Está en la página 1de 7

REFLEXIÓN ESPIRITUAL

JESÚS, TIPO DEL HOMBRE NUEVO

PRESENTACIÓN Y MOTIVACIÓN DE LA REFLEXIÓN


La presente reflexión espiritual es sobre Jesucristo libertador y salvador. Así como la
reflexión de ayer, Cristo nuestro héroe, nos introducía al tema de toda la jornada, que era la
vocación cristiana, haciéndonos ver a Jesús como el prototipo de toda vocación plenamente
realizada; la presente nos introducirá también a la segunda jornada, cuya intención es hallar
respuestas a nuestras preguntas y encontrar a Jesús-Redentor.
Jesús, por su muerte y resurrección, nos redimió y nos dejó la cruz como símbolo y camino
de salvación universal. Las palabras con que empieza la primera encíclica de Juan Pablo II
sobre el hombre, Redemptor Hominis, son: «Jesús es el Redentor del hombre (Catálogo de
problemas), y centro del cosmos y la historia» (Mensaje: Dios y mundo al encuentro).
En la meditación de Cristo nuestro héroe, definimos al héroe diciendo que es «una persona
que lucha por los colores de la bandera de un ideal». La vocación debe ser el primer ideal, y
para conseguirlo hay que luchar. Se trata ahora de convencer a los muchachos de la necesidad
que tienen de luchar para conseguir los sublimes objetivos de su vocación cristiana, y de
aceptar vitalmente, con Cristo y como Cristo, el sacrificio. De cobardes nada se ha escrito.
Ahora bien, ¿cómo hablar a los muchachos de sacrificio siendo que ellos lo que quieren es
divertirse y disfrutar? Nada más cierto. Sin embargo, también la historia de la juventud
moderna demuestra que cuando la juventud está convencida y tiene mística es capaz de todo.
¿No se hacen todas las guerras con la juventud? Los jóvenes generosos se decepcionan
cuando no se les exige. Cuántas veces los jóvenes dan poco porque se les exige poco.
Dudamos demasiado de la juventud. También se piensa que dulcificando y abaratando el
cristianismo será mejor aceptado. Todo lo que cuesta vale.
Pensar de otro modo sería traicionar a la juventud y al poder del Evangelio. De esto se quejaba
Pablo VI:
«El ejemplo de los mártires, humildes y grandes, nos confunde y nos sacude. Hoy se intenta
hacer fácil el cristianismo, sin riesgos, sin sacrificios, sin cruz, a la medida de nuestras
comodidades y de nuestras debilidades de pensamiento y de costumbres. El cristianismo,
empero», es para hombres fuertes, para hombres que en la fe buscan y encuentran su luz y
energía.»
Santa Teresa solía decir a sus monjas: «Hijas mías, hasta que os traéis la muerte de una vez
no haréis nada.» ¿Cómo hacer «tragar» la muerte a unos jóvenes? Por el amor. Sólo sabe
amar quien sabe sufrir. La capacidad de amor de un joven es enorme, por tanto también su
capacidad de sacrificio. Se tratará., pues, de hacer enamorar a los jóvenes de Cristo y por
Cristo, para hacerlos valientes para la lucha olímpica del Evangelio. Otro medio de «tragar
la muerte de una vez», es por la esperanza de una resurrección gloriosa. El precio de la
resurrección con Cristo será la muerte con él al pecado. Cristo muerto y resucitado constituye
el modelo y la fuente de la realización de la vocación cristiana, y el epicentro del dogma.
«Misterio pascual», podría ser el título de la presente meditación.
Ella constituye, a la vez, el complemento de la paraliturgia de anoche. La parábola de los
hijos pródigos terminaba con aquellas palabras del padre: «Tu hermano había muerto y ha
resucitado...» El concilio Vaticano II presenta a Cristo> como el tipo perfecto del hombre
nuevo:
«Asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará el cristiano,
corroborado por la esperanza, a la resurrección» (...) «En Cristo y por Cristo se ilumina el
enigma del dolor y de la muerte» (GS 22).

