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2. Objetivos.
1. Describir los aspectos generales del conflicto armado colombiano y las incidencias
en el ambiente, especialmente, el caso de la minería ilegal.
2. Identificar las consecuencias e impactos humanitarios que se generan en materia
de Derechos Humanos, DIH
3. Determinar cuáles son las obligaciones ambientales y consecuencias jurídicas del
DIH, y del DIMA en ocasión al conflicto armado.
4. Enunciar los elementos constituyentes de la presunta responsabilidadad atribuible
al Estado colombiano derivada del daño ambiental frente a la minería ilegal.
3. Justificación.
Concepto de ambiente
El concepto de Ambiente no está claramente definido, pues no se precisa con
exactitud todo lo que abarca, pero a grandes rasgos podría definirse como el entorno
natural en que se desarrolla la vida de diferentes organismos, donde se relacionan e
interactúan seres vivos, elementos sin vida.
El ambiente es un conjunto de condiciones que afecta la existencia, desarrollo y
bienestar de los seres vivos; no se trata de un lugar en el espacio solamente sino de
todas las condiciones físicas, químicas, biológicas, sociológicas, psicológicas que
favorecen o no el desarrollo, (Vásquez 2009).
Ahora bien, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente en
Estocolmo (1972) lo define como: “Medio ambiente es el conjunto de componentes
físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos o indirectos,
en un plazo corto o largo, sobre los seres vivos y las actividades humanas”,
Si bien existen múltiples definiciones para lo que nos ocupa se establece el
concepto de ambiente desde una perspectiva más social que bilógica, por tanto, se
define el ambiente como condiciones o elementos físicos, sociales y económicos que
rodean a los seres vivos y que influye en la vida del ser humano y en las generaciones
venideras. Es decir, no se trata sólo del espacio en el que se desarrolla la vida sino que
es el entorno que afecta y condiciona especialmente las circunstancias de vida de los
seres.
Por otro lado, es importante puntualizar que existen diferentes posiciones en
cuanto nombrarlo ambiente o medio ambiente, para lo cual se define los siguiente según
la Real Academia Española.
El medio:
“Que está entre dos extremos, en el centro de algo o entre dos cosas”.
El ambiente:
Responsabilidad ambiental
Alrededor de la temática ambiental se aborda como una serie de instrumentos
de producción a los que deben dársele aplicación en los diversos sectores de un país,
con el fin de reducir los impactos que generan al ecosistema, es decir, propender por
una producción más limpia, en el área donde se despliegue el proceso productivo de
una empresa. Así mismo, contribuir a la mejora del bienestar de los habitantes de una
zona determinada. (Alvarez 2016)
Por otra parte, Núñez (2003) plantea a la responsabilidad ambiental en el plano
interno o intramuros, con implicaciones que aseguran una adecuada gestión de los
residuos, prevención de los posibles daños o impactos ambientales derivados de la
propia actividad.
La conceptualización y fundamentación jurídica de responsabilidad ambiental,
se han visto marcadas en la actualidad por los avances y la evolución de desarrollos del
derecho ambiental, que antes estaban reducidos a la responsabilidad civil. Ahora podría
decirse el que el daño ambiental es fuente de responsabilidad y
se le atribuyen la minimización del daño, (Nuñez 2003).
Problemática ambiental.
Se entiende como el conjunto de eventos que tienen o pueden tener efectos
adversos al medio ambiente, muchos de los que son necesarios resolver para garantizar
el bienestar humano, es decir, situaciones que llegan a causar una amenaza a la vida del
planeta. El conjunto de factores proviene de causas naturales o antrópicas, por
antonomasia, el calentamiento global y la sobre explotación de los recursos naturales
son considerados problemas ambientales, (Bartolotta 2015)
Una laguna es la ausencia de regulación por parte del derecho (podría decirse
mejor del ordenamiento jurídico para evitar mayores complicaciones) de una
situación o caso determinado que requiere imperiosamente una respuesta
concreta que no se halla especificada o explicitada en dicho ordenamiento
jurídico y que es necesario buscar en el proceso de aplicación a través de la
actividad integradora del juez, ( Ortega , 1989 , p. 289).
