuerdo lo que hice,
pero sabía que estaba al borde de algo.
—Me lo puse después que te fueras —susurré, con mi mano aún en la
suya. Entonces él la puso suavemente en la isla de nuevo.
—Bien.
Me obligué a abrir los ojos pero no levanté la vista hacia él. Todavía
sentía el fantasma de su toque en mi piel.
—¿Lista para salir?
Asentí con la cabeza.
—Mhmm. —Guardé el último recipiente y me preparé en silencio, mis
ojos a salvo de él.
Sin embargo, no se me escapó que mis movimientos se estaban volviendo
más lentos a cada minuto. La adrenalina estaba abandonando mi cuerpo, y
bastante rápido, además.
Mientras echaba un último vistazo a la cafetería antes de cerrarla por la
noche, sentí un inmenso placer al saber que podría volver al día siguiente y
hacerlo todo de nuevo.
Pensando en Jack y en el acuerdo de negocios entre nosotros, me fui por
el otro camino, el del ex-prometido: Joshua Landon. Estaba un poco
sorprendida conmigo de no haber pensado más en él. Habíamos tenido
buenos días. Al principio. Me había sorprendido. Había sido perfecto; dijo
todo lo que ni siquiera sabía que necesitaba que dijera, actuaba como si yo
fuera su mundo y poco a poco me conquistó cuando no estaba interesada en
algo serio. Después que dije que sí a su propuesta, las cosas empezaron a
cambiar. Él había empezado a cambiar. Si nos hubiéramos casado, si no
hubiera desaparecido después de romper el compromiso con un estúpido
texto, ¿habría tenido esto? ¿Habría pasado por aquí todos los días después
del trabajo para ayudarme? No lo creo. Había estado con Joshua durante
todo un año y no podía recordar una vez que se hubiera desviado para
ayudarme con algo, a menos que quisiera algo a cambio. No había
necesitado su ayuda; ni siquiera recordaba haberle pedido ayuda. Pero ése
no era el problema. Tampoco había necesitado la ayuda de Jack. No había
pedido su ayuda, pero él había estado allí de todos modos, día tras día.
Por primera vez, no dije una palabra en el coche, no traté de entablar una
pequeña charla con Jack mientras Raymond nos llevaba de vuelta al
apartamento. Pidió chino y subí a darme una ducha rápida antes que lo
entregaran. Cuando sonó el timbre, yo estaba bajando las escaleras. Cuando
pagó y cerró la puerta, yo ya estaba a su lado. Cogí una de las bolsas y nos
dirigimos hacia la cocina.
—Estás muy callada esta noche. Apenas has dicho nada en el coche. —
Sólo me di cuenta de lo hambrienta que estaba cuando los deliciosos olores
que salían de los contenedores tenían a mi estómago gruñendo. Un poco
avergonzada, me alejé de él para poner algo de distancia entre nosotros y
abrí la nevera para sacar dos botellas de agua.
—Me duele un poco la cabeza —murmuré. El hecho que me doliera la
cabeza no era una mentira en sí mismo, pero algo más estaba mal. No tenía
ni idea de lo que había pero me sentía aún más incómoda a su lado que
antes de ese día. Tal vez fue el beso persistente o los múltiples abrazos o tal
vez fuera el pensamiento de Joshua.
Sus ojos se dirigieron a los míos, pero evité su mirada mientras sacaba
dos platos y empezaba a servir un poco de todo con una cuchara.
—¿Arroz?
Asentí con la cabeza, y él echó un poco en mi plato. Luego, cogiendo
nuestros dos platos, salió directamente de la cocina.
—Comamos en la mesa. Estoy cansado de sentarme solo en la isla de la
cocina.
Sin palabras, lo seguí y me quedé en la puerta mientras él se detenía junto
a la mesa del comedor. Lo vi dejar nuestros platos, acercar una silla y
mirarme con una ceja levantada.
—¿Quieres acompañarme?
Como niña que había tomado la mayoría de sus comidas en la cocina, una
mesa de comedor siempre me recordaba una cosa.
La familia que nunca había tenido.
Caminé hacia él y me senté mientras él empujaba mi silla hacia adelante.
Se sentó frente a mí, cogiendo sus palillos.
Tenía la mirada fija en sus profundos azules.
Sacudiendo la cabeza, me levanté y, justo cuando iba a pasar junto a él,
su mano se enroscó suavemente alrededor de mi muñeca, su pulgar
barriendo suavemente hacia arriba y hacia abajo, deteniendo efectivamente
mi movimiento hacia adelante. Mis palabras se atascaron en la garganta y
me limité a mirarlo fijamente, a sus ojos.
—Rose. —Habló en voz baja, como si estuviera hablando con un niño—
¿Estás segura que todo está bien?
—Olvidé el agua.
Profundamente consciente del modo en que su presencia y su mano en mi
piel me hacían sentir, esperé a que me soltara. Tardó unos segundos, pero
cuando lo hizo, casi corrí a la cocina.
De vuelta a mi asiento, manteniendo las manos bajo la mesa, me froté la
muñeca, tratando de deshacerme del extraño cosquilleo.
El silencio y la familiaridad me calmaron, y me di cuenta que era normal
ahora, estar con él, así. Sólo éramos dos extraños que se habían casado por
las razones equivocadas, sentados en una gran mesa de comedor para diez
personas, y se sentía normal y bueno.
Tan pronto como mi plato fue limpiado, me levanté, y Jack se puso de pie
a pesar que aún no había terminado.
—¿Te vas? —preguntó, con un sonido muy parecido a la decepción en su
voz.
—Yo... debería ir a la cama. Mañana va a ser otro día largo. He estado
teniendo estos pequeños dolores de cabeza últimamente, así que sería
mejor, creo, si...
—Lo entiendo.
Cogí mi plato y volví a intentar pasar por delante de él, pero me tocó de
nuevo.
—Yo me encargo.
—Yo puedo...
—Rose. Vete. Descansa un poco.
Le regalé una sonrisa. ¿Exactamente cuándo mi nombre se había vuelto
tan... tan efectivo para hacer que se me pusiera la piel de gallina?
Sentí el fantasma de su tacto y el calor de sus dedos en mi piel casi hasta
que me quedé dormida.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: ni una sola.

Capítulo Diez
Jack
Para dos desconocidos que se habían conocido y casado hacía
aproximadamente un mes y medio, habíamos caído en la rutina más rápido
de lo que esperaba. Día tras día, me encontraba ayudando a Rose en su
cafetería. Incluso cuando no tenía intención de pasar por allí, o digamos que
incluso cuando sabía que no debía pasar por allí, me encontraba en su
puerta. Había perdido la cuenta de las veces que había mentido y dije que
tenía una reunión cerca o encontré otras mentiras convenientes. No creo que
las creyera. Tal vez necesitaba las mentiras por mi propio bien.
Para cuando su local estaba listo para abrir, había sentido como si hubiera
destruido la pequeña barrera que había intentado levantar entre nosotros.
Algo había cambiado. Estaba ahí en la forma en que me miraba, o a veces
en la forma en que no me miraba. Todavía no estaba seguro de si era un
buen cambio o qué significaba exactamente, pero era un cambio de todos
modos.
Me desperté antes de lo que estaba acostumbrado. Después de haber
recibido otro mensaje de Joshua Landon después que Rose se fuera a la
cama, tuve algunos problemas para dormir. Suspiré y me levanté, yendo
directamente al gimnasio en la habitación de al lado. No se me ocurría otra
forma de descargar mis frustraciones conmigo mismo y con la situación.
Este negocio, Rose, este matrimonio era la peor decisión que había hecho
en mi vida porque estaba perdiendo el control y lo estaba perdiendo
rápidamente. Estaba haciendo todo lo que había pensado que no haría. Sin
embargo, era demasiado tarde para echarse atrás desde que la conocí en el
ayuntamiento. Odiaba correr, pero corrí en esa maldita cinta durante más de
una hora, viendo cómo el cielo nocturno cambiaba lentamente de color
cuando el sol sustituía a la luna.
Cuando me bajé, todavía estaba enfadado y frustrado hasta el punto que
estaba arriesgándolo todo y confesar, aunque sabía que no era el momento
adecuado, que tal vez nunca sería el momento adecuado.
Me detuve y escuché. Por mucho que no quisiera admitirlo, había estado
haciendo eso desde que me desperté, pero hasta ahora no había escuchado
un solo ruido proveniente del lado de Rose del segundo piso o de la planta
baja. Me repetía a mí mismo que yo no era su chofer; si ella quería caminar
al trabajo cuando estaba casi oscuro, podía hacerlo. Tenía que ocuparme de
mis propios asuntos. Ella había ido a lugares sin mí muy bien antes que
hubiéramos hecho este maldito trato y casarnos.
Sin embargo, mis oídos seguían buscando las señales reveladoras de su
salida de su habitación y bajando las escaleras como cada mañana.
Me quité la camiseta, me dirigí a la pequeña nevera de la esquina y saqué
una botella de agua. La vacié de un tirón y la tiré al suelo.
La culpa era un oponente muy fuerte con el que ir a la guerra, y parecía
que no podía salir de la depresión en la que me encontraba. Cuando se
añade a los ex prometidos en la mezcla...
Empecé a hacer pesas hasta que me empapé de sudor.
¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué no podía alejarme? ¿Qué demonios iba a
hacer?
Cuando terminé, volví a mi habitación para darme una ducha rápida.
Tal vez había sido una buena cosa que no había podido dormir. Si para
cuando me vistiera, Rose no se había levantado, iba a tener que despertarla
yo mismo. Con una toalla envuelta alrededor de mis caderas, comprobé la
hora en cuanto salí. Llegaba tarde. Me vestí tan rápido como pude y me
dirigí a su habitación, maldiciéndome por preocuparme todo el tiempo.
Estaba en este matrimonio por la propiedad. Estaba en este matrimonio por
el hecho de parecer un hombre de familia. Todo lo que tenía que hacer era
repetírmelo a mí mismo.
Todavía un poco preocupado, no me quedé precisamente tranquilo
cuando llamé a su puerta.
—¿Rose? No soy tu maldita alarma.
Provocarla y ver sus reacciones era probablemente una de mis cosas
favoritas en la vida en este momento.
No había sonido. Después de dudar por un segundo o dos, empujé la
puerta sólo para ver que su cama estaba hecha y ella ya se había ido. ¿Se
había ido mientras yo hacía ejercicio o mientras estaba en la ducha? Cogí el
teléfono de mi habitación y bajé las escaleras. Tuve la tentación de llamarla
y preguntarle si había llegado bien al trabajo, pero lo pensé mejor. Dejé el
teléfono en la sala de estar y fui a la cocina a prepararme una taza de café.
El que preparaba en casa sabía bien. No necesitaba ir a su cafetería todos
los días sólo porque fuera mi mujer o porque me gustara mirarla. Preparaba
yo mismo un café lo suficientemente bueno.
Mientras esperaba a que estuviera listo mi café, que estaba seguro que no
sabría ni de lejos tan bien como el suyo, oí que mi teléfono sonaba en la
sala de estar. Cuando lo cogí, ya había dejado de sonar. No era un número
que reconociera, así que lo dejé estar. Dejando el teléfono donde estaba, me
dirigí de nuevo a la cocina, sólo para volver a mitad de camino cuando el
teléfono comenzó a sonar de nuevo.
—¿Sí?
—¿Jack?
—Sí. ¿Quién es?
—Jack, soy yo, Rose. Yo... te estoy llamando desde... un... teléfono de
otra persona.
Sin saber qué estaba pasando, me tensé cuando escuché cómo su voz
temblaba.
—Me preguntaba si... Jack, ¿estás ahí?
Cuando empezó a hablar con otra persona, perdí la paciencia.
—Rose, dime qué está pasando. ¿Dónde estás?
—Oh, estás ahí. Bien. Bien. Yo... acabo de tener una pequeña caída, y...
—¿Estás bien?
—Sí. Sí, estoy bien. Bueno, no lo estaba, pero ahora estoy... ¿Henry? —
La escuché dirigirse a otra persona—. Te llamas Henry, ¿verdad? Sí, yo...—
Dejó escapar un largo aliento—. Henry estaba corriendo y me vio tropezar
y caer. Fue lo suficientemente amable como para ayudarme. Mi teléfono
salió volando de mi mano y tuvo un golpe, así que no funciona en este
momento. Me preguntaba si podrías venir a ayudarme a ir al trabajo. Henry
se ofreció a esperar conmigo hasta entonces. Yo iría por mi cuenta, pero
creo que...
En medio de sus divagaciones, yo ya había abierto la puerta y estaba de
pie frente a los ascensores.
—¿Dónde estás? Dime tu ubicación exacta.
Cuando no pudo decirme dónde estaba, le preguntó a Henry y me relató
sus palabras exactas. Le colgué el teléfono. Luego volví a ponerme el
maldito teléfono en la oreja como si aún pudiera oírme y yo pudiera
disculparme después de darme cuenta que había sido grosero.
En la calle, consideré la posibilidad de coger un taxi, pero por lo que me
decían, no estaban cerca de la carretera. Antes que pudiera perder más
tiempo pensando en la mejor manera de llegar, me encontré corriendo a
través de la calle, ignorando las bocinas de los coches mientras evitaba ser
atropellado por el tráfico en dirección contraria. Entré en el parque
alrededor de la 79 y corrí tan rápido como pude con un traje. Si Henry había
descrito correctamente el lugar, estaba en algún punto entre Ramble y
Boathouse.
Disminuí la velocidad a una caminata rápida cuando había casi quince
metros que nos separaban y vi cómo Rose levantaba la cabeza y me miraba
directamente.
Se puso en pie con la ayuda del hombre que estaba a su lado.
Mis ojos la recorrieron, pero no pude ver ninguna herida visible. Mi
corazón palpitaba por la carrera, o tal vez era sólo la preocupación, o qué
diablos tal vez era sólo verla, pero afortunadamente mi cerebro todavía
funcionaba lo suficiente como para recordar que se suponía que éramos
marido y mujer y que podíamos y debíamos actuar como una pareja con
otras personas.
—Rose.
Fui directamente hacia ella y antes que pudiera intentar pensar en lo que
podía hacer o en lo que sería apropiado, me encontré retrocediendo un paso
cuando su cuerpo chocó con el mío. Ella estaba bien, y ya estaba en mis
brazos. Un poco sin aliento, no dudé en rodearla con mis brazos, apretando
suavemente ya que no estaba seguro de dónde estaban sus heridas. Cerré los
ojos por un segundo y dejé un largo suspiro. Estaba bien.
—¿Qué ha pasado? —pregunté, dirigiéndome al tipo que estaba a su
lado, pero Rose respondió antes que él pudiera hablar, pensando que yo
estaba hablando con ella.
—Probablemente no debería haberte llamado. Estaba siendo estúpida, lo
siento. —me susurró al hombro y se apartó. Mis cejas se juntaron mientras
estudiaba su rostro. Si no creía que debía llamarme, ¿qué hacía saltando a
mis brazos?
De mala gana, la solté. Su mirada bajó a sus manos, así que yo también
miré hacia abajo y la vi mirando la pantalla del teléfono destrozada.
—Funciona lo suficiente como para poder encontrarte en mis contactos,
pero no llama. No estoy segura de qué pasa.
—Está roto en pedazos, eso es lo que pasa.
—Henry pensó que debía llamar a alguien para que me recogiera.
Finalmente me volví hacia Henry. Tenía unos cuarenta o cuarenta y cinco
años, con mechas blancas en el pelo, vistiendo un pantalón de chándal
negro y una sudadera negra con cremallera. Le tendí la mano. —Gracias
por ayudar a mi mujer. ¿Hay algo que podamos hacer por usted?
Nos dimos la mano mientras él le daba un repaso a Rose.
—No es nada. Sólo me alegro de haber estado allí para ayudar. —Miró su
reloj—. Tengo que irme, pero ella tuvo una mala caída, así que tal vez
quieras que alguien mire...
Mi mandíbula se apretó.
—Yo me ocuparé de ella. Gracias de nuevo.
Rose se acercó a mí.
—Tengo una cafetería en la Avenida Madison, Around the Corner. Si
alguna vez estás por aquí, pásate, me gustaría invitarte a un café como
agradecimiento.
—Claro. No es seguro que camines por el parque tan temprano en la
mañana, así que ten cuidado en el futuro.
—Lo haré. De nuevo, gracias.
Nos hizo un gesto con la cabeza y un rápido saludo con la mano, y Henry
se alejó corriendo hacia el lado oeste.
Rose respiró profundamente y suspiró. La miré de pies a cabeza una vez
más, tratando de evaluar la situación.
—Me siento bien ahora, y cuando Henry insistió en que debía llamar a
alguien, no pude protestar. Quiero decir, iba a llamar a Owen, pero
probablemente ya había empezado a hornear y no quería sacarlo de...
—Rose, deja de hablar. —Levanté su mano, la que estaba sosteniendo su
teléfono, y ella hizo una mueca de dolor. Fruncí el ceño al mirarla,
levantando suavemente el teléfono para poder sostener su mano y mirar el
daño. El talón de la palma de la mano estaba raspada y había algo de
sangre.
—Dame la otra mano.
—Está bien.
Mi boca se tensó y mantuve la mano abierta, esperándola.
De mala gana, levantó la palma de la mano, con los mismos rasguños y
más sangre.
—El anillo está bien.
—¿Parece que me importa el puto anillo? —Me quejé, demasiado
ocupado en darle la vuelta a su mano y presionando suavemente sus
muñecas para ver si le dolía.
—No, no te importa. De todas formas, ¿cómo has llegado aquí tan
rápido?
—Corrí.
Se quedó callada durante unos segundos mientras examinaba su piel.
—¿Corriste?
Le dirigí una larga mirada que hizo que sus labios se movieran, lo que
rompió mi concentración.
—Es sólo un montón de rasguños superficiales. Estará bien una vez que
me lave y limpie las heridas, Jack. Estoy bien. De verdad. No hay necesidad
de preocuparse.
—No me estoy preocupando.
Pasé mi pulgar por la palma de su mano, desalojando unas pequeñas
piedras que estaban pegadas a su piel. Ella tenía razón, no eran tan graves
como para considerar llevarla al hospital, pero lo había considerado. Había
más suciedad en sus vaqueros, así que supuse que había más rasguños en
lugares que no se veían.
Le solté las manos y mis ojos volvieron a recorrer su cuerpo.
Observé cómo se llevaba las manos al pecho, se frotaba el centro de una
de ellas y se estremecía.
—¿Cómo te has caído?
Moviendo los pies, me miró por debajo de las pestañas.
—Me sentía un poco mareada y me tropecé con algo. Ni siquiera sé lo
que era, no estaba prestando atención y entonces mi tobillo se giró y caí con
fuerza sobre mis rodillas y manos. Henry me ayudó a levantarme, y yo
estaba un poco temblorosa así que me hizo llamar a alguien. No pude
pensar en nadie más que en ti. No es nada, yo sólo necesito un poco de
ayuda para caminar, eso es todo.
No podía pensar en nadie más que en ti.
Eso me hizo callar por un segundo o dos mientras la miraba fijamente.
—¿Estás bien? —pregunté con las cejas levantadas. Cogí sus manos y las
sostuve suavemente entre nosotros. Sus palmas no goteaban sangre, pero
los rasguños tampoco eran nada—. Esto no es nada. Quién sabe cómo están
tus rodillas.
—Seguro que están bien. Me duelen un poco cuando las doblo, pero sólo
porque aterricé muy fuerte sobre ellas, no porque estén raspadas. —Me
arrodillé y miré el pie sobre el que se esforzaba por no poner peso. Le subí
los vaqueros una vez y le rodeé el tobillo con la mano. Incluso esto. Incluso
un toque inocente como éste estaba empezando a afectarme.
—¿Jack? —Rose susurró y me sacó de mis pensamientos.
Cuando presioné en un punto que estaba ligeramente rojo, ella lo retiró.
—Sí —dije secamente mientras me levantaba—. Estás completamente
bien. ¿Puedes caminar?
—Sí.
—Muy bien. Veamos cómo caminas. —Deslizando su bolsa del hombro,
giré a la izquierda, pero ella giró a la derecha. Me detuve—. ¿A dónde crees
que vas?
—Al trabajo, por supuesto —respondió con el ceño fruncido.
—No lo creo.
—¿Perdón?
—Rose, tengo que echar un vistazo a lo que está herido. Nos vamos a
casa.
—No lo creo. Ya voy tarde, así que si no vas a ayudar, estoy
completamente bien caminando por mi cuenta.
Se dio la vuelta, preparándose para alejarse.
—Porque eso te salió muy bien la última vez, ¿no? —Le pregunté,
deteniéndola antes que diera un paso.
Sus ojos estaban entrecerrados cuando volvió a mirarme.
—Sí, en realidad, ha funcionado bien estas últimas semanas. Así que creo
que ahora también va a ir bien.
Apreté los dientes y mantuve la boca cerrada. Ella no me dio la
oportunidad de decir nada antes que se diera la vuelta para irse de nuevo. Su
primer paso parecía normal, pero el segundo no parecía lo suficientemente
suave. Ella estaba forzando su pierna izquierda. ¿Qué iba a hacer con ella?
Sin siquiera darse cuenta ella acababa de derrumbar otro muro que yo había
intentado levantar con todas mis fuerzas.
Todavía nos separaban unos pocos pasos, y la llamé.
—Tu bolsa.
Se detuvo y me miró por encima del hombro, con las facciones apretadas.
—¿Qué?
Guardando silencio, levanté una ceja y le mostré la bolsa que tenía en la
mano.
Ella retrocedió cojeando los pocos pasos que había dado y levantó la
mano, con los ojos clavados en los míos.
Era otra cosa.
Estudié su rostro, pensando que tal vez podría intimidarla, pero no cedía
ni un ápice. Había llegado a conocerla bastante bien, y sabía que no cedería,
sin importar lo que yo dijera o hiciera. Sacudiendo la cabeza, me eché su
bolso al hombro izquierdo y pasé su brazo por el derecho.
Se puso rígida a mi lado y trató de apartarse. Cubrí el dorso de su mano
con la derecha para mantenerla quieta.
—No voy a volver a tu apartamento, Jack —dijo con los dientes
apretados mientras un grupo de corredores y sus dos perros nos obligaban a
movernos hasta el borde de la carretera.
—Ya no es mi apartamento, ¿recuerdas? —pregunté distraído—. Se
supone que es nuestro. Acostúmbrate a ello para que no se te escape algo
así alrededor de tus primos u otras personas.
—¿Me llevas al trabajo o...?
—Vamos a tu preciosa cafetería, maldita sea —estallé, y luego hice mi
mejor esfuerzo para suavizar mi voz—. Me llamaste para pedir ayuda y
estoy ayudando. Deja de discutir conmigo y trata de caminar.
Eso la hizo callar. Me miró de nuevo y se mordió el labio mientras me
agarraba del brazo con su mano izquierda. Después de algunos pasos lentos,
ella apoyó un poco más su peso en mí.
Era tan terca como una mula. Otra cosa que hizo que me gustara más.
—¿Cómo están tus rodillas? —pregunté, completamente consciente de lo
hosco que sonaba.
Otra mirada fugaz hacia mí.
—Las siento un poco tensas. Estoy seguro que volverán a la normalidad
en unas horas. Estamos más cerca de la cafetería que de nuestro
apartamento de todos modos.
Apreté los dientes, mirando a la gente que pasaba por delante de
nosotros.
—Bien. —Después de minutos de arrastrar los pies y descansar y hacer
gestos de dolor, no pude soportarlo más—. Pon tu brazo alrededor de mi
cuello —le ordené. Cuando dudó, suspiré y lo hice yo mismo.
—¡Soy más baja que tú, así que no podemos caminar así, Jack!
—¿Qué? —pregunté, gruñendo suavemente cuando la tuve en mis
brazos.
—¿Has perdido la cabeza?
Empecé a caminar a un ritmo normal, abrazándola fuertemente contra mi
pecho mientras ella deslizaba su otra mano alrededor de mi cuello.
—Jack, no tienes que cargarme, puedo caminar. Bájame.
—No. No puedes poner peso en tu pierna izquierda. Lo vas a empeorar.
—Sí puedo. He estado caminando con tu ayuda. Jack, puedo.
—Con la velocidad que llevábamos, llegarías a tu cafetería al mediodía.
¿Cuál es el problema? Estoy haciendo todo el trabajo aquí, y pensé que
estabas con prisa por llegar.
—Jack —gruñó, sus ojos me lanzaron dagas. Mantuve la mirada hacia
adelante y continué caminando—. Jack, te lo advierto, no vas a llevarme
hasta la cafetería.
—¿No lo voy a hacer? Si tú lo dices, seguro que debe ser verdad.
—Todo el mundo nos está mirando —susurra ella.
—Sólo nos hemos cruzado con dos personas.
—Y las dos nos miraban como si estuviéramos locos. No voy a estar en
tus brazos mientras cruzamos la 5ª Avenida con toda esa gente alrededor.
Todo el mundo nos mirará. ¡El tráfico! ¡Y la Avenida Madison!
—Lo harás.
—Me estoy arrepintiendo de haberte llamado ahora mismo.
—Podría decirlo.
Estaba disfrutando demasiado.
Cuando intentó apartarse de mí para poder bajar no funcionó, ella golpeó
suavemente mi hombro con su mano herida y luego hizo una mueca de
dolor.
Apreté la mandíbula para no sonreír.
—Deja de retorcerte. No eres la única a la que le gusta llegar al trabajo a
tiempo.
—Bien, como quieras. Me bajarás una vez que salgamos del parque.
Como de todas formas ya estábamos casi fuera, empezó a pasar mucha
más gente, algunos de ellos riéndose, algunos de ellos dándonos miradas de
desaprobación. Los ignoré, pero Rose no era precisamente buena en eso.
—Oye —le gritó a un desconocido que pasaba y la miraba fijamente—.
Me acabo de lastimar mi pierna, por eso me está llevando. Es mi marido.
Todo está bien. —La mujer sólo negó con la cabeza y aceleró sus pasos—.
Jack —ella gimió, su voz amortiguada por su cara enterrada en mi cuello—.
Ellos piensan que estamos locos. Nunca podré volver a caminar por aquí.
La levanté y, con un chillido sorprendentemente satisfactorio, se aferró
más fuerte en mi cuello. Eso fue divertido.
—Si no quieres que piensen que estás loca, te sugiero que dejes de
gritarles a ellos. Y de todas formas no vas a volver a pasar por aquí, así que
deja de quejarte.
Ella levantó la cabeza de mi pecho.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Hablaré con Raymond. Vendrá antes y te llevará al otro lado y luego
volverá y me llevará al trabajo. Fue estúpido de tu parte caminar por el
parque cuando apenas había luz. Tienes suerte de no haberte roto la pierna o
que te hayan asaltado.
Podía sentir sus ojos sobre mí, pero no la miré.
—Tengo spray pimienta en mi bolso. Y no necesito un conductor. No soy
el tipo de persona que tiene un conductor. Sin ánimo de ofender a
Raymond, me gusta, y es un buen tipo, pero no soy como tú.
Finalmente, llegamos a la 5ª, donde había mucha más gente.
—Gracias por señalar eso. No me había dado cuenta.
—Me he cuidado toda la vida, Jack —dijo suavemente.
—Lo sé y has hecho un trabajo increíble. Sólo porque puedas cuidar de ti
misma, ¿se supone que no debes dejar que nadie más te ayude? Lo siento
por cometer esta atrocidad contra ti.
—Estás loco.
—Creo que ya hablamos de eso el primer día que nos conocimos. No hay
necesidad de repetirlo todo de nuevo.
—También eres increíble, ¿lo sabes? —preguntó más suavemente.
—Me lo imagino —murmuré, un poco distraído. De pie junto a un grupo
de personas, esperé a que el semáforo cambiara.
—Es mi marido —anunció Rose al grupo—. Me caí.
Hubo algunas risitas de las colegialas a nuestra izquierda cuando la
levanté la subí de nuevo y Rose chilló.
Cuando llegamos al otro lado, ella volvió a ponerse en marcha y yo
suspiré.
—Ya casi llegamos...
—Puedes aguantar unos minutos más entonces.
—Jack.
—Rose. Sabes que algunas mujeres encontrarían esto romántico.
—Yo no soy de esas mujeres.
—Si tú lo dices —gruñí.
Por suerte, después de eso hubo silencio hasta que llegamos a la puerta
principal de su hermosa cafetería. La dejé suavemente debajo de las rosas y
le entregué su bolso. Con la mirada perdida, buscó la llave y abrió la puerta.
Podía ver la luz de la cocina desde donde estábamos, lo que significaba que
el tipo, el trabajador a tiempo parcial, ya estaba allí. Con movimientos
bruscos, abrió la puerta y entró.
—Vamos a echar un vistazo a tus rodillas mientras yo...
Antes que pudiera terminar la frase y seguirla, me cerró la puerta en la
cara y reinició la alarma. Mientras miraba tras ella, ni siquiera miró hacia
atrás. Todavía cojeando, desapareció en la cocina.
Sorprendido y absurdamente divertido, me quedé mirando la cafetería
vacía durante otros diez segundos. Luego, me di la vuelta, con las manos en
los bolsillos, caminé una o dos manzanas. Finalmente llamé a un taxi y me
dirigí a casa para poder ir a trabajar yo mismo. No estaba seguro de qué
sentir por la sonrisa que se mantuvo en mi rostro durante toda la mañana.
Más tarde, entré en mi oficina y saludé a Cynthia.
—Buenos días, Jack.
Me apoyé en el borde de mi escritorio.
—Buenos días. ¿Algún cambio en mi agenda de hoy?
Su frente se arrugó y miró su tablet.
—No, no hay cambios.
—Entonces necesito que despejes todo entre...—Consulté mi reloj,
tratando de decidir qué hora sería mejor—. Las once y media y las dos y
media. Unas cuantas horas serían suficientes, creo.
—¿Suficiente para qué?
—Tengo que ocuparme de algo.
—Jack, no puedo despejar esas franjas horarias.
—¿Por qué no?
—¿Te has olvidado? Tienes las negociaciones con Morrison y Gadd.
—¿Los documentos con los cambios necesarios están listos?
—Un socio está en ello, y estará hecho a tiempo para la reunión.
—Consíguelos con él.
—Pero...
—Lo haré más rápido. Tráemelo.
—Hecho.
—Bien, y empuja las negociaciones a dos. La otra parte, Gadd, no quería
reunirse tan temprano de todos modos, así que avísales primero. —Me
levanté y me senté detrás de mi escritorio.
—¿Y Morrison? ¿Qué se supone que debo decirle? —preguntó.
Suspiré y me pasé los dedos por el pelo.
—¿Has leído su correo electrónico?
—¿El que envió esta mañana?
Asintió con la cabeza.
—Bueno, dile que tenemos que investigar más sobre la nueva empresa en
la que quiere invertir veinte millones. Quiero tanto las negociaciones como
el nuevo acuerdo de inversión hoy mismo. No le importará el retraso si
tenemos todo listo.
—De acuerdo. ¿Y el resto de tu agenda? Tendremos que retrasar todo.
Tienes una llamada a las cinco de la tarde con Gilbert, no puedes perderte
eso hoy.
—Bien. Saldré de la oficina a las once. Puedo pasar mi llamada de las
diez y media para entonces, y volveré alrededor de la una y media para la
reunión, así que pásala a esa hora. Así habré terminado con Morrison y
Gadd para cuando necesite estar en el teléfono con Gilbert. Si todo va como
está planeado, haremos que Gadd firme los papeles definitivos al final de la
reunión y yo estaré listo para la llamada con Gilbert. Me quedaré hasta
tarde y me pondré al día, no te preocupes.
—De acuerdo, puedo trabajar con eso. ¿Adónde dijiste que ibas?
—No lo he dicho. Cierra la puerta, por favor, y no olvides traerme esos
documentos.
Cuando levanté la cabeza del portátil, Cynthia ya se había ido.
Una hora más tarde, cuando estaba revisando los documentos,
asegurándome que todo estaba listo para la reunión, Samantha apareció en
mi puerta. Miré hacia el escritorio de Cynthia, pero no se le veía por ningún
lado.
Queriendo acabar de una vez, fui yo quien habló.
—¿Qué quieres, Samantha? Necesito repasar esto antes de irme. —Se
encogió de hombros y tomó mi pregunta como una invitación a entrar y
sentarse frente a mí—. Algo no está bien contigo, o tal vez debería decir
que algo ha cambiado.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Has estado saliendo temprano.
—¿Y eso es asunto tuyo porque...?
—Eras el último en salir de aquí, todos los días.
—Y ahora no lo soy. —Dejó los papeles en mis manos—. ¿Qué es lo que
quieres?
Ella levantó las manos en señal de rendición, sus labios rojos se curvaron.
—Nada. Sólo estoy conversando y compartiendo mis observaciones.
—¿Qué te dio la impresión que yo estaría interesado en tus
observaciones? No voy a darte explicaciones. ¿Necesitas algo de mí?
—En realidad no. He tenido un poco de tiempo libre, así que sólo estoy
charlando contigo. ¿Cómo está tu encantadora esposa?
Si hubiera sido otra persona la que estuviera sentada frente a mí, habría
metido el rabo entre las piernas y se hubiera ido ya, pero Samantha no era
como otras personas. Nunca me había tenido miedo, y pensé que tal vez era
el momento de cambiar eso.
—Si vuelves a hacer la misma mierda que hiciste en la cena, tendremos
problemas.
—¿Perdón?
—Lo que hiciste en la cena... te hago saber que si vuelve a pasar,
tendremos problemas.
—Va a ser así, ¿eh?
—Déjate de tonterías y no actúes como si te importara mi vida o mi
mujer. Nosotros nos conocemos bastante bien a estas alturas, creo. Sabes
que no me gusta tener gente en mis asuntos, así que no te metas en ellos.
Cynthia metió la cabeza por la puerta, interrumpiendo antes que
Samantha pudiera dar una respuesta.
—¿Me llamaste, Jack?
No lo había hecho, pero Cynthia conocía el truco. Si había alguien en mi
oficina...ella estaba segura que yo no quería que estuviera, siempre
interfería.
—Sí, necesito que me consigas el...
Samantha se puso de pie con sus tacones altos y yo me detuve en medio
de la frase.
—Te dejaré con tu trabajo. No quise hacer ningún daño, Jack, de verdad...
no esa noche, y no ahora. Simplemente estoy señalando que has cambiado,
y no estoy segura...si eso es algo bueno. Además, tenía curiosidad,
obviamente.
Cuando se dio cuenta que no iba a contestar, soltó un largo suspiro, se dio
la vuelta y sonrió a Cynthia antes de salir de mi despacho.
—¿Necesitas algo? —preguntó Cynthia, y yo negué con la cabeza. Se fue
sin decir nada más. Era la mejor asistente de toda la empresa.
Terminé con los papeles, seguí con mi llamada de las diez y media, y
terminamos a las once y cuarto. Al levantarme, me puse la chaqueta del
traje y llamé a Raymond para que trajera el coche a la entrada.
Al salir de la oficina, me detuve frente al escritorio de Cynthia y dejé los
documentos.
—¿Puedes tener las copias listas para cuando vuelva?
—Por supuesto.
—Además, ¿recuerdas lo de la caridad que mencionaste hace unas
semanas? ¿Algo para los niños? Intenté recordar dónde se iba a celebrar,
pero no pude dar con el nombre.
—Era el día 10, creo. No estoy segura.
—Sí, lo recuerdo. ¿Qué pasa con eso?
—Quiero donar, así que voy a asistir con mi mujer. ¿Puedes encargarte de
todo?
—¿Vas a asistir a una cena benéfica? —Su voz se debilitó con cada
palabra mientras sus cejas se alzaban más.
—Intenta no parecer tan sorprendida. ¿Puedes soportarlo?
Ella se sacudió de su incredulidad.
—Por supuesto que puedo. Te daré la información que necesitas cuando
vuelvas.
—De acuerdo. Gracias, Cynthia. Te veré más tarde.
Me las arreglé para dar unos pasos lejos de su escritorio antes que su voz
me detuviera.
—¿Jack?
Me volví y esperé. Ella jugaba con sus gafas y miraba hacia otro lado de
mí.
—Voy a llegar tarde. ¿Qué quieres?
—Jack... no me corresponde, y lo sé, así que no me muerdas la cabeza
por decir esto, pero...—Sabía que nada que empezara con esas palabras
podía ser algo que quisiera escuchar.
—No te muerdo la cabeza.
Ella sonrió, relajándose en su asiento.
—Sólo todos los días.
—Seguro que no todos los días —dije con seriedad, pero su sonrisa
creció y luego lentamente volvió a estar seria.
—Tienes que decírselo, Jack.
—¿Tengo que decirle a quién qué? ¿A Samantha?
Me clavó la mirada.
—No. A Samantha no. Te conozco desde hace años, no intentes hacerte
el tonto conmigo. Tienes que decírselo. Eso es todo lo que voy a decir sobre
el asunto.
Abrí la boca, pero ella levantó el dedo y me detuvo.
—Tienes que decírselo.
Por fin me di cuenta de qué demonios estaba hablando. Por supuesto
estaba hablando de Rose. Si había una persona cuya mierda toleraría, era
Cynthia, e incluso con ella, tenía un límite, sin embargo, no respondí de la
manera que habría respondido si fuera cualquier otra persona que no fuera
ella.
—No es el momento adecuado —me forcé a través de mis dientes
apretados.
—Nunca va a ser el momento adecuado, Jack.
Como si no lo supiera ya. Como si no supiera que estoy condenada. Me
fui antes que pudiera decir algo más.

