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Intersección jurídica del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y del Derecho

Internacional del Medio Ambiente (DIMA) en el conflicto interno colombiano: caso


minería ilegal.

Natalia Cordoba Muriel

Vanessa Figueroa Díaz Granados

Corporación Universitaria Lasallista


Facultad de Ciencias Sociales
Derecho
2023
Introducción

Al revisar las dinámicas jurídicas nacionales e internacionales que se presentan


alrededor de los conflictos armados y la responsabilidad por el daño ambiental
ocasionado por la minería ilegal en Colombia ejercida por grupos al margen de la ley
como los principales protagonistas, que encuentran en esta actividad un medio
económico para sus fines delictivos, se analizará cómo la minera ilegal es causante del
daño irremediable que se le causa al ambiente durante la extracción de minerales de las
capas externas de nuestro planeta, acabando nuestra biodiversidad, ya que para que la
extracción sea más fácil y rápida estos actores usan químicos como el Mercurio y el
Cianuro conocidos por ser altamente perjudiciales para la salud de las personas y seres
vivos, causando otras problemáticas como: afectaciones graves de salud, la
deforestación de bosques, contaminación de las aguas y daño ecológico del ambiente,
y aumento de índices de violencia en los sectores donde comúnmente se desarrolla esta
actividad ilícita.
En el marco del conflicto armado interno que ha afectado a Colombia durante
décadas, surge la necesidad de analizar la incidencia del Derecho Internacional del
Medio Ambiente (DIMA) y el Derecho Internacional Humanitario (DIH) en el
ordenamiento jurídico colombiano. Este conflicto ha tenido un impacto significativo en
el medio ambiente, especialmente en relación con la actividad de minería ilegal, la cual
ha generado graves consecuencias ambientales y sociales.
El DIMA, representado por diversos acuerdos y convenios internacionales,
establece una serie de principios y normas encaminados a proteger el medio ambiente
a nivel global. Entre los tratados más relevantes se encuentra la Convención de
Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes y el Convenio sobre la
Diversidad Biológica, los cuales han sido ratificados por Colombia. Estos instrumentos
internacionales establecen la obligación de los Estados de proteger y conservar el medio
ambiente, así como prevenir y mitigar los daños ambientales.
Por su parte, el DIH, aplicable en situaciones de conflicto armado, busca limitar
los efectos de la guerra sobre la población civil y proteger los bienes y recursos
indispensables para su supervivencia. En el contexto colombiano, el conflicto armado
ha generado graves violaciones a los derechos humanos y ha impactado negativamente
en el medio ambiente, particularmente debido a la explotación ilegal de recursos
naturales como la minería.
En Colombia, la minería ilegal ha adquirido una relevancia preocupante, no solo
por los graves daños ambientales que ocasiona, sino también por su relación con grupos
armados ilegales y su financiación. Como se ha mencionado, la minería ilegal supone
una fuente de ingresos para estos grupos ilegales, quienes utilizan la violencia para
controlar los territorios ricos en recursos naturales. Ante este panorama, es fundamental
analizar cómo se aborda la responsabilidad del daño ambiental en el marco de la
actividad minera ilegal y cómo se aplican las normas internacionales y nacionales en
esta materia.
Ahora bien, es notorio que, el cubrimiento que se le ha dado a esta problemática
de manera teórico-jurídica, se decanta de tomar al derecho Internacional del Medio
Ambiente (DIMA), como desvinculante, es decir es un instrumento con meras
aspiraciones jurídicas pues carece de obligatoriedad, y está supeditado exclusivamente
a la aplicabilidad que le dé cada Estado, donde juega un papel sumamente importante
la soberanía de cada estado en la medida que cada uno puede negociar, suscribir,
ratificar, o retirarse de los acuerdos de carácter Internacional Ambiental. Con esto se
quiere decir que el problema no radica únicamente en insuficiencia normativa, sino en
la voluntad de los estados en aplicarlas.
En un informe de la ONU titulado de hecho “Estado de Derecho Ambiental” se
concluyó que, aunque el volumen de leyes ambientales se ha multiplicado por 38 desde
1972, la incapacidad de aplicar y hacer cumplir plenamente las regulaciones es uno de
los mayores desafíos para mitigar el cambio climático, reducir la contaminación o
detener la pérdida generalizada de especies y hábitats (ONU 2019)
Por su parte en la legislación colombiana existen bases para enfrentar esta
situación. Pero no tampoco está siendo eficaz debido a que no hay suficiente dominio
estatal y esto impide la correcta aplicación de la normatividad ambiental y de tal modo
causando detrimento ambiental, económico y social.
Frente a ello Procuraduría General de la Nación, ha criticado la regulación
estatal frente al tema. Desde lo jurídico, la minería ilegal se nutre para vigorizarse de
una evidente anarquía normativa, específicamente de una ambigua y poco clara
normatividad minera que cronológicamente ha expedido estatutos incapaces de
diferenciar lo ilegal de lo legal y que pareciera verter en un solo molde las actividades
a baja escala que se pudieran permitir a pequeños y tradicionales mineros, con las
actividades de alto impacto que se desarrollan sin la obtención previa de un título
minero (Procuraduría General de la Nación, 2011)
En este sentido, el objetivo de esta tesis es examinar la incidencia del DIMA y
el DIH en el ordenamiento jurídico colombiano, específicamente en el contexto del
conflicto armado interno y la minería ilegal. Se analizará la legislación nacional vigente
y se contrastará con los compromisos internacionales asumidos por Colombia en
materia de protección ambiental y derechos humanos.
A través de este estudio, se busca proporcionar una visión clara y comprensiva
sobre la forma en que el derecho internacional del medio ambiente y el derecho
internacional humanitario inciden en el abordaje de la responsabilidad del daño
ambiental causado por la minería ilegal en Colombia. Por ello, el objetivo general de
esta tesis es determinar la aplicación del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y el
Derecho Internacional del Medio Ambiente (DIMA) en el caso de la minería ilegal en
el contexto del conflicto armado interno de Colombia, así como abordar la
responsabilidad por el daño ambiental desde esta perspectiva internacional.
Es importante destacar que este trabajo pretende contribuir al debate académico
y jurídico sobre la intersección entre el conflicto armado, el derecho internacional, el
medio ambiente y los derechos humanos en Colombia, con el objetivo último de
impulsar acciones que permitan la construcción de un futuro sostenible y pacífico para
las generaciones venideras.
Por su parte, Juan Gossaín, pone de presente la relevancia del tema
recordándonos una de las múltiples incidencias que ha tenido el mercurio en las
diferentes manifestaciones de vida:

El mercurio es la principal amenaza sobre los ecosistemas del país. La plaga


mercurial, con sus secuelas venenosas, se está extendiendo como una metástasis por
todo el organismo colombiano, no solo en áreas rurales sino, incluso, en grandes centros
urbanos, a través del pescado de río y mar que llevan a los mercados, como sucedió
recientemente con el atún o de las frutas y verduras, gallinas y cerdos contaminados
procedentes de esas regiones. (Gossaín 2017).

Retomando lo anterior es notable que paradójicamente a pesar de que el


ordenamiento jurídico colombiano cuenta con vastos cimientos normativos en temas
ambientales, y que se preocupa por ello, se sigue percibiendo falta de domino estatal en
el tema, pues no es suficiente contar con una extensa normativa, más que ello se necesita
claridad y exactitud en la legislación que regula el tema.
De tal modo que, se analizaran los principales paradigmas, obstáculos y
vacíos normativos que se encuentran en la legislación Colombiana y, cómo puede
aportar el Derecho Internacional Humanitario (DIH) y el Derecho Internacional del
Medio Ambiente (DIMA), de tal manera que pueda existir una aproximación entre estas
ramas del derecho y se dé una integración de reglas y principios frutos del Derecho
internacional que rige para Colombia o de aquel al cual podría adherirse.

1.1. Descripción del problema


La Minería ilegal además de causar estragos en el medio ambiente y muerte
natural de las zonas donde se desarrollan estas actividades, también se relaciona con
problemáticas sociales como desplazamientos de personas o daños a poblaciones e
infraestructuras, deforestación de zonas boscosas, problemas graves de salud por ingerir
químicos nocivos utilizados durante la práctica de esta actividad ilegal.

En Colombia, este tema también ha generado el desplazamiento forzoso en


algunas comunidades en las cuales se realiza esta actividad. En efecto, se han
identificado casos como el de la explotación de carbón en la Guajira y Cesar, donde,
además de los gravísimos impactos ambientales ocasionados, se han identificado
impactos sociales incluyendo el desplazamiento de comunidades” (Cabrera, Garay,
Morales, Pardo y Vargas, 2013, p.37) Esto paralelamente sucedido dentro un conflicto
armado interno, pues existe incesantes necesidades de apropiarse del suelo y subsuelo
para generar recursos para actividad ilegal.

Pues el conflicto armado interno de Colombia es uno de los principales actores


relacionados en esta problemática de degradación ambiental, pero no el único, ya que
el Estado también interviene de manera legal en la industria minera, así que se podría
decir que ambos se les atribuye responsabilidad compartida, en mayor o menor medida
este efecto. (Nicholls & Noreña 2016).
De tal manera, surge la necesidad de analizar la dogmática internacional
ambiental que se encuentra dispersa en protocolos del DIH, también en avances
conceptuales del DIMA para la determinación de daño ambiental y su responsabilidad
en el contexto de los conflictos armados.
Así se evidencia la necesidad de realizar un análisis de tres temáticas en los que
se ha encontrado que el DIH posee debilidades. En primera medida, el Protocolo
adicional I a los Convenios de Ginebra de 1949, establece el principio de
inadmisibilidad de daño ambiental, que para ser considerado de tal manera debe tener
ciertas características, como ser: extenso, duradero y grave. Con lo anterior, se hace
ostensible la vaguedad de la definición, ya que resulta ineficaz y oscuro su
conceptualización jurídica. En segundo término, en las estipulaciones del DIH para la
protección de bienes de carácter civil no queda consignado el medio ambiente como
elemento a proteger. Por último, cómo se observa el principio de proporcionalidad del
daño al medio ambiente tenido por “daño colateral” se torna de difícil consideración.
Por lo anterior, se torna la inminente necesidad de integrar el DIH con las
oportunidades que brinda el DIMA, herramientas internacionales de utilidad para
sustentar y complementar la implementación de la normativa ambiental colombiana
bajo la responsabilidad de determinados actores del conflicto armado en ocasión a un
daño ambiental evidenciado.

1.2. Pregunta de investigación.

¿Qué incidencia tienen en el ordenamiento jurídico colombiano el derecho


internacional del medio ambiente (DIMA) y el derecho internacional humanitario (DIH)
en el conflicto armado interno de Colombia y de qué manera se aborda la
responsabilidad del daño ambiental frente a la actividad de minería ilegal?

2. Objetivos.

2.1. Objetivo General

Analizar la aplicación del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y el


derecho internacional del medio ambiente (DIMA), en el caso de la minera ilegal en
ocasión al conflicto armado interno de Colombia y como se aborda la responsabilidad
por daño ambiental desde esta perspectiva internacional.

2.2. Objetivos Específicos.

1. Describir los aspectos generales del conflicto armado colombiano y las incidencias
en el ambiente, especialmente, el caso de la minería ilegal.
2. Identificar las consecuencias e impactos humanitarios que se generan en materia
de Derechos Humanos, DIH
3. Determinar cuáles son las obligaciones ambientales y consecuencias jurídicas del
DIH, y del DIMA en ocasión al conflicto armado.
4. Enunciar los elementos constituyentes de la presunta responsabilidadad atribuible
al Estado colombiano derivada del daño ambiental frente a la minería ilegal.