DESARROLLO DEL TEMA DE LA REFLEXIÓN

MOTIVACIÓN INTROPUCTORIA
Dos compañeros compraron con muchos días de anticipación las entradas para asistir a un
partido de campeonato de fútbol. Cuando el día indicado llegaron por la noche al estadio,
estaban cerradas las taquillas y se vendían las entradas en reventa. Los grandes reflectores
estaban prendidos y proyectaban su luz sobre el césped verde del campo. Y aparecieron los
dos equipos. Veinte, sesenta, cien mil espectadores, hombres y mujeres presencian el desfile.
Se lanza el balón y empieza la expectación y el nerviosismo. Hay muchas apuestas hechas
para el vencedor. Los de ambos lados quieren ganar. Gritos, aplausos, silbidos y peleas en el
público, decepciones y éxitos. La televisión y la radio transmiten para millones de personas
que siguen desde fuera. Mañana comentarán el partido todos los periódicos.
Esta es una escena que vivimos a diario. ¿No es verdad? ¿Por qué todo este fervor y
entusiasmo?
-Es que la gente busca divertirse -es la primera respuesta.
Y esto es muy cierto. Todos vamos a un partido para divertirnos. Pero ¿no os parece que en
esto hay que ver algo más que una simple diversión? De hecho, se trata de ir a ver al que
gana, ir a sentir la emoción de un enfrentamiento de fuerzas y admirar el esfuerzo y nobleza
de la lucha de unos valientes. Esto es lo que hace divertido el partido. Y cuanto más se lucha
y más difícil se hace la victoria crece el interés y es mayor la emoción del partido. Ninguno
de nosotros irá a pagar entrada por un partido de siete a cero. Gusta la dureza del encuentro.
Una conquista fácil no es victoria.
El mundo siempre admira y aplaude a unos jóvenes valientes y que luchan. Desde luego, una
competición deportiva tiene para nosotros repercusiones de poco alcance. En la vida hay
luchas más decisivas. Una de éstas es la conquista del reino de Dios. La conquista de la copa
de la vida eterna. La salvación es un trofeo de mayores alcances para nosotros (1 Cor 9, 24).
En la meditación de ayer, nuestro héroe, Cristo, nos invitaba a seguirle. El ideal de la
vocación cristiana, que en los mensajes de ayer nos propuso, es sublime. Él mismo se ofreció
a ayudarnos e ir con nosotros. Pero Cristo para seguirle quiere valientes, jóvenes que estén
dispuestos a luchar por la victoria; y no una victoria incierta como la de un partido de fútbol.
Desde el momento de empezar, Cristo, si estamos dispuestos a luchar, ya nos asegura el
trofeo del éxito final. Digo el éxito final, porque nuestro héroe sólo puede perder en la media
parte. Ésta ha sido siempre su historia.
Seguir a Cristo significa siempre tener que luchar, competir... y vencer. «El reino de los cielos
sufre violencia y los valientes lo conquistan» (Mt 11, 12). «Si alguno quiere venir en pos de
mí -nos dice-, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Le 9, 23).
Los cristianos, en el gran estadio de la vida, no queremos ser simples espectadores, público
que paga para aplaudir, sino «espectáculo para el mundo, los hombres y los ángeles» (1 Cor
4, 9). No queremos sólo que nos diviertan, sino divertir. Ésta es la respuesta concreta que
hoy Cristo espera de cada uno de nosotros. Quiere que le digamos si estamos dispuestos a
seguirle luchando, para conseguir en el mundo la gran victoria.

PARTE PRIMERA
LA ESCUELA DE JESÚS ES SUPERACIÓN Y VENCIMIENTO
Vimos ayer que ser cristiano es convertirse en hombre nuevo. Ahora cabe preguntarnos,
¿dónde está la cuna del hombre nuevo? La cuna donde renace el hombre nuevo es la cruz. Es
con la cruz que Jesús se presenta al mundo como el libertador y el tipo del hombre nuevo. Al
morir Cristo en la cruz, dio muerte al hombre viejo, y la convirtió en fuente de vida nueva.
También nosotros sólo aceptando vitalmente la cruz, es decir, saliendo de la pasividad y
conformismo, y muriendo al hombre viejo de pecado, resucitar a hombres nuevos. En las
cuentas, «más» (+), siempre se escribe con el signo de la cruz...
Desde luego, buscar la cruz por la cruz y el vencimiento por el vencimiento es absurdo e
inhumano. El dolor por el dolor es masoquismo o dolorismo. El dolor hay que evitarlo como
un mal. Siempre que Jesús se encuentra on alguien que sufre lo alivia o lo cura. Pero no son
escasos los casos en que Jesús mismo va en busca del sufrimiento y también lo recomienda.
Es cuando quiere transformarlo o sublimarlo, como medio para conseguir valores nuevos o
una vida superior. Entonces su nombre es: superación, servicio mérito, renovación. Más
propiamente: pascua y redención.
He aquí las cuatro leyes de vida que Jesús ofrece a los jóvenes y a los cristianos para
convencernos y decidirnos a aceptar vitalmente el sacrificio y a luchar con éxito en la vida.

