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Matt (I)

Matt sostenía la ropera con una mano. Sudaba copiosamente, las gotas resbalaban por su
rostro afeitado. Entornaba los ojos, en busca del enemigo. El no-muerto salió de entre el humo y la
niebla, embistiendo contra el bardo, con intención de morder su rostro. El bardo lo esquivó a duras
penas, y desvió el mordisco con su rodela.
El calor por el fuego se estaba haciendo insoportable. “La Compañía del Arte ambulante”
estaba esa mañana trabajando en la feria de un suburbio de Tyrsalevia, y de repente, una espesa
niebla había descendido sobre la ciudad. Todo sucedió muy rápido; de entre la gente habían
empezado a surgir zombies y esqueletos, y otros engendros parecidos. Todos huían despavoridos de
la niebla, ya que pronto se dieron cuenta que si te tocaba, te convertías en no-muerto. El pánico se
había hecho con la ciudad.
Algunos de los artistas habían caído apenas la niebla empezó a expandirse. Otros con más
suerte, habían podido ir evitándola a medida que huían y peleaban contra los cadáveres animados
que surgían por doquier. Los gritos eran confusos, la niebla impedía ver más allá de unos pasos. La
ciudad era además pasto de las llamas.
Matt estaba tiznado de hollín, pero el abundante sudor dejaba ver su pálida piel debajo de la
capa de mugre. Propinó al zombi una, dos estocadas, pero no parecía inmutarse. Desde luego, una
ropera no era el arma más adecuada para pelear contra este enemigo, pero era la que mejor sabía
manejar.
La maestra de esgrima, Charlotte, enseñaba a los nobles de las ciudades por donde pasaban
lecciones con el florete, y Matt había aprendido con ella durante sus viajes. Sin embargo, el rival
con el que se estaba enfrentando ahora mismo, tenía poco interés por las estocadas y las técnicas
nobles que Charlotte enseñaba, y las perforaciones que Matt le infligía, en un corazón que no latía,
parecían importarle aún menos.
El bardo retrocedía calle a calle, edificio a edificio, en busca de la salida de la ciudad, pero
resultaba complicado orientarse dada la nula visibilidad. Conocía Tyrsalevia, había estado en más
ocasiones, pero no tanto como para orientarse a ciegas. Una nueva estocada, esta vez buscando con
desesperación el ojo de su oponente, con la esperanza de que todavía lo usara para ver, y nuevo
retroceso. Dobló una esquina, y casi tropieza con alguien. Se dispuso a atacar, pensando que sería
otro no-muerto, pero respiro aliviado al ver el rostro familiar de Natalie, una compañera artista.
Natalie era malabarista y trapecista, habilidades poco útiles para el combate pero muy socorridas
para huir de no-muertos.
- Voto a Tlekhal, y a todos los muertos, que empezaba a pensar que no quedaba nadie.
- Sígueme, botarate, nos vamos.
El muchacho siguió a la trapecista, y pronto se encontraron con lo que quedaba de la
Compañía de Artistas.. Miró a sus compañeros e hizo un conteo mental. Faltaban al menos una
docena. Corrió a abrazar a sus padres cuando los vio entre los demás.

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- ¿Y ahora? - preguntó confundido.
- Ahora, nos largamos de aquí. Y rápido – contestó Richard.
Los hermanos Bergomi, que eran hechiceros, conjuraron un teletransporte… que falló.
- ¡Cazzo! - dijeron al unísono. El teletransporte está bloqueado en Arrevignon. Probaremos en las
afueras.
La espesa niebla comenzaba a acercarse a los compañeros, imparable, incansable,
implacable. Se produjo un efecto mágico, y todos desaparecieron.

Cuando se materializaron en las cercanías de Arrevignon, caravanas de refugiados que huían


del país se apelotonaban a las afueras de la ciudad esperando su turno para entrar. Todos querían
salir del país, maldito por la Niebla, maldito por Fenris. En la ciudad no podían atender a todos los
que llegaban, y habían optado por cerrar las puertas. Era comprensible, ya que no había sitio para
más, y el miedo era libre.
La compañía pasó algunos días en el campamento de los refugiados, informándose de que la
Niebla avanzaba por todo el país, desde varios focos. Nadie sabía dónde se había originado, y se
tardó tiempo en conocer al responsable.
A las pocas semanas, la táctica de dejar fuera a los refugiados reveló no ser tan buena
cuando la niebla llegó desde el oeste y todos los refugiados que acampaban a las puertas de la
ciudad se convirtieron en refuerzos para el ejército del Nigromante casi de inmediato. Como era lo
esperable, el pánico cundió cuando gentes establecidas en improvisadas tiendas de campaña
empezaron a pudrirse en vida y a estallar mientras sus huesos salían de sus cuerpos, y la carne se
apelotonaba en horribles engendros. Tan sólo un leve roce de la Niebla era suficiente para
corromper de inmediato incluso al más pío sacerdote.
Matt, con algunos amigos y su familia, se abrió paso como pudo hacia la muralla, y en
medio de la confusión y el caos, consiguió colarse en la ciudad, que se preparaba desde hacía
semanas para el asedio. La desesperación hacía que montañas de hombres, mujeres y niños se
apelotonaran tratando de echar la puerta abajo, o de encontrar un resquicio por el que colarse.
Siguiendo a Natalie, la trapecista, que trepaba ágilmente por la montaña de gente, Matt logró llegar
a la parte superior. Aun quedaban unos metros hasta las almenas, así que aprovechando sus dotes
circenses, se impulsaron unos a otros hasta la parte superior del muro. Los guardias estaban
distraídos, y lograron encalomarse al muro desde donde arrojaron cuerdas a sus compañeros.
Algunos treparon, incluyendo su padre. Pero no así Sally. Cuando la semielfa agarró la soga, y
comenzó a trepar, una mano cadavérica tiró de su tobillo para abajo. De detrás de las murallas
empezaron a volar enormes piedras envueltas en brea, ardiendo, propulsadas por catapultas.
La poderosa voz arcana del archimago de la ciudad, Jean-Luc Voclain, desde lo alto de su
torre, comenzó a activar las protecciones mágicas de la muralla, y de repente, la soga de la que
colgaba Sally se cortó, haciendo que la semielfa cayese de vuelta a la gente y cadáveres