Sin saber exactamente a qué me iba a enfrentar, porque siempre parecía


ser una sorpresa cuando se trataba de Rose, entré por la puerta. El día
anterior, había olido a vainilla; ahora olía a canela y a café aromático.
Con el ruido del timbre, Rose miró hacia mí mientras seguía atendiendo a
un cliente. Su sonrisa vaciló, pero no la perdió del todo. En lugar de
dirigirme a ella, elegí la mesa junto a su pequeña biblioteca y me puse
cómodo. Mi asiento estaba orientado hacia ella, así que miré a mi alrededor
y me di cuenta que, de las doce mesas, nueve estaban ocupadas. Para ser su
segundo día, lo estaba haciendo sorprendentemente bien. Incluso en los
asientos de la barra había un par de clientes sumidos en conversación
mientras miraban a la calle, bebiendo sus cafés. Dos nuevos clientes
entraron y me acomodé para esperar. Sacando mi teléfono, empecé a
ponerme al día con los correos electrónicos.
Las pocas veces que levanté la vista para ver si me evitaba o simplemente
estaba ocupada, mis ojos se detuvieron en ella, haciéndome perder el hilo
de mis pensamientos. Ella siempre parecía tan animada, tan vivaz y segura
de sí misma. Entre clientes, sus ojos se deslizaban hacia mí. Le sostuve la
mirada para ver qué hacía, pero se las arregló para actuar como si yo no
estuviera allí.
Conteniendo una sonrisa, esperé. Unos minutos se convirtieron en diez, y
luego finalmente, se puso de pie junto a mí, esperando. Levanté una ceja y
bajé mi teléfono.
—Empezaba a pensar que me estabas evitando.
—No esperaba verte aquí. ¿Puedo ofrecerte algo?
—¿Por qué siempre te sorprende tanto verme? —pregunté, realmente
tenía curiosidad por escuchar su respuesta. Su expresión no cambió, lo que
me indicó que seguía molesta conmigo, aunque no entendía su
razonamiento. Su pierna estaba herida, así que la había ayudado, fin de la
historia. ¿Por qué importaban otras personas que probablemente no volvería
a ver en su vida o incluso recordaría si las veía? Siempre había tenido la
impresión que las mujeres encontraban romántico que los chicos las
llevaran en brazos. Al parecer, a ésta no.
—Ya no me sorprende. —Miró por encima del hombro cuando uno de los
clientes soltó una sonora carcajada y se volvió hacia mí—. ¿Puedo...?
—¿Esperabas verme esta noche? —pregunté, de nuevo, sólo por
curiosidad. Me incliné hacia delante y puse mi teléfono sobre la mesa.
Ella se lamió los labios, mirando hacia la cocina. Seguí su mirada y vi a
la chica que me había presentado antes, Sally, creo, apoyada en el marco de
la puerta y hablando con alguien en la cocina, probablemente el otro
empleado, el chico. Volví a mirar a Rose y esperé a oír su respuesta.
—Así es. Siempre vienes —dijo, encogiéndose de hombros como si fuera
un hecho que yo estaría allí. Supuse que ahora lo era.
—¿Quieres acompañarme, por favor?
Miró el asiento de enfrente, pero no se sentó.
—¿Puedo ofrecerte algo antes de hacerlo? ¿Café? ¿Té?
—No diría que no al café si eres tú quien lo prepara.
Ella pareció un poco sorprendida, luego asintió y se alejó, lentamente. No
cojeaba exactamente, así que probablemente tenía razón en que no había
sido una lesión grave, pero tampoco caminaba correctamente. El caso es
que le dolía el tobillo. Todavía no entendía el alboroto cuando sólo había
tratado de ayudarla.
En lugar de volver a mi teléfono y terminar la respuesta que había
empezado, la miré preparar el café para los dos, mirando discretamente de
vez en cuando. Unos minutos más tarde, volvió con una pequeña bandeja y
la puso sobre la mesa antes de sentarse frente a mí. Poniendo una de las
tazas delante de mí, sujetó la otra. Entre nosotros había un plato lleno de
barritas de limón.
La miré interrogante, pero ella estaba ocupada bebiendo de su taza, con la
mirada hacia abajo.
—¿Hoy no había trabajo? —preguntó en su taza de café.
—Tengo que volver pronto.
Ella asintió y nos quedamos en silencio.
—Entonces, no vamos a hablar —concluí—. No pienso disculparme por
intentar ayudarte, si eso es lo que esperas que haga.
—No, no eres el tipo de persona que se disculpa, ¿verdad? —preguntó,
levantando sus grandes ojos marrones hacia los míos—. ¿Alguna vez te
disculpas por algo?
—Intento no hacer nada por lo que tenga que disculparme —respondí
sinceramente. Intentar era la palabra clave.
Ella suspiró y dio otro largo sorbo a su café.
—No estoy enfadada contigo por ayudarme. Hubiera preferido caminar
por mi cuenta, pero no voy a seguir enfadada contigo por cargarme. Me
molestó un poco tu último comentario, eso es todo. Aun así, lo siento —
murmuró.
Un poco divertido, me incliné hacia delante, apoyando los codos en la
mesa.
—¿Perdón? No pude escuchar lo que le dijiste a tu café.
—Dije...—ella levantó la vista y se encontró con mis ojos—. Escuchaste
eso.
¿Por qué me gustaba provocarla?
¿Por qué disfrutaba cuando ella me devolvía el golpe?
—¿Por qué? —pregunté, cogiendo mi propio café.
Otro largo suspiro.
—Por cerrarte la puerta en la cara y dejarte ahí fuera. Fue inmaduro, pero
en mi defensa sabes exactamente qué botones apretar.
No podía discutir exactamente eso.
—De acuerdo. Ahora me dirás ¿cuál de mis comentarios te molestó?
—No es importante.
—Para mí sí lo es.
Nos miramos un rato.
—Dije que no soy como esas mujeres y tú dijiste, si tú lo dices.
Escondiendo mi sonrisa detrás de la taza, mantuve mis ojos en ella, y ella
eligió mirar a cualquier parte menos a mí. Parecía molesta y hosca al mismo
tiempo, y desafiante, por supuesto, no alguien que se arrepienta de haberme
cerrado la puerta en las narices.
—Lo dije como un cumplido, Rose.
Sus ojos volvieron a mirarme.
—Yo... Bien. Eso es genial entonces. Gracias.
—¿Cómo está tu tobillo? —pregunté, dejándola fuera de juego.
—Está mejor. No se ha hinchado, pero aún me lo tomo con calma.
Al menos la rigidez de sus hombros se había suavizado un poco.
—¿Cómo estamos? ¿También estamos bien?
Su sonrisa era todo lo dulce que podía ser.
—Sí, Jack.
—Has vuelto a hacer barritas de limón —comenté con la esperanza de
cambiar la conversación a un terreno más seguro cuando me sentí atraído
por ella aún más.
Ella se movió en su asiento.
—En realidad, esa era la razón por la que venía temprano. Te prometí que
haría más ayer, que traería un lote al apartamento, porque a mí también me
gustan. Pensé en hacerlas antes de abrir.
—¿Las hiciste para mí?
—Lo prometí. —Se encogió de hombros y metió las manos bajo las
piernas—. Y pensé que sería una buena disculpa por haberte dado un
portazo en la cara.
Levanté una ceja y tomé otro sorbo de mi café antes de alcanzar una de
las barras. Dando un mordisco, la observé mirándome.
Al sentir los ojos sobre mí, miré por encima del hombro de Rose y vi a
Sally que nos observaba desde su lugar con interés, y me perdí el final de la
frase de Rose. Dudo que pareciéramos una pareja real desde donde ella
estaba de pie, y mucho menos una pareja recién casada.
Tal vez deberíamos hacer algo para arreglar eso.
Mi atención volvió a centrarse en Rose.
—Así que tuvimos nuestra primera pelea de casados, ¿eh? ¿Cómo te
sientes al respecto?
—Me temo que la etapa de luna de miel se ha acabado para nosotros —
acepté con desgana.
Ella asintió.
—Lo solucionamos rápidamente. No veo buenas cosas para el futuro de
nuestro matrimonio.
—Nunca se sabe. Tal vez seamos uno de esos matrimonios que se pelean
a las primeras de cambio pero que nunca se divorcian. Puede que te quedes
conmigo.
—Oh, eso suena agotador, y molesto para otras personas. No seamos
como ellos. Busquemos mejores ejemplos y tratemos de imitarlos.
—¿Cómo quién?
Su mirada se deslizó hacia el techo mientras trataba de encontrar un
ejemplo.
—En realidad, no creo que conozca muchos matrimonios. ¿Y tú?
—Me temo que los que conozco no son personas a las que me gustaría
imitar —respondí.
—¿Evelyn y Fred?
—Son más compañeros que otra cosa.
—Oh, por la forma en que Fred habló de ella esa noche, supuse que
estaban enamorados.
—Sí se aman, pero creo que si no tuvieran un hijo, no tendrían mucho en
común más que el trabajo.
—¿Tus padres? ¿Qué hay de ellos? ¿Siguen casados? ¿Tienen un
matrimonio feliz?
Después de beber casi la mitad del café, lo dejé y me recosté.
—Son las últimas personas a las que te gustaría imitar, créeme. Sólo mira
cómo he resultado en un matrimonio feliz.
—No sé. Creo que hicieron un buen trabajo contigo. Entonces, ¿qué tal si
no imitamos a nadie y hacemos nuestras propias reglas?
—¿Qué clase de pareja quieres ser entonces?
Ella lo pensó un poco, tomando sorbos de su café de vez en cuando.
—No quiero ser una de esas parejas que están haciendo demostraciones
de afecto delante de todos. Mucho toqueteo. Podríamos ser más sutiles,
¿me entiendes?
Asentí con la cabeza y ella continuó.
—Déjame darte un pequeño ejemplo, por si acaso. Digamos que estamos
de pie y hablando con alguien, puedes cogerme de la mano o rodear mi
cintura con tu brazo, sólo mantenlo simple y... tal vez un pequeño e íntimo
beso. No lo sé, sólo... simple.
—¿Algún otro consejo que tengas para mí? —pregunté con una ceja
levantada.
—No era un consejo, exactamente. Me preguntaste qué tipo de pareja
quería que fuéramos ser, así que sólo digo. Me gusta ese tipo de pareja.
—¿Qué más?
—Quiero ser el tipo de pareja que tiene tradiciones. Como... tal vez los
lunes son noches de pizza. El jueves es el día de la pasta. Ese tipo de cosas.
—¿Eso es todo?
—Bien, dame un minuto. Voy a buscar esto en Google y ver en lo que
estamos trabajando. Déjame coger mi teléfono.
Antes que pudiera detenerla, se levantó y corrió a la cocina. Sus
movimientos eran un poco tambaleantes y trataba de ponerse de puntillas
sobre su pie izquierdo, pero en esencia se llamaría correr. Hizo un gesto a
Sally para que se alejara cuando parecía alarmada, y su regreso fue más
tranquilo, sin correr esta vez.
Resoplando, volvió a sentarse y se concentró en la pantalla de su
teléfono.
—Está bien, déjame ver...está bien, hay del tipo más formal como el
tradicional, desenganchado, cohesionado, perseguidor, distante no seremos
eso. Odio ese tipo. Opera... peleas acaloradas seguidas de apasionadas
reconciliaciones. —Levantó la cabeza y me echó una mirada, luego se
centró rápidamente en su teléfono—. No. Pareja romántica, eso no suena
tan mal, ¿verdad? De acuerdo, déjame intentar encontrar algo más
informal...
Me bebí el resto de mi café.
—De acuerdo. Los fanfarrones... básicamente DPA (Demostración
Pública de Afecto), esto es lo que quería decir. No me gusta ser todo extra.
Además, no te veo como una persona con DPA —murmuró.
—Pareja que da espacio, ¿supongo que somos así? ¿Por qué son pareja
casada? No podemos ser esto. Esa no soy yo. Incluso si esto es falso, no
quiero ser así. Si vamos a interpretar un papel, hagámoslo bien.
—Esos serían mis padres.
Su cabeza se levantó de nuevo.
—¿De verdad?
Asentí con la cabeza.
—Está bien. Está bien, qué más...qué más...pareja de luna de miel.
Maldita sea, nosotros acabamos de pelear, así que eso no nos sirve.
Después, pareja quejumbrosa...no. Pareja siempre junta...quiero decir... —
Me miró por debajo de las pestañas, pero ninguno de los dos hizo un
comentario—. El resto es una mierda. —Apoyó su teléfono para abajo—.
¿Algo específico que quieras ser?
—Quedémonos con hacer lo que haya que hacer en este momento.
—Eso es dejarlo muy abierto a la interpretación.
Me pasé la mano por la cara.
—¿Qué tal si simplemente somos nosotros mismos y actuamos natural?
—Eres muy divertido. Ser nosotros mismos individualmente no es el
problema. Cómo ser nosotros mismos como pareja, eso es lo difícil.
—¿Qué? ¿Quieres practicar el juego de simulación? —Ella me miró
extrañamente, pero no respondió. Cambié de táctica, porque jugar a fingir
no sería una buena idea en absoluto. No con la forma en que iban las cosas.
Esto era falso y temporal. Punto—. ¿Se me permite preguntar sobre tu
relación con tu ex-prometido? ¿Qué clase de pareja eran? ¿Por qué
rompieron?
Parecía sorprendida, pero al menos respondió.
—¿De dónde viene eso en la historia?
—Tengo curiosidad.
—Nunca eres curioso.
—Hoy, parece que lo soy.
Con cara de incomodidad, suspiró.
—No éramos un tipo específico de pareja, supongo. Hacíamos nuestras
cosas. A veces le gustaba el DPA incluso cuando yo no quería y me
molestaba, pero aparte de eso era una relación fácil. Mirando hacia atrás, tal
vez fue demasiado fácil. Y nosotros sólo... Dios, odio esto. Me sorprendió
cuando terminó las cosas. Salió de ninguna parte, me dejó con un texto. No
podía creer que estuviera tan equivocada con él. No podía creer que ya no
quisiera casarse conmigo. Lo llamé durante días, tratando de ponerme en
contacto. Nunca me contestó. Fui a su apartamento y su vecino dijo que se
había mudado. Así de simple, desapareció. —Ella levantó un hombro y
luego lo dejó caer.
—Sufrí allí durante unos días. Luego la tristeza dio paso a la ira. Me di
permiso para llorar y maldecirlo durante una semana, pero alguien que
rompe conmigo a través de un mensaje de texto no merece la pena llorar.
Dejé de llorar el cuarto día. No puedo permitirme el lujo de suspirar por
alguien que no me quiere. Él tenía esa manera de hacerme sentir menos sin
que me diera cuenta que lo estaba haciendo. Era extraño. Definitivamente
pensé que era el indicado para mí, hasta que rompió conmigo, pero cuando
ya no estaba cerca, las gafas de color rosa...se desprendieron rápidamente.
Era muy bueno para conseguir que dijera que sí a todo, incluso cuando yo
no quería. Todo el mundo lo quería, especialmente Gary.
—Pensé que no veías mucho a Gary.
—No lo hacía, pero Joshua realmente quería conocerlo así que como que
tenía que hacerlo...Él sabía exactamente qué decir para que le gustara, y en
cuanto a ser mi prometido... me pidió que me casara con él, pero no me dio
un anillo ni nada de eso, así que ahora que lo pienso, ¿quizás nunca quiso
seguir adelante con ello de todos modos? Quién sabe.
—¿Y ahora? ¿Sientes algo por él ahora?
Ella frunció el ceño.
—Por supuesto que no. A veces todo lo que necesitas es un poco de
tiempo para ver las cosas con una nueva perspectiva. Joshua y yo
parecíamos una gran idea sobre el papel, pero en realidad no creo que
hubiéramos funcionado a largo plazo. Creo que no había mucha chispa para
seguir adelante. No estoy triste que se haya acabado. De todos
modos...Jack, ¿por qué dijiste que viniste aquí de nuevo?
Dejé pasar el tema de Joshua.
Esto era falso. Esto era temporal.
—Quería ver si necesitabas algo. Y ver si estabas bien.
—Eso es... muy dulce de tu parte, Jack.
Antes que pudiera decir algo, la puerta detrás de mí se abrió, el aire frío
entró rápidamente mientras sonaba el timbre, una suave campanada de
bienvenida para los nuevos clientes.
Miré por encima de mi hombro para ver a cuatro mujeres que seguían
admirando las flores mientras Rose se ponía en pie. La sonrisa con la que
me estaba familiarizando ya se había dibujado en sus labios y ya no era sólo
para mí.
—Ahora vuelvo. —Su mente estaba obviamente concentrada en los
recién llegados mientras se acercaban lentamente, con sus ojos curiosos
captando todo.
Se volvió hacia el grupo de clientes.
—Bienvenidas —dijo Rose cuando las mujeres conversadoras estuvieron
por fin cerca de ella.
Mis ojos se dirigieron a sus labios cuando su sonrisa se amplió cuando las
mujeres sonrieron y saludaron.
—Si tienes trabajo que hacer, debería irme. Tengo la tarde y la noche
ocupadas —comenté, distraído.
Su mirada volvió a dirigirse a mí.
—¿No vas a venir esta noche? No es necesario, por supuesto, pero yo...
—He retrasado una reunión para poder venir ahora, así que voy a tener
que quedarme hasta tarde para ponerme al día con mis llamadas después
que termine. Enviaré a Raymond. ¿Crees que serás capaz de volver al
apartamento en una sola pieza?
—Oh, eso es gracioso, Sr. Hawthorne.
—¡Rose! —gritó Sally, llamando su atención.
En lugar de ir detrás del mostrador para trabajar junto a Sally, Rose se
quedó junto a los clientes, charlando con ellos y señalando la comida bajo
las cúpulas de cristal. Esperé unos minutos, sintiéndome impaciente;
esperar no era mi fuerte. Finalmente, tras una larga discusión y varios
cambios de decisiones, todo el mundo había dado sus órdenes. Me comí
otra de las barritas de limón que Rose había horneado y me levanté de mi
asiento. Cogí la cartera del bolsillo trasero y saqué algo de dinero. Ella no
se dio cuenta de mi presencia hasta que estuve de pie junto a ella.
—Oh, Jack, ya voy...
Los ojos de todos estaban sobre nosotros, especialmente los de Sally, así
que traté de ser cuidadoso.
—Tengo que irme. —Le tendí un billete de cien dólares a Sally y en lugar
de ser una buena empleada y tomarlo de mí antes que Rose pudiera ver, su
mirada saltó de mí a Rose.
—Ummm... Rose —murmuró, haciendo que Rose apartara sus ojos de mí
y la mirara a ella y luego al dinero que yo sostenía.
—¿Para qué es eso? —preguntó Rose, frente a mí.
Suspiré y, tras lanzarle una fría mirada a Sally, me encontré con los ojos
de Rose.
—No hagamos esto de nuevo. Tómalo —ordené, tendiéndoselo.
—No me obligues a hacerte daño, Jack Hawthorne —dijo lentamente, y
mis labios se movieron involuntariamente. Podía imaginar que lo que decía
iba en serio. No tenía ninguna duda que podía hacerme daño.
—Necesito irme —repetí. Entonces, pensando que sería simplemente una
buena distracción, un buen espectáculo para su empleada e incluso una
especie de práctica para el evento de caridad al que asistiríamos, deslicé mi
brazo alrededor de su cintura. Sus ojos se abrieron ligeramente en señal de
alarma, su cuerpo entero estaba rígido, pero al menos no estaba nerviosa
como en nuestra primera salida. Lentamente su cuerpo se relajó, y arqueó la
espalda para poder mirarme con esos grandes ojos.
Un toque simple y sin sentido tendría que ser actuado más natural en un
momento de nuestro falso matrimonio, casi como si tocarla o besarla
delante de otras personas se convirtiera en algo natural. La práctica era
buena.
—Gracias por el café. Siempre es lo mejor —murmuré, teniendo
problemas para apartar la mirada. Luego me incliné y dudé por un instante
antes de darle un beso persistente en la frente mientras ella seguía
mirándome con confusión. Ese punto me pareció el más inofensivo y me
tomé mi tiempo, respirando su dulce y fresco aroma. Cuando me retiré, una
de sus manos estaba apoyada en mi pecho, la otra se aferraba a mi brazo. Su
pecho subía y bajaba, y parpadeaba hacia mí.
Tomando su mano que había terminado en mi pecho, abrí sus dedos, y la
punta de mi dedo se topó con su anillo de bodas. ¿Por qué una cosa tan
simple y, en nuestra situación, me daba tanto placer? Ella no era mía, pero
la idea...la posibilidad... Coloqué el dinero en su palma de la mano, aún
enrojecida, antes de cerrar suavemente los dedos en torno al billete.
Sorprendentemente, no dijo ni una palabra, sólo siguió mirándome como si
estuviera perdida. ¿Estaba ella tan afectada como yo por nuestra
simulación?
—No te lo quites, ¿ok? Me gusta verlo en tu dedo —susurré.
Ya me había olvidado de la gente que nos rodeaba. Esto no era tanto para
ellos, sino más bien para mí, pensé, sólo para poder ver esa mirada suave en
su rostro. Le cogí la mejilla y me incliné lo suficiente para susurrarle al
oído.
—¿Es esa la cantidad correcta de DPA para nuestro falso matrimonio?
Un pequeño beso íntimo, dijiste, ¿verdad? ¿Un brazo alrededor de la
cintura? ¿Cuerpos cerca, pero sin tocarse? —Levanté la cabeza lo suficiente
como para poder ver sus ojos y, en voz más alta, dije: —No te quedes de pie
mucho tiempo, todavía estás cojeando.
No parecía que fuera a decir nada, así que empujé un poco más.
—¿Puedes al menos despedirte de tu marido?
—Uh... debería, ¿no? ¿Adiós?
Después de desear un buen día a todos los que no tenían la decencia de
ocuparse de sus propios asuntos, me fui.
Sí, la práctica fue buena.
Capítulo Once
Jack
Más de una hora después, estaba de vuelta en mi oficina, almorzando y
respondiendo a los correos electrónicos cuando mi teléfono vibró en el
escritorio con un nuevo mensaje de texto.
Rose: Te devolveré el dinero en cuanto te vea.
Suspirando, dejé el tenedor y el cuchillo y cogí el teléfono.
Jack: Te quedaste callada bastante tiempo. Ya ha pasado una hora.
¿Todavía estás con eso?
Rose: Era la hora del almuerzo. No me vas a pagar por una taza de café.
Además, el recuento de clientes de hoy es de un total de 68. Todos los
sándwiches se han acabado. ¡Sí!
Jack: No voy a seguir hablando de dinero contigo. Felicidades por los
nuevos clientes. ¿Los estás contando?
Rose: Por supuesto que los estoy contando. ¿Quién no lo haría? ¿Y qué
pasa con lo que otras personas piensan sobre el dinero? Sally hizo un
montón de preguntas sobre ti después que te fuiste. ¿Qué marido pagaría el
café en la cafetería de su mujer?
Fueron pequeñas cosas como esta las que fueron resquebrajando poco a
poco mi decisión contra ella. Nadie más contaría sus clientes. Nadie más
sonreiría tan grande y hermoso como ella cuando me veía, simplemente
porque yo aparecía. Nadie más se dejaría la piel cada día y cada noche y
aun así encontraría una manera de romperme las pelotas. Nadie más se
atrevería a darme con la puerta en la cara, pero ella hizo todas esas cosas, y
por eso, por ella, no estaba seguro de cuánto tiempo sería capaz de
mantener mi parte de la farsa.
Jack: ¿Y debería preocuparme por Sally porque...? Tu marido paga su
café porque quiere que su mujer tenga éxito.
Rose: Espero que no te lo tomes a mal, pero a veces no sé qué decirte.
Sonreí a mi teléfono.
Jack: Ves, nos va bien como falso matrimonio. Eso sonó muy a lo que
una esposa le diría a su marido. Además, no te pusiste nerviosa cuando te
puse las manos encima esta vez. Yo diría que eso es un progreso.
Rose: Sí, porque te acercaste a mí como una tortuga.
Estaba bebiendo agua cuando llegó su mensaje, y al leerlo empezó un
ataque de tos. Duró lo suficiente como para que Cynthia entrara a ver si
todo estaba bien. La despedí y volví a coger el teléfono.
Jack: Intentaré trabajar en ello.
Rose: Debería haber un punto medio, creo, pero fue un buen comienzo.
Definitivamente se acerca más al tipo de pareja que querría ser si estuviera
realmente casada.
Jack: Cierto. Espero no haberte avergonzado demasiado.
Rose: No, estuvo bien. A todos les pareció muy romántico. Todo el
mundo ama un buen beso en la frente.
Jack: Supongo que tú no.
Comprobé la hora. Tenía otra media hora antes que tuviera que ir a la sala
de reuniones y prepararme, y mi almuerzo aún no estaba terminado, sin
mencionar que todavía tenía correos electrónicos que necesitaba contestar.
No tuve tiempo de enviar mensajes de texto a nadie, y mucho menos para
meterme en un maratón de mensajes, pero cuando era Rose la que estaba al
otro lado de esos mensajes, no podía evitarlo.
Rose: Quiero decir, no hay nada malo en ello, supongo. Es sólo un poco
raro a veces. ¿Por qué no me besas en los labios? Con el chico adecuado,
incluso un simple beso en la mejilla puede hacer que las cosas sucedan, o
un beso en la sien, o en el cuello, o uno en la piel justo debajo de la oreja.
No entiendo el significado.
Jack: ¿Hacer que sucedan cosas como qué?
Ella tardó más en responder.
Rose: Cosas.
Jack: Ya veo.
Rose: No era yo quien decía que prefería que me besaras en los labios en
lugar de la frente. La próxima vez, quiero decir, cuando sea necesario
volver a hacer ese tipo de cosas.
Jack: Puedo intentarlo, si quieres, para ver cómo funciona.
Rose: Quiero decir, es tu preferencia. Deberías hacer lo que te parezca
bien.
Sus labios entonces, la próxima vez serían sus labios los que probaría.
Rose: No quiero que pienses que estaba pescando un beso o algo como
eso.
Jack: ¿Hay alguna razón por la que todavía nos mandamos mensajes y
no hablamos por teléfono en su lugar? Esto no es eficiente.
Rose: Como he dicho, a veces no sé qué decirte.
Jack: Creo que lo estás haciendo bien considerando el número de
mensajes que has enviado en los últimos cinco minutos. Hay algo que
olvidé decirte cuando estaba allí.
Últimamente todo había empezado a escaparse de mi mente cuando
estaba cerca de mí.
Jack: Hay un evento de caridad al que tenemos que asistir este fin de
semana. Es este sábado. ¿Crees que puedes ir?
Rose: Ese fue nuestro trato. Tú cumpliste tu parte, yo haré lo mismo.
Pensé que ese sería el final de nuestra improvisada conversación de texto,
pero seguían llegando más.
Rose: ¿Qué estás haciendo?
Jack: Comiendo. Tengo una reunión en media hora.
Rose: ¿Estás almorzando fuera?
Jack: En mi oficina.
Rose: ¿Estás almorzando solo en tu oficina?
Jack: Sí.
Rose: ¿Por qué no me lo dijiste? Hago unos sándwiches estupendos.
Miré mi costoso almuerzo de filete y deseé tener un sándwich en su lugar.
Jack: La próxima vez.
Rose: Bien. Te dejaré ir para que puedas terminar de comer antes de la
reunión.
No estaba seguro de lo que me pasaba, porque llamarla no era lo que se
suponía que debía hacer a continuación. Ella contestó al segundo timbre
justo cuando la puse en el altavoz.
—¿Jack? ¿Por qué llamas?
—Después de recibir todos estos mensajes, diría que ya no estás molesta
o enfadada conmigo, ¿correcto?
Su voz sonó un poco tímida cuando respondió.
—No en este momento. No soy la mejor para guardar rencores, como
puedes ver.
—Voy a tener que recordarte eso cuando llegue el momento.
—Supongo que las cosas no están ocupadas en la cafetería si puedes
enviar mensajes de texto durante tanto tiempo.
—Y supongo que odias los mensajes de texto. —Ella tenía razón;
realmente lo hacía—. Nosotros tenemos clientes —continuó—. Espera,
déjame comprobarlo. —Hubo un silencio durante unos segundos y luego su
voz volvió a la línea—. Ocho mesas llenas y cuatro más en la barra. Estoy
cubriendo el frente y hablando contigo. Oh, espera, el cliente número
sesenta y nueve acaba de entrar.
—Voy a colgar entonces.
—¿Por qué? No. Quédate en la línea, ahora vuelvo.
Debería haber colgado. En cambio, la escuché tomar una orden.
—Jack, ¿estás ahí?
—Me dijiste que esperara.
—Bien. Estoy preparando dos macchiatos. Son para llevar. ¿Vamos a
hacer algo esta noche?
—¿Cómo qué? —pregunté.
—¿Cómo algún evento, cenas de trabajo, reuniones con clientes?
—Suponía que no te gustaban esas cosas.
—No en verdad, pero la última vez no estuvo tan mal. Podemos
divertirnos o hacerlo que sea divertido, todo esto de la fantasía,
especialmente desde que te conozco mejor ahora.
—¿Crees que me conoces?
—Oh, sí, Jack Hawthorne. Me he dado cuenta que te conozco. Un
segundo.
Volvió a su cliente y, como un tonto, seguí esperando, ansioso para
escuchar lo que iba a decir a continuación.
—Ya he vuelto. ¿Qué estaba diciendo?
—Crees que me has descifrado.
—Ah, sí. En realidad tengo una idea bastante buena de qué tipo de
persona eres.
—¿Vas a compartirlo o vas a hacerme esperar?
—Oh, voy a hacerte esperar. Creo que eso te gustará más.
—No me gustará. Dímelo ahora.
Su risa sonó en mis oídos y cerré los ojos, bebiéndola.
—No. Los clientes setenta y setenta y uno acaban de entrar. Te veré esta
noche, Jack. Muestra algunas sonrisas de mi parte. ¡Adiós!
Y así colgó, dejándome con ganas de más. ¿Es esta mi vida ahora?
Mi estado de ánimo sólo decayó cuando intenté concentrarme en los
documentos que tenía frente a mí y no pude. Todo lo que podía pensar era
en cómo podía salir de la tumba en la que me había metido. Cuando llegó
la hora, me fui a la reunión.
Por suerte, todo lo demás estaba listo, así que después de hacer una
rápida comprobación de los documentos para confirmar que todo estaba en
orden, salí de mi oficina.
Cynthia me saludó, poniéndose de pie.
—Si estás lista, vamos.
Cogió su tablet y me siguió.
—Bryan Coleson llamó. Dos veces, hoy.
Apreté los dientes, pero no contesté.
—¿Se lo has dicho?
Dejé de moverme. Ella dio unos pasos pero, al darse cuenta que yo ya no
caminaba, se detuvo y retrocedió.
—Vas a dejar de hacerme esa pregunta —me obligué a decir, tratando de
no ser demasiado grosero.
—Te respeto mucho, Jack. Sabes que lo hago. He estado trabajando
contigo durante años y nunca he hecho esto, pero ahora mismo necesitas a
alguien que te diga que lo estás haciendo mal. Yo soy ese alguien. Por muy
extraña que sea la idea, sabes que lo estás haciendo mal.
—Llegamos tarde a la reunión. Si quieres...
—No, no es así. Morrison llamó hace diez minutos para decir que llegaría
tarde.
—Gadd está esperando con sus abogados.
Lo intenté de nuevo.
—Yo también te respeto, Cynthia. Como dijiste, has estado conmigo
desde hace años, pero esto no te concierne, y pensaría que después de los
años que hemos pasado juntos, sabrías que es mejor no presionarme en esto.
—Me importas, así que diría que debería.
Empecé a caminar de nuevo, pasando silenciosamente por delante de
algunos de los asociados más veteranos cuando me saludaron. Cynthia
siguió mi ritmo, sin pronunciar otra palabra. Pensé que por fin había
terminado, pero eso cambió cuando no había nadie más a la vista y
volvimos a estar solos.
—Díselo. No es demasiado tarde.
Me detuve de nuevo bruscamente. Preparada esta vez, se detuvo junto a
mí, un poco sin aliento. Después de mirar detrás de mí, la llevé a una
pequeña oficina de despacho de un asociado junior y cerré la puerta.
Nuestras voces seguirían sonando pero al menos estarían amortiguadas y
habría una cierta privacidad.
—No voy a volver a tener esta misma conversación contigo. Esta es mi
última advertencia.
—Que me digas que no vuelva a hablar de esto no es que tengamos una
conversación al respecto.
—¿Qué demonios te pasa hoy? —pregunté, frustrado y no seguro de
cómo manejar esta faceta de mi asistente.
—Te lo dije: el día que hiciste este ridículo trato, te dije que no lo
hicieras. Era la idea más estúpida que habías tenido.
—¿Crees que jodidamente no lo sé? —gruñí, mi temperamento se
desbordó— ¿Crees que no me di cuenta de eso en el momento en que ella
siguió mi plan?
—¿Entonces cuál es el problema? Díselo.
—¿Decirle qué, por el amor de Dios? ¿Decirle que básicamente la acosé
y que cuanto más sabía sobre ella, más me interesaba? ¿O debería decirle
que me importa un bledo la propiedad?
—No la acosaste, Jack. Estabas tratando de ayudarla. Ella entenderá
cuando se lo expliques.
—¿Intentar ayudarla casándome con ella? Había un número de otras
cosas que podría haber hecho para ayudarla, Cynthia. Casarse no era lo
primero de la lista, no debería haber estado en la lista en absoluto. Estaba
siendo un bastardo egoísta.
—Tu propio beneficio...
Mi voz había subido lo suficiente como para que George, que pasaba por
allí se detuviera y abriera la puerta.
—¿Qué está pasando aquí? Puedo oír sus voces desde un kilómetro de
distancia. ¿No se supone que estás en la reunión de Morrison y Gadd?
—Me dirijo hacia allí ahora —dije entre los dientes—. Acabamos de
recoger un archivo que necesitábamos.
Frunciendo el ceño, George aceptó la mentira y, dirigiéndonos una última
mirada confusa, se marchó.
Cynthia empezó a hablar conmigo antes que pudiera pronunciar otra
palabra.
—Me hiciste investigarla hace un año. ¿Por qué has esperado tanto para
presentarte?
—Sólo te lo voy a decir una vez más, Cynthia: si vuelves a decir otra
palabra sobre este tema, te despediré en el acto y ni siquiera me lo pensaré
dos veces al respecto. Me importa un bledo si eres la mejor o no.
Sin esperar a que se diera cuenta de lo que acababa de decir, salí de la
habitación y me dirigí directamente a la reunión.
Para cuando la reunión terminó, mi cabeza latía con fuerza y estaba listo
para terminar el día e irme. Sin embargo, sólo eran las cinco de la tarde, así
que me quedé en mi oficina durante unas horas más, revisando más
papeleo.
Cynthia fue lo suficientemente inteligente como para mantenerse fuera de
mi vista todo el tiempo. Desahogué todas mis frustraciones en el trabajo y
ni siquiera pensé en otra cosa por el resto del día, por lo que cuando terminé
mi última llamada telefónica y levanté la cabeza, me sorprendió mucho ver
a Rose de pie justo en la puerta de mi oficina, hablando con mi asistente.
Tratando de mantener mi ira con Cynthia me levanté lentamente de mi
escritorio y me dirigí hacia ellas.
Cuando abrí la puerta de cristal demasiado rápido, Rose dio un pequeño
salto, su mano voló hacia su pecho.
—Me asustaste. ¿Cómo llegaste tan rápido? Estabas sentado en tu
escritorio cuando miré adentro.
—¿Qué estás haciendo aquí? —espeté, mis ojos pasaron de ella a
Cynthia.
Cynthia me hizo un gesto de desaprobación con la cabeza, que decidí
ignorar.
Los ojos de Rose se abrieron ligeramente, y me maldije.
—Lo siento. Si este es un mal momento, no tengo que...
—Entra. —Cuando no se movió, traté de suavizar mi tono—. Por favor
entra, Rose. —Cuando pasó por delante de mí, le eché una larga mirada a
Cynthia—. Has terminado por hoy. Puedes irte.
—Estaba pensando que debería hacerlo —respondió fríamente, y apreté
los dientes.
Cerrando la puerta y esperando que Cynthia se fuera lo más rápido
posible, me giré para encontrar a Rose de pie en medio de la habitación.
—Por favor, siéntate —dije, señalando una de las sillas de cuero frente a
mi escritorio.
—Jack, si estás ocupado...
—He terminado mi última llamada. Ya no estoy ocupado.
Sin dejar de mirarme, se sentó lentamente, con sus ojos estudiándome.
—Pareces extra malhumorado. Puedo irme.
Suspiré y me pasé la mano por la cara, intentando recomponerme.
—¿Extra malhumorado? —pregunté, levantando las cejas. Ella se mordió
el labio inferior y se encogió de hombros. Tuve que apartar la mirada de su
boca antes de olvidarme de todo lo demás y actuar—. No, no tienes que irte.
Demasiadas reuniones, demasiadas llamadas, eso es todo. No quise ser duro
ahí fuera, simplemente no esperaba verte.
—Esa suele ser mi línea. Siempre apareces cuando no te espero. —No
conseguí devolver la sonrisa—. Ray vino a la cafetería cuando me
preparaba para cerrar, cuando me preguntó si debía llevarme de vuelta al
apartamento o recogerte a ti primero, pensé que sería un buen cambio de
ritmo, es decir, que yo te recogiera.
Sus labios se curvaron ligeramente y mis ojos se centraron en eso. Su
sonrisa era lo que me había metido en este lío la primera vez que nos
presentaron.
Me quedé mirándola mientras un ceño fruncido sustituía su sonrisa.
—¿Jack? ¿Estás seguro que todo está bien? ¿Hay algo en lo que pueda
ayudar?
Desafortunadamente, no todo estaba bien. Estaba perdiendo el control, y
era todo por ella, todo por la culpa de la que no podía deshacerme. Si seguía
por el mismo camino, lo único que conseguiría sería que ella me odiara. Las
palabras de Cynthia volvieron a mí y las consideré por un segundo,
consideré decírselo a Rose. Tal vez si ella escuchara todo, tal vez si supiera
lo que había pasado y lo que estaba pensando, decidí no hacerlo. No estaba
preparado para perderla todavía.
Si pudiera encontrar el valor para decírselo un día y esperar que se
quedara, las cosas tendrían que cambiar drásticamente.
Necesitaría todo el tiempo posible para intentar que ella sintiera algo por
mí, y tal vez en el camino se me ocurriría una buena manera de admitir que
la había engañado desde el principio, para admitir que la razón por la que
ofrecí casarme con ella no era para tener a alguien con quien asistir a las
fiestas. Odiaba todos los eventos, rara vez iba a ellos. No era para aparentar
ser un hombre de familia para apaciguar a los clientes, y definitivamente no
era porque estuviera interesado en la propiedad. Podría haber comprado
diez de ellas si estuviera tan interesado.
Pero, para poder decirle todo eso, tendría que olvidarme de la culpa que
me carcomía por dentro y centrarme en conseguir y mantener su atención.
Tomando una decisión concreta, me centré en Rose.
—Todo está muy bien.
—¿Estás libre para volver a cenar conmigo esta noche?
Eso despertó su interés.
—¿Comida para llevar?
—Si es lo que quieres.
—¿Podemos comer pizza otra vez?
—Si me dejas echar un vistazo a tus rodillas, me lo pensaré.
La mirada que me echó...
—Eso ha sonado un poco pervertido, Jack.
La dulce sonrisa en sus labios de la que había anhelado ser el receptor
durante tanto tiempo...
Estaba arruinado.
Al final, tuvimos la pizza, pero ella no me dejó echar un vistazo al daño a
sus rodillas. Cuando se trataba de Rose, yo sabía que tenía mucho trabajo
por delante.
Lo bueno es que, después de conocerla y pasar tanto tiempo con ella, no
tenía ninguna intención de retroceder.
Agarrando mi teléfono, encontré el número de Bryan Coleson en mi lista
de contactos y pulsé llamar. Por fin le devolví la llamada.
Capítulo Doce
Rose
Estar casada con Jack Hawthorne había resultado tener sus propias
ventajas, aparte de la mirada melancólica y el porno de brazos casi diario,
quiero decir. Por mucho que no me gustara la idea de tener un chófer que
me llevara al trabajo, no opuse resistencia cuando Jack me obligó a ir con
Raymond por las mañanas en lugar de caminar por Central Park y meterme
en situaciones, sus palabras, no las mías, porque sabía que era más seguro.
Aun así, murmuraba en voz baja y daba la impresión de luchar para
parecer más impresionante e intrépida a sus ojos, lo que sonaba estúpido
cuando más lo pensaba, pero aun así lo hice.
Siendo el tipo espinoso y sin sentido que era, con una mano en mi
espalda...literalmente, me empujó todo el camino desde el apartamento
hasta el coche donde Raymond estaba esperando junto a la puerta del
pasajero, como si fuera a huir de él como un niño si no me hubiera puesto la
mano encima. Yo estaba bastante bien con la actuación, porque mantenía su
mano firmemente en mi espalda. Así que, la broma era sobre él. Me las
arreglé para murmurar todo el camino en el ascensor, y él ni siquiera
pronunció una palabra.
Había algo en su rudeza que me encantaba. Desanimaría a algunas
personas, definitivamente me desanimó, pero cuanto más llegué a
conocerlo, más lo encontraba adorable.
Mientras Raymond me llevaba a la cafetería, tenía una sonrisa divertida,
porque Jack se veía tan triunfante, mientras me cerraba la puerta del coche
en la cara.
Charlé con Raymond para ocultar mi vértigo y aprendí más sobre él. Un
tema en particular que surgió a los pocos días de nuestros paseos matutinos
era que estaba probando la escena de las citas en línea por primera vez en su
vida después de divorciarse de su ex mujer, a la que había pillado
engañándolo con uno de sus amigos.
Gracias a Dios no habían tenido hijos. Los dos estábamos contentos por
eso, y el relato de las horribles e incómodas citas nos divirtió mucho
temprano en la mañana.
Al final de la semana, sabíamos casi todo el uno del otro y habíamos
dejado de sentir que él era mi chofer y se había convertido en ir al trabajo
con un amigo. También ayudó que él era la única persona que sabía de
nuestro falso matrimonio y nunca mencionó lo raro que era.
Hubo muchas veces que quise preguntarle sobre Jack, sólo pequeñas
preguntas aquí y allá, pero preguntarle cuánto tiempo había estado con Jack
fue lo más lejos que llegué.
Me miró a través del espejo retrovisor de forma extraña.
—Seis años. No deja a mucha gente que se acerque, pero una vez que lo
conoces, no es tan malo como parece.
Pensé que se veía muy bien, pero estaba bastante seguro que Raymond no
estaba hablando de su apariencia. Seguramente poseía una gran cantidad de
información...sobre el hombre que era mi marido, pero no me parecía bien
acribillarlo a preguntas, así que me acobardé. Después de unos días, había
aceptado que tendría que experimentar personalmente la máxima alegría de
conocer a mi falso y verdadero amor, que odiaba compartir cualquier tipo
de información personal de buena gana a no ser que lo acosaras durante un
buen rato.
Una cosa que había aprendido era que odiaba que yo preguntara y
respondiera preguntas por mi cuenta como si hablara por él. Esa era una
buena manera de hacer que frunciera el ceño y hablara por su cuenta. No
creo que le gustara mucho cuando lo hacía, pero tampoco creía que le
gustara mucho la mayoría de las veces.
Me hubiera gustado pensar que me toleraba, y pensé que eso era al menos
un buen punto de partida.
Yo, por otro lado, me estaba acostumbrando a sus maneras de Grinch.
El día que me diera una sonrisa cálida y genuina, iba a celebrarlo con una
tarta. Todavía no me gustaban algunas cosas de él, como que apenas lograba
saludar a la gente a su alrededor y quizás algunas otras cosas, pero no
estábamos en una relación real, así que no me sentía con derecho a
regañarlo por ninguna de ellas. Para ser justos, pensé que era sólo su
personalidad. No se esforzaba en ignorar a la gente. No podía evitarlo si se
había criado en una familia estirada, familia rica.
La única vez que lo odié un poco en toda la semana previa al fin de
semana en el que tendríamos que asistir a nuestro primer gran evento como
pareja casada fue cuando me dio su tarjeta de crédito en la cocina el
miércoles.
—Sobre el evento del sábado, esto es importante —comenzó mientras
entraba en la cocina, sorprendiéndome mientras buscaba las tazas de viaje
en los estantes más altos.
—¡Jesús! —espeté cuando una de ellas estuvo a punto de aterrizar en mi
cara antes que se estrellara contra el suelo.
—¿Qué haces levantado tan temprano? —pregunté mientras ambos nos
agachábamos para recogerla. Todo sucedió como en las películas. Fui más
rápida que él por un segundo y cerré mi mano alrededor de la taza justo
antes que él rodeara la mía con su gran mano. Mi cabeza se levantó y me las
arreglé para golpear su mandíbula con mi cabeza. Todo lo que oí fue un
gruñido y luego mis mejillas ardían.
—La tenía —grazné, haciendo una mueca de dolor y masajeando mi
cabeza donde había golpeado su sorprendentemente dura y perfectamente
formada mandíbula cuadrada mientras seguía de rodillas en el suelo.
Cuando volví a mirar hacia arriba, él también se estaba frotando la
mandíbula. No sabía qué más añadir a la conversación cuando mis ojos se
posaron en él, tenía muy buen aspecto para ser verdad a una hora tan
temprana, aunque probablemente recién se había levantado de la cama. Yo,
sin embargo, tuve que despertarme al menos media hora antes de lo que se
suponía que debía hacerlo para poder parecer algo presentable ante el
mundo.
En mi interior, me maldije por haberme tomado diez minutos más en la
cama y haber decidido maquillarme en la cafetería. Aparté mis ojos de él y
me arrodillé. Él extendió su mano para ayudarme a levantar. Tan pronto
como alcancé su mano y nuestra piel estuvo en contacto, experimentamos
una pequeña descarga eléctrica. Pensé que, para estar segura, debería
levantarme por mi cuenta, pero él seguía con la mano extendida entre
nosotros, así que volví a intentarlo.
—Me gustaría vivir este día, no me golpees —murmuré, lentamente y
dejé que me levantara. Cuando me puse de pie, me di cuenta que estaba
demasiado cerca de él, lo suficiente como para sentir el calor de su cuerpo.
—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome directamente a los ojos con lo
que parecía preocupación.
Un poco nerviosa por su cercanía y su hipnotizante color de ojos, recordé
que probablemente debería soltar su mano.
—Sí. Claro. —Di un paso atrás, apoyándome en el borde del mostrador.
—Buenos días. Hola.
—Buenos días.
—Nunca te levantas tan temprano. ¿A qué debo el placer?
—Normalmente me levanto temprano. —Comprobó su reloj—. Llegas
quince minutos retrasada. Normalmente no te veo en la cocina. Te gusta
bajar corriendo las escaleras y salir por la puerta cada mañana. Puedo oírte
cuando estoy tomando mi café.
—Oh, no lo sabía. Si supiera que estabas aquí, te daría los buenos días
antes de salir.
—Eso estaría bien.
Ante su inesperada admisión, no supe qué hacer conmigo misma.
Asintiendo con la cabeza y aclarando mi garganta bajo su mirada
impávida, miré hacia otro lado.
Cuando me di cuenta que estaba cerrando la puerta del armario, lo detuve
con una mano en su brazo.
—Yo también necesito la otra taza de viaje.
—¿Para qué? —preguntó, mirando mi mano en su brazo antes de
tomarla. Retiré mi mano y la mantuve detrás de mi espalda para no
meterme en más problemas.
Le agradecí en voz baja cuando puso la taza junto a la otra en el
mostrador, cerca de la brillante máquina de café expreso.
—La otra es para Raymond.
—Parece que se llevan bien —comentó despreocupadamente, tal vez
demasiado despreocupadamente.
Le dirigí una mirada interrogativa antes de intentar volver a concentrarme
en el café.
—Pasamos todas las mañanas juntos, así que sí. Es decir, hablamos. ¿Es
eso un problema?
—Por supuesto que no. —Pareciendo un poco incómodo, se movió sobre
sus pies, sorprendiéndome—. Sólo intentaba entablar una conversación.
Sintiéndome como una idiota, bajé la cabeza y sentí algo que me hacía
cosquillas en la nariz. Pensando que me estaba sangrando la nariz porque
algo estaba definitivamente goteando hacia abajo, incliné mi cabeza hacia
atrás.
—Oh, Jack, toalla de papel. Creo que me está sangrando la nariz.
Manteniendo mi cabeza inclinada hacia atrás, traté de encontrar a ciegas
la toalla de papel yo misma. En lugar de eso, puse mi mano en lo que
parecía ser su antebrazo y aguanté.
No se me daba bien ver sangre. No me desmayaba ni nada dramático
como eso, pero tampoco me habría llamado a mí misma un fan de ella.
—Toma —murmuró Jack, y sentí que me acariciaba suavemente la nuca.
—Quédate quieta. —Luego me puso la toalla de papel en la mano y yo
enrosqué mis dedos alrededor de ella.
Con su mano sosteniendo mi cabeza y mi mano agarrando su hombro, me
llevé la toalla a la nariz y lentamente, con su ayuda, empecé a enderezarme.
Definitivamente, algo corrió por mi nariz, pero cuando miré el papel, me
sentí como una completa imbécil.
Con la cara encendida y los oídos zumbando, aflojé mi agarre mortal a
sus hombros increíblemente musculosos y le di la espalda, deseando que el
suelo se abriera y yo pudiera desaparecer.
—¿Qué pasa? —me preguntó, con su voz por encima de mi hombro, su
aliento me hacía cosquillas en el cuello.
Dios mío. Cerré los ojos.
—Nada. No es una hemorragia, es una falsa alarma —grazné y me
enfrente a la máquina de café expreso, moqueando constantemente porque
algo seguía bajando y tratando de ocultar mi cara roja todo el tiempo.
—¿Qué te pasa en la voz?
El graznido no había sido sólo por mi vergüenza. Mi garganta realmente
me dolía un poco al tragar, pero había pensado que no era nada cuando me
desperté. Sin embargo, si añadía mi secreción nasal a la mezcla, tal vez era
algo más.
—Me duele un poco la garganta. Probablemente no sea nada, sólo un
pequeño resfriado.
—¿Vas a enfermar?
—No, no es nada. Estaré bien para el evento. —No era ni atractivo ni útil
cuando tuve que resoplar un par de veces justo al final de mi frase.
—No es por eso que pregunté, Rose.
Le eché una mirada rápida antes de tocar la pantalla para el espresso.
—Oh, bueno, aun así... estoy bien. Estaré bien.
—Has estado trabajando demasiado.
—Tú también trabajas mucho. Te encierras en tu oficina incluso después
de volver aquí cada noche. ¿Qué tiene eso que ver? —Me encogí de
hombros, tratando de mantener mi cabeza ligeramente inclinada hacia atrás
para evitar que cualquier líquido saliera por la nariz—. Probablemente sea
el clima frío. Nunca me pongo enferma durante mucho tiempo.
—Se me pasará en un día o dos. —El espresso dejó de gotear, así que
empecé a vaporizar la leche—. ¿Estabas diciendo algo sobre el evento del
sábado cuando entraste en la cocina? Levanté la voz para que me oyera,
pero ya estaba un paso por delante de mí porque se había acercado aún más
y ahora estaba de pie justo detrás de mí.
Su pecho tocaba mi espalda mientras se inclinaba hacia delante y
empujaba algo delante de mí. Con una mano sujetando la jarra de leche,
miré hacia abajo para ver una tarjeta de crédito.
—¿Qué es eso?
—Mi tarjeta de crédito.
—Ya la veo. ¿Para qué es? Cuando el vapor estaba hecho, lo agité un
poco para que las burbujas se asentaran. Vertiendo el espresso en las tazas
de viaje, lo seguí con la leche vaporizada. Asegurando sus tapas, me
enfrenté a Jack, esperando su respuesta.
—El evento va a ser un gran acontecimiento, así que me gustaría que
compraras algo apropiado para la noche.
Era él quien decía cosas como esta con esa expresión ilegible suya lo que
hacía que a veces no me gustara.
—¿Hice un mal trabajo la última vez? ¿En la cena con tus compañeros?
—pregunté, evitando su mirada.
—No. Deja de poner palabras en mi boca.
—¿Entonces qué es esto? Volví a empujar la tarjeta de crédito hacia él.
Su frente se arrugó, y como había dejado de mirarlo a los ojos, vi cómo
se le movía un músculo de la mandíbula.
—Para que puedas comprar un vestido para un evento al que vas a asistir
por mí. No necesitas gastar tu propio dinero. Guárdalo para el alquiler que
eventualmente me vas a pagar. —Él empujó el plástico negro hacia mí.
—Puedo comprar mi propio vestido y pagar el alquiler, Jack.
—No he dicho que no puedas, Rose, pero estoy diciendo que me gustaría
comprar este.
El hecho que no pudiera seguir discutiendo fue lo que más me afectó,
pensé, que realmente no podía permitirme comprar un vestido que fuera
apropiado para alguien que estaría de su brazo en un gran evento de
caridad.
Éramos de mundos diferentes. Si nos hubiéramos conocido en otras
circunstancias, no habríamos tenido nada en común. Un “nosotros” no
habría sido una posibilidad. Así que... realmente estábamos jugando a
fingir, y tenía que meterme eso en mi cabeza cada vez que lo miraba a los
ojos y empezaba a captar sentimientos.
Se acabó el sentirme sentimental cuando él venía a la cafetería, lo que
ocurría a menudo.
Se acabaron los sobresaltos del corazón cada vez que entraba por la
puerta.
Se acabaron esas mariposas de las que todo el mundo hablaba que se
agitaban en mi estómago.
Esto era un trato de negocios entre dos adultos, nada menos, nada más.
Lógicamente, tenía razón. No estaría yendo a un evento de tan alto perfil
si no fuera por él, así que tenía sentido que él comprara el vestido, pero no
podía ignorar lo pequeña que me hacía sentir a su alrededor.
—De acuerdo, Jack.
Sin decir nada más, cogí la tarjeta de crédito.
Estaba más que preparada para irme al trabajo y alejarme de él. Estaba
pasando tranquilamente junto a Jack cuando su mano en mi brazo detuvo
mi movimiento.
Esperaba que me hiciera su pregunta favorita: —¿Qué te pasa? Intentaba
dar una respuesta que me permitiera salir más rápido de la cocina cuando su
otra mano me empujó suavemente la barbilla hacia arriba y mis ojos
sorprendidos se encontraron con los suyos. Su pulgar se deslizó suavemente
de un lado a otro de mi mandíbula como si no tuviera control sobre ella.
Luego se detuvo y su mano lentamente bajo a mi mejilla.
El corazón se me aceleró en el pecho, aunque hacía unos instantes había
decidido que no estaba permitido hacer eso, y luego empezó a acelerar
lentamente la velocidad cuando me di cuenta que no podía apartar la vista
de sus ojos escrutadores. Mis labios se separaron porque quería decir su
nombre, quería decirle que... no me mirara tan intensamente, como si no
fuéramos tan falsos. Quería decirle que no podía soportarlo más.
Su expresión se suavizó, las arrugas de su frente se alisaron.
—Compra lo que quieras, para mí.
¿Para él? Asentí con la cabeza, incapaz de encadenar dos palabras. Su
mirada se movió por mi cara, deteniéndose en mis labios, y yo simplemente
olvidé cómo respirar. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué brujería era ésta?
Primero exhalas y luego inhalas. No, primero tienes que inhalar.
Necesitas aire en tus pulmones primero para poder exhalar.
—Algo blanco, tal vez, o nude —continuó, sin darse cuenta de mi estado
de nerviosismo—. Te quedan bien esos colores.
¿Me quedan bien?
¿Qué demonios estaba pasando?
Intenté encender mi cerebro para pensar si alguna vez me había visto de
blanco, pero aparte de una blusa blanca que usé sobre mis jeans negros, no
pude pensar en una sola prenda.
Tragué saliva y logré asentir de nuevo.
Si en ese momento me hubiera sonreído, estaba segura que me habría
sacado de mi trance porque habría estado segura que se trataba de una copia
de Jack Hawthorne, una realmente hermosa, pero sólo una copia, pero él no
lo hizo. Cuando no me tropecé después que me soltara el brazo, pensé que
podría sobrevivir a cualquier cosa, pero entonces me acomodó la parte más
larga de mi flequillo detrás mi oreja y comenzó a inclinarse hacia mí. Esta
vez fue un poco más rápido que una tortuga, pero aun así me dio tiempo a
inclinarme ligeramente hacia atrás con los ojos abiertos.
—¿Qué estás haciendo? —susurré.
Él ignoró completamente mi intento de protegerme y presionó
suavemente un beso justo debajo de mi mandíbula en mi cuello.
Olvidé cómo respirar, cómo existir en este nuevo mundo.
—Hazme saber el recuento de clientes en algún momento. Mándame un
mensaje.
Si hubiera inclinado más la cabeza hacia atrás, me habría caído.
—Pero dijiste que no te gustaban los mensajes de texto.
—Envíame un mensaje de texto de todos modos.
Mi respiración seguía siendo un problema, porque cuando retiró sus
manos de mi cuerpo, no sabía qué hacer conmigo. ¿Me voy ahora? ¿Me
quedo mirando? Debió darse cuenta que estaba paralizada, pero no hizo
ningún comentarios mientras yo me quedaba inmóvil tratando de entender
lo que acababa de pasar.
Miró despreocupadamente su reloj y me di cuenta de lo tenso que estaba.
—Raymond debe estar esperándote —comentó, volviéndose hacia la
máquina de café expreso, probablemente para su propio café matutino.
Finalmente desperté.
—Eh... claro. Sí. Llego tarde, ¿no? Deberías, umm, tener un buen día en
la oficina. —Se enfrentó a mí, apoyado en el mostrador, con las manos
agarrando el borde del mármol blanco—. ¡Feliz... día! —Añadí al final,
como si eso fuera a mejorar algo, y luego me di la vuelta.
Cerré los ojos y me deseé una muerte rápida mientras salía rápidamente
de allí. Sólo había dado tres pasos fuera de la cocina cuando su voz me
detuvo en mi camino.
—Rose.
No respondí. Las palabras eran todavía preciosas para salir, en mi caso.
—Olvidaste el café.
Cerré los ojos, me giré, puse un pie delante del otro y volví a entrar en la
cocina, manteniendo mis ojos alejados de los suyos.
Murmuré un rápido agradecimiento cuando me entregó las tazas de acero
inoxidable. Intenté por todos los medios no tocarlo en el proceso, pero fue
inevitable, y mis ojos volaron hacia los suyos cuando sus dedos rozaron los
míos.
Inclinó la cabeza, con los ojos puestos en mi dedo. Sabía lo que estaba
mirando.
—Lo llevas puesto.
Acerqué las tazas a mi pecho, tratando de ocultar mi dedo anular.
—Lo he llevado todo el tiempo. Ya lo sabes.
—Bien —murmuró, sus ojos sosteniendo los míos.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunté con suspicacia, porque realmente
no podía decirlo y realmente necesitaba saber qué estaba pasando para
poder de alguna manera ponerme a cubierto.
—Nada. Que tengas una buena mañana, Rose.
Aún más suspicaz y un poco descolocada, me di la vuelta y me fui sin
decir nada más. Demasiado ocupada en mis propios pensamientos, no dije
mucho a nadie durante el resto de la mañana.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: ninguna.
(He perdido la esperanza. Ayuda.)
Capítulo Trece
Rose
El resto de los pocos días que precedieron al acontecimiento fue tan
extraño como aquella mañana. Los dos estábamos muy ocupados y no nos
veíamos a solas pero por las noches, cuando venía a recogerme, si había
gente alrededor, hacía un espectáculo de tocarme. No era nada grande, nada
que me hiciera saltar de sus brazos con pánico, pero incluso un simple beso
en mi mejilla a modo de saludo o una mano en la parte baja de la espalda
me llegaba. Él me acomodaba el pelo y me ofrecía su mano cuando había
un charco en mi camino hacia el coche, como si yo fuera a resbalar y
ahogarme en ese pequeño charco de agua si él no se aferraba a mí. Bien
podría haberlo hecho, pero esa no era la cuestión. Él estaba abriendo mis
puertas, dando un suave empujón a mi espalda cuando me quedé mirándolo
con el pequeño ceño fruncido y la forma en que dijo mi nombre mientras
me miraba a los ojos, la forma en que salía de sus labios...la forma en que
me escuchaba con tanta atención cada vez que yo lograba decir algo...
¿Siempre me había escuchado así o yo había empezado a imaginar cosas?
No podía estar segura.
Casi todas las noches me preguntaba si estaba libre para cenar, y casi
todas las noche comíamos comida para llevar en el comedor, donde se
esforzaba por hablar conmigo, y yo disfrutaba cada minuto, pero si dijera
que no estaba confundida, sería una mentira. Eso no cambió nada; incluso
cuando recibía respuestas de una sola línea, seguía adelante. Normalmente
me iba a la cama en cuanto la cena estaba terminada, no del todo porque
estuviera huyendo de él, sino porque estaba teniendo estos viciosos dolores
de cabeza casi cada dos días.
Compré el vestido el día antes del evento. Lo había pospuesto todo lo que
pude era demasiado para mí. Elegí el vestido más barato que me mostraron,
aunque eso no era decir mucho porque equivalía a dos meses de alquiler.
Por mucho que odiara la experiencia, el vestido era precioso y merecía la
pena, tan bello, de hecho, que querrías sacarlo al azar de tu armario y usarlo
en tu casa mientras ves The Office. Decir que estaba nerviosa por salir en
público vistiéndolo era quedarse corta.
Era un vestido de tul adornado con un forro corto de color canela debajo
que terminaba un poco por encima de mis rodillas. Las mangas de campana
y la espalda baja eran una declaración por sí mismas, pero mi parte favorita
del vestido era el corpiño ajustado que daba paso a una falda completa y al
fino cinturón de metal dorado. La falda te hacía querer balancearte de un
lado a otro como una niña de cinco años con un nuevo traje de princesa.
Casi me recordaba a un vestido de novia de ensueño.
Me encantaba, pero me preocupaba sobre todo lo que pensaría Jack.
¿Sería demasiado? ¿Sería demasiado sencillo? Cuando Raymond me
recogió el sábado, acababa de empezar a llover, y debido al tráfico
imposible, nos tardamos más de lo habitual en llegar al apartamento.
Cuando pregunté dónde estaba Jack porque me había acostumbrado a que
Jack viniera siempre a recogerme, Raymond dijo que tenía que trabajar pero
que llegaría al apartamento a tiempo.
Debíamos salir a las siete y media. Eran las siete y cuarenta, y Jack no
sólo había llegado ya, sino que había llamado a mi puerta dos veces.
Hice todo lo posible por recogerme el pelo en una cola de caballo sin
esfuerzo que se viera elegante y desordenada, pero mi pelo no lo aceptaba.
Al final, tuve que poner unas cuantas ondas en mi pelo con el rizador y
dejarlo suelto. Mi maquillaje era lo más sencillo posible. Sólo añadí un
poco de corrector a lo que ya tenía puesto. Me puse sombra de ojos marrón
en los párpados con los dedos, luego añadí más colorete y, por último, me
pasé un pintalabios de color burdeos, de nuevo con el dedo. De pie frente al
elegante espejo de cuerpo entero, me puse el vestido y me quedé mirando el
reflejo.
Para ser justos, no me veía tan mal, pero me sentía incómoda, como si
estuviera demasiado por encima de mi cabeza. Sin embargo, un trato es un
trato, así que, tratando de no pensarlo demasiado, me envolví en mi abrigo
gris oscuro hasta la rodilla y salí volando de mi habitación. Los tacones no
eran mis mejores amigos, así que corrí descalza por las escaleras y me puse
el único par de tacones que tenía en el vestíbulo.
Encontré a Jack en medio del salón, mirando su teléfono. No emití
ningún sonido mientras lo miraba. Su barba incipiente estaba en gran forma,
como siempre, y exigía tu atención cuando lo veías por primera vez, pero si
le añades un esmoquin a la mezcla, Jack Hawthorne se había vuelto mortal.
Tragué mi gemido y me aclaré la garganta. Mi marido levantó la vista y se
encontró con mi mirada.
No le di la oportunidad de comentar nada.
—Sí, sé que llegamos tarde y lo siento, pero ya estoy lista, podemos
irnos.
Asintió con fuerza, moviendo los ojos de arriba a abajo mientras se ponía
el teléfono en la oreja.
—Raymond, estaremos allí en un minuto.
Mi abrigo estaba abotonado y tenía las manos en los bolsillos, así que lo
único que podía ver eran unos centímetros del dobladillo de mi falda
adornada. No hizo ningún comentario mientras se unía a mí. Tratando de
evitar su mirada, me adelanté a él y bajamos en el ascensor.
—Buenas noches, Steve —dije cuando pasamos por delante del portero y
de mi ahora amigo.
Me guiñó un ojo y, por muy nerviosa que estuviera, no pude contener mi
sonrisa.
—Que tenga una noche divertida, Sra. Hawthorne. —Siempre me
llamaba Sra. Hawthorne cuando Jack estaba cerca, pero por las mañanas,
cuando sólo éramos él y yo charlando un minuto o dos mientras esperaba a
que Ray llegara, yo era siempre Rose. La mano de Jack encontró mi espalda
y me enderezó.
—Que tengas una buena noche, Steve —añadió Jack, y mi mirada
sorprendida voló hacia él. ¿Desde cuándo había empezado a hablar con
Steve? Evidentemente era algo bastante nuevo porque por un momento,
Steve no supo qué decir.
—Ah... usted también, señor.
Entonces salimos al aire frío de la tarde, la lluvia ahora era sólo una
llovizna. Era muy consciente de la mano de Jack en mi espalda hasta que
entré en el coche y me desplacé hasta el otro extremo. Nada cambió una vez
que él entró después de mí. Seguía siendo muy consciente de su presencia,
su olor, sus ojos, tanto si me tocaba como si no.
—Hola de nuevo, Raymond.
Miró por encima de su hombro para ofrecerme una sonrisa.
—Está muy guapa, Sra. Hawthorne.
Me sonrojé y, de reojo, noté que Jack se ponía tenso.
—Ya vamos tarde. Vámonos —ordenó en un tono duro, cortando antes
que pudiera responder a Raymond.
Me habría disculpado de nuevo por hacernos llegar tarde, pero estaba
siendo un imbécil con Raymond, así que opté por no decir nada durante
todo el trayecto en coche hasta donde se celebraba el evento en el centro.
Tardamos una hora en llegar, y estar en silencio en un coche durante toda
una hora requería una gran paciencia por mi parte.
Al salir del coche, nos pusimos uno al lado del otro al pie de las escaleras
que llevaban al edificio iluminado.
—¿Por qué suenas rara? —preguntó Jack en el silencio.
—Tú y tus cumplidos. Siempre sorprendiéndome —Dije, distraída, con
mis ojos todavía en el edificio.
—Estoy hablando en serio, Rose.
Sorprendida por el tono tenso de su voz, levanté la vista hacia él.
—¿Qué?
—Tu voz suena diferente. ¿El resfrío está empeorando?
—Oh. —Me toqué el costado de la nariz y volví a mirar hacia adelante,
un poco avergonzada que se hubiera dado cuenta—. El resfriado, sí. No está
mucho peor, en realidad, pero tengo una pequeña bola de algodón en la
nariz. Pensé que sería una mejor idea que estar moqueando todo el tiempo.
—Tienes que ver a un médico.
—Lo haré.
—¿Lista? —preguntó Jack, extendiendo su mano entre nosotros.
Me quedé mirándola durante unos segundos y luego, sin otra opción, tuve
que poner mi mano en la suya, que era muy grande. Respiré profundamente
y di un paso hacia delante, sólo para que me empujara suavemente hacia
atrás. Cuando movió nuestras manos y unió nuestros dedos, haciendo que
mi anillo de boda se moviera ligeramente, tuve que cerrar los ojos por un
segundo e ignorar el fuerte golpe en mi pecho.
Cada vez que tocaba mi alianza, mi corazón daba un pequeño y feliz
salto.
Estábamos listos para salir, pero ninguno de los dos daba el primer paso.
Nuestras manos agarradas, nos quedamos inmóviles.
—¿Qué pasa, Rose? —preguntó suavemente, y esta vez cerré los ojos con
más fuerza. Estaba demasiado cerca, olía demasiado bien y estaba siendo
amable de nuevo.
No podía pensar en una mentira legítima, así que en lugar de admitir
directamente que simplemente su presencia me estaba afectando, solté la
primero cosa que me vino a la mente. Al menos estaba diciendo la verdad.
—No me gusta que te comportes como un idiota.
Cuando dije las palabras en voz alta, no lo estaba mirando. Mientras una
pareja que subía las escaleras y, por lo que parecía, discutía entre sí, tuve
que esperar a Jack, ya que no tenía intención de ver su mirada para ver lo
que estaba pensando.
Sólo habló cuando las voces de la pareja se apagaron y tampoco
podíamos ser escuchados.
—¿Cuándo fui un imbécil?
Eso me hizo devolverle la mirada.
—No puedes ser tan inconsciente. Tú fuiste un completo idiota con
Raymond, Jack.
—¿Por eso no me has dicho ni una sola palabra durante el trayecto?
Perpleja, me limité a mirarlo.
—Le gritaste sin razón.
—Le dio un cumplido a mi mujer. —argumentó—. No tuvimos tiempo de
sentarnos y charlar durante una hora.
—Tu falsa esposa, y él lo sabe.
Fascinada, me quedé mirando mientras el músculo empezaba a hacer
tictac en su mandíbula.
—¿Se supone que eso ayuda a tu caso? Yo...
—Solo dijo una frase mientras arrancaba el coche. —Levanté un dedo
para dejar claro mi punto—. Estaba siendo amable, y es mi amigo. Tú eres
el que actuó como un idiota. Creo que es de esperar que no quiera hablar
contigo.
—Genial —dijo gruñendo.
—Genial —le contesté, más brusco.
Me miró fijamente a los ojos y yo le devolví la mirada, sin retroceder.
Debo haber imaginado el movimiento de los labios, porque un segundo
después ladró otra orden para que entráramos y subimos las escaleras al
trote.
Todavía de la mano.
Fue un gran problema que no me importara tomar su mano.
En el momento en que atravesamos las puertas, la suave música clásica
golpeó mis oídos, sustituyendo todas las bocinas y sirenas.
Aquí vamos.
Nos detuvimos frente al guardarropa mientras la pareja que acababa de
pasar junto a nosotros seguía en la esquina, discutiendo en voz baja.
—Lo siento —refunfuñó Jack, deteniéndose a mi lado, con los ojos
concentrados en la pareja—. No era mi intención ser un imbécil. ¿Me
perdonas?
Sorprendida por sus palabras y la suavidad que escuché en su voz, mi
cabeza se dirigió a él y me fijé en su perfil. Dios, era tan guapo. Realmente
no tenía ninguna posibilidad, no desde el primer día.
—Está bien —murmuré aún un poco sorprendida por lo que sentí cuando
lo miré, y su mano dio un rápido apretón a la mía. Justo cuando estaba
segura que iba a ser más fácil que no me gustara, hizo algo así que me dejó
sin palabras.
—¿No tienes bolso? —preguntó, acercándose a mi oído. Tuve que
inclinarme para no enterrarme en su pecho. Por esa pequeña idiotez, culpé a
su aliento, que había sentido en mi cuello, provocando un escalofrío en mi
columna vertebral.
Me soltó la mano y se puso a mi espalda, dispuesto a ayudarme a
quitarme el abrigo.
—No tengo nada que combine —respondí en voz baja, inclinando la
cabeza hacia la izquierda para que pudiera oírme mientras empezaba a
desabrocharme lentamente el abrigo con los dedos fríos y luego me encogí
suavemente de hombros.
—¿Por qué no te has comprado algo?
—Dijiste que me comprara un vestido, y no necesito un bolso. No te
preocupes, el vestido ya costó una fortuna.
Le entregó mi abrigo a la chica y cuando se olvidó de dar las gracias, yo
hable por los dos y ofrecí una pequeña sonrisa. Un segundo después
escuché a Jack gruñir un gracias también mientras se quitaba su propio
abrigo.
Eso me hizo sonreír y me adelanté.
Por suerte, dentro del salón de baile donde se celebraba el evento, estaba
mucho más cálido, así que no creí que tuviera mucho problema en
congelarme con mi vestido. Discretamente, me toqué la nariz para
asegurarme que la bolita de algodón que me había metido seguía allí. ¿Qué
tan divertido era que mi nariz que moqueaba había decidido quedarse?
Tirando de las mangas de campana de mi vestido y tratando que se vieran
bien, me quedé quieta y esperé a que Jack se pusiera de nuevo a mi lado.
Cuando reapareció a mi lado, lo sorprendí mirándome fijamente. Me miré
hacia abajo.
—¿Qué? ¿Es demasiado?
—Rose.
Me encontré con su mirada penetrante con una ceja arqueada y esperé a
que continuara, pero se limitó a mirar fijamente. Empezando a
preocuparme, traté de bajar el forro de mi vestido.
—No. No, no lo es —susurró—. Estás increíble —dijo, y mis ojos se
dirigieron a los suyos.
Esta vez, cuando me ofreció su mano, fue una distracción bienvenida.
—Yo... tú también estás increíble, Jack. Siempre lo estás —murmuré
sintiendo que me sonrojaba un poco.
Abrió la boca para decir algo, pero justo en ese momento, un hombre
mayor le puso una mano en el hombro y desvió su atención de mí.
Jack nos presentó, pero después del shock inicial de escuchar que Jack se
había casado, el tipo estaba realmente interesado en mí. Empezaron a hablar
de una empresa que yo creía que Jack representaba. Manteniendo la sonrisa
fija en mi cara, los ignoré, aprovechando la oportunidad para mirar
alrededor de la sala.
Cuando vi dos mesas llenas de niños hacia el fondo de la sala, no pude
ocultar mi curiosidad. Algunos de ellos hablaban entre sí, mientras que
otros se limitaban a mirar con asombro a su alrededor. Sus ropas no
encajaban con esta elegante multitud, así que dudé que pertenecieran a
alguien que estuviera en esta sala. Parecía que en cada mesa había un adulto
sentado con ellos.
Cuando Jack terminó su conversación con el tipo, Ken algo, me incliné
más cerca de él para que nadie pudiera oírnos. Él se inclinó al mismo
tiempo para facilitarme la tarea, y mi nariz olió bastante bien su colonia
cuando mi nariz chocó con su cuello. Era la que odiaba porque me hacía ir
todo en espiral alrededor de él, no en un buen aspecto.
—¿Para qué caridad es este evento? —pregunté, logrando concentrarme
después del shock inicial del olor.
—Una organización que apoya a los niños de acogida. —Me aparté y lo
miré sorprendida—. No me lo habías dicho.
—¿No lo hice?
Lentamente, negué con la cabeza.
—Creía que lo había hecho. ¿Es eso un problema?
Toda mi infancia con los Coleson fue dura. Yo era no deseada. Para una
niña de esa edad, ese conocimiento era una píldora difícil de tragar. Sabía
por lo que pasaban esos niños, lo solos que se sentían, lo abandonados y a
veces sin valor. Siempre tuve debilidad por los niños y probablemente lo
tendría por el resto de mi vida.
Endureciendo la voz, susurré: —Yo también quiero donar. ¿Dónde
puedo...?
Jack se aclaró la garganta y apartó la mirada, sus ojos se movieron a
través de la multitud.
—Ya estoy donando.
—Lo entiendo, pero me gustaría donar también.
—Yo estoy donando, así que no tienes que hacerlo.
Comenzó a caminar, pero esta vez tomarse de la mano jugó a mi favor y
fui yo quien tiró de él hacia atrás. Me miró con incredulidad mientras yo
levantaba las cejas y esperaba que me diera la respuesta que buscaba.
No sabía por qué había decidido inclinarse y susurrarme al oído, pero no
podía apartarlo exactamente. Antes que pudiera detenerme, estaba
inclinando mi cabeza hacia un lado y cerrando los ojos. Saboreando el
momento.
—Estamos casados, Rose. Mi donación está a nombre de los dos. Déjame
hacer esto.
Escuché sus palabras no pronunciadas como si hubiera hablado en voz
alta.
Por ti.
Déjame hacer esto por ti.
Mientras se retiraba, levanté mi mano libre y me aferré a su cuello para
que se quedara quieto y escuchara.
—Casados o no, ese es tu dinero, Jack. Me encanta que lo hagas en
nombre de los dos, eso significa el mundo, pero yo también quiero ayudar.
Ambos podemos donar.
Durante un largo momento no hubo respuesta, pero se quedó inclinado
así, mirándome a los ojos. Después que pasaran unos segundos más en
silencio, sintiéndome incómoda, empecé a soltar mi mano de su cuello, pero
él capturó mi muñeca con la izquierda antes que pudiera hacerlo y la
mantuvo sobre su hombro.
Tragué saliva cuando me di cuenta que estábamos abrazados delante de
todos, aunque no me importaba mucho si alguien estaba mirando o no.
Cuando sentí la nariz de Jack rozando mi cuello, mis dedos apretaron en su
hombro y un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo. Sonreí.
—¿Todo tiene que ser una batalla entre nosotros? ¿Me desprecias tanto?
Me estoy ocupando de ello, Rose. Confía en mí. Voy a donar ciento
cincuenta mil dólares a nombre de los dos.
Finalmente se apartó y me miró a los ojos. Como un pez, abrí y cerré los
ojos. ¿Despreciarlo? ¿Qué le dio esa idea?
—Nunca podría despreciarte, Jack —susurré, sintiéndome fuera de lugar.
Satisfecho, asintió una vez.
—Busquemos nuestra mesa.
Cerré los ojos por un segundo, confiando en que me alejaría de cualquier
obstáculo, y dejé escapar una profunda respiración. Por el momento, hacer
el papel de marido y mujer me iba a jugar algunas malas pasadas en mi
mente, y yo no estaba segura de si lo iba a manejar tan bien al final de la
noche.
Abrí los ojos y me di cuenta que estábamos pasando por la mesa de los
niños. Una de las niñas, no debía tener más de ocho años, nos miraba con
los ojos muy abiertos, así que le guiñé un ojo y la vi bajar rápidamente su
mirada a su regazo mientras jugaba con el borde del mantel blanco.
Cuando volví a mirar hacia delante y Jack se detuvo, todavía tenía una
sonrisa en la cara. Quizá esta noche no sea tan mala después de todo, pensé,
pero entonces cuando vi quién estaba de pie frente a nosotros, ya no estaba
tan segura de eso.
Bryan nos sonrió, no una sonrisa feliz como la que se espera de alguien
que habías considerado familia durante largos años, sino una burlona.
—¡Qué gran coincidencia encontrarlos aquí! —exclamó Bryan, mirando
de mí a Jack—. Oh, esta es una buena noche en verdad.
—Bryan —respondió Jack con firmeza.
No pude decir nada porque pude ver a la pareja de pie justo detrás de él,
hablando con una mujer mayor. Me quedé paralizada.
Cuando Bryan se inclinó hacia delante para darme un beso en la mejilla,
Jack me tiró ligeramente contra él para que mi hombro se apoyara en su
costado. No reaccioné. Me quedé en silencio.
—Felicidades de nuevo por tu matrimonio. Sé que empezamos con el mal
pie, pero no podemos dejar que pequeñas cosas como esa se interpongan en
el camino de la familia, ¿verdad, Jack? —preguntó. La sonrisa falsa de
Bryan se borró de su cara cuando ni Jack ni yo respondimos, y siguió mi
mirada y miró por encima de su hombro.
—Jodi, mira a quién he encontrado aquí.
Jodi se giró para mirar a su hermano y su... compañero se giró con ella.
Sentí que el resto de la sangre se drenaba de mi cara, y mientras
caminaban hacia nosotros, la mano de Jack se apretó alrededor de la mía.
Agradecí estar apoyada en él porque, de lo contrario, no creo que hubiera
podido mantenerme erguida durante mucho tiempo.
Jodi y mi ex-prometido, Joshua, que tenía su mano alrededor de su
cintura, se detuvieron en nuestro pequeño círculo y nos saludaron como si
no pasara nada. Era la primera vez que lo veía después que había roto
conmigo por mensaje. Parecía que habían pasado años, y ahora estaba en un
evento de caridad con Jodi.
Aunque ya no sentía nada por mi ex-prometido, sentí que mi corazón se
rompía en pedacitos igualmente. Jodi me sonrió como si todo esto fuera
normal y me felicitó por mi matrimonio y se disculpó por perderse la
apertura de mi cafetería, al igual que Bryan. Parecía igual de falsa y
forzada. Ni siquiera pude asentir con la cabeza porque no podía apartar los
ojos de Joshua. Me dedicó una mirada y luego miró a cualquier parte menos
a mí.
Creo que Jack y Bryan intercambiaron unas cuantas palabras más, pude
oír la voz de Jack, pero el latido de mis oídos me impedía distinguir
palabras concretas. Empezaba a sentirme un poco mareada, quité mis ojos
sorprendidos de Joshua cuando Jodi se inclinó y susurró algo en su oído,
ganando una risa baja de él. Yo ya había recibido esa había estado en el
extremo receptor de esa risa antes, y me había encantado el sonido cálido.
Ahora me hizo revolver el estómago.
Me apoyé más en Jack, agradeciendo que se sintiera tan grande y fuerte a
mi lado. Él sacó nuestras manos unidas de entre nuestros cuerpos y rodeó
mi cintura con su brazo, mi mano todavía muy pegada a la suya, mi brazo
doblado.
No sabía exactamente qué hacer conmigo, así que cuando sentí los
cálidos labios de Jack, lo miré con una mirada aturdida.
—¿Quieres ir a buscar nuestra mesa?
Estudié su rostro, sus hermosos pero furiosos ojos. Se veía tan bien en un
esmoquin, tan inalcanzable, y sin embargo allí estaba, no siendo mío pero
aun sosteniéndome.
—Sí —susurré—. Por favor.
Jack dio las buenas noches a mis primos y a Joshua, y yo conseguí forzar
una leve sonrisa en mis labios. Jodi y Joshua ya se estaban alejando.
—Estoy deseando volver a saber de ti, Jack —dijo Bryan y me tocó el
brazo, lo que me hizo sacudirme instintivamente, y luego se alejó también.
Ni siquiera pude entender sus palabras.
—De qué está hablando, Jack.
—No te preocupes por eso. ¿Quieres irte? —Jack preguntó, y yo volví
mis ojos desenfocados hacia él.
—Sí.
Mi marido, el hombre fuerte que aún me sostenía, comenzó a girarme
hacia la puerta por la que acabábamos de entrar. Dos pasos después, le puse
la mano en el brazo y lo detuve.
—No. No, espera. Hemos hecho un trato. Lo siento. No me voy a ir.
Le hablaba a su pecho, pero me levantó la barbilla y miró profundamente
mi alma.
—No hay ningún trato, Rose.
—Sí, lo hay. Este es un trato de negocios. No hay razón para que no
vayamos.
—Rose...—empezó, pero lo corté.
—Ese era Joshua, mi ex prometido, con mi prima.
Sus labios se apretaron.
—Sé quién es.
—Me sorprendió, eso es todo. Ya estoy bien.
—No lo sabía —se quejó después de unos segundos de buscar algo en
mis ojos. Dios, sus ojos eran hermosos—. Si hubiera sabido que ellos
estarían aquí, tus primos y... no lo sabía, Rose.
Sonreí, sólo un poco.
—Lo sé.
—¿Qué le pasa a Bryan? Me llamó hace unos días, todavía amenazante.
¿Por qué hablaría como acaba de hacerlo?
—No me dijiste que había llamado.
—No era importante.
—Lo es. Si te vuelve a molestar, dímelo.
Asentí con la cabeza.
—Rose... pensé que disfrutarías de esta causa, por eso la elegí.
Mi sonrisa se amplió y se asemejó a algo más genuino.
—Tienes razón. Disfrutaré de esto por la causa.
Sacudió la cabeza, con una expresión dura.
—Estoy estropeando esto a cada paso del camino, ¿no es así?
No estaba segura de lo que me pasó, pero algo en su tono no me gustó.
Así que, como si fuera lo más natural para mí, todavía mirando a sus
ojos, me levanté de puntillas, puse mi mano en su mejilla sin afeitar, y besé
el borde de sus labios. Eso fue lo más lejos que me permití llegar.
Su mano se apretó en mi cintura, acercándome al menos unos centímetros
a él. No cerró la brecha entre nosotros, pero fui consciente de su mano y
donde estaba todo el tiempo.
—Gracias —susurré mientras bajaba de mis tacones, ocupándome de
arreglar su pajarita.
Me soltó la cintura.
—¿Por qué?
No tenía una respuesta clara para eso.
—Sólo gracias.
Apretó su mandíbula perfectamente cuadrada y suspiró.
—¿Segura que quieres quedarte?
No estaba segura, pero no me iba a ir. No les daría la satisfacción, por
mucho que quisiera meter el rabo entre las piernas y huir.
—Sí. Completamente.
Cuando salimos de nuestra pequeña burbuja privada, empecé a escuchar
todo lo demás a nuestro alrededor: la risa fuerte de un hombre, platos
chocando, alguien tosiendo, la risa de una mujer, y la música clásica baja.
Jack nos guio como siempre, con una mano suave en mi espalda, y me
aseguré de no mirar a ningún sitio que no fuera hacia adelante. Era muy
difícil no estremecerse con cada ruido fuerte mientras caminábamos
alrededor de las mesas y finalmente nos detuvimos frente a una que estaba
en el borde.
Jack sacó una silla y yo me senté. Obviamente, no conocía a nadie en la
mesa, pero no creía que Jack lo hiciera tampoco. Durante un largo rato,
estuvimos en silencio. Entonces cometí el error de mirar a mi derecha, sólo
para ver si podía ver a los chicos desde donde estaba sentada, pero mis ojos
se encontraron con los de Joshua. Estaban dos mesas a nuestra derecha y un
poco atrás. No parecía que Jodi estuviera con él en ese momento, pero
Bryan estaba allí, sentado a su derecha, hablando con otra persona que
estaba sentada en su mesa. Joshua no rompió el contacto visual conmigo,
sus ojos marrones observando, calculando. Entonces, tan sutilmente que
casi me lo pierdo, levantó su champán como si brindara conmigo.
Me di la vuelta, sintiéndome mal del estómago y prometiéndome que no
volvería a mirar por encima del hombro durante todo el evento.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Jack, y mis ojos se deslizaron hacia él.
Él estaba mirando al frente, su mandíbula volvía a hacer tictac.
En cierto modo, sabía que no me estaba preguntando cómo me sentía con
la situación. Creía que me estaba preguntando cómo me sentía hacia mi ex
prometido.
Respondí honestamente con voz firme.
—Enferma del estómago. —Eso era exactamente como me sentía,
aunque de alguna manera también me sentía aliviada de no haber cometido
el error de casarme con alguien como Joshua, alguien que me decía lo
mucho que me amaba tan fácilmente y tan a menudo y que, al final,
aparentemente no lo decía en serio. No podía ni siquiera empezar a
comprender cómo podía estar con Jodi. Se conocieron a través de mí.
Habíamos cenado juntos algunas veces con la familia cuando Gary lo había
invitado y habían charlado de vez en cuando, cuando nos encontramos, pero
yo nunca, jamás, hubiera imaginado... esto, ni siquiera de Jodi, y
definitivamente no de Joshua. Él siempre me había dicho que pensaba que
Jodi era como una princesa de hielo y a él no le gustaba ese tipo de chicas.
Mis manos estaban en mi regazo, casi congeladas, así que cuando la
mano de Jack cubrió la mía, dejé caer mis ojos, viéndolo unir lentamente
nuestros dedos de nuevo, como había hecho tantas veces en la última hora.
Me fascinó lo suficiente como para dejar de pensar en Jodi y Joshua y me
concentré en lo único que me calentaba desde dentro hacia afuera.
—Tienes las manos frías —murmuró Jack en voz baja, y me di cuenta de
lo cerca que estábamos sentados el uno del otro.
¿Se había movido? Mantenía nuestras manos en mi muslo, la mía
fuertemente agarrada en la suya, y decidí que me gustaba la sensación, la
pesadez, el calor. Así que me aferré con la misma fuerza.
—Lo sé.
Su pulgar comenzó a hacer rodar mi anillo de bodas alrededor de mi
dedo.
De un lado a otro.
Era una sensación tan extraña, sentir su piel sobre la mía. ¿Sentía él lo
mismo? ¿El cosquilleo?
Asintió una vez y lo miré por debajo de las pestañas, intentando no ser
demasiado evidente. ¿Y qué si sólo estaba fingiendo? Yo podía hacer lo
mismo. Podía tomar este consuelo de él y permitirme sentirme amada.
Podía dejar de pensar y disfrutar de mis segundos y minutos con él. No
tenía que analizar cada uno de mis movimientos. Podía ser lo que quisiera
ser con Jack mientras estuviéramos así en público. Podía engañarme a mí
misma, felizmente, antes que tuviéramos que volver al mundo real y duro.
Levantando la cabeza, lo miré. Había dos puestos libres en nuestra mesa
a la izquierda de Jack, los otros cuatro asientos estaban ocupados por dos
mujeres y dos hombres que estaban hablando entre ellos.
—Jack, háblame —le insistí cuando el presentador de la noche subió al
escenario y las luces se atenuaron ligeramente. Un silencio se apoderó de la
multitud en la sala, pero todavía había una charla tranquila aquí y allá, por
lo que no me sentí culpable por mi falta de atención.
Los ojos de Jack estaban en el escenario, pero se volvieron hacia mí y
repetí mis palabras.
—Sólo habla conmigo.
Él suspiró.
—¿De qué quieres hablar?
Me encogí de hombros, contenta que no pusiera mucha resistencia.
—De cualquier cosa. De todo. De lo que quieras.
Una línea se grabó entre sus cejas mientras me estudiaba por un
momento.
—¿Cuántas tazas de café vendiste hoy? No mandaste ningún mensaje.
Sonreí, mi corazón se calmó un poco más. Por mucho que insistiera en
que no se le daban bien las charlas, siempre disfrutaba de su compañía.
Tenía su propia manera de hacer las cosas. Rara vez perdía el ceño, por un
lado, pero a mis ojos, sólo lo hacía más atractivo. Podía fruncir el ceño toda
una noche y aun así no me importaría. Me relajé en mi asiento, empezando
por fin a descongelarme.
—Ciento ochenta y seis.
—Son unos cuantos más que ayer, ¿no?
Asentí con la cabeza.
—¿Estás contenta entonces? —preguntó.
Le regalé una sonrisa más grande.
—Lo estoy. La semana que viene va a ser la semana de la canela y estoy
muy emocionada por ello. ¿Tienes alguna petición especial? Podría hacerla
realidad.
Su mirada se alejó de la mía por un breve momento cuando toda la sala
estalló en risas y luego en aplausos. Me di cuenta que un ejército de
camareros que se arremolinaban alrededor de las mesas, dos de ellos
rodeando la nuestra con platos en sus manos. Jack me soltó la mano y se
echó hacia atrás para que el camarero pudiera hacer su trabajo. La pérdida
de su contacto se apoderó de mí, y no estaba segura de cómo debía sentirme
al respecto. Tomaron nuestras órdenes de bebidas: vino blanco para mí y
whisky con hielo para Jack.
En cuanto nos dejaron solos con nuestros risottos de colores extraños y
fueron por los pedidos de bebidas, me incliné hacia atrás.
—¿Algún pedido específico de canela?
Hubiera preferido que me cogiera la mano de nuevo, pero en lugar de
eso, pasó su brazo por el respaldo de mi silla y giró su cuerpo hacia mí.
—Todo lo que hagas tú, guarda un poco para mí.
—Hago esta cosa de canela trenzada. Es una receta sueca y me encanta.
Puedo hacerla si quieres.
—Me gustaría —dijo simplemente, y tuvimos que alejarnos un poco
cuando llegaron nuestras bebidas. Yo no era una fanática del alcohol y rara
vez bebía, pero sentía que esta noche era necesario.
Tomé un sorbo de mi vino y él tomó un sorbo de su whisky.
—¿Conoces a mucha gente aquí? —pregunté, apartando mi vaso.
Miró por encima del hombro y sus rasgos se endurecieron. Curiosa, seguí
su mirada y vi a Joshua mirando de nuevo, aunque Jodi estaba sentada a su
lado. Su brazo estaba alrededor de su silla, casi exactamente como Jack
había estado en la mía. Aparté los ojos y puse la palma de la mano en la
mejilla de Jack. Aplicando un poco de presión, giré su cabeza hacia mí.
—Jack, ¿conoces a mucha gente aquí? —Repetí mientras él se bebía el
resto de su whisky de un trago—. Sólo vamos a estar nosotros dos esta
noche, ¿de acuerdo? No vamos a centrarnos en nadie más. Tenemos que
parecer una pareja felizmente casada, así que sólo seremos nosotros dos. —
Sentí que si lo repetía las suficientes veces tal vez yo también me lo creería.
—Unos cuantos. Conozco a algunas personas —respondió finalmente,
con la voz áspera por el alcohol.
Cuando el camarero estuvo lo suficientemente cerca, pidió otro. Tomé un
pequeño sorbo de mi propio vino y probé un pequeño bocado del risotto.
No era la peor cosa que podría haber comido. Miré a las personas sentadas
frente a nosotros y me di cuenta que ninguno de ellos estaba interesado en
lo que estaba sucediendo en el escenario tampoco.
Cuando noté que algo goteaba de mi nariz sobre el mantel, toda mi cara
se calentó, y rápidamente busqué la servilleta, maldiciéndome por no tener
un pequeño bolso en el que hubiera podido guardar algunas cosas.
Mortificada, esperaba que Jack, o cualquier otra persona, no hubiera visto
mi secreción nasal.
Intentando ser discreta, me pasé la servilleta por el labio superior y
ligeramente por la nariz. Ya podía sentir mis mejillas enrojecidas mientras
empezaba a entrar en pánico. Miré la servilleta y sólo vi líquido limpio
saturando el paño. Empujando mi silla hacia atrás, me levanté y Jack se
levantó conmigo.
Sorbí en silencio y me llevé la mano a la nariz. Nuestra diferencia de
altura me favorecía, ya que podía mantener la cabeza inclinada hacia atrás
mientras lo miraba.
—Sólo voy al baño. No tienes que venir, Jack.
No escuchó y me siguió hasta el fondo del salón de baile. Me apresuré a
entrar y, agradecida que no hubiera nadie más, me paré frente al espejo.
Alcancé el algodón de mi nariz y me quedé mirándolo. Estaba saturado
hasta el punto que podía apretarlo y ver cómo goteaba. No tenía ni idea de
lo que estaba pasando exactamente, pero estaba bastante segura que esto ya
no era sólo un goteo nasal. Debía ser alérgica a algo.
Ya tenía una cita con el médico el lunes para que me diera un aerosol
nasal para evitarlo, pero hasta entonces iba a tener que tener cuidado de no
gotear cerca de otras personas.
Cuando llamaron a la puerta, la abrí a medias y saqué la cabeza.
—¿Está todo bien ahí dentro? —preguntó Jack, tratando de mirar por
encima de mi cabeza.
—Sí, por supuesto. Saldré en un minuto.
No le di la oportunidad de decir nada más y dejé que la puerta se cerrara
en su cara. Después de tomar un poco de papel higiénico y enrollarlo en una
forma con la que pudiera taponarme la nariz, me miré rápidamente en el
espejo y me di cuenta de lo pálida que estaba. El pintalabios burdeos que
llevaba resaltaba demasiado en contraste con mi piel. Agarrando más papel
higiénico, me quité un poco, convirtiéndolo en un matiz de color.
Finalmente salí del baño, me reuní con Jack.
—Podemos volver —murmuré mientras intentaba pasar junto a él, pero
me detuvo.
—¿Qué pasa?
—Nada. Podemos irnos.
—¿Estabas llorando?
Fruncí el ceño hacia él, confundida.
—¿Por qué iba a llorar?
—Tu ex-prometido está aquí.
—Me di cuenta.
—Con tu prima —añadió amablemente.
—¿De verdad? ¿Dónde? —pregunté con fingida indignación.
Suspiró y se pasó la mano por el pelo casualmente peinado.
—Deberíamos irnos.
—Sigues diciendo eso, pero no es necesario.
—¿Por qué no? Y si dices que hicimos un trato una vez más, te llevaré de
aquí sobre mi hombro.
Sus inesperadas palabras me arrancaron una carcajada.
—Podrías probar y ver cómo te va esta vez —le ofrecí con una pequeña
sonrisa.
No me devolvió la sonrisa.
—¿Estás segura de esto?
—¿Por qué tengo que ser yo quien se vaya? No he hecho nada malo, así
que no voy a darles la satisfacción. Deja de preguntarme. Me gustaría
intentar disfrutar de esta noche.
—No quiero que te hagan daño, Rose.
Lo miré fijamente. No era justo. No era justo que él estuviera diciendo al
azar cosas como esa cuando me sentía tan desubicada a su lado.
—No dejarás que nadie me lastime —dije, ahogándome un poco y
teniendo problemas para encontrar las palabras adecuadas—. No dejarás
que nadie me haga daño. —Yo sabía, de alguna manera sabía que él no
dejaría que nada me hiciera daño.
Soltó un suspiro.
—Como quieras. ¿Lista para volver?
Asentí con la cabeza y luego dudé después de unos pasos.
—Siento que todo el mundo nos está mirando, ahí dentro.
—Eso es porque lo están haciendo. —Los ojos de Jack se movieron en
mi cara, luego mi cuerpo. Sentí que mis mejillas se calentaban—. Te miran.
Cómo no iban a hacerlo.
Oh, cielos.
Mientras intentaba pensar en algo que decir, él cubrió mi mano con la
suya. Un poco sorprendida, miré hacia abajo y luego hacia arriba, pero él
miraba al frente. Cuando estalló otra ronda de aplausos en la sala, volvimos
a entrar. Debido a todos los camareros que se apresuraban, caminábamos
muy despacio, y así fue como sentí una pequeña mano en mi pierna
mientras pasaba por una mesa.
—¡Jack, qué sorpresa verte aquí! —dijo alguien desde nuestra izquierda,
bloqueando nuestro camino de vuelta. Mientras Jack le daba la mano al
hombre, miré hacia atrás para ver a una niña pequeña girar rápidamente la
cabeza cuando nuestras miradas se cruzaron.
Cuando intenté apartar mi mano de la de Jack, dejó de hablar y me miró
interrogativamente.
—Vuelvo enseguida —susurré, sonriendo a su amigo antes de volver
sobre mis pasos hacia la niña. Ella me miraba, y cuanto más me acercaba,
más no podía apartar la vista. Cuando estuve a su lado, me miró con esos
grandes y hermosos ojos azules. No era tan profundo como el azul de Jack,
sino un tono más claro, uno más dulce.
Me arrodillé suavemente, sujetando su silla con mi mano.
—Hola —susurré, inclinándome hacia ella.
Se mordió el labio y miró a alguien que supuse que era una trabajadora
social que mantenía a los niños a raya o simplemente un acompañante, pero
la mujer estaba ocupada escuchando a quienquiera que estuviera en el
escenario y no se dio cuenta que la niña y yo estábamos hablando.
Con ambas manos en el asiento de su silla, la niña se inclinó más cerca y
susurró.
—Hola.
Le sonreí y ella me dedicó una sonrisa torcida.
—Me encanta tu vestido. ¿Es nuevo? —le pregunté. Ella se miró a sí
misma. Ella llevaba un sencillo vestido rosa de manga larga. No era nada
especial, pero su dueña lo era, y eso era lo único que importaba.
—Me lo regalaron hoy —explicó—. Es rosa. Ahora es mío, creo.
—Te queda precioso. Me gustaría tener un bonito vestido rosa como ese,
también.
—¿De verdad?
Asentí con entusiasmo.
—Aunque no tengo un pelo rubio tan bonito como el tuyo, así que no sé
si me quedaría tan bien el rosa, pero igual estoy celosa.
Me tocó suavemente el brazo con un solo dedo y lo retiró rápidamente
hacia atrás.
—Me llamo Rose. ¿Cuál es tu nombre?
—Madison, pero mis amigos me llaman Maddy.
—Encantada de conocerte, Maddy. —Extendí mi brazo para que se
sintiera libre de tocarme de nuevo—. ¿Crees que mi vestido me queda bien?
No estoy segura.
—Es muy bonito —susurró con anhelo, y esta vez se sintió lo
suficientemente bien como para pasar su mano por los adornos de mis
mangas.
Me miró a mí y luego a la acompañante, y cuando vio que la mujer
todavía no se había dado cuenta de nuestra presencia, me señaló con el
dedo. Tuve que dar dos pasos de rodillas para llegar hasta allí y entonces
ella se inclinó aún más, hablándome al oído.
—Siento haberte tocado. Se supone que no debo tocar a nadie esta noche.
Traté de forzar una sonrisa más brillante en mi cara.
—No pasa nada. No se lo diré a nadie.
—De acuerdo. Gracias.
La chica sentada a su derecha, que sólo podía ser unos años mayor que
Maddy, se volvió también hacia nosotros.
—Oye, ¿qué haces en el suelo?
—Hola a ti —dije, sonriendo—. Sólo charlando con tu amiga.
—Me gusta tu pelo.
—¿Ah, sí? Gracias.
—Me encanta el tuyo. Me gustaría tener unos rizos así.
Ella balanceó su cabeza de lado a lado, sus pequeños rizos volando por
todas partes.
—Yo no tengo que hacer nada a los míos.
—Tienes mucha suerte.
—Sin embargo, a veces los otros niños se burlan de él.
Me dolió el corazón. Yo también había conocido niños que se burlaban de
mí cuando tenía su edad.
Los niños pueden ser brutales.
—No los escuches. Créeme, sólo están celosos.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, inclinándose sobre el respaldo de su
silla.
—Rose.
—Es un nombre bonito. Tú también eres bonita.
Mi corazón se derritió.
—Gracias. Eres muy dulce. ¿Cómo te llamas?
—Sierra.
—¿En serio? Tenía una amiga que se llamaba Sierra en la universidad. Es
un nombre precioso, igual que tú.
La hermosa Madison de ojos azules me tocó el brazo y me volví hacia
ella. —Me gusta mucho tu vestido. ¿Te costó mucho dinero?
—Fue un regalo para mí. Tal vez cuando seas un poco mayor, puedas
comprarte algo así, algo brillante.
—¿Quién lo compró?
Pensando en señalar a Jack, miré por encima de mi hombro. Yo estaba
suponiendo que estaría de espaldas a mí ya que así lo había dejado, pero
había cambiado de lugar con su amigo y estaba hablando con él mientras
estaba de frente de cara a mí. Me miró por encima del hombro de su amigo
y nuestros ojos se encontraron.
Me mordí el labio inferior y me volví hacia Madison.
—¿Ves a ese hombre de ahí hablando con el hombre que lleva un traje
azul marino?
Las dos chicas estiraron el cuello para ver de quién estaba hablando.
—¿Cuál? ¿El viejo? —susurró Sierra.
Volví a mirar hacia atrás y quedé atrapada en la mirada de Jack. Como él
ya estaba mirando hacia nosotros, aunque podía ver su boca moviéndose
mientras hablaba con su amigo, lo señalé con el dedo para que las chicas
pudieran verlo.
—No el viejo, el que está enfrente. Tiene los ojos azules y nos está
mirando a nosotras. —Volviéndome hacia ellas, pregunté: —¿Lo vieron?
Las chicas soltaron una sonora carcajada.
Mi cabeza giró hacia Jack, pero estaba concentrado en su amigo.
También noté que otras personas de las mesas que nos rodeaban me
enviaban miradas de desaprobación. No entendía por qué, así que las
ignoré.
—¿Qué?
¿Qué pasa?
—Nos guiñó el ojo —dijo Maddy, todavía sonriendo—. Es tan grande.
—¿Es tu novio? —preguntó Sierra, ahora sentada de lado en su silla.
—Es mi... marido. —Le toqué la nariz con el dedo.
Su sonrisa se hizo más grande.
—Yo no tengo novio —dijo Maddy— Soy demasiado joven.
—Créeme, no te estás perdiendo nada.
—Los chicos pueden ser estúpidos a veces —añadió Sierra, asintiendo.
—Sí, muy estúpidos, y también imbéciles —admití. Era algo que ellas
aprenderían muy pronto.
Cuando empezaron a reírse de nuevo, empecé a reírme con ellas, sin
importarme que más cabezas se volvieran hacia nosotros esta vez.
—¿También le dices a tu marido que es estúpido? —susurró Maddy.
—Le dije que era un idiota esta noche, justo antes de entrar aquí.
Los ojos de ambas se pusieron enormes.
—¡No lo hiciste!
—Lo hice. —Me encogí de hombros—. Se estaba comportando como un
imbécil, así que le dije que dejara de hacerlo.
—Pero es mucho más grande que tú.
—Es bastante grande, ¿no? Bueno, eso no importa. Sólo porque sea
grande no significa que pueda ser un idiota.
Sierra asintió con entusiasmo.
—Sin embargo, es bastante lindo.
—Sí, lindo —murmuró Maddy.
Cuando estaba a punto de decir algo, sentí una mano agarrando mi
muñeca y tirando de mí no tan suavemente. Sorprendida, jadeé y casi perdí
el equilibrio.
—Nos estás avergonzando —siseó Bryan, acercándose y tirando de mí
hacia él al mismo tiempo.
Intenté apartar la mano, pero su agarre era fuerte y empezaba a ser
doloroso. Mis cejas se juntaron cuando me encontré con sus ojos.
—¿Qué estás haciendo? —susurré confundida cuando pude encontrar mi
voz de nuevo. Antes de obtener una respuesta, sentí un amplio pecho
presionando contra mi espalda, y así como así, la mano de Jack estaba en la
muñeca de Bryan. No sabía cuánta presión estaba aplicando, pero Bryan me
soltó inmediatamente.
Actuando como si no pasara nada, mi primo miró a su alrededor y sonrió.
—Intenta controlar a tu mujer, Hawthorne. —Luego, metiendo una mano
en el bolsillo de sus pantalones, se alejó de nosotros.
Confundida, herida y más que sorprendida, me limité a masajear mi
muñeca.
El amplio y cálido pecho que tenía pegado a mi espalda se movió
ligeramente para que pudiera inclinarse y susurrarme al oído.
—¿Qué dijo? —gruñó, y esa voz ronca me hizo cosas, muchas cosas.
Solté mi muñeca e involuntariamente me apreté hacia atrás, absorbiendo
más de su calor para poder susurrarle.
—Nada.
—Rose...—empezó en voz baja, con la palma de la mano presionando mi
estómago, manteniéndome en su sitio.
Manteniéndome con él.
—Está bien —interrumpí, mirando por encima de mi hombro y a sus
ojos.
Su mandíbula se tensó, pero no dijo nada más.
Recordé dónde estábamos, o, lo que era más importante, con quién había
estado hablando unos segundos antes, así que me volví hacia las chicas, que
nos miraban confundidas.
—Lo siento —me disculpé, moviéndome en mi lugar y enfrentándome a
ellas de nuevo. Jack se quedó pegado a mi espalda, moviendo su cuerpo
conmigo. Probablemente debería haberme molestado, su cercanía, pero me
habría mentido si hubiera dicho que lo hacía. Su mano se enroscó alrededor
de mi cintura y la apretó.
—Uh...—Era muy difícil no moverse bajo su contacto—. Chicas, me
gustaría que conocieran a mi marido, Jack. Jack, estas son mis nuevas
amigas, Maddy y Sierra.
Ambas lo saludaron, y yo miré hacia atrás para ver que él asentía con una
expresión seria en su rostro.
—Es un placer conocerlas, chicas —dijo, con tanta suavidad que mi
corazón enloqueció en mi pecho. Aquellas molestas mariposas volvieron a
aparecer en mi estómago, también.
Las chicas volvieron a sonreír, así que todo iba bien.
—¿De verdad Rose te ha llamado imbécil esta noche? —Sierra preguntó
audazmente, mirándolo fijamente.
Puse mi mano sobre la de Jack, que aún estaba en mi cintura, y le devolví
la mirada a él también. Él suspiró y logró cambiar su expresión a una
realmente culpable. No pude contener mi sonrisa.
—Me temo que sí.
—¿No te enfadaste? —bromeó Maddy con ojos grandes.
—Ella estaba diciendo la verdad. Yo estaba siendo un idiota, así que no
podía enfadarme con ella.
—Rose dijo que los chicos son estúpidos e imbéciles —añadió Sierra.
Fingí una expresión de sorpresa.
—Me estás delatando con mi marido, ¿Sierra? Te lo dije en secreto.
Las risas comenzaron de nuevo y no pude mantener la cara seria. Mi
sonrisa se hizo más grande cuando Jack interpretó su papel a la perfección
inclinándose y presionando un suave beso en mi mejilla.
—Me temo que voy a tener que estar de acuerdo con mi mujer. Los
chicos son estúpidos. Y a veces idiotas, me temo.
Dios, ¿quién era este hombre exactamente?
Ambas tenían ojos de corazón mientras miraban fijamente a Jack. Temía
que yo también los tuviera.
—¿Estaría bien si me robara a mi esposa por un momento? —Jack
preguntó a las chicas. No quería irme, pero necesitaban comer su cena, y no
quería llamar la atención y avergonzar a Jack de alguna manera.
—¿Volverás? —preguntó Maddy, y yo asentí.
—Lo haré. Lo prometo.
—Bien. ¡Adiós!
Recibimos algunos adioses más y luego, con su brazo todavía alrededor
de mi cintura y mi mano en la suya, Jack me guio de vuelta a nuestra mesa.
Me di cuenta que el maestro de ceremonias ya no estaba en el escenario y
no había más oradores. Sentí y, más que eso, noté ojos curiosos sobre
nosotros, algunos de ellos con desaprobación probablemente pero mantuve
una pequeña sonrisa en mi cara y me aseguré de no mirar a la mesa donde
se sentaban Joshua y el resto.
Cuando llegamos a nuestra mesa, en lugar de sentarnos como había
supuesto que lo haríamos, Jack tiró de mí.
Jack me empujó, un poco a la izquierda, fuera del camino de los
camareros cambiando los platos y entregando más pedidos de bebidas.
Todavía podíamos ser vistos claramente por todo el mundo.
—¿Qué te dijo? —me preguntó en cuanto estuvo frente a mí. Ninguna de
nuestras partes del cuerpo se tocaba ya. Ciertamente sentí la pérdida.
—No dijo nada importante, Jack —le aseguré, poniendo mi mano en su
brazo y luego la retiré—. No hay nada por lo que enfadarse.
—Entonces puedes decirme lo que dijo.
—Pero no tiene importancia.
—Puedo ser el juez de eso.
Incliné la cabeza y suspiré.
—Jack. —Él sólo esperó con la misma expresión fría en su rostro, y solté
un largo suspiro. Conociéndolo, podía mantener esa expresión durante
mucho tiempo—. Si prometes que no te acercarás o decirle algo, te lo diré.
Recibí un firme asentimiento y nada más.
Suspiré, esta vez con más fuerza.
—Acaba de decir que los estoy avergonzando. Las chicas se reían, y creo
que algunas de las mesas que estaban cerca se molestaron. No creo que
haya hecho nada para avergonzarlos, pero si lo hice…
Sus ojos se clavaron en los míos mientras su mandíbula se tensaba.
—Ni siquiera termines esa frase, Rose. No has avergonzado a nadie.
Hiciste la noche de dos niñas. —Apartó la mirada un momento y vi cómo se
suavizaban sus rasgos.
Luego levantó la mano en forma de saludo y, curiosa, seguí su mirada
para ver a las chicas saludándonos con entusiasmo y con grandes sonrisas
en sus rostros. Sonreí de nuevo y me volví hacia Jack, con una sonrisa
todavía grande.
—Piensan que eres grande, y lindo, y Sierra piensa que soy bonita.
—Eres guapa. —Sus ojos seguían mirando a las chicas, y ni siquiera se
dio cuenta que estaba haciendo que mi corazón diera un pequeño salto
mortal.
—¿Pero bonita? —preguntó mientras sus ojos volvían a mirarme con mi
ceño fruncido favorito—. Estoy ofendida.
—Aww, no lo estés. Eres linda, de una manera gruñona.
Me reí, y sus ojos bajaron a mi boca, haciendo que me mordiera el labio
inferior mientras perdía rápidamente la gran sonrisa. Sus ojos se dirigieron
a los míos, el azul parecía aún más profundo en la escasa iluminación de la
habitación, y luego su mirada volvió a mis labios. Completamente
hipnotizada, vi una sonrisa en la comisura de sus labios.
Juro que no respiré durante unos segundos y me quedé mirándolo,
embelesada.
Finalmente, su boca se curvó en una sonrisa. Sólo habíamos tardado un
poco más de un mes. Seguramente era culpa mía, pero ¡madre mía! Había
sido una larga espera, una espera bastante larga que había valido la pena
porque cuando sonreía... cuando la piel alrededor de sus ojos se arrugaba
suavemente, convirtiendo su expresión en algo completamente diferente de
lo que era cuando fruncía el ceño... no podía dejar de mirarlo. Mi corazón
se disparó como si acabara de lograr algo grande, y para mí, era grande, tan
grande que no pude evitar sonreírle.
—¿Es una sonrisa lo que acabo de ver, señor Hawthorne? —pregunté,
todavía un poco estupefacta—. Es la primera vez que me sonríe. He estado
tratando de contarlas desde la primera semana, y esta es la número uno. Una
sonrisa... no puedo creerlo. Ojalá tuviera mi teléfono conmigo para poder
capturar este momento—. Tenemos que comer tarta para celebrarlo.
Miré a mi derecha y a mi izquierda para confirmar que no era la única
presenciando esto, pero aunque miraba alrededor, no vi a nadie.
Toda la sala podía estar mirándonos, incluido Joshua, pero no vi a una
sola persona que no fuera Jack Hawthorne. Esto no era realmente una buena
noticia para mí, la falsa esposa, pero eso no me importaba en absoluto. Ya
lo consideraría eso más tarde, mucho más tarde, cuando se me pasara esa
sonrisa.
Su sonrisa se suavizó, pero seguía ahí.
—¿Has estado contando mis sonrisas?
—Intentando es la palabra clave aquí, ya que te gusta acapararlas como
una ardilla acaparando sus nueces.
—Te he sonreído, Rose. —Levantó su mano y me acomodó el cabello
detrás de la oreja. No pensé mucho en ello porque estaba ocupada
sacudiendo mi cabeza hacia él.
—No lo has hecho.
—Quizá no estabas mirando.
—¿Me estás tomando el pelo? He estado mirando sin parar. —Levanté un
dedo entre nosotros y su mirada se posó en él—. Una vez... hubo una vez en
la que creí ver que tus labios se movían, pero fue una falsa alarma, y eso es
todo.
Todavía estaba sonriendo, pero cuando miré sus labios, había perdido la
sonrisa y la expresión de su rostro era mucho más intensa. Se acercó un
poco más hacia mí y mi pulso se aceleró. Cuando su mano grande y cálida
me cubrió la cara, cubriendo casi toda la mitad izquierda, noté el cambio en
el aire y me quedé quieta.
Esto no es bueno.
Con los ojos clavados en los míos, bajó la cabeza a pocos centímetros de
mis labios y susurró: —Voy a besarte ahora, Rose. —Sus ojos estaban
todavía abiertos y fijos en los míos.
Tragué saliva.
—¿Qué? —croe, y luego me aclaré la garganta, atascada en el lugar,
mirando en la profundidad de sus ojos. Su mirada pasó de mis ojos a mis
labios.
—Sabía que esto era una posibilidad esta noche, por supuesto —susurré
—. Pero, ¿hay alguien mirando? —Necesitábamos dar un espectáculo y
supuse que había llegado el momento, pero ¿por qué de repente me estaba
volviendo loca por dentro? No era como si fuéramos a chuparnos la cara en
medio de un acto benéfico.
—¿Te importa si alguien está mirando? —preguntó.
Quiero decir... esa era la razón del beso, ¿no? Pero, ¿me importaba? En
realidad no, supuse. Un beso en los labios no era nada. Respiré
profundamente y asentí con la cabeza, dejándolo salir en un suspiro.
—Bien. Hagámoslo. —Mientras sus ojos recorrían mi cara, endurecí mi
voz—. Un poco más rápido que eso, —susurré, manteniendo mi voz lo más
baja posible—. No como una tortuga, ¿recuerdas?
Una sonrisa volvió a bailar en sus labios como si encontrara lo que dije
extremadamente divertido, pero se las arregló para dejar caer su frente
contra la mía y nuestras narices se tocaron.
El corazón empezó a latir en mi garganta cuando su brazo rodeó mi
cintura y me acercó un poco más. También tenía sentido, supuse, porque yo
no podía mantener mi cara cerca y mi cuerpo alejado. Cerrando los ojos,
tragué con fuerza. Mis manos se apoyaron instintivamente en su pecho.
Esto iba a ser un beso épico, y esperaba que la gente de alrededor que nos
estuviera mirando, quienesquiera que fueran, apreciaran nuestra actuación.
Su mano seguía cubriendo mi mejilla.
—¿Estás lista para mí, Rose?
Jack susurró en voz baja e insistente, y olí el whisky y la menta en su
aliento.
—Sigues tomándotelo con demasiada calma, tienes que...
No tuve la oportunidad de pronunciar otra palabra porque los labios de
Jack estaban sobre mi boca y no estábamos compartiendo un bonito y
romántico beso. No, su lengua ya estaba barriendo y burlándose de la mía.
Por un momento, no estaba segura de lo que debía hacer. No habíamos
hecho esto ni siquiera el día que nos habíamos dado el sí quiero. Mis ojos
seguían abiertos, y me sentía un poco desesperada por terminar lo que él
había empezado. Incluso lo intenté, dos veces, las dos pensando “Bien, esto
es todo”, pero cuanto más me provocaba con la forma en que lentamente
me atrajo hacia el beso, tirando de mí más profundamente, más me sentí
que me deslizaba. Finalmente, mis ojos empezaron a cerrarse solos. No era
que no estuviera respondiendo, lo estaba, lo había hecho desde el momento
en que sus labios tocaron los míos, pero hasta ese momento, lo había estado
haciendo a regañadientes, pensando que todo el tiempo terminaría en el
siguiente segundo, pensando que se detendría después de un latido más.
Estaba haciendo todo lo posible para contenerme, tratando de no disfrutar
de nuestro beso.
Entonces, cuando se detuvo de repente, podría haber llorado. No estaba
segura de si era de alivio o de pena. Por suerte, no se retiró del todo y yo
sólo me balanceé un poco hacia él. Me obligué a abrir los ojos.
—¿Lo estoy haciendo bien? —preguntó contra mis labios ya hinchados,
sus ojos mirando fijamente a los míos. El vello de mis brazos se erizó y sus
ojos se convirtieron en mi foco de atención. Se veían más oscuros, más
profundos, y el azul profundo del océano se convirtió en mi nuevo color
favorito.
Me aclaré la garganta y traté de mover la cabeza hacia arriba y hacia
abajo asintiendo.
—Quiero decir, depende de lo que quieras, pero mucho mejor, que una
tortuga... creo.
—¿Eso crees? —Su voz grave hizo que mis párpados cayeran, y la forma
en que usó su mano izquierda para apartar parte de mi flequillo de la cara,
el dorso de sus dedos rozando suavemente mi sien...
Me mordí el labio para no cometer una estupidez, respiré profundamente,
asentí con la cabeza y me obligué a abrir los ojos. En el mismo segundo, él
estaba en mis labios de nuevo. Tan lento y dulce como había empezado con
su primer beso, con éste, cuanto más giraba su lengua en mi boca, más
inclinaba su cabeza y trataba de penetrar más profundamente, más me
deslizaba en un oscuro agujero del que nunca quería salir. Su mano en mi
espalda me tiró hacia adelante, un centímetro o dos apenas perceptibles,
pero me resultaba imposible no arquear la espalda y ayudarlo. No me
gustaban para nada las demostraciones de afecto en público, pero me olvidé
de todas las personas que estaban en ese enorme salón de baile con
nosotros. Podría haber estado de pie en medio de un estadio en los brazos
de Jack yendo con todo y probablemente todavía no me habría importado
en ese momento.
Fue un poco duro, nuestro beso, y de alguna manera creo que sabía que
sería así con él. Áspero y exigente, y devorador. Lo sabía incluso antes que
empezara esta locura.
Cuando mi lengua tuvo su propia idea y comenzó a meterse más en ella,
me levanté de puntillas, básicamente escalando con mis brazos para
conseguir más de él, este hombre espinoso y áspero que aparentemente era
mío en público durante la mayor parte de los próximos dos años.
Inclinándome más para conseguir, su mano se deslizó desde mi mejilla para
acunar mi cuello. Sentí su otro brazo alrededor de mi cintura, acercándome
a su pecho. Tal vez no era que no era tan bueno comunicándose conmigo,
pero seguro que era bueno en esto.
Algo que no podía identificar exactamente estaba subiendo a la superficie
dentro de mí y, para ser honesta, más que feliz de estar tan cerca, rodeé su
cuello con mis propios brazos alrededor de su cuello y un gemido salió de
mis labios. Fue entonces cuando se detuvo de repente y se retiró. No estaba
tan sin aliento como yo, pero definitivamente respiraba con dificultad.
Sonrojada, me quedé mirándolo con asombro. ¿Qué demonios acababa de
pasar? ¿Estaba intentando conseguir un Oscar o algo? ¿Había sentido lo que
yo había sentido allí durante un segundo? ¿Un minuto? ¿O había sido una
hora?
Me aclaré la garganta en silencio y bajé los brazos, arreglando mi vestido
bajo su mirada. Girando la cabeza ligeramente hacia la derecha, me limpié
la boca con los dedos porque no me parecía buena idea seguir
relamiéndome los labios tratando de saborearlo de nuevo.
De cara a él, empecé: —Jack, yo...
—Tu ex prometido está mirando —dijo con voz tranquila. Su respiración
ya no parecía agitada, todo lo contrario de lo que yo sentía.
Me puse rígida pero no miré hacia donde sabía que Jack acababa de mirar
o probablemente había seguido mirando mientras me besaba. Entonces, esto
era sólo un espectáculo. Mi estómago dio un vuelco y solté lo que había
estado a punto de decir. Su beso había sido sólo un espectáculo. Quiero
decir... por supuesto que era un espectáculo. Ya lo sabía que me había dado
una advertencia, por el amor de Dios. No era como si me hubiera sonreído y
luego perdiera el control y me besara porque no podía detenerse. No. Me
había dado muchas advertencias, pero... pero por un segundo, me había
perdido en el beso y lo había olvidado. Por un segundo allí, yo había
pensado que era real, tal vez... Probablemente había sido sólo una
casualidad. Sacudí la cabeza, tratando de deshacerme de la niebla que
nublaba mi cerebro y volver a la realidad. Jack besaba bien, ¿y qué? Tal vez
podría simplemente esperar al próximo evento público en el que él pensara
que debíamos volver a besarnos, disfrutar de ello por lo que era, y no pensar
demasiado en ello.
Cuando Jack me acercó la silla para que me sentara, lo estudié con un
poco más de atención por el rabillo del ojo mientras tomaba asiento. Su
rostro era como siempre: fijo y distante, su expresión fría e ilegible. Si sus
labios no hubieran estado un poco más rojos por lo que mi lápiz labial les
transfirió, ni siquiera habría adivinado que acababa de besar a alguien...me
había besado. No quedaba absolutamente ninguna evidencia de lo que
acabábamos de compartir.
Sintiéndome confundida, tomé mi tenedor y ni siquiera me di cuenta que
mi plato había sido cambiado por una especie de plato de pollo, ya que lo
comí sin otra palabra. Jack y yo permanecimos en silencio durante mucho
tiempo, dejando que otras voces llenaran el pesado silencio entre nosotros.
—¿Crees que eso fue mejor que una tortuga? —preguntó después de
quince minutos en silencio. El evento era bastante ruidoso, y él tuvo que
inclinarse hacia mí para que pudiera oírlo. Las otras dos parejas sentadas
frente a nosotros no estaban precisamente en silencio, ya que se reían a
carcajadas de una manera que me hacía estremecerme cada vez que lo
hacían. Tuve que inclinarme hacia Jack mientras le hacía repetir sus
palabras. Mi estómago aún no se encontraba bien después de todo esto.
—Oh sí, eso fue muy profesional. —Hice una mueca y traté de salvar el
momento—. Creo que hicimos un muy buen trabajo para hacer creer a la
gente que esto es algo real entre nosotros. —Casi me había engañado a mí
también, casi—. Espero no haber estado tan mal tampoco. —pregunté
ligeramente, tratando de parecer que no me importaba mucho de ninguna
manera pero al mismo tiempo lamentando las palabras tan pronto como
salieron de mi boca porque tenía curiosidad, maldita sea.
Rompí un trozo de pan por la mitad y me lo metí entero en la boca.
—No, estuviste bien.
Mi masticación se ralentizó mientras procesaba sus palabras y luego me
obligué a tragar el pan que sabía a cartón.
—Bien —murmuré, lo suficientemente bajo como para que no me oyera.
Estuve bien.
Se inclinó de nuevo, con su brazo descuidado sobre el respaldo de mi
silla.
—¿Qué dijiste?
Me incliné hacia otro lado, nada obvio, sólo un poco, mientras alcanzaba
mi segundo vaso de vino blanco. Un dolor de cabeza infernal me estaría
esperando cuando me despertara a la mañana siguiente. Lo sabía.
—Nada —murmuré en mi vino, y Jack se inclinó más cerca, su hombro
en mi espalda. No pude apartarme porque la maldita copa de vino ya estaba
en mi mano.
—Tienes que dejar de hablar con tu bebida. ¿Está todo bien?
Dejé la copa de vino, tomé aire al hacerlo y luego puse mis ojos en su
mandíbula.
—Todo está bien, sólo un poco cansada después de toda la emoción, no la
parte de los besos, obviamente. Eso no fue un gran ejercicio. Pan comido.
—Deja de mover los labios, Rose.
—¿Por qué no me miras?
—Te estoy mirando. —Bajé la mirada a sus pantalones y luego a la mesa
donde descansaba su mano izquierda, girando el vaso de whisky y a todas
partes menos a sus ojos. Entonces me enfadé conmigo misma y lo miré
directamente a los ojos levantando una ceja.
Me miró en silencio durante veinte segundos y yo le devolví la mirada.
No había nada entre nosotros. Esto era Jack. Esto era temporal. Yo era la
que estaba haciendo las cosas incómodas al tratar de poner algún
significado detrás de algo que no... bueno, no significaba nada.
Me había dicho que estaba a punto de besarme y luego me había besado.
No era nada nuevo. Todo el mundo se besaba con la boca y la lengua; no
habíamos hecho nada especial.
Su mandíbula se tensó y se levantó.
—Tengo que ver a unos clientes y luego podemos irnos.
Abrí la boca para decir algo, pero él ya se había alejado.
Cuando el camarero me presentó el postre, le dediqué una sonrisa
forzada. Parecía una especie de eclair con tres puntos de algo verde en el
lateral. ¿Mermelada? ¿Una salsa? No tenía ni idea. Asegurándome que la
gente no me estaba mirando, miré por encima de mi hombro derecho y
encontré a Maddy y a Sierra; estaban seis o siete mesas detrás de nosotros.
Cuando capté los ojos de Maddy, sonreí cariñosamente y la saludé. Ella me
devolvió el saludo con entusiasmo.
Mi mirada buscó a Jack a continuación, y lo encontré hablando con un
anciano a unas cuantas mesas de distancia de las chicas. Miré hacia adelante
y accidentalmente me encontré con los ojos de uno de los chicos sentados
en nuestra mesa. Las damas estaban ausentes, y el otro hombre estaba
ocupado hablando por su teléfono en voz bastante alta. Aquel cuyos ojos
había encontrado me dedicó una sonrisa socarrona y levantó su copa de
vino tinto en señal de saludo, miré hacia otro lado.
—¿Estás disfrutando de la noche? —preguntó. Era el que estaba sentado
más cerca de mí, a mi derecha, y como el otro tipo seguía hablando por
teléfono no podía estar hablando con nadie más que conmigo.
Forcé una pequeña sonrisa y asentí con la cabeza.
—Soy Anthony.
Como era la persona más inteligente del mundo, actué como si no lo
pudiera oír, empujé mi silla hacia atrás, cogí mi plato con las dos manos y
me encontré dirigiéndome a la mesa donde estaban sentadas las chicas.
Obviamente, nunca se deja el postre. Cuando se dieron cuenta que me
acercaba, los rostros apagados tanto de Maddy como de Sierra estallaron en
una sonrisa.
Esta vez, como no quería avergonzar a Jack, le pedí a un camarero si
podían traerme una silla, y mientras estaba de pie entre las chicas con un
plato de postre en la mano, le pregunté a la cuidadora si le importaba que
me uniera a las chicas. Cuando me dio el visto bueno y la silla, me senté
entre ellas y empecé a charlar.
Cuando me preguntaron si mi marido me había dejado, encontré a Jack
en el concurrido salón de baile en un segundo y lo señalé. Estaba de pie con
las manos en los bolsillos de nuevo. La verdad es que le quedaba muy bien
el esmoquin. Sus ojos encontraron los míos y, al ser descubierta, aparté
rápidamente la mirada.
Cuando encontré a las chicas contemplando cómo comer los eclairs en su
plato, cogí el mío con los dedos. Era más fácil, y además, había dejado todo
lo demás en mi mesa y no tenía nada más que usar. Las chicas se relajaron
cuando me vieron y atacaron sus propios eclairs con tanta alegría que les
sonreí. Mientras hablábamos de cosas al azar y comíamos nuestros postres,
miraba a hurtadillas a Jack, muy consciente de dónde estaba todo el tiempo.
Cuando finalmente volvió a mi lado, me costó despedirme de las chicas.
Las besé a las dos en las mejillas y me despedí con la mano mientras se
reían a nuestras espaldas. Estaba segura que las risas eran todas para Jack,
que en realidad había besado sus manitas y les dio las buenas noches,
robando más pedazos de mi corazón en el proceso.
Mientras esperábamos que nos sacaran los abrigos, Jack me señaló los
labios con sus dedos. Sonreía suavemente.
—Hay chocolate alrededor de tus labios.
Cerré los ojos mientras sentía una oleada de calor en mis mejillas.
Así se hace, Rose. Así se hace.
—¡Ya vuelvo!
—Rose, no, tenemos que...
—¡Sólo un minuto! —Gritándole por encima del hombro, me apresuré a
ir al baño y me miré en el espejo. Efectivamente, en el borde izquierdo de
mi boca estaban los signos reveladores del chocolate, y aún peor que eso,
mi nariz que moqueaba estaba empezando a aparecer de nuevo. Al menos
no lo había notado eso en la oscuridad.
Sacando el papel completamente empapado, de nuevo, de mi nariz,
incliné la cabeza hacia atrás cuando sentí un chorro de líquido arrastrándose
hacia abajo. Gimiendo, hice otra bola de papel y me la metí por la nariz,
esperando que aguantara hasta que pudiéramos llegar al apartamento. Lo
último que quería era que Jack me viera con la nariz moqueando.
Cuando terminé, me apresuré a regresar con él.
—Lo siento, lo siento.
—No tienes que disculparte conmigo. Está bien —murmuró.
Muchas cosas estaban bien esta noche.
Levantó la chaqueta y cuando dudé un segundo, levantó una ceja y
esperó. Empujé los brazos y dejé que me pusiera la chaqueta sobre los
hombros. Me giré hacia él para que pudiéramos salir y me envolví más en
mi abrigo, sabiendo que estaba a punto de congelarme el culo en el
momento en que saliera.
Jack estaba a mi lado cuando abrió la puerta, y di mi primer paso en la
fría y ajetreada noche. Con mi mano derecha, sujeté el cuello de mi
chaqueta cerrada y exhalé, viendo cómo se hinchaba en una nube frente a
mí. Al tercer paso, una mano cálida se deslizó suavemente alrededor de mi
mano izquierda sin mediar palabra, y bajé las escaleras de la mano de mi
marido como si fuera la cosa más natural del mundo.
El número de veces que Jack Hawthorne sonrió: tres. (LA VICTORIA ES
MÍA.)
Capítulo Catorce
Rose
Me desperté en medio de la noche con un fuerte jadeo y un ligero brillo
de sudor cubriendo mi cuerpo. Mi respiración era agitada y mi ritmo
cardíaco era un poco más rápido de lo que me hubiera gustado. Sintiéndome
aturdida y sin saber dónde estaba exactamente, miré a mi alrededor. La
habitación estaba oscura, pero cuando mis ojos se adaptaron a la luz que
entraba por las puertas de la terraza gracias a la luna, me di cuenta de dónde
estaba: en mi habitación del apartamento de Jack, donde había ido a dormir,
pero... Cerré los ojos y gemí, dejándome caer de nuevo a mi almohada. Me
puse de lado, de cara a las puertas de la terraza, y me quedé mirando nada.
Era... el domingo por la noche, la noche después del evento benéfico.
Y acababa de soñar con Jack.
Era increíblemente consciente que lo que acababa de ver no era real, pero
se había sentido lo suficientemente real como para sentir un gran vacío
dentro de mí. Tragué y me puse de espaldas, mirando el techo oscuro,
tratando de refrenar mis emociones. Todavía podía sentir sus brazos a mi
alrededor, su tacto, podía sentir y oír su voz junto a mi oído. No podía
recordar las palabras, pero recordaría ese sonido bajo y rudo en cualquier
lugar, y cuando miré por encima de mi hombro, Jack había estado allí
mismo sonriéndome.
Levanté la mano y me toqué la mejilla donde todavía podía sentir la
sensación punzante, un remanente de su barba incipiente rozando mi
mejilla. Se sentía tan real que tuve que cerrar los ojos y tratar de sentir el
fantasma de su toque.
Estaba jodida.
Todo se había sentido tan real.
En mi sueño, estaba enamorada de Jack, y estaba bastante segura que él
también estaba enamorado de mí también. Cuando me besó, sólo un lento
roce de sus labios con los míos, no había nadie alrededor. Estábamos solos.
Entonces sonrió contra mis labios. Ambos habíamos sonreído, y yo había
rodeado su cuello con mis brazos y lo obligué a darme un beso más largo y
satisfactorio. Nunca había sentido una felicidad como esa. Cuando salimos
a tomar aire, ambos sonreíamos, él apartando mi pelo de la cara con sus
manos, nuestras frentes apoyadas una contra la otra mientras
recuperábamos el aliento.
No había nadie alrededor.
No había nadie a quien mostrar.
Sólo nosotros.
Sin embargo, mis sentimientos no habían desaparecido de repente como
en el sueño.
No habían cambiado. Todavía podía recordar lo que había sentido.
Todavía lo quería y eso, más que nada, me asustó mucho, porque no era real
y, sin embargo, todavía podía sentirlo.
Inspiré y espiré por la boca y me desprendí de las sábanas. Hacía
demasiado calor dentro de la habitación.
Después de unos minutos de mirar la oscuridad del techo, cerré los ojos y
traté desesperadamente de volver a dormir con la esperanza que pudiera
continuar exactamente donde lo había dejado.
Lo intenté y no funcionó.
Cuando me di cuenta que no ocurriría, bajé las piernas de la cama y me
agarré al borde del colchón, sentándome allí durante unos minutos, tratando
de aclarar mi mente.
Todo esto estaba sucediendo por ese maldito beso y todo ese toque y las
sonrisas en el acto benéfico. Lo sabía, pero el sueño había sido demasiado.
¿Sentirse tan bien por algo, sentirse tan feliz y luego tener que ese
sentimiento sea sólo una mentira? En el momento en que me desperté, sentí
la pérdida física de él intensamente.
La noche del sábado había terminado tan pronto como volvimos al
apartamento. Jack había desaparecido en su estudio u oficina o como quiera
que llamara a ese lugar, nuestro viaje en coche había sido igual de tranquilo.
No había mencionado el beso o ver a Jodi y Bryan y Joshua. Y yo... en
lugar de sentarme y tratar de procesar el hecho que Joshua estaba ahora con
mi prima y tal vez, probablemente, me había dejado por ella, había estado
atascada en el beso que había compartido con Jack. Joshua no había
ocupado mi mente más que unos minutos fugaces.
Todo había sido Jack.
El domingo por la mañana, cuando me desperté, pensando que tal vez
podríamos desayunar juntos ya que no iba a abrir la cafetería, lo había
buscado. Incluso llegué a llamar a su puerta y entrar en su habitación, sólo
para encontrar que ya se había ido. Si alguien me preguntara, no lo
admitiría, pero había esperado hasta las dos de la tarde, y cuando no había
aparecido, había decidido ir a la cafetería y pasar el tiempo en la cocina
horneando. Yo había cogido mi teléfono innumerables veces, pensando que
tal vez el envío de un texto rápido preguntando qué estaba haciendo no sería
tan mala idea, pero nunca lo hice.
Él tampoco se había puesto en contacto conmigo.
Al volver al apartamento a las ocho de la noche, nada había cambiado.
No creía que tuviera nada concreto que decirle, pero tenía muchas ganas de
verlo y estar cerca de él. Cuando me fui a la cama a las once, él todavía no
llegaba.
Masajeando mis sienes, suspiré y busqué a ciegas mi teléfono en la
mesita de noche. No sé por qué se me aceleraron los latidos del corazón
cuando eché un rápido vistazo a la pantalla y me desplacé por unos cuantos
mensajes de Sally; No había nada de Jack, ni llamadas, ni mensajes de
texto.
¿Por qué iba a llamarme o enviarme un mensaje? No éramos eso. Nunca
íbamos a ser eso, sin importar los sueños que tuviera.
Totalmente molesta conmigo misma por estar tan afectada sólo por un
simple sueño, me puse en pie y busqué algo que pudiera ponerme por
encima de las bragas. Me dejé puesta la sencilla camiseta gris de manga
corta y salí tranquilamente de mi habitación. Lo único positivo de la noche
fue que mi nariz no goteaba en ese momento, y parecía que había superado
cualquier reacción alérgica o la gripe se había cruzado en mi camino.
Cuando llegué a la escalera, me detuve y miré hacia la habitación de
Jack, pero no me atreví a acercarme a ella. Bajando lentamente las
escaleras, decidí que un vaso de agua fría sería lo adecuado para
despertarme de los sueños estúpidos y sin sentido, pero entonces vi la luz
que salía de la puerta del estudio de Jack y me dirigí hacia allí.

