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México

seco

El país enfrenta un problema de


falta de agua porque las reglas han
favorecido la poca coordinación, un
reducido presupuesto, así como la
concentración del agua en manos de
un puñado

VIRI RÍOS

Según las cifras oficiales, México nunca


había tenido mejor acceso al agua. El
96% de las personas tienen acceso a ella,
un incremento de 20 puntos en 30 años.
En el papel, México avanza hacia una
cobertura perfecta de agua potable.
Pero la realidad es distinta. Las cifras
oficiales consideran que alguien tiene
acceso al agua si su vivienda está
conectada a la tubería pública, sin
considerar si la tubería tiene agua.
Cuando se considera esto, la imagen de
México cambia: el país se está
secando.

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Desde 2006 a la fecha, cada vez menos


municipios han tenido acceso a agua
todos los días. Aquel año, el 61% lo tenía.
Ahora, solo el 33%. Hasta 2006, cada
año, el acceso al agua mejoraba, pero
ahora los avances se terminaron. Tener
agua diaria es un privilegio de cada vez
más pocos.

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En Baja California Sur los datos son


dramáticos. Mientras en 2000 el 76% de
los sudcalifornianos tenían acceso
diario al agua, ahora le porcentaje ha
bajado hasta el 24%. Durante 22 años,
cada día, 67 personas ingresaron de
promedio a las filas de quienes no
tienen agua cada día en ese Estado.

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La Ciudad de México también se ha


ido secando. En 2000, la alcaldía Milpa
Alta contaba con agua seis días a la
semana, ahora solo tres. Los pozos se
han secado o contaminado y los
ejidatarios de Milpa Alta se oponen a
abrir nuevos. Una gran cantidad de
milpaltenses dependen de colectar
agua de lluvia y de una red de docenas
de pipas que semanalmente envía la
alcaldía. En otras áreas de Ciudad de
México, como Tlalpan y Tláhuac, ya solo
se cuenta con agua cuatro días a la
semana. De hecho, salvo Benito Juárez,
la alcaldía más rica de la ciudad, no hay
un solo lugar donde los capitalinos
reciban agua diaria.

A nivel nacional, pocos casos son más


dramáticos que el municipio de Doctor
Arroyo, hogar de 14.000 personas en
Nuevo León. En 2006, el municipio
recibía en promedio agua seis días a la
semana; ahora solo uno.

Estos casos reflejan, en gran medida, lo


que pasa en todo México: sequía, falta
de inversión pública y soluciones
privatizadas insuficientes. Por ejemplo,
Doctor Arroyo con frecuencia tiene
agua, pero no tiene infraestructura para
extraerla. Como ha dicho el director de
Agua y Drenaje de Nuevo León,
Gerardo Garza, en una entrevista con El
Horizontal, a veces los pozos están
llenos de agua, pero no hay equipos de
bombeo para sacarla. El fenómeno se
agrava porque las sequías son cada
vez más comunes y largas. Con
sequías de hasta nueve meses, los
habitantes han reportado que están sin
agua hasta 80 días seguidos.

Paradójicamente, Doctor Arroyo


depende ahora de la filantropía de
Coca-Cola. La empresa, que tiene
concesiones para explotar 28 millones
de metros cúbicos de agua al año,
anunció la creación de una “olla
captadora de agua pluvial” para apoyar
al municipio. La olla es un hoyo grande
recubierto con una especie de plástico.
Cuando llueve se encharca con 18.000
metros cúbicos de agua (0,0006% el
agua que Coca-Cola tiene
concesionada). Con o sin la olla, las
tuberías de Doctor Arroyo siguen cada
vez más vacías.

México no debería tener un problema


de acceso al agua. En promedio, cada
habitante cuenta con 549 metros
cúbicos de agua por habitante al año,
una cantidad más que suficiente para
cubrir los 50-100 metros cúbicos de
agua que la ONU recomienda por
persona.

La batalla más grande, al


guerrero más débil

Si México enfrenta un problema de falta


de acceso al agua es porque las reglas
del juego están mal hechas y han
favorecido la falta de coordinación y
presupuesto y la concentración del
agua en manos de un puñado. Todo
empieza con la Constitución. En ella se
plantea que el Gobierno municipal
debe estar a cargo del servicio de agua
potable. Es decir, el nivel de gobierno
que tiende a ser estructuralmente más
pobre, menos profesionalizado y más
débil es quien tiene a su cargo uno de
los servicios más esenciales para la vida
humana. En México, hay miles de
gestores de agua que operan sin
coordinarse. Según el Censo
Económico, existen 2.826 organismos
operadores de agua. Algunos Estados,
como Oaxaca, tienen más de 200.