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amontonados. Su mirada de desesperación al ser engullida por la masa informe de carne pútrida fue
lo último que vieron Richard y Matt de ella.
Richard intentó arrojarse de cabeza a por su mujer, pero se golpeó con una barrera invisible
que impedía el paso de materia; no sabían cuan alto era el campo, porque las enormes bolas de
fuego continuaban surcando el cielo, pero ellos no podían superarla. Matt lo agarró de los hombros,
y lo abofeteó para que recobrase la compostura.
- ¡Padre! ¡No hay nada que hacer!
- ¡No, no! Prefiero morir a perderla, ¡dejadme bajar!
- No es cosa nuestra, padre. El archimago ha activado las defensas, ya no hay vuelta atrás.
- ¡Maldigo a Tlekhal y a los muertos!
- ¡Maldice en su lugar al responsable de esta niebla, quienquiera que sea! Por ahora, entremos en la
ciudad, y averigüemos si podemos salir por la puerta este hacia Fenectas.
Richard miró una última vez hacia Tyrsail, completamente desencajado de dolor, y elevó una
plegaria silenciosa por el alma de su amada.
- Si, será lo mejor. Vamos.
Habían sobrevivido tan sólo seis de los más de cincuenta miembros de la Compañía
ambulante. Richard, Charlotte, Natalie, Matt y los gemelos Bergomi, gnomos ilusionistas
zharghoshianos.
Los compañeros avanzaron entre los arqueros apostados en las almenas, que observan con
cara de terror los acontecimientos. Buscaron por donde bajar a la ciudad, y gracias a la pericia de
Natalie y la magia de los Bergomi, consiguieron abrirse paso hasta la plaza central, desde la que
buscaron la salida de la ciudad. Sin embargo cuando llegaron a ella, estaba cerrada a cal y canto.
No tardaron en averiguar, que del mismo modo que Arrevignon bloqueaba la llegada de
refugiados, las autoridades fenecias habían cerrado la frontera, sabedoras de que algo extraño se
cocía en las entrañas de Tyrsail.
Se buscaron la vida como pudieron las siguientes noches, robando comida y durmiendo
donde podían, haciendo turnos para hacer guardias. Richard no probaba bocado, y estaba
continuamente distraído, al punto de que lo excluyeron de las guardias nocturnas. Tampoco dormía
apenas, completamente devastado por la tristeza.
- Padre, no puedes seguir así. Madre se ha ido, pero nosotros debemos seguir adelante. Es lo que
ella hubiese querido.
- No tengo fuerzas, Matt. No quiero seguir luchando. Que vengan los muertos y me lleven. No me
importa.
- No digas eso, voto a tal. Honra la memoria de madre.
Richard se sacó de la mochila un tubo de madera.

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- Toma, hijo. Es el primer retrato que hice de tu madre cuando la conocí. Yo nunca podré olvidar su
rostro, y ahora, tú tampoco lo harás.
Matt tomó el regalo, y con mirada triste, acarició el rostro de su padre.
- Tienes su mirada – sonrió Richard entre lágrimas – y su espíritu. Al menos hay algo de ella vivo
en Athanae.
- Venga, padre. Luchemos un día más. Hazlo por ella.
Richard asintió, aunque Matt sospechó que no lo hacía de corazón. Nunca más volvió a ver a
su padre, ya que a la mañana siguiente, Richard había desaparecido del campamento. Lo buscaron
hasta la hora de comer, dando vueltas concéntricas alrededor del campamento, sin éxito. Se había
ido, y había hecho por ocultar su rastro.
- Continuemos buscando una manera de salir de esta cloaca – dijo Matt a sus compañeros – es
evidente que no quiere que lo encontremos.
El resto estuvieron de acuerdo. Por el momento, la niebla no era capaz de traspasar las
protecciones mágicas de maese Voclain, de modo que la ciudad estaba bajo asedio, cual ratonera,
cerrada por todos los frentes. Los días pasaban lentos en la ciudad. El grupo se había asentado en
unas improvisadas tiendas en un rincón de una callejuela. Desde allí hacían turnos para hacerse con
comida y para descansar. Las barreras levantadas por el archimago resultaron ser eficientes. Aunque
el hedor a tumba impregnaba la ciudad, los no-muertos no eran capaces de traspasar el invisible
muro mágico, en forma de cúpula. La luz del sol no era capaz de atravesar la niebla, que y la ciudad
parecía sumida en noche eterna, lo cual mellaba el ánimo de la gente.
- ¿Cuánto tiempo tendremos que estar en esta ratonera? - preguntó un día Natalie, visiblemente
abatida.
- No lo sé. No creo que los muertos tengan nada mejor que hacer – respondió con media sonrisa
Matt.
- ¿Cómo haces para mantener el humor en esta situación?
- ¿Y qué otra cosa puedo hacer? - se encogió de hombros el bardo – ¿Qué nos queda, si no es eso?
- Ah, no lo sé, Matt. Es el puto fin del mundo.
- Alguien le parará los pies al responsable, tarde o temprano. Qué sé yo, los clérigos de Tlekhal, los
de Finnalis, locos aventureros con sed de gloria. Alguien ahí fuera podrá hacer algo.
- ¿Y si no es así? - Natalie estaba al borde de las lágrimas.
Matt la abrazó con ternura, y la dio un dulce beso en la frente.
- Si no es así, al menos tenemos alguien con quien abrazarnos mientras el mundo se va al carajo.
Natalie devolvió el abrazo, agradecida por el calor, y ambos permanecieron así un buen rato,
hasta que se quedaron dormidos.

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Matt (II)

Cada día era tan deprimente como el anterior. Matt hacía lo que podía para levantar el ánimo
de sus compañeros, con canciones, poemas y cantares de gesta, aunque llegó un momento en que el
repertorio se terminaba. El archimago Voclain era quien gobernaba de facto la ciudad; sus órdenes
eran seguidas al pie de la letra tanto por los militares como por los civiles, y era también quien
informaba de lo que sucedía más allá de los muros, y no era alentador. No había visos de que la
Niebla fuera a remitir pronto, y el poderoso conjurador insistía en que había que “aguantar” hasta
que llegase la ayuda, ayuda que nadie sabía de dónde podría llegar.
Fueron seis largos y duros años. Al principio, la solidaridad frente al problema común había
inflamado los ánimos y la colaboración, pero poco a poco la Niebla había sacado lo peor de todo el
mundo, y reinaba la ley del más fuerte en las calles. Se cometían saqueos, robos y otros delitos
peores en la sombra, que quedaban impunes. La Compañía del Arte Ambulante, o lo que quedaba de
ella, se había reducido aun más, ya que los gemelos gnomos habían desaparecido una noche sin
dejar rastro durante su guardia. Se escuchaban por todas partes relatos similares; gente que
desaparecía para no volver a ser vista, y se rumoreaban cosas acerca de un culto clandestino que
secuestraba gente para sus sacrificios, que ofrecían a oscuros dioses en busca de desesperada ayuda
contra la Niebla. El caso es que sólo quedaban Natalie, Matt y Charlotte, la veterana maestra de
esgrima, que peinaba más canas de las que correspondían a su edad. Todos tenían el rostro
demacrado, no tanto por pasar hambre, ya que siempre se las apañaban para comer, ya fuera
robando o pidiendo limosna en los templos, sino por el insalubre modo de vida que había en la
ciudad cubierta de Niebla. Todos presentaban un aspecto bastante lamentable.
Natalie y Matt habían sido padres de un niño hacía un año. Natalie se comía casi todas las
provisiones que conseguían, para tener leche que ofrecer al pequeño Arnaud. No era el sitio más
adecuado para criar un niño, pero lo hacían lo mejor que podían.
Charlotte se había alistado al ejército, que daba una exigua paga, además de cama y comida
caliente, que era más de lo que tenían algunos. Ya casi no la veían, aunque de vez en cuando se
escabullía hasta el callejón donde la extraña familia salía adelante, y les pasaba a escondidas algún
lujo, como los restos de un Festín de Héroes o una daga que cortase.
Ya casi tenían asumido que nada iba a cambiar, y vivirían el resto de sus vidas en ese oscuro
rincón de Arrevignon, cuando pasó lo impensable.
Un glorioso ejército, encabezado por un grupo de aventureros llamados “El Coro Cegado”,
en nombre de la duquesa Von Xavras, liberó la ciudad entrando a fuego y luz; contaban con unos
guerreros celestiales llamados “Consagradores” que invocaban auras mágicas que abrían brecha en
la Niebla como un cuchillo en la mantequilla. Cuando la luz del sol se abrió paso por primera vez en
más de un lustro, todos quedaron cegados por un instante, acostumbrados a la oscuridad
permanente.
El ejército se fue tan rápido como había llegado, pues avanzaba hacia la capital del reino
liberando las ciudades a su paso, y no tenían tiempo que perder. Matt se quedó con las ganas de