Capítulo Quince
Jack
Las últimas cuarenta y ocho horas habían sido un infierno. Me había
pasado todo el domingo en la oficina lidiando con una crisis inesperada que
me alejaba de Rose y cuando lo había resuelto con éxito esperando poder
volver a casa, me había enfrentado a una situación mucho más molesta en
nombre de: Bryan Coleson.
Pero ya estaba hecho. Rose había terminado con ellos. Me había
asegurado.
Como si eso no fuera suficiente para el día, antes que pudiera salir de la
oficina Joshua había aparecido. Todo se estaba acumulando y yo me estaba
quedando lentamente enterrado bajo todo ello.
Así que estaba en mi estudio a las tres de la mañana, sin hacer nada más
que hacerme miserable en lugar de irme a la cama... a pocas puertas de ella.
Cuando llamaron a la puerta de forma vacilante, salí de mis
pensamientos.
—Entra.
Primero, su cabeza se asomó, sus hombros y su cuerpo se escondieron
detrás de la puerta.
—Hola, Jack.
—Hola.
—¿Te molesto? ¿Puedo entrar?
Si hubiera estado seguro que no la asustaría, me habría reído a
carcajadas. Ella no me estaba molestando lo suficiente, ese era el problema.
Por si acaso, cerré la tapa del portátil, ocultando el correo electrónico que
acababa de recibir.
—Por favor, entra —repetí, y ella finalmente mostró todo su cuerpo,
cerrando la puerta y apoyando su espalda en ella. No estaba seguro de
cuánto tiempo podría mantener mis manos fuera de ella o de lo prudente
que era estar en una habitación aislada juntos como esta, pero no me
importaba.
—Me desperté —dijo ella, sonriéndome suavemente—. No puedo volver
a dormir.
Rose llevaba unos leggings negros y una camiseta gris claro que no
ocultaba su sujetador amarillo de encaje. Había perdido la corbata en algún
lugar cuando había entrado en un apartamento tranquilo, pero todavía
llevaba la camiseta blanca con botones y los pantalones negros que me
había puesto esa mañana. Estaba hermosa incluso desaliñada, mientras que
yo debía parecer un desastre.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó cuándo no dije nada.
—Surgió algo que tuve que resolver.
Se apartó de la puerta, acercándose lentamente con la mano detrás de la
espalda.
—¿Todavía tienes trabajo que hacer?
Asentí con fuerza.
—No te he visto hoy.
¿Esperaba verme? No lo creo.
—Estaba en la oficina. Hubo una crisis con un cliente, pero me ocupé de
ello.
—Pensé que no trabajabas todos los fines de semana. —Ella estaba unos
pasos más cerca, y yo era consciente de todos y cada uno de esos pasos. Su
mirada se dirigió lentamente a todo lo que había en la habitación menos a
mí.
Me levanté de mi asiento, rodeé mi escritorio y me senté en el borde del
mismo. Tuve que meter las manos en los bolsillos para no agarrarla, pero
necesitaba estar más cerca. Me quedé quieto en mi lugar y observé sus
lentos movimientos mientras se acercaba a las estanterías y las recorría,
deteniéndose una o dos veces para comprobar un título, con las yemas de
los dedos rozando suavemente cada lomo.
—No, no todos los fines de semana. ¿Necesitas algo?
Dejó de examinar los libros y se centró en mí.
—Si te estoy molestando…
—No me estás molestando, Rose. ¿Quieres hablar de algo?
Ella levantó un hombro en un encogimiento de hombros y mantuvo sus
ojos en los libros.
—Nada en particular. Como dije, no podía dormir.
—De acuerdo.
Se volvió hacia mí, manteniendo su espalda contra la estantería.
—¿Quieres ir a la cama?
—En algún momento, sí.
—Bien. Eso es bueno. Dormir es bueno.
Con pasos aún más lentos, se acercó a mí, sus ojos se movían por la
habitación.
—Tienes un hermoso apartamento —murmuró, y fruncí el ceño al verla.
—¿Rose? ¿Estás bien?
Odiaba que le hiciera esa pregunta. Lo sabía, pero me gustaban
demasiado sus reacciones como para dejar de preguntar.
Ella suspiró.
—Sí, claro. ¿Por qué?
—Estás actuando raro.
Agitó una mano delante de ella, desestimando mis palabras. Luego, de
pie junto a mí, puso su mano en mi escritorio.
—Este es un hermoso escritorio —dijo.
Definitivamente, algo le pasaba.
—Es un escritorio. —Asentí con un tono plano.
Sus labios se movieron y mi mirada se centró en ese pequeño
movimiento. Estaba perdiendo la cabeza. Estar tan cerca y a la vez tan lejos
de ella estaba causando estragos en mi autocontrol.
Ella respiró hondo y finalmente me miró a los ojos, sin rastro de la
sonrisa con la que me había enamorado.
—Así que... en el evento... hicimos un buen trabajo, ¿verdad?
—¿Un buen trabajo? ¿De qué?
—De ser marido y mujer. Necesito probar algo, así que ¿puedes quedarte
quieto?
Mis cejas se alzaron confundidas, pero me limité a asentir con fuerza, no
tenía ni idea de a dónde quería llegar.
Se lamió los labios e hinchó las mejillas antes de soltar un largo aliento.
Luego dio dos pasos más hacia adelante hasta que su pecho quedó a uno o
dos centímetros de mi hombro.
Me puse rígido y me metí las manos en los bolsillos. Sin saber lo que iba
a hacer, así que tuve que sacar la mano derecha y agarrar el borde de mi
escritorio.
Su atención se centró en mis labios, y la vi morderse el labio inferior y
luego se inclinó hacia mí.
Sus ojos revolotearon entre mis ojos y mis labios.
—Es que... yo...
Entonces se inclinó hacia delante, y yo cubrí el espacio que quedaba entre
nosotros hasta que sus labios finalmente tocaron los míos, presionando un
suave beso en el borde de mi boca. Con los ojos aún cerrados, se apartó e
hizo un gruñido.
—Huh.
Decir que me sorprendió sería un eufemismo, pero no me atreví a
moverme, por miedo a romper el hechizo de lo que fuera que estaba
pasando. Me limité a mantener mis ojos en su hermoso rostro y traté de leer
lo que estaba pensando. Entonces dio otro paso adelante, y juro por Dios
que sentí sus pezones presionando en mi pecho.
Ella tragó saliva y puso su mano en mi mejilla.
—¿Qué estás haciendo, Rose? —pregunté, sin poder contenerme más. Mi
voz sonaba áspera a mis oídos.
—Sólo estoy probando algo. —Me miró a los ojos—. ¿Podrías cerrar los
ojos?
Levanté una ceja en forma de pregunta.
—Sólo un segundo. Lo prometo.
Suspiré, un poco molesto porque no quería que la mirara, que tomara sus
rasgos cuando estaba tan cerca de mí. Mis dedos agarraron el escritorio con
más fuerza, pero hice lo que me había pedido.
—Es que... me pones nerviosa cuando frunces el ceño de esa manera.
Sólo será un segundo, lo prometo.
Mis labios se separaron para darle una respuesta, pero no salió ningún
sonido porque sus labios habían vuelto a encontrar los míos. Respondí a su
suave beso y abrí los ojos de todos modos para poder observarla. Ella ya
había cerrado los suyos, y su mano temblaba ligeramente contra mi mejilla.
Inclinando la cabeza, profundizó, su mano izquierda se apoyó en mi pecho
mientras subía. Bajé la cabeza y cerré los ojos, sintiéndome embriagado por
su beso.
Ella se retiró antes que yo pudiera tomar el control por completo, y nos
quedamos a pocos centímetros de distancia, con su respiración entrecortada.
Mi corazón martilleando en mi pecho, la estudié mientras sus ojos se abrían
lentamente y ella hizo una cara como si algo no estuviera bien.
Arrugando la nariz, me dirigió una mirada que no pude interpretar.
Me aclaré la garganta.
—¿No está bien?
Levantó su mano entre nosotros, moviéndola de lado a lado.
—Ehhh.
—Ya veo. ¿Otra vez la tortuga?
Otro gruñido.
—Sí. Y esto era importante... ¿por qué?
Ella resopló y pensó en su respuesta por un segundo.
—Algo así como práctica, ¿tal vez? El sábado fue un poco raro, así que
pensé que podríamos trabajar para que parezca más natural.
—¿Así que el sábado estuvo mal? No me di cuenta que tenías un
problema con mi beso. Parecías estar bien con él entonces, ¿pero ahora
crees que deberíamos trabajar en ello?
—Quiero decir... no tenía nada mejor que hacer, así que...
—Bien.
Esperé, con los ojos puestos en ella.
—¿Tal vez una vez más? Sólo... ya sabes, para ver qué estamos haciendo
mal.
—Claro, ¿algún consejo que quieras dar?
Me tomó en serio y se lo pensó un poco más. Estaba teniendo problemas
para mantener la cara seria pero decidí seguirle el juego. No me creí sus
tonterías, pero si ella quería besar, no iba a discutir.
—¿Te parecería raro más lengua? —me preguntó.
Mis labios se movieron y sonreí.
—¿Qué?
Me aclaré la garganta y negué con la cabeza.
—Nada. No estoy segura de la lengua —aventuré—. Si crees que es una
buena idea, tendré que intentarlo.
—De acuerdo. —Suspiró y me puso una mano en el hombro—.
Entonces... sí. Bien, vamos a intentarlo.
Después de otra respiración profunda, dio un pequeño paso. Sus ojos
estaban ya cerrados, así que no vio mi sonrisa. Sacando mi otra mano del
bolsillo, le aparté el flequillo, relajé la mano con la que estaba agarrando el
escritorio y la coloqué suavemente en la parte baja de su espalda para poder
acercarla en una orden silenciosa. Ella obedeció y se lamió los labios, con
los ojos aún cerrados, con la cara ligeramente inclinada hacia arriba.
—Avísame si empeora —susurré contra sus labios, y ella asintió
rápidamente—. Relájate. —Mi voz fue aún más baja esta vez, y su mano
apretó mi hombro, los dedos se clavaron en mi camisa.
Sólo nos separaba un suspiro, y su respiración ya era demasiado fuerte.
Primero besé el borde de sus labios. Se separaron y la punta de su lengua
rozó el inferior. Solté un suspiro. Estaba en un aprieto.
Impaciente, tomé su labio superior entre los míos y deslicé mi lengua,
lamiendo y chupando suavemente, para familiarizarme con su boca. Ella
dio un paso adelante y cayó sobre mi pecho. Apreté su camiseta con los
dedos y me senté más erguido, con la polla ya tensa en mis pantalones
mientras empujaba mi pecho contra ella. No había duda que ella podía
sentirlo.
Su boca se abrió más con un gemido salvaje, y yo incliné mi cabeza hacia
la derecha mientras ella iba por la izquierda, el beso se convirtió en algo
más en un segundo. Llevé mi mano a su cuello, sintiendo su piel contra la
mía, su pulso salvaje bajo las yemas de mis dedos. Empujé y tomé todo lo
que pude de ella, sediento de más, de todo lo que podía tomar de ella.
Quería que se ahogara en mí como nunca se había ahogado en otra persona
antes. Si hubiera pensado que era el momento adecuado, habría plantado su
culo justo en mi escritorio y la habría follado hasta que no pudiera más.
Su mano se deslizó desde mi hombro hasta mi cuello, y sus dedos se
aferraron a mi cabello, su otra mano agarró mi bíceps. No creo que se diera
cuenta de lo que estaba haciendo o del hecho que estaba gimiendo y se
fundía en mí, presionando y tirando al mismo tiempo mientras yo tomaba su
boca sin piedad. Estaba tan hambriento de su tacto y su sabor.
Cuanto más exigía que me diera, más rápido respondía con más. Tal vez
este asunto del matrimonio no había sido la peor idea que había tenido.
Tal vez las cosas se resolvieran bien.
Ambos estábamos llegando al punto en el que necesitábamos tomar un
respiro, pero yo no estaba seguro de poder dejarlo ir. Ella se apartó
bruscamente, decidiendo por mí mientras me soltaba el pelo y apoyaba las
palmas de las manos en mi pecho. Todavía estábamos lo suficientemente
cerca como para respirar el aire del otro, nuestras cabezas, lo
suficientemente cerca como para ir a por sus labios y el beso para que no
tuviera tiempo de pensar en ello.
—Sí. —Se aclaró la garganta—. Eso estuvo mejor, creo —gruñó, su
pecho subiendo y bajando rápidamente mientras sus pechos y pezones
endurecidos se frotaban contra mí con cada una de sus respiraciones. Estaba
a segundos de levantarla sobre mi escritorio y llevar su pequeño
experimento falso más allá.
—¿Quieres volver a intentarlo? —pregunté, con mi propia voz tan áspera
como la de ella había sonado. Usé mi pulgar para acariciar su mandíbula.
—Uhh...—Ella tragó saliva y desafortunadamente recordó que me estaba
tocando. Dio un saludable paso atrás, lo que me hizo soltar de mala gana la
parte trasera de su camiseta—. Creo que ya lo tenemos controlado.
Deberíamos estar bien, creo. Supongo, quiero decir.
Volví a meter las manos en los bolsillos para no agarrarla y empujarla
contra mí, comenzando algo que nos costaría aún más parar. Noté que sus
ojos bajaban hasta mi cintura, donde podía ver claramente mi silueta, y
luego se alejaba. Tuve que bloquear mi cuerpo para impedirme seguir sus
pasos y pedirle que volviera a hacerlo.
Se aclaró la garganta.
—Tengo que levantarme temprano mañana, así que voy a intentar dormir
un poco más. ¿Te quedas despierto hasta tarde?
Obligo a mi cuerpo a relajarse y me enderezo, caminando detrás de mi
escritorio. Me senté. Era la única manera de impedirme ir tras ella. Abrí mi
portátil.
—Subiré en cuanto termine aquí.
—Te veré mañana, ¿verdad?
Levanté la vista de la pantalla y miré sus ojos vidriosos. Sí, me vería al
día siguiente, y con suerte todos los días después de eso. Iba a asegurarme
que termináramos lo que habíamos empezado muy pronto. Iba a hacer todo
lo que estuviera en mi poder para asegurarme que no quisiera dejarme ir. La
culpa que tenía por haberla engañado seguía ahí, pero se lo contaría todo
cuando llegara el momento, no me lo ocultaría más. Sería cualquier cosa y
todo lo que ella que quisiera y necesitara que fuera.
—Sí, Rose —respondí suavemente—. Nos veremos mañana.
Ella asintió y, mientras seguía intentando alejarse sin romper el contacto
visual, chocó con la lámpara de pie junto a la puerta. Cuando hizo una
mueca de dolor, me levanté.
—¿Estás bien?
Su mano se levantó.
—No, siéntate. Estoy bien.
—¿Segura?
—Sí. Sí, estoy bien. Te he molestado lo suficiente, así que vuelve a
trabajar.
—Nunca podrías molestarme, Rose.
Ella se congeló y luego se rio, y por primera vez, parecía forzada y tensa.
Sus párpados cayeron y miró al suelo. Empujando su mano detrás de la
espalda, la movió hasta que fue capaz de agarrar el pomo de la puerta y
abrirla. Con los ojos puestos en mí, salió de mi habitación.
—Buen detalle, algo muy marital. Entonces, buenas noches.
—Dulces sueños —dije, y ella dudó mientras cerraba la puerta.
—¿Qué has dicho?
—Dulces sueños.
—Eso podría ser una muy, muy mala idea, así que tengamos todos sueños
normales en lugar de eso, sueños normales y solos.
Incliné la cabeza y entrecerré los ojos, estudiando su expresión.
—¿Seguro que estás bien?
—Perfectamente. Un poco nerviosa, en realidad, porque besarte es un
poco raro, así que disculpa mi extraño comportamiento.
Levanté una ceja, confundido.
—¿Besarme es raro?
—Sí. Ya sabes, eres mi marido, bla bla bla, pero también no lo eres, bla,
bla, bla. —Sorbiendo por la nariz, ella jadeó y de repente inclinó la cabeza
hacia atrás.
—Voy a estornudar. Bueno, adiós. —Cerró la puerta de golpe, dejándome
mirando tras ella, confundido.
Crucé la habitación y abrí la puerta, escuchando cómo subía corriendo las
escaleras y luego escuché el cierre de otra puerta.
Volví a mi escritorio con pasos controlados y tomé asiento. El correo
electrónico seguía abierto, esperando que le enviara una respuesta. Me
sentía mucho mejor que cinco minutos antes. Mi mente se consumía con
Rose, tardé un rato en recomponerme lo suficiente como para formar una
simple frase y pulsar enviar.
Si se te ocurre amenazarme de nuevo, convertiré tu lamentable excusa de
vida en un infierno, Joshua.
Capítulo Dieciséis
Rose
Era la semana del caramelo, y Owen había horneado cuatro dulces
diferentes mientras que yo había hecho lo básico: sándwiches, brownies y
magdalenas de bayas. Incluso nuestros básicos solían cambiar día a día, ya
que éramos un nuevo lugar, pero en un mes más o menos tendríamos un
menú más fijo después que llegamos a conocer a nuestros clientes y saber
qué es lo que más les gusta.
El lunes, había dado mi habitual paseo con Raymond a las cinco y me
había unido a Owen en la cocina nada más llegar. Sally había llegado una
hora después de mí, antes de su hora habitual. El misterio se resolvió
cuando ella empezó a hacer todo lo posible por coquetear con un Owen con
cara de circunstancias.
—¿Crees que podrías enseñarme a hacer este pan de plátano con
caramelo salado? Está muy bueno.
Owen se limitó a gruñir y siguió trabajando la masa en sus manos. Estaba
haciendo bollos de canela, mi favorito absoluto.
Sally me miró con los ojos muy abiertos y puso los ojos en blanco. Era
implacable.
Apoyando los codos en el espacio de trabajo de mármol que dominaba el
centro de la cocina, lo presionó un poco más.
—Te voy a cocinar algo. ¿Cuál es tu comida favorita? No puedo hornear
para salvar mi vida, pero puedo cocinar.
—Si no sabes hornear, ¿qué te hace pensar que podrás hacer pan de
plátano? —preguntó Owen, con los ojos y las manos ocupados.
Sally se deslizó un poco más cerca de él.
—Puedes enseñarme. Estoy segura que si me enseñas, le cogeré el truco,
y por lo que tengo entendido, el pan de plátano no es tan difícil de hacer.
—¿Puedes retroceder un poco? Te vas a cubrir de harina si te acercas
más.
Apenas conteniendo mi carcajada antes de atraer el feroz ceño de Owen,
me aparté de la puerta y me concentré en apilar los sándwiches bajo la
cúpula de cristal. A Owen no le gustaba que nadie se metiera con su rutina.
Apenas toleraba que trabajara a su lado durante unas horas por las mañanas,
así que aunque sonara grosero, era su manera, sin mencionar que también
era una persona muy privada.
—¿Quieres que te haga un café? —Oí a Sally insistir, ignorando su
grosería.
Mientras Owen gruñía una respuesta no verbal que no llegó a mis oídos,
no pude evitar inclinarme hacia atrás para echar un vistazo a la cocina.
Sally había sido despedida a su punto de partida original justo enfrente de
él.
—¿Qué tal bollos de canela entonces? —Su voz seguía siendo optimista
y positiva.
—¿Qué pasa con ellos?
—¿Puedes enseñarme a hacer bollos de canela? parece muy divertido,
todo lo de enrollar y lo de la canela.
—Cosas... ¿No tienes trabajo que hacer en el frente? Es casi la hora de
apertura.
Me mordí el labio y volví a mi propio trabajo. Owen era algo así como
Jack, esencialmente, no es un fanático de usar muchas palabras. Hablando
de Jack... todavía estaba experimentando los efectos de mi sueño y luego
todo lo que había pasado después. No estaba exactamente segura de lo que
había estado pensando cuando decidí trabajar en nuestra técnica de besos,
pero en ese momento, tratando de ver si lo que había sentido en el evento de
caridad era una cosa de una sola vez o no parecía una buena idea. Tal vez
mi sueño fue la fuerza impulsora detrás que tuviera la valentía de
enfrentarme a él, pero no podía quejarme. El segundo beso fue tan bueno
como el primero, tal vez incluso mejor porque habíamos estado solos en su
estudio, lejos de todos los ojos curiosos. Todavía era temporal, esta cosa
entre nosotros, pero el sueño había cambiado algo dentro de mí, lo sentí con
cada fibra de mi ser.
Por un segundo, pensé que había sentido su erección contra mi estómago
cuando agarró la parte trasera de mi camisa y me acercó. Ya me las había
encontrado antes en la naturaleza. No me lo estaba imaginando. Puede que
lo haya imaginado, por el maldito sueño, que a él también le gustaba el
beso, pero no me había imaginado esa erección.
Era un gran besador; eso no se podía discutir. Sólo era un poco áspero y
completamente consumidor, tal y como yo había imaginado que sería, y
pensé que tenía una postura completamente diferente sobre la demostración
de amor después del fin de semana. No creí que cayera en el “beso de
práctica” de nuevo, así que iba a tener que hacer lo de los besos en
público... bueno, una cosa para nosotros, sólo para hacer nuestro
matrimonio más creíble, no para mí ni nada.
Por otra parte, ¿a quién quería engañar? Todo lo relacionado con Jack
estaba empezando a ser demasiado atractivo para mí. Empezaba a tener
ganas de ver su expresión pétrea y a veces distante al final del día... todos
los días. Charlaba más que él, pero él también hablaba, mucho más que al
principio. Ya casi no hacía lo de “hablar conmigo misma como Jack”, y
cuando lo hacía, era por la diversión de ver su expresión preocupada como
si estaba considerando sus opciones de vida de terminar en un falso
matrimonio conmigo. No me burlaba de él ni nada que se le pareciera.
Simplemente disfrutaba de la forma en que me miraba con el ceño fruncido.
Era lo mejor de mi día.
Y esa sonrisa... Dios, finalmente había sonreído, y había valido la pena la
espera para ver su cara transformarse. Te puedes enamorar de esa cara, con
esa sonrisa, incluso si el paquete venía con el ceño fruncido y la
personalidad espinosa. No podía decidir qué expresión prefería más en él,
porque pensé que fácilmente podrías enamorarte de esa expresión pétrea y
gruñona con la misma intensidad. Por otra parte, tal y como me sentía
después de ese sueño, mi inesperada atracción por Jack se había triplicado
de la noche a la mañana. Claramente no podía estar cerca de él hasta que se
me pasasen los efectos.
—¿De qué te ríes? Eso fue un completo desastre —murmuró Sally
mientras se acercaba a mí, chupándose los dedos, presumiblemente después
de comer un pan de plátano pegajoso.
Dejé de soñar con Jack y traté de concentrarme en Sally. Ella no estaba
haciendo exactamente un mohín, pero se estaba acercando.
—No me di cuenta que estabas interesada en él —respondí, ignorando su
pregunta.
Cogió un caramelo de menta de un pequeño cuenco junto a la caja
registradora, desdobló el envoltorio y se lo metió en la boca.
—Puedo ver que es un poco tarde para preguntar después de lo que
acabas de presenciar, pero... ¿tienen alguna norma que prohíba a los
empleados tener citas?
Apilando el último sándwich de pavo, puse la cúpula de cristal en su
lugar y me volví hacia Sally, pensando en mi respuesta por un momento.
—Quiero decir... ustedes dos son mis únicos empleados, obviamente, así
que nunca he pensado en ello—. ¿Tanto te gusta? Pensé que tal vez sólo
estabas jugando con él.
—¿Por qué iba a hacer eso?
—¿Porque es divertido sacarle de quicio?
A veces pensaba que era divertido irritar a Jack.
—No. —Sacudió la cabeza y miró hacia la cocina por encima de mi
hombro—. Quiero decir, es realmente atractivo, ¿no crees?
Miré por encima de mi hombro para tratar de ver lo que ella estaba
viendo. Owen estaba enrollando la masa, sus bíceps se flexionaban. Él
realmente era atractivo cuando lo mirabas detenidamente, no en el sentido
en que Jack era atractivo, sino en una más... diferente. Se parecía más a un
chico francés sin la parte romántica y encantadora. Su cabello castaño era
rizado y caía sobre su frente, y se podían ver los bordes de los tatuajes en
sus fuertes brazos que se enroscaban bajo la camisa. Era más delgado que
Jack, pero seguía siendo tonificado. Jack me parecía más fuerte. Cuando
miré a Owen, no me sentí como ¿Sabes qué? Creo que me gustaría
abrazarlo. Era sólo... Owen, un amigo. Cuando miré a Jack, me interesaba
mucho abrazarlo y quedarme en sus brazos el mayor tiempo posible.
Sally agitó su mano frente a mi cara.
—¿Tierra a Rose?
Salí de mi confusión con Jack.
—Lo siento. Supongo que es atractivo.
—Y tiene este aire intenso sobre él. Parece que funciona para mí. No sé,
no diría que no a una cita.
—Bueno, creo que en este caso serás tú la que lo pida.
Alcancé los brownies y los empujé frente a los muffins de chocolate,
reorganizando las cosas para que los sándwiches estuvieran en el extremo
izquierdo de la caja registradora, tentando a los clientes.
—¿Entonces no tienes ningún problema con esto? Me gusta mucho
trabajar y no voy a arriesgarme por un chico, pero si te parece bien, puede
que lo haga un día de estos.
¿Cómo diablos iba a decidir algo así?
—Siempre y cuando no afecte a tu trabajo, creo que me parece bien.
¿Estás segura de esto, sin embargo? No quiero que se sienta incómodo si no
está interesado.
Esa probablemente no era una de mis mejores ideas, pero no sabía cómo
decir que no, seguía siendo una romántica de corazón, a pesar de mi estado
civil.
—Oh, no. Todavía no está listo. Voy a tener que trabajar en él poco a
poco, que es la parte divertida, para ser honesta. —Ella me dio una sonrisa
cegadora, rebotando dos veces sobre sus pies—. Bien, iré a lavarme las
manos y a descargar el último lote de tazas de café y luego prepararé todo
lo demás.
Antes que pudiera decir que sí, ella ya estaba de vuelta en la cocina, sus
ojos se detuvieron en Owen mientras pasaba por delante de él.
Si quería algo real con Jack, ¿tendría que trabajar en él poco a poco? No
es que no sonara divertido. Pero, ¿querría siquiera complicar las cosas de
esa manera? No era del tipo romántico; era un tipo totalmente diferente de
los suyos. Claro, era mi marido, pero todo eso era una actuación, nada más,
y la erección... bueno, pensé que era bastante involuntaria cuando se besa a
alguien. No tenía una erección especial para mí. No era una erección
especial.
Hubo un fuerte golpe en la puerta de cristal que me sacó de mis
pensamientos y me giré para encontrar a un chico joven, tal vez de unos
veinte años, mirando hacia el interior de la cafetería con un enorme ramo de
rosas en sus brazos.
Con una gran sonrisa en la cara, me apresuré a abrir la puerta y el aire
frío que golpeaba mis mejillas fue una refrescante bienvenida después de
todos mis pensamientos sobre Jack Hawthorne y su erección no tan
especial.
—¿Rose Hawthorne? —preguntó el chico. Estaba envuelto en una
chaqueta azul y estaba saltando en el lugar, presumiblemente para mantener
el calor.
—Sí, soy yo. —Apenas podía mantener mis manos mientras él revisaba
algo en su bloc de notas y finalmente me entregó las flores envueltas en
papel marrón, pero no había ninguna nota—. ¿De quién son?
—Dice Jack Hawthorne.
Con la sonrisa todavía en mi cara, las abracé contra mi pecho y luego
firmé donde él señalaba.
—Que tengas un buen día —me ofreció antes de correr de vuelta a la
furgoneta blanca que aparentemente lo estaba esperando.
—¡Tú también! —grité, saludando con la mano a pesar que él no miraba
hacia atrás.
Empujé la puerta con la cadera y la cerré con llave, con los ojos puestos
en las rosas mientras me dirigía a la cocina y Sally aparecía en la puerta.
—¡He oído un knock-knock, Rose! ¡Míralas!
Así es. Estaba mirando y tratando de contener la sonrisa en mi cara
mientras trataba de ignorar la ligereza que sentía en mi corazón.
—Son preciosas —murmuré, casi para mí misma, mientras tocaba unos
cuantos capullos de rosa. Esta semana había rosas de color púrpura y
blanco.
—Bien, estoy oficialmente enamorada de tu marido. Es demasiado lindo.
Me reí, sintiéndome feliz de pies a cabeza.
—A él no le gusta cuando la gente piensa que es guapo, pero sí, estoy
totalmente de acuerdo. —Sin dejar de sonreír, miré alrededor de la
cafetería. Algunas de las rosas que había traído la semana anterior seguían
en pie, pero yo había cambiado las que habían empezado a marchitarse con
otras falsas apenas media hora antes. Iba a cambiar todas por las frescas.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó Sally, inclinándose para oler las
rosas.
No sabía por qué me sentía protectora, pero quería manejar las rosas yo
misma y apenas me detuve de arrebatárselas de su nariz. Por estúpido que
pareciera, intenté no pensar demasiado en ello. Eran todas mías.
—No, lo tengo, pero ¿puedes recoger las falsas y traer los mini jarrones a
la parte de atrás para que pueda cambiarlos todos?
—Por supuesto.
Tardé diez minutos en tenerlos todos en las mesas, y los doce restantes se
colocaron en el mostrador junto a la caja registradora para que pudiera
verlos constantemente y tal vez poner una pequeña sonrisa en las caras de
mis clientes. Colocando el último en la mesa frente a la estantería, me llevé
la mano al bolsillo trasero y saqué mi teléfono. Todavía teníamos ocho
minutos antes de abrir las puertas y recibir a nuestros primeros clientes.
Como no quería esperar más, escribí rápidamente un mensaje.
Rose: Hola.
Jack: ¿Pasa algo?
Me reí y me senté en la silla más cercana a mí.
Rose: No, sólo te saludo y te doy las gracias.
Jack: Hola. ¿Gracias por qué?
Rose: Las flores. Todavía no puedo dejar de sonreír.
Jack: Me alegro que te hayan gustado.
Rose: Me encantan, pero puede que me hayan gustado más las de la
semana pasada.
Jack: ¿Se han vuelto a equivocar con el pedido? Los llamaré.
Rose: ¡No! Espera.
Rose: No lo han estropeado. Es sólo que... la semana pasada las trajiste
tú mismo, y eso fue más... algo, supongo.
Cerré los ojos y gemí, con fuerza. No podía ser más cursi, y estaba
oficialmente coqueteando con mi marido, oficialmente pinchando la
colmena, sabiendo que no podría terminar bien.
Jack: Ya veo.
Ya veo. Eso fue todo lo que me dio. Respiré hondo y lo solté lentamente.
Rose: ¿Te pasarás antes del trabajo? Hago un buen café gratis.
Jack: Me temo que ya estoy en el trabajo. Tenemos una reunión
temprano.
Intenté no sentirme decepcionada, pero fue difícil.
Rose: Ah, está bien. Lo siento, sé que no te gustan los mensajes de texto,
así que me callaré. Espero que tengas un buen día. De nuevo, gracias por
las flores. Son hermosas.
Me golpeé en la frente con el lateral de mi teléfono unas cuantas veces.
Tenía que recomponerse. No estaba enamorada de Jack Hawthorne, y él
definitivamente no estaba enamorado de mí tampoco. Sólo había sido un
sueño muy, muy convincente, un beso y un toque y... eso fue todo. Además,
simplemente lo encontré atractivo, cualquier mujer lo haría. Eso no era un
crimen. En el fondo, tan espinoso y frío como parecía, en realidad era una
muy buena persona.
Justo cuando me estaba levantando para abrir la puerta principal, mi
teléfono zumbó en mi mano con otro texto. Mirando la pantalla mientras
caminaba, mi corazón se aceleró cuando vi su nombre, y me detuve junto a
la caja registradora.
Jack: ¿Quieres verme?
Rose: ¿Qué?
Jack: Dijiste que te gustaban más las flores que traje y me ofreciste café
gratis. ¿Estoy asumiendo...?
Estaba coqueteando de vuelta. Por increíble que sonara, todavía tenía
esperanzas.
Al encontrarlo estúpidamente encantador, le respondí rápidamente.
Rose: Quiero decir, eres mi marido, así que creo que estoy obligada a
mirarte. Afortunadamente no eres tan mal parecido, así que no me taparía
los ojos si aparecieras.
En el momento en que pulsé enviar, quise retirarlo, borrarlo y escribir
algo más... inteligente e ingenioso, pero era demasiado tarde.
—Oye, otra vez, tierra a Rose. ¿Puedes oírme? —gritó Sally desde algún
lugar detrás de mí—. Tenemos dos clientes esperando, tal vez deberíamos
abrir unos minutos antes.
Levanté la vista sorprendida y sólo entonces me di cuenta de las dos
chicas que esperaban que abriera la puerta. Me apresuré a invitarlas a entrar,
disculpándome.
Mientras Sally empezaba con los pedidos de café, les serví un sándwich y
una magdalena de arándanos. Mientras el siguiente cliente y el siguiente
empezaban a entrar, mi teléfono zumbó dos veces en mi bolsillo,
provocando una excitación irracional mientras intentaba ignorarlo y charlar
con los clientes.
Cuando el último cliente de la cola se fue, Sally y yo miramos alrededor
del local.
Algunos estaban con sus ordenadores portátiles, otros simplemente
charlando con sus amigos. Una persona estaba leyendo un libro que había
tomado de la estantería, y nueve mesas ya estaban llenas.
—Este es un gran comienzo de semana —comentó Sally mientras
limpiaba el mostrador.
—Lo es, ¿verdad? Creo que lo estamos haciendo muy bien. Oh, por
cierto, me olvidé tengo una cita con el médico a las dos de la tarde, así que
le pedí a Owen que se quedara hasta que vuelva. ¿Creen que ustedes dos
pueden manejarlo? Volveré tan pronto como haya terminado.
Se detuvo y dirigió su mirada preocupada hacia mí.
—¿Pasa algo?
Entonces sus ojos se abrieron cómicamente.
—¿Estás embarazada?
La miré con el ceño fruncido.
—¡No! ¡Me acabo de casar! ¿De qué estás hablando?
Con el ceño fruncido, me miré el estómago.
—¿Parece que estoy embarazada o algo?
—No, no pareces embarazada en absoluto. Es un error mío. Con ese
marido tuyo podría quedarme embarazada con sólo mirarlo, así que yo diría
que tengas cuidado.
Me quedé mirándola con algo parecido al horror, y ella se rio.
—Bien. Haz como si no hubiera dicho nada. Por supuesto que me
encargaré de ello. La hora del almuerzo habrá terminado para cuando te
vayas, así que estaremos bien hasta que vuelvas. ¿Todo bien? ¿Todavía con
el resfriado?
—Sí. —Me toqué con cautela la nariz, alegrándome que no estuviera
moqueando en ese momento. Pero lo había estado cuando me desperté—.
Creo que es sólo alergia si no un resfriado raro. Sólo necesito un spray nasal
o algo así. No tardaré mucho tiempo.
—Bien. Ve a hacer lo que tengas que hacer. —Su sonrisa se convirtió en
una mueca.
—Me dará tiempo para empezar a trabajar en Owen, así que muy
oportuno por tu parte.
Tan pronto como Sally se dirigió a la cocina, busqué mi teléfono para leer
mis mensajes.
Jack: Me alegro que se considere que no estoy tan mal de la vista.
Jack: ¿Estás libre para cenar esta noche?
No parecía que estuviera coqueteando, porque de todos modos me
preguntaba si estaba libre para cenar todas las noches de todos modos. Mi
excitación se desinfló lentamente, y antes que pudiera responderle, entró un
nuevo cliente.
Después de salir del consultorio, tomé el tren hacia Midtown en lugar de
volver directamente a Madison Avenue. Todavía me sentía un poco
mareada, pero si era sincera conmigo misma, había empezado a sentirme
mareada en el momento en que el médico había empezado a hablar.
Una vez me recetaron antibióticos para el dolor de garganta cuando tenía
veinte años, y acabé en urgencias. Resultó que, era alérgica a la penicilina.
Donar mi sangre fue una experiencia totalmente distinta. Decir que no me
gustaban las agujas, los médicos o los hospitales de cualquier tipo sería un
eufemismo. Por todo eso, no podía hacer otra cosa que sentirme mareada,
pensando en lo peor.
En cuanto a por qué estaba de pie frente al edificio de Jack, cerca de
Bryant Park, no tenía una respuesta clara para eso. Pasé por seguridad, entré
en el ascensor con otras seis personas, y me bajé en el piso de Jack. Me
acerqué a la recepcionista de cabello rubio y ojos azules, la misma que
había visto las únicas dos veces que había estado allí.
—Hola. Quería ver a Jack.
—Hola, Sra. Hawthorne. No tiene que detenerse aquí, puede ir
directamente a su oficina.
Aturdida, asentí y le di las gracias. Había olvidado que era la esposa por
un segundo. Mientras me dirigía a su despacho, me topé con Samantha, que
caminaba junto a otros dos trajes.
—¿Rose?
Dejé de mover las piernas una delante de la otra.
—Oh, hola Samantha. Estoy aquí para ver a Jack.
Sus cejas perfectamente formadas y perfectamente arqueadas se juntaron.
—¿Estás bien?
Me aferré con más fuerza a la bolsa que llevaba al hombro.
—Sí. Bien. Gracias. ¿Crees que Jack estará en su oficina?
—Creo que está fuera, en realidad, pero comprueba con Cynthia y ella te
lo hará saber.
Los dos hombres de traje siguieron hablando y caminando sin ella, así
que los miró por encima de su hombro y luego me miró de nuevo.
—¿Seguro que estás bien? Estás un poco pálida.
Sorprendida que sonara genuina, forcé una sonrisa en mi rostro.
—Oh, sí. Sólo un poco enferma. Ha sido un placer volver a verte. —Sin
esperar otra pregunta, caminé hacia la oficina de Jack, tomando el giro a la
izquierda al final del pasillo. Cynthia estaba en una llamada, así que eché un
vistazo rápido a la oficina mientras me acercaba; no parecía que Jack
estuviera allí.
—Hola, Rose. Qué bueno verte aquí. —La voz de Cynthia me hizo
volver hacia ella.
—Hola, Cynthia. Sólo necesitaba unos minutos con Jack. ¿Está por aquí?
—Tenía una reunión para comer con un cliente. —Ella miró su muñeca,
comprobando la hora—. ¿Sabía que ibas a venir?
—Oh, no. Sólo pasé por aquí. Tengo que volver pronto al trabajo. Si
crees que tardará mucho, puedo irme. Lo alcanzaré esta noche.
—Debería estar aquí en cinco o diez. Puedes esperar en su despacho.
¿Quieres que te traiga un té o un café mientras esperas?
Sacudí la cabeza y logré ofrecerle una pequeña sonrisa.
—Estoy bien. Gracias.
Cuando ella empujó la pesada puerta de cristal para abrirme, caminé
directamente hacia las dos cómodas sillas frente a su escritorio
meticulosamente organizado y me senté.
Cuando miré hacia atrás, Cynthia se había ido.
Teniendo un momento para mí, cogí un Kleenex limpio de mi bolso y,
sujetándolo con fuerza en la mano, me recosté y cerré los ojos, intentando
calmarme y dar un respiro a mi mente salvajemente imaginativa.
No podía creer que esto estuviera sucediendo. Ni siquiera sabía cuántos
minutos habían pasado cuando la puerta de la oficina detrás de mí se abrió y
miré por encima de mi hombro. No estaba segura de cómo o qué estaba
sintiendo cuando la cabeza de Jack se levantó del teléfono que tenía en la
mano y se dio cuenta que yo estaba esperando allí.
—¿Rose? —Sus cejas se juntaron en confusión mientras se detenía con
un pie en la puerta—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Levanté la mano hasta la mitad en un débil saludo y luego la dejé caer.
Cynthia apareció detrás de él, un poco sin aliento.
—He estado tratando de alcanzarte para decirte que Rose te estaba
esperando. ¿Quieres que llame a George y retrase esa reunión?
—Oh, no. Por favor, no —interrumpí, poniéndome de pie antes que
pudiera responderle.
—Sólo pasé por aquí. No quiero estropear su agenda. Me voy. —Me
agaché y recogí mi bolso del suelo. Manteniendo mis ojos bajos y sintiendo
que estaba a punto de romperme en cualquier segundo ahora que Jack
estaba de pie frente a mí, traté de pasar junto a él, pero usó su cuerpo para
bloquearme y me agarró suavemente la muñeca antes que pudiera hacer
nada más.
Jack giró la cabeza hacia Cynthia pero mantuvo su mirada escrutadora
sobre mí.
—Danos unos minutos antes de hacer eso, ¿sí?
—Por supuesto.
Mis ojos se encontraron con los de Cynthia y ella me dedicó una pequeña
sonrisa justo antes que Jack me arrastrara al interior y cerrara la puerta
sobre nosotros.
—¿Qué pasa? —preguntó Jack tan pronto como estábamos los dos solos
en la oficina espaciosa.
Aparté mi mano de su cálido y suave agarre, masajeando mi muñeca.
Cualquier tipo de contacto sólo haría que me derrumbara más rápido.
—Nada. Sólo me he pasado por aquí. Debería irme. —Miré mi reloj y
luego puse mi mirada en su hombro en lugar de sus ojos—. Es bastante
tarde. Owen me está cubriendo con Sally, pero creo que debería volver para
que pueda irse. Así que me voy a ir.
A pesar de mis repetitivas palabras, no pude hacer un movimiento para
irme, y Jack no se apartaba de mi camino de todos modos. Unos segundos
después, sentí que dos de sus dedos inclinaban suavemente mi barbilla
hacia arriba y permanecían allí.
Nos miramos durante unos cuantos segundos. Realmente estaba afectada
por el sueño que había tenido la noche anterior. Todavía sentía que había
algo real entre nosotros, y posiblemente era el peor momento para sentir los
efectos de estar enamorada de él, o, más exactamente, los efectos que él
estuviera enamorado de mí.
—Dime qué te pasa, Rose —dijo simplemente, su voz suave y
preocupada—. ¿Has estado llorando?
Me estremecí un poco y me mordí el interior de la mejilla mientras él
esperaba pacientemente.
—Sólo un poco, pero no es nada importante. Acabo de ir al médico y...
Mi voz empezó a quebrarse, así que me detuve.
—¿Cuándo? ¿Por qué? —Me soltó la barbilla.
—Ahora. Quiero decir que vengo de la consulta del médico. Tenía una
cita. Quería conseguir un spray o algo para las alergias. —Toqué mi nariz y
su mirada me siguió—. Para mi nariz. Obviamente. —Sonreí, pero creo que
no llegó a mis ojos.
—Para el frío, ¿no?
Últimamente, siempre andaba con un Kleenex en la mano o tenía algunos
cerca, por si acaso se me presentaba cuando no lo esperaba.
—Sí, el dolor de garganta de un día y el... um, el goteo nasal y los dolores
de cabeza. De todos modos, no parece un resfriado normal. Me siento
completamente bien si no cuentas los dolores de cabeza y los problemas de
nariz, que es por lo que pensé que de repente me había vuelto alérgica a
algo. Es como el agua que gotea de mi nariz. —Dejé escapar un pequeño
gemido y miré hacia otro lado—. Hablar de mi nariz no es para nada lo que
quiero hacer contigo.
Ignoró mi malestar.
—Nunca te he visto tener ningún problema como que no sea un par de
veces.
—Eso es porque no está goteando 24/7. A veces está bien si estoy de pie,
pero cuando me siento, empieza a gotear. Acostada sobre mi espalda
obviamente está bien, y también lo está mantener la cabeza inclinada hacia
atrás, pero a veces cuando duermo boca abajo, me despierto en medio de la
noche porque puedo sentir algo que se arrastra hacia abajo y... Tú entiendes.
Además, se pone en marcha cuando estoy trabajando o como cuando
estábamos en el evento de caridad, tengo que empujar una bola de algodón
o un pañuelo de papel hasta allí, algo para no tener que sostener un pañuelo
de papel bajo mi nariz todo el tiempo. —Me lamenté de mis palabras
cuando tuve que volver a acercar el Kleenex a mi cara—. En cualquier caso,
haga lo que haga, se empapa demasiado rápido de todos modos.
—¿Por qué no me dijiste todo esto antes, Rose? ¿Por qué has esperado?
Estaba trabajando y pensé que se me pasaría solo. Además, no me gustan
los médicos. A veces empieza y no para durante horas. A veces desaparece
después de media hora más o menos. Hago lo posible por no inclinar la
cabeza hacia abajo, porque eso también lo desencadena. Afortunadamente,
por las mañanas es lento, por alguna razón, por lo que no ha sido un gran
problema cuando estoy horneando, pero nunca sé cuándo va a suceder.
Hablando de...
Sentí que volvía a bajar, y el Kleenex que tenía en la mano se había
acabado ya. Agarrándome a la silla, me puse lentamente de rodillas, con los
ojos mirando al techo. A ciegas, traté de alcanzar mi bolso, pero de repente
Jack estaba de rodillas también, alcanzando mis manos. Sentí que mis ojos
se nublaban un poco.
—¿Puedes traerme un pañuelo, por favor? —pregunté, manteniendo mi
barbilla en alto y lejos de su mirada.
Me soltó y se levantó para irse.
—Espera, tengo algunos en mi...
Salió de su oficina antes que pudiera decirle que tenía más en mi bolso.
Me levanté. Volvió con una bonita caja de Kleenex y me la tendió. Saqué
uno y, moqueando, me lo puse debajo de la nariz.
—¿Estás bien? —Volvió a preguntar, mirándome directamente a los ojos.
Asentí con la cabeza y la incliné un poco más hacia atrás para detener el
flujo.
A veces eso ayudaba. Ahora que había aprendido lo que podía ser, la
sensación de ese goteo cálido me asustaba más de lo que lo había hecho
sólo unas horas antes.
Jack se masajeó la sien, se alejó unos pasos y luego volvió a pararse
frente a mí.
—Bien, dime lo que ha dicho el médico. Estoy asumiendo que no es una
alergia por la expresión de tu cara.
—No. Resulta que probablemente no es alergia ni resfriado. Quiere hacer
algunas pruebas, quiere hacer una tomografía y una resonancia magnética,
pero cree que podría tener fuga de líquido cefalorraquídeo, especialmente
porque sólo viene de un lado de la nariz. —Torcí los labios y me esforcé por
contener las lágrimas. Sus ojos estudiaron mi cara, y cuanto más tiempo
miraba su mirada, más su imagen empezaba a desdibujarse.
—No hagas eso —ordenó, con el rostro ilegible.
Asentí con la cabeza. Dada la clase de hombre que era, no creía que tratar
con una mujer llorando sería lo que más le gustaba hacer, pero incluso
escuchar su voz grave rompía el fuerte control que tenía sobre mí misma
desde que salí de la consulta del médico.
Había dejado mi bolso en la silla mientras me levantaba, así que lo tome
y lo enganché más arriba en mi hombro y luego asentí para mí misma.
Apretando mis dedos alrededor del Kleenex que tenía agarrado, dejé caer la
mano hacia abajo.
—Debería irme, de verdad. Debería haber vuelto directamente al trabajo
en primer lugar. Sólo pensé en pasarme por aquí y decirte que tal vez no
pueda acompañarte...
Cuando la primera lágrima se deslizó lentamente por mi mejilla, me la
limpié con el dorso de la mano.
—Puede que no pueda acompañarte en los eventos durante un tiempo.
Creo que tienen que operarme, así que no estoy segura de si voy a...
Me miró durante mucho tiempo mientras las lágrimas que me había
prometido que no derramaría empezaron a salir más rápidamente después
de la palabra cirugía. Entonces sentí la ya familiar sensación que algo se me
escapaba por la nariz, así que rápidamente incliné la cabeza hacia atrás. Lo
último, lo último que quería era que él viera realmente algo bajando por mi
nariz. Sentí que no podía volver de eso.
—De acuerdo. —Se frotó el puente de la nariz, su fría conducta se
resquebrajó ligeramente frente a mis ojos—. De acuerdo. Vamos a
sentarnos de una puta vez por un segundo. —Era la primera vez que lo oía
maldecir—. Y deja de decir que necesitas irte. No te vas a ninguna parte.
Asentí como pude con la cabeza inclinada hacia atrás, porque ¿qué otra
cosa podía hacer? No quería interrumpirlo en su despacho, pero tampoco
tenía ganas de irme. Cuando me di la vuelta para volver a las sillas, me
detuvo con una mano en el brazo y volvió a abrir la puerta del despacho con
la otra.
—Cynthia, llama a George y dile que no llegaré. Envíale a la asociada
con la que trabajé, ella debería tener los detalles que necesita. Me pondré en
contacto con él más tarde.
—Jack —interrumpí mientras cerraba la puerta sin esperar siquiera a oír
la respuesta de Cynthia—. No quiero apartarte de tu trabajo.
—¿Qué te acabo de decir? —Me arrastró hacia el sofá que estaba junto a
las ventanas del suelo al techo y se sentó a mi lado. Todavía estaba
sosteniendo la caja de Kleenex en su mano. No sé por qué me concentré
tanto en eso pero el hecho que sostuviera esa caja junto con la expresión
intensa y ligeramente aterradora de su cara mientras llevaba uno de sus
muchos trajes caros, siempre sería un buen recuerdo para mí después que
todo este asunto del matrimonio se acabara.
—Creo que no sé cómo hacer esto.
—¿Hacer qué?
—Apoyarte en alguien. Siento que lo estoy estropeando.
—Quiero ser esa persona para ti, Rose. Quiero ser la persona en la que te
apoyes. Tú y yo somos iguales. No tenemos a nadie más que al otro. Te
apoyarás en mí y yo haré lo mismo. Aprenderemos a hacerlo. Estamos
juntos en esto.
Me quedé sin palabras.
—Ahora dime qué demonios es una fuga cerebr...
—Fuga cerebroespinal —terminé por él.
—Lo que sea que sea. Dime qué hay que hacer. ¿Cómo ocurrió? ¿Cuándo
está prevista la resonancia magnética y la tomografía? Cuéntame todo,
Rose.
Conseguí detener las lágrimas, pero mi nariz seguía goteando.
—¿Puedes darme otro pañuelo, por favor?
Sacó otro y me lo entregó. Murmuré un agradecimiento y rápidamente
me lo puse bajo la nariz mientras metía el usado en mi bolsa.
Ya había más que unos cuantos como ese allí. Giró su cuerpo para
sentarse en el borde del sofá de cuero, con su rodilla empujando el costado
de mi muslo, y finalmente colocó la caja sobre la mesa cuadrada de cristal
que había frente a nosotros. Moqueando, me limpié la nariz y lo mantuve en
su sitio.
—¿Segura que te sientes bien?
—Estoy bien, eso es lo raro.
—Bien. Ahora cuéntame todo lo que dijo, desde el principio.
—Entonces, entré y le dije lo que estaba pasando, y él sólo miró en mi
nariz y luego mi garganta porque le dije que me dolía la garganta hace una
semana más o menos pero ahora creo que eso no tiene nada que ver. Luego
me preguntó si había estado en un accidente recientemente o tenido algún
tipo de cirugía, un traumatismo craneal, un golpe fuerte en la cabeza. No lo
he tenido, y se lo dije. Luego me preguntó por el sabor del líquido y le dije
que no tenía ni idea porque no lo había probado, obviamente. Estaba bien
en la consulta del médico, así que no pude enseñárselo, pero le dije que
sobre todo empieza a gotear cuando me inclino durante mucho tiempo, miro
hacia abajo, me agacho, o cuando duermo sobre mi cara por la noche, que
es todas las noches.
—¿Te ha dicho qué es exactamente? Explícame la fuga de cerebros.
Exhalé un suspiro y tragué.
—No me dijo mucho, dijo que quería programar una resonancia
magnética y una tomografía computarizada de inmediato para asegurarse,
pero seguí preguntando, y aparentemente la fuga de líquido cefalorraquídeo
se produce cuando hay un agujero o un desgarro en la membrana que rodea
y amortigua el cerebro. Al parecer, también puede ser alrededor de la
médula espinal. Ah, de todos modos... así que el fluido, un líquido claro, en
la membrana que protege el cerebro comienza a filtrarse por la nariz. Como
no tuve un traumatismo craneal, no sé cómo ocurrió. —Mis ojos empezaron
a lagrimear de nuevo—. Y me siento tan asquerosa sólo hablar de esto.
Estaba segura que eran alergias aunque nunca las había tenido antes.
—¿Y está seguro que es liquido cefalorraquídeo?
Sacudí la cabeza.
—No, por eso quería programar la resonancia magnética y la tomografía
computarizada. Aparentemente podrán ver de dónde viene la fuga, si hay un
agujero, y cosas así.
—¿Cuándo vas a ir a hacerte las exploraciones?
Esta era la parte mala, o la peor. Hice una mueca de dolor.
—No los programé. —Mi nariz pareció tomarse un respiro, así que apoyé
las manos en mi regazo.
Su frente se arrugó.
—¿Qué quieres decir con que no los programaste?
—Una tomografía computarizada, puedo hacerla, Jack. Lo busqué en
Google y es sólo un minuto, además sólo mi cabeza entraría. La resonancia
magnética, que es lo que dijo que necesitaban para ver si hay un agujero y
dónde está, esa no la puedo hacer.
Me miró confundido.
—¿De qué estás hablando?
—No me gustan los espacios cerrados.
—¿Eres claustrofóbica? Nunca tienes pánico en un ascensor.
—Los ascensores están bien, siempre que no me quede atrapada en ellos.
Además, puedo moverme. No tengo que quedarme quieta. Hablé con una
enfermera cuando salí de la oficina del doctor y aparentemente su máquina
de resonancia magnética es vieja y el tipo de escaneo que quiere tarda más
de quince minutos, y no puedo moverme en absoluto durante la misma, es
decir no se me permite mover ninguna parte de mi cuerpo. Si lo hago,
tendrán que empezar de nuevo. —Sentí que los ojos me ardían de lágrimas.
Me sentía tan estúpida—. Pensar en ello ya me está dando ansiedad, y ella
dijo que ellos tendrán que cerrar una jaula en mi cabeza porque
aparentemente tiene que ser estable. —Sacudí la cabeza con más
vehemencia—. Créeme, sé lo estúpido que suena, pero no puedo hacerlo,
Jack. No puedo.
Me miró fijamente durante unos segundos y esperé que lo entendiera.
—Hay máquinas de resonancia magnética abiertas. No tendrías que estar
encerrada.
Se me escapó una lágrima y la dejé pasar.
—Dijo que la exploración que quiere es complicada y esas máquinas no
aceptan ese escáner. Tiene que estar cerrado.
Observó cómo la lágrima resbalaba por mi mejilla y se levantó
bruscamente para pasearse por frente al sofá mientras se pasaba la mano por
la cara. Se detuvo y tomó una respiración profunda.
—Espera. —Abriendo la puerta de su despacho, se inclinó hacia Cynthia.
—Llama a Benjamín de mi parte, dile que es urgente. —Lanzando una
rápida mirada hacia mí, se dirigió a su escritorio y levantó su teléfono tan
pronto como comenzó a sonar.
—De acuerdo. Está bien.
Entonces lo escuché hablar con Benjamín, que aparentemente era un
médico por lo que pude ver en la conversación de Jack. Unos minutos más
tarde, después que él había explicado mi situación, que había hecho una cita
para el día siguiente con un especialista en Otorrinolaringología que este
tipo Benjamín recomendó. Más médicos, justo lo que necesitaba.
Cuando colgó el teléfono, me puse en pie. Se encontró conmigo a mitad
de camino cuando me dirigía a la puerta.
—Nos reuniremos con él mañana a las once de la mañana y veremos lo
que tiene que decir. Tal vez podamos salir de esto sin una resonancia
magnética.
—De acuerdo —murmuré, tratando de pasar junto a él—. Realmente
necesito irme.
Cuanto más pensaba en los médicos y las pruebas, más ansiosa estaba y
necesitaba salir y respirar el aire frío y fresco.
—¿Qué pasa? —Su mano volvió a rodear mi muñeca, deteniéndome.
—Nada —dije, mi tono un poco más duro de lo necesario—. Necesito
irme. Ya llego tarde.
—Oye. —Dejando caer mi muñeca, cubrió mi mejilla con su palma, y
mis labios comenzaron a temblar. Yo era una de esas que no podía manejar
la amabilidad cuando ya me estaba tambaleando en el borde, y el tono
suave de su voz era lo peor que podía ofrecerme en ese momento.
—¿Vas a morir? —Su pregunta era demasiado contradictoria con el tono
de su voz y su cálida mano apoyada en mi mejilla, por lo que no pude
encontrar mis palabras por un momento.
Parpadeé al verlo.
—¿Qué? —tartamudeé, sorprendida por mis lágrimas.
—Te he preguntado si vas a morir. —Retiró su mano de mí y la dejó caer
a su lado—. ¿Es algo como el cáncer? —continuó—. ¿Dijo el médico algo
así? ¿No es tratable? Si ese es el caso, sentémonos, lloremos juntos y
rompamos las cosas.
Me quedé parpadeando, sin saber qué responder. Unos segundos después,
me eché a reír. Era consciente que probablemente parecía que estaba
perdiendo la cabeza delante de él, pero no podía estar más lejos de la
verdad. Jack debe haber pensado que yo había perdido la cabeza, porque...la
línea entre sus cejas se hizo más profunda cada segundo.
—¿Algo gracioso?
—Oh, las cosas que me dices, Jack Hawthorne. —Suspiré, limpiando las
lágrimas de risa bajo mis ojos—. Creo que esta puede ser la razón por la
que me encontré frente a tu edificio, porque probablemente sabía que no me
abrazarías y permitirías la autocompasión. Si hubiera llamado a alguno de
mis amigos o hubiera ido directamente a la cafetería, me habría lamentado
todo el día.
Como su expresión no se alivió, decidí seguir adelante y responder a su
pregunta.
—No, no creo que vaya a morir. Espero que no, al menos. —No dijo que
fuera algo tan grave, si es que tengo lo que él cree que tengo. Siempre
existe la posibilidad de terminar operada y morir en la mesa, pero de nuevo
podría haber omitido esa parte porque no creo que sea una cosa muy
positiva para decirle a un paciente.
Jack ladeó la cabeza y me dirigió una mirada impresionantemente
exasperada.
—¿Qué tal si no sacamos ninguna conclusión todavía? No sabemos si es
LCR 1o algo más. Vamos a ver al otorrinolaringólogo mañana y luego
empecemos a preocuparnos por las pruebas, los escáneres y las cirugías.
Asentí con la cabeza y respiré hondo, habiendo conseguido controlar
mejor mis emociones gracias a su marca de amor duro.
—No soy buena con los médicos —le dije, repitiendo mi confesión
anterior—. No soy buena con cosas como esta.
—Realmente no podría decirlo. —Su hermosa y amable sonrisa fue la
gota que colmó el vaso para mí, y las lágrimas empezaron a rodar por mi
cara.
Debió malinterpretar mis lágrimas, porque se apresuró a explicarse.
—Tienes que dejar de llorar. No puedo soportarlo. Nos ocuparemos de
ello juntos, si se da el caso, pero no vamos a preocuparnos antes de saber
qué es exactamente. No tiene sentido hacerlo. ¿De acuerdo?
—¿Ahora me sonríes? —solté, ignorando su apoyo. Su cara ya se estaba
desdibujando mientras mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas, pero me
las arreglé para golpearle en el pecho una vez, ligeramente.
—¿Ahora? —Ni siquiera me di cuenta que mi voz se estaba elevando,
pero sentí que todo su comportamiento cambiaba mientras mantenía mi
mano contra su pecho y me acercó más, lo que sólo empeoró las cosas.
Apoyé mi frente en su pecho, cerca de su corazón, y traté de
recomponerme. Cuando su aroma profundamente masculino empezó a
perturbarme, agarré la solapa de su chaqueta con el puño y tiré hacia atrás
para poder mirarlo.
—Este es el peor momento, Jack. Si realmente es cerebro, líquido
cefalorraquídeo o lo que sea, dijo que tendría que operarme. Tengo miedo a
las agujas. Agujas, por el amor de Dios. ¿Cirugía? ¿Y tan cerca de mi
cerebro o la médula espinal? —Tomé aire y continué—. Sé que esto va a
sonar extremadamente vano y me odio por ello, pero ¿significa esto que me
van a cortar el pelo? ¿Ir a través de mi cráneo? ¿Cómo va a funcionar? Iba a
buscarlo en Google mientras venía hacia aquí, pero ni siquiera pude
hacerlo.
Sus dos manos subieron a mis mejillas esta vez, mientras limpiaba mis
lágrimas, que caían rápidamente, con sus pulgares.
—No vamos a hacer eso. —Se inclinó hacia abajo para poder estar a la
altura de mis ojos—. No vamos a empezar a preocuparnos antes que
sepamos lo que está pasando. Ya te lo he dicho y no me estás escuchando.
—Sólo sé que es LCR. —Le miré fijamente a los ojos—. Con mi suerte,
sé que es lo que es. —Para tener algo a lo que aferrarme o quizás porque
quería mantenerlo conectado a mí tanto como pudiera, levanté mis manos y
las puse sobre las muñecas de Jack—. No quiero esto, Jack. Tengo la
cafetería. Después de años de soñar, la tengo, y no puedo cerrarla si tengo
que operarme. Acabamos de abrir.
Se acercó un paso más y solté mi agarre de las muñecas.
—¿Quién está hablando de cerrar? Tienes empleados, ellos pueden
encargarse de ello. Si no, contrataremos a otra persona para que nos ayude.
¿Estás siquiera escuchando lo que estoy diciendo? Todavía no sabemos lo
que está pasando, Rose. Vamos a ver lo que dicen mañana y entonces
empezaremos a pensar en la cafetería.
Mi respiración se entrecortó mientras lograba un pequeño asentimiento
con sus manos en mis mejillas. Debía parecer un desastre, y sabía que me
sentía como tal. Me esforcé por dejar de ser estúpida y escucharle, pero mi
corazón se apretaba y empezaba a tener problemas para respirar. Me
obligué a respirar profundamente mientras Jack inclinaba mi cabeza hacia
atrás para poder mirarme a los ojos.
—No estás sola en esto. Estoy aquí, Rose. Lo resolveremos juntos. Ahora
nos tenemos el uno al otro.
Más lágrimas, porque este Jack estaba demasiado cerca del Jack del
sueño. Como resultado, no pude evitar inclinarme hacia adelante y apoyar
mi frente en su pecho de nuevo. Sus manos se apartaron de mi cara, incluso
cuando me acerqué más, más profundamente a él. Mis dos brazos estaban
apoyados en su pecho, pero los suyos permanecían flácidos a sus lados. No
dije nada, sólo me quedé allí y respiré su aroma, y durante un buen rato.
Mientras mi respiración volvía lentamente a lo normal, él tampoco dijo
nada.
Cerré los ojos con fuerza. Si no me rodeaba con sus brazos en los
próximos segundos, tendría que retroceder y alejarme de él, de lo contrario
iba a ser demasiado incómodo. Entonces sentí que sus brazos me abrazaban.
—Estoy aquí, Rose —susurró, su voz áspera me inundó como una caricia
que encendió algo dentro de mí—. Puede que no sea lo que lo que querías o
necesitabas, pero me tienes de todos modos. Estoy aquí.
Sentí una opresión en el pecho cuando le respondí.
—Dijiste eso al principio, dijiste que no eras bueno en este tipo de cosas.
Lo estás haciendo maravillosamente, Jack. —Me las arreglé para
empujarme aún más cerca de él mientras sus brazos se estrechaban a mi
alrededor.
Tal vez empezaría a ser codiciosa con este hombre.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, justo en medio de su oficina, pero
cuando se oyó un suave golpe en la puerta, me aparté de mala gana hacia
atrás y traté de limpiarme lo mejor posible debajo de los ojos. Sólo podía
imaginar lo que debía ser. Me miré los dedos y contuve un gemido cuando
vi las manchas negras de lo que quedaba de mi rímel.
Jack se había girado a medias para mirar al recién llegado y no poder
verme mientras yo tomaba un Kleenex y empezaba a limpiarme
furiosamente la cara. El daño estaba hecho y él ya había visto lo peor, pero
eso no significaba que tuviera que seguir mirándolo.
Cuando oí la voz de Samantha preguntando si todo estaba bien, gemí en
silencio, todavía escondida detrás del gran marco de Jack.
—Sí. ¿Necesitas algo? —preguntó Jack, con un tono mucho más serio.
—No, vi a Rose antes y estaba preocupada...
—Gracias, Samantha, pero me gustaría estar a solas con mi esposa si no
hay nada más que necesites.
Hice una pausa en la limpieza cuando un pesado silencio siguió a sus
palabras.
—Por supuesto —dijo con firmeza, y entonces la puerta se cerró
suavemente.
Me apresuré y metí el Kleenex en el bolsillo de mis jeans antes que Jack
pudiera volver a mirarme.
—¿Te sientes mejor? —preguntó, moviendo los ojos por mi cara.
Esperaba que estuviera al menos un tono normal de humano.
—Mhmm.
Cuando cerró la distancia entre nosotros con una inesperada sonrisa en su
cara, me sorprendió.
—¿Por qué has venido realmente aquí, Rose? —preguntó, apartando mi
cabello lejos de mi cara arruinada—. ¿Sólo para decirme que no ibas a
poder asistir a los eventos conmigo? ¿Sólo porque sabías que no te dejaría
que te derrumbaras?
Me quedé quieta mientras él alzaba la mano y su pulgar iniciaba una
suave caricia en mi pómulo, la piel se me puso de gallina.
No podía responder a una pregunta para la que no tenía una respuesta
real.
—No me sonrías a mí. Ahora no es el momento adecuado. No quiero
perder la cuenta —dije y él se rio.
Se rio de verdad, una risa baja, profunda y varonil que hizo que un lento
escalofrío por mi columna vertebral cuando se unió a su tacto.
—Tienes un aspecto horrible —dijo en voz baja, con los ojos clavados en
los míos.
Repetí la misma respuesta que le había dado la primera vez que me hizo
ese cumplido.
—Gracias por darte cuenta. Como sabes, siempre me esfuerzo al
máximo.
Con su mano izquierda, me echó el cabello hacia atrás y me lo puso
detrás de la oreja. Cuando bajó la cabeza y me dio un beso en la frente por
encima del mi flequillo, me quedé quieta.
—Bien, Rose —murmuró—. De acuerdo.
Cuando todavía estaba tratando de procesar las consecuencias del sonido
bajo y profundo de esa risa y luego del beso, mis ojos se abrieron
lentamente cuando él se inclinó y me dio un suave beso en los labios
mojados por las lágrimas. Mis ojos se cerraron solos y mis labios se
separaron, en parte por la sorpresa y en parte porque la respuesta fue
automática. No me besó como la noche anterior, no me dejó con ganas de
más, pero en cuanto tuvo la oportunidad, juntó nuestros labios y me besó
durante más tiempo, de forma suave y delicada. Incliné la cabeza, con el
corazón martilleando en mi pecho, y le devolví su lento beso. Mientras
seguíamos y el beso se volvía más que suave, poco a poco, empecé a
levantarme en puntas de pie para profundizarlo.
Mis manos volvieron a encontrar sus muñecas porque necesitaba
sentirme anclada a algo, ese algo era él, específicamente. Cuando sentí que
se alejaba, aparté las manos a regañadientes. Mordiéndome los labios, me
tragué una protesta y, con un poco de dificultad, logré abrir los ojos.
—¿Hay alguien mirando? —La pregunta no fue más que un susurro que
salió de mis labios.
Con los ojos fijos en los míos, negó con la cabeza.
Tragué saliva, sin estar segura de querer escuchar la respuesta a la
pregunta que estaba a punto de hacer.
—Entonces, ¿por qué...?
—¿Estás libre para cenar esta noche?
—¿Qué? —pregunté, frunciendo el ceño hacia él, la niebla de su beso se
había lentamente disipando. Estaba teniendo un pequeño problema para
seguir, eso era todo.
—Nunca respondiste a mi mensaje.
Su... Oh.
—Estuvimos ocupados y luego yo... Jack, no creo que sea buena
compañía esta noche. ¿Es una cena importante?
—Seríamos sólo nosotros dos.
—¿No es una... cena de trabajo?
—No.
—Entonces prefiero pedir comida para llevar como siempre o cocinar
algo en tu apartamento como agradecimiento por tratar conmigo.
—Nuestro apartamento. Deja de llamarlo mío. Y me gustaría invitarte a
salir, Rose. Ya hemos tenido suficiente comida para llevar. Si no te sientes
con ganas esta noche, mañana ¿de acuerdo?
Mis cejas se juntaron mientras trataba de entender lo que estaba diciendo.
—Tú... eh, no te refieres a una cita, ¿verdad? —Me reí nerviosamente,
buscando una respuesta en sus ojos y quizás esperando que dijera que lo
decía en ese sentido.
Me dedicó su quinta sonrisa y me distraje.
—Se puede llamar cita. Es una cena. Puedes usar las palabras que
quieras.
No sabía exactamente qué decir o qué pensar. Congelada en el lugar, sólo
me quedé mirándolo fijamente.
—Quiero decir...—murmuré, dando un paso atrás—. ¿Cómo una cita en
la vida real?
Me miró durante un largo rato, y me di cuenta que la sonrisa en su cara
había desaparecido. Su expresión volvía a ser ilegible.
—Si leo las cosas mal y no estás interesada...
—No. No. No. —Lo estaba. De verdad, de verdad que lo estaba—. Yo
sólo... ¿Crees que sería una buena idea?
Él arqueó una ceja.
—¿A quién le importa si es una buena idea o no?
Esa no era una respuesta que esperaba escuchar de un tipo como Jack.
—Es una cena, Rose. Di que sí. Comida para llevar o un restaurante, no
cambia mucho. Podemos simplemente probar, y si crees...
—De acuerdo —solté antes que pudiera decir más.
—¿De acuerdo?
Le hice un gesto con la cabeza.
—Sí. Sí. De acuerdo.
Abrió la boca, pero mi nariz ya había tenido suficiente descanso.
Instantáneamente incliné mi cabeza hacia atrás, los ojos en el techo, y mi
mano se aferró a su brazo.
—¡Jack-Jack! Ya viene otra vez. ¡Kleenex!
En menos de tres segundos, tenía otro en mis manos.
—Gracias.
—Vamos. Te voy a llevar a casa.
—¿Qué? No. Necesito volver al trabajo y olvidarme de todo esto hasta
mañana.
Me dirigió una mirada aguda, que sólo pude ver con el rabillo del ojo
mientras mantenía mi cabeza inclinada hacia arriba.
—Me refiero a la fuga, no... a todo lo demás.
Su mirada sólo se suavizó un poco.
—Déjame llevarte a casa, Rose.
Por muy dulce que sonara, no podía quedarme sola en el apartamento sin
nada que hacer.
—No puedo. Necesito trabajar, Jack. No puedo sentarme y obsesionarme
con lo que dirá el médico mañana.
Sacudió la cabeza y suspiró.
—Entonces voy a ir contigo.
—No tienes que acompañarme. Tomaré un taxi, un Uber. Estará bien.
Ignorándome, se dirigió a su escritorio, cerró la tapa de su portátil, y
tomó su teléfono. Mientras lo observaba, se dirigió hacia mí y, para mi
sorpresa y deleite, buscó mi mano. Tuve que apretar mis dedos alrededor de
los suyos para seguir su paso antes que nos detuviéramos frente al escritorio
de Cynthia.
—Voy a salir. Seguiré recibiendo llamadas, pero no estaré aquí para el
cliente de las cuatro de la tarde. Intentemos reprogramar eso, o si puede,
que se reúna conmigo en Around the Corner. Ya sabes la dirección. Voy a ir
con Rose al otorrinolaringólogo a las once de la mañana, así que intenta
ponerte en contacto con Fred y que se encargue de lo que sea que tengamos
que hacer. Mejor aún, te llamaré cuando esté en la tienda y
reprogramaremos las cosas.
Los ojos de Cynthia se movieron de mí a Jack y de vuelta y luego a
nuestras manos unidas.
—¿Todo bien?
Me miró.
—Sí. Todo está bien ahora.
Todo estaba bien. Aparte de mi nariz.
Mientras estábamos de pie en la parte trasera del ascensor, bajando al
vestíbulo con otras cinco personas, llamó a Ray para decirle que llevara el
auto al frente del edificio. Cuando guardó su teléfono, no pude contenerlo
más.
Apoyándome en él, traté de ser lo más silenciosa posible y pregunté:
—¿Jack?
Su mano apretó la mía, que era su versión de “te escucho”, supuse. Mi
ritmo cardíaco se aceleró y susurré:
—Eso acaba de suceder, ¿verdad? ¿Quieres... quieres que salgamos
juntos? ¿Cómo ser novio y novia?
Me miró largamente.
—Más bien marido y mujer, ¿no crees?
Capítulo Diecisiete
Jack
Los restos de cualquier sentimiento de culpa que aún conservaba y que
me retenía o me hacía dudar cuando se trataba de Rose había desaparecido
de la noche a la mañana. No me importaba nada de lo que había hecho para
estar con ella.
Sabía la verdad, y eso era suficiente.
Estaba sentada a mi lado en el amplio sofá, inclinada sobre una pequeña
taza que sostenía en su mano. No quería que la viera así, pero yo no me
movía de su lado dijera lo que dijera. Así que, como resultado de eso,
estaba viendo gotas de un líquido claro, que muy posiblemente era cerebro
o líquido cefalorraquídeo, caían muy, muy lentamente en la taza. Ya habían
pasado veinte minutos desde que la enfermera nos había llevado allí, y
todavía teníamos otros cinco centímetros antes que llegara al punto en que
fuera suficiente para que puedan analizar la muestra.
—Si me doy un golpecito en el otro lado de la nariz sale más rápido.
Me incliné hacia delante, apoyando los codos en mis muslos, observando
atentamente su nariz, mientras sus ojos se dirigían a mí y luego volvían a su
taza que se llenaba lentamente. Estaba tan absorto en mis pensamientos que
no entendí lo que había querido decir, así que no pensé en detenerla hasta
que vi lo que estaba haciendo. Cuando me di cuenta que podía estar
haciéndose daño a sí misma, tomé su mano izquierda antes que pudiera
comenzar a golpear su nariz de nuevo.
—Deja de hacer eso.
Ella lanzó un largo suspiro y se echó hacia atrás, con la mano derecha,
que sostenía la taza, temblando ligeramente, su mano izquierda fuertemente
sujeta a la mía. No se apartó, y yo no pensaba dejarla ir.
—¿Qué pasa? ¿Te duele? —pregunté, tratando de entender lo que estaba
pasando.
Sus ojos me miraron y luego volvieron al techo.
—Mi cabeza está dando demasiadas vueltas, Jack. Creo que necesito un
descanso. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Elegiste esto en lugar de la resonancia magnética. Era esto o aquello.
—Nuestros hombros se rozaron cuando le solté la mano y me acerqué para
coger la taza de ella.
—Lo sé, Jack. No quise decir nada con eso. Lo siento.
Cerré los ojos y respiré profundamente. No tenía ni idea de lo enfadado
que estaba, lo impotente e inútil que me sentía porque no había nada que
pudiera hacer para ayudarla en esta situación que no fuera sentar mi culo al
lado del suyo y hacerle entender que yo estaría ahí pasara lo que pasara, lo
cual no parecía hacer nada.
—¿Estás segura que no necesitas estar en tu oficina? —preguntó al techo.
—No me voy a ir, así que puedes dejar de intentar echarme. Vamos. Sólo
necesitamos un poco más para salir de aquí. —La miré, esperando con la
taza en la mano. Quería salir de allí tanto como ella, si no más.
—Esto no es una alergia, Jack. Estoy perdiendo LCR. Lo sabes, ¿verdad?
Estuve de acuerdo con ella. Nunca había visto a nadie pasar por algo así
antes, pero fui lo suficientemente inteligente como para mantener mi boca
cerrada.
—No sabemos eso todavía. Ya has oído lo que ha dicho el médico.
Sacudió la cabeza de lado a lado, lentamente.
—En realidad, no lo hice. Yo sólo... me desconecté cuando empezaste a
hacer todas esas preguntas.
Le tendí la mano y le pasé el cabello por detrás de la oreja.
—Vamos, sólo un poco más. Luego podemos irnos. —Se lamió los labios
y noté que sus ojos se volvían brillantes de nuevo—. Si empiezas a llorar,
voy a perderlo y vamos a tener un problema.
Se rio, limpiándose los ojos.
—No voy a llorar. No voy a llorar.
Intentó quitarme la taza, pero la sostuve para ella, mi brazo descansando
sobre su pierna.
—Déjame sostenerla por ti. Vamos.
Sus ojos se encontraron con los míos y señalé la taza con la cabeza. Ella
dejó caer su cabeza hacia adelante y las primeras gotas comenzaron a salir.
Unos segundos después, su mano izquierda se enroscó en mi muñeca. Al
principio pensé que tal vez estaba tratando de alinear la copa justo debajo
de su nariz, pero cuando miré de cerca, ella tenía los ojos fuertemente
cerrados y se mordía el labio.
Me maldije por no estar mejor en una situación así. Mi familia no había
sido mejor que la suya. Quizá no tan mala, pero tampoco mejor. Yo tenía
una, pero no realmente. No sabía exactamente cómo estar ahí para alguien
porque no había visto nada parecido en mi familia. Esto se sentía como
tratar de encontrar mi camino en la oscuridad. Pero era Rose. No me
importaba si chocaba con todo mientras trataba de encontrar mi camino, lo
único que importaba era estar ahí para ella. Ella me tenía ahora.
La quería, eso lo tenía muy claro. La primera vez que la vi en la fiesta,
me había intrigado, pero entonces había sido diferente. Fue amor a primera
vista. Como ella había dicho el día que le propuse nuestro negocio, yo no
era lo suficientemente romántico para eso, pero esa primera noche, viéndola
con su prometido, y ni siquiera eso... sólo verla sonreírle... quería que esa
sonrisa que tenía para su prometido fuera mía. Eso era todo. Eso fue todo.
Así fue como todo había empezado, yo queriéndola en mi vida, y ahora
después de nuestro falso matrimonio, las cosas habían empezado a cambiar.
Era más de lo que yo debía ayudarla a salir de esta situación. Estaba
empezando a conocerla, sus peculiaridades, sus gustos, disgustos, la forma
en que reaccionaba a las cosas que yo decía. Era ahora algo más que querer
tenerla en mi vida. Quería que ella quisiera estar en mi vida. Por mucho que
supiera que era un cabrón por mentirle y supiera que iba a seguir
mintiéndole, deseaba ser alguien diferente, alguien que supiera todas las
cosas correctas que decir para hacer que se quedara.
Sabía que no sería el caso cuando todo estuviera dicho y hecho, porque
yo no era ese tipo. Ella se merecía a alguien cálido y abierto, y sin embargo,
el egoísta que era, no podía ni quería pensar en que ella estuviera con
alguna otra persona. Frío y distante era con lo que había crecido, y frío y
distante era en lo que me había convertido. No me molestaba en ninguna
otra parte de mi vida, pero con Rose, sí.
Cuando su cabello cayó y le tapó la cara, lo empujé hacia atrás de nuevo
y lo enrosqué detrás de su oreja. Instintivamente, pasé el dorso de mis dedos
a lo largo de su mandíbula, y sus dedos se apretaron alrededor de mi
muñeca. Mi mandíbula se apretó y moví mi mano detrás de su cuello,
tratando de masajear sus músculos y ayudarla a relajarse. Cuanto más
contacto tenían nuestras pieles, más me costaba controlarme y no levantar
la cabeza para poder besarla de nuevo. Las dos veces que nos habíamos
besado, no había tenido suficiente de su sabor. De alguna manera me dejaba
con ganas de más, todas y cada una de las veces, y ella era así con todo, no
sólo con su forma de besar. Incluso era así con sus sonrisas. Desde esa
primera noche, todo esto había comenzado porque yo quería más. ¿Alguna
vez tendría suficiente?
—Una gota cada diecisiete segundos —murmuró, sacándome de mis
pensamientos—. Una sola gota viene cada diecisiete segundos. Estaremos
aquí durante horas.
Su fuerte agarre en mi muñeca no se había aflojado ni un poco.
—Se acabará pronto —murmuré, mi mano todavía en su cuello.
—La cabeza me da muchas vueltas —susurró, su voz apenas audible.
No pude evitarlo. Me acerqué más a ella y me encontré presionando un
beso prolongado en su sien. Su cabeza se movió hacia la derecha. Cuando
captó mis ojos, volvió a bajar la mirada, aclarando su garganta.
—Háblame, Jack.
Suavicé mi voz todo lo que pude.
—¿De qué quieres que hable?
—Sólo déjame escuchar tu voz. Distráeme. Nunca hablas de tu familia.
—No hay mucho que hablar. No hablamos.
No era que me incomodara hablar de mi familia, simplemente no veía el
punto. Rose había estado más cerca de mí estas últimas semanas de lo que
ellos nunca habían estado. No mentiría y diría que nunca deseé tener una
familia más unida, pero desearlo no cambiaba nada.
—¿Por qué?
—No hay una razón específica. Todos trabajamos mucho, y ninguno de
nosotros tiene tiempo libre o ganas.
—¿A qué se dedican?
—Mi madre es psicóloga y mi padre es banquero de inversiones.
—No hay hermanos, ¿verdad?
—No hay hermanos.
—¿Por qué querías ser abogado?
Lo pensé y me di cuenta que no tenía una respuesta clara.
—No lo sé. Siempre fue algo que me intrigó. Lydia, mi madre... su padre
era un abogado penalista y yo solía pensar en el mundo de él, por lo que se
sentía natural entrar en la ley. Además, se me da bien.
—¿Llamas a tu madre por su nombre de pila?
—Sí. Ella lo prefería, creo, a partir de cierta edad.
—¿No querías dedicarte al derecho penal como tu abuelo?
—Lo consideré durante un tiempo, pero resulta que no es lo mío.
—¿Sigue vivo tu abuelo?
—Por desgracia, no. Falleció cuando yo tenía trece años.
—Lo siento, Jack. ¿No estás tan unido a tu familia, entonces?
—No. Como dije, nos distanciamos.
Pasaron unos minutos en silencio.
—¿Cuánto más? —preguntó Rose.
—Sólo un poco. Lo estás haciendo muy bien.
Ella resopló, y cuando más líquido bajó, su agarre en mí se apretó.
—No tienes idea de lo raro que se siente esto.
—Me lo imagino.
Otros veinte minutos pasaron de la misma manera. Con cada minuto que
pasaba después de la marca de una hora, ella comenzó a ponerse más
pálida.
—¿Cómo estás? —pregunté, mi voz salió más gruesa de lo que quería.
—No muy bien. Tengo náuseas y me empieza a doler la cabeza.
—Eso es normal. Llevas una hora colgada boca abajo. ¿Quieres tomar
otro descanso?
Como respuesta, empujó su cabeza hacia arriba, y tuve que soltar su
cuello para que pudiera apoyarla en el respaldo del sofá.
Estudié la taza mientras ella respiraba profundamente.
—Otros diez minutos más o menos y habrás terminado.
Abriendo los ojos, ella también examinó la taza, que estaba casi tres
centímetros llena.
—¿Cuándo crees que se darán cuenta?
La miré con el ceño fruncido.
—¿No has oído lo que ha dicho el médico? —Cuando ella me miró
fijamente, continué—. Él se apresurará por nosotros. Por suerte pueden
hacer la prueba aquí, así que volveremos mañana y nos enteraremos de lo
que está pasando.
Moqueando, asintió y me quitó la taza.
—Tu mano debe estar adormecida. La sujetaré.
—Estoy bien. No me importa.
—Lo sé, pero a mí sí. —Cerrando los ojos, respiró profundamente otra
vez y se agachó de nuevo, asegurándose que la copa estaba bien alineada.
Cuando su mano izquierda se enroscó alrededor de su rodilla, sin
pensarlo la agarré y uní nuestros dedos. Esta vez, no me miró y tampoco
intentó apartarse. Nos limitamos a sujetarnos.
No estaba seguro de quién de los dos se agarraba más fuerte, pero nos
quedamos así el resto de los diez minutos y finalmente la copa estaba lo
suficientemente llena para parar.
—Está bien. Bien, Rose. Ya está hecho.
Ella abrió los ojos.
—¿Terminó?
—Sí. —Le quité la taza y encajé la tapa que nos habían dejado. Besé el
dorso de su mano, pero tuve que soltarla mientras me levantaba—.
Descansa unos minutos y le llevaré esto a la enfermera.
Sin palabras, asintió y se recostó.
Tardé unos minutos en localizar a la enfermera y entregarle la taza.
Cuando volví a la habitación y cerré suavemente la puerta, los ojos de Rose
se abrieron.
—¿Podemos irnos, Jack?
—Creo que deberías sentarte unos minutos más. Aquí, toma unos sorbos
de esto. —Le entregué la botella de agua que había conseguido para ella.
Se bebió un tercio de la botella.
—¿Qué hora es? —preguntó con voz áspera mientras volvía a apretar la
tapa.
—Es la una de la tarde.
Antes que pudiera detenerla, se puso de pie, y casi con la misma rapidez
se balanceó de un lado a otro.
—Whoa.
—¡Por el amor de Dios, siéntate! —refunfuñé mientras atrapaba sus
brazos antes que pudiera caer.
—Has estado sentada con la cabeza entre las piernas durante más de una
hora. No vas a levantarte y empezar a correr por ahí. —Intenté suavizar mi
reprimenda—. Tómatelo con calma por un segundo. Al menos para mí.
Ella se limitó a mantener su agarre en mis antebrazos y, como siempre,
ignoró lo que yo lo que acababa de decir. Nos habíamos agarrado el uno al
otro al mismo tiempo.
—Necesito volver. No quiero retener a Owen más tiempo del necesario.
—Lo sé, y lo harás, pero ahora mismo necesitas sentar el culo y
recuperarte antes de intentar trabajar el resto del día. —Por mucho que
admirara lo duro que había trabajado para poner en marcha ese lugar, este
no era el momento para que corriera y se pusiera aún más enferma.
Me miró y asintió. Esa luz, esa chispa, llámalo como quieras, había
desaparecido de sus ojos. Parecía asustada y cansada, y eso me molestó aún
más.
La ayudé a sentarse y a recostarse mientras ocupaba mi lugar junto a ella
y conseguí arrancarle la botella de agua de las manos.
—Iba a beber eso.
—La tendrás cuando hayas descansado lo suficiente como para poder
mantenerte en pie y sostener una botella de agua al mismo tiempo.
Eso me valió una mirada de reojo que ignoré. Esperaba que me
respondiera como siempre lo hacía. Por eso siempre la provocaba, porque
me encantaba ver ese calor en sus ojos, pero ella no respondía, y para ella,
incluso ese ojo lateral había sido bastante débil.
Mientras ella descansaba con los ojos cerrados, yo también me incliné
hacia atrás, mi hombro rozando el suyo. Me pasé una mano por la cara, mi
barba incipiente pinchaba mi mano, habiendo crecido más de lo que estaba
acostumbrado. Ahora, tendríamos que esperar veinticuatro horas. No
parecía mucho, pero no sabía cómo iba a pasar el día.
Rose se inclinó hacia su izquierda y vacilante apoyó su cabeza en algún
lugar entre mi hombro y mi pecho. Mi cuerpo se congeló durante un rápido
latido. Cuando parecía que se había acomodado, aparté suavemente mi
brazo para que se pusiera más cómoda y lo apoyé en el respaldo del sofá.
—¿Qué aspecto tengo, Jack? —preguntó.
No podía verla a ella ni a sus ojos, así que mantuve la mirada fija en la
pared blanca con el póster rojo.
—Como la muerte caliente —dije.
Pude oír la sonrisa en su voz cuando respondió unos segundos después.
—Siempre puedo contar contigo para los cumplidos, ¿no?
—Por eso estoy aquí, ¿no?
No tenía claro cuánto tiempo estuvimos sentados así, yo respirando su
aroma, pero después de unos minutos, mi polla empezó a moverse en mis
pantalones. No era la primera vez que me pasaba con ella y estaba seguro
que tampoco sería la última pero el momento no era el adecuado, como
siempre que se trataba de ella. No sabía si sus ojos estaban abiertos o no,
pero para estar seguro, apoyé mi brazo izquierdo sobre mi regazo con la
esperanza de ocultar la creciente dureza que sabía que se notaba a través de
mis pantalones.
Cuando su mano se puso encima de la mía, añadiendo más peso a lo que
ya era una situación dolorosa para mí, gemí y cerré los ojos. Era consciente
de cada centímetro de ella que estaba presionando contra mi cuerpo, y yo
no podía hacer nada en esa habitación.
Ella giró mi reloj lo suficiente para que pudiera ver la hora y luego
comenzó a jugar con mi anillo de bodas, como yo había jugado con el suyo
muchas veces.
—Nunca te lo quitaste —susurró Rose.
Cerré los ojos y traté de ignorar lo que sentía. No, yo nunca me lo quité.
No quería quitármelo.
—Me siento un poco mejor. Deberíamos irnos —dijo después de unos
minutos.
Cuando ella estaba cerca, sentía que no tenía control sobre mí mismo. Así
que…irme funcionaba bien para mí, si es que ella realmente se sentía bien.
—¿Estás segura? —Sentí que su cabeza se movía hacia arriba y hacia
abajo en mi pecho en un asentimiento, porque su cara y su olor sobre mí era
exactamente lo que necesitaba para poder pensar en nada más que en ella
cuando volviera a la oficina—. Te dejaré en Around the Corner, luego tengo
que ir a la oficina.
—¿Jack?
—Hmm. —Finalmente, ella levantó la cabeza y me miró. Con su calor,
me sentí más frío. Tragándome el nudo en la garganta, me di permiso para
tocarla, en nombre de ayudarla. Le aparté el cabello que no se mantenía en
su sitio detrás de la oreja—. Te escucho.
—Este no era el trato.
Mi frente se arrugó.
—¿Qué trato?
—Nuestro trato de matrimonio —dijo lentamente.
Sí, claro. Mi brillante idea.
—¿Qué pasa con eso?
—Soy consciente que esto no es lo que has firmado. No nos engañemos a
nosotros mismos, esto es probablemente lo que ellos piensan que es. Dos
médicos, uno de ellos un elegante otorrinolaringólogo, creen que lo más
probable es que sea LCR, así que no sé cómo o cuándo podré acompañarte
a tus eventos y cenas de trabajo, pero al menos si la cafetería se hunde
conseguirás la propiedad más rápido y no tendrás que hacer la renta libre.
—No nos preocupemos por eso ahora. Puedo salirme con la mía si no
asisto diciendo que mi mujer tiene problemas de salud, y lo retomaremos
desde donde lo dejamos una vez que mejores. —No planeaba ir a ninguna
cena, pero ella no necesitaba saber eso.
Ella apartó la mirada de mí.
—Está bien. Sólo sé que estoy rompiendo las reglas, y si hay algo más
que pueda hacer para compensarlo, puedes simplemente...
Me levanté y, de espaldas a ella, me acomodé rápidamente para ocultar
mi incómoda erección. Me enfrenté a ella y me encontré con su mirada
confusa mientras le ofrecí mi mano. Ella la tomó tras una breve pausa.
—No hemos puesto ninguna regla, Rose. Si es necesario, las haremos a lo
largo del camino. Centrémonos en tu salud por ahora. No te llevaría a
ningún sitio así aunque tú lo quisieras.
Se levantó con mi ayuda y luego me miró fijamente con sus ojos
penetrantes, una sonrisa en su cara, que no ayudó a lo que tenía en mis
pantalones en absoluto. Fruncí más el ceño.
—Creo que a veces no eres más que un fanfarrón, y también creo que
podría haber obtenido la mejor parte del trato al casarme contigo.
Arqueé una ceja mientras abría la puerta del pasillo.
—Vamos, Jack Hawthorne, ayúdame a terminar el día con un subidón.
Déjame contar la seis. Muéstrame esa sonrisa. Puedes hacerlo, sé que
puedes. Está en ti.
No habría podido contener la risa aunque lo hubiera intentado. Entonces
ella sólo se quedó mirándome mientras empezábamos a caminar. Tenía esa
sonrisa torcida pero hermosa y expectante sonrisa en su rostro mientras
trataba de seguir mis pasos. Eso era lo que había querido desde el primer
día, ¿no? ¿Ser el receptor de esa sonrisa?
Lucharía por ella cuando llegara el momento. Lucharía con todo lo que
tuviera.
—Deja de sonreír y camina más rápido. No puedo esperarte todo el día,
me haces llegar tarde al trabajo.
Cuando salimos del edificio, Raymond nos estaba esperando. Nos llevó
casi una hora llegar al trabajo, y cuando por fin lo conseguimos, la
acompañé hasta la puerta.
—Parece que tenemos la casa llena —comentó, mirando al interior antes
de antes de volverse hacia mí—. Así que... ya te he hecho llegar tarde.
Deberías irte.
Tenía las manos en los bolsillos, mi mejor protección para no llegar a
ella. Asentí con la cabeza.
—Sí. Tengo que irme.
No nos movimos.
—¿Cómo te sientes? —pregunté, tratando de quedarme más tiempo.
Ella hizo una mueca y respiró profundamente.
—Todavía un poco de náuseas, para ser honesta, pero mejor. El dolor de
cabeza parece que es algo permanente ahora. —Se tocó suavemente la nariz
—. Esto se detuvo por el momento.
—Cuando lo sepamos con seguridad mañana, te sentirás mejor. Come
algo cuanto entres.
—Lo haré.
Cuando la puerta se abrió detrás de ella y salieron dos clientes, tuvimos
que movernos a un lado, a la derecha de todas las flores que había puesto.
Sus ojos se fijaron en ellas también.
—Quedan bien, ¿verdad? Quería que la gente se hiciera fotos frente a él y
las colgaran en las redes sociales para que fuera su propia publicidad.
—Eso es inteligente.
Sonrió tímidamente, y hasta eso le quedaba bonito. Abrazó su abrigo más
fuerte para sí misma.
—Pronto va a nevar. Cada vez hace más frío. Quiero cambiar las rosas
por un tema de invierno con grandes y hermosas coronas en cada ventana, y
algo para la entrada también. Quedaría precioso para el invierno y la
Navidad, pero si termino operándome...
—Hay formas más fáciles de pedirme ayuda. No tienes que recurrir al
histrionismo.
Ella se rio, y finalmente algo de calidez volvió a sus ojos.
—De acuerdo. ¿Me ayudarás? Me gustaría volver a hacerlo contigo. Tal
vez eso podría ser como una pequeña tradición también. No para el
espectáculo, para nosotros.
—Lo haré.
Miré por encima de su hombro y vi a sus dos empleados observándonos
con caras de preocupación. Probablemente estaban ansiosos por saber qué
había pasado.
Hice un gesto hacia el interior con la cabeza.
—Sally y tu otro empleado están observándonos.
—Owen. Su nombre es Owen.
Como si no lo supiera ya.
Miró hacia atrás y les envió un rápido saludo con una sonrisa.
—Así que tienes que trabajar desde tu oficina hoy, ¿eh?
¿Quería que me quedara? Si me lo pedía, lo haría.
Consulté mi reloj.
—He reprogramado las reuniones de ayer para hoy, así que necesito
volver a ellas.
—Oh, bien. Sí. Entonces no debería retenerte.
Quería que me retuviera para siempre.
Ella sacó sus manos de los bolsillos de su abrigo gris y dio un paso hacia
adelante. Colocando una de sus manos en mi hombro, se acercó y me dio un
beso en la mejilla.
—Gracias por lo de hoy. Significa mucho para mí —me susurró al oído.
—No he hecho nada.
Mi control, ya desgastado como estaba, no podía manejar ni su dulce
beso ni el susurro. Rodeé su cintura con mi brazo y la abracé contra mi
cuerpo antes que pudiera apartarse.
Sus ojos, muy abiertos, se clavaron en los míos mientras se aferraba a mi
hombro, así que la besé así. Mientras sostenía su cintura, separé sus labios
con mi lengua y la besé hasta que se relajó lentamente en mis brazos
dejándome tenerla. Cuando incliné la cabeza y chupé su lengua, se le
escapó un pequeño jadeo y cerró los ojos, apretando aún más su cuerpo
contra el mío. Entonces su lengua se deslizó contra la mía y se puso
ansiosa. Cuando el placer empezó a ser demasiado intenso para un beso al
aire libre mientras la gente pasaba por delante de nosotros, tuve que reducir
la velocidad, pero incluso con eso, me tomé mi tiempo y besé sus labios
hinchados un par de veces más, sólo para mí, sólo pequeños picotazos, sólo
para mantenerme hasta la próxima vez que pudiera probarla.
Cuando sus ojos se abrieron perezosamente, le expliqué:
—Tus empleados...
—Están mirando —interrumpió ella, un poco sin aliento y sonrojada—.
Me lo imaginaba. Buen beso. Cada vez lo haces mejor. La práctica parece
estar funcionando. No se ha visto ninguna tortuga, pero ¿fue tal vez un poco
porque tú también querías besarme?
Me reí, y sus ojos bajaron a mis labios.
—Sí, no fue sólo por tus empleados —admití, dejándolo así.
Era sólo porque quería besarla. Lo único que había estado a punto de
decir era un recordatorio que tenía gente esperando.
—Seis. —Fue sólo un suave susurro, pero fue más que suficiente para
agitar mi polla aún más después de nuestro efímero beso.
—Entra, Rose. Intenta sentarte un rato antes de volver a meterte en todo.
Asintiendo, se dio la vuelta.
—No trabajes demasiado —añadí.
—¿Hablamos luego? —Ella abrió la puerta a medias y volvió a mirarme.
—Sí.
Su sonrisa era otra de mis favoritas, dulce y feliz.
—De acuerdo entonces.
Cuando volví a Around the Corner dos horas después de dejarla la
sonrisa que me dio, hizo que sus ojos brillaran de sorpresa y felicidad, se
convirtió en otra de mis favoritas mientras guiaba a mi cliente a una de las
de las mesas de la esquina y tuve mi reunión, sintiendo los ojos de Rose
sobre mí todo el tiempo.
Después de todo, no había podido mantenerme al margen.

