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y revolución
C rtN rcu w ii» vT iL ^ w a w ^ sao K B a a r a iu s lk
i l«sKílAT«UlA0 >dMW XVI XVIII)
. premei ro*
r n i M .
Fabián Alejandro Campagne
Feudalismo tardío y
revolución
Campesinado y transformaciones agrarias
en Francia e Inglaterra (siglos XVI-XVIII)
» prometeo
>J l i b r o s
Campagne, Fabián
Feudalismo tardío y revolución : campesinado y transformaciones
agrarias en Francia la ed. - Buenos Aires : Prometeo Libros, 2005.
2 62 p. ; 21x15 cm.
ISBN 9 8 7 -5 7 4 -0 1 4 -4
ISBN: 987-574-014-4
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Prohibida su reproducción total o parcial
Derechos reservados
índice
Presentación................................................................................................................. 11
FEUDALISMO TARDÍO
Las estructuras agrarias en el
Antiguo Régimen
Capítulo 1
El señorío (I): la propiedad de la tierra
1 La novela fue editada un año después de la muerte de su autor, y llevada al cine por
Luchino Visconti en 1965. Nacido en 1896, Tomasi di Lampedusa vivió inmerso en la
realidad del extremo sur itálico, lo que le permitió describir como nadie las notables
supervivencias antiguorregimentales que caracterizaban a la región todavía en la segunda
mitad del siglo XIX.
Capítulo 1 Señorío (1): la propiedad de (a (ierra
feudales continúan hasta comienzos del siglo XX. El copyhold, por ejem
plo, nombre que en Inglaterra recibían las tenencias a censo, expresión
local de la pequeña propiedad campesina dependiente, prototípica del
feudalismo, desaparece formalmente tan sólo en 1922. Diez años des
pués, el Instituto de Reforma Agraria de la II República Española consta
taba la persistencia de no pocas prestaciones de carácter señorial en las
áreas rurales, a pesar de la teórica supresión encarada por las Cortes de
Cádiz a comienzos del siglo XIX.
¿Cómo definir en términos ideales, pues, a una entidad como el señorío?
¿Cómo definir a esta fenomenal estructura que logró perdurar en el Viejo
Mundo por más de un milenio, que le costó a los regímenes burgueses -
surgidos de las revoluciones modernas- más de un siglo de esfuerzos concer
tados para erradicar definitivamente todo recuerdo de su existencia?
El historiador español Salvador de Moxó define al señorío como el
conjunto de tierras que constituía la propiedad eminente y el área de
jurisdicción de un señor. Abandonemos ya algunos estereotipos, y diga
mos que la titularidad de un señorío podía estar en manos de laicos o
eclesiásticos, hombres o mujeres. Podía ejercerla un sujeto individual o
colectivo (las ciudades y los monasterios eran, con frecuencia, titulares
de señoríos). Finalmente, y el dato deviene esencial en el período tem
prano-moderno, los titulares de los señoríos podían ser tanto nobles como
plebeyos. En el feudalismo tardío era muy frecuente que individuos que
no pertenecían al estamento nobiliario compraran señoríos, como un
primer paso esencial para el ennoblecimiento de las generaciones futuras
del linaje. Transformados en mercancías, los símbolos del status nobilia
rio (blasones, escudos de armas, títulos, cargos) constituían un peculiar
mercado al que acudía ávida la burguesía antiguorregimental.
Gracias a la definición de Salvador de Moxó, apreciamos que el seño
río se componía de dos elementos fundamentales. En primer lugar, un
componente solariego: la propiedad de la tierra. Un señor es, antes que
nada, un gran propietario. En segundo lugar, un componente jurisdic
cional: el poder sobre los hombres, la capacidad de ejercer facultades
propias de las prerrogativas del poder estatal, el imperio para formular
normas que el colectivo de habitantes dentro del territorio debe obede
cer. Analíticamente, esta distinción permite hablar de dos formas dife
rentes de señorío, el señorío dominical y el señorío jurisdiccional, equi
valente a la distinción que la historiografía francesa realiza entre seigneu
rie foncière y seigneurie banale.2
*7
Capítulo 1. Señorío (I): la propiedad de la tierra
Señorío Jurisdiccional
(seigneurie banale)
Dominio
Tenencias a Censo o
(censive) Reserva Señorial
(demesne)
18
Primera Parte F qud .a lk m o T ardío
*9
Capítulo 1. Señorío (í): la propiedad de la tierra
* El termino dominio eminente, como sinónimo de dominio directo, resulta menos apropiado
en este contexto; resulta pertinente reservarlo para referirse a un atributo o potestad del
astado antes que a un derecho de las personas particulares.
lo
Primer«) Parte. F eu da lism o T ard Io
21
Capitulo 1. Señorío (i) la propiedad de la tierra
0 Se trataba de una carga pesada aunque de carácter irregular, que podía resultar en extremo
beneficiosa para los titulares de los señoríos, si el mercado inmobiliario tenía un carácter
dinámico en la región.
22
P rim e ra Parie. F eu da lism o T ard ío
7 Claro que en monarquías como la francesa, las normas legales obstaculizaron, por moti
vos claramente fiscales, la posibilidad de que los señores reincorporaran a sus reservas las
parcelas recuperadas, sancionando estatutos que imponían una nueva cesión en régimen
de enfiteusis, con el objeto de mantener intacto el tamaño del censive (cfr. capítulo 8,
sección 4).
Capítulo 1. Señorío (I): la propiedad de la cierra
¿Cuáles eran las cargas que gravaban las tenencias campesinas bajo el
régimen de enfiteusis? A diferencia de las primitivas formas del señorío
dominical carolingio, o de los extensos latifundios típicos de la segunda
servidumbre en Europa Oriental, los señoríos solariegos occidentales
adquirieron, desde los siglos finales del Medioevo, una serie de caracte
rísticas distintivas: la disminución del tamaño de la reserva, la significa
tiva reducción del papel de las tenencias campesinas en la explotación
de las tierras del señor, y la casi plena desaparición de las prestaciones
gratuitas de trabajo o corveas
*4
Primera Parte. F eudalismo T akwo
8 Las tareas a cumplir se relacionaban, por otro lado, con el acarreo de leña, la limpieza de
los canales de irrigación, la ampliación de la red de caminos, o la reparación de la casa
solariega. Las corveas relacionadas con el acarreo de mercaderías, aún cuando en ocasio^
nes reducidas a una única jom ada anual, fueron las últimas en desaparecer, en tanto
implicaban un ahorro real para el fisco señorial.
9 El cargo que antes ocupara Colbert yjque luego ocuparían Turgot o Necker, equivalente a
una moderna secretarla de Hacienda 6 Finanzas.
Capitulo i . Señorío (I): \o propiedad de la tierra
26
P r i m e r a P a r ie F eu d a lism o T a w h o
10 Esta misma diferenciación conceptual es la que nos impulsa a tratadas como categorías
analíticas separadas.
11 Aunque champart era un término ampliamente generalizado, esta renta recibía nombres
diferentes según cada región o provincia.
Capitulo 1. Señorío.(1): la propiedad de la tierra
12 Como nos estamos aquí limitando a los tributos señoriales, dejamos expresamente de
lado al impuesto estatal, que también se pagaba en dinero (cfr. capítulo 4).
M Ello sin contar con otras cargas que también se pagaban en especie, como el diezmo
eclesiástico (que aunque fuertemente identificada con el sistema feudal, no se derivaba
estrictamente del señorío dominical). O con el hecho de que en muchas provincias arcai
cas, como la Auvemia, ios arrendamientos de tipo moderno comenzaron a pagarse en dinero
recién en el siglo XVIII. En las regiones del sur y del este de Francia, con predominio del régimen
de aparcería, los pagos en especie también resultaban, obviamente, hegemónicos.
¿8
P r i m e r a P a n e . F lu d a lism o T ardío
j|$t reserva estaba constituida por las tierras del señorío sobre las cua-
' W señor poseía un dominio absoluto e indiviso,14 sobre las cuales
fpnía del dominio útil tanto como del directo. En definitiva, eran las
feas tierras de las cuales el señor podía considerarse propietario en el
| a 0 moderno del término. Y mientras no volviera a enajenarlas, en
losando con ellas el censive o creando feudos nobles, podría disponer
tremente de las mismas.
f La reserva sufre, entre la alta Edad Media y la modernidad temprana,
¡ o s procesos esenciales de transformación. El primero de ellos fue una
14 Para evitar confusiones entre las dos acepciones de la palabra dominio empleadas en este
capítulo -com o sinónimo de propiedad sobre los bienes materiales y como uno de los
componentes del señorío dom inical- emplearemos preferentemente el término reserva
señorial cada vez que debamos hacer referencia a las tierras dominicales no enejenadas, a
aquella porción de la propiedad señorial que no ha sido convertida en tenencia enfitéutica.
Ello aún cuando el término reserva señorial puede resultar ligeramente anacrónico para los
siglos de la modernidad temprana, espacio temporal en el cual se centra el presente libro.
15 Por el contrario, en el catastro normando es posible detectar señoríos que carecían por
completo de tenencias campesinas, conformados exclusivamente por la reserva dominical.
29
Capítulo 1. Señorío (1): la propiedad de la tierra
mente generalizado para la segunda mitad del siglo XIII. Por último, la
explotación directa de la reserva con mano de obra asalariada cedió paso,
a su vez, al arrendamiento de la totalidad o de una porción del dominio
señorial. Esta recuperación de la antigua locatio, que señaló una tenden
cia irreversible hacia el abandono de la gestión directa de la propiedad
señorial, se percibe en torno a Paris ya para comienzos del siglo XIV
Interrumpida por la crisis sistémica y los estragos materiales provocados
por la Guerra de los Cien Años, la tendencia resurge con gran intensidad
desde mediados del siglo XV. Curiosamente, la escasa duración del pe
ríodo estipulado en estos contratos tempranos revela, por parte de los
señores, un claro temor a perder por un tiempo demasiado prolongado
la posibilidad de recuperar la gestión directa de la reserva. Sin embargo,
los barones feudales pronto comprendieron que la locatio podía funcio
nar también como un eficaz mecanismo de extracción de la renta del
suelo. El arrendamiento contaba, además, con una ventaja adicional: la
posibilidad de recuperar el dominio útil de la tierra, una vez cumplidos
los plazos contractuales.16 Permitía también, a diferencia de las cargas
fijas impuestas por el régimen enfitéutico, la posibilidad de renegociar
los cánones tras la finalización de cada contrato. De allí en más el arren
damiento será, hasta finales del Antiguo Régimen, la forma preponde
rante de explotación de la reserva señorial en el Occidente europeo. En
ocasiones, los señores llegaron a arrendar la gestión total del dominio,
incluyendo la percepción de las cargas derivadas del ejercicio de la juris
dicción. La gestión directa, por su parte, devino una absoluta rareza.
30
Primera Paue. F eu da lism o T ard ío
17 La grafía y sintaxis originales han sido ligeramente modificadas para facilitar la compren
sión del documento a los lectores modernos.
3*
Capitulo I. Señorío (1): la propiedad de la tierra
La bastardilla es mía.
iy La fanega equivalía a 55 litros y medio aproximadamente.
3*
Primera Parte. F eu d a lism o T ard ío
20 La bastardilla es mía.
Capítulo 1. Señorío (I): la propiedad de la tierra
34
Primera Parte. F eu d a lism o T ard Io
16
P r i m e r a P a r te . F eu d a lism o T a r d ío
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Capítulo 2
El señorío (II): el poder sobre los
hombres
1- El señor de vasallos
En el feudalismo clásico, los señores no eran tan sólo grandes pro
pietarios. Eran también señores de vasallos. Sin este componente ju
risdiccional o banal, el señorío no sería sino un mero latifundio, el
señor no sería sino un mero terrateniente. No significa ello que el
señor dominical, como todo gran propietario inmerso en un escena
rio ruralizado y en un mundo de relaciones sociales arcaicas, carecie
ra de mecanism os reales de dom inación sobre los habitantes de su
dom inio.22 Pero el alto señorío o señorío jurisdiccional implicaba fa
cultades y legitimidades que trascendían el imperio d e fa c to sobre los
habitantes de un espacio vital autocontenido.