3. Justificación.

Se pretende determinar las obligaciones ambientales consignadas del DIH y


del DIMA en ocasión al conflicto armado que puedan servir de complemento a la
normativa Colombiana, en vista de que actualmente existen deficiencias y lagunas
jurídicas en cuanto al deterioro del ecosistema ocasionado por el conflicto armado y al
uso de material químico altamente nocivo para el ambiente, (Colorado 2019) todo ello
en el contexto de la situación Colombiana con los grupos insurgentes que son los
principales actores de la minería ilegal, actividad que utilizan para financiar su
subsistencia y fines delictivos sin el más mínimo cuidado o preocupación por el
ambiente.

Esto teniendo en cuenta que el material utilizado es causante de modificaciones


catastróficas dice Colorado (2019), toda vez que causan daño al entorno biológico de
manera directa e indirecta, poniendo en peligro la vida, la seguridad y la salud de las
personas y demás seres vivos.

Estos materiales (sustancias químicas), relata Bartolotta, (2015) modifican el


entorno hasta el punto de convertirlo en espacios inhabitables, entre ellos el cianuro y
el mercurio usados para extraer los minerales de la roca de manera más fácil pero más
dañina para el medio ambiente, (Bartolotta, 2015).

Los daños ambientales derivados de la extracción ilegal de recursos minerales,


en diferentes regiones del país alcanzan proporciones inimaginables. Los impactos de
dicha actividad sobre ecosistemas completos compuestos por fuentes hídricas, variedad
de suelos, la fauna y flora, condiciones atmosféricas y demás, representan una gran
problemática social en cuanto a la vulneración directa de derechos individuales y
colectivos representados en daños ambientales puros y consecutivos que en algunos
casos resultan irreparables. (Nicholls & Noreña, 2016)

Estos son los ejemplos categóricos, la minería ilegal, que se desarrolla en el


territorio colombiano desde hace décadas con costos ambientales altísimos, situación
que preocupa a la comunidad internacional, (Bartolotta 2015).

Ahora bien, desde una perspectiva internacional se ha manifestado que, la


protección directa e indirecta del medio ambiente durante los conflictos armados que
ofrece el DIH es de naturaleza problemática. Pocas disposiciones del DIH se refieren
explícitamente a la protección medioambiental durante los conflictos armados, y las
que lo hacen son inadecuadas. Por el contrario, el DIMA es un amplio conjunto de leyes
para la protección del medio ambiente que proporciona una cantidad cada vez mayor
de principios y mecanismos para el abordaje del daño ambiental en tiempos de paz (con
cada vez más disposiciones referidas a cuestiones de responsabilidades). Sin embargo,
aún es tema de debate si el DIMA se aplica y proporciona protección suficiente durante
los conflictos armados. (Bothe, Bruch, Diamond, & Jensen, 2010)

Esto demuestra la necesidad de una respuesta adecuada por parte del


ordenamiento jurídico internacional en especial del DIH y el DIMA, en cuanto a la
protección ambiental durante el conflicto armado, pues las disposiciones jurídicas
existentes son ambiguas y resultan ineficaces en cuanto a los límites que se imponen en
el conflicto para evitar el deterioro ambiental, así como también, la falta de claridad
jurídica respecto de estos límites se refleja en las catástrofes anteriormente mencionadas.
4. Marco teórico.

Concepto de ambiente
El concepto de Ambiente no está claramente definido, pues no se precisa con
exactitud todo lo que abarca, pero a grandes rasgos podría definirse como el entorno
natural en que se desarrolla la vida de diferentes organismos, donde se relacionan e
interactúan seres vivos, elementos sin vida.
El ambiente es un conjunto de condiciones que afecta la existencia, desarrollo y
bienestar de los seres vivos; no se trata de un lugar en el espacio solamente sino de
todas las condiciones físicas, químicas, biológicas, sociológicas, psicológicas que
favorecen o no el desarrollo, (Vásquez 2009).
Ahora bien, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente en
Estocolmo (1972) lo define como: “Medio ambiente es el conjunto de componentes
físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos o indirectos,
en un plazo corto o largo, sobre los seres vivos y las actividades humanas”,
Si bien existen múltiples definiciones para lo que nos ocupa se establece el
concepto de ambiente desde una perspectiva más social que bilógica, por tanto, se
define el ambiente como condiciones o elementos físicos, sociales y económicos que
rodean a los seres vivos y que influye en la vida del ser humano y en las generaciones
venideras. Es decir, no se trata sólo del espacio en el que se desarrolla la vida sino que
es el entorno que afecta y condiciona especialmente las circunstancias de vida de los
seres.
Por otro lado, es importante puntualizar que existen diferentes posiciones en
cuanto nombrarlo ambiente o medio ambiente, para lo cual se define los siguiente según
la Real Academia Española.

El medio:

“Que está entre dos extremos, en el centro de algo o entre dos cosas”.

El ambiente:

“Que rodea algo o a alguien como elemento de su entorno”.


La palabra Ambiente es preferida a Medio Ambiente por entender que el
concepto Ambiente es más amplio y globalizador al incluir al hombre como un
ser más en la cadena trófica. Hablar de Ambiente denota una visión biocéntrica
del mundo, donde las personas constituyen una especie más en la naturaleza en
contraposición a una visión antropocéntrica, representada en las palabras Medio
Ambiente, que identifica al hombre como centro y lo que lo rodea, el medio en
el cual se desarrolla. Ambiente (Servi 1998).

El daño ambiental desde una aproximación teórica

El daño ambiental se circunscribe a las acciones o conductas de las personas,


independientemente de sus circunstancias, que produzcan contaminación y efectos
indeseables sobre el ambiente, lo que exige el reconocimiento del grado de interacción
que determina el principio de responsabilidad en los procedimientos sancionadores,
buscando “el reconocimiento del concepto de daño ambiental y responsabilidad
ambiental, que, si bien integra elementos importantes en diferente dimensión, va más
allá de los esquemas puros de responsabilidad civil”. (García, 2007, p. 1).

El derecho ambiental, por tanto, pretende tratar la protección de la naturaleza


como un derecho o de carácter colectivo a través de mecanismos jurídicos. Desde una
perspectiva civil, la defensa es terrible. Es decir, desde un punto de vista doctrinal, el
daño ambiental se ha presentado como la “afectación, disminución o aminoración sobre
el valor del bien o recurso natural y ambiental, desde lo cual se produce un
desconocimiento de los derechos e intereses ambientales colectivos” (Rivera, 2017, pág.
95); de tal forma, el daño suele estar ocasionado tanto en eventos ilegales o antijuridicos
como en actividades consagradas legalmente, “con lo cual también se incluyen los casos
de abuso o desconocimiento de la autorización por parte de la autoridad ambiental,
como las concesiones, permisos o licencias ambientales otorgadas” (Corte
Constitucional Sentencia T - 204, 2014).

Al respecto, persisten vacíos en el ordenamiento jurídico y jurisprudencial de


esta tarde, a pesar de los avances en materia de daño ambiental legal, controlado, de
gestión ambiental y seguimiento por parte de las “autoridades ambientales a través de
las autorizaciones en los actos administrativos, con lo cual el problema de daño
ambiental se remitiría a los hechos en que los titulares de la autorización desconocen
las medidas allí impuestas” (Corte Constitucional sentencia C - 703, 2010); a lo que se
suma las acciones terroristas que debilitan la protección al medio ambiente conforme a
la manera como se presentan, esquivando todo tipo de protección.

Consecuentemente, se observa de manera ostensible que el tema del “daño


ambiental se enmarca en las instancias de las autorizaciones ambientales como la
licencia ambiental, pero también correlativamente desde las medidas de carácter
sancionatorio” (Corte Constitucional Sentencia T - 204, 2014). Con lo dicho, se da
cumplimiento a las obligaciones del Estado como rector de las instituciones que lo
componen de tomar medidas tendientes a informar o prevenir la recurrencia de los
desastres naturales, así como aprobar estrategias para su compensación y satisfacción
plena. En resumen, en lo que respecta al daño ambiental, el concepto de delitos
ambientales y las limitaciones programáticas relacionadas con los derechos e intereses
colectivos frente a ataques terroristas han sido seriamente cuestionados.

Responsabilidad ambiental
Alrededor de la temática ambiental se aborda como una serie de instrumentos
de producción a los que deben dársele aplicación en los diversos sectores de un país,
con el fin de reducir los impactos que generan al ecosistema, es decir, propender por
una producción más limpia, en el área donde se despliegue el proceso productivo de
una empresa. Así mismo, contribuir a la mejora del bienestar de los habitantes de una
zona determinada. (Alvarez 2016)
Por otra parte, Núñez (2003) plantea a la responsabilidad ambiental en el plano
interno o intramuros, con implicaciones que aseguran una adecuada gestión de los
residuos, prevención de los posibles daños o impactos ambientales derivados de la
propia actividad.
La conceptualización y fundamentación jurídica de responsabilidad ambiental,
se han visto marcadas en la actualidad por los avances y la evolución de desarrollos del
derecho ambiental, que antes estaban reducidos a la responsabilidad civil. Ahora podría
decirse el que el daño ambiental es fuente de responsabilidad y
se le atribuyen la minimización del daño, (Nuñez 2003).

Problemática ambiental.
Se entiende como el conjunto de eventos que tienen o pueden tener efectos
adversos al medio ambiente, muchos de los que son necesarios resolver para garantizar
el bienestar humano, es decir, situaciones que llegan a causar una amenaza a la vida del
planeta. El conjunto de factores proviene de causas naturales o antrópicas, por
antonomasia, el calentamiento global y la sobre explotación de los recursos naturales
son considerados problemas ambientales, (Bartolotta 2015)

Definición de minería y sus diferentes clases:


En la Ley 685 de 2001, por el cual se expide el Código de Minas, estructurado
por medio del Ministerio de Minas y Energía, se crea un listado para entender conceptos
básicos sobre la minería, que será de gran apoyo para el desarrollo de este trabajo. Se
trata de un compendio de terminología relacionada con la minería en nuestro territorio,
que además cumple los requerimientos nacionales y estándares internacionales.
(Energia 2016)
A sí entonces el Código de Minas y Energía define la minería como: La ciencia,
técnicas, actividades que tienen que ver con el descubrimiento y la explotación de
yacimientos minerales. Quiere decir que este trabajo se relaciona con obras
subterráneas que sirven para obtener minerales y otros materiales a partir de la corteza
terrestre.
La minería se clasifica en diferentes maneras, de acuerdo con la técnica de
extracción que se utilice y el lugar donde se realice:

 Minería Tradicional: es aquella que se ejerce bajo la vigilancia de la ley 685 de


2001, se desarrolla en un área específica en forma continua o descontinua, ya
sea por personas naturales o asociaciones mineras, (Código de minas).

 Minería de subsistencia: En esta clase de minería son las personas naturales,


quienes ejecutan la actividad, mediante la unión de su fuerza de trabajo y
métodos rudimentarios, logran la extracción de determinados minerales, lo que
obtengan lo utilizan para generar ingresos de subsistencia. Suele ser conocida
también como “barequeo”, (Energía 2016)

 Minería Aluvial: son las actividades y operaciones mineras adelantadas en


riberas o cauces de los ríos, (minas 2017)
 Minería formal: es aquella clase de minería en la que las empresas legalmente
constituidas realizan la extracción de los minerales, (Minas 2017)

 Minería Legal: Es la clase de minería amparada por un título minero, que es el


acto administrativo escrito mediante el cual se otorga el derecho a explorar y
explotar el suelo y el subsuelo minero de propiedad nacional, este título minero
debe estar debidamente inscrito en el Registro Minero Nacional, (Energía, 2016)

 Minería Ilegal: es la clase de minería desarrollada sin estar inscrita en el registro


nacional minero, y por lo tanto no cuenta con un título minero. Es la minería
desarrollada de manera informal, aunque también se ven casos en los se realizan
explotaciones amparada por un título minero, pero donde la extracción, o parte
de ella, se realiza por fuera del área otorgada en la licencia, (Energía,2016).

