Está en la página 1de 12

EL NIÑO MÁGICO QUE HAY DENTRO DE TI

Dentro de cada uno de nosotros hay un niño que grita:


“¡Escucha! Estoy harto de que me ignores día tras día. Vas a trabajar, sales con tus amigos,
duermes, comes, vives tu vida como si yo no existiera. Alguna que otra vez te das cuenta de
mí cuando estás triste o deprimido en cama. ¿Pero de verdad te importo? ¿Te preguntas
qué es lo que yo quiero?
He estado esperando sentado, esperando, siempre, que me reconozcas. Primero tus padres
empezaron por olvidar partes de mí y luego tú continuaste donde tus padres se detuvieron.
¿Me recuerdas? Soy tus sentimientos, sueños y fantasías. Yo soy aquel que solía disfrutar
yendo al parque, aquel a quien le gustan las pizzas, los dulces, las montañas, el sol y quien
quiere jugar. Soy también aquel al que le gusta ser abrazado y que le digan “te quiero”. Soy
el niño que llevas dentro, yo soy tú.
No me importa si ahora ya eres un adulto. ¿Por qué significa esto que te tengas que olvidar
de mí? ¿Por qué el ser adulto significa que el niño que llevas dentro debe tratar de no
existir?
Créeme, vivir en tu mundo adulto de lucha constante no es fácil ¿Cómo crees que me siento
cuando me llenas con montones de comida durante la cena mientras hablas con tus amigos
importantes, gente que en realidad no te gusta?
¿Dónde se supone que debo ir cuando estoy enfadado y tú no me reconoces? Luego te
preguntas por qué sufres de indigestión o exceso de peso.
¿De dónde piensas que vienen tus problemas?
Sé que necesitas a tus amigos importantes. Sé que tienes que ganarte la vida y que tienes
que cuidar de otros. ¿Pero alguna vez te has planteado que si realmente te hicieras mi
amigo no necesitarías tanto de lo que te dan los demás?
¿Alguna vez has pensado que si cuidaras tus sentimientos y apreciaras tus pequeños
deseos no necesitarías ganar tanto dinero para tenerme tranquilo? ¿Alguna vez has
considerado que si fueras más amable contigo mismo, no sería tan pesado cuidar de los
demás?
Sé que intentas lograr una mejor posición para tener más tiempo para estar conmigo. He
sentido las diferentes terapias que has intentado, que te vuelven a dar a conocer partes de
mí. Pero quiero que me descubras.
No espero que cambies de la noche a la mañana. He estado esperando a que me
reconozcas durante bastante tiempo. Para ser honesto, una parte de mí nunca entenderá
cómo me puedes tratar de la manera en que lo haces. ¿Por qué te resulta tan difícil ser
como quieres ser?
Si yo fuera literalmente tu niño, me escucharías y te interesaría saber cómo estoy. Pues
bien, literalmente soy tu niño, sólo que has aprendido a no verme.”
. . . Me veo a mí mismo caminando por un sendero. Cada tantos metros hay otros caminos
con varias promesas si decidiera seguirlos. Pero no quiero. Deseo permanecer en este
sendero. No todo es perfecto, pero al menos de esta manera estoy eligiendo mi propio
camino. . .
2
. . . Existen muchos trabajos, muchas relaciones, muchos caminos con grandes beneficios:
los podría seguir, dejando que mis sentimientos se opusieran y gritaran dentro de mí.

. . . Podría tratar de fingir que no existe el dolor fijándome sólo en los beneficios que me
ofrecen, pero parezco olvidarlo siempre. Incluso ahora, una parte de mí aún grita por todos
los sentimientos y deseos que he tenido, que no fueron experimentados ni apreciados en el
pasado. He encontrado que lo mejor que puedo hacer con el pasado y el presente es
empezar a desarrollar el camino de mi propio deseo genuino.
. . . Cada día estoy aprendiendo a planear mi camino desde mi propio corazón. Esto significa
buscar mi corazón en lugar de buscar los corazones de los demás. No es que me importen
menos las otras personas. Es que escuchando a mi propio corazón he encontrado
simplemente que tengo más que dar cuando quiero dar.
. . . Al seguir mi propio camino a veces me siento diferente, como si algo estuviera mal en mí.
Puedo dudar de mí mismo y empezar a luchar por hacer que mi camino se parezca más al
de los otros, o puedo preguntarme: “Es este camino digno de mi vida en este momento?”. Si
lo es, quiero hacer todo lo posible para cuidarlo.
. . . No es fácil vivir el camino de mi corazón, pero el niño que hay dentro de mí me ha
convencido de que es aún menos fácil tratar de vivir en el camino de otra persona. Se me ha
enseñado tanto a conformarme con las direcciones que toman otros, que a veces ni siquiera
sé qué es mío, qué es lo que yo quiero. He dejado que otros tomen decisiones por mí
durante tanto tiempo, que no puedo hacer elecciones yo mismo. Mis padres, maestros y
terapeutas me han dicho tanto quién soy que yo no estoy seguro de qué es lo que soy y qué
no. Trato de desquitarme haciéndolos a todos responsables de mi forma de ser, en lugar de
hacerme responsable yo mismo y empezar por responder esas preguntas yo mismo.
. . . Muchas veces busco algo en qué confiar casi en cualquier parte. Dejo que cualquier
persona piense por mí esperando que me hará sentir mejor. En estas ocasiones ando en
busca de mi cabeza, mi corazón y mi niño en todas partes menos donde se encuentran:
dentro de mí.
. . . A veces creo que el mundo me ha estado diciendo durante tanto tiempo lo que siento y lo
que sé, que parece imposible que haya un camino que sea enteramente mío. Por otra parte,
de vez en cuando, veo en un presentimiento repentino algo que quiero y cambio mis caminos
para alcanzarlo. No importa que mis rutinas, mis pensamientos y mis sentimientos parezcan
pertenecer a otros: repentinamente, al reconocer mis deseos, empiezo a vivir mi vida para
mí.
. . . Antes de que mi cabeza o mis pensamientos puedan ser los míos, debo reconocer a mi
niño, mis sentimientos. Al desarrollar el camino de mi corazón, confiando en que se
desdoble mi propia voluntad, mi cabeza, corazón y niño se hacen uno, yo. Todo el calor y
seguridad, placer y felicidad que he buscado en el mundo se encuentran dentro de mí. Todo
parece estar esperando dentro, sólo tengo que reconocerlo.
. . . El jardín en el que quiero vivir no se halla más lejos de lo que yo estoy de mí
mismo. Todo está esperando para que yo empiece a querer a mi corazón y a mi niño,
mi voluntad y mis sentimientos. Mientras tanto, puedo continuar permitiendo que
otros me controlen a cambio de controlar a otros, o me puedo volver mi propio
controlador, mi propio director. En lugar de aceptar o rechazar los caminos de otros,
empiezo a aceptar o rechazar mis propios caminos hasta que encuentro lo que quiero.
Empiezo a criar al niño que llevo dentro de mí, aceptándome a mí mismo en el mundo.
3
Encuentro que el camino del jardín es amar a mi niño dondequiera que estoy. Las
semillas y los rayos de sol parecen ser ilimitados.
. . . Algo comienza a surgir dentro de mí. Yo lo llamo mi niño. Me siento excitado y seguro.
Algo dentro de mí empieza a crecer de nuevo. Un espíritu, una energía que es la mía propia
me recorre. Cuanto más espacio hago y planeo mi vida alrededor de esta parte especial de
mí mismo, más sorprendente se vuelve este sentimiento. Mi niño se siente liberado al
mundo. Empiezo a verme y a vivir de la manera que soy por dentro.

