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MISAS DE LA VIRGEN MARÍA

II
LECCIONARIO

COEDITORES LITÚRGICOS
1988
Primera edición, diciembre 1987.
Segunda edición, marzo 1988.

© CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, 1987.


Coeditores Litúrgicos: E ditorial A lfredo O rtells , E ditorial Balm es ,
E ditorial C arlos H ofm ann , L a E ditorial C a tó lica , E ditorial D esclée
de B rouw er , E ditorial E set , E diciones M arova , E diciones M ensajero ,
E diciones P aulinas , E ditorial E l P erpetuo Socorro , P romoción P opu ­
lar C ristiana (PPC ), E ditorial R egina , E ditorial Sal T erra e , E ditorial
V erbo D ivino .

La propiedad de estos textos está reservada ai Secretariado Nacional de


Liturgia, que es quien se encarga de conceder ei derecho de reproducción.

Imprime:
Credograf, S.A.
Ripollet (Barcelona)
Depósito Legal: B. 10.250-88
I.S.B.N.: 84-7129-373-0
Impreso en España
Printed in Spain
P ro t. n. 309/86

DECRETO

Al celebrar el misterio de Cristo, la Iglesia conmemora muchas veces


con veneración a la bienaventurada Virgen María, unida íntimamente
a su Hijo: porque recuerda a la mujer nueva que, en previsión de la
muerte de Cristo, fue redimida del modo más sublime en su misma
concepción; a la madre que, por la fuerza del Espíritu Santo, engen­
dró virginalmente al Hijo; a la discípula que guardó cuidadosa en su
corazón las palabras del Maestro; a la soda del Redentor que, por de­
signio divino, se entregó generosamente por entero a la obra del Hijo.
En la bienaventurada Virgen reconoce también la Iglesia a su miem­
bro más excelso y singular, adornado con toda la abundancia de las
virtudes; a ella, que Cristo le confió como madre en el ara de la cruz,
colma de piadoso amor y continuamente solicita su patrocinio; a ella
profesa como compañera y hermana en el camino de la fe y en las aflic­
ciones de la vida; en ella, instalada ya junto a su Hijo en el reino celes­
tial, contempla gozosa la imagen de su gloria futura.
Cuando los Padres sinodales, reunidos en el Concilio ecuménico
Vaticano II, investigaron con mayor profundidad la doctrina sobre
la bienaventurada Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia
y promulgaron los principios y normas de la reforma litúrgica, las Igle­
sias particulares y muchos Institutos religiosos revisaron sus Propios
de misas, acudiendo a los documentos litúrgicos, considerando aten­
tamente los escritos de los santos Padres, tanto de Oriente como de
Occidente, reflexionando sobre los documentos del magisterio ecle­
siástico, armonizando, en último término, con sabiduría lo antiguo
”y lo nuevo. Consecuencia de esta labor de renovación ha sido que se
hayan examinado también con precisión y corregido o redactado de
nuevo misas de la bienaventurada Virgen María.
Así pues, a petición de numerosos pastores y fieles, y muy espe­
cialmente de regentes de los santuarios marianos, pareció oportuno
recoger en un compendio algunos formularios de misas entre aquellos
que se distinguen por su mucha doctrina, por su piedad e importancia
de los textos, y distribuirlos adecuadamente por el curso del año para
que, también con la eficacia de este medio litúrgico, se fomente la autén­
tica piedad, tanto de comunidades como de fieles en particular, hacia
la Madre del Señor.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, con su Autoridad Apostólica,
aprobó y mandó publicar estas Misas de la Virgen María, que pueden
considerarse como un apéndice del Misal Romano.
Por todo ello, esta Congregación para el Culto Divino, por espe­
cial mandato del mismo Sumo Pontífice, hace públicas conforme a
derecho las Misas de la Virgen María, que, redactadas en lengua lati­
na, empezarán a estar vigentes tan pronto como aparezcan impresas;
en lenguas vernáculas, una vez que hayan sido aprobadas sus traduc­
ciones por la Sede Apostólica, a partir del día que determinen las Con­
ferencias Episcopales.
Sin que obste nada en contrario.
Dado en Roma, en la Sede de la Congregación para el Culto Divi­
no, el día 15 de agosto de 1986, en la solemnidad de la Asunción de
la Virgen María.

A gustín Card. Mayer


Prefecto

►£<Virgilio N oè
Arzobispo titular de Voncaria
Secretario
P ro t. n. 939/87

A LAS DIÓCESIS DE ESPAÑA

A instancias del Eminentísimo Señor Cardenal Ángel Suquía, Ar­


zobispo de Madrid, Presidente de la Conferencia Episcopal de Es­
paña, en carta de fecha del 10 de julio de 1987, y en virtud de las
facultades concedidas a esta Congregación por el Sumo Pontífice
Juan Pablo II, aprobamos o confirmamos por un trienio la versión
española de las Misas de la Virgen María, según consta en el adjun­
to ejemplar.
En la impresión del texto hágase mención de la confirmación con­
cedida por la Sede Apostólica. De la edición impresa envíense dos
ejemplares a esta Congregación.
Sin que obste nada en contrario.
En la sede de la Congregación para el Culto Divino, día 5 de agos­
to de 1987.

Virgilio N oè
Arzobispo titular de Voncaria
Secretario

P edro Tena
Subsecretario
ORIENTACIONES GENERALES

1. Sobre la importancia de la palabra de Dios en la celebración de


la eucaristía encontramos muchas cosas y muy dignas de atención en
los Prenotandos de la Ordenación de las lecturas de la misa}. Todo
ello debe ser tenido en cuenta también en la celebración de las misas
de la Virgen María.

1. La palabra de Dios en los formularios de las «M isas de


la Virgen María »

2. Para expresar y definir el contenido peculiar de una memoria li­


túrgica concurren no sólo los textos eucológicos sino también los tex­
tos bíblicos. Por esto se comprende que, desde la antigüedad, se ha
puesto un cuidado especial en la elección de las perícopas escriturísti-
cas. Y así, cada formulario de las Misas de la Virgen María tiene su
propia «serie de lecturas» para la celebración de la liturgia de la palabra.
3. Las lecturas bíblicas de las Misas de la Virgen María constituyen
un amplio y variado repertorio, que se ha venido creando a lo largo
de los siglos, con la aportación de las comunidades eclesiales tanto an­
tiguas como de nuestro tiempo.
En este «repertorio bíblico» se pueden distinguir tres géneros de
lecturas:
a) lecturas del nuevo y del antiguo Testamento que contemplan di­
rectamente la vida y la misión de la bienaventurada Virgen María o
contienen profecías que se refieren a ella;
b) lecturas del antiguo Testamento, que son aplicadas a santa Ma­
ría desde la antigüedad. En efecto, las sagradas Escrituras, tanto de1

1 Cf. Ordo Lectionum Missae. Editio Typica altera. Librería Editrice Vaticana MCMLXXXI, Prae-
notanda, núms. 1-10, pp. XI1I-XVII (traducción castellana en la última edición de los Leccionarios
I, II, III, V y VII, Coeditores litúrgicos, pp. VII-XI).
la antigua como de la nueva Alianza, han sido contempladas por los
santos Padres como un conjunto único, lleno del misterio de Cristo
y de la Iglesia2; por este motivo algunos hechos, figuras o símbolos
del antiguo Testamento prefiguran o evocan de modo admirable la
vida y la misión de la bienaventurada Virgen María, gloriosa hija de
Sión y Madre de Cristo;
c) lecturas del nuevo Testamento, que no se refieren directamente
a la bienaventurada Virgen, pero que se proponen para la celebración
de su memoria, a fin de poner de manifiesto que en santa María, la
primera y perfecta discípula de Cristo, resplandecen de modo extraor­
dinario las virtudes —la fe, la caridad, la esperanza, la humildad, la
misericordia, la pureza del corazón...— que son exaltadas en el
Evangelio.
4. Por lo que se refiere a las lecturas que han sido asignadas a cada
formulario de las Misas de la Virgen María, hay que tener en cuenta
lo siguiente:
a) se proponen solamente dos lecturas: la primera, tomada del an­
tiguo Testamento o del Apóstol (o sea, de las Cartas o del Apocalip­
sis), y en el tiempo pascual, de los Hechos de los apóstoles o del Apo­
calipsis; la segunda lectura se toma del Evangelio. Sin embargo, co­
mo que muchas veces el misterio que se celebra puede ser considerado
desde muchos puntos de vista, con frecuencia se proponen dos o tres
textos para la primera lectura y para el Evangelio, a fin de que se elija
a voluntad. Más aún, para algunas misas se ofrecen a veces dos series
íntegras de lecturas;
b) no obstante, si el sacerdote y los fieles desean proclamar tres
lecturas en celebraciones de particular solemnidad, se añadirá otra lec­
tura tomándola o de los textos del Común de santa María Virgen o
de los textos contenidos en el Apéndice de este Leccionario, teniendo
en cuenta los criterios establecidos en los Prenotandos de la Ordena­
ción de las lecturas de la misa, nn. 78-81 («Principios que hay que apli­
car en el uso de la Ordenación de las lecturas de la misa»);
c) las lecturas indicadas en las Misas de la Virgen María para cada
formulario, resultarán ordinariamente las más adecuadas para cele­
brar una memoria particular de la santísima Virgen. Esto no excluye
la facultad del celebrante de sustituirlas con otras lecturas adecuadas,

2 Cf. S. G audencio de B rescia , Tractatus II in Exodum, 15: CSEL 68, pp. 26-27.
elegidas entre las propuestas en el Común de santa María Virgen, o
en el Apéndice de este Leccionario3.
5. En lo referente a la liturgia de la palabra, obsérvense las normas
siguientes:
a) en el tiempo de Adviento, de Navidad, de Cuaresma y de Pas­
cua han de proclamarse las lecturas asignadas a cada día en el Leccio-
nario del tiempo, a fin de que no se interrumpa la «lectura continua­
da» de la sagrada Escritura o no se dejen con demasiada frecuencia
las lecturas que caracterizan el tiempo litúrgico. Si se trata de una ce­
lebración que se hace a modo de fiesta o de solemnidad, se pueden
tomar las lecturas que se encuentran en este Leccionario para cada
misa4;
b) en el tiempo ordinario corresponde al sacerdote celebrante es­
tablecer «de común acuerdo con los que ofician con él y con los de­
más que habrán de tomar parte en la celebración, sin excluir a los mis­
mos fieles»5, si es preferible proclamar las lecturas indicadas en este
Leccionario o las señaladas por el Leccionario del tiempo.

II. LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MODELO DE LA IGLE­


SIA EN LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS

6. La Iglesia, que en la celebración de la. eucaristía reserva el máxi­


mo honor a la proclamación de la palabra de Dios, exhorta también
a los fieles a ser de aquellos «que llevan a la práctica la palabra y no
se limitan a escucharla» (St 1,22), engañándose a sí mismos. En efec­
to, según las palabras del Señor, son dichosos «los que escuchan la
palabra de Dios y la cumplen» (Le 11, 28).
En el curso de los siglos han sido muchos los discípulos santos
del Señor que tuvieron en gran valor la palabra de Dios y se acerca­
ron con gran amor a las sagradas Escrituras como fuente de vida.
Pero la Iglesia sitúa en primer término, por encima de los demás, a
la Virgen de Nazaret, que fue la primera en el nuevo Testamento

3 Cf. Ordo Lectionum Missae, Commune beatae Mariae Virginis, núms. 707-712, pp. 325-327; cf.
Apéndice, al final de esta obra, núms. 1-21, pp. 189ss.
4 Cf. M isas de la Virgen M aría, I, Orientaciones generales, núm. 31 c), p. 21.
5 Ordenación general del Misal romano, núm. 313; cf. Ordo Lectionum Missae, Praenotanda, núm.
78, pp. XXXV-XXXVI (traducción castellana en la última edición de los Leccionarios I, II, III, V y
VII, pp. XXVII-XXVIII).
en ser llamada dichosa por su fe (cf. Le 1,45), como modelo del discí­
pulo que escucha con fe la palabra de Dios.
. En efecto, la santísima Virgen escuchó con fe el anuncio de Ga­
briel y lo recibió con amor y, llamándose a sí misma esclava del Señor
(cf. Le 1, 38), se convirtió en la Madre de Cristo, concibiendo al Hijo
de Dios antes en su mente que en su seno6. Virgen prudente, santa
María guardó en su corazón las palabras del Señor; virgen sabia, las
conservó meditándolas en su alma (cf. Le 2, 19.51).
La palabra de Dios, sembrada en el corazón de María, la impulsó
a visitar a su pariente Isabel para cantar con ella a Dios por su bondad
y misericordia para con Israel, su siervo amado (cf. Le 1, 54). La Vir­
gen de Nazaret no rechazó las palabras proféticas, duras (cf. Le 2,
34-35; Mt 2,13) u oscuras (cf. Le 2,49) que le fueron dirigidas, sino
que, con plena adhesión al designio de Dios, las guardó en su corazón
(cf. Le 2,51).
En el banquete de bodas, interpretando las palabras del Hijo más
allá de su significado literal (cf. Jn 2,4), comprendió el sentido pro­
fundo del «signo de Caná» y advirtió a los sirvientes que hicieran lo
que el Señor mandara (cf. Jn 2,5), ayudando así a que creciera la fe
de los discípulos.
Estando junto a la cruz (cf. Jn 19, 25), acogió las palabras del Hi­
jo que, antes de entregar el espíritu, encomendó a su discípulo predi­
lecto a sus cuidados maternales (cf. Jn Í9, 26). Ella observó fielmente
el mandato del Señor resucitado a los apóstoles, de quedarse en la ciu­
dad, hasta que se revistieran de la fuerza de lo alto (cf. Le 24, 49):
permaneció en Jerusalén, para esperar con fe el don del Espíritu San­
to, dedicada a la oración en común con los apóstoles.
Por esto, la liturgia romana, cuando exhorta a los fieles a acoger
la palabra de Dios, con frecuencia les propone el ejemplo de la
bienaventurada Virgen María, que Dios hizo atenta a su palabra7,
y que, como nueva Eva, adhiriéndose totalmente a la divina
palabra8, se mostró dócil a las palabras del Hijo9. Con toda razón

