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MONOLOGOS FEMENINOS (DE MENOR A MAYOR DURACION)

LA RECETA (monólogo femenino)

Autor: Carlos Cazila


Tel 4-374-2841
15-4-172-8732

carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar

Ayacucho 670, 8°A, (1026) CABA, República Argentina

Personaje: MIRANDA, madre de adolescentes.

MIRANDA: ¡Hola a todos! En primer lugar, quiero agradecer la


invitación que me hizo la comisión directiva para poder compartir este
espacio, y ahora, para quienes no me conocen, que supongo que será
la mayoría, la mayoría de muy pocos, digo, empezaré por referirme a
lo más cercano, a mí, a la más exquisita de mis virtudes, reconocidas
por el público en general salvo unas minorías que no quiero ni
nombrar, porque modestia aparte, he sido destacada siempre como
una excelente cocinera, y tanto es así, que lo mío es todo receta. Y
vine hasta acá, preparada para hablar precisamente de este tema...
¡Pero no, no! Finalmente resultó que el tema de la jornada, consiste en
“¿Qué es una madre?” Menudo fiasco. Me cuesta pensar que la pifié
de tal modo, pero, ¿por qué desperdiciar esta oportunidad, si yo como
madre, debo reconocerlo, he sido siempre un ejemplo? Entonces, ¿por
qué no?, un ejemplo, decía. Un ejemplo que se forjó desde mi más
tierna infancia, cuando me cuidaba abuelita. Es que…mamá sabía
tomarse vacaciones bastante largas; a veces ni volvía, y abuelita me
guiaba con toda su divina templanza. Abuelita es una mujer de fuego,
y gracias a su ayuda, pude superar, uno a uno, todos los obstáculos
de la vida. Ella misma, desde muy temprano, se ocupó de enseñarme
que sólo se trata de juntar los dedos y entrar en alfa, y al igual que
esta sana costumbre, pude aprender muchas otras cosas más. ¡Y
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claro que sé muy bien qué es una madre! Mis hijos, por ejemplo, no se
parecen en nada a esos adolescentes que sólo se juntan a tomar
cerveza...Y pido disculpas si es que hoy no he sido demasiado puntal
en llegar, pero fue porque como siempre, yo lucho para mantener el
equilibrio y la armonía de mi hogar. Por supuesto que entré en alfa,
pero sucedió que tuve que salir detrás de mi nene menor, el chiquitín,
que estaba prófugo. El chiquitín, solamente, porque al mayorcito ya lo
habían agarrado, pero no obstante, encontré los argumentos
necesarios como para probar que es medio tarado y por eso no se lo
puede condenar, y entonces, mi buen inocente fue destinado a un
instituto de recuperación, y de ahí, si se pone empeño, se sale fácil. El
otro, el menorcito, les decía, es el que estaba prófugo, por eso me fui
hasta un aguantadero donde pude localizarlo y así, me lo pude traer.
Ahora lo tengo bien escondido, pero eso sí, en casa y con mamita…
¡No, qué voy a tener miedo de que vuelvan a escaparse! Yo estoy
completamente segura de mis hijos, más aún si están en casa,
además, completamente segura de mí, ya que con un poco de (hace
un gesto de dinero)… empeño, puedo demostrar que no representan
ningún problema social…La templanza la heredé de abuelita, les
contaba que es una mujer de fuego, a tal punto que ya pudo darse el
gusto de incendiar veinte geriátricos, pero si ese es su deseo, todo eso
es muy bello…Lástima que durante mi ausencia, mi marido no me
cuidó lo suficiente a las nenas. Porque resulta que mi marido no quiere
ver cosas malas. El, como yo, tiene una actitud positiva frente a la
vida, siempre en alfa, siempre en paz, siempre tranquilo, mejor dicho,
duerme todo el día. Si no fuera porque yo me ocupo de lo necesario…
Pero, durante mi ausencia, las nenas me quedaron un poquito
embarazadas. ¡Y eso que las había mandado a esterilizar junto con las
dos perritas! Y bueno, bienvenido sea el fruto de esos vientres, dicen
que las criaturas vienen con un pan debajo del brazo, ¡claro!, y tanto
es así, que salimos a anunciar que ganamos el loto. Figúrense si
convendrá venderlos, quiero decir, tenerlos… ¿Conflictos? No, el
único conflicto es que soy muy joven para ser abuela. Sigamos en alfa,
entonces. Yo estoy totalmente convencida de que mis dos tarados son
absolutamente inocentes, y que además, jamás beben cerveza. ¡No!
Ni pienso en mandarlos a esterilizar! Todavía es muy pronto. ¿Qué
son tan solo diez crímenes?: ¡Nada! Y retomando el tema de la
bebida, acá traigo una receta que hace mucho que practico: se trata
de un preparado que consiste en mezclar unas poquitas cosas. A
saber: una medida de whisky, dos de coñac, tres de vodka, seis de
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brandy, media botella de ron, vino abundante, ají picante… ¡Ah!, licor
de las hermanas, y por sobre todas las cosas, una pizquita de
azafrán… ¿Quién habla de incoherencias? ¡Yo me quejo de los
adolescentes que toman cerveza, no de los adultos que entran en alfa!
Y así, poco a poco y uno a uno, voy terminando con todos los
problemas, ¿Hay alguien que lo dude? Claro que no, ¿no es cierto?
Por eso, si tienen problemas con su hijos, les recomiendo que me los
traigan, que uno a uno, voy a ir terminando con todos, con todos los
problemas, uno a uno, a terminar con todos… (apagón) ¡Eh! ¡la luz!
¡por favor, la luz!

FINAL (2015-1999)

De chascos
Obra registrada
Autor: Carlos Cazila
Tel 4374-2841 15-4172-8732
carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar
Ayacucho 670, 8 A
(1026) CABA, Republica Argentina

PERSONAJE: CLARISIA (psicóloga)


