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UNAM | Facultad de Ciencias políticas y sociales | Sociología | 1er se

El espíritu Positivo
Unidad 3 | Actividad 1

Dionisio Ruizvisfocri Cruz


Fecha de entrega: 28 de octubre de 2023
La ley de los tres estados del espíritu humano, de Augusto Comte

De que existe una historia humana, en donde los sucesos se han dado una única vez
de manera particular, ya nadie tiene duda. Las sociedades y sus comportamientos se
han dado a lo largo de la línea de tiempo de la humanidad de manera diferente,
siguiendo la condición de que los sucesores tienen como realidad material el mundo, la
organización y el sistema de ideas que dejaron sus antecesores. Gracias a este
fenómeno que nos mantiene en estricta dependencia de nuestro entorno y su historia
es que pueden existir líneas constantes de evolución que, por un lado, no son
caprichosas (ya que sólo en un mundo ideal y sin limitaciones materiales lo serían), y
por otro lado están en permanente actualización ya que su movimiento mismo provoca
la superación de las cosas actuales y la dominación de nuevas cosas provisionales.
Dichas líneas de evolución suceden en todos los ámbitos, por ejemplo, en el desarrollo
de la industria, el perfeccionamiento milenario de la técnica o la innovación de las
estrategias de guerra. Algo similar ocurre con la evolución histórica del espíritu
humano, en donde su evolución ha sido el producto de las condiciones materiales de la
humanidad, pasando desde la primitiva ignorancia y superstición, hasta el fundado
sistema de conocimiento basado en la observación. Es este tránsito lo que Augusto
Comte denomina como “La ley de los tres estados”, y que es el tema de este reporte de
lectura.
Augusto Comte fue un pensador francés, y es considerado el fundador del
positivismo y de la sociología (Biografías y Vidas, 2004). El positivismo es un sistema
del pensamiento que plantea que el único conocimiento válido (o positivo) es aquél que
está fundado en la interpretación de los fenómenos observables, en oposición al
conocimiento construido mediante la abstracción de la razón o la atribución de los
fenómenos a entes sobrenaturales. El advenimiento de la filosofía positiva no es
arbitrario, sino que corresponde a un fenómeno natural evolutivo llamado “La ley de los
tres estados”. En ella, Comte (s.f.) dice que: “todas nuestras especulaciones,
cualesquiera, están sujetas inevitablemente, sea en el individuo, sea en la especie, a
pasar sucesivamente por tres estados teóricos distintos, que las denominaciones
habituales de teológico, metafísico y positivo podrán calificar aquí suficientemente” (2).
El primer estado, el teológico, es inicial y provisional; el segundo, metafísico, es
transitorio; el tercero, el positivo, es definitivo, de acuerdo con lo que menciona el autor
en sus Primeros Ensayos (1942: 58).
Los sistemas del pensamiento que caracterizan a cada una de las etapas del
desarrollo intelectual humano no se explican solamente como un simple “paso de la
ignorancia e ingenuidad a la razón fundada”. Comte menciona, en cambio, que cada
periodo de ideas del ser humano es natural a las condiciones naturales y sociales que
existían en cada época (54). Así, cada sistema tiene lugar debido a que es necesario
para la humanidad y para el sostenimiento de sus formas de vida. Sin embargo, la
evolución de éstos tiende hacia la paulatina desaparición de, lo que a grandes rasgos
podría llamarse, el conocimiento especulativo, fundamentado en supersticiones o en
ontologías abstractas sin sostén en lo real y empírico. Pasemos ahora a sintetizar los
rasgos principales de cada uno de estos estados del espíritu humano.
El estado o filosofía teológica es el primero de todos los estados. Se ubica en el
momento en el que “el espíritu humano está aún por bajo de los problemas científicos
más sencillos” (Comte, s.f.: 2), y especula por las cuestiones más insolubles e
inaccesibles a toda investigación. Busca el origen de todas las cosas y las finalidades
últimas. En una palabra, busca “los conocimientos absolutos” (2). Aquí se pueden
encontrar muchas explicacones sobrenaturales a los fenómenos del mundo, y Comte
justifica esto diciendo que:
La acción personal del hombre sobre los otros seres es la única que
comprende. Por tanto, es llevado a representarse de una manera análoga
la reacción que los cuerpos exteriores ejercen sobre él, así como la
acción que ejercen entre ellos y de la que no puede ver directamente más
que los resultados. (Comte, 1942: 54)
Este pasaje me resulta revelador, ya que nunca había atribuido a otra causa más que a
la “ingenuidad”, el hecho de que los seres humanos encontraran explicaciones en la
acción de seres sobrenaturales. Entender que este pensamiento viene de la analogía
de la acción que nosotros ejercemos en las cosas me parece interesante.
El estado teológico puede dividirse a su vez en varias etapas. La primera, la más
inicial, se caracteriza por el fetichismo (atribución de una vida como la nuestra a todos
los objetos); la segunda, por el politeísmo, que traspasa la vida de los objetos, para ser
transportada a seres ficticios, cuya intervención se convierte en la fuente de los
fenómenos. Por último, la tercera fase es la monoteísta, que restringe cada vez más a
la imaginación y comienza a formular el sentimiento de la existencia de leyes
invariables y universales (Comte, s.f.: 3). Este momento también señala de forma
latente la decadencia de la filosofía teológica y el crecimiento paulatino del siguiente
estado del espíritu humano, de carácter transitorio.
El estado metafísico reemplaza a los agentes sobrenaturales, por entidades o