6 Cf. S. A gustín de H ipona , Sermo 215, 4: PL 38, 1074; S. L eón M agno , In Nativitate Domini Ser-
mo, I, 1: PL 54, 191.
7 Cf. Liturgia de las Horas, Común de santa María Virgen, I y II Vísperas, Preces (segundo
formulario).
8 Cf. Liturgia de las Horas, 25 de marzo, La Anunciación del Señor, Laudes, Preces.
9 Cf. Liturgia de las Horas, sábado de la I y III semana, Laudes, Preces.
la Madre de Jesús es saludada como «Virgen oyente, que acogió con
fe la palabra de Dios»10: «Esto mismo hace la Iglesia, la cual, sobre
todo en la sagrada liturgia, escucha con fe, acoge, proclama, venera
la palabra de Dios, la distribuye a los fieles como pan de vida y escu­
driña a su luz los signos de los tiempos, interpreta y vive los aconteci­
mientos de la historia»11.
Procuren los pastores enseñar a los fieles que acuden a los san­
tuarios marianos o participan el sábado en la eucaristía celebrada en
memoria de santa María, que es un excelente acto de devoción a la
santísima Virgen el proclamar correctamente la palabra de Dios en las
celebraciones litúrgicas y el venerarla con amor; escucharla con fe y
guardarla en el corazón; meditarla interiormente y difundirla de pala­
bra; ponerla en práctica fielmente y conformar a ella toda la existencia.

10 P ablo vi , Exhortación apostólica Marialis cultus, núm. 17: AAS 66 (1974) p. 128.
11 Ibid., núm. 17: AAS 66 (1974) p. 129.
R E LA C IÓ N DE LAS M ISAS

T iempo de A dviento
La Virgen María, estirpe escogida de Israel
La Virgen María en la Anunciación del Señor
Visitación de la bienaventurada Virgen María

T iempo de N avidad
4 . Santa María, Madre de Dios
La Virgen María, Madre del Salvador
6. La Virgen María en la Epifanía del Señor
Santa María en la Presentación del Señor
Santa María de Nazaret
9 La Virgen María de Caná

T iempo de Cuaresma
10 Santa María, discípula del Señor
.

La Virgen María junto a la cruz del Señor (I)


La Virgen María junto a la cruz del Señor (II)
13 La Virgen María confiada como madre a los discípulos
.

14 La Virgen María, madre de la reconciliación


.

T iempo pascual

15 La Virgen María en la resurrección del Señor


16 . Santa María, fuente de luz y de vida
7 La Virgen María del Cenáculo
18 La Virgen María, reina de los apóstoles

TIEMPO ORDINARIO

Primera sección:
Esta sección comprende onceformularios que celebran la memoria de
la Madre de Dios bajo una serie de títulos tomados principalmente de
la sagrada Escritura o que expresan la relación de María con la Iglesia.

19. Santa María, Madre del Señor


20. Santa María, la nueva mujer
21 El santo Nombre de la bienaventurada Virgen María
22. Santa María, esclava del Señor
23. La Virgen María, templo del Señor
24. La Virgen María, trono de la Sabiduría
25. La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia (I)
26, La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia (II)
27, La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia (III)
28, El Inmaculado Corazón de la Virgen María
29, La Virgen María, reina del universo

Segunda sección:
Esta sección consta de nueveformularios, en los que la Madre del Señor
es venerada bajo advocaciones que recuerdan su intervención en la vida
espiritual de los fieles.
30 La Virgen María, madre y medianera de la gracia
31 La Virgen María, fuente de la salvación
32 La Virgen María, madre y maestra espiritual
33 La Virgen María, madre del buen consejo
34 La Virgen María, causa de nuestra alegría
35 La Virgen María, amparo de la fe
36 La Virgen María, madre del amor hermoso
37 La Virgen María, madre de la santa esperanza
38 Santa María, madre y reina de la unidad

Tercera sección:
Esta sección comprende ocho formularios que celebran la memoria de
santa María bajo títulos que evocan su misericordiosa intercesión en fa­
vor de los fieles.
39 Santa María, reina y madre de misericordia
40 La Virgen María, madre de la divina providencia
41 La Virgen María, madre del consuelo
42 La Virgen María, auxilio de los cristianos
43 La Virgen María de la Merced
44 La Virgen María, salud de los enfermos
45 La Virgen María, reina de la paz
46. La Virgen María, puerta del cielo
SIGLAS

Ab Profecía de Abdías
Ag Profecía de Ageo
Am Profecía de Amos
Ap Libro del Apocalipsis
Ba Libro de Baruc
1 y 2Co Primera y segunda carta del apóstol san Pablo
Corintios
Col Carta del apóstol san Pablo a los Colosenses
1 y 2Cro Primero y segundo libro de las Crónicas
Ct Libro del Cantar de los cantares
Dn Profecía de Daniel
Dt Libro del Deuteronomio
Ef Carta del apóstol san Pablo a los Efesios
Esd Libro de Esdras
Est Libro de Ester
Ex Libro del Éxodo
Ez Profecía de Ezequiel
Flm Carta del apóstol san Pablo a Filemón
Flp Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
Ga Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas
Gn Libro del Génesis
Ha Profecía de Habacuc
Hb Carta a los Hebreos
Hch Libro de los Hechos de los apóstoles
Is Libro de Isaías
Jb Libro de Job
Je Libro de los Jueces
Jdt Libro de Judit
J1 Profecía de Joel
Jn Evangelio según san Juan
1, 2 y 3Jn Primera, segunda y tercera carta del apóstol san Juan
Jon Profecía de Jonás
Jos Libro de Josué
Jr Libro de. Jeremías
Judas Carta del apóstol san Judas
Le Evangelio según san Lucas
Lm Libro de las Lamentaciones
Lv Libro del Levítico
1 y 2M Primero y segundo libro de los Macabeos
Me Evangelio según san Marcos
Mi Profecía de Miqueas
MI Profecía de Malaquías
Mt Evangelio según san Mateo
Na Profecía de Nahúm
Ne Libro de Nehemías
Nm Libro de los Números
Os Profecía de Oseas
1 y 2P Primera y segunda carta del apóstol san Pedro
Pr Libro de los Proverbios
Qo Libro del Eclesiastés (Qohelet)
1 y 2R Primero y segundo libro de los Reyes
Rm Carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Rt Libro de Rut
1 y 2S Primero y segundo libro de Samuel
Sal Libro de los Salmos
Sb Libro de la Sabiduría
Si Libro del Eclesiástico (Sirácida)
So Profecía de Sofonías
St Carta del apóstol Santiago
Tb Libro de Tobías
1 y 2Tm Primera y segunda carta del apóstol san Pablo a
Timoteo
1 y 2Ts Primera y segunda carta del apóstol san Pablo a los
Tesalonicenses
Tt Carta del apóstol san Pablo a Tito
Za Profecía de Zacarías
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TIEMPO DE ADVIENTO
En el tiempo de Adviento, la liturgia romana celebra la doble «Ve­
nida del Señor»: una, humilde, cuando, al cumplirse el tiempo (cf.
Ga 4, 4), el Hijo de Dios, tomando de la santísima Virgen su condi­
ción humana, vino al mundo para salvar a los hombres; la otra, glo­
riosa, cuando, al final de los tiempos, vendrá «para juzgar a vivos y
muertos» (Profesión de fe) e introducir a los justos en la casa del Pa­
dre, donde los ha precedido gloriosa la Virgen María.

Formularios de misas

1. La Virgen M aría, estirpe escogida de Israel.


2. La Virgen M aría en la A nunciación del Señor.
3. Visitación de la bienaventurada Virgen M aría.
LA VIRGEN MARÍA,
ESTIRPE ESCOGIDA DE ISRAEL
PR IM ER A LECTURA

Como lo había prometido a nuestros padres,


en favor de Abrahán y su descendencia por siempre

Lectura del libro del Génesis 12, 1-7


E n aquellos días, el Señor dijo a A brán:
—«Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra
que te m ostraré.
H aré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré fam oso tu nom ­
bre, y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te m al­
digan. Con tu nom bre se bendecirán todas las familias del
m undo.»
A brán m archó, como le había dicho el Señor, y con él m ar­
chó Lot. A brán tenías setenta y cinco años cuando salió de H a­
rán. A brán llevó consigo a Saray, su m ujer, a Lot, su sobrino,
todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había gana­
do en H arán.
Salieron en dirección de C anaán y llegaron a la tierra de Ca-
naán. A brán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la
encina de M oré. E n aquel tiempo habitaban allí los cananeos.
El Señor se apareció a A brán y le dijo:
—«A tu descendencia le daré esta tierra.»
Él construyó allí un altar en honor del Señor, que se le había
aparecido.
P alab ra de Dios.
O bien:

Dios le dará el trono de David, su padre

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 1-5. 8 b -ll. 16


C uando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor
le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo
al profeta N atán:
—«M ira, yo estoy viviendo en casa de cedro, m ientras el ar­
ca del Señor vive en una tienda.»
N atán respondió al rey:
—«Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.»
Pero aquella noche recibió N atán la siguiente palabra del
Señor:
—«Ve y dile a mi siervo David: “ Así dice el Señor: ¿Eres tú
quien me va a construir una casa p ara que habite en ella?
Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para
que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas
tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré fam oso como
a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pue­
blo: lo plantaré p ara que viva en él sin sobresaltos, y en adelante
no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nom ­
bré jueces para gobernar a mi pueblo Israel.
Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y
te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en
mi presencia; tu trono perm anecerá por siem pre.” »
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 112, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2)


R. Bendito sea el nom bre del Señor,
ahora y por siempre.
A labad, siervos del Señor,
alabad el nom bre del Señor.
Bendito sea el nom bre del Señor,
ahora y por siempre. R.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nom bre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para m irar
al cielo y la tierra? R.
Levanta el polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
p ara sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R.

En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en


el Apéndice, núm. 5 (p. 194).

Aleluya
Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ven a librarnos, no tardes más.

EVANGELIO

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán

^ Lectura del santo evangelio según san M ateo 1, 1-17


Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de A brahán.
A brahán engendró a Isaac, Issac a Jacob, Jacob a Judá y a
sus herm anos. Judá engendró, de T am ar, a Farés y a Z ará, Fa-
rés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naa-
són, N aasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz;
Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a
David, el rey.
David, de la m ujer de U rías, engendró a Salomón, Salomón
a R oboam , Roboam a Abías, Abías a A saf, A saf a Josafat, Jo-
safat a Joram , Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz,
Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a M anasés, M anasés a
A m os, Amos a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus her­
m anos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Sa-
latiel, Salatiel a Zorobabel, Z orobabel a A biud, A biud a Elia-
quín, Eliaquín a Azor, A zor a Sadoc, Sadoc a A quim , Aquim
a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a M atán, M atán a Jacob; y J a ­
cob engendró a José, el esposo de M aría, de la cual nació Jesús,
llam ado Cristo.
Así, las generaciones desde A brahán a David fueron en total
catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce;
y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA
EN LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
PR IM ER A LECTU RA

Mirad: la virgen está encinta

Lectura del libro de Isaías 7, 10-14; 8, 10


E n aquel tiem po, el Señor habló a Acaz:
—«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo
o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz:
—«N o la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios:
—«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hom ­
bres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuen­
ta, os dará una señal:
M irad: la virgen está encinta y da a luz un hijo,
y le pondrá por nom bre Em m anuel,
que significa “ D ios-con-nosotros” .»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 (R.: 8a y 9a)


R. A quí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.
« —Com o está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclam ado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.

En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en


el Apéndice, núm. 6 (p. 196).