Conflicto armado en Colombia

El conflicto armado de Colombia ha estado marcado por la desigualdad y la falta


de espacios para la participación política, así como la ausencia del estado en zonas
marginales, dieron cabida al uso de la violencia y la lucha armada por parte de estos
grupos ilegales para apoderarse del control en estas zonas, este fenómeno que ha
marcado la historia de Colombia se ha visto reforzado por el narcoterrorismo, entre
estas actividades se destaca la minera ilegal de oro y otro minerales, que desarrollan
bajo las sombras para financiar en parte sus actividades delictivas.
En este contexto, los grupos armados han justificado el uso de la violencia por
considerarla el único método para poder transformar la sociedad y con la intención de
no permitir cambios considerados como ilegítimos. Así pues, la fractura creada por las
desigualdades, el uso de la violencia y la lucha por el poder han marcado las dinámicas
sociales y políticas que han tenido lugar en Colombia desde que se instauró la República
(S.XIX) hasta el día de hoy, cuando Colombia abre un nuevo capítulo en su historia con
los actuales procesos de paz. (CIDOB - Conflicto En Colombia: Antecedentes
Históricos Y Actores, n.d.)
Los protagonistas del conflicto armado principalmente han sido, los
movimientos guerrilleros y los partidos políticos tradicionales, pero una característica
que ha llevado al incremento de este fenómeno, es la pluralidad de actores que han
transformado el conflicto armado en el país.

Lagunas jurídicas: lagunas normativas.


Se puede hablar que una laguna jurídica es una especie de inhibición previa del
legislador frente a una situación social, lo que también quiere decir que se desprende
por principio de legalidad una omisión legal intencional, luego de que el legislador por
diferentes motivos y factores no haya podido dar solución a un problema jurídico o,
también, no haya expresado la voluntad de resolverlo. Al respecto, cabe la definición
que ilustra (Segura Ortega 1989) al decir que:

Una laguna es la ausencia de regulación por parte del derecho (podría decirse
mejor del ordenamiento jurídico para evitar mayores complicaciones) de una
situación o caso determinado que requiere imperiosamente una respuesta
concreta que no se halla especificada o explicitada en dicho ordenamiento
jurídico y que es necesario buscar en el proceso de aplicación a través de la
actividad integradora del juez, ( Ortega , 1989 , p. 289).

Lo anterior, expone el problema de fondo de una laguna jurídica, ya que, al


momento de hacer cumplir las leyes de un ordenamiento jurídico, no se encuentre
sustento judicial y legal, que sea pacífico y eficiente en su respuesta normativa, es decir,
el sistema encuentra una falla que, o bien intencionalmente no ha solucionado por
considerarlo de poca relevancia social, o bien se ha visto en la incapacidad de brindar
soluciones por hallarse un tema de difícil controversia social. Ambos casos, conllevan
una omisión del legislador que tiene consecuencias pragmáticas para los jueces a la
hora de fallar un litigio respecto al tema.
Lo que, además, siguiendo la doctrina de Kelsen, algunos afirman que no es
cierta la existencia de lagunas, ya que “lo que no está jurídicamente prohibido, está
jurídicamente permitido”, (Kelsen, 1935, p. 254). Referente al tema de las lagunas
jurídicas, otros autores sustentan su existencia, tal es el caso de Alchourrón y Bulygin,
citados por Ramos (2017) que proponen que como las soluciones que ofrece un
ordenamiento jurídico no cubren ni la mayoría de los casos que se despliegan como
efectos de una situación, podremos llamar a esta incapacidad laguna jurídica.
Luego, en la lógica de los autores propuestos por Ramos, (2017) se puede definir
la laguna normativa como: error de un sistema jurídico en la medida que corta la
dinámica del derecho de brindar herramientas de solución a dilemas sociales, y dentro
del mismo sistema no se encuentra un sustento claro y funcional sobre la interpretación
correcta que brinde reglas vigentes respecto a cómo decidir una controversia. En otras
palabras, existe una carencia de significado legal para orientar las decisiones judiciales
cuando se hace necesario

Capítulo uno: Describir los aspectos generales del conflicto armado colombiano y
las incidencias en el ambiente, especialmente, el caso de la minería ilegal.

En este capítulo, se lleva a cabo una descripción de los aspectos generales del
conflicto armado colombiano y su estrecha relación con el medio ambiente. Se prestará
especial atención al caso de la minería ilegal, la cual se ha convertido en una de las
problemáticas ambientales más significativas en el contexto de este conflicto. El
objetivo principal es comprender la intersección entre el conflicto armado y el deterioro
ambiental, así como identificar las principales consecuencias que la minería ilegal ha
tenido en el entorno natural de Colombia.
El conflicto armado colombiano, que ha perdurado por décadas, ha tenido un
impacto devastador tanto en la sociedad como en el medio ambiente del país,
(Bartolotta 2015). Desde su inicio, se han documentado numerosas violaciones de los
derechos humanos y una violencia sistemática que ha afectado a comunidades rurales
y urbanas. Sin embargo, hay que recordar que este conflicto también ha dejado una
huella profunda en los ecosistemas y recursos naturales de Colombia.
La minería ilegal se ha convertido en una actividad ampliamente practicada en
el contexto del conflicto armado, debido a diversos factores como la presencia de
grupos armados ilegales, la ausencia del Estado en algunas regiones y la búsqueda de
financiamiento para mantener la lucha armada. Esta actividad ilícita se caracteriza por
la extracción y comercialización de minerales sin cumplir con las regulaciones
ambientales y sin obtener los permisos correspondientes.
En Colombia, la protección del medio ambiente recae en el Ministerio de
Ambiente y Desarrollo Sostenible, que tiene como objetivo principal promover la
recuperación, conservación, protección, ordenamiento, manejo, uso y aprovechamiento
de los recursos naturales renovables. Su función es asegurar el desarrollo sostenible y
garantizar el derecho de todos los ciudadanos a disfrutar y heredar un ambiente sano
(Ministerio del Medio Ambiente, 2017).
En tal sentido, el medio ambiente se ve gravemente afectado en medio del
conflicto armado en la medida en que las guerras han causado daños irreparables en los
campos debido al abuso de los medios de destrucción masiva. Además, muchas
especies de fauna y flora se encuentran al borde de la extinción, y los productos
agrícolas también se ven alterados (Londoño & Martínez 2013).
El ambiente no solo sufre daños, sino que también se convierte en un factor de
riesgo para la integridad territorial del Estado, la paz y la estabilidad interna e
internacional. El bienestar humano, los valores, la identidad, el modo de vida, así como
el desarrollo económico y humano de los grupos, sociedades y Estados, están en peligro
cuando hay cambios o escasez en los recursos naturales. Por ejemplo, la presencia de
cultivos ilícitos impacta negativamente en el medio ambiente, lo que aumenta las
posibilidades de conflicto armado (Lavaux 2004).
Basándose, por ejemplo, en los cultivos ilícitos, se evidencia cómo los
ecosistemas se convierten en actores indirectos del conflicto armado, ya que su uso y
apropiación generan interacciones sociales de colaboración y conflicto que están
estrechamente relacionadas con las características propias de los ecosistemas. En este
sentido, las relaciones entre los actores cambian en función de la disponibilidad de un
recurso determinado, como el agua o la tierra. En general, cuando los recursos escasean,
se incrementa la probabilidad de conflictos (Londoño & Martínez, 2013). Así, es
preciso, tener en cuenta las diversas consecuencias que afectan al ambiente como
resultado del conflicto armado, cuando estas incluyen la deforestación, la pérdida de
biodiversidad, la erosión de suelos, la destrucción de fuentes hídricas. Además, existen
factores adicionales como el desplazamiento forzado, los cultivos ilícitos, la
erradicación de los mismos y la apropiación de tierras para el sustento de las
comunidades que residen en esas áreas (Londoño & Martínez 2013).
Entre las consecuencias más destacadas se encuentran los cultivos ilícitos, la
deforestación y la minería ilegal. Debido a las políticas de erradicación implementadas
por el gobierno, los cultivos ilícitos se trasladan a áreas donde no hay presencia de las
fuerzas oficiales. Esto agrava el problema ambiental, especialmente debido a las
fumigaciones que se realizan para erradicar dichos cultivos. Como resultado, se produce
una gran destrucción de los bosques andinos e interandinos, que albergan la mayor parte
de la biodiversidad en Colombia (Londoño & Martínez 2013).
Ahora bien, la minería ilegal ha tenido un impacto significativo en el ambiente
colombiano. Por un lado, se ha observado una acelerada deforestación en áreas donde
se practica esta actividad, lo que ha llevado a la pérdida de hábitats naturales y a la
degradación de ecosistemas frágiles. Según un informe del Ministerio de Ambiente y
Desarrollo Sostenible de Colombia, se estima que entre 2001 y 2018, la minería ilegal
fue responsable de la deforestación de más de 200,000 hectáreas de bosques en el país
(Minambiente 2019).
Además, la minería ilegal conlleva la contaminación de cuerpos de agua, debido
al uso indiscriminado de mercurio y otros químicos tóxicos en los procesos de
extracción y beneficio de minerales (Gossain 2010) . Esto no solo afecta la calidad del
agua para consumo humano y animal, sino que también causa daños irreparables en los
ecosistemas acuáticos y la biodiversidad asociada. Entonces, la actividad minera ilegal
no solo tiene impactos ambientales, sino también sociales y económicos. Esta actividad
ilegal ha generado conflictos y desplazamientos forzados de comunidades locales,
debido a la disputa por los territorios ricos en minerales. Asimismo, ha alimentado la
economía ilegal y el narcotráfico, debilitando la institucionalidad y el Estado de derecho
en las áreas afectadas.

1.1: Contexto histórico del conflicto armado colombiano

El conflicto armado en Colombia tiene raíces profundas que se remontan a


décadas atrás. Su origen se puede trazar hasta la década de 1940, cuando se produjeron
tensiones políticas y sociales que generaron una creciente polarización en el país.
Durante este período, se intensificaron los conflictos agrarios, las luchas por la tierra y
las desigualdades socioeconómicas, lo que sentó las bases para futuros enfrentamientos
armados. A lo largo de los años, se han formado diversos grupos armados en Colombia
con diferentes ideologías y objetivos. Entre los más conocidos se encuentran las
guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército
de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Estos
grupos han estado involucrados en el conflicto armado, perpetrando acciones violentas
y llevando a cabo actividades ilegales, como el narcotráfico y la minería ilegal, para
financiar sus operaciones, según lo enseñan los informes construidos por el grupo de
memoria histórica, (Ya, C. B.2013).
El conflicto armado colombiano se ha caracterizado por su prolongación en el
tiempo y su complejidad. Ha pasado por diferentes etapas, desde enfrentamientos entre
guerrillas y fuerzas gubernamentales hasta la aparición de grupos paramilitares y la
influencia del narcotráfico en el conflicto. Además, factores como la corrupción, la
impunidad, la desigualdad y la falta de oportunidades han contribuido a perpetuar la
violencia y dificultar su solución.
Dice Chambers (2013) que, las causas subyacentes del conflicto armado en
Colombia son múltiples y complejas. Entre ellas se encuentran la exclusión social, la
pobreza, la falta de acceso a la tierra, la desigualdad económica, la debilidad del Estado
en algunas regiones y la presencia del narcotráfico. Estos factores se entrelazan y se
retroalimentan, generando un círculo vicioso de violencia y conflicto que ha sido difícil
de romper.
En tal lógica, según Chambers (2013), parece útil a la investigación destacar
que el conflicto armado en Colombia ha tenido un impacto significativo en el ambiente.
La presencia de grupos armados ha llevado a la deforestación, la contaminación de
cuerpos de agua y la degradación de ecosistemas, especialmente en áreas donde se
practica la minería ilegal. Esta intersección entre el conflicto armado y el ambiente es
fundamental para comprender la complejidad de los desafíos que enfrenta Colombia en
términos de sostenibilidad y conservación ambiental.
Asimismo, sugiere Chambers (2013), la comprensión de los antecedentes de
violencia, la formación de grupos armados y las diferentes etapas del conflicto armado
colombiano reviste gran importancia desde una perspectiva académica y jurídica. Estos
elementos históricos y contextuales son fundamentales para realizar un análisis
exhaustivo y riguroso del conflicto en su totalidad, así como para identificar las
responsabilidades legales y buscar soluciones jurídicas y justas.
Desde una perspectiva jurídica, el examen de los antecedentes de violencia, la
formación de grupos armados y las diferentes etapas del conflicto reviste relevancia en
términos de la responsabilidad legal y la búsqueda de justicia. Esto implica la
identificación y el análisis de las violaciones de los derechos humanos, los crímenes
internacionales y las infracciones al derecho humanitario ocurridas durante el conflicto
armado. De tal suerte que, es importante destacar que el marco jurídico aplicable en
este contexto incluye el derecho internacional de los derechos humanos, el derecho
internacional humanitario y el derecho penal internacional. Estas normativas establecen
los estándares y los principios fundamentales para la protección de los derechos
humanos, la regulación de los conflictos armados y la persecución de los responsables
de crímenes atroces.
Así, la utilización de instrumentos jurídicos como tratados internacionales,
jurisprudencia de tribunales internacionales y mecanismos de rendición de cuentas
(como la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz en Colombia)
resulta esencial para investigar, procesar y sancionar a los responsables de las
violaciones cometidas en el contexto del conflicto armado.

