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Universidad Nacional del Oeste (UNO)

Filosofía I

Semana 7: Comte

Bibliografía correspondiente a la clase:

COMTE, Auguste, Discurso sobre el espíritu positivo. Madrid. Alianza, 2010.

Selección de pasajes.

I ) Introducción

En la clase de hoy empezaremos a ver al positivismo, una filosofía en parte

sucesora de la ilustración, pero principalmente heredera del empirismo (postura

filosófica que sostenía que los sentidos era la fuente principal de conocimiento

humano).

Es así como el positivismo terminó por ser una filosofía con una fuerte apuesta en

el espíritu científico y en la observación: sosteniendo que los hechos empíricos y la

inducción son medios eficaces para alcanzar el pleno desarrollo intelectual humano. Un

conocimiento positivo, entonces, vendría a ser un conocimiento afirmado –vale decir

respaldado– por los datos empíricos.

Otro punto importante a mencionar para caracterizar al positivismo es el enfático

rechazo a los sistemas teológicos y metafísicos. De este modo autores positivistas como
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Comte, Saint-Simon, Mill y Spencer, se atribuirán el mérito de haber logrado basar sus

teorías exclusivamente sobre hechos “positivos”, prescindiendo de “deducciones

abstractas” propias de la metafísica.

En el terreno de las ciencias, el positivismo defendió la tesis de que las distintas

disciplinas deberían de compartir un mismo método científico (el de las ciencias

naturales) sin importar su objeto de estudio: incluida las humanidades. De hecho, el

filósofo que nos toca estudiar en esta ocasión, Auguste Comte (1798 -1857), es

considerado el fundador de la sociología moderna: creyendo que si se lograba recolectar

suficientes datos empíricos sobre una determinada sociedad, en teoría debería de ser

posible prever su comportamiento mediante leyes.

Finalmente –lo veremos hacia el final de la clase– el positivismo también tuvo una

gran importancia en lo que respecta a las ciencias de la salud, siendo el contexto en el

que la enfermería como actividad profesional emergió. Además de esto, una buena parte

del positivismo utilizo la fisiología como un sistema de metáforas a la luz de la cual

entender el comportamiento del “cuerpo social”.

Auguste Comte

Filósofo francés, fundador del positivismo. En su juventud se trasladó a París,

donde entró en contacto con los círculos intelectuales de la Revolución. Fue secretario y

colaborador (1818-24) de Saint-Simon. La tesis de partida de la “filosofía positiva” de

Comte es la demanda de que la ciencia se limite a describir el aspecto exterior de los

fenómenos. Fue profesor de la Escuela Politécnica de París.

Conocido como el iniciador de la sociología y fundador del positivismo francés,

ejerció una gran influencia en el pensamiento del siglo XIX. Estableció una

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clasificación de las ciencias siguiendo un orden jerárquico creado por él: matemáticas,

astronomía, física, química, fisiología, sociología.

II) Discurso sobre el espíritu positivo

Ley de la evolución intelectual de la humanidad, y el potencial de la observación

Uno de los puntos más interesantes de la obra de Comte reside en su “Ley de la

evolución intelectual de la humanidad” o “Ley de los tres estadios”; la cual vendría a ser

una descripción socio-evolutiva de progreso científico, cultural y social del hombre. Su

análisis será especialmente pertinente para nosotros, ya que en ella podemos ver

representada tanto su crítica a la religión y a la metafísica, así como la declaración de su

positivismo:

“Según esta doctrina fundamental, todas nuestras especulaciones,

cualesquiera, están sujetas inevitablemente, sea en el individuo, sea en la

especie, a pasar sucesivamente por tres estados teóricos distintos, que las

denominaciones habituales de teológico, metafísico y positivo podrán

calificar aquí suficientemente, para aquellos, al menos, que hayan

comprendido bien su verdadero sentido general”.

De este modo, el primero de estos estadios será denominado como teológico. Este

consistiría en un periodo caracterizado por el predominio de la imaginación, en el cual

la humanidad encontraría respuestas a los fenómenos del mundo recurriendo a

explicaciones de orden sobrenatural/religioso.