Aleluya Jn 1, 14ab
La P alabra se hizo carne
y acam pó entre nosotros,
y hemos contem plado su gloria.

EV AN GELIO

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
— «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿Cóm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alab ra del Señor.

En lugar de este evangelio, puede utilizarse el que figura en el Apéndice,


núm. 17 (p. 210).
VISITACIÓN
DE LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA
P R IM E R A L E C T U R A

El Señor será el rey de Israel, en medio de ti

Lectura de la profecía de Sofonías 3, 14-18a


Regocíjate, hija de Sión;
grita de júbilo, Israel;
alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha cancelado tu condena,
ha expulsado a tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel,
en medio de ti, y ya no tem erás.
Aquel día dirán a Jerusalén:
«No tem as, Sión,
no desfallezcan tus m anos.
El Señor, tu Dios, en medio de ti,
es un guerrero que salva.
Él se goza y se complace en ti,
te am a y se alegra con júbilo
como en día de fiesta.»
O bien:
Llega mi amado, saltando sobre los montes

Lectura del libro del C antar de los cantares 2, 8-14


¡Oíd, que llega mi am ado,
saltando sobre los montes,
brincando por los collados!
Es mi am ado como un gamo,
es mi am ado un cervatillo.
M irad: se ha parado detrás de la tapia,
atisba por las ventanas,
m ira por las celosías.
H abla mi am ado y me dice:
«¡Levántate, am ada mía,
herm osa m ía, ven a mí!
P orque ha pasado el invierno,
las lluvias han cesado y se han ido,
bro tan flores en la vega,
llega el tiem po de la poda,
el arrullo de la tórtola
se deja oír en los campos;
apuntan los frutos en la higuera,
la viña en flor difunde perfum e.
¡Levántate, am ada mía,
herm osa m ía, ven a mí!
Palom a mía, que anidas
en los huecos de la peña,
en las grietas del barranco,
déjam e ver tu figura,
déjame escuchar tu voz,
porque es muy dulce tu voz,
y es herm osa tu figura/»
Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 6b)
R. Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.
El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor,
invocad su nom bre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclam ad que su nom bre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a to d a la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» R.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 8 (p. 199).

Aleluya Cf. Le 1, 45
Dichosa tú, Virgen M aría, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cum plirá

E V A N G E L IO

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

►í< Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56


En aquellos días, M aría se puso en camino y fue aprisa a la
m ontaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y salu­
dó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de M aría, saltó la criatura en
su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
—«¡Bendita tú entre las m ujeres, y bendito el fruto de tu
vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la m adre de mi Señor? En
cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha
dicho el Señor se cum plirá.»
M aría dijo:
—«Proclam a mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo,
y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán y su descendencia por siempre.»
M aría se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió
a su casa.
P alab ra del Señor.
TIEMPO DE NAVIDAD
En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra los misterios de la in­
fancia de Cristo Salvador y sus primeras manifestaciones. Por ello,
en este tiempo litúrgico, que concluye con la fiesta del Bautismo del
Señor, se incluye también una misa relacionada con la manifestación
del Señor en Caná de Galilea.
La santísima Virgen, por designio de Dios, intervino de manera
admirable en los misterios de la infancia y de la manifestación del Sal­
vador: cuando engendró virginalmente al Hijo, lo mostró a los pasto­
res y a los magos, lo presentó en el templo y lo ofreció al Señor; cuan­
do marchó fugitiva a Egipto, buscó al Niño perdido, llevó con él y
con su esposo José una vida santa y laboriosa en su casa de Nazaret;
cuando, finalmente, en el banquete nupcial intercedió por los esposos
ante el Hijo, el cual «comenzó sus signos» y «manifestó su gloria»
(Jn 2, 11).

Formularios de misas

4. Santa M aría, M adre de Dios.


. La Virgen M aría, M adre del Salvador.
6. La Virgen M aría en la Epifanía del Señor.
Santa M aría en la Presentación del Señor.
8. Santa M aría de Nazaret.
9. La Virgen M aría de Caná.
SANTA MARÍA,
MADRE DE DIOS
PR IM ER A LECTURA

Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7


Hermanos:
C uando se cumplió el tiem po, envió Dios a su Hijo, nacido
de una m ujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban
bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Com o sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu
de su H ijo que clama: «¡Abba! Padre.» Así que ya no eres escla­
vo, sino hijo; y si eres hijo, eres tam bién heredero por voluntad
de Dios.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 21, 4-6. 10-11. 23-24 (R.: cf. 11b)
R. Señor, desde el vientre m aterno tú eres mi Dios.
Tú, Señor, habitas en el santuario,
esperanza de Israel.
En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres;
en ti confiaban, y no los defraudaste. R.
Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus m anos,
desde el vientre m aterno tú eres mi Dios. R
C ontaré tu fam a a mis herm anos,
en medio de la asam blea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
tem edlo, linaje de Israel.

Aleluya
Dichosa eres, santa Virgen M aría,
y digna de to d a alabanza:
de ti salió el sol de justicia,
C risto, nuestro Señor.

EV A N G ELIO

Encontraron a María y a José


y al niño acostado en el pesebre

Lectura del santo evangelio según san Lucas


En aquel tiem po, los pastores se decían unos a otros:
—«Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que
nos ha com unicado el Señor.»
Fueron corriendo y encontraron a M aría y a José, y al niño
acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían di­
cho de aquel niño.
Todos los que lo oían se adm iraban de lo que les decían los
pastores. Y M aría conservaba todas estas cosas, m editándolas
en su corazón.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE DEL SALVADOR
PR IM E R A L E C T U R A

Un hijo se nos ha dado

Lectura del libro de Isaías 9, 1-3 5-6


El pueblo que cam inaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaban tierra de som bras,
y una luz les brilló.
Acreciste la alegría,
aum entaste el gozo;
se gozan en tu presencia,
como gozan al segar,
como se alegran
al repartirse el botín.
Porque la vara del opresor,
y el yugo de su carga,
el bastón de su hom bro,
los quebrantaste como el día de M adián.
P orque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva a hom bros el principado,
y es su nom bre:
«M aravilla de Consejero,
Dios guerrero,
Padre perpetuo,
Príncipe de la paz.»
P a ra dilatar el principado,
con una paz sin límites,
sobre el trono de David
y sobre su reino.
P a ra sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho
desde ahora y por siempre.
El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 95, l-2a. 2b-3. 11-12. 13 (R.: Le 2, 11)


R. Nos ha nacido un Salvador:
el Mesías, el Señor.
C antad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nom bre. 1
Proclam ad día tras día su victoria.
C ontad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retum be el m ar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque.
Delante del Señor que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 7 (p. 198).

Aleluya Cf. Le 2, 10-11


Os traigo una buena noticia, una gran alegría:
nos ha nacido un Salvador:
el Mesías, el Señor.
EVAN GELIO

Hoy os ha nacido un Salvador

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14


En aquel tiem po, salió un decreto del em perador Augusto,
ordenando hacer un censo del m undo entero.
Éste fue el prim er censo que se hizo siendo Cirino goberna­
dor de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
Tam bién José, que era de la casa y fam ilia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que
se llam a Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa M aría,
que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiem po del
parto y dio a luz a su hijo prim ogénito, lo envolvió en pañales
y lo acostó en un pesebre, porque no tem an sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche
al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los
envolvió de claridad, y se llenaron de gran tem or.
El ángel les dijo:
—«No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría
p ara todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido
un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encon­
traréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo:
—«G loria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hom bres
que am a el Señor.»
LA VIRGEN MARÍA
EN LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
P R IM E R A L E C T U R A

La gloria del Señor amanece sobre ti

Lectura del libro de Isaías


¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!
M ira: las tinieblas cubren la tierra,
y la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti am anecerá el Señor,
su gloria aparecerá sobre ti.
Y cam inarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira:
todos ésos se han reunido, vienen a ti;
tus hijos llegan de lejos,
a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás, radiante de alegría;
tu corazón se asom brará, se ensanchará,
cuando vuelquen sobre ti los tesoros del m ar
y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una m ultitud de camellos,
de drom edarios de M adián y de Efá.
Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro,
y proclam ando las alabanzas del Señor.
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11)
Se postrarán ante ti, Señor,
todos los pueblos de la tierra.
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
p ara que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que dom ine de m ar a m ar,
del G ran Río al confín de la tierra.
Que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de A rabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
Él librará al pobre que clam aba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres.

Aleluya M t 2, 2
Hemos visto salir su estrella
y venimos a adorar al Señor.

EVANGELIO

Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre

►p Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12


Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
preguntando:
—«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque
hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.»
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén
con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país,
y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
—«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“ Y tú, Belén, tierra de Judea,
no eres ni m ucho menos la últim a
de las ciudades de Judea,
pues de ti saldrá un jefe
que será el pastor de mi pueblo Israel.” »
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le
precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los m an­
dó a Belén, diciéndoles:
—«Id y averiguad cuidadosam ente qué hay del niño y, cuan­
do lo encontréis, avisadme, para ir yo tam bién a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto
la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que
vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. E ntraron
en la casa, vieron al niño con M aría, su m adre, y cayendo de ro ­
dillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y m irra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no vol­
vieran a Herodes, se m archaron a su tierra por otro camino.
SANTA MARÍA
EN LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
PR IM ER A LECTU RA

Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis

Lectura de la profecía de M alaquías 3, 1-4


Así dice el Señor:
«M irad, yo envío a mi m ensajero,
para que prepare el camino ante mí.
De pronto entrará en el santuario
el Señor a quien vosotros buscáis,
el m ensajero de la alianza que vosotros deseáis.
M iradlo entrar
— dice el Señor de los ejércitos— .
¿Quién podrá resistir el día de su venida?,
¿quién quedará en pie cuando aparezca?
Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero:
se sentará como un fundidor que refina la plata,
como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví,
y presentarán al Señor la ofrenda como es debido.
Entonces agradará al Señor
la ofrenda de Judá y de Jerusalén,
como en los días pasados,
como en los años antiguos.»
P alab ra de Dios.
Salmo responsorial Sal 23, 7. 8. 9. 10 (R.: 10b)
R. El Señor, Dios de los ejércitos,
es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas com puertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas com puertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R.

Aleluya
El renuevo de Jesé ha florecido,
la Virgen ha dado a luz al que es Dios y hom bre.
Dios ha restablecido la paz.
Reconciliando en su persona
lo divino con lo hum ano.

EV AN GELIO

A ti, una espada te traspasará el alma

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 27-35


En aquel tiem po, Simeón, im pulsado por el espíritu, fue al
tem plo.
C uando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir
con él lo previsto por la ley, Simeón lo tom ó en brazos y bendijo
a Dios diciendo:
—«A hora, Señor, según tu prom esa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz p ara alum brar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su m adre estaban adm irados por lo que se decía
del niño. Simeón los bendijo, diciendo a M aría, su m adre:
—«M ira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan
y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará cla­
ra la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspa­
sará el alm a.»
P alabra del Señor.
SANTA MARÍA DE NAZARET

I
PR IM ER A LECTU RA

Envió Dios a su H ijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7


Herm anos:
C uando se cumplió el tiem po, envió Dios a su H ijo, nacido
de una m ujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que esta­
ban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Com o sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu
de su H ijo que clama: «¡ Abba! P adre.» Así que ya no eres escla­
vo, sino hijo; y si eres hijo, eres tam bién heredero por voluntad
de Dios.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 130, 1. 2. 3


R. G uarda mi alm a en la paz, ju n to a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y m odero mis deseos,
como un niño en brazos de su m adre. R.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R.
Aleluya
Virgen, M adre de Dios,
el que no cabe en todo el m undo
se encerró en tu seno al hacerse hom bre.

EVANGELIO

Se volvieron a su ciudad de Nazaret.


El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22. 39-40


Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de M oi­
sés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo
al Señor.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor,
se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabi­
duría; y la gracia de Dios lo acom pañaba.
P alab ra del Señor.

O bien:

Bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-52


Los padres de Jesús solían ir cada uno a Jerusalén por las
fiestas de Pascua.
C uando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según
la costum bre y, cuando term inó, se volvieron; pero el niño Jesús
se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jo r­
nada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos;
al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el tem plo, sentado en m e­
dio de los m aestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; to ­
dos los que le oían quedaban asom brados de su talento y de las
respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su m adre:
—«H ijo, ¿por qué nos has tratado así? M ira que tu padre
y yo te buscábam os angustiados.»
Él les contestó:
—«¿Por qué me buscabáis? ¿No sabíais que yo debía estar
en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no com prendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a N azaret y siguió bajo su autoridad.
Su m adre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia
ante Dios y los hombres.
P alabra del Señor.

