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Junto a la Iglesia de San Nicolás de los Servitas, forman una pareja única, por
ser las dos iglesias mas antiguas de Madrid y por tener las dos únicas torres de
estilo mudejar que se conservan. Ambos templos aparecen ya mencionadas en
el Fuero de Madrid 1202, aunque existen dudas acerca de si esta primera
iglesia de San Pedro, estuvo situada en el mismo lugar donde se encuentra a
día de hoy San Pedro el Real, que ese fue su nombre hasta 1891, como veremos
mas adelante, o por el contrario, en un principio estuvo situada cerca de Puerta
Cerrada, entre la Cava Baja y calle del Nuncio. En cualquier caso, lo que si
parece cierto, es que, la primitiva iglesia de San Pedro, fue mandada construir
por Alfonso XI en el siglo XIV, en acción de gracias por su victoria sobre los
infieles en el sitio de Algeciras el 28 de marzo de 1344, Domingo de Ramos.
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Y es justo en este punto, en los orígenes de San Pedro el Real, donde nos sale
al encuentro la primera de las leyendas en torno a este templo, según la cual,
la construcción de esta iglesia en el lugar que hoy ocupa, se debió a una
decisión de Alfonso XI que, muy enojado por la victoria de los infieles en una
batalla entre niños cristianos y moros, ocurrida el día de San Pedro, ordenó que
se destruyera esta parte de la morería y que en el sitio antes ocupado por una
mezquita, se edificara un templo cristiano dedicado a San Pedro. ¿Nos
quedamos con la realidad o con la leyenda?
La Latina (124)
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San Pedro el Viejo, presenta planta basilical con pequeñas naves laterales, con
la cabecera desalineada debido, bien a las formas del solar de la antigua
mezquita sobre la que se construyó, o a que se opto por seguir la alineación de
los otros edificios de la calle del Nuncio. El templo esta cubierto por bóvedas
de cañón en la nave central, con lunetos y ventanas, mientras las naves
laterales se cubrieron a base de bóvedas de arista. Sobre la capilla mayor
podemos ver una cúpula elíptica sobre pechinas, diseñada por Lorenzo
Hernández de Medina, mientras que la bola y la cruz del remate son de Juan
Calero, doradas por Clemente de Ávila en 1768. No obstante, el edificio se ha
visto arruinado y restaurado en tantas ocasiones, que finalmente ha terminado
por convertirse en una mezcla heterogénea de elementos y estilos
arquitectónicos decorativos difícil de clasificar, pero no exenta de encanto.
Incluso su esbelta torre mudejar presentó elementos de estilo herreriano a lo
largo de su dilatada historia.
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Junto a la torre, a los pies de la nave central, podemos ver una portada de
estilo renacentista, cerrada mediante una reja de hierro forjado realizada en
1776, que en la actualidad se encuentra cegada y sin la breve escalinata que le
daba acceso desde la Costanilla de San Pedro.
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Sobre la antigua puerta que daba acceso a la sacristía, podemos ver un escudo
de Madrid anterior a 1500, en el que ya aparecen el oso, representando a los
viejos pobladores y cazadores de Madrid y el madroño como símbolo de los
agricultores.
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Asimismo, merece la pena destacar la hornacina con la imagen del Santo Niño
del Remedio, el magnífico órgano barroco realizado por el maestro Pedro
Liborna Echevarría en 1709, un Cristo crucificado de gran belleza y
expresividad, situado a la derecha de la capilla de la Virgen del Perpetuo
Socorro, así como algunas lápidas situadas en las paredes del templo, como la
de un caballero de la Orden de Calatrava, de nombre Rodrigo de Vargas, quien
dejó un juro de 32.500 maravedíes para que lo den en pan cocido a los pobres
de esta iglesia, o la lapida perteneciente a un nuncio apostólico, fallecido en
1754.
Leyendas y misterios en torno a la iglesia de San Pedro el Viejo
Ocho siglos de historia dan para mucho y San Pedro el Viejo guarda entres sus
muros centenarios, algunos de los misterios y leyendas mas curiosos e
interesantes de la Villa y Corte de Madrid, como los exorcismos que se llevaron
a cabo en el siglo XVII, el misterio del caballero que apareció emparedado tras
uno de sus muros o las leyendas en torno a sus campanas.
“La iglesia de San Pedro el Real siempre llamó la atención por su pobreza, a
pesar de su antigüedad y el mérito. Incluso tiene su leyenda, la cual dice que
existía una gran campana que por su tamaño y peso no se podía subir y una
mañana amaneció puesta y desde entonces tenía poderes para alejar
tempestades y tormentas, ante tal punto que cuando era utilizada decían
“huyamos, que tocan la campana de San Pedro”. (Pedro de Répide – Las calles
de Madrid)
“Venid, viejas, a San Pedro, / venid, que ya está el beato / Andreini con hisopos /
preparado a sacar diablos” (Francisco de Quevedo y Villegas)
Otro de los misterios de San Pedro el Real, es la historia del emparedado, que
se narra en el libro “A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia
de su antigüedad, nobleza y grandeza”, del Licenciado Jerónimo de Quintana,
clérigo presbítero, notario del Santo Oficio de la Inquisición y rector del
hospital de La Latina, que nació y vivió en Madrid a caballo entre los siglos XVI
y XVII.