Capítulo uno: Describir los aspectos generales del conflicto armado colombiano y
las incidencias en el ambiente, especialmente, el caso de la minería ilegal.
En este capítulo, se lleva a cabo una descripción de los aspectos generales del
conflicto armado colombiano y su estrecha relación con el medio ambiente. Se prestará
especial atención al caso de la minería ilegal, la cual se ha convertido en una de las
problemáticas ambientales más significativas en el contexto de este conflicto. El
objetivo principal es comprender la intersección entre el conflicto armado y el deterioro
ambiental, así como identificar las principales consecuencias que la minería ilegal ha
tenido en el entorno natural de Colombia.
El conflicto armado colombiano, que ha perdurado por décadas, ha tenido un
impacto devastador tanto en la sociedad como en el medio ambiente del país,
(Bartolotta 2015). Desde su inicio, se han documentado numerosas violaciones de los
derechos humanos y una violencia sistemática que ha afectado a comunidades rurales
y urbanas. Sin embargo, hay que recordar que este conflicto también ha dejado una
huella profunda en los ecosistemas y recursos naturales de Colombia.
La minería ilegal se ha convertido en una actividad ampliamente practicada en
el contexto del conflicto armado, debido a diversos factores como la presencia de
grupos armados ilegales, la ausencia del Estado en algunas regiones y la búsqueda de
financiamiento para mantener la lucha armada. Esta actividad ilícita se caracteriza por
la extracción y comercialización de minerales sin cumplir con las regulaciones
ambientales y sin obtener los permisos correspondientes.
En Colombia, la protección del medio ambiente recae en el Ministerio de
Ambiente y Desarrollo Sostenible, que tiene como objetivo principal promover la
recuperación, conservación, protección, ordenamiento, manejo, uso y aprovechamiento
de los recursos naturales renovables. Su función es asegurar el desarrollo sostenible y
garantizar el derecho de todos los ciudadanos a disfrutar y heredar un ambiente sano
(Ministerio del Medio Ambiente, 2017).
En tal sentido, el medio ambiente se ve gravemente afectado en medio del
conflicto armado en la medida en que las guerras han causado daños irreparables en los
campos debido al abuso de los medios de destrucción masiva. Además, muchas
especies de fauna y flora se encuentran al borde de la extinción, y los productos
agrícolas también se ven alterados (Londoño & Martínez 2013).
El ambiente no solo sufre daños, sino que también se convierte en un factor de
riesgo para la integridad territorial del Estado, la paz y la estabilidad interna e
internacional. El bienestar humano, los valores, la identidad, el modo de vida, así como
el desarrollo económico y humano de los grupos, sociedades y Estados, están en peligro
cuando hay cambios o escasez en los recursos naturales. Por ejemplo, la presencia de
cultivos ilícitos impacta negativamente en el medio ambiente, lo que aumenta las
posibilidades de conflicto armado (Lavaux 2004).
Basándose, por ejemplo, en los cultivos ilícitos, se evidencia cómo los
ecosistemas se convierten en actores indirectos del conflicto armado, ya que su uso y
apropiación generan interacciones sociales de colaboración y conflicto que están
estrechamente relacionadas con las características propias de los ecosistemas. En este
sentido, las relaciones entre los actores cambian en función de la disponibilidad de un
recurso determinado, como el agua o la tierra. En general, cuando los recursos escasean,
se incrementa la probabilidad de conflictos (Londoño & Martínez, 2013). Así, es
preciso, tener en cuenta las diversas consecuencias que afectan al ambiente como
resultado del conflicto armado, cuando estas incluyen la deforestación, la pérdida de
biodiversidad, la erosión de suelos, la destrucción de fuentes hídricas. Además, existen
factores adicionales como el desplazamiento forzado, los cultivos ilícitos, la
erradicación de los mismos y la apropiación de tierras para el sustento de las
comunidades que residen en esas áreas (Londoño & Martínez 2013).