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En segundo lugar tenemos el estadio metafísico: estadio de transición representado

por la preponderancia de la razón y el pensamiento abstractos. Aquí las explicaciones de

orden sobrenatural vistas en el estadio anterior, seden terreno a una explicación

caracterizada por la evocación de entidades abstractas, inmutables y necesarias; propias

de los grandes sistemas filosóficos que nosotros estudiamos en las unidades previas.

Finalmente, llegamos a la última etapa del desarrollo del espíritu humano: el

estadio “positivo”. Aquí el rasgo distintivo es el de la subordinación constante de la

imaginación a la observación: el espíritu humano renuncia a las explicaciones absolutas

de etapas anteriores y se circunscribe al dominio de la contemplación empírica, base de

las ciencias modernas. Una vez llegados a este estadio, según Comte, a partir de ahora el

conocimiento humano deberá hallarse sustentado en un hecho particular o general, si es

que pretende gozar de algún grado de validez.

La recolección de datos empíricos, y consecuentemente el establecimiento de leyes

científicas, será la nueva meta del conocimiento humano. En palabras de Comte:

“Desde ahora reconoce, como regla fundamental; que toda proposición

que no pueda reducirse estrictamente al mero enunciado de un hecho

particular o general, no puede ofrecer ningún sentido real o inteligible. (…)

En una palabra, la revolución fundamental que caracteriza la virilidad de

nuestra inteligencia consiste esencialmente en sustituir en todo, a la

inaccesible determinación de las causas propiamente dichas, la mera

investigación de leyes, es decir, de las relaciones constantes que existen entre

los fenómenos observados”.

Naturaleza relativa del positivismo

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Un punto interesante a mencionar es que para Comte el carácter de nuestro

conocimiento no se ve libre de cierto grado de relatividad. ¡Ojo! No por ello

debemos caer en el error de pensar que el conocimiento sea algo frente a los cual

no podamos llegar a ningún tipo de acuerdo: nada de eso. Más bien, esta

aclaración que nos hace el filósofo respecto a que el conocimiento positivo sea

relativo responde a un rechazo del dogmatismo (creencia filosófica de que es

posible alcanzar la verdad absoluta); tan frecuente en los modelos metafísicos de

los que el mismo Comte busca distanciarse:

“No sólo nuestras investigaciones positivas deben deducirse

esencialmente, en todos los géneros, a la apreciación sistemática de lo

que es, renunciando a descubrir su primer origen y su destino final, sino

que importa, además, advertir que este estudio de los fenómenos, en

lugar de poder llegar a ser, en modo alguno, absoluto, deber

permanecer siempre relativo a nuestra organización y a nuestra

situación”.

Como podemos ver, realmente, cuando Comte nos habla a la naturaleza

relativa del positivismo, en verdad se está refiriendo a que nuestro potencial para

conocer es relativo a condiciones; ya sea inherentes a constitución humana (como

nuestros sentidos); ya sea de carácter “situacional” (referentes a los fenómenos

sociales).

En primer lugar, esto quiere decir que aquello que podamos conocer –o no–

dependerán del potencial de nuestro aparato perceptual. Según Comte, no hay

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razón para suponer que nuestros sentidos sean los más perfectos que puedan

existir en una especie animal; por lo tanto, el conocimiento que los humanos

tenemos de las cosas necesariamente será relativo a nuestra naturaleza. De alguna

forma Comte termina con esto remitiendo a la tesis kantiana de la

incognoscibilidad dela cosa en sí misma.

Por otro lado, Comte sostendrá que el conocimiento es también un fenómeno

social, no solo individual. Es esperable que el conocimiento sea algo cambiante,

dado que las sociedades se encuentran sujetas a modificaciones a lo largo del

tiempo. La sociedad progresa, evoluciona, y junto con ella evolucionan sus

concepciones. De allí que nuestro conocimiento no pueda ser absoluto, puesto que

es siempre susceptible a mejoras propias del desarrollo intelectual que se da a

nivel colectivo.

La importancia del establecimiento de leyes, y su capacidad predictiva

Ya anteriormente habíamos dicho que el énfasis que el positivismo daba a la

experiencia perseguía como fin ulterior el establecimiento de leyes. ¿Pero qué es

exactamente una ley científica?

Esencialmente podemos definir una ley científica como una proposición que

establece una regularidad invariable en la naturaleza. El establecimiento de estas

regularidades extraídas del proceso de observación será para Comte la esencia del

conocimiento verdaderamente científico.