II
PR IM ER A LECTU RA

La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3,12-17


Herm anos:
Com o elegidos de Dios, santos y am ados, vestios de la mise­
ricordia entrañable, bondad, hum ildad, dulzura, comprensión.
Sobrellevaos m utuam ente y perdonaos, cuando alguno ten­
ga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced voso­
tros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el am or, que es el ceñidor de la
unidad consum ada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a
ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre voso­
tros en to d a su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabidu­
ría; corregios m utuam ente.
C antad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, him ­
nos y cánticos inspirados.
Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nom ­
bre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 83, 2-3. 5-6. 9-10 (R.: cf. 5a)
R. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
¡Qué deseables son tus m oradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alm a se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación. R.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
m ira el rostro de tu Ungido. R.

Aleluya Col 3, 15a. 16a


Que la paz de Cristo actúe de árbitro
en vuestro corazón;
la palabra de Cristo habite entre vosotros
en toda su riqueza.
EV AN GELIO

Se estableció en un pueblo llamado Nazaret

>5< Lectura del santo evangelio según san M ateo 2, 13-15. 19-23
C uando se m archaron los magos, el ángel del Señor se apa­
reció en sueños a José y le dijo:
—«Levántate, coge al niño y a su m adre y huye a Egipto;
quédate allí hasta que yo te avise, porque H erodes va a buscar
al niño para m atarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su m adre, de noche, se fue
a Egipto y se quedó hasta la m uerte de Herodes. Así se cumplió
lo que dijo el Señor por el profeta:
«Llam é a mi hijo, p ara que saliera de Egipto.»
Cuando m urió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nue­
vo en sueños a José en Egipto y le dijo:
—«Levántate, coge al niño y a su m adre y vuélvete a Israel;
ya han m uerto los que atentaban contra la vida del niño.»
Se levantó, cogió al niño y a su m adre y volvió a Israel.
Pero, al enterarse de que A rquelao reinaba en Judea como
sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado
en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llam a­
do N azaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se
llam aría Nazareno.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA DE CANÁ
PR IM ER A LECTURA

Haremos todo cuanto ha dicho el Señor

Lectura del libro del Éxodo 19, 3-8a


En aquellos días, Moisés subió hacia Dios.
El Señor lo llamó desde el m onte, diciendo:
— «Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los is­
raelitas: “ Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y
cóm o a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he tra í­
do a mí. A hora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis
mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos
los pueblos, porque m ía es to d a la tierra; seréis para mí un rei­
no de sacerdotes y una nación sa n ta .” Éstas son las palabras
que has de decir a los israelitas.»
Moisés convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo
lo que el Señor le había m andado.
T odo el pueblo, a una, respondió:
— «H arem os todo cuanto ha dicho el Señor.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 118, 1-2. 10-11. 12 y 14. 15-16 (R.: 4)

R. Tú prom ulgas tus decretos


p ara que se observen exactamente.
Dichoso el que, con vida intachable,
cam ina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus m andam ientos.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R.
Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes.
Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R.
M edito tus decretos,
y me fijo en tus sendas;
tu voluntad es mi delicia,
no olvidaré tus palabras. R.

A leluya C f. Le 11, 27
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios
y la cumplen;
dichosa santa M aría,
que cumplió totalm ente la voluntad de Dios.

E V A N G E L IO

Haced lo que él diga

Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11


En aquel tiem po, había una boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjam e, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«Haced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alabra del Señor.
TIEMPO DE CUARESMA
En el tiempo de Cuaresma, los fieles, escuchando con más abun­
dancia la palabra de Dios, entregándose a la oración, haciendo peni­
tencia, recordando su bautismo y siguiendo a Cristo en el camino de
la cruz, se preparan para celebrar debidamente la Pascua. En este «ca­
mino cuaresmal», la sagrada liturgia propone a los fieles la santísima
Virgen como modelo del discípulo que escucha con fe la palabra de
Dios y, siguiendo las huellas de Cristo, se encamina «al sitio llamado
“ de la Calavera” », para morir con él (cf. 2Tm 2, 11). Terminada la
Cuaresma, en el Triduo pascual la santísima Virgen es presentada a
los fieles como la nueva Eva, o sea, la «mujer nueva» que, junto al
árbol de la vida (cf. Jn 19,25), fue asociada a Cristo, el «hombre nue­
vo», y también como madre espiritual, a cuya solicitud maternal en­
comendó el Señor a todos los discípulos (cf. Jn 19, 26).

Formularios de misas

10. Santa M aría, discípula del Señor.


11. La Virgen M aría ju n to a la cruz del Señor (I).
12. La Virgen M aría junto a la cruz del Señor (II).
13. La Virgen M aría confiada como m adre a los discípulos.
14. L a Virgen M aría, m adre de la reconciliación.
SANTA MARÍA,
DISCÍPULA DEL SEÑOR
PR IM ER A LECTURA

Mi corazón gozaba con la sabiduría

Lectura del libro del Eclesiástico 51 13 18 20-22


, - .

Siendo aún joven, antes de torcerme,


deseé la sabiduría con toda el alm a,
la busqué desde mi juventud
y hasta la m uerte la perseguiré;
crecía como racimo que m adura,
y mi corazón gozaba con ella,
mis pasos cam inaban fielmente,
siguiendo sus huellas desde joven,
presté oído un poco para recibirla,
y alcancé doctrina copiosa;
su yugo me resultó glorioso,
daré gracias al que me enseñó;
decidí hacer un buen negocio,
cuando lo alcance no me avergonzaré.
Mi alm a la siguió desde el principio
y la poseyó con pureza;
con sus consejos conseguí prudencia,
por eso no la abandonaré;
mis entrañas se conmovían al m irarla,
por eso la adquirí como posesión preciosa;
el Señor me concedió lo que pedían mis labios,
con mi lengua le daré gracias.
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 18, 8-9. 10-11. 15 (R.: cf Jn 6, 63c)
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
Los m andatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norm a del Señor es lím pida
y da luz a los ojos. R.
La voluntad del Señor es pura
y eternam ente estable;
los m andam ientos del Señor son verdaderos
y enteram ente justos.
M ás preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el m editar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R.

Versículo antes del evangelio Cf. Le 2, 19


Dichosa es la Virgen M aría,
que conservaba la palabra de Dios,
m editándola en su corazón.

EVAN GELIO

La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-52


Los padres de Jesús solían ir cada uno a Jerusalén por las
fiestas de Pascua.
C uando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según
la costum bre y, cuando term inó, se volvieron; pero el niño Jesús
se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jo r­
nada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos;
al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el tem plo, sentado en m e­
dio de los m aestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; to ­
dos los que le oían quedaban asom brados de su talento y de las
respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
—«H ijo, ¿por qué nos has tratado así? M ira que tu padre
y yo te buscábam os angustiados.»
Él les contestó:
—«P o r qué me buscabais? ¿No sabías que yo debía estar en
la casa de mi Padre?»
Pero ellos no com prendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a N azaret y siguió bajo su autoridad.
Su m adre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia
ante Dios y los hom bres.
P alabra del Señor.

O bien:

Señalando con la mano a los discípulos, dijo:


«Éstos son mi madre y mis hermanos»

►i< Lectura del santo evangelio según san M ateo 12, 46-50
E n aquel tiem po, estaba Jesús hablando a la gente, cuando
su m adre y sus herm anos se presentaron fuera, tratando de ha­
blar con él. U no se lo avisó:
—«Oye, tu m adre y tus herm anos están fuera y quieren ha­
blar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba:
—«¿Quién es mi m adre y quiénes son mis herm anos?»
Y, señalando con la m ano a los discípulos, dijo:
—«Éstos son mi m adre y mis herm anos. El que cumple la
voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi herm ano, y mi herm a­
na, y mi m adre.»
P alabra del Señor.

En lugar de este evangelio, puede utilizarse el que figura en el Apéndice,


núm. 19 (p. 211).
LA VIRGEN MARÍA
JUNTO A LA CRUZ DEL SEÑOR (I)

PR IM ER A LECTURA

No perdonó a su propio Hijo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 3 lb-39


Herm anos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El
que no perdonó a su propio H ijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los
elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Se­
rá acaso Cristo, que m urió, más aún, resucitó y está a la derecha
de Dios, y que intercede por nosotros?
¿Quién podrá apartarnos del am or de Cristo?: ¿la aflicción?,
¿laangustia?, ¿lapersecución?, ¿elham bre?, ¿ladesnudez?, ¿el
peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «P or tu causa nos
degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de m atanza.»
Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha
am ado. Pues estoy convencido de que ni m uerte, ni vida, ni án­
geles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni al­
tu ra, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del
am or de Dios m anifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 17, 2-3. 5-6. 7. 19-20 (R.: 7a)


En el peligro invoqué al Señor.
Yo te am o, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte. R.
Me cercaban olas m ortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la m uerte. R.
E n el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su tem plo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me am aba. R.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 15 (p. 207).

Versículo antes del evangelio


E staba santa M aría,
Reina del cielo y Señora del m undo,
sufriendo junto a la cruz del Señor.

EV AN GELIO

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre

* Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27


En aquel tiem po, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA
JUNTO A LA CRUZ DEL SEÑOR (II)
PR IM E R A LECTU RA

Vengaste nuestra ruina, en presencia de nuestro Dios

Lectura del libro de Judit 13, 17-20


En aquellos días, todos se quedaron asom brados y, postrán­
dose en adoración a Dios, dijeron a una voz:
—«Bendito eres, Dios nuestro, que has aniquilado hoy a los
enemigos de tu pueblo.»
Y Ozías dijo a Judit:
—«Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las m u­
jeres de la tierra. Bendito el Señor, creador del cielo y tierra, que
enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo. Los que
recuerden esta hazaña de Dios jam ás perderán la confianza que
tú inspiras. Que el Señor te engrandezca siempre y te dé prospe­
ridad, porque no dudaste en exponer tu vida, ante la hum illa­
ción de nuestra raza, sino que vengaste nuestra ruina, procediendo
con rectitud en presencia de nuestro D ios.»
Todos aclam aron:
—«¡Así sea, así sea!»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 144, 1-2. 4-6. 8-9 (R.: 9b)


R. El Señor es cariñoso con todas sus criaturas.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nom bre por siempre jam ás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nom bre por siempre jam ás.
U na generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
A laban ellos la gloria de tu m ajestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones. R.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 1 (p. 189) o núm. 16 (p. 208).

Versículo antes del evangelio


Junto a la cruz de Jesús estaba su m adre,
firme en la fe, confortada por la esperanza,
abrasada por el fuego de la caridad.

EVAN GELIO

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27


E n aquel tiem po, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA
CONFIADA COMO MADRE
A LOS DISCÍPULOS
PR IM ER A LECTU RA

Madre admirable... viendo morir a sus hijos,


lo soportó con entereza, esperando en el Señor

Lectura del segundo libro de los M acabeos 7, 1. 20-29


En aquellos días, arrestaron a siete herm anos con su m adre.
El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a co­
mer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Pero ninguno m ás adm irable y digno de recuerdo que la m a­
dre. Viendo m orir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo so­
portó con entereza, esperando en el Señor. Con noble actitud,
uniendo un temple viril a la ternura fem enina, fue anim ando a
cada uno, y les decía en su lengua:
—«Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di el alien­
to ni la vida, ni ordené los elementos de vuestro organismo. Fue
el creador del universo, el que m odela la raza hum ana y determ i­
na el origen de todo. Él, con su misericordia, os devolverá el alien­
to y la vida, si ahora os sacrificáis por su ley.»
Antíoco creyó que la m ujer lo despreciaba, y sospechó que
lo estaba insultando. Todavía quedaba el más pequeño, y el rey
intentaba persuadirlo, no sólo con palabras, sino que le juraba
que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría
por amigo y le daría algún cargo. Pero como el m uchacho no
hacía ningún caso, el rey llamó a la m adre y le rogaba que acon­
sejase al chiquillo para su bien. T anto le insistió, que la m adre
accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel
tirano, habló así en su idioma:
—«H ijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en
el seno, te am am anté y crié tres años y te he alim entado hasta
que te has hecho un joven. H ijo mío, te lo suplico, m ira el cielo
y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo
creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hom bre. No te­
mas a ese verdugo, no desmerezcas de tus herm anos y acepta la
m uerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con
ellos.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 17, 2-3. 5-6. 7. 19-20 (R.: 7a)


En el peligro invoqué al Señor.
Yo te am o, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte. R.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la m uerte. R.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su tem plo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me am aba. R.

Versículo antes del evangelio


Junto a la cruz de Jesús estaba su m adre,
m irando com padecida las heridas del H ijo,
sabiendo que por él vendría la redención para todos.
EV A N G ELIO

Mujer, ahí tienes a tu hijo

►í< Lectura del santo evangelio según san Juan 19 25-27


,

En aquel tiem po, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,


la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su m adre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE DE LA RECONCILIACIÓN
PR IM ER A LECTU RA

En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios


5, 17-21
H erm anos:
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pa­
sado, lo nuevo ha comenzado.
T odo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos recon­
cilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al m un­
do consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos
ha confiado la palabra de la reconciliación.
P o r eso, nosotros actuam os como enviados de Cristo, y es
com o si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nom bre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro
pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justifica­
ción de Dios.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a(R.: la)
R. Bendice, alm a mía, al Señor.
Bendice, alm a mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nom bre.
Bendice, alm a mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor es compasivo y m isericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.
C om o un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.
Pero la m isericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R.

