Bernardo Vega ha puesto a circular la descripción y el análisis más
amplio y mejor documentado sobre cómo y por qué Rafael L. Trujillo
llegó al poder en 1930. Se trata de “El ascenso de Trujillo al poder, 1929-1930.” Las fuentes utilizadas son muchas: documentos del entonces llamado “Archivo Particular del Generalísimo”, trabajado por primera vez por el autor y que estaban en el Palacio Nacional; los archivos diplomáticos norteamericanos, que incluyen la correspondencia del ministro norteamericano en Santo Domingo, además de su archivo privado y el diario del Canciller norteamericano. Igualmente, el hasta entonces no estudiado archivo de la Legación dominicana en Washington. Vega entrevistó a dos testigos excepcionales de los hechos: Joaquín Balaguer y Rafael Vidal Torres. “Si Estados Unidos no hubiera reconocido al gobierno de Trujillo, este hubiese pronto desaparecido, ya que el mecanismo norteamericano de control de las aduanas dominicanas entonces vigente era el que nutría el presupuesto”. De ahí el énfasis en el libro sobre el papel de Washington, incluyendo el de los infantes de la marina entonces estacionados en Haití y amigos de Trujillo. El autor recopiló todo lo citado por la prensa dominicana, norteamericana, puertorriqueña y venezolana, sobre acontecimientos del 1930, reproduciendo cientos de fotografías, algunas suplidas por la viuda de Rafael Estrella Ureña y por el Archivo Histórico de Santiago. Acudió también a los escritos de los exilados anti trujillistas. Es una historia triste y aleccionadora. Sus consecuencias fueron terribles. Transcurre además, dentro de la gran depresión económica de 1930 y el ciclón de San Zenón. Se trata de una edición ampliada de “Los Estados Unidos y Trujillo” que circuló hace 30 años. Se encuentra disponible en librerías. Títeres en agosto de 1929 se reemplazó al licenciado Rafael augusto Sánchez, en la cartera de Relaciones exteriores, con el licenciado Francisco j. Peynado. aunque se tomaron diversos pretextos para ese cambio el propósito perseguido fue allanar caminos a la reelección. asegurábase así la colaboración de quien tenía, como principal actor en el Plan de evacuación, autoridad moral para combatirla. Peynado no lanzó opinión alguna patrocinadora del continuismo, pero su silencio, y su presencia en el gabinete, implicaban, desde luego, un manifiesto conformismo con la reforma constitucional votada. Don Horacio, repentinamente quebrantado, con un ataque nefrítico y febricitante, leyó unas declaraciones: aceptaba la reelección. al siguiente día amaneció muy enfermo. Su estado se agravó rápidamente. Mientras Horacio Vásquez se debatía en Baltimore entre la vida y la muerte, Trujillo preparábase para adueñarse por la fuerza del poder si lo último acaecía. alfonseca tomó sus precauciones. Había oficiales fieles en el ejército, como el coronel Vásquez Rivera y el capitán Vallejo, asesinados más tarde por Trujillo, secretamente preparados para defender la constitucionalidad. el presidente Vásquez regresó de Baltimore el 5 de enero de 1930 en estado de casi invalidez. alfonseca lo impuso de cuanto acaecía. Los Ministros y Presidentes de las cámaras ratificaron sus afirmaciones. Todo estaba preparado para destituir a Trujillo. Pero sucedió lo inesperado. creía favorable a la reelección el equilibrio entre Trujillo y alfonseca, o prefería posponer para el nuevo período la solución del problema planteado. alfonseca no aceptó la beligerancia con Trujillo y guardó silencio en la entrevista celebrada entre los tres. en las de senadores y diputados horacistas hicieron numerosas alteraciones, de acuerdo con Trujillo, con quien secretamente estaban ya entendidos. el Presidente Vásquez, sospechaba de estrella, pero no de Trujillo, le ordenó a este último tomar las precauciones del caso. Sin embargo, el 23 de febrero de 1930 resolvió trasladar al coronel Simón Díaz, segundo jefe del ejército, de Santiago a la capital y enviar allí al coronel Ramón Vásquez Rivera. ese mismo día, domingo, ya combinados Trujillo y estrella ureña, a la una de la tarde, asaltó el general josé estrella la Fortaleza San Luis, de Santiago. estrella ureña asumió la dirección de la revolución, llamada cínicamente “Movimiento cívico”, lanzó la proclama de rigor, armó sus partidarios y organizó, con los camiones y autos del ejército y los que requisó, una marcha acelerada sobre la capital. Desiderio arias y Brache lo secundaron. Don Horacio, en convalecencia, se encontraba en el Hipódromo, presenciando las carreras, cuando recibió la noticia del alzamiento de Santiago. Regresó en seguida a la Mansión Presidencial y dio órdenes para sofocar la rebelión; pero Trujillo se encerró en la Fortaleza ozama, donde tenía acuarteladas las tropas, colocó en las posiciones de confianza a sus hechuras, o a los que como Simón Díaz se habían comprometido con él, y se negó a tomar medida alguna. Don Horacio, enfermo todavía, se sentía deprimido, no de temor, sino por su responsabilidad moral en haber dado lugar al alzamiento con su ciega confianza en Trujillo. Le aconsejaban al Presidente la renuncia. Se celebraron conferencias con el jefe aparente de la Revolución, estrella ureña, quien propuso la candidatura de Trujillo para la Presidencia interina. el general Vásquez, en un último intento por salvar al país del trágico destino que le aguardaba, prefirió nombrar al mismo estrella ureña, Ministro de interior y Policía, para que, por renuncia del Presidente y el Vicepresidente, asumiera la Presidencia, en virtud de la reforma constitucional votada en 1929. estrella se comprometió a llevar a su gabinete a tres ministros del Partido nacional y a garantizar elecciones libres. Los adversarios del régimen disfrutaban de la más absoluta seguridad en sus labores de propaganda política.