Gerónimo de Quintana
Cuenta el siniestro hallazgo, que tuvo lugar en el siglo XVI, que tras
derrumbarse uno de los muros de la sacristía de San Pedro el Real, apareció la
momia de un hombre que había sido enterrado de pie. El cuerpo estaba
perfectamente conservado con su peto, su espaldar y sus ropas intactas, sólo
la cabeza, al no haber sido embalsamada, se encontraba en mal estado. Fue tal
el asombro y la sorpresa que produjo tal hallazgo, que se decidió exponerlo
durante unos días para que los siempre curiosos madrileños pudiesen
contemplar al misteriosos caballero, hasta que finalmente volvieron a darle
cristiana sepultura en el mismo lugar donde apareció, aunque en la actualidad,
no se tiene certeza de que siga enterrado entre los muros de San Pedro ya que
no hay ninguna inscripción o lápida pueda seguir emparedado tan misterioso
caballero. Nunca se pudo averiguar quien era, aunque se cree que debió
tratarse de un personaje importante, al haber sido enterrado de pie y con sus
armas, una forma de enterramiento habitual entre los nobles.
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Hasta el siglo XVI hubo en San Pedro una campana de tal tamaño, que nadie se
explicaba cómo podía haber sido izada hasta lo alto del campanario. La leyenda
asegura que los obreros que debían izarla, al no encontrar forma humana de
hacerlo, agotados y exhaustos por el esfuerzo, decidieron seguir intentandolo al
día siguiente, dejando la campana apoyada contra uno de los muros de la
iglesia, hasta encontrar una solución a tan grave problema. Cual no seria su
asombro, cuando, a la mañana siguiente los vecinos del barrio se despertaron
sobresaltados debido a los tañidos de la gigantesca campana, que había
aparecido colocada en el campanario sin que nadie pudiera explicar ni quien, ni
como, ni cuando. Afirman las crónicas del lugar que la campana de San Pedro
gozaba de merecida fama en la Villa y Corte de Madrid. Se hacía sonar para
espantar nublados, rotativas de lluvia, anunciar epidemias, ahuyentar los
espíritus diabólicos… y aseguran que, a veces, se volteaba sola, aunque lo mas
verosímil y probable, es que algún sacristán fuera pagado por los agricultores,
que tenían en San Pedro su propia capilla, bajo la advocación del Cristo de las
Lluvias que sonasen cuando les resultaba conveniente, lo que hizo que
rápidamente se corriera la voz de que, las campanas de la torre de San Pedro el
Real, destruían las nubes de pedrisco que tanto daño hacían al campo.
Finalmente, una madrugada de 1565, tan gran campana termino por quebrarse,
debido a su enorme peso. De sus piezas fundidas se hicieron dos campanas
mas pequeñas que estuvieron en el campanario de San Pedro hasta 1801, año
en que fueron sustituidas por la actual, aun mas pequeña.
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Se trata de una imagen de Jesús Cautivo, conocida por todos los madrileños
como Jesús el Pobre, llamado así para diferenciarle del Jesús de Medinaceli.
Una talla de madera policromada para vestir, esculpida en Sevilla a finales del
siglo XVIII, cuya autoría se atribuyó durante mucho tiempo al escultor de
Archidona afincado en Sevilla, Juan de Astorga Cubero. Aun no teniendo
constancia cierta de la autoría de la talla, lo cierto es que las facciones de
Jesús el Pobre, muestran los esquemas delicados y elegantes del artista
sevillano, recordando en algunos de sus rasgos faciales, como la caída de los
párpados, la afilada nariz o los labios entreabiertos, como si estuviera a punto
de hablar, a algunas de las tallas realizadas por este artista. 1812 fue
trasladada a Madrid como regalo de María Joaquina de Benavides Pacheco,
condesa de Santisteban y duquesa de Medinacelli, que hasta entonces la
custodiaba en la sevillana Casa de Pilatos.
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Ambas imágenes salen los Jueves Santos en procesión por las calles del
Madrid de los Austrias, y la escena de los costaleros, sacando casi de rodillas a
Jesús el Pobre, para no dañar la talla con el dintel de la puerta, acompañados
por la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Padre Jesús Nazareno El
Pobre, es una de esas imágenes imborrables que nos ofrece Madrid. Para sacar
la imagen de la Virgen del Dulce Nombre, de mayor altura que la de Jesús el
Pobre, es necesario que los anderos se pongan de rodillas y avancen
lentamente soportando el peso del paso, lo que obliga a que la mitad de los
anderos tengan que retirarse. Al finalizar la procesión, tras aproximadamente
siete horas de recorrido, en la plaza de San Pedro, se encuentran las dos
imágenes, inclinando los anderos la imagen de Jesús a modo de reverencia
ante la Virgen, su madre.
San Pedro el Viejo, con su esbelta y sobria torre mudéjar, es uno de los pocos
edificios madrileños, que nos permite retroceder en el tiempo, hasta una época
en la que Madrid, ni tan siquiera era aun Villa y Corte y mucho menos, capital
de España.