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Nunca voy a repetir ese

error; nunca volveré a caer en ese tipo de trampa". Si logra

observarse y evaluarse de esa manera, podrá aprender a romper

los esquemas según los cuales actuaba en el pasado, lo que

constituye una capacidad sumamente valiosa.


"El valor de una cosa a veces no

radica en lo que se logra con ella, sino en lo que se paga por ella,

es decir, lo que nos cuesta". Quizás usted logre su objetivo, e

incluso un objetivo valioso, pero... ¿a qué precio

Al final de cuentas, la vida es corta, las oportunidades son pocas y usted sólo posee una cantidad
limitada de energía. En este sentido, el tiempo es un factor tan importante como cualquier otro.
Nunca pierda tiempo valioso, o su paz espiritual, en los asuntos de otras personas: hacerlo
equivale a pagar un precio demasiado elevado.

Las 48 leyes del poder son el destilado de esa sabiduría acumulada, recogida de los escritos de los
más ilustres estrategas (Sun-tzu, Clausewitz), estadistas (Bismarck, Talleyrand), cortesanos
(Castiglione, Gracián), seductores (Ninon de Lenclos, Casanova) y de los grandes estafadores
(Yellow Kid Weil) de la historia

Parquedad

Verborrágicas
"Los tontos dicen que aprenden con su experiencia.
Yo prefiero beneficiarme con la experiencia de los, demás".

La desdicha de los demás puede conducirlo a la muerte:


los estados de ánimo son tan contagiosos y tóxicos como
una enfermedad infecciosa. Aunque sienta que debe
tenderle una mano a alguien que se está hundiendo, lo
único que logrará con ello será acelerar su propia caída.
A menudo, los perdedores son los artífices de su propia
desgracia y terminan por transmitirla a quien quiere
ayudarlos. Evítelos y, en cambio, frecuente a individuos
ganadores y felices.
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Los individuos desdichados y desequilibrados sin remedio tienen


una capacidad particularmente grande para contagiarnos su
toxicidad, gracias a la extrema intensidad de sus caracteres y emociones.
A menudo se presentan como víctimas,

Todo se torna gris cuando no veo por lo menos una nueva aventura
en el horizonte. En esos casos la vida parece vacía y deprimente.
No puedo entender a los hombres honestos. Llevan una
vida desesperante, llena de aburrimiento.
Conde Víctor Lustig, 1890-1947

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