Al día siguiente estábamos sentados de nuevo en la consulta del otorrino


mientras nos daba más información sobre la enfermedad de Rose. Dijo todo
lo que el otro médico le había dicho a Rose, y cada vez que le echaba una
mirada rápida donde estaba sentada a mi lado, sus ojos estaban vidriosos.
No sabía cuánto había escuchado. Sus manos se aferraban a los brazos de la
silla en un apretón de nudillos blancos, así que no pensé que mi toque sería
bienvenido. En cambio, le hice todas las preguntas que se me ocurrieron
sobre su próxima cirugía inevitable.
—Después de ver los resultados de su resonancia magnética y la
tomografía, programaremos su cirugía.
Rose se aclaró la garganta e interrumpió al médico.
—Siento interrumpirlo, pero soy claustrofóbica, ¿hay alguna manera de
evitar la resonancia magnética si ya sabemos por las muestras que se trata
de una fuga de LCR y que me van a operar de todas formas?
—Me temo que no, Sra. Hawthorne. Ya que no tuvo un traumatismo
craneal o cualquier otra lesión que pudiera causar una fuga de LCR,
necesitamos la resonancia magnética para ver si...—Los ojos del doctor se
dirigieron a mí y luego volvieron a Rose—. Necesitamos ver si hay algún
tumor que pueda crear presión en la membrana y en última instancia, causar
la fuga. También tenemos que ver dónde exactamente es la fuga.
Necesitamos saberlo todo antes de entrar.
Mi cuerpo se tensó, mi ira hirviendo.
—¿Un tumor cerebral?
Rose cruzó los brazos contra su pecho.
—¿Puedo tener una resonancia magnética abierta? ¿Eso es posible?
—Me temo que el escaneo específico que necesitamos, las resonancias
magnéticas abiertas no pueden tomarlo.
—Bien, lo entiendo.
—Te veré mañana y tendremos un mejor plan de juego sobre cuál será el
siguiente paso.
Para mi horror y el de Rose, se las arreglaron para hacerla pasar por la
resonancia magnética y la tomografía computarizada tan pronto como
salimos de la oficina del médico. Tomamos el ascensor para llegar al
departamento de radiología en completo silencio. No necesité preguntarle si
estaba bien; ya sabía que no lo estaba. Yo tampoco lo estaba, pero aun así
sentí la necesidad de oírla decir algo... cualquier cosa. Las puertas se
abrieron y nos bajamos tras una pareja mayor cogida de la mano.
—Rose...
Sus ojos se deslizaron hacia mí y luego bajó rápidamente la mirada.
—Tumor cerebral suena divertido, ¿eh? Eso es algo en lo que no había
pensado. Oh, ahí está radiología.
Ella ni siquiera me dio la oportunidad de decir nada, y en pocos minutos
la guiaron a una pequeña sala donde la radióloga, una chica joven con gafas
redondas y una sonrisa fácil, le dijo que se quitara los zapatos, el sujetador,
las joyas y el cinturón, junto con cualquier objeto metálico, y que los
colocara en la taquilla de seguridad.
Cuando salió al cabo de unos minutos, estaba más pálida que cuando
entró. Tenía el cabello suelto con suaves ondas y ya no tenía el lazo que lo
sujetaba.
Sólo pude concentrarme en el modo en que le temblaban las manos.
Cuando ella misma se dio cuenta, las escondió detrás de la espalda. Intenté
captar su mirada más de un par de veces, pero parecía que me evitaba a
propósito.
El brillo de las lágrimas en sus ojos era otra cuestión, y mi pecho se
apretó al ver que intentaba ser valiente.
Siguió al técnico hasta la sala, y como sus pasos se interrumpieron al ver
la máquina en forma de túnel. Vi cómo se abrazaba a sí misma con un brazo
y luego aceleró sus pasos.
La técnica sostenía un extraño artilugio en sus manos, esperando a Rose
junto a la máquina.
—Ya puede tumbarse en la mesa. Necesitaremos colocar esto en su
cabeza para poder mantenerla estable en la máquina.
Rose se quedó quieta en su sitio.
—Yo... soy un poco claustrofóbica. ¿Hay alguna manera que podamos
saltarnos esa cosa si prometo que no moveré la cabeza?
—Lo siento, pero tenemos que usarlo.
Una jaula, era una jaula para su cabeza.
Rose asintió pero no hizo ningún movimiento para subirse a la mesa.
El técnico se adelantó.
—Sólo tardaremos unos quince minutos en completar el escaneo, y estaré
justo al otro lado del cristal. —Ella sostuvo un pequeño botón conectado a
un largo cable—. Tendrás esto en la mano, y si empiezas a entrar en pánico,
puedes pulsarlo y nos detendremos y te sacaremos.
—Pero entonces tendremos que empezar de nuevo, ¿no?
—Me temo que sí. ¿Lista?
Mi mandíbula se apretó, mis manos formaron puños por sí solas. No me
gustaba esto, y Rose no se movía.
Ella se rió, el sonido roto y equivocado.
—Me moveré en cualquier momento, lo prometo.
El técnico sonrió.
—¿Puedo quedarme en la habitación con ella? —pregunté, la ira en mi
voz fuerte y clara, sólo que no estaba enfadado con nadie allí. Simplemente
odiaba que mis manos estuvieran atadas y, por mucho que quisiera, no
pudiera ayudarla. Permanecer en la habitación no cambiaría el hecho que
ella iba a tener que ir allí, pero supuse que me ayudaría a mí, sino a ella.
Rose levantó la cabeza hacia mí, separando los labios.
—Jack, no tienes que hacer eso.
La ignoré.
—¿Es seguro? —le pregunté al técnico, tratando de no gruñirle. No creo
que haya tenido tanto éxito porque sus ojos se agrandaron y se levantó
nerviosamente para meterse las gafas por la nariz.
—Erm, sí. Es seguro, pero tendrá que quitarse el...
—Entendido. —Me di la vuelta y salí de la habitación para ocuparme de
todo. Menos de un minuto después, estaba de vuelta.
Rose todavía estaba de pie sobre sus dos pies y no sobre la mesa.
—¿Estás bien? —pregunté cuando estaba de pie demasiado cerca pero no
lo suficientemente cerca.
Ella respiró profundamente, lo soltó todo y asintió. Le ofrecí mi mano y
esperé a que se pasara las palmas de las manos por las perneras y luego
agarrara lentamente las mías. Estaba fría. La ayudé a levantarse, y justo
cuando estaba a punto de tumbarse de espaldas, el técnico la detuvo.
—Oh, voy a necesitar que se acueste boca abajo.
Rose se enderezó a una posición sentada inmediatamente, una de sus
manos todavía en la mía, su agarre tan fuerte como sea posible.
—¿Qué? —espetó.
—El escáner que quiere su médico se hace boca abajo.
—Pero mi nariz... es...—Sus ojos se dirigieron a mí mientras su cara
empezaba a arrugarse, su respiración era demasiado rápida—. Jack, no
podré respirar, no boca abajo. No puedo...
Le di un apretón a la mano de Rose y ella dejó de hablar. Sin apartar mis
ojos de los suyos, me dirigí al técnico.
—¿Podría darnos un momento, por favor?
La mirada de Rose siguió al técnico mientras salía de la habitación y
cerró la puerta. Estaba al borde de la hiperventilación, y la exploración ni
siquiera había empezado.
—Vas a llegar tarde a la cafetería, y encima me estás haciendo llegar
tarde a mí también. Tenemos que hacer esto, ¿no? Ya has oído al médico.
Ella tragó, su garganta se movió.
Le cogí la barbilla entre los dedos y la obligué a mirarme.
Arqueando una ceja, volví a preguntar:
—Tenemos que hacer esto. Necesito que estés bien, así que no podemos
evitarlo.
Lamiéndose los labios, asintió.
—No podré ver nada. La habitación se está acercando a mí incluso ahora
mismo.
Su pecho estaba empezando a subir y bajar más rápido; estaba a segundos
de un ataque de pánico, así que me incliné hasta que estuvimos a la altura
de los ojos.
—Puedes hacerlo, Rose. Lo harás y luego saldremos de aquí. Sólo nos
llevará quince minutos, seguro que puedes aguantar todo ese tiempo. Estaré
aquí todo el tiempo, y una vez que esté hecho, no miraremos atrás.
Acortó la distancia entre nosotros y apoyó su frente contra la mía.
—Sé que estoy siendo estúpida. Lo siento. Tengo miedo, eso es todo. —
Respiró profundamente y cerró los ojos.
—Me van a operar, por el amor de Dios, si me asusto con esto, no voy a
hacer...
Mi mano izquierda, la que no estaba en el agarre mortal de Rose, se
apretó.
—Vamos a preocuparnos por este obstáculo, y luego empezaremos a
enloquecer con la cirugía.
—Tómate el tiempo para pensar en tu cafetería. Haz planes.
Apartándose de mí, moqueó y asintió, con los ojos sospechosamente
húmedos.
—¿Estás lista ahora? —le pregunté.
—¿De verdad te vas a quedar aquí?
—Dije que lo haría, ¿no?
Los bordes de sus labios se movieron hacia arriba.
—Sí, lo dijiste. —Otra respiración profunda—. Si no me preocupara lo
que pensarías de mí, haría lo posible por huir de esto ahora mismo.
Le dirigí una larga mirada.
—Puedo correr más rápido que tú. Voy a llamar al técnico y
terminaremos con esto.
Otro asentimiento rígido y ella retiró su mano para apoyarla en su muslo.
Volví a llamar al técnico y se movió al lado izquierdo de Rose.
—¿Todo listo?
Cuando Rose no contestó, le di a la chica un asentimiento cortante.
—Ya que estabas preocupada por la filtración, pondremos este papel
debajo de tu nariz, así que espero que no te distraiga demasiado. Además,
va a haber mucho ruido ahí dentro, así que aquí tienes tus tapones para los
oídos. Los sonidos son completamente normales, así que no dejes que te
asusten.
El técnico me ofreció otro par mientras Rose los tomaba sin palabra y se
los colocó en los oídos.
—¿Preparada? —preguntó la chica, moviendo su mirada entre la mía y la
de Rose.
Rose se aclaró la garganta.
—Sí.
Aseguró su cabeza en el artilugio y la ayudé a tumbarse sobre su
estómago. Sus ojos ya estaban cerrados con fuerza.
Antes que el técnico pudiera desaparecer detrás de la puerta, conseguí su
atención.
—¿Puedo tocarla?
—Sí, pero intente no moverla.
La puerta se cerró, y Rose y yo nos quedamos solos, si no se cuenta todos
los demás al otro lado del cristal, es decir.
Unos segundos después, la voz de la técnica llenó la sala mientras
hablaba en un micrófono desde el otro lado.
—Bien, estamos a punto de empezar, Rose. Voy a estar hablando y
haciéndote saber cuántos minutos quedan. Allá vamos.
Justo cuando la máquina se puso en marcha, puse mi mano en la única
parte de su cuerpo que podía alcanzar sin empujar mi brazo en el túnel: su
tobillo. Me obligué a relajarme para que mi agarre no fuera doloroso, pero
no estaba seguro que tuviera éxito con eso. Al principio pude oír su
respiración errática mientras intentaba inhalar y exhalar en un esfuerzo por
calmarse, pero cuando los ruidos empezaron a ser cada vez más fuertes, no
pude oír nada.
A medida que pasaban los minutos y yo empezaba a ponerme más
ansioso, todo lo que podía hacer era pasar suavemente mi pulgar por debajo
del borde de su pantalón. Cerré los ojos y traté de ignorar el modo en que
mi corazón martilleaba en mi pecho. No debía sentirme así. Sólo era una
simple e indolora resonancia magnética, pero su pánico también me había
afectado, y tenía problemas para quedarme quieto cuando todo lo que
quería hacer era sacarla para que no le doliera y no viera esa mirada de
miedo y preocupación en sus ojos de nuevo.
Cuando los sonidos del martillo neumático de la máquina aumentaron y
todos los golpes y pitidos empezaron a afectarme, simplemente rodeé con
mis dedos alrededor de su tobillo helado y me aferré, esperando que
estuviera bien ahí dentro y esperando que yo la estuviera esperando.
—Sólo nos quedan unos minutos. Lo estás haciendo muy bien.
—Ya casi ha terminado, Rose —dije con voz normal. No creí que ella
pudiera oírme por encima de los sonidos enloquecedores o a través de sus
tapones para los oídos, pero sólo en caso que pudiera, seguí hablando con
ella, diciendo lo mismo una y otra vez.
—Ya casi ha terminado. Estoy aquí. Ya casi has terminado. Estoy aquí
mismo contigo.
—Y ya está hecho —dijo la chica alegremente a través de los altavoces
—.Irán enseguida para sacarla.
El fuerte latido en mi cráneo se detuvo y me di cuenta que la máquina
también lo había hecho. El técnico abrió la puerta y entró. Solté el tobillo de
Rose y apreté la mano un par de veces mientras retrocedía para dejar que el
técnico hiciera su trabajo y sacara a Rose de allí para que yo pudiera llegar
a ella.
En el momento en que la mesa comenzó a deslizarse fuera de la máquina,
Rose comenzó a moverse. En el momento en que su cabeza pasó por la
abertura y vi su perfil, mi corazón se hundió. Se veía peor de lo que
esperaba, y yo esperaba que fuera bastante malo ya. Di un paso adelante y
luego me detuve, apretando los puños a mis lados. En cuanto pudo, se puso
de rodillas, con los ojos muy abiertos y las lágrimas cayendo a chorros por
sus mejillas. Todo su cuerpo temblaba, su respiración era frenética, como si
no pudiera recordar cómo respirar. Aparte de la respiración superficial y
áspera, no emitía un solo sonido. Sentada sobre sus talones, comenzó a
empujar hacia atrás el artilugio de su cabeza hasta que el técnico la ayudó y
la liberó del mismo.
—Deme un minuto y le ayudaremos a bajar.
Rose no escuchó. Dudo que lo haya escuchado. Empujó sus piernas y
trató de poner su pie en la pequeña escalera que tenían, pero sus piernas no
la sostuvieron y tropezó. Me apresuré y la atrapé antes que se cayera de
bruces. Ella apretó mi camisa abotonada, con los ojos llenos de lágrimas,
dudé que pudiera distinguir mis rasgos.
Con la mandíbula desencajada, pasé el brazo por debajo de sus piernas y
la levanté de la mesa en mis brazos. El hecho que ella no protestara sólo me
hizo sentir más fuerte. Sus brazos rodearon mi cuello y empujó su cara
hacia mi cuello, sus lágrimas corriendo por mi piel.
Sin decir una palabra a Rose o al técnico, salí rápidamente con ella
pegada a mí y volví a entrar en el pequeño espacio donde nos habíamos
preparado. Cerré la puerta detrás de nosotros con mi hombro y me senté
suavemente en el banco junto a la pared. Me quedé en silencio hasta que su
respiración volviera por fin a la normalidad.
—Ya ha terminado. Cálmate.
Su cabeza se movió un poco, pero no se movió. Cerré mis brazos un poco
más apretados alrededor de ella, simplemente sosteniéndola cerca.
Apoyó la palma de su mano en mi pecho y la mantuvo allí.
—No puedo...no puedo recuperar el aliento, Jack.
Cerré los ojos. Su voz era rasposa, y me molestaba mucho.
—Lo estás haciendo bien. Sigue respirando y eso es suficiente por ahora.
Su pecho se movió contra el mío cuando soltó un pequeño bufido.
—¿Eso es suficiente?
—Es suficiente.
Se acurrucó más cerca.
—Lo siento, por avergonzarte, por enloquecer por no ser capaz de
moverte ahora mismo aunque tu camisa y tu piel están empapadas con mis
lágrimas y algunos fluidos cerebrales.
Con los ojos aún cerrados, dejé caer la cabeza hacia atrás con un pequeño
golpe contra la pared. Me estaba matando.
—Estuve bien los primeros diez minutos, más o menos —susurró,
empujando su frente en mi piel—. Pero luego no podía respirar. Mi cabeza
empezó a dar vueltas como una loca y las lágrimas empezaron a salir solas.
Tenía miedo que se detuvieran y empezaran de nuevo, así que ni siquiera sé
cómo detuve el temblor.
Le besé la sien.
—Lo hiciste bien y ya está hecho.
—Debería levantarme.
—Sí.
No nos movimos, volví a besar su sien. No pude contenerme. Ella todavía
estaba temblando ligeramente, pero cuando sonó un golpe en la puerta, se
agitó en mis brazos.
—Danos un segundo —grité, levantando la voz sólo lo suficiente para
que quienquiera que estuviera fuera pudiera oírme.
Presionando su mano en mi pecho, Rose se apartó de mí antes que yo la
soltara y se puso de pie lentamente. Acomodando su cabello detrás de las
orejas, abrió la taquilla y tomó el pañuelo de papel que aparentemente había
dejado dentro, se limpió rápidamente debajo de la nariz e inclinó la cabeza
hacia atrás. Sujetando el pañuelo y moqueando al mismo tiempo, empezó a
sacar el resto de sus cosas. Todavía sentado, observé sus ojos que iban de un
lado a otro, con la cara manchada y húmeda. Alcancé a ver su sujetador de
encaje azul y me puse de pie.
—Te espero fuera.
Cuando me dirigía a recoger mis propias cosas, mi reloj, mi cinturón y mi
cartera, del escritorio, ella me dijo:
—¿Jack?
Apreté los labios y la miré por encima del hombro, esperando que
continuara. Ella estaba de pie frente a la taquilla con sus calcetines,
abrazando su sujetador y su abrigo contra su pecho. Por primera vez,
parecía realmente enferma, por no decir perdida y sola, y esa imagen no me
gustaba. No, me enfadó muchísimo.
—Esto no es suficiente, lo sé, pero gracias. Gracias por estar aquí cuando
más te conozco...Gracias.
—No he hecho nada —murmuré, con un tono más duro de lo que
pretendía, antes de asentir con la cabeza y salir de la habitación.
Cuando salió unos minutos después, tenía mejor aspecto. Incluso sonrió
al técnico antes de salir por la puerta. Se había lamido sus heridas y estaba
lista para el descanso. Yo creía que era por eso por lo que comenzaba a
enamorarme de ella.
Puse mi mano en la parte baja de su espalda, manteniendo cualquier
contacto que podía con ella durante todo el camino hasta el auto.

Habían programado su cirugía para el martes siguiente después de su


accidentada resonancia magnética. Esa semana fue un infierno para los dos.
El lunes necesitaban que fuéramos para que pudieran hacer las últimas
pruebas que eran necesarias para que la operación saliera bien. Un examen
ocular, un ecocardiograma, y una evaluación previa con el anestesista
fueron sólo algunas de las cosas que habíamos hecho. Rose pensó que todo
era divertido. Esa era su palabra de cabecera los últimos días antes de la
cirugía, y se estaba poniendo sarcástica. Para mí, había sido todo menos
divertido.
Era todo sonrisas cuando trabajaba, recibiendo a los clientes, riendo y
bromeando con Sally y el otro, pero tan pronto como cerraba el local
conmigo a su lado, se quedaba muda.
Apenas habló con Raymond y no le preguntó por su última cita, que yo
había deducido que era su cosa favorita por las mañanas y por las noches,
mientras nos llevaba de vuelta al apartamento. Apenas saludó al portero,
Steve, y me dejó hablar a mí.
A mí.
Los días posteriores a la resonancia, en cuanto llegábamos a casa,
desaparecía en su habitación, murmurando algunas cosas que terminaron
con ella diciendo algo sobre tener un dolor de cabeza y estar cansada. Le
creí. Sabía que estaba cansada, que le dolía la cabeza con más frecuencia,
pero el lunes cuando volvimos del hospital y ella subió corriendo a su
habitación sin decir una palabra, finalmente llegué a mi límite y no pude
soportarlo más. No iba a dejar que volviera a ser como cuando se mudó.
Me las arreglé para convencerla que no fuera a la cafetería el día antes de
la cirugía. Sería su primer día libre de muchos hasta que se sintiera lo
suficientemente bien como para volver a ponerse en pie.
Parecía desconsolada cuando tuve que mantenerla suavemente en
movimiento hacia el auto con mi mano en la parte baja de su espalda
mientras ella seguía mirando la cafetería por encima del hombro como si
fuera la última vez que la viera. Me sentí como si le estuviera quitando a su
bebé. Cuando subió directamente a su habitación, la dejé en paz por el
momento.
Me quité la chaqueta del traje, me remangué y entré directamente en la
cocina.
Una hora más tarde, cuando eran las seis de la tarde y la mesa estaba
lista, agarré mi teléfono y le envié a Rose un mensaje rápido.
Jack: ¿Puedes bajar?
Rose: No me siento muy bien, Jack. Si no es nada importante, me
gustaría quedarme en la cama.
Aparte del simple hecho que no quería que estuviera sola, también no
había comido nada en todo el día, y no importaba lo que dijera, yo no la
dejaría pasar las próximas horas con hambre. Tenía tres horas antes de tener
que dejar de comer.
Jack: Me gustaría que me ayudaras con algo si pudieras bajar.
Sabía que eso la haría moverse, porque probablemente era la primera vez
que le pedía ayuda para algo. Sólo la curiosidad la haría sentir...a ella.
Dos minutos más tarde, oí que la puerta se abría y se cerraba. Entonces
los pasos comenzaron a bajar las escaleras y ella entró en la sala de estar. Su
cabello estaba recogido en una simple cola de caballo con algunos
mechones de cabello enmarcando su pálida cara. Llevaba un jersey de color
arena grueso y de gran tamaño que le caía por encima de las caderas, y
debajo llevaba lo que parecían simples leggings negros y unos acogedores
calcetines. Los brazos del jersey estaban bajados, y en una mano agarraba
un pañuelo, algo que se había convertido en una constante para ella estas
últimas semanas.
En cuanto me vio de pie junto a la mesa del comedor con las manos en
los bolsillos, sus pasos se ralentizaron y sus ojos se movieron entre la mesa
y yo.
—¿Jack? ¿Necesitas mi ayuda con algo? —preguntó, llevándose el
pañuelo a la nariz y resoplando.
—Sí. —Caminé alrededor de ella y saqué la silla junto a la que estaba
junto a ella—. Necesito tu ayuda para terminar esta comida.
Me miró por encima del hombro, inquieta.
—Jack...
—No has comido nada hoy, Rose. —Suavicé mi tono y la miré a los ojos
—. Sólo tienes tres horas y luego no podrás comer o beber nada de todos
modos. No quiero comer solo, así que vas a comer conmigo.
Dejó de masticar los labios entre sus dientes y asintió.
—Tienes razón, debería comer algo. Sólo dame un minuto para que
pueda hacer algo con mi nariz.
Se dio la vuelta en calcetines con un silbido y se apresuró a ir al baño.
Cuando volvió con un algodón en la nariz, se sentó en la silla y yo la
ayudé a acercarse a la mesa.
Me senté frente a ella y le alcancé el plato, sólo para que lo agarrara en el
aire.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Intento quitarte el plato. —Le di a su plato un suave tirón y lo soltó—.
Esta noche, vas a ser mimada.
Finalmente, la sonrisa que se dibujó en sus labios fue genuina.
—Una noche de lástima, ¿eh?
Me encogí de hombros. Yo no lo habría llamado así, pero si ella quería
pensar en ello en esos términos, mantener mi boca cerrada sería una mejor
opción. Alcancé la gran fuente y empecé a apilar los espaguetis en su plato.
Rose se inclinó hacia adelante y alcanzó mi mano, colocando sus dedos
en mi muñeca cuando estaba a punto de ir a por más espaguetis. Una
pequeña sonrisa floreció en su rostro.
—Creo que es más que suficiente para mí, ¿no crees?
Volví a mirar su plato y decidí que serviría. Siempre podría poner más en
su plato cuando ella hubiera terminado. Solté la cuchara de los espaguetis y
alcancé la salsa boloñesa. Intentó detenerme después de la segunda
cucharada, pero le metí otra a escondidas.
Cuando levanté la vista, me estaba sonriendo. Era mucho más parecida a
su sonrisa habitual, así que empecé a relajarme.
—¿Tomillo fresco?
Su sonrisa aumentó y volvió a asentir.
—Me gusta este lado tuyo.
—¿Qué lado? —pregunté distraído.
—Este lado doméstico. Te sienta bien.
Cuando su plato estuvo listo, se lo entregué, y tuvo que sostenerlo con las
dos manos antes de poder dejarlo frente a ella. Inclinándose sobre la
comida, cerró los ojos y respiró profundamente.
—Esto huele de maravilla. Tenías razón, me muero de hambre.
No podía quitarle los ojos de encima incluso cuando tomé mi propio
plato y comencé el mismo proceso.
—Siempre tengo razón.
Ella arqueó las cejas y su sonrisa se volvió más juguetona.
—Tranquilo ahí. Yo no diría que siempre.
—Yo sí. Vamos, el tiempo corre. Empieza a comer.
—Aunque siempre eres mandón, eso es definitivamente cierto.
Después de mirarla fijamente, esperé a que empezara, y ella se tomó su
tiempo, acomodándose en la silla y finalmente empezó a comer.
Después de masticar durante unos segundos, cerró los ojos y gimió antes
de tragar finalmente. Satisfecho que siguiera comiendo, empecé a hacerlo
yo.
—¿De dónde has sacado esto? Es increíble.
—Me alegro que te guste.
—¿Es un lugar secreto? ¡Dios! ¡Esto es tan bueno, Jack!
Seguí masticando y luego tragué bajo su mirada expectante.
—Lo he hecho yo. No es comida a domicilio.
Se detuvo con el tenedor a unos centímetros de su boca y lo bajó.
—¿Tú cocinas?
—A veces, si tengo tiempo.
Eso me ganó otra hermosa sonrisa, y decidí que siempre cocinaría para
ella los lunes, pasta o lo que quisiera.
—Eres increíble. —Había empezado a masticar pero se detuvo—. Quiero
decir que esto es increíble, la pasta.
—Cocinaré los lunes.
Ella tragó, con fuerza.
—¿Cocinas los lunes?
Sacudí la cabeza y alcancé mi vaso de agua.
—No, empezaré a cocinar para nosotros los lunes. Me gusta pasar tiempo
en la cocina.
—¿Puedo verlo? ¿El próximo lunes? ¿O no te gusta la compañía? Ah, y
por supuesto, si la operación va bien y...
Mis ojos se encontraron con los suyos.
—No quieres terminar esa frase. No me gusta la compañía, pero me
gustas tú. Puedes mirar.
—Jack creo que estamos coqueteando.
Gruñí.
—Todos los lunes, ¿lo prometes?
La miré a los ojos.
—Cuando quieras, Rose.
—Entonces yo también debería elegir un día para cocinar.
Seguimos comiendo.
—Si tu cocina es tan buena como tu repostería, allí estaré.
—Me gusta cocinar cuando no es sólo para mí. ¿Los lunes van a ser el
día de la pasta?
—¿Quieres que sea el día de la pasta?
Ella sonrió, moviendo la cabeza de arriba abajo.
—Creo que me gustaría. Será nuestra primera tradición.
Su tono de voz había cambiado con sus últimas palabras, así que levanté
la vista de mi plato para encontrarla sonriéndome. Mi noche ya estaba
hecha.
—Entonces será el día de la pasta.
—Entonces, mañana...
—No. No quiero hablar de mañana esta noche, si te parece bien.
Lentamente dejó su tenedor y fijó sus ojos en mí.
—Soy completamente consciente que estoy siendo una completa...
déjame corregirlo, he sido una completa diva sobre todo este asunto de la
enfermedad. También soy muy consciente que comparado con algunas
enfermedades, esto no es nada, pero mi problema es que simplemente tengo
miedo. Está demasiado cerca de mi cerebro para mi gusto y me molesta
mucho. No me gusta que me pongan anestesia y no sepa lo que pasa, no es
que quiera saber o quiera estar despierta incluso si eso fuera una opción...
Estoy especialmente agradecida que vaya a ser una cirugía endoscópica...en
lugar de abrirme el cráneo como solían hacer en el pasado…porque eso
probablemente me mataría, pero... sigo teniendo miedo. Te lo dije, tengo
miedo a donar sangre, así que una operación... —Sacudió la cabeza con
vehemencia.
—Y el momento no podía ser peor.
Separé los labios, pero ella me impidió decir lo que pensaba.
—Como dije, esta noche quiero actuar como si mañana fuera otro día
normal. Sólo quiero disfrutar de esta increíble cena que has cocinado a
escondidas para nosotros y luego tratar de ver qué más puedo sacar de mi
situación. Me ocuparé del resto mañana.
—Nos ocuparemos del resto mañana —la corregí, y recibí un
asentimiento en respuesta—. ¿Qué más querías sacar de tu situación? —
pregunté, tratando de parecer sólo ligeramente curioso. Ya sabía que haría
cualquier cosa que ella quisiera hacer.
Su sonrisa volvió con fuerza.
—Pensé que nunca lo pedirías. Así que...
Se movió hacia adelante en su asiento, haciendo rodar los espaguetis en
su tenedor, los ojos en los míos.
—¿Recuerdas que dijiste que nunca habías visto You've Got Mail? pensé
que una película acogedora sería perfecta para esta noche. Te prometo que
no te aburrirás. Cualquier película que tenga a Tom Hanks es increíble, y su
química en pantalla con Meg Ryan es absolutamente perfecta. Estoy segura
que...
—De acuerdo —acepté, manteniendo las manos apoyadas en la mesa y
los ojos en ella.
—¿Podemos verla?
—He dicho que de acuerdo, ¿no?
Su risa me tomó por sorpresa, pero no me opuse.
—¿Contenta? —pregunté, devolviéndole la sonrisa.
Su mirada se dirigió a mis labios.
—Sí, Jack. Mucho. Gracias.
—De nada. Ahora deja de hablar y sigue comiendo.
Tenía una gran sonrisa todo el tiempo que charlaba y me arrastraba a una
conversación tras otra durante la cena. A pesar de lo bien que se me daba no
mostrar lo que pensaba o sentía, no estaba seguro de haber hecho un buen
trabajo esa noche. Estaba demasiado preocupado por lo que me depararía el
día siguiente y por lo que haría si le ocurría algo cuando estuviera fuera de
mi alcance.
Capítulo Dieciocho
Jack
Me levanté de la mesa del comedor alrededor de las siete y media de la
tarde. Había sido una de las cenas más largas que había tenido, pero como
Rose parecía feliz, no me quejé ni pude hacerlo. Ella insistió en meter todos
los platos en el lavavajillas, y yo le hice compañía hasta que terminó. Su
sonrisa nunca se borró, y me hizo feliz verla.
Le preparé un té y me hice una taza de café. Le había comprado el
viernes unas trufas porque conocía su debilidad por el chocolate, pero no
había terminado de encontrar el momento adecuado para dárselas, así que
me llevé la elegante caja conmigo y coloqué todo en la mesa de café.
Encontré el mando del Apple TV y empecé a buscar la película de la que
ella hablaba. Cuando di con ella, la cargué en mi cuenta y pulsé el play.
—Espera, espera. —Rose se levantó de un salto y corrió a apagar las
luces—. Eso está mejor.
Volvió, se sentó, e inmediatamente metió las piernas debajo de ella
mientras tomaba la gran manta de punto que había bajado de su habitación.
Le entregué la taza de té.
Me agarró la muñeca con la derecha y me tiró al suelo junto a ella.
—Ya empieza, siéntate.
Conseguí alcanzar mi propia taza de café y su caja de trufas.
Sintiéndome un poco incómodo por ello, empujé la caja en su mano y me
apoyé en el sofá. Cuando me miró confundida, me centré en la película que
acababa de empezar y tomé un sorbo de mi café.
—¿Qué es esto? —Equilibrando su taza sobre la superficie plana del
sofá, me echó una rápida mirada y empezó a abrirla—. ¿Chocolate? ¿Para
mí? —preguntó, con la voz alta.
—Un cliente lo trajo el viernes y estaba en la oficina, así que pensé que
lo querrías. —La mentira salió de mis labios tan fácilmente, que me
sorprendí incluso a mí mismo.
Por el rabillo del ojo, pude ver cómo le daba un mordisco a uno de ellos.
—¿Quieres uno? —preguntó cuándo terminó de volverme loco y de
gemir por ello. Me acercó la caja—. ¿No te gustan las trufas? Vamos, toma
una.
Le dirigí una mirada exasperada y tomé una, sosteniéndola en mi mano.
—¿Me dejarás ver esta película o vas a hablar todo el tiempo?
Hizo una mueca.
—Soy una de esas. Prepárate para que hable. Voy a seguir señalando
cosas que ya puedes ver por ti mismo. Sólo estoy emocionada porque nunca
la has visto. ¿Son más de las nueve?
Mantuve mis ojos en la pantalla mientras el personaje de Meg Ryan
empezaba a correr hacia su portátil para comprobar su correo electrónico.
—Todavía no. Te diré cuándo tienes que parar. Sólo son las ocho.
Nos sentamos en silencio y nos limitamos a ver la película. Alrededor de
los diez minutos, Meg Ryan finalmente llegó a su tienda. Around the
Corner.
Pasé mi brazo por el respaldo del sofá, hacia ella.
Unos minutos después, la miré. La caja que contenía las trufas parecía
que le faltaban seis, y ella seguía sosteniendo la taza de té fuertemente en
sus manos como si tratara de calentarlas.
—¿Tienes frío?
—Sólo un poco. ¿Quieres compartirlo? —repitió, y mis cejas se juntaron.
Entonces me di cuenta que estaba sujetando el borde de la manta hacia
arriba y de sí misma.
No hacía frío, el apartamento era bastante cálido, pero aproveché la
oportunidad para acercarme un poco a ella, y la puso sobre mis piernas.
Cuando inclinó la cabeza hacia atrás, la tenía casi apoyada en el pliegue de
mi brazo.
Respiró profundamente y lo soltó todo.
Su voz era tranquila cuando volvió a hablar.
—Gracias por esta noche, Jack.
Me incliné y le di un beso en la sien.
—De nada, Rose.
A las nueve menos diez, le quité la taza de té, ahora fría, y la puse en la
mesa de café. A poco más de la mitad de la película, se había quedado
dormida, y su cabeza había caído sobre mi hombro. Vi la película hasta el
final sin moverme ni un centímetro para que ella pudiera descansar. Cuanto
más se acercaba, más difícil me resultaba no despertarla y tomar su boca.
Parecía que había invadido todo el apartamento y yo no podía oler nada más
que a ella.
Disfruté de cada segundo, tanto de la película como del cálido cuerpo de
Rose contra el mío.
La tomé en mis brazos y me levanté, dejando que la manta cayera sobre
ella.
Comenzó a volver en sí una vez que estábamos a mitad de camino en las
escaleras.
—¿Jack? —Sus manos se apretaron alrededor de mi cuello—. ¿Qué hora
es? —murmuró.
—Un poco más de las diez.
Suspirando, apoyó su cabeza en mi hombro.
—¿Te gustó la película?
No tuve que mentir.
—Sí, tenías razón, era buena.
—Ya no hacen películas así —murmuró.
Abrí la puerta de su habitación y entré, dejándola suavemente en la cama.
Ella se acurrucó de lado y yo tiré de las mantas ya abiertas sobre ella.
—Buenas noches, Jack —susurró—. Te veré mañana.
—Te despertaré a las seis y media. Tenemos que estar en el hospital a las
siete y media.
—De acuerdo.
Me quedé clavado en mi sitio pero no sabía qué más decir que me
permitiera quedarme con ella más tiempo, para pasar esta noche, al menos
esta noche con ella.
—Buenas noches, Rose. —Me incliné hacia abajo y presioné un
persistente beso en su frente y luego en sus labios. Fue un movimiento tan
natural para mí que ni siquiera dudé. Ella cerró los ojos con una sonrisa en
los labios. Estaba seguro que nunca se había despertado del todo.
Con la mente puesta en ella, salí y me dirigí a mi propia habitación.
Más tarde, esa misma noche, habían pasado horas y yo seguía muy
despierto. Mi mente corría en todas las direcciones, pero especialmente
corría en la dirección de donde Rose estaba durmiendo unas puertas más
abajo, por lo que me sorprendí cuando mi teléfono sonó con un nuevo texto.
Rose: ¿Estás durmiendo?
Jack: No.
Rose: Yo tampoco.
Respiré profundamente y me pasé la mano por la cara.
Jack: ¿Todo bien?
Rose: Sí. Sólo que no puedo dormir.
Rose: ¿Por qué sigues despierto?
Jack: Tampoco puedo dormir.
Rose: ¿Puedo seguir explotando mi situación o he perdido mi
oportunidad?
Jack: Depende de lo que quieras.
Rose: Es una cosa rara.
Jack: Pruébame.
Rose: Me preguntaba si podría besarte.
Rose: Y antes que digas que no, no tiene que significar nada más que
eso, sólo un beso. La verdad es que poco a poco me he convertido en una
adicta a los besos y creo que no me importaría besarte ahora mismo. Me
gustaría llamarlo un beso de compasión. Si eso no está bien ya que nadie
estaría cerca para verlo, lo entiendo.
Los puntos seguían bailando, pero dejé el teléfono en la mesita de noche
y me alejé. Decidí no llamar a la puerta y simplemente entré en su
habitación.
Parecía que seguía tecleando pero se detuvo al verme. Aclarándose la
garganta, se puso de rodillas para salir de la cama, pero llegué a ella antes
que pudiera.
—¿Cómo quieres hacer esto?
No le di tiempo a terminar la frase. En la siguiente respiración, yo estaba
sosteniendo su cabeza en mis manos después de haber empujado su cabello
hacia atrás. Sus mejillas estaban calientes y ligeramente húmedas.
—No quiero que llores más —murmuré con un tinte de ira en mi voz.
Eso era lo último que quería para ella—. Te besaré, pero sólo si prometes no
llorar más. No puedo soportarlo, Rose.
Ella asintió.
Bajé mi cabeza hacia la suya, separé sus labios con los míos, y observé
como sus ojos se cerraron en el momento en que nuestros labios se tocaron.
Ella colocó sus manos sobre las mías en sus mejillas e inclinó su cabeza
hacia arriba, profundizando el beso. Lentamente me arrodillé en la cama,
apreté mis manos alrededor de su cara, hundiendo mis dedos en su cabello
mientras sus brazos se movían entre nosotros para envolverse alrededor de
mi cuello. Atraje su lengua a mi boca y me tragué con gusto su silencioso
gemido.
Si tuviera que describir nuestro beso, diría que fue una suave violencia.
No me cansaba de ella, no podía acercarme lo suficiente. Dejé que una de
mis manos bajara por su espalda, memorizando cada centímetro y cómo su
cuerpo se hundía en su cintura. Cuando tuve un buen agarre de su camisa, la
apreté contra mí. Ella gruñó pero no se detuvo, no me pidió que parara.
Podía sentir su pecho subiendo y bajando contra el mío, su calor ya me
quemaba. Apreté su camisa con la mano y profundicé el beso, obligándola a
arquear la espalda al mismo tiempo, agarrando su cintura con fuerza con mi
otra mano. Su cabeza se inclinó hacia atrás con la fuerza de mi beso, su
lengua jugando con la mía.
Entonces sus manos se apoyaron en mi pecho y sentí un ligero empujón.
Conseguí apartarme y ella saltó rápidamente de mis brazos y de la cama,
corriendo directamente al baño.
Todo mi cuerpo estaba tenso. Me senté en el borde de la cama y dejé caer
la cabeza entre las manos. Mi respiración era pesada, mi corazón latía en mi
garganta como un adolescente besándose con su novia en su casa.
Mientras contemplaba la posibilidad de levantarme e irme o quedarme,
Rose volvió a salir del baño, con la cara enrojecida, los labios rojos e
hinchados y el cabello revuelto.
Tenía un aspecto perfecto.
Regresó lentamente, deteniéndose frente a mí cuando sus rodillas casi
tocaban las mías.
No quería disculparme por abalanzarme sobre ella como una bestia, pero
había olvidado por completo que estaba enferma.
—Lo siento —murmuró ella, con la voz gruesa. Su dedo índice se golpeó
el lado de su nariz—. Estaba empezando de nuevo, así que tuve que...
Suspiré aliviado y asentí con la cabeza. Me tragué el nudo en la garganta
y estaba a punto de levantarme para irme, pero Rose me puso las manos en
los hombros y se subió a mi regazo, no sentada, sino que había puesto una
de sus piernas entre las mías y se puso de pie sobre sus rodillas. Mis manos
encontraron sus caderas y la mantuve quieta.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté en un duro susurro mientras miraba
fijamente sus ojos seductores.
Ella me sonrió.
—Estoy recibiendo el resto de mi beso de compasión —susurró con una
voz baja y firme, mucho más firme que la mía, para mi sorpresa—. Todavía
no he terminado contigo. —Sus manos alisaron mi cabello hacia atrás
mientras sus ojos se cerraron solos y su cabeza descendió.
Me encontré con ella a mitad de camino y tomé su boca en un profundo y
abrasador beso, dándole lengüetazos necesitados de mi lengua mientras sus
dedos peinaban mi cabello y se aferraba a mi cuello para abrazarme. La
besé así durante mucho tiempo, tratando de ser más suave y considerado de
lo que sentía, pero ella me desarmó. Su sabor, sus pequeños gemidos, sus
manos apretando mi cuello, su cuerpo moviéndose inquieto contra el mío,
todo en ella me desarmó.
Cuando movió sus labios hacia la derecha y trató de respirar contra mi
mejilla, observé todas las emociones que se reflejaban en su rostro.
Sabiendo que no podía detenerme, la sujeté por la cintura y le di un tirón
para que se sentara. Sus ojos se abrieron y encontraron los míos. Moviendo
su pierna para sentarse a horcajadas sobre mí, sin palabras siguió mi
ejemplo, sentándose justo sobre mi polla. Mis ojos se cerraron y un gemido
escapó de mis labios. Cuando volví a mirarla, se estaba mordiendo el labio,
mirándome fijamente. La rodeé con mis brazos, dejando que una de mis
manos vague lentamente por su espalda para sujetar su cuello, y me lancé a
por otro beso. La besé una vez y luego me retiré, y luego otra vez y otra
vez. Era enloquecedor, la forma en que sus labios se adaptaban a los míos.
Con la otra mano, la agarré por la cintura. Ella inclinó su cabeza y
empujó su lengua en mi boca. Apenas podía pensar, pero me encontré con
su lengua exploradora con la mía y me incliné hacia delante, obligándola a
arquearse, yendo más profundo, tratando de tomar más y más.
El dolor y el placer que me invadieron cuando sentí su calor deslizándose
a través de su fino pantalón de pijama se triplicó con la forma en que me
besaba, tan descontrolada y hambrienta.
Nos tiramos y empujamos como si estuviéramos hambrientos el uno del
otro. Me agarré a sus muslos y traté de acercarla aún más. Cuando ella se
balanceó contra mí, empezó a recobrar el sentido común. Mis manos
seguían siendo bandas duras alrededor de ella, consiguió apartarse y, en un
instante, se quitó la camiseta.
Con los ojos vidriosos y la respiración entrecortada, se inclinó de nuevo
hacia mí, pero cuando mis ojos se posaron en sus grandes tetas encerradas
en un sujetador azul pálido, me incliné hacia atrás y la deposité suavemente
sobre su espalda.
—¿Jack? —jadeó, sorprendida.
Me aseguré de no mirarla, porque si volvía a mirar, me olvidaría de mí
mismo, olvidaría que estaba enferma, olvidaría todo. Agarré su camiseta y
se la devolví. Ella la sostuvo contra su pecho, cubriéndose.
—El médico dijo que nada de sexo. No puedes tener demasiada presión
en tu cabeza. —Escuché mi propia voz, ronca y cruda. Me atreví a mirarla a
los ojos.
Todavía estaban aturdidos, pero estaba volviendo en sí. Se lamió los
labios y mi estómago cayó porque no era mi propia lengua la que estaba en
ellos.
—Pero Jack, yo...
—Tienes una operación en unas horas, Rose. Te despertaré cuando sea la
hora de salir.
Ella se puso sobria y rápidamente se puso la camisa, metiéndose bajo las
sábanas.
—No hace falta que hagas eso. Me despertaré cuando sea la hora.
—Rose...
—Buenas noches, Jack. Gracias por el beso.
Apreté los dientes y me alejé. Antes que pudiera cerrar su puerta, ella ya
había ya había apagado su lámpara de cabecera, y apenas podía distinguir
su forma en la cama. La puerta se cerró con un chasquido y solté el
picaporte, dejando atrás algo muy importante para mí.
Capítulo Diecinueve
Rose
A la mañana siguiente, me desperté por mi cuenta, tal como había dicho
que lo haría, y me encontré con Jack abajo. Tal vez por los nervios que me
produjo la cirugía o por lo que había sucedido la noche anterior, ninguno de
los dos dijo una palabra al otro.
Cuando Steve, el portero, me deseó buena suerte y me dijo que no podía
esperar a verme de nuevo con todas las buenas noticias, me avergonzó
admitir que se me llenaron los ojos de lágrimas y sólo pude dedicarle una
pequeña sonrisa y un asentimiento. Sin embargo, él entendió que no estaba
tratando de ser grosera; pude verlo en su propia sonrisa. El viaje en auto fue
igualmente tranquilo. Cuando Raymond paró el auto delante del hospital,
Jack se bajó y me abrió la puerta. Lo seguí, pero antes que pudiera salir, la
voz de Raymond me detuvo con un pie en el auto y el otro en la acera.
Colocó su brazo sobre el asiento del copiloto y giró su cuerpo para para
poder verme a los ojos.
—Estarás bien —me aseguró, con una voz suave y tranquila. Era la
segunda vez que lloraba esa mañana. Todo lo demás había sido
simplemente automático. Me desperté, me duché rápidamente, me vestí,
cogí mi bolsa de hospital y salí del apartamento de Jack. Era casi como si
fuera a viajar a algún lugar al que no necesariamente quería ir.
—De acuerdo —respondí.
Raymond arqueó las cejas.
—Puedes hacerlo mejor.
—Probablemente estaré bien.
——Probablemente no. Subiré cuando salgas del quirófano para decir
hola, ¿de acuerdo?
No estaba segura de si quería que alguien me viera después de la cirugía,
pero no dije eso.
—Me gustaría. Gracias, Ray.
—Nos vemos pronto.
—De acuerdo. Nos vemos pronto.
Salí y, con Jack a mi lado, entré en el hospital. Le eché rápidas miradas,
pero su rostro parecía pétreo, como el primer día que lo conocí. No sabía
qué decirle. Eso no era cierto, en realidad sí sabía qué decirle, pero no era el
momento de hacerlo. Después que nos registráramos y nos confirmaron la
hora de la cirugía, una enfermera nos llevó a una habitación del hospital, al
parecer, no era la misma en la que yo me quedaría, sino otra diferente.
Jack se quedó en un rincón con las manos en los bolsillos. Ahora sabía lo
que eso significaba: estaba nervioso por algo, infeliz.
La enfermera me dio mi bata de hospital y me hizo un montón de
preguntas: mi nombre, mi edad, mi peso, las cosas a las que era alérgica,
cosas que ya sabían, pero una doble comprobación nunca hace daño a
nadie. Yo era alérgica a la penicilina. Eso era lo único que recordaba haber
dicho.
Me puso la banda de identificación, me explicó lo que iba a pasar a
continuación y me dejó con Jack para que me pusiera la bata.
Era como un robot. Entré en el pequeño cuarto de baño y me quité la
ropa, todo menos la ropa interior, y me puse la bata. Mi corazón martillaba
en mi pecho, salí del baño y me encontré con la dura mirada de Jack.
Extendiendo los brazos, traté de sonar alegre cuando pregunté:
—¿Cómo me veo?
No respondió, sólo me miró fijamente a los ojos.
Di un paso hacia él, porque ahora era el momento de decir lo que tenía
que decirle. La misma enfermera que había entrado unos minutos antes,
asomó la cabeza por la puerta y tanto Jack como yo la miramos.
—¿Está vestida? Bien, ya está lista. Voy a enviar a alguien para que la
ponga en la silla de ruedas.
—Yo, eh, ¿puedo tener un minuto rápido con mi marido?
Sus ojos se dirigieron a Jack y luego miró su reloj.
—Sólo un minuto. Tenemos que llevarle al quirófano a tiempo, ¿de
acuerdo?
Asentí con la cabeza y se fue.
Dejando escapar un profundo aliento, caminé hacia donde Jack estaba
apoyado en la pared, con los brazos cruzados contra el pecho.
—Tengo algunas cosas que quiero decirte —empecé, sintiéndome un
poco enferma y muy pequeña frente a él. Podría haber sido la delgada bata
de hospital, la cirugía, los nervios, o simplemente por lo que estaba a punto
de decirle. Me pasé las manos hacia arriba y hacia abajo y sus ojos
siguieron mis movimientos.
Permaneció en silencio durante un minuto entero mientras nos
llenábamos el uno del otro.
—De acuerdo —dijo finalmente, con una mirada miserable.
—Jack, quiero que...
—Lo siento, pero tienen que llevarla ahora —dijo la enfermera, entrando
en la habitación con otra persona detrás de ella con una silla de ruedas.
Oh, ¡maldita sea! Las cosas se volvieron reales.
El miedo que se apoderó de mí no era muy diferente de mi ataque de
pánico en la máquina de resonancia magnética, y miré a Jack con miedo en
los ojos. Realmente quería hablar con él.
Se enderezó de la pared.
—Necesitaremos otro minuto.
—Ya vamos con retraso. Ella...
Jack se acercó y tomó la silla de ruedas de las manos de la otra mujer y se
volvió hacia la enfermera, apretando los dientes.
—Necesito un momento con mi esposa. Por favor.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando lo oí llamarme su esposa, lo cual
era estúpido por sí mismo, pero viniendo de su boca con ese tono gruñón,
fue inesperado.
No tan sorprendentemente, nos dejaron solos con sólo una mirada de
desaprobación hacia Jack. Hizo rodar la silla de ruedas hacia mí y me
indicó con su cabeza para que me sentara.
Si no usaba palabras, teníamos problemas.
Antes que la enfermera pudiera volver, me apresuré a pronunciar mi
improvisado discurso.
Ya podía intuir que no iba a ser elegante.
—Jack, quiero dejar de fingir.
Se acercó y se arrodilló frente a mí, con sus manos apoyadas en mis
muslos. Su rostro parecía un poco más suave, el duro ceño que había
mostrado a las enfermeras, pero tampoco había una sonrisa a la vista.
Abrió la boca, pero me incliné hacia delante y negué con la cabeza.
—Cuando me despierte de esto, quiero que dejemos de fingir.
Esos hermosos ojos azules que no podía dejar de mirar cada vez que tenía
la oportunidad se clavaban en mis ordinarios ojos marrones. No tenía ni
idea de cómo iba a ir esto, pero no teníamos mucho tiempo.
—Te gusto —continué, y él arqueó una ceja. Me esforcé por seguir
adelante a pesar de eso—. Probablemente no quieras admitirlo en voz alta,
pero te gusto. Lo sé, así que no me mientas, y me gustas. Así que, Jack
Hawthorne, tú me pediste una cita, que sé que se perdió con todo lo demás
sucediendo, pero seguimos fingiendo, y quiero que dejemos de hacerlo, ¿de
acuerdo?
Me miró durante un largo momento y empecé a pensar que esto
realmente no iba a salir como yo quería.
—¿Cómo sabes que me gustas?
—Tienes que hacerlo. Ayer... ese beso no fue sólo un beso de lástima. Un
beso de lástima sería un picoteo rápido en los labios o un minuto de algo un
poco más, tal vez. Tampoco lo fue el beso en tu oficina en casa. —Sacudí
mi cabeza—. Aunque no fuera ese beso, son las cosas que haces. La cena de
ayer, las flores que traes cada semana, todo. Debes haber comenzado a
gustar de mí en algún momento durante los últimos dos meses. No soy
estúpida, y me gustas más y más con cada día que pasa.
—No, no eres estúpida. ¿Entonces te gusto?
—Sí. Así que... quiero dejar de fingir y empezar... algo real. Más que una
simple cita. —Por más patético que sonara, quería eso para él. Él era mi
marido sobre el papel, pero eso era todo. Quería un derecho real sobre él.
—De acuerdo.
—Yo... ¿qué? ¿”De acuerdo”? ¿Sólo bien?
Me sonrió y se acercó para acomodar mi flequillo detrás de la oreja. Era
la sonrisa número diez o tal vez veinte, y era tan buena. Vacilante, le
devolví la sonrisa, mi corazón se disparó.
—Ya te pedí una cita, ¿no es así? Te gusta robarme el protagonismo. ¿Por
qué pareces tan sorprendida?
—No estabas realmente comprometido con lo de la cita cuando me
pediste salir a cenar. Dijiste que podíamos probar y ver si había algo. Estoy
siendo audaz y diciendo que hay algo ahí. Pensé que pondrías una gran
pelea y negarías que te gusto.
—¿Por qué iba a hacer eso cuando lo único que quiero es a ti? Quiero que
dejemos de fingir también.
La enfermera volvió a entrar con rostro severo.
—Es hora de irse, Sra. Hawthorne.
La sonrisa de Jack se derritió y miró con desprecio a la enfermera que se
había apoderado de mi silla de ruedas. Se agarró a los reposabrazos y tiró de
mí hacia él mientras la enfermera intentaba hacerme retroceder.
—¡Sr. Hawthorne! —exclamó conmocionada—. Suelte a su mujer, por
favor.
—Todavía estamos hablando aquí.
Una risa nerviosa brotó de mí mientras seguían empujando y tirando
durante unos segundos. Puse mi mano fría en su mejilla y se calmó.
—Está bien, Jack. —Inclinándome hacia delante, le besé la mejilla y
respiré profundamente por la nariz para mantener su aroma conmigo todo el
tiempo que pudiera, y luego la enfermera me llevó en silla de ruedas.
Jack nos acompañó hasta los ascensores.
Lo miré desde mi asiento y me tendió la mano.
—¿Volverás del trabajo antes que me despierte, o..?
—No seas estúpida. No voy a ir a ninguna parte —gruñó, suavizando sus
palabras con un apretón alrededor de mi mano. Seguía mirando a la
enfermera con el ceño fruncido.
—Está bien. Sólo te estaba probando. Me gustaría verte cuando salga.
Debió oír el temblor de mi voz, porque sus ojos se encontraron con los
míos y se puso a mi altura mientras esperábamos a que llegara el ascensor.
Se veía tan ridículo en un hospital con su traje y cara perfectos y una barba
incipiente perfecta. Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas y él se
convirtió en un borrón delante de mí. Entonces sus manos estaban
ahuecando mi cara y me limpiaba las lágrimas. Apoyó su frente contra la
mía.
—Jack, estoy un poco asustada, creo —admití, en voz baja para que sólo
sus oídos pudieran escuchar.
Él suspiró.
—No sé cuáles son las palabras adecuadas porque estoy más que un poco
asustado, pero sé que vas a estar bien. Tienes que estarlo. Todo va a salir
bien, Rose. Te estaré esperando cuando salgas, y entonces seremos sólo
nosotros.
Me mordí el labio y dejé que limpiara más lágrimas de mis mejillas.
—Está bien. —Mi voz no era más que un graznido. Miré mis manos—.
Oh, aquí. —Me quité el anillo y abrí la palma de su mano, colocando mi
alianza en el centro—. Guárdalo por mí. —Más lágrimas comenzaron a caer
y yo no podía mirarle a los ojos.
—Rose —empezó Jack, con sus manos sujetando mi cara.
Las puertas del ascensor se abrieron y se oyó un largo suspiro.
—Señor Hawthorne, por favor, suelte a su mujer.
Lo hizo, de mala gana, justo después que me diera un beso suave, pero de
alguna manera todavía duro y desesperado, en los labios.
Miré a Jack por encima de mi hombro una vez que estuve en el ascensor
y lo encontré que se había puesto de pie. Era tan guapo. Traté de sonreír,
pero más lágrimas borraron mi visión de él.
—Estaré allí cuando te despiertes, Rose. Te estaré esperando aquí mismo,
así que vuelve conmigo, ¿sí? Asegúrate de volver a mí.
Sabía que estaba siendo una bebé, pero no me importaba. Apretando mis
labios fuertemente asentí y las puertas se cerraron, alejándolo de mí.
Todo lo que sucedió después fue un gran borrón. Me llevaron a la zona de
quirófanos.
Escanearon la banda en mi muñeca y me llevaron a otra sala de espera
donde me dijeron que me pusiera en una cama de hospital. Me hicieron más
preguntas que contesté distraídamente. Los anestesistas entraron y
volvieron a hacer más preguntas. No sabría decir cuántas veces repetí mi
nombre, mi fecha de nacimiento, mi peso, mis alergias y de qué lado de la
nariz y no sé cuánto tiempo estuve en la sala antes que me llevaran al
quirófano. Cuando llegué allí, ya estaba llena de todo tipo de personas: los
anestesistas, el asistente quirúrgico, la enfermera anestesista, mi médico, y
algunas personas más que no tenía ni idea qué hacían allí.
La enfermera anestesista, que me sonrió todo el tiempo, me puso la vía y
me aseguró que todo iría bien. Me di cuenta de que había empezado a llorar
de nuevo, así que me limpié con rabia las mejillas y traté de disimularlo
riéndome de mí misma. Ella se limitó a sonreírme.
Cuando me aseguraron las manos y las piernas, empecé a marearme y mi
visión comenzó a oscurecerse. No me había dado cuenta de que eso iba a
ocurrir. Nadie me lo había dicho. Empecé a sentir pánico en serio, mis
respiraciones se aceleraron. Oí a la enfermera decir que estaba
introduciendo la anestesia, y unos segundos después de eso empecé a
sentirme mal del estómago, pensando fugazmente que era un muy, muy mal
momento para vomitar. Pensé que había abierto la boca para hacerles saber
que realmente no me sentía bien, pero de repente todo se volvió negro.
Capítulo Veinte
Jack
Era la una de la tarde y todavía no había salido. Llevaba ya varias horas
en la sala de espera y todavía no había salido. Me sentía como un animal
enjaulado, no sólo en esa sala, sino en mi propia piel.
Recorrí cada centímetro del espacio, parándome junto a las ventanas y
mirando al exterior sin ver nada. Me senté en las sillas verdes que ahora
odiaba, cerré los ojos y me recosté... abrí los ojos, apoyé los codos sobre las
piernas y apoyé la cabeza en las manos... pero ella seguía sin volver.
Una familia de tres personas estaba esperando, un padre y dos niños. Uno
era una pequeña que no soltaba la mano de su padre, y el niño, de unos
nueve o diez años, acariciaba de vez en cuando la cabeza de su hermana e
intentaba hacer reír tanto al padre como a la niña. Cuando recibieron la
buena noticia que su madre había salido del quirófano, sentí una oleada de
alivio por ellos, pero cuando nadie vino a hablarme de Rose, me hundí más
en mi asiento.
A la una y cuarto, mis ojos en la puerta esperando a una enfermera, para
mi sorpresa, Cynthia entró.
—¿Qué haces aquí? —pregunté cuando llegó a mi lado.
Se sentó en su propia silla verde y se acomodó.
—Quería ver cómo estabas. —El desconcierto debió aparecer en mi cara
porque su expresión se suavizó y me dio unas palmaditas en el brazo—.
¿Alguna novedad?
—No —gruñí, apoyando de nuevo los codos sobre mis piernas separadas
—. Sólo esperando.
—Esa es la parte más difícil.
Con los ojos puestos en la puerta, asentí.
—¿No se supone que deberías estar en el trabajo?
—Mi jefe no ha venido, así que me estoy tomando un largo y tardío
almuerzo. ¿Hay algo que pueda ofrecerte?
Sacudí la cabeza.
—Estará bien, Jack. Ya lo verás. Sólo aguanta para poder cuidar de ella
cuando salga.
No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Estaba bien.
No hablamos durante al menos treinta minutos. Finalmente, suspiró y se
levantó.
—Será mejor que vuelva. Estoy tratando de llevar todo lo urgente a los
compañeros.
Apretando y soltando las manos, la miré desde mi asiento, quitando mis
ojos de la puerta.
—¿Alguien te está poniendo las cosas difíciles?
Ella me dio una palmadita en la mejilla, y ambos nos sorprendimos por el
gesto.
—Tú preocúpate por ti y por Rose. Yo me encargo de los compañeros.
Moví la cabeza asintiendo.
—Gracias, Cynthia. Aprecio tu ayuda con todo los últimos días. Sé que lo
he volcado todo en ti.
—Te está cambiando, sabes.
Mis cejas se juntaron.
—¿De qué estás hablando ahora?
Distraídamente, mi mirada se fijó en el gran reloj de la pared justo
encima de la puerta: las dos de la tarde.
Empezando a enfadarme, me levanté y empecé a pasearme junto a las
ventanas.
—Nada —murmuró ella con una extraña sonrisa en la cara.
Sólo me detuve lo suficiente para echarle una mirada rápida y luego
continué con mi paso.
—Vas a hacer un agujero en el suelo.
Otra mirada hacia ella, esta vez más amenazante, al menos eso esperaba
que lo fuera.
—Entonces haré un maldito agujero en el suelo.
—De acuerdo, te voy a dejar con tus andanzas ahora. ¿Jack?
Me detuve con un suspiro frustrado y me enfrenté a ella.
—¿Qué?
—Intenta no perderla, ¿si? No esperes a decírselo hasta que sea
demasiado tarde.
Apreté los dientes para mantener la boca cerrada. Mi mirada debe haber
funcionado porque ella levantó las manos en el aire y luego comenzó a
ponerse, los guantes, la bufanda y, finalmente, el abrigo rojo brillante.
Cuando se echó el bolso al hombro, se volvió hacia mí.
—Te agradecería que me informaras de cómo ha ido la operación cuando
salga.
Para mi propio horror, murmuré:
—Si sale. —Por suerte, Cynthia no me escuchó y finalmente se fue.
Pasé otra hora en mi propia compañía no deseada, y más gente salieron
de la sala a medida que recibían las buenas noticias para poder estar con sus
seres queridos.
Hacia las tres de la tarde, Raymond entró con globos. Globos. No sabía
cómo me sentía al respecto, pero mi cuerpo se tensó hasta el punto de que
no podría haberme movido aunque hubiera querido. Sabía que tenía una
buena relación con él ya que la llevaba casi más que a mí últimamente, pero
aún no sabía cómo me sentía al ver que él estaba allí para ella.
Con globos.
No había traído nada, y no creía que pudiera conseguir salir del hospital.
El hecho que quisiera estar conmigo y dejar de fingir me enfrió lo suficiente
como para no exigirle que se fuera en cuanto sus ojos me vieron y se puso a
mi lado con sus ridículos globos.
Dejó un asiento vacío entre nosotros y se sentó.
No pude mantener la boca cerrada.
—¿Globos, Raymond? —pregunté, las palabras salieron como un
gruñido bajo, sin querer... o tal vez no.
Se aclaró la garganta.
—No de mi parte.
Junté las manos, mirándolo a él y luego a los globos.
Había uno grande y azul que decía “Mejórate pronto” y otros más
coloridos a su alrededor.
—Vengo de Around the Corner. —Me empujó una bolsa de papel marrón
con el pequeño logotipo de la tienda de Rose en el lateral.
Curioso, la cogí y miré dentro: una taza de lo que olía a café, un
sándwich y una magdalena. La dejé en el suelo. Rose hacía los sándwiches
todas las mañanas. Utilizaba una pasta que se le había ocurrido a ella
misma, como me había dicho innumerables veces. Sabiendo que ella no
había...y a pesar de que no había comido nada desde la cena de la noche
anterior...no podía ni siquiera comerlos. Tomé el café ya que podría haber
usado un poco más de energía para seguir caminando.
Raymond continuó:
—Pensé que podría pasarme por allí y ver si necesitaban ayuda con algo,
y la chica, Sally, creo, me entregó los globos cuando se enteró que iba a
venir aquí después.
Gruñí ininteligiblemente. Eso estaba mejor.
—¿Cómo van? ¿Están ocupados? —pregunté un momento después.
—Sí. Había cola en la caja registradora. Lo está haciendo muy bien. Oh,
también dijeron que estarían aquí en cuanto cerraran, para ver cómo estaba.
Asentí con la cabeza; ya me lo esperaba. Como ella quería estar conmigo,
no tenía que preocuparme por el otro que trabajaba con ella a primera hora
de la mañana, sea cual sea su nombre.
Nos quedamos en silencio.
—¿Alguna novedad? —preguntó después de unos momentos.
Me pasé la mano por la cara.
—Ni una maldita cosa.
—¿Cuándo se la llevaron?
—A las ocho. Aunque no sé cuándo empezaron. Ella debe haber esperado
un tiempo.
—¿Cuánto tiempo se supone que dura esta cirugía?
Eso era lo que me estaba asustando. Cuando habíamos hablado con el
médico y le pregunté cuánto duraban estas cirugías, no me había dado una
respuesta directa, lo cual era de esperar, pero había dicho que otras veces
había durado entre cuarenta y cinco minutos y tres horas. Habíamos pasado
la marca de tres horas hace un rato, así que supe que algo debía haber ido
mal.
Me froté una mano sobre el corazón cuando sentí que se tensaba
dolorosamente.
—Ella debería haber salido ya.
Raymond me echó una mirada y no dijo nada más.
Lo único que podía hacer era jugar con su anillo, que era un peso muerto
en mi bolsillo, y esperar que estuviera bien y aguantara. Estuvimos sentados
así durante otras dos horas hasta que finalmente una maldita enfermera se
dirigió hacia nosotros en lugar de dirigirse a otra persona.
Me levanté de mi asiento, con las extremidades punzantes por todas las
horas que había estado sentado en esa incómoda silla.
—Ya ha salido del quirófano y está en la sala de recuperación. —Nos
sonrió, como si todo estuviera perfectamente bien. Debería haber bajado allí
hace horas.
—¿Cuándo puedo verla? —gruñí.
—La subiremos a su habitación ahora, y puedes esperar allí.
—Creo que ya he esperado bastante —dije—. Lléveme a verla.
La enfermera perdió la sonrisa y me frunció el ceño. Eso estaba bien.
—Lleva bastante tiempo en el quirófano, así que estamos ansiosos por
verla —dijo Raymond—. Esperarla en la habitación sería estupendo,
gracias.
La mujer, probablemente de unos cincuenta años por su cabello natural
blanco y negro, perdió algo de su aspecto severo, que no me importaba, y
entonces suspiró.
—La llevarán a la habitación en cuanto esté lista. Tienen que vigilarla
hasta que empiece a recuperarse de la anestesia.
—¿Está bien? —Me apresuré a decir las palabras, dando un paso adelante
—. ¿Algo ha ido mal?
—Estoy segura de que está bien. El médico vendrá a su habitación para
comprobar las cosas más tarde y podrá darle más información. Ahora
sígame, por favor.
En su habitación, nada cambió. Apenas pude apreciar el entorno mientras
entramos en la habitación privada que había pagado. Había un gran
televisor montado en la pared justo enfrente de la cama del hospital, un sofá
de cuero justo debajo la gran ventana en la que se veía toda la ciudad, y
luego dos sillas bastante cómodas a la izquierda de la cama. También había
una puerta de lo que parecía un baño privado en el lado izquierdo tan pronto
entras en la habitación. Raymond se acercó a la puerta con sus ridículos y
alegres globos y, sabiamente, se apartó de mi camino cuando empecé a
pasear de nuevo.
—Ata esas estúpidas cosas a una silla o algo. Te ves ridículo, por el amor
de Dios —gruñí cuando se quedó parado. Ignoré el movimiento de los
labios de Raymond.
Una hora...tardaron otra puta hora en subirla. Tan pronto como la
entraron, me apresuré a su lado. Me costaba mantener la distancia mientras
la trasladaban a la cama.
Sus ojos apenas estaban abiertos, tenía una cosa blanca que parecía un
tampón en la nariz, y tenía un ligero hematoma bajo el ojo derecho. Moví
mi mirada sobre cada centímetro de su cara y su cuerpo, pero aparte de eso,
no pude ver nada malo en ella. Parecía cansada y agotada, pero parecía estar
bien.
—¿Cómo te sientes? —pregunté tan pronto como los chicos que la
habían traído salieron de la habitación.
Ella buscó mi mano, y mi maldito corazón dio un salto. La agarré con
ambas manos y la sujeté con fuerza.
Sus ojos estaban sospechosamente húmedos.
—Me siento muy cansada. Me duele la cabeza y me pica el estómago,
pero creo que estoy bien. ¿Cómo ha ido? ¿Qué hora es? —graznó, con una
voz apenas audible.
Le aparté el flequillo desordenado de la cara y me incliné para darle un
beso persistente en la frente.
—Me has quitado diez años de vida, Rose —susurré junto a su oído,
apoyando mi sien contra la suya— No sé cómo vas a hacer para devolverme
esto, pero será mejor que pienses en algo.
Intentó fruncir el ceño, pero ni siquiera eso pudo conseguir del todo.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—Has estado en el quirófano durante siete, casi ocho horas.
—Oh. ¿Ha pasado tanto tiempo? No me había dado cuenta.
Levantó lentamente su mano, que todavía tenía una pequeña aguja
pegada a ella, y se tocó con cautela el lado de la nariz.
—Creo que hay un tampón ahí —comenté innecesariamente.
Sus ojos recorrieron la habitación y vieron a Raymond un momento
después.
—Oh, Ray. Hola. —Hizo una pausa como si esperara a que le vinieran
las palabras adecuadas—. Lo siento. No te había visto.
Ray.
Me agarré a la barandilla de la cama, preguntándome qué demonios me
pasaba que de repente estaba actuando de forma muy poco razonable, sobre
todo porque no era la primera vez que le llamaba Ray.
Se adelantó con los malditos globos, y la sonrisa de Rose se hizo más
amplia.
—¿Me has traído globos? Muchas gracias. —Levantó la vista hacia mí
—. Jack, me ha traído globos.
No le había traído nada. Le di a Raymond otra mirada asesina.
—No son de mi parte, me temo —comenzó Raymond—. Me pasé por tu
tienda antes de venir aquí, y Sally quería que te los llevara para que los
vieras cuando te despertaras. ¿Cómo estás, muchacha?
Me relajé aún más ante el apodo de Raymond para Rose y vi cómo su
sonrisa se volvía inestable.
—Estoy bien, creo... un poco mareada y me siento un poco apagada. Me
duele la cabeza... ¿he dicho eso? Aun así, es mejor de lo que esperaba.
Debo tener un aspecto como el infierno —murmuró y trató de reírse, el
sonido no se parecía en nada a su risa cálida.
Le apreté la mano y sus ojos se acercaron a mí mientras le decía
suavemente:
—Estás hermosa.
Ella gimió, tratando de sentarse un poco más recta.
—Uh oh, realmente debo parecer un infierno. —Volvió a mirar a
Raymond—. Los cumplidos habituales de Jack...son más bien: —Te ves
horrible, te ves cansada, te ves como el infierno, o te ves...un desastre. —Le
fruncí el ceño y ella me dedicó una pequeña y cansada sonrisa—. ¿Me he
perdido alguno?
—Te daré nuevos cumplidos que podrás añadir a tu lista en cuanto salgas
de aquí. No te preocupes.
—Gracias por hacerme sentir mejor.
La risa reprimida de Raymond llamó mi atención y levanté la vista de
Rose.
Le dio una palmadita en la pierna, dos golpes suaves.
—No está mintiendo. Para alguien que acaba de salir de una operación de
siete horas, tienes un aspecto estupendo. Voy a dejarlos a los dos solos. Sólo
quería saludar y ver cómo estabas. —Sus ojos se encontraron con los míos
—. Si necesitas algo, te estaré esperando cerca.
Asentí con la cabeza y, tras otra mirada a Rose, se fue.
Sus ojos empezaban a cerrarse solos, pero cuando le di un suave apretón
en la mano, giró la cabeza hacia mí.
—Jack...
—¿Cómo estamos? —Una enfermera pelirroja mayor llamada Kelly
entró y empezó a comprobar la presión sanguínea de Rose—. ¿Todo bien?
— preguntó con una generosa sonrisa.
—Creo que sí —respondió Rose.
—Tu presión sanguínea se ve bien. Vamos a ver si tienes fiebre.
—¿Viene el médico? —pregunté, y ella volvió su sonrisa hacia mí.
—Estará aquí muy pronto. Tenemos que ponerte otra vía, así que ya
puede sentarse y relajarse ahora. Si tienes dolor, te daré un analgésico
después que cenes. ¿Te parece bien?
—De acuerdo.
—No tienes fiebre, así que eso es genial. Volveré y comprobaré todo cada
hora. ¿De acuerdo?
La enfermera se fue, y la cabeza de Rose rodó hacia mí en la almohada.
—Hola, Jack.
Mirándola a los ojos, extendí mi mano derecha y pasé el dorso de mis
dedos por su mejilla.
—Hola.
—¿Qué tan mal se ve? No tienes que mentir. —Su voz era todavía
agrietada y ronca.
—Bastante mal.
Sus labios se movieron hacia arriba una pulgada o así, sus ojos se
cerraron.
—Eso es más propio de ti.
La enfermera entró con la bolsa de suero, así que tuve que retirar mi
mano de su cara.
El médico llegó dos horas más tarde, cuando Rose había tenido pequeñas
siestas con la boca abierta entre los controles de la presión arterial y la
fiebre. Cada vez que se despertaba, miraba alrededor de la habitación y
decía mi nombre cuando sus ojos encontraban los míos. Cada una de esas
veces me levanté y fui a su lado para asegurarle que no me había ido.
Tenía un aspecto horrible. Más que eso, me sentía como si estuviera
viviendo en el infierno. No estaba hecho para estas cosas. No sabía las
palabras adecuadas para decir. Yo era más propenso a estropear las cosas.
—¿Cómo vamos? —preguntó el Dr. Martin.
Rose acababa de despertarse, así que se impulsó en la cama.
—No muy mal —dijo—. Me duele un poco el estómago.
—Sí. Recuerdas lo que hablamos antes, ¿verdad? Para parchear la fuga,
necesitamos cartílago y otros tejidos de tu nariz, tu estómago, o de la parte
posterior de tu oreja, y...
—Pensé que habías dicho que iba a ser de la nariz —interrumpí.
—Sí, ese era el plan inicial, pero el desgarro era más grande de lo que
esperábamos.
—¿Por eso duró más de siete horas?
—De nuevo, sí. El desgarro era más grande y estaba más atrás de lo que
esperábamos, así que tardamos en parcharlo, y si hubiéramos tomado el
tejido de la nariz, no habría sido suficiente. No esperaba que la operación
durara tanto tampoco. Como hemos comentado antes, suele ser de unas
horas como mucho, pero fue exitosa, y eso es lo importante.
—Realmente no puedo respirar por la nariz —dijo Rose, llamando la
atención del médico.
—Eso es normal. Tienes el vendaje en ella en este momento y tendrá que
permanecer ahí al menos dos, tal vez tres días más.
—¿Cuándo puedo salir?
Le dedicó una sonrisa a Rose.
—¿Tratando de alejarte de nosotros tan rápido?
—No, sólo...
Acarició el brazo de Rose.
—Está bien. Serás nuestra invitada por unos días más, tal vez una
semana. Necesitamos vigilarte por un tiempo y ver cómo van las cosas.
Habían operado tan cerca de su cerebro y debido al desgarro de la
membrana, no había protección.
—¿Es la infección una preocupación? —pregunté.
—La infección es siempre una preocupación con cualquier operación.
Debido a que estábamos tan cerca de su cerebro, sólo tenemos que
mantener un ojo en ella para asegurarse que todo está curando sin
problemas.
—¿Cuándo sabremos si sigue goteando? —preguntó Rose.
—Pediré otra tomografía para unos días después de que saquemos el
vendaje y ver cómo están las cosas. Después de salir de aquí, necesitaré otra
resonancia magnética dentro de unas semanas. —Rose se puso rígida en la
cama—. Sé que tienes problemas con eso, pero tenemos que ver si todo está
bien.
Ella asintió y yo tomé su mano. Parecía que no podía controlarme más.
—De acuerdo. Te controlaré todos los días, pero hay algunas cosas que
debes saber antes que me vaya: Necesito que tomes unas pastillas por la
mañana y por la noche. La enfermera te las dará antes que tomes tus
comidas. Además, habrá un jarabe para el estreñimiento que debes tomar
dos veces al día.
Rose gimió y yo apreté más nuestros dedos enlazados.
—No podemos permitir que te esfuerces de ninguna manera. Tienes que
seguir tomando el jarabe incluso después que nos dejes, probablemente
durante un mes. No te inclines hacia delante porque no queremos que te
presione el cráneo. Después de salir del hospital, tienes que permanecer en
la cama por lo menos otras dos semanas y mantener la cabeza alta con dos o
más almohadas. Nos visitarás para revisiones mientras tanto, y hablaremos
de estas cosas en más profundidad cuando estés lista para salir. Por ahora,
nada de inclinar la cabeza hacia abajo ni estornudar.
—¿Supongo que no se me permite dormir sobre mi cara entonces?
—No. Me temo que eso no va a ser posible durante un tiempo. Unos
cuantos meses. Si no tienes más preguntas, te veré mañana.
Otra ronda de chequeos de presión arterial y temperatura ocurrió justo
antes que sus empleados y ahora amigos aparecieran con rollos de canela,
brownies, y dos sándwiches.
Mientras Sally se acercaba, Owen se quedó atrás, a los pies de la cama.
Yo estaba de pie a su lado izquierdo.
—Hola —susurró Rose a la cara sonriente de Sally.
—Hola —le respondió ella—. Siento que no hayamos podido venir antes.
Pero Raymond nos dio todas las buenas noticias. ¿Cómo estás?
Ella agitó su mano en un gesto de sobra.
—¿Cómo te fue en la cafetería?
—Todo fue bien. No te preocupes por nada de eso.
Sus ojos se dirigieron a Owen.
—Gracias por decir que sí a trabajar a tiempo completo, Owen. No sé qué
habría hecho si no hubieras aceptado.
—Te habríamos encontrado a otra persona —interrumpí, pero ella pareció
ignorarme.
Se quedaron otros diez minutos y luego se fueron después de prometer
que la llamarían al día siguiente para ponerla al corriente de cómo iban las
cosas. Su cena llegó unos minutos después.
—No quiero nada —protestó Rose.
—Vas a comer para poder tomar tus pastillas. Ya has oído al médico.
—Sólo un poco entonces.
—Sí, sólo un poco. —Bajé las barandillas y me senté en el borde de la
cama después de ajustarla para que ella pudiera sentarse lo suficientemente
erguida como para tomar unos bocados del guiso de carne y arroz. Apenas
podía levantar los brazos, y mucho menos alimentarse.
—¿Cómo te sientes?
—Todavía un poco aturdida, creo, y muy, muy cansada.
—¿Quieres un poco del sándwich que trajo Sally o esto?
Ella arrugó la nariz.
—No creo que pueda soportar el sándwich ahora mismo. Es mejor el
blando.
Corté un pequeño bocado de una patata y se lo puse suavemente en la
boca abierta.
Lo masticó muy lentamente.
—No puedo respirar por la nariz, Jack.
—El Dr. Martin dijo que era normal.
A continuación, le di un trozo de ternera, seguido de un poco de arroz.
Me sentí como un verdadero bastardo, porque había algo en alimentarla
que me estaba afectando. Era una intimidad que no habíamos compartido
antes.
—¿Quieres un poco de agua?
—Lo siento —dijo, todavía masticando mientras apartaba la mirada de
mí por primera vez.
—¿Por qué?
—Estás haciendo mucho más de lo que acordamos.
Intenté no ponerme rígido y seguí dándole pequeños bocados.
—Pensé que habíamos terminado de fingir... ¿o has olvidado lo que
dijiste antes de la operación?
—Yo...—Le metí otro bocado de arroz y patatas en la boca antes que
pudiera responder—. Por supuesto que lo recuerdo, pero aun así, esto es...
—Si te acuerdas entonces deja de decir estupideces y sigue comiendo.
Una sonrisa se dibujó en sus labios.
—De acuerdo.
Finalmente, las enfermeras cambiaron de turno, y después de la última
revisión, apagué las luces.
Los ojos de Rose me siguieron mientras volvía a su lado, su cuerpo
ligeramente girado hacia la derecha, con la cabeza hacia arriba.
—¿Qué pasa? —le pregunté, tirando de las mantas más alto para que sus
hombros quedaran cubiertos.
—Tengo la nariz un poco sensible. Me duele cuando la toco.
—Entonces deja de tocarla. ¿Quieres agua?
—Un poco.
La ayudé a levantarse y bebió un sorbo de una pajita, sólo unos pocos
sorbos.
—¿Suficiente?
Asintió y se acomodó.
Me aparté para dejar la botella de agua en la mesilla de noche.
—¿Jack?
—Aquí estoy, Rose.
—Tal vez deberíamos hablar más.
—¿Sobre qué?
—Ya sabes...
—En otro momento.
—¿Te quedas?
—¿Qué?
—¿Te quedas esta noche?
No estaba completamente oscuro en la habitación, pero todavía era difícil
para mí ver sus ojos y tratar de entender lo que estaba pasando en su mente.
Sus ojos siempre delataban sus emociones.
—No trajiste nada, ni ropa, ni bolsa, así que no estaba segura de si te
quedarías esta noche. Tienes que trabajar mañana, así que si no puedes...
está bien.
Todo lo que pude escuchar de su tono de voz fue que quería que me
quedara con ella. No podrían haberme echado aunque lo hubieran intentado
de todos modos.
—Me olvidé de traer una bolsa. No pensaba en eso —murmuré.
Nos quedamos en silencio durante unos instantes.
—Entonces, ¿te quedas?
Me incliné hacia abajo, presionando un suave beso en el borde de sus
labios mientras ella cerraba los ojos.
—Siempre —dije, con la voz cruda—. Incluso cuando llegue el momento
en que no me quieras cerca de ti.
Ella sonrió un poco.
—Me gusta tenerte cerca, así que dudo que eso suceda.
Deseé que eso fuera cierto.
—De acuerdo. Ahora cállate y descansa un poco.
Capítulo Veintiuno
Rose
Los siguientes días que pasé en el hospital fueron duros. Se reanudaron
más pruebas y visitas al médico se reanudaron, y sentí que estaba a punto de
perder la cabeza. Nunca había apreciado tanto el aire libre como en aquella
habitación de hospital.
Los únicos momentos buenos llegaban por la noche, con Jack.
No estaba segura de si me sentía más vulnerable a causa de la cirugía y
mi enfermedad, pero lo que empezaba a sentir por él parecía que se
triplicaba cada noche que pasábamos juntos en esa espaciosa habitación de
hospital que no podía permitirme por mi cuenta.
Era la segunda o tercera noche, tenía problemas para dormir por toda la
respiración bucal que tenía que hacer, y simplemente no podía sentirme
cómoda con el hecho que no podía respirar por la nariz.
La habitación estaba a oscuras cuando él habló, y el mundo fuera de mi
habitación estaba tranquilo, aparte de los pasos de las enfermeras que
pasaban a ver a los pacientes de vez en cuando.
—No estás durmiendo —dijo Jack en voz baja. No era una pregunta.
Estaba de espaldas a él porque quería que durmiera y no tuviera que
preocuparse. Se preocupaba mucho por mí, y el hecho de darse cuenta de
ese hecho me había hecho extremadamente feliz. Me giré lentamente,
asegurándome que no estaba completamente tumbada de lado y que mi
cabeza estaba inclinada hacia el techo.
La habitación no estaba completamente oscura, no con todas las luces de
la ciudad y la luz que se colaba por debajo de la puerta del pasillo, pero
tampoco estaba tan claro como el día. Estaba tumbado en el sofá, con las
piernas cruzadas por los tobillos. Él llevaba pantalones y un suéter azul
marino, que era su ropa informal. No sabía por qué no llevaba algo más
cómodo.
—No —respondí—. Pero lo estoy intentando.
—¿Necesitas algo?
—No. Gracias. ¿Estás bien ahí?
—Estoy bien. Intenta dormir.
Estuvimos en silencio durante mucho tiempo. Yo estaba mirando al techo
cuando él habló de nuevo.
—Ha empezado a nevar.
Rodé la cabeza y miré por la ventana. Efectivamente, se podían distinguir
las ráfagas blancas que volaban alrededor. Se veía hermoso, y si se
mantenía, la ciudad estaría cubierta de blanco. El invierno en Nueva York
era mi época favorita del año, y la Navidad llegaría pronto, o es que
estuviera en marcha entonces, pero aun así... la Navidad se acercaba.
—La primera nieve... es preciosa. Ojalá pudiéramos salir a la calle y
sentirla de verdad. Me encanta la nieve.
—Habrá más.
—¿Jack? ¿Puedo pedir algo?
—Por supuesto.
Antes que pudiera decir lo que quería, él estaba de pie y a mi lado. Lo
miré en la oscuridad. No podía distinguir sus rasgos con claridad, pero
estaba segura que tenía un aspecto increíble. Siempre lo estaba. Siempre
estaba tan arreglado, y más que eso, había algo en su forma de comportarse,
tan seguro y distante. Te atraía y te mantenía atrapado. El hecho que parecía
una estrella de cine, una muy gruñona, era sólo un plus.
—¿Necesitas agua?
Me pasó los dedos por el cabello y esperó a que respondiera. Lo había
estado haciendo mucho los últimos días, por lo que no pensé que me
rechazaría cuando hice mi próxima solicitud.
—¿Podrías acostarte conmigo? —Sus dedos se calmaron en mi cabello
—. Sé que no sería cómodo, pero sólo un rato.
—¿Tienes frío?
—No.
Antes que pudiera decir que no, me aparté para dejarle un poco de
espacio. Gracias a la habitación privada, la cama no era tan pequeña como
las habituales del hospital.
Sin decir nada más, se acostó a mi lado.
Me puse de lado.
—Se supone que debes acostarte de espaldas, no de lado.
—Gracias por recordármelo, doctor, pero la parte posterior de mi cabeza
está y apenas siento la cabeza. Me quedaré así unos minutos, eso es todo.
Finalmente giró la cabeza para mirarme.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor. No tengo mucho dolor, lo cual es sorprendente. Los dolores de
cabeza tampoco son tan malos. Creo que puedo ir a casa.
Noté que sus labios se movían un centímetro hacia arriba.
—No tan rápido. Estamos aquí por unos cuantos días más.
Así que eso no funcionó.
—No has ido a trabajar.
—¿Y?
—¿Puedes tomarte tantos días libres así?
—Puedo hacer lo que quiera.
—¿Pero no tienes clientes y cualquier cosa a la que tengas que volver?
—¿Estás tratando de deshacerte de mí, Rose?
Me acerqué más a él y puse la mano bajo la mejilla.
—No. —No quería deshacerme de él en absoluto. Tiré de la manta sobre
la que estaba tumbado, y tan pronto como se movió a un lado y fue claro, la
tiré sobre él, inclinándome y asegurándome que estaba cubierto.
—¿Qué pasa aquí?
—Sólo para que no tengas frío —murmuré, asegurándolo a mi lado. Era
más bien para que no te vayas.
Él también se giró hacia su lado, mirándome fijamente al alma.
—¿Qué está pasando? —repitió, más suave.
—Por favor, dime que esto es real —susurré—. Lo que estoy empezando
a sentir por ti... lo que creo que tenemos. Por favor, dime que es real y que
no lo estoy imaginando.
Mi mano derecha estaba apoyada en mi cadera y un segundo después
estaba apoyada en su amplio pecho, nuestros dedos unidos.
—No te lo estás imaginando.
—¿Crees que es inteligente?
—¿Tú y yo?
Asentí con la cabeza.
—A quién le importa ser inteligente. Ya estamos casados así que... no hay
razón por la que no deberíamos ir allí.
—¿Verdad? —Asentí, animándome—. Estaba pensando lo mismo. Sería
un desperdicio de matrimonio.
—Y si crees que no funciona o no crees que soy lo que quieres, volverá a
ser lo que era.
—Lo mismo va para ti, por supuesto. A veces puedo ser una idiota. Lo
sé.
Se rió, y eso calentó algo dentro de mí. Me soltó la mano y ahuecó mi
mejilla. El vello de mis brazos se erizó y no pude hacer otra cosa que
acortar la distancia entre nosotros, necesitando acercarme a él.
Sólo quedaban unos centímetros entre nosotros.
—Yo soy el que tiene una actitud idiota en esta relación, y ambos lo
sabemos —dijo.
Suavemente, apoyé mi cabeza en su hombro, pero luego levantó su brazo
para que yo pudiera recostarme sobre su pecho. Nos acomodamos mejor
después de eso.
Metió la mano bajo las sábanas y salió con algo entre sus dedos.
Mi corazón dio un salto en el pecho cuando vi lo que tenía para mí.
—¡Mi anillo!
—Pensé que debía guardarlo hasta que te sintieras mejor —explicó.
—Estoy bien. Estoy bien. —Levanté mi mano entre nosotros, impaciente
por que él me lo pusiera. Las yemas de sus dedos se deslizaron a lo largo de
mi dedo anular y lo empujó hasta que estuvo bien colocado. Me quedé
mirando un rato en la oscuridad.
Cerré los ojos y dejé escapar un profundo suspiro por la boca.
—¿Cómo te sientes sobre los jueves?
—¿Cómo debería sentirme respecto a ellos?
—¿Pizza, tal vez? Podemos hacer pasta los lunes y pizza los jueves.
—Podemos discutir sobre los ingredientes.
—Me parece divertido.
—Bien. Ahora trata de dormir.
Con una sonrisa en la cara, me acurruqué más.
—Tengo un buen presentimiento sobre esto, Jack Hawthorne. Tengo un
muy buen presentimiento sobre esto.
Sonreí aún más cuando susurró:
—Funcionará. Te lo prometo, Rose.
Jack y yo, estábamos juntos en una cama de hospital de mierda,
susurrando nuestros secretos, sueños y promesas el uno al otro. Nos
abrazábamos el uno al otro como si lo que teníamos, lo que estábamos
formando y construyendo nos fuera a ser arrebatado con la luz del sol.