CLARISIA: ¡Chascos! Chascos por todas partes! ¡Chascos, chasquidos y
chascarrillos! ¡Digan si no es un placer! Para que los que no lo saben, soy
psicóloga y esas palabras significan el sumun de mi análisis personal. ¿Cómo
no habría de analizarme si amo tanto al mundo Psi? ¡Psi! ¡Sí, sí, Psí! Para
muchos profesionales, las palabras son una delicia, y así nos pasamos el
tiempo haciendo jueguitos verbales con los pacientes. Jueguitos de palabras,
sí, que son tan divertidas que sirven hasta para jugar al escrabel…Y yendo
más a fondo, mi confesión ante ustedes es que caigo desconcertante a los
demás. La gente nunca termina de conocerme, y eso no es del todo bueno...
También puedo comentar que tengo distintas afinidades, y hasta se me ocurrió
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ir a Psicoanalizarme a París, adónde acude la gente más fashon. El plan


consiste en ahorrar un año o dos y sacar mango de donde sea, porque allá en
París es donde están los analistas más cul. Por eso me apuré a vender el auto y
las joyas de la abuela para poder concretar el sueño. Como es obvio, en París
se cobra lo que vale un buen análisis, y así, a una la atienden durante una
semana seguida y después vuelve al rancho y puede decir: Me analicé con
Miller, el iluminado…Bueno esto es lo único rescatable, porque después de
esa semanita, no tenía siquiera un centavo y solamente me quedaban ciertas
palabras que no terminé de captar porque de francés no entiendo una mierda.
Pero no me arrepiento de ese derroche, porque al fin y al cabo, fue una
experiencia muy…muy... francesa y que me dio motivos como hacer alarde en
ciertos ambientes. No me importa que algunas envidiosas me critiquen con el
argumento de que siempre fui calculadora pero al final me patiné la guita. Con
este antecedente, iluminada por el gran Miller, pude ingresar y estar a la altura
de los círculos más extravagantes de estas pampas. En esos cotorreos
vinculantes, decía las mismas pavadas que lo demás, y ahí también notaron
que aparte de mi labia, me distinguía por mi tendencia a sacar cuentas. “Soy
desconcertante, les decía. Los números no me han servido nunca, pero peor es
no saber nada”. Les resalté eso de “no saber nada”. Con eso les patié el
hígado….Un día, bebiendo y picoteando esas porquerías que se sirven en los
congresos, se me dio por conversar nada más ni nada menos que con la gran
Diana Rostropovich. Me encantó su charla y no puede quedar menos que
fascinada ante esa personalidad, esa ropa, ese busto, el maquillaje, su
intrigante manera de hablar… y así como quien no quiere la cosa, me preguntó
por qué digo que soy desconcertante. Le respondí que siempre fue así, que
quería que todos lo supieran, aunque no me sentía conforme con esto. Si es así
-respondió ella-, creo que hay algo de su análisis que no ha sido resuelto.
Conclusión, esta vez vendí hasta la casa para terminar en el diván de ella.
Diván de museo, consultorio decorado con exóticos ornamentos, objetos
carísimos, propios de un gusto muy…muy…, y tan es así, que etcétera,
etcétera, etcétera. Etcétera, por sobre todas las cosas… ¡Ah!, tenía un ventanal
ostentoso, sí…Y recuerdo una de esas sesiones en que afuera, en la calle,
había una feroz tormenta y el viento, que soplaba muy fuerte, hacía sonar ese
ventanal. Yo le dije que escuchaba algo así como un chasquido. ¿”Entonces
hay ruido”?, me preguntó. Me impactó, y cuando pensé en eso del ruido me
acordé de mi amada familia natal. Yo, hija única, la única mimada entre
sopapo y sopapo que me prodigaban mis queridos progenitores, y les cuento:
Papá era simpatizante de un movimiento de liberación, y mamá trataba de
alejarlo de eso mediante unos dulces mamporros, a los cuales él respondía con
algún que otro golpe de arte marcial, inspirado en el movimiento libertario de
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liberarse de mamá. Yo no hacía más que pensar en cómo podría impedir todo
ese ruido fatal de trompadas y patadas, cuando de pronto tuve una idea
repentina que me llevo a chasquear los dedos y así planeé algo que no
recuerdo. Sí, soy desconcertante. Solo sé que chasqueé, chasqueé, chic, chic.
Chic…“¿Chasquéo los dedos?” Preguntó enfática, “¿chasqueó, entonces?”, y
efectivamente, “Chasquidos” pasó a ser la palabra que la gran Diana me
señaló como primera revelación del análisis. A partir de ahí, y a diferencia de
nuestros encuentros anteriores, empezó a despedirme cada vez más temprano.
El “Dejamos acá, seguimos la próxima”, lo largaba cada vez más rápido.
“¡Dejamos acá, seguimos la próxima!”… y, sí, era desconcertante. Para
tratarme del desconcierto, había acudido a Diana Rostropovich y resultó que el
desconcierto lo estaba viviendo ahí mismo. Yo, aun tenía el presentimiento de
que podía esclarecer mi desquiciada psiquis, pero empezó a despedirme a los
diez minutos y a partir de ahí, no pude dejar de calcular la guita que estaría
juntando si atendía a esa velocidad. No obstante, sabía que debía apartar
crueles pensamientos, pero diez minutos… Y en el fondo, yo estaba negando
mi más intenso drama de pareja: Mi relación con Obdulio, de quien me separé
una tarde, y después de llorar a mares, caí como una autómata en el citado
diván de m…museo. También se trataba de una tarde tormentosa. Tormentosa
en cuanto a mi pasión y en cuanto al tiempo meteorológico, se entiende. Es así
como volví a oír chasquidos en la ventana, y para evitar lo que no podría decir
en solo diez minutos, se me ocurrió contar un mal chiste y entonces oigo un
estallido de risas sonoras :“!Ja! Ja! Ja!”… “¡Un chascarrillo”! y repetía:
“!Chascarrillos, Chascarrillos¡” y seguía en risa sostenida, “¡Ja, ja, ja, jo, jo,
jo!”...Oh, oh… me quedé sin entender, y después, muy pero muy cortante,
sentenció: “¡Chasquidos, Chascarrillos!” “¿Eso no le dice nada?”… Y ahí
nomás, cortó a los siete, siete minutos. Evidentemente, chasquidos y
chascarrillos eran palabras que podrían arrojar luz a mi análisis. No hubo
mucha. No sé si hubo luz ¿Ustedes qué piensan? Yo no sé, no sé, bueno, sí sé,
no sé, pero sé. Después de Obdulio, no había hecho otra cosa más que
conectarme con distintos incautos a los que terminaba haciéndoles una burla.
Es decir, al final les mostraba una foto horrenda y una chicana para ellos. Los
desconcertaba. Yo gozaba con todo eso, aunque quería dejar para siempre de
esa práctica, y ahora, la palabra “chasco” terminaba golpeando dentro, muy
dentro mío, como una obsesión. “¡Chasco, chasco, chasco, chasco!”, y ahí sí,
por fin, ¡me acorde! Me acordé que de chica, mi mamá me dijo que papá tenía
un pipí enorme, por lo cual, como es lógico, no hice más que espiarlo una y
otra vez, hasta que por fin lo vi, y ahí me llevé el chasco fundamental: Eso que
él tenía, era apenas de una porquería chiquita, y el famoso pipí era un loro que
trajo. Cuando lo conté en terapia, Diana sentenció: “¡Chasco, sí, chasco!”. “A
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partir de aquí puedo revelarle que usted es una mujer que se chasquea al ver la
caquita del otro”… dicho sea de paso, me avisó que me aumentaría cinco
veces el costo. ¡Cinco minutos, cinco veces el costo!, Ahí nomás pude ver la
caquita de ella, y empecé a despacharme yo… ¿Qué fue lo que le dije? ¿Qué
fue? Le confesé que la única verdad es que soy contadora, inspectora de
impositivas. “Inspectora, le dije y usted está evadiendo guita como la mierda”
al final lo confesé, se lo dije así, y entonces me fui con el desconcierto a otra
parte y el chasco… se lo llevó ella.

