se encuentra a la deriva con ojos obsoletos cansado de dolores y burlas sin razón. Sin embargo, no protesta los duelos y rechazos, mentiras venenosas, regalos de otros brazos al cual le entregas todo, todito el corazón.
En medio de las olas perdido y sin consuelo
pues digo tristemente: —que sea testigo el cielo de tanto sufrimiento que agotan mi sentir. A pesar de ir tan solo remando mar adentro consigo recordarte (te busco y no te encuentro) ¡qué triste viaja mi alma!, ¡qué grande es mi sufrir!
En cambio, manifiesto la angustia por mis venas
y al lánguido desvelo de noches con verbenas los sueños me preguntan: —¿por qué un amor así? Con llantos en los ojos y sin decir tu nombre inclino la cabeza sabiendo que otro hombre se adueña de los besos que tanto te pedí.
Y sé que aún con otro confundes lo que sientes,
nos marca la distancia caminos diferentes, me usaste de estropajo por culpa de ese error. Por eso claramente muy bien lo he decidido y escrito en letras grandes «acepto, te he perdido» me marcho para siempre, ¡adiós querido amor!.
Penurias (ella)
El hombre que más dicta sus penas y dolores
es siempre el que no prueba la miel de los amores, el aire empedernido y el beso magistral. Y cuando está en deriva se vale de mil lloros diciendo que suspira tristezas por los poros, echándole la culpa a un ángel terrenal.