¿Cómo definir al segundo componente esencial del .señorío pleno? La
seigneurie banale consistía en una cesión de prerrogativas propias de la
esfera del estado, en tanto depositario supremo de los mecanismos de
dominación política, en manos de un sujeto particular -individual o
colectivo. Este traspaso implicaba una subrogación del rey por el señor,
por lo que el señorío jurisdiccional indefectiblemente incidía sobre el
vínculo general de súbdito propio de un estado con base en el derecho
público. El señorío banal era, entonces, una nueva relación social de
dominación, una instancia interpuesta entre el estado y los habitantes
del territorio. Por ello, los detentadores privados de la potestad jurisdic
23 En esta expresión, el término “vasallo’” debe ser entendido como equivalente de “súbdi
to”, antes que como expresión de un vínculo feudovasallático formal y ritualizado.
24 UE1 señorío, o tierra señorial, es aquella dotada de señorío público, es decir de poder
público en propiedad”.
Primera Parte. F eu d a lism o T a ^
43
Capitulo 2. Señorío (II): cl poder de los hombres
25 Esta expresión, que se traduce como señorío castellano, hace referencia en este contexto
a los detentadores privados de castillos y fortalezas. Estos castellanos fueron los principales
beneficiarios de la generalización del señorío jurisdiccional.
26 Se trata de la denominada ta\lk o talla señorial. En Francia, a partir de la segunda mitad
del siglo XIV, el término quedará indisolublemente ligado a la fiscalidad directa propia del
estado centralizado.
44
Primera Parto. F eu d a lism o T ard ío
45
Capítulo 2. Señorío (II): el poder de los hombres
17 Cfr. capítulo 5.
Ver la tipología de señoríos al final del presente capítulo.
46
Primera Parte. F eu d a lism o T ard ío
29 Banalidad del m olino, banalidad de la harina (se refiere al monopolio del hom o),
banalidad de la prensa (empleada para la elaboración del vino).
47
Capítulo 2. Señorío (íl): el poder de los hombres
48
Primera Parte. F eu d a lism o T ard ío
Señorío Jurisdiccional
Señorío Dominical
Tenencias a censo
Tierras sobre las que el Reserva o Dominio
señor sólo posee el señorial
dominio directo. Los Tierras sobre las que el
tenentes son propietarios señor posee el dominio
del dominio útil. absoluto o indiviso (útil y
Al mismo tiem po, los directo). Pueden ser
tenentes se encuentran explotadas en forma
también bajo la potestad directa, arrendadas o
jurisdiccional del señor libremente enajenadas.
49
Capitulo 2 Señorío (11): el poder de los hombres
El modelo francés
so
Primera Parte. F eu d a lism o T ard ío
manso abacial (tierras que proveían las rentas para el abad, un pensionis
ta absentista designado por el rey) del manso conventual (tierras de las
cuales obtenían sus ingresos los monjes, presididos por un prior que
ellos mismos designaban).
Analizaremos brevemente uno de los señoríos que conformaban los
dominios de la Abadía, el señorío de Thiais y Choisy.30 El elemento do
minical estaba conformado por un dominio reservado y por el censive. La
reserva o dominio reservado, sobre la que los monjes poseían el dominium
indiviso, tenía una extensión de 120 hectáreas y se arrendaba a terceros
mediante contratos de corto plazo, firmados ante notario. El territorio
ocupado por las tenencias a censo o censive, en cambio, era más extenso.
Se trataba, cabe recordar, de tierras alienadas, cuyo dominio útil los monjes
habían cedido a perpetuidad. Los tenentes de la abadía debían al señor -
en este caso, un señorío colectivo constituido por la comunidad de mon
je s - todos los tributos y cargas que oportunamente describimos al anali
zar el señorío dominical. En primer lugar, un cens o censo pagado en
dinero, resabio centenario de las primitivas conmutaciones de los siglos
XII y XIII; para mediados del siglo XVII, sólo servía como reconocimiento
de vasallaje. Más relevante en términos económicos era, en cambio, el
cham part, un porcentaje del producto agrario pagadero en especie. Se
agregaba a este último una renta sobre la producción de las vides, el
vinage (también un porcentaje fijo en especie). Tampoco faltaban otras
rentas características del régimen enfitéutico, como las tasas de muta
ción: en Saint Germain los tenentes debían pagar los lods et venís cada vez
que la titularidad de las parcelas cambiaba de manos. Deberíamos agre
gar un último tributo, en este caso derivado del status eclesiástico de
nuestro señorío. Se trata de los diezmos, que los monjes percibían en
tanto curas primitivos. Aunque el diezmo no derivaba estrictamente de
ninguno de los componentes del señorío clásico, en la práctica de las
relaciones sociales feudales se hallaba inextricablemente asociado a los
restantes tributos señoriales.
Las facultades que los monjes poseían como señores jurisdiccionales
también eran extremadamente importantes. En primer lugar, el prior y
sus delegados ejercían -e n ausencia del abad absentista- la administra
ción de justicia, penal y civil. Dentro de los límites del señorío, el mono
polio de los hornos y de las prensas para uva también pertenecía a los
monjes. Los habitantes de la jurisdicción no sólo tenían vedada la explo
tación individual de dichos elementos, sino que debían pagar por la
El modelo inglés
53
Capitulo 2. Señorío (lt): el poder de los hombres
54
P r i m e r a P a r t e . F eu d a lism o T ard ío
55
Capitulo 2. Señorío (II): el poder de los hombres
56
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
35 Cfr. capítulo 5.
3Í> Como se trataba de tribunales públicos y no señoriales, los asuntos tratados poseen
mayor relevancia que los relacionados con las memorial courts: el pago de los impuestos al
consumo, el pago de los diezmos, el nombramiento de los oficiales policiales, y la repre
sión de casos menores de asalto o robo.
57
Capítulo 2, Señorío (11): el poder de los hom bres
El modelo castellano
37 Las denominadas quarter stssions courts, tribunales locales que se reunían en los conda
dos, en presencia del ju ez de paz, para administrar la justicia real.
36 Existen, por supuesto, excepciones.
58
Prim era Pane. F e u d a l is m o T a r d ío
Enajenadas
(Percibidas a nivel local por los señoríos)
• Alcabalas - tercias
Fiscalidad real
No enajenadas
(renta feudal (Percibidas centralizadamente por la corona)
centralizada) • Alcabalas y tercias en tierras de realengo
• Servicios votados en Cortes.
• Otros
Ingresos en 1 7 5 1 : 1 1 9 .9 4 5 reales
Rentas enajenadas
a la
Corona Alcabalas: 4 5 .2 4 4 reales
(ingresos 7 9 .2 3 5
jurisdiccionales 66%
reales
de origen extra-
Tercias: 3 5 .9 9 1 reales
señorial)
Fu ente: Ángel García Sanz, Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja. Econo
mía y sociedad en tierras de Segovia de 1500 a 18H , Madrid, Akal, 1986.
*3
C apitulo 2. Señorío (II): el poder de los hom bres
64
Primera Parle. F e u d a l is m o T a r d ío
Renta de la tierra
(tenencias a censo y 2 7 3 .1 9 6 reales 3 7 ,6 %
reserva señorial)
1 .5 4 0
Portazgo
reales
Tributos
señoriales
Penas de 81 rea les
(ingresos 3 5 .8 7 8
cám ara 4 ,9 %
jurisdiccionales de reales
origen señorial)
Correduría 0
1 9 .8 2 8
pesos y
reales
medidas
65
Capitulo 2. Señorío (II): el poder de los hom bres
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Capítulo 3
De señores a terratenientes:
evolución del señorío durante el feudalismo tardío
(siglos XV-XVIII)
1- Un señorío normando
siglo X, status que aseguraba a sus habitantes el dominio pleno del suelo
de sus casas y sus huertos.41
A comienzos del siglo X y el señorío pasó a manos de los Ronchero-
lles, quienes sería sus propietarios por más de 3 5 0 años. La evidencia
documental demuestra que se trataba de una familia de la baja nobleza,
que en los siglos X lll y XIV estaba al servicio de la casa de Hangest, por
entonces titular de la baronía de Pont-St-Pierre. En 1408, una afortuna
da política matrimonial y la esperable interrupción biológica del linaje
propietario convirtieron a los Roncherolles en detentadores de uno de
los más codiciados estados señoriales de toda Normandía.
En un dominio de tamaña magnitud no es extraño que hallemos ple
namente desarrollados la totalidad de los componentes del señorío clási
co. El estado señorial ingresa en la Edad Moderna con una reserva de
enormes proporciones. Aún sin tomar en cuenta las tenencias a censo,
podemos afirmar que la base territorial del señorío -s u componente do
m inical- era en extremo importante. La reserva dominical incluía, en
primer lugar, el castillo mismo, construido durante el último tercio del
siglo XIV Las ruinas del castillo original, destruido durante las fases tem
pranas de la Guerra de los Cien Años, existían aún en el siglo XVII,
testimonio del origen inmemorial de la señorialización del espacio en la
zona. La nueva residencia se hallaba en el centro de un extenso parque
de más de tres tiectáreas.
En 1600 la reserva poseía apenas 28 hectáreas de tierra cultivable y
otras 10 hectáreas de prados. Resulta obvio que lasjn ism as no consti
tuían la porción más importante del dominio señorial. El componente
mayor de la reserva» cuyo dominium indiviso correspondía a los señores,
eran 3 40 hectáreas del riquísimo bosque de Longbouel.42
La riqueza de la reserva no impedía que el segundo componente do
minical del señorío, el censive, también tuviera importancia. La baronía
poseía el dominio directo sobre varios cientos de tenencias campesinas,
en las ocho parroquias que rodeaban la foresta. Los tenentes enfitéuticos
pagaban rentas fijas en dinero (el cois) y en especie (las rentes Joncítres) *3
La costumbre normanda autorizaba a los señores a intervenir cuando
alguna de las tenencias se ponía a la venta (retrait jéod al): igualando el
precio de compra del mejor postor, el señor recuperaba el dominio útil
70
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
44 En el siglo XVIII, los com erciantes locales certificaban que, desde tiempo inmemorial, los
coutumes eran de 5 chelines por cada caballo, de 4 chelines por cada vaca o cerdo y de 5
chelines por cada saco de trigo.
7*
Capítulo 3. De señores a terratenientes
------------------ i.
43 Jonathan Dewald incluye también en este rubro el arrendamiento de los molinos. Cree
mos, sin embargo, que esta última práctica debería considerarse como un ingreso ju risd ic
cional, en tanto las ganancias obtenidas por la explotación de ios mismos derivaba del
monopolio que los señores tenían sobre la propiedad y explotación de dichos artefactos.
Sólo en caso de que no hubiera existido en la baronía la banalité du moulin, podríamos
adscribir el arrendamiento de los molinos a los ingresos surgidos de la explotación comer
cial de la reserva dominical.
72
Primera Parle. F e u d a l is m o T a r d ío
40 Conviene aclarar que en este último rubro tan sólo incluimos a los beneficios derivados
exclusivamente de la explotación de la reserva señorial. Aunque también derivadas del
com ponente dom inical del señorío, dejamos expUticita mente de lado a las rentas enfitéu-
ticas, a las que consideram os, ju n to con los ingresos derivados de la explotación del
bannum, como percepciones de origen estrictam ente feudal. El carácter fijo de las rentas
privaba a las tenencias a censo de la flexibilidad que poseía la explotación directa de la
reserva o su arrendamiento de corto plazo.