FINAL 2021
(Chasco final y fin de análisis)

AVATARES
Autor: Carlos Cazila

carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar

Buenos Aires, Argentina


4-374-2841
15-4-172-8732
OBRA REGISTRADA

Protagonista:
• Malena, una madre

MALENA:
¿Qué quién soy yo? ¡La madre, inquieta! ¿Yquién es ella? ¡La novia! ¡Y se
casó, nomás! ¡Cómo me voy a quedar
tranquila si está en manos de ese monstruo!...¡Un energúmeno!
¡Ay!...En fin, trataré de ordenar mi relato
para que pueda entenderse...¡¡Un energúmeno!!... Bueno, ella nació
esa mañana... Yo observé ese tierno capullito en su cunita rosada
con su ropita y cintitas también rosadas… “Ha llegado su pequeña”,
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me dijeron, y entonces tuve un presentimiento: «¡Nena!» «¡Debe


ser nena!»... «Y pertenece al género humano», me informó la niñera.
¡Qué emoción, que emoción la de aquel día! La bauticé
Circe. ¿Bonito nombre, verdad? Y ustedes saben cómo son los chicos,
y la alegría que una siente en su crianza, por lo cual voy a
obviar el detalle de los sopapos, pellizcones y picanas que fueron
necesarios...Le decía: ”¡Nena, no te arrojes por el balcón porque te
vas al Cielo!” Pero ella, en el fondo sabía que no
era cierto, no. La primera vez que se tiró,
rebotó en el toldo del verdulero. La segunda, ¡miren la astucia de
mi nena!: Antes de que abriera el comerciante, se lanzó, y fue a
caer encima de una predicadora enorme que todas las mañanas gritaba
con los brazos abiertos: «¡Venid!...¡Venid a mí!» Yo me enteré
de esto cuando oí sonar el timbre y la inmensa mujer, rodeada por
su séquito, aflojó los brazos y la dejó caer a mis pies. «¿Comprendés ahora lo
que son los golpes de la vida?», le dije. Pero no, ella no hacía caso y seguía
mirando hacia el balcón, debido a lo cual consulté a un
psicólogo que me aconsejó que lo mejor que podía hacer, era atarla a la pata
de la mesa. Y así lo hice, con una cadena, para estar más segura, porque una,
al fin y al cabo es una madre y tiene que cuidarla. ¡Aunque, recordando aquel
hecho pasajero de una tarde,
un cruel evento vino a desvelar mi profundo sueño siestero, cuando
escucho estrepitoso ruido, y corro al cuarto lindero!: ¡La mesa
destartalada y al demonio mi florero! ¡Qué tristeza de
petunias, claveles y aspáragus plumosos, en medio de
aquel enchastre asqueroso! ¡Fue entonces que lloré! Lloré
desconsoladamente y yo era una flor más, tirada en el suelo, una
flor de dolor, una flor de congoja, una flor de ...¡No! ¿Por qué pensar
mal?..Y así, embargada en la desesperación de contemplar mi mobiliario
destruido, me encontró luego el padre. Cenamos tranquilamente
en el suelo, en posición oriental; luego nos fuimos a dormir,
inspirados también en alguna posición oriental, ¡y fue ahí, justo, cuando
tuve otro de esos presentimientos! ¡La nena!, dije. ¡Hace diez
horas que no la veo! Presa de desesperación corrí al balcón y allí
estaba ella, tierna inocente, esperándome. Se había enganchado
con la cadena de la pierna, y suspendida en el aire, cantaba: «Los
lindos usan la azada, los feos usan el hacha, y yo me quedo
colgada porque mi vieja es una guacha»...Cosas de la infancia;
digan ustedes si no es perdonable. ¿Es perdonable, no es cierto?
¡Yo la reventé a patadas! Porque una es una madre...Y después, la
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tierna edad escolar..Recorrí miles de establecimientos para ver


dónde la depositaba, ¡y qué contenta me ponía al hacer yo misma
la tarea! ¡La cantidad de «muy bien diez» que me saqué! Y es
así que un día tuve la necesidad de conocer ese aula. Entré en la
clase, y al silbato de la señorita todos los chicos se levantaron como
resortes para saludarme, ¡qué honor! Al segundo silbato cayeron
como papas; yo, como recompensa, les dije: «¡No la llamen
mastodonte a la nena, se los pido de todo corazón porque a veces me
conmuevo y cualquier día de estos los destrozo!» La
maestra agregó: «¡Para eso estoy yo!» Ahí terminé de comprender
eso de la «segunda madre», que le dicen...¡¡Dos madres, no!! La
saqué de aquel lugar. Mejor que tuviera un maestro. Y al final
conseguí uno que era el ideal. ¡Ese rostro! Otro, con más cara de gil
no iba a encontrar, y así me tranquilicé…Lástima que por esa
época se me enfermaba un poquito...Tuve que cuidarla con esmero:
la llené de buches, desinfectantes, inyecciones, enemas, todo como
para que mi nena fuese la salud andante. Debido a esto fue que se
me desarrolló intelectualmente: Sí, ¡tenía apenas quince años, y ya
sabía sumar y restar! Pero no hay felicidad completa: Por desgracia,
una tarde descubrí que ya redactaba, y más, aún, logré arrebatarle
una carta que decía «Querido maestro, cara-carancho, metida
en mi casa, metida en mi rancho, lo veo pasar y es más hermoso
que un chancho»... «¡Más hermoso que un chancho!» ¿Comprenden
lo que esto significa?! ¡Ahhh! ¡¿Han visto algo más hermoso que un
chancho?! Entonces pensé: «Mejor que no estudie más, ya sabe
demasiado» La saqué enseguida de su quinta escuela diferencial y
debido a una de esas cartas, el maestro fue preso por corruptor.
Yo misma las redacté. Porque una es una madre, pero, traviesas como
son las criaturas, una tarde nos echó medio kilo de pesticida en la
sopa. Fue la experiencia más demoledora, en mi vida. ¡Fuimos al
baño como cincuenta veces! Pero con el tiempo uno se acostumbra, y
al tercer o cuarto día le dije: «¡Echá nomás, echá nena, que a
nosotros ya no nos mata ni el plan económico!» Pero todo eso
pronto pasó y volvió a ser aquella niña dulce, gracias a mi cariño,
que fue siempre su guía, sí. Y un día pensé: «La nena tiene que
terminar la primaria, sería una lástima que se quede sin un
título», para lo cual apelé a mi esfuerzo: rendí libre y fue
todo un éxito. La nena recibía el diploma de séptimo grado y recién
cumplía veintisiete añitos. Ya por ese entonces empezaron a atraerle
las fiestitas dónde se reunían sus amiguitas para bailar y hacer
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levantes. Yo le decía «Vos no podes, querida, vos no podés» Y