Versículo antes del evangelio Cf. Gn 9, 17


La cruz de Cristo es la señal del pacto que hago
con todo lo que vive en la tierra.

EV A N G ELIO

Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27


En aquel tiem po, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su m adre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alabra del Señor.
TIEMPO PASCUAL
En el «gran domingo», esto es, durante los cincuenta días en que
la Iglesia, con alegría y júbilo, celebra el misterio pascual, la liturgia
romana recuerda también a la Madre de Cristo, llena de gozo por la
resurrección de Cristo, dedicada a la oración con los apóstoles y espe­
rando confiadamente con ellos el don del Espíritu Santo (cf. Hch 1,
14). La Iglesia, por su parte, al ejercer su función maternal, celebran­
do los sacramentos de la iniciación cristiana —que son los sacramen­
tos pascuales—, reconoce en la santísima Virgen el modelo de su ma­
ternidad y se da cuenta, además, que en la Madre de Cristo tiene un
modelo y una ayuda en el encargo de proclamar el Evangelio, que Cristo
le encomendó después de resucitar de entre los muertos (cf. Mt 28,
19-20).

Formularios de misas

La Virgen M aría en la resurrección del Señor.


Santa M aría, fuente de luz y de vida.
La Virgen M aría del Cenáculo.
La Virgen M aría, reina de los apóstoles.
LA VIRGEN MARÍA
EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
PR IM ER A LECTU RA

Vi la nueva Jerusalén,
arreglada como una novia que se adorna para su esposo

Lectura del libro del Apocalipsis 21, l-5a


Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el pri­
m er cielo y la prim era tierra han pasado, y el m ar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se ador­
na p ara su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono:
—«Ésta es la m orada de Dios con los hombres:
acam pará entre ellos.
Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos y será su Dios.
E njugará las lágrimas de sus ojos.
Ya no habrá m uerte, ni luto, ni llanto, ni dolor.
Porque el primer m undo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
—«Todo lo hago nuevo.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Is 61, lOa-d y f. 11; 62, 2-3


R. Tú, M aría, eres la ciudad de Dios
en que habita la Justicia.
D esbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un m anto de triunfo,
como novia que se adorna con sus joyas. R.
Com o el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace b ro tar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos. R.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nom bre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la m ano del Señor
y diadem a real en la palm a de tu Dios. R.

Aleluya
Dios te salve, santa M aría,
que, sufriendo junto a la cruz,
com partiste los dolores del H ijo;
ahora gozas de una serena alegría.

EV AN GELIO

Decid a sus discípulos que ha resucitado

Lectura del santo evangelio según san M ateo 28, 1-10


En la m adrugada del sábado, al alborear el prim er día de la
sem ana, fueron M aría M agdalena y la otra M aría a ver el sepul­
cro. Y de pronto tem bló fuertem ente la tierra, pues un ángel del
Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sen­
tó encima. Su aspecto era de relám pago y su vestido blanco co­
m o la nieve; los centinelas tem blaron de miedo y quedaron co­
m o m uertos. El ángel habló a las mujeres:
—«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el
crucificado.
No está aquí. H a resucitado, como había dicho. Venid a ver
el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: “ H a resu­
citado de entre los m uertos y va por delante de vosotros a Gali­
lea. Allí lo veréis.” M irad, os lo he anunciado.»
Ellas se m archaron a to d a prisa del sepulcro; im presionadas
y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—«No tengáis miedo: id a com unicar a mis herm anos que
vayan a Galilea; allí me verán.»
P alab ra del Señor.
SANTA MARÍA,
FUENTE DE LUZ Y DE VIDA
PR IM ER A LECTU RA

Bautizaos todos en nombre de Jesucristo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles


2, 14a. 36-40a. 41-42
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió aten­
ción y les dirigió la palabra:
—«Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vo­
sotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a
Pedro y a los demás apóstoles:
—«¿Qué tenemos que hacer, .herm anos?»
Pedro les contestó:
—«Convertios y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para
que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu
Santo. Porque la prom esa vale para vosotros y para vuestros hi­
jos y, adem ás, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro,
aunque estén lejos.»
Con estas y otras muchas razones les urgía y los exhortaba.
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se
les agregaron unos tres mil.
E ran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles,
en la vida com ún, en la fracción del pan y en las oraciones.
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 33, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6a)
C ontem plad al Señor, y quedaréis radiantes.
Bendigo al Señor en todo m om ento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alm a se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
C ontem pladlo, y quedaréis radiantes;
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del Señor acam pa
en torno a sus fieles y los protege.
G ustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

Aleluya
Dichosa eres, santa Virgen M aría:
de ti salió el sol de justicia,
Cristo, nuestro Señor;
el que lo sigue tendrá la luz de la vida.

EVAN GELIO

Yo he venido al mundo como luz

►E Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 44-50


E n aquel tiem po, Jesús dijo, gritando:
—«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha
enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he
venido al m undo como luz, y así, el que cree en mí no quedará
en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, por­
que no he venido para juzgar al m undo, sino para salvar al m un­
do. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo
juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el
últim o día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre
que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo
he de hablar. Y sé que su m andato es vida eterna. P o r tanto, lo
que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»
P alabra del Señor.

O bien:

Lo que nace del Espíritu es espíritu

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 1-6


H abía un fariseo llam ado Nicodem o, jefe judío. Éste fue a
ver a Jesús de noche y le dijo:
—«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como
maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios
no está con él.»
Jesús le contestó:
—«Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el
reino de Dios.»
Nicodemo le pregunta:
—«¿Cóm o puede nacer un hom bre, siendo viejo? ¿Acaso
puede por segunda vez entrar en el vientre de su m adre y nacer?»
Jesús le contestó:
—«Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no
puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es car­
ne, lo que nace del Espíritu es espíritu.»
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA DEL CENÁCULO
PR IM ER A LECTU RA

Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 6-14


Después de la resurrección de Jesús, los apóstoles lo rodea­
ron preguntándole:
—«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó:
—«No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas
que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíri­
tu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Sam aría y hasta los con­
fines del m undo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó
de la vista. M ientras m iraban fijos al cielo, viéndole irse, se les
presentaron dos hom bres vestidos de blanco, que les dijeron:
—«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados m irando al cielo? El
mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como
le habéis visto m archarse.»
Entonces los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte
que llam an de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se perm i­
te cam inar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde
se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bar­
tolom é, M ateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas
el de Santiago.
Todos ellos se dedicaban a la oración en com ún, ju n to con
algunas mujeres, entre ellas M aría, la m adre de Jesús, y con sus
herm anos.
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 86, 1-2. 3 y 5. 6-7 (R.: 3)
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Él la ha cim entado sobre el m onte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las m oradas de Jacob. R.
¡Qué pregón tan glorioso p ara ti,
ciudad de Dios!
Se dirá de Sión: «U no por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán m ientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.» R.

Aleluya Cf. Le 2, 19
Dichosa eres, Virgen M aría,
que conservabas la palabra de Dios,
m editándola en tu corazón.

EVAN GELIO

Mi madre y mis hermanos son éstos:


los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8 19-21


,

En aquel tiem po, vinieron a ver a Jesús su m adre y sus her­


m anos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron:
—«Tu m adre y tus herm anos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó:
—«Mi m adre y mis herm anos son éstos: los que escuchan la
palabra de Dios y la ponen por obra.»
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
REINA DE LOS APÓSTOLES
PR IM ER A LECTU RA

Se dedicaban a la oración en común,


junto con María, la madre de Jesús

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles , 12-14; 2, 1-4


Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a
Jerusalén, desde el m onte que llam an de los Olivos, que dista de
Jerusalén lo que se perm ite cam inar en sábado. Llegados a casa,
subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago,
A ndrés, Felipe, Tom ás, Bartolom é, M ateo, Santiago el de Al-
feo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos se dedicaban a la oración en com ún, junto con
algunas mujeres, entre ellas M aría, la m adre de Jesús, y con sus
herm anos.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el
m ismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento
recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron apa­
recer unas lenguas, como llam aradas, que se repartían, posán­
dose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo
y em pezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la len­
gua que el Espíritu le sugería.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 86, 1-2. 3 y 5. 6-7 (R.: 3)


¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Él la ha cim entado sobre el m onte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las m oradas de Jacob. R.
¡Qué pregón tan glorioso p ara ti,
ciudad de Dios!
Se dirá de Sión: «U no por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.» R.
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.» R.

Aleluya
E staba santa M aría,
Reina del cielo y Señora del m undo,
sufriendo junto a la cruz del Señor.

EVAN GELIO

Dijo Jesús al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»

Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27


En aquel tiem po, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su m adre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alab ra del Señor.
TIEMPO ORDINARIO
En el tiempo ordinario, tanto en el Calendario Romano general
como en los Calendarios de las Iglesias particulares y de los Institutos
religiosos, se repite con frecuencia la memoria de santa María. De ahí
que en los Propios del Rito romano hay abundancia de formularios
de misas de la santísima Virgen, cuyo objeto, aunque es uno solo y
siempre el mismo —la obra de Dios realizada en María en considera­
ción a Cristo y la Iglesia—, sin embargo se celebra desde muchos y
variados aspectos.
Los formularios de las misas del tiempo ordinario, habida cuenta
del aspecto del misterio que celebran, «están subdivididos en tres sec­
ciones: la primera comprende once formularios que celebran la me­
moria de la Madre de Dios bajo una serie de títulos tomados princi­
palmente de la sagrada Escritura o que expresan la relación de María
con la Iglesia; la segunda sección consta de nueve formularios, en los
que la Madre del Señor es venerada bajo advocaciones que recuerdan
su intervención en la vida espiritual de los fieles; la tercera sección com­
prende ocho formularios que celebran la memoria de santa María ba­
jo títulos que evocan su misericordiosa intercesión en favor de los fie­
les» (Misas de la Virgen María, I, Orientaciones generales, núm. 24).
PRIMERA SECCIÓN
Esta sección comprende once formularios que celebran la memo­
ria de la Madre de Dios bajo una serie de títulos tomados principal­
mente de la sagrada Escritura o que expresan la relación de María
con la Iglesia.

Formularios de misas
Santa M aría, M adre del Señor.
Santa M aría, la nueva m ujer.
El santo N om bre de la bienaventurada Virgen M aría.
22 . Santa M aría, esclava del Señor.
La Virgen M aría, tem plo del Señor.
24 . La Virgen M aría, trono de la Sabiduría.
La Virgen M aría, im agen y m adre de la Iglesia (I).
26 . La Virgen M aría, im agen y m adre de la Iglesia (II).
27 . La Virgen M aría, imagen y m adre de la Iglesia (III).
28 . El Inm aculado C orazón de la Virgen M aría.
L a Virgen M aría, reina del universo.
SANTA MARÍA, MADRE DEL SEÑOR
P R IM E R A L E C T U R A

María, cuyo vientre llevó al Señor,


es saludada como «arca del Señor»

Lectura del prim er libro de las Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2
E n aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los
israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había
preparado. Luego reunió a los hijos de A arón y a los levitas.
Luego los levitas se echaron los varales a los hom bros y le­
vantaron en peso el arca de Dios, tal como había m andado M oi­
sés por orden del Señor.
David m andó a los jefes de los levitas organizar a los canto­
res de sus familias, para que entonasen cantos festivos acom pa­
ñados de instrum entos, arpas, cítaras y platillos.
Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda
que David le había preparado. O frecieron holocaustos y sacrifi­
cios de com unión a Dios y, cuando David term inó de ofrecerlos,
bendijo al pueblo en nom bre del Señor.
P alab ra de Dios.

Salmo reponsorial Sal 131, 11. 13-14. 17-18 (R.: 11b)


A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.
El Señor ha jurado a David
una prom esa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.» R.
P orque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi m ansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.» R.
«H aré germ inar el vigor de David,
enciendo una lám para para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadem a.» R.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 3 (p. 192).

Aleluya
Virgen, M adre de Dios,
el que no cabe en todo el m undo
se encerró en tu seno al hacerse hom bre.