Cuatro días después de la cirugía, por fin me sacaron el taponamiento de


la nariz, y decir que fue una experiencia sería un eufemismo. No me
avergüenza admitir que lloré durante diez minutos hasta que Jack me abrazó
con fuerza en nuestra habitación y me dijo que dejara de llorar.
Todo parecía estar poniéndose al día conmigo, y entonces, cuando
sacaron la maldita cosa, que yo creía que sólo tenía unos pocos centímetros
pero que en realidad me llegaba hasta la frente, si no más arriba, no pude
seguir por más tiempo. No había llorado desde la operación, así que supuse
que debía hacerlo.
Las noches con Jack seguían siendo lo único destacado de mi día.
Esperaba secretamente que pudiéramos dormir en la misma cama cuando
volviéramos a su apartamento, porque ya me estaba acostumbrando a sentir
su cuerpo y su tacto junto al mío.
Cuando conocí a este hombre y me casé con él, no lo entendí, pero me
había sorprendido en todo momento desde el primer día. No podía creer que
pensara que el hombre que estaba a mi lado era frío y distante. Él había
demostrado lo contrario con sus acciones innumerables veces.
Con todo eso en mi mente, me sentía sorprendentemente desgarrada
sobre dejar el hospital, temiendo que las cosas cambiaran una vez que
volviéramos al mundo real, ya que el Dr. Martin me dio sus últimas
advertencias el día en que me iban a dar de alta.
—Estarás en reposo durante dos semanas, Rose.
—¿Puedo volver a trabajar después de eso?
—Tienes un café, ¿verdad? —preguntó.
—Sí. No voy a trabajar mucho, pero me gustaría volver a salir lo más
rápido posible.
—Bien. Puede volver a trabajar, pero no puede trabajar como antes. No
se exceda. Siéntese y revise las cosas, y sólo unas pocas horas al principio.
Escuche a su cuerpo: si le dice que está cansado, deje de hacer lo que esté
haciendo. No levante objetos pesados, nada más que unos pocos kilos. No
estornudos en absoluto. Nada de sexo ni de alcohol. Tienes que tomártelo
con calma.
Sólo me quedé con una cosa.
—¿Sin sexo? —Podía sentir los ojos de Jack quemándome, pero mantuve
el contacto visual con el buen doctor.
—Sí, nada de sexo durante un tiempo.
—¿Qué es exactamente un tiempo? —Insistí, probablemente
sorprendiendo a todos en la habitación.
—Al menos tres meses. Nada de alcohol durante al menos tres meses
tampoco, y nada de viajes en avión, porque ese tipo de presión puede
deshacer nuestro trabajo. Cualquier cosa que pueda crear presión en tu
cráneo debe ser evitado.
—De acuerdo. Nada de sexo durante tres meses.
El Dr. Martin soltó una sonora carcajada y no pude evitar sonreírle.
—Quiero verla de nuevo aquí la semana que viene, y en otras dos
semanas, le quitaremos los puntos del estómago. —Dirigió su atención a
Jack—. Tiene mi número privado si pasa algo o si tiene alguna pregunta, y
no dude en llamarme. Los veré la semana que viene.
El doctor se fue y nos quedamos solos una vez más. Jack se volvió hacia
mí con un con el ceño fruncido.
—Lo siento —empecé antes que pudiera decir algo—. Sé que no puedes
mantener tus manos fuera de mí, así que esto va a ser difícil para nosotros.
Después de todo el sexo que hemos tenido hasta ahora en nuestro
matrimonio, tres meses se sentirán como una eternidad. Espero que puedas
sobrevivir.
—Listilla —murmuró. Sacudiendo la cabeza, fue al pequeño armario y
sacó mi bolsa para que pudiera cambiarme de ropa. Me bajé del borde de la
cama y se la quité, pero sólo después de inclinarme y besarlo en la mejilla.
Había algo en poder besarlo cuando no había nadie alrededor que me atraía.
Él pensó que estaba siendo ridícula, pero no vi que intentara detenerme ni
una sola vez. Siempre me ponía la mano alrededor de mi cintura,
sujetándome a él durante más tiempo. Estaba bastante segura que a él
también le gustaba.
—Por cierto, ¿cómo no estornudar? —pregunté mientras rebuscaba en mi
bolsa sin mirar hacia abajo, tratando de encontrar unos calcetines para
llevar.
—No tengo ni idea, pero no está permitido estornudar, así que te sugiero
que lo averigües rápido.
Después de una hora de estar sentados y firmando cosas, finalmente
salimos del hospital y directamente al frío. Las aceras estaban embarradas y
mojadas por la nieve derretida, pero el aire... Dios, finalmente estar libre del
hospital y fuera, sosteniendo la mano de Jack todo el camino hasta el auto...
era indescriptible.
Después de saludar rápidamente a Raymond, lo primero que le pedí que
hiciera fue llevarme “Around the Corner”.
Capítulo Veintidós
Jack
Acababa de entrar en el apartamento. Dejé su bolso al lado de la puerta y
la ayudé a quitarse el abrigo. Entonces no pude aguantar más tiempo. La
agarré por la cintura y la atraje hacia mí, con suavidad. Ella se apoyó con
las palmas de las manos en mi pecho, pero no me apartó.
La miré fijamente a los ojos.
—Hola.
Sus labios se movieron.
—Hola. Estoy enfadada contigo.
—Lo sé. —Estaba enfadada conmigo porque no la había dejado echar un
vistazo en “Around the Corner”. Antes que una protesta pudiera salir de su
lengua, y no dudé que lo haría, introduje la mía en su boca y le robé el
aliento, de nuevo con delicadeza. Sus dedos se enroscaron lentamente y
apretó mi suéter entre sus manos. Lentamente, relajando aún más el beso,
succioné su lengua en mi boca y luego me dejé dar pequeños pellizcos en
sus labios para que pudiera recuperar el aliento. Sabía que todavía tenía
problemas para respirar por la nariz.
—Me gusta un poco cuando te enfadas conmigo.
Sus ojos cerrados se abrieron lentamente.
—Eso no lo hizo mejor.
La solté y se balanceó un poco.
—Me imagino que no. ¿Demasiado tortuga?
—La cantidad justa de tortuga, en realidad, pero no me olvido del hecho
que no me dejaste echar un vistazo a mi casa.
Parecía que le encantaba pelearse conmigo, y cuando eso me frustraba sin
fin, ella parecía disfrutar aún más. Simplemente disfruté cada minuto que
pude pasar con ella.
Decidí cambiar de tema.
—¿Qué te parece si cambiamos las rosas por algo más verde y navideño?
Es esa época, ¿no? Pronto será diciembre.
No se movió de su sitio y vi cómo sus ojos se agrandaban y se llevaba la
mano a la nariz.
Mi adrenalina se disparó y volví a estar a su lado, sosteniendo su cara
para mi inspección.
—¿Qué pasa? ¿Qué está pasando, Rose?
Ella levantó la mano y me hizo esperar otros diez segundos.
—Acabo de aprender a no estornudar.
Tragué y mis lentos latidos volvieron a acelerarse.
—Vas a ser un paciente difícil, ¿verdad?
—¿Qué? ¿Qué he hecho?
No podía alejarme de ella o mantener mis manos y labios fuera de ella
por demasiado tiempo, parecía. Volví a acercarme a su cara y le di un beso
prolongado en la sien.
—Vamos a tu cuarto. ¿Puedes subir?
—¿Tienes trabajo que hacer?
—Sí.
—Si puedes trabajar en el salón, me tumbaré en el sofá y te haré
compañía. Estaré tranquila, lo prometo.
En lugar de ir a las escaleras, la guié hacia la sala de estar y la ayudé a
tumbarse en el sofá.
—¿Está bien? —pregunté cuando noté que estaba un poco sin aliento.
—Sí, estoy bien. ¿Cómo es que me siento tan cansada después de un
viaje en auto y luego subir en un ascensor?
—Aparte de subir y bajar por los pasillos del hospital, no te has movido
mucho la semana pasada, y te moviste mucho la semana pasada, y tuviste
una cirugía mayor. Esto es normal.
—Quédate aquí mientras voy a buscar unas almohadas para mantener tu
cabeza levantada y algo para taparte.
Me agaché por la cintura y toqué sus labios con los míos.
Sus ojos estaban parcialmente cerrados, sus labios curvados hacia arriba.
—Por cierto, no puedo creer que la palabra navideña haya salido de tu
boca.
—Sólo salió de mi boca porque estaba repitiendo tus palabras.
—Claro, sigue diciéndote eso.
Se las arregló para quedarse callada durante una hora y media antes de
empezar a hablarme, y estuvo dormida durante ochenta de los noventa
minutos. Resultó que podía trabajar tan bien en la sala de estar mientras
escuchaba y hablaba a Rose como en mi oficina.
Pasamos otra semana encerrados en ese apartamento. Yo iba a trabajar y
se quedaba en casa y, según ella, hizo un montón de planes para su
cafetería. Quería colocar coronas en las ventanas, grandes. No cualquier
corona funcionaría, aparentemente. Le dije que la llevaría allí y las pondría
delante de sus ojos. Le dije que sólo podríamos hacerlo la semana siguiente
si se sentía mejor, y nos pusimos a discutir sobre cómo se iba a volver loca
encerrada y que podía soportar ir al trabajo durante sólo unas horas para
comprobar las cosas. Me encantó cada segundo y nuestro beso después de
la breve discusión, a ella también le encantó. Poco después, se quedó
dormida, demostrando que no estaba preparada para ir a ninguna parte.
Los primeros días que volvimos del hospital, se mareaba y se quedaba sin
aliento sólo por subir las escaleras. Después de eso, empezó a pasar la
mayor parte del tiempo en el sofá hasta que yo terminara el trabajo -que
todavía estaba jugando a ponerme al día, y entonces la llevaba arriba.
Al final de la primera semana, fuimos al hospital y le limpiaron la nariz.
Todavía bajaba sangre, pero a pesar de eso, ella estaba cada vez mejor.
Hacia el final de la segunda semana de reposo en cama, empezó a llorar
al menos una vez al día.
—Jack. Quiero salir, por favor.
—¿Te das cuenta de lo mucho que me estás rompiendo el corazón con
todo este llanto que has estado haciendo?
Me besó después de eso. Me besó durante mucho tiempo.
Georgie y Emma, dos de sus amigas, vinieron a visitarla y ver cómo
estaba. Las había echado de menos en el hospital, pero las conocí cuando
vinieron al apartamento. Me sentí como un idiota enamorado por estar cerca
de ella por si acaso necesitaba algo y me fui a trabajar mientras ellas se
quedaban con ella. Cada día que me iba a trabajar, me moría de ganas de
volver con ella, sabiendo que conseguiría ver su sonrisa en cuanto me viera
y se levantara para saludarme a mitad de camino en la sala de estar.
En cuanto se cumplieron sus dos semanas de reposo en cama, exigió ir a
ver cómo estaban las cosas en la cafetería.
—Ya has oído lo que ha dicho el médico: dos semanas de reposo en cama
y luego podré trabajar.
—Rose, todavía no puedes subir las escaleras por ti misma sin marearte
¿Cómo crees que podrás trabajar?
—Tal vez me guste que me lleves arriba. ¿Has pensado alguna vez en
eso?
—¿Es eso? —pregunté con una ceja alzada.
—Sí me gusta que me lleves en brazos...
—Pero...
—No voy a esforzarme demasiado, Jack. Confía en mí. No voy a
arriesgarme a pasar por lo mismo otra vez. Sólo voy a sentarme detrás del
mostrador, sólo por unas horas.
—Si quieres volver, llámame y o bien vendré a recogerte o enviaré a
Raymond a buscarte.
—Trato hecho.
Se acercó a mí, agarró las solapas de mi chaqueta e hizo lo mejor posible
para bajarme. Después de darme un rápido beso que no hizo nada para
saciar la interminable sed que tenía de ella, susurró contra mis labios.
—Creo que me gusta que te preocupes por mí. Es realmente excitante,
Jack.
Con un nuevo brillo en sus ojos, se mordió el labio, y me di cuenta que
estaba seduciéndome y alejándose de mí al mismo tiempo. Dejando de ese
sinsentido, la atraje de nuevo contra mí y me encontré con sus labios que
esperaban con un beso mejor y más largo que el que ella me había dado.
Los dos estábamos sin aliento, y mi polla tenía ideas muy diferentes sobre
cómo debíamos pasar el día. Me obligué a dejarla ir y la llevé a su querida
cafetería.
A la hora del almuerzo, me encontré en su puerta con tres malditos ramos
de rosas. Estaba sentada detrás de la caja registradora, charlando y riendo
con Sally. La tienda estaba llena de gente, tanto en las mesas como en la
barra. Ella cobró vida en este lugar, se veía perfecta con una sonrisa y yo
me sentía feliz de haber participado en su creación, independientemente de
la forma en que lo hubiera hecho.
Fue entonces, justo en ese momento, que decidí que no iba a decirle nada,
porque no podía soportar la idea de perderla, no cuando podía ver que ella
estaba empezando a enamorarse de mí como yo estaba empezando a
enamorarme de ella también.
Me encantaría ocultar la verdad y no sentirme arrepentido si eso
significaba que podía hacerla feliz y mantenerla en mi vida.
Unas cuantas personas que ocupaban la mesa frente a su pequeña
biblioteca salieron de la cafetería, caminando a mi alrededor para salir, y
corrí antes de que llegara alguien más . En el momento en que sonó el
timbre de la puerta, su cabeza se volvió ligeramente, y sus ojos se dirigieron
a mí. Le sonreí, y su sonrisa se convirtió en una gran sonrisa. Entonces se
fijó en las flores que llevaba en los brazos. Suavemente, se deslizó del
taburete y se acercó al mostrador, encontrándose conmigo a mitad de
camino. Incluso aunque la había dejado unas horas antes, no podía dejar de
mirarla. Creo que nunca me cansaré de esa sonrisa.
Estábamos a sólo unos centímetros de distancia cuando se detuvo y
susurró con incertidumbre.
—¿Está bien que te bese?
Perdí mi sonrisa y fruncí el ceño al mirarla.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—No nos hemos besado en público desde que decidimos ser... —Ella
movió sus manos de un lado a otro entre nosotros—. Esto.
Le sujeté la nuca y me incliné para susurrarle al oído.
—¿Qué tal si lo probamos y vemos qué pasa? —Cuando nuestros ojos se
encontraron, los suyos me sonreían. Finalmente, ella inclinó su cabeza hacia
atrás, sus labios se encontraron con los míos, y ella abrió su boca para mí. A
los pocos segundos del beso, justo cuando lo disfrutaba, tuvimos que
detenernos cuando entró un nuevo grupo de clientes.
—Ya está —dije, con la voz ronca.
—Ya está —repitió ella, con la voz ronca. Me sonrió y me hizo a un lado
mientras Sally atendía a los recién llegados—. Las rosas son para mí
supongo —me preguntó, dando un pequeño salto sobre sus pies.
Finalmente me acordé de las malditas cosas y se las entregué. Ella las
agarró con una delicadeza que me rompió el corazón. La primera vez que le
llevé flores el día de la inauguración, ella había hecho lo mismo con una
expresión que parecía que no podía creer que todas fueran suyas. Me enfadó
y me rompió el corazón. Le compraría flores todos los días si eso
significara que esa mirada desapareciera de su rostro a tiempo.
Cerrando los ojos, olió una rosa blanca.
—¿Puede ser esto lo tuyo de los lunes? Si vas a comprarlas todos los
lunes, claro. Quiero decir, si lo haces, ¿puedes ser tú quien las traiga? ¿En
lugar de la florista?
—Si eso es lo que quieres, puedo hacerlo, Rose —dije suavemente.
Ella asintió lentamente; sabía que no le gustaba mover demasiado la
cabeza.
—¿Puedes esperar un segundo? Dejaré esto en la cocina y volveré
enseguida. Espera, ¿de acuerdo?
—No voy a ninguna parte.
Se alejó corriendo a un ritmo más lento que el habitual y volvió a salir un
momento después.
—Sólo ponlas en agua. Además, entregaron las coronas esta mañana. Las
guirnaldas y otras cosas para la puerta principal para reemplazar las rosas
serán entregadas mañana.
Miré las ventanas pero no vi nada colgado.
—No las he puesto todavía —aclaró.
Me centré en ella.
—Y no las vas a poner.
Ella se rio.
—No, no lo haré. Lo sé. Quise decir que no dejé que Owen los pusiera
arriba. Pensé que tal vez tú y yo podríamos...
No pude evitarlo, me incliné y la besé de nuevo.
—Sí. Tú y yo. A partir de ahora siempre seremos tú y yo.
Para mi sorpresa, se puso de puntillas y me abrazó. Con cuidado, yo
rodeé su cintura con mis manos y la pegué a mi cuerpo, sujetándola con
fuerza. Su cabello olía a pera, era su nuevo champú, y me encontré cerrando
los ojos y respirando su aroma. Demasiado pronto, ella me soltó y se dejó
caer sobre sus talones.
—¿Por qué fue eso?
Pasó sus manos por mi pecho, ajustando mi corbata mientras se encogía
de hombros.
—Sólo porque sí. Y me siento bien. No tienes que llevarme de vuelta al
apartamento todavía. Sally y Owen están haciendo todo el trabajo real.
—No he venido por eso —mentí. Había venido a ver cómo estaba y a ver
si quería volver a casa. Sólo en caso que quisiera irse o no se sintiera bien,
quería ser yo quien la cuidara, no Raymond.
—¿Oh?
—Quería almorzar contigo, pero si estás ocupada...
Sus cejas se alzaron y su sonrisa se amplió.
—No, no estoy ocupada en absoluto. Puede ser como una cita, nuestra
primera cita.
—¿Cita? —pregunté con un tono inseguro. No estaba muy seguro de ello.
El timbre de la puerta sonó y sus ojos sonrientes se movieron en esa
dirección. En sólo un segundo, justo delante de mí, todo el color de su cara
y su expresión se volvió inexpresiva hasta no parecerse en nada a mi Rose.
Miré por encima de mi hombro.
Joshua Landon.
Estaba mirando a Rose, y ella le devolvía la mirada.
No podía creer lo que estaba viendo. Una rabia como nunca había
conocido rodó a través de mí. Me costó mucho no golpearlo donde estaba
parado.
Cuando Rose se movió, mi mano salió disparada y atrapé su codo. Ella se
encontró con sus ojos, su mano cubriendo la mía.
—Está bien, Jack.
No. No, no estaba bien.
Joshua llegó a nuestro lado.
—Hawthorne. —Inclinó su cabeza hacia mí y luego se centró en Rose.
Cuando mis dedos empezaban a enroscarse, formando puños, tuve que
soltar el brazo de Rose antes que mi agarre pudiera herirla. En su lugar, uní
nuestros dedos juntos y enfrenté a Joshua así. Él lo notó, como yo quería,
pero su única reacción fue una sonrisa fugaz que estaba deseando borrar de
su engreída cara.
—Rose.
—¿Qué estás haciendo aquí, Joshua? —preguntó, su agarre alrededor de
mis dedos tan fuerte como los míos alrededor de los suyos.
—Escuché que tenías un pequeño problema de salud. Quería ver cómo
estabas y, bueno... —Sus manos en los bolsillos, miró alrededor de la
cafetería con una sonrisa apreciativa y se encogió de hombros—. También
quería ver tu café. Hace mucho tiempo que querías esto, y me alegro que
por fin lo hayas hecho realidad, cariño.
Empecé a respirar lenta y constantemente. El “cariño” que salía de sus
labios seguía resonando en mi cerebro. Me estaba incitando. Fue sólo por
pura suerte que me mantuviera firme cuando quería matarlo.
—Me han operado y estoy bien. ¿Dónde te has enterado?
—Aquí y allá.
Los dedos de Rose se apretaron alrededor de los míos.
—Si lo hubiera sabido antes, te habría visitado en el hospital. Odio
pensar que estabas pasando por eso sola. Pero, de nuevo, te gusta estar sola,
¿no es así?
Rose dio un paso lateral y apoyó su hombro contra mi brazo. Parecíamos
una unidad inquebrantable frente a él, y eso me gustaba.
—Gracias por tu preocupación, pero no estaba sola. Mi marido estaba
conmigo.
El hijo de puta inclinó la cabeza y me vió por completo. Cuando el
bastardo sonrió, mi mandíbula se apretó, y sin darme cuenta de lo que
estaba haciendo, di un paso adelante, sólo para sentir el brazo de Rose
rodeando el mío para mantenerme en mi sitio.
—Tu marido. Sí. Ya lo veo —murmuró con diversión.
—¿Cómo está mi prima, Joshua? —preguntó Rose, sorprendiéndonos
tanto a mí como a Joshua, al parecer.
—Ella... —Vaciló, con los ojos revoloteando en mi dirección—. Ella está
bien. Rose, quiero que sepas que no era nada que hubiéramos planeado, y
no tenía nada que ver con…
—No necesito ni quiero tu explicación. No es mi asunto lo que cualquiera
de ustedes hace.
Entraron más clientes y Sally llamó a Rose. Después de una rápida
mirada en mi dirección, fue a ver lo que Sally quería. Dejándome con
Joshua.
Apreté la mano, con los ojos fijos en él.
—Hijo de puta —susurré.
Se rio y negó con la cabeza.
—Si yo fuera tú, cuidaría mis palabras. La próxima vez que aparezca
puede que no estés aquí y quién sabe lo que puede surgir. Así que si yo
fuera tú, contestaría mis llamadas.
Antes que pudiera decir una palabra, Rose volvió a mi lado.
Joshua dirigió su atención hacia ella.
—Parece que estás ocupada, así que no te entretendré más tiempo. Sólo
quería ver que estabas bien con mis propios ojos. Sé que cometí un error al
final, Rose, pero no puedes ni imaginar lo duro fue para mí.
Se inclinó hacia delante, y cada músculo de mi cuerpo se tensó.
Rose se inclinó hacia atrás antes que pudiera llegar a ella, y Joshua de
alguna manera fingió una expresión de dolor muy creíble mientras
suspiraba y decía:
—Me merecía eso.
Rose se rio y yo volví mi mirada confusa hacia ella.
—Es una broma. ¿En serio? Quiero decir, ¿en serio? Dios, no tienes ni
idea de lo agradecida que estoy que me hayas dejado. Que tengas un buen
día —dijo Rose, con hielo en su tono.
—Yo también me lo merecía —murmuró Joshua, pero había una dureza
en sus ojos. No le gustó nada lo que escuchó.
Le hizo un gesto con la cabeza a ella y luego a mí. Sin decir nada más,
salió por la puerta. La sangre en mis venas hervía. Que se presentara había
sido un espectáculo para mí. Una advertencia.
Si Rose no me hubiera sujetado, lo habría seguido.
—Espérame —ordenó Rose con firmeza—. Vuelvo enseguida.
La miré confundida.
—Sally necesita mi ayuda. No tienes que irte todavía, ¿verdad? —
preguntó, confundiendo mi silencio con algo más.
—No —refunfuñé, y luego me aclaré la garganta—. No, esperaré.
Después que los nuevos clientes tomaran sus pedidos y se dirigieran a la
mesa vacía, Rose volvió a dirigirse a mí.
—No quiero hablar de ello. Ni siquiera sé por qué pensó que venir aquí
sería una buena idea, pero no me importa. No voy a pasar ni un solo
segundo hablando de él.
—No iba a decir nada —mentí— Sólo que... no quiero que hables con él
de nuevo.
—No escucharás argumentos de mi parte. Bien. Entonces... ¿quieres
esperar a que se desocupe una mesa, o quieres comer conmigo en la cocina?
—¿Qué quieres hacer?
La sonrisa que había desaparecido desde que Joshua Landon había
entrado volvió a salir para mí.
—En la cocina. Me gusta tenerte para mí sola.
Era una de las mejores cosas que había escuchado en toda mi vida, si no
la absolutamente mejor.
En los días siguientes, Rose y yo nunca hablamos de la repentina visita
de su ex, pero tuve una charla privada con él sin que ella lo supiera, por
última vez.

La víspera de navidad no fue nada especial comparada con cómo la


celebraban otros.
Estábamos los dos solos, ya que ninguno de los dos tenía familia con la
que celebrar.
Había una fiesta en la oficina a la que podría haberla llevado, pero aún no
estaba completamente recuperada, todavía le dolía la cabeza si se saltaba su
medicina, y no quería que estuviera de pie durante más de unas horas.
Como sorpresa de última hora, traje un pequeño árbol de Navidad y
suficientes adornos para decorar toda la maldita casa si queríamos. Era una
tradición que quería compartir con ella. La sonrisa que floreció en su cara
cuando nos vio a mí y a Steve transportando el árbol al apartamento no
tenía precio. Su risa que resonó en el apartamento mientras lo decorábamos
juntos hizo que fuera uno de los mejores días de mi vida.
Entonces, nos quedamos solos frente al televisor después de cocinar
juntos y luego comer juntos. Se quedó dormida con la cabeza sobre mi
hombro alrededor de las nueve de la noche, a los veinte minutos de la
película que había escogido para nosotros. Cuando terminó, la desperté con
un beso en el cuello.
Subió las escaleras delante de mí y yo la seguí.
Los dos estábamos callados. Me metí las manos en los bolsillos y me
puse delante de su puerta mientras ella se apoyaba en la pared.
Ninguno de los dos quería despedirse, así que nos quedamos allí,
mirándonos a los ojos y esperando que el otro hiciera o dijera algo que nos
mantuviera juntos por más tiempo.
—Ha sido un buen día. Me ha gustado mucho cocinar contigo.
—No cocinaste, Rose. Te sentaste en la encimera y me robaste las
zanahorias y patatas asadas.
—Pero tú mismo me las diste de comer.
—Robaste más de lo que te di.
—Compartí mis castañas asadas contigo.
Asentí y mis ojos se posaron en sus labios.
—Lo hiciste.
—Entonces, ¿quieres que sea algo habitual?
—¿Te refieres a que yo cocine para ti y tú robes de mis preparaciones?
Ella sonrió y asintió con entusiasmo.
—Claro, por qué no.
Nos miramos fijamente durante unos segundos. No tenía ni idea de lo que
estaba pasando pero había algunas cosas que se me pasaban por la cabeza.
—Debería irme —murmuró, pero no hizo ningún movimiento para irse.
—Feliz Navidad, Jack Hawthorne. —Ella se inclinó, puso su mano en mi
pecho y me besó suavemente los labios. Se acabó en tres segundos. Se
acabó...demasiado pronto.
—Feliz Navidad, Rose Hawthorne. —Entonces fue mi turno de besarla,
tal vez duró cinco o seis segundos.
—Buenas noches, Jack. —Ella se inclinó de nuevo, y nos dimos otro
beso mientras yo trataba de ocultar mi sonrisa y devolverle el beso al
mismo tiempo. En esta ronda, ella dejó que su lengua se enredara con la
mía y ahuecó mi mejilla. Cuando abrí los ojos, los suyos seguían cerrados.
Ella suspiró y se lamió los labios. Ya estaban rojos. Eran perfectos.
Le sonreí, pero ella no lo vio.
Apretó mi jersey con una mano y dejó caer su frente sobre mi pecho. Mi
sonrisa se amplió y rodeé su cintura con una de mis manos, usando la otra
para inclinar su barbilla hacia arriba.
—¿En qué estás pensando, Rose?
Ella dejó escapar un largo suspiro y luego hizo una mueca.
—Que realmente te deseo.
Arqueé una ceja, la admisión salió de la nada y me dio una patada en el
estómago.
—Y estamos casados, pero ni siquiera hemos salido en una cita real y
oficial. Realmente quiero tener sexo contigo, pero no se me permite hacerlo
todavía. Siento que todo va por el camino equivocado con nosotros. Es todo
al revés, y me está frustrando mucho.
—¿Quieres tener sexo conmigo? —pregunté, todavía atascado en eso.
Evidentemente estábamos pensando lo mismo. Ella no se dio cuenta que yo
había dado un paso adelante y que ahora estaba arrinconada contra la pared.
—Muy, muy mal.
Mi corazón martilleaba en mi pecho, incliné mi cabeza hacia abajo y le
susurré al oído.
—Dime cómo de mal.
Se apartó de mis labios y noté la piel de gallina en sus brazos. Como yo,
me puso las manos en el cuello y me atrajo hacia ella para susurrarme.
—No creo que pueda expresarlo con palabras, Jack.
Me llamó la atención que a pesar que estábamos solos en este gran
apartamento, actuábamos como si nos estuviéramos quedando rápidamente
sin espacio. Estábamos los dos solos y aun así susurrábamos como si
quisiéramos asegurarnos que nadie pudiera escuchar nuestros pensamientos.
Nadie podía oír nuestros deseos.
Nadie más que nosotros. No queríamos compartir nada.
Queríamos que fuéramos sólo nosotros.
Rose y Jack.
—Tus trajes me vuelven loca. ¿Tu ceño fruncido? —Dejó escapar un
pequeño gemido y tiró de mí hacia abajo hasta que sus labios rozaron mi
oreja con cada palabra que salía de su boca—. Tu ceño me mata, Jack. Cada
vez que frunces el ceño, me hace cosas, y luego te arremangas y siento que
estoy viendo porno hecho específicamente para mis ojos. Me besas... me
besas y ya no eres una tortuga. Lo haces tan bien que cada vez que me
besas, cada vez que pienso en que me besas, me mojo y no quiero parar. No
quiero dejar de besarte nunca.
—Rose —gruñí, con la polla ya dura.
Con mi brazo todavía alrededor de su cintura, la apreté contra mi cuerpo.
Sus hombros todavía presionados contra la pared, ella arqueó su espalda y
siguió susurrando en mi oído.
—Eso no es ni la mitad, Jack Hawthorne. Siempre que estamos
caminando en algún lugar o simplemente caminando uno al lado del otro,
siempre pones tu mano en la parte baja de mi espalda, e incluso ese
pequeño gesto me excita. Se me pone la piel de gallina sólo porque me
tocas.
Mi mano estaba apoyada en la parte baja de su espalda, así que curvé mis
dedos apretando su suave jersey hasta que la oí jadear. Acaricié su mejilla y
ella movió sus manos desde mi cuello hasta mi pelo, manteniéndome en su
sitio.
Los dos respirábamos con dificultad y cuando tomé sus labios, nuestro
beso no se parecía en nada como los inocentes que habíamos compartido
unos minutos antes. Los dos tomamos el uno del otro, nuestras lenguas
voraces, nuestra lujuria interminable.
Cuando me tragué su gemido, puse mi mano justo debajo de su culo y
ella levantó sus piernas, una por una, rodeando mis caderas. Cuando estuve
seguro que no las dejaría caer, puse una de mis manos detrás de su cabeza
para que no se hiciera daño y nos aplasté contra la pared, con mi polla
presionando justo entre sus piernas.
Ella apartó la cabeza, con una respiración casi tan agitada como la mía.
La besé y la mordí, recorriendo su mandíbula y su cuello y chupando
suavemente su piel. Ella movió sus caderas y yo tuve que empujar más
fuerte dentro de ella para que no se moviera, lo que no ayudó en absoluto.
Mi control se había ido al infierno, y yo temía que si ella movía sus caderas
una vez más, no tendría más remedio que tomarla, al infierno con lo que el
doctor dijo.
—Jack —gimió mi nombre como si lo hubiera hecho toda su vida, y yo
enterré mi cabeza en su cuello para al menos intentar controlar mi
respiración.
—Deja de hablar —le ordené.
Ella no me escuchó. Creo que nunca me escuchó.
—Te sientes tan bien contra mí —susurró, deslizando su sien contra la
mía, echando más leña al fuego.
Involuntariamente, moví mis caderas y su gemido me estimuló. Ella
estaba en mis brazos, podía oler su necesidad, podía oler su piel, y todavía
no podía tenerla, todavía no. Parecía que esta era la historia de mi vida
cuando se trataba de ella.
—¿Cuántos meses han pasado desde la operación? —Me las arreglé para
decir con una voz ronca.
—¿Qué? —preguntó aturdida.
La miré a los ojos y ya estaban vidriosos, como yo esperaba que fueran
los míos. Tomé su boca en otro largo beso hasta que no pude recordar mi
propio nombre.
—¿Cuántos meses, Rose?
—Todavía no son tres —susurró ella, sin aliento—. No son tres.
Mis respiraciones salieron en ráfagas cortas, presioné mi frente contra la
suya y traté de recuperar algún tipo de control. Ella no me lo permitió.
—Me traes flores todos los lunes. —jadeó, con un brazo alrededor de mi
cuello, el otro agarrando mi pelo—. Y cada vez que vienes con los brazos
llenos de hermosas rosas, sólo quiero agarrar tu mano, tirar las flores, y
llevarte al baño de atrás para que puedas...
—No digas nada más —gruñí.
—Todo lo que haces está empezando a volverme loca. Te veo en mis
sueños y me despierto tan frustrada porque se siente tan real y no puedo
tener eso en el mundo real. No puedo tenerte.
Me retiré, con el pecho agitado. El suyo también, pero no estaba seguro
de si mi respiración pesada era debido a sus palabras o a su lengua y sabor.
—Me tienes, Rose. Me has tenido todo el tiempo. —Ella ni siquiera sabía
cuán ciertas eran mis palabras.
Hizo un sonido gutural en el fondo de su garganta, un sonido frustrado y
lleno de lujuria.
—No te tengo. No tengo nada. Soy tu mujer, pero no puedo tenerte.
—Sólo un poco más —susurré, presionando duros besos contra sus labios
—. Sólo un poco más, Rose. Entonces lo tendrás todo y más.
—No. Ahora. Por favor.
—No.
—Jack
—No.
Gimiendo, la besé, con fuerza, una última vez por ahora, y suavemente la
puse de nuevo sobre sus pies. Mi mano seguía protegiendo la parte posterior
de su cabeza, así que dejé caer mi frente contra la suya y sólo respiré su
aire, tratando de calmarme. Al asomarme a ella, invadiendo su espacio, no
había ningún otro lugar en el que hubiera preferido estar en ese momento.
—Te quiero —dijo, su voz era tan pequeña que podía sentir que algo
rompiendo dentro de mí—. Te quiero más que cualquier cosa que haya
querido en mi vida.
—Eso es mucho querer. Sra. Hawthorne. —Acaricié sus mejillas con mis
palmas y cerré los ojos—. Llevo tanto tiempo deseándote que ya no sé qué
hacer conmigo mismo.
Ella fue la primera en hablar después que la respiración de ambos
volviera a la normalidad.
—¿Qué haces en Año Nuevo? Deberíamos repetirlo.
A pesar de la dolorosa situación en la que me encontraba ya que mi polla
no se había rendido tan fácilmente, me reí y di un paso atrás.
—Lo voy a pasar con mi hermosa Rose —dije, y finalmente me alejé.