Entre las consecuencias más destacadas se encuentran los cultivos ilícitos, la
deforestación y la minería ilegal. Debido a las políticas de erradicación implementadas
por el gobierno, los cultivos ilícitos se trasladan a áreas donde no hay presencia de las
fuerzas oficiales. Esto agrava el problema ambiental, especialmente debido a las
fumigaciones que se realizan para erradicar dichos cultivos. Como resultado, se produce
una gran destrucción de los bosques andinos e interandinos, que albergan la mayor parte
de la biodiversidad en Colombia (Londoño & Martínez 2013).
Ahora bien, la minería ilegal ha tenido un impacto significativo en el ambiente
colombiano. Por un lado, se ha observado una acelerada deforestación en áreas donde
se practica esta actividad, lo que ha llevado a la pérdida de hábitats naturales y a la
degradación de ecosistemas frágiles. Según un informe del Ministerio de Ambiente y
Desarrollo Sostenible de Colombia, se estima que entre 2001 y 2018, la minería ilegal
fue responsable de la deforestación de más de 200,000 hectáreas de bosques en el país
(Minambiente 2019).
Además, la minería ilegal conlleva la contaminación de cuerpos de agua, debido
al uso indiscriminado de mercurio y otros químicos tóxicos en los procesos de
extracción y beneficio de minerales (Gossain 2010) . Esto no solo afecta la calidad del
agua para consumo humano y animal, sino que también causa daños irreparables en los
ecosistemas acuáticos y la biodiversidad asociada. Entonces, la actividad minera ilegal
no solo tiene impactos ambientales, sino también sociales y económicos. Esta actividad
ilegal ha generado conflictos y desplazamientos forzados de comunidades locales,
debido a la disputa por los territorios ricos en minerales. Asimismo, ha alimentado la
economía ilegal y el narcotráfico, debilitando la institucionalidad y el Estado de derecho
en las áreas afectadas.
Relata Mier, (2015) que, entre estos daños se encuentra la deforestación, la cual
ha sido una de las consecuencias más visibles y alarmantes. La presencia de grupos
armados en áreas forestales ha llevado a la tala indiscriminada de árboles para diversos
fines, como la expansión de cultivos ilícitos, la construcción de campamentos y la
explotación ilegal de recursos naturales.
Además de la deforestación, según Cely Mariño (2019), otro impacto ambiental
significativo es la contaminación de cuerpos de agua, ya que los grupos armados han
utilizado ríos y otros cuerpos de agua como vías de transporte para actividades ilícitas,
lo que ha resultado en la descarga de sustancias tóxicas y desechos contaminantes. Esto
ha provocado la degradación de los ecosistemas acuáticos, afectando la calidad del agua
y poniendo en riesgo la supervivencia de especies acuáticas.
La degradación generalizada de los ecosistemas también es una consecuencia
del conflicto armado en Colombia. Dice, Mier (2015) La presencia constante de grupos
armados ha llevado a la sobreexplotación de recursos naturales, como la caza y pesca
indiscriminada, la extracción ilegal de minerales y la destrucción de hábitats. Esta
degradación afecta la resiliencia de los ecosistemas y su capacidad para brindar
servicios ambientales esenciales, como la regulación del clima, la conservación del
suelo y la provisión de agua limpia.
Otra consecuencia del conflicto armado, cita Cúbides (2018), es la pérdida de
biodiversidad, Colombia que siempre ha sido reconocida a nivel mundial por su alta
biodiversidad, desafortunadamente, ahora está viendo cómo esta riqueza natural ha sido
seriamente afectada; la caza indiscriminada, la destrucción de hábitats y la introducción
de especies invasoras son algunos de los factores que han contribuido a la disminución
de la biodiversidad en el país. Además, las comunidades indígenas y la población civil
que habitan en áreas afectadas por el conflicto también se ven directamente afectadas,
ya que dependen de los recursos naturales para su subsistencia y su cultura está
estrechamente ligada a la naturaleza.
