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MASTER EN DERECHO INTERNACIONAL, DIPLOMATICO, CONSULAR Y COMERCIO EXTERIOR

M1 - 2ª sesión

MODULO I
DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO

1.2 Jerarquía de las normas internacionales frente al ordenamiento


jurídico interno.

INTRODUCCION
El Derecho Internacional remite al ordenamiento jurídico de cada Estado la
decisión de cómo se incorporan las normas del Derecho Internacional.
Las normas de un Estado pueden disponer la aplicación directa y automática o
exigir que cada norma tenga que ser receptada por una norma interna que la
incorpore, así como que también corresponde al derecho interno resolver las
relaciones de jerarquía normativa entre las normas internacionales y las normas
internas.

Cada día vivimos en un mundo más globalizado con intereses económicos y


comerciales que trascienden las fronteras, con transacciones electrónicas que
permiten comprar desde casa en distintos países, con operaciones financieras
complejas como ser la hipoteca multidivisa que muchos consumidores contratan
pese a tener tipos referenciados a divisas extranjeras, la preocupación sobre los
derechos humanos creciente con crisis como la de los refugiados sirios en las
puertas de Europa o la necesidad de proteger las condiciones en los países de
desarrollo, escenarios en los que se mueve la política internacional que dan el
marco de situación a los tratados y que se reflejan también en su evolución , en
sus problemas de aplicación en el derecho nacional, en las relaciones entre el
derecho internacional y el derecho interno, y que sea necesario abordar la muy
discutida y antigua problemática de la jerarquía normativa, cuya discusión ha ido
variando con los distintos enfoques de las relaciones internacionales y que en la
actualidad está más o menos centrado en un problema de derecho
constitucional, y con la forma en que los Tratados Internacionales son asimilados
por el Derecho Interno.

Es decir, el problema más importante en materia de aplicación de tratados, es la


adaptación de las normas internacionales al Derecho Interno y el lugar que se
les asigna a esas normas, pues siendo el derecho internacional un sistema
descentralizado requiere de la cooperación de los Estados para la aplicación de
su normatividad y la inserción en su sistema estatal.
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Es evidente que el Estado no puede desconocer a nivel interno los tratados que
ha firmado y que le obligan a nivel internacional, por lo que el Derecho
Internacional parte del principio fundamental de la supremacía de éste sobre el
derecho interno, estando los estados obligados a modificar lo que fuere menester
e introducir en sus legislaciones los mecanismos necesarios para garantizar la
ejecución de los compromisos internacionales válidamente contraídos, sin que
puedan invocar sus derechos internos para descartar la aplicación de una norma
internacional, ni siquiera sus constituciones.

Por otro lado, los estados dependen tanto en sus competencias como en su
funcionamiento del derecho interno al que están vinculados y en muchas
ocasiones, no tienen reconocidas en sus constituciones la primacía del derecho
internacional por lo que la integración del derecho internacional al interno lleva
aparejado 3 problemas fundamentales

1.) Cómo se integra el derecho internacional y la manera de recepción del


derecho interno.

2) Cuál será la naturaleza y que rango legal tendrá el tratado, esto es, la jerarquía
normativa.

3.) La aplicación en el derecho interno.

Teorías acerca de la recepción

La práctica internacional reconoce básicamente dos posturas que configuran los


tipos de recepción del derecho internacional:

La dualista que sostiene que para que la norma internacional sea válida en el
derecho interno debe ser transformada en norma de derecho interno por medio
de un acto que puede ser de diversa índole, puede tratarse de un acto del
legislador, u otro tipo de acto de ejecución.

La monista sostiene que el Derecho Internacional es parte del derecho interno


sin que sea necesario ningún procedimiento constitucional de ratificación, de
manera que son aplicados y se recepta de forma automática.

En los países influidos por la teoría dualista, la doctrina y jurisprudencia son


coincidentes en asignar a los tratados y normas internacionales, una vez
incorporados al derecho nacional, el valor de ley, es decir, que adquieren la
obligatoriedad de la ley de su incorporación la cual como instrumento interno es
reconocida y aplicada por los tribunales nacionales.

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Sin embargo, la categoría de ley asignada a la norma internacional si bien


asegura su observancia en el ámbito interno, implica la posibilidad de una
modificación unilateral mediante una disposición posterior o por su declaratoria
de incompatibilidad constitucional, creándose así una situación de sujeción del
Derecho Internacional a las normas y decisiones de derecho interno.

Para evitar esta posibilidad algunas constituciones reconocen por anticipado una
jerarquía especial y la validez autónoma de los Tratados y normas
internacionales, designándoles incluso como “Ley Suprema de la Nación”
(EE.UU., Argentina), otorgándoles por tanto un nivel de igualdad con los
preceptos constitucionales. No obstante, ello no evita la posibilidad de
dificultades cuando una norma nacional entra en contradicción con otra de
Derecho Internacional, aunque son muchos los Estados donde no se prevé la
recepción y jerarquía de los tratados resolviéndose de distintas formas.