. . . Como le ha ocurrido a mucha gente, en lugar de ser educado para comprender el amor,
el éxito y la riqueza que tenía dentro, fui educado para creer que el amor, el éxito y la riqueza
eran algo que estaba afuera, en el mundo, algo que yo tenía que lograr. Esto fue lo que me
controló y me limitó a la hora de apreciarme a mí mismo.
. . . No importa cuántos ni qué camino eligiera intentar, algo estaba fallando. El amor y el
éxito que yo estaba buscando parecían siempre justo más allá de mi alcance. En este punto
decidí detener mi mundo y verlo de nuevo. En el pasado, cuando tuve este sentimiento,
trataba de pasarlo por alto o buscaba iniciar una nueva relación. Tal vez empezaba un
nuevo proyecto. Comenzaba a leer y practicar algunas técnicas nuevas que se suponía me
iban a acercar más a mí mismo. Cuando miraba a mi alrededor veía a todos haciendo lo
mismo o estableciéndose, o criando niños, tratando de darles a ellos lo que siempre
quisieron para sí mismos.
. . . Cuando vi mis alternativas pensé, ¿por qué no empezar a cuidar al niño olvidado en
mi interior y darle lo que necesita? En lugar de iniciar un proyecto nuevo o una nueva
relación, ¿por qué no empezar una nueva relación conmigo mismo? En mi propia falta
de determinación, mis sentimientos parecen estar implorando que se les tome en cuenta. En
lugar de buscar a alguien más, ¿por qué no empiezo a darle al niño que llevo dentro de
mí lo que siempre quise para mí mismo? Parece haber un niño dentro de mí que fue
concebido hace muchos años y que sólo está esperando ser redescubierto. ¿Por qué
no empezar a ver mi mundo y luego crear uno nuevo que sea lo suficientemente seguro para
que ese niño pueda sentir y confiar, un mundo donde se sienta lo suficientemente seguro
para soñar?
. . . La decisión de dejar atrás lo que me aleje de mi niño y mantenerme cerca de él
significa un gran compromiso. Cada forma de vida que elegí en el pasado, sin
importar lo poco satisfactoria que hubiera sido, aún así, constituyó el camino de mi
vida. Dejar a un lado las formas anteriores y empezar un camino nuevo, más cercano
a mi corazón, depende de lo mucho que me valore a mí mismo.
. . . Inicialmente, cualquiera que considera tener un bebé piensa cuidadosamente en la
responsabilidad de su crianza y de estar siempre presente para él, aparte del amor y la
alegría que traerá al mundo. La decisión de que vuelva a nacer el niño olvidado dentro
de mí exige la misma responsabilidad de cuidarlo y alimentarlo como merece. A
diferencia de lo que sucede con otros niños, yo no quiero criar a mi niño para que
cubra la falta de amor en mi vida. Quiero hacer lugar para que mi niño se convierta en
él mismo.
. . . Originalmente, mi niñez, mis sentimientos, se confundieron y fueron controlados por las
necesidades y expectativas de otras personas. Ahora la única persona que es responsable
de mi niño, la única persona que puede tener excusas por no darle amor y cuidados por lo
que él es, soy yo mismo.
4
. . . En el pasado viví en la idea de que yo no tenía nada que ver con el control de mi
vida. Mis padres y otras personas tenían la autoridad para determinarla. Adquirir el
compromiso de criar a mi niño en el mundo significa empezar a aceptar que o tengo el
control o estoy renunciando al control de mi vida. Ahora soy yo el padre y maestro de
confianza al que mi niño busca mientras se convierte en él mismo. Es mi decisión
ignorarlo o escuchar sus necesidades, sus sentimientos y empezar a actuar sobre lo
que quiero.