Después de pasar diez minutos en la terraza con el frío que hacía,


acababa de tumbarme en la cama cuando mi teléfono sonó.
Rose: ¿Estás despierto?
Jack: Sí.
Rose: Sí, yo también. Gracias por preguntar.
Jack: Rose.
Rose: Bien. Tienes que dormir conmigo.
Jack: Rose.
Rose: No tienes que tocarme. No me refiero a eso. Desde el hospital, he
querido pedirte que te quedes conmigo. Me acostumbré a ello en el
hospital, me acostumbré a dormir a tu lado, pero cuando no te metiste en la
cama conmigo la primera noche que volvimos...
Rose: No podía pedirlo. Ahora te lo pido yo.
No sentí la necesidad de contestar nada.
No se dio cuenta que no tendría que preguntarme todos los días. Una vez
habría sido suficiente. No pretendía pasar mis noches en una cama diferente
en la que ella estaba.
Levantándome de la cama, abrí mi puerta y me encontré cara a cara con
mi Rose.
—Hola, qué casualidad verte aquí. ¿Mi habitación o la tuya? —preguntó
como si fuera completamente normal.
Suspiré y negué con la cabeza.
—Vamos a la tuya entonces.
En cuanto estuvo en la cama, se giró para mirarme.
Levantando el otro extremo de las mantas, me metí tras ella. Ella se
acomodó sobre su espalda y se quedó mirando el techo.
Yo estaba en la misma posición, con la única diferencia que ella tenía dos
almohadas para mantener la cabeza alta durante la noche y yo sólo tenía
una. Levantando brazo derecho, lo puse debajo de mi cabeza y apoyé la
mano izquierda en mi estómago.
—Vamos a dormir —dijo Rose.
—Sí —asentí—. Sólo vamos a dormir. Como lo hicimos en el hospital.
—Sí —repitió ella en voz baja.
Los segundos pasaron en silencio.
Se acercó un poco más y se puso de lado, metiendo las manos bajo la
cara. El médico la había autorizado a dormir de lado la semana anterior, y
había estado encantada con ello durante dos días completos.
—¿Jack?
Cerrando los ojos, suspiré. Su cama olía a ella, su almohada olía como
ella, la habitación olía como ella, y estaba demasiado cerca para estar lejos
por demasiado tiempo, no es que quisiera, sino más bien que tuviera que
hacerlo.
—Hmmm.
—No dormimos tan separados en el hospital.
—Era una cama pequeña, no tenía otro lugar donde ir.
—¿Por qué querrías ir a otro sitio?
Gran pregunta.
Se acercó aún más. Luego, antes que pudiera hacer algo al respecto, ella
se dio la vuelta y me dio la espalda, ajustándose a la longitud de mi cuerpo.
Me di la vuelta y pasé mi brazo por encima de su estómago, metiendo mi
mano bajo su cintura, manteniéndola lo más cerca posible.
Alrededor de ella, no existía el concepto de autocontrol.
Escondí mi cara en su cuello y la respiré.
—¿Así está mejor?
—Es perfecto. Gracias.
Pasaron unos minutos en silencio y luego ella volvió a acercarse a mí.
—¿Jack? ¿Estás dormido?
Suspiré, seguro que no habría sueño en mi futuro. No me importaba en
absoluto.
Me agarró la mano y puso mi palma sobre su estómago. Su camisa se
había subido, y mi mano conectó con su piel caliente y suave. Ella no quitó
la mano.
—Rose —gemí.
—Puedes decirlo tantas veces como quieras, Jack —susurró— Me
encanta tu voz, así que por favor sigue.
Sonriendo, besé su cuello y presioné mi frente contra la parte posterior de
su cabeza.
—No tienes ni idea de lo que me haces, ¿verdad?
Me había asegurado de mantener mis caderas lejos de las suyas, pero ella
movió la parte inferior de su cuerpo hacia atrás hasta que su trasero se
apoyó en mi dura polla.
—Puedo sentirlo.
No era sólo mi polla, sin embargo, era todo. Ella estaba causando
estragos en todas partes.
Su mano seguía encima de la mía, y empezó a empujarla hacia abajo, y
cuando mis dedos tocaron el borde de sus bragas, presioné mi mano más
fuerte en su estómago y detuve el descenso. ¿Cuándo se había quitado los
leggings?
¿Cómo no me había dado cuenta antes?
—¿Qué estás haciendo, Rose?
—Nada. Tú me enseñaste los tuyos y yo te enseño los míos.
—¿De qué estás hablando? —susurré, mis dedos se clavaron en su suave
piel.
Maldita sea, ella retrocedió hacia mí, haciendo más claro su significado.
Me moría de ganas de tocarla, así que cuando empujó más fuerte mi
mano, no tuve una buena razón para detenerla por segunda vez.
Conteniendo la respiración, dejé que moviera mi mano hacia donde
quisiera.
Se estaba apiadando de mí, o bien quería torturarme.
En lugar de empujar mi mano por debajo de sus bragas, levantó su pierna
ligeramente y empujó hasta que mi mano se apoyó justo sobre el lugar
donde quería enterrarme en lo más profundo. Sus bragas estaban
empapadas. Estaba empapada, para mí.
Cerré los ojos con más fuerza. No podía evitar querer más, no cuando
estábamos así.
—¿No me deseas, Jack? —susurró en la habitación oscura, y eso rompió
el control que tenía sobre mí.
Agarré sus bragas arruinadas con fuerza y se las arranqué.
Su pequeño grito de sorpresa no hizo más que estimularme.
—¿No te deseo? —pregunté, con voz cruda y dura. Arrojando las bragas
ahora completamente arruinadas, volví a poner mi mano en su sensible piel.
Apoyando el talón de mi mano en su montículo, dejé que mis dedos
separaran sus pliegues y los recorrí perezosamente de arriba a abajo en su
resbaladiza piel.
—¿Estás contenta ahora? —pregunté, con más dureza de la que esperaba.
—¿Me estás frunciendo el ceño?
—¿Te estás burlando de mí?
—Nunca —susurró, empujando su pierna superior hacia atrás y sobre la
mía, abriéndose a mí, dejándome tener lo que estaba deseando—. Me
encanta cuando me frunces el ceño.
Le mordí el cuello, arrastrando mis dientes sobre su piel. Ella se
estremeció, haciendo que su trasero empujara más fuerte contra mis
caderas.
—No te voy a follar, Rose. No te daré más que esto. —Encontré su
clítoris y moví la punta de mi dedo alrededor de él, apenas rozando.
—Lo tomaré —jadeó—. Todo lo que puedas dar, lo tomaré.
—¿Qué quieres entonces? Dímelo.
—A ti... te quiero a ti.
Mis dedos dejaron de moverse y la abrazaron.
Ella giró la cabeza, con los hombros casi apoyados en la cama, y me miró
a los ojos. Estaba a medio camino; podía verlo en su mirada, en lo que
podía distinguir de sus mejillas sonrojadas. Introduje dos de mis dedos
dentro de ella y su cuerpo se tensó, los ojos se cerraron. Dios, estaba
resbaladiza, tan resbaladiza y apretada.
—Quiero sentir tus labios contra los míos, Jack —susurró.
Acorté la distancia entre nosotros pero no la besé.
—La forma en que me besas me hace perder la cabeza —le susurré. Ni
siquiera estaba seguro de si mis palabras habían sido audibles o en mi
cabeza, pero mis labios estaban contra los suyos y yo era sólo un hombre.
Saqué mis dedos y los volví a introducir en ella, lentamente, captando su
pequeño jadeo y ahogándola en mi beso. La punta de su lengua tocó la mía
y me perdí. Quería agarrar su barbilla y sujetar su boca donde quería, pero
mi mano estaba ocupada entre sus piernas y ya había perdido la cabeza.
Cuando sus dedos me agarraron el antebrazo con un apretón implacable,
sus uñas arañando mi piel, supe que se estaba acercando, y aún no había
pasado un minuto. Curvé mis dedos hacia arriba y encontré el punto que la
hacía besarme más fuerte y más profundo, el punto que hacía que sus
gemidos fueran más salvajes. Respondí de la misma manera, perdido en
todo lo que era Rose.
Estaba hecha un lío ahí abajo, su humedad corría por mis dedos. Extendió
sus piernas, dándome más espacio para jugar con ella. Mi pulgar encontró
su clítoris y presioné con fuerza.
Apartó su boca de mí, jadeando.
—Mantenlos dentro —gimió—. Por favor, todavía no. Mantén tus dedos
dentro de mí. Más profundo, por favor.
Presioné hasta donde mis dedos podían llegar, que era profundo.
Escuché los sonidos que hacía, hipnotizado, ¿cómo no iba a hacerlo?
¿Por qué no iba a hacerlo?
—Me hormiguea el cerebro —murmuró, claramente medio ida.
Moví mis dedos en ella con pequeños y ligeros movimientos, pero me
detuve ante sus palabras.
—Rose, nosotros...
Ella cubrió mi mano con la suya antes que pudiera pensar o reunir las
fuerza para sacarla.
—Si te detienes, te mataré mientras duermes, Jack Hawthorne. No te
atrevas.
—Rose, si te sientes...
—Estoy hablando en serio, Jack. Te asesinaré. Por favor, haz que me
corra en tus dedos. Por favor. Por favor.
—Eres una cosita viciosa, ¿verdad? Y toda mía.
Tomé sus labios suplicantes y la follé con mis dedos como no podía
follarla con mi polla. Seguía siendo tan suave como podía, pero fui tan
profundo como era posible, y su cuerpo se apretó más y más contra mí.
Y cuando se corrió...
Dios, cuando se corrió fue lo más hermoso que había visto en mi vida.
Sus pequeños jadeos y gemidos me estaban matando, pero los tomé todos
hasta que lo único que se oía en la habitación eran nuestras respiraciones
agitadas y el sonido que hacía su coño, ahora aún más empapado.
Su cuerpo se derritió lentamente entre mis brazos, giró la parte superior
de su cuerpo hacia mí, me sujetó la cabeza y me besó en lentos y
enloquecedores pellizcos. Sus caderas todavía se agitaban cuando saqué mis
dedos y me limpié la mano en las sábanas.
Cuando se giró por completo, la atraje contra mí y renové el beso hasta
que estuvimos a punto de desmayarnos.
Apoyamos nuestras frentes juntas, simplemente respirando. Con fuerza.
—¿Cómo está tu cabeza? —Conseguí preguntar.
—Perfecta.
—¿Estás segura?
—Sí. Gracias, Jack. Si no me hubieras dado eso, creo que iba a morir.
Me estaba muriendo lentamente, así que entendí lo que quería decir.
Su mano se coló entre nosotros, justo debajo de mi pijama. Yo no tenía
intención de detenerla. Ya no tenía fuerzas.
Su mano rozó la resbaladiza cabeza de mi polla y la recorrió de arriba
abajo, con sus ojos clavados en los míos. Se mordió el borde del labio, y yo
no podía hacer otra cosa que mirar. ¿Era realmente mía? ¿Era realmente mi
esposa?
—Sácame —susurré, y ella se apresuró a obedecer, usando su otra mano
para bajarme el pijama.
Tragó con fuerza cuando tuvo que ocuparse de toda mi longitud.
—¿No vas a intentar detenerme? —preguntó.
—¿Qué sentido tiene? Nunca me escuchas y ya lo hemos fastidiado.
Quiero tus manos sobre mí demasiado para intentar resistirme a ti.
—¿Estás diciendo que no puedes resistirte a mí?
—No he podido hasta ahora.
Acarició su nariz contra la mía y exhaló mi nombre.
—Jack...te quiero dentro de mí.
Le agarré la cabeza y le di un fuerte beso en la frente.
—No.
Su agarre sobre mí se hizo más fuerte, sus dedos no llegaron a conectar
con su pulgar.
—Sé dura —le dije.
Había un fuego que ardía en sus ojos, y no podría haber mirado hacia otro
lado aunque hubiera querido.
—¿Así es como vas a follarme? ¿Duro y profundo?
—Si es así como te gusta, sí, tan profundo como pueda. —Ella movió su
mano y apretó hasta la base y luego subió hasta la cima con una lentitud
agonizante. Después del segundo tirón, trató de deslizarse bajo las sábanas,
pero la detuve.
—No.
—¿Por qué?
—Por mucho que me gustaría tener tu boca sobre mí, no puedes hacerlo,
no todavía.
—Me estás matando, Jack Hawthorne.
—Ya me mataste cuando te corriste en mis manos. Diremos que estamos
en paz.
Su tirón estaba al borde de ser doloroso y me encantó. Ella aceleró su
ritmo, mirándome fijamente a los ojos.
—No puedo esperar a estar dentro de ti —susurré, sosteniendo su cabeza
entre mis manos—. No puedo esperar a tomarte de cualquier manera que
pueda, para hacerte el amor durante horas hasta que sepa que estás
realmente satisfecha y hacerte gemir y gritar mi nombre. No puedo esperar,
Rose. No puedo esperar a tenerte, a empujar dentro de ti y sentir que te
corres a mi alrededor.
Ella gimió.
—Deberíamos hacerlo ahora.
—No. Te va a encantar. Me aseguraré de ello. —Mis ojos en los suyos,
susurré—: Más rápido, Rose. Así de rápido. Vamos. Haz que me corra.
Ella redujo la velocidad, su pulgar rozó la cabeza, y mis ojos se cerraron.
—Tengo tantas ganas de probarte.
—Un mes más —forcé—. Un mes más y te dejaré.
Con empujones lentos pero agudos, comencé a empujar en su agarre, y de
repente, ella me rodeó con sus dos manos para mantener su agarre más
fuerte.
—Sí —siseé y arrastré mis labios por su mandíbula. Ella giró la cabeza y
comenzó otro beso. Chupé su lengua y seguí moviendo mis caderas. Al
terminar el beso, ella mantuvo sus ojos ya vidriosos en mí, mirándome
mientras le preguntaba:
—¿Quieres que me corra?
Ella susurró en su garganta y asintió.
—¿Sí? Sigue —gemí, ya con los nervios de punta. Envolví mi mano
alrededor de la suya y ella soltó la otra. Reduje la velocidad de nuestras
caricias, apretando más nuestro agarre y tirando más fuerte. Un segundo
más tarde, me corrí en todo su estómago con un fuerte gemido, y fue más de
lo que nunca me había corrido. Solté mi polla tan pronto como terminé,
pero ella no lo hizo. Ella mantuvo sus golpes ligeros hasta que tuve que
apartar su mano porque en lugar de perder mi tamaño, estaba comenzando a
ponerme duro de nuevo.
—Creo que ya has tenido suficiente —susurré contra sus labios.
—Creo que nunca tendré suficiente de eso. —Ella me dejó respirar y en
silencio por un momento mientras recuperaba el aliento—. Voy a contar los
días hasta que puedas llevarme, Jack.
Mi cuenta atrás ya había comenzado.
Capítulo Veintitrés
Rose
Habían pasado dos meses y veinticinco días desde mi operación, y era un
viernes.
Por fin habíamos llegado al final de los tres meses. Algunos días pensé
que nunca llegaríamos a ver el día, y le había dicho a Jack exactamente eso.
Yo...nunca en mi vida le había dicho a otro chico que quería tener sexo con
él tanto como se lo había dicho a Jack. Al principio, había pensado que mi
constante presión estaba afectándolo a él y que pronto se rendiría, pero no.
Jack no era nada si no estaba en control de sus emociones.
Había dormido a mi lado todas las noches sin que yo tuviera que pedirlo
de nuevo. Si me iba a la cama antes que él, siempre encontraba el camino
hacia mi cama, pero no me había tocado como yo me moría porque me
tocara de nuevo. Dijo que no y nada más.
Volví a la tierra cuando Sally chasqueó los dedos delante de mi cara.
—¿Estás aquí?
—Sí. Sí, lo siento. Es que me he distraído. ¿Qué estabas diciendo sobre
Owen otra vez?
Owen estaba en la cocina, así que no había forma que nos oyera pero
Sally todavía se inclinó más cerca.
—Creo que le gusto.
—Pensé que no estaba hablando contigo.
—Técnicamente no lo hace.
Me reí.
—Su lógica me asusta a veces.
Una pareja entró de la mano así que tuvimos que romper nuestra pequeña
burbuja de cotilleo. De repente, no estaba tan segura de si había sido una
buena idea dar el visto bueno a Sally sobre Owen. Me daba un poco de
pena.
Mientras recibía los pedidos de los recién llegados y cortaba dos trozos
de tarta de manzana para ellos, Sally preparó un capuchino y un macchiato.
Recogieron sus pedidos y se sentaron en la última mesa disponible en la
parte izquierda de la cafetería.
—Estoy pensando en conseguir dos o tres mesas más. La mayoría de los
días apenas tenemos espacio, y creo que podemos meter fácilmente tres
más: una más en este lado, tal vez incluso dos, y otras dos en el otro lado.
Sally apoyó los codos en el mostrador, murmurando:
—Creo que tienes razón. Desde que esa bloguera publicó sobre nosotros
en Instagram, hemos empezado a recibir más clientes, y aunque no entren,
siguen haciéndose fotos delante de la puerta principal.
Justo entonces sonó el timbre y nuestras cabezas se volvieron hacia allí.
—¡Jack! —lo llamé, quizás con demasiado entusiasmo, y se detuvo en la
puerta. La mitad de los clientes que no tenían los auriculares puestos se
volvieron para mirarme.
Ignorando el resoplido y la risa de Sally, les dirigí una sonrisa de disculpa
y me apresuré a ir con Jack, que cerró la puerta y se reunió conmigo a mitad
de camino. Yo iba medio corriendo, medio tratando de aparentar que no
corría en absoluto, y él caminaba, sin prisa.
—¿Qué pasa? —preguntó con una ceja arqueada y una mirada
sospechosa alrededor de la cafetería. Incluso esa mirada y esa ceja
levantada me excitaron. Para ser sincera, últimamente todo lo que hacía
Jack me excitaba. Me miraba, una mirada fuerte que decía que no me
encontraba divertida en absoluto, y yo me convertía en un charco en el
suelo. Se estaba convirtiendo en una cosa para mí.
—Ven, ven. —Alcancé su mano y cuando unió nuestros dedos juntos, mi
sonrisa subió de tono, haciéndome parecer un idiota. No me importó, no me
importaba en absoluto.
—Hola, Sally —dijo Jack mientras lo llevaba detrás del mostrador.
Todavía con esa sonrisa cómplice en la cara, Sally lo saludó. Ella pensó
que había anotado con Jack. Yo también lo creía.
—Me va a robar unos minutos —le dije a Sally y luego lo llevé a la parte
de atrás.
—¿Quién dijo que quería robarte? —murmuró Jack en mi oído, divertido.
Apenas pude evitar un escalofrío.
—Lo digo porque deberías querer robarme...todo el tiempo,
regularmente. Sólo un recordatorio amistoso de una esposa a un marido.
Owen levantó la vista del papel que estaba garabateando y se
enderezó.
—Hola, Jack.
Jack asintió y se estrecharon formalmente las manos. Por alguna razón, él
no se había acercado a Owen.
Me apoyé en el brazo de Jack, nuestras manos aún estaban fuertemente
unidas.
—¿Puedo tener un minuto a solas con él, Owen? Le he dicho un millón
de veces que no es apropiado en la cafetería, pero sólo me mira... —Miré a
Jack y noté su ceño fruncido con el corazón contento—. Así. ¿Ves ese ceño
fruncido? Así que sí, no puedo resistirme a él cuando me mira con el ceño
fruncido. Además, Sally podría necesitar ayuda si alguien entra.
Owen ni siquiera parpadeó ante mi afirmación.
—Sí, claro. —Recogió el papel en el que estaba trabajando: otra lista.
—¿Por qué no te gusta Owen? —le pregunté una vez que estuvo fuera del
alcance de sus oídos.
—¿Quién dijo que no me gustaba?
—A mí sí me parece. Apenas le dices una palabra.
—Se pasa días enteros contigo aquí.
—¿Y qué?
—No me gusta —refunfuñó, inclinándose, con su boca demasiado cerca
de la mía.
—¿Jack? —susurré, mi nariz chocando con la suya.
—Hmm.
—Eso podría ser lo más dulce que me has dicho nunca. Vamos a
volvernos locos en la parte de atrás, tenemos que hacerlo después de ese
comentario.
Se enderezó, apartando esa hermosa boca y dándome una mirada perdida.
—No.
Tiré de Jack hacia delante y me detuve con la espalda contra la isla.
—Al menos levántame, ¿o eso es demasiado contacto para ti?
Sus labios se movieron y negó con la cabeza.
—Siempre dándome órdenes —murmuró mientras ponía sus manos
alrededor de mi cintura. Se me puso la piel de gallina al instante cuando me
levantó en la isla y lo atraje entre mis piernas.
Mis manos se agarraron a las solapas de su chaqueta, lo acerqué y
presioné mi frente contra la suya.
—Hola, ¿cómo estás? Te he echado de menos.
Sus manos apretaron mi cintura una vez, bajando hasta mis caderas,
deslizándome uno o dos centímetros hacia delante.
—Me viste hace unas horas cuando te dejé esta mañana.
—Lo sé. Han pasado años. —Me dedicó esa preciosa sonrisa que no me
cansaba de ver y mis labios reflejaron los suyos—. Y se supone que debes
decir que me has echado de menos. Eso es lo que dicen los maridos.
Murmuró y el cálido sonido recorrió todo mi cuerpo.
—¿Es eso lo que se supone que debo decir? —Su mano se abrió camino
por mi muslo y desenvolvió mi pierna de su cintura, que ni siquiera me
había dado cuenta que había colocado allí... más o menos. Su rostro se
suavizó y ahuecó mi mejilla.
—Te ves un poco cansada.
Me desplacé un poco hacia delante para compensar el desenvolvimiento.
Quería estar lo más cerca posible.
—Sabes lo mucho que me gusta cuando me felicitas sobre lo bien que me
veo. Cuéntame más.
Se apartó y me miró con una mirada de complicidad que decía que no lo
iba a tolerar.
Le hice retroceder.
—Estoy bien. Prometo sentarme antes de marearme, y estoy sentada
ahora mismo también. Tampoco he cocinado nada. ¿Te gustaría saber qué
más hacen los buenos maridos?
—Los buenos maridos —murmuró, con sus manos moviéndose arriba y
abajo en mi espalda. Hice lo posible por no retorcerme.
—Besan a sus esposas cuando las ven.
—¿Lo hacen?
—Sí. Me han dicho que es una tradición.
Se lamió los labios, y como yo estaba tratando de fundirme con él, su
lengua tocó mis labios también. Soltando su chaqueta antes que pudiera
arrugarse demasiado, le rodeé el cuello con mis brazos, ya que me costaba
recordar cómo respirar como una persona normal.
—Menos mal que entonces no soy tu verdadero marido —dijo Jack.
Me quedé con la boca abierta y me solté de él, fingiendo sorpresa.
—Jack Hawthorne, ¿acabas de hacer una broma?
—Listilla —murmuró con una sonrisa, con los ojos bailando. Parecía que
lo estaba haciendo feliz. Cada vez que sonreía aflojaba algo en mí.
—Ya puedes besarme —susurré, preparada para ello, desesperada e
impaciente por ello, y finalmente lo hizo. Rápidamente envolví mis brazos
de nuevo y le devolví el beso con gusto. Desgraciadamente, él puso fin a
ello en poco tiempo.
—Hola, mi hermosa esposa —susurró, y me sentí un poco mejor ya que
él también estaba sin aliento. No era sólo yo quien estaba afectada.
Oí el timbre y más charlas entraron en nuestra pequeña burbuja privada.
No estábamos solos, aunque seguía olvidando todo cuando él estaba cerca.
—Eso está un poco mejor —comenté, con mis manos en sus hombros.
—¿Estás lista? —preguntó.
—Voy a comprar mesas nuevas —anuncié en lugar de responder a su
pregunta.
Frunció el ceño.
—¿Qué?
—Mesas nuevas: las necesitamos. Siempre estamos llenos y también
tenemos el espacio también, así que voy a comprar mesas nuevas. Sonreí
ampliamente—. ¡Sí!
—Eso está bien, nena, pero...
Esa palabra, ese nena, al escucharlo por primera vez de sus labios, me
provocó un escalofrío en todo el cuerpo. Había algo en su voz que
aumentaba el cariño. Nunca había considerado que me gustaría que me
llamaran nena, pero esto...esto específico viniendo de este tipo específico,
me detuvo en mi camino. Podría haber pasado el resto de mi vida siendo
llamada bebé por Jack Hawthorne.
—Hmmm —gemí con la esperanza de distraerlo. Me incliné y acaricié su
nariz con la mía, susurrando contra sus labios— ¿Debería incluso decirte lo
mucho que me gusta tu voz? ¿O la forma en que suena mi nombre cuando
sale de tus labios. —Besé suavemente su labio superior y luego su labio
inferior, y luego me metí en un beso más profundo, buscando su lengua—.
Ese nena casi me mata, Jack.
—Estás tratando de distraerme —murmuró, y sonreí porque era
exactamente lo que estaba haciendo y estaba funcionando perfectamente.
Incliné mi cabeza hacia un lado y tomé un gran respiro antes de entrar de
nuevo.
Nunca nadie me había besado como lo hacía Jack Hawthorne, y no creía
que quisiera averiguar si había alguien más que pudiera hacerlo.
—¿Por qué iba a hacer eso? —susurré, con mis labios aun tocando los
suyos. Me mordí el labio—. No te enfades, no digo que debamos actuar en
consecuencia, pero realmente te quiero a ti, Jack. Para que lo sepas.
Sentí su sonrisa contra mi boca y luego su cálida risa. El sonido hizo que
mi corazón suspirara de felicidad.
—¿De verdad? No tenía ni idea. Sólo lo dices y envías mensajes de texto
todos los días, un par veces al día.
—Y tú nunca lo dices, ni mandas mensajes, ni lo haces.
—Porque puedo controlarme.
Lo besé de nuevo, tomándolo con calma, engatusándolo.
—Eres muy bueno en eso.
Sonrió dentro de nuestro beso, mordiéndome los labios.
Me incliné hacia delante hasta que mis labios estuvieron justo al lado de
su oreja.
—Pero quiero oírte decir que me deseas. Dime que me deseas, Jack. Al
menos dame eso.
Me aparté y lo miré a los ojos. Pude ver el brillo en sus hermosos y
profundos azules.
—¿Crees que no te quiero?
Manteniendo mis ojos en los suyos, me encogí lentamente de hombros.
Su mandíbula se apretó y miró hacia la puerta, donde podía oír a Sally
humeando leche y a Owen hablando con un cliente. No me importaba
dónde estábamos, no realmente, no cuando estaba con Jack. Siempre que él
estaba cerca de mí, me sentía como si estuviera en la cima del mundo, y el
hecho que siempre me dejara de lado porque estaba realmente preocupado
por mi salud sólo intensificaba mi necesidad de él. No creía que fuera
indiferente en absoluto, pero me gustaba presionarle. Me gustaba
especialmente ver cómo se le encendían los ojos cada vez que le decía que
lo deseaba.
—Me haces olvidar mi nombre cuando me besas —me susurró al oído—
Quererte es todo lo que he estado haciendo, y cuando finalmente te folle
como he querido...
Cada vez que decía follar con esa voz áspera, mis ojos se cerraban solos.
Antes que pudiera saber lo que iba a pasar cuando fuera finalmente follada
por mi marido, Sally entró en nuestro interior.
—Rose, ¿crees que podrías...? oh, lo siento. Lo siento. Ah, voy a esperar
fuera aquí.
Apoyé mi cabeza en el hombro de Jack y gemí.
Él se aclaró la garganta y me levantó la barbilla.
—Tenemos que estar en el hospital en una hora.
—Pero pensé que hoy...
Arqueó una ceja.
—Te lo recordé esta misma mañana, antes que salieras corriendo del
auto, así que no intentes actuar como si no supieras de lo que estoy
hablando. Programaron tu resonancia magnética y tu inyección de
antibióticos para hoy. Tenemos que estar allí en una hora.
Le tomé la cara con las dos manos. Tenía en la punta de la lengua decirle
que lo amaba, y ni siquiera sabía de dónde había surgido ese pensamiento.
Sabía que me estaba enamorando de él, pero no me había dado cuenta que
ya estaba allí.
—De acuerdo. Dejando de lado las bromas, me encanta que me cuides —
dije seriamente—. Nunca había tenido eso antes. Lo siento si te estoy
presionando demasiado. Sabes que nunca he tenido familia, pero tú...
Me besó, un beso rápido, duro y feroz.
—¿Qué soy? ¿Hígado picado? Nunca podrías presionarme demasiado.
Nunca dejes de presionarme.
Sonreí y dejé que me pusiera de nuevo en pie.
—Voy a ver qué quiere Sally y luego recogeré mi bolsa para que
podamos irnos.
—Lo siento, Rose.
Algo en su voz me hizo volverme hacia él.
—¿Lo sientes? ¿Por qué?
—Sé que no quieres la resonancia, pero necesitan ver si todo parece estar
bien. Necesito saber si todo está bien.
Volví a caminar hacia él y me levanté en puntas de pie para poder
presionar lo que era mi versión de un beso rápido y fuerte en sus labios, y
me derretí un poco cuando él puso su mano en la parte baja de mi espalda y
me atrajo contra su cuerpo.
—¿Volverás a quedarte conmigo?
—Siempre.
—Entonces estará bien. Sé que estoy siendo estúpida al respecto. Ayuda
el hecho que tú estarás ahí cuando se acabe para llevarme.
El viaje en auto fue divertido, y me esforcé por parecer que no estaba
enloqueciendo por el hecho que iba a volver a entrar en ese ataúd. Nos
sentamos de la mano todo el tiempo, y Jack incluso hizo un comentario
sobre...la vida amorosa de Raymond cuando teníamos una charla muy seria
sobre ese mismo tema. Lástima que yo estuviera demasiado ansiosa para
disfrutar de todo ello.
Pero luego la resonancia magnética... no fue mejor que la primera vez.
Incluso esta vez tuve que tumbarme de espaldas, me pusieron la jaula en la
cabeza, y esta vez me mareé mucho más que la primera vez. Tuve que
mantener los ojos cerrados todo el tiempo mientras trataba de concentrarme
sólo en el toque de Jack en mi tobillo. En cuanto me sacaron y me libré la
cabeza, me llevó a la habitación pequeña y, al igual que la vez anterior, me
dejó llorar como la vez anterior, me dejó llorar sobre él durante unos buenos
dos minutos. La última vez que había hecho eso, no habíamos sido reales.
Esta vez, lo fuimos, y eso me hizo sentir mejor porque besó cada gota de
mis lágrimas, robando más pedazos de mi corazón en el proceso.
—¿Dónde quieres que te lleve? —preguntó Jack una vez que estábamos
de vuelta en el auto.
La parte de la aguja tampoco había sido divertida; había dolido mucho, lo
que fácilmente se podía ver por mi cara cenicienta y la mano que seguía
presionando mi brazo. Como mi cerebro había quedado un poco expuesto
con el desgarro, evitar la infección era importante. Eso era lo que me
decían, así que sabía que no había forma de salir de ella, no es que hubiera
intentado salir de ella ni nada por el estilo. Nunca lo había hecho.
—¿Rose?
Esta vez, no estábamos sentados tan cerca.
Lo miré.
—A casa. Quiero ir a casa. Les enviaré un mensaje a Sally y a Owen. No
siento que sea de ayuda allí, y no quiero atraer a la energía negativa.
—De acuerdo —dijo simplemente y luego le dijo a Raymond dónde
llevarnos.
De vuelta en el edificio, Jack saludó a Steve y le preguntó cómo estaba.
No pude evitarlo: esbocé mi primera sonrisa después de la resonancia
magnética. Pensar que fui yo quien le dijo cómo se llamaba su propio
portero.
—¿Cómo está ella? —pregunté, rodeando el brazo de Jack y de pie frente
a Steve.
—Está bien, de vuelta en la nueva escuela.
—Espero que no haya más problemas.
—Hasta ahora ha estado bien.
—Eso es bueno.
La hija de Steve, Bella, era una hermosa e inteligente quinceañera que
había sido intimidada en su antigua escuela y terminó cambiando de escuela
a mitad de año.
—Por favor, dile que estoy deseando volver a verla.
—Le encantará escuchar eso. Te adora.
Aunque me había enterado de su situación por el desconsolado Steve y
obviamente ya sabía algo de ella, sólo nos habíamos visto dos veces cuando
ella había venido a visitar a su padre durante unas horas. Nos habíamos
unido por nuestro amor a la lluvia, de todas las cosas, porque había estado
lloviendo a cántaros en Nueva York ambos días. Se nos ocurrieron más de
veinticinco razones por las que amábamos la lluvia y los días lluviosos
cuando había bajado del apartamento de Jack porque me había aburrido
como una ostra sentada.
Jack me había encontrado en el suelo con Bella y me había llevado de
vuelta arriba porque hacía “frío” y yo no estaba lo suficientemente sana
como para sentar mi culo en suelos fríos. Eso había sido original,
especialmente al escuchar la palabra “culo” viniendo de su boca.
—Y la adoro. Es una chica inteligente. Si te parece bien, me encantaría si
pudiera venir a mi cafetería. ¿Tal vez podríamos hornear juntas si ella se
siente capaz de hacerlo? Luego la traería aquí, por supuesto.
—No tienes que hacer eso. Sé lo ocupada que estás.
—Por supuesto que no tengo que hacerlo. Quiero hacerlo. Vamos a
hornear y pasar unas cuantas horas juntas. Será divertido.
—Gracias, Sra. Hawthorne. Le encantará.
De vuelta en el ascensor, Jack fue el primero en romper nuestro silencio.
—¿Acaso él te llama Sra. Hawthorne cada vez que hablas o es sólo mi
presencia la que cambia las cosas?
Le dediqué una sonrisa tímida y él se limitó a negar con la cabeza.
—Aunque me gusta cómo suena eso, sin embargo.
—¿El sonido de qué?
—De la señora Hawthorne. A mí también me gusta cuando lo dices.
Las puertas se abrieron a su piso antes que pudiera responder, y entramos
al interior del apartamento.
Todo lo que quería hacer era subir, tomar una ducha para poder sentirme
como un ser humano normal de nuevo, y tomar una larga, larga siesta. Así
que eso es lo que decidí hacer. Me quité los zapatos junto a la puerta y me
dirigí directamente a las escaleras.
—Me meteré en la ducha y trataré de recomponerme. —Me di la vuelta y
empecé a caminar hacia atrás, con los ojos puestos en Jack—. ¿Te gustaría
acompañarme?
—Rose.
Una palabra, mi nombre, que había adquirido un nuevo significado
últimamente. Significaba no.
—Me refería sólo a la limpieza, pero como quieras, amigo. ¿Tienes
trabajo que hacer? Viniste al hospital conmigo y ahora estás aquí así que
supongo que necesitas ponerte al día por mi culpa.
—Estaré en mi oficina.
—Bien. Iré a buscarte en cuanto termine. —Haciendo un gesto con la
mano, finalmente me di la vuelta y subí trotando las escaleras.
—¿Rose?
Miré a Jack, mi marido que de hecho no era mi marido, que había
sostenido mi tobillo durante toda la resonancia magnética y luego me
envolvió en sus brazos mientras me susurraba que estaba bien, que
estábamos bien una y otra vez en la intimidad de una pequeña habitación de
hospital. No creo que él entendiera lo mucho que significaba para mí. Con
cada día que pasaba me resultaba más difícil contenerme y no decirle lo que
sentía por él desde hacía tiempo.
—¿Sí?
—Estás bien.
No era una pregunta. Tampoco estaba segura de si era una afirmación o
no. Él quería que fuera buena, para que yo fuera buena, para él, para que se
sintiera bien.
Le di una pequeña sonrisa.
—Nunca mejor dicho.
—Deberías esforzarte más; parece que no está funcionando.
Mi sonrisa se hizo más grande y lo despedí, desapareciendo de su vista.

Hubo un pequeño golpe en mi puerta antes que se abriera.


—¿Rose?
—Si no quieres tener sexo conmigo no entres —advertí a la única
persona que podía estar llamando a mi puerta.
A pesar de mi advertencia, la abrió y se quedó allí en todo su esplendor.
El mismo traje, el mismo todo, la cara y el ceño fruncido y todo.
Yo estaba allí con mi sujetador y mis bragas azul cielo, afortunadamente
a juego. Con la toalla en las manos, y seguí de pie mientras sus ojos
hambrientos observaban cada centímetro de mi cuerpo semidesnudo. Tenía
caderas, pero me gustaban.
Me gustaba que hubiera una curva en mí, una curva que amaba el toque
de sus manos. Aunque mis tetas no eran nada espectacular, Jack no parecía
estar de acuerdo. Nunca me había alegrado de tener unas copas casi C como
cuando lo vi mirarlas una o dos veces. En cualquier caso, nos quedamos así,
él en la puerta con los ojos pegados a mí, yo en medio de la habitación con
mi cuerpo calentándose. No creo que nadie me describa como tímida, pero
sentí un toque de calor en mis mejillas cuando los segundos pasaron y Jack
no dijo nada.
—¿Hola? —Conseguí decir en voz baja.
Sus ojos se fijaron en mí y su mandíbula se endureció, lo que hizo que
estuviera aún más caliente. Realmente me encantaba cuando su cara se
volvía frustrada y enfadada y arrogante y hambrienta y molesto y todas las
cosas.
—Hola —él forzó.
Tragando saliva, llevé la toalla que había estado usando para secar mi
cabello a mi frente y traté de ocultar mi desnudez. No ayudaría mucho con
nada porque sólo era un poco más grande que una toalla de mano.
—¿En qué puedo ayudarte? —gemí por dentro. El que yo estuviera
caliente era todo culpa del doctor. Nunca en mi vida había preguntado a
ninguno de mis novios si estaban de humor para tener sexo, y mucho menos
le había rogado a alguien que tuviera sexo conmigo...tanto como le rogué a
Jack.
Había algo en él. Tal vez si lo hubiéramos hecho una vez, yo hubiera
dejado de pensar y hablar de ello todo el tiempo. Tal vez sería
insoportablemente malo, pero sabía que no lo sería. Sabía lo que me haría, y
no podía esperar.
—¿Estás libre para cenar? —Su voz seguía siendo tensa, al igual que su
agarre en el pomo de la puerta, y esa era una pregunta que hacía tiempo que
no escuchaba.
—Tendré que comprobar mi agenda.
No me moví. Entonces sonreí, abriéndome paso hacia él. No era una
sonrisa seductora ni nada por el estilo; no intentaba ser sexy en absoluto.
Honestamente no hubiera sabido cómo o qué hacer para empezar a seducir
a un tipo como Jack. Me imagino que para que un tipo como él se
impresione, tendrías que hacer todo lo posible, tal vez hacer un ligero
striptease mientras caminas hacia él y luego simplemente ir a por él. O, lo
que sería aún mejor... que sería tan espectacular que él no podría contenerse
e iría a por ti.
No había ido a por mí, de ahí que siguiera mencionándolo. Básicamente
estaba tratando de seducirlo acosándolo con el tema y esperando que se
frustrara lo suficiente como para hacerlo sólo para que me callara, porque
me imaginé que eso también funcionaba.
Me detuve frente a él, mirándolo y sonriendo.
—La he comprobado.
Arqueó una ceja, sus ojos ni siquiera se dirigieron a mis tetas una vez. No
encontré eso tranquilizador en absoluto.
—¿Y?
—Estoy libre. Estoy libre todos los días.
—Por fin. Prepárate. Vamos a tener una cita.
Tan pronto como dijo esas palabras, dio un paso atrás y cerró la puerta en
mi cara. Me quedé mirando la puerta en estado de shock y luego rompí a
reír.
Abrí la puerta para ver su espalda en retirada.
—¿Nuestra primera cita oficial? —grité tras él antes que pudiera llegar a
las escaleras.
—Sí —me gritó, con la voz enfadada. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—¿A dónde vamos? ¿Puedo preguntar?
—No.
—¿A dónde vas? ¿Puedo al menos preguntar eso? Tuve suerte que no
mirara hacia atrás porque mi cara lucía la sonrisa más ridícula del mundo.
—Fuera —espetó, dirigiéndose hacia abajo.
—¿Fuera? ¿Adónde vas? ¿Qué pasa con nuestra cita?
Se detuvo en el último escalón y finalmente me miró. Yo estaba colgada
de la barandilla, todavía en ropa interior, con la cara sonrojada y feliz.
Su mirada era penetrante.
—Te espero abajo.
—¿Pero por qué te vas?
—Porque me estás empujando.
Me quedé con la boca abierta.
—¿Te estoy empujando? —Bajé un paso por las escaleras—. No he dicho
nada.
—No bajes aquí, Rose.
Hice una pausa.
—¿Te estoy empujando? —Empecé de nuevo— ¿Qué tal si entras en mi
habitación y me miras así?
—Cómo es que yo... no importa. Te estoy esperando abajo. No me fío de
ti.
Empecé a reír en serio, tan feliz, feliz, feliz. Capté su tic en el labio.
—Tómate el tiempo que necesites. Te esperaré abajo.
—De acuerdo. Prometo que no tardaré mucho. Puedes hacerle compañía
a Steve.
—Sí. ¿Cómo no se me ocurrió eso? Iré a hacer eso.
Cuando ya no pude verlo, grité tras él desde mi posición en las escaleras.
—¿Qué debo ponerme? ¿Qué tipo de cita es?
—Es una cita, ¿qué más necesitas saber? Y no me importa lo que lleves
mientras te cubras del cuello a los pies.
Hice exactamente eso. Me puse un vestido negro que no era demasiado
llamativo. Mangas cortas, cuello en V abierto, una tela relajada que
abrazaba suavemente tanto mis tetas y mis caderas y terminaba cuatro o
cinco centímetros por encima de mis rodillas. Me sequé con brusquedad mi
cabello grueso y me alisé el flequillo porque no me interesaba resfriarme
por salir por la puerta con el cabello mojado en una noche nevada de Nueva
York. Me maquillé, centrándome mucho en los ojos. Me puse mi grueso
abrigo negro y me enrollé la bufanda alrededor del cuello, poniéndome
también mis guantes de cuero negros. Tomé mi boina de color crema del
estante superior de mi armario y me la puse en la cabeza y salí del
apartamento a toda prisa. No podía correr exactamente todavía por lo de mi
cerebro y mi nariz, pero estuve cerca de ello.
Con el corazón saltando en el pecho y la barriga llena de esas excitadas
mariposas, me sentí como si estuviera saliendo en mi primera cita con un
chico del que había estado enamorada durante años. Era una sensación
extraña estar tan emocionada por una simple cita, pero se trataba de Jack
Hawthorne, mi falso marido que sabía cómo besarme exactamente de la
manera correcta. ¿Cómo no iba a estar emocionada?
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, me obligué a dar pasos más
cortos por si acaso Jack me estaba esperando en el vestíbulo. No lo estaba.
Me detuve frente a Steve.
—¿Qué tal estoy?
Me sonrió y yo le devolví la sonrisa.
—Tan guapa como siempre.
—¿Tal vez debería bajar el tono de felicidad un poco?
Dejó escapar una carcajada.
—Nunca bajes el tono de la felicidad, Rose. Te queda bien.
Me derretí un poco ante sus palabras.
—Eres el mejor, Steve.
Inclinó la cabeza.
—¿Y? ¿Cuál es la ocasión especial?
—Mi marido me va a llevar a una cita —dije con orgullo.
—Qué afortunada. Eso es lo más especial que puede haber.
—Oh, no tienes ni idea.
—El Sr. Hawthorne dijo que la estaría esperando afuera.
—De acuerdo. —Me pasé las manos enguantadas por el abrigo ahora que
había algo de nerviosismo inesperado—. Gracias, Steve. ¿Nos vemos
luego?
—Estaré aquí mismo. Diviértete.
Despidiéndome rápidamente del amable portero que se había convertido
en mi amigo, salí a la calle. Había empezado a nevar de nuevo, añadiendo a
las aceras cubiertas de nieve y aguanieve. Miré al cielo y cerré los ojos, los
pequeños copos de nieve se derretían en mi cara, haciéndome cosquillas.
Sonreí. Me sentí tan vertiginosa y libre. Miré a mi alrededor para encontrar
a Jack y estaba justo ahí, en el lado izquierdo del edificio. Se apoyó en su
auto, justo al lado de Raymond, estudiándome.
Mi corazón se disparó al verlo, como siempre lo hacía últimamente, y
realmente y sentí que nunca me había sentido más feliz en mi vida. No pude
evitarlo corrí a su lado justo cuando se puso alerta y se enderezó. Le dijo
algo a Raymond y después de asentir a Jack, Raymond abrió su puerta y se
subió al asiento del conductor, dejando a Jack a mi cargo.
Me detuve justo delante de él, un poco sin aliento.
Me apartó el flequillo de los ojos y las puntas de sus dedos recorrieron
suavemente el contorno de mi cara.
—Se supone que no debes correr, Rose.
Moví la cabeza de arriba a abajo, y él suspiró mientras sonreía.
—¿Y?
—¿Qué voy a hacer contigo?
Me encogí de hombros.
—¿Mantenerme?
Agarró mi boina y me la colocó en la cabeza y, con sus manos que
cubrían mi cara, se inclinó hacia abajo y me besó. Sus manos estaban
calientes y sus labios aún más cálidos y adictivos. Le agarré las muñecas
para retenerlo un poco más. Cuando nos probamos el uno al otro, no lo
suficiente, se apartó y me miró a los ojos.
—Vas a ser mi muerte —dijo con toda la seriedad del mundo.
Y creo que te quiero, quise decir, pero en lugar de eso le di mi sonrisa
más grande.
Su risa lo era todo para mí. Mis ojos y mi corazón se calentaron sólo de
mirarlo.
Era todo mío.
—Entra en el auto.
Le repetí sus propias palabras:
—Siempre dándome órdenes.
Me miró con una ceja arqueada y sonreí con dulzura.
Abrió la puerta y se deslizó justo después de mí. Rara vez me sentaba en
el otro extremo ya no me sentaba en el otro extremo. Por lo general, quería
que estuviera a su lado, y yo también.
En ese momento, mi muslo estaba apoyado en el suyo. Estábamos
sentados así de cerca, y no podría haber sido más feliz.
Me estremecí un poco cuando cerró la puerta y me pasé las manos por los
brazos.
—Hace mucho frío esta noche.
Una a una, tomó mis manos enguantadas y las frotó entre las suyas.
Tenía muchas ganas de quedarme con él.
El viaje en auto no duró mucho, y cuando nos dejaron delante del
pequeño restaurante italiano más bonito, me sorprendió gratamente. Para
ser honesta, yo no tenía muchas ganas de ir a un lugar abarrotado y
elegante. Este lugar, sin embargo, era cualquier cosa menos elegante. Jack
tenía mi mano en la suya mientras bajamos dos escalones para entrar en el
restaurante. Todas las pequeñas y bonitas mesas tenían manteles rojos a
cuadros, cada mesa ocupada tenía dos velas pequeñas velas encendidas, y
yo no podía esperar a tener mis propias velas. Jack habló con la mujer que
se acercó a recibirnos y nos llevó a una de las mesas justo frente a la gran
ventana. En la mesa contigua a la nuestra se sentaban un abuelo y su nieto,
y estaban mordiendo sus primeros trozos de pizza.
Oigo cómo me ruge el estómago. Me quité primero los guantes, luego la
boina y la bufanda, y finalmente el abrigo. Jack estaba en el proceso de
retirar mi silla cuando dejó de moverse. Apreté los labios y traté de
mantener mi sonrisa. Se aclaró la garganta y se despegó. Me senté y él
ocupó su lugar frente a mí.
Me miró durante un largo momento antes de soltar un largo suspiro.
—Me dejas sin aliento, Rose Hawthorne.
Y ahí se fue mi propio aliento. Eso fue tan real y tan perfecto.
—¿Esta es una de esas veces?
—Sí.
Aclarando mi garganta, apoyé mis codos en la mesa y descansé mi
cabeza sobre mis manos.
—Es un buen comienzo. Continúa.
Sonrió y luego sus ojos bajaron lentamente a mis tetas.
Por fin.
—Pensé que te había dicho que te cubrieras, de pies a cabeza.
—Y te hice caso —acepté con facilidad—. Me puse mi abrigo, mi
bufanda, mis guantes, mi boina. Me puse todo lo que podía llevar.
—Buen intento —replicó él, sacudiendo la cabeza—. Hace mucho frío
ahí fuera te vas a poner enferma.
—No lo haré. Aquí todo es acogedor, cálido y perfecto.
Un chico que apenas parecía tener dieciséis años dejó nuestros menús,
interrumpiendo nuestra conversación. Dejé caer mis codos de la mesa y
comencé a revisar las opciones. El chico de al lado estaba charlando y
haciendo reír a su abuelo, y eso me levantó aún más el ánimo. Levanté la
vista del menú y alrededor del restaurante, notando los otros pocos clientes,
y me di cuenta que íbamos demasiado arreglados.
Me incliné hacia Jack y él me miró extrañamente.
—Ven aquí —le susurré.
—¿Qué?
Parecía tan sospechoso y adorable de una manera malhumorada que tuve
que reír.
—Sólo inclínate más cerca.
Lo hizo con cuidado.
—Creo que estamos un poco sobrevestidos.
Sus hombros se relajaron antes de mirar a su alrededor, y tuve que
morderme el labio para contener la risa. ¿Creía que iba a saltar sobre él?
—Sin embargo, me gusta —continué antes que tuviera la oportunidad de
decir algo, y sus ojos volvieron a mirarme—. Me siento especial. Sé que
este no es tu lugar habitual, así que aprecio que estés haciendo esto por mí
aún más. Gracias.
—No tienes que agradecerme, Rose. Es tanto para mí como para ti, y es
sólo una cena. No importa dónde estemos mientras estemos juntos.
—Ah, me acabas de matar, y eso es verdad. Eso es realmente cierto.
—Aun así me alegro que lo apruebes.
—Sí, lo has hecho bien. Puede que tengas suerte. Al final.
Otro movimiento de cabeza mientras dejaba su menú.
—No te rindes, ¿verdad?
Gemí y escondí mi cara detrás de mis manos.
—No soy yo, lo prometo. Es el médico.
—¿Cómo que es el médico? —Extendió la mano y tiró de mis manos
hacia abajo como si no pudiera tener los ojos en mi cara, al menos eso era
lo que me gustaba pensar.
—Sí te quiero, no voy a mentir sobre eso, pero no soy así. No soy nunca
así. Esto sólo está pasando porque él dijo...—Mirando al abuelo y el nieto a
mi lado, susurré: —Es porque él dijo que no puedo tener sexo. Ahora quiero
todo el sexo. No puede decirme que no puedo hacer algo. Entonces todo lo
que quiero hacer es... bueno, eso. Es el encanto de lo prohibido. ¿No eres
así?
—O quieres algo o no lo quieres. ¿Qué tiene que ver con ello?
Me incliné hacia atrás.
—Por supuesto que dirías eso.
—¿Qué se supone que significa eso?
Agité la mano en el aire.
—Eres... tú. Eres muy disciplinado. No creo que nadie ni nada pueda
afectarte. Como te gusta decir, puedes controlarte a ti mismo.
—Tú me afectas.
Sonreí. Fue una lenta y feliz.
—Tú también me afectas.
—Entonces, corrígeme si me equivoco: si el médico hubiera dicho que
está bien tener sexo, tú…
—¡Jack! —Solté un chasquido, acercándome para poner mi mano sobre
su boca.
—¿Qué? —murmuró.
Inclinando la cabeza hacia un lado, señalé al dúo sentado a nuestro lado
con mis ojos.
Jack levantó la vista y suspiró. Supuse que era su versión de pedir
liberación.
—Omite la palabra, pero sigue adelante —le indiqué mientras me volvía
a sentar.
—Si hubiera dicho que estaba bien hacerlo, ¿no me estarías pidiendo que
lo hiciera todos los días?
—Bueno, imagino que seguiría deseándote, pero no estoy segura que lo
dijera en voz alta, y definitivamente no tanto. Dos meses después de la
cirugía... bueno, desde entonces estoy extremadamente... lo que sea. —
Sintiendo que mi cara se sonrojaba, presioné el dorso de mi mano en la
mejilla.
—¿Qué pasa?
—Nada, sólo un poco de calor aquí.
—Termina la frase.
Nos cruzamos los ojos y logré sostener su intensa mirada durante la
friolera de diez segundos.
—Caliente —dije, mi voz frustrada y tal vez un poco más fuerte de lo que
esperaba—. Cachonda —repetí, esta vez más para mí.
La anfitriona, la chica que nos había acompañado a la mesa, volvió.
—Hola. Bienvenidos de nuevo. ¿Qué puedo ofrecerles, amigos?
Jack y yo seguíamos mirándonos fijamente, y no quise ser la primera en
romper el contacto visual. Fue él haciendo cosas como esta que hacía que
me enamorara más y más de él. Su intensa mirada lograba tocar todo tipo de
lugares, y cuando me miraba así, perdía la cabeza un poco.
—Hola —dije alegremente, y Jack finalmente movió su mirada hacia la
chica. Suspiré aliviada y me desplomé en mi asiento. Acababa de decirle
que estaba cachonda. Bonita elección de palabras, sin duda.
—¿Quieres compartir una pizza o vas a ir con pasta?
Volví rápidamente al mundo.
—Pizza.
—¿Qué quieres?
—Setas —solté—. Y quizá también alcachofas.
—¿Eso es todo?
—No, añade algo también. ¿Qué quieres?
—Pepperoni. ¿Quieres agua?
Asentí con la cabeza y dejé que terminara nuestro pedido, entonces, justo
cuando la chica se fue prometiendo traer nuestras bebidas lo antes posible,
mi mirada se fijó en una cabina vacía hacia el fondo.
—¿Supiste algo de tus primos?
Cuando le dirigí una mirada confusa, continuó.
—Sobre tu operación. ¿Te han llamado para saber cómo estás?
—No. Ni siquiera estoy segura de querer saber de ellos. Estoy
sorprendida que Bryan no haya vuelto a aparecer. ¿Te ha llamado? Siento
que se rindió demasiado fácilmente.
—No.
Como quería que esta noche fuera sólo sobre nosotros, cambié de tema y
no pensé demasiado en su expresión de enfado.
Señalando con mi dedo la cabina del fondo, esperé a que siguiera mi
dirección.
—Sí... eso es una mesa, creo.
—Ja, ja. —Le dirigí una mirada de soslayo e ignoré su seco comentario.
—¿Podemos sentarnos allí?
—¿No te gusta esto?
—No. No, me gusta, pero una cabina... no sé, se siente más íntima.
Jack llamó la atención de la chica mientras le llevaba un refresco al niño
lindo al lado de nosotros y luego me ayudó a salir de mi asiento y llevó mi
abrigo. El toque de su mano en la parte baja de mi espalda prácticamente
me abrasó a través de mi vestido. Subí primero y me desplacé.
En lugar de sentarse a mi lado, como supuse que haría y quería que
hiciera, se sentó enfrente.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, perpleja.
—¿Qué parece que estoy haciendo?
—Jack, te vas a sentar aquí. —Le di una palmadita al asiento de al lado—
Por eso quería una cabina.
—Para sentarte a mi lado —repitió.
Asentí lentamente.
—Podríamos haber acercado nuestras sillas.
—No es lo mismo. Vamos. Muévete.
—No te toques, Rose. Lo digo en serio. No me vuelvas loco en público.
Escuchar que tenía algún tipo de poder sobre él era estimulante. Feliz y
excitada, me reí y levanté las manos.
—Nada de toques, ya lo tengo. Vamos, no voy a morder. Lo prometo.
Y qué decir... tan pronto como se acomodó a mi lado, alcanzó mi mano y
la apretó fuertemente en la suya, jugando con mi anillo todo el tiempo. Era
él quien no podía dejar de tocarme, y a mí me encantaba cada segundo.
Hablamos durante horas en aquel pequeño restaurante italiano,
acompañados de unas románticas melodías italianas. Si Jack no estaba
tocando mi cara, me cogía la mano. Si no me cogía de la mano, me ofrecía
bocados de pizza mientras yo charlaba con él. Cuando no me hacía reír con
sus secos comentarios, apoyaba nuestras manos enlazadas en su pierna.
Cuando no sonreía o reía, me derretía.
También me besó. No sé por qué me sorprendió, pero me besó muchas
veces. Cada vez que se inclinaba hacia delante y sentía sus labios moverse
contra los míos, pidiendo entrada, mi corazón perdía su ritmo constante y
sentía la excitación burbujeando dentro de mí, el tipo de excitación que no
sabes cómo contener, un exceso de felicidad. Me encantó. Me enamoré
completamente de él en nuestra primera cita.
Fue la primera cita más perfecta que había tenido en mi vida.
Mi marido era perfecto. Con toda su arrogancia y picardía, Jack
Hawthorne era perfecto para mí.
No era lo que yo tenía en mente o incluso lo que quería para mí, pero era
perfecto y ya era mío, verdaderamente mío. No había duda de eso en mi
mente.
Capítulo Veinticuatro
Rose
Fue después de la primera cita oficial, no días después, sólo horas cuando
me desperté con una sensación extraña.
Era tan difícil dormir en la misma cama con Jack después que había
empezado a sentirme mejor de la cirugía. Por mucho que hablara de querer
meterlo desnudo en la cama, en realidad nunca hice nada al respecto, al
menos no cuando estábamos en la cama así.
Dicho esto, no me sorprendió encontrar a Jack haciendo la cucharita, eso
ocurría a menudo. Me despertaba en un montón de posiciones diferentes
por la mañana, usualmente con mi cara metida bajo su barbilla, mi mano
sobre su pecho.
A veces mi cara estaba sobre su pecho con sus brazos rodeándome, y
había habido algunos casos en los que nos habíamos despertado fundidos el
uno con el otro como lo estábamos en ese momento.
Cuchara pequeña, cuchara grande.
En el hospital, esa había sido la única posición en la que habíamos
dormido, pero eso era sólo porque la cama no era lo suficientemente grande
para cualquier otra posición. En el hospital, el sexo había sido lo último en
lo que había pensado, pero fuera de él... los últimos dos meses, las cosas
habían sido diferentes. En los casos en que nos habíamos despertado con su
frente pegada a mi espalda, normalmente se levantaba de la cama lo más
rápido posible y yo me despedía en silencio de su hermosa erección que me
presionaba por detrás.
Esas mañanas eran mis favoritas, porque era otra cosa despertar envuelta
en sus brazos. Me sentía protegida, cuidada, y quizás por primera vez en
mucho tiempo primera vez en mucho tiempo, como si perteneciera a algún
lugar: en sus brazos.
Esas veces, no era lo suficientemente valiente como para burlarme de él,
y simplemente cerraba los ojos y me saciaba.
Cuando ambos estábamos en posición vertical y con ropa de verdad, era
cuando yo aprovechaba y lo hacía retorcerse. Demasiado para mi valentía.
—¿Jack? —murmuré, mirando por encima de mi hombro. Sus labios
estaban justo ahí, a sólo unos centímetros, y me estremecí cuando esos
mismos labios llenos presionaron un beso en mi hombro desnudo. Al
parecer, ya estaba despierto. Intenté girar sobre mi espalda para poder
mirarlo, pero con su cuerpo cubriendo el mío, no era posible. Sólo conseguí
girar hasta la mitad, y el resto del camino lo hice con el cuello hacia atrás.
—¿Está todo bien? —grazné, con la voz cargada de sueño.
Aparte de las luces de la ciudad que proyectaban una sombra sobre su
cara, no había luces encendidas, sólo nosotros.
—Vuelve a dormir —susurró.
La mano de Jack encontró la mía y la levanté, palma contra palma, su
piel cálida contra las yemas de mis dedos.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Nada.
Viendo nuestras manos bailar mientras él golpeaba suavemente sus dedos
contra los míos en la poca luz, uní mis dedos con los suyos, fuertemente, y
le escuché soltar un largo suspiro.
—¿Quieres que me crea que te has despertado para tomarme de la mano?
—Hoy he hablado con tu médico.
Giré mi cuerpo un poco más hacia él y observé con cautela su cara.
—¿Cuándo?
—Después de la cena. Llamé a su teléfono privado.
—¿Y? —pregunté con ansiedad cuando no continuó. Estaba empezando
a odiar la palabra médico.
—Hoy me ha enviado el correo electrónico con los resultados, y pensé
que era una factura, así que lo abrí. La resonancia magnética estaba limpia.
La cirugía funcionó. No hay ningún desgarro en tu membrana.
Cerré los ojos y dejé caer la cabeza sobre la almohada, soltando el mayor
suspiro del mundo. Me sentía un poco mareada por el alivio.
Me había quitado un peso de encima con sus palabras, el equivalente a un
bebé elefante. Me sentí mucho más ligera.
—Pero todavía tienes que tener cuidado, lo sabes, ¿verdad? —me Jack
recordó.
Lo sabía. El doctor me había advertido que normalmente cuando una
fuga de LCR ocurre de la nada, hay una alta probabilidad que el mismo
problema pueda aparecer en una parte diferente de la membrana. Si la
presión es constantemente alta, es realmente es inevitable.
Abrí los ojos y miré a Jack con una gran sonrisa.
—Lo sé, lo sé, pero aun así me alegro de tener buenas noticias. —Sin
embargo, Jack no parecía tan feliz. Bajé las cejas—. ¿Todo lo demás está
bien? No pareces muy emocionado. —Toqué el espacio entre sus cejas con
la punta del dedo después de sacar mi mano de su agarre—. ¿Por qué ese
ceño fruncido?
Atrapando mi dedo en su mano, se inclinó hacia abajo y presionó un
suave beso en mi sien que hizo que mis ojos se cerraran y todo mi cuerpo se
despertara y se fijara en el hombre que me miraba con una expresión en su
rostro.
—Jack —murmuré. Mi cerebro gritaba ¡Peligro! de los buenos.
—Pregunté si estábamos autorizados para el sexo.
Eso me hizo callar. Mi ritmo cardíaco aumentó lentamente, y de repente
la habitación se sintió más caliente.
—¿Y?
Tragué y contuve la respiración.
Sus dedos victoriosos encontraron la forma de unir los míos con los
suyos de nuevo, y los apretó mientras me miraba fijamente a los ojos.
—Dijo que si nos lo tomábamos con calma, estaría bien.
—Huh.
Eso fue todo lo que se me ocurrió decir. Huh. Seguro que era una genio.
Le di la espalda pero mantuve mi agarre fuerte en su mano para que se
viera obligado a cucharearme de nuevo.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Pensé que debíamos esperar los últimos cinco días.
—¿Ahora? Ahora no crees que debamos.
—No, no creo que debamos.
—¿En qué estás pensando? —me susurró al oído con voz ronca, haciendo
que todos los pelos de mis brazos se levantaran—. Pensé que estabas
esperando esto. Pensé que querías esto.
Me mordí mi labio inferior. Podía escuchar cada pequeño ruido en la
habitación. Su respiración era baja y profunda, y el sonido que hacían las
sábanas cuando metía sus piernas detrás de las mías era un suave swoosh,
acariciando mis sentidos.
Estaba a punto de gemir como una niña pequeña cuando sentí su lengua
en mi cuello, besándome, saboreándome.
—Sí quiero —susurré, con los ojos cerrados como si temiera que me
oyera.
El silencio siguió a mis palabras durante al menos un minuto entero.
—Está bien, Rose. Vuelve a dormir —me susurró.
¿Cómo iba a hacerlo si su erección era cada vez más difícil de ignorar?
Apreté los ojos y fui a por ello.
—No pensé que me lo pedirías.
—¿Pedirte qué?
Gimiendo, giré mi cabeza y la enterré en la almohada, tratando de ser
cuidadosa con mi nariz.
—Suena raro cuando lo digo en voz alta.
—¿Cómo vas a saberlo si no lo dices? Vamos, escuchémoslo.
Soltando la respiración, abrí los ojos y miré por las ventanas de las
puertas de la terraza.
—Pensé que cuando pasara, simplemente... pasaría.
Su mano soltó la mía y empezó a acariciar mi cintura y luego mi brazo.
—¿Qué quieres decir exactamente?
¿Cómo podía pensar en algo cuando me estaba tocando?
—No sé si te has dado cuenta que hablo mucho, Jack, pero no soy
exactamente una experta cuando se trata de ponerse a trabajar. No estoy
diciendo que sea mala o nada, sólo digo que no soy nada especial cuando se
trata de eso. Sólo he estado con tres personas y media.
—¿Media? No, lo retiro. No quiero saberlo. Ya quiero matar a los tres y
medio de ellos.
—Qué bonito. Sabes que soy una romántica, así que pensé que cuando
llegara el momento, me despertarías en medio de la noche y me llevarías, ya
sabes, porque no podías esperar más... o entraríamos en el apartamento y
me levantabas y yo te rodeaba con mis piernas y decías: “A la mierda” y lo
hacíamos, o me empujabas contra la pared y lo hacías así. No pensé que me
pedirías permiso para tener sexo conmigo. Esto me hace sentir nerviosa.
—Parece que has estado pensando en la logística de esto.
—Por supuesto que lo he hecho.
—No te he pedido permiso.
—Estaba implícito.
—¿Te sientes nervioso por algo? No lo creería si lo viera con mis propios
ojos.
Frunciendo el ceño, giré la cabeza para poder mirarlo mientras sus dedos
presionaban en mi piel, sujetándome por la cintura.
—¿Te estás burlando de mí?
Capté su sonrisa justo antes que capturara mis labios en un profundo beso
y mis ojos se cerraron solos. Deslicé lentamente mi lengua, rozándola
contra la suya mientras me ponía de espaldas para poder besarle más
profundamente. Esta vez me dejó, y su respuesta fue gloriosa. Sus dedos
levantaron la parte inferior de mi camisa y, sin dudar en absoluto, metió la
mano en mi ropa interior, yendo directamente a mi núcleo.
Gemí en su boca y dejé que mis muslos se abrieran. Él gruñó de vuelta y
empujó un dedo dentro de mí y luego añadió otro lentamente. Mi cuerpo no
ofrecía resistencia, ya estaba mojado para él. Hice un sonido bajo en el
fondo de mi garganta cuando él empujó sus dedos tan profundo como
podían ir, moviéndose con una lentitud insoportable.
Seguí besándolo, sujetando su cara con mis dos manos, cada vez más
hambrienta. Estaba tan preparada para esto, para que lo nuestro fuera algo
real, y esto estaba sellando el trato. Lo habíamos hecho todo al revés,
incluso me había enamorado de él antes de tener una primera cita oficial,
pero esto... esto haría que todo estuviera bien.
Cuando me aseguré que no terminaba el beso antes de lo que yo quería,
mis manos se las arreglaron para encontrar su camino hacia abajo en sus
pantalones, y el beso se convirtió en algo muy diferente una vez que tuve
mi mano alrededor de la base de su polla.
Todavía lo besaba sin control, respiré profundamente por la nariz y gemí
dentro de su boca cuando empezó a meterme los dedos en serio, con su
pulgar presionando firmemente mi clítoris. Moví mis caderas todo lo que
pude, su mano me hacía perder la cabeza.
Mi cuerpo ardía y cosquilleaba al mismo tiempo, separé mi boca de la
suya y me mordí el labio para contener un gemido vergonzosamente largo y
sonoro. Mi mano se apretó alrededor de su polla. Podía oír todos los ruidos
que él hacía al meterme los dedos, y eso me ponía más nerviosa.
—Estás goteando sobre mi mano otra vez —murmuró, y me alegré de ver
que estaba sin aliento como yo. Me pellizcó la mandíbula, el cuello, el
lóbulo de la oreja.
Todo lo que pude hacer a cambio fue agarrar su polla, dándole un tirón
muy fuerte de vez en cuando, cuando me acordaba de hacerlo.
Toda mi atención se centraba en sus dedos y luego sus labios recorrían mi
cuello, mordiendo suavemente y lamiendo. Estuve a punto de correrme
sobre su mano. Trabajé mis caderas, empujándolas hacia abajo para tomar
más de sus dedos aunque él me estaba dando todo. Quería más, más
profundo, más fuerte.
Sólo me di cuenta que estaba diciendo mis pensamientos en voz alta
cuando él dijo:
—De acuerdo. Lo que quieras, Rose, te lo daré.
Cuando sacó sus dedos de mí, me puse un poco sobria.
—Pero...
—Shhh.
Cerré las piernas, tratando de encontrar algún tipo de alivio, y empecé a
tirar de su gruesa polla un poco más rápido ahora que podía usar mi cerebro
de nuevo, pero él puso fin a eso rápidamente sentándose y sacando
suavemente mi mano de sus pantalones.
Cuando intenté sentarme también, me puso suavemente una mano en el
hombro y me mantuvo en su sitio.
—Quédate quieta un segundo.
Resoplé, pero dejé de retorcerme cuando fue por mi ropa interior y me la
quitó.
—Mierda. —Cuando sus dedos me separaron y sentí el aire fresco entre
mis piernas, ya estaba jadeando. Toda mi atención estaba puesta en Jack y
en lo que haría a continuación. Puso sus grandes manos en el interior de mis
muslos y me abrió más para su mirada.
Dos dedos posesivos volvieron a entrar en mí, y luego esos dos se
convirtieron rápidamente en tres que me penetraron en tijera. Por mi vida,
no podía mantenerme quieta y cuanto más miraba donde sus dedos estaban
desapareciendo dentro, más caliente y brillante era el fuego dentro de mí. Él
se inclinó y empezó a lamerme el clítoris y todo su alrededor con una
lengua firme.
—Jack —maullé avergonzada.
—Bien —murmuró, y después de una última y deliciosa lamida, se
detuvo de nuevo.
Gemí y traté de cerrar las piernas con sus dedos todavía dentro. Estaba
bastante segura que eso me ayudaría a aliviarme.
Su palma presionó la sensible piel del interior de mi muslo.
—No, mantenlas abiertas.
—Yo también quiero verte —admití—. No me siento particularmente
paciente en este momento.
—Yo tampoco —coincidió, con sus ojos devorándome. Lo siguiente que
supe fue que sus dedos me abandonaron y se estaba quitando la camiseta.
Todavía estaba tratando de superar que sus pectorales y abdominales
estaban fuera de mi alcance. Había insistido en estar completamente vestido
en todo momento cuando estaba en la cama conmigo. Yo había estado en
desacuerdo de todo corazón, pero él había ganado. Se bajó de la cama. Yo
me senté recta y me pusede rodillas en medio de las sábanas.
—Jack —empecé, pero no llegué muy lejos ya que él se deshizo de los
pantalones del pijama al instante. No pude apartar la vista de su gruesa y
venosa polla que se balanceaba en el aire, casi llegando a su ombligo.
Oh, esto estaba sucediendo realmente, y yo estaba a favor de ello.
Sosteniendo sus ojos con los míos, alcancé la parte inferior de mi camisa
y me la quité. De todos modos, la ropa estaba sobrevalorada. Luego me
llevé la mano a la espalda y me quité el sujetador, tirando los dos al suelo.
Un segundo después, Jack soltó un largo gemido y estaba de vuelta en la
cama conmigo, se dirigió directamente a mi boca.
Comparado con el beso que me dio entonces, todos los besos que
habíamos compartido hasta ahora se considerarían inocentes. Incliné la
cabeza hacia un lado y lo dejé entrar más profundo. Una de sus manos me
cogió por la nuca, la otra me agarró por la cintura en un agarre casi
contundente. No me importaba. Lo único que importaba era que me estaba
abrazando para poder tomar todo lo que quisiera. Su polla estaba presionada
entre nosotros, la cabeza húmeda e hinchada rozando mi estómago. Su otra
mano se soltó de mi cintura y subió por ella, el arrastre de su piel sobre la
mía me llevó aún más al delirio cuando encontró mi pecho y lo moldeó en
su mano, apretando y tirando de mi pezón hasta que gimió y emitió todo
tipo de ruidos.
En el momento en que sus labios dieron un respiro a los míos, se dirigió a
mis orejas, lamiendo y mordisqueando mi garganta hasta llegar a mis tetas.
Arqueé mi espalda, ofreciéndome a él. Se aferró a mi pezón con su boca y
comenzó a chupar con tirones profundos y sensuales mientras su otra mano
se movía para acariciar y amasar el otro, preparándolo para el mismo
tratamiento. Dejé caer mi cabeza hacia atrás y enredé mis dedos en su pelo,
agarrando con fuerza.
Sentía que el corazón me latía en la garganta y que mi pulso estaba por
todas partes. Había una cosa de la que estaba segura: Nunca olvidaría a Jack
Hawthorne y su toque en esta vida.
Cuando succionó mi pezón en su boca más profundamente y con más
fuerza de lo que yo esperaba, tuve que estabilizarme con una mano
alrededor del duro músculo de su hombro mientras intentaba recuperar el
aliento. Nunca en mi vida había llegado a eso, pero estaba
sorprendentemente cerca.
—Jack —murmuré en una exhalación mientras él susurraba y chupaba
mis pezones, enviando electricidad por todo mi cuerpo. No estaba segura de
cómo estaba manteniéndome de rodillas—. Jack —repetí—. Te deseo. No
puedo esperar. No quiero esperar.
Cuando levantó la cabeza para mirarme a los ojos, yo seguía gimiendo,
mi cuerpo se agitaba. No me había corrido, pero estaba muy cerca de
hacerlo.
—Hmmm —murmuró, besándome de nuevo, enredando su lengua con la
mía. A pesar que estaba desnuda, sentía calor en todo el cuerpo, un
cosquilleo—. ¿Estás segura que no es sólo una charla? ¿De verdad quieres
que te folle?
Metí la mano entre nosotros y le di unos lujuriosos tirones que, por lo que
pude ver, disfrutó ya que me mordió el labio inferior. Usé mi pulgar para
extender el líquido caliente alrededor de la cabeza y antes que pudiera hacer
nada más, se apartó y se dirigió a la mesilla de noche. Observé con asombro
cómo abría un paquete de preservativos y se lo ponía lentamente. Yo misma
los había puesto para darle una pista. En el momento en que lo hizo, estaba
a mi lado.
Giró mi cuerpo hasta que estuve de cara a la cabecera y él estaba de
rodillas justo detrás de mí.
—Abre las piernas todo lo que puedas para mí, nena —murmuró, sus
labios lamiendo y mordiendo mi cuello. Cada beso provocaba un escalofrío
en todo el cuerpo, y estaba segura que moriría feliz después de esto—.
Agárrate a la cabecera si lo necesitas.
Me excitaba como nunca antes lo había hecho. Haría lo que él quisiera.
Me puse de rodillas y abrí las piernas más abiertas, equilibrándome con una
mano en el cabecero. Cuando él puso las dos manos en el interior de mis
muslos y me abrió aún más, y las yemas de sus dedos rozaron mi humedad,
me pareció experimentar un pequeñísimo orgasmo.
Mi garganta ya estaba ronca cuando finalmente se acomodó entre mis
piernas bien abiertas, sus rodillas apoyadas justo al lado de las mías,
manteniéndome abierta.
—Echa la cabeza hacia atrás —me susurró al oído, provocando otro
escalofrío que me recorrió el cuerpo.
—Jack —gemí. Parecía que no se me ocurría ninguna otra palabra.
—Te necesito tanto —susurró, sus labios se movían contra mi piel
mientras hablaba, su aliento caliente me mantenía en vilo. Lo soportaría,
soportaría que me necesitara cualquier día.
Sentí su palma izquierda cubriendo mi estómago y luego su mano
derecha guiando su polla entre mis piernas, moviéndola arriba y abajo de mi
abertura, extendiendo mi humedad por todo el cuerpo.
—Jack —volví a repetir.
—Hmmm.
—Por favor... suficiente.
—Me deseas.
—Lo hago.
—Dímelo. Di las palabras.
—Te deseo como una loca, Jack.
—Sólo a mí, Rose. Soy el único.
Cerré los ojos. Entonces quería que tuviera una muerte lenta.
—Nunca quise a nadie tanto como a ti.
Eso pareció satisfacerlo.
—Bésame entonces. Dame tu boca antes que te tome —dijo.
La parte posterior de mi cabeza ya estaba apoyada en su hombro, así que
la giré hacia la izquierda, y su boca tomó la mía en un áspero beso. Lo
siguiente que supe, antes que pudiera respirar, es que estaba empujando
dentro de mí en un lento e interminable deslizamiento. Separé mis labios de
los suyos y solté un largo gemido, con la cabeza echada hacia atrás y los
ojos cerrados.
—¿Está bien? —preguntó, y todo lo que pude hacer fue morderme el
labio y asentir—. Te sientes tan bien —murmuró, introduciendo el resto de
su polla. Me estaba abriendo de par en par y a mí me encantaba. Mis
músculos se estremecieron y mi gemido comenzó.
Ya podía ver los colores bailando delante de mis ojos.
—Eso es tan bueno, Jack.
—¿Sí?
Su palma izquierda empujó más fuerte en mi estómago, tirando de mí
contra él, y finalmente lo tomé todo. Intenté abrir más las piernas para estar
más cómoda porque mi muslo derecho había empezado a temblar, pero el
poco dolor que me produjo su tamaño y nuestra posición hizo que todo se
sintiera cien veces mejor.
Empezó a retirarse y yo me agarré a su antebrazo para sujetarme a él.
Una de mis manos seguía agarrando el cabecero, pero necesitaba sentir su
piel contra mis dedos.
—Tranquila —gemí.
—¿Quieres que pare? ¿Tan pronto?
—Te mataré si te detienes —jadeé.
—¿Entonces qué? ¿Duele? —preguntó, con su nariz rozando mi cuello.
—Me duele mucho —logré decir.
—Bien.
Lentamente, sacó sólo hasta la mitad y volvió a empujar. Esta vez, lo
acepté con más facilidad. Nunca había tenido sexo tan lento, nunca había
sabido que podía sentirse tan bien y también deliciosamente doloroso en
cierto modo.
—¿También es bueno para ti? —pregunté, sintiéndome atrevida.
—No tienes ni idea —gimió, comenzando a empujar con firmeza
mientras me acomodaba a su tamaño. Lo estaba empapando con mi
humedad.
—Podría follarte así durante horas.
Sintiéndome abrumada, me reí, pero entonces él empujó hasta el fondo y
se convirtió en otro gemido.
—Creo que me moriría de placer.
—Nunca te dejaría morir, sólo intento follarte bien.
—Me encantaría morir así.
Comenzó un ritmo lento que me hacía gemir constantemente. Cada vez
que mi cabeza caía hacia adelante, me advertía que la mantuviera inclinada
contra él, y su preocupación por mí ayudaba a aumentar mi placer cada vez
más.
—¿Era esto lo que imaginabas todas las veces que te burlabas de mí?
—Mejor —susurré, y sus dedos se clavaron más en mi estómago. Mi
respiración y el corazón fuera de control, apreté mi agarre en su antebrazo.
Ambos dejaríamos nuestra marca en el otro para cuando termináramos, y yo
no querría que fuera de otra manera.
—Jack —jadeé, con un poco de pánico en mi voz a los pocos minutos de
haber empezado a follarme.
—¿Qué? ¿Volvemos a parar? —preguntó, sin disminuir sus embestidas.
Agarré la muñeca de su mano izquierda, que seguía presionando mi
estómago.
—No, no, no —siseé, y sus embestidas empezaron a ser más profundas y
rápidas. Retrocedí las caderas, tratando de llevarle aún más adentro. Su
mano derecha me rodeó también, agarrando mi cadera mientras mi trasero
rebotaba en la parte superior de sus muslos—. Jack... Jack, me voy a correr.
No te detengas.
—Vamos, Rose. Córrete sobre mi polla, nena. Déjame sentir cuánto me
deseas. —Me mordió el lóbulo de la oreja y me perdí—. Sí, nena. Así.
Móntala. Toma mi polla.
Cerré los ojos, y al escuchar su voz áspera me empujó justo al borde y al
olvido. Jadeando su nombre, sentí que el calor estallaba entre mis piernas, y
todos los músculos de mi cuerpo se tensaron. Me solté de la cabecera y tiré
mi mano derecha hacia atrás, agarrando el cabello de Jack, tirando
involuntariamente, gemí largo y tendido mientras mi cuerpo se estremecía
en sus brazos y él seguía cabalgando y siguió cabalgándome con fuerza
durante mi orgasmo, con sus labios trazando una línea invisible en mi
cuello.
Cuando mi cuerpo empezó a relajarse en torno a él, redujo la velocidad.
—¿Ha sido suficiente?
No pude hacer otra cosa que asentir. Había hecho demasiado ruido y me
había corrido demasiado fuerte.
Cualquier parte que estuviera en contacto con mi cuerpo ardía, pero
sentía el calor en mis mejillas aún más.
—¿Sientes lo resbaladiza que estás para mí? ¿Cómo te has corrido en mi
polla?
Era imposible no sentirlo. Mi única respuesta fue otro movimiento de
cabeza. Él se adentró más en mí mientras yo gemía. Su mano derecha tomó
el peso de mi pecho, y me arqueé descaradamente hacia él.
La lujuria me lamió la piel. Cuando aceleró su ritmo un poco, aspiré una
bocanada de aire.
—Mierda.
—Te vas a correr otra vez.
—Siempre dando órdenes —murmuré, con toda mi atención puesta en el
lugar donde nos convertimos en uno.
—No era una orden, Rose, sólo señalaba lo obvio.
Enterró su cara en mi cuello y pellizcó mi pezón, sus empujones sin
concesiones. Solté algo entre un jadeo y un gemido.
Dios, la fuerza con la que me sujetaba era tan poderosa como sus
empujones. Aflojé mi agarre en su muñeca y extendí mi mano sobre la
suya, diciéndole en silencio que quería más presión.
—Te voy a lastimar —susurró.
—Quiero que lo hagas —le susurré, girando la cabeza y presionando mi
frente contra su caliente garganta caliente.
—¿Por qué?
—Quiero todo de ti, Jack, todo y más. Quiero que dejes una marca en mí
—No era más que una declaración en voz baja que tenía un doble sentido al
darme cuenta que estaba a segundos de otro orgasmo.
—Abre la boca —ordenó, moviendo la cabeza hacia atrás.
Levanté la cabeza y dejé que invadiera mi boca en un beso ardiente en el
mismo momento en que sus empujones se volvieron exquisitamente
exigentes. El sabor de él, de su hambre me invadió mientras empezaba a
correrme de nuevo. Movió su mano derecha por mi cuerpo, y la sensación
de su piel contra mis zonas sensibles me hizo temblar en sus brazos
mientras me martilleaba. No hizo nada más que cubrir mi coño con su
mano, el talón de la misma presionando con fuerza sobre mi clítoris.
A través de la niebla que había llenado mi cerebro, le sentí penetrar más
profundamente mientras gemía dentro de su boca, con mi cuerpo temblando
por las consecuencias.
Los pequeños gruñidos de placer que se escapaban de él hacían que se me
encresparan los dedos de los pies. Empujó profundamente dos veces más, y
luego se detuvo en mi interior. Gemí suavemente mientras mis músculos
internos se estremecían en torno a su longitud. Estaba perdida en su
hambre, su hambre de mí.
Me dio unos cuantos empujones más, perezosos y exuberantes, que me
acariciaron desde el interior mientras sus dos manos se apoyaban en mis
muslos. Tuve la sensación que no quería soltarme, lo que me parecía bien.
Yo tampoco quería que me soltara nunca.
—¿Esto es real? —pregunté, sin aliento, cuando empezó a salir.
Se quedó quieto detrás de mí.
—¿Qué quieres decir?
—No estoy soñando esto, ¿verdad? —Moví mis manos arriba y abajo por
sus antebrazos, mi cabeza seguía apoyada en su ancho hombro. Girando la
cabeza, lo miré con ojos aturdidos y probablemente medio perdidos.
Él esbozó la sonrisa más dulce y sexy y me besó los labios.
—Esto... nosotros...es lo más real que puede haber. —Sus manos se
movieron y me rodearon con un fuerte abrazo, sus antebrazos sosteniendo
el peso de mis pechos. Después de un largo apretón, que me encantó, me
susurró al oído—. Necesito deshacerme del condón, nena. Suéltame.
Dejé caer mis manos y contuve un pequeño gemido cuando se retiró.
Sin embargo, no pude evitar el temblor de mi cuerpo cuando su palma se
movió en la curva de mi culo.
—Acuéstate, estás temblando.
Lo hice con gusto.
Cuando volvió, estaba escondida bajo las sábanas, con la cabeza apoyada
en la almohada, con las manos metidas bajo la mejilla. Seguí cada uno de
sus movimientos y me felicite en secreto cuando me di cuenta que todavía
estaba desnudo. Su polla era impresionante incluso cuando no me hacía
nada.
Se acostó, de cara a mí.
—Hola —le susurré.
Respiró profundamente y luego lo soltó.
—Hola, Rose. —Sus labios se encontraron con los míos y sonreí a través
de nuestro efímero beso— ¿Por qué sonríes? —me preguntó, sus labios se
movieron contra los míos mientras nuestras narices chocaban.
—Compartiría mi puerta contigo cualquier día, Jack Hawthorne.
Sus cejas se juntaron.
—¿De qué estás hablando?
—Si nunca has visto Titanic, no puedo estar casada contigo —dije
seriamente.
Desgraciadamente, la confusión no desapareció de sus ojos, pero una
sonrisa.
—Creo que es un poco tarde para eso.
—No lo has visto. Jack y Rose... el Titanic...
—Conozco la película, pero creo que no la he visto.
—Si estuviera segura de poder salir de esta habitación, te obligaría a
verla pero como eso no va a pasar, despeja tu agenda, la veremos mañana.
Su mano me apartó el cabello de la cara.
—Bien. ¿Cómo te sientes?
Ahora dejo que mis propios labios se curven.
—Por un minuto, mi cerebro hormigueó.
Su expresión se volvió seria, su cuerpo se puso tenso.
—¿Te sientes bien? ¿Fue demasiado?
Levanté la mano y suavicé su ceño.
—Estoy bien, pero había definitivamente un cosquilleo ahí arriba. —Me
incliné hacia delante y lo besé. Cerrando los ojos, con el corazón en la
garganta, susurré contra sus labios—: Ha sido el mejor sexo de mi vida,
Jack.
—Bien.
Me aparté y le miré a los ojos, que se escondían en las oscuras sombras
de mi habitación.
—¿Eso es todo? Será mejor que digas algo más.
Sus cejas se alzaron.
—¿Quieres oír que tú también eres mi mejor?
—Sí, y más. Por favor.
Entonces se rio, y si los sonidos que hacía al correrse eran los más sexys
que había escuchado, el sonido de su risa en la cama conmigo era el más
dulce. Se puso sobrio rápidamente, pero eso no me impidió escuchar la
sonrisa y diversión en su voz.
—Tú también eres lo mejor que he tenido, Rose.
Esperé. Y él también.
—Más —dije—. Y que sea más creíble.
Una ceja se alzó y su mano se coló detrás de mí y me atrajo hacia sí hasta
que volvimos a estar piel con piel. Su polla semidura contra mi estómago y
me miró a los ojos, sin dejar de sonreír.
Ya estaba sin aliento, ¡maldita sea!
—Eres la única mujer con la que quiero dormir abrazado y despertar
junto a ti, Rose Hawthorne. Nunca te dejaré. Nunca te olvidaré.
El calor me recorrió la piel, los latidos de mi corazón sonaron con fuerza
en mis oídos. Me aclaré la garganta.
—No está tan mal. Supongo que es bueno que no seas tan malo en la
cama.
Nunca te dejaré.
Esa afirmación me robó el aliento de los pulmones. La afirmación obvia
habría asustado fácilmente a otra mujer, pero me empapé de cada palabra
cruda y dejé que me llenaran. Nunca había pertenecido a nadie, no así, no
como lo que Jack me estaba ofreciendo.
—¿Sexo? —bromeé— ¿Otra vez? Ya sabes, ¿sólo para que podamos ver
si la primera vez fue una casualidad?
Su respuesta fue susurrada contra mis labios con una sonrisa mientras sus
ojos sostenían mi mirada vulnerable.
—Sí, cariño. Otra vez.