La norma citada, es una instancia específica del principio general del Derecho
Internacional Humanitario (DIH) que exige la adopción de "medidas cautelares" para
proteger a los civiles y la propiedad civil, (Henckaerts, & Doswald-Beck, 2007). Sin
embargo, la cláusula final de esta norma representa una aplicación pionera del principio
de precaución desarrollado en el Derecho Ambiental Internacional (DIMA) en relación
con la responsabilidad de actuar con cautela durante los conflictos armados. El estudio
argumenta que el principio de precaución debe incorporarse al derecho consuetudinario
que rige los conflictos armados en esta situación. El caso de las pruebas nucleares de
1995 y la Opinión Consultiva de 1996 sobre el caso de las armas nucleares son las dos
decisiones de la Corte Internacional de Justicia -CIJ- que se utilizan principalmente
para respaldar esta afirmación.
El estudio sostiene que la idea de "consideración debida" esbozada en la regla
44 es generalmente reconocida. Dos formulaciones no oficiales pero populares en los
estándares pertinentes reflejan esto. Por ejemplo, el Manual de San Remo sobre el
derecho internacional aplicable a los conflictos armados en el mar (1994) establece que
todas las formas de guerra deben tener en cuenta el medio ambiente (Fuente 22).
Directrices similares se establecen en el Manual de Derecho Internacional Aplicable a
la Guerra Aérea y de Misiles (2009) del Programa de Investigación de Políticas y
Conflictos Humanitarios, que prohíbe la destrucción ambiental innecesaria y enfatiza
la importancia de tener en cuenta el medio ambiente al realizar la guerra. Planificación
y ejecución de operaciones aéreas y de misiles (Correa 2016).
Lo anterior es relevante para el tema de investigación, al relacionar una norma
ofrecida primigeniamente por el DIMA y acogida incompletamente por DIH, en cuanto
a la innecesaria y prohibida acción de destrucción y deterioro ambiental en ocasión de
un conflicto armado. Así, el estudio argumenta que el principio de la debida
consideración y la prohibición de la destrucción ambiental "innecesaria" son más
flexibles y amigables con el ambiente que las reglas del Protocolo Adicional I. Sin
embargo, el Protocolo Adicional I plantea un serio problema con respecto al punto de
corte para la prohibición de causar daños ambientales "extensos, duraderos y graves",
(Correa 2016). La interpretación acumulativa y ambigua de estos requisitos establece
un listón muy alto, lo que dificulta su cumplimiento en un conflicto armado
convencional. Hay dudas sobre si se ha cruzado el umbral en términos de daños
extensos que abarcan varias décadas, incluso en el caso de la guerra química, como el
uso de herbicidas en Vietnam (Correa 2016). Lo que representaría una dificultad clara
al hacer exigible esta norma frente a la problemática ambiental generada por la minería,
puesto qué, no se entiende bajo que cronología se establece el daño ambiental.
Si bien actualmente existe una falta de consenso con respecto a esta
interpretación, es obvio que las partes del tratado tenían la intención de poner un
parámetro muy alto. Los recursos naturales y el ambiente son esenciales para restaurar
la paz después de una guerra como la interna en Colombia, y los daños ambientales
graves pueden frustrar los esfuerzos para crear puestos de trabajo, fomentar la
recuperación económica y hacer que la sociedad vuelva a la normalidad, sobre todo en
el área rural donde se genera la actividad minera. Por ello, el daño a largo plazo a la paz
puede resultar de un marco que es excesivamente tolerante con el daño ecológico
causado por el conflicto armado. Dada la creciente importancia del medio ambiente en
las relaciones internacionales, es discutible si este alto umbral aún se aplica o si se ha
vuelto obsoleto (Correa 2016).
