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Giralda
LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI
La catedral fue simbólicamente finalizada con la colocación de la última piedra en la parte superior
del cimborrio en 1506. Sin embargo, los trabajos de construcción prosiguieron durante las décadas
posteriores, ampliándola, reformándola y añadiendo elementos renacentistas. En esta labor participaron los
arquitectos Diego de Riaño, Martín de Gainza, Asensio de Maeda y Hernán Ruiz, quien edificó el remate de la
Giralda en 1593.
En la actualidad, la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla es la mayor catedral gótica cristiana
en cuanto a superficie. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987 y Bien de Valor
Universal Excepcional en 2010.
2.- LA CATEDRAL DE SEVILLA DURANTE EL RENACIMIENTO
2.1.-ESTANCIAS DE LA CATEDRAL
De las muchas salas y estructuras que posee la catedral de Sevilla en su interior, aquellas
correspondientes a la época renacentista son algunas de las más reconocidas de la misma, como la Sacristía
Mayor, la Sala Capitular y la Capilla Real, cuya construcción se inició como una serie de dependencias anexas
al templo gótico en 1528; o la Sacristía de los Cálices y las Capillas de los Alabastros, iniciada su construcción
en el periodo gótico previo y terminadas definitivamente a lo largo del siglo XVI.
A continuación hablaremos brevemente de cada una de las estancias mencionadas.
Sacristía Mayor
Se encuentra adosada a la octava capilla de la nave de la Epístola. Se trata de una construcción
realizada a lo largo del siglo XVI, supuestamente en el año 1528, según el proyecto del arquitecto Diego de
Riaño. Sin embargo, investigaciones recientes atribuyen su autoría a Diego de Siloé y su edificación a Martín
de Gainza entre 1535 y 1543.
Construida con ornamentación plateresca 1 y soluciones técnicas novedosas para su tiempo, consta
de una planta de cruz griega de brazos cortos sobre la que se construyó una cúpula sostenida por cuatro
pilares con pechinas2, donde se halla representado de manera escultórica El Juicio Final, dividido en tres
hieleras concéntricas que representan el Infierno, el Purgatorio y el Cielo, respectivamente.
1
Dicho de un estilo español de ornamentación: Empleado por los plateros del siglo XVI, aprovechando elementos de las
arquitecturas clásica y ojival (DLE).
2
Cada uno de los cuatro triángulos curvilíneos que forman el anillo de la cúpula con los arcos torales sobre los que
estriba (DLE).
DANIEL BORREGO REINA, MARÍA MADRIGAL FLORES Y SANDRA OSUNA DELGADO 2
Se encuentra rematada por una linterna 3 en cuyo techo hay un relieve de Dios Padre por donde
penetra la luz del exterior y en su interior se hallan algunas de las mejores obras de arte de la catedral,
destacando por ser de esta época el cuadro El descendimiento de Cristo (1547), de Pedro de Campaña.
Sacristía de los Cálices
En su construcción intervinieron diversos maestros de obras. Iniciadas estas en 1509 por el maestro
Alonso Rodríguez, pasaron por numerosas manos (e incluso estuvieron paradas durante un tiempo), incluido
Diego de Riaño, quién propuso un diseño nuevo en 1530 aprobado por el Cabildo, en el cual se incluía
también la Sacristía Mayor, la Sala Capitular y los Patios de los Oleos y del Mariscal; para finalmente, a la
muerte de este último, ser acabada de manera definitiva por Martín de Gainza en 1537.
Se trata de una estructura de planta rectangular de estilo gótico cubierta por una bóveda central
sobre arcos de medio punto con nervaduras 4 meramente ornamentales, elementos renacentistas añadidos
por Diego de Riaño.
En este recinto es donde se exponen algunas de las mejores obras pictóricas que posee la Catedral
como por ejemplo La virgen con San Pedro y San Pablo (Juan Sánchez de Castro), El Calvario (Juan Sánchez
de San Román), ambas de finales del siglo XV, o El nacimiento de la Virgen y La Adoración de los Reyes,
ambas de Alejo Fernández y realizadas entre 1508 y 1512, entre otras muchas.