Al día siguiente, tenía el mismo aspecto de alguien que se había hecho


con algo.
Había muchas sonrisas en la cafetería y yo caminaba sobre las nubes. A
Owen no le importaba asegurarse que sabía lo que pensaba de mí cuando
seguía sonriendo a mí misma justo enfrente de él, al otro lado de la isla de
la cocina.
Cuando vi la cara de Jack parpadear en la pantalla de mi teléfono justo
antes que abriéramos, mi mañana alcanzó un punto álgido.
—Hola.
—Mi Rose. —Había ese atisbo de sonrisa que me encantaba ver en sus
labios en su voz cuando hablaba—. ¿Cómo te sientes?
—Perfecta —susurré, moviéndome hacia una esquina mientras miraba las
ajetreadas calles de Nueva York. Habíamos vuelto a tener sexo, Jack y yo,
una vez más después de la primera vez, y luego otra vez por la mañana, lo
que elevó nuestro total a tres. No era un mal número cuando lo pensabas, y
sabiendo que la primera vez no había sido una casualidad era sólo la guinda
del pastel. Tenía todo tipo de moretones, pero me gustaban especialmente
los que tenía en los huesos de la cadera y los lados de mi estómago. Cuando
cerré los ojos, todavía podía sentir sus dedos clavándose en mi piel.
—¿Cómo te sientes?
Su respuesta fue suave y gentil, tan opuesta a él.
—Perfecto.
Miré mis zapatos y sonreí.
—Tenemos buen sexo.
—Eso hacemos.
—¿Querías decir algo?
—¿No puedo llamar a mi esposa porque quiero?
—Puedes, y también deberías. Siempre que se te pase por la cabeza,
deberías llamarla o mandarle un mensaje. Creo que le gusta hablar contigo.
—¿Eso crees?
—Sí, definitivamente lo creo.
—Cuéntame más. ¿Qué más le gusta?
Miré por encima de mi hombro para asegurarme que Sally seguía
ocupada apilando los sándwiches y no pudiera oírme.
—Le gusta cuando le susurras al oído.
Mi propia voz había bajado a un susurro áspero mientras mi cuerpo se
estremecía sólo de pensar en la noche anterior y en esa mañana.
Escuché a Jack aclararse la garganta y murmurar algo a alguien que
aparentemente estaba en su oficina con él. Esperé hasta que regresó a mí.
—Lo siento. Me acompañaba un socio menor. Ahora estoy solo.
Asentí, olvidando que no podía verme.
—¿Qué estás haciendo?
—Me estoy preparando para una reunión.
—Y estamos a punto de abrir.
—Ya veo.
—Creo que te he echado de menos —admití en voz baja. Habían pasado
sólo horas desde que le había robado un último beso cuando se unió a
Raymond y a mí en nuestro pequeño viaje matutino. Había dicho que quería
llegar temprano a la oficina para repasar algunas cosas, pero también que no
quería soltarme. Me había besado entonces, justo delante de mi cafetería.
¿Y qué? había dicho una vez que me había dejado sin aliento y con hambre
de nuevo.
—¿Tú crees? —preguntó, sonando divertido.
—Lo sé.
—¿Te gustaría comer conmigo entonces?
—¿Rose? —Miré hacia arriba y a un lado para ver a Sally sonriéndome
—. ¿Debería desbloquear la puerta?
—Sí, sí. Lo siento, iré a ayudar en un segundo.
Me hizo un gesto con la mano.
—Yo me encargo. —Luego, con una sonrisa aún más grande, ella abrió la
puerta y dio la bienvenida a nuestros dos primeros clientes del día. Ni
siquiera me había dado cuenta que estaban esperando fuera en el frío.
Básicamente apretándome en la esquina, centré mi atención de nuevo en
Jack.
—Si me echabas tanto de menos que no podías seguir con tu día sin
verme durante tu almuerzo, consideraría esa opción... pero ya que no tienes
mi…
—Siempre me llamarás, ¿no?
—Creo que eso es un hecho.
—Bien. Bueno, si no sales a comer conmigo, todo mi día estará arruinado
porque no podré pensar en nada más que en ti, y en tu gusto.
Me sonrojé. Definitivamente, él conocía mis gustos.
—Bien. Comeré contigo. Tendré que cancelar todos mis otros planes,
pero sólo porque has insistido mucho.
Mientras sonreía a mis zapatos, se hizo un gran silencio al otro lado de la
línea.
—¿Jack?
—Te haré feliz, Rose. Lo prometo.
Las palabras se atascaron en mi garganta por un breve momento.
—Te haré feliz también, Jack.
Antes que pudiera responder, escuché una voz inesperada e inoportuna
detrás de mí.
—¿Rose?
Mi sonrisa se borró antes de ponerle los ojos encima. Joshua. Su cabello
estaba peinado hacia atrás, lo que le hacía parecer un completo imbécil, y
llevaba un traje, nada tan bueno como los trajes de Jack, pero aun así un
traje negro. Él parecía perfecto para alguien tan rico como Jodi. Cuando
habíamos estado juntos, él no había sido así, sin cabello alisado, sin trajes.
Era como si se hubiera moldeado a sí mismo en una persona diferente, o tal
vez mi prima lo había moldeado en una persona diferente. En cualquier
caso, no era asunto mío.
—Jack —dije, todavía sosteniendo el teléfono en mi oído—. Yo... eh,
acabamos de abrir.
—Debería irme. Te enviaré un mensaje cuando bajemos un poco el ritmo.
Después de una rápida despedida, colgué el teléfono.
—¿Qué estás haciendo aquí, Joshua? Otra vez.
—Me gustaría hablar contigo, si tienes unos minutos.
Lo miré con el ceño fruncido. No teníamos nada que hablar. Miré por
encima de su hombro, molesta porque casi estaba bloqueando mi vía de
escape.
—Acabamos de abrir. —Repetí las palabras que le había dicho a Jack—.
No tengo tiempo para hablar, necesito trabajar.
Él sonrió, una pequeña expresión íntima que sólo me puso más molesta
porque se estaba metiendo con mi mañana feliz. Él no pertenecía allí.
—No me importa esperar.
Como estábamos empezando a llenarnos de clientes, no podía hacer una
escena y echarlo directamente. Así que, me encogí de hombros y, girando
los hombros para no acercarme demasiado, pasé junto a él.
Lo hice esperar más de una hora, con la esperanza que se aburriera y se
fuera por su cuenta. No recordaba ni una sola vez que me hubiera esperado
ni siquiera un cuarto de hora más, pero ahora parecía que tenía todo el
tiempo del mundo.
Lo que más me molestaba era el hecho que ni siquiera había pedido un
simple café, ya que ocupaba una mesa que yo podría haber ofrecido a
clientes de pago.
Por eso me dirigí hacia él cuando el ajetreo de la mañana disminuyó y el
hecho que me estaba haciendo sentir muy incómoda con la forma en que
estaba tratando de llamar mi atención.
Pensé que no necesitaba sentarme para decir lo que tenía que decir, así
que me paré junto a su asiento y, tratando de ser lo más silenciosa posible,
me precipité directamente hacia en él.
—No sé cómo decir esto de otra manera, pero no quiero que vengas aquí
de nuevo. No quiero verte ni hablar contigo.
—Pensé que íbamos a hablar.
¿Acaso me estaba escuchando?
—Y pensé que captarías la indirecta y te irías antes que eso ocurriera.
—Rose, creo que querrás escuchar lo que...
—No quiero. No quiero oírlo, y no quiero verte. No tengo idea de lo
que...
—He venido a decirte una o dos cosas sobre tu marido.
Mis uñas cortas se clavaban en las palmas de las manos mientras
intentaba mantener una cara sonriente para los clientes que nos rodeaban.
—Vete.
Se movió en su asiento, desplazándose hacia delante.
—Lo conocí cuando aún estábamos enamorados. Tú y yo... Él me pagó
para que rompiera contigo, Rose. Fue demasiado insistente, no me dejaba
rechazarlo. Tenía miedo de lo que me haría. Si hubiera sabido que te
obligaría a casarte con él y a jugar contigo así, habría...
Con cada palabra que salía de su boca, sentía que mi cuerpo se
balanceaba más.
El mundo empezó a girar a mi alrededor. Mis rodillas se debilitaron, y
tuve que tomar el asiento frente a Joshua.
Una vez que terminó de hablar, ya no quedaba felicidad dentro de mí.
Me pagó para que rompiera contigo.
Capítulo Veinticinco
Jack
Antes de terminar una larga reunión con un antiguo cliente que estaba
pensando en vender su empresa, yo seguía en la sala de reuniones con
Samantha y Fred tratando de averiguar los detalles cuando Cynthia entró
después de una rápida llamada a la puerta. Debería haberlo adivinado por la
expresión de su cara. Debería haber adivinado que mi tiempo se había
acabado y que todo estaba a punto de estrellarse contra mí.
Rose entró pisando los talones de mi asistente antes que pudiera terminar
mis pensamientos, y no había nada más que angustia escrita en su cara.
Algo iba realmente mal. ¿Se sentía mal otra vez? Mi mente corrió con esa
posibilidad.
—Siento interrumpir de esta manera —comenzó Rose con una tranquila
tristeza en su voz, sus ojos en mí. Nadie más en la habitación importaba.
Sólo estábamos nosotros—. ¿Podemos hablar?
Levanté la cabeza y me puse de pie.
—Por favor, discúlpenme. —Las voces de Fred y Samantha no eran más
que un murmullo en el fondo.
Conté cada paso que daba hacia ella: Rose, mi esposa. Fueron doce pasos
en total. Si hubiera podido ralentizar el tiempo, lo habría hecho. Sin
embargo, nunca volvería atrás. Nunca cambiaría ningún segundo de lo que
tuvimos juntos.
Antes que pudiera llegar a su lado, se dio la vuelta y salió de la sala de
reuniones, deteniéndose justo al lado de la puerta.
Apretando la mandíbula, me moví para poner mi mano en la parte baja de
su espalda, por costumbre y necesidad.
Se aclaró la garganta y se alejó de mí. No estaba aquí para nuestro
almuerzo. Me mató verla así, y fue entonces cuando supe por qué ella había
venido. Saber que yo era responsable de ello, saber que le había hecho
eso...rompió algo dentro de mí.
Mi mano cayó a mi lado, con los dedos formando un puño. Me metí las
manos en los bolsillos mientras ella me observaba para no sentir el impulso
de alcanzarla.
—¿Mi oficina? —pregunté en el fuerte silencio que había entre nosotros.
Ella asintió y se adelantó mientras yo la seguía.
Por fin llegamos a mi despacho y, en lugar de sentarse, se agarró a los
codos y se puso de pie en medio de la habitación. Antes que yo pudiera
darme la vuelta y cerrar la puerta para tener algo de intimidad, Cynthia
apareció en la puerta. Dejando escapar un suspiro de complicidad, me miró
y luego a Rose.
—¿Puedo ofrecerle algo, Sra. Hawthorne?
Me hubiera gustado poder quitarle los ojos de encima, porque tal vez
entonces no habría visto su respiración. Ella negó con la cabeza y sus labios
se inclinaron sólo por un segundo.
—No. Gracias, Cynthia.
La puerta se cerró y finalmente nos quedamos solos.
Sus ojos se encontraron con los míos cuando me puse delante de ella.
—No estás aquí para comer.
—No.
Me preparé.
—Te escucho.
Volvió a producirse ese fuerte silencio mientras pasaban unos segundos y
sus hombros cayeron derrotados, su expresión cambió, arrugándose frente a
mis ojos.
—Dime que es mentira, Jack. Dime que es mentira para que pueda volver
a respirar.
Desenredando sus brazos, colocó un puño sobre su corazón como si
tratara de aliviar su dolor.
Apreté los dientes, con las manos apretadas en los bolsillos.
—Vas a tener que ser más específica.
Dejó caer la mano de su pecho e inclinó la barbilla hacia arriba, sus ojos
ya brillaban con lágrimas no derramadas.
—Dime que no pagaste a Joshua para que rompiera conmigo. Dime...—
Su voz se quebró, causando un dolor físico en el medio de mi pecho—.
Dime que no me mentiste sobre todo.
Suspiré, tratando de mantener la calma, tratando de mantenerlo
encerrado.
—No puedo decirte eso, Rose —admití, mi voz salió más dura de lo que
pretendía.
Me miró fijamente como si estuviera mirando a un extraño y su primera
lágrima cayó marcando una línea en su mejilla.
Luego vino la segunda.
Luego la tercera.
La cuarta.
No emitió ni un solo sonido. Aparte de parpadear sus ojos mientras sus
lágrimas seguían cayendo, no se movió ni un centímetro.
—¿Te has divertido?
—¿Perdón?
Su voz se hizo más fuerte al levantar la voz.
—Te he preguntado si te has divertido.
—¿De qué estás hablando?
—¿Te has divertido con tus juegos?
—No sabes lo que...
Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, con la columna vertebral
recta.
Eso era bueno. Podía soportar que se preparara para hacerme daño, lo
merecía.
—Tienes razón, no lo sé. No sé nada. Pagaste a mi prometido para que
rompiera conmigo. —Lo siguiente que supe fue que ella estaba empujando
mi pecho con ambas manos. Estaba temblando, y yo retrocedí un paso
mientras ella preguntaba—. ¿Quién demonios te crees que eres?
Cuando me golpeó por segunda vez, le agarré los brazos justo por encima
de sus codos antes que lo repitiera por tercera vez. Si hubiera pensado que
eso la ayudaría, habría dejado que me golpeara innumerables veces, pero
eso no iba a cambiar lo que había hecho.
—Cálmate.
—¿Calmarme? —Estaba llorando en serio, tratando de salir de mi agarre,
tratando de escapar de mi toque—. Me has estado mintiendo desde el
primer momento que nos conocimos. Lo has arruinado todo.
Apreté mis brazos, acercando su cuerpo al mío cuando su respiración
empezó a agitarse.
—Te salvé de él. —Forcé con los dientes apretados—. Supongo que
volvió a tu cafetería ya que me amenazó con eso cuando le dije que había
terminado de pagarle.
—¿Me has salvado? ¿Me has salvado? —Su respiración se entrecortó,
pero dejó de luchar en mis brazos—. Déjame ir, Jack.
—¿Así puedes irte sin escucharme? No.
—Oh, no me voy a ninguna parte antes de escuchar una explicación.
Quiero que me dejes ir porque no quiero que me toques nunca más.
Sus ojos se clavaron en los míos. Nunca olvidaría el dolor, la herida, la
ira, el odio que vi en ellos. Sabiendo que tenía que escuchar, sabiendo que
tenía razón, la dejé ir y ella se apartó de mí, frotándose los brazos donde yo
los había sujetado.
—¿Estás bien? —Logré preguntar, pensando que la había sujetado más
fuerte de lo que me había dado cuenta.
—Mejor que nunca. —Ella puso más distancia entre nosotros. Estaba de
pie a unos pocos pasos y todavía podía oler su perfume, pero podría estar a
kilómetros de distancia—. Puedes dejar de fingir que te preocupas por mí.
Vamos, Jack, cuéntame más mentiras. Dime lo que hiciste. Te escucho.
Mi mandíbula se tensó. Me lo merecía, pero no por ello me dolía menos.
—No tengo ni idea de lo que te dijo, Rose, pero mintió.
—Cierto. Claro, porque tú nunca harías algo así.
—No. Yo también te mentí. No digo lo contrario. Mentí desde el
principio.
—Qué noble eres al admitirlo ahora después de enterarme de todo.
Mi paciencia se quebró.
—¿Qué crees que sabes? ¿Te ha explicado que sólo estaba contigo por el
dinero de tu tío? ¿Cómo sólo se acercó a ti porque pensó que tenías una
mejor relación con ellos? Si lo hizo entonces, por favor, mis disculpas.
Deberías volver con él.
Me miró fijamente, sus ojos se clavaron en los míos.
—Le ofreciste dinero para romper conmigo. ¿Qué te da derecho?
—Eso es lo único en lo que estoy de acuerdo contigo. No tenía derecho,
pero lo hice de todos modos. No es más que un estafador, Rose. Intentaba
ayudarte.
—¿Quién te pidió ayuda? Ni siquiera te conocía. Antes del día en que me
trajiste a tu oficina, ni siquiera te conocía. Rompió conmigo días, semanas
antes de eso.
—Te dije que te conocí antes.
—¡Y yo te he dicho que no me acuerdo! —me gritó ella. Supuse que
habíamos perdido la paciencia. No me importaba si toda la empresa venía a
escuchar; todo lo único que me importaba era que Rose siguiera allí. Por
muy enfadada que estuviera, seguía escuchando. Tal vez no estaba
escuchando todo lo que yo estaba diciendo, pero ella estaba escuchando, y
por ese momento, era suficiente.
—No cambia el hecho que lo recuerdo. Te conocí en esa fiesta,
brevemente. Entiendo por qué no lo recuerdas: no viste a nadie más que a
él.
El hijo de puta que había estado planeando romper su corazón,
información que sólo había aprendido después.
Y yo no era más que otro bastardo con un nombre diferente que había
hecho lo mismo, que había aceptado el hecho que ese día acabaría llegando
antes incluso de decir “sí, quiero”.
Se mordió el labio como si tratara de mantener su dolor dentro, sus ojos
brillando con más lágrimas.
—Dime lo que hiciste, Jack. Dime exactamente lo que hiciste.
—No podía sacarte de mi mente después de conocerte. Estaba interesado,
pero cuando supe que era tu novio, me eché atrás, pensé que tal vez en el
futuro, si las cosas no funcionaban, podría reintroducirme, no importa lo
que pensé. Algún tiempo después Gary mencionó que te habías
comprometido y que había firmado un contrato contigo. Fue añadido en el
testamento como cualquier otro contrato, pero había añadido una
estipulación. Cuando lo leí, me pareció extraño que no te diera el lugar a ti,
así que hice que investigaran a Joshua. Sólo tenía curiosidad.
—¿Por qué? —gritó, levantando los brazos a los lados y luego dejándolos
caer— ¿Por qué harías algo así?
—Porque quería saber más sobre él. Quería saber cómo de serios eran
ustedes dos. Elige lo que quieras. —Esperé a que me preguntara qué había
investigado, pero ella ni siquiera parpadeó—. Usé al investigador que
tenemos aquí. Descubrió que nunca fue a Harvard. Había robado a otras
mujeres. Había comenzado con pequeñas cantidades, pero había escalado
con tiempo. Ninguna presentó cargos porque estaban avergonzadas, y una
de ellas tenía miedo que su marido se enterara de la aventura. Esas tres
mujeres se enteraron en sólo una semana. No hice que el investigador
buscara más en él porque tu tío había fallecido. Sabíamos lo que era y no
había tiempo para hacer mucho de nada. Sabía por qué estaba contigo.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué?
—¿Me creerías? Era un extraño. Y no había tiempo para hacer mucho de
nada. Antes que pudiera enterarse del testamento, le pagué para que se fuera
lejos.
Rose respiró entrecortadamente y retrocedió hasta que sus piernas
tocaron el sofá y se sentó. Con la cabeza agachada y los ojos cerrados, se
apretó los dedos en la sien.
Me acerqué a ella.
—¿Te encuentras bien? ¿Te sientes mareada?
—Basta —ordenó con voz quebrada, mirándome con los ojos rojos e
hinchados, pero secos—. Deja de actuar como si te importara.
—¿No me importas? —pregunté, con voz burlona—. ¿Crees que no me
importas y que por eso le pagué para que te dejara en paz? ¿Por eso me casé
contigo? ¿Porque no me importas?
—¿Crees que cuidar a alguien es obligarlo a casarse contigo?
Mi cuerpo se tensó.
—No te obligué a hacer nada, Rose.
—Pero no me dejaste ninguna opción, ¿verdad, Jack? Todo estaba
perfectamente preparado para que jugaras tu juego. No eres mejor que él.
Me agaché frente a ella, mis manos picando por tocarla, para asegurarme
que estaba bien.
—Sabes que eso no es cierto —susurré, sus palabras cortaron mi corazón
más profundo de lo que esperaba—. Dime que sabes que no es verdad. Él
no sabía que se quedaría con la propiedad cuando le pagué para que
rompiera contigo. Aceptó el dinero sin preguntar, Rose. Me dijo que no iba
a casarse contigo de todos modos, que sólo estaba tratando de hacer lo
mejor de la situación y ver si podía conseguir algo de Gary poniéndose más
serio contigo. ¿Estás escuchando lo que estoy diciendo? Cuando tu tío
falleció y él se enteró de la estipulación en el testamento, volvió a pedir más
dinero. Le pagué más de una vez, más de dos veces. Cuando se dio cuenta
que lo había engañado con la propiedad, volvió a pedir más dinero. Sólo
vino a ti ahora porque le dije que habíamos terminado después que se
presentó en tu trabajo la última vez. No pensé que lo haría. Pensé que lo
había asustado. Él no estaba contigo porque te amaba. Yo no soy como él.
Me miró a los ojos durante un momento sin aliento.
—Me has mentido, Jack. Tus mentiras me están haciendo más daño ahora
mismo. ¿Qué querías de mí? No me vengas con esa mierda que necesitas a
alguien para asistir a las cenas. ¿Era realmente la propiedad lo que
buscabas? ¿Igual que él? Y no se te ocurra decirme que esto no es más que
una transacción comercial entre dos personas. No me mientas más.
Eras tú. No lo sabía entonces, pero era a ti a quien quería.
—Nada. No quería nada de ti. Intentaba ayudar.
—Querías ayudar a una extraña. ¿Soy el caso de caridad de este año?
Apreté los dientes y me levanté. Ella se levantó también, poniéndose a
sólo unos centímetros de distancia. Mis manos querían acunar su cara como
había hecho tantas veces, pero ya no tenía derecho a tocarla.
—Tú me cambiaste. Trabajaste en ello. Me engañaste para que te
amara...me mostraste a este tipo, este tipo en el que podía confiar y amar y
no tener miedo de ser yo misma. Me mostraste que podía tener una familia
en la que podía confiar. Me diste una ilusión. Toda tu ayuda con la
cafetería... y luego, cuando estuve enferma, estuviste ahí, pero actuando,
jugando conmigo. Todo fue una mentira, Jack. No eras más que una
mentira, y no sabes cuánto me duele saber eso. Quería algo real contigo.
Sabías lo que Joshua me había hecho, pero ¿qué hiciste? Seguiste adelante e
hiciste exactamente lo mismo, sólo que con un juego diferente.
Unas cuantas lágrimas escaparon de sus ojos, rodando por su piel antes
que rápidamente las limpiara con rabia. No hice nada más que mirar, mi
pulso acelerado y mi sangre corriendo en mis venas, impotente.
—Espero que hayas conseguido lo que querías de esto. Espero que haya
valido la pena.
—Me arriesgué a perderte para tener una oportunidad contigo, Rose. Lo
haría de nuevo en un segundo.
Sacudió la cabeza y, con su hombro rozando el mío, se alejó.
Metiendo las manos en los bolsillos, me di la vuelta para verla alejarse.
Se detuvo con la mano en la puerta, con la cabeza colgando.
—Di algo, Jack. Discúlpate. Pide disculpas. Por favor, di algo.
Sus palabras fueron un susurro que me abrió de par en par. Di un paso
adelante pero me detuve. Ahora que ella sabía algunas cosas, no le mentiría
sobre el resto. No diría algo que sabía que no iba a creer.
—Pagué el doble del valor de la propiedad a Bryan después que
apareciera en tu cafetería antes de la inauguración. —Su cabeza se echó
hacia atrás, su expresión horrorizada—. No le gustó el hecho que tiráramos
de la manta debajo de él. Iba a impugnar el testamento, me llamó
innumerables veces, me amenazó contigo. No es que no creyera en el
matrimonio, creo que lo hizo después que te mudaras conmigo,
especialmente después de vernos juntos en la cafetería y más tarde en el
evento, simplemente no quería que tuvieras el lugar. Le pagué después de
esa noche en el evento de caridad. Por eso no volvió y le dije que no
volviera a mostrar su cara ante ti. Él iba a ser un problema, así que llegamos
a un acuerdo. Le pagué.
—¿Cómo pudo creer que lo que teníamos era real? ¿Por qué Joshua no le
dijo que le pagaste?
Teníamos. Tiempo pasado.
—Creo que está jugando con tu primo, no podría admitir lo que es. Él no
lo diría.
—¿Por qué no compraste el maldito lugar si podías antes de casarte
conmigo, Jack? ¿Por qué no me alquilaste el lugar si todo lo que querías era
acercarte a mí?
—¿Habrías aceptado la oferta? Nunca aceptarías pagar un alquiler bajo.
Tú no eres así. Ni siquiera importa, aun así lo intenté, pero como te dije
aquel primer día, Bryan se empeñó en no vender. Ibas a perder todo y
perder la cafetería. Pensé que si saltaba directamente al matrimonio
pensarías que estaba en esto por la propiedad, por otras cosas. Tú ni siquiera
considerarías que estaba en esto por ti. Y no lo hiciste. Ni siquiera te
gustaba.
Por un segundo pareció quedarse sin palabras, así que me adelanté.
—No voy a disculparme por algo que no siento. No estoy contento con
cómo fueron las cosas, pero no iba a hacer nada después de casarme
contigo. Se suponía que no debía acercarme, e intenté por todos los medios
mantenerme alejado. Hice lo mejor que pude, Rose, créeme, pero cuanto
más tiempo pasé cerca de ti, más llegué a conocerte... no pude mantenerme
alejado. Cuando me di cuenta que no quería alejarme, decidí que intentaría
ser lo que tú quisieras, lo que te mereces. Tratar de ganar tu corazón. No
miento cuando digo que todo lo que quería hacer era ayudarte cuando te
ofrecí casarme contigo. Al final de dos años, íbamos a divorciarnos y no
volverías a verme. Ese era el plan, pero en algún punto del camino, me
enamoré de ti, y por eso, no me arrepiento. Lo haría de nuevo. No me
retractaría de un solo momento contigo.
Se volvió para mirarme, y por la expresión de su cara, supe que ya me
había dejado.
—Nunca te perdonaré por esto —dijo.
—Lo sé —susurré—. Te amo de todos modos.
Su postura se puso aún más rígida y cuadró los hombros como si tratara
de protegerse de mis palabras. Debía saber que me estaba enamorando de
ella. Yo sabía que se estaba enamorando de mí, así que debía saberlo. No
podía haber sido sólo yo. Lo sabía.
—¿Me amas? —Sus labios se curvaron, pero no era la sonrisa que tanto
me gustaba.
—Tú no me amas, Jack. No creo que seas capaz de amar a nadie.
Nunca sabría si fueron las últimas palabras que escucharía de ella las que
me molestaron o si fue ver cómo me dejaba. Cuando la perdí de vista
caminé hacia mi escritorio, tomé un pisapapeles de vidrio y lo arrojé contra
la pared.
Me quedé en la oficina hasta la medianoche trabajando como un loco.
Terminé propuestas y llamé a los clientes, haciendo todo lo que no tenía que
hacer para pasar el tiempo y no ir a casa, pero no había donde esconderse.
Sabía lo que estaba haciendo desde el principio. Había decidido
conscientemente no decirle a Rose lo que había hecho.
Había pagado a Joshua tres veces más, y aun así había ido a verla.
A decir verdad, la razón por la que estaba evitando ir a casa era porque
sabía que ella ya no estaría allí, y no estaba dispuesto a que esa verdad me
abofeteara en la cara. Rose había actuado exactamente como yo esperaba
que lo hiciera. Me había ganado su comentario de despedida. Ni siquiera yo
me había creído capaz de amar a nadie como la amaba a ella antes que
ocurriera. ¿Por qué iba a creerme ahora?
A las doce y cuarto, subí a mi auto.
—Señor, ¿vamos a casa?
—Puedes llamarme sólo Jack, Raymond. Llamas a mi esposa por su
nombre, y no veo una razón por la que no puedas llamarme por mi nombre.
Sus ojos se encontraron con los míos en el espejo retrovisor y asintió.
—¿Casa? ¿O a otro lugar primero?
—Al apartamento, por favor.
Miré fuera, con la mirada puesta en las calles vacías. Estaba más
tranquilo que de costumbre mientras los semáforos nos dejaban pasar uno a
uno. A los pocos minutos del viaje, Raymond rompió el silencio entre
nosotros.
—Ella quería caminar.
Mis pensamientos se dispersaron de golpe.
—¿Perdón?
—Rose. Acababa de empezar a nevar, así que me ofrecí a llevarla a casa,
pero ella dijo que quería caminar.
Imaginé que así era.
El resto del viaje en auto fue tranquilo hasta que se detuvo frente a
nuestro edificio, mi edificio. Paró el motor y nos quedamos sentados
durante un largo momento. No estaba seguro de por qué pensaba que estar
sentado en el auto y prolongar el dolor que sentía en el pecho era una buena
idea cuando sabía lo que iba a encontrar allí arriba, pero todavía había una
pequeña parte de mí que tenía esperanzas.
—Bien —dije en voz alta y me pasé una mano por la cara—. De acuerdo
entonces. Buenas noches, Raymond.
—¿Quiere que lo espere aquí?
Mis cejas se juntaron.
—¿Para qué?
—Por si acaso quieres ir a otro sitio. ¿Tal vez “Around the Corner”?
Nuestras miradas se cruzaron y me di cuenta que ya lo sabía. Por
supuesto que lo sabía. Habían pasado las mañanas juntos durante meses.
Por supuesto que ella le diría lo que estaba pasando después de haber
terminado conmigo.
—No. No, no creo que sea necesario. Que tengas una buena noche.
Salí del auto, su respuesta cayó en saco roto.
Entré en el edificio y vi como nuestro fiel portero se levantaba para
saludarme. Tuve la tentación de pasar de largo con una simple inclinación
de cabeza para reconocer su presencia, pero ya no me parecía bien.
—Hola, Steve. ¿Cómo estás?
—Muy bien, señor. Gracias. ¿Cómo estuvo su noche?
Resoplé.
—Me temo que no fue la mejor noche. —Levantó una ceja, esperando
que continuara, pero decidí cambiar de tema para evitar subir—. Parece una
noche tranquila.
—Sí, señor. Hace mucho frío fuera, así que parece que todo el mundo se
queda en casa.
—Sí. ¿Debe ser la nieve?
—Creo que sí.
—Su hija... era Bella, ¿verdad?
Asintió con la cabeza.
—¿Cómo le va en la nueva escuela? ¿Todo bien?
—Sí, señor. Ella es... más feliz. Gracias por preguntar.
—Bien. Me alegro de oírlo. —No se me ocurrió nada más que decir, así
que asentí con la cabeza, golpeé mis nudillos en su escritorio, y me dirigí
hacia los ascensores.
Al abrir la puerta, me obligué a entrar y ahogarme en el silencio.
Primero comprobé la cocina porque a veces ella horneaba o cocinaba. La
crema de manos que usaba no estaba en el salón, la que olía a peras. Subí
las escaleras y entré en su dormitorio, que se había convertido en el nuestro.
El baño estaba vacío, el armario... todo tenía un aspecto apagado y
equivocado. En pocas horas había conseguido borrarse por completo de mi
vida. Si no hubiera encontrado el anillo que le había regalado en la mesita
de noche, de mi lado de la cama, me habría inclinado a creer que la había
soñado Recogí el anillo y me lo guardé en el bolsillo.
Volví a bajar las escaleras y me serví un poco de whisky. Después de
tragarme el tercer vaso, volví a seguir mis pasos hasta su habitación y salí a
la terraza. La nieve había empezado a caer con fuerza. No lo noté mucho,
no con la forma en que me sentía. Apoyé los brazos en la barandilla y miré
hacia Central Park. No estaba seguro de cuánto tiempo me quedé allí como
un idiota, pero lo siguiente que supe fue que estaba saliendo de nuestro
apartamento y llamando un taxi.
Si Raymond había considerado necesario mencionar su cafetería, había es
porque ya lo había comprobado y sabía que ella seguía allí. El taxista me
dejó a unas cuantas tiendas de su casa y caminé hasta que me paré frente a
la gran ventana junto a la puerta principal, justo bajo la corona de flores que
había colocado mientras ella me sonreía con ojos felices. Me quedé en la
acera vacía, fría y húmeda, solo, salvo por algunas personas ruidosas que
pasaban de vez en cuando, y pude ver una pizca de luz que salía de la
cocina.
Me desgarró el corazón al saber que iba a pasar la noche sola y lejos de
mí, y en su cafetería de todos los lugares, pero había sabido desde el
momento en que salí del apartamento que iba a estar allí hasta que Owen
apareciera por la mañana temprano y ella ya no estuviera sola. Apoyando la
espalda en el lateral del edificio, incliné la cabeza hacia atrás y agradecí el
suave mordisco de frío que la nieve dejaba en mi cara.
Me merecía algo mucho peor, y ella se merecía algo mucho mejor.
Pero... estaba perdidamente enamorado de esta mujer, más de lo que
jamás hubiera creído posible cuando se me ocurrió el más ridículo “trato de
negocios” que jamás podría concebir. Ella tenía mi corazón en sus manos.
Era la única para mí, así de simple. Yo podría estar sin Rose. Podría pasar
toda una vida sin volver a hablar con ella y viviría, miserablemente, pero
viviría, mientras supiera que ella era más feliz. La vida siempre avanza, ya
sea que elijas moverte con ella o quedarte quieto y dejar que pase a tu
alrededor, pero no quería hacerlo sin ella.
Esa fue mi elección. No quería pasar el resto de mi vida sin ella, sólo
mirándola desde la distancia. Necesitaba y quería estar junto a ella,
sosteniendo su mano, susurrando lo mucho que la amaba en su piel hasta
que mi amor se convirtiera en una parte de ella, una necesidad de la que no
pudiera prescindir.
Quería ser su aire, su corazón. Quería todo lo que no merecía tener.
¿Pero era eso lo mejor para ella?
¿Era yo lo mejor?
Por desgracia, sabía que no lo era, pero eso no cambiaba el hecho que
intentara serlo.
Capítulo Veintiséis
Rose
Eran alrededor de las dos de la madrugada cuando me aventuré con
cuidado a salir de la cocina para poder agarrar un libro de la biblioteca.
Seguía pensando que si podía detener mi mente por un minuto, tal vez
podría quedarme dormida y olvidarme de todo lo que había pasado en las
últimas quince horas, más o menos. Al principio, estaba asomándome por la
puerta de la cocina para asegurarme que no había nadie en la calle que me
viera. Sólo tardé unos segundos en notar su presencia.
Jack Hawthorne.
Estaba apoyado en el poste de la luz que estaba justo en la esquina, con
los brazos cruzados contra su pecho. Miré a mi alrededor para ver si
Raymond lo estaba esperando pero no vi ninguna cara o auto familiar;
parecía estar solo. Confundida, enfadada, emocionada y un poco
sorprendida, el corazón se me salió del pecho enseguida, no supe qué hacer
por un segundo mientras mis emociones libraban una guerra en mi corazón.
No dejaba de mirarlo, sin saber qué debía hacer.
¿Reconocer su presencia?
¿Salir a la calle y exigir saber qué estaba haciendo allí?
Sin embargo, ninguna respuesta que pudiera darme cambiaría nada.
Estaba mirando sus zapatos, y aunque yo estaba enfadada con él como si
nada, seguía pensando que se veía perfecto a la luz de la luna.
Cuando movió la cabeza y se dio cuenta que yo estaba en la puerta, mi
aliento se congeló en mi pecho. Nos miramos fijamente, ninguno de los dos
dio un paso adelante. Fue entonces cuando me di cuenta que no se iba a
correr. No quiso presionar y trataría de explicar o disculparse. No, Jack
Hawthorne no haría ninguna de esas cosas. Había dicho la verdad absoluta
cuando dijo que no lamentaba lo que había hecho.
Me tragué mis emociones, ni siquiera estaba segura de lo que se suponía
que debía sentir, y esa vocecita que me gritaba que saliera para enfrentarme
a él. Evitando mirarlo e ignorando sus ojos siguiéndome, me dirigí
rápidamente a la biblioteca. No podía tomar un libro al azar y desaparecer
de la vista; ni siquiera sabía qué se suponía que debía hacer con un libro, y
mucho menos tratar de elegir uno. Me aguanté las lágrimas porque no había
ninguna razón para llorar. Todo había terminado.
Estaba bien, pero sabía que no lo estaría. Dejé caer las lágrimas y
simplemente elegí un maldito libro que estaba a mi alcance entonces, con
toda la calma que pude, volví a entrar en la cocina. Tan pronto como estuve
fuera de su vista, me apoyé contra la pared y me limpié las lágrimas.
Todavía estaba muy enfadada y dolida. Era un debate entre los dos sobre
con quién estaba más enfadada: con él o conmigo misma. Mi corazón
estaba roto, sustituido por un dolor constante. Fui una maldita tonta por
pensar que había sido honesto conmigo en todo momento. Había pensado
que era demasiado serio para no serlo. Mis palabras, mis últimas palabras
para él, resonaron en mi cabeza, junto con la mirada de sorpresa y dolor en
su rostro cuando las dije. Sabía que había metido la pata al final, pero había
querido hacerle daño. Quería que le doliera lo mismo que a mí, porque la
miseria siempre ama la compañía.
Volví a echar un vistazo y vi que seguía de pie en el mismo sitio.
No se había movido ni un centímetro. Debía sentirse como un acosador,
él parado afuera, llevando un abrigo negro mientras se apoyaba en el poste
de la luz, pero no fue así. Me dolió aún más verlo allí solo en la nieve.
No era feliz.
Yo no era feliz.
Deseaba que fuéramos infelices juntos, bajo el mismo techo, pero no
podía hacerlo. No podía mirar su cara e ignorar que me había mentido tan
monumentalmente. ¿Y si lo hubiera odiado, si hubiera odiado todo de él?
¡Matrimonio para uno, por favor! ¡Ahora mismo!
Pero entonces... fue cuando las cosas empezaron a complicarse. Por
mucho que odiara admitirlo, si él no estaba mintiendo ahora y lo que había
dicho sobre Joshua era cierto, parecía que me había salvado de él. Me había
dado mi sueño, y en bandeja de plata. No una cafetería, sino una familia.
Alguien en quien apoyarme.
Había hecho todo eso sólo por la posibilidad de una oportunidad
conmigo, por mí. Él estaba enamorado de mí, y ese conocimiento
amenazaba con tirar de la alfombra bajo mis pies.
Estaba enamorado de mí.
Por otra parte, yo ya lo sabía. Lo había visto en sus hermosos ojos azules,
día tras día. Sabía el momento exacto, la primera vez que lo había visto, que
había visto la posibilidad de nosotros: en aquella oscura habitación de
hospital cuando se metió en la cama conmigo. Esa fue la primera noche en
que pensé: “¿Sabes qué, Rose? le gustas de verdad. A pesar de toda su
irritabilidad y, a veces, su arrogancia, a pesar de todas las miradas fruncidas,
tal vez realmente se preocupa por ti.”
Sintiéndome mareada, me deslicé por la pared y dejé que mi cabeza se
apoyara en ella.
No sé cuántos minutos pasaron, pero cuando me sentí lo suficientemente
bien como para moverme de nuevo, miré por la esquina, asegurándome que
no me viera por si acaso seguía allí de pie.
Lo estaba.
Habíamos terminado como habíamos empezado.
Le observé desde la seguridad de la puerta de la cocina, con el libro que
había recogido olvidado en el suelo a mi lado. Debí quedarme dormida en
algún momento de las cuatro de la madrugada y me levanté asustada
cuando Owen entró por la puerta con una mirada confusa.
—¿Qué demonios haces en el suelo?
Mi boca estaba seca, mis ojos ardiendo, y mi voz salió toda rasposa
cuando intenté hablar.
—Buenos días a ti también, cielo. Sólo estoy durmiendo un poco, como
puedes ver.
—Claro, porque eso es lo que se hace en el piso. ¿Qué estaba haciendo
Jack afuera?
Después de varios intentos de levantarme, me rendí y me puse de rodillas
para poder agarrarme del borde de la isla y levantarme.
—¿De qué estás hablando?
Owen me ofreció su mano y me ayudó.
—Estaba fuera, medio congelado por lo que parece. Dijo buenos días y se
fue. ¿Es esta su versión de condimentar su matrimonio? o ¿tuvieron una
pelea o algo así?
Me aparté el cabello de la cara.
—Algo así —murmuré.
Cuando Owen pasó junto a mí, sacudiendo la cabeza, miré
cuidadosamente desde la puerta, mis ojos lo buscaban. Cuando no pude
encontrar lo que estaba buscando, salí completamente de la cocina y caminé
entre las mesas hasta que estuve de pie frente a la ventana, mirando hacia
afuera.
Tal como había dicho Owen, se había ido.