Desde un punto de vista conservacionista, esto se traduce en la existencia de un
vacío legal que es extremadamente insatisfactorio. Por un lado, las restricciones que se
aplican a la prohibición establecida en los artículos 35 y 55 del Protocolo Adicional I
son muy onerosas, lo que hace que la prohibición sea demasiado limitada en términos
de protección ambiental. Por otro lado, la ambigüedad en el alcance y aplicación precisa
de la prohibición ofrece una oportunidad para fortalecer y mejorar la protección del
medio ambiente en situaciones de conflicto. Es esencial que la comunidad internacional,
los organismos de derechos humanos, los expertos en conservación y otras partes
interesadas trabajen juntos para abordar esta ambigüedad y fortalecer la normativa
existente.
La definición restrictiva y poco clara del daño al ambiente que se prohíbe en las
disposiciones que explícitamente mencionan la protección del ambiente en
situaciones de conflicto armado;
La protección insatisfactoria de los elementos del ambiente como objetos civiles
debido a la sencilla transformación de dichos elementos en objetivos militares; y,
Las dudas acerca de la aplicación práctica del principio de proporcionalidad al
daño ambiental, entendido como daño colateral originado por ataques contra
objetivos militares. (p.345)
Conclusiones.
Las conclusiones extraídas de los tres capítulos proporcionan una visión
general y extensa de los impactos del conflicto armado colombiano en la sociedad y el
ambiente, así como de las implicaciones jurídicas y las medidas de protección
necesarias. Estas conclusiones revelan la gravedad de la situación y la urgencia de
abordar los problemas relacionados con el conflicto armado y la minería ilegal en
Colombia.
En primer lugar, se destaca el impacto devastador del conflicto armado en
Colombia, tanto en la sociedad como en el ambiente. Las numerosas violaciones de
los derechos humanos y la violencia sistemática han afectado a comunidades rurales y
urbanas, causando un sufrimiento generalizado y alterando la vida cotidiana de las
personas.
En cuanto al ambiente, se identifican varios impactos negativos. La minería
ilegal, practicada ampliamente en el contexto del conflicto armado, ha llevado a una
acelerada deforestación, contaminación de cuerpos de agua y degradación de
ecosistemas frágiles. La tala indiscriminada de árboles, la explotación ilegal de
recursos naturales y el uso de ríos y cuerpos de agua para actividades ilícitas han
provocado la degradación generalizada de los ecosistemas, la pérdida de
biodiversidad y la contaminación del agua.
Corte Constitucional Sentencia T-415. (17 de junio de 1992). Magistrado Ponente: Ciro
Angarita Barón. Bogotá.
Ley 23. (19 de diciembre de 1973). Por la cual se conceden facultades extraordinarias
al Presidente de la República para expedir el Código de Recursos Naturales y
protección al medio ambiente y se dictan otras disposiciones. Bogotá, D.C.:
Congreso de Colombia.
Ley 99. (22 de diciembre de 1993). Por la cual se crea el MINISTERIO DEL MEDIO
AMBIENTE se reordena el Sector Público encargado de la gestión y
conservación del medio ambiente y los recursos naturales renovables, se
organiza el Sistema Nacional Ambiental -SINA y se dictan otras disposicion.
Bogotá, D.C.: Congreso de Colombia.
Rivera, O. (eneo de 2017). Breve estudio descriptivo del fenómeno ambiental en sus
dos dimensiones: daño ambiental y daño ecológico. Derecho y políticas
públicas, 19(25), 83 - 103.
Ruíz, L. (2007). Protección penal del medio ambiente. Estado de la cuestión y acción
civil dentro del proceso penal. En Ó. Amaya, Daño ambiental (Vol. I, págs. 89
- 123). Bogotá, D.C: Universidad Externado de Colombia.