Uno de los principios universales del DIP es que las normas y las obligaciones
internacionales deben cumplirse de buena fe (pacta sunt servanda), y si bien
algunos tratados prevén un control internacional, mediante comisiones mixtas,
inspecciones recíprocas y órganos de control, así como diferentes sanciones, en
general; se pretende el cumplimiento espontáneo y voluntario de las normas
internacionales. No olvidemos que en el mismo preámbulo de las Naciones
Unidas se plasma todo un decálogo de buenas intenciones para ayudar a la
humanidad a mantener los valores del progreso, la justicia, la igualdad que se
articularían a través del respeto a los tratados y las fuentes del derecho
internacional.

Caso de conflicto. Prelación

La jurisprudencia internacional sostiene la primacía del Derecho Internacional.


Todo Estado está obligado a respetar sus compromisos internacionales como
miembro de la Comunidad Internacional. Un Estado no puede vulnerar las
normas de Derecho Internacional justificándose en el amparo de una norma de
su Derecho interno.

Cuando el Derecho Internacional entra en conflicto con el Nacional hay distintas


orientaciones que pueden resumirse en 2 principios denominados
constitucionalistas e internacionalistas.

Para los primeros sólo tendrán validez los tratados y normas internacionales que
respeten y no entren en contradicción con los fundamentos y principios
constitucionales, por lo que no reconoce la primacía del derecho internacional en
caso de conflicto de normas. No obstante, suelen reconocer que las leyes

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internas no pueden revocar un tratado pues incurrirían en responsabilidad


internacional.

La segunda postura asociada al monismo establece que debe reconocerse la


primacía del Derecho Internacional por cuanto este ocupa una posición de mayor
jerarquía en la estructura normativa (pirámide de Kelsen). Cada vez más
extendido numerosos países han incorporado en sus constituciones como ser
EEUU, Argentina etc.

En los países latinoamericanos, pese a que está más arraigado el


constitucionalismo, la tendencia es una evolución a que las constituciones
reflejen la supremacía de los tratados y normas internacionales sobre las normas
del derecho nacional. Como ser el caso de México en el que la Suprema Corte
de Justicia de México sostuvo que para efectos de derecho interno los tratados
tenían el mismo rango que las leyes federales, y si bien todavía no se establece
su primacía hay una clara evolución.

Dentro de las posiciones de los ordenamientos internos respecto al Derecho


Internacional General nos encontramos con posiciones monistas reconocidas en
las constituciones como ser el caso de Alemania, Italia, Francia donde los
Tratados Internacionales tienen jerarquía normativa o supremacía.

En relación al Derecho Internacional Convencional las posturas en los países


europeos también son variopintas, mientras que Francia continua con la postura
monista, Italia requiere la adaptación del tratado a una norma interna y tendrá la
misma jerarquía normativa, Holanda mantiene una posición dualista moderada,
pues la recepción del Derecho Internacional Convencional en el Derecho
neerlandés se hace mediante su transformación en ley interna, si bien el tratado
tiene fuerza superior a la ley.

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La recepción en el Derecho Español. –

Nuestro país fue históricamente monista si bien tras la reforma del CC

El art 1.5 establece que:

“Las normas jurídicas en los Tratados internacionales no serán de aplicación


directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del Ordenamiento
interno mediante su publicación íntegra en el Boletín Oficial del Estado”.

Y Posteriormente la CE en el art 96.1 estableció el reconocimiento de los


tratados como derecho interno tras su publicación., lo que ha supuesto una
evolución hacia un sistema dualista moderado.

Mantener uno u otro sistema comporta consecuencias distintas: si los tratados


se equiparan a las leyes, se está aceptando consecuentemente que una ley
posterior que lo contradiga prevalecerá sobre un tratado, con lo que el riesgo de
que el estado pueda verse, en un supuesto así, acusado de cometer un hecho
ilícito internacional es claro; la consagración del rango supra legal de los tratados
evita sin duda esta posibilidad.

En España, un Tratado internacional válidamente celebrado forma parte del


ordenamiento interno cuando es publicado oficialmente a través del Boletín
Oficial del Estado (BOE). Por tanto, dicha publicación es condición sine qua non
para producir eficacia interna., cumplido esto, debe procederse a su aplicación,
siendo obligatorios y exigibles por los particulares e invocables ante los órganos
judiciales y administrativos, competiendo a todas las Instituciones del Estado:
legislativo, ejecutivo y judicial, tanto en el orden estatal como en el autonómico.

No obstante, los Tratados prevalecen sobre las leyes, pero no sobre la


Constitución, quien no define ningún criterio en relación con el Derecho
Internacional general. La doctrina internacionalista europea entiende que, ante
ausencia de norma expresa, existe una tacita, de recepción automática que se
basa en el orden jurídico internacional.

La constitución española se ocupa en los arts. 93 a 96 de este aspecto:

Artículo 93

Mediante ley orgánica se podrá autorizar la celebración de tratados por los que
se atribuya a una organización o institución internacional el ejercicio de
competencias derivadas de la Constitución. Corresponde a las Cortes Generales
o al Gobierno, según los casos, la garantía del cumplimiento de estos tratados y

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de las resoluciones emanadas de los organismos internacionales o


supranacionales titulares de la cesión.