Capillas de los Alabastros
Denominadas así por el material con el que están construidas, son cuatro pequeñas capillas situadas
en los muros laterales del coro. Iniciadas a partir de 1515 por el maestro Juan Gil de Hontañón, fueron
continuadas desde 1530 por Diego de Riaño, quién, como con la Sacristía de los Cálices, añadió al estilo
gótico original de su plano elementos renacentistas. Las cuatro capillas que conforman el complejo son: la
Capilla de la Inmaculada, la Capilla de la Encarnación, la Capilla de la Virgen de la Estrella y la Capilla de San
Gregorio.
Capilla Real
Anteriormente a la construcción de la actual Capilla Real, existieron otras dos capillas reales en la
Catedral de Sevilla, en las cuales se hallaban sepultados de manera repartida los restos de distintos
miembros de la realeza. No obstante, las dos capillas fueron derruidas en el siglo XV con el fin de construir
una nueva y única Capilla Real para la Catedral. Aunque la mayor parte de las obras de la Capilla Real ya
habían finalizado para 1575, los restos mortales repartidos entre las capillas precedentes no fueron
trasladados a la nueva construcción hasta 1579 bajo el reinado de Felipe II.
El inicio de la construcción de la nueva Capilla Real se demoró casi un siglo, debatiendo el cabildo
catedralicio con el maestro de obras, Alonso Rodríguez, sobre el tipo de material con el que debería empezar
a construirse en el año 1489, fecha en la que las obras aún no habían comenzado. De nuevo en 1515 el
cabildo catedralicio solicitó a los arquitectos Enrique Egas y Juan de Álava los trazos de la nueva estructura,
aunque algunos años después otros arquitectos como Juan Gil de Hontañón y Martín de Gainza presentaron
también otros proyectos, supervisado uno de ellos por Alonso Covarrubias. Finalmente, las obras no
comenzaron hasta el año 1551.
La construcción se encargó de manera definitiva mediante subasta pública a Martín de Gainza, quien
dirigió las obras con unas nuevas trazas y condiciones elaboradas por él mismo hasta el momento de su
fallecimiento en 1556. Sin embargo, para el momento de su muerte, solamente se hallaban edificados los
muros perimetrales y la venera del presbiterio, además de detectarse problemas con los cimientos. Fue
sucedido en 1557 por Hernán Ruiz el Joven, aunque las obras permanecieron interrumpidas hasta su
3
Torre pequeña más alta que ancha y con ventanas, que se pone como remate en algunos edificios y sobre las medias
naranjas de las iglesias (DLE).
4
Conjunto de los nervios de las bóvedas góticas (DLE).
DANIEL BORREGO REINA, MARÍA MADRIGAL FLORES Y SANDRA OSUNA DELGADO 3
reanudación en 1562. Bajo la supervisión de este arquitecto se construyó la bóveda casetonada 5 del espacio
central de la capilla y las portadas de ingresos a las sacristías. No obstante, Hernán Ruiz el Joven no pudo
concluir las obras, siendo estas finalizadas por los arquitectos Pedro Díaz de Palacios y por Juan de Maeda y
Asensio de Maeda, padre e hijo respectivamente.
La Capilla Real se encuentra entre las capillas del lado este, haciendo las veces de cabecera de la
Catedral. Consta de una planta cuadrada con ábside y dos capillas laterales, cubierta con una cúpula
semiesférica que descansa sobre pechines y dividida en casetones, decorada con bustos de reyes y discos, y
linterna realizada entre 1567-1569. El ingreso a su interior se realiza a través de un arco de medio punto
donde se alojan una serie de hornacinas que contienen imágenes de los Reyes de Judá, así como imágenes
de los cuatro Evangelistas y de algunos santos sevillanos, y las vidrieras laterales, realizadas por Vicente
Menardo en 1574, están decoradas con escudos reales. Junto al altar mayor se encuentran las imágenes de
San Pedro y San Pablo coronadas por la Visión de Isaías, elaborada por Pedro de Campos y Lorenzo de Bao.