73
Capitulo 3. De señores a terratenientes
libras en 1740. Pero tan importante como la inflación fueron los cambios
en los hábitos de administración del señorío. La contabilidad del estado
baronial revela un creciente descuido en el control y percepción de las
rentas. En 1515 un recaudador señorial comunicaba que determinados
tenentes '‘no reconocían deber las dichas rentas,-y el señorío no posee
documentos que hagan mención de las mismas”. En 1560 una glosa ex
plícita: “en los siguientes renglones se anota 'nada’, porque el cobrador
desconoce donde se localizan estas tenencias dentro del señorío”. Mu
chos señoríos enfrentaron inconvenientes similares tras los conflictos
bélicos del Medioevo tardío: documentos destruidos, parcelas abando
nadas, campesinos fugados. Pero la burocracia de Pont-St-Pierre parece
haber sido particularmente laxa: el primer catastro (terrier) que ha sobre
vivido data de 1635. No resulta extraño que los antiguos rollos, a los que
continuamente hacen referencia los empleados señoriales del siglo XVI,
no dieran cuenta de la distribución espacial real dentro de la baronía.
Cabe decir entonces que, en gran medida, el valor real de las rentas
en fitéuticas se derrumbó en este rincón de Normandía porque los Ron-
cherolles no mostraron interés en realizar los esfuerzos que hubiera re
querido su mantenimiento. ¿Era racional esta decisión en términos eco
nómicos? Todo indica que la defensa de los derechos señoriales era en
extremo onerosa, y que la reducción del valor real de estas rentas, provoca
da por la inflación, no justificaba el alto costo de los litigios. Pero la resisten
cia crónica de los tenentes dependientes no era la única causa que podía
dificultar la percepción de esta clase de rentas en el feudalismo tardío; en
ocasiones, las distancias y la pobreza de quienes debían pagarlas eran los
factores que volvían prácticamente imposible el cobro de ciertas cargas. Como
en 1598 reconocían los canónigos de la catedral de Rouen, ciertos tenentes
morosos no podían ser persuadidos de pagar “sino tras muchas expensas,
que comían y absorbían la mayor parte de lo que ellos debían”.
Los ingresos judiciales eran genuinamente importantes a finales del
siglo XIV. Conformaban el 15% del total de ingresos, un monto apenas
por encima del producido por los molinos banales, y cuatro veces supe
rior a las ganancias que dejaba la venta comercial de madera. En 1515-
1516, el ejercicio de la justicia todavía proveía el 12% de las rentas del
barón; aunque la explotación forestal aportaba ya el 15% de los ingresos
totales. Pero en la década de 1560 el retroceso era ya catastrófico: multas
y derechos de cámara apenas alcanzaban el 2%. En la década siguiente,
raramente superaron el 1%. Claro que parte de esta declinación era rela
tiva, pues refleja ei incremento en términos absolutos de otras fuentes de
ingresos. Pero de todos modos, la principal causa del retroceso de los
74
Primera Partç. F e u d a l is m o T a r d ío
75
C apítulo 3. De señores a terratenientes
76
Primera P a rte . F e u d a l is m o T a r d ío
77
Capitulo 3. De señores a terratenienLes
ingresos totales del señor feudal, en tanto las tierras cultivables no pro
porcionaban nada. Pero el incremento del número de tenencias abando
nadas en las fases finales de la Guerra de los Cien Años produjo el creci
miento automático de la reserva, y los arrendamientos por contrato revo
cable llegaron a generar hasta un 20% de los beneficios anuales de los
Roncherolles. Pero se trataba de un fenómeno pasajero. Los señores recu
rrieron por entonces a la locatio sólo porque la lenta recuperación de la
crisis secular no proporcionaba el número suficiente de tenentes para la
reconstrucción del censive. Cuando el florecimiento demográfico del si
glo XVI permitió revertir la tendencia, los titulares de Pont-St-Pierre uti
lizaron porciones enteras de la reserva para crear nuevas tenencias a cen
so. Los barones retuvieron este hábito por largo tiempo: durante todo el
Renacimiento continuaron entregando sustanciales porciones del sector
no forestal de la reserva a cambio del pago de rentas fijas. Todavía en
1613 cedieron parcelas en régimen enfitéutico, y establecieron las rentas
fijas enteramente en dinero (a pesar de lo aconsejado por un siglo entero
de inflación desatada). En 1625 se produjeron otras dos nuevas cesiones
de tierras; pero esta vez las rentas fijas fueron una combinación de pagos
en dinero y en especie. A esta altura, los Roncherolles habían aprendido
a resguardarse un tanto de la suba de precios; aunque de todos modos,
seguían sacrificando importantes extensiones del coto dominical
Evidentemente, la deconstrucción de esta estrategia requiere una
aproximación antropológica antes que un análisis económico. La defensa
del censive reflejaba los presupuestos ideológicos de los rentistas feuda
les, el verdadero fundamento de la posesión de tierras. El control directo
del territorio no tenía simplemente un objetivo material. No era sólo la
cantidad de acres la que expresaba la importancia de un señor feudal,
sino el número de vasallos directos que caían bajo su dominio. Y en este
sentido, los tenentes enfitéuticos configuraban, en la era posterior a la
abolición de la servidumbre, la más perfecta expresión de dependencia
señorial que el feudalismo tardío podía proporcionar. Los enfiteutas no
sólo eran dependientes en términos jurisdiccionales, como el resto de los
propietarios plenos de la baronía; sino también dependientes en térmi
nos territoriales, en tanto explotaban parcelas cuyo dominio directo con
tinuaba en manos del señor. Por lo tanto, de la misma manera que los
barones no renunciaron a sus poderes banales a pesar de la incontenible
decadencia de los ingresos de origen jurisdiccional, durante siglos tam
poco pudieron vencer las barreras ideológicas que les impedían liquidar
el régimen enfitéutico en beneficio del arrendamiento de las tierras cul
tivables de la reserva.
78
P r i m e r a P a r t e . F ü u d a l is m o T a r d Iü
79
Capítulo 3. De señores a terratenientes
8o
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d Io
8i
C apitulo 3. De señores a terratenientes
47 Ello se debía, esencialmente, a las diversas cargas que gravaban la producción de sus
parcelas; aunque también influía la incapacidad de los pequeños productores para vender
sus magros excedentes en las coyunturas de precios más convenientes.
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
83
Capitulo 3. De señores a terratenientes
4ft Es decir, a raíz de una discusión sobre el m onopolio señorial de los m olinos harineros.
*9 Cfr. capítulo 6.
84
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
área tan sensible de la explotación agrícola no hace más que revelar los
valores económicos básicos de sus propietarios. A pesar de su preocupa
ción por la obtención de altos beneficios en el mercado de tierras, los
Roncherolles eran simplemente incapaces de diferenciar las inversiones
de los gastos improductivos, de relacionar el mantenimiento y la renova
ción del capital fijo con el incremento de sus rentas. El aumento de sus
recursos debía provenir del astuto aprovechamiento de las coyunturas
del año agrícola y del incremento de la demanda de tierras, antes que de
la reparación de molinos, establos, cercas, carretas o prensas. No eran los
ajustes y refinamientos en el proceso productivo los que debían proveer
el aumento de los ingresos, sino las oportunidades generadas en la esfera
de la circulación.
Con la compra del señorío por los Caillot, el volumen de inversión en
capital básico dejó de ser un déficit. El nuevo propietario tenía también
voluntad de experimentar con la supresión del barbecho, al menos en
Les Maisons -u n a de las granjas de la reserva-, iniciando así un tímido
avance hacia las técnicas intensivas de la revolución agrícola.50 Pero otras
tensiones entre las demandas de la administración racional y el ethos
feudal persistieron hasta el estallido de la Revolución. El más visible de
estos conflictos era provocado por la persistencia de los privilegios re
creaciones del señor. Los monopolios de la caza y de la cría de conejos
podían resultar particularmente destructivos para los sembrados. El arren
datario de Les Maisons se quejaba de los daños que los animales silvestres
ocasionaban en sus propiedades. Los conejos, por su parte, devoraban
las semillas inmediatamente después de la siembra, o las espigas inme
diatamente antes de la cosecha. Estas quejas reaparecen en los cahiers de
doléances de 1789. En el cuadernos de L a Neuville se afirma que “varios
granjeros y otros propietarios vecinos al bosque reclaman porque las ali
mañas, conejos, ciervos y jabalíes, dañan las cosechas en forma conside
rable”. Sin embargo, el monopolio señorial de la caza era un privilegio
cuyo potencial simbólico superaba toda otra consideración económica,
un privilegio que la nobleza de toga estaba tan dispuesta a defender como
la nobleza de espada.51
50 De todos m odos, la iniciativa del experim ento provino del arrendatario, y no tuvo
finalmente el éxito deseado.
51 El m onopolio de la caza era un privilegio tan indisolublem ente relacionado con la
condición nobiliaria, que aún los aristócratas de una república burguesa com o los Paises
Bajos, lo defendieron tenazmente durante la Edad Moderna.
»5
C apitulo 3. De señores a terratenientes
86
P rim e r a P a rte . F e u d a l is m o T a r d ío
*7
Capítulo 3 De señores a terratenientes
88
P r im e r a P a rie . F e u d a l is m o T a r d ío
52 Cfr. capitulo 5.
89
C apítulo 3. De señores a terratenientes
90
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
que los jueces hicieron pesar en su balanza algo más que las simples
acusaciones de robo. La severidad del castigo sugiere que los jueces, aún
cuando se mostraron renuentes a condenarlo formalmente por hechice
ría, tomaron seriamente en cuenta el rumor popular sobre las prácticas
diabólicas de Doublet. Así como en la década de 1760 las regulaciones
del mercado se oponían al liberalismo económico de la monarquía, la
aplicación de la pena capital por delitos de magia desafiaba el célebre
edicto real de 1682, que puso fin a la caza de brujas en el territorio de
Francia.
A finales del Antiguo Régimen, el espíritu litigante de los habitantes
del señorío permanecía intacto. No obstante, los cahiers de doléances dejan
en claro que muchos conflictos se resolvían a partir de mecanismos ex-
trajudiciales de carácter informal. Por otra parte, si los reclamos llegaban
a la corte, los residentes de Pont-St-Pierre recurrían a los tribunales rea
les antes que a la justicia del barón. Los campesinos habían aprendido a
neutralizar, así, uno de los aspectos más opresivos del régimen señorial.
La baronía ya no era un marco institucional significativo para la resolu
ción de conflictos. Pero ello no se debía a la declinación del número de
litigios. Por el contrario, los vecinos seguían buscando justicia, sólo que
ahora lo hacían en la esfera del estado, antes que en las arcaicas expresio
nes de un feudalismo decadente.
9Z
P r i m e r a P a r t e . FEUDALISMO ÎA R D fû
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94
Capítulo 4
La renta de la tierra y la extracción del
excedente campesino en el Antiguo
Régimen
1- Vivir de la tierra en el A n c ie n R é g im e
95
Capítulo 4. La renta de la tierra y la extracción del exced en te cam p esino.
96
P r im e r a P a rte . F e u d a l is m o T a r d ío
97
Capítulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
150 a 32,5 cahíces para cada cereal); aunque su mayor logro fue la reduci
ción de los censos en dinero: si antes del acuerdo la comunidad pagabí
500 sueldos, la concordia redujo la cifra a cero (una asombrosa reducá
ción del 100% ) ■>
En la Edad Moderna, la disminución de los componentes específica-1
mente señoriales del ingreso nobiliario adquiere características catastrófi-í
cas. Entre las causas del fenómeno ocupan un lugar destacado la infla
ción, el estado absolutista y la resistencia campesina. Las fases agudas de
inflación erosionaban las rentas fijas derivadas del régimen enfitéuticoi
El estado centralizado, poseedor de la alta jurisdicción, relativizaba los
alcances de la seigneurie banale; al mismo tiempo, monarquías como la
francesa defendían la integridad de la propiedad campesina, fundamen
to de su sistema impositivo. La resistencia campesina, por su parte, podía
convertirse en un fenómeno crónico, que oscilaba entre los estallidos de
violencia, la resistencia pasiva, y el planteo constante de litigios ante los
tribunales reales.