1.2: Impacto ambiental del conflicto armado en Colombia

Relata Mier, (2015) que, entre estos daños se encuentra la deforestación, la cual
ha sido una de las consecuencias más visibles y alarmantes. La presencia de grupos
armados en áreas forestales ha llevado a la tala indiscriminada de árboles para diversos
fines, como la expansión de cultivos ilícitos, la construcción de campamentos y la
explotación ilegal de recursos naturales.
Además de la deforestación, según Cely Mariño (2019), otro impacto ambiental
significativo es la contaminación de cuerpos de agua, ya que los grupos armados han
utilizado ríos y otros cuerpos de agua como vías de transporte para actividades ilícitas,
lo que ha resultado en la descarga de sustancias tóxicas y desechos contaminantes. Esto
ha provocado la degradación de los ecosistemas acuáticos, afectando la calidad del agua
y poniendo en riesgo la supervivencia de especies acuáticas.
La degradación generalizada de los ecosistemas también es una consecuencia
del conflicto armado en Colombia. Dice, Mier (2015) La presencia constante de grupos
armados ha llevado a la sobreexplotación de recursos naturales, como la caza y pesca
indiscriminada, la extracción ilegal de minerales y la destrucción de hábitats. Esta
degradación afecta la resiliencia de los ecosistemas y su capacidad para brindar
servicios ambientales esenciales, como la regulación del clima, la conservación del
suelo y la provisión de agua limpia.
Otra consecuencia del conflicto armado, cita Cúbides (2018), es la pérdida de
biodiversidad, Colombia que siempre ha sido reconocida a nivel mundial por su alta
biodiversidad, desafortunadamente, ahora está viendo cómo esta riqueza natural ha sido
seriamente afectada; la caza indiscriminada, la destrucción de hábitats y la introducción
de especies invasoras son algunos de los factores que han contribuido a la disminución
de la biodiversidad en el país. Además, las comunidades indígenas y la población civil
que habitan en áreas afectadas por el conflicto también se ven directamente afectadas,
ya que dependen de los recursos naturales para su subsistencia y su cultura está
estrechamente ligada a la naturaleza.

1.3: Minería ilegal como factor de deterioro ambiental en el conflicto armado

La minería ilegal se refiere a la extracción de minerales realizada sin cumplir


con las regulaciones y normas establecidas por las autoridades competentes. Esta
actividad ilícita se ha proliferado en áreas afectadas por el conflicto armado, donde la
presencia de grupos armados y la falta de control estatal facilitan su desarrollo. Dice
Mariño, (2019), que las zonas más afectadas por la minería ilegal en Colombia incluyen
regiones como el Bajo Cauca antioqueño, el sur de Bolívar, el Chocó y el departamento
del Putumayo.
Ahora bien, los métodos utilizados en la extracción ilegal de minerales suelen
ser altamente destructivos para el medio ambiente. Colorado (2019) sugiere que, uno
de los métodos más comunes es la minería de socavón, que implica la excavación de
túneles subterráneos para acceder a los yacimientos de minerales. Esta actividad
conlleva la remoción masiva de suelo y rocas, lo que resulta en la destrucción de
ecosistemas terrestres y la alteración de cursos de agua cercanos.
Además de la minería de socavón, se emplean otros métodos como la minería
aluvial, que implica el uso de dragas y maquinaria pesada en los ríos y sus riveras. Esta
forma de extracción causa (Colorado (2019), la sedimentación de los ríos, la
contaminación del agua por el uso de mercurio y otros químicos, y la degradación de
los ecosistemas acuáticos. Los impactos ambientales negativos asociados a la minería
ilegal son diversos y extensos. La contaminación del suelo y del agua es una
consecuencia directa de los químicos y materiales tóxicos utilizados en el proceso de
extracción. Estos contaminantes pueden filtrarse en los suelos y las aguas subterráneas,
afectando la calidad del agua y perjudicando la salud de las comunidades locales. Así
las cosas, la deforestación es otro impacto significativo de la minería ilegal.
La tala indiscriminada de árboles para la construcción de campamentos, la
habilitación de caminos y la extracción de minerales contribuye a la pérdida de
cobertura forestal y la destrucción de hábitats, (Colorado 2019). Esto tiene un efecto
devastador en la biodiversidad, ya que muchas especies dependen de los bosques para
su supervivencia. Por ello, la minería ilegal no solo afecta al ambiente, sino también a
las comunidades locales. La presencia de grupos armados y la falta de regulación estatal
generan conflictos sociales y violaciones de los derechos humanos. Asimismo, la
explotación de recursos minerales sin beneficio económico para la comunidad impide
el desarrollo sostenible de las regiones afectadas.
Por lo tanto, la minería ilegal es un factor de deterioro ambiental en el contexto
del conflicto armado colombiano. Sus métodos destructivos, la contaminación del suelo
y del agua, la deforestación y la pérdida de biodiversidad son consecuencias directas de
esta actividad ilícita. Además, la minería ilegal tiene un impacto negativo en las
comunidades locales y obstaculiza el desarrollo sostenible de las regiones afectadas. Es
fundamental abordar este problema desde una perspectiva integral que involucre la
regulación efectiva, la promoción de alternativas económicas sostenibles y la
protección de los derechos humanos y el ambiente.