. . . Cada momento en que aprendo de nuevo a confiar en mi experiencia es otro


momento más cercano al niño sensible que traje al mundo. . . Una vez que conozco a
mi niño, a mis sentimientos, el maestro que hay dentro de mí sabrá cuánto espacio de
mi vida necesita el niño . . . Empiezo por crear ambientes seguros en los cuales pueda
experimentar mis sentimientos . . . Las personas y lugares que me alientan a ser como
yo quiero le dan seguridad a mi niño para que se arriesgue a salir al mundo de nuevo.
Gradualmente voy a acumular más y más lugares y personas especiales, una vida en
la que me sienta lo suficientemente libre para estar con mi niño siendo quien soy.
. . . Mi niño no va a salir completamente de repente. No importa que le dedique mucho
tiempo o que el lugar que le ofrezca sea muy seguro, ha estado olvidado, controlado y,
en general, sin amor demasiado tiempo para que aparezca al instante. Estoy
acostumbrado también a una vida de adulto, a luchas y fracasos de adulto para que
aparezca de pronto un niño con sentimientos . . . En casi todo adulto hay un niño de
cuatro años que está resentido, uno de cinco a quien le gustan las tiendas de juguetes,
uno de diez que extraña a su mamá y a quien le gusta pasear con un amigo. Tal vez
haya uno de dieciséis años a quien le interesa el sexo, pero es tímido y reservado. La
experiencia del niño que tenemos dentro es infinita, está enterrada y espera ser
amada. Mi niño está esperando para continuar su crecimiento una vez que le provea
del medio en el cual se sienta lo suficientemente seguro para hacerlo.
. . . Existen algunas personas que pueden pensar pero no pueden sentir. En cambio otras
tienen tanto sentimiento que no pueden pensar con claridad. Los médicos llaman a los
primeros “neuróticos” y a los segundos “psicóticos”. Pero las etiquetas son menos
importantes que las necesidades del niño que cada uno lleva dentro. El niño está enterrado
en alguna parte o se encuentra solo y desnudo, gritando en la oscuridad. Los niños
necesitan que se les cobije y se les ame. Cada niño tiene su propia manera de querer
ser cuidado, sus propias necesidades, y éstas siempre están cambiando. En lugar de
buscar siempre en mi cabeza o en la de otro las respuestas, veo a mi niño,
aprendiendo a confiar en mis sentimientos y pensamientos para encontrar su manera.
. . . A veces, en el sendero de la búsqueda de mi niño necesito a alguien que no se asuste
con mis sentimientos o pensamientos poco claros. Necesito tener la capacidad de sentirme
seguro para no dejar que mi cabeza controle mis sentimientos y para que permita que mi
niño sienta, grite, patalee y vocifere. En ocasiones, amar a mi niño significa tener una
rabieta, una rabieta que alguna vez en el pasado no se me permitió tener. No puedo ser real
con mi niño cuando estoy con alguien que no acepta el suyo, especialmente si yo mismo no
estoy seguro de él. . . Quiero estar con alguien que no sienta la necesidad de
empujarme o tirar de mí, sino que me ame confiando en que yo encuentre mi propio y
necesario camino. La seguridad en mi relación con otro es de lo más importante, pero
aún es más importante la seguridad que me doy a mí mismo de no controlar, herir o
limitar al niño que empieza a emerger.
. . . Mi niño necesita llorar y gritar para dejar que los nudos de tensión de su estómago se
deshagan. Quiere muchos juguetes y lápices para expresar sus sentimientos, quiere un osito
5
de peluche. La gente con la que mi niño se siente bien es la gente que se divierte jugando.
Mi niño quiere que le diga que lo amo y que lo cuide cuando está cansado y triste.
Puede querer ir al parque, tomar un baño de burbujas y comer patatas fritas cada día durante
toda una semana. Es en esta ocasión cuando voy a sostener una relación amorosa con
mi niño o de lo contrario va a sentir que no se le cuida, como ya ha sucedido en el
pasado. Como otros niños, mi niño necesita regalos, viajes especiales y sentir que lo
amo, especialmente cuando no se siente feliz y se siente desesperado. Toda esta
confusión, dolor y resentimiento está saliendo a la superficie. Mi niño no puede crecer
solo. Necesita de los demás, pero, sobre todo, necesita de mí.

. . . Al principio, el nacimiento de mi niño es doloroso. Hay una razón por la que lo he