EVAN GELIO

Bendito el fruto de tu vientre

►B Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-47


E n aquellos días, M aría se puso en camino y fue aprisa a la
m ontaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y salu­
dó a Isabel.
E n cuanto Isabel oyó el saludo de M aría, saltó la criatura en
su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
—«¡Bendita tú entre las m ujeres, y bendito el fruto de tu
vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la m adre de mi Señor? En
cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre.
Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Se­
ñor se cum plirá.»
M aría dijo:
—«Proclam a mi alm a la grandeza del Señor, se alegra mi es­
píritu en Dios, mi salvador.»
P alab ra del Señor.
SANTA MARÍA, LA NUEVA MUJER
PR IM E R A LECTU RA

Vi la nueva Jerusalén,
arreglada como una novia que se adorna para su esposo

Lectura del libro del Apocalipsis 21, l-5a


Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el pri­
m er cielo y la prim era tierra han pasado, y el m ar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se ador­
na p ara su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono:
—«Ésta es la m orada de Dios con los hom bres:
acam pará entre ellos.
Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos y será su Dios.
E njugará las lágrimas de sus ojos.
Ya no habrá m uerte, ni luto, ni llanto, ni dolor.
P orque el prim er m undo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
—«Todo lo hago nuevo.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Is 61, lOa-d. f. 11; 62, 2-3


R. Tú, M aría, eres la tierra nueva en que habita la justicia.
D esbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un m anto de triunfo,
como novia que se adorna con sus joyas. R.
Com o el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nom bre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la m ano del Señor
y diadem a real en la palm a de tu Dios. R.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 9 (p. 20J) y núm. 14 (p. 206).

Aleluya
Gloriosa eres, santa M aría, m ujer nueva;
de ti nació Jesucristo, el hom bre nuevo.

EVAN GELIO

Alégrate, llena de gracia

^ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué. saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿Cóm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
— «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísi­
mo te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer
se llam ará H ijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alabra del Señor.

O bien:

La madre de Jesús dijo a los sirvientes: «Haced lo que él diga»


* Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11
En aquel tiem po, había una boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«Haced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone primero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alabra del Señor.
EL SANTO NOMBRE
DE LA BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA
PR IM E R A LECTU RA

El que me honra poseerá la vida eterna

Lectura del libro del Eclesiástico 24, 17-22


Com o vid herm osa retoñé:
mis flores y frutos son bellos y abundantes.
Yo soy la m adre del am or puro, del tem or,
del conocimiento y de la esperanza santa.
En mí está toda gracia de cam ino y de verdad,
en mí toda esperanza de vida y de virtud.
Venid a mí, los que me amáis,
y saciaos de mis frutos;
mi nom bre es más dulce que la miel,
y mi herencia, m ejor que los panales.
El que me come tendrá más ham bre,
el que me bebe tendrá más sed;
el que me escucha no fracasará,
el que me pone en práctica no pecará;
el que me honra poseerá la vida eterna.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Le 1, 46-48. 49-50. 53-54 (R .: Is 61, 10b)


R. Me alegro con mi Dios.
Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la hum illación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones. R.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo,
y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación. R.
A los ham brientos los colm a de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia. R.

Aleluya Le 1, 28
Alégrate, M aría, llena de gracia,
el Señor está contigo;
bendita tú eres entre las mujeres.

EVAN GELIO

La virgen se llamaba María

►í< Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, M aría, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿Cóm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alabra del Señor.
SANTA MARÍA,
ESCLAVA DEL SEÑOR
P R IM E R A L E C T U R A

Estuve rezando al Señor,


y el Señor me ha concedido mi petición

Lectura del prim er libro de Samuel 1, 24-28; 2, 1-2. 4-8


En aquellos días, cuando A na hubo destetado a Samuel, su­
bió con él al templo del Señor, de Silo, llevando un novillo de
tres años, una fanega de harina y un odre de vino.
C uando m ataron el novillo, A na presentó el niño a Eli,
diciendo:
—«Señor, por tu vida, yo soy la m ujer que estuvo aquí junto
a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me
ha concedido mi petición. P o r eso se lo cedo al Señor de por vi­
da, para que sea suyo.»
Después se postraron ante el Señor.
Y A na rezó esta oración:
«Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo com o el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
Se rom pen los arcos de los valientes,
m ientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
m ientras los ham brientos engordan;
la m ujer estéril da a luz siete hijos,
m ientras la m adre de m uchos queda baldía.
El Señor da la m uerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
hum illa y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial
Le 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: cf. 48a)
El Señor ha m irado la hum illación de su esclava.
Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la hum illación de su esclava. R.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo. R.
Y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
D erriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colm a de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la m isericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán
y su descendencia por siempre. R.

Aleluya
Dichosa eres, Virgen M aría,
que te proclam aste esclava del Señor;
ahora, glorificada sobre los coros de los ángeles,
la Iglesia te saluda como Reina del cielo.

E V A N G E L IO

Aquí está la esclava del Señor

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1 26-38


,

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una


ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿Cóm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
A hí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque p ara Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
TEMPLO DEL SEÑOR
P R IM E R A L E C T U R A

La nube llenó el templo

Lectura del prim er libro de los Reyes 8, 1. 3-7. 9-11


En aquellos días, Salomón convocó a palacio, en Jerusalén,
a los ancianos de Israel, a los jefes de tribu y a los cabezas de
fam ilia de los israelitas, para trasladar el arca de la alianza del
Señor desde la ciudad de David, o sea Sión. Cuando llegaron to ­
dos los ancianos de Israel, los sacerdotes cargaron con el arca
del Señor, y los sacerdotes levitas llevaron la tienda del encuen­
tro , más los utensilios del culto que había en la tienda.
El rey Salomón, acom pañado de toda la asam blea de Israel
reunida con él ante el arca, sacrificaba una cantidad incalculable
de ovejas y bueyes. Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza
del Señor a su sitio, al cam arín del tem plo, al Santísimo, bajo
las alas de los querubines, pues los querubines extendían las alas
sobre el sitio del arca y cubrían el arca. En el arca sólo había las
dos tablas de piedra que colocó allí Moisés en el H oreb, cuando
el Señor pactó con los israelitas, al salir de Egipto.
Cuando los sacerdotes salieron del Santo, la nube llenó el tem ­
plo, de form a que los sacerdotes no podían seguir oficiando, a
causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba el tem plo.
P alab ra de Dios.
O bien:

Ésta es la morada de Dios con los hombres

Lectura del libro del Apocalipsis 21, l-5a


Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el pri­
m er cielo y la prim era tierra han pasado, y el m ar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se ador­
na p ara su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono:
—«Ésta es la m orada de Dios con los hombres:
acam pará entre ellos.
Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos y será su Dios.
E njugará las lágrimas de sus ojos.
Ya no habrá m uerte, ni luto, ni llanto, ni dolor.
Porque el prim er m undo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
—«Todo lo hago nuevo.»
P alabra de Dios

Salmo responsorial Sal 83, 3. 4. 5 y 10. 11 (R.: Ap 21, 3b)


. Ésta es la m orada de Dios con los hom bres.
Mi alm a se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
H asta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
m ira el rostro de tu Ungido. R.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el um bral de la casa de Dios
a vivir con los m alvados. R.

Aleluya
Dios te salve, santa M aría, tem plo de justicia,
tem plo de piedad para nosotros, pecadores.
Dios te salve, tem plo lleno del Espíritu Santo,
que el Padre-eligió para el H ijo.

E V A N G E L IO

La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra

^ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
— «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿Cóm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
A hí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«A quí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
TRONO DE LA SABIDURÍA
P R IM E R A L E C T U R A

María, trono de la sabiduría

Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31


Así dice la sabiduría de Dios:
«El Señor me estableció al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiem po remotísimo fui form ada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplom ados los m ontes,
antes de las m ontañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
C uando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba el cielo en la altura,
y fijaba las fuentes abismales.
C uando ponía un límite al m ar,
cuyas aguas no traspasan su m andato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como aprendiz,
yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
gozaba con los hijos de los hom bres.»
P alabra de Dios.

O bien:

María, trono de la sabiduría

Lectura del libro del Eclesiástico 24, 1. 3-4. 8-12. 19-21


La sabiduría se alaba a sí misma,
se gloría en medio de su pueblo,
abre la boca en la asam blea del Altísimo
y se gloría delante de sus Potestades.
«Yo salí de la boca del Altísim o,
como prim ogénita de todas las criaturas.
Yo hice amanecer en el cielo una luz sin ocaso
y como niebla cubrí la tierra;
habité en el cielo
con mi trono sobre colum na de nubes.
El C reador estableció mi m orada:
“ H abita en Jacob, sea Israel tu heredad.”
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y no cesaré jam ás.
En la santa m orada, en su presencia, ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad,
y resido en la congregación plena de los santos.
Venid a mí, los que me amáis,
y saciaos de mis frutos;
mi nom bre es más dulce que la miel,
y mi herencia, m ejor que los panales.
El que me come tendrá más ham bre,
el que me bebe tendrá más sed;
el que me escucha no fracasará,
el que me pone en práctica no pecará;
el que me honra poseerá la vida eterna.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: Jn 1, 14)


R. La P alabra se hizo carne
y acam pó entre nosotros.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
H a puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.
A nuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y m andatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus m andatos. R.

Aleluya
¡Oh dichosa Virgen, que diste a luz al Señor,
oh dichoso trono de la Sabiduría,
que avivas en nosotros
el Espíritu de tu H ijo Jesucristo!
EVAN GELIO

Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre

►i< Lectura del santo evangelio según san M ateo 2, 1-12


Jesús nació en Belén de Judea en tiem pos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusa-
lén preguntando:
—«¿D ónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque
hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.»
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén
con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país,
y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
—«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“ Y tú, Belén, tierra de Judea,
no eres ni m ucho menos la últim a
de las ciudades de Judea,
pues de ti saldrá un jefe
que será el pastor de mi pueblo Israel.” »
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le
precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los m an­
dó a Belén, diciéndoles:
—«Id y averiguad cuidadosam ente qué hay del niño y, cuan­
do lo encontréis, avisadme, para ir yo tam bién a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto
la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que
vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. E ntraron
en la casa, vieron al niño con M aría, su m adre, y cayendo de ro­
dillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y m irra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no vol­
vieran a Herodes, se m archaron a su tierra por otro camino.
O bien:

Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 15b-19


E n aquel tiem po, los pastores se decían unos a otros:
—«Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que
nos ha com unicado el Señor.»
Fueron corriendo y encontraron a M aría y a José, y al niño
acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían di­
cho de aquel niño.
Todos los que lo oían se adm iraban de lo que les decían los
pastores. Y M aría conservaba todas estas cosas, m editándolas
en su corazón.
P alabra del Señor.

O bien:
María ha escogido la parte mejor

►B Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 38-42


En aquel tiem po, entró Jesús en una aldea, y una m ujer lla­
m ada M arta lo recibió en su casa.
Ésta tenía una herm ana llam ada M aría, que, sentada a los
pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y M arta se m ultiplicaba para dar abasto con el servicio; has­
ta que se paró y dijo:
—«Señor, ¿no te im porta que mi herm ana me haya dejado
sola con el servicio? Dile que me eche una m ano.»
Pero el Señor le contestó:
—«M arta, M arta, andas inquieta y nerviosa con tantas co­
sas; sólo una es necesaria. M aría ha escogido la parte m ejor, y
no se la quitarán.»
LA VIRGEN MARÍA,
IMAGEN Y MADRE
DE LA IGLESIA (I)
P R IM E R A L E C T U R A

Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer

Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20


Después que A dán comió del árbol, el Señor llamó al hombre:
—«¿D ónde estás?»
Él contestó:
—«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba des­
nudo, y me escondí.»
El Señor replicó:
—«¿Quién te inform ó de que estabas desnudo? ¿Es que has
comido del árbol del que te prohibí com er?»
A dán respondió:
—«La m ujer que me diste como com pañera me ofreció del
fruto, y com í.»
El Señor dijo a la m ujer:
—«¿Qué es lo que has hecho?»
Ella respondió:
—«La serpiente me engañó, y com í.»
El Señor Dios dijo a la serpiente:
—«P o r haber hecho eso, serás m aldita entre todo el ganado
y todas la fieras del cam po; te arrastrarás sobre el vientre y co­
merás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la m u­
jer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando
tú la hieras en el talón.»
El hom bre llamó a su m ujer Eva, por ser la m adre de todos
los que viven.
P alab ra de Dios.

Salm o responsorial Jdt 13, 18bcde. 19 (R .: 15, 9d)


R. Tú eres el orgullo de nuestra raza.
El Altísimo te ha bendecido, hija,
más que a todas las mujeres de la tierra.
Bendito el Señor, creador del cielo y tierra.
Que hoy ha glorificado tu nom bre de tal m odo,
que tu alabanza estará siempre
en la boca de todos los que se acuerden
de esta obra poderosa de Dios.

A lelu ya
Dichosa eres, santa Virgen M aría,
y digna de to d a alabanza:
de ti salió el sol de justicia,
Cristo, nuestro Señor.