Téngase en cuenta que la Resolución TC-Pleno de 13 de Diciembre de 2004,


declara que no existe contradicción entre la Constitución española y los artículos
I-6, II-111 y II-112 de la Constitución Europea por los que se delimita el ámbito
de aplicación de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión y los criterios
definidores de su interpretación y alcance y que el art. 93 de la Constitución
Española es suficiente para la prestación del consentimiento del Estado al
Tratado referido («B.O.E./Suplemento 4 enero 2005»). TC, Pleno, R 1/2004, 13
Dic. 2004 (Rec. 6603/2004)Declaración Pleno TC 1/2004 de 13 Dic.
(requerimiento 6603-2004, sobre constitucionalidad arts. I-6, II-111 y II-112 del
Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, firmado en Roma
29 Oct. 2004)

Artículo 94

1. La prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de


tratados o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes Generales,
en los siguientes casos:

a) Tratados de carácter político.

b) Tratados o convenios de carácter militar.

c) Tratados o convenios que afecten a la integridad territorial del Estado o a los


derechos y deberes fundamentales establecidos en el Título I.

d) Tratados o convenios que impliquen obligaciones financieras para la Hacienda


Pública.

e) Tratados o convenios que supongan modificación o derogación de alguna ley


o exijan medidas legislativas para su ejecución.

2. El Congreso y el Senado serán inmediatamente informados de la conclusión


de los restantes tratados o convenios.

Artículo 95

1. La celebración de un tratado internacional que contenga estipulaciones


contrarias a la Constitución exigirá la previa revisión constitucional.

2. El Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede requerir al Tribunal


Constitucional para que declare si existe o no esa contradicción.

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Artículo 96

1. Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados


oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus
disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma
prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del
Derecho internacional.

2. Para la denuncia de los tratados y convenios internacionales se utilizará el


mismo procedimiento previsto para su aprobación en el artículo 94.

2.- La jerarquía de los Tratados en el Derecho español

La Constitución ha omitido referirse expresamente a uno de los efectos de la


integración del tratado en el orden interno; su aplicación directa y no declara
expresamente la primacía del DI convencional, si bien puede inferirse de forma
indirecta en el párrafo final del art. 96.1 CE. Sustentado la primacía en el propio
derecho internacional que refiere que el Estado está obligado a respetar sus
compromisos internacionales aceptando la superior jerarquía del Derecho
Internacional, independientemente de los preceptos de su ordenamiento interno.

Si un Estado dejara de aplicar un tratado aplicando disposiciones contrarias de


una ley interna, comete un hecho ilícito internacional e incurriría en
responsabilidad internacional ante la otra u otras Partes del Tratado.

En este sentido, España, como Estado, asume la responsabilidad internacional


por un eventual incumplimiento del tratado y no importa qué institución o poderes
del Estado haya violado el tratado (puede ser un órgano legislativo, ejecutivo o
judicial del Estado o de una Comunidad Autónoma u otras entidades territoriales
u organismos públicos). El incumplimiento del tratado es un hecho ilícito
internacional que se atribuye únicamente al Estado en su conjunto, debiendo
asumir éste la correspondiente responsabilidad internacional.

El Tribunal Supremo declaró en Sentencia de 21 de febrero de 1970, respecto al


valor de los tratados y su posición en relación a las Leyes, que "los compromisos
internacionales derivados de un instrumento expresamente pactado, llámese
tratado, protocolo, o de otro modo, tienen primacía en caso de conflicto o
contradicción con las fuentes del derecho interno que pudieran diferir de lo
estipulado". Posteriormente, en igual, la Sentencia del Tribunal Supremo de 1 de
octubre de 1996 declaró que "la primacía de las normas de Derecho
Internacional Convencional -llámese Tratado, Convenio o de otro modo-, como
puso de relieve la Sentencia de 27 de febrero de 1970, es clara en el caso de

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conflicto o contradicción con las fuentes de Derecho Interno que pudieran diferir
de lo estipulado en el Tratado o Convenio".

Por tanto, el tratado tiene un rango superior a la ley, derivándose dicha


conclusión del último inciso del artículo 96.1. Sin embargo, no todos los tratados
son de aplicación directa. En este sentido se hará necesario diferenciar entre
los tratados self-executing y not-self-executing.

Los primeros tienen cláusulas lo suficientemente precisas como para permitir


su aplicación directa por el juez y otros operadores jurídicos de derecho interno
(dictamen 984/93/927/93, de 9 de septiembre de 1993, apartado iii) los
segundos necesitan de leyes o actos reglamentarios internos para ser
operativos, aun siendo obligatorios desde su entrada en vigor.

El Consejo de Estado (Dictamen 46.901 de 7 de marzo de 1985) mantiene esta


doctrina cuando manifiesta que los tratados que no exigen autorización
parlamentaria no afectan a la materia de la reserva de ley, pues si contuvieran
materia legislativa serían inconstitucionales y si no la contienen, su rango es
inferior a la ley.