estado evitando durante tantos años. He tenido miedo de que fuera a agobiarme. No
me he sentido lo suficientemente seguro para sentirlo, así que he preferido tratar de
olvidarlo. Ahora que finalmente está libre, está enojado porque se le haya encerrado
tanto tiempo. No lo culpo. Está dolido por todas las ocasiones en que no fue amado.
Está deseoso de que se le abrace y de ser feliz. Lo importante es que yo recuerde que
ahora soy responsable de mi niño. Ahora soy yo quien está a cargo de él y hago mis
elecciones cuidando sus sentimientos.
. . . Darle a mi niño el camino de su corazón significa amarlo como nunca antes se lo amó.
Algunas veces me puedo sentir literalmente como un pequeño bebé, y también parecerlo.
Inicialmente, tal vez sólo quiera llorar, respirando profundamente, experimentando más y
más de mi ser perdido. Pero ningún bebé quiere llorar siempre. El mío desea que se le tome
en brazos y que se le diga que todo está bien y que lo voy a cuidar. Amándolo y
cuidándolo empieza a entender que tiene elecciones, que su presente no es
simplemente una continuación de su pasado en un escenario nuevo. Interactuando
gradualmente, jugando y confiando en mi niño, estoy asumiendo el control de mi
propia experiencia. El mundo no tiene el poder de determinar mis sentimientos. Me
estoy volviendo independiente. Cada lágrima, cada sonrisa vuelve a hacer que sienta más
partes de mi cuerpo. Una vez que siento que mi niño se recupera, mi cuerpo regresa a
un estado más completamente vivo. El niño enterrado dentro de mí se convierte
gradualmente en cada vez menos masa de tensión y más y más en un espíritu
consciente en movimiento. Desarrollar mis opciones me da más acceso a mi niño. De
igual manera, tengo más acceso a mi cuerpo.
. . . Siempre que me encuentro abrumado y me siento desesperanzado, mi niño está
pidiendo atención a gritos, llorando porque sabe que merece algo mejor.
. . . Como adulto nunca me siento ni abrumado ni sin esperanza ni desamparado,
porque siempre tengo alternativas con las cuales cuidarme. La parte de mí que sí se
siente abrumada es mi niño, quien realmente no tuvo opciones para satisfacer sus
necesidades y se convirtió en alguien indefenso y sin esperanza. En mi verdadera niñez
no fui ni poderoso ni independiente. Si otros no satisfacían mis necesidades, simplemente
me quedaba con ellas. No sabía que merecía algo más. Aprendí maneras de tratar de
agradar a los demás esperando que así me darían lo que quería. Ahora deseo conocer
formas de agradarme a mí mismo, esperando aprender que puedo cuidar de las necesidades
de mi propio niño. Ahora, cuando mis necesidades aparecen como gigantescas e
imposibles de satisfacer, sé que estoy viendo al mundo con mis antiguos ojos de la
infancia. Mi niño está esperando que le diga que merece una alternativa.
. . . Probablemente, en el pasado trabajé más duro, tal vez enfermé, comí más y más,
manipulé y recurrí a mis amigos, sintiéndome desesperado por que me aceptaran y por
obtener el amor que yo quería. Pero sea cual fuera el camino que tomara como adulto, mi
6
niño se quedó con sus necesidades insatisfechas. Algo faltaba. Me estaba cuidando como
si sólo fuera un adulto, olvidando que dentro de mí también había un niño de 2, 9, ó 16
años, con necesidades no cubiertas. Con razón no fue nunca completamente
satisfactorio trabajar más duro, comer o dormir de más, algún libro nuevo, un maestro
en el cual creer o un mensaje de amor por parte de un amigo. ¿Qué niño de 9 años se
siente mejor trabajando más? ¿Qué joven de 16 quiere un libro nuevo o un maestro en
el cual creer? ¿Qué niño desea una carta de amor? Los niños quieren ser abrazados,
que jueguen con ellos y que se les haga sentir que merecen más.
. . . Cuando comprendo qué es lo que realmente quiero y respondo luego a mis deseos, voy
abriendo el camino hacia mí mismo. El camino hacia mi corazón es decirle a mi niño que
merece que se le respete, se le ame y se confíe en él. Mis caminos adultos de
“complacer” a otros, lucha y sometimiento empezaron hace mucho tiempo. Cuando comencé
a sentir que no tenía alternativa, que no merecía nada más, empecé a aceptar una vida
diferente de la que quería. ¿Qué niño escoge libremente someterse? ¿Qué niño escoge de
forma natural llenar su vida con lucha? Saber que no tuve elecciones y que actualmente
las tengo me recuerda que dispongo de opciones para un nuevo camino. Mi energía de
adulto invertida en negar mis sentimientos y deseos está libre ahora para crear un camino
con mi corazón.
. . . Excusas, las excusas son los héroes del mundo adulto de lucha dolorosa. De niño
empecé a aceptar paulatinamente todas las excusas que se me dieron para explicarme
por qué no podía ser quien quería ser. Acepté el derecho de otros a determinar mi ser.
Dada mi dependencia en el mundo para mi bienestar, tuve muchas razones para