1.4: Marco normativo y acciones gubernamentales frente a la minería ilegal

En primer lugar, es importante mencionar que Colombia cuenta con un marco


normativo sólido para abordar la minería ilegal. La Ley 685 de 2001, conocida como el
Código de Minas, establece las normas generales para la exploración y explotación de
recursos minerales en el país. Además, el Decreto 2235 de 2012 regula la formalización
de la minería tradicional y la lucha contra la minería ilegal.
El gobierno colombiano ha implementado una serie de acciones para combatir
la minería ilegal y promover la formalización de la actividad minera, (Ruíz, L 2007).
Estas acciones incluyen operativos de interdicción, o sea, que las autoridades realizan
operativos conjuntos con el fin de desmantelar los campamentos y equipos utilizados
en la minería ilegal. Estos operativos buscan desarticular las redes criminales y detener
la extracción ilegal de minerales.
El fortalecimiento de la institucionalidad se ha estimulado por medio de
unidades especializadas en diferentes entidades gubernamentales para mejorar la
capacidad de control y fiscalización de la minería ilegal. Estas unidades trabajan en
coordinación con la Policía Nacional, el Ejército y la Fiscalía General de la Nación para
combatir esta actividad ilícita. También, la formalización minera, ya que el gobierno
colombiano ha implementado programas de formalización que buscan incentivar a los
mineros informales a legalizar sus operaciones, brindan acompañamiento y
asesoramiento ambiental a estos programas, donde se ofrecen capacitación técnica,
asistencia legal y acceso a financiamiento para fomentar la formalización y la adopción
de prácticas sostenibles. Por ello, dice Vogelfanger, (2016), Colombia ha buscado la
cooperación y asistencia técnica de organismos internacionales y países aliados para
fortalecer las capacidades institucionales y combatir la minería ilegal.
A pesar de los esfuerzos realizados, la erradicación completa de la minería ilegal
sigue siendo un desafío, (Bothe 2010). La falta de presencia estatal en algunas áreas
remotas y la complejidad del conflicto armado dificultan el control efectivo de esta
actividad ilícita. Además, dice Bothe (2010), la falta de oportunidades económicas
alternativas y la presencia de grupos armados generan incentivos para la participación
en la minería ilegal.
Así mismo, la Ley 99 de 1993, en concordancia con la Constitución Política de
1991, estableció el marco normativo para el manejo y protección de la biodiversidad en
Colombia. Esta ley surgió como resultado de los acuerdos y compromisos de la Cumbre
de Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro en 1992. Como consecuencia, se creó el
Ministerio del Medio Ambiente (ahora Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo
Sostenible) para coordinar el Sistema Nacional Ambiental (SINA) y definir las políticas
ambientales del país.
El Decreto 2811 de 1974, el Código Nacional de los Recursos Naturales y de la
Protección al Medio Ambiente en Colombia, tiene una relación indirecta con la minería
ilegal en el marco del conflicto armado en el país. Aunque el decreto no aborda
específicamente la minería ilegal ni el conflicto armado, establece las bases legales para
la regulación y gestión de los recursos naturales, incluyendo los relacionados con la
minería. En el marco del conflicto armado, la minería ilegal ha causado graves daños
ambientales, como la deforestación, la contaminación de ríos y la degradación de los
ecosistemas. Además, ha generado impactos sociales, como desplazamiento forzado,
violencia y explotación laboral. Aunque el Código Nacional de los Recursos Naturales
y de la Protección al Medio Ambiente establece las disposiciones legales para la gestión
de la minería en general, incluyendo requisitos ambientales y mecanismos de control,
la minería ilegal opera al margen de la ley y no cumple con estas regulaciones. Como
se dijo, para abordar el problema de la minería ilegal y su relación con el conflicto
armado, Colombia ha implementado políticas y leyes específicas, como la Ley 685 de
2001 (Código de Minas), la Ley 1382 de 2010 (Ley de Formalización y Control de la
Minería Ilegal) y el Decreto 2235 de 2012 (Estrategia Nacional para la Formalización
de la Minería). Estas normativas buscan regularizar y controlar la actividad minera,
promoviendo la formalización de los mineros, la protección del ambiente y la lucha
contra la minería ilegal. Además, se han llevado a cabo operativos conjuntos entre las
fuerzas de seguridad y las autoridades ambientales para combatir la minería ilegal y
desmantelar las estructuras criminales asociadas.
El Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible es responsable de
gestionar los recursos ambientales y coordinar el Sistema Nacional Ambiental – SINA.
Desde su creación, ha liderado el desarrollo normativo ambiental en Colombia, con el
objetivo de cumplir los principios establecidos en la Ley 99 de 1993. Algunos de estos
principios incluyen orientar el desarrollo económico y social del país según los
principios universales y del desarrollo sostenible, proteger y utilizar de forma sostenible
la biodiversidad, tener en cuenta el derecho de los seres humanos a una vida saludable
y productiva en armonía con la naturaleza, y fomentar la incorporación de los costos
ambientales y el uso de instrumentos económicos para la conservación de los recursos
naturales renovables.
La Ley 70 de 1993, por su parte, reconoce y protege los derechos de las
comunidades negras en Colombia. Establece mecanismos para garantizar su identidad
cultural, derechos de propiedad colectiva y desarrollo económico y social equitativo.
La ley reconoce las prácticas tradicionales de estas comunidades en relación con el uso
de los recursos naturales, como las aguas, playas, fauna, flora y frutos secundarios del
bosque, sin necesidad de permisos. Sin embargo, también establece el deber de
conservar y proteger los recursos naturales renovables y los ecosistemas frágiles.
En cuanto a los recursos mineros, la ley permite al Ministerio de Minas y
Energía señalar y determinar zonas mineras, otorgando licencias de exploración y
explotación a las comunidades negras sobre los recursos no renovables
tradicionalmente aprovechados por ellas. Se enfatiza la prevención y control del
deterioro ambiental derivado de la actividad minera, y en caso de existir áreas con
presencia de comunidades indígenas y negras, se pueden declarar Zonas Mineras
Conjuntas donde se desarrollen actividades en común acuerdo. La Política Nacional de
Biodiversidad surgió en 1992 y fue aprobada en 1995 como una iniciativa conjunta del
Ministerio del Medio Ambiente y el Departamento de Planeación Nacional de
Colombia, en colaboración con el Instituto Alexander Von Humboldt. Su objetivo
principal era materializar lo establecido en el convenio de Diversidad Biológica (ley
165 de 1994). A diferencia de otras políticas, el cumplimiento de la Política Nacional
de Biodiversidad no se limita a un período específico, sino que es atemporal. Se trata
de una política de alcance nacional que permite a cada gobierno elegir áreas de enfoque
sin seguir un orden predeterminado, siempre manteniendo su objetivo central.
La política se enfoca en promover la conservación, el conocimiento y el uso
sostenible de la biodiversidad, así como garantizar una distribución justa y equitativa
de los beneficios derivados de la utilización de los conocimientos, innovaciones y
prácticas asociadas a ella. Para ello, se basa en ocho principios que se basan en los tres
pilares del convenio:
 Conservar: Esto implica consolidar un sistema de áreas protegidas que
representen los diversos ecosistemas del país. Además, se fortalecen las
instituciones encargadas de la conservación y el manejo de los ecosistemas
estratégicos. Se busca reducir las actividades que ocasionan la pérdida de
biodiversidad y se toman medidas para disminuir el impacto de los agentes
directos e indirectos que la deterioran. También se fomenta la restauración de
ecosistemas degradados y la conservación ex situ de especies amenazadas a
través de centros especializados.
 Conocer: Se promueve el conocimiento de la riqueza de la biodiversidad
biológica. Se apoya la investigación realizada por institutos de investigación,
ONG, universidades, corporaciones autónomas regionales y otros centros de
investigación. Se busca recuperar y difundir el conocimiento y las prácticas
tradicionales, así como caracterizar los componentes de la biodiversidad para
fortalecer la investigación y el conocimiento del país.
 Utilizar: Se fomenta el uso sostenible de los componentes de la biodiversidad,
convirtiendo la riqueza biológica de Colombia en una ventaja real. Se busca
incorporar la biodiversidad en el desarrollo local, regional y nacional.
(Bartolotta, S. A. 2015).
Para lograr estos objetivos, se establecen instrumentos como la capacitación,
educación y divulgación para concientizar a las comunidades sobre la importancia de
la biodiversidad. También se promueve la participación ciudadana en el diseño y
desarrollo de actividades relacionadas con la política. Se realiza un análisis de la
legislación ambiental para clarificar las competencias y detectar vacíos en la legislación
nacional. Se busca promover la cooperación entre entidades gubernamentales y se
ofrecen incentivos para la conservación de los sistemas naturales. Además, se impulsa
el desarrollo y la transferencia de tecnología para apoyar la investigación en
conservación. Por lo tanto, la Política Nacional de Biodiversidad de Colombia se
fundamenta en los pilares de conservar, conocer y utilizar la biodiversidad de manera
sostenible. Busca salvaguardar este patrimonio nacional, promoviendo su uso
sostenible y su integración en los mecanismos de desarrollo a nivel local, regional y
nacional. La Ley 685 de 2001, conocida como el Código de Minas, fue promulgada el
15 de agosto de ese mismo año con el objetivo de regular la actividad minera en
Colombia. Esta ley establece diversos propósitos, como fomentar la exploración técnica
y la explotación de los recursos mineros, tanto estatales como privados, para satisfacer
la demanda interna y externa, siempre bajo principios de explotación racional de los
recursos naturales no renovables y en concordancia con el desarrollo sostenible y el
fortalecimiento económico y social del país (Ley 685, 2001, art.1).
La normativa parte del principio de que los minerales presentes en el suelo o
subsuelo colombiano son propiedad exclusiva del Estado, sin importar la propiedad o
posesión del terreno por parte de entidades públicas, privadas o comunidades (Ley 685,
2001, art.5). Por lo tanto, para la explotación de dichos minerales, que son de dominio
público, se requiere obtener un título minero que otorga el derecho de explorar y
explotar minas estatales a través de contratos de concesión minera debidamente
otorgados e inscritos en el registro minero nacional (Ley 685, 2001, art.14).
El Código de Minas establece también la existencia de zonas excluibles para la
minería, como los parques nacionales naturales, parques naturales regionales y zonas
de reserva forestal, las cuales son delimitadas por la autoridad ambiental. En estas áreas,
no se pueden realizar trabajos de exploración y explotación minera, a menos que se
demuestre mediante estudios la compatibilidad de las actividades mineras y se obtenga
una autorización específica, siempre y cuando no se afecten los objetivos de
conservación de la zona (Ley 685, 2001, art.34).
En relación a los territorios colectivos y étnicos, la ley establece que las obras y
trabajos mineros deben respetar y proteger los valores culturales y las formas
tradicionales de producción minera de estas comunidades (Ley 685, 2001, art.130).
Además, se reconoce el derecho de prelación de las comunidades negras, lo que implica
que tienen prioridad para obtener concesiones sobre los yacimientos y depósitos
ubicados dentro de sus territorios colectivos. Asimismo, en las zonas mineras de las
comunidades negras, solo los residentes autorizados por el alcalde y pertenecientes a la
comunidad beneficiaria pueden realizar la actividad conocida como "barequeo", bajo la
coordinación de las autoridades locales y las comunidades beneficiarias (Ley 685, 2001,
art.158).
Por otro lado, la ley, art. 332 del Código Penal Colombia, establece que la
exploración y explotación ilícita de yacimientos mineros constituye un delito, el cual
se configura cuando se realizan trabajos sin el correspondiente título minero vigente
sobre minerales de propiedad nacional o privada. Los alcaldes tienen la facultad de
suspender la explotación de minerales sin título registrado en el registro minero
nacional, y esta suspensión será indefinida hasta que los explotadores presenten el título
correspondiente. La omisión por parte del alcalde de tomar esta medida, luego de recibir
el aviso o queja, puede acarrear sanciones disciplinarias por falta grave (Ley 685, 2001,
art.244 y 306).
Bajo todo lo anterior, se puede decir que la Ley 685 de 2001, el Código de Minas,
busca regular la actividad minera en Colombia. Surge como respuesta al auge de la
minería aurífera legal e ilegal en todo el país debido al incremento del precio
internacional del oro. La ley busca regular las prácticas mineras teniendo en cuenta los
efectos que estas tienen sobre el ambiente, las comunidades y la economía. Además, se
integran otros actos legislativos, como la Ley 70 de 1993, que son relevantes en el
ámbito minero.

Capítulo dos: Determinar cuáles son las obligaciones ambientales y consecuencias


jurídicas del DIH, y del DIMA en ocasión al conflicto armado.

En el contexto del conflicto armado en Colombia y la minería ilegal, tanto el


Derecho Internacional Humanitario (DIH) como el Derecho Internacional del Medio
Ambiente (DIMA) establecen obligaciones ambientales y tienen consecuencias
jurídicas relevantes.
La preservación como una de las obligaciones ambientales del Derecho
Internacional Humanitario (DIH) en el conflicto armado colombiano es fundamental en
el cuidado del ambiente y la garantía de protección de los recursos naturales en un
contexto de violencia y conflicto. Ya que estas obligaciones se derivan del
reconocimiento de que el ambiente es vital para la vida y el bienestar de las personas,
así como para el desarrollo sostenible de las comunidades afectadas por el conflicto
armado. A continuación, se ampliará y argumentará la importancia de proteger el
ambiente en el marco del conflicto armado colombiano.
En primer lugar, resalta Correa, (2016) que la protección del ambiente durante
el conflicto armado contribuye a la protección de los derechos humanos y a la
preservación de la salud y el bienestar de las comunidades afectadas. La contaminación
de cuerpos de agua y la degradación de los ecosistemas causadas por la minería ilegal,
por ejemplo, pueden tener graves impactos en la salud de las personas, ya que el acceso
a agua potable se ve comprometido. Además, la deforestación y la degradación de los
ecosistemas pueden afectar la disponibilidad de recursos naturales esenciales para la
subsistencia de las comunidades, como alimentos, medicinas y materiales de
construcción.
En segundo lugar, la protección del ambiente en el conflicto armado colombiano
también tiene implicaciones a largo plazo para el desarrollo sostenible del país. La
deforestación masiva y la degradación de los ecosistemas afectan la capacidad de los
ecosistemas para proporcionar servicios ambientales, como la regulación del clima, la
conservación de la biodiversidad y la protección contra desastres naturales, (Colorado
2019). Estos servicios son vitales para la resiliencia de las comunidades y el bienestar
de las generaciones futuras. Por lo tanto, proteger el ambiente durante el conflicto
armado contribuye a la construcción de un futuro sostenible y justo para el país.
Además, es importante tener en cuenta que la protección del ambiente en el
conflicto armado colombiano no solo se basa en consideraciones humanitarias y de
desarrollo sostenible, sino también en el marco jurídico internacional. El DIH establece
claramente las obligaciones de todas las partes en el conflicto armado de evitar daños
significativos al ambiente. Por ejemplo, el Protocolo Adicional I de los Convenios de
Ginebra de 1977 prohíbe el empleo de métodos o medios de guerra que causen daños
extensos, duraderos y graves al ambiente. Estas normas refuerzan la responsabilidad de
todas las partes en el conflicto de proteger el ambiente y limitar los daños causados por
la minería ilegal, la deforestación y la degradación de los ecosistemas.
La protección del ambiente durante el conflicto no solo tiene impactos
inmediatos en la salud y el bienestar de las personas, sino que también es crucial para
el desarrollo sostenible a largo plazo del país. Estas obligaciones están respaldadas por
el marco jurídico internacional, que prohíbe el empleo de métodos de guerra que causen
daños significativos al ambiente. Por lo tanto, es fundamental que todas las partes en el
conflicto asuman su responsabilidad de proteger el ambiente y tomar medidas para
evitar la contaminación de cuerpos de agua, la deforestación y la degradación de los
ecosistemas.
Ahora bien, en El derecho internacional humanitario consuetudinario, publicado
por el CICR en 2005, se hace un resumen de los métodos y prácticas no prohibidos por
la DIH, así, en la norma 44 se dice que:

Los métodos y medios de hacer la guerra deben emplearse teniendo


debidamente en cuenta la necesidad de proteger y preservar el medio ambiente
natural. En la conducción de las operaciones militares, han de tomarse to
das las precauciones que sean factibles para no causar daños incidentales al
medio ambiente o reducirlos, al menos, todo lo posible, (CICR, 2005).