Estos guerreros débiles enfrentan la


batalla más grande del país, sin
conocerse entre sí y de manera
fragmentada. El trabajo es tan ingrato y
difícil que los directores de los
organismos operadores de agua no
duran en el cargo. En promedio
permanecen tan solo 1,7 años en su sitio,
según documentó Hugo Rojas,
especialista en agua. “Llegan y se van.
No pueden hacer casi nada”, dice.

A nivel federal no existe un regulador,


solo un ente responsable de otorgar
concesiones y asignaciones de agua: la
Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Así, nadie puede regular de manera
integral y centralizada aspectos críticos
para mejorar el acceso al agua, como la
obtención de información sobre la
prestación del servicio de agua o la
imposición de metas para mejorarlo.
Tampoco se puede crear un sistema
homologado para financiar la
distribución y reutilización del agua, o
determinar aspectos de planeación
urbana como dónde se deben poner
empresas o asentamientos urbanos
nuevos.

MÉXICO | Escasez de agua en Milpa Alta: u…

Un joven saca agua de un tambo en Milpa Alta.


Vídeo: GLADYS SERRANO

Los municipios tampoco tienen


presupuesto ni capacidad operativa.
Según la Asociación Nacional de
Entidades de Agua y Saneamiento de
México (ANEAS), los prestadores de los
servicios de agua y saneamiento
colectan anualmente 68.000 millones
de pesos en concepto de tarifas, apenas
lo suficiente para cubrir su gasto
corriente. No queda casi nada para
invertir. La falta de inversión es
parcialmente solventada por el
presupuesto federal. Sin embargo, los
recursos hídricos federales han venido
a la baja en la última década. En 2012, se
destinaban 57.000 millones de pesos en
acciones de abastecimiento y
administración del agua, así como
ordenación de aguas residuales, drenaje
y alcantarillado. En 2023, el
presupuesto aprobado ha caído 32% en
términos reales, siendo de solo 38.500
millones, según datos de la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público.

El gran abandono presupuestal del


agua ocurrió entre 2015 y 2017, cuando
se redujo en un 45%. Con el precio del
petróleo a la baja, el Gobierno Federal
decidió dejar de subsidiar inversión
hídrica y tomarse en serio la idea de
que el servicio de agua era un mandato
del municipio. Fue entonces que, de
facto, la batalla más grande fue dejada
en manos de los guerreros más débiles.
A lo largo del sexenio, el presupuesto
hídrico ha aumentado en 9% (ejercido
2018 contra lo aprobado en 2023) en
términos reales, lo que hace que sea
menor que lo que se ejercía de
presupuesto en 2016.

La hidrocracia

Una de las principales batallas de los


activistas del agua en México ha sido la
creación de una Ley General de Aguas
que cree un marco legal adecuado para
coordinar y planear su manejo a nivel
nacional. Tan solo en las últimas dos
legislaturas ha habido al menos seis
intentos, pero todos se han venido abajo
debido a desacuerdos.

Un gran problema es el fuerte cabildeo


empresarial y de la agroindustria. Han
logrado convertirse en los dueños de
facto del agua en México sin que nadie
diga nada. En México, el 75% del agua va
a la agricultura, según datos de 2022 de
la Comisión Nacional del Agua
(Conagua), y la mayoría de esa agua es
manejada por medio de concesiones
otorgadas a Distritos de Riego que se
usan en la agricultura.

Los Distritos de Riego son organismos


privados que han dado vida a lo que la
organización civil Agua Para Todos
adecuadamente llama la hidrocracia. La
hidrocracia son “individuos, familias y
empresas que controlan las mesas
directivas de los titulares de las
concesiones” y logran así influir de
manera determinante en la distribución
del agua, los recursos públicos y hasta
las cuotas que pagan los usuarios. Su
poder es enorme. El 70% del volumen
de aguas concesionadas están en manos
de 2% de los titulares.

En ciertas partes del país, los distritos


de riego han acaparado tal cantidad de
agua que los gobiernos locales tienen
que rogarles que les vendan agua para
complementar el uso urbano. Tal es el
caso de Tijuana y su enfermiza relación
con el distrito de riego 014 que cada año
le vende agua. “El distrito 14 tiene
secuestrada a la ciudad” , reportó
crudamente el medio local Radar BC.

Las concesiones de agua son tierra de


nadie. Es imposible determinar si los
concesionarios están extrayendo más
agua de la permitida porque no hay
suficiente vigilancia. La Conagua solo
tiene 141 inspectores para cubrir
427.000 concesiones de agua. Esto se
presta a posibles explotaciones no
sustentables de los acuíferos. En años
recientes, las concesiones de agua
incluso se prestan a la especulación.
Según el colectivo Agua para Todos,

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