aceptar gradualmente todas las excusas que se me dieron a fin de que cediera el
control.
. . . Ahora de nuevo estoy lleno de excusas para no amar a mi niño, para no cuidar de
mis sentimientos. Sin embargo, la diferencia principal es que en mi infancia eran otros
los que me daban excusas, quienes realmente tenían el poder sobre mi ser. Ahora las
excusas vienen inicial y principalmente de mí mismo. Muchas veces soy la última
persona en ser mi propio amigo. Trato de dar a mi medio, mi jefe, mi novia, mi pasado,
incontables excusas como razones para no ser quien quiero ser, para no cuidar de mis
deseos. No quiero perder este trabajo, esta relación, esta amiga. Las excusas potenciales
que tengo para luchar y rendirme son infinitas. Algunas veces las continúo durante tanto
tiempo que incluso mi jefe o mi novia me dicen que deje de castigarme. En ocasiones soy
la última persona que viene en ayuda de mis sentimientos. Esto hace que mi niño se
sienta poco amado y poco esperanzado.
. . . La verdad es que no creo merecer un trabajo en el cual pueda mostrar mis
sentimientos, porque si así fuera ya estaría trabajando en él. No creo que merezca
tener una novia para compartir mis fantasías, si no ya la tendría. Admitir que quiero
“complacer” para retener, que creo no merecer nada más, es el principio para ganar
control sobre mi vida. Reconocer que la mayor parte de mí mismo disfruta de esta
situación y que otra parte quiere arriesgarse a cambiarla, es el principio de ser capaz
de responder a la mayor parte de mí mismo y de ser responsable por mí. Está bien
disfrutar el sentimiento de sumisión, disfrutar del dolor. Si no lo disfrutara ¿por qué estaría
así? Es el sendero que creo merecer y al que estoy acostumbrado. A menos que sea la
manera en la que me experimento ¿por qué estoy luchando si no disfruto luchando?
. . . Como adulto vuelvo a establecer mi vida en situaciones dolorosas, a seguir
“complaciendo” y a esforzarme, porque esto es lo que aprendí cuando era niño. Hasta que
no sepa que merezco una alternativa y me sienta lo suficientemente seguro para
7
probarla, voy a disfrutar de mi dolor como la condición para obtener el amor y la
seguridad que necesito.
. . . La primera “excusa cósmica” es decir “no tengo alternativa”. Creer que no tengo
alternativa hace mucho más fácil vivir mi vida sometido y disfrutar de eso. Tan pronto como
soy consciente de que tengo alguna alternativa, ya no se sostienen mis excusas para
sufrir.
. . . Mi segunda “excusa cósmica”, a veces superior a la primera, es que “mis opciones son
peores que lo que ya tengo”. Si no puedo estar sin opciones, voy a crear una que sea
mucho peor que la que actualmente tengo, no hace tan dolorosa la situación en que
me encuentro. Los ejemplos más comunes son: “no puedo dejar este trabajo porque no
voy a encontrar otro, no puedo dejar esta relación porque no hay otra”. No puedo
cambiar estos sentimientos de desesperanza porque no conozco otros. Sufriendo
creo que no merezco nada mejor. Continúo esperando que de alguna manera el
mundo cambie y me cuide. Mi niño, mi corazón y mi cabeza se pasan por alto,
rendidos y sin control. Mi niño sin esperanza permanecerá desamparado hasta que le
dé amor, le recuerde que mi cabeza, mi corazón y él mismo están dentro de mí en lugar
de estar ‘ocupados’ por los de los demás.
. . . ¿Qué niño disfruta de forma natural del dolor? Desprenderse del dolor como forma de
vida empieza admitiendo que soy yo quien lo elige, procediendo a amar y cuidar de mi
niño dolorido. Él necesita saber que merece algo mucho mejor. Siempre que creo que
no tengo opciones o únicamente opciones peores que mi situación actual, estoy
viendo al mundo desde el punto de vista de mi antiguo niño. Ahora, como adulto,
tengo siempre elecciones. Sé que merezco algo mejor. El mundo ya no me sigue
controlando, a menos que yo se lo permita. A medida que cuido a mi niño dolorido,
éste se hace más fuerte, más confiado, conociendo gradualmente su sendero de la
manera en que él lo quiere.
. . . Las ocasiones en que me siento más abrumado son aquellas en las que mi niño
más merece ser amado.
. . . Al cambiar el camino de mi vida criando a mi niño, me estoy haciendo libre para
experimentar todo mi ser. En lugar de que el mundo me diga lo que hay en mi interior
estoy aprendiendo a expresarme desde adentro. Mi experiencia interna es atendida,
alimentada y defendida. Mis días se planean desde las partes más egoístas y
hambrientas de mí mismo. La vida ya no consiste en luchar deseando volar lejos de
ella.
. . . Aprendiendo a amar a mi niño, mi naturaleza no resuelta, confío en vivir mi propia verdad
más genuina. La puerta es siempre la de mi corazón.
. . . Decirle a mi niño que está bien estar en conflicto, sentir dolor, me abre a la
posibilidad de encontrar mis propias opciones.