El fenómeno de la erosión de la renta señorial se percibe tanto en las
provincias prósperas como en las regiones atrasadas del campo antiguo-
rregimental. Al respecto podemos contrastar los ejemplos de los señoríos
de Pont-St-Pierre (en Normandía) y de Ceutí (en Murcia). La escasa pe
netración mercantil, el tono arcaico de las relaciones sociales y un feuda
lismo de carácter opresivo, contrastan en este último caso con la profun
da monetización, la solidez de las redes de intercambio y la ampliación
de la esfera del mercado características del campo normando.
En el capítulo anterior hemos analizado en detalle la evolución del
señorío normando de Pont-St-Pierre. La reducción dramática de los in
gresos de origen señorial -rentas enfitéuticas, ejercicio de la justicia,
monopolios banales- contrastaba con el incremento de los ingresos deri
vados de la explotación directa (emprendimiento forestales) e indirecta
(arrendamientos de corto plazo) de la reserva. Bastará con recordar aquí
los porcentajes relativos aportados por los diferentes componentes de la
propiedad señorial entre finales de los siglos XIV y XVIII. Los ingresos de
origen señorial, que en 1400 proporcionaban el 92% de los ingresos del
barón de Pont-St-Pierre, en 1780 tan sólo aportaban el 11%. Los ingresos
derivados de la explotación de la reserva, por su parte, evolucionarion
en sentido contrario durante el mismo período: pasaron del 8% al 89% .
98
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
1400 1780
92%
89%
Ingresos derivadosde la 8% bosques +
explotación de la reserva arrendamientos
99
C apítulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
lo o
Primera Parte. F e u d a l is m o TaRDÍO
56
Se pasa de 1/4 a un 1/6 de la cosecha bruta.
101
Capitulo 4. La renta de la tierra y la extracción del exceder, .am p esino...
Fuente: Guy Lemeunier, “Un testimonio sobre la baja tendencial de la renta feudal: las
concordias de Ceutí con sus señores, siglos XV1~XV1I”, en Los señoríos murcianos, s.XVI-
XVIII, Murcia, Universidad de Murcia, 1 9 9 8 , pp. 8 1 - 1 1 6
102
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d í o
57 Resulta característico que en Ceutí, en el siglo XVIII, gran parte de los nuevos conflictos
enfrentaron a los señores con muchos tenentes enfitéuticos absentistas, en particular ecle
siásticos y burgueses de la ciudad de Murcia, que compraban el dominio útil de las tenen
cias a censo con el objetivo de arrendarlas a terceros. El conflicto se producía entonces
porque, si bien los porcentajes de las rentas fijas se habían reducido a lo largo de los siglos,
resultaban insoportables para los productores que, además, arrendaban la parcela enfitéu-
tica. Estos arrendatarios debían pagar las rentas fijas al titular del señorío (la sexta parte de
la producción en las tierras de regadío) y el canon de arrendamiento al propietario absen-
tista del dominio útil. En síntesis, en las fases finales de la transición hacia el capitalismo, la
renta señorial y la renta propietaria parecían excluirse mutuamente (Cfr. apartado 4 del
presente capítulo).
103
Capiculo 4 . La renta de U tierra y la extracción del excedente cam pesino..
' RDe todas formas, debemos aclarar que el siglo XVI11 fue un período de impuestos directos
bajos.
P r im e r a Parte. FEUDALISMO T a RDÍO
59 Los protestantes en Francia, por ejem plo, entre el Edicto de Nantes y su revocación.
60 En las etapas finales del Antiguo Régimen, la irrupción de cultivos novedosos y rentables
relacionados con las praderas artificiales -alfalfa, trébol, nabos-, generaba frecuentes con
flictos entre diezmeros y productores, quienes se negaban a reconocer que los productos
agrícolas no convencionales tam bién debían estar sujetos al pago de la renta eclesiástica.
61 En el capítulo 2 hem os visto el papel que en m uchos señoríos andaluces jugaban los
diezmos com o principal fuente de ingreso de la nobleza local. En el extrem o sur de la
Península Ibérica, los diezmos cum plían el rol que en el corazón castellano tenían las
alcabalas enajenadas.
Capítulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
62 Quedan fuera de esta generalización, claro que por motivos diferentes, Inglaterra y
Europa Oriental. En el prim er caso, porque aunque no eran infrecuentes los ejem plos de la
gentry absentista, también hallamos frecuentes casos de terratenientes dedicados a la explo
tación directa de sus propiedades. En el segundo caso, por la importancia que durante el
régimen de la segunda servidumbre tenían las grandes reservas señoriales, trabajadas a
partir de las corveas semanalas exigidas al campesinado dependiente.
lo 6
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
63 Cfr. capítulo 9.
64 Cfr. el caso del señorío norm ando de Pont-St-Pierre, en el capí rulo 3.
65 Ello sin tomar en cuenta la práctica de la aparcería, generalizada en el oeste y sur de
Francia (Bretaña, Poitou) y en diversas regiones de España e Italia, en las que la totalidad del
cánon (un tercio del producto agrario, según la modalidad más com ún) se pagaba en
especie. La aparcería era característica de regiones marginales, en las que los campesinos
carecían del capital fijo y de las reservas monetarias necesarios para hacerse cargo del
arrendamiento de una propiedad.
Capitulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
108
Primera Parte. F e u d a l is m o T a r d ío
109
Capítulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
66 Durante la primera mitad del siglo XVII, la suba de los arrendamientos fue más importan
te en el Languedoc que en el norte de Francia: en 1650 los cánones duplican los valores de
1550. Es fácil determinar las causas del fenómeno: en un país de talla real, en el que la
exención del pago de impuestos recaía sobre las tierras antes que sobre las personas, los
arrendatarios de tierras nobles, exentas de la talla, podían tolerar mayores subas en los
cánones que sus colegas del norte, país de talla personal.
n o
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d io
íii
Capítulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente .npesino.
ficiario directo, el estado. En las décadas centrales del siglo XVII, no era
infrecuente que los recaudadores realizaran su tarea escoltados por tro
pas, por lo que las diferencias entre la recaudación impositiva y la requi
sa militar se difuminaban.
Los sistemas impositivos del Antiguo Régimen combinaban en grado
diverso las percepciones directas (que gravaban la riqueza del reino en su
fuente, el excedente generado por los productores directos) con los im
puestos indirectos (que gravaban la renta del reino en la esfera de la
circulación). El sistema impositivo francés hacia un uso equilibrado de
ambas clases de impuestos. Desde el siglo XIV hasta el estallido de la
Revolución, la renta fiscal del reino se sustentó básicamente sobre tres
contribuciones:
• La talla ( taille), un impuesto directo de base rural.
• La gabela (gabelle ), un impuesto indirecto que gravaba la compraventa
de sal.
• Las aid.es, impuestos indirectos que gravaban el consumo de un grupo
específico de productos.
112
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d ío
67 El Antiguo Régimen era, sin embargo, el reino de la excepción. Una provincia como
Bretaña, que no pagaba aides, debía pagar douanes por cada producto importado de las
regiones vecinas, donde sí se pagaban las aides.
* Í3
C apitulo 4 . La renta de la tierra y la extracción del exced ente cam pesino.
114
Primera Parte. F e u d a l ism o T a rd ío
n t;
C apitulo 4. La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
La bastardilla es mía.
n6
Primera Parle. F eudausmo T ardío
69 Además de Languedoc y Bretaña, otro importante país de Estados era Borgoña. Normandía
perdió sus estados bajo Luis XIV Provenza y el Del finado perdieron los suyos bajos Luis XII1
(aunque la primera mantuvo una Asamblea de los Comunes, representación del tercer estado
a la que se le permitía votar impuestos). Las provincias recientemente incorporadas, como
Artois, conservaban por lo general sus estados. Los pays d'électian, que no conservaban ya sus
estados generales provinciales, cubrían cerca de los dos tercios del territorio de Francia.
1x7
C apitulo 4 . La renta d e la tierra y la e xtracció n del excedente cam pesino
tos que debían pagar en esencia los campesinos languedocinos. Con esta
medida, condenaban a las otras variantes de la renta del suelo ^ á n o r T
de arrendamiento, tributos señoriales- a mantener niveles de exacctóJ
reducidos. Pero al mismo tiempo, descansaban sobre la re d istrib u ció n !
nivel provincial de un importante porcentaje de la masa de impuestos
directos exigidos por la corona. F •
Analicemos brevemente I» distribución del impuesto directo lamme
d o e n o para el ano de 1677. El 66% de la masa fiscal c o r r e s p o n d í
monarca; el 33% restante se derivaba, por diversas « a s , hacia los notables
provinciales. Un tercio de 1, riqueza extraída a los campesinos por v S
tscal quedaba, entonces, en manos de la nobleza y de otros grupos pri™
legiados locales. Los principales mecanismos de redistribución del im
puesto eran las rentas percibidas por el gobernador de la provincia f a
ponente de la gran nobleza local), los estipendios que cobraban los M r
laméntanos y demas burócratas patrimoniales, y el pago de intereses a los
acreedores de estado (todos ellos integrantes de los grupos de pode
anguedoemos). Estas cifras bastarían para caracterizar a la lenta fiscal en
la provincia como renta feudal centralizada. Pero si desgranamos el 66%
que correspondía , la monarquía, los beneficios obtenidos por las elkes
locales resultan aun m is sorprendentes. A Parts llegaba tan sólo el 48 %
del total de lo recaudado en concepto de impuesto directo El 18% r e í
tante, aunque en manos de la corona, era gastado dentro del territorio de
la provincia (gastos militares, obras públicas, pensiones reales), también
para benéfico de los potentados locales. En síntesis, el 53 1% de la n
qneza campesina eximida por v i, t a l quedaba en manos de los «¡obe "
names naturales del Languedoc. Como quiere Anderson, la nobleza feu
dal y los grupos pnyilegiados languedocinos descansaban en la extrae
cion centralizada de la riqueza campesina por vía fiscal, antes que en los
mecanismos descentralizados de carácter señorial.
Primera Parie. F e u d a l ism o T a rd ío
Gastos 10,9%
militares
Porcentaje
correspondiente 6 5 ,6 % Porcentaje Obra
ejecutado en 4,2%
al estado pública
centralizado la provincia
17,7% Pensiones 2,1%
reales
Otros 0,7%
Estipendios y pensiones
Porcentaje del gobernador y de la 19,7%
correspondiente burocracia patrimonial
a los notables 33%
provinciales Pago de intereses a
13,3%
acreedores locales
Exenciones a víctimas de desgracias
Asistencia social 1 ,4 % Limosnas
Donaciones a fundaciones religiosas
Fuente: William Beik, Absoiufism and Society in Seventeenth-century France: State Power and
Provincial Aristocracy in Languedoc, Cambridge, Cambridge University Press, 1985.
taje del impuesto directo pagado por el campesinado local hubiera cons
pirado contra los porcentajes extraidos por las rentas señorial y propieta
ria, que en la provincia continuaban funcionando sin inconvenientes.
En consecuencia, los estados bretones mantuvieron muy bajo el foua-
g e , equivalente local de la taille. Como ocurría en casi toda Francia, dicho
impuesto directo recaía en gran medida sobre las capas medias y altas del
campesinado. Por ello, Bretaña pasaba por ser una de las provincias me
nos gravadas de toda Francia: aún cuando los tributos directos se dupli
caron en la década de 1640, el promedio anual pagado por un campesi
no bretón oscilaba a mediados del siglo XVII entre las 2 y las 3,5 libras;
en un pays d'élection, dicha cifra podía trepar hasta las 10 libras.