E V A N G E L IO

Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre

►i< Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27
E n aquel tiem po, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alab ra del Señor.
26

LA VIRGEN MARÍA,
IMAGEN Y MADRE
DE LA IGLESIA (II)
PR IM E R A LEC TU R A

Se dedicaban a la oración, junto con María, la madre de Jesús

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 12-14


Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a
Jerusalén, desde el m onte que llam an de los Olivos, que dista de
Jerusalén lo que se perm ite cam inar en sábado. Llegados a casa,
subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago,
A ndrés, Felipe, Tom ás, Bartolom é, M ateo, Santiago el de A l­
teo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos se dedicaban a la oración en com ún, ju n to con
algunas m ujeres, entre ellas M aría, la m adre de Jesús, y con sus
herm anos.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 86, 1-2. 3 y 5. 6-7 (R.: 3)


R. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Él la ha cim entado sobre el m onte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las m oradas de Jacob. R.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
Se dirá de Sión: «U no por uno
todos han nacido en ella;
el Altísim o en persona la ha fundado.» R.
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán m ientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.» R.
Aleluya
¡Oh dichosa Virgen, que diste a luz al Señor,
oh dichosa M adre de la Iglesia,
que avivas en nosotros
el Espíritu de tu H ijo Jesucristo!

EVAN GELIO

La madre de Jesús estaba allí.


Y creció la fe de sus discípulos en él

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11


E n aquel tiem po, había una boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
— «Haced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
IMAGEN Y MADRE
DE LA IGLESIA (III)
P R IM E R A L E C T U R A

Vi la nueva Jerusalén,
arreglada como una novia que se adorna para su esposo

Lectura del libro del Apocalipsis 21, l-5a


Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el pri­
m er cielo y la prim era tierra han pasado, y el m ar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se ador­
na p ara su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono:
—«Ésta es la m orada de Dios con los hombres:
acam pará entre ellos.
Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos y será su Dios.
E njugará las lágrimas de sus ojos.
Ya no habrá m uerte, ni luto, ni llanto, ni dolor.
P orque el primer m undo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
—«Todo lo hago nuevo.»
P alab ra de Dios.
Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 6b)
R. Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.
El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor,
invocad su nom bre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclam ad que su nom bre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a to d a la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» R.

Aleluya C f. Le 1, 28
Alégrate, M aría, llena de gracia,
el Señor está contigo;
bendita tú eres entre las mujeres.

EVAN GELIO

Reinará sobre la casa de Jacob para siempre


£< Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, M aría, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿C óm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
— «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísi­
m o te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer
se llam ará H ijo de Dios.
A hí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque p ara Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«A quí está la esclava del Señor; hágase en m í según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alab ra del Señor.
EL INMACULADO CORAZÓN
DE LA VIRGEN MARÍA
P R IM E R A L E C T U R A

Tú eres el orgullo de nuestra raza

Lectura del libro de Judit 13, 17-20; 15, 9


En aquellos días, todos se quedaron asom brados y, postrán­
dose en adoración a Dios, dijeron a una voz:
—«Bendito eres, Dios nuestro, que has aniquilado hoy a los
enemigos de tu pueblo.»
Y Ozías dijo a Judit:
—«Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las m u­
jeres de la tierra. Bendito el Señor, creador del cielo y tierra, que
enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo. Los que
recuerden esta hazaña de Dios jam ás perderán la confianza que
tú inspiras. Que el Señor te engrandezca siempre y te dé prospe­
ridad, porque no dudaste en exponer tu vida, ante la hum illa­
ción de nuestra raza, sino que vengaste nuestra ruina, procediendo
con rectitud en presencia de nuestro D ios.»
Todos aclam aron:
—«¡Así sea, así sea!»
C uando llegaron a su casa, todos a una voz la felicitaron:
—«Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el honor de Israel,
tú eres el orgullo de nuestra raza.»
P alabra de Dios.
Salm o responsorial
Le 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)
R. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la hum illación de su esclava. R.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo. R.
Y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
D erriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán
y su descendencia por siempre. R.

A leluya
Dichosa eres, Virgen M aría,
que llevaste al H ijo del eterno Padre.

E V A N G E L IO

Dichoso el vientre que te llevó

^ Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 27-28


En aquel tiem po, mientras Jesús hablaba a la gente, una m u­
jer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:
—«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso:
—«M ejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y
la cum plen.»
P alab ra del Señor.

O bien:

Conservaba todo esto en su corazón

^ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 46-51


A los tres días, los padres de Jesús lo encontraron en el tem ­
plo, sentado en medio de los m aestros, escuchándolos y hacién­
doles preguntas; todos los que le oían quedaban asom brados de
su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su m adre:
—«H ijo, ¿por qué nos has tratado así? M ira que tu padre
y yo te buscábam os angustiados.»
Él les contestó:
—« ¿P o r qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar
en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no com prendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a N azaret y siguió bajo su autoridad.
Su m adre conservaba todo esto en su corazón.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
REINA DEL UNIVERSO
PR IM E R A L E C T U R A

Su principado no tendrá límites

Lectura del libro de Isaías 9, 1-3. 5-6


El pueblo que cam inaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaban tierra de sombras,
y una luz les brilló.
Acreciste la alegría,
aumentaste el gozo;
se gozan en tu presencia,
como gozan al segar,
como se alegran
al repartirse el botín.
Porque la vara del opresor,
y el yugo de su carga,
el bastón de su hom bro,
los quebrantaste como el día de M adián.
Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva a hom bros el principado,
y es su nombre:
«M aravilla de Consejero,
Dios guerrero,
Padre perpetuo,
Príncipe de la paz.»
P a ra dilatar el principado
con una paz sin límites,
sobre el trono de David
y sobre su reino.
P a ra sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho,
desde ahora y por siempre.
El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 44, 11-12. 14-15. 16-17. 18 (R.: lia )


R. Escucha, hija, m ira: inclina el oído.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus com pañeras. R.
Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nom brarás príncipes por toda la tierra.» R.
Quiero hacer m em orable tu nom bre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 8 (p. 199) o núm. 12 (p. 204).

Aleluya C f. Le 1, 28
Alégrate, M aría, llena de gracia,
el Señor está contigo;
bendita tú eres entre las mujeres.
E V A N G E L IO

Concebirás y darás a luz un hijo

►í< Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el'ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada Nazaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, M aría, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿C óm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en m í según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alab ra del Señor.
SEGU NDA SECCIÓN
Esta sección consta de nueve formularios, en los que la Madre del
Señor es venerada bajo advocaciones que recuerdan su intervención
en la vida espiritual de los fieles.

FORMULARIOS DE MISAS
30. La Virgen M aría, m adre y m edianera de la gracia.
31. La Virgen M aría, fuente de la salvación.
32. La Virgen M aría, m adre y m aestra espiritual.
33. La Virgen M aría, m adre del buen consejo.
34. La Virgen M aría, causa de nuestra alegría.
35. La Virgen M aría, am paro de la fe.
36. La Virgen M aría, m adre del am or herm oso.
37. La Virgen M aría, m adre de la santa esperanza.
38. Santa M aría, m adre y reina de la unidad.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE Y MEDIANERA
DE LA GRACIA
PR IM ER A LECTURA

¿Cómo podré ver la desgracia que se echa sobre mi pueblo?

Lectura del libro de Ester 8, 3-8. 16-17a


En aquellos días, Ester volvió a hablar al rey. Cayó a sus pies
llorando y suplicándole que anulase los planes perversos que Amán
había tram ado contra los judíos.
Cuando el rey extendió hacia Ester el cetro de oro, ella se le­
vantó y quedó en pie ante el rey. Luego dijo:
—«Si al rey le agrada y quiere hacerme un favor, si mi pro­
puesta le parece bien y si está contento de mí, revoque por escrito
la carta de A m án, hijo de H am datá, de Agag, que había m anda­
do exterminar a los judíos en las provincias del imperio. Porque
¿cómo podré ver la desgracia que se echa sobre mi pueblo? ¿Có­
mo podré ver la destrucción de mi familia?»
El rey Asuero dijo entonces a la reina Ester y al judío
M ardoqueo:
—«Ya veis que he dado a Ester la casa de A m án y a él lo han
ahorcado por atentar contra los judíos. Vosotros escribid en nom ­
bre del rey lo que os parezca sobre los judíos y selladlo con el se­
llo real, pues los documentos escritos en nom bre del rey y sella­
dos con su sello son irrevocables.»
P a ra los judíos fue un día luminoso y alegre, gozoso y triun­
fal. En cada provincia y ciudad adonde llegaba el decreto del rey,
los judíos se llenaban de inm ensa alegría, y celebraban banque­
tes y fiestas. Y m uchos gentiles se convirtieron.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 66, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: cf. 2b)
R. Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
O h Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el m undo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
O h Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Aleluya
Dichosa eres, santa Virgen M aría,
m adre de la gracia y reina de misericordia;
de ti nació Cristo,
nuestro M ediador y Salvador.

EVAN GELIO

La madre de Jesús le dijo: «No les queda vino»


£< Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11
En aquel tiem po, había una boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«Haced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
FUENTE DE LA SALVACIÓN

I
P R IM E R A L E C T U R A

Vi que manaba agua del lado derecho del templo,


y habrá vida dondequiera que llegue la corriente

Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12


En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del
templo.
Del zaguán del templo m anaba agua hacia levante —el tem ­
plo m iraba a levante— . El agua iba bajando por el lado derecho
del templo, al mediodía del altar.
Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta ex­
terior que m iraba a levante. El agua iba corriendo por el lado
derecho.
Me dijo:
—«Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán has­
ta la estepa, desembocarán en el m ar de las aguas salobres, y lo
sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desembo­
que la corriente tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al
desembocar allí estas aguas, quedará saneado el m ar y habrá vida
dondequiera que llegue la corriente.
A la vera del río, en sus dos riberas crecerán toda clase de fru­
tales; no se m architarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; da­
rán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que m anan
del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 3)
R. Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
El Señor es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.
D ad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclam ad que su nom bre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» R.

Aleluya
Bendita tú entre las mujeres,
porque recibiste a Cristo, Hijo de Dios
y Redentor de nuestras almas.

EVANGELIO

Le traspasó el costado, y salió sangre y agua

Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-37


En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la M ag­
dalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto que­
ría, dijo a su madre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su
térm ino, para que se cumpliera la E scritura dijo:
—«Tengo sed.»
H abía allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una espon­
ja em papada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron
a la boca. Jesús, cuando tom ó el vinagre, dijo:
—«Está cum plido.»
E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para
que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel
sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran
las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebra­
ro n las piernas al prim ero y luego al otro que habían crucificado
con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había m uerto, no
le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la
lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El
que lo vio da testim onio, y su testim onio es verdadero, y él sabe
que dice verdad, para que tam bién vosotros creáis. Esto ocurrió
p ara que se cum pliera la Escritura: «No le quebrarán un hue­
so»; y en otro lugar la Escritura dice: «M irarán al que
atravesaron.»
P alab ra del Señor.

II
P R IM E R A L E C T U R A

La fuente del jardín es pozo de agua viva

Lectura del libro del Cantar de los cantares 4, 6-7. 9. 12-15


Mientras sopla la brisa
y se alargan las sombras,
me voy al m onte de la m irra,
iré por la colina del incienso.
¡Toda eres herm osa, am ada mía,
y no hay en ti defecto!
Me has enam orado, herm ana y novia mía,
me has enam orado con una sola de tus m iradas,
con una vuelta de tu collar.
Eres jardín cerrado, herm ana y novia mía,
eres jardín cerrado, fuente sellada.
Tus brotes son jardines de granados
con frutos exquisitos,
nardo y enebro y azafrán,
canela y cinamom o,
con árboles de incienso, m irra y áloe,
con los mejores bálsamos y arom as.
La fuente del jardín es pozo de agua viva
que b aja desde el Líbano.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Jdt 13, 18bcde. 19 (R.: 15, 9d)


R. Tú eres el orgullo de nuestra raza.
El Altísimo te ha bendecido, hija,
más que a todas las mujeres de la tierra.
Bendito el Señor, creador del cielo y tierra. R.
Que hoy ha glorificado tu nom bre de tal m odo,
que tu alabanza estará siempre
en la boca de todos los que se acuerden
de esta obra poderosa de Dios. R.