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conocer a aquellos bravos aventureros de los que se empezaron a componer epopeyas heroicas casi
de inmediato.
La liberación de la ciudad fue como un renacer; muchos de los habitantes salieron de su
letargo y comenzaron a reconstruir la ciudad y sus alrededores; lloraron por fin a sus seres queridos,
se elevaron plegarias de agradecimiento a dioses y hombres. Otros, se unieron al ejército de los Von
Xavras, ofreciendo su servicio como agradecimiento, entre los que se contó Charlotte.
Como muchos otros, Natalie y Matt no sabían qué hacer. ¿Quedarse en la ciudad que había
sido su triste hogar en los últimos años? Decidieron que los recuerdos eran demasiado amargos, así
que se dispusieron a salir. Pero, ¿a dónde?
Como los Consagradores venían del este, decidieron ir en esa dirección, suponiendo que por
aquella parte, la Niebla habría sido dispersada, y no erraron. Sin embargo, según se acercaban a la
frontera con Fenectas, los infames Caballeros de la Moneda guardaban el puesto, y cobraban una
abusiva tasa a los que quisieran cruzar, con el pretexto de reconstruir el país; no era sino una forma
de extorsión, aprovechando la desesperación de aquellos que salían de Tyrsail.
La labia de Matt les procuró un descuento, pero tuvieron que poner de todos modos casi
todo su dinero y algunos objetos. La caravana de peregrinos en busca de una vida mejor en el país
vecino era enorme. Caminaba junto con un nutrido grupo de gente, los supervivientes de
Arrevignon. Se adentraban en territorio fenecio, sin rumbo claro. Las lágrimas asomaron a sus ojos,
y cuando comenzó a llorar, ya no pudo parar en un buen rato. Lloró todo lo que no había llorado
antes, a su madre, a su padre, a sus amigos. Había perdido su vida. Como si le estuviera leyendo el
pensamiento, un gnomo pasó a su lado, diciendo “ahora comienza una nueva vida”. Tenía razón. Se
sorbió la nariz, y miró a Natalie y Arnaud. Se aclaró la garganta, y empezó a entonar con todas las
fuerzas que le quedaban una tonada popular, acerca del valor, el honor y la fuerza del pueblo
tyrsalita. Cantó él solo durante las dos primeras estrofas, luego comenzaron a unírsele algunas voces
aquí y allá. Cuando llegó al estribillo, todos se incorporaron a la canción, mientras marchaban sobre
Fenectas.
Las ciudades fenecias no estaban mucho mejor que las tyrsalitas, aunque habían sido
liberadas algo antes. Estaban en plena reconstrucción, saliendo adelante tras superar años de sitio de
Fenris, el malvado nigromante responsable de tamaña atrocidad. No faltaba trabajo, pero no estaba
bien pagado, y desde luego, las gentes no tenían mucho dinero para gastar en espectáculos de bardo,
aun menos con los impuestos que los Caballeros de la Moneda cobraban hasta por respirar.
Fueron viajando de ciudad en ciudad, recorriendo todo el país, y viendo que las opciones no
eran muy buenas, y se rumoreaba que la vida era mejor en Allionas, emprendieron camino en
aquella dirección.
Atravesaron la frontera, después de más de un año dando vueltas por Fenectas, tras pagar
otra tasa por salir del país, y al poco, la imponente figura de Taneo comenzó a dibujarse en el
horizonte. Era en verdad una ciudad imponente. Arnaud ya decía sus primeras palabras, ajeno a los
horrores que había vivido. La pareja había recuperado algo de peso y tenía mejor aspecto, y también
habían recuperado la sonrisa. Cuando llegaron a Taneo enseguida se enamoraron de la ciudad, que
bullía actividad y pareciera que nunca hubiese pasado por los horrores de la Niebla.

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A Matt enseguida empezó a surgirle trabajo como cuentacuentos y cantante, y Natalie
también se lo montó para actuar de forma callejera. Pasaban tanto tiempo trabajando que apenas se
veían. Una noche, en esos momentos en los que coincidían en la humilde casa, y después de hacer
el amor, Matt dijo:
- Creo que me apetece recorrer el resto del país, necesito nuevas historias para mi repertorio.
Natalie rió. Sabía hacia donde iba la conversación.
- Has conocido a otra, ¿no es así?
Matt quiso ponerse serio para negarlo, pero Natalie le conocía demasiado bien.
- Sí.
- Yo llevo meses viendo a otras personas.
Ambos rieron, cómplices. Hicieron el amor una vez más, intercalado con risas.
- No somos una familia tradicional, ¿eh? - dijo él.
- Desde luego que no – rió Natalie.
- ¿Te quedarás aquí?
- Creo que sí. La casa no está mal, y Arnaud ya ha viajado bastante para su edad.
- ¿Cuidarás bien de él, y le hablarás de mí?
- Claro que sí.
Durmieron a pierna suelta, y por la mañana, el bardo hizo el equipaje, se despidió con un
beso de Natalie y Arnaud, y salió de la casa. A las afueras de la ciudad esperaba Bertha, una
guerrera humana, con la que había estado viéndose algunos días, y le había convencido para
recorrer Allionas con ella. Estaba formando un grupo para ir de aventuras, y en realidad no tenía
especial interés por Matt, pero sus poderes de bardo la venían bien, y era buen amante. Él tampoco
tenía intención con ella más allá de tener compañía y una mano fuerte a su lado mientras recopilaba
canciones y relatos, así que formaban un buen equipo con las cosas claras.

Pasaron un par de años de aventuras, en las que había habido varias incorporaciones y bajas
en el grupo. Su camino les llevaba de nuevo cerca de Taneo, y Matt consideró que tenía suficiente
material para su repertorio, y dinero, así que decidió parar a hacer una visita a su familia.
La ciudad había crecido en estos últimos tiempos, aunque la parte que conocía permanecía
igual. Fue a la casita en la que vivía Natalie, pero la encontró ocupada por una familia local de
comerciantes. Preguntando por la anterior inquilina, le dijeron que la mujer que vivía antes en la
casa, y su hijo, habían partido en peregrinación a la catedral de Hedenoth en Igonia. Irónico destino,
se habían cruzado de camino seguro, pues Matt venía de aquella dirección. Sonrió, se encogió de
hombros, rezó una pequeña plegaria a Fortunna en silencio para que favoreciera a su familia, y se
dirigió a la posada de Oskar para pedir trabajo y alojamiento.

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Matt (III)

- Saludos, parroquianos – el humano hizo una grácil reverencia a su público - Veo que mi fama me
precede, pues me he oído nombrar entre las conversaciones de vuestras mercedes.

El atractivo hombre, de unos treinta y pocos, de cabello largo, entre castaño y rubio, y
cuidada barba, dejó sutilmente su taza al borde del escenario mientras continuaba.

- Para aquellos que no me conocen – sonrió cautivadoramente – mi nombre es Mathieu, aunque


pueden llamarme simplemente, Matt. Así me llamaban en Tyrash, patria de mi madre. Fue de ella de
quien heredé mi voz, los ojos y el cabello – dijo, pasándose la mano por él, peinándolo – De mi
padre heredé el porte, la pasión por el arte y la belleza, y alguna deuda.