ella me preguntaba: «¿Si las otras bailan, por qué yo no?» Entonces
tuve que hacerle un vestidito para que saliera, un vestidito largo. Largo, sí,
para que le tapara la piernita ortopédica de cuando se quedó colgada en el
balcón,
pero la voz de mi conciencia me decía que todo eso era demasiada
ostentación. Mejor que siguiera estudiando. Y así lo hizo...
Todavía la recuerdo partir por las tardecitas con su largo delantal gris, aferrada
a mi brazo. En la puerta del colegio la besaba y allí la dejaba, y
dos horas antes, estaba yo, esperándola. Hasta que
un día pensé: «No es necesario que la cuide tanto. Circe, mi nena,
ya está bien castrada», pero un día de esos, el padre me dijo: ¿Qué tiene la
nena, Malena, ¿No ves una cosa rara que
una chiquilla de treinta años lleve tan pintada la cara?... Y fui
como un sabueso detrás de la huella de su zapatito: Cuando se
escapa del colegio bien tempranito, se va por detrás del barrio
provisorio, ¿y qué busca allí? ¡¡Un albergue transitorio!! Crucé la
puerta del hotel ni bien ella entró; interrogué al conserje y él
me contestó con aire muy natural: “¿Esa?” “¡Esa es casi profesional!”
Su padre encendió un toscano, le regaló otro a él, y yo a ella, con suma
amabilidad, un cinturón de castidad. Sí, mandé hacer una buena llave y la
guardé con esmero, ¡porque una es una madre! ¡Digan ustedes,
acaso, si no!...A ver si alguien es capaz de brindar tanto de sí
mismo…¿A ver si alguien es capaz de desnudar su alma como lo
hice yo? ¿A ver? ¡Desnúdense!...¡Ya ven que no es tan fácil!...Ella
pareció haber comprendido mis desvelos, y llegó así a la
conclusión de que lo mejor que podía ofrecer a los
hombres era su alma pura ...Bueno, el muchacho perdió interés y
yo me puse contenta porque no iba a enganchar ninguno más...¡¡Sin
embargo, ocurrió!! Y tenía apenas cuarenta años cuando me dijo:
«¡Mamá, me enamoré de Aquiles!» Aquiles era un joven que ella
había conocido en «renguitos anónimos» Yo, presa de rabia,
mascullaba maldiciones, pero ella insistía con Aquiles. No tuve más remedio
que invitarlo a cenar para conocerlo. y luego, algunos chimentos que le conté,
terminaron por espantarlo en su veloz marcha rítmica...
La nena lloró un poquito, es lógico, todas las criaturas lloran. Decía cosas así
como que nunca más iba a encontrar novio. Al escucharla, suspiré tranquila.
Ahora me sentía segura: Ella siempre al lado de su mamá,
que la acompañaba a la farmacia, a la iglesia, al psiquiatra...Y así,
metida en su hogar, se había revelado su verdadera vocación:
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Su interés por los chanchos. ¡Qué contenta pasaba las horas


en su práctico chiquero hogareño! ...¡Y ese aroma!...Yo, casi ni me
acordaba del cinturón ni de la llave…Ella, con sus porcinos, ¡pero
fue aquél día, terrible día que nunca olvido, cuando llegó el
energúmeno! Y pienso que todo esto no hubiera ocurrido si los
simpáticos animalitos no hubiesen contraído la triquinosis. Luego
de examinarlos, él se dirigió a mi nena y le dijo: «Tiene usted los
mejores cerdos del Mundo» «Gracias», le respondió, «Y eso
que no conoce a mis padres» «Mamá, te presento al veterinario
que ha salvado a mis mascotas» «Mucho gusto, joven, pero, ¿no tiene miedo
de que Circe lo transforme en cerdo?» … “-Oh, sería para mí, un
honor, bestializar con ella.” ¡La indignación me dejó muda, no
pude decir palabra, y para que yo no pueda decir palabra, tenía
que estar indignada!... «Nena, ¡¿estás segura de que te vas a casar
con ese hombre, con ese energúmeno ?!... «Si», me contestó resuelta,
«e iremos a vivir a un hermoso chiquero»... ¡Ahh! ¡Juntos a
un chiquero! ¡De ponto la envidié tanto! ¿Han visto ustedes algo
más hermoso que un chiquero?... Y por la noche yo recordaba al
energúmeno y me venían los sueños inconfesables. Desesperada,
despertaba al padre, como quien no quiere la cosa, a codazos,
patadas limpias y empujones «¡Gruñime un poquito, gruñime un
poquito!» «-¿¡Porqué no te vas a dormir al jardín zoológico?!», me
dijo!... ¡En cambio, ella…! ¡Se dan cuenta qué suerte tienen
algunas? ¡Y eso que me preocupé! Porque una es una
madre. Una es una madre y al fin y al cabo tiene que resignarse a
la felicidad de su hija …Por eso, al enterarme de que se casa,
no dije que iba a matarla... ¡Un energúmeno…! Pero ahí, en el mismísimo
altar, recordará que como yo, nadie la cuidó, y entonces gritaré triunfante:
¡¡La llave, la llave la tengo yo!! (Extrae gran llave, de su bolsillo)

.
FINAL
2021/1981
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(EN LA PAGINA SIGUIENTE, PAG ll SE PUBLICA EL MONOLOGO FEMENINO


“ESAS CHICAS TIENEN ALGO”.
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ESAS CHICAS TIENEN ALGO

AUTOR: Carlos Cazila


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carloscazila@gmail.com
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Buenos Aires, Argentina

OBRA REGISTRADA

Protagonista:
• Libertad Krontal: ex estrella del cine argentino, quien se halla en
circunstancias de brindar una conferencia.