Finalmente, como ya se ha mencionado previamente, la Capilla Real cumple con la función de
panteón guardando en su cripta los restos de miembros de la antigua monarquía, entre ellos: Fernando III,
Beatriz de Suabia, Alfonso X y Fadrique Alfonso de Castilla, alojados en una de las dos antiguas capillas, y
María de Padilla y su hijo Alfonso de Castilla, alojados en la otra, así como también Pedro I y Juan de Castilla.
Retablo Mayor
Por último, mención especial merece el Retablo Mayor de la Catedral de Sevilla, situado en la Capilla
Mayor en la nave central, de estilo renacentista. El Retablo de esta capilla constituye una de las obras más
destacadas de la historia del arte en general y de la Catedral en particular. Su construcción fue iniciada en el
año 1482, y en ella intervinieron los maestros Pedro Dancart, su diseñador, y Jorge Fernández Alemán,
Roque Balduque y Juan Bautista Vázquez el Viejo, siendo este último quien la concluyó.
Se trata de una gigantesca obra de arte de estilo gótico en la que destacan la escultura de un
crucificado, conocido como El Millón, y una pequeña imagen de la Virgen de la Sede, titular y patrona de la
Catedral, a la que da nombre. Es considerado el mayor retablo de la cristiandad. Su construcción se realizó a
lo largo de 80 años, quedando definitivamente finalizado en 1564.
El diseño original de Pedro Dancart era un retablo de 20 metros de altura por 18 de ancho dividido
en 7 calles verticales, 4 cuerpos de altura y un banco en la parte más baja, conteniendo en total 28 escenas
de la vida de Jesucristo y la Virgen. En 1550 el Cabildo decidió añadir dos calles laterales a cada lado en
ángulo recto a las ya realizadas. Esto supuso la ampliación de los relieves, ascendiendo a 44 escenas. Esta
segunda etapa, iniciada en 1550, concluyó en 1561.
El conjunto se completa con un dosel a modo de techo, el centro del cual es una piedad 6 flanqueada
por representaciones de los apóstoles. En la cúspide se sitúa el ya nombrado Cristo del Millón y debajo de la
Virgen de la Sede colocada en el centro del banco se halla un sagrario de plata realizado por Francisco de
Alfaro en 1593. Se trata de un recipiente de forma semielíptica con varios relieves de figuras de profetas
debajo y ángeles arriba. La Capilla Mayor, donde se encuentra el retablo, está cerrada por una gran verja
dorada de hierro forjado diseñada por Francisco de Salamanca y costeada por el arzobispo Diego de Deza y
fabricada en la primera mitad del siglo XVI.
La grandiosidad del retablo queda recogida por el historiador del arte José Gestoso y Pérez:
«El espíritu se abisma al considerar el prodigioso alarde de trabajo material y de inventiva que representa
aquel verdadero mundo del arte, sus colosales proporciones, el esmero y delicadeza de su talla, los infinitos
5
Relativo al casetón: elemento constructivo poligonal, cóncavo, moldurado y con adornos, que dispuesto en serie
constituye el artesonado (DLE).
6
Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de Jesucristo descendido de
la cruz.
DANIEL BORREGO REINA, MARÍA MADRIGAL FLORES Y SANDRA OSUNA DELGADO 4
pormenores con los que está enriquecido, que se escapan a la más penetrante mirada, y el exquisito gusto que
en toda la obra se advierte, producen un verdadero asombro».
Sala Capitular
La Sala Capitular de la catedral comenzó a construirse en 1558 bajo el mando de Hernán Ruiz
Jiménez y fue concluida en 1592 por Asensio de Maeda. Esta sala, de forma elíptica, puede ser considerada
una de las mejores representaciones del Manierismo arquitectónico español.