1) La ley de la naturaleza
«Respondió Jesús: En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24).
La ley biológica que dictó el Creador para que germinara la vida en la naturaleza fue que la
muerte de uno fuera principio de vida para el otro. Corruptio unius generatio alterius. Cristo
mismo nos puso la parábola del grano de trigo, que para poder permanecer y multiplicarse
en la espiga antes tiene que perderse y pudrirse en el surco. Toda recolección se paga con
algún sacrificio. «Aquellos que siembran con lágrimas cosechan entre gritos de júbilo» (Sal
126, 5). Hay que dar para recibir. «El que escaso siembra escasamente cosecha» (2 Cor 9, 6).
Podríamos aducir tantos ejemplos de la naturaleza: la poda remoza las plantas, el invierno
prepara la primavera como la noche al día. Dice un dicho campesino: Quien no arriesga un
huevo no tiene un pollo.
Como se ve, la ley del sacrificio no es una ley escrita en el aire. Es la ley de la vida. El
Evangelio presenta siempre un riesgo a correr, el de nacer de nuevo.
2) La ley del mérito
«Dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida
por mi, la encontrará» (Mt 16, 25).
Por la vida se pierde la vida. Quien quiera ganar, primero debe saber Perder. Todo sacrificio
es fuente de méritos. Mérito es el derecho que se adquiere a la recompensa. La persona que
sufre y lucha dignamente es acreedora de admiración y de premio. Es un principio de la
moral.
«Ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición...Estrecha es la puerta y
angosta la senda que lleva a la vida» (Mt 7, 13, Ad augusta, per angusta. Veamos casos
concretos:
- Para ganar un partido, hay que prepararse con días de entreno.
- Para cobrar el sueldo, hay que trabajar.
- Para sacar buenas notas, hay que estudiar.
- Para ser libre, no hay que dejarse esclavizar por los caprichos y veleidades de la voluntad
El mundo es de Dios y lo alquila a los valientes. Se dice también, que de cobardes nada se
ha escrito. Lo que más cuesta es lo que más se quiere. Es clásico el aburrimiento de los hijos
de los ricos. Como no saben lo que cuesta ganar dinero, por eso lo malgastan. No saben
apreciarlo. Nada les dice nada.
3) La ley del amor
«La mujer, cuando da a luz, está triste, porque le ha llegado la hora; pero cuando el niño le
ha nacido, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre al mundo»
(Jn 16, 21).
El máximo exponente del amor humano es el de la madre, que es un amor forjado en el dolor.
Una madre ama al hijo por lo mucho que ha arriesgado y sufrido por él, y, a su vez, el hijo
por lo que por él ha sufrido su madre. El sacrificio es la suprema escuela del amor. Amor y
dolor son correlativos. Cuando descubren los adolescentes el amor lo pintan siempre con un
corazón y una flecha. El clásico flechazo de Cupido.
En el sacrificio está la prueba y sublimación del amor. «El que ama no sufre, porque, si sufre,
ama el sufrimiento» (San Agustín). El que no sabe sufrir y sacrificarse por el otro, no es capaz
de amar. Decía un enamorado: «Pido a Dios que algún día ella tenga necesidad de mí" para
demostrarle lo que yo soy capaz de hacer por ella.»
4) La ley sobrenatural de la redención
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán hartos.
Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios. Bienaventurados los que sufren
persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos» (Mt 5, 3ss).
El tipo del hombre viejo es Adán. Él pecó y la ley o castigo que le impuso Dios para su
liberación fue el sacrificio: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente.» El sufrimiento tiene
para la humanidad caída el valor de redención. El hombre perdió la libertad y la gracia por el
abuso del placer y la falta de vencimiento, y tiene que recuperarlas por el sacrificio y el
vencimiento.
Existe un pasaje bíblico, en el Génesis, supremamente gráfico, que nos explica la manera de
conceptuar el sacrificio. Es la lucha que libra Jacob en la región de Yabboq con un ángel
signo del dolor enviado de Dios (Gen 32, 23 ss)