Un tratado válidamente concluido no es todavía fuente directa del derecho


interno español sino sólo fuente indirecta, para llegar a ser fuente directa
necesita el requisito de su publicación.

El tratado válido una vez publicado podrá crear obligaciones y derechos para los
particulares. A este efecto se le denomina "aplicación directa" del tratado sin
necesidad de una norma que lo desarrolle, pero sólo se producirá una vez que
el tratado se haya publicado y si la naturaleza del mismo lo permite.

El tratado concluido válidamente y publicado tiene, en todo caso, valor superior


al de la ley, aunque inferior a la Constitución, por lo que podrá ser objeto del
recurso de inconstitucionalidad en el caso de violar un precepto de la norma
fundamental.

La publicación no es un requisito de validez ni de eficacia del tratado pero sí un


requisito para su aplicabilidad.

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En definitiva, en primer lugar, de la escala jerárquica de las normas de nuestro


ordenamiento jurídico se encontraría la Constitución, luego los Tratados
publicados, las Leyes Orgánicas, las Leyes Ordinarias, los Decretos-Leyes, los
Decretos Legislativos, los Reglamentos aprobados por el Gobierno y expedidos
por Real Decreto y los reglamentos aprobados por Orden ministerial. Como
complemento de las normas anteriores nos encontraríamos con la costumbre,
los principios generales del Derecho y la jurisprudencia.

En cuanto a la posibilidad de cesión de competencias constitucionales a otros


Organismos o Instituciones Internacionales, el art. 93 CE, como señala nuestro
T. Constitucional, es sin duda soporte constitucional básico de la integración de
otros ordenamientos con el nuestro, a través de la cesión del ejercicio de
competencias derivadas de la Constitución, ordenamientos llamados a coexistir
con el Ordenamiento interno, en tanto que ordenamientos autónomos por su
origen. En términos metafóricos podría decirse que el art. 93 CE opera como
bisagra mediante la cual la Constitución misma da entrada en nuestro sistema
constitucional a otros ordenamientos jurídicos a través de la cesión del ejercicio
de competencias. De este modo se confiere al art. 93 CE una dimensión
sustantiva o material que no cabe ignorar.

Producida la integración debe destacarse que la Constitución no es ya el marco


de validez de las normas comunitarias, sino el propio Tratado cuya celebración
instrumenta la operación soberana de cesión del ejercicio de competencias
derivadas de aquélla, si bien la Constitución exige que el Ordenamiento aceptado
como consecuencia de la cesión sea compatible con sus principios y valores
básicos.

Por lo expuesto y en virtud del art 93 CE y de la facultad que se establece, de


ceder competencias constitucionales a organizaciones o instituciones
internacionales, debemos considerar especialmente la importante sentencia del
Constitucional en pleno de 13 de diciembre de 2004. (TC, Pleno, R 1/2004, 13
dic. 2004 (Rec. 6603/2004) TC 1/2004 de 13 Dic. (Requerimiento 6603-2004,
sobre constitucionalidad arts. I-6, II-111 y II-112 del Tratado por el que se
establece una Constitución para Europa, firmado en Roma 29 Oct. 2004) en el
que somete a dictamen consultivo a través del procedimiento preventivo
contemplado en el art. 95.2 de la Constitución, en virtud de las posibles dudas
de constitucionalidad que surgen para la firma de la Constitución europea a
efectos de o bien revisar la Constitución o renegociar el Tratado, impidiendo que
las contradicciones advertidas no se produzcan con posterioridad a incorporar
dicho tratado a nuestro ordenamiento.

Las dudas planteadas se refieren a tres preceptos del Tratado, los artículos I-6,
II-111 y II-112. Además, el Gobierno requiere al Tribunal para que se pronuncie
sobre la suficiencia del art. 93 CE para dar cauce a la integración del Tratado en
el Ordenamiento interno o, en su caso, sobre el procedimiento de revisión
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constitucional pertinente para adecuar la Constitución al Tratado con anterioridad


a su integración.

Resolviendo en suma nuestro T.C que la proclamación de la primacía del


Derecho de la Unión por el art. I-6 del Tratado no contradice la supremacía de la
Constitución y que no existe contradicción entre la Constitución Española y los
arts. II-111 y II-112 del Tratado por el que se establece una Constitución para
Europa.

El Constitucional diferencia entre Primacía y supremacía como categorías que


se desenvuelven en órdenes diferenciados.

Mientras que la primera se desenvuelve en la aplicación de normas válidas, la


segunda se sustenta en el carácter jerárquico superior de una norma y, por ello,
es fuente de validez de las que le están infra ordenadas con la consecuencia
pues de la invalidez de éstas si contravienen lo dispuesto imperativamente en
aquélla. La primacía en cambio no se sustenta necesariamente en la jerarquía,
sino en la distinción entre ámbitos de aplicación de diferentes normas, en
principio válidas, de las cuales sin embargo una o unas de ellas tienen capacidad
de desplazar a otras en virtud de su aplicación preferente o prevalente debida a
diferentes razones.