. . . Por lo general, la parte de mí mismo que más a menudo evito es el pequeño monstruo
celoso, enfadado, posesivo y hambriento que hay dentro de mí. Puedo fingir estar tranquilo y
respirar una y otra vez y tratar de creer que él no está ahí pero, tarde o temprano, trepa y
explota fuera de mí exigiendo atención. Cuanto más trato de evitar a mi niño, más
inmanejable se vuelve y al final emerge. Sin embargo, estando alerta a los deseos de mi
niño interno puedo evitar que se desarrolle un monstruo enfurecido con el cual tenga que
vérmelas más tarde. Tal vez no pueda satisfacer siempre sus deseos, pero mi niño,
8
como los niños en general, quiere saber que está bien desear y que merece que sus
deseos sean atendidos.
. . . Si quiero encontrar los momentos más desnudos que contienen alguna verdad
sobre mi ser, no necesito buscar más allá de los momentos en los que estoy fuera de
control. Los momentos compulsivos o desesperados que dirigen mi experiencia se
localizan donde he renunciado a mi libertad y fijado límites a mi ser. Justo bajo mis
rituales compulsivos o mi comportamiento adictivo me encuentro yo mismo, mi niño más
desnudo.
. . . Comer compulsivamente, ingerir drogas, dormir, trabajar o llevar a cabo una fantasía
sexual particular, es mi niño que se hace cargo de mi vida expresando sus necesidades.
Dentro de cada búsqueda de arreglo, ya sea una jeringa, una amante, una bebida, una orden
que controle a otro o un pedazo de pastel, dentro de ese momento se halla la admisión de
que estoy fuera de control y la oportunidad para asumir la responsabilidad de mi niño con
necesidades. No estoy fuera de control cuando mi cabeza cuida de mi niño confiando en mi
propia verdad interior.
. . . Creer que fumar cigarrillos, consumir alcohol, apartarse socialmente o ser hiperactivo,
creer que mi comportamiento me controla, elimina cualquier oportunidad para elegir mi propio
camino y ser más completamente autodeterminado. El problema no es la adicción, sino ser
incapaz de elegir y determinar más completamente mi vida. Las adicciones, como todas las
defensas en contra de vivir más completamente, pueden resultar innecesarias. Pero si
partes de mi vida están fuera de control, negar o cambiar esas partes no me va a
satisfacer hasta que se satisfagan las necesidades de mi niño.
. . . Cuando me noto compulsivo es porque mi niño está necesitando que reconozca cómo es
él, al perder e control. Se siente amenazado. Su dolor se esconde, deseoso de un ambiente
de amor que exprese el mensaje de que él merece ser amado. Muchas veces lo veo
aferrarse a casi cualquier cosa que cambie sus sentimientos. A veces únicamente me
siento y escucho su enfado y su frustración. Me acuerdo de que nadie más que yo
está controlando lo que siente ahora. Puedo levantarme, hacer algo y quitarle sus
sentimientos, o puedo sentarme con él a esperar que su inquietud se calme y se dirija
hacia su propia acción necesaria. Cierro los ojos y escucho sus clamores. Lo
sostengo, lo acompaño. Mi niño empieza a gritar, brincar, llorar o sonreír su alivio. Al
darle a mi niño la elección de seguir su propio curso, cualquiera que éste sea, le
confiero su propia manera de resolverse. La decisión de mi niño me libera .
. . . El camino de la apertura es aceptar una y otra vez que soy la fuente y el creador de mi
experiencia. Y sólo yo puedo encontrar el significado y la solución de mi experiencia.
. . . Mi niño necesitado siempre se está expresando a través de mi cuerpo, que es el vehículo
para mi experiencia. Con el dolor físico, como con cualquier otro tipo de dolor, la
experiencia elegida es la que determina mi curso de afirmación. Puedo ser una víctima sin
control o, por el contrario, darme permiso a mí mismo y empezar a alimentar a mi niño, a mi
corazón y a mi cabeza asumiendo la responsabilidad de mi ser necesitado. Tal vez yo no
elija los acontecimientos, los accidentes de mi vida, pero sí elijo mi experiencia y mis
reacciones frente a estos acontecimientos.
. . . Los acontecimientos y relaciones ordinarios parecen enormes y abrumadores a un
corazón cuya capacidad de expresarse fue detenida y controlada a una edad muy
temprana. Un círculo de temor que empezó cuando era un niño pequeño me ha
separado de mi corazón. Hasta que mi niño no resuelva el temor que provoca pánico a mi
expresión, mi corazón y mi expresión estarán sin armonía. Hasta que yo no ame a mi niño
9