Los clientes de la posada rieron tímidamente, aun fríos.

- Soy, como imaginan, mitad tyrsalita y mitad tyrano. Mi padre era un artista errante, pintor para
más seña.

El bardo sacó con cuidado un tubo de madera, lo abrió y comenzó a sacar un lienzo. Con
sumo cuidado, lo estiró y lo colocó en el caballete colocado al efecto. Era un retrato de medio

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cuerpo de una hermosa semielfa, con expresión calmada en su rostro. En el retrato, que tenía de
fondo unas escaleras de algún edificio, la mujer tenía los ojos entrecerrados y parecía muy joven.

El público soltó un breve “¡Oh!” al contemplar la belleza de la joven, tan inocente y


melancólica.

- Sé lo que están pensando. Es hermosa, ¿no es así? Mi señor padre debió pensar lo mismo cuando
la vio. Su nombre era Sally, y paseaba con mis abuelos por el muelle de Thanes cuando mi padre
desembarcó. Ella apenas tenía 16 añitos por aquel entonces.

El humano hizo una breve pausa para tomar un trago de la bebida que tenía en una pequeña
mesa en el escenario.

- De mi padre no tengo ningún retrato para mostrarles. Como pueden suponer, este lo pintó él. Fue
el primero de los muchos regalos con los que conquistó a mi madre. Según mi madre era un tipo

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atractivo, con esa sonrisa encantadora que pierde a las muchachas de 16 años – el bardo puso
exactamente la sonrisa que describía en su rostro, y un par de muchachas sentadas a una de las
mesas cercanas se sonrojaron sin darse cuenta – Sin embargo, había algunos problemas para que
aquello funcionase.

Matt señaló el retrato de su madre.

- Mi madre, una semielfa hija de de una rica comerciante elfa y un heredero local a un título
nobiliario menor, era una preciosa mercancía que mis abuelos negociaban con varias familias
poderosas de Thanes. Mi padre, por su parte, era un humano más pobre que las ratas, pasaba la
cuarentena, cuya única posesión era lo que llevaba puesto, este caballete y algunos pinceles y
colores. Pueden imaginar – hizo un gesto encogiéndose de hombros – que aquello no acabó bien.

- Durante los primeros días, Richard, que ese era el nombre de mi padre, tuvo a Fortunna de su lado.
Era la feria anual de Thanes, y aprovechó su talento para instalarse entre los puestos y vender
retratos rápidos, con los que se costeó una cama, comida caliente y un baño. Le sobraron algunas
monedas cuando acabó la feria, suficientes para sobrevivir una temporada.

El bardo dio un nuevo trago a la bebida. Se aclaró la garganta, hizo un gesto a su


acompañante, una joven elfa que tenía un arpa entre las manos, y comenzó a cantar.

🎼🎼 Por el día paseaba sin rumbo, perdido,

🎼🎼
su corazón latía en el pecho, herido,
pues de Sally había quedado prendado,
sin darse cuenta, la miraba, anonadado.

🎼🎼 Procuró, astuto, coincidir con la muchacha,

🎼🎼 cuando salía con sus amigas, vivaracha,


furtivamente la observaba, enamorado,
Pero sólo podía sentirse desesperanzado.

🎼🎼 ¿Era aquella sonrisa misteriosa,

🎼🎼 la cosa más hermosa?


¿Era aquella dulce expresión,
lo más bello, sin parangón?

Matt cantó esta última estrofa bajando suavemente la voz, sonriendo encantadoramente.

- ¡Ah, el amor! - dijo, al cabo de un momento – esa fuerza que mueve al mundo más que ninguna
otra, pues ni los buenos dioses escapan a sus redes. Es el amor ese sentimiento tan mortal, pero tan
divino al mismo tiempo.

Se detuvo unos instantes, mirando al retrato, con una media sonrisa melancólica, y una
lágrima resbaló por su mejilla. Sin embargo, cuando retomó la palabra, su voz no temblaba, aunque
sí se notaba la emoción.

- Durante unas semanas, Richard espió furtivamente a Sally allá donde ella iba. Su casa era la más
grande del barrio de los comerciantes, y esto era decir mucho; hacía falta una docena de personas de
servicio para mantenerla limpia y caliente. Durante estas sesiones, en que observaba a la muchacha
desde la distancia, comenzó este retrato – dijo, señalando al lienzo – con la esperanza de poder

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regalárselo algún día. Nunca había dedicado tanto tiempo al mismo retrato, pues solía dibujarlos
alzados, con pulso firme y rápido, confiando en su talento natural. Sin embargo quería que este
fuese perfecto, así que lo repasaba y corregía una y otra vez. De hecho, amigos, pueden ver que
nunca llegó a firmarlo, pues para él nunca estuvo concluido.

El bardo apuró su bebida e hizo un gesto al tabernero, que acudió a llenar la jarra. Esta era
una estrategia calculada; esa pausa y el gesto, recordaban a la absorta audiencia que debían renovar
sus consumiciones también. Tanto el dueño del establecimiento como las dos camareras que
trabajan aquella tarde, se pusieron a servir bebidas, y Matt esperó unos minutos a que todos
volvieron a prestarle atención. Sonriendo de nuevo, retomó el relato.

- Richard comenzó, poco a poco, a cruzarse casualmente con Sally cuando ella iba y venía de sus
paseos, o quehaceres. Al principio, simplemente la miraba y sonreía, luego comenzó a darle los
buenos días cortésmente. Ella, bien educada, contestaba tímida, bajando la mirada al suelo ante
aquel transeúnte tan guapo al que cada vez se encontraba más. Después de unos días – continuó – el
saludo pasó a ser un poco más largo – “Buenos días, milady, hermosa mañana” – y luego otro poco
más – “Buenos días, lady Sally. Hermoso día… pero no tanto como vuestra mirada”

- Cuando se hubo asegurado de que se había fijado en él, esperó el momento de abordarla. Debía ser
a solas, lejos de las damas de compañía y de sus amigos, así que tuvo que urdir una estratagema
para distraer a tanta compañía. Una de esas noches en que la joven bailaba con sus damas en un
lujoso pub del centro, Richard entregó unas piezas al músico que actuaba para que pusiera una
canción movida, de esas que hacen cambios de pareja. Y con gran tino, consiguió quedarse bailando
con Sally cuando los músicos de repente cambiaron a una romántica balada.

Matt carraspeó ligeramente, y de nuevo asintió en dirección a la elfa.

- La balada decía así:

🎼 🎼 Love always find a way.

🎼🎼 Don’t underestimate your heart,


because it does not care for your day,
It only wants to do its part.

🎼🎼 You don’t know what’s going on

🎼 🎼 until it’s just too late


When you realize you’re in love
You have signed with blood your fate.

🎼🎼🎼 Love always find a way.


Your heart does not know names,

🎼 It only knows that it can’t wait.


When it loves someone, are over your games.

🎼🎼🎼 You can try to run, you can try to hide,


but love always knows where to find you.

🎼 ‘Cause there’s no force worldwide


stronger than falling in love, that’s true.

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🎼
🎼🎼🎼
Love always find a way.
It does not care if it’s the time or not
When you fall in love, it’s useless to pray
you won’t be able to untie the knot.

🎼 Oh, oh, Love always find a way.1

Algunas de las parejas presentes en la taberna se habían animado a bailar la balada y se


miraban tiernamente a los ojos. Cuando Matt acabó la canción, dio unos segundos a todos para que
se sentasen de nuevo.

