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EJERCICIOS ESPIRITUALES – Mística Primitiva

PRIMER ESCALÓN

«De la renuncia»

Aquellos que osan emprender este combate, duro y al límite, deben saber que tendrán
que arrojarse al fuego para que éste habite en ellos.

Todos cuantos deseamos salir de Egipto y de la dominación del Faraón tenemos la


necesidad de algún Moisés, que nos sirva de mediador para con Él, que nos guíe por
el camino con la ayuda de sus obras y de su oración, hasta que venga Cristo y quite la
piedra del monumento, que es la ceguera, y libere a Lázaro, que es nuestra alma, de
las ataduras de los pecados.

La Renuncia del mundo es desapego voluntario y negación de la propia naturaleza


humana, a fin de alcanzar aquello que está por encima de la naturaleza. Los que
abandonan los bienes de esta vida lo hacen por amor de Dios. Si no fuera esta la
razón de la renuncia, no sería razonable tal renuncia.

Aquellos que osan emprender este combate, duro y al límite, deben saber que tendrán
que arrojarse al fuego para que este habite en ellos. Deberán renunciar a todo, reírse
de todo y rechazarlo todo, a fin de poseer un fundamento sólido. Este está
sustentando por tres columnas: la inocencia, el ayuno y la templanza, y todos los que
se vuelvan niños en Cristo deberán comenzar por ahí.

Cuando el alma se traiciona a sí misma, y pierde el beneficio de la renuncia, que


investigue procurando encontrar la causa que le llevó a perderla, y que emprenda
combate contra ella (la causa), pues los comienzos de la renunciación requerirán de
muchos esfuerzos.

Es posible avanzar aun estando unido a los asuntos del mundo, pero de forma mucho
más precaria y dificultosa, pues se estará sometido a las necesidades mundanas.

El camino hacia uno mismo comprende tres modos de vivir: el primero es de vida
solitaria, el segundo conformado por dos o tres individuos que comparten soledad, el
tercero es el de los que viven en la obediencia en comunidad. De los tres modos, el
del medio es el más conveniente, pues está escrito que: «Porque si caen, el uno
levantará a su compañero; pero ¡ay del que está solo! Cuando caiga no habrá otro que
lo levante».1 Sin embargo, en Mateo: «Donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy en medio de ellos».2

1
Ec 4,10
2
Mt 18,20

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