El Tribunal Constitucional reconoce así mismo que nuestra jurisprudencia ha


venido reconociendo pacíficamente la primacía del Derecho comunitario europeo
sobre el interno en el ámbito de las "competencias derivadas de la Constitución",
cuyo ejercicio España ha atribuido a las instituciones comunitarias con
fundamento, como hemos dicho, en el art. 93 (CE. STC 28/1991, de 14 de
febrero, FJ 6, con reproducción parcial de la Sentencia Simmenthal del Tribunal
de Justicia, de 9 de marzo de 1978, y en la posterior STC 64/1991, de 22 de
marzo, FJ 4 a). SSTC 130/1995, de 11 de septiembre, FJ 4, 120/1998, de 15 de
junio, FJ 4, y 58/2004, de 19 de abril, FJ 10,

En todas ellas se reitera el reconocimiento de esa primacía de las normas del


Ordenamiento comunitario, originario y derivado, sobre el interno y su efecto
directo para los ciudadanos, asumiendo la caracterización que de tal primacía y
eficacia había efectuado el Tribunal de Justicia, entre otras, en sus conocidas y
ya antiguas Sentencias Vand Gend en Loos, de 5 de febrero de 1963, y Costa
contra ENEL, de 15 de julio de 1964, ya citada.)

Finalmente se reconoce la suficiencia del art. 93 de la Constitución para la


integración del Tratado en el Derecho español.

El Tribunal Constitucional como vemos se instrumenta en el mecanismo de


control de constitucionalidad de los tratados suscritos por España, y permite

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examinar el grado de compatibilidad de los instrumentos convencionales


celebrados por España con las disposiciones de nuestra Constitución.

Este control puede ser previo mediante el procedimiento constitucional dispuesto


en el artículo 95 CE, cuando el texto del tratado «estuviera ya definitivamente
fijado pero al que no se hubiere prestado aún el consentimiento del Estado», es
decir, en el período temporal entre la autenticación del texto del tratado y la
manifestación del consentimiento estatal en obligarse por el mismo. Uno del
ejemplo más relevante es precisamente el que acabamos de estudiar.

O el control puede ser posterior cuando ya se encuentra en, en cuyo caso ese
examen de constitucionalidad sobre tratados ya concluidos por España puede
realizarse a través de dos procedimientos, el recurso de inconstitucionalidad y la
cuestión de inconstitucionalidad

El control preventivo de constitucionalidad de los tratados en España sólo se


realiza cuando el tratado contenga estipulaciones contrarias a la Constitución
(art.95.1 CE), es decir, el control preventivo pretende eludir «la perturbación que
para la política exterior y las relaciones internacionales del Estado implicaría la
eventual declaración [posterior] de inconstitucionalidad de una norma pactada»
y ya vigente, pudiendo ser sometido por parte Gobierno y cualquiera de las dos
Cámaras legislativas (art.95.2 CE), las cuales podrán solicitarlo cuando el
Ejecutivo les haya sometido el texto del tratado a efectos de que autoricen la
manifestación del consentimiento español en obligarse por ese tratado.

En segundo lugar, el Tribunal Constitucional goza también de competencia para


ejercer un control a posteriori de la compatibilidad con la Constitución de
instrumentos convencionales ya concluidos, mediante los procedimientos del
recurso y la cuestión de inconstitucionalidad, pudiendo existir control de
constitucionalidad de los tratados tanto material (por razón del contenido) como
formal (por causa del procedimiento empleado).

Como vemos, El T. Constitucional ha proclamado un conjunto de límites


materiales ya implícitos en el texto constitucional, a la cesión competencial
recogida en el artículo 93 de la Constitución, que serían el respeto a la soberanía
del Estado, a las estructuras constitucionales básicas y al sistema de valores y
principios fundamentales consagrados en la Constitución, en el que los derechos
fundamentales cuentan con sustantividad definida propia (art. 10.1 CE).

Así por ejemplo la condición infra constitucional de los tratados impide que el
cauce del artículo 93 CE para la autorización parlamentaria de tratados por los
que se atribuya el ejercicio de competencias soberanas a una organización
internacional pueda ser aprovechado «como instrumento para contrariar o
rectificar mandatos o prohibiciones contenidos en la Norma fundamental», pues
«el tenor literal y el sentido mismo del art. 95.1, aplicable a todo tipo de tratados,

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excluyen con claridad el que mediante cualquiera de ellos puedan llegar a ser
contradichas o excepcionadas las reglas constitucionales que limitan,
justamente, el ejercicio de todas las competencias que la Constitución confiere.

La consecuencia es que aunque las Cortes Generales pueden ceder o delegar


el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución (art. 93 CE), sin
embargo, no pueden «disponer de la Constitución misma, contrariando o
permitiendo contrariar sus determinaciones, pues, ni el poder de revisión
constitucional es una «competencia» cuyo ejercicio fuera susceptible de cesión,
ni la propia Constitución admite ser reformada por otro cauce» que no sea el
establecido por el propio texto constitucional.