- Tal y como algunos de ustedes han hecho ahora, en el último verso de la canción Richard se
inclinó despacio sobre los labios de ella, y la besó, un beso dulce, húmedo, apasionado, suave. Ese
beso que hizo prisionero al corazón de ella para siempre – Matt alcanzó su bebida, y bebió un sorbo
– Después de aquella noche, comenzaron a verse a escondidas. Él la esperaba en callejones oscuros,
y ella conseguía despistar a su corte unos momentos para robar un beso, y susurrarse el próximo
encuentro. Estuvieron así semanas, hasta que Sally – cada vez que pronunciaba su nombre miraba
de reojo al retrato – se armó de valor e intentó contárselo a sus padres. Cuando dijo que había
conocido a un hombre, ambos progenitores se alegraron, pues era evidente que la muchacha estaba
enamorada, y que ellos supieran, sólo había conocido a buenos y nobles mancebos apropiados para
ella. La sonrisa se torció en sorpresa, y luego en ira, cuando explicó que se trataba de un artista
callejero tyrsalita. “Di su nombre, pequeña furcia, di su nombre para que pueda arrancarle la
garganta” decía mi querido abuelo – dijo estas últimas palabras con evidente sorna – “Oh, mi niña,
mi pobre niña, se ha dejado engañar por una rata inmunda” decía mi amada abuela – mismo tono.

Pero como dice la balada, Love always find a way, El Amor siempre encuentra su camino.
Ingenua, y enamorada, planeó una noche su huida, hizo un pequeño petate y salió a hurtadillas de la
mansión. Pero entonces, cuando se acercaba aquella noche oscura al lugar donde había quedado con
Richard…

Matt puso cara de asombro y angustia, y se llevó una mano a la boca.

- ¡Pero fíjense vuestras mercedes, qué horas son! Será mejor que recoja los bártulos y sigamos
mañana.

Se extendió entre el público una queja tímida pero generalizada, querían saber cómo
continuaba la historia.

- Lo sé, mes amis, pero mañana continuaré donde lo he dejado.

El bardo se sentó al borde del escenario, con su mejor sonrisa, al lado de la taza donde los
parroquianos, a medida que se marchaban, iban dejando algunas monedas y saludando a Matt. Las
jóvenes que antes se habían ruborizado deslizaron un trozo de tela junto con las monedas en la taza,
rieron y salieron rápidamente de la taberna. Cuando todos hubieron pasado a dejar la propina, Matt
contó el dinero y extrajo el pedazo de tela, que tenía una dirección escrita. Se fijó bien en la calidad
del tejido. Era, sin duda, un jirón de las enaguas de una de ellas. Sonrió complacido, recogió con
mimo el retrato de Sally, se despidió del tabernero y de la elfa, que trabajaba allí cada noche, y se
encaminó a las señas que le habían dado.

1 Traducción de las canciones al final del relato.

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Matt (IV)

Se despertó un poco desorientado. Miró alrededor sin saber dónde estaba, y se descubrió a sí
mismo en un jergón de paja. Llevaba puestos sus calzones, pero nada más. La cabeza le daba
vueltas, y cuando trató de incorporarse, no pudo hacerlo. Respiró hondo, tratando de recordar.
Estaba en la taberna, había terminado su actuación… ¡Las muchachas! Recordaba el trozo de ropa
interior, recordaba… haber llegado a una casa humilde pero acogedora. Recordaba… ahora mismo
no podía recordar nada más, y una punzada recorrió su cabeza.

Trató de nuevo de levantarse, más despacio, y esta vez lo logró. Estaba en una especie de
granero… Se centró, y comenzó a buscar a su alrededor. Había bastante luz, así que sería al menos
mediodía. Por allí desperdigada estaba su ropa, que fue poniéndose a medida que la encontraba.
Bajó por la escalera de mano hasta el suelo, donde una vaca lo miró mientras rumiaba. Matt sonrió
y se encaminó a la puerta del edificio, y allí, apoyadas al lado de la puerta, estaban sus otras cosas.
Recogió su bolsa, donde guardaba su equipo. Parecía estar todo: El retrato de su madre, sus mudas
de recambio, su espada ropera, su equipo y armadura. Su dinero… no. Su dinero no. “¡Pequeñas
bastardas!” - se dijo – Intentó contar mentalmente cuánto llevaba en su faltriquera la noche anterior.
Solía llevar unas 200 piezas de oro para sus gastos, aunque aquella noche llevaba también la
recaudación. El resto del dinero, como todo lo demás, estaba en su bolsa mágica, que por suerte, no
habían podido saquear. Serían cerca de 300. Estaba empezando a despejarse su cabeza, y esbozó
una sonrisa.

- Pues a lo mejor valía las 300 monedas, voto a Shindalar – murmuró.

Sacó de su bolsa otras 200 monedas, que colocó en su bolsita del cinto, vacía hace unos
segundos, y después salió del granero. Un campesino que amontonaba paja con una horca se lo
quedó mirando, sorprendido y furioso.

- ¿Quién mierdas eres tú?


- Mis disculpas, amable ganadero – hizo una pequeña reverencia – creo que anoche bebí más de lo
aconsejable y terminé encontrando su granero. Parece ser que lo confundí con la posada.
- Creo que voy a llamar a la guardia.
- ¡No, por favor! Permitid que os compense por el uso de vuestro confortable jergón – se llevó la
mano al monedero - ¿Qué tal… 10 monedas de oro?

El granjero lo miró de reojo, con cara de pocos amigos, pero extendió la mano. Matt posó
las monedas con un tintineo en la mano callosa, le sonrió, y comenzó a alejarse.

Descubrió que se hallaba a unos cinco minutos de la ciudad. No recordaba cómo había
llegado allí, pero otros recuerdos se abrían paso entre la densa niebla mental. Había llegado a la
dirección, que resultó ser una casa abandonada medio en ruinas, había estado tonteando con las dos
muchachitas, que dijeron ser primas segundas o algo así, las había engatusado… ¿o le habían
engatusado ellas? Poco importaba. Habían bebido un fuerte aguardiente que ellas guardaban bajo
los cascotes del edificio, pues parecían usarlo como punto de encuentro… y de otras cosas, supuso
Matt. Habían comenzado a besarse, a jugar… y lo siguiente que recordaba era estar en el granero
con ambas, que parecían acostumbradas a hacerlo juntas… Y luego amanecer semidesnudo.

13
Ya entraba en la ciudad. Saludó a los guardias de la puerta, que lo miraron jocosos. Parece
que sabían lo que había ocurrido. Les devolvió la sonrisa, divertido, y continuó su camino hasta la
posada donde actuó la noche anterior, y tendría que volver a hacerlo esta.

- Desayuno y algo para la resaca, por favor, Oskar.

El posadero le puso en una bandeja medio pollo asado, y un chupito de un mejunje


verduzco.

- De un trago, Matt. Son hierbas, te sentará bien.

El bardo asintió y tragó, y se arrepintió de hacerlo casi al instante. Aquella bebida sabía a
demonios.

- ¿Quieres matarme? ¿Qué es esto?


- Mezcla especial de la casa. Lo llamo Oskarmeister. Está a medio camino entre una poción de
restablecimiento y una de dañar – rió el posadero.
- No lo podría haber definido mejor – dijo casi sin aliento Matt, que comenzó a despachar su
desayuno.