LIBERTAD KRONTAL: Bien, señores periodistas, quisiera empezar por


decirles que hace rato que estoy esperando esta Conferencia de Prensa.
Digo hace rato, ya que hay algunos que llegaron como diez minutos
tarde, y yo he sido siempre muy rigurosa con los horarios, ¡una
profesional muy estricta, mis queridos! En fin, para no demorar
más, voy a comenzar. Estuve pensando mucho en cómo empezar
este racconto de mi vida y he decidido comenzar por el principio,
por una pregunta acerca de mis orígenes, o sea ¿de dónde vengo, de
dónde soy, por qué soy así como soy? Para responder a esta pregunta,
deberé remitirme a mi más tierna niñez y a una situación de
encierro. Sí, de encierro, aunque les cueste creerlo. Todos ustedes
saben que mi infancia transcurrió en una enorme mansión rodeada
de verde, de enormes jardines, muchos árboles, ¡y más allá, el río!,
sin embargo, siempre me sentí encerrada. Es extraño, nunca supe
por qué, no obstante, rescato el hecho de que hubo alguien que
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con su infinita ternura supo mitigar esa situación de encierro, y fue


precisamente abuelita. Recuerdo su tierna mirada, esos ojos que irradiando
amor se posaron sobre mi inocente cabellera enrulada. “Ricitos de oro”, me
decía, y es así como puedo contarles que gracias a ella, mis verdaderos
orígenes se forjaron en aquella compañía infantil que se llamaba
«La Pandilla del Marketing», adonde abuelita me llevó,
y yo se lo estaré eternamente agradecida, ya que ella se jugó por mí.
Ella era toda vida. Abuelita era una mujer de fuego. El calor, la pasión, corrían
por sus venas. Así, bajo su mirada comencé a dar los primeros pasitos de baile
en puntitas de pie, alrededor del leño del hogar, que era donde a ella le gustaba
que nos reuniéramos, alrededor del fuego familiar. Yo, también declamaba y
abuelita aplaudía, ¡aplaudía sin cesar! “¡Bravo, bravo!”, me decía, y así crecí
con esa ilusión, ese calor de sentirme mirada y amada... Años más tarde vino
la época de las baladas románticas, los vestidos vaporosos, los primeros tacos.
Y yo, con el ruido de esos tacos
quería distraer la atención de papá, aunque no era posible. Él siempre
fue muy responsable, siempre ocupado en sus negocios, todo
un hombre de empresa, reconcentrado en su trabajo...Recuerdo cuando
concurrí al primer estudio de cine, fui acompañada
por mamá. Abuelita ya no lo hacía, quizá habría presentido
que su cometido se estaba cumpliendo. Ella aun seguía con sus
eternas lecturitas al lado del fuego hogareño, y yo sé que satisfecha,
satisfecha por haber despertado mi vocación, pero, eso sí, yo siempre
al regresar le contaba toda la maravilla vivida...
Y quiero seguir con el relato acerca de mi primer prueba para el
Cine. Resulta que habían elegido un chico para mí, también debutante.
El tenía que venir a mi encuentro, a la carrera, con los brazos abiertos,
alcanzarme y abrazarme. En el momento de filmar tropezó con un
cable y se fue al carajo. ¡Corten! gritó el director, harto de su
propia ineficiencia. Claro que eso no significó ningún contratiempo para mí:
En esos años se usaban las ingenuas y yo tenía muchas posibilidades.
Yo era una ingenua y aún hoy lo sigo siendo... Luego, el chico llegó a
tomarme de la mano tiernamente, y simulaba besarme. ¡Basta por hoy!, volvió
a gritar el director. Pero esta vez había salido bien. Emocionada, busqué la
mirada de mamá; ella permanecía absorta, como no pudiendo creer en lo que
había visto “¡Puta!” Me gritó, a cambio. Esa fue toda su reacción, y aún a su
pesar, creo, y es que... pobre, ella no entendía demasiado qué cosa era el arte.
Anoten, señores periodistas,
ése fue mi primer beso, mi primer beso en la ficción, es decir, el
único importante. Por esa época yo no besaba. Me daba asco...
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“¡Esas chicas tienen algo!”, gritaron productores, directores, periodistas y


el público en general, dispuestos a lanzarnos, cuando nos vieron a las
tres juntas, porque fuimos tres las que triunfamos, “las tres ingenuas.”
Triunfamos por extraño designio del destino, ¡qué único y mágico fue aquél
encuentro en ese lejano concurso de belleza en los hoy desaparecidos estudios
San Pirincho! Nosotras ya teníamos un aura especial, algo sublime que nos
rodeaba, un halo sobrenatural y a la vez familiar, que impresionaba al
celuloide con luz propia, lo cual representaba una gran economía para la
Empresa, y puedo decir que fuimos tres elegidas para generar sueños y ser
felices. Por eso, ¿cómo olvidar aquellas primeras emociones en los estudios
San Pirincho? Aunque no todo eran rosas. Es que, esos estudios estaban
cercados por una villa miseria y cada vez que había que entrar o salir de ahí,
no había más remedio que cruzar esa maldita villa. Era muy peligrosa de
noche y yo me preguntaba: ¿por qué, por qué ese paraíso de luces y celuloide
estaba rodeado por un infierno semejante? Y justamente en esos tiempos,
hacía poco que debido a un mal negocio que hizo papá, ¿saben adónde fuimos
a parar?: a un barrio humilde. Pero me quedaba la esperanza. Me quedaba la
esperanza de dejar atrás tanta pobreza. Y toda la familia vivió la ilusión de que
yo los iba a sacar de toda esa miseria, ¡pero yo no podía entender, y a veces
me trastornaba eso de que para entrar o salir de aquel soñado lugar tuviese que
pasar otra vez por la villa! No importa, las Tres Ingenuas seguimos creciendo.
“La Gansa, la Monja y la Anguila”. Eran apodos que no trascendieron al
publico, pero en el ambiente nos conocían de ese modo. La Monja no era
ninguna santa, pero así la llamaban a María Angélica porque siempre andaba
con supersticiones y rezaba en todos los ensayos. La Gansa se merecía ese
mote por razones obvias y a mí me llamaban la Anguila. No sé, quizá porque
era la más flaquita, pero todas teníamos lo que hay que tener...
¡Eran bodrios, todos bodrios, los que hacíamos! Había directores
que no sé de dónde conseguían el dinero necesario para esas cosas,
pero a mí, lo único que me interesaba era que me llevaran a festivales.
¡Viajar, viajar y viajar, para no sentirme nunca más encerrada!
Recuerdo aquel viaje en que el presidente de la Nación nos despidió
a las Tres Ingenuas como máximos exponentes del cine argentino de ese
entonces ¡Nos condecoró! Nos puso una bandita de tipo presidencial.
¡Yo estaba en malla y el General rozó su cuerpo sobre el
mío! ¡Qué estremecimiento! ¡Y cuando me besó, en ese momento...! No
pude soportar el asco y... todo ese glorioso encuentro quedó filmado
en los noticieros de aquellos tiempos… ¡Pensar que todo era purismo en
esa lejana época de mi carrera! Yo me distinguía por mi belleza y el
intelecto de mis directores. En la ficción, fui la novia de cantantes de
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moda, futbolistas y de cualquier otro que pasara, no me iba a perder nada...