Bajo su bóveda los miembros del cabildo catedralicio debatían acerca de cuestiones religiosas y
seculares. La disposición oval y el abovedamiento de la sala facilitaban la expansión de la voz y la visibilidad
de todos los integrantes. Pero la Sala Capitular no solo fue dotada de estas características arquitectónicas
favorables, sino que también lo fue de un conjunto iconográfico de gran valor artístico, proyectado por el
canónigo Francisco Pacheco, a quien tendremos el placer de presentar líneas más abajo.
La finalidad de este conjunto pictórico y escultórico era mucho más que la decoración de la sala: el
objetivo era exaltar las virtudes que debían poseer los canónigos que allí se reunían. De este modo, en el
primer cuerpo de la sala, entre los pies de las columnas que la circundan, se encuentran representaciones
iconográficas de las Virtudes, corporeizadas en las figuras de diferentes Santas, pinturas que fueron
realizadas por Pablo de Céspedes en 1592. Ya en el segundo cuerpo de la sala, hallamos una serie de relieves
escultóricos realizados entre 1582 y 1590 por Juan Bautista Vázquez el Viejo, Diego de Velasco y Marcos
Cabrera.
En torno a la bóveda encontramos lienzos que representan a distintos santos sevillanos, pero no
sería plenamente coronada hasta 1667, ya en el siglo XVII, cuando el cabildo encarga a Velázquez la
realización de algunas pinturas, destacando la imagen de la Inmaculada (una tardía donna angelicata) que
preside la Sala.
Descendiendo de la bóveda, llegamos a la solería, colocada en 1591 e inspirada en la que fue
diseñada por Miguel Ángel para el Campidoglio de Roma, sobre la que reposan un magnifico sillón y el
escaño del secretario, tallados en madera de caoba por Diego de Velasco.
2.2.-EL CABILDO CATEDRALICIO
Si no hay nada que desmerecer a la espectacular decoración de la Sala Capitular, motivada por el
más profundo sentimiento cristiano y ensalzada con la incorporación de los más puros elementos
renacentistas que circulaban por Europa, más relevante aún es el entramado de pensamientos, propuestas y
decisiones que sobrevolaban la atmósfera de la sala.
En efecto, el Cabildo, órgano regente del templo más importante de la ciudad, se encargaba, desde
su creación tras la conquista de Sevilla por Fernando III de Castilla, de la atención pastoral y de la gestión de
una catedral que adoptó precisamente su forma actual por iniciativa misma del Cabildo.
En mitad de una ciudad cargada de un gran fervor religioso (“Nada de lo humano le era ajeno [a
Dios]. Nada de lo divino le era extraño. Todo era religión", afirma el Profesor Núñez Roldán), el Cabildo se
hallaba provisto de una firme estructuración: el Deán, el Arcediano, el Chantre, el Maestreescuela, el
Tesorero, el Arcediano de Écija, el Arcediano de Jerez, el Arcediano de Reina (cargo de Maese Rodrigo de
Santaella, fundador de la universidad de Sevilla y gran humanista), el Arcediano de Niebla, el Arcediano de
Carmona y el Prior de las Ermitas, todos designados por el Arzobispo.
Este grupo constituyó una élite tanto por su procedencia social y su poder económico, como por su
nivel cultural, pues muchos de ellos fueron graduados universitarios.
Comencemos a analizar la nómina de los nueve arzobispos sevillanos en el siglo XVI, quienes
tuvieron una vida culturalmente activa, aunque hay que reconocer que algunos no dedicaron tanto tiempo a
las cuestiones de la archidiócesis por compartir la dignidad de arzobispo con la de Inquisidor General.