Para cuando había acabado, no tuvo más remedio que dar la razón al posadero. Se
encontraba mucho mejor, e incluso el sabor del chupito permanecía en su lengua por encima del de
la carne, y ya no le resultaba tan desagradable.

Tras desayunar, decidió subir a su habitación a darse un buen baño, pues aun olía a heno.
Puso el agua bien caliente, y se sumergió en la pila despacio, con un gruñido de satisfacción.

Pasó el resto del día relajándose y acicalándose para la actuación de la noche, a la que
acudió puntual. Como era de esperar, los mismos clientes de la noche anterior, además de algunos
otros que venían recomendados por sus amigos y familiares, aguardaban la llegada del bardo.
Excepto, claro, las dos muchachas.

- Buenas noches, querido público – comenzó Matt, con su sonrisa dibujada, mientras se inclinaba –
Veamos, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí!

El bardo hizo una pausa exageradamente larga mientras escudriñaba a su público, esperando
el momento álgido entre la expectación y la impaciencia.

- Cuando Sally llegó al callejón, Richard no estaba allí. – continuó por fin – La pobre Sally apenas
podía contener las lágrimas. ¿La había dejado tirada como su madre había predicho? Se dio la
vuelta, desesperada. Se dio de bruces contra un pecho. Era el suyo. La besó, mientras con sus
pulgares secaba sus lágrimas. Ella no cabía en sí de júbilo. “Mon amour” – dijo él – “hemos de huir.
Me persiguen. No sé exactamente por qué, pero tengo a la guardia pisándome los talones. Por aquí”
La cogió de la mano, y comenzó a caminar presuroso por las callejuelas cercanas al muelle. Al
poco, empezaron a escuchar los pasos de los guardias, con las pesadas armaduras tintineando.
Doblaron una esquina, luego otra, y otra más. Llegaron a un callejón sin salida, lóbrego, y él ahogó
la respiración de ella con su boca. Escondidos en el rincón más oscuro de las sombras, vieron a los
guardias pasar de largo. Tras unos interminables segundos, separaron sus labios, se miraron a los
ojos, y presas de la pasión, comenzaron a desnudarse el uno al otro allí mismo. Hicieron el amor
apasionadamente envueltos en la oscuridad de la noche.

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Matt tomó un trago de su bebida, oportunamente preparada por Oskar. Asintió a su ayudante
elfa, y comenzó a cantar, ante la atenta mirada del público, atrapado por la historia.

🎼🎼🎼 Il la déshabille habilement,


et utilise ses mains pour atteindre,
aux points de plaisir étudiés.

🎼🎼 Il veut l'aimer rapidement,

🎼 Il ne peut plus attendre.


Il avait prévu comment procéder.

🎼🎼 Elle se sentait perdue, mais brûlante,

🎼🎼 Elle était complètement hors de contrôle.


Des sentiments dont elle ignorait l'existence,
tout était sombre mais chaleureux.

🎼 🎼 Les deux amants harmonisent leur respiration,

🎼 🎼 alors qu'ils atteignent l'apogée.


Dans la bouche l'un de l'autre, ils étouffent cri de passion,
et par leurs yeux se jurent l'éternité.

🎼🎼 Elle se sentait perdue, mais brûlante,

🎼🎼 Elle était complètement hors de contrôle.


Des sentiments dont elle ignorait l'existence,
tout était sombre mais chaleureux. 2

Al acabar la dulce canción, para la que había utilizado una voz especialmente aterciopelada,
Matt volvió a beber, y pidió otra ronda. Una de las parejas jóvenes que asistía a la actuación
comenzó a aplaudir, y poco a poco, se les unió el resto del público.

- Merci, mes amis, merci – agradeció sinceramente el bardo, con una reverencia. Dejad que continúe
con la historia. Durante unos momentos, ambos permanecieron quietos, jadeantes, perdiéndose en la
mirada del otro. Hasta que les interrumpió un ruido apagado de pasos. “Vístete, rápido. Ya vienen”
– dijo él, mientras hacía lo propio. A toda prisa se recompusieron lo mejor que pudieron, y de nuevo
la tomó de la mano, emprendiendo su huida por los callejones. Y entonces, al doblar una esquina,
Richard tropezó con un guardia, que estaba de espaldas, pero no pudo esquivarlo a tiempo. Lo que
si pudo, fue empujar a su amada de vuelta por donde venían, antes de que el soldado se diera la
vuelta, y lo agarrase de la pechera. “Pequeño granuja tyrsalita, ya te tengo” – dijo el vigilante
mientras lo cogía de la pechera y le propinaba un puñetazo con el puño libre. Él quedó sin aliento.
Ella asomó por el callejón. Richard la suplicó con la mirada que huyese. Mientras se alejaba, lloró
desconsolada.

Matt hizo una pausa, para dejar que la escena calara en la audiencia.

- Nunca se volvieron a ver. Ella regresó a casa de sus padres, humillada. Aguantó la ira de ellos, y al
poco, tuvo que desposarse con un noble local al darse cuenta de que estaba encinta, para evitar un
escándalo. No era mal partido, pero sus padres hubiesen esperado algo mejor. Se tuvieron que
conformar.
2 Traducción de las canciones al final del relato.

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Algunas mujeres lloraban a moco tendido, y había unos cuantos hombres que apenas podían
contenerse y procuraban disimularlo. Matt estaba consiguiendo el efecto deseado.

- En cuanto a él… Lo llevaron al cuartel. Allí, dio un buen abrazo a su compinche en la guardia, que
había preparado toda la escena, y pagó el precio acordado. “Maldito bastardo, el puñetazo me lo
diste con ganas” “Había que hacerlo realista” contestó el socio. Richard salió del cuartel, pasó por la
posada donde se hospedaba, recogió sus cosas y huyó a la siguiente ciudad, para no mirar atrás.

Las lágrimas de emoción y tristeza se tornaron de ira en los oyentes. “Bastardo”


murmuraban algunos. “Hijo de mil putas” dijo otro.

- Ah, no se preocupen. Recibió su merecido… pero eso es otra historia. Igual que otra historia es,
cómo cuando Sally dio a luz un humano de pelo casi rubio, su marido elfo de pelo negro montó en
cólera, la echó de casa y el pobre recién nacido Mathieu y su madre tuvieron que apañárselas como
pudieron.

Con esta frase, Matt dio por concluida la actuación, y como la noche anterior, se sentó al
borde del escenario a saludar a los parroquianos mientras pasaban a dejarle la propina. Cuando
todos se hubieron ido, la elfa del arpa, que ya había recogido su instrumento se acercó a Matt.

- ¿Es cierto? Quiero decir, la historia de tus padres.


- ¡Oh, no! Pero la verdad es mucho más aburrida.
- Me gustaría saber la verdadera.
- Me temo, ma chéri, que me tengo que retirar a descansar. Mañana debería emprender viaje a la
siguiente ciudad.

Matt recogió con mimo el retrato del caballete y sus otros bártulos, y se dirigió a la escalera
que subía a los dormitorios. Cuando puso el pie en el primer escalón, guiñó el ojo sonriendo a la
elfa, que lo seguía con la mirada. Ella comprendió, y subió detrás.

16
Matt (V)

Amanecieron abrazados y desnudos. Ella esperaba mirándolo con una expresión entre la
ternura y la curiosidad.
- ¿Y bien? ¿Me la contarás ahora?