¡Hasta canté y bailé! Hice todo lo que se puede hacer... mal... Y por ese
entonces tenían que darle el premio como mejor actriz a una latinoamericana,
porque el festival se hacía acá, y era lo que correspondía. Habían decidido
premiarme a mí como “The Glory of Pampas”. Recuerdo que me pusieron una
peluca de india con una pluma encima, y en una de esas sublimes noches del
festival conocí a un conde, hijo de Anastasia, la misma que durante la
revolución rusa, para salvarse, se había escondido debajo del vestido de la
zarina, y el conde, en consecuencia, debajo del vestido de Anastasia. El me
invitó a pasear en un carro antiguo, alrededor de la rambla, y yo feliz, me
sentía como a bordo de una troica, como en aquellos antiguos carruajes rusos.
Esa noche cenamos perdidos en el puerto, y después, ya desnuda, me bañó con
vodka y mucho, mucho champagne. Desde ese momento tuve más claro que
nunca que nada era más hermoso que ser una princesa, y yo lo había sido
siempre. Por eso, tiempo atrás, cuando abuelita atizaba el fueguito en el triste
barrio, yo le decía “Abuelita, la princesita te va a sacar de acá”. Y ella sonreía
para sus adentros, reconcentrada en su libro sagrado y sabiendo que iba a ser
así...
“¡Una chica siempre recordará su primer beso!”, decía yo, al final
de la película. Y a lo largo de toda mi existencia, como nunca hubo un beso
verdadero, tampoco hubo uno primero, y por eso recuerdo a todos, que es lo
mismo que decir ninguno…. Lo que quiero comentarles, en confidencia,
es que sólo amé de veras a un hombre, a un solo hombre en mi
vida y no es ése que ustedes creen. Lo más terrible es que con él no
me puedo casar... Bueno, y hablando de casamientos, recuerdo
que en plena noche de bodas con Arnoldo, no podía contener
las náuseas que me producía cuando me quería besar. Yo sentía que
todo eso era inmundo. “Esto es un asco”, pensaba. “¡Esto es un asco,
estoy posesa de asco!”. Y no podía tampoco soportar el encierro que
me hacía sentir esa lujosísima habitación de hotel. A él tuve que
mentirle que estaba borracha y que se me iba a pasar si salíamos a
correr un rato. Me miró como si estuviera loca, pero lo convencí, y
cuando terminé de maquillarme como para salir, ya se había quedado
dormido.
Por suerte, por esa época me ayudó mucho el Dr. Barnis. Yo, a él le
contaba todo, y como contrapartida, él me hacía tomar un remedio para las
náuseas. Me recomendó además que hiciera un tratamiento psicológico
orientado hacia el control de esas náuseas, que era lo único que
andaba mal en mí. Yo no entendía nada, pero acepté porque en esa
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época se usaba mucho analizarse: “¡Usted no tiene psiquis!”, rugió el doctor


Barnis, en el rol de analista. Yo casi me estuve por preguntar qué habría
querido decir, pero en ese momento tenía que comenzar a filmar y ni siquiera
tenía tiempo para prestarle atención. Yo le hablaba, sí, yo le hablaba y él hacía
como que me escuchaba. Estaba por empezar a rodar “Estupro” y le
declamaba el libreto completo. Cuando lo terminé no fui
más. Ya no tenía ningún tema. Es que, ¿saben?, yo no tengo facilidad
de palabra, aunque esto en realidad, no importa. Yo nunca hablo por mí,
yo sólo hablo por boca de mis personajes...
Lo que no sé si les dije es que siempre he sido una pura. No
importa si en la ficción o en la realidad. Sí, sí, en algún momento he
sido una pura. ¡La pureza! Es una palabra que no debo olvidar. ¡Está
en todos mis libretos!...
Y mi infancia tuvo momentos bellos y otros, no tanto. Yo siempre
esperaba que papá se hiciera cargo de la miseria en la que nos
había sumergido. Jugador empedernido, nunca trabajó y se patinó
toda el dinero que gané. Nunca le voy a perdonar el haberse jugado
la casa. Pero, yo les contaba que me amparaba en el amor de abuelita,
que era una mujer de fuego. Ella se apasionaba en extremo cuando se
entregaba a sus lecturas, y a tal punto, que caía en verdaderos trances.
Ella sufría con frecuencia de posesiones demoníacas y había
obtenido un master en demonología en Transilvania, otro en Dublin y
otro en una región del Amazonas que no tiene nombre porque aún no
ha sido colonizada. Abuelita era la única de la familia que tenía
títulos, verdaderos emblemas, y eso de los trances no molestaba. Ya
nos habíamos acostumbrado a los gritos que pegaba y por lo tanto,
todo andaba bien...
Recuerdo que por ese entonces, la Gansa había caído en una razzia.
La tuvieron unos días internada para que se desintoxicara, y había que
pagar una fianza. Confieso que yo, a consecuencia de haber sido algo
jugadora como papá, jamás guardé un centavo, pero a una amiga no
le podía fallar, entonces les cuento que fui hasta el sanatorio. La vi
tan demacrada... Ella tenía mucho miedo de ir presa. Ese sería el fin de
su carrera, pero, en los medios se difundió algo así como que había sufrido de
agotamiento, estrés, a causa del trabajo. Nos abrazamos y lloramos juntas.
Con la fianza que llegó a pagar su familia, podía quedar liberada en ese mismo
momento, pero yo hablé con el médico y coincidimos en que lo mejor sería
que la dejaran internada unos días más. Era lo más conveniente, sí, sí, y la
película que ella tenía que empezar, no podía esperar, por eso hice el sacrificio
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y la protagonicé yo. Pero la ingrata no me volvió a hablar. Y... la gente es así.