Se abre el siglo XVI con los dos últimos años del arzobispado de Diego Hurtado de Mendoza y
Quiñones, tío del poeta Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco y nieto del Marqués de Santillana. Tras su
muerte, lo sucedió en el cargo Juan de Zúñiga y Pimentel, quien, antes de acceder a esta dignidad, fue un
gran mecenas de su época y amigo de Elio Antonio de Nebrija, quien escribió en el palacio propiedad de
Zúñiga muchas de sus obras, entre ellas la Gramática española y las Introducciones latinas, ejemplar este
último que recibió exclusivamente de manos de Nebrija.
Pero si Zúñiga fue gran amigo de Nebrija, Diego de Deza (Inquisidor General y arzobispo entre
1505/1509-1523) no lo fue tanto de sus escritos. Así, ordenó que fueran confiscados por las ideas del
lebrijano acerca de aplicar el método filológico a los textos de la Sagrada Escritura. Junto a ello, impulsó unos
estatutos de limpieza de sangre, colaboró en la expansión de la Iglesia en el Nuevo Mundo, contribuyó con
sus rentas en la decoración de la Catedral y fundó el colegio universitario de Santo Tomás, que compitió con
el Colegio de Maese Rodrigo.
En 1523 lo sucede en el cargo de arzobispo e Inquisidor General Alonso Manrique, hermano del
poeta Jorge Manrique. Representante de la jerarquía sevillana que defendía las ideas erasmistas, Manrique
combatió con la secta de los alumbrados y atenuó la gravedad de las penas contra los moriscos. Con todo,
fueron numerosas las víctimas de su acción como inquisidor, destacando entre ellas a San Juan de Ávila y
Alfonso de Virués.
Tras el arzobispado de García de Loaysa y Mendoza, confesor de Carlos V y presidente del Consejo
de Indias, en torno a 1546 llega al cargo el Inquisidor General el arzobispo Fernando Valdés, autor del Índice
inquisitorial de libros de 1559, que incluía obras de Erasmo de Rotterdam, fray Luis de Granada, San Juan de
Ávila, San Francisco de Borja y Juan de Valdés, entre otros. Además, tomó medidas contra ciertos focos
luteranos de Sevilla.
Lo suceden Gaspar de Zúñiga y Avellaneda, Cristóbal de Rojas y Sandoval (ambos participantes en el
Concilio de Trento) y Rodrigo de Castro Osorio, cuyo arzobispado cierra el siglo XVI sevillano. Castro Osorio
fue, además de gran mecenas del humanismo, un hombre de gran generosidad, que trabajó en provecho de
los más desfavorecidos.
Junto con esta nómina de arzobispos, participantes en mayor o menor medida en los aspectos
culturales de la ciudad, a lo largo del siglo XVI, Sevilla gozó de otros muchos canónigos de renombre: desde
7
Seise: cada uno de los niños de coro, seis por lo común, que, vestidos lujosamente con traje antiguo de seda azul y
blanca, bailan y cantan tocando las castañuelas en la catedral de Sevilla, y en algunas otras, en determinadas
festividades del año (DLE).
8
Ministro secular en las iglesias catedrales, que asistía acompañando a los que ofician en el altar, coro, púlpito y otros
ministerios, llevando en la mano una pértiga o vara larga guarnecida de plata.
DANIEL BORREGO REINA, MARÍA MADRIGAL FLORES Y SANDRA OSUNA DELGADO 6
el ya nombrado Maese Rodrigo hasta Diego López de Cortegana, Baltasar del Río, Constantino Ponce de la
Fuente y el licenciado Francisco Pacheco.
Diego López de Cortegana (1455-1524) fue un gran humanista en el seno de la Iglesia católica. Tras
haber cursado sus estudios en Sevilla, alcanzó la dignidad de canónigo y arcediano de la catedral y llegó a
ser fiscal y secretario de un tribunal de la Inquisición (a partir de 1481) y capellán de la Reina. A finales del
siglo XV se trasladó a Roma, donde desempeñó funciones diplomáticas en la corte papal. Se cree que fue
entonces cuando despertó su interés por los clásicos grecolatinos. Sin embargo, fue a causa de un incidente
burocrático por lo que tuvo que abandonar su cargo de inquisidor, lo que le permitió desarrollar el cultivo de
las letras.