Por lo expuesto adquiere importancia relevante la clasificación de los tratados


internacionales a efectos de su tramitación parlamentaria, que podrá realizarse
por la vía dispuesta en el art 94, (que exige la autorización de las cortes
generales como ser Tratados de carácter políticos, militar, que afecten a la
integridad territorial del Estado o a los derechos y deberes fundamentales, que
impliquen obligaciones financieras para la Hacienda Pública. o convenios que
supongan modificación o derogación de alguna Ley o exijan medidas legislativas
para su ejecución) de los Tratados del art 93 que son autorizados por Ley
Orgánica, resaltando que La CE establece en su art 96 que para la denuncia de
un tratado se exige el mismo procedimiento que para su aprobación, debiendo
seguir para su derogación o bien el procedimiento señalado en el propio tratado
o bien las normas generales de Derecho Internacional.

Los restantes Tratados o convenios no incluidos en los supuestos anteriores


únicamente exigen al Gobierno que informe inmediatamente al Congreso y al
Senado de dicha conclusión.

La derogación de las normas contenidas en un tratado se puede realizar por uno


de los procedimientos de terminación o por enmienda, o modificación. La
Convención de Viena de 1969, reconoce, con carácter general, los
procedimientos para la modificación o terminación de los tratados y da primacía
a lo establecido por el propio tratado que es la regla también reconocida en
nuestra Constitución.

Entre los procedimientos de terminación de los tratados (consentimiento de las


partes, derogación tácita, imposibilidad de cumplimiento, cambio de las
circunstancias, etc.) la denuncia es la única a la que expresamente se refiere la
Constitución. La denuncia es una forma de terminación que se manifiesta de
forma unilateral por un Estado. La intervención del Parlamento en estos casos
es la garantía de la no modificación de los tratados que afectan a materia de
competencia de las Cortes Generales por un procedimiento diferente al de su
celebración.

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Pero la aplicación de la denuncia exige que se efectúa de conformidad con lo


establecido en el tratado estipulado, pues en otro caso la denuncia sería
inconstitucional. Es claro, además, que la denuncia de un tratado del artículo 93
exige ley orgánica y que la de un tratado del artículo 94 exige la autorización de
las Cortes.

Existen diversos instrumentos para superar las diferencias entre los tratados y
la Constitución:

El propio ordenamiento internacional ofrece el instrumento de las reservas.

Si no se puede hacer uso de las mismas, y se dudara de su adaptación al


derecho interno el art. 95.2 establece la posibilidad de un control previo de
constitucionalidad de los tratados internacionales o incluso posterior si ya
formase parte de nuestro ordenamiento a través de control por el T.
Constitucional ( art 161 ) , quien no podría declarar la nulidad del tratado , sino
declararlo inaplicable , pues los mecanismos para tal hecho deben fijarse en el
propio tratado y son ajenos a la declaración unilateral del Estado, si bien podría
acarrear consecuencias , como ser la de incurrir en responsabilidad internacional

Declarada la inconstitucionalidad por el T. Constitucional, España podría seguir


el procedimiento previsto en los arts. 65 a 68 CV o bien subsanar el vicio del
consentimiento iniciándose nuevamente, de forma correcta, el procedimiento
previsto en nuestra Constitución para la prestación del consentimiento.

Si la sentencia del Tribunal Constitucional determinara un conflicto entre el


Tratado y la Constitución por motivos sustanciales o inconstitucionalidad
intrínseca o interna, cabría entre varias opciones:

a) Concertarse con la otra u otras Partes para dar por terminado


o suspendido, total o parcialmente, el Tratado.
b) Modificarlo de común acuerdo en el punto en cuestión.
c) Si el tratado lo permite podría denunciarse, aunque la
denuncia no surtiría efectos hasta agotado el plazo de
preaviso, haciendo frente en todo caso a la responsabilidad
internacional a que hubiese lugar por el período de
inaplicación.
d) También se podría iniciar el procedimiento de reforma de la
Constitución a fin de hacerla compatible con el Tratado y, al
eliminarse el conflicto con la Constitución, el tratado podría
aplicarse plenamente. (arts. 166 a 169).

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Tengamos en cuenta la relevancia de la supervisión de dichos Tratados


internacionales en cuanto a su aplicación en España y su consideración como
tal, cuestión de debate que surge principalmente cuando es alegada por alguna
de las partes en un litigio, obligando a los jueces españoles a analizar los
aspectos sustantivos y formales de los instrumentos convencionales.

Normalmente en este sentido la jurisprudencia constitucional española es


uniforme en considerar como Tratados internacionales cualesquiera acuerdos
celebrados entre Estados sin mayor rigor formalista acerca de la manera de
expresión de la voluntad que hayan elegido.

