darse cuenta de él? Este mal terrible se ha disculpado, se ha pa liado de tal modo, que en el ánimo de muchas gentes ya no está revestido de sus sÑrdidos an drajos de pecado y de vergüenza, sino adornado con vestiduras de colores atrayentes. Hablo de este mal vergonzoso y tan extendi do: el aborto criminal. ¡Oh, madres! de nosotras depende en gran parte la lucha contra esta terribie calamidad. Bstemos persuadidas de todo lo que hay de es pantoso y criminal en ella y dispongámonos desenmascararla donde quiera que pueda ha cerse oir nuestra vOz. ¿No hemos de enseñar á nuestras hijas que el matrimonio tiene por în la fundación de un hogar y la educación de los hijos, y que si no están decididas á realizar ese fin y á dar á luz hijos cometen un grave peca do al ligarse con los sagrados vínculos del ma trimonio? Todo médico honrado siente que se le aprieta el corazón cada vez que recibe la visita de una de estas mujeres, jóvenes ó viejas, ignorantes ó sin esorúpulos, que vienen ápedirle que les ayude ácometer un homicidio y probablemente un suicidio. El aborto es sieapre un pecado grave, lo mismo cuando lo perpetran las perso nas íquienes se ha dado en lamar de ebncna sociedad»,que cuando lo realizan las clases nás desprestigiadas y envilecidas; ninguna de ellas se atreverá á llamarse con justicia discípulo de quel que dijo: <Bienaventuredos los livapios de 00razónls