La norma citada, es una instancia específica del principio general del Derecho
Internacional Humanitario (DIH) que exige la adopción de "medidas cautelares" para
proteger a los civiles y la propiedad civil, (Henckaerts, & Doswald-Beck, 2007). Sin
embargo, la cláusula final de esta norma representa una aplicación pionera del principio
de precaución desarrollado en el Derecho Ambiental Internacional (DIMA) en relación
con la responsabilidad de actuar con cautela durante los conflictos armados. El estudio
argumenta que el principio de precaución debe incorporarse al derecho consuetudinario
que rige los conflictos armados en esta situación. El caso de las pruebas nucleares de
1995 y la Opinión Consultiva de 1996 sobre el caso de las armas nucleares son las dos
decisiones de la Corte Internacional de Justicia -CIJ- que se utilizan principalmente
para respaldar esta afirmación.
El estudio sostiene que la idea de "consideración debida" esbozada en la regla
44 es generalmente reconocida. Dos formulaciones no oficiales pero populares en los
estándares pertinentes reflejan esto. Por ejemplo, el Manual de San Remo sobre el
derecho internacional aplicable a los conflictos armados en el mar (1994) establece que
todas las formas de guerra deben tener en cuenta el medio ambiente (Fuente 22).
Directrices similares se establecen en el Manual de Derecho Internacional Aplicable a
la Guerra Aérea y de Misiles (2009) del Programa de Investigación de Políticas y
Conflictos Humanitarios, que prohíbe la destrucción ambiental innecesaria y enfatiza
la importancia de tener en cuenta el medio ambiente al realizar la guerra. Planificación
y ejecución de operaciones aéreas y de misiles (Correa 2016).
Lo anterior es relevante para el tema de investigación, al relacionar una norma
ofrecida primigeniamente por el DIMA y acogida incompletamente por DIH, en cuanto
a la innecesaria y prohibida acción de destrucción y deterioro ambiental en ocasión de
un conflicto armado. Así, el estudio argumenta que el principio de la debida
consideración y la prohibición de la destrucción ambiental "innecesaria" son más
flexibles y amigables con el ambiente que las reglas del Protocolo Adicional I. Sin
embargo, el Protocolo Adicional I plantea un serio problema con respecto al punto de
corte para la prohibición de causar daños ambientales "extensos, duraderos y graves",
(Correa 2016). La interpretación acumulativa y ambigua de estos requisitos establece
un listón muy alto, lo que dificulta su cumplimiento en un conflicto armado
convencional. Hay dudas sobre si se ha cruzado el umbral en términos de daños
extensos que abarcan varias décadas, incluso en el caso de la guerra química, como el
uso de herbicidas en Vietnam (Correa 2016). Lo que representaría una dificultad clara
al hacer exigible esta norma frente a la problemática ambiental generada por la minería,
puesto qué, no se entiende bajo que cronología se establece el daño ambiental.
Si bien actualmente existe una falta de consenso con respecto a esta
interpretación, es obvio que las partes del tratado tenían la intención de poner un
parámetro muy alto. Los recursos naturales y el ambiente son esenciales para restaurar
la paz después de una guerra como la interna en Colombia, y los daños ambientales
graves pueden frustrar los esfuerzos para crear puestos de trabajo, fomentar la
recuperación económica y hacer que la sociedad vuelva a la normalidad, sobre todo en
el área rural donde se genera la actividad minera. Por ello, el daño a largo plazo a la paz
puede resultar de un marco que es excesivamente tolerante con el daño ecológico
causado por el conflicto armado. Dada la creciente importancia del medio ambiente en
las relaciones internacionales, es discutible si este alto umbral aún se aplica o si se ha
vuelto obsoleto (Correa 2016).
Desde un punto de vista conservacionista, esto se traduce en la existencia de un
vacío legal que es extremadamente insatisfactorio. Por un lado, las restricciones que se
aplican a la prohibición establecida en los artículos 35 y 55 del Protocolo Adicional I
son muy onerosas, lo que hace que la prohibición sea demasiado limitada en términos
de protección ambiental. Por otro lado, la ambigüedad en el alcance y aplicación precisa
de la prohibición ofrece una oportunidad para fortalecer y mejorar la protección del
medio ambiente en situaciones de conflicto. Es esencial que la comunidad internacional,
los organismos de derechos humanos, los expertos en conservación y otras partes
interesadas trabajen juntos para abordar esta ambigüedad y fortalecer la normativa
existente.

2.1 Los elementos del ambiente como bienes de carácter civil


En esta situación, los componentes ambientales como las áreas y los recursos
naturales se consideran activos civiles y deben protegerse de todas las formas de ataque.
Sin embargo, estos componentes frecuentemente se convierten en objetivos estratégicos
(Bothe 2010) para grupos armados poco confiables debido a la debilidad de esta defensa.
Las áreas protegidas que cuentan con la presencia de fuerzas armadas pueden
apoyar activamente las operaciones militares, (Bothe 2010), lo que las convierte en
objetivos legítimos desde un punto de vista militar. Una ilustración de esta dinámica se
puede encontrar en las tácticas de defoliación utilizadas en Vietnam, donde los árboles,
que eran la defensa natural de un entorno protegido, proporcionaban ventajas tácticas
al enemigo, convirtiéndolos en un objetivo militar útil.
Este tema se relaciona con el segundo vacío del derecho internacional
humanitario porque existe una alta probabilidad de que ciertas características
ambientales, como áreas utilizadas para la minería ilegal, se conviertan en objetivos
militares, haciendo ineficaz su protección como bienes de carácter civil. Aunque en
teoría disposiciones como los artículos 35 y 55 del Protocolo Adicional I podrían frenar
la destrucción ambiental, esta situación nos devuelve al primer vacío, donde la
protección no es lo suficientemente efectiva.
Pero también hay una posibilidad con este segundo defecto. El objetivo debe ser
evitar que el ambiente se utilice como objetivo militar, incluidas las áreas afectadas por
la minería ilegal. Los términos localidades “no defendidas y zonas desmilitarizadas” se
discuten en los artículos 59 y 60 del Protocolo Adicional I, que pueden servir de guía
en esta situación. Estas áreas están a salvo de ataques porque no hay fuerzas militares
presentes allí, por lo que no pueden convertirse en objetivos militares y no deberían
hacerlo.
Si bien no existe un tratado específico para abordar la protección de las áreas
afectadas por la minería ilegal, las partes de un conflicto armado podrían llegar a un
acuerdo consensuado a través de la mediación de grupos como el Comité Internacional
de la Cruz Roja (CICR), la ONU u organizaciones ambientales adicionales. Estas
organizaciones podrían reunir a las partes en conflicto para negociar y llegar a acuerdos
que salvaguarden las áreas dañadas por la minería ilegal y eviten su uso como objetivos
militares. Además, el Consejo de Seguridad de la ONU podría declarar estas áreas como
zonas protegidas y exigir que las partes adopten los acuerdos de preservación ambiental
correspondientes bajo la autoridad que le otorga el Capítulo VII de la Carta de la ONU
en referencia a la minería no autorizada.
Correa, (2016) sugiere que, en el conflicto armado colombiano, las
consecuencias jurídicas del Derecho Internacional Humanitario (DIH) incluyen el
derecho de las personas afectadas por la minería ilegal a buscar reparación y
compensación por los daños sufridos. Estas medidas de reparación y compensación se
extienden tanto a los daños ambientales como a las violaciones de los derechos
humanos cometidas en el contexto de la minería ilegal.
En virtud del Derecho Internacional Humanitario (DIH), las personas afectadas
por la minería ilegal tienen el derecho inequívoco de buscar reparación por los
perjuicios ocasionados. Este derecho engloba la posibilidad de obtener restitución,
indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición. En esencia, las
víctimas tienen el derecho de que se les restablezca su situación previa al daño sufrido.
En caso de que esta restitución no sea viable, tienen el derecho a recibir una
compensación económica apropiada por las pérdidas sufridas.
Cabe destacar que según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en
2005, además de la reparación individual, el DIH, Protocolo Adicional I (1977), prevé
la posibilidad de compensación colectiva por los daños causados por la minería ilegal.
Esto significa que las comunidades y grupos afectados tienen el derecho de buscar
reparación por los daños sufridos de manera conjunta. Esto incluye medidas de
rehabilitación y restitución de sus derechos en su totalidad.
Sirve destacar que la responsabilidad de garantizar la reparación y
compensación recae en los actores estatales y no estatales involucrados en la minería
ilegal. El Estado colombiano tiene la obligación de investigar, procesar y sancionar a
los responsables de los daños causados por la minería ilegal, así como de establecer
mecanismos eficaces de reparación y compensación para las víctimas. Por lo tanto, en
el conflicto armado colombiano, las personas afectadas por la minería ilegal tienen
derecho a buscar reparación y compensación por los daños sufridos, incluyendo tanto
los daños ambientales como las violaciones a los derechos humanos. Estas medidas de
reparación y compensación son fundamentales para garantizar la justicia y la dignidad
de las víctimas, así como para contribuir a la construcción de una paz sostenible en el
país.
2.2 Reflexiones sobre el Derecho Internacional Humanitario (DIH):

Luego de un análisis exhaustivo de los tratados y normas consuetudinarias


relacionadas con la protección ambiental durante conflictos armados, es evidente que
se enmarcan dentro del ámbito del derecho internacional humanitario. Sin embargo,
presentan notables deficiencias y lagunas significativas. En primer lugar, las
disposiciones clave que directamente protegen el medio ambiente durante conflictos
armados, como los artículos 35 y 55 del Protocolo Adicional I, adolecen de imprecisión
y dificultades en su aplicación en situaciones que son "extensas, duraderas y graves".
En consecuencia, estas disposiciones no logran cumplir de manera efectiva con su
objetivo. Esta falta de claridad conlleva a la exclusión de numerosos daños ambientales
graves de las actuales herramientas de protección. Por consiguiente, resulta imperativo
que se precise con mayor detalle el alcance de estos términos para abordar esta situación
de manera adecuada.
En segundo lugar, dado que no hay muchas normas de DIH que aborden
específicamente la protección ambiental, la protección indirecta puede ser más eficaz
al limitar las herramientas y técnicas de guerra o al proteger a los civiles de daños. Sin
embargo, esta falla está relacionada con la primera falla en que los componentes
ambientales pueden usarse como objetivos militares. Los artículos 59 y 60 del Protocolo
Adicional I (zonas desmilitarizadas y localidades no defendidas) podrían usarse como
ejemplos para proteger áreas ecológicamente vulnerables de ataques, lo que resolvería
el problema. En tercer lugar, los daños colaterales causados por los ataques contra
objetivos militares contra bienes de carácter civil no se comprenden con claridad. La
falla en esta situación se relaciona con las preocupaciones prácticas de proporcionalidad
cuando el daño ambiental es un efecto secundario de los ataques a objetivos militares.
De tal suerte que, el DIH tiene fallas adicionales, como ejemplo, la ambigüedad
que rodea a la protección del ambiente proporcionada por el DIH en situaciones de
conflictos armados no internacionales. El hecho de que la gran mayoría de los conflictos
armados en curso carezcan de una dimensión internacional hace que este problema sea
de difícil abordaje jurídico, es decir, que tenga una eficaz respuesta compensatoria
dentro de las acciones de responsabilidad del daño ambiental.
2.3 Obligaciones ambientales del DIMA en el conflicto armado colombiano.
La minería ilegal en Colombia está estrechamente relacionada con el conflicto
armado que ha afectado al país durante décadas. La presencia de grupos armados
ilegales, como las guerrillas y los grupos paramilitares, ha contribuido a la expansión y
consolidación de la minería ilegal en varias regiones de Colombia (Bothe 2010). La
aplicación del Derecho Ambiental Internacional (DIMA), dice Bothe (2010), durante
los conflictos armados podría ser una herramienta para abordar los impactos
ambientales negativos de la minería ilegal en Colombia. El DIMA tiene como objetivo
prevenir y reparar el daño ambiental en tiempos de paz, pero existen dudas sobre su
aplicabilidad y alcance durante los conflictos armados.
La protección del ambiente en tiempos de conflicto armado es un tema complejo
y presenta deficiencias y vacíos significativos en el Derecho Internacional Humanitario
(DIH). La falta de claridad sobre la aplicabilidad del DIMA durante los conflictos
armados y su capacidad para ofrecer suficiente protección contra los riesgos
ambientales específicos asociados con dichos conflictos dificulta su uso efectivo.Sin
embargo, para evaluar la capacidad del DIMA para reducir la destrucción y
contaminación ambiental causada por la guerra, es necesario considerar las normas del
DIMA que protegen recursos naturales particulares y las leyes que prohíben causar
ciertos tipos de daños ambientales. Por ejemplo, la Convención del Patrimonio Mundial,
que tiene como objetivo proteger el patrimonio cultural y natural, podría prohibir que
los sitios del Patrimonio Mundial sean atacados durante operaciones militares o sufran
daños significativos y duraderos.
El uso del DIMA en una situación de guerra se ve dificultado por dos factores
principales. En primer lugar, el derecho ambiental sigue evolucionando y cambiando.
En segundo lugar, la relación entre diferentes cuerpos del derecho internacional en áreas
de aplicación superpuestas es complicada debido a la fragmentación del derecho
internacional. Existen diferentes opiniones sobre el uso del DIMA durante los
conflictos armados, y la relación entre las leyes que se aplican en tiempos de guerra y
las que se aplican en tiempos de paz no está clara.
Teniendo en cuenta lo analizado por Bothe (2010) en el marco del conflicto
armado colombiano, las consecuencias jurídicas del DIMA abarcan diversas medidas
para enfrentar los impactos negativos de la minería ilegal y garantizar la protección del
ambiente. Además de las sanciones administrativas y penales impuestas a quienes
llevan a cabo esta actividad ilícita, se aplican otras medidas legales para abordar los
daños ocasionados y promover la responsabilidad ambiental.
Una de estas medidas es la responsabilidad civil, donde las personas o entidades
responsables de causar daños ambientales como resultado de la minería ilegal pueden
enfrentar demandas civiles. En caso de ser hallados responsables, (Artículo 2341 -
Responsabilidad Extracontractual; Artículo 2356 - Responsabilidad por Hecho Ajeno;
Artículo 2357. Responsabilidad por el Hecho de las Cosas del Código Civil colombiano)
se les puede exigir que compensen los perjuicios ocasionados tanto a terceros como al
ambiente.
Otra consecuencia jurídica del DIMA es el decomiso de bienes, (Decreto Ley
1421 de 1993, artículo 112 - Destino de los Bienes Confiscados y artículo 111 -
Confiscación), las autoridades competentes tienen la facultad de confiscar los equipos,
maquinarias y otros elementos utilizados en la minería ilegal. Esta medida se
implementa como una sanción y también con el objetivo de prevenir la continuidad de
estas prácticas dañinas para el ambiente.
La restitución y reparación son derechos de las personas afectadas por los daños
ambientales derivados de la minería ilegal en el conflicto armado. Esto implica que
tienen derecho a recibir medidas para restaurar los ecosistemas afectados, así como a
recibir compensaciones económicas por los perjuicios sufridos. Además, se deben
tomar acciones para garantizar que no se repitan estos daños en el futuro.
En algunos casos, según Álvarez (2016), las empresas que financian o se
benefician de la minería ilegal en el conflicto armado también pueden ser consideradas
responsables por su participación o complicidad en estas actividades. Como
consecuencia, pueden enfrentar sanciones legales, multas y acciones legales en su
contra. Esto busca establecer la responsabilidad de las empresas y desincentivar su
involucramiento en prácticas ilegales que dañan el ambiente.
Finalmente, las autoridades competentes tienen la facultad de ordenar la
inhabilitación de las personas o empresas involucradas en la minería ilegal en el
conflicto armado, así como el cierre de las operaciones relacionadas. Estas medidas
tienen como objetivo prevenir la continuidad de estas actividades ilícitas y proteger el
ambiente de los impactos negativos asociados (Álvarez 2016).
Capítulo tres: Enunciar los elementos constituyentes de la presunta
responsabilidadad atribuible al Estado colombiano derivada del daño ambiental
frente a la minería ilegal.