Una no se puede complicar en pensar por qué...
Por ese entonces, lo más importante para triunfar consistía en ser
un enigma para el público. Nadie debía conocerme demasiado. Menos
aún me conocieron mis maridos. El segundo, el más famoso, ese sí,
ese sí que me conoció menos que los otros catorce, pero que se puso, se
puso. Gracias a él logré un buen pasar para toda la vida. Y está bien
que así sea. Hasta Marcelita, ese engendro de hija que tuvimos, heredó
una fortuna por parte de él. ¿Saben? Los tipos de guita bailan alrededor
de nosotras. Quieren estar en el jet-set. En primer lugar, para salir
en las revistas, después, para seguir saliendo. Entonces ¿tiene o no
tiene una el derecho de hacerse cargo de la situación? Y no crean que
es un trabajo fácil. ¿Ustedes piensan que es fácil hacerle creer a un tipo
que una lo ama y hacerse desear a la vez? Hay que ser una verdadera
actriz y saber qué ofrecerles y cuando entregárselo. Pero, eso sí, en
mi juventud eran otros, los magnates. Eran industriales íntegros, estancieros
soñadores... Tenían ideales. En cambio, hoy en día son mafiosos,
narcotraficantes, criminales...Pero lo importante es saber demostrarles que una
es más rápida que ellos (transición) aunque eso quede para mis sucesoras, y es
que yo siempre he sido una pura. Está en todos mis libretos...
Y en cuanto al amor, amé, sí, amé. Amé intensamente a un solo
hombre.¡Pero no me pregunten, no! Quizá en algún momento llegue
a confesar quién fue...
“¡Esas chicas tienen algo!” Así comenzaba una nota que trataba de
todos los fenómenos del cine argentino que florecieron en épocas
pasadas. “Esas chicas tienen que tener algo”, decía la gente, “porque
de lo contrario hubieran hecho otra cosa de sus vidas”. En ese tiempo
había secretarias, mucamas, costureras, en cambio, nosotras, claro que
teníamos algo. Teníamos inteligencia, sensualidad... Pero Alexander no podía
acabar si no lo besaba. Con él me costaba mucho trabajo, porque me
venían las náuseas y encima de asqueada me sentía encerrada, pero él
lo notaba, y se calentaba más, y gracias a todo eso fue que me eligió
para la otra película. Fueron momentos difíciles, aunque
productivos, pero cuando se me acercaba a la boca (con asco)
¡Ahh!...¡No puedo describirlo! (transición, con añoranza)¡Ahh!¡Qué tiempos,
qué tiempos aquellos! Pensar que poco después, no le tuve asco a
nada. ¡Pero!, ¿qué estoy diciendo? Yo nunca tuve asco. Lo hacía para
molestarlos, para enardecerlos. ¡Ellos creían que me compraban con
dinero! A mí nunca me compraron con dinero. Me llenaron de joyas,
pieles, dinero también, pero... ¿comprarme? ¿Qué compraron de mí? ¿Un
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pie? ¿Una teta? Tal vez me alquilaron una silicona por quince minutos,
pero nunca nadie pudo decir que me haya comprado completa. ¿Qué
saben ellos quien era yo completa?, ¿qué saben ellos quien soy yo? ¿Qué sé
yo quien soy yo? Creo que algún día me voy a detener a pensarlo,
cuando escriba mis memorias... Aunque, ¿para qué conocerse? Si lo más lindo
fue siempre no saber quién es una y así fue que pude encarnar todos los
papeles, y todos me salieron bien...
Y puedo decir que a través de todos estos años, una de las poquísimas
cosas feas que recuerdo fue la entrevista previa al filme “Locura en el
Inodoro”: lo más horrible de mi vida, nunca había tenido una experiencia
semejante...Con animales, drogas pesadas y otras cosas que no quiero
recordar. ¡No! No vayan a pensar que soy moralista, pero a causa de ese
episodio, ese día caí en una crisis, y desesperada recurrí a abuelita, que se
hallaba como siempre, junto al fueguito, en medio de una placidez infernal.
Cuando le conté todo, ella se estremeció; al instante sus ojos se inflamaron
y comenzó a gritar: “¡Malaya, cuervos y serpientes!” “¡Goce animalis,
goce bestiarum, more bestiarum, more ferarum!” “¡¡Mandrágora!!” “¡¡Has
conocido el goce demonicus, hija de Satanás!!” “¡¡Ah, Ñamengüí cachí
peló!!”... Era evidente que abuelita dominaba varios idiomas y todos los temas
sexuales la excitaban y la enloquecían.
¡Había entrado en trance demoníaco
cuando yo más la necesitaba! Ese día anduve como perdida, no sabía
siquiera dónde estaba...¡Ah! y me olvidaba de contarles un detalle, y es
que aquella vez, antes de la horrible orgía de la entrevista para la película,
yo me había separado de quien amaba de verdad. Y al final, ese día, no sé
cómo, aparecí en una fiesta del ambiente. Con mucho champagne, como me
gusta a mí, y lo único que recuerdo es que me encontraba radiante, plena de
esplendor, ¡y que vibraba, gozaba y bebía! Esa sucesión de burbujitas me
hacía cosquillitas en el alma y reí, reí como nunca! Después, no sé... Creo que
me encontraron tirada en la Costanera...
Lo que quiero decirles es que nada fue verdaderamente dramático en
mi existencia; además, yo puedo comprender todo, yo puedo entender
todo, todo, todo... pero, ¿por qué mis más preciados sueños en el Cine se
rodaban en un lugar cercado por una villa? Eso superaba el límite de mi
tolerancia y me golpeaba muy duro. Los coches no se podían detener ahí,
porque si paraban no se sabía qué iba a pasar, y a mí, todo aquello me
enloquecía, y eso que yo ya estaba viviendo en la opulencia, pero, ¡cuánto
odio, cuánta rebelión sentía cuando esos miserables marginales se arrojaban
sobre el coche, pidiendo limosna!, entonces yo le gritaba al chofer: “¡Apretá,
apretá el acelerador, apretá, apretá nomás, pasales por encima, hacelos
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mierda!”... Y tanto fue así, que una noche sucedió algo de eso, pero en esos
días yo no leía los diarios. El que se descontroló fue él, yo, jamás...Les cuento
estas cosas porque siempre fui una joya, para directores intelectuales. Nunca
pude soportar la bajeza, pero desgraciadamente, una vez falló el motor en un
pueblo de provincia. Se hizo la noche y no podíamos volver. Los del pueblo,
los que se habían acercado a ver la filmación, se negaron a ofrecer ayuda y
después nos dimos
cuenta de que nos iban a manosear (transición) Y también recuerdo
cosas más tiernas: La Monja tenía que rodar una escena donde acariciaba
un ramo de rosas... Yo, fascinada, miraba sus manos, aún más
tersas y sublimes que los pétalos de esas flores. Y cuando ella giró su
rostro de muñeca tal como se lo había indicado el director, el brillo de
sus ojos se acentuó con la luz y eran verdes, tan verdes como las hojas
de aquellas rosas, y yo entonces, lloré de emoción. Creí que nunca
había visto algo más hermoso en mi vida...Después, vino un tipo que la
agarraba de atrás y eso causó tal conmoción
en mí, que me dio un ataque como jamás pude imaginar. Empecé
a gritar y a romper todo, y debido a eso me tuvieron que sacar entre varios.
Más tarde, cuando estuve tranquilizada, recuerdo que la Monja,
con toda su dulzura, me acariciaba y me decía: “Pero mi amor, si esas
son las cosas que nos hacen ganar la vida”...
Si quieren que les siga hablando de mis maridos, les puedo contar que para
mí, el más importante fue el codiciado Shamikira. Fue él quien me
lanzó a la fama internacional. No sé si con otro hubiera hecho veintitrés
películas seguidas. Y si bien después se metió con una pendeja de teleteatros,
conmigo fue con quien hizo su último trabajo, y con orgullo puedo decir que
la que lo fundió fui yo. ¡Conmigo la fama y conmigo la ruina! ¡¡Ja, ja, ja!!...
Por esos tiempos, recuerdo que una vez, Marcelita, mi nena, ardía de fiebre y
me decía: “Quedate, mamá, quedate por favor, hoy no salgas”. Eso no
sirve. Yo misma le había suplicado eso a mi propia madre y sabía muy
bien que esas cosas no sirven, no sirven para nada. Mamá nunca se
quedaba en casa, y yo, ¿cómo me iba a quedar, si tenía que acostarme
con Jean Pierre? Todos hablaban de su belleza y de sus virtudes amatorias.
Eso causaba profundo deseo en las mujeres. Cuando lo conocí,
al igual que con todos, sentí asco, pero yo tenía que correr esa
noche a acostarme con él. Y la nena me preguntaba “¿Por qué, mamá,
por qué?” Yo trataba de explicarle, pero ella no me quería entender, no
quería entender que él era el marido de la Monja. ¿Cómo me iba a
perder la oportunidad de que él me mostrara las cosas que ella le
hacía?...
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Y estoy segura de que todo lo que me trastornaba, en realidad tenía