Si los impuestos directos tenían tan poco peso ¿cómo lograban los
potentados locales reunir la masa fiscal que el estado centralizado exigía
todos los años a la provincia? Los estados bretones sustentaban la recau
dación impositiva a partir de contribuciones indirectas, como el impues
to que gravaba la venta de vino al menudeo. A diferencia del jouage o de
la taille, que gravaba el excedente campesino, este impuesto al consumo
lo pagaban esencialmente las ciudades.70
Cuidadosamente diseñado, este esquema impositivo hacía recaer el
peso de los impuestos estatales sobre los pobladores urbanos. La estraté
gica decisión permitía a la nobleza feudal mantener extremadamente ele
vadas las rentas propietaria, señorial y eclesiástica, que en ocasiones se
hallaban inextricablemente fundidas. Era frecuente que en la provincia,
región de aparcería, el porcentaje de la producción exigido a los aparce
ros (renta propietaria) viniera entremezclado con el pago de derechos de
entrada, corveas, champarte y banalidades, tributos todos característicos
de la renta señorial. Reducido a su mínima expresión el porcentaje de la
riqueza apropiado por la renta fiscal, los restantes mecanismos de extrac
ción del excedente se potenciaban mutuamente. La renta de una finca en
Coudray, en las afueras de Nantes, pasó de 40 libras en 1611 a 150 en
1645 (a lo que debemos sumar las corveas y demás obligaciones feudales
exigidas). Una propiedad bajo similar régimen de explotación, en La-
Chapelle-aux-Moines, pasó de 180 libras de renta en 1629 a 260 libras
en 1651; en 1662 la renta alcanzó las 330 libras.
/0 Aún así, la élite provincial tuvo cuidado de no irritar en exceso a los sectores populares
urbanos. En Rennes y en Nantes, las dos capitales de la provincia, los productos de mayor
consumo popular quedaron exentos: La sidra y el vino local, respectivamente.
120
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d ío
71 Nos referimos a las alcabalas y, en menor medida, a las tercias. Cfr. capitulo 2.
121
Capítulo 4 . La renta de la tierra y la extracción del excedente cam pesino.
122
Primera P a r t e . F e u d a l ism o T a r d ío
72 Cfr. capítulo 6.
124
P r im e r a Parte. F eu d a l ism o T a rd ío
125
Capítulo 4 . La renta de la tierra y la extracción del exced ente cam pesino.
orificar o vender una parte de los ovinos del rebaño, arrendar unas hec
táreas de bosque o prado, usufructuar los comunales de la aldea, explo
tar una viña, transformarse en recaudador del señorío, ingresar en la
rueda de la industria rural domiciliaria.
La presión feroz que los rentistas del suelo ejercían sobre los peque
ños y medianos productores del campo preindustrial permite explicar,
entonces, el carácter crónico que la resistencia y la revuelta campesinas
adquirieron en Europa durante los siglos XVI y XVII.
P r im e r a Parte. F e u d a l ism o T a r d Io
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*3°
Capítulo 5
La comunidad rural preindustrial:
campos abiertos y propiedad colectiva
1- El término de la aldea
La comunidad campesina era la unidad agrícola fundamental en el
campo europeo preindustrial. El término de la aldea, el terruño, abarca
ba el conjunto de tierras explotadas por un conjunto de unidades fami
liares. Los núcleos habitacionales podían concentrarse en un espacio re
ducido, conformando así un asentamiento compacto, una aldea grande.
Pero los hogares campesinos podían distribuirse también en forma espa
ciada, a mediana distancia unos de otros, constituyendo, en este caso, un
hábitat disperso.
En Europa Occidental, la conformación de la comunidad campesina
estaba dada por una institución fundamental, el autogobierno local. Se
destacan, en primer lugar, los ayuntamientos abiertos (asambleas de veci
nos) o cerrados (concejos municipales). Menor importancia tenían, en
cambio, el señorío y la parroquia, puesto que sus límites no siempre
coincidían con los de la comunidad rural. Con frecuencia -e n ciertos
condados ingleses ésta era la constante-, distintas áreas del término po
dían pertenecer a señoríos diferentes. Lo mismo ocurría en ocasiones con
las jurisdicciones parroquiales, en particular en los casos de hábitat dis
perso.
Toda comunidad rural, todo terruño campesino, estaba compuesto
por tres secciones diferentes: las viviendas y huertos, la tierra cultivable
(ager) y los bienes comunales (saííus).
El núcleo habitacional campesino incluía, por la general, la vivienda,
él huerto y las instalaciones para los animales domésticos. En los hábitats
concentrados, la agrupación de estos hogares constituía la aldea propia
mente dicha. Las viviendas y sus huertos eran tierras cercadas, lo que las
C apitulo 5. La com unidad rural preindustrial
132
Primera Parte. F eu d a l ism o T a r d ío
*33
C apítulo 5. La com unidad rural preindustrial
73 Hasta aquí hemos descripto el modelo clásico de campos abiertos, un sistema regular de
opcn-ficlds, en el que las tareas agrícolas estaban por completo reguladas. Existían, no
x3 4
Primera Paite. F e u d a l ism o T a r d ío
obstante, otros régimenes mixtos, en los cuales los campos abiertos y cercados se superpo
nían según diversos criterios. Siguiendo la nomenclatura inglesa, por un lado hallamos los
irregular commonfields, que combinaban franjas dispersas y pequeños cercamientos, en un
régimen de cultivos plenamente regulado. Por otro lado, eran frecuentes, en las áreas
pastoriles, los infidd-outfidd systems, en los cuales las tierras más cercanas al núcleo habita-
cional estaban dispersas según el régimen de campos abiertos, en tanto que las pasturas que
conformaban las tierras externas podían, eventualmente, cercarse.
76 Recordamos una vez más que, en ocasiones, diversas secciones del término de la aldea,
incluyendo a los comunales, podían pertenecer a señoríos diferentes.
*3 5
Capítulo 5. La com unidad rural preindustrial
136
Prim era Parte. F e u d a l ism o T a r d ío
137
C apitulo 5. La com unidad rural preindustrial
138
P r i m e r a P a r t e . F e u d a l ism o T a r d ío
140
Primera Parte. F e u d a l ism o T a k d io
El prado comunal
* 4*
C apítulo 5. La com unidad rural preindustrial
*4*
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d ío
*f3
C apítulo 5. La com unidad rural preindustrial
El bosque comunal
144
Primera Parte. F e u d a l ism o T a rd ío
145
C apítulo 5. La com unidad rural preindustrial
M7
Cap it liio 5. 1.a com unidad rural preindustrial
148
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d Io
H9
Capítulo 5 La com unidad rural preindustrial
Corrían los mojones que delimitaban las propiedades del señor, inunda
ban las zanjas que rodeaban los cercados, amedrentaban a los guardias
forestales. En 1732 recurrieron a la violencia: 50 parroquianos disfraza-
dos de muje re s a ta c a ro n a u n grupo de jornaleros que estaban erigiendo
una cerca. Con un espíritu cercano al charivari , se dispararon tiros al
aire, se apaleó a los trabajadores, y se los obligó a saltar al río.
A primera vista, los incidentes en la parroquia de Varades parecen
reforzar las tesis corrientes: un campesinado tradicional enfrenta a un
señor rapaz, que busca incrementar sus beneficios volcando los terrenos
baldíos a la agricultura comercial. En Varades, sin embargo, ¿eran los
pobres los que apacentaban sus animales en los comunales? ¿Quiénes se
beneficiaban con el usufructo de la propiedad colectiva? ¿Eran esenciales
los baldíos para la reproducción del campesinado de subsistencia?
En primera instancia, la respuesta parece afirmativa. Las ocupaciones
de los campesinos que introducían furtivamente animales en los comu
nales revelan su carácter marginal: jornaleros, hilanderas, lavanderas,
barqueros. La respuesta cambia, sin embargo, si observamos las calidades
y las cantidades del ganado introducido en el prado. A excepción de un
único caso, todos los intrusos apacentaban ovejas. Jacques Gaultier, pro
cesado por el tribunal señorial en diciembre de 1661, admitió haber
introducido 40 ovejas. La lavandera Jeanne Dany declaró una cifra simi
lar. Estos rebaños no parecen corresponder con lo que podríamos espe
rar del pequeño campesinado de subsistencia. Una vaca, tal vez un caba
llo, un puñado de ovejas, hubieran resultado plausibles; pero cierta
mente, no cuarenta lanares. De hecho, los inventarios post-mortem reve
lan que la mayoría de los habitantes no poseían ganado ovino propio, tan
sólo algunas cabezas de ganado vacuno; las ovejas eran extremadamente
raras. Sobre 37 inventarios correspondientes al período 1646-1657, sólo
uno menciona la existencia de lanares propios.
Las ovejas era ideales para los emprendimientos comerciales de enver
gadura. Criadas para el engorde y la venta, jpodían recorren fácilmente
largas distancias Evidentemente, los^ aldeanos que pugnaban por ingre
sar en los comunales contra la férrea voluntad del señor, eran pobres y
minifundistas, pero de alguna manera formaban parte del engranaje de
la ganadería comercial. Campesinos como Jacques Gaultier o Jeanne Dany
introducían en los comunales Iaróvejas~^e"podérosos mercaderes, a cam
bio de~una parte de los beneficios. Los capitalistas proporcionaban los
-animales, peroTos pequeños productores aportaban algo no menos valio
so: sus derechos colectivos, su porción del usufructo del saltus; ello ex
plica que los aldeanos ingresaran ovejas en los comunales, aunque di-
150
Primera Parte F e u d a l ism o T a rd ío
chos animales no figuraran entre sus bienes personales. Junto con sus
asociados, mercaderes y distribuidores de ganado, los pequeños campe
sinos empleaban la propiedad colectiva para engordar el ganado que
aquellos luego venderían en las grandes ciudades, aún en mercados tan
lejanos como París. Aunque los pobres de Varades eran quienes introdu
cían animales en los comunales, éstos no funcionaban como resguardo
de las pequeñas explotaciones familiares de subsistencia. Por el contra
rio, el jprado colectivo era el 1ocus para una curiosa alianza entre los
agentes del naciente capitalismo agrario y el c"ánípesína3o moSesto.
*¿Qué buscaban, en cambio, los señoresTHSrKto própTciaFánTroEcá-
do y el arrendamiento de los comunales? No existe evidencia de que los
afféagements introdujeran en Bretaña transformaciones beneficiosas para
la productividad agrícola. Por lo común, ios terrenos se arrendaban por
períodos cortos de tiempo, y luego de unos años revertían a su anterior
condición de baldíos. La época en la cual los afféagements señoriales al
canzaron su apogeo, el siglo XVIII, fue también el período durante el
cual la productividad agrícola de la provincia mostraba una clara ten
dencia a la baja.79 Los cercamientos de comunales impulsados por los
barones feudales no eran más que intentos de redefinición de los limites
de la reserva dominical, una brutal redistribución territorial en beneficio
de la clase señorial. ¿A quienes debemos considerar, pues, como agentes
del capitalismo agrario en esta parroquia d é la Irontefá'Freróná?"
151
C apítulo 5 La com unidad rural preindustriai
que las dispatas por los recursos escasos no estaban ausentes. No siempre
las aldeas nucleares, imagen arquetípica de la agricultura comunal, gene
raban patrones de cooperativismo agrícola. Entre 1772 y 1773, las autori
dades comunales de la aldea de Víonville , Lorena, impusieron en apenas
nueve meses 162 multas por violaciones a las reglas del open-field. En este
ámbito, las disputas eran la norma, y las regulaciones colectivas busca
ban, precisamente, encauzar los conflictos, evitando que los aldeanos se
enfrentaran abiertamente unos con otros.
Los conflictos h o se producían solamente a raíz del trabajo en los
comunaleTy ffilo s campos cultivados. Con frecuencia, los historiadores
comprueban que la solidaridad no siempre se hacía presente en las co
yunturas críticas. Parroquianos abandonados a su suerte, pedidos de ayuda
denegados, discusiones por la dote y la herencia familiar, conflictos ma
trimoniales, disputas entre clanes, rivalidades por el control del espacio
religioso, acusaciones mutuas de maleficio y hechicería, la negativa a
socorrer a las víctimas de salteadores y bandoleros, son todos fenómenos
que aparecen con mayor o menor frecuencia en las monografías especia
lizadas. No .en van9 algunos historiadores han llegado _ a j g l acionar el
fenómeno de la caza desbrujas con el rechazo J íe lo s cánones tradiciona-
les de caridad por parte de los campesinos más prósperos.