La idea de “daño ambiental” se ha desarrollado desde una perspectiva


normativa, jurisprudencial y dogmática, permitiendo avances significativos en la
materia, superando la visión original y adoptando una visión integral. Para identificar
los efectos ecológicos y sociales que deben valorarse como consecuencia de la
generación de daños, esta visión integral tiene en cuenta una serie de valores y
principios fundamentales; donde “el reconocimiento del concepto de daño ambiental y
responsabilidad ambiental, que, si bien integra elementos importantes en diferente
dimensión, va más allá de los esquemas puros de responsabilidad civil” ( García
2007).
Con un enfoque en el abordaje de los efectos de la contaminación, el daño
ambiental y los pasivos ambientales, ha sido posible reexaminar la idea de daño
ambiental en relación con la teoría de la justicia y la responsabilidad ambiental. Se
reconoce que aquellos que dañan el medio ambiente tienen la responsabilidad no solo
de admitir su nocividad, sino también de asumir la responsabilidad de revertir sus
acciones y compensar cualquier daño ecológico y social resultante (Rivera 2017).
Adicionalmente, “el daño ambiental en sentido estricto o puro es el que afecta
al medio ambiente o a cualquiera de sus elementos, como realidad autónoma de los
valores ortodoxos asociados a la salud y al patrimonio”(Rivera 2017), se dice que es
una definición que acompaña a esta definición. Como resultado, la sociedad en su
conjunto, que asume los costos del daño ambiental, se ve afectada directa e
inmediatamente.
La idea de daño ambiental también está íntimamente relacionada con otras
ideas pertinentes, como el impacto, la contaminación y los pasivos ambientales, en el
contexto de una teoría de la responsabilidad ambiental que va más allá de los
enfoques puramente patrimoniales creados desde la concepción civil (Cubides 2018).
Estas estrategias apuntan a reforzar lo ya establecido por la justicia penal ambiental.
En cuanto al abordaje teórico del daño ambiental, se reconoce que los
argumentos a favor y en contra de la responsabilidad ambiental y civil han sido
derrotados, fortaleciendo los principios penales en esta materia. El daño ambiental
está estrechamente relacionado con los comportamientos humanos que causan
contaminación y efectos ambientales desfavorables, independientemente de la salud
del individuo (Cubides 2018). Por ello, se dice que, en los procedimientos
sancionadores ambientales, es fundamental establecer principios de responsabilidad y
tener en cuenta las interacciones a una escala más amplia que los esquemas de
responsabilidad civil.
El objetivo del derecho ambiental es asegurar, por medios jurídicos, la
protección de la naturaleza como derecho o como bien colectivo, que es precario
desde el punto de vista civil. Según la doctrina, el daño ambiental se define como la
alteración, disminución o degradación del valor de un bien o recurso natural, lo que
implica la falta de conciencia de los derechos e intereses de todos en el ambiente. Esto
puede ocurrir tanto en actividades ilegales como en actividades legalmente protegidas
que hacen uso indebido o ignoran los permisos de las autoridades ambientales (Corte
Constitucional Sentencia T- 204 2014).
En relación con los daños ambientales legalmente permitidos que son objeto
de control, gestión ambiental y seguimiento por parte de las autoridades ambientales,
aún existen vacíos en la ley y jurisprudencia a pesar de los avances realizados. Por
esto, el “daño ambiental se enmarca en las instancias de las autorizaciones
ambientales como la licencia ambiental, pero también correlativamente desde las
medidas de carácter sancionatorio” Corte Constitucional Sentencia T- 204 (2014).
Ahora bien, las actividades terroristas también socavan la protección del
ambiente al eludir todo tipo de leyes. De ello se deduce que el tema del daño
ambiental está relacionado tanto con las acciones sancionadoras como con las
autorizaciones ambientales, como las licencias ambientales. Por lo tanto, es
responsabilidad del Estado, dice Cúbides (2018) a través de sus órganos competentes,
establecer estrategias para la reparación y satisfacción integral del daño ambiental, así
como tomar acciones para prevenir y detener la reproducción del daño ambiental.
Así las cosas, el tema de los derechos e intereses colectivos involucrados en el
daño ambiental causado por actos terroristas plantea la cuestión de si los conceptos y
esquemas de responsabilidad penal ambiental son adecuados para abordarlo. El
ordenamiento jurídico y la jurisprudencia deben hacer frente a ciertas dificultades y
limitaciones al respecto.

3.1 Sanciones en materia de daño ambiental.


En el ámbito de la responsabilidad por daños ambientales, se observa un
amplio rango de opiniones al discutir la responsabilidad penal de personas jurídicas.
Mientras que la responsabilidad penal de individuos no suele ser objeto de
controversia, en el caso de entidades no individuales, como corporaciones, surgen
interpretaciones divergentes. Esta discrepancia se origina en la concepción arraigada
de que "la sociedad no puede cometer delitos". Algunos defienden la imputación de
responsabilidad penal a las entidades por acciones perjudiciales al medio ambiente,
argumentando que estas acciones a menudo provienen de decisiones y políticas
institucionales que reflejan la voluntad colectiva de la organización. Esta visión
sostiene que la responsabilidad penal de la entidad motiva a adoptar políticas más
éticas y sostenibles. En contraposición, otros creen que esta imposición puede generar
consecuencias negativas, desincentivando la autorregulación y la colaboración en la
reparación de daños. Destacan la necesidad de identificar y responsabilizar a
individuos específicos dentro de la organización que toman decisiones y acciones
perjudiciales para el ambiente. En definitiva, establecer la responsabilidad penal de
personas jurídicas en casos de daños ambientales requiere un equilibrio delicado para
asegurar justicia, promover la sostenibilidad y preservar el medio ambiente,
considerando tanto los intereses colectivos como las implicaciones individuales en la
toma de decisiones perjudiciales (societas delinquere non potest), expresa Ruíz
(2007).
De tal forma, en Colombia, para las personas jurídicas es solo plausible la
sanción por daño ambiental, que se encuentra regulada por la legislación ambiental,
así se establecieron las multas como una de las sanciones más comunes y pueden
imponerse en diferentes escalas, dependiendo de la normativa específica aplicable al
caso. Estas multas pueden ser de cuantías significativas y están diseñadas para
desincentivar la realización de actividades que generen daños al ambiente.
Además, se dispuso de suspensión o cancelación de licencias, cuando existan
casos graves de daño ambiental, las autoridades competentes pueden suspender o
revocar las licencias, permisos o concesiones otorgadas a la entidad responsable, La
Ley 99 de 1993 establece en su Artículo 40 la facultad de las autoridades competentes
para suspender o cancelar licencias, permisos o concesiones en casos graves de daño
ambiental. Esta medida implica la interrupción de la actividad que genera el daño y
puede tener un impacto significativo en la viabilidad económica de la empresa.
Adicionalmente, de manera conservativa, se dispuso la restitución del
ambiente en los eventos donde se produce un daño ambiental, las autoridades pueden
exigir que la entidad responsable realice acciones de restauración o mitigación para
compensar los impactos negativos (Cúbides 2018). Esto puede incluir la recuperación
de ecosistemas afectados, la reforestación de áreas degradadas o la implementación de
medidas correctivas. Y, por último, se encuentra la responsabilidad civil, que permite
a parte de las sanciones administrativas para las entidades privadas, éstas pueden ser
objeto de acciones legales por parte de terceros afectados por el daño ambiental. En
tales casos, pueden ser responsables de compensar los daños y perjuicios causados, lo
que puede resultar en indemnizaciones significativas.
Por otra parte, en el caso específico de la minería ilegal, que es una actividad
que se lleva a cabo sin los permisos y autorizaciones correspondientes, las sanciones
son aún más severas. En Colombia, la minería ilegal se considera un delito y puede
ser perseguida tanto a nivel administrativo como penal. Algunas de las sanciones
específicas incluyen:
 Decomiso de maquinaria y equipos: Las autoridades pueden incautar y confiscar
los equipos utilizados para la minería ilegal, como retroexcavadoras, dragas u
otros elementos, en virtud del Decreto Ley 1421 de 1993, Código de Minas,
Artículo 111.
 Sanciones económicas: Además de las multas mencionadas anteriormente, en el
caso de la minería ilegal, se pueden imponer sanciones económicas adicionales
con el fin de desincentivar esta actividad ilícita, de acuerdo con el Decreto Ley
1421 de 1993, Código de Minas, Artículos 105 y 107.
 Responsabilidad penal: La minería ilegal puede ser considerada un delito penal en
Colombia, lo que implica que los responsables pueden enfrentar procesos
judiciales, penas de prisión y otras consecuencias legales, en conformidad con el
Código Penal colombiano, Título IV, Capítulo III (Artículos 328 a 330).·
Dado que, las personas jurídicas tienen derechos autónomos distintos de los
derechos de la propia entidad su funcionamiento difiere del de las personas naturales
(Ruiz 2007). Por lo tanto, se argumenta que la responsabilidad penal de las personas
jurídicas basada en el principio de especialidad es inaceptable porque su objetivo es
lograr un fin social aceptable. El objeto social de una entidad y el cumplimiento de los
requisitos establecidos son necesarios para el reconocimiento como persona jurídica.
Cuando se trata de delitos ambientales, es importante tener en cuenta la
posibilidad de que las personas jurídicas tengan responsabilidad penal, así como el
tipo de sanciones que se imponen, como si son sanciones en sentido estricto o
sanciones administrativas que sólo deben ser impuestas por la jurisdicción
administrativa.
El argumento de que las penas no pueden utilizarse para castigar a las personas
jurídicas se sustenta en la noción de que una pena exige la existencia de una conducta
humana y una culpa que estén causalmente relacionadas (Martínez 2002). Para
imponer multas o penas a personas jurídicas, se requerirían reglas especiales de
imputación. Sin embargo, desde el punto de vista de una garantía, es fundamental
contar con medidas de seguridad que permitan proteger los bienes jurídicos en
términos de necesidad y proporcionalidad. Una falla en una organización impersonal
es vista como la causa de la responsabilidad legal. Dado que los grandes riesgos
empresariales no pueden ser controlados directamente por el gobierno ni mitigados
mediante sanciones individuales, es responsabilidad de la empresa que los genera
gestionarlos.
Porque el medio ambiente debe seguir beneficiando a las personas, la
protección de intereses colectivos como este es uno de los objetivos del derecho penal
(Diaz 2015). Las cinco sanciones penales para las personas jurídicas en Colombia son
la multa, la suspensión y cancelación de su personalidad jurídica, el decomiso, la
extinción de sus bienes y la prohibición de realizar negocios (Cubides 2018).