que ver con la villa y solamente con eso. Un día me puse muy nerviosa,
y estallé, así, de repente, y le grité al chofer: “¡Pará, pará!” Empecé a
arañarlo. Casi chocamos. Me bajé del auto. Los villeros miraban sin
adivinar qué pasaba y yo avancé a paso firme. Ahí, frente a ellos, me
empecé a desnudar por completo. Ellos entendieron, finalmente y... esta
vez no fue fiesta, en realidad me asusté un poco. Aunque, no llegaron a
terminar porque el chofer trajo a la Policía. Creo que tuvo razón,
porque estaban muy borrachos y habían empezado a golpearme... Eso de
los golpes me hace recordar la relación que tuve con mi padre. Sólo
aquella vez en que vibré con tantas burbujitas y que reí como nunca, pude
olvidar los golpes y los abusos de él, quien a pesar de que fue un hijo de
puta, es el ser a quien más quiero... Como les decía, amé solamente a un
hombre en mi vida, y ahora sí, les puedo confesar que ese hombre fue y
es mi padre. Mi padre... ¡Sí, ese ser sublime y maravilloso, ese amor, ese
canalla que me cagó la vida!... Después, con los años, empecé a escuchar
al Dr. Barnís, y en concreto, hoy puedo decir que gracias a él, pude
echarle en cara a mi padre que por culpa suya, y solamente suya, yo no
haya resuelto mi complejo de Edipo...
Y hubo una persona a la cual fingí un profundo amor cuando mi
carrera amenazó con declinar, después de que fui prohibida. Esa persona
creyó verdaderamente en mi amor y esa persona fue una mujer ¿Quién más
que una mujer podía creer que yo la amaba? Fueron diez años de
oculta pasión. No se podía dar a conocer. Una relación así hubiera
significado el final para mi profesión. No obstante, a mí me salvó. Fue
una mujer la que salvó mi carrera... Y hablando de mujeres, siempre
para mí fueron un interrogante, las mujeres. Yo también hubiera querido
ser una mujer de fuego. Abuelita era una mujer de fuego: antes de morir se
dio el lujo de incendiar seis geriátricos, pero eso sí, nunca me cerró la
puerta... La que cerró la puerta con mucho dolor fue la Monja. Yo no
sabía que ella estaba en la casa... yo había terminado de coger con
su marido, y cuando fui a salir, ella estaba justo ahí (transición) Y
hubo otras, como la estúpida de mi hija, que decía que yo era una
egoísta, que sólo pensaba en mí... Si supiera ella que todo me hartaba
y que yo no podía comprender sus reclamos... ¿Quien era ella, esa, que
todos decían que era mi hija, si yo nunca pude soportar ser madre?
Pero nadie puede decir que yo no haya sido una madre excelente
(transición). La Monja abrió para que yo me fuera, con un profundo
gesto de resignación, una sonrisa amarga y también una lágrima. No
sé por qué no volvimos a hablar... y después del suicidio de Marcelita
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aumentó mi sensación de encierro. Yo le había dicho “Pero, mi amor,


si esas son las cosas que nos hacen ganar la vida”... Y yo, ¿qué?, ¿qué
puedo decir? Yo hubiera preferido que fueran otras, otras cosas las que nos
hicieron ganar la vida, quizá recitar... ¡No! ¡Recitar no!, quizás cantar.¡No, no!
No sé. No quiero saber qué... ¡Quisiera no haber sido fotografiada nunca.
¡Nunca haber tenido un cuerpo, nunca nada! Aunque no podía soportar dejar
de llamar la atención, ¡pero llamar la atención me hartaba!... ¡No me acuerdo
nada! ¡No me acuerdo de ninguna película! ¡No fui de nadie! Pero no pueden
decir que no he vivido con intensidad. El goce estético todo, floreció en mí y
me hizo florecer. ¡La fama, ese duende sagrado, la luz, la gloria y la belleza
eterna! Todo, todo eso acompañado por el amor a ese único ser sublime y
glorioso... Y si el muy desalmado no viene a visitarme será porque he sido
demasiado sincera. ¿Será por eso que no viene a verme? Por eso mi sensación
de encierro ¡Por eso, señores periodistas, por eso quiero que le digan al
médico...! Las enfermeras también tienen llave. Yo, aquí me siento muy
encerrada. ¡Que me dejen salir! ¡Enfermera! ¡Que me dejen salir! ¡Enfermera!
¡¡Enfermera!!

FINAL
1999

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