En cuanto al contenido material de los tratados internacionales, la materia más


examinada en la práctica de la jurisprudencia constitucional ha sido la protección
de los derechos humanos, gracias al cauce interpretativo abierto por el artículo
10.2 CE, que contiene un mandato constitucional que obliga a interpretar los
derechos fundamentales y las libertades reconocidos en la Constitución de
conformidad con los tratados internacionales ratificados por España y con la
Declaración Universal de Derechos Humanos, ahora bien, la jurisprudencia del
TC ha rechazado en reiteradas ocasiones que el artículo 10.2 CE haya
constitucionalizado las normas internacionales sobre derechos humanos, en el
sentido de que tales reglas internacionales no sirven por sí solas ni pueden ser
invocadas como fundamento jurídico directo de un recurso de amparo, que, por
el contrario, ha de estar fundado en la disposición constitucional enunciadora del
derecho supuestamente vulnerado (arts. 53.2 CE y 49.1 LOTC).

Esto significa que el artículo 10.2 CE no ha otorgado rango constitucional a los


derechos y libertades reconocidos por los tratados internacionales si los mismos
no se encuentran también proclamados por la Carta Magna española.

La respuesta ha sido la contraria en la jurisdicción ordinaria pues el Tribunal


Supremo sí que otorga a los derechos fundamentales recogidos en un tratado
internacional el mismo trato que si se encuentran en normas de rango legal, con
todas las consecuencias inherentes. No obstante, el Tribunal Constitucional ha
recurrido numerosas veces a los instrumentos convencionales sobre derechos
humanos para concretar el sentido y alcance de los derechos fundamentales y
libertades recogidos en el texto constitucional.

Otro ámbito de las normas convencionales en el que se han producido


controversias en el contexto español ha sido la distribución competencial en
materia exterior entre el Estado y las Comunidades Autónomas.

La competencia para celebrar tratados internacionales le corresponde en


exclusiva al Estado con arreglo al artículo 149.1.3 de la Constitución, toda vez
que se considera una materia incluida en el apartado de «relaciones
internacionales», ahora bien, los diferentes Estatutos de Autonomía han

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otorgado a las Comunidades Autónomas una limitada y variable participación en


el proceso de formación de los tratados internacionales celebrados por España
(derechos de información y de instancia), y también en la práctica las
Comunidades Autónomas emprenden un cierto número de «actividades con
proyección exterior».

El art. 93 CE exige ser interpretado desde una dimensión estatal, en el sentido


de que, cuando la norma comunitaria afecte a una competencia del Estado serán
las Cortes o el Gobierno los competentes para su desarrollo o ejecución. Sin
embargo independientemente de ello el precepto resulta incompleto y poco
preciso por tres motivos:

 Ausencia de referencia al Poder Judicial. Parece evidente que incluso desde


la óptica del Estado también los jueces están llamados de manera preferente
a aplicar el DC y en ellos está descansando el control interno de su
cumplimiento.

 Ausencia de referencia a las CCAA. También se echa de menos en ese art.


93 CE una referencia a la aplicación del DC por las Comunidades
Autónomas. Las CCAA pueden aplicar el DC adoptando las medidas de
desarrollo y ejecución que sean necesarias para dar cumplimiento al mismo
en el ámbito de sus competencias.

 Ausencia de referencia al Estado en su conjunto. Si ese párrafo se refiere a


la garantía del cumplimiento, no sólo al cumplimiento en sí, tampoco es muy
correcta su redacción, pues la garantía o responsabilidad del cumplimiento
no es cierto que corresponda en unos casos al Gobierno y en otros a las
Cortes, sino siempre al Estado, al Estado en su conjunto, es decir, a España
como Estado miembro.

El Estado en su conjunto es pues responsable del cumplimiento del DC en


España, cualquiera que haya sido el órgano o poderes públicos que hayan
intervenido en su aplicación. Además de las competencias de control que tiene
atribuidas la Comisión sobre los Estados miembros y sobre los particulares,
todas las administraciones públicas y, de forma especial el poder judicial deben
velar por el cumplimiento del DC haciendo uso de todos los medios jurídicos a
su disposición.

En relación con la participación de las Comunidades Autónomas, el Estado


dispone de los instrumentos generales previstos en la Constitución para, llegado
el caso, hacer cumplir a las Comunidades Autónomas las obligaciones
establecidas por las normas comunitarias

En la proyección interior de las relaciones internacionales, como es el caso de la


aplicación interna de los tratados, esa actuación del Estado está sometida a la

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Constitución que “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las


nacionalidades y las regiones”, por lo que la distribución interna de las
competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas debe ser
respetada al aplicarse el tratado internacional. En este sentido, todas las CCAA
han asumido expresamente en sus Estatutos de Autonomía competencia de
desarrollo normativo y ejecución de los tratados internacionales en materia de
su competencia.

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Los actos de las organizaciones internacionales

Cuando una OI adopta normas jurídicas obligatorias los Estados miembros


deberán cumplirlas y velar por su cumplimiento. Sin embargo, las Constituciones
no hacen referencia a la inserción de los actos de las OI en el Derecho interno,
a pesar de la importancia significativa que han cobrado desde la segunda mitad
del siglo XX. La solución que se plantea en estos casos es la de aplicar el mismo
procedimiento de recepción que a los tratados internacionales, reconociendo a
estas normas jurídicas obligatorias la misma jerarquía que a los tratados.