Así, en 1516 realizó una edición de la Crónica del Santo Rey Don Fernando. Igualmente, realizó tres
traducciones: las de El sueño de la fortuna y el Tratado de la miseria de los cortesanos, de Piccolomini, y de la
Querella de la paz de Erasmo, siendo esta una de las primeras traducciones del flamenco en lengua
española. Mas es sin duda su obra más influyente en las letras españolas su traducción del Asno de oro de
Apuleyo (Sevilla, 1513), versión libre, pero elegante, que servirá de modelo para la traducción de otros
textos clásicos y que llegó a ser la primera versión íntegra europea del texto latino que llegó a ser impresa.
Pero sobre todo será de gran importancia esta traducción para el nacimiento del embrión de la novela
picaresca española: el Lazarillo de Tormes de 1554.
Pasemos a continuación a analizar brevemente la figura de Baltasar del Río (1480-1541), quien
impulsó la creación de la Capilla de Escalas de la catedral. De origen converso, fue arcediano de la catedral y
nombrado por León X obispo titular de Escala durante su estancia en Roma. En 1516 llega a la capital
hispalense con un obsequio: una reliquia de San Clemente, en cuya festividad se había recuperado Sevilla de
los musulmanes. Con todo, será durante el arzobispado de Manrique cuando ofrecerá a la ciudad el más
preciado obsequio procedente de Italia: las justas literarias, de gran importancia en la poesía posterior y en
cuyos primeros certámenes de poesía en latín y en castellano estuvo presente hasta el mismo Alonso
Manrique. Como afirma J. Gil en Los conversos:
“Fernando Colón y Baltasar del Río, los más cultivados y ardorosos patronos del Humanismo que había tenido
la Sevilla del Quinientos”
De origen judío fue también Constantino Ponce de la Fuente (1502-1560), quien sufrió la
persecución de la Inquisición por ser considerado un “hereje-luterano”. Su obra autobiográfica, Confesión de
un pecador, es bastante objetiva y nos aporta pocos datos sobre su vida. Igualmente, las referencias que
hacen a su persona las Actas del Cabildo de la Catedral y los documentos inquisitoriales, son contradictorias.
Con todo, sí tenemos certeza de que realizó sus estudios universitarios en Alcalá de Henares, donde se
impregnaría de las ideas del humanismo cristiano. Mas fue la capital hispalense la que lo vio convertirse en
licenciado. Inmediatamente después de finalizar sus estudios, se vinculó al Cabildo y desempeñó una
importante labor de predicador en la Catedral al tiempo que publicaba obras catequéticas: Suma de doctrina
christiana (1543), Catecismo christiano (1547) y Doctrina christiana (1548). Pero su fama llegaría a oídos del
Emperador, quien lo nombró predicador real. Además, acompañaría al príncipe Felipe por toda Europa.
Con todo, comenzaron a surgir denuncias por parte de censores (“nunca habla a la clara”,
argumentaban) y sus libros se examinaron por sospecha de herejía, entrando muchos de ellos en el Índice
inquisitorial de Valdés en 1559. Todo ello, un año después de ser recluido en el castillo de San Jorge, donde
murió.
Prosigamos a continuación con el prometido análisis de la figura del licenciado, canónigo, humanista
y erudito Francisco Pacheco (1535-1599). Capellán de la Capilla de San Pedro de la Catedral, transcurrió su
juventud entre los más activos círculos poéticos de Sevilla, donde conocería a Fernando de Herrera y a otros
célebres poetas y humanistas. En 1568 el Cabildo escogió uno de sus epígrafes como inscripción
conmemorativa de la Giralda, al tiempo que le encargó la organización de la Biblioteca Capitular. En años