- Si tanto interés tienes – dijo él desperezándose – te diré primero lo que es verdad. La del retrato es
mi madre, que ciertamente se llamaba Sally y era una semielfa tyrana, y lo pintó mi padre, que se
llamaba Richard y era un humano tyrsalita. Hasta ahí las coincidencias. Ambos eran artistas
ambulantes, se conocieron cuando las compañías de ambos coincidieron en una feria, se
enamoraron, me tuvieron, me criaron entre Tyrsail y Tyrash, viajando con ellos. Yo aprendí mi arte
de la compañía, más concretamente del maestro bardo Thierry “le magnifique” aunque también
aprendí esgrima de la maestra Charlotte. Cuando llegó la plaga, nos pilló de gira por Tyrsail, y
estuvimos huyendo de los no-muertos por todo el país hasta Arrevignon, donde los que tuvimos más
suerte conseguimos pasar a Fenectas, y los que tuvieron menos, se unieron a Fenris.

- ¿Y tus padres…?

- Fueron de los segundos.

- Lo lamento.

- Yo también – dijo Matt con los ojos húmedos – pero eso no los va a traer de vuelta. No te
preocupes. Estoy bien. No me has dicho tu nombre.

- ¿Lo recordarás mañana, en la siguiente ciudad?

- Probablemente no.

- Elsa.

- Ha sido un placer tocar contigo, Elsa – la besó en los labios una última vez – tienes talento.
Podrías dedicarte a esto. Au revoir.

- Au revoir, Mathieu – contestó ella, con un torpe acento allionita.

Matt terminó de vestirse, cogió su bolsa y se dirigió a la puerta. Antes de cerrarla tras de sí,
echó un último vistazo a Elsa, que se estaba vistiendo, la sonrió y guiñó un ojo. Ella le devolvió la
sonrisa.

Bajó las escaleras, cogió su desayuno para llevar, hizo cuentas con Oskar, y salió de la
posada. Abandonó Ileria, y puso rumbo al oeste, camino de Taneo. Tenía ganas de visitar la capital
desde que había llegado a Allionas, unos meses atrás.

A pesar de conocer unos cuantos conjuros mágicos, solía preferir caminar. No tenía prisa, y
disfrutaba del camino, a veces en soledad con sus pensamientos, en otras ocasiones acompañado.
De ambas maneras tenía tiempo de conversar, ya fuera consigo mismo, con los dioses, o con los

17
compañeros, y así aprendía cosas, veía paisajes, paladeaba el gusto de ser vagabundo. Desde que la
Emperatriz Von Xavras se había hecho con el poder tras la derrota de Fenris, Allionas había
progresado mucho, y Matt sospechaba que también lo habían hecho las otras tierras gobernadas por
Anne I de Athanae. Era una dirigente hábil, con buenas relaciones e inteligente, que sabía utilizar
sus recursos con astucia. Sus alianzas eran también fructíferas, y de un tiempo a esta parte, patrullas
del Dragón Rojo custodiaban los caminos y ciudades. Los allionitas no eran muy amigos de los
extranjeros, pero no tenían otro remedio que reconocer que les iba mejor de esta manera, y estaban
empezando a tolerar a sus aliados orientales, de manera que el clima era de seguridad y optimismo.

Siempre que se acordaba de la Emperatriz, no podía evitar pensar en su marido, Arduin “Voz
de Plata” uno de los más célebres bardos de los últimos tiempos. Era sin duda un agraciado por los
dioses, pues su voz era famosa en todo Athanae. Aunque era tyrsalita, había viajado por varios
continentes y había vivido grandes hazañas, siendo uno de los miembros más destacados del grupo
aventurero “El Coro Cegado”, que había tenido mucho que ver en la caída de Fenris y que Matt
admiraba abiertamente. El bardo era toda una inspiración, pues, a pesar de su aspecto descuidado,
pues vestía con harapos a pesar de todas sus gestas, y aun más, a pesar de ser Emperador consorte,
sólo abrir la boca nadie reparaba en tal cosa, pues sus palabras melodiosas obnubilaban la razón
más allá de toda explicación. Matt soñaba con ser tan sólo una parte de bueno en su oficio como lo
era Arduin, aunque sabía que ya que dividía sus esfuerzos entre el arte de la música y el de la
espada, era poco probable que lo lograse. Aun así, le hubiese encantado conocer al bardo más
famoso del imperio, poder estrecharle la mano y charlar.

El viaje se le hizo ameno, enfrascado en sus pensamientos, y cuando llegó ante las puertas
de Taneo quedó maravillado del buen aspecto que presentaba la ciudad. Pareciera que la guerra
contra Fenris y su Niebla fuera sólo un recuerdo lejano viendo las relucientes murallas, en las que
todavía trabajaban algunos albañiles y magos. Como solía hacer, se enteró de las posadas más
prominentes de la ciudad, para poder estudiar en cual establecerse para su actuación. Se decidió por
“La Joya de allende” situada en el barrio aristocrático, pero el posadero, un humano de nombre
Darkath Stygg, no pareció interesado en sus servicios; al parecer otros bardos más famosos y
asentados hacían cola para actuar, así que tuvo que conformarse con una posada menos glamourosa
en uno de los suburbios nuevos de la ciudad, que crecía de nuevo por días.

La actuación no se le dio mal, pero el público no era tan agradecido como en Ileria. Aun así
confió en que al día siguiente hubiera efecto llamada y se llenase más. Antes de subir a su
habitación, decidió dar un paseo por la zona para tomar el aire.

No supo que había cometido un error hasta que fue demasiado tarde. No solía distraerse con
facilidad, pero en esa ocasión le pillaron con la guardia baja. Se había aventurado en una zona
menos vigilada de la ciudad, donde las patrullas del Dragón Rojo eran menos frecuentes. Dos
individuos embozados le cortaron el paso en una de las calles, y cuando quiso darse la vuelta, otro
más, vestido de la misma guisa, se lo impidió.

- Voto a Idhaal, que no tenéis buenas intenciones. En garde, voyous!3 - dijo al tiempo que
desenvainaba su ropera y acometía a uno de de sus atacantes.

Los asaltantes eran ágiles, y utilizaban armas cortas. Esto le daba una ligera ventaja a Matt,
que podía mantenerlos a raya, aunque no lograba tocarlos. Eran tres contra uno, y tener a los tres
fuera de alcance no era tarea sencilla, así que tras unos minutos de enfrentamiento, Matt empezó a
acusar el cansancio. Si no encontraba una estrategia adecuada pronto, las cosas se iban a poner feas.

3 Tyrsal. ¡En guardia, matones!

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Comenzó a murmurar una cancioncilla para sí, como para mantener la concentración y darse
ánimos, hasta que se dio cuenta de que estaba acompasando sus estocadas al ritmo de la música que
salía de sus labios. ¡Eso era, por Barenna! La música iba a sacarle de un embrollo más. Subió
ligeramente el tono, y comenzó a cantar al tiempo que marcaba el ritmo con los pies.

🎼🎼 Un, dos, tres,


Un, dos, tres.

🎼 Baila conmigo, sin estrés.

🎼🎼 Un, dos, tres,


Un, dos, tres,

🎼 Baila sin pensarlo, ya veremos después.

🎼🎼 Un, dos, tres,


Un, dos, tres,

🎼 Baila taconeando, ¡ponle interés!

No tenía todas consigo de que fuera a funcionar, pero uno de los atacantes comenzó a seguir
el ritmo, exponiéndose torpemente. Matt atacó al torpe bailarín, mientras continuaba esquivando las
embestidas de los otros dos. Tras unos segundos, el atacante que bailaba tenía varios puntos de
sangre en sus ropas, y trató de huir. El bardo le asestó una nueva estocada de la que escapaba, tras
unos pasos, cayó al suelo, quizá muerto, quizá inconsciente.