asustado, mi vida adulta carecerá de mi fuerza y deseos completos. Mientras mi posibilidad


de expresar lo más genuino de mí permanezca debilitada estarán separados mi niño y mi
adulto.
. . . Es mucho más fácil buscar mi corazón donde se encuentra realmente, dentro de mí. Al
revelarme al mundo, recuerdo que estoy revelando mi niño a mi corazón. Tan difícil como
parece que el mundo me acepte es para mi corazón saber que tiene que aceptar y amar
a mi niño tal como realmente es. Siempre que estoy temblando de miedo ante el
rechazo de alguien, mi niño está abrumado y asustado, mi corazón ya no lo sostendrá
más. Cuando mi niño se siente seguro y amado por mí, la reacción que de una forma u
otra el mundo tenga frente a mí tiene poco peso. Estoy cuidando mis sentimientos,
creando mis opciones, buscando mi propio camino.
. . . Cuanto más estoy a cargo de mis propios controles, menos necesidad tengo de
controlar a otros. Cuanto más acepto mis sentimientos y opiniones como míos, más
veo los sentimientos y las opiniones de otros como suyas. La riqueza y otras formas
de seguridad llegan más fácilmente cuando reconozco la riqueza y la seguridad que
tengo dentro de mí. Cuando mi niño, mi corazón y mi cabeza crean el camino, el poder
personal que obtengo me da seguridad. Confiar en que mi corazón me muestre el
camino se convierte en mi seguro de vida.
. . . El pasado y el futuro están llenos de controles sobre mi ser si yo creo en ellos.
Observar cómo utilizo el pasado y el futuro para limitarme a mí mismo en el presente
es otro ejercicio revelador.
. . . Todo el mundo tiene un sinfín de excusas para no ser quienes quisieran ser. Me siento
loco cuando soy quien no quiero ser. Durante el proceso de reunir mi pensamiento y mi
corazón, sólo mis sentimientos parecen ser el mejor juez.
. . . Exceptuando la violencia de cualquier tipo hacia los demás, cualquier comportamiento y
sentimiento están bien si se encaminan a la consecución de nuestro propósito más genuino.
La gente más auténtica que conozco son los más abiertos hacia el prodigio y la confianza
ciega que tienen en sus propias vidas.
. . . Me asombro a mí mismo por la cantidad de energía y tiempo que dedico a huir de mi
corazón en busca del de otro o de un sustituto.
. . . Ni las palabras ni el aliento de nadie pueden ayudarme a cambiar el camino hasta que yo
no esté listo.
. . . Cuando siento que las necesidades y exigencias de los demás me controlan, muchas
veces las apaciguo y las perdono siguiendo su camino. Niego mi camino pensando que es
el curso más fácil. Siempre que niego mi camino, he equivocado mi perdón. Cuando niego
mi camino, no me siento lo suficientemente seguro para escuchar mis necesidades reales.
. . . El peso del mundo es tan grande como yo necesite que sea hasta el momento en
que acepte que no tiene peso. Las ocasiones en que niego mi camino son aquellas en
que asumo el peso del mundo. Las preocupaciones que experimento son los
maestros que necesito, que riñen a mi voluntad hasta que admito que ellos hoy no
tienen control sobre mí. Si alguien me quitara estos maestros necesitaría buscarlos en
otro lugar. Cuanto más perdido estoy, mayor es el descubrimiento cuando de nuevo
encuentro mi camino.
10
. . . En la medida en que mi relación con mi cuerpo y mis sentimientos ilustran el grado de
temor o confianza que tengo para seguir mi propio destino, mis relaciones con los demás
demuestran si mi conducta se basa en el temor y la agresión o en la confianza y el amor.
. . . En el viaje de vuelta a mí mismo, es imprescindible que advierta que los deseos y
necesidades de mi niño son tan importantes como las necesidades de los demás.
. . . En lugar de dar por sentado que debo adaptarme, empiezo a aprender que puedo crear
mi medio ambiente.
. . . Todos los obstáculos a los que me enfrento en el mundo son reflejos de los
impedimentos que hay dentro de mí para llegar hasta mi corazón.
. . . El mundo de dentro y el de fuera se reflejan uno a otro continuamente. La
confianza o el juicio que tengo sobre los demás es siempre una declaración sobre mí
mismo.
. . . Pensando y pensando o actuando y actuando puedo quedar estancado en el lodo de la
vida, olvidándome de quién soy en ese momento. Se me hace difícil recordar que cuando
estoy abrumado o estancado, mi problema tal vez sea tan simple como comprender que
estoy pensando y pensando o actuando y actuando en lugar de ser como quiero ser.
. . . El momento que quiero es el ahora, porque es donde siempre me encuentro. En
realidad, nunca estoy en otro lugar. Cada pensamiento, cada acción, cada sentimiento es la
decisión que estoy tomando en medio del flujo de mi corazón. Mis sentimientos, mis
pensamientos y mis acciones pueden ser la orilla del torrente de mi corazón, o bien pueden
ser obstáculos: las presas que bloquean la realización de mi propio destino. No revelan nada
más que a sí mismos, es mi experiencia de las decisiones que tomo la que apoya o
limita mi camino.
. . . Cuando alguien me dice: “Se ve que la vida te trata bien . . .” Yo le sonrío en respuesta:
“Sólo me trato bien”, y desaparezco.
. . . Consciente o inconscientemente mi vida es una fantasía. Todo lo que verdaderamente
puedo saber del mundo es lo que yo imagino. Otros tienen la seguridad de que el mundo es
de esta o de aquella manera. Yo, en cambio, solamente tengo la certeza de mi mundo, de
mi experiencia. La pregunta es ¿voy a creer y vivir mi fantasía sobre el mundo o la fantasía
de otro . . .?
. . . Creer en mis fantasías es el camino más seguro para creer en mi niño. Ir en pos de mis
fantasías es la ruta más directa a mi corazón. Lo que se encuentra entre mis fantasías y yo
es mi círculo de temor creado por la frustración de mi verdadera voluntad.
. . . Cuando alguien se me acerca pidiendo ayuda, en lugar de decirle cuál es su problema y
darle mis soluciones, escucho y le pido que fantasee la solución que desea. . . Una vez que
sabe lo que quiere y cree que lo merece, el peso de su problema pasa a la fantasía. Al
amarnos uno al otro para encontrar nuestro propio camino, tiene lugar un proceso curativo
sin límites.
. . . La vida parece ir llegando a algún lado cuando creo merecer mis fantasías. Una vez que
creo merecer mis fantasías, el mundo ya no tiene control sobre mi ser. Se desvanecen mis
círculos de temor. Cuando acepto que el mundo no está controlando mi fantasía, ésta se
convierte en realidad.
. . . Cuando no puedo fantasear estoy abrumado por el temor. Mi niño ni siquiera se siente lo
suficientemente seguro para imaginar lo que le gustaría. Empiezo por darle permiso para no
11
saber, para saber solamente lo que no quiere, para estar enfadado, sentirse herido y
confundido. Mi corazón me guiará siempre hacia mis soluciones cuando esté listo para
admitirlas.
. . . Amando mi fantasía, empiezo a amar al mundo. El mundo sólo es mi corazón desnudo.
Cualquier cosa suya de la cual me aparto o que me disgusta son partes de mi fantasía, de mi
corazón, de las cuales no estoy dispuesto a hacerme cargo y cambiar. El mundo que veo es
sólo la fantasía que más acepto en este momento. Amando mi fantasía y saliendo al mundo,
estoy aceptando siempre más y más partes de mí mismo.
. . . Redescubriendo mi corazón y mi niño vuelvo a aprender que siento todo el tiempo. Hubo
una vez en que no existió diferencia entre soñar, sentir, fantasear, estar despierto o dormido.
El mundo y yo éramos los dos parte de lo mismo: mi experiencia. Poco a poco aprendí a
separarme de las partes de mi mundo que no satisfacían las expectativas de los demás.