abstracciones personificadas, cosa que comúnmente es nombrada como ontología (5).
Aquí, señala Comte, el espíritu “se prepara confusamente al ejercicio verdaderamente
científico” (5). Esta etapa considera “cada fenómeno como producido por una fuerza
abstracta que es propia” (Comte, 1942: 57). Podemos ver aquí manifiesto el proceso
que mencionamos arriba, en donde la mente humana se va desprendiendo de sus
“fantasmas” del intelecto y va asumiendo una mirada más sobria de las cosas. En este
punto, ya no hay una creencia fuerte en lo sobrenatural, pero tampoco existe un
espíritu verdaderamente científico. Esto llegará en la tercera etapa.
El estado positivo es el último. Es “el estado definitivo del hombre, y no puede
morir sino con la actividad de nuestra inteligencia” (57). Se refiere a la negación
definitiva de los problemas abstractos (autocontenidos, falsos) y al abandono de la
búsqueda de las causas últimas. En su lugar, la indagación del conocimiento se centra
en la búsqueda de las leyes invariables en los fenómenos, mediante la observación
sistematizada. Como menciona Augusto Comte, el carácter principal del espíritu
positivo es la subordinación de la imaginación a la observación (Comte, s.f.: 7). No por
ello la imaginación es despreciada. Esta sigue cumpliendo un papel fundamental en la
creación y perfeccionamiento de los “medios de conexión”, tanto definitivos como
provisionales, pero su uso ya no es el crear el conocimiento mediante su propia
abstracción. Una de las cosas que el espíritu positivo tiene en cuenta, es que las cosas
no tienen la fijeza absoluta que se plantea en la metafísica y la teología, sino que los
fenómenos del mundo se relacionan e interactúan con otros fenómenos, alterándose
entre sí; coexistiendo en una “sociedad” de fenómenos. El carácter positivo, entonces,
es provisional, siempre actualizable ante los nuevos fenómenos, y toma en cuenta el
carácter previsorio de nuestras teorías.
El espíritu humano se desliza hacia el positivismo de manera natural, y esto lo
comprueba Comte al decir que “el hombre no ha recurrido a las explicaciones
teológicas más que en el tiempo en que las concepciones físicas no han sido posibles,
porque en cuanto han llegado a serlo se ha entregado a ellas” (Comte, 1942: 54). Y
como el ser humano está en lento pero constante entendimiento de cada vez más leyes
invariables es normal que la fantasía del mundo vaya perdiendo su lugar en la mente
humana. El pensador francés asegura que la llegada del conocimiento positivo al
entendimiento de los fenómenos se da de forma desigual, y que depende de su
complicación, su independencia, su grado de especialidad y su relación directa o no
con el hombre. La llegada del espíritu positivo aparece en el siguiente orden de
acuerdo con el autor: primero en la astronomía, luego en la física, después en la
química y por último en la fisiología. Cada vez que el conocimiento positivo se instaura
en un régimen del conocimiento, la filosofía abstracta, que antes se ocupaba de esos
asuntos, deja de interesarse por ellos (59).
Por último, Comte menciona que el espíritu positivo, si bien ya ha llegado a
muchos ámbitos de la intelectualidad humana, está lejos de ser un sistema completo.
Todavía el ámbito social está dominado por los asuntos metafísicos y sus problemas
ontológicos. La llegada del positivismo a este lugar daría paso a lo que el pensador
denomina física social, que sería “la ciencia que tiene por objeto propio el estudio de
los fenómenos sociales” (59). Considera que esta llegada es inminente e inevitable ya
que siempre, en toda la historia humana, un sistema del pensamiento que surge para
alguna disciplina termina siendo aplicada por analogía al resto del conocimiento, y sería
extraño que en lo que respecta al pensamiento positivo hubiera una excepción
permanente en lo social. Hoy en día podemos comprobar que, si bien existe ya la
Sociología como rama del conocimiento científico, la política y el conocimiento popular
de la sociedad se da en términos metafísicos y a veces hasta en términos teológicos,
por lo que podemos comprobar que la consolidación todavía sigue en proceso. Uno de
los ejemplos que yo puedo observar que delatan dicha consolidación paulatina, es en el
rumbo que ha tomado la planeación urbana en las últimas décadas, la cuál ha
aprendido de los errores que produjo la ambición idealista de la planeación centrada
exclusivamente en el automóvil. Hoy en día se tiene un conocimiento científico de la
planeación urbana sobre la capacidad de transporte de cada medio, y se coloca al
automóvil en el pedestal del medio más ineficiente, según en términos de gasto de
energía por su capacidad de abordaje.
En resumen: Augusto Comte describe la existencia de una ley de los tres
estados, por la cual el espíritu humano surge bajo el telón de la teología, y transita
naturalmente hacia un sentimiento positivista y empírico, pasando por una etapa
intermedia llamada metafísica. El tránsito natural de un estado al otro se justifica por la
evolución de las condiciones materiales del ser humano, las cuales permiten
desembarazarse progresivamente de la necesidad de las explicaciones ontológicas y
sobrenaturales ante los fenómenos del mundo.

REFERENCIAS
Comte. A. (1942). Primeros Ensayos. México: Fondo de Cultura Económica.
Comte, A. (s.f.) Discurso sobre el espíritu positivo. Digitalizado por Librodots.
https://librodots.com/
Fernández, T. y Tamaro, E. «Biografia de Augusto Comte». En Biografías y Vidas. La
enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible
en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/comte.htm [fecha de acceso: 27
de octubre de 2023].

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