José Gustavo De Guadalupe Ortega Sánchez Grupo M Facultad De Contaduría Y

Administración
José Gustavo De Guadalupe Ortega Sánchez Grupo M Facultad De Contaduría Y
Administración
Reflexión

Reconocer nuestros factores protectores y factores de riesgo es esencial para cultivar una vida

emocional saludable. Los factores protectores actúan como un escudo que nos ayuda a

enfrentar los desafíos de la vida, mientras que los factores de riesgo son como señales de

advertencia que nos alertan sobre posibles dificultades. Al comprenderlos, ganamos la

capacidad de tomar decisiones conscientes para fortalecer nuestras defensas emocionales y

abordar los riesgos antes de que se conviertan en problemas mayores. La resiliencia es clave

para superar los obstáculos y las adversidades. Ser resiliente no significa evitar las dificultades,

sino aprender a adaptarse y recuperarse de ellas. Podemos cultivar la resiliencia a través de la

autenticidad, la autoaceptación y la conexión emocional con los demás. La conciencia de

nuestras emociones y la capacidad de gestionar el estrés son también componentes

fundamentales. Al desarrollar estas habilidades, nos volvemos más capaces de afrontar las

adversidades con una mentalidad positiva y de buscar soluciones constructivas. Durante la

época de la pandemia, todos hemos enfrentado desafíos sin precedentes que han puesto a

prueba nuestra resiliencia. Personalmente, he desarrollado la resiliencia al aceptar la realidad

de la situación, adaptarme a los cambios constantes y mantener una perspectiva optimista. La

conexión con seres queridos, aunque sea a través de medios virtuales, ha sido un factor

protector crucial. Además, he aprendido a priorizar mi bienestar emocional, practicando la

autocompasión y cuidando mi salud mental. La resiliencia no es un rasgo innato, sino una

habilidad que se puede cultivar a lo largo del tiempo. Reconocer nuestros factores protectores y

riesgos, junto con el desarrollo de habilidades emocionales y el mantenimiento de conexiones

significativas, nos fortalece ante las adversidades. En tiempos de incertidumbre, la resiliencia se

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convierte en un faro que nos guía hacia la esperanza y la posibilidad de un futuro más fuerte y

más positivo.