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Meditando en la Muerte de Cristo

¿Qué tal si en esta temporada examina su corazón y su vida? ¿Qué tal si busca aquellos lugares
donde aún necesita morir a usted mismo? ¿Qué tal si ora para tener la voluntad de tomar su cruz y
seguir a Jesús en su muerte?

Es importante recordar que al final de la cuaresma hay una tumba. Desde el


momento en que nació, Jesús estaba marchando hacia su muerte. Tenía que
estar dispuesto a sufrir y morir para que la redención fuese alcanzada y
aplicada. La muerte era la descripción de su trabajo. La muerte era su destino,
pero la muerte no era su derrota, porque la muerte no era el final de la historia
de Jesús el Mesías. Lo que parecía la victoria definitiva del mal sobre el bien,
lo que parecía una devastadora derrota y un triste final de la historia
redentora, era en realidad la mayor victoria del poder y la gracia divina que
el mundo jamás había visto. El Mesías había venido. En su vida perfectamente
justa, Él había conquistado el pecado, pero eso no era suficiente. La esperanza
de la humanidad dependía de si Él tenía o no el poder para derrotar al enemigo
final, la muerte. Y la tumba vacía fue una respuesta gloriosa a esta
interrogante. La tumba vacía es una promesa de que Dios nunca dejará Su obra
redentora a medias. Él completará todo lo que se necesite hacer para que Sus
hijos escogidos experimenten la gama completa de las bendiciones de Su
gracia. Mateo 27:45-53; 57-60
Lo que voy a decir a continuación podría sorprenderle; podría incluso
desalentarlo. Pero voy a explicar la importancia de esta sorprendente
declaración. Al final de la cuaresma, también está su  muerte. Durante esta
temporada, más que en cualquier otra, nos enfocamos y contemplamos la
impactante y cruel muerte de la única persona perfecta que ha vivido.
Meditamos en su disposición a morir, en lo esencial que fue esa muerte y en su
beneficio para todos los que ponen su confianza en el Señor Jesucristo. La
muerte es el motivo central de esta temporada de conmemoración, y es el
motivo que se conmemora no solo por la muerte de Jesús, sino porque
durante esta temporada escuchamos de nuevo otro llamado a morir. La
muerte es requerida para cada seguidor del Señor Jesucristo. Conocer la gama
completa de beneficios que conlleva la nueva vida que nos promete la
resurrección de Jesús requiere que nosotros también muramos. En el
evangelio llegamos a comprender que la muerte es la senda ineludible hacia la
vida.
Considere estos pasajes:
(Jesús) Dirigiéndose a todos, declaró: “Si alguien quiere ser mi discípulo, que se
niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga”  (Lucas 9:23 NVI).
“Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por
mi causa y por el evangelio la salvará” (Marcos 8:35 NVI).
“Ciertamente les aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se
queda solo. Pero, si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:24 NVI).
“Y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí” (Mateo 10:38 NVI).
“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo
que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y
dio su vida por mí”  (Gálatas 2:20 NVI).
“¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia
abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo
podemos seguir viviendo en él? ¿Acaso no saben ustedes que todos los que
fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados
para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos
sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el
poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (Romanos 6:1-4
NVI).
“Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos
al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido
sanados” (1 Pedro 2:24 NVI).
“Que cada día muero, hermanos, es tan cierto como el orgullo que siento por
ustedes en Cristo Jesús nuestro Señor” (1 Corintios 15:31 NVI).
“Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego
que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”  (Romanos 12:1 NVI).
El evangelio ofrece algo que nada ni nadie más puede ofrecerle: vida. Pero al
ofrecerle la vida, el evangelio le llama a morir. Esa muerte es tanto un evento
como un proceso. Por el plan de redención de Dios estamos unidos a Cristo en
su muerte y en su resurrección. En ese sentido, en el momento en el que creyó
en Cristo experimentó una muerte y una resurrección. Pero hay más; ahora
que está unido a Cristo está llamado a una entrega muy específica, que es
morir a usted mismo. Usted simplemente no puede entender el evangelio sin
este llamado de seguir a Cristo en su muerte. Estamos llamados a morir al
pecado.
Estamos llamados a morir a esa vida en la que hacíamos lo que queríamos,
cuando queríamos hacerlo y como queríamos hacerlo. Estamos llamados a
morir a establecer nuestras propias reglas y vivir como nos plazca. Estamos
llamados a morir a gobernar nuestras propias vidas. Estamos llamados a dejar
de lado nuestra soberanía autoproclamada, viviendo como si fuéramos el
único amo que necesitamos, y a rendirnos a nosotros mismos y a todo lo que
tenemos a Otro Amo. Estamos llamados a morir a nuestros deseos de
comodidad, placer y gloria, y entregarnos para buscar la gloria del Rey y el
éxito de Su reino.
Estamos llamados a morir a nuestra propia justicia y a encontrar nuestra
esperanza, ayuda y consuelo en la justicia que Jesús ha entregado a nuestra
cuenta. Esta muerte que acabo de describir es un proceso que implica
escanear diariamente nuestras vidas para ver aquellas cosas que aún viven
en nosotros y que no deberían vivir, y luego orar por la fortaleza que
necesitamos para morir nuevamente.
Tal como la muerte de Jesús, esta muerte no es una derrota, sino una enorme
y gloriosa victoria. En cualquier área en la que muera, usted será resucitado a
una nueva vida en esa área. Es la obra continua de la resurrección, la
transformación, y la liberación de la gracia santificadora. Así que, en esta
temporada, ¿qué tal si escanea su corazón y su vida? ¿Qué tal si busca aquellos
lugares en donde aún necesita morir a usted mismo? ¿Qué tal si pide por tener
la voluntad de tomar su cruz y seguir a Jesús en su muerte? ¿Qué tal si celebra
el hecho de que morir a uno mismo nunca es una derrota, sino un paso más
en las continuas victorias de la gracia que pueden ser suyas porque se ha
unido a Jesús en Su muerte y resurrección?

¡Pesaj Kasher Ve sameaj!

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