3.2 Normativa internacional frente a la sanción ambiental.


Ahora bien, en el ámbito internacional, la sanción por daño ambiental para
Colombia se rige principalmente por los tratados y acuerdos ambientales en los que el
país es parte, así como por el derecho internacional consuetudinario y los principios
generales del derecho ambiental. Colombia está sujeta a las obligaciones y sanciones
establecidas en estos instrumentos. En caso de incumplimiento de las normas
ambientales, el país puede ser objeto de medidas y sanciones internacionales, que van
desde amonestaciones y advertencias hasta la imposición de sanciones económicas o
restricciones comerciales.
Con base en interpretaciones y estrategias para proteger el ambiente, el marco
legal internacional y nacional relacionado con el daño ambiental y la responsabilidad
ambiental ha cambiado con el tiempo. El derecho internacional del ambiente ha
jugado un papel crucial en este proceso, como lo demuestran documentos como la
Declaración de Johannesburgo sobre el Desarrollo Sostenible (2002), la Declaración
de Río de Janeiro (1992) y la Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente
Humano (1972). Estos documentos contienen cláusulas obligatorias y facultativas que
rigen la responsabilidad ambiental.
La Declaración de Estocolmo establece en su Principio número 22 la
colaboración entre los estados para crear derecho internacional en relación con la
rendición de cuentas y la reparación de las víctimas de la contaminación y otros daños
ambientales provocados por actividades dentro de su esfera de influencia. Además, el
principio nro. 23 reconoce el derecho de las personas a participar en las decisiones
que afecten directamente a su entorno ya solicitar una indemnización en caso de
deterioro o daño.
Por otro lado, la Declaración de Río de Janeiro establece como Principio
número 2 la soberanía de los estados sobre sus recursos y actividades, siempre que no
perjudiquen a otros países. En el principio nro.10, se reconoce que las personas tienen
derecho a participar en los procesos judiciales y administrativos relacionados con el
ambiente, incluido el derecho a ser indemnizados por daños y perjuicios.
Adicionalmente, se ejecuta el Principio número 13, que contiene la obligación
de los Estados de “desarrollar la legislación nacional relativa a la responsabilidad y la
indemnización respecto de las víctimas de la contaminación y otros daños
ambientales” (Oranización de Naciones de Unidas [ONU], 1992), cuando se cita
como fuente vinculante en la Ley 99 de 1993 de Colombia sobre responsabilidad
ambiental. Adicionalmente, la Constitución Política de 1991 establece en su artículo
80 los deberes del Estado en relación con la conservación, restauración y reposición
de los recursos naturales, así como la imposición de sanciones legales y la exigencia
de la reparación de los daños causados.
La Ley 1333 de 2009, de carácter nacional, regula el proceso de imposición de
sanciones ambientales y establece los requisitos para hacerlo, de conformidad con las
normas de responsabilidad civil extracontractual. La ley distingue entre la pena
propiamente dicha y la responsabilidad civil de terceros. Para equilibrar y reparar el
daño causado, también es importante considerar el significado de las medidas
compensatorias y la obligación del infractor de cumplirlas.
La posibilidad de dictar medidas preventivas para detener la reproducción de
los peligros ambientales es otra forma en que la Ley 1333 de 2009 incorpora la idea
de prevención. En el caso específico de la minería ilegal, tanto a nivel internacional
como nacional, se aplicarían las sanciones y acciones previstas en la legislación
ambiental pertinente. Para encontrar y sancionar a los responsables de la minería
ilegal, estas medidas pueden incluir sanciones económicas, cancelaciones de licencias,
incautación de bienes, acciones legales y colaboración internacional. Por ende, tanto a
nivel internacional como nacional, existe el marco jurídico sobre daño ambiental y
responsabilidad ambiental establecen normas y principios para proteger el ambiente,
asegurar la participación ciudadana, sancionar el daño ambiental y promover medidas
de reparación y compensación.
Así pues, el daño ambiental ocasionado en Colombia tiene repercusiones más
allá de sus fronteras, otros países afectados pueden buscar compensación y exigir
sanciones en virtud del principio de responsabilidad por daño ambiental
transfronterizo. Esto puede incluir medidas de reparación, compensación económica o
incluso la adopción de sanciones en el ámbito internacional.
En casos de minería ilegal, que a menudo involucra redes y actividades ilícitas
transnacionales, la cooperación internacional es fundamental. Los países afectados
pueden trabajar conjuntamente para investigar y perseguir a los responsables,
intercambiar información y pruebas, y coordinar acciones para detener y sancionar la
minería ilegal. En el contexto de la minería ilegal, existen instrumentos
internacionales específicos que abordan esta problemática. Por ejemplo, el Convenio
de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y su
Protocolo sobre Tráfico Ilícito de Productos Básicos establecen medidas para
combatir la minería ilegal y el comercio ilícito de minerales.
Las sanciones en el ámbito internacional pueden ser complementarias a las
sanciones aplicadas a nivel nacional. Los países pueden adoptar medidas adicionales
para hacer cumplir las obligaciones internacionales y combatir el daño ambiental, ya
sea a través de la legislación nacional o la cooperación con otros Estados. Cabe
destacar que las sanciones por daño ambiental, incluida la minería ilegal, tanto a nivel
nacional como internacional, buscan desincentivar estas prácticas, proteger el
ambiente y garantizar la conservación de los recursos naturales para las generaciones
presentes y futuras.
3.3 El derecho internacional humanitario (DIH) frente al daño ambiental.
La protección del ambiente durante los conflictos armados está cubierta
actualmente por el derecho internacional humanitario (DIH). Según Bothe (2010),
esta protección tiene tres componentes importantes:

 La definición restrictiva y poco clara del daño al ambiente que se prohíbe en las
disposiciones que explícitamente mencionan la protección del ambiente en
situaciones de conflicto armado;
 La protección insatisfactoria de los elementos del ambiente como objetos civiles
debido a la sencilla transformación de dichos elementos en objetivos militares; y,
 Las dudas acerca de la aplicación práctica del principio de proporcionalidad al
daño ambiental, entendido como daño colateral originado por ataques contra
objetivos militares. (p.345)

Con el fin de cerrar los vacíos en el Derecho de los Tratados, la Comisión


de Derecho Internacional (CDI) aprobó recientemente un proyecto de artículos que
rigen los efectos de los conflictos armados en los tratados (Meza, 2011). También fue
aprobado por la ONU un proyecto de artículos sobre los efectos de los conflictos
armados en los tratados, destacando la importancia de abordar la regulación de este
tema, (Abegón 2013).

Conclusiones.
Las conclusiones extraídas de los tres capítulos proporcionan una visión
general y extensa de los impactos del conflicto armado colombiano en la sociedad y el
ambiente, así como de las implicaciones jurídicas y las medidas de protección
necesarias. Estas conclusiones revelan la gravedad de la situación y la urgencia de
abordar los problemas relacionados con el conflicto armado y la minería ilegal en
Colombia.
En primer lugar, se destaca el impacto devastador del conflicto armado en
Colombia, tanto en la sociedad como en el ambiente. Las numerosas violaciones de
los derechos humanos y la violencia sistemática han afectado a comunidades rurales y
urbanas, causando un sufrimiento generalizado y alterando la vida cotidiana de las
personas.
En cuanto al ambiente, se identifican varios impactos negativos. La minería
ilegal, practicada ampliamente en el contexto del conflicto armado, ha llevado a una
acelerada deforestación, contaminación de cuerpos de agua y degradación de
ecosistemas frágiles. La tala indiscriminada de árboles, la explotación ilegal de
recursos naturales y el uso de ríos y cuerpos de agua para actividades ilícitas han
provocado la degradación generalizada de los ecosistemas, la pérdida de
biodiversidad y la contaminación del agua.

Estos impactos ambientales tienen consecuencias directas para las


comunidades afectadas, especialmente las comunidades indígenas y la población civil
que dependen de los recursos naturales para su subsistencia y su cultura. La
protección del ambiente durante el conflicto armado se vuelve crucial para preservar
la salud, el bienestar y los derechos humanos de estas comunidades.
El capítulo dos destaca el marco legal internacional que establece obligaciones
ambientales y consecuencias jurídicas relevantes en el contexto del conflicto armado
y la minería ilegal. Tanto el Derecho Internacional Humanitario (DIH) como el
Derecho Internacional del Medio Ambiente (DIMA) establecen normas y principios
que buscan evitar daños significativos al ambiente durante el conflicto armado. Sin
embargo, se señala la existencia de un vacío legal en la protección ambiental durante
el conflicto, lo que dificulta su aplicación efectiva y resalta la necesidad de fortalecer
las regulaciones y acciones para prevenir y detener el daño ambiental.
Además, se destaca la importancia a largo plazo de proteger el ambiente en el
conflicto armado colombiano para el desarrollo sostenible del país. La deforestación y
la degradación de los ecosistemas afectan la capacidad de los ecosistemas para
proporcionar servicios ambientales necesarios para la resiliencia de las comunidades y
el bienestar de las generaciones futuras.
El capítulo tres aborda el concepto de "daño ambiental" desde una perspectiva
normativa, jurisprudencial y dogmática. Se reconoce que el daño ambiental no solo
afecta la salud y el patrimonio, sino también los valores ecológicos y sociales, lo que
requiere una evaluación y compensación integral. El derecho ambiental busca
proteger la naturaleza como un bien colectivo y establece sanciones para
desincentivar las actividades que generan daño ambiental.
En el contexto de la minería ilegal, se imponen sanciones más severas,
incluyendo el decomiso de maquinaria y equipos, sanciones económicas adicionales y
responsabilidad penal. A nivel internacional, Colombia está sujeta a las obligaciones y
sanciones establecidas en tratados y acuerdos ambientales, lo que subraya la
importancia del derecho internacional del ambiente en la responsabilidad ambiental y
la rendición de cuentas por el daño ambiental. Así, se observa de qué manera el
concepto de "daño ambiental" ha evolucionado y se ha desarrollado desde una
perspectiva normativa, jurisprudencial y dogmática. Se reconoce que el daño
ambiental no solo afecta la salud y el patrimonio, sino también los valores ecológicos
y sociales, lo que requiere una visión integral para su evaluación y compensación
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