En el Derecho español, al no regularse expresamente la cuestión, se debe


entender que son aplicables los arts 96 CE y 1.5 CC, de modo que los actos de
las organizaciones internacionales obligarán a España desde su entrada en vigor
internacional y deberán ser publicados oficialmente, o bien, dadas las
características de estas Resoluciones, también podrían ejecutarse mediante
normas internas.

La Unión Europea. -

Los Tratados constitutivos de las Comunidades Europeas han pasado a formar


parte integrante del Derecho interno desde la fecha de entrada en vigor pactada
en el Tratado de Adhesión de España y Portugal, es decir, el 1º de enero de
1986. La aceptación de los Tratados constitutivos ha implicado a su vez la
aceptación del Derecho derivado anterior y posterior a la adhesión, con la
obligatoriedad y eficacia jurídica establecida en los Tratados.

La exigencia de publicación oficial en España, que contempla el art. 96.1 de la


Constitución para los tratados internacionales y que es extensible análogamente
a los actos de los Organismos internacionales, ha quedado exceptuada por el
art. 93 de la Constitución para los actos de las Instituciones comunitarias. Desde
la adhesión de España a la Comunidad Europea esa competencia se ejerce
directamente por las Instituciones comunitarias que publican dichos actos en
lengua española en el Diario Oficial de la Unión Europea. No obstante, como
había que incorporar al Derecho interno el Derecho derivado adoptado con
anterioridad a la adhesión (el llamado acervo comunitario) y dado que había sido
publicado en otros idiomas, se llevó a cabo una publicación oficial y especial en
castellano en el DOUE, agrupando por materias todos los actos de las
Instituciones que estaban en vigor a 1º de enero de 1986.

Tanto los Tratados constitutivos de las Comunidades europeas (Derecho


originario o primario), como los actos de las Instituciones comunitarias (Derecho
derivado o secundario) gozan de primacía sobre las normas internas.

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Se puede apoyar la prevalencia de las normas comunitarias (originarias y


derivadas) en los artículos 93 y 96 CE. En virtud del art. 96 CE, los tratados
comunitarios y los actos de las Instituciones no pueden ser modificados,
derogados o suspendidos por normas internas, por lo que prevalecen sobre
éstas en caso de contradicción.

La aplicación interna del DC es una obligación de todos los poderes e


instituciones del Estado incluidas las Comunidades Autónomas, los municipios y
la Administración institucional. Sin embargo, esta obligación se enuncia de forma
confusa e incompleta en el párrafo segundo del art. 93 CE que únicamente hace
responsable de esta aplicación a las Cortes Generales o al Gobierno.

La unión europea por su parte establece que el Derecho de las Comunidades


Europeas, es directamente aplicable en los ordenamientos jurídicos de los
Estados miembros, con rango jerárquico superior a estos y de carácter
obligatorio y directamente aplicable.

Traemos aquí a colación el problema que presenta en lo que ya hemos


denominado self executing or non self executing.

Si el contenido del tratado es suficientemente preciso (disposiciones


directamente aplicables o self-executing) tendrá eficacia directa e inmediata y
afectará a los derechos y a las obligaciones de los particulares, debiendo asumir
los órganos judiciales y administrativos del Estado y de las Comunidades
Autónomas la vigilancia, aplicación y protección de los derechos y obligaciones
establecidos por el tratado.

En ocasiones los tratados o parte de sus disposiciones no pueden ser aplicados


directamente (disposiciones not self-executing). En estos casos, estos tratados
o disposiciones precisarán de un desarrollo legislativo, que corresponderá a las
Cortes Generales o al legislativo autonómico (cuando afecte a la competencia
de una Comunidad Autónoma) si la materia a la que se refiere el tratado es objeto
de reserva legal o exige modificación de leyes anteriores, o puede precisar de
un desarrollo reglamentario.

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Bibliografía

Orden Jurídico Internacional y Constitución Española. Antonio Marín López.

Derecho Internacional y Derecho Interno. El sistema, Constitucional argentino.


Arturo Santiago Pagliari

Reflexiones sobre la implementación de los tratados internacionales por los


tribunales domésticos: especial referencia a España. Alfonso J. Iglesias
Velasco.

La recepción del Derecho Internacional por los ordenamientos internos.


Juspedia.

El sistema Constitucional de fuentes del Derecho. José Luis García Ruiz, Emilia
Girón Reguera

Teoria General de Derecho Internacional. James Graham.

La incorporación de los Tratados Internacionales sobre derechos humanos en


España y Méxio.Jose Luis Caballero Ochoa. Porrúa, 2009

Webgrafía de estudio obligatoria:

TC, Pleno, R 1/2004, 13 dic. 2004 (Rec. 6603/2004) Declaración Pleno TC


1/2004 de 13 Dic. (Requerimiento 6603-2004, sobre constitucionalidad arts. I-6,
II-111 y II-112 del Tratado por el que se establece una Constitución para
Europa, firmado en Roma 29 Oct. 200

http://www.tribunalconstitucional.es/es/jurisprudencia/Paginas/Sentencia.aspx?
cod=15919

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