PARTE SEGUNDA

JESÚS ABANDONADO EN LA CRUZ


Desde la hora sexta la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de
la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: ¡Eli, Eli! lema sabactani, esto es- «¡Dios mío, Dios
mió!, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 45-47).
Ninguna de las razones anteriores, sin embargo, es convincente y decisiva para que un joven
se comprometa a luchar por el reino, como lo es el ejemplo sacrificado de Jesús en la cruz.
Cuando él nos invitó a coger la cruz, no solamente dijo: «quienquiera venir en pos de mí
niéguese a sí mismo y tome su cruz», sino que añadió: «y sígame».
Aceptar la cruz, luchar por Cristo es la forma de estar más cerca de él. Jesús se acerca al que
sufre. No sólo está junto a él, sino que le va delante, abriendo camino. La punta de la espina
primero se clavó en sus pies, y a nosotros nos punza menos.
Os invito, jóvenes, ahora, a que subamos al Calvario para asistir a la lucha más titánica que
jamás se ha librado en el mundo. Es decisiva: la de nuestra salvación. Vamos a ver competir
a Jesús de Nazaret, Hijo del hombre e Hijo de Dios, contra sus enemigos para conseguir la
victoria. En la cruz de Jesús, como en un inmenso estadio, luchan el amor y el odio, la gracia
y el pecado, el cielo y el infierno, el bien y el mal, la vida y la muerte.
Es viernes santo. Estamos ya en el Calvario. Al pie de la cruz con la virgen María, Juan el
apóstol joven y la Magdalena, junto a un enorme gentío -unos a favor y otros en contra de
Jesús-. Observemos a Cristo, nuestro libertador:
- por cama, una cruz
- por almohada, una corona de espinas
- por sábanas, unos clavos
- por compañeros, unos malhechores.
Después de estar Jesús tres horas sufriendo en silencio, haciendo un gran esfuerzo para
incorporarse en la cruz, quiere hablar. Le cuesta; está desangrándose, le falta aire, morirá de
asfixia. Oigámosle pronunciar su cuarta palabra: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has
abandonado?»
El «porqué» de la pasión de Jesús es lo más sublime y divino. Hemos dicho, que el «por qué»
se sufre es lo que hace noble y bueno el sufrimiento. Por eso Jesús pregunta a su Padre, con
clamor para que lo oigamos todos: «¿Por qué me has abandonado?» Nuestro libertador sufre
abandono:
- porque ama, por amor a su Padre-Dios y a los hombres, sus hermanos;
- porque quiere vencer en él el sufrimiento y la muerte;
- porque busca enseñar a los jóvenes cómo luchar y morir;
- porque se hizo responsable en Getsemaní de los pecados de la humanidad.
«Así que le crucificaron, se dividieron sus vestidos, echándolos a suerte.» No sólo sus
vestidos; sus méritos, su sangre, su persona, fueron divididos y repartidos a todos los
hombres, y quiso enriquecer a la humanidad entera.
Dos amigos estudiantes, al despedirse del colegio, se juraron amistad, y que, si el caso llegara,
el uno daría la vida por el otro. Pasaron los años. El uno fue bueno y llegó a grandes cargos
del Estado; el otro fue malo, llegó a criminal, y fue sentenciado a muerte. Cuando el amigo
bueno se enteró, quiso cumplir lo prometido. Por sus méritos consiguió llegar a la celda del
criminal, y le ofreció cambiar sus vestidos. El amigo malo, con los vestidos del amigo bueno,
se escapó ileso... Pero por el delito de haber dejado escapar al culpable, poco después él moría
en el cadalso.
¿Por qué moría? Por amor. Por cumplir su palabra. Por convertir al amigo malo en bueno.
Este amigo malo somos nosotros. El amigo bueno es Cristo.
Jesús habla nuevamente y dice: «Tengo sed.» Es el cumplimiento de la última profecía que
de él se había escrito. Por esto a continuación puede exclamar: «Todo está cumplido»
Consummatum est. Estas palabras, más que un grito de dolor en un momento de sufrimiento,
son un grito de triunfo. Es el grito del atleta que se lanza extenuado al llegar y caerse en la
meta. Es el parte que después de una misión difícil da el soldado: «Misión cumplida.» Jesús
ha cumplido plena y heroicamente su vocación de Salvador del mundo. No hay prueba más
grande de amor que dar la vida por sus amigos... «Y habiendo inclinado la cabeza, entrega
su espíritu.»
¡Jesús ha muerto! El sol, avergonzado del deicidio, se tapa la cara. Las piedras se quiebran
con el temblor. Los muertos aparecen. Las personas bajan del Calvario arrepentidas, dándose
golpes al pecho. ¿Y tú vas a quedar indiferente?... Señor, tu muerte será mi vida.