Los otros dos se dirigieron unas palabras en un idioma que Matt reconoció como hiraneano,
y el espadachín lamentó no haberse conjurado Don de Lenguas, error que se prometió que no
volvería a cometer. Eso sí, parecían entre enfadados y preocupados. Contra dos, la batalla se igualó
un poco, y Matt cambió de canción, murmurando una épica epopeya para infundirse valor.

Después de unos cuantos embates, Matt logró romper la defensa de uno de los atacantes, y
debió de acertarle en algún sitio doloroso, pues profirió una maldición y retrocedió. Al verse en
desventaja, pegaron unos asombrosos brincos, y escalaron las paredes de los edificios cercanos,
para huir por los tejados, perdiéndose en la noche. El bardo se quedó un momento con la espada
desenvainada, recuperando el aliento y alerta, por si volvieran a contraatacar. Tras asegurarse de que
no iba a ser así, se dirigió al caído. Limpió la hoja de su arma con la ropa del hombre, y le dio la
vuelta con el pie mientras envainaba, dejándolo boca arriba. Iba a desenmascararlo, cuando notó
movimiento a su espalda, así que se volvió, desenvainando de nuevo, en busca de quién lo había
producido. No vio a nadie. Se giró de nuevo a su atacante, que de repente abrió los ojos, dijo unas
palabras en un tono gutural “Wèile lóng!4” y se oyó un chasquido en su boca. Acto seguido su
cabeza cayó inerte.

Maldiciendo para sí, Matt miró a un lado y otro, y asegurándose de que nadie le veía,
arrastró el cuerpo hasta una entrada de una alcantarilla. Apartó la tapa, y empujó el cuerpo sin vida.
Al momento se escuchó el chapoteo del agua. El bardo volvió a colocar todo en su sitio, echó un
último vistazo alrededor, y se encaminó a la posada.

4 Hiran. ¡Por el dragón!

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Desde la sombra, un humano igualmente embozado, pero con un estilo de vestimenta
completamente distinto, había observado toda la jugada. Casi lo había descubierto al cambiar de
posición, pero había conseguido evitarlo. Asintió despacio, y se dirigió a su guarida, donde habría
de informar a su jefe.

- Es sin duda un bardo, mi señor, pues salía de actuar de la posada de Markov. Pero cuando lo
abordaron los aprendices de shinobi, se defendió excepcionalmente bien. Es hábil con la espada, y
desde luego conoce algunos trucos mágicos. Quizá vuestra amiga Naltiria quiera echarle un vistazo.
Esta noche actúa de nuevo en la misma posada.
- Gracias, Guido, buen trabajo – respondió Tariq, el Agente de Asuntos “Especiales” de la
Emperatriz en la ciudad. Hizo un gesto a uno de los muchachos mientras escribía a toda prisa una
nota en un pergamino, que enrolló tras secar la tinta, y usó lacre y su sello para cerrarlo. Se lo
tendió al chico, que no tendría más de 15 años.
- Llévaselo a la archimaga. Por si quiere echarle un ojo.
- Sí, señor – dijo cogiendo el mensaje, y saliendo a toda prisa.

Matt completó su actuación, y volvió a sentirse decepcionado con la entrada y con la


recaudación. Apenas había más gente que la noche anterior, aunque le llamó poderosamente la
atención una humana vestida con ropas ligeras y caras, que obviamente no encajaba con los demás.
Al acabar la actuación, esperó a que todos los demás hubiesen pasado a dejar su escasa propina, y se
acercó a Matt.

- No ha sido una buena noche.

- Y que lo digáis, milady.

- A mí me ha gustado la actuación – dijo al tiempo que depositaba un anillo en la taza del bardo – y
creo que estás desperdiciando tu talento.

Matt abrió los ojos interesado al ver la alhaja.

- Tengo más de esto, y un grupo de aventureros que podría aprovecharse de tus servicios mejor que
esta – bajó el tono al ver la mirada del posadero Toston Markov clavada en ella – “chusma”. Ven a
mi torre, allí hablaremos más tranquilos, y te presentaré a los demás.

- ¿Vuestra torre? Voto a Fortunna que hoy es mi día de suerte.

- Quizá – contestó Naltiria.

20
Las canciones de Mathieu

🎼🎼
1. La Sonrisa de Sally
Por el día paseaba sin rumbo, perdido,

🎼🎼
su corazón latía en el pecho, herido,
pues de Sally había quedado prendado,
sin darse cuenta, la miraba, anonadado.

🎼🎼 Procuró, astuto, coincidir con la muchacha,

🎼🎼
cuando salía con sus amigas, vivaracha,
furtivamente la observaba, enamorado,
Pero sólo podía sentirse desesperanzado.

🎼🎼 ¿Era aquella sonrisa misteriosa,

🎼🎼 la cosa más hermosa?


¿Era aquella dulce expresión,
lo más bello, sin parangón?

🎼🎼
2. Love Always Find a Way
El Amor siempre encuentra su camino,

🎼🎼 No infravalores tu corazón,
porque no le importa cómo te fue el día,
Él sólo quiere hacer su trabajo.

🎼🎼 No sabes qué está sucediendo

🎼🎼 hasta que ya es demasiado tarde


Cuando te das cuenta de que estás enamorado
Ya has sellado tu destino con sangre.

🎼🎼 El Amor siempre encuentra su camino,

🎼 🎼
tu corazón no entiende de nombres,
Sólo sabe que no puede esperar.
Cuando él ama, tus juegos se han terminado.

🎼🎼 Puedes intentar huir, puedes intentar esconderte

🎼 🎼
pero el amor siempre sabe dónde encontrarte.
porque no hay fuerza en el mundo
más poderosa que enamorarse, esa es la verdad.

🎼🎼🎼 El Amor siempre encuentra su camino,


no le importa si es el momento adecuado

🎼 Cuando te enamoras, es inútil rezar


ya no podrás deshacer el nudo.

🎼 Oh, oh, El Amor siempre encuentra su camino.

21
🎼
3. Fuera de Control

🎼🎼
La desnuda hábilmente,
y usa sus manos para alcanzar,
en los puntos de placer estudiados.

🎼
🎼🎼
Quiere amarla rápido,
No puede esperar más.
Tenía planeado cómo hacerlo.

🎼🎼🎼 Se sentía perdida, pero ardiendo,


Estaba completamente fuera de control.

🎼 Sentimientos que no sabía que existían,


todo estaba oscuro pero cálido.

🎼 🎼 Los dos amantes armonizan su respiración,

🎼 🎼 mientras llegan al clímax.


En la boca del otro ahogan un grito de pasión,
y por sus ojos juran eternidad.

🎼🎼🎼 Se sentía perdida, pero ardiendo,


Estaba completamente fuera de control.

🎼 Sentimientos que no sabía que existían,


todo estaba oscuro pero cálido.

🎼🎼
4. Improvisación (“Baile Irresistible”)
Un, dos, tres,
Un, dos, tres.

🎼 Baila conmigo, sin estrés.

🎼🎼 Un, dos, tres,


Un, dos, tres,

🎼 Baila sin pensarlo, ya veremos después.

🎼🎼 Un, dos, tres,


Un, dos, tres,

🎼 Baila taconeando, ¡ponle interés!

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