. . . Los momentos en que me siento fuera de control, los momentos en que siento que no
tengo alternativa, son los que merecen mi mayor atención y cuidados. Mi experiencia de los
sucesos habla de mis separaciones, las separaciones de mí mismo.
. . . A medida que me acerco más y más a mi corazón me voy uniendo con la fuente latente
de mi centro. Cuanto más lejos estoy de mi corazón, más oscuros y opacos son los colores
de mi experiencia.
. . . Gradualmente seré capaz de corregir el curso de mi sueño día y noche tan pronto como
no sea lo que yo deseo. Al hacerme cada vez más responsable, respondo más rápidamente
a mi sueño.
. . . El mundo de afuera se comprende una vez que se está en el mundo en que me
encuentro, cuando dejo de quejarme y correr, gritar y esconderme de lo que está aquí. Esto
implica vivir las experiencias de muerte y renacimiento de la vida diaria. Cada vez que dejo ir
algo que controla mi corazón y empiezo de nuevo, tienen lugar una muerte y un
renacimiento. Nuestro niño espera dentro de cada uno de nosotros a que estemos
dispuestos a deshacernos del dolor y arriesgarnos al gozo.
. . . Para mí, el proceso de volver a descubrir mi niñez y deshacerme de los profundos
dolores ocultos en ella dependió desde el principio de la creación de nuevas maneras de
revitalizar mi experiencia. La duración del proceso y la necesidad de volver a experimentar
cualquier trauma de estar fuera de control no fue tan importante como el inducir a mi voluntad
a que sintiera mi dolor, permitiendo que algo muriera dentro de mí para poder sentirme vuelto
a nacer y poder crear una vez más. Mi decisión no yace dentro de mi dolor, la muerte de
todo el peso innecesario que cargo, sino en mi habilidad para liberarme y así poder crear,
para morir y volver a nacer. Aceptar mis experiencias, tanto de dolor como de gozo es nacer
y renacer a una experiencia.
. . . Todas mis creencias sobre el mundo se estaban derrumbando . . . Empecé a conocer la
muerte como se conoce al mejor amigo. Cada cosa que sujetaba mi ser, las creencias y
sentimientos de los que me he liberado, me han introducido a una nueva realidad.
Reconociendo los caminos de la muerte, a veces cada día, a veces momento a momento,
me libero y escapo hacia ese lugar en mí donde no existen más límites que aquellos que aún
temo dejar morir. La única cosa que debo dejar es la creencia de que para vivir
completamente tengo que renunciar a partes de mi ser. La muerte es creación de mi
atemorizada fantasía que duda de mi verdadera naturaleza. El amor está listo para abrazar,
sostener y acariciar cada parte de mí en cada momento de temor. Cada pregunta que le
hago a este lugar en mí recibe la misma respuesta: que me acuerde de confiar . Todas
12
las cosas aguardan cuando hay confianza. Confianza en que una parte más grande de
mí, algo más allá de mí mismo está siempre conmigo y me insta a que confíe en mi
camino hacia lo nuevo.
. . . No importa lo bien que esté cuando camino por senderos marcados por otros; me
siento separado de una parte de mí.
. . . Casi todos vivimos en la creencia de que si podemos estar en algún otro lugar o
circunstancia diferente de la que nos encontramos ahora, seremos felices.
. . . A medida que entiendo que tanto mi cuerpo como las experiencias y acontecimientos de
mi vida son una extensión de mis pensamientos, empiezan a cambiar tan fácilmente como
comenzar a pensar en otra cosa. En vez de que el mundo me esté empujando y estirando,
mi verdadero ser crea mi mundo. En vez de pensar en luchar, mis pensamientos crean y
deciden mi curso. Hasta ahora he invertido toda mi energía en creer cuán poderoso es el
mundo y qué pequeños son mis pensamientos. Cuando entiendo que el mundo no es mayor
que mi habilidad para verlo, comprendo que la energía de mi vida no está en ninguna otra
parte más que en mí mismo. La riqueza y la belleza del mundo me esperan en cada
pequeño pensamiento, como si fueran átomos que esperan hacerse cargo y expandirse.
Estoy construyendo mi corazón.
. . . Cuando dejo de buscar mi fantasía y mi corazón, cuando dejo de buscar el cielo siempre
más allá de mí, lo encuentro esperándome justo dentro de mí. Cuando ya no estoy
buscando el cielo en la bóveda celeste, encuentro el cielo en la Tierra. En verdad, el cielo
está esperando en la Tierra. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. Tan pronto como me
sienta preparado, ya no seré ajeno a mí mismo y el cielo ya no será ajeno a la Tierra.
. . . No importa cuán dolorido y abrumado esté, existe el amor de todos los abrazos que
alguna vez haya recibido esperando reunirse conmigo.
. . . La Tierra se basa en ganar y perder, en pérdidas y ganancias. Sin embargo, comprendo
y recuerdo que no puedo ganar y perder mi esencia. La vida de lucha se basa en creer que
algunos problemas son más difíciles que otros, pero de nuevo comprendo y recuerdo que
siempre estoy a la misma distancia de mi corazón.
. . . El cielo es un proceso de confiar y soltar para que lleguen nuevos procesos. Al vivir en
el cielo que hay sobre la Tierra siempre estoy asiendo y soltando, asiendo y soltando,
convencido de que merezco lo que quiero que suceda. Todas las cosas se desarrollan aquí,
en el jardín. Todo espera a lo largo del sendero de la vida: el jardín, la magia, los milagros,
todo yo en busca de mi corazón. En el cielo que hay sobre la Tierra mi niño nunca dejará de
crecer . . .

Nota: El presente texto está conformado por citas extraídas del libro
de igual título, obra del Dr. Bruce Davis
Fernanda Acuña
Agosto de 2003

También podría gustarte