152
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d Io
*5 3
Capitulo 5. La com unidad rural preindustrial
*54
Primera Parte. F e u d a l ism o T a r d ío
rúan los medios y la.£3iructura para soportar los costos, de las demandas
pr olor^<^s^llex3ndaJfíS JiUgÍQ5._hast^5US Ja lm a s , .o ^ secu e^ ias.
En efecto, los campesinos prósperos fueron también los más cerrados
opositores a los enclosures propiciados por La Galaiziére. P a rí motorizar
el proyecto y obtener el consentimiento de todos, el señor pagó ingentes
sumas a los propietarios más recalcitrantes. En otros casos, debió com
prar sus tierras a precios muy por encima de los valores de mercado. Así
ocurrió con un arrendatario de Neuvtíler, y con Monsieur Guenin, el
segundo propietario en importancia en RoviZie.
El cercamiento tuvo finalmente un costo_sjdejal: 32 6 ^ 1JjjTras Un
tercio de los g a sto s^ T tri^ l hbrás^ sufragaron los costos administrativos
y los estudios agronómicos de factibilidad. Los dos tercios restantes, en
cambio, se emplearon en la compra de las propiedades de los opositores,
en sobornos para los granjeros más recalcitrantes, y en el sacrificio de
tierras propias (que La Galaiziére debió realizar para la reconstrucción
de la red interna de caminos de la aldea). Ello, sin contar con que mu
chos propietarios prósperos se arrepintieron una vez realizados los acuer
dos; e impulsaron, como vimos, procesos legales para restablecer el régi
men de campos abiertos y las tierras comunales.
Los elevados costos, producto de las dificultades para lograr el con
senso de los propietarios grandes y medianos, absorbieron durante mu
chos años los beneficios que el intendente esperaba obtener de su em-
prendimiento. De no haber sido por aquellos, el aumento en la produc
tividad y en la renta hubieran sostenido un rendimiento del 12% anual
sobre el capital invertido, en una época en que los prestamos a largo
plazo sólo producían un 5% de interés.
El gobierno de Luis XVI pagó los costos de La Galaiziére. La monar
quía ilustrada, impulsada por ideales fisiocráticos, pretendía utilizar el
ejemplo del intendente lorenés para impulsar emprendimientos simila
res en otras provincias. En su pedido de reembolso, un agotado La Galai
ziére dejaba en claro que muchos otros señores habrían impulsado pro
yectos semejantes, si el gobierno se hubiera mostrado dispuesto a reducir
los costos que implicaba la obtención del consentimiento unánime de los
propietarios de cada término. La Galaiziére sugería la necesidad de un
edicto que permitiera la redistribución de las parcelas y la supresión del
open-field con el mero consentimiento de los propietarios de la mayor
parte de la tierra, como ocurría en Inglaterra.00
80 Cfr. capítulo 6.
*55
Capítulo 5. La com unidad rural preindustrial
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Segunda Parte
REVOLUCIÓN
Las vías inglesa y francesa hacia el
capitalismo agrario
Capítulo 6
La vía inglesa hacia el capitalismo
agrario (I):
los cercamientos y las transformaciones en el
derecho de propiedad
163
Capitulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (1)
demuestran, de hecho, que ya para el siglo XVI la enorme mayoría de los pequeños
productores rurales complementaban sus ingresos con actividades paralelas al cultivo de la
tierra -los recursos comunales, la protoindustria, el trabajo asalariado estacional, la arte
sanía rural, la servidumbre doméstica. Pocos vivían por completo al margen de la tierra,
aunque pocos vivían exclusivamente del cultivo de la misma.
Sin embargo, no existen inconvenientes para considerar como campesinos de subsistencia
a los pequeños productores que poblaron los commonfields ingleses durante los siglos XVI a
XVTll, aun cuando sus microfundia los obligaran a depender en exceso de la explotación de
los prados y bosques comunales, o a recurrir temporariamente al empleo asalariado. Las
parroquias sometidas a la intensa oleada de cercamientos parlamentarios posterior a 1750
no estaban despobladas.fPor lo tanto, aceptemos o no que la denominación de “campesi
nos” cabe para los pequeños productores que habitaban en los open-fields que habían
logrado llegar intactos a la segunda mitad del siglo XVIII, no se puede negar que los
cncíosures y la extinción de los bienes comunales produjeron en ellos un profundo impacto
socioeconómico, cualquiera sea el rótulo con el que querramos denominarlosJ
Su arrinconamiento, su crisis y su marginación fue también parte de la vía inglesa, hacia el
capitalismo agrario, la fase final del colapso de la pequeña producción rural, cuya historia
no tenemos inconvenientes en situar en el largo plazo. Cualquiera haya sido el papel de los
cercamientos parlamentarios en la historia de la economía inglesa, no caben dudas de que
el capitalismo agrario comenzó a gestarse en el país mucho antes de la segunda mitad del
siglo x v m .
16 4
S e g u n d a P arte. Revo lució n
165
Capítulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario ( l)
±66
Segunda Pane. Revolución
167
Capítulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (I)
168
S e g u n d a P arte. R evolu ció n
169
Capítulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (1)
'170
Segunda P arte. R evo lució n
M Los Midlands, en el centro del país, incluyen, entre otros, a los condados de Leicester,
Oxford, Cambridge, Warwick, Northampton y Buckingam.
85 Introducían ganado de forasteros en los pastos colectivos, o mantenían un stock mayor
de ganado en los comunales de verano que ei que podían mantener en invierno en sus
propias tierras.
17 1
Capítulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (1)
172
Segunda Parte. R evo lución
i7 3
Capítulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (I)
*74
Segunda P arte. R evo lución
como estaban, con todos los edificios y aparejos necesarios para la conti
nuidad del proceso productivo. Hasta tanto los edificios abandonados
fueron reconstruidos, los infractores debían entregar al lord oj the manor la
mitad de los beneficios producidos por la propiedad..
Estas primeras normas atacaban en forma directa al engrossinz v a la
reversión de tierras de labranza en pasturas. Aunque resulta claro que los
enclósures eran una realidad que acompañaba y facilitaba aquellos dos
procesos^ las leyes parlamentarias rio hacían referencia a ellos en forma
explícita. Una nüeva acta de 1515 continúa con la misma estrategia indi
recta. La conversión de tierras era el comportamiento cuestionado. Pero
el hecho que aquí resulta sugestivo, es la aparición de un argumento que
relaciona jpspofclamipnt^ cr™ en y del
bandolerismo. Un borrador de 1514, sobre el cual se basó la ley He 1515,
ponía ¿Tentasis en el “infinito número de súbditos del rey, que a causa de
la falta de ocupación, han caído y caen diariamente en la vagancia y
consecuentemente en el robo y en los asaltos”. El acta finalmente aproba
da, declarada perpetua en 15 L6,. itnponía que toda aldea que en el pri
mer día del período parlamentario entonces vigente estuviera dedicada
en su mayor parte a la agricultura, debía continuar de la misma manera
de allí en más. Todos los edificios abandonados debían reconstruirse en el
lapso de un año. Y todas las tierras transformadas en pasturas a partir del I o
de febrero de 1515 debían retomar de inmediato a su condición anterior.
En 1517 los enclósures se convierten por primera vez en blanco directo
del a ta q i^ d c , k mnriarqul^ ^uando^el cardenal Wolséy designa una
comisión para la investigación del despoblamiento rural. En 1518, y como
consecuencia del accionar de la comisión, la corte determinó que los
infractores a las normas vigentes debían derribar, en el lapso de 20 días,
todos los cercamientos erigidos a partir de 1485 (a menos de que logra
ran demostrar que los mismos habían generado beneficios concretos para
la comunidad). El incumplimiento del decreto se castigaría con penas
pecuniarias. Gracias a la información reunida por esta comisión, los pro
cesos en contra de acaparadores y promotores de enclósures continuaron
durante muchos años. 'Sm'embáfgó; para rendir plenamente sus frutos,
la corona necesitaba la colaboración de los señores locales. La nobleza
feudal debía funcionar como agente del estado centralizado. Pero,los.
titulares de los manors a n e g a ro n sistemáticamente a_ colaborar concia
nueva legislación. El primer obstáculo que encontraban estas tempranas
disposiciones anti-endosufe' era la;postüra de los ten-atenientes,^quienes
veían en los cercados un procedimiento eficaz para incrementar en for
ma inmediata su renta propietaria.
175
Capitulo 6 . La vía Inglesa hacia el capitalismo agrario (1)
*77
Capítulo 6 . La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (l )
178
Segunda Parte. R evo lu ció n
M Una consideración sobre la causa en cuestión ante los lores respecto del despoblamiento.
Capítulo 6. La vía inglesa hacia el capitalismo agrario ( l)
180
S e g u n d a Parte. R evo lución
*82
Segunda Parte. R evolución
184
Segunda Parte. R evo lución
185
Capítulo 6 . La via inglesa hacia el capitalismo agrario (I )
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Capítulo 7. La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (II)
192
Segunda Parte. R evolucjón
*93
C a p it u lo 7. La vía inglesa hacia el capitalismo agrario ( I I )
19 4
Segunda Pane. R e v o l u c ió n
195
Capítulo 7. La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (11)
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Segunda Parte. R ev o lu ció n
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Segunda Parte. R evolución
199
Capítulo 7. La vía inglesa hacia d capitalismo agrario (I I )
% de grano
19 18 29 20 48 49
Trigo
% del área
sembrada grano 87 87 87 84 49 52
(sin trébol 0 0 0' 2 25 21
incluir el nabos 0 0 0 7 24 22
barbecho)
Cabezas de ganado
(por cada 100 32 36 51 70 -
61
acres de cereal)
Rendimientos del
trigo
15 12 15 15 23 30
(bushels por acre)
200
Segunda Parte. R e v o lu ció n
201
Capitulo 7. La vía inglesa hacia el capitalismo agrario (11)
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2 ÓZ
Segunda Parte. R e v o lu c ió n
203
Capítulo 8
La vía francesa hacia el capitalismo
agrario (I):
los fundamentos campesinos del absolutismo
205
Capítulo 8 , La vía francesa hacia el capitalismo agrario (I )
206
Segunda Pane. Revolución
207
Capitulo 6 . La vía francesa hacia el capitalismo agrario ( I )
208
Segunda Parte. R e v o lu ció n
209
Capítulo 8. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (I )
210
S egu n d a Parte. Re v o lu c ió n
101 Futuro Carlos V. Como Delfín, ejerció la regencia entre 1356 y 1360. Como rey, ocupó
el trono entre 1364 y 1380.
102 El rey Juan fue liberado cuando todavía faltaba cubrir parte dei rescate. Estos pagos
remanentes se vieron interrumpidos por la reanudación de la guerra, en 1369. Pero en
cualquier caso, todavía en 1400 la corona francesa continuaba pagando algunos atrasos
pendientes del viejo rescate de 1356.
211
Capitulo 8. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (1)
2 %Z
Segunda Partie. R e v o lu c ió n
103 En efecto, el término taille daba mejor cuenta de las características del impuesto, que el
nombre más arcaico de fouage. De hecho, el impuesto directo no era un tributo que se
recogía hogar por hogar, sino una carga de repartición: el consejo real dividía los montos
según las generalidades, éstas según las elecciones, hasta llegar a cada parroquia, cuyos
habitantes se encargaban de repartir las cargas según la riqueza de cada uno. En provincias
de incorporación tardía a la monarquía, como Bretaña, el término fouage siguió empleán
dose durante toda la Edad Moderna. Hasta que fuera adoptado como denominación del
impuesto directo exigido por el estado feudal centralizado, el término taille habla sido
propio de la fiscalidad señorial, un tributo general discontinuo y arbitrario, cuyo monto
resultó por lo general fijado con la concesión de las cartas de franquicia otOTgadadas por los
señores.