Aleluya Cf. Le 1, 45. 49


Dichosa tú, Virgen M aría, que has creído,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por ti.
EVANGELIO

Manarán torrentes de agua viva

►í< Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 37-39a


El últim o día, el m ás solemne de las fiestas, Jesús, en pie,
gritaba:
—«El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que
beba. Com o dice la E scritura: de sus entrañas m anarán torren­
tes de agua viva.»
Decía esto refiriéndose al E spíritu que habían de recibir los
que creyeran en él.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE Y MAESTRA ESPIRITUAL
PRIMERA LECTURA

Quien me alcanza alcanza la vida

Lectura del libro de los Proverbios 8, 17-21. 34-35


Así dice la sabiduría de Dios:
«Yo amo a los que me aman,
y los que m adrugan por mí me encuentran;
yo traigo riqueza y gloria,
fortuna copiosa y bien ganada;
mi fruto es m ejor que el oro puro,
y mi renta vale más que la plata,
camino por sendero justo,
por las sendas del derecho,
p ara legar riquezas a mis amigos
y colmar sus tesoros.
Dichoso el hom bre que me escucha,
velando en mi portal cada día,
guardando las jam bas de mi puerta.
Quien me alcanza alcanza la vida
y goza del favor del Señor.»
P alabra de Dios.
O bien:

Mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos

Lectura del libro de Isaías 56, 1. 6-7


Así dice el Señor:
«G uardad el derecho, practicad la justicia,
que mi salvación está para llegar,
y se va a revelar mi victoria.
A los extranjeros que se han dado al Señor,
p ara servirlo,
p ara am ar el nom bre del Señor
y ser sus servidores,
que guardan el sábado sin profanarlo
y perseveran en mi alianza,
los traeré a mi m onte santo,
los alegraré en mi casa de oración,
aceptaré sobre mi altar
sus holocaustos y sacrificios;
porque mi casa es casa de oración,
y así la llam arán todos los pueblos.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 (R.: Ib)


R. El justo habitará en tu m onte santo, Señor.
El que procede honradam ente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calum nia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójim o
ni difam a al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que tem en al Señor. R.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R.

Aleluya Cf. Le 2, 19
Dichosa es la Virgen M aría,
que conservaba la palabra de Dios,
m editándola en su corazón.

EVANGELIO

Señalando con la mano a los discípulos, dijo:


«Éstos son mi madre y mis hermanos»

►í< Lectura del santo evangelio según san M ateo 12, 46-50
E n aquel tiem po, estaba Jesús hablando a la gente, cuando
su m adre y sus herm anos se presentaron fuera, tratando de h a­
blar con él. U no se lo avisó:
—«Oye, tu m adre y tus herm anos están fuera y quieren h a­
blar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba:
—«¿Quién es mi m adre y quiénes son mis herm anos?»
Y, señalando con la m ano a los discípulos, dijo:
—«Éstos son mi m adre y mis herm anos. El que cumple la
voluntad de m i Padre del cielo, ése es mi herm ano, y mi herm a­
na, y mi m adre.»
P alab ra del Señor.

O bien:

Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27


En aquel tiem po, ju n to a la cruz de Jesús estaban su m adre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alab ra del Señor.

En lugar de este evangelio, puede utilizarse el que figura en el Apéndice,


núm. 19 (p. 211).
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE DEL BUEN CONSEJO
PR IM ER A LECTU RA

Se nos ha dado una Maravilla de Consejero

Lectura del libro de Isaías 9, 1-3. 5-6


El pueblo que cam inaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaban tierra de som bras,
y una luz les brilló.
Acreciste la alegría,
aum entaste el gozo;
se gozan en tu presencia,
como gozan al segar,
como se alegran
al repartirse el botín.
P orque la vara del opresor,
y el yugo de su carga,
el bastón de su hom bro,
los quebrantaste como el día de M adián.
P orque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva a hom bros el principado,
y es su nom bre:
«M aravilla de Consejero,
Dios guerrero,
Padre perpetuo,
Príncipe de la paz.»
P a ra dilatar el principado
con una paz sin límites,
sobre el trono de David
y sobre su reino.
P a ra sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho,
desde ahora y por siempre.
El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.
P alab ra de Dios.

O bien:

Se dedicaban a la oración, junto con María, la madre de Jesús

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 12-14; 2, 1-4


Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a
Jerusalén, desde el m onte que llam an de los Olivos, que dista de
Jerusalén lo que se permite cam inar en sábado. Llegados a casa,
subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, A n­
drés, Felipe, Tom ás, Bartolomé, M ateo, Santiago el de Alfeo, Si­
m ón el Celotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con
algunas mujeres, entre ellas M aría, la m adre de Jesús, y con sus
hermanos.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el
mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento
recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron apa­
recer unas lenguas, como llam aradas, que se repartían, posándo­
se encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y em­
pezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua
que el Espíritu le sugería.
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Si 14, 22-23. 24-25. 26-27 (R.: 22a)
R. Dichoso el hom bre que piensa en la sabiduría.
Dichoso el hom bre que piensa en la sabiduría
y pretende la prudencia,
el que presta atención a sus caminos
y se fija en sus sendas;
sale tras ella a espiarla
y acecha ju n to a su portal. R.
M ira por sus ventanas
y escucha a su puerta,
acam pa junto a su casa
y clava sus estacas junto a su pared,
pone su tienda junto a ella
y se acom oda como un buen vecino. R.
Pone nido en su ram aje
y m ora entre su fronda,
se protege del bochorno a su som bra
y habita en su m orada. R.

Aleluya P r 8, 14
Yo poseo el buen consejo y el acierto,
son mías la prudencia y el valor.

EV AN GELIO

La madre de Jesús dijo a los sirvientes: «Haced lo que él diga»

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11


E n aquel tiem po, había una boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«Haced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú , en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
PR IM E R A L E C T U R A

Alégrate y goza, hija de Sión

Lectura de la profecía de Zacarías 2, 14-17


Alégrate y goza, hija de Sión,
que yo vengo a habitar dentro de ti
—oráculo del Señor—
Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos,
y serán pueblo mío.
H abitaré en medio de ti,
y comprenderás que el Señor de los ejércitos
me ha enviado a ti.
El Señor tom ará posesión de Judá
sobre la tierra santa
y elegirá de nuevo a Jerusalén.
Calle toda carne ante el Señor,
cuando se levanta en su santa m orada.
Palabra de Dios.

O bien:

Desbordo de gozo con el Señor

Lectura del libro de Isaías 61, 9-11


Su estirpe será célebre entre las naciones,
y sus vástagos, entre los pueblos.
Los que los vean reconocerán
que son la estirpe que bendijo el Señor.
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un m anto de triunfo,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.
Com o el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace b ro tar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los him nos ante todos los pueblos.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Le 1, 46-48. 49-50. 53-54 (R.: Is 61, 10b)


R. Me alegro con mi Dios.
Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. R.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación. R.
A los ham brientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia.

Aleluya
Dios te salve, santa M aría,
alegría del género hum ano,
que con tu parto virginal
nos diste la salvación y el gozo.
EVANGELIO

En cuanto Isabel oyó el saludo de María,


saltó la criatura en su vientre

►p L ectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-47


E n aquellos días, M aría se puso en cam ino y fue aprisa a la
m ontaña, a u n pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y salu­
dó a Isabel.
E n cuanto Isabel oyó el saludo de M aría, saltó la criatura en
su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
—«¡B endita tú entre las m ujeres, y bendito el fruto de tu
vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la m adre de mi Señor? En
cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre.
D ichosa tú, que has creído, porque lo que te h a dicho el Se­
ñor se cum plirá.»
M aría dijo:
— «Proclam a mi alm a la grandeza del Señor, se alegra mi es­
píritu en Dios, mi salvador.»
P alab ra del Señor.

O bien:
Mi alegría esté en vosotros

►p Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-12


E n aquel tiem po, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Com o el Padre me ha am ado, así os he am ado yo; per­
maneced en mi am or.
Si guardáis mis m andam ientos, permaneceréis en mi am or;
lo mismo que yo he guardado los m andam ientos de mi Padre
y perm anezco en su am or.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros,
y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi m andam iento: que os améis unos a otros como
yo os he am ado.»
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
AMPARO DE LA FE
PR IM ER A LECTURA

Has aniquilado a los enemigos de tu pueblo

Lectura del libro de Judit 13, 14. 17-20


E n aquellos días, Judit dijo al pueblo gritando:
—«¡Alabad a Dios, alabadlo! Alabad a Dios, que no ha reti­
rado su misericordia de la casa de Israel; que por mi m ano ha
dado muerte al enemigo esta misma noche.»
Todos se quedaron asombrados y, postrándose en adoración
a Dios, dijeron a una voz:
—«Bendito eres, Dios nuestro, que has aniquilado hoy a los
enemigos de tu pueblo.»
Y Ozías dijo a Judit:
—«Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las m u­
jeres de la tierra. Bendito el Señor, creador del cielo y tierra, que
enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo. Los que
recuerden esta hazaña de Dios jam ás perderán la confianza que
tú inspiras. Que el Señor te engrandezca siempre y te dé prosperi­
dad, porque no dudaste en exponer tu vida, ante la humillación
de nuestra raza, sino que vengaste nuestra ruina, procediendo con
rectitud en presencia de nuestro Dios.»
Todos aclamaron:
—«¡Así sea, así sea!»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 26, 1. 3. 4. 5 (R.: cf. 9cd)


R. Tú eres mi auxilio, Dios de mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará tem blar? R.
Si un ejército acam pa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
U na cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contem plando su tem plo. R.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su m orada,
me alzará sobre la roca. R.

Aleluya Sal 39, 3d. 4a


A fianzó mis pies sobre roca,
me puso en la boca un cántico nuevo.

EVANGELIO

Dichoso el vientre que te llevó

>%< Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una m u­
jer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:
—«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso:
—«M ejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen.»
Palabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE DEL AMOR HERMOSO
PR IM ER A LECTURA

Yo soy la madre del amor puro

Lectura del libro del Eclesiástico 24, 17-22


Como vid hermosa retoñé:
mis flores y frutos son bellos y abundantes.
Yo soy la m adre del am or puro, del tem or,
del conocimiento y de la esperanza santa.
En mí está toda gracia de camino y de verdad,
en mí toda esperanza de vida y de virtud.
Venid a mí, los que me amáis,
y saciaos de mis frutos;
mi nom bre es más dulce que la miel,
y mi herencia, m ejor que los panales.
El que me come tendrá más hambre,
el que me bebe tendrá más sed;
el que me escucha no fracasará,
el que me pone en práctica no pecará;
el que me honra poseerá la vida eterna.
Palabra de D ios.

Salmo responsorial
Ct 2, lObc y 14ef; 4, 8a y 9a. llc d y 12. 15 (R.: cf. 4, 7)
R. Toda eres hermosa, M aría, y no hay en ti defecto.
¡Levántate, am ada mía,
herm osa mía, ven a mí!
Porque es m uy dulce tu voz,
y es herm osa tu figura. R.
Ven desde el L íbano, novia m ía, ven,
me has enam orado, herm ana y novia mía. R.
Y la fragancia de tus vestidos
es fragancia del Líbano.
Eres jardín cerrado, herm ana y novia mía,
eres jardín cerrado, fuente sellada. R.
L a fuente del jardín
es pozo de agua viva
que b aja desde el L íbano. R.

Aleluya Cf. Le 1, 28
Alégrate, M aría, llena de gracia,
el Señor está contigo;
bendita tú eres entre las m ujeres.

EV A N G ELIO

Alégrate, llena de gracia

►E Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísim o, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿C óm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
A hí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay imposible.»
M aría contestó:
—«A quí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE DE LA SANTA ESPERANZA
PRIMERA LECTURA

Yo soy la madre de la esperanza santa

Lectura del libro del Eclesiástico 24, 9-12. 19-22


Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y no cesaré jam ás.
E n la santa m orada, en su presencia, ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad,
y resido en la congregación plena de los santos.
Yo soy la m adre del am or puro, del tem or,
del conocimiento y de la esperanza santa.
E n mí está to d a gracia de cam ino y de verdad,
en mí toda esperanza de vida y de virtud.
Venid a mí, los que me amáis,
y saciaos de mis frutos;
mi nom bre es más dulce que la miel,
y mi herencia, m ejor que los panales.
El que me come tendrá más ham bre,
el que me bebe tendrá más sed;
el que me escucha no fracasará,
el que me pone en práctica no pecará;
el que me honra poseerá la vida eterna.
P alab ra de Dios.
Salmo responsorial Le 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55
R. M aría, esperanza nuestra, Dios te salve.
Proclam a mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava. R.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo. R.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán y su descendencia por siempre. R.

Aleluya
M adre santa y Virgen sin m ancha,
Reina gloriosa del m undo,
intercede por nosotros ante el Señor,
que te escogió.

EVANGELIO

Y la madre de Jesús estaba allí

^ Lectura del santo evangelio según san, Juan 2, 1-11


En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la m a­
dre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también
invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjam e, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«H aced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
— «Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alab ra del Señor.
SANTA MARÍA,
MADRE Y REINA DE LA UNIDAD
PRIMERA LECTURA

Entonces os congregaré

Lectura de la profecía de Sofonías 3, 14-20


Regocíjate, hija de Sión;
grita de júbilo, Israel;
alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha cancelado tu condena,
ha expulsado a tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel,
en medio de ti, y ya no temerás.
Aquel día dirán a Jerusalén:
«No temas, Sión,
no desfallezcan tus manos.
El Señor, tu Dios, en medio de ti,
es un guerrero que salva.
Él se goza y se complace en ti,
te am a y se alegra con júbilo
como en día de fiesta.»
A partaré de ti la amenaza,
el oprobio que pesa sobre ti.
Entonces destruiré a tus enemigos,
salvaré a los inválidos,
reuniré a los dispersos;
les