Es decir que, el espíritu positivo no puede solamente sustentarse en una mera

acumulación de hechos empíricos, sino que es menester darle un sentido a estos

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datos bajo el abrigo de una ley científica mediante la cual nos sea posible predecir

el comportamiento de la naturaleza:

“(…) pues la exploración directa de los fenómenos realizados no

podría bastar para permitirnos modificar su cumplimiento, si no nos

condujera a preverlos convenientemente. Así, el verdadero espíritu positivo

consiste, ante todo, en ver para prever, en estudiar lo que es, a fin de

concluir de ello lo que será, según el dogma general de la invariabilidad de

las leyes naturales”.

¿Pero como es que se alcanza este “dogma”? ¿Cómo es que se llega a esta

certeza respecto a que la naturaleza se comportara según lo establece una ley

natural? Bueno, para Comte ciertamente esta certeza no residirá en alguna idea

innata o a priori, como sostenían los filósofos en el “estadio metafísico”, sino que

consistirá en ideas adquiridas de forma individual, pero también socialmente:

“No sólo ningún motivo racional, independiente de toda exploración

exterior, nos indica primero la invariabilidad de las relaciones físicas (…)

El principio de la invariabilidad de las leyes naturales no empieza a

adquirir realmente alguna consistencia filosófica sino cuando los

primeros trabajos verdaderamente científicos han podido manifestar su

esencial exactitud frente a un orden entero de grandes fenómenos”

Como podemos ver, la fundamentación de la existencia de leyes es concebida

como un proceso inductivo; en el sentido de una exploración paulatina de distintos

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órdenes de fenómenos. Este “dogma” se constituiría como una suerte de

conocimiento adquirido, primero por los científicos, y luego por el resto de los

individuos.

Una vez que se ha justificado lo suficiente la validez de este dogma por

medio del desarrollo de la ciencia física, este principio puede extenderse por

analogía a otros campos de conocimiento, como la sociología.

En efecto, Comte dice que aunque aún no conozcamos las leyes que rigen los

fenómenos sociales podemos esperar descubrirlas por medio de la ciencia; por lo

que no deberíamos suspender este principio de la invariabilidad de las leyes en el

campo de la sociología. Y es que para Comte, el saber positivo tiene entre sus

muchos objetivos el de la unificación ciencias: por lo que el potencial predictivo

de las leyes también debería de poder exigirse en el campo de lo humano.

III) Influencia del positivismo fuera de la filosofía

El impacto del positivismo para la enfermería moderna

El surgimiento de la enfermería moderna ciertamente es deudora del

positivismo, ya que fue esta filosofía científica en concretos la que –de la mano de

figuras como Flores Nightingale (1820-1910)– sirvió de contexto para su

profesionalización .

Fue justamente gracias al énfasis empírico de esta corriente de pensamiento

que la enfermería logró adoptar ciertos rasgos de cientificidad con los que termino

por consagrarse en campo de estudios independiente, en el que por primera vez

era sistematizadas las prácticas de cuidados, hasta ese momento informales y

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asistemáticas. La preponderancia de la observación, la recolección meticulosa de

datos ambientales, y el amparo de métodos estadísticos para la medición de la

información empíricas, así como para proveer pronósticos sobre la cura de los

pacientes; fueron todos elementos introducidos por Nightingale que terminaron de

delimitar y dar forma al paradigma higienista en el cual se hubo de cimentar la

enfermería, al menos en su comienzo.

El positivismo en américa Latina

Para el filósofo e historiador de las ideas argentino, Oscar Terán; el

positivismo resultó ser la filosofía predominante de la elite política argentina de

principios de siglo XX, manifestándose en representantes tales como Ramos

Mejía y José ingenieros.

En este contexto, el sistema de ideas positivista se asoció de manera estrecha

con toda una gama de saberes sociales cuyo eje central giro en torno a la

medicina, la psiquiatría, y la criminología de corte lombrosiano, a través de las

cuales –aseguraban sus defensores– podrían diagnosticarse y prevenirse los

problemas sociales.

Según la visión de Terán, el saber positivista habría funcionado como

respuesta hegemónica de la elite porteña a las dificultades político-sociales del

momento, justificando su actuar en supuestos estudios científicos; bajo los cuales

muchas veces eran encubiertas premisas racistas o autoritarias.

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