»3
Capitulo 8. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (I )
.214
Segunda Parte. R e v o lu c ió n
215
Capítulo 8. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (I)
2%6
Segunda Parte. R e v o l u c ió n
117
ipítulo 8. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (l)
w
105 Desde la década de 1660, el controller general era el jefe operativo de la administración
del estado francés. Tras la abolición del cargo de superintendente de finanzas en 1661, el
controller general se convirtió, de Jacto , en el amo de las finanzas reales. Los sucesores de
Colbert conservaron estas facultades hasta la desaparición misma de la monarquía absolu
ta. Los intendentes se reportaban en forma directa ante el controller general, que adquirió
también entonces atribuciones en lo que respecta a los asuntos provinciales.
2 19
Capítulo 8, La vía francesa hacia d capitalismo agrario (l)
220
Segunda Parte. Revolución
221
Capítulo 8. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (1)
222
Segunda P a i t e . R e v o l u c ió n
dones y los abusos cometidos por los señores, por los recaudadores, de
impuestos y por las tropas en campaña. Es cierto que Luis actuó para
proteger su poj£ÍQOjid.jgSCgáa3í^^ P£CL£lxfccto d e l á "
plazo.1 fue impedir una declinación mayor de las comunidades rurales.
..________ . ' f V 1-------- “ - I - * ----------------------------— - T n i iMifiii . ' i i ' r rr i i n - f 1 i r i ■— ............................................ ' ------------------" r ‘
223
Capítulo 8. La vía francesa hacia d capitalismo agrario (l)
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Segunda Parte. R e v o l u c ió n
225
Capítulo 9
La vía francesa hacia el capitalismo
agrario (II):
revolución burguesa y consolidación de la
propiedad campesina
108 Nombre que la Asamblea Nacional adopta a partir del 9 de ju lio de 1789, tras la
incorporación de los diputados del primer y del segundo estados. Si tomamos en cuenta a
los Estados Generales, la Asamblea Constituyente es la tercera de las asambleas revoluciona
rias. Tras la sanción de la constitución, en 1791, será reemplazada por la Asamblea Legisla
tiva, que un año después cederá el poder a la Convención Nacional. Con la sanción de \a
227
título 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
istitución de 1795 (la tercera, si incluimos el texto jacobino de 1793, nunca puesto en
Ictica), la Convención se disolvió, y la potestad legislativa pasó a ios cuerpos creados por
:ha carta magna, hasta el golpe bonapartista de noviembre de 1799.
Para gran parte del siguiente relato sigo a Jo h n Markoff (cfr. bibliografía al final del
título).
3
Segunda Parte. R evolución
110 Citado por John Markoff (cfr. bibliografía al final del capiculo).
229
ipítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
pequeño distrito es uno de los que menos ha sufrido los infortunios y los
desórdenes. Me atrevo a decir que he tratado, mediante la ubicación y la
prudencia, de evitar comprometerte. Rezo, por lo tanto, para que la noble
za no demuestre ningún arrepentimiento respecto del curso que acaban de
tomar los acontecimientos, que no demuestre públicamente su desacuerdo
con el decreto de la Asamblea Nacional (sic), y que expresen en sus dichos
una prudencia, una circunspección de la cual depende su propia paz (y
también, tal vez, el bienestar general del reino)”.111
A los pocos días, el marqués escribía a su esposa. El tono de la epísto-
es dramático, y revela una vez más los miedos que impulsaron a los
iputados nobles a acompañar las propuestas realizadas durante la se-
ón del 4 y 5 de agosto. De Ferriéres, de hecho, indicaba a su consorte
)mo proceder en caso de que los campesinos sublevados invadieran el
istillo familiar: M
si llegan a Marsay, no creo que lo hagan para quemar el
istillo -se nos estima mucho para ello- sino para quemar los documen-
•s que guardan relación con las rentas y tributos (...). La conducta a la
ae debemos adherir es afirmar que todo es correcto, y que la nobleza y
s comunes están en perfecto acuerdo”. Antes de finalizar, el marqués
igiere a su esposa evitar de allí en más el término tercer estado: ya no
multaba políticamente correcto.
Para otros representantes de la aristocracia no cabían dudas eje que
a la misma mano ía que se hallaba detrás del Gran Miedo y de la sesión
ú 4 de agosto. ¿No se trataba, acaso, de un plan concebido por la misma
tente o por el mismo partido, que necesitaba los hechos para justificar
»terminadas medidas legislativas extraordinarias?. De hecho, la idea del
>mplot, o al menos de una estrategia preparada de antemano, hoy pare-
; bastante cercana a la verdad. El Club Bretón, organizado en tomo a los
ieres del tercer estado de Bretaña, habría planeado una mise-en-scéne,
i la cual el duque de Aiguillon, un barón feudal de incalculable fortu-
a, debía formular una propuesta favorable a la supresión indemnizada
t los tributos señoriales. Pero el vicomte de Noailles, que no tenía papel
agnado en el libreto, re-escribió la trama in sita. Al tanto de lo que se
amaba, se adelanto a Aiguillon, y formuló .una propuesta más abierta y
ibversiva que la imaginada por la alianza entre los burgueses y los aris-
>cratas bretones: no todos los tributos feudales debían quedar sujetos al
ago de una indemnización previa; muchos de ellos debían abolirse de
imediato, sin compensación alguna para los antiguos señores.
231
pítulo 9 La vía francesa hacia el capitalismo agrario (11)
m
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario 0 0
lanzó a la lucha discutiendo, tributo por tributo» los alcances de las de
cisiones adoptadas por la Asamblea. El clero sufrió una contundente
derrota: de la indemnización del diezmo, mencionada el día 4, se pasó a
la abolición sin contraprestación alguna en las semanas subsiguientes.
De hecho, esta decisión política provocó la crítica de dirigentes revolu
cionarios de la primera hora, como el abate Siéyes.
El decreto final del 1 1 de agosto comenzaba con una frase grandilo
cuente: “La Asamblea Nacional destruye el régimen feudal en su totali
dad”. El criterio central, que seguía la tesis del vizconde de Noailles,
dividía los derechos señoriales en dos grandes grupos: los basados en la
servidumbre, que simbolizaban el status abyecto de la dependencia perso
nal; y los que se desprendían de formas legítimas de propiedad (que no por
ello dejaban de constituir una carga indeseable). Los primeros debían ser
abolidos de inmediato, sin contemplaciones. Los segundos, no podrían eli
minarse hasta la implementación de algún mecanismo compensatorio.
La Asamblea designó dos subcomisiones. La primera, presidida por el
célebre Philippe-Antoine Merlin (uno de los más grandes abogados feu-
distas del Antiguo Régimen), debía determinar las cargas y privilegios
que integrarían uno y otro grupo; la Asamblea le encargaba la decons
trucción del feudalismo a uno de los más grandes expertos en derecho
feudal. La segunda comisión, presidida por Fran^ois-Denis Tronchet,
debía determinar las modalidades de indemnización para aquellos dere
chos que no podrían abolirse de inmediato. En síntesis, a pocas semanas
de la mítica sesión del 4 al 5 de agosto todo quedaba aún por determinar:
qué cargas señoriales debían considerarse como legítimas, qué privilegios
señoriales debían abolirse de inmediato, quiénes debían pagar las compen
saciones a los antiguos señores, cuál sería el monto de las bonificaciones.
Hasta que la Revolución no clarificara estas cuestiones resultaba imposible
determinar quiénes habían sido los grandes ganadores y perdedores dél ve
rano de 1789. Si nos-guiáramos^iQiUx^feáLLllados concretos, los campesinos
jarecían haber obtenido una espectacular victoria - la abolición del régimen
feuM ^ peroT oSr^ perdido demasiado.
*34
S eg u n d a Parte. Revolución
114 La mano muerta, que privaba al siervo del carácter de propitario pleno de sus dominios,
implicaba la pérdida de los bienes muebles e inmuebles en caso de abandono de la parcela.
El siervo de mano muerta sólo podía legar sus bienes a sus propios hijos, sí éstos residían
dentro del señorío. De lo contrario, la parcela retomaba al señor. Se trataba, en síntesis, de
una opción de hierro entTe la tierra y la libertad.
Eljormariagc implicaba la obligación de solicitar al señor autorización para contraer matri
monio con personas libres o residentes fuera del señorío, autorización que los señores
solían ligar al pago de tributos extraordinarios. En pocas palabras, no podían contraer
235
jpítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
anque con los reparos antes mencionados, los pesados monopolios se-
□riales, en particular la banalidad del molino.
En el grupo de cargas que f erian conservadas hasta tanto se indemni
za convenientemente ¿Tíos antiguos señorease incluían los~tr¡Butos
aginados en la propie^^d^l^TIerraTen particular, los derivados del
:¿men enfitéutico, que gravaban las tenencias a censo. Se trataba de las
irgas que los campesinos pagaban al señor en reconocimiento de su
:>minio directo sobre el censive. En síntesis, lo que la burguesía modera -
i y sus aliados, los sectores ilustrados de la nobleza y el clero, buscaban
:scatar era el^seSorio dominical o seigneuñe fonciére, al que pretendían
invertir en un mero latifundio (al tiempo que privaban a sus propieta-
os de todo poder político sobre las personas, aboliendo para siempre la
irisdicción señorial).
Del conjunto de cargas legítimas, las más fáciles de someter a derecho
í redención era los pagos anuales, ios censos y las rentas (como el di-
indido champart). En estos casos, resultaba relativamente sencillo esta-
lecer el rendimiento anual del tributo, que luego permitiría calcular las
tdemnizaciones aproximadas. Por el contrario, el carácter ocasional de
s tasas de mutación y de los derechos de transferencia, como los locls et
:nts o el droit de retraityli5 atados a la efectivización de compraventas u
erencias y a las fluctuaciones del mercado de tierras, volvía difícil la
^terminación de un valor real sujeto a compensación.
En el grupo de las cargas dudosas podían entrar los monopolios ba-
ales si los señores sostenían que la exigencia había sido parte del acuer-
o original, pactado entre el titular del señorío y los tenentes enfitéuti-
)s. Pero también las escasas corveas o cargas de trabajo compulsivo que
abían logrado sobrevivir hasta finales del Antiguo Régimen; muchos
atrimonio sin permiso del señor. Era muy común que el cónyuge libre adquiriera status
rvil al casarse con un sietvo de mano muerta.
3 El droit de retrait era la facultad del señor, existente en muchos derechos feudales
gionales, de pujar por una parcela enfitéutica ofrecida en venta por el propietario del
3minio útil. Si el señor igualaba el precio de compra ofrecido por el potencial adquirente,
nía derecho de recuperar el control de la parcela. Según las regiones y las circunstancias
Istóricas, ello permitía engrosar la reserva, aunque los señores podían verse obligados, por
1costumbre, a re-encensar la tenencia enfitéutica, para evitar un retroceso del censive.
Segunda Parte. R e v o l u c ió n
237
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
1,9 Esto no significa que no se hicieran concesiones en aras de lo que, se sabía, los campe
sinos no estarían nunca dispuestos a tolerar. Por ello, se detectan incosistencias intelectua
les. Así, en los casos de mainmorte récle, en que la parcela era considerada servil, la institu
ción fue asimilada a ios derechos personales, y abolida sin compensación alguna.
120 Fue por entonces cuando los tenentes adquirieron el derecho de cargar sus parcelas con
una renta perpetua, a cambio de pagar al señor una tasa de mutación o derecho de
transfererencia, equivalente al de una compraventa.
239
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
I1 La ventaja de recurrir a las rentas constituidas para realizar donativos piadosos residía en
l hecho de que el mecanismo respetaba, en apariencia, la integridad del patrimonio;
unque, por otra parteTgravaba las propiedades con pesadas deudas perpetuas.
40
Segunda Parte. Revolución
*41
Capitulo 9. La vfa francesa hacia el capitalismo agrario (11)
122 En las codificaciones modernas, la enfiteusis subsistió como categoría residual, asimila
da a formas de arrendamiento de larguísimo plazo, que no comportaban ya derecho de
propiedad alguno para los enfiteutas. De hecho, la descalificación de la idea de dominio
escindido impidió que la nueva noción de enfiteusis admitiera plazos indefinidos, debien
do fijarse un máximo, según la regla clásica de las tres generaciones o 9 9 años.