La noche siguiente, me quedé en casa de Sally, cambiando la comodidad


de la isla de la cocina de la cafetería y las sillas alineadas por un sofá. Me
pasé horas con el teléfono en la mano mientras me debatía en enviarle un
mensaje de texto. Al final me quedé dormida con el teléfono en el pecho y
nunca le envié un mensaje. Creo que he dormido unas tres horas en total, y
él me hizo compañía en mis sueños el resto del tiempo, lo que fue incluso
peor que no dormir nada porque cuando me despertaba, lo perdía de nuevo.
Sally había visto las dos maletas que tenía apiladas en el pequeño
despacho de la oficina del fondo y ya había adivinado que algo iba muy
mal. Como pensé que perdería la cabeza si no le contaba al menos a una
persona lo que estaba pasando, se lo conté todo. Me apresuré admitiendo
que todo nuestro matrimonio no era más que un negocio y que nos
habíamos equivocado al suponer lo contrario. Luego la puse al tanto del
resto.
Ella estaba tan horrorizada como yo la primera vez que me enteré de todo
de él, pero luego decidió que todo el asunto le parecía romántico.
—¿Y qué va a pasar ahora? ¿Te ha llamado?
—Se acabó —repetí, probablemente por centésima vez—. No tiene
ninguna razón para llamarme.
Omití el hecho que había esperado a que hiciera exactamente eso la
noche anterior.
—¿Qué pasa con este lugar? ¿Qué pasará con la cafetería?
—No lo sé —murmuré.
Realmente no lo sabía.
La prisa del almuerzo comenzó, y no teníamos tiempo para hacer nada
más que trabajar el resto del día. Eran alrededor de las seis de la tarde
cuando se acercó con una mirada extraña en su cara.
—Uh, Rose, ¿dijiste que Jack te esperó esa primera noche afuera?
—Sí. ¿Por qué?
—Creo que empezó su turno de nuevo.
Tratando de aparentar que estaba ocupada en la cocina mientras Owen
estaba en el frente, en realidad no estaba haciendo nada útil, por supuesto,
decidí mantener mis manos ocupadas y comencé a revisar los armarios,
porque intentar no buscar nada para parecer que no estaba interesada en lo
que la otra persona decía era siempre una idea divertida.
—¿De qué estás hablando?
Ella esperó hasta tener toda mi atención, y mi corazón había empezado a
latir demasiado rápido como para ignorarla hasta que la dejara por sí sola.
—Estoy hablando que se apoya en su auto y se queda ahí, ahora mismo.
No tuve ni una sola palabra que decir a eso, aparte de correr hacia la
puerta y tratar de localizarlo.
—¿Vas a hablar con él? —preguntó Sally, viniendo a ponerse a mi lado,
al aire libre, como una persona normal. Owen nos miró y luego, después de
vernos arquear el cuello, negó con la cabeza y siguió charlando con un
cliente, hablando de las horas en que la cafetería estaba menos ocupada.
—No.
—Ten corazón, mujer. No parece que vaya a ceder.
—Será una noche larga y fría para él entonces. —Apreté los labios para
ocultar mi ridícula sonrisa de satisfacción.
—Oh, vamos. ¿Puedo al menos llevarle un café? Hace mucho frío ahí
fuera.
—Es su cafetería. Él la pagó, después de todo. Si quiere entrar, no puedo
impedírselo, pero tampoco voy a ponerle la alfombra roja. No me importa si
le llevas café o no.
—Rose...
—Lo quiero, Sally —admití, cortando lo que fuera que iba a decir—. Lo
quiero, pero no estoy preparada para actuar como si lo que hizo no me
doliera o que no estuvo mal. Necesito que entienda lo que hizo. Necesito
que se tome el tiempo para pensarlo, y si eso significa que quiere venir y
esperar fuera o algo así, es libre de hacer lo que quiera.
—Así que no se ha acabado. Se ha acabado por ahora, pero no se ha
acabado.
Pensé en sus palabras mientras miraba a Jack hablando con alguien en su
teléfono. Él no me vio observándolo, tomando mi relleno, pero sus ojos
estaban definitivamente en la cafetería.
—Lo echo de menos —concedí en el silencio.
Sally pasó su brazo por el mío y apoyó su cabeza en mi hombro.
—¿Owen?
Nos miró por encima del hombro.
—Necesito que empieces a ser romántico ahora —ordenó Sally, y mis
labios se curvaron hacia arriba. Ella todavía no se había dado por vencida
con él, y pensé que Owen secretamente disfrutaba de su atención.
Me aclaré la garganta antes que comenzaran su habitual ida y vuelta.
—Si sucede o decides llevarle un café a Jack, no te olvides de Raymond.
A Jack le gustan mis barras de limón, y a Raymond le gustan los brownies
de triple chocolate.
Sally resopló.
—Ya. Le doy una semana antes que ceda.
Le dirigí una mirada asesina.
—Sigue soñando.
Una hora más tarde, no estaba segura de si estaba más molesta conmigo
misma porque mis ojos no dejaban de mirar hacia donde estaba Jack, o si
sólo estaba…molesta con él por romper mi concentración en el trabajo.
Decidí ir a casa de Sally para preparar la cena como agradecimiento por
dejarme quedar con ella.
En cuanto salí, mi corazón empezó a latir con fuerza en el pecho.
Jack se enderezó en cuanto me vio. Me quedé a unos metros de distancia
de él mientras nos estudiábamos mutuamente. Si se había adelantado y
había dicho algo, no estaba segura de lo que habría hecho. Tal vez, como
había dicho Sally, habría cedido, pero no lo hizo. Así que, lo hice... más o
menos, dejando todavía una saludable cantidad de espacio entre nosotros,
suficiente para que cuatro personas pudieran pasar fácilmente, en realidad.
—¿Qué estás haciendo aquí, Jack? —pregunté, levantando un poco la
voz.
—Quería verte.
Abrí los brazos a los lados.
—Ahora sí. Adiós.
Estaba a punto de dar un paso adelante cuando un grupo de chicas se
interpuso entre nosotros, bloqueándolo con éxito.
—¿Cómo te sientes? —preguntó cuándo volvimos a estar solos.
—Oh, perfecta. Simplemente perfecta. Pasando el mejor momento de mi
vida.
—Me refiero a tu cabeza, a tu nariz. ¿Sigues teniendo mareos? ¿Dolores
de cabeza? Pareces cansada.
Incliné la cabeza hacia un lado, entrecerrando los ojos.
—Gracias. Como sabes, es mi defecto tener mal aspecto. Tú también
tienes un aspecto horrible.
Su mandíbula se apretó, un músculo latiendo visiblemente.
—Tienes que cuidar mejor de ti misma —forzó, sus ojos ardiendo, como
si tuviera derecho a estar enojado conmigo.
—No. —Con los ojos todavía clavados en él, negué con la cabeza—. No
hagas eso. No puedes actuar como si estuvieras preocupado por mí, Jack. —
Miré a la izquierda y luego a la derecha—. No hay nadie alrededor que nos
conozca, así que puedes dejar de fingir.
Nos estudiamos mutuamente en silencio. No estaba segura de si ésta sería
la última vez que lo vería. Podía despertarse al día siguiente y decir: “Al
diablo con ella, no lo es, o, peor aún, no valía la pena de todos modos. Tuve
mi diversión con el matrimonio de negocios. Ahora es el momento de
seguir adelante”. El pensamiento por sí solo me asustó, pero no estaba lista
para ignorar todo y actuar como si no me hubiera hecho daño tampoco. Ahí
estaba nuestro problema.
—Vete a casa, Jack —dije en voz baja—. No tienes ninguna razón para
estar aquí.
En el gran esquema de las cosas, no éramos más que dos personas que se
habían cruzado mientras caminaban por sus vidas. Las parejas rompían
todos los días, y nosotros tampoco éramos especiales en ese sentido.
Llorabas hasta quedarte dormida y luego te despertabas y te ponías a
trabajar. Cuando repetías el ciclo suficientes veces, un día te despertabas y
de repente no importaba tanto. Nuevas personas caminaban a tu lado y
eventualmente olvidabas a las que dejaste atrás.
Cuando no negó lo que había dicho, solté un largo suspiro, lo miré a los
ojos un momento más para recordar y finalmente me giré para marcharme.
—Ya no tengo un hogar al que volver, Rose.
Me detuve, pero no le miré.
—Tú eres mi hogar —terminó.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y me alejé.
Y él me dejó.
Así que terminamos como habíamos empezado, nada más que dos
completos extraños.
Cerca de la medianoche, después que Sally se había ido a la cama y yo
me estaba preparando para comenzar otra noche de insomnio, abrí las
cortinas y la ventana para poder respirar el aire frío. Alguien cruzaba la
calle y por un momento pensé que era Jack, pero luego caminó bajo la luz y
me di cuenta que era un extraño.
Por un momento me sorprendí, ¿por qué me dolía no verlo? ¿Por qué me
decepcionaría?
Durante la semana, vino a la cafetería cerca de la hora de cierre dos
veces. Se apoyó en su auto, y cuando Ray se fue se apoyó en el poste de la
luz. Cada vez que aparecía hacía más difícil recordar por qué estaba tan
enfadada con él. Se paseaba y esperaba. Cuando salí con Sally, pero no me
detuve a hablar con él, se fue.
Luego desapareció durante varios días.
Era el octavo día de nuestra ruptura y nos preparábamos para cerrar
cuando volvió a aparecer. Los tres estábamos en el frente. Owen y yo
estábamos recogiendo los platos de la encimera y llevándolos de nuevo a la
cocina, y Sally estaba apilando tazas de café limpias y los vasos para llevar
junto a la máquina de café expreso. Sólo teníamos dos clientes en la tienda,
y ambos eran clientes habituales que trabajaban con sus ordenadores
portátiles.
El timbre sonó, y levanté la vista para ver a alguien envuelto en su abrigo
y bufanda entraba y se dirigía directamente a uno de los clientes, así que
volví al trabajo.
Sally fue la primera en fijarse en Jack.
—Rose.
La miré por encima del hombro.
—¿Sí?
—Está aquí —susurró con urgencia, y miré a mi alrededor confundida
hasta que mis ojos se posaron en él. Mi pulso se aceleró y mi corazón
comenzó a excitarse, pero algo iba mal. No podía saber lo que pasaba por la
expresión de su cara, porque si hay algo en lo que Jack Hawthorne era
bueno, era en ocultar sus emociones. El temor y la emoción por verlo se
apoderaron de mí de todos modos mientras mi corazón me traicionaba.
Se puso de pie al otro lado del mostrador y yo no hice más que mirarlo
mi corazón latía con fuerza en mis oídos.
Oí a Sally aclararse la garganta.
—Hola, Jack.
No me quitó los ojos de encima cuando respondió.
—Hola, Sally. Espero estés bien.
—Sí. Genial.
Luego volvió a haber silencio.
Sintiendo mi pecho apretado, tragué y me limpié las manos en mis jeans,
logrando apartar la mirada de sus ojos.
Vi cómo su mano se apretaba alrededor de un montón de papeles que
sostenía, creando un tubo.
—Uh, Owen, ¿tomaste el...? —Empecé con una voz baja y áspera, pero
Jack me cortó antes que pudiera terminar la frase.
—¿Puedo hablar contigo en privado, Rose?
Volví a mirar hacia él, haciendo lo posible por no mostrar que había
olvidado cómo respirar como una persona normal en el último minuto. Me
aclaré la garganta y asentí.
—¿Cocina?
Volví a asentir con la cabeza y vi cómo se movía alrededor del mostrador
y caminó directamente hacia allí. Sally chocó su hombro con el mío y
sonrió cuando la miré sorprendida.
—Lo echas de menos. Sé amable. Creo que ya lo has hecho sufrir
bastante. Tú también has sufrido bastante.
No respondí, sólo me volví hacia Owen.
—Yo... volveré en un minuto. Si pudieras...
—Tengo muchas cosas que hacer aquí. Ve a maquillarte o lo que sea para
que podamos respirar tranquilos de nuevo.
Le di un golpe en el hombro mientras pasaba junto a él hacia la cocina.
Sólo tuve el tiempo suficiente para respirar profundamente antes de estar de
pie frente a Jack, esta vez con la isla entre nosotros. Me fijé en su traje gris
oscuro, la camisa blanca y la corbata negra. Estaba hecho para llevar trajes
y romperme el corazón.
Tomé un paño de cocina sólo para tener algo en mis manos y miré hacia
otro lado. Mientras estaba ocupada tratando de encontrar las palabras
adecuadas para disculparme por lo que había dicho en su oficina, Jack
habló.
—Ni siquiera puedes mirarme, ¿verdad?
Sorprendida por sus palabras, me encontré con su mirada. ¿Era eso lo que
pensaba?
—Jack, yo...
—Ahora no importa —continuó—. He venido a darte esto en persona. —
Desenrolló el archivo en sus manos y lo puso en la isla, justo al lado de los
brownies de triple chocolate, y luego lo empujó hacia mí.
Con los ojos todavía puestos en él, lo tomé.
—¿Qué es esto? —Mi voz salió como un susurro.
Como no respondió, bajé la vista y pasé la primera página.
Sorprendida por lo que estaba leyendo, mis ojos volaron hacia los suyos.
—Papeles de divorcio —dijo con calma.
Yo estaba de todo menos tranquila. Con la mente en vilo, mis ojos
trataron de seguir las palabras y las frases, pero todo era un revoltijo frente
a mí.
—¿Quieres el divorcio? —balbuceé, con los papeles ligeramente
temblorosos. Apreté el puño para ocultarlo de sus ojos.
—Sí. Es lo correcto... para ti.
Mis cejas se juntaron y un poco de calor comenzó a regresar a mis
miembros. Me obligué a dejar caer los papeles sobre la isla y a dar un paso
atrás como si fueran a cobrar vida y morderme los dedos.
Esta vez me encontré con su mirada directa, el temor y la excitación se
convirtieron en ira.
—Para mí. ¿Y tú? ¿Qué ganas con esto?
Inclinó la cabeza hacia un lado, sus ojos se entrecerraron ligeramente de
forma calculadora.
—Para mí también es lo mejor.
Un poco aturdida, asentí. Apenas pude hablar por la opresión en mi
garganta, dije:
—Ya veo. —Una elección de palabras impresionante, lo sé.
Estaba tan fuera de mí que ni siquiera me di cuenta que sacaba un
bolígrafo de su chaqueta y me lo ofrecía.
Me quedé mirándolo como si le hubiera salido otra cabeza.
—Quieres que lo firme... ahora.
No era una pregunta, pero él la trató como tal.
—Sí. Me gustaría hacerlo ahora mismo.
—Te gustaría hacerlo ahora mismo —repetí.
—Preferiblemente.
Esa palabra, esa molesta palabra, me llevó al límite de la preocupación y
de la culpa a la ira.
Preferiblemente.
Decidí entonces que era la palabra más ridícula y molesta del mundo. No
toqué el bolígrafo. No recogí los papeles.
Me crucé de brazos contra el pecho.
—Lo correcto hubiera sido ser sincero conmigo desde el principio.
Frío como un pepino, metió las manos en los bolsillos de sus pantalones
mientras la furia al rojo vivo lamía mi piel.
—Tienes razón, por eso me gustaría que firmaras los papeles.
—No.
Sus cejas se juntaron mientras me miraba desde el otro lado del espacio.
—¿No?
—No. —Se me daba muy bien ser testaruda. Era como una vaca: si no
quería ser movida, no podías moverme, sin importar quién o qué viniera.
—Rose...
—No.
Apretó los dientes.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros, fingiendo despreocupación.
—No creo que tenga ganas de firmar nada hoy. Quizá en otro momento.
—Rose, tiene que ser hoy.
—¿De verdad? —pregunté, poniendo cara de pensar y luego haciendo
una mueca—. Ah, lo siento mucho. Hoy estoy ocupada. Quizás en otro
momento.
Parecía realmente sorprendido.
—¿Por qué haces esto? Pensé que esto era lo que querías.
No es de extrañar que al principio pensara que era un bloque de cemento
no sólo no mostraba sus emociones, sino que no las entendía ni siquiera
cuando lo abofeteaban en la cara.
Algo húmedo resbaló por mi mejilla y, horrorizada por haber llorado, me
limpié con rabia con el dorso de la mano. Fue entonces cuando la cara de
Jack cambió y todo su cuerpo se tensó. Dejó de fruncir el ceño, el enfado, la
incredulidad y se escondió de nuevo detrás de su máscara.
Me limpié otra lágrima perdida y levanté la barbilla.
Sacudió la cabeza y se frotó el puente de la nariz. Lo siguiente que supe
es que se acercaba a mí. Hice todo lo posible por inspirar y espirar y me
quedé quieta. Incluso cuando estaba a mi lado, con su pecho casi apoyado
en mi hombro, no me moví. Yo también dejé de respirar.
—Rose —empezó en voz baja, con la cabeza inclinada hacia la mía.
Dejé de intentar despejar las lágrimas. Sólo eran lágrimas de rabia, y tal
vez estrés, nada más, y las mismas razones se aplicaban para el temblor
también.
Cuando sentí sus labios contra mi sien, cerré los ojos.
—Me estás rompiendo mi corazón, nena, tratando de aferrarte a algo que
nunca debió haber sido. Firma los papeles del divorcio, Rose. Por favor.
—No lo haré —susurré.
—¿Por qué? —preguntó de nuevo.
—No lo haré.
Sentí el suave toque de las yemas de sus dedos cuando me agarró la
barbilla y giró la cabeza. Abrí los ojos y miré directamente a los ojos azul
oscuro del hombre del que me había enamorado irremediablemente.
Quería decirle tantas cosas.
—Hazlo. Enviaré a alguien a recoger los papeles firmados.
Me sujetó la barbilla y pareció trazar mi cara en su mente mientras sus
ojos tocaban cada centímetro. Entonces su mano se deslizó hacia adelante,
ahuecando el lado de mi mejilla.
Mis ojos se cerraron por sí solos mientras él me daba un beso en la frente
al segundo siguiente se había ido. Estaba demasiado asustada para abrir los
ojos, para afrontar la realidad del infierno que había sido mi vida durante la
última semana.
Podría enviar a toda su empresa a mi puerta si quisiera. No iba a firmar
esos malditos papeles.
—¿Rose? No ha ido bien, ¿verdad?
Respiré profundamente y abrí los ojos, sintiéndome más decidida que
nunca.
Sally estaba de pie justo donde Jack había estado momentos antes.
Recogí los papeles y se los tendí para que los cogiera.
—Quiere el divorcio.
Ella pareció atragantarse antes de tomar el archivo de mi mano.
—Pero, él dijo... ¿cómo... los firmaste?
Sacudí la cabeza.
—No.
—¿Vas a hacerlo?
—No.
Esa noche, cuando cerramos la cafetería, por más que busqué, no pude
encontrar a Jack en ninguna parte, y tomé su ausencia como una invitación.
Capítulo Veintisiete
Jack
No había firmado los papeles.
Lo sabía porque el tipo que había enviado a recogerlos había regresado
con las manos vacías. Así que me dirigí a enfrentarme a ella yo mismo, de
nuevo, y cuando la encontrara, esta vez no me alejaría hasta conseguir una
maldita firma. El divorcio tenía que ocurrir, y tenía que ocurrir pronto.
Pero antes de ocuparme de Rose, tenía que hacer una parada rápida.
Llamé a su puerta y esperé que estuviera dentro.
Abrió después de unos segundos y pareció sorprenderse al verme.
—¿Cómo sabes dónde vivo? — preguntó Joshua Landon con una
expresión furiosa en su rostro.
Le sonreí y bloqueé la puerta con el pie antes que pudiera cerrarla en mi
cara y me abriera paso con el hombro.
—No podías alejarte de ella, ¿verdad? Tu codicia te costará, Joshua.
—Escúchame, tú...
No estaba allí para tener una larga charla. Tenía mejores cosas que hacer
así que en lugar de perder mi tiempo lo agarré por la camisa antes que
pudiera retroceder e ignorando sus ruidosas protestas le di un puñetazo en la
cara.
Por lo menos eso consiguió callarlo. Se tambaleó y una mano agarrando
su nariz y la otra sujetando la pared detrás de él consiguió mantenerse
erguido.
—Maldito hijo de puta —gruñó.
—Esta es tu última advertencia. Si alguna vez te veo romper su corazón
de nuevo, o escucho que estas cerca, te mataré.
Antes que pudiera cumplir mis palabras, me di la vuelta y me obligué a
alejarme.
Después de mi rápida visita a Joshua, fui directamente a la Avenida
Madison, porque sabía que ella todavía estaría en la cafetería, trabajando a
las cuatro de la tarde, pero no estaba donde se suponía que debía estar. A
continuación, intenté la dirección que Sally me dio, donde se había quedado
todo este tiempo. Tampoco estaba allí.
El apartamento estaba en el primer piso de un viejo edificio donde
cualquiera que pasara por allí podía ver fácilmente el interior y entrar a
robar con la misma facilidad si tenían en mente hacerlo. Ella sería lo
primero que verían, durmiendo en el sofá justo delante de la puerta, lo que
me enfadaba muchísimo. Ya me consideraba un maldito acosador, ¿por qué
no había esperado aquí por la noche? Me habría ganado oficialmente ese
título al menos.
Entre preocupado y ligeramente enfadado, volví a la cafetería. Cuando
entré, tanto Owen como Sally se pusieron en guardia.
Luego me dijeron más mentiras.
“No ha vuelto desde que te fuiste”.
“Si supiéramos dónde está te lo diríamos”.
“Oh, espero que esté bien, no parecía estar bien cuando se fue.”
No importaba lo tajante que fuera con ellos, no cedían. Como yo no
quería asustar a sus clientes, tampoco podía exigir una respuesta. Bien por
Rose, ya que parecía que había hecho una buena elecciones de los
empleados, pero no tan bueno para mí, por desgracia.
Incluso atravesé el maldito Central Park por si ella pensaba que
esconderse allí en el frío glacial sería una buena idea. No me sorprendería
en lo más mínimo. No podía ir con sus otros amigos, al menos no hasta que
nuestro investigador pudiera averiguar sus direcciones, pero sabía que no
llegaría a eso. De todos modos, apenas los veía. No importaba dónde se
escondiera, volvería a su preciada cafetería por la mañana, y si eso
significaba que tenía que esperar fuera o en un auto hasta que apareciera
antes que saliera el sol, que así fuera. Mientras apareciera, no me importaba
lo que tuviera que hacer. Iba a conseguir una maldita firma en ese papel.
Sin más opciones, hice que Raymond me llevara de vuelta al
apartamento.
—Buenas noches, Steve. ¿Todo bien?
Me sonrió.
—Buenas noches, señor. Sí, es una buena noche. ¿Cómo fue su día?
—Simplemente perfecto —murmuré en voz baja.
—¿Disculpe, señor?
Tratando de salir de mi mal humor, sacudí la cabeza.
—Nada. ¿Cómo está tu chica?
Su sonrisa se hizo más grande.
—Está muy bien. Gracias por preguntar.
—Por supuesto. —Frotando mi cuello, suspiré—. Voy a subir entonces.
—¿Todo bien?
Estaba a punto de empezar a hablar de Rose y decirle lo frustrado y
enojado y preocupado que estaba, pero me detuve. En sólo meses, ella me
había convertido en esto.
—Que tengas una buena noche, Steve.
—Usted también.
Sí. Asintiendo un par de veces, tomé el ascensor y entré en el
apartamento. En el momento en que cerré la puerta, me di cuenta de mi
error.
Ella era inteligente. Lo había olvidado. Era diferente a todos los que
había conocido. Por supuesto que estaría donde menos esperaba que
estuviera. Por supuesto que se escondería a plena vista.
Diez puntos para ella.
Cerré los ojos, respiré hondo y lo solté.
Aliviado por haberla encontrado por fin, seguí los suaves ruidos de
tintineo hasta la cocina y me di cuenta que la televisión estaba en silencio.
Me tomé mi tiempo para calmarme.
Me crucé de brazos y me apoyé en el marco de la puerta de la cocina.
Unas cuantas manzanas alineadas en la encimera de la cocina, junto a la que
ella estaba trabajando en la masa. Así que estaba horneando una tarta de
manzana en mi apartamento cuando se suponía que debía estar en cualquier
lugar menos en mi aquí.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Vi como sus hombros se tensaban y enderezaba su columna vertebral.
Antes de darse la vuelta, se dirigió al fregadero y se lavó las manos,
tomándose su tiempo para hacerlo. Me quedé callado. Cuando pensé que se
daría la vuelta, tomó una manzana y empezó a lavarlas una a una. Conté
cuatro manzanas hasta el momento, y con cada segundo que pasaba, su
cuerpo estaba más rígido.
Luego cerró el grifo, agarró un paño de cocina y finalmente se enfrentó a
mí mientras se secaba las manos.
—Horneando.
Asentí con la cabeza.
—¿Qué haces horneando en mi apartamento? ¿Has venido a entregar los
papeles tú misma y luego te pusiste a hornear al azar?
Su barbilla se levantó, sólo ligeramente, sus ojos brillando con algo
parecido a la ira. La hizo parecer más letal de lo que ya era para mí.
—¿Cómo fue tu día... esposo?
Me enderece contra el marco de la puerta.
—Dime que has firmado los papeles.
Su cabeza se inclinó hacia un lado y dejó caer el paño de cocina sobre la
encimera, con una postura similar a la mía mientras se cruzaba de brazos.
—No lo hice. —Su barbilla se levantó un poco más.
La estudié, con un millón de pensamientos que pasaban por mi mente.
—¿Qué está pasando aquí?
Ella descruzó los brazos y se agarró al borde de la encimera de la cocina.
Llevaba puestos sus jeans negros favoritos que abrazaban cada centímetro
de sus curvas y un suéter grueso que caía de uno de sus hombros. La mitad
de su cabello en un moño desordenado en la parte superior de su cabeza, el
resto cayendo sobre su hombro desnudo.
—¿Estás saliendo con alguien?
Mis cejas se juntaron.
—¿Qué?
—¿Estás saliendo con alguien? ¿Es por eso que quieres el divorcio?
Salí de mi estupor y di unos pasos hacia ella. Su cuerpo se puso rígido,
pero no perdió su postura.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —repetí.
—Hice los votos.
Eso fue lo que respondió, y mis cejas se tensaron más.
—Votos falsos —repliqué, mi voz salió más dura de lo que pretendía. La
sorprendí estremeciéndose, pero no supe cómo reaccionar. No tenía ni idea
qué demonios estaba pasando o qué creía que estaba haciendo. Por lo que
yo sabía, ella estaba arruinando todo.
—Yo no diría eso. Fueron bastante reales para mí. Dijimos el sí quiero
delante del oficiante. Firmamos los papeles y tengo la prueba. Eso es tan
real como puede ser.
Me detuve cuando estábamos uno frente al otro y la miré fijamente. Mis
ojos se dirigieron a sus manos y me di cuenta de la fuerza con la que
agarraba el mármol.
—¿A dónde vas con esto exactamente?
—No voy a ninguna parte. Esa es la cuestión.
—Ya veo. ¿Así que lo que estás diciendo es que te niegas a firmar los
papeles del divorcio?
—Exactamente. —Ella cuadró sus hombros, empujando sin saberlo sus
pechos hacia mí. Mis ojos se apartaron de su mirada sólo por un momento.
Di un paso atrás.
—Y vuelvo a entrar. —Ella soltó el mostrador y abrió sus brazos—.
¡Tada, estoy en casa! He contestado a tus preguntas. No has respondido a
las mías.
Confundido por lo que estaba pasando, la miré fijamente.
—¿Segura que te sientes bien?
—¿Estás saliendo con alguien? ¿Es alguien del trabajo? Samantha, ¿tal
vez?
—Entonces has perdido la cabeza.
Sus manos volvieron a agarrar el borde.
—Estás evitando la pregunta. ¿Me estás engañando, Jack?
Recuperé el espacio que había creado entre nosotros y puse mis manos en
el mostrador detrás de ella, atrapándola entre mis brazos. Me agaché hasta
que su cara estuviera a sólo unos centímetros de la mía y pudiera mirar sus
hermosos ojos.
—¿Qué estás haciendo, Rose? No me hagas preguntar de nuevo.
Ella no se erizó ante mis severas palabras. En su lugar, su rostro se
calmó, sus ojos mirando fijamente a los míos.
—Estoy tratando de tener una pelea.
Esperé a que continuara.
—Nunca haces nada fácil, ¿verdad? —Suspiró—. Resulta que creo que
un poco de pelea es saludable en un matrimonio. En primer lugar, nunca es
bueno retener las cosas, así que tienes que mantener las líneas de
comunicación abiertas si quieres durar. Lo cual no se te da muy bien, pero
empezarás a trabajar en ello. Estoy segura.
—Explica por qué no vas a firmar los papeles —insistí.
Comenzó a morderse el labio inferior, presumiblemente tratando de
encontrar las palabras adecuadas. Esperé pacientemente. Su respuesta era
importante.
—Porque no quiero divorciarme.
—No era un matrimonio de verdad. Te mentí. Te engañé para que lo
hicieras. No tenías que casarte conmigo, podría haber comprado la
propiedad y habértela alquilado.
—Nunca lo hubiera aceptado. Lo sabías, tú mismo lo dijiste. ¿Por qué lo
hiciste?
—Ya respondí a esa pregunta el día que viniste a mi oficina.
—Para tener una oportunidad conmigo. Nunca te disculpaste.
—Y tampoco lo haré ahora. Te dije que no me retractaría del tiempo que
pasé contigo.
—Sin embargo, quieres el divorcio.
Asentí con la cabeza. Acercándome un poco más, mis ojos se posaron en
sus labios, que estaban empezando a ponerse rojos de tanto morderlos.
—Sí quiero.
—¿Por qué? —preguntó.
—Tú misma lo has dicho: crees que me estoy viendo con otra persona.
Ella negó con la cabeza, sus ojos bajaron a mi boca y luego volvieron a
mis ojos. Su pecho había empezado a subir y bajar más rápido. Sacudió la
cabeza, un movimiento muy pequeño. Sus hombros también temblaban
ligeramente.
—No creo que tengas tiempo, con lo de acosarme y todo eso.
Las cosas que me dijo... Mis labios se movieron, llamando la atención de
su mirada.
—Se acumula mucho trabajo en la oficina por tu culpa.
—Me lo imagino. Vida dura, vida de acosador.
—Dime por qué no vas a firmar los papeles, Rose.
—Si lo hago, ¿me dirás por qué quieres divorciarte después de pasar por
la molestia de engañarme para que me case? —contraatacó.
Asentí con la cabeza, con los ojos fijos en los suyos.
—De acuerdo entonces. —Se enderezó un poco y le di el espacio
suficiente para hacerlo—. Va a ser cursi, pero no me culpes. Tú lo pediste.
—Creo que puedo manejarlo. Adelante.
—Yo... no tuve la mejor infancia, obviamente. Viví en una casa. No un
hogar. Tenía gente que se relacionaba conmigo, pero no tenía familia. No
tenía a nadie en quien apoyarme. No tenía a nadie que cuidara de mí si lo
necesitaba. Me tenía a mí misma. Lo hacía todo yo misma. Durante mucho
tiempo, era sólo yo contra el mundo. Luego crecí y tuve otras personas a las
que dar la mano, pero no eran las adecuadas. Sabía que no se mantendrían,
así que nunca me permití ser vulnerable. Nunca dejé que nadie cuidara de
mí. Hasta que llegaste tú. Tú, gran idiota. Hasta que diste todo lo que he
anhelado desde que tenía nueve años. Me diste una familia. Mía. Los dos,
nosotros contra todo y todos. Rompiste todos los muros que tenía
levantados y luego... ¿sabes qué? No importa. Te quiero. Ahí está. ¿Feliz?
No me gustas en este momento, pero me gustabas antes, mucho. Así que, sí,
te quiero. Al principio no te quería. Apenas me gustabas. No eres mi tipo en
absoluto. Eres arrogante a veces, aunque no todo el tiempo. En realidad, ¿a
quién quiero engañar? Lo eres, aunque no creo que te des cuenta que estás
siendo arrogante. Eres espinoso. No te fijas en la gente. Has mejorado en
eso, pero ni siquiera sabías el nombre de tu propio portero cuando llegué
aquí.
—Hablo con él todos los días —dije.
—Ahora lo haces, pero antes no lo hacías. Luego está el hecho de que
eres rico. Sé que esto es un problema mío. Esto no es por ti, pero
normalmente no me gusta la gente rica. Eres grosero. Fuiste grosero, lo
mismo, en mi opinión. Eres huraño. Frunces el ceño. Ya sabes que solía
contar tus sonrisas. Tú nunca sonreías. Nunca. Eso es algo importante para
mí. Me gusta sonreír, reír. Me gusta que la gente me sonría, que se ría
conmigo.
Ahora que se había animado, su voz se elevaba lentamente. Arqueé una
ceja, pero ella no se dio cuenta porque sólo me miraba a los ojos de vez en
cuando. Estaba ocupada pensando, con la respiración agitada y la frente
arrugada mientras enumeraba todas las razones por las que no le gustaba.
—Ahora sonrío —dije antes que pudiera continuar. Me miró a los ojos
durante un breve momento.
—No interrumpas.
Esta vez no oculté mi sonrisa.
—Me disculpo. Continúa, por favor.
—No sonríes. Al principio no hablabas, ¡y mucho menos sonreías! ¿Qué
clase de persona no habla? Ayudabas todos los días en la cafetería,
aparecías cada noche para recogerme, y sin embargo apenas hablabas. Si
querías tener una oportunidad conmigo, estabas haciendo un trabajo de
mierda.
—Te dije que intentaba alejarme para que pudieras...
—He dicho que no interrumpas. Nunca me haces un cumplido. Siempre
es, “te ves cansada”, “te ves así”.
—Eres la mujer más hermosa que he conocido. Sueles estar cansada, pero
hermosa a pesar de eso.
Me dio una palmada en el pecho y luego dejó su mano exactamente
donde estaba con su palma justo en mi corazón.
—¡Ves! Ni siquiera puedes hacerme un cumplido para salvar tu vida.
Frunces demasiado el ceño.
Se detuvo, parecía estar pensando un poco más.
—Ya has dicho eso. ¿Qué más tienes? —pregunté.
—Estoy pensando.
Me acerqué a ella y le pasé un mechón de cabello por detrás de la oreja.
Mis dedos se detuvieron en la piel de su cuello y sus hombros.
—Eres lo más precioso del mundo para mí, Rose.
Se estremeció.
—Eres todas esas cosas. Hiciste todas esas cosas —susurró.
—Puedo cambiar por ti. Cambié por ti.
—No debería quererte. No debería querernos.
—No deberías, pero hazlo de todos modos.
Puso su otra mano en mi pecho también, agarrándose a las solapas de mi
chaqueta.
—Sí que has cambiado, y te quiero a pesar de todas las cosas que no me
gustan de ti. Probablemente te quiero más por ellas. No lo sé. Me encanta
cuando frunces el ceño sin ninguna razón. Lo encuentro tan divertido. He
perdido mi mente. Disfruto haciéndote fruncir el ceño.
—Normalmente tengo una buena razón.
—Sí, sigues pensando así. Puedes ser dulce a veces, tan dulce, y
reflexivo. Around the Corner no sería mi realidad si no fuera por tu ayuda
antes de la apertura, y ni siquiera me gustabas entonces.
—Creo que entendí que no te gustaba.
—Me traes flores todos los lunes, sólo para que no use las de plástico
falsas. Me traes rosas hermosas y reales y luego actúas todo incómodo por
ello. Me encantan las flores. Sabes que me encantan las flores.
—Lo sé. Siempre te las traeré. —Esta vez, levanté la mano para atrapar la
lágrima que cayó de su ojo—. Dime. ¿Qué más?
—Lo harás. No quiero que las traiga el florista; tienes que traerlas por tu
cuenta.
—Hecho. ¿Qué más?
—Me encanta que ahora hables con Steve. Me encanta que te unas
cuando Raymond y yo estamos hablando en lugar de enfadarte por tu
cuenta.
—Yo no me enfado.
—Sí lo haces, pero no pasa nada porque a mí también me divierte. —
Acarició mi corbata, deslizando su mano hacia arriba y hacia abajo un par
de veces. Luego sus dedos agarraron mi camisa—. Y cuando estuve
enferma, me sujetaste el tobillo. ¿Te das cuenta de lo estúpido que suena
eso? Pero de alguna manera es la cosa más dulce y romántica que alguien
haya hecho por mí. No me dejaste sola ni un segundo. No creo que hubiera
podido pasar por todo eso por mi cuenta. Siempre estuviste a mi lado, en
cada paso del camino, y me hiciste amarte. Así que, ahora no puedo volver
atrás, y no es más que tu culpa. No me voy a divorciar de ti.
—De acuerdo. —Le sujeté la cabeza entre las manos y le besé la frente.
—¿De acuerdo?
—Has hecho un buen argumento.
—No te burles de mí, Jack. No estoy de humor.
—No me atrevería.
Parecía que no sabía qué decir exactamente, así que me hice cargo.
—Tú no recuerdas haberme conocido, pero yo lo recuerdo, Rose. Apenas
me miraste cuando Gary nos presentó. Luego subimos a la oficina de tu tío
y ni siquiera pensé en ello, en ti. La reunión terminó y cuando bajé y te vi
con ese maldito cachorro en la cocina, riendo, bailando, no pude apartar la
vista de ti. No podía moverme de donde estaba parado. Entonces llegó
Joshua. La forma en que lo abrazabas, la forma en que lo miraste, la forma
en que le sonreíste, era diferente de todas las otras sonrisas que le habías
dado a todos los demás que te saludaban, y yo estaba celoso. Por un
segundo, deseé que fuera yo a quien miraras así...como si fuera la persona
más importante de tu vida. Sin embargo, estaba más interesado en otras
personas. No me interesaba. No sería el tipo que yo imaginaría a tu lado. —
Acaricié su cabello y besé su frente de nuevo. No sabía cómo no hacerlo, no
cuando estaba en mis brazos así.
—Te imaginarías a mi lado, supongo. Entonces, ¿qué pasó? —preguntó,
mirándome a los ojos con curiosidad.
—No. Si pudiera dejarte ir, querría que tuvieras a alguien mejor que yo.
Entonces no hice nada. Estaba interesado, claro, y si no hubieras tenido
novio, me habría arriesgado, pero lo tenías, así que no pensé mucho en ello.
De todos modos, no eras mi tipo.
—Tus cumplidos, sí que vivo para ellos. Te van las frías, arrogantes, y
hermosas, ¿verdad? Como Samantha.
—Algo así, pero por un momento pude imaginarte conmigo. Quería una
oportunidad como nunca había querido una con nadie más. Entonces Gary
me contó lo del contrato, entró en el testamento, y ya sabes el resto. Cuanto
más aprendía sobre Joshua, no podía sentarme y no hacer nada, así que hice
algo. No dudé en llamarlo y ofrecerle dinero si te dejaba en paz, pero dudé
cuando nos íbamos a casar porque sabía que estaba arruinando las cosas y
llevando las cosas demasiado lejos. No sentí más que culpa esas primeras
semanas.
—¿Tuviste algo que ver con que estuviera con Jodi?
—No. Te lo juro. Me enteré de ellos la misma noche que tú. Cuando supo
que me había casado contigo y que le había costado la propiedad, se puso
en contacto conmigo de nuevo para pedirme dinero y me amenazó con
contártelo todo. Le pagué, una y otra vez. La noche después del evento de
caridad, la noche que nos vio juntos, ¿te acuerdas? Dije que iba a la oficina,
pero él me había enviado un mensaje de texto esa noche, así que fui a
encontrarme con él. Para entonces sabía que me estaba enamorando de ti, y
no quería que él arruinara cualquier oportunidad que tuviéramos. La última
vez que nos vimos, le dije que no pagaría más por esa mirada que puso en
su cara el día que apareció, y si tentaba a la suerte, le dije que le haría saber
a Jodi quién era realmente. Se encogió de hombros y dijo que había muchas
Jodi's, pero sólo una Rose para mí.
—No me mientas, Jack. No me querías. Ni siquiera fuiste amable
conmigo al principio. No soy alguien que crea que puedes enamorarte de
alguien sin conocerlo. No me vengas con tonterías.
Le aparté el flequillo de los ojos.
—¿Quieres callarte? No estabas enamorada cuando nos casamos o
incluso la primera vez que te vi. No estoy diciendo que fuera amor. Era sólo
interés, tal vez un flechazo, pero cuanto más te conocía, no podía dejar de
enamorarme de ti. Si no hubiera sabido que habías comprado todo el equipo
para abrir tu local, que habías gastado tu dinero, si no hubiera habido
ningún contrato, aún habría pagado a Joshua para protegerte de él, pero
después de eso, me habría acercado a ti como un tipo normal. Habría
llegado a conocerte, te hubiera invitado a salir, nada más.
—¿Por qué fuiste tan malo conmigo? Apenas hablaste, y no creas que
olvidé lo que me dijiste después de la boda. Me dijiste que era un error, y
dijiste que no debíamos haberlo hecho.
Sonreí, pero no había humor en ello.
—Esa fue mi culpa. No sabía qué hacer contigo, y sabía que al final,
cuando te enteraras de lo que hice, iba a matar cualquier oportunidad que
tuviéramos o no tuviéramos para siempre. No sabía cómo superarlo.
Créeme, fue una reacción. Si algo iba a pasar tenía que venir de ti. No iba a
dejar que me acusaras de forzar el amor aunque hubiera fabricado la parte
del matrimonio. Así que decidí dejarlo estar y permitirte tener la cafetería
mientras mantenía una sana distancia. No quería ayudarte a montar el lugar.
No quería estar tan cerca de ti. Incluso consideré decirte todo. Por eso te
pedía que salieras a cenar conmigo, pero no podía hacerlo. Iba a esperar el
momento adecuado. Entonces te pusiste enferma y no me importaba lo que
pasara, si sabías lo que había hecho o no. Me importaba un carajo la culpa,
y tú me estabas calentando, así que...
—Ahora me quieres —susurró.
Acaricié su cabeza y apoyé mi frente contra la suya.
—Eres el amor de mi maldita vida —le susurré, con la voz cruda y ronca
—. En algún lugar entre toda la pretensión, me enamoré completamente de
ti, y no puedo pensar en mi vida sin ti.
Ella me cogió las mejillas en respuesta.
—Quieres divorciarte de mí, Jack.
Apreté mi cuerpo contra el suyo hasta que oí un pequeño jadeo y su
espalda se apoyó en el mostrador.
—Sí. Quiero hacerlo para poder empezar de nuevo y demostrarte que
puedo ser lo que necesitas. Quiero empezar de nuevo, hacerlo bien esta vez,
invitarte a salir como una persona normal.
Ella pareció pensarlo mientras yo contenía la respiración y esperaba.
—No quiero. No quiero empezar de nuevo. No quiero divorciarme de ti.
Quiero seguir adelante.
—De acuerdo. Entonces no lo haremos.
—Pero tienes que prometerme, Jack. Tienes que prometerme que nunca
me ocultarás nada. Tengo que confiar en ti. No importa lo mucho que te
ame, no puedo hacer esto si no confío en ti. Tienes que darme toda la
información y dejarme tomar la decisión cuando sea algo que me concierne.
—Te lo prometo. Te prometo que haré todo lo posible para ganarme tu
confianza de nuevo.
—Entonces no nos divorciaremos. —Ella esbozó una pequeña sonrisa—.
Crees que soy hermosa.
Le devolví la sonrisa.
—La mujer más hermosa que he visto nunca.
—Entonces eres un hombre afortunado.
—Soy el bastardo más afortunado.
Ella asintió con entusiasmo.
—Eso definitivamente lo eres. No hay nada más que necesite saber,
¿verdad? Quiero que estemos bien, pero no hay más sorpresas, ¿verdad?
—¿Has leído los papeles del divorcio?
Su terca barbilla volvió a levantarse.
—No. Los rompí.
Con la sonrisa en su sitio, negué con la cabeza.
—Te di la cafetería. Te la iban a dar en el divorcio. De todos modos,
nunca la quise.
Su cuerpo se calmó y sus manos se apartaron de mi cara.
—¿Es demasiado tarde para cambiar de opinión sobre el divorcio?
—Me temo que sí.
Suspiró.
—Oh, bueno. Yo me quedo contigo, tú te quedas con la cafetería, que es
un buen trato.
—Tengo que estar de acuerdo.
Nos miramos fijamente a los ojos.
—¿Y ahora qué? —susurró ella.
—Es lunes, así que tengo que prepararte pasta. Tenemos tradiciones.
Se me escapó una pequeña sonrisa.
—Me encantan las tradiciones de pareja. Ese era el trato.
—Tu corazón siempre tiene un hogar conmigo, Rose. Pase lo que pase,
nunca olvides eso.
—Y el tuyo siempre tendrá un hogar conmigo. Ciertas personas están
destinadas para el otro y tú estabas destinado a mí, Jack. Y yo estaba
destinada a ti.
—Sí, soy tuyo. Sólo tuyo.
Algo cambió en sus ojos.
—¿Qué opinas del sexo?
Mis labios se movieron.
—En general, lo apruebo.
—¿Pero qué tal ahora, específicamente?
Bajo su pesada mirada, lo pensé por un momento, un momento muy
corto, y me incliné para susurrarle algo al oído.
—Definitivamente apruebo el sexo si y sólo si soy yo quien se entierra
profundamente dentro de ti, Rose Hawthorne.
Cuando me incliné hacia atrás para mirarla a los ojos, me di cuenta que
ya estaba sonrojada.
Capítulo Veintiocho
Jack
—Y ¿quieres que te folle?
—Quiero decir que no es una necesidad, pero tal vez para sellar todo…
Mi mirada se desplazó de nuevo a sus labios y no pude contenerme más.
Chocamos el uno contra el otro, y en el momento en que nuestros labios
se tocaron, ella dejó escapar un largo gemido y deslizó sus brazos alrededor
de mi cuello. La agarré por las caderas y tiré de ella hacia delante hasta que
mi erección, dolorosamente dura, quedó aprisionada entre nuestros cuerpos.
En respuesta, ella arqueó la espalda y sonrió contra mis labios.
—¿Feliz?
Sus ojos se cerraron y, sin dejar de sonreír, asintió.
—Este es un buen matrimonio.
—Todo lo que quieras, es tuyo —susurré y luego perseguí su boca y
lengua de nuevo. Ella enredó sus dedos en mi cabello y me dejó probarla
como quisiera. Soltando sus caderas, alcancé el dobladillo de su suéter y
tuve que obligarme a dejar de besarla. Sin aliento, me dejó, así que,
manteniendo mis ojos en los suyos, le quité lentamente el jersey y lo dejé
caer en el suelo.
—Es a ti a quien quiero —susurró—. Sólo a ti.
Su mirada estaba atenta a mí mientras yo miraba hacia abajo y dejaba que
mis ojos recorrieran sus pechos perfectos y su piel impecable. Tenía una
pequeña marca de nacimiento justo debajo de su hombro izquierdo hacia su
pecho. No la había visto la primera vez que la toqué así. No lo volvería a
hacer. Me aprendería cada centímetro de su cuerpo hasta que pudiera
imaginarlo perfectamente cuando cerrara los ojos. Toqué su cuello con las
yemas de los dedos y dejé que se deslizaran hacia sus pesados pechos.
Cuando llegué a su sujetador lila, agarré las finas copas de encaje y tiré de
ellas hacia abajo.
—Mírate —susurré.
Rose respiraba con dificultad, sus pezones subían y bajaban, haciéndome
perder la cabeza. La miré a la cara y vi que sus ojos ardían de anticipación.
Dejé escapar un profundo suspiro, sintiendo un gran alivio ahora que era
realmente mía. No había mentiras ni nada que se interpusiera entre
nosotros.
Apoyé mi frente en la suya para poder respirar un momento. Ella me
acarició la mejilla con la palma de la mano, permitiéndome tener ese
momento.
—Te he echado de menos —dije con voz ronca.
—Te he echado de menos —repitió ella.
Le besé la mejilla y luego bajé y le di un beso caliente en el lado de su
garganta.
—Eres mía.
Ella no respondió, pero su cuerpo se estremeció ante mis palabras y su
garganta se movió al tragar. Seguí bajando, saboreando su piel con mis
labios hasta llegar a su pezón. Cerré la boca sobre él y chupé con fuerza.
Su cuerpo se puso rígido y se agarró a mis hombros al mismo tiempo que
soltó un gemido. Mis manos agarraron su cintura y me dirigí al otro,
chupando y tirando.
Entonces, sus dedos tocaron mi mandíbula ronca y ella apartó mi cara.
—Me quieres. Me amas de verdad —jadeó, sin aliento. Era una pregunta
silenciosa.
—Te amo, Rose —repetí con voz firme, mis dedos pellizcando y tirando
de sus pezones.
Se mordió el labio.
—Yo también te amo, Jack. Sólo quería escucharlo de nuevo.
—Cuando quieras. —Todavía mirándola a los ojos, me acerqué a ella por
detrás y desabroché su sujetador. Suavemente, deslicé los tirantes de sus
hombros, sosteniendo su mirada todo el tiempo. Luego fue su turno y me
desató la corbata y la dejó caer al suelo. Sus dedos trabajaron en los botones
de mi camisa, cada acción era dolorosamente lenta. Parecía que tardaba
mucho en terminar cuando yo sólo quería arrasar con ella, pero tendríamos
todo el tiempo del mundo para hacerlo.
—Tú también eres mío —dijo—. Sólo eres mío.
—Nos pertenecemos el uno al otro, a nadie más, hasta que demos nuestro
último aliento.
—Sí.
La declaración resonó en mis oídos, tuve que forzarme a quedarme quieto
mientras ella ponía sus palmas en mi pecho y me quitaba la camisa, la
sensación de sus dedos quemando mi piel en cualquier lugar que tocara.
Mi autocontrol se desvaneció cuando me atrajo suavemente para darme
otro beso y dejó que su mano recorriera mi pecho, directamente hacia mi
polla. Mis manos empezaron a trabajar en sus vaqueros, desabrochando,
empujando y tirando mientras mis labios se apoderaron de nuestro beso y lo
profundizaron.
Su mano llegó a la cabeza bulbosa de mi polla en los confines de mis
pantalones y se detuvo. La agarré por la barbilla y la besé con más fuerza.
Ella me acarició la polla y dejó que su mano se deslizara lentamente hacia
abajo.
Ella acarició mi pene y dejó que su mano se deslizara lentamente hacia
abajo y luego hacia arriba. Ella era mi perdición.
Sólo conseguí resistir durante unos tortuosos tirones y luego la saqué de
la encimera de un tirón, tragándome su grito y su risa con mi boca.
Rápidamente me deshice de sus jeans y su ropa interior y luego, agarrando
su cintura, planté su culo desnudo de nuevo allí. Sus ojos seguían riendo
cuando levanté la vista de su cuerpo, que ahora era todo mío.
—Bésame, Jack. Bésame. —Obedeciendo su orden, agarré bruscamente
sus mejillas con una mano, incliné su cabeza, y empujé mi lengua en su
boca. Apenas podía quedarme quieto mientras ella insistía en quitarme los
pantalones con sus manos, apartando las mías cada vez que intentaba
ayudarla.
En cuanto la empujó hacia abajo, mi polla subió y bajó, mis bolas
pesadas.
—Te quiero dentro de mí —jadeó, rompiendo nuestro beso—. Ahora,
Jack. Ahora.
—Nada más en el mundo es más importante que tú.
Estaba siendo más duro de lo que querría ser con ella si tuviera la cabeza
pero si el agarre de sus dedos en mi piel era una indicación, ella estaba allí
conmigo. Le abrí los muslos, la acerqué al borde del mostrador, y guie mi
polla en su centro, empujando con un duro golpe.
Agarrando mi hombro con una mano, me abrazó con la otra, apoyando su
frente en mi hombro.
—¿Estás bien? —pregunté, teniendo problemas para quedarme quieto
cuando sus músculos flexionaban alrededor de mi polla.
Ella asintió contra mi hombro.
—No tienes que ser suave conmigo. No me romperé, Jack.
—¿Es eso lo que quieres?
—Sí.
Tomé su culo entre mis manos y tiré suavemente, dejándola sentir cada
grueso y duro centímetro. Volví a empujar, gruñendo contra su piel mientras
ella trataba de recuperar el aliento. Estaba tan mojada para mí,
increíblemente apretada y húmeda y toda mía. Agarrando sus pantorrillas,
las envolví alrededor de mis caderas. Su pecho estaba pegado al mío, sus
pezones duros contra mi piel. Tiré de sus caderas más cerca, forzándola a
tener cada centímetro de mí dentro de ella. No estaba dispuesto a que nos
separara ni un milímetro.
Lamiendo su cuello y ganándome un suave gemido, empecé a follarla,
duro y más duro que la primera vez. Ella se aferró a mis hombros, sus uñas
marcando mi piel, su piel ardiendo contra la mía.
—Jack —gritó, y su voz, el grosor, el sexo en su voz me empujaron sobre
un borde invisible.
Mis manos temblando por lo que sentía por ella, aparté su cara de mi
cuello y atrapé sus labios. Tenía mi polla dentro de ella, mi lengua dentro de
ella, mi mano trabajando sus pezones. Se estremeció en mis brazos cuando
mis empujones se aceleraban, llevándola al límite.
—¡Jack!
—Déjalo ir, Rose —le ordené cuando volvió a jadear—. Quiero que te
que te corras sobre mi polla. —Sus músculos se apretaron a mi alrededor, y
yo disminuí mis golpes mientras sus músculos internos trabajaban—. Eso
es, nena —susurré, empujándola hacia otro beso mientras ella gemía y se
ponía rígida. Quería todo lo que ella estaba dispuesta a darme: sus
orgasmos, sus gemidos, su piel, su boca. Todo lo que ella estaba dispuesta a
dar, yo lo quería para mí.
Cuando dejó de correrse, le di un respiro a su boca para que pudiera
recuperar el aliento y tomar aire mientras yo me calmaba dentro de ella.
Amasé sus pechos con mis manos, obligándome a ser suave, pero ella
cubrió mi mano con la suya y apretó más fuerte, lo que no ayudó a mi
autocontrol.
Me levantó la cabeza.
—No te contengas. Fóllame.
Me chasqueó la lengua.
—Pon las manos en el mostrador. Arquea la espalda.
Ella hizo lo que le dije y tiré de sus caderas hasta el borde. Con sus
manos hacia atrás, tenía todo el acceso a sus tetas que podía desear.
Saqué mi polla y la volví a meter, con los ojos bajos mientras
miraba...donde estábamos conectados. Mi polla estaba cubierta de sus
jugos.
Inclinando mi cabeza, cubrí su pezón con mi boca y realmente y empecé
a follarla de verdad. Cuanto más entraba, más fuertes eran sus gemidos y
más gritaba mi nombre. Le robé otro orgasmo justo antes que perdiera la
batalla y el mío me golpeara.
Respirando con fuerza y todavía agarrando sus dos muslos desde abajo,
dejé mi cabeza en su hombro, encontrando de alguna manera la energía para
seguir follando lentamente. No tenía prisa por salir de su calor, sobre todo
porque todavía estaba duro incluso después de haberme corrido dentro de
ella.
—Sin condón. —Forcé las palabras cuando pude volver a hablar.
Su cuerpo se tensó.
—¿Qué? —logró decir.
—Hemos olvidado el condón. Ya no los usamos.
—¿Es así? —preguntó, con voz divertida, y luego sus manos comenzaron
a recorrer mi espalda, haciendo que mi polla se moviera dentro de ella.
Extendiendo mi mano en la parte baja de su espalda, le di un fuerte
empujón, llegando tan profundo como pude. Su respiración se entrecortó,
sus dedos mordieron mi piel.
—Mierda —murmuré, la sensación de su calor y su humedad alrededor
de mi polla me empujó más cerca de la locura—. Hace mucho tiempo que
no usaba... Estoy limpio, nena.
—Estoy tomando la píldora y también estoy limpia.
—No quiero parar todavía —forcé con los dientes apretados justo antes
de rozar la piel donde su hombro se unía a su cuello. Todos sus escalofríos
me incitaron.
Ella apretó sus músculos alrededor de mí, provocando un gemido por mi
parte.
—Llévame al sofá —me susurró al oído.
Metí las manos bajo su culo y ella apretó las piernas a mi alrededor.
Respiré profundamente, dejando que su ligero y fresco olor a flores me
rodeara.
El hecho que lograra caminar y llevarla al salón después de haberme
corrido tan fuerte era un milagro. Apreté sus nalgas con mis manos porque
no podía evitarlo.
—¿Has ganado peso? Me gustan estos en mis manos.
Ella se rio y me golpeó el hombro.
Sin fuerzas, me dejé caer en el sofá, haciendo que Rose se deslizara de mi
polla. Un poco de mi semen goteó fuera de ella en un apuro, deslizándose
por sus muslos y sobre mis bolas.
Ella gimió, sujetando mi cara con las palmas mientras yo seguía tocando
su culo.
No se iba a dormir antes que la doblara en la cama o en cualquier lugar
que quería.
—Vamos a estropear tu sofá —dijo contra mis labios, su lengua
colándose en mi boca.
—Compraré uno nuevo.
La besé y empujé mi lengua en su boca mientras ella inclinaba su cabeza
para permitirme profundizar.
Sujeté mi polla cerca de la base y rompí nuestro beso.
—Vamos a hacerlo despacio.
Ella me dedicó una pequeña sonrisa.
—¿Y si no quiero hacerlo bien y lento?
—¿Quieres que te folle? ¿No te duele?
—Quiero estar dolorida.
Se agarró a mis hombros y bajó lentamente sobre mi gruesa longitud. No
podía apartar los ojos mientras su coño me absorbía. Estaba tan caliente y
empapada. Se levantó sobre mi polla, bajando con un fuerte gemido,
tomando más y más de mí con cada gota.
—¿Cómo es que sigues tan duro? —preguntó con voz ronca, sus tetas
rebotando arriba y abajo mientras seguía moviéndose sobre mí—. ¿Y por
qué quiero que sigas?
—No tengo ni idea —respondí mientras la agarraba por la cintura,
levantándola mientras me empujaba hacia arriba.
—Mmmm, me encanta esto.
La miré a los ojos.
—¿Cuánto es demasiado para ti? ¿Todas las noches? Tengo que ser
honesto, nena, no estoy seguro que vaya a ser capaz de mantener mis manos
lejos de ti.
Ella se levantó agarrando el respaldo del sofá, y yo la tiré hacia abajo en
mí, dándole cada pulgada. Ella giró sus caderas y gimió.
—Todos los días me parece perfecto. No quiero que retengas ninguna
parte de ti, y desde mi punto de vista, tenemos meses para compensar. Estoy
todavía enfadada contigo, no lo olvides, pero sí, mejor que lo hagamos
todos los días.
—Sí. —Se veía tan hermosa subiendo y bajando perezosamente sobre mi
polla. Sus ojos estaban dilatados, sus mejillas sonrojadas, los labios rojos e
hinchados, jadeando de necesidad.
Ya podía ver una pequeña marca en su cuello donde me había pasado un
poco.
—Ahora fóllame, Jack.
—Ven aquí, nena.
Se corrió con ganas, y yo agarré su cintura con más fuerza mientras ella
me daba su boca y me dejó besarla tan fuerte como quería. Empujé hacia
arriba y ella gimió contra mis labios. Lo hice de nuevo, con más fuerza, y
me tragué un gemido. Ella rompió nuestro beso en un jadeo con el tercer
empuje.
—¿Qué se siente?
Cerró los ojos.
—Espeso.
—Bien. Eres muy buena tomándome, Rose.
La única respuesta que obtuve fue su gemido mientras la follaba desde
abajo como ella había pedido.
—Estoy cerca, Jack.
Supe que estaba cerca cuando empezó a gemir mi nombre y perdió su
agarre en el respaldo del sofá. Aumenté mi ritmo y ella se corrió sobre mí
por tercera vez esa noche, nada más que mi nombre cayendo de sus
hermosos labios. Me enterré profundamente dentro de ella mientras se
retorcía y se agitaba contra mí, se corrió largo y tendido.
No nos movimos durante mucho tiempo mientras recuperábamos el
aliento. Mis manos recorrían su espalda mientras ella temblaba ligeramente.
Cuando pude moverme, la acuné en mis brazos y, sin decir nada, la llevé al
baño y la puse directamente bajo el agua caliente. Mientras le cubría el
cabello por toda la cara, se lo aparté. No podía apartar los ojos y las manos
de ella. Ella miraba todos mis movimientos mientras le lavaba el cabello y
luego cada centímetro de su cuerpo. Me devolvió el favor en silencio, sus
manos se movían por mi pecho mientras se mordía el labio. Cuando tuve su
atención, la besé suavemente, lamiendo sus labios y jugando con su lengua.
Se puso de puntillas y me rodeó con sus brazos mientras yo abrazaba su
cintura y la aplastaba contra mí.
Me complació secarla con una gran toalla y ayudarla a vestirse con una
de mis camisas blancas abotonadas. Bajamos las escaleras de la mano, y
luego se sentó en la isla mientras yo cocinaba la cena y ella charlaba sin
parar. Le cociné pasta porque era lunes y teníamos tradiciones en nuestro
matrimonio.
Nuestro matrimonio.
Todavía no podía creer que me hubiera perdonado sin hacerme trabajar
más.
La besé mil veces mientras hablaba sin parar. Ella no llevaba nada más
que mi camisa, y yo no llevaba nada más que mis pantalones negro.
—Estoy tan enamorado de ti, Rose Hawthorne —dije contra sus labios
mientras ella se reía de algo que acababa de decir—. Eres la mejor parte de
mi vida.
Su risa se apagó cuando inclinó la cabeza y me miró a los ojos. Sonrió
una hermosa sonrisa.
—Y tú eres mío, Jack Hawthorne. Todo mío.
Capítulo Veintinueve
Epílogo
Rose
Había pasado un mes entero desde que me había mudado a casa y había
aceptado el hecho que estaba oficialmente enamorada de mi marido. No
podía recordar un mes más feliz. Como si lo hubiera conjurado, Jack entró
en la cafetería, y al verlo, mi corazón se aceleró. Era como si fuera diferente
cuando era él el que entraba. Era como si lo supiera. Este es el hombre del
que estás enamorada, mira aquí, decía. Su cara, sin una sonrisa a la vista,
hablaba por teléfono, con un brazo lleno de mis rosas mientras continuaba
hacia la caja registradora. Frunció el ceño cuando alguien caminó delante
de él para llegar a mi pequeña librería sin una disculpa. Él miró fijamente a
mi cliente y, sacudiendo la cabeza, continuó con su llamada telefónica
mientras yo le miraba con la mayor de las sonrisas.
Después de unos segundos, cuando terminó con quien estaba al otro lado
de la línea, guardó el teléfono y por fin, por fin, levantó la vista. Yo seguía
su mirada escrutadora me encontró de pie en la puerta observándolo.
Mantuvo el contacto visual todo el tiempo mientras ignoraba a todos los
demás y se dirigió hacia mí. Me levanté del marco de la puerta y, en cuanto
estuvo a poca distancia, me puse de puntillas, agarré la chaqueta de su traje
y le eché los brazos al cuello.
—Me encanta ese ceño fruncido en tu cara.
Mi pequeña sonrisa se convirtió en una gran sonrisa cuando sentí que sus
labios se curvaban contra mi cuello y luego presionó hábilmente un
persistente beso en el lugar exacto.
Jack Hawthorne fue el primer hombre que cortocircuitó mi cerebro con
una simple sonrisa contra mi piel y lo que parecía un beso inocente.
La cafetería estaba algo vacía, el ajetreo de la mañana había terminado
sólo media hora antes, y casi todos los clientes que había en ese momento
eran asiduos, muchos de ellos con sus tabletas o portátiles y unos cuantos
favoritos de los míos perdidos en sus lecturas.
Desenredando mis brazos de su cuello, pasé mi mano por su hombro y
arreglé su corbata. El simple hecho de poder hacer eso me impactaba casi
cada vez. Tenía un marido, y uno de verdad.
—Hola —susurré.
—Hola, mi Rose. —Se inclinó y me besó la mejilla.
Cerrando los ojos, susurré.
—Estas tácticas no te ayudarán.
—Ya veremos —murmuró, apartando un largo trozo de mi flequillo
detrás de mi oreja.
—¡Hola, Jack! —gritó Sally desde unos pocos pasos de distancia,
saludando con una mano mientras con la otra trabajaba en la máquina de
café.
Oí a Owen murmurar algo desde la cocina mientras asomaba la cabeza de
la puerta detrás de mí.
—¿Sally? ¿Has dicho algo?
Mi alegre y dulce empleada ni siquiera apartó la vista de la máquina de
máquina de café.
—No.
—Oh, hola Jack —dijo Owen distraídamente cuando notó que mi marido
estaba de pie junto a mí. Mientras se saludaban, Jack había empezado por
fin a usar su nombre, rescaté las rosas del agarre de Jack, tocando
suavemente los pétalos blancos y beige con la punta de los dedos.
—Si vas a la parte de atrás, me quedaré delante con Sally —ofreció
Owen.
Le eché una mirada y vi cómo se reía y le daba el vaso para llevar y la
pequeña bolsa de pastelería a la chica que esperaba su pedido.
—Es bastante lento. Estoy bien aquí arriba por mi cuenta.
Volví a mirar a Owen y vi que su boca se tensaba.
—Entonces me pondré a mi trabajo.
Sally dio la bienvenida al último cliente que esperaba en la cola.
—Necesitamos más magdalenas de limón aquí arriba —dije en voz baja
antes que pudiera desaparecer a la parte de atrás, y antes de obtener una
respuesta de Owen, sentí la mano de Jack con la mía. Los dedos de mis pies
se curvaron de tanta felicidad. Owen asintió con la cabeza, miró a Sally de
forma amenazante y se marchó.
—¿Qué me estoy perdiendo? —preguntó Jack.
Suspiré.
—Te falta el amor joven, la pasión, la tensión.
—¿Amor joven? ¿En contraposición a nuestro viejo amor?
Le sonreí.
—Tú tienes treinta y un años y yo veintiséis, así que eres un tipo bastante
viejo para mí. La gente suele encontrar la diferencia de edad, especialmente
si el tipo se ve tan bien como tú.
Suspiró y negó con la cabeza, lo que me hizo sonreír aún más.
—Bien, Sra. Hawthorne, ¿está lista para nuestra reunión de las diez y
media? Tengo reuniones consecutivas hoy, así que me gustaría terminar esto
lo más rápido posible.
—Sí, sigue pensando eso. Durará lo que tenga que durar. Esto fue tu idea
de todos modos, así que ni siquiera intentes ser grosero al respecto.
—No estoy siendo grosero. No pensé que te lo tomarías tan en serio.
—Nunca piensas que estás siendo grosero, pero lo eres, y el matrimonio
es un asunto serio, Sr. Hawthorne. —Asegurándome de tener mi cara de
seriedad, yo di un paso atrás de mi marido y levanté las flores—. Voy a
dejarlas en la cocina...
Ahora que había terminado con los últimos clientes, Sally se unió a
nosotros.
—¿Quieres que te las lleve, Rose? —me preguntó, ya alcanzando mis
rosas.
Giré mi cuerpo, sólo ligeramente, nada demasiado obvio.
—Oh, está bien. Las llevaré allí y las manejaré yo misma cuando Jack se
vaya. —Para decir que era un poco territorial sobre mis rosas semanales era
decirlo a la ligera.
—¿Jack? Por qué no eliges un asiento y yo estaré allí en un segundo y
luego empezaremos nuestra reunión.
Sacudió la cabeza como si yo fuera una causa perdida.
—Bien. Iré a hacerlo.
—¿Quiere un café, Sr. Hawthorne? —pregunté, dándole un beso en la
mejilla.
—Sí, me encantaría uno, señora Hawthorne.
Cuando se dio la vuelta y se fue, Sally resopló a mi lado.
—No estoy segura que el café es una insinuación para el sexo o estabas
hablando de café de verdad.
—Desgraciadamente se trataba de café de verdad. —Mientras iba a la
cocina y coloqué las rosas junto al fregadero, Sally me siguió.
—¿A qué viene esa diplomacia? —Cuando le dirigí una mirada confusa,
ella explicó—. Sr. Hawthorne, Sra. Hawthorne...
Me reí.
—Oh, él quiere trabajar en nuestro plan de matrimonio de cinco años así
que vamos a tener una reunión sobre eso.
Sally me miró durante un largo momento y luego asintió.
—Tiene sentido.
—Yo también lo pensé.
Owen salió del almacén con una caja llena de nuestras tazas para llevar
en sus brazos, y Sally volvió a salir rápidamente.
Me apoyé en el mostrador y miré a Owen.
—¿Qué has hecho ahora?
Puso los ojos en blanco.
—¿Qué te hace pensar que he hecho algo? No he hecho una mierda.
Volverá a la normalidad en una hora, no te preocupes.
Como creía que tenía razón, porque Sally era la última persona en la
tierra en guardar rencor a Owen, lo dejé pasar y lo dejé solo. Tomando un
plato al salir, agarré las dos últimas magdalenas de limón y empecé con el
café de Jack.
Él había elegido la mesa más cercana a la ventana y seguía cada uno de
mis movimiento sobre el periódico que tenía en sus manos. Sintiendo que el
calor subía a mis mejillas bajo su mirada, me apresuré a sentarme frente a él
mientras él doblaba el periódico y lo colocaba sobre la mesa.
—Ahora están saliendo —le expliqué, respondiendo a su pregunta
anterior por si no había sido clara antes.
—Eso es lo que he deducido. No estoy seguro que sea una gran idea.
Cuando algo salga mal, afectará a tu negocio.
—Me encanta cuando eres positivo. Y lo sé, pero hasta ahora no ha
afectado su trabajo, y lo prometieron.
Me miró con exasperación, como si fuera una tonta por creer en su
palabra.
—Además, no es que vaya a despedirlos por estar enamorados. Es
divertido escuchar sus discusiones. Owen es muy parecido a ti, de hecho,
así que es extra divertido por eso. De repente estoy rodeada de hombres
gruñones.
—No soy gruñón, Rose. Hablo en serio.
Riendo, me levanté, me incliné sobre la mesa, y rápidamente besé sus
labios antes de volver a sentarme.
—Y te quiero así de fácil. —Llevaba vistiendo mi traje azul marino
favorito—. Usando todo lo que tienes en tu arsenal para las negociaciones,
ya veo —comenté ligeramente justo antes de dar un sorbo de mi té.
Las cejas de Jack se juntaron en confusión.
—¿Qué?
—Tu traje, sabes que es mi favorito.
Sus ojos brillaron con picardía.
—Y te pusiste el vestido que te dije que preferiría que lo llevaras sólo
cuando estuviera a tu lado, cogiéndote la mano.
Fingí sorpresa y miré mi vestido.
—¿Esta cosa vieja? —Realmente era un vestido negro bastante básico
con mangas largas, pero sabía que le gustaba por alguna razón. No podía
quitarme las manos de encima cuando me lo ponía.
Arqueó una ceja perfecta que básicamente decía que conocía tu juego y
se recostó en su asiento.
—¿Quieres empezar?
Le puse las magdalenas delante. La semana de limón era sólo para él,
ácida y dulce, como alguien que conocía.
—¿Te gustaría probarlas? los he horneado yo.
—No puedes engañarme con pasteles, Rose. Me los llevaré conmigo
cuando me vaya.
Sonreí.
—Nunca lo haría, Sr. Hawthorne. Me horroriza que siquiera piense que
yo haría algo así. Por favor, siga entonces. Sólo estaba tratando de ser
amable con mi marido.
—Bien. Entonces, dime, ¿qué tipo de matrimonio quieres para los
próximos cinco años?
—¿Sólo cinco? ¿Me echan después de eso?
—Pensé que sería más saludable sentarse cada cinco años y planificar los
próximos cinco años.
Dios, era una lucha para no levantarse y tirar de él hacia atrás. Tenía un
aspecto tan devastadoramente guapo y serio que me costaba mantener la
cara seria.
—¿Cómo sabes que no me divorciaré de ti en los próximos cinco años?
—No te vas a divorciar de mí —dijo, descartando la idea.
—¿Quién lo dice?
—Lo digo yo. Si no te divorciaste de mí después de todo lo que pasó, no
vas a deshacerte de mí por algo pequeño y estúpido que muy probablemente
acabaré haciendo en algún momento.
—Me divorciaré de ti en un santiamén si me engañas.
—Como eso no es una posibilidad, hablemos de nuestros planes de cinco
años.
—No a dejar calcetines por la casa. Por pequeño que parezca, me
volvería loca, y así es como empieza el principio del fin. Nada de ropa en el
suelo, y nada de masticar la comida con la boca abierta.
—¿Puedes tomarte esto más en serio?
Le fruncí el ceño.
—Lo hago —recalqué.
—¿Me has visto alguna vez dejar mis calcetines por ahí? ¿Mi ropa?
—No. Sólo te lo digo para que no empieces.
—¿Podemos volver al plan?
—¿No me estás escuchando? Esas cosas son parte del plan. Tú no puedes
hacer trampa, no puedes empezar a dejar tus calcetines o tu ropa por ahí, y
no puedes masticar la comida con la boca abierta. El sonido me vuelve loca.
—¿Esos son tus planes de relación para los próximos cinco años?
—Apenas estamos comenzando. Además, ¿por qué tienen que ser sólo
mis planes? Dime tú también lo que quieres para los próximos cinco años.
—Sólo necesito que te quedes conmigo, así que eso significa que tengo
que aprender lo que quieres.
—Me siento halagada, pero no. Así no es como funciona un matrimonio.
Soy bastante fácil de llevar. Quiero amor y lealtad, y que me hables.
—Rose, vas a tener que ser más específica. Te lo dije, tienes millones de
cosas que decir sobre nuestro matrimonio todo el tiempo. Empieza con una
de ellas. Háblame del matrimonio que querías tener.
—Bien. —Asentí con cuidado—. Quiero una noche de cita cada semana.
Si estamos agobiados por el trabajo, podemos hacerlo en casa, pero necesito
esas pocas horas de solo tú y yo sin que nada más se interponga.
—De acuerdo. Puedo hacerlo.
—¿No se supone que tienes que tomar notas? —pregunté, cogiendo de
nuevo mi té.
Se llevó un dedo a la cabeza, con los labios sonrientes.
—De acuerdo. Ya veremos. Te toca a ti.
—Quiero que vengas a comer.
—¿A la oficina?
—Sí.
—¿Para tener sexo? ¿Se nos permite tener sexo en la oficina?
Dejó escapar un gran suspiro.
—Rose.
Hice una mueca.
—¿Qué? Es una pregunta legítima.
Obviamente, él no pensaba lo mismo por la forma en que negó con la
cabeza.
Estaba bebiendo su café, pero se detuvo y puso la taza en la mesa.
Sonreí. Así que él también lo estaba pensando.
—Quizá no en el despacho, ya que es todo de cristal, pero me encargaré
de ello.
Estaba segura que encontraría la manera. Me reí.
—Hacerlo en la oficina no es esencial, pero me encantaría ir a comer.
—¿Puedo preguntar por qué?
—Me gusta pasar tiempo contigo, y me gusta la idea que vengas a mi
oficina a comer. Me gusta que la gente me vea contigo.
Arrastré mi asiento un poco más cerca de él, con el corazón contento.
—Hecho. Me toca a mí: Quiero cuchara. Si todas las noches no es
posible, lo quiero la mayoría de las noches.
—Esto no es algo que tengas que mencionar, Rose.
—Estoy segura que habrá noches en las que abrazarme en la cama será la
última cosa en tu mente, especialmente después de un largo y agotador día
de trabajo, así que sólo lo pongo ahí. Si empezamos a tener ese tipo de
noches demasiado, tienes que hacer un esfuerzo para no convertirlo en algo
permanente. Incluso si discutimos, y sé que te lo he dicho antes, pero vale la
pena repetirlo, quiero ser el tipo de pareja que hace borrón y cuenta nueva
cuando se acuesta. Tu turno.
Esta vez fue él quien acercó su silla a la mía. Alcanzó mi mano y besó el
dorso de la misma. En lugar de dejarla ir después, la sostuvo contra su
muslo, con nuestros dedos entrelazados.
—Quiero que me digas cuándo estoy haciendo algo mal —empezó, su
voz baja, sus penetrantes ojos azules en los míos—. Quiero que me hagas
saber cuándo me muestre distante o distraído, porque ya puedo asegurarte
que no eres tú. No puedes ser tú. Nunca serás tú.
Asentí con la cabeza.
—Te lo diré. Quiero envejecer contigo.
Acarició mi mejilla y apoyó su frente en la mía.
—Sí. —Su voz había sido baja y era una simple palabra, pero la emoción
que podía ver en sus ojos, la emoción que podía sentir detrás de la palabra,
sabía que era una promesa que pretendía cumplir.
—Recuérdame por qué no hicimos estas negociaciones en casa. —
pregunté con un suspiro cuando tuvimos que separarnos.
—Fue idea tuya.
—De acuerdo. Bien. ¿Qué más quieres de mí?
—Todo lo que estés dispuesto a darme.
Me aclaré la garganta y su mano se apretó alrededor de la mía.
—No vamos a mentirnos el uno al otro. No importa lo difícil que sea la
verdad, no vamos a hacerlo. Prométeme.
—No me arriesgaré a perderte. No nos vamos a mentir el uno al otro. —
aceptó fácilmente.
—Vamos a hacer un esfuerzo consciente para trabajar en nuestro
matrimonio sin importar lo que pase en nuestras vidas. Seguiremos
trabajando en ello, siempre. Quiero hacerte feliz, y tú tienes que hablar
conmigo.
—Nunca encontrarás a alguien que se esfuerce tanto como yo para
hacerte feliz. Cada vez que tengas que hacerte una resonancia, siempre iré
contigo. Siempre me aseguraré que sepas que estoy allí. Veré todas las
películas que quieras que vea, no importa lo cursi o lo horrible que sea...
Levanté la mano y lo detuve antes que pudiera seguir con su frase.
—Espera un momento, si me estás diciendo que crees que Titanic o
You've Got Mail son cursis, tenemos un problema.
—Sólo escucha. Siempre te dejaré robar mis patatas fritas cuando
termines las de tu propio plato. Siempre te dejaré tomar un bocado de mi
postre. Cocinaré para ti cuando estés enferma y cuando estés demasiado
hambrienta para hacer otra cosa que no sea fruncir el ceño. Te daré de
comer de mi propio plato y te besaré después de cada bocado. Haré
sacrificios por ti como sé que tú harás sacrificios por mí en el camino.
Nunca seré grosero con la gente que amas y te importan. Nunca daré por
sentada tu sonrisa, y te haré sonreír todos los días, incluso en los días en que
estés más molesta conmigo. Hablaré durante horas, contándote todo lo que
quieras saber sobre mí, sobre cualquier cosa, si eso es lo que quieres de mí.
—Jack —susurré, mis manos temblando—. Jack, conozco tu corazón. Tú
no necesitas hablar todo el tiempo. Incluso tu silencio me encanta.
Se inclinó hacia adelante y presionó suavemente un beso en mis labios y
luego siguió hablando.
—Te besaré cada vez que empieces a preocuparte por tu salud y te
pierdas en tus propios miedos. Te besaré cada mañana, cada noche y cada
vez que pueda en el medio. Te responderé siempre que me envíes un
mensaje de texto aunque esté a una habitación de ti. Pero los días que quiera
escuchar tu voz, te llamaré en lugar de enviarte un mensaje. Siempre te
ayudaré cuando lo pidas. Te ayudaré incluso cuando no me pidas ayuda
porque siempre estaré ahí. Comeré y beberé todo lo que me pongas delante
simplemente porque tus manos lo han cocinado, horneado o hecho.
Intentaré aprender a entender cuando quieres que te haga el amor pero te da
demasiada vergüenza pedirlo. Trabajaré duro para hacerte feliz, para hacer
de este matrimonio que siempre quisiste tener, y nunca... te lo prometo,
Rose, nunca te haré sentir que no eres amada. Nunca te daré por sentado.
Siempre tendrás a alguien en quien apoyarte cuando lo necesites. Siempre
estaré ahí incluso cuando no necesites que esté, pero lo más importante...
Alargó la mano y me quitó una lágrima de la mejilla antes de levantar mi
mano y volver a besarla. ¿Cuándo había empezado a llorar?
—Siempre te querré —continuó antes que pudiera recuperar el aliento.
—Incluso cuando estés molesta conmigo, incluso cuando haga algo que
no te tengas ni idea de por qué has decidido quedarte conmigo, siempre te
querré, siempre te amaré.
—No hablas. Durante días y semanas, hago todo para que hables, y luego
vas y me haces esto. —Me levanté de mi asiento, mis ojos nunca dejaron
sus hermosos azules, y me senté en su regazo de lado. Le cogí la cara con
mis manos y me quedé mirándolo.
Este hombre del que me había enamorado, con los ojos bien abiertos.
Este hombre que no se parecía en nada a lo que yo había querido para mí.
Este hombre feroz que era el único para mí.
Mi familia.
—Haces que mi corazón se ponga a cien. ¿Lo sabías?
—Hmmm. ¿Lo sé?
Me incliné y besé sus labios una vez, lentamente, con dulzura. Con una
de mis manos apoyadas en su cuello, dije mis siguientes palabras en su
oído.
—Estoy enamorada de ti, loca, desesperada, irremediablemente. —
Mordiéndome el labio, acaricié su mejilla y moví mis ojos sobre cada
pulgada hermosa de su rostro, memorizando la mirada de sus ojos, la forma
de sus labios—. Yo también te haré feliz también, Jack Hawthorne —
susurré, y apoyé mi frente contra la suya mientras nos mirábamos a los ojos
—. Haré todo lo posible para hacerte feliz por el resto de nuestros días.
Nunca te dejaré ir. Nunca renunciaré a ti, a nosotros.
Escena Extra
Rose
Caminaba de un lado a otro frente al pasillo del pan, contando mis pasos,
perdida en mi propio pequeño mundo, cuando vi a mi apuesto, y muy real
marido, entrar por la puerta. Dormía cuando se fue a trabajar esta mañana,
así que no lo había visto vestirse. Se había convertido en una de las más
agradables rutinas matutinas para mí verlo vestirse, y desvestirse, por
supuesto, frente a mí. Sin embargo, era una rutina completamente diferente
a la de mirarlo arremangarse, Eso requirió un tiempo separado en la rutina
de la noche cuando regresaba a casa. Creo que disfrutó viéndome verlo
más que yo, pero nunca dejamos que se nos pase. Enraizada en mi lugar,
completamente hipnotizada por mi esposo de ahora dos años, lo miré
mientras se detenía justo en las puertas y se hacía a un lado para dejar pasar
a una anciana. Sus ojos empezaron a buscarme en la sección de productos y
cuando no pudo encontrarme lo suficientemente rápido, mi ceño fruncido
favorito apareció en su rostro. El corazón palpitaba en mi pecho, sonreí
para mí misma y me sentí feliz hasta los dedos de los pies. Como si pudiera
sentir mi mirada sobre él, sus ojos se clavaron en mí y el ceño se hizo más
profundo. Eso era lo esperado. Era la pesadilla de su existencia. Vi como
sus labios formaron mi nombre y mi sonrisa se hizo más grande. Entró
como si fuera el dueño del lugar y llegó a mi lado lo más rápido posible,
con los ojos en los míos todo el tiempo.
—Rose, ¿qué estás…?
No lo dejé terminar.
—Te voy a abrazar, Jack Hawthorne.
Solo tuve tiempo suficiente para notar que el ceño fruncido en su rostro
desapareció mientras me congelé y luego me agarré a su antebrazo y me
puse de puntillas para poder darle un buen abrazo. Cerró sus brazos a mi
alrededor, y yo aparté los ojos y le di un prolongado beso en la mejilla.
Luego, respirando profundamente su esencia cautivante, suspiré y algo
dentro de mí se asentó tan pronto como lo percibí un poco más.
—Llevas mi favorita.
—Cuál más llevaría, cariño.
Para Jack, era tan simple como eso. Me encantaba su colonia, así que
solo se pondría esa
—Te extrañé —susurré, apretando los brazos alrededor de él.
—Siempre te extraño. Sabes que no tienes que advertirme cada vez que
nos abrazamos, ¿verdad? —murmuró junto a mi oído y un escalofrío
recorrió mi espalda.
—Me gusta más así —admití, divertida ante su tono áspero.
—Rose —susurró, su voz se suavizó—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué
voy a hacer contigo?
Me dejé caer de nuevo sobre mis pies y miré sus profundos ojos azules.
Él me soltó a regañadientes, pero me quedé cerca. Todavía estábamos frente
al pasillo del pan, y yo estaba parada lo más cerca que podía de él.
—¿Amarme por el resto de nuestros días? Eso podría ser bueno.
Él me sonrió; y el corazón dio otro fuerte golpe en mi pecho.
—Disculpe —murmuró alguien y Jack tomó mi mano en la suya y
gentilmente me tiró hacia un lado y se alejó, de todo el pan.
Cuando noté lo frías que estaban sus manos, moví ambas manos hacia
arriba y hacia abajo sobre sus brazos.
—Jack. te estás congelando.
—Estoy bien. Ahora dime, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó, su
mano se deslizó alrededor de mi cintura y suavemente rodeó mi espalda.
Hice lo mejor que pude para mantener mi cara en blanco.
—¿Qué se hace en una tienda de comestibles?
Arqueó la ceja.
—Eso no va a funcionar conmigo, se supone que debes estar en casa,
descansando, Sra. Hawthorme, hablamos de esto, ¿recuerdas?
—Me acuerdo, Sr. Hawthorne. También recuerdo que Sally y tú se
unieron y me expulsaron de la cafetería. Así que no he hecho nada más que
descansar estas últimas semanas. Nos faltan algunas cosas esenciales, así
que aquí estoy.
— ¿Y supongo que no podías esperar hasta que llegara a casa? —Sacudí
la cabeza y después de un suspiro continuó—. No se suponía que debías
venir sola. Ahora no. Teníamos un trato, Rose.
Incliné la cabeza hacia un lado.
—¡Quién dice que rompí nuestro trato! ¿No viste a Ray afuera?
Me dio una mirada de complicidad.
—Me estás tomando el pelo. ¿Y si pasa algo y ninguno de…?
Sentí un calambre particularmente fuerte y no pude detenerme antes de
apretar la muñeca de Jack. Se detuvo a mitad de la frase y luego los círculos
tranquilizadores siguieron también.
Dejé escapar un largo suspiro.
—¿Qué pasa? —Su mirada se volvió preocupada y sus ojos se posaron en
mi enorme estómago que estaba entre nosotros. Nuestro bebé.
Me aparté de su brazo para estar segura y acaricié mi estómago en su
lugar.
—Sólo una patada entusiasta, nada nuevo. —Mentí. Se suponía que
íbamos a tener a nuestro bebé exactamente una semana después de este día.
La mano de Jack aterrizó en la mía y detuvo mis movimientos.
Inclinó mi barbilla hacia arriba con su otra mano y me miró a los ojos.
—¿Está segura?
Sonreí y asentí con la cabeza.
—Todo bien.
—¿Las dos? —preguntó suavemente mientras tomaba mi mejilla.
Mirando sus profundos ojos azules. Mordí mi labio y asentí.
—Rose. —Su palma aún cubría mi mejilla, tiró de mi labio inferior con
su pulgar forzándome a dejar de morder, luego se inclinó y todavía
mirándome a los ojos me dio un beso escandaloso. Abrí la boca para él y su
lengua entró. El calor me invadió y puse mi mano en su mejilla. Recuerdo
que gemí y traté de acercarme a él, pero mi estómago lo golpeó y, riendo
entre dientes, dejó de besarme.
—No es gracioso —murmuré, casi sin aliento, lo que lo hizo sonreír
contra mis labios, dándome otro beso rápido, enderezándose.
—Si la comida está mal, ¿qué estoy haciendo aquí, Rose? —preguntó mi
maravilloso esposo después de darle un rápido apretón a mi mano.
—Uno pensaría que preferirías ver a tu esposa muy embarazada, a quien
amas más que a nada, en lugar de estar encerrado en tu oficina. Estás
comprando comestibles conmigo.
—Siempre prefiero ver a mi hermosa y embarazada esposa más que
cualquier otra cosa. ¿Y Ray no pudo ayudarte con este urgente viaje de
compras en medio del día?
Negué con la cabeza y tiré de él hacia los carritos. Si iba a recibir más
besos, era una buena idea empezar a comprar.
—Quería verte. ¿No es suficiente? Y me gustaría recordarte que ir de
compras juntos está en nuestro plan de matrimonio de cinco años.
Hubo una breve pausa.
—¿No hay nada malo con el bebé o contigo, cierto, Rose?
—¿Qué podría estar mal? No hay nada malo.
—Me sacaste de una reunión muy importante con un cliente muy grande.
Perdóname por asumir que podría ser una emergencia.
—Estás perdonado. Vamos. Hagamos esto. Ticktack.
Cogí un carrito, pero Jack soltó mi mano y sacó uno. En unos segundos,
tan pronto como hubo maniobrado el carro lejos de los demás, tomó mi
mano de nuevo.
—Gracias de nada — murmuré, alcanzando la lista en mi bolso—. Te
salvé de una reunión aburrida. Se suponía que estabas tan feliz de verme.
Se rio entre dientes y le sonreí.
—Siempre estoy feliz de ver a mi hermosa Rose.
—¿Tuviste que salir corriendo de tu reunión? ¿Es por eso que solo estás
usando una camisa y sin chaqueta en medio del invierno en Nueva York?
—Sí, Rose. Eso es exactamente el por qué.
—Eso no fue muy inteligente de tu parte, ¿verdad? —Sacudiendo la
cabeza hacia mí, se inclinó y me dio un prolongado beso en la frente.
—Está bien, ¿qué estamos comprando que no pudo esperar hasta el día de
la compra? Necesito volver después de llevarte a casa.
No pensé que volvería a la oficina, pero no dije eso en voz alta. Y el día
de la compra, Jack Hawthorne y yo teníamos días de la compra. Locura.
De la manera más feliz
—Necesitamos muchas manzanas. Deseo algo de manzana. ¿Un pastel de
manzana francés de celebración, tal vez? Con salsa de vainilla celestial
encima.
—¿Qué estamos celebrando?
—Oh, mira, tienen mis manzanas favoritas. Tú toma el brócoli. Yo voy a
conseguir las manzanas.
Aparté mi mano de la suya y ataqué las manzanas. Jack me miró por un
segundo y luego se dirigió hacia el brócoli a mi izquierda.
—Estás actuando raro.
Olí una manzana.
—Estoy siendo misteriosa y mantengo vivo nuestro matrimonio.
Eso me valió otra arqueo de sus cejas, así que rápidamente me aparté y
terminé de escoger mis manzanas.
Tan pronto como habíamos terminado con las verduras y las frutas, Jack
tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos.
—¿Qué sigue entonces?
—Queso. Mucho queso. — El queso y los encurtidos habían sido mi
kriptonita durante el embarazo. Ninguna cantidad era suficiente.
—Correcto. ¿Cómo podría olvidarlo?
Mientras Jack estaba recogiendo mis quesos favoritos, aparté los ojos,
apreté la mano del carrito con tanta fuerza como pude y atravesé otro
calambre. En el momento en que estaba poniendo mis quesos en el carro me
las arreglé para mirarlo como si no pasara nada en el mundo, pero poco a
poco estaba empezando a afectarme.
Casualmente, tomó mi mano de nuevo y me hizo sonreír. A pesar de lo
que estaba diciendo cuando entró aquí, me había echado de menos.
—Creo que se nos acabó la leche —murmuró, dirigiéndose al pasillo de
la leche. Logramos conseguir unos chips de tortilla, lentejas, arroz, harina,
carne molida, azúcar morena, pollo, y luego algunas cosas adicionales que
no estaban en mi lista. Iba detrás de Jack de regreso a la sección de frutas y
verduras porque me había olvidado de tomar las judías verdes cuando otra
contracción me golpeó, e hice un pequeño ruido chirriante. Como iba un
poco detrás de Jack y había algunos niños pequeños corriendo haciendo
mucho ruido, él no me escuchó, así que me metí en un pasillo y esperé un
poco hasta que pasó.
Luego me acerqué con cuidado a su lado.
—Jack —susurré.
—Estás muy callada —dijo
—Jack —repetí y me aferré a su brazo hasta que finalmente me miró.
—Creo que tenemos que irnos.
Se inclinó sobre mi hombro, detrás de mí.
—¿Qué pasa?
Lo miré a los ojos y le di una pequeña sonrisa.
—Vamos a tener un bebé.
Sus ojos se calentaron cuando me devolvió la sonrisa, y eclipsó mi
silencioso pánico solo un poco
—Lo sé, cariño. —Se inclinó y me besó con tanta dulzura que no supe si
estaba sin aliento porque iba a tener a nuestro bebé o por su beso. Luego
pegó su frente contra la mía.
—Te amo, Rose. Consigamos las judías…
—No lo hacemos. —Me aparté y tragué—. Estamos teniendo un
momento, realmente lo hacemos, pero el momento ha terminado. Estamos
teniendo un bebé ahora, de verdad. Probablemente no en este momento,
pero en algún momento de hoy, es hora de irse. Así que creo que
deberíamos irnos.
Su rostro se había aclarado lentamente cuando me apresuré a pronunciar
mi pequeño discurso y él estaba de pie en toda su estatura. Un poco
estupefacto, soltó el carro, miró a su alrededor de nuevo, luego me miró de
nuevo
—¿Ahora mismo? ¿Está sucediendo ahora mismo? No estamos
programados para otra semana.
Arrugando mi rostro, hice un gesto con mi mano.
—Probablemente en algún momento de hoy o de manera más realista esta
noche. Estoy bastante segura que nuestro bebé no quiere esperar más.
—Me estás diciendo que nuestro bebé está por llegar. Ahora mismo.
No estaba formulado como una pregunta, en realidad no, pero la
confusión en su rostro, la conmoción, el amor y luego el horror y el pánico
me obligaron a dar una respuesta antes que pudiera estallar.
Mordí mi labio inferior y no pude reprimir mi sonrisa,
—Un poco.
—Te voy a matar, Rose.
Sorprendida, me reí.
—Pensé que recibiría un abrazo o un beso, o ambos con un giro, no una
amenaza de muerte.
Una mujer que pasaba se detuvo y miró a Jack con mala cara. Cuando
sus ojos se deslizaron hacia mí, le sonreí.
—Oh, está bien —dije con una sonrisa genuina—. Es mi marido.
Queremos matar a todos los demás con regularidad. —Frunciendo el ceño
con desaprobación, se alejó. Sentí la mano de Jack en mi estómago y lo
miré, pero sus ojos estaban fijos en mi estómago como si pudiera ver a
nuestro bebé.
—Realmente necesitas dejar de hablarle a los extraños —susurró
distraídamente.
Mi corazón estaba lleno a reventar, mis ojos de vuelta a la mujer. Grité
detrás de ella.
—Él me ama. ¡De verdad! —Luego cubrí la mano de Jack y sus ojos se
posaron en mí.
—Voy a ser papá, ¿hoy? Finalmente voy a tenerla en mis brazos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas ante el tono dulce y maravilloso de su
voz y asentí. Me recordó el día en que le dije que estaba embarazada. Ese
día, y desde entonces había llorado mucho, culpando a Jack completamente
por eso.
—No podrás deshacerte de nosotros ahora —susurré entre lágrimas—. Y
podría ser un niño.
Tomó mi cara en sus manos.
—¿Estoy atrapado con los dos entonces?
No podía hablar sin chillar y balbucear, asentí.
—Supongo que tendré que encontrar la manera de sobrevivir.
Juguetonamente, golpeé su hombro, pero ambos sonreíamos como idiotas
mientras yo lloraba lágrimas de felicidad en medio de la tienda de
comestibles.
Se inclinó y besó mis párpados, uno por uno, justo antes de presionar un
rápido beso en mi nariz mientras abrazaba su cuello. Luego presionó un
beso en mis labios. Para mi decepción, fueron unos pocos segundos. Luego
me estaba alejando del carro. Sorprendida, grité. Agarrando el carro. Lo
detuve.
—He llegado hasta aquí. No me iré sin mis manzanas.
Me dio una mirada inflexible.
—¿Estás loca? Nuestro bebé está viniendo.
—A él o ella también le encantan las manzanas. Creo que él o ella le
gustaría que su mamá obtuviera las manzanas que necesita para hacer una
tarta de manzana francesa.
—Rose, no vas a hacer tartas de manzana francesas o americanas. Vamos
al hospital.
—Lo haré en unos días. Cuando regresemos del hospital. No dejaré a mi
bebé para comprar unas estúpidas manzanas después que llegue a casa.
—Realmente te voy a matar.
—Está bien. Primero paguemos por esto antes que mates a la madre de tu
hermoso bebé.
—Rose.
—¿Jack?
—Hicimos un plan, ¿te acuerdas?
—Claro. Fue un plan extenso y muy bien pensado.
—Rose —gruñó, luciendo guapo y enojado. Fue una buena mirada para
él, siempre le había sentado bien.
—No voy a tener mi próxima contracción aquí mismo mientras discuto
contigo, Jack. Paguemos las estúpidas manzanas.
Pasó dos segundos considerando si podía presionarme, pero decidió no
hacerlo. Sacudiendo la cabeza, tomó mi mano, hizo rodar el carrito hacia
adelante y caminó a mi lado, aunque podía sentir que no quería hacer nada
más que llevarme al hospital. Tan pronto como llegamos a la línea de caja,
comenzó a descargar nuestras cosas. Traté de ayudar, pero suavemente me
apartó y me puso a su derecha.
—Cuéntamelo todo —ordenó en un tono serio.
Ahora era el abogado quien hablaba con su esposa, así que le di un
informe completo.
—Llamé a la Dra. Jana cuando llegó la primera contracción. Me dijo que
me dirigiera al hospital cuando empezaran a venir con cinco o diez minutos
de diferencia, y que la llamara de nuevo, para que todavía tengamos tiempo
de sobra. Me dijo que sólo me relaje y espere.
—Entonces, ¿qué hace mi esposa? —le preguntó al cajero con los ojos
muy abiertos, quien apuesto a que ni siquiera tenía veintitantos años—. Ella
sale corriendo para hacer algunas compras.
Froté el brazo de mi esposo y suspiré.
—Respira. Jack. —Me volví hacia el cajero—. Él me ama.
Jack me dio una mirada de muerte, luego gruñó y continuó con el resto de
mi explicación mientras rápidamente arrojaba todo sobre la banda.
—Bien —admití—. Estaba un poco asustada y no quería llamarte solo en
caso que fuera una falsa alarma otra vez, así que pensé que debería ir de
compras y comprar mis manzanas en caso que no sea una falsa alarma y
pensé que lo haría en poco tiempo y te llamaría entonces, pero realmente
duele y cada vez son un poco más largas, así que te necesitaba conmigo
porque siempre me ayudas.
—Buen momento con eso al final, pero eso no te salvará de mí. ¿Qué tan
rápido están llegando ahora? —preguntó, sacando su tarjeta de crédito,
todavía como un negocio. —Veinte segundos.
—Segundos.
—Segundos —repetí.
Me dio una mirada fulminante antes de volver a mirar al cajero, y yo hice
todo lo posible por lucir inocente y linda.
—Estoy casado con una mujer que piensa que salir a pasear es una buena
idea cuando se trata de dar a luz a nuestro bebé. —El cajero asintió con
nerviosismo—. Puedo ver eso, señor. Felicitaciones.
—Dicen que caminar es bueno, así que pensé que tal vez podría caminar
hasta la cafetería. Tomar un poco de aire fresco... —Cuando me dio una
mirada de asombro. Cambié de lugar—. Iba a llevar a Raymond conmigo,
por supuesto.
—Por supuesto.
—Cuando llegó la segunda, pensé, tal vez no deberías caminar tan lejos,
Rose. Así que vine aquí en su lugar, con el auto.
Seguimos mirándonos uno al otro.
—¿Esperabas un aplauso?
Me tapé la boca para ocultar mi risa.
—Hicimos planes para esto, Rose. Teníamos un plan. Y ninguno de ellos,
ninguno de ellos decía que no debieras llamarme, pero salir a caminar sí.
No decía: tal vez pasar por la cafetería o hacer algunas compras, ¿verdad?
—No es el punto aquí.
Frunció el ceño, así que pensé que complementar sus habilidades para
hacer planes era una buena idea.
—Tenías un plan muy bueno, Jack. Una lista muy larga de cosas.
Sacudió su cabeza.
Mientras el cajero pasaba su tarjeta de crédito, Jack se frotó la cara y dejó
escapar un suspiro. Entonces mira mi rostro sonriente.
—Vamos a tener nuestro bebé. —repitió una vez más.
Asentí con la cabeza y él alcanzó mi rostro y se inclinó para darme otro
beso. Cuando dejó de besarme, me reí y traté de inhalar y exhalar al mismo
tiempo.
—Jack. Jack —siseé, agarrándome a su brazo más cercano a mí y
apretando a través del dolor agudo.
Se quedó quieto.
Cerré los ojos.
—Creo que se acerca otra. Jack —No pude contener mi gruñido de
dolor.
—Mírame, Rose.
Entrecerrando los ojos por el dolor, levanté mis ojos hacia él mientras él
tomaba mi rostro.
—Respira, cariño.
Cerré los ojos con más fuerza. y agarré sus dos brazos y descansé mi
frente contra su cálido pecho. Podía sentir sus latidos frenéticos y eso me
calmó lo suficiente como para recordar que debería respirar. Al igual que él
seguía repitiendo en mi oído.
—Jack.
—Respira, bebé —susurró Jack en mi oído de nuevo—. Estoy aquí.
Estoy aquí. Rose.
Cuando pasó y me las arreglé para abrir los ojos. Él estaba mirando
directamente a los míos.
—Estaba bien antes que vinieras, pero no tanto ahora porque creo que
podría estar a segundos de un ataque de pánico —susurré.
Metió mi cabello detrás de mi oreja, vi nada más que amor en sus ojos.
—¿Por qué?
—Porque ahora estás aquí, y no tengo que aguantar más. Y realmente
duele, Jack. Y esto es solo el comienzo. Y…
—Lo siento, no puedo soportar este dolor por ti, cariño. Pero estamos
juntos en esto, ¿de acuerdo? Lo que necesites, estoy aquí. Tenemos esto. —
Puso una de sus manos a un lado de mi estómago—. No puedo esperar a
conocer a nuestra pequeña bebé. Rose. Va a ser tan hermosa como su
mamá.
—Y si es un niño, será tan guapo como su padre.
Acarició mi mejilla con el pulgar.
—Ejem —dijo el cajero y estalló nuestra burbuja—. Lo siento, ah, hay
una especie de fila...
—Correcto —murmuró Jack y se inclinó un poco hacia atrás, con los ojos
todavía en los míos—. ¿Estás lista para irnos? ¿Puedes caminar? Puedo
llevarte.
Y él lo haría. Él me cargaba cada vez que necesitaba que él me llevara.
—Puedo caminar, Jack —susurré y aunque la preocupación alrededor de
sus ojos no se suavizó, su hermoso azul sí lo hizo. Presionó otro beso
rápido en mi frente y, en unos segundos, estábamos fuera de la tienda con
nuestras compras.
Ray estaba hablando por su teléfono cuando lo vimos al lado del auto.
Terminó antes que pudiéramos llegar a su lado
—¿Es hora? —preguntó Ray después de correr a nuestro lado para
agarrarme a mi otro brazo y ayudarme a caminar hacia el auto.
—Lo es —respondió Jack.
—Puedo caminar sola, muchas gracias —protesté débilmente solo por
decirlo, porque ya estaba asustada ya que la última había sido bastante
fuerte, así que no traté de quitarme de su ayuda. Tan pronto como
estuvimos en el auto. Jack le dijo a Ray que condujera al hospital.
Rápidamente
—No tenemos la bolsa del bebé. Tenemos que ir a casa primero. Yo
también quiero ducharme.
Me miró como si hubiera perdido la cabeza.
—Estás tú…
—Yo…—Abrí la boca, pero Ray nos interrumpió.
—Te llevaré al hospital y luego volveré al apartamento para recoger todas
las bolsas que necesites.
Jack me miró interrogante, desafiándome a decir que no.
Tragué el bulto de mi garganta.
—Está bien. Está bien, gracias, Ray. Creo… Creo que estoy un poco
asustada en este momento. Y voy a estar mucho más asustada cuando
lleguemos al hospital porque todos sabemos cuánto no disfruto estar en los
hospitales, así que creo que estoy tratando de retrasar ir allí, pero sé que
tenemos que hacerlo, así que me voy a callar porque este bebé está llegando
y ahora es demasiado tarde para parar eso.
Jack arqueó las cejas y gentilmente tomó una de mis manos que
descansaba sobre mi estómago, uniendo nuestros dedos juntos.
—Gracias, Ray —dijo Jack, todavía mirándome—. Las bolsas están justo
al lado de la puerta. Si puedes agarrar las dos te lo agradeceré.
—No hay problema —respondió Ray y luego me miró a través del espejo
retrovisor—. Vas a estar bien. Rose.
Forcé una sonrisa en mis labios y asentí.
Cuando sentí los labios de Jack en mi sien. Cerré los ojos e incliné la
cabeza.
—No me voy a ir de tu lado ni por un minuto, mi hermosa Rose —dijo en
voz baja, solo para mis oídos.
Le apreté la mano, me acerqué a él y respiré hondo, dejando que su
palabras me calmaran.
—Gracias —susurré y dejé que Jack me sostuviera con fuerza en sus
brazos mientras Pasé por otra contracción de camino al hospital.

Había pasado una hora y media, y yo estaba acostada en una cama de


hospital mirando al techo, haciendo todo tipo de ruidos extraños tratando de
controlar mi respiración para aliviar mi dolor.
Ray nos dejó y trajo las bolsas justo después, cuando nos acomodamos en
nuestra habitación del hospital y luego se fue a hacer algo para Jack en la
oficina. Rompí aguas, sorprendiéndonos a los dos, ya que de alguna
manera hizo que todo fuera más real. Llamaron a nuestra doctora, y
mientras esperábamos que llegara al hospital me conectaron a cosas,
escucharon mis latidos, los latidos del corazón del bebé, habíamos
caminado y caminado en el pasillo y nos detuvimos cuando el dolor
abrumaba y luego caminé de nuevo y nuestro médico aún no se había
presentado. Tampoco nuestro bebé.
Jack todavía sostenía mi mano, no la soltó a menos que hubiera sido
absolutamente necesario que lo hiciera y yo lo amaba por eso, así que lo
apreté tan fuerte como pude mientras sufría otra contracción.
—Creo que me estoy mareando un poco —gruñí.
—Respira, cariño —susurró de nuevo y no podría haberme molestado
más—. La Dra. Jana está en camino.
Si fuera en cualquier otro momento, me sorprenderían mis palabras.
Desafortunadamente no fue así.
—Deja de decirme que respire, Jack —siseé entre dientes. Cuando el
dolor disminuyó, seguí hablando—. Te amo —le dije en voz baja—. Te
amo, pero ahora mismo siento que me hiciste esto, así que deja de decirme
que respire, por favor. Pero te amo. Eso es importante de recordar. Creo.
Acarició mi brazo y se me puso la piel de gallina. Había una sonrisa en
su voz cuando habló.
—Entendido. Yo también te amo.
Yo lo miré.
—Pero no tienes que irte, ¿de acuerdo? Simplemente no me digas que
respire.
—Gracias por no echarme. Y no más sugerencias de respiración, lo
prometo.
Luego se inclinó y susurró.
—Además, cualquiera que intente apartarme de ti tendrá serios
problemas.
Asentí y seguí respirando profundamente.
—Bien, por eso me gustas.
—Estoy aquí. Estoy aquí. —La doctora llegó apresurada y nuestras
cabezas se volvieron hacia ella—. Estaba atrapada en el tráfico. Ahora,
¿qué me perdí?
—Es unos días antes. ¿Hay algún problema? —preguntó Jack que ya le
había preguntado a las enfermeras.
—No necesariamente. Veamos primero qué está pasando. —Jack me dio
un apretón en la mano mientras la doctora revisaba todo y yo miraba al
techo.
—¿Deberíamos cambiar el plan a parto natural en su lugar? —le
pregunté, todavía mirando hacia arriba.
—Rose… —Jack se sobresaltó, pero lo interrumpí.
—Tal vez eso es lo que se supone que debemos hacer.
La doctora miró a Jack primero y luego a mí.
—Debido a la cirugía que tuvo dos años antes, no la recomiendo.
—¿Ocurrirá de nuevo?
—Debido a que su situación fue espontánea, siempre existe la posibilidad
que vuelva a suceder. Pero como dije la primera vez que hablamos, con el
parto natural existe un riesgo, sí.
—Rose, ¿de dónde viene esto? —preguntó Jack, sentándose en la silla
que estaba justo al lado de la cama—.Voy a dejar que los dos tengan un
momento y volver en unos minutos —murmuró nuestro médico y salió.
Oí que la puerta se cerraba suavemente y volví la cara hacia mi esposo.
—Háblame —murmuró y apartó el cabello de mi cara.
Solté su mano y jugué con el borde de las sábanas.
—Tal vez haya una razón por la que está sucediendo antes de tiempo.
Quién sabe…
—¿Es solo eso?
El dolor me golpeó de nuevo, reprimí un gemido y me mordí el labio. La
mano de Jack se cerró alrededor de mi puño en la cama.
Cuando se alivió un poco, abrí los ojos y miré a Jack.
—Creo que ya sabes que tengo miedo de la cirugía.
—Lo sé, bebé —susurró, inclinándose para mirarme a los ojos—. Pero,
¿quieres correr ese riesgo? ¿Y si…?
—¿Qué pasa si es un parto fácil y por eso está sucediendo antes?
—Rose —respiró hondo y soltó el aire—. No puedo correr ese riesgo
contigo. No quiero que corras ese riesgo.
Aparté los ojos y asentí.
—Tienes razón. Lo siento. Solo pensé...
—Está bien. —Levantó mi mano y me dio un beso en la palma—. Traeré
a la doctora aquí de nuevo.
—Aunque no le gruñas.
—Yo nunca gruño.
—Uh-huh, nunca. ¿Llamaste a Sally y Owen?
—Lo hice. Sally está en camino y Owen estará aquí tan pronto como
cierre.
—Está bien —susurré en el tono más patético—, gracias y lamento
haberte criticado —agregué justo después.
Se estaba riendo en voz baja cuando presionó un beso en mi sien.
—Lo estás haciendo de maravilla, ya vuelvo, cariño.
—Gracias —susurré.
Él besó mi palma antes de soltarme y se levantó. Por mucho que trató de
actuar como si nada estuviera mal. Pude ver la preocupación en sus ojos
aumentar con cada momento que pasaba. Ambas manos protectoras estaban
alrededor de mi estómago. Cerré mis ojos y traté de calmarme.
Solo habían pasado unos minutos cuando Jack y la doctora entraron.
Ninguno de los dos se veía feliz, pero nunca olvidaré la mirada de miedo en
el rostro de Jack.
Jack
—Los latidos del corazón del bebé se están desacelerando.
Mi corazón dio un vuelco.
Minutos...sólo habían sido minutos cuando le dijimos a la Dra. Jana que
íbamos a hacer una cesárea planeada.
—Algo está mal. Vamos a hacer una cesárea de emergencia, ¿de
acuerdo, Rose? Incluso si hubieras querido ir por la vía de nacimiento
natural, en este momento no te habría dejado.
Miré a Rose, preocupado, pero haciendo todo lo posible por no mostrar
exactamente cuánto, me moví a su lado y ella tomó mi mano, apretándola
con fuerza. Yo la sostuve, me aclaré la garganta, pero aun así salió áspero
cuando hablé en el silencio.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué pasa? —La Dra. Jana se volvió hacia mí—.
Ya no hay dilatación. Podría ser la condición que hace que los latidos del
corazón se ralenticen. No puedo arriesgarme.
—Está bien —dijo Rose antes que pudiera pensar en algo que decir. La
doctora sonrió a Rose y le tocó la rodilla—. Todo estará bien. Te
prepararemos para la cirugía.
—¿Ahora mismo? —pregunté, el pánico dentro de mí crecía.
—Sí. No podemos esperar más de lo que ya hicimos, alguien vendrá a
prepararte y los veré en unos minutos —dijo y comenzó a alejarse—.
Todavía estaré presente —le recordé y se detuvo.
—Hablaremos cuando Rose esté lista. —Antes que pudiera abrir la boca
y pedirle que me diera la respuesta correcta, ella se había ido.
Rose dejó escapar un largo suspiro. Solté su mano y caminé hacia la
puerta. Después de cerrarla suavemente. Caminé de regreso al lado de mi
esposa y me metí en la cama con ella.
—Esto no va según lo planeado en absoluto, Jack —susurró mientras
pasaba mis nudillos por sus mejillas sonrojadas.
—Vamos a tener a nuestro bebé. Yo diría que todavía estamos en el buen
camino. —Contraataqué.
Giró la cabeza para mirarme, haciendo una mueca cuando trató de voltear
su cuerpo también.
—Shhh —susurré, apartando todo el cabello de su cara—. Voy a entrar
contigo. No me iré de tu lado. Todo estará bien. Vas a tener a nuestro
pequeño bebé en tus brazos en unas pocas horas, tal vez incluso antes.
—¿Niño? Has estado bastante seguro que era una niña todo este tiempo.
—Solo quiero un bebé saludable. Si los tengo a ustedes dos en mis
brazos, eso es todo lo que importa.
—Espera. —Su respiración se aceleró y cerró los ojos con fuerza,
gimiendo y escondiendo su rostro en mi cuello. Todo lo que quería hacer
era envolverla en mis brazos y quitarle el dolor, pero no podía hacer
ninguna de las dos. Me acomodé presionando mis labios en su sien.
Cuando pasó, respiró hondo unas cuantas veces y luego recostó la cabeza
sobre la almohada.
—Me gustó apostar por eso todo este tiempo —dijo con una voz
tranquila pero áspera—. Tal vez ganes —susurré y pasé mis nudillos por su
mejilla.
Cerró los ojos y su mano encontró la mía. Entrelacé nuestros dedos y
respiré su aire.
—El bebé estará bien —susurré, más para mí que para ella—. Estaremos
bien.
—Lo sé. Sé que lo estaremos.
Volvió la cabeza para mirarme cuando comenzamos a escuchar más
voces fuera de nuestra puerta. Estaba haciendo todo lo posible por ocultar
el pánico que sentía aparecer en mi rostro. pero ella me conocía. Ella
sabía todo sobre mí.
—Ven aquí —susurró y apenas logró levantar la mano para acariciar mi
rostro. Dejé caer mi frente contra la de ella y cerré los ojos, mi estómago se
retorcía de dolor.
—Creo que estoy un poco asustada —admitió, su voz apenas audible.
Ella había dicho exactamente las mismas palabras hace solo dos años—.
Por nuestro bebé, por nosotros. Lamento haber sido estúpida con el parto
natural.
—No te disculpes —dije, mi voz sonó ronca—. Y yo también tengo
miedo. Ustedes dos son mi mundo. —Abriendo mis ojos, miré los de ella y
vi como una lágrima se deslizaba por su mejilla. Enmarcando su rostro con
mis manos, sonreí—. Pero nuestro bebé es tan fuerte como su madre.
Probablemente quiera hacer una entrada como le encanta hacer a su madre.
Ella me frunció el ceño con sus ojos cansados.
—Yo nunca hago una entrada.
Sonreí un poco más y besé su nariz.
—Lo haces cada vez que entras en una habitación —admití. Ella gimió y
apartó la cara, lo que me hizo reír—. Ya te lo dije antes, eres la mujer más
hermosa que he visto en mi vida, Rose Hawthorne. Algunas mañanas me
despierto y todavía no puedo creer que tengo la suerte de ser tu marido. Que
eres mi amor.
Más lágrimas se deslizaron por su rostro, pero al menos me las arreglé
para sacarle una pequeña sonrisa. Así que apreté su mano en la mía y besé
sus hermosos labios. Una vez. Dos veces.
—Te amo, Rose.
—Jack…
Justo cuando estaba a punto de hablar, la puerta se abrió y las enfermeras
comenzaron a entrar corriendo. Me levanté y ayudé a Rose a levantarse de
la cama para que pudiera ponerse la bata del hospital. Mientras la
preparaban, ella nunca apartó sus ojos de los míos. Yo era su ancla en el
caos y ella era la mía. Pero verla de vuelta con esa maldita bata de
hospital… me recordó lo indefenso que había estado cuando ella se había
quedado en ese quirófano durante horas. Si nunca la volviera a ver usando
esa bata, sería demasiadas veces... Con las manos ansiosas por tomarla en
mis brazos, esperé con la espalda contra la pared y no pude hacer nada más
que mirar a mi esposa mientras la preparaban para la cirugía. Cuando hizo
una mueca de dolor, cerré mis manos en puños y sentí que todo mi cuerpo
temblaba por la necesidad de ir hacia ella, pero ya había tanta gente a su
alrededor.
Recuerdo que la Dra. Jana entró y habló con Rose y luego desapareció
por la puerta, pero no pude concentrarme en las palabras. Luego se llevaron
a Rose.
—Jack —gritó, sus ojos enloquecidos por mí en la habitación. El pánico
goteaba de su voz.
—Estoy aquí —dije, no tan suavemente empujándome hacia su lado. Ella
levantó su mano y la sostuve como un salvavidas. Cuando salimos de la
habitación, recuerdo haber visto a Ray, pero no pude decirle una palabra
mientras nos seguía desde la distancia.
Luego, un minuto después, también tomaron mi salvavidas también.
Fue después del tercer par de puertas que alguien me impidió avanzar con
una mano en mi pecho, lo que me hizo soltar la mano de Rose.
—Esto es lo más lejos que puede llegar, señor.
—Espera. Espera. ¿Jack? —Rose hizo que todos se detuvieran dentro de
las puertas—. ¿Qué está pasando?
Algo feo se instaló en mi pecho. Tenía la sensación que sabía cuál era la
respuesta a esa pregunta.
—Voy a entrar con mi esposa —dije antes que nadie más pudiera hablar.
—Va a hacer anestesia general. —explicó la enfermera—. No puede
entrar con nosotros.
No recuerdo cómo, pero un segundo estaba a una distancia saludable de
la enfermera, al segundo estaba en su cara.
—Acabamos de hablar con la doctora. Ella no dijo nada acerca de hacer
una…
—Señor. —Levantó la mano, para empujar, para sostener. Para detener,
no estaba aseguro. Solo espeté. No había otras palabras para eso.
—No estoy dejando el lado de mi esposa. Habla con la maldita doctora…
—Lo siento, pero no puede estar…
—Jack —dijo Rose, con dolor en la voz—. Jack, está bien.
Ray me tocó el brazo y finalmente me aparté de la enfermera que me
bloqueaba el camino y me encontré con los ojos de Rose. Levantó la mano
y yo corrí a su lado.
—Está bien —susurró de nuevo—. Me esperarás aquí mismo.
Tragando, asentí. Inclinándome, la besé. Un beso rápido, no lo
suficiente extenso.
—Necesitamos llevarnos a su esposa… —Ignorando a todos menos a
Rose, mi esposa, susurré—: Te amo.
Ella me dio una sonrisa cansada
—Te amo. También. Vuelvo enseguida con nuestro bebé.
—Estaré esperando aquí, está bien
— Lo sé. Nos vemos pronto.
— Date prisa —ordené suavemente. Mirando sus expresivos ojos—.
Vuelve a mí Rose, por favor —susurré, mi voz se rompió.
El dolor se instaló en sus rasgos, forzó una sonrisa en sus labios para mí.
— Siempre, Jack.
Los vi alejarla de mí hasta que giraron a la derecha y las puertas se
cerraron en mi cara.
Ray se aclaró la garganta y se acercó a mí.
—Ella estará bien. Ambos lo estarán.
Suspiré y dirigí mi mirada hacia las puertas, pasando una mano por mi
cara. Mi corazón se aceleraba, apenas me contuve de correr detrás de mi
familia.
—Lo sé —logré decir—. Lo sé, pero saberlo no cambia el hecho que
quiero matar a alguien solo para poder sostener su mano a través de esto. —
Me senté en la primera silla que vi cerca y dejé caer mi rostro entre mis
manos.
Era el mismo infierno en el que había estado hace dos años de nuevo.
Esta vez tenía dos latidos de corazón de los que preocuparme en lugar de
uno.

Rose
Cuando desperté, no sabía dónde estaba ni qué iba a pasar. Luego,
cuando lentamente abrí los ojos, todo volvió a mí y mi ritmo cardíaco se
aceleró. Lentamente, la habitación se enfocó y me estremecí cuando traté
de moverme.
—Hola.
Escuché su voz por primera vez, luego vi su rostro justo encima del mío.
—Oye, Jack, dónde…el bebé...
Me dio una hermosa sonrisa desgarradora.
—El bebé está bien.
Mis ojos se abrieron más y traté de levantarme, pero no pude lograrlo.
—Aquí, déjame ayudarte —murmuró Jack y gentilmente me ayudó a
subir un poco más en la cama.
—Dime.
Sonrió, sabiendo ya lo que preguntaba.
—Ella es una chica hermosa.
—¿Ella? —Se me rompió la voz y no supe qué hacer conmigo—.
¿Tenemos una pequeña bebé?
—Gané —susurró.
Me eché a llorar y Jack se echó a reír.
—¿Ella está bien? —pregunté de nuevo solo para asegurarme.
—¿Quieres abrazarla y verla por ti misma? Está durmiendo.
Mis lágrimas empezaron a correr más rápido.
—¿Ella está aquí? ¿Puedo abrazarla? —Escuché a una enfermera reír, tal
vez más de una, pero no me importaba nadie ni nada más que mi esposo,
quien ahora sostenía a mi hija en sus brazos.
—¿Es nuestra?
—No, cariño. Tomé el primer bebé que encontré.
—No te burles de mí. Jack.
Sus ojos se suavizaron. y miró al diminuto bebé en sus brazos.
—Ella es nuestra, Rose.
—Ella es tan pequeña —estallé, mis lágrimas nublaron mi visión de ellas
—. Y se ve tan bien en tus brazos, Jack. —Tan pronto como las palabras
salieron, me puse a llorar.
—¿No quieres conocer a nuestro bebé, cariño?
Mi respiración se entrecortó y asentí débilmente, levanté los brazos e
intenté lo mejor que pude y no pude dejar de llorar.
—Aquí, con cuidado —susurró Jack, colocando gentilmente un bulto de
manta blanca como la nieve en mis brazos—. Todavía me siento un poco
atontada. Ayúdame a abrazarla —murmuré, con mis ojos en mi hija todo el
tiempo. Jack se sentó a mi lado en la cama y me ayudó a abrazar a nuestra
hija.
Más lágrimas brotaron cuando toqué su barbilla con la punta de mi dedo.
—Es hermosa —susurré, mirando a Jack y luego a nuestro bebé.
—Como su mamá —respondió Jack, todavía manteniendo su palma
debajo de su cabecita para sostenerla.
—Debo lucir tan horrible ahora mismo. —Luego comencé a sollozar de
nuevo, tratando de mantener los brazos lo más quietos posible.
Riendo ligeramente, Jack se deslizó para sentarse a mi lado con la
espalda apoyada en las almohadas, rodeó uno de sus brazos detrás de mi
trasero y mantuvo el otro desdén debajo de mis brazos para que pudiéramos
abrazar a nuestra pequeña bebé. Nos estaba protegiendo a las dos y nunca
me había sentido más segura en mi vida.
Sentí sus suaves labios en mi sien y cerré los ojos solo por un segundo y
volví la cabeza hacia él.
—¿Quién dice? No podrías ser más hermosa. —Sollocé y la estudié. Mi
bebé. Nuestra niña. —Con la punta de mi dedo índice toqué suavemente
su rostro y sentí sus suaves mejillas, sus pequeños labios rosados. Su
pequeña boca se abrió y cerró, haciendo pequeños sonidos adorables.
—Ella es perfecta — dijo Jack, justo a mi lado.
Asentí con la cabeza, todavía asombrada.
—Amelia. ¿Todavía quieres llamarla Amelia? —pregunté en voz baja.
—Sí —dijo Jack y cuando lo miré, vi las lágrimas en sus ojos.
—Amelia —susurré y sonreí.
Descansé mi cabeza en su cuello y seguí mirando a nuestra pequeña
Amelia mientras sus ojos se apretaban alrededor de nosotros
—¿Cómo te sientes, cariño?
—Estoy bien.
—Te amo, Rose. Gracias por todo.
Me acurruqué más cerca y me quedé así por unos minutos más.
Unas pocas horas después. Sally, Owen y Ray se habían presentado en
mi cuarto y estaban esperando conocer a Amelia. Tan pronto como la
trajeron, Jack la levantó y le susurró cosas que no pudimos entender con su
voz áspera y creo que me enamoré de él un poco más. Había estado
llorando de forma intermitente desde que me desperté, así que no era raro
que estuviera llorando con solo mirarlos. Nunca había experimentado lo
que sentía cada vez que mis ojos se posaban en Amelia y no estaba muy
segura de cómo lidiar con eso.
Sally estaba rondando a Jack, tratando de ver bien a Amelia, pero Jack la
mantuvo balanceándose suavemente de un lado a otro. Habiendo tenido
suficiente, Sally resopló.
—¿Puedo cargarla ahora? ¡Por favor!
—No.
Como eso era lo último que esperábamos que dijera, hubo una pausa en
todos nosotros, incluso Sally.
—¿Qué quieres decir con no? —preguntó, sorprendida.
—Sally —murmuró Owen, sacudiendo lentamente la cabeza hacia ella.
Todavía estaban saliendo felizmente. Tenían sus períodos de activación y
desactivación, pero como tenían que trabajar juntos, no podían mantenerse
alejados el uno del otro por tanto tiempo.
—Vine aquí para sostener al bebé —respondió Sally yendo de puntillas
para mirar a Amelia.
Luego me miró por encima del hombro.
—Y verte por supuesto, Rose.
—Por supuesto —dije, sonriéndole—. Jack… —comencé, pero él me
interrumpió antes que pudiera decir algo y se sentó a mi lado.
—Es demasiado pequeña —dijo en explicación.
Me reí.
—Todos los bebés son pequeños, Jack.
Hizo lo imposible y la abrazó un poco más contra su cuerpo. Luego
acarició suavemente su mejilla con el dorso de su dedo. Amelia movió la
cabeza hacia un lado como si estuviera disfrutando de su toque y vi a Jack
ignorar a todos en la habitación y sonreírle.
Sentí una amplia gama de emociones, pero sobre todo una cantidad
insípida de amor por mi esposo. Miré a Sally y le di un encogimiento de
hombros.
—Está durmiendo —dijo Jack en voz baja—. Y no vi que te lavaras las
manos. Puedes venir a verla por ahora, pero sin tocarla.
Sally gimió, pero estaba sonriendo cuando se acercó a mi lado y se
inclinó.
—Es hermosa. ¡Mira esas pestañas y esas mejillas regordetas!
—Es perfecta —dijo Jack con una sonrisa en su voz.
Descansé mi cabeza en el brazo de Jack y tomé la mano de Amelia
mientras ella hacía pequeños ruidos mientras dormía.
—Necesita comer —dijo, mirándome.
Me reí en voz baja.
—Está bien. ¿Puedo abrazarla? ¿Estoy lo suficientemente segura?
—Por supuesto. Pero la llevaré de regreso cuando termines para que
puedas descansar.
Me reí fuerte.
—Está bien, Jack.
Tan gentilmente, me entregó a Amelia, luego se volvió hacia todos los
demás en el cuarto.
—Vuelvan en un rato.
— Jack, no puedes echarlos.
—Sí, puedo.
—Vamos, Sally —murmuró Owen, claramente divertido. Le tendió la
mano a Sally y siguieron a un Ray que se reía entre dientes.
—Jack.
—Las quiero a las dos para mí —explicó en su defensa.
—Son nuestros amigos y están aquí para vernos.
—Pueden visitarnos después —murmuró, con los ojos en Amelia.
Suspiré, pero no dije nada más. Me tomaría cada segundo con nuestra
pequeña familia. Miré a Amelia. Su pequeña nariz, pequeña boca, las
mejillas más suaves. Sus manos, sus pies pequeños cubiertos. Los pequeños
gruñidos suaves que hacía.
—Se parece a ti —susurró Jack.
Lo miré con una sonrisa y ojos llorosos y tragué.
Sus ojos vinieron a mí desde nuestra hija y su mirada se suavizó.
—Vas a ser el mejor padre del mundo —le respondí en un susurro.
Él se burló de mí durante un largo rato.
—Bésame, Rose.
Incliné la cabeza hacia él y ahuequé su mejilla con mi mano, me dio un
beso largo, dulce y sin prisas. Cuando nos detuvimos, mi mente estaba
revuelta con éxito. Sin mencionar que ambos estábamos sin aliento y
sonriendo.
—¿Eres feliz, Jack?
Apoyó su frente contra la mía, miró hacia abajo a nuestra hija, luego miró
hacia mí.
—Tenemos una bebé. Te tengo. Tengo todo lo que necesito aquí en mis
brazos. Nunca he sido más feliz en mi vida desde que entraste en ella,
Rose. No sé cómo expresar con palabras lo que siento por ti. Te diré lo que
significas para mí. Te amo parece tan simple y no lo suficiente.
Levanté mi mano y apoyé mi palma en su mejilla, mirando sus hermosos
ojos azules que él también le había dado a nuestra hija.
—Lo simple siempre es bueno. Te amo mucho, Jack.
—Todavía estamos en el comienzo de nuestra historia, mi hermosa Rose.
Te prometo que les daré a ambas una vida feliz.
Fin.
Notas
[←1]
Liquido Cefalorraquídeo

También podría gustarte