PARTE TERCERA
LA VICTORIA DE CRISTO

Episodio bíblico: Jesús resucita hombre nuevo


«Dijo el ángel a las mujeres: No temáis, sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí,
ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id a decir a
sus discípulos: Ha resucitado entre los muertos e irá delante de vosotros» (Mt 28, 5ss).
La historia de Cristo no termina aquí con su muerte. Empieza una nueva era. A los tres días
de muerto, Cristo resucita hecho hombre nuevo, con sus sufrimientos y, sobre todo, con su
muerte «mereció» la manifestación en su cuerpo de su realidad de Hijo de Dios. La
inmortalidad ha sido el triunfo del amor. Jesús se aparece luego a sus apóstoles y les muestra
heridas de las manos y el costado para cerciorarles de que no son víctimas de una ilusión, y
como trofeos gloriosos de su victoria.
Visitad la tumba de los grandes héroes y libertadores, de un Cid Campeador, de un Napoleón,
de un Simón Bolívar, de todos ellos sólo se guardan los huesos. Id en cambio a Jerusalén y
visitad el Santo Sepulcro y encontraréis que se venera la tumba vacía. Cristo vive de nuevo,
está en cuerpo y alma en el cielo y entre nosotros. Él es la cabeza del pueblo de los salvados,
la Iglesia. De su cuerpo glorioso nos alimentamos en al eucaristía. Su resurrección es
fundamento de fe inquebrantable y esperanza de que también nosotros con él y como él
conseguiremos la victoria. Cristo resucitado, eternamente joven, llama a los jóvenes a la gran
fiesta de la renovación.
Ahora, una vez resucitado, ya no puede volver a sufrir y morir. Pero uno de los prodigiosos
efectos de su resurrección es que, no pudiendo ya experimentar más el dolor en su persona,
sin embargo, puede continuar todavía sufriendo y muriendo en la persona de los cristianos,
en su cuerpo místico. Cada hombre que sufre nos recuerda y nos hace presente a Jesús
abandonado. En cada persona que sufre, pobre, enferma y abandonada, y en nosotros mismos
siempre que hay un esfuerzo para luchar por una buena causa, Jesús está redimiendo,
mereciendo y superándose para conseguir nuevas resurrecciones. Cristo es el tipo del hombre
integral.

Conclusión
Por la cruz a la luz. La cruz es la señal del cristiano. Nosotros no queremos una cruz sin
Cristo, como los marxistas; ni un Cristo sin cruz, como los capitalistas. Cristo en la cruz es
el signo del sacrificio, del amor y de la victoria. El hombre nuevo que inaugura una nueva
creación.
Termino con las palabras que un día pronunció el fundador de la Juventud Obrera Católica
(J.O.C.), cardenal Cardyn, frente a millares de jóvenes trabajadores:
«Qué revolucionarios son aquellos que comprenden el precio de la cruz; ellos cambian el mal
en bien, el sufrimiento en alegría, la muerte en vida... y esta revolución no es sólo espiritual
y personal. Qué renovación profesional, social, económica y política, a la par, ella realiza.»

ANOTACIONES A LA REFLEXIÓN

- Esta reflexión espiritual se da en la capilla y corresponde a uno de los asesores.


- El asesor puede cambiar la Lectura Bíblica que está en el Timonel para la oración de la
mañana, por otra que él escoja referente a la reflexión que va a darse después. Es una forma
de hacer hincapié sobre un punto bíblico que se quiera destacar.
- Termínese la reflexión invitando a todos a hacer unos minutos de silencio para la oración.
Esta oración puede ser comunitaria y espontánea. Los jóvenes y los guías pueden hacer
alguna consideración o petición en voz alta. Antes de salir es bueno cantar alguna canción
adecuada motivándola antes con la misma letra de la canción.

También podría gustarte