Z42
Segunda Parte. R e v o l u c ió n
123 El m ejor ejem plo eran las tasas de mutación, los derechos de transferencia y los dere
chos de entrada. t
*43
ipítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
pedía que una nueva ley, en el futuro, eliminara otras expresiones no-
señoriales del derecho de propiedad? Pero el antiguo letrado feudista no
fue el único en prever las revoluciones del siglo XX; la propia conven
ción incorporó un segundo artículo a la ley que exceptuaba claramente
de la abolición a las rentas no feudales, como los cánones de arrenda
miento y aparcería.124 El 2 de octubre de 1793 la Convención suspendió,
incluso, al artículo de la ley de julio que ordenaba la quema de los títulos
señoriales, preocupada ya no por los reclamos abstractos de los antiguos
señores, cuanto por la salvaguarda de las tierras fiscales. El radicalismo
de la revolución burguesa había colmado sus propios límites.125
124 Particularmente conflictivo resultó el caso de los aparceros. En el Sudoeste, los aparce
ros venían resistiendo el neo-diezmo, un incremento de la renta propietaria que se produjo
cuando, tras la abolición del diezmo eclesiástico, el monto de la antigua carga fue incorpo
rado a los cánones de arrendamiento y aparcería. En muchas provincias arcaicas, muchas
rentas de origen propietario habían incorporado cargas fomalmente similares a los tributos
señoriales (como las corveas). Como agravante, en el sudoeste la palabra reñís se empleaba
para describir cualquier carga de origen señorial, y era precisamente esta palabra la que la
legislación jacobina empleaba para referirse a las rentas propietarias (no feudales). El
conflicto revelaba, mejor que nada, el componente lingüístico-semántico de las luchas
sociales revolucionarias. La Convención respondió con una obra maestra de la ambigüe
dad: los propietarios podrían arrendar la tierra de acuerdo con contratos mutuamente
convenidos, con la condición de que los mismos no tuvieran la apariencia de los contratos
señoriales.
125 Atención especial exige el caso de los diezmos. La legislación inicial distinguió clara
mente entre los diezmos eclesiásticos y los infeudados (percibidos por detentadores laicos).
Éstos últimos fueron equiparados a las cargas señoriales que debían previamente indemni
zarse antes de poder ser abolidas, por lo cual pasaron por todas las etapas que caracteriza
ron a los tributos derivados de la enfiteusis: de su legitimación, en marzo de 1790, a su
abolición sin indemnización alguna, en agosto de 1793.
Por su parte, los diezmos eclesiásticos fueron considerados como abolidos por completo
por la legislación del 4 y del 11 de agosto de 1789. A diferencia de los diezmos infeudados,
en este caso no se requería indemnización alguna, porque el estado se haría cargo de los
asuntos eclesiásticos, financiándolos con el cobro de los impuestos.
Mención aparte merece la cuestión del neo-diezmo, un decidido intento de la Asamblea
Constituyente por favorecer a la élite rural propietaria: abolidos los diezmos eclesiásticos,
un conjunto de leyes de diciembre de 17 9 0 obligaba a los arrendatarios y aparceros a
incorporar el antiguo tributo dentro de los cánones que pagaban a los dueños del suelo. La
legislación aclaraba que esta solución se aplicarla solamente a los contratos por entonces
vigentes. Los futuros contratos de arrendamiento quedarían librados a las negociaciones
entre particulares, sin intromisión del estado (aunque se suponía que la desaparición de la
renta eclesiástica impulsaría un aumento de la renta propietaria). Si bién resulta difícil
imaginar que un grupo como la burguesía moderada, para quien la propiedad era sagrada,
apareciera impulsando el vaciamiento de los contratos vigentes, también era dable imagi
nar una distribución más equilibrada de los costos producidos por la súbita abolición del
diezmo eclesiástico.
*4 5
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
127 Citado por John Markoff. Cfr. bibliografía al fina! del presente capítulo.
128 m .
248
Segunda Parte. R e v o l u c ió n
240
Capítulo 9. La vía francesa hacía el capitalismo agrario (II)
251
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
131 Sobre el tema de los asalariados rurales, le Revolución guardó un silencio absoluto. El
Código Civil de Napoleón nada dice acerca del trabajo asalariado rural o de la aparcería
(ambas categorías socioeconómicas permanecen implícitas en el código), aunque regula en
detalle las prácticas de arrendamiento. El trabajo asalariado era implícitamente considera
do como mercancía, y por lo tanto regulado por las secciones del Código Civil que estruc
turaban el funcionamiento del mercado para las otras mercancías. La Ley Le Chapelier, de
marzo de 1791, prohibió a los asalariados rurales unir sus fuerzas para constituir cólecti-
vidades defensivas o proactivas. Por cerca de un siglo, esta ley fue una de las principales
barreras para la obtención de reconocimiento legal por parte de las asociaciones obreras.
Este ethos anticorporativo resultaba coherente con el ethos individualista de la revolución
burguesa, en sus diversas expresiones.
132 Cfr. capítulo 8.
123 En contraste con estas cifras, resulta llamativa la escasa extensión de las praderas artifi
ciales: 1 .7 7 5 .0 0 0 hectáreas. Para una comparación con el caso inglés, véase el capítulo 7.
*52
Segunda Parte. R e v o l u c ió n
134 Para lo que sigue, me baso en un clásico (y pionero) ensayo microhistóñco de Alben
Soboul, que le permitió seguir La evolución del linaje Thomassin hasta la década de 1960
(Cfr. bibliografía al Bnal del presente capítulo).
135 La proporción se mantiene en el tiempo. En 1940, las tierras de labranza ocupaban el
86,1% del suelo del municipio.
z53
Capitulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
Grandes explotaciones
4 86%
(más de 20 hectáreas)
Explotaciones medianas
4 8,4%
(entre 5 y 20 hectáreas)
Explotaciones pequeñas
9 4%
(entre 1 y 5 hectáreas)
Minifundios
19 0,7%
(menos de 1 hectárea)
Fuente: Albert Soboul, “Concentración agraria en una región de cultivo extensivo: Puiseux-
Pontoise (5eine-Et-Oise) y las propiedades de los Thomassin", en Problemas campesinos de la
Revoíucidn, 1789-1948 , Madrid, Siglo XXI, 1980, pp. 1 0 7 -127.
1)6 El sistema de opcn-fíeld continuaba en 1940, cuando Albert Soboul redacta la primera
versión de su estudio sobre los Thomassin. Pero a mediados del siglo XX, las parcelas eran
menos numerosas y más extensas que a finales del siglo XVIII. En el lugar conocido como
Les Fortiéres, la parcela 3 de 1940 abarcaba las antiguas parcelas 4, 5, 6 y 7 de finales del
Antiguo Régimen. Por otra parte, muchas de dichas parcelas eran ficticias, porque el cultivo
mecanizado con tractores tendía a eliminarlas en la práctica.
254
Segunda Parte. R ev o lu c ió n
Cabe destacar que a finales del Antiguo Régimen los cuatro cultivado
res más importantes no eran propietarios de las tierras que trabajaban.
Estas grandes explotaciones se componían, en su mayor parte, de tierras
arrendadas. Thomassin era el productor más importante de la región: su
finca reunía 185 hectáreas -e l 43,5% del territorio de Puiseux-, y pagaba
cerca del 50% de los impuestos directos locales. Los restantes grandes
propietarios poseían entre 90 y 30 hectáreas cada uno. La fortuna de
nuestro linaje comienza precisamente en 1766, cuando Charles-Antoi-
ne-Théophile Thomassin se convierte en el titular del arrendamiento
señorial. En efecto, el señor local era el propietario de la mayor parte de
las tierras que los Thomassin cultivaban.
Pero si el arrendamiento predominaba entre los grandes propietarios,
la propiedad directa del suelo predominaba entre los pequeños y media
nos productores. De los 19 minifundistas, 12 eran tenentes enfitéuticos,
por lo que eran propietarios del dominio útil de sus parcelas. De los 9
pequeños productores, 5 eran dueños del suelo, tres arrendaban, y uno
participaba de ambas situaciones. Pero dado el peso que las cuatro gran
des explotaciones tenían en el conjunto, podemos afirmar que el 90,7%
de las tierras del término de Puiseux estaban arrendadas, el 5,8% eran
propiedad de quienes las trabajaban, y el 3,5% eran de tipo mixto. De
hecho, sólo el 2,5% de la extensa finca de los Thomassin les pertenecía
plenamente. El resto era parte de la reserva señorial local.
Si analizamos el catastro desde el punto de vista de los propietarios,
la situación se invierte. La propiedad privilegiada, noble y eclesiástica,
poseía el 90% de las tierras del término, aunque en todos los casos los
aristócratas y el clero desechaban la explotación directa de las mismas.
Si, forzando un tanto la argumentación, incluyéramos también al censive
.dentro de las propiedades señoriales, la proporción del suelo en manos
de los privilegiados llegaría a cubrir la totalidad del término rural.137 En
síntesis, si Thomassin era el productor más importante de Puiseux, el
marqués de Girardin -titular del señorío local- era el principal propieta
rio, a quién aquél arrendaba la casi totalidad de sus 185 hectáreas. Am
bas situaciones conformaban las dos caras de una misma moneda. El
segundo propietario absentista en importancia era la abadía de Saint-
137 De todas formas, el cálculo resulta abstracto, porque, aunque el dominio directo del
10% del suelo que conformaba el ccnsive perteneciera al señor, el dominio útil estaba en
manos de sus detentadores, bajo un régimen de acceso a la tierra seguro y estable, prácti
camente equivalente al de la propiedad plena del suelo.
*55
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (11)
138 De las 184 hectáreas arrendadas por los Thomassin en 1789, sólo 150 correspondían
ahora a la reserva del marqués de Girardin, pues el señor había sustraído una treintena de
hectáreas del contrato original. Para compensar la pérdida, los Thomassin debieron arren
dar tierras a diversos burgueses de las localidades vecinas.
256
Segunda Parte. R e v o l u c ió n
*57
Capítulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
ños de casi 400. En 1965 la finca ocupaban 650 hectáreas, de las cuales
530 eran propiedad de la familia. Estas tierras no se hallaban solamente
en el distrito de Puiseux, porque ya por entonces el tamaño de la explo
tación superaba la extensión total del término municipal. Los cultivos
principales de la propiedad Thomassin eran el trigo (210 hectáreas), la
remolacha (150 hectáreas), la avena (130 hectáreas) y la alfalfa (50 hectá
reas). El régimen de campos abiertos continuaba formalmente, porque
nunca había sido abolido. En 1943 los herederos del antiguo arrendata
rio del señor contaban ya con cinco tractores. El antiguo campesinado
había desaparecido por completo, reemplazado por un proletariado ru
ral, sin lazos concretos con la tierra. Para mediados del siglo XX, de
hecho, las 60 familias obreras que trabajaban en la destilería de alcohol
de los Thomassin, que procesaba 100 toneladas diarias de remolacha,
vivían dentro de la finca.
Cultivo intensivo, mecanización agrícola y proletariado rural eran los
tres componentes principales del capitalismo agrario en este rincón de
Francia. A diferencia de Inglaterra, no fueron aquí los enclosures o la
liquidación de los open-fields los que facilitaron la modernización capita
lista, sino la peculiar estrategia elegida por la revolución burguesa para
redistribuir la tierra hasta entonces en manos de las antiguas clases privi
legiadas. Fue la gran explotación, nacida de aquel proceso, la que favore
ció el paso hacia un sistema productivo cualitativamente diferente, la
que hizo posible la revolución agraria. El capitalismo estaba en germen
en las explotaciones de los grandes fermiers-labourers que explotaban la
riqueza inmobiliaria de la antigua nobleza feudal. La disolución del se
ñorío y la venta de los bienes nacionales -hijas de la Revolución- los
liberaron de las principales trabas que obstaculizaban su pleno desarro
llo. Durante los siglos siguientes, las impiadosas fuerzas del mercado
harían el resto.
iapitulo 9. La vía francesa hacia el capitalismo agrario (II)
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