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Retomando la parte del texto que narra cómo las primeras mujeres ingresaron al ámbito
predominantemente masculino, especialmente una estudiante de geología que obtuvo
un permiso especial a pesar de la resistencia de instructores que sostenían que no era
apta para el trabajo de campo "por ser una dama", puedo compartir desde mi perspectiva
como estudiante de ingeniería geológica que la situación ha experimentado mejoras. En
esta carrera, las mujeres desempeñan un papel crucial, marcando la diferencia al liderar
y participar activamente en todos los ámbitos de interacción académica, social y en
campo.
Sin embargo, en este último ámbito, persiste el concepto del "hombre cuidador". Durante
las salidas de campo, se establece la condición de que los grupos deben incluir al menos
a un hombre, evitando la formación de grupos exclusivamente femeninos. Esto se
justifica por la dificultad de acceso a lugares remotos durante los recorridos, donde la
presencia masculina se considera esencial para facilitar la ruta o garantizar la seguridad,
ya que el hombre asume un papel protector en encuentros con otras personas o
situaciones durante la expedición.
Para comprender por qué persiste, es crucial destacar la dificultad que enfrentan las
mujeres al seguir el camino de la ingeniería. El texto subraya la dificultad de estudiar los
mundos masculinos, donde la masculinidad reina en un silencio que representa una
operación constante para mantener a las mujeres alejadas (Cohen, 2002: 91). En un
contexto más específico, en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, desde los
tiempos de su fundador Tulio Ospina, se advertía que aquellos con "nerviosismo
femenino" no podrían cumplir con las exigencias de la profesión ni ser ingenieros viriles
(Arango, 2005). Aunque no se generaliza esta perspectiva a toda la facultad, algunos
profesores y estudiantes aún la sostienen, aunque lo hagan en voz baja para evitar ser
tildados de machistas.
Si bien se han logrado avances y una mayor inserción de las mujeres en distintas ramas
de la ingeniería, prevalecen concepciones dominantes sobre los roles y capacidades
percibidos de los géneros. Transformar estas dinámicas y culturas profesionales
fuertemente arraigadas es un reto complejo que involucra no sólo cambios legislativos o
discursivos, sino la modificación de interacciones y prácticas cotidianas a todo nivel, para
contrarrestar la inercia de pensamientos dominantes sobre la inferioridad o debilidad
femenina y la supuesta superioridad masculina en el ámbito ingenieril.
Referencias