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Como resultado de este proceso se generan grandes cantidades de calor que son
aprovechadas para producir vapor a presión, lo que permite obtener energía mecánica
para poner en funcionamiento generadores de energía eléctrica.
El uranio es uno de los combustibles que permiten que se lleve a cabo este proceso, y es
también el más utilizado en la mayoría de los reactores nucleares, por ser uno de los
minerales más abundantes en la naturaleza.
Los datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) recogen que, a
enero de 2018, existen 448 reactores nucleares operativos en todo el mundo y 58
unidades más en construcción. China, seguida de Rusia, India, Emiratos Árabes
Unidos, Eslovaquia, Finlandia o Francia son algunos de los países que construyen
centrales nucleares con dos objetivos básicos: garantizar el suministro eléctrico y poner
freno a las emisiones contaminantes.
Las casi 450 unidades operativas y 60 en construcción hacen que la energía nuclear siga
teniendo un peso importante en el mix a nivel mundial. Muchos países están, además,
apostando por la continuidad a largo plazo de sus reactores manteniendo siempre
las máximas garantías de seguridad. De esta forma, se aseguran una seguridad de
suministro, un freno a las emisiones y una divesificación del abastecimiento energético.
En la actualidad, cerca de 120 reactores tienen autorizaciones para operar a largo
plazo, la mayor parte de ellos en Estados Unidos, donde casi todas sus centrales
centrales cuentan con autorizaciones por parte del organismo regulador del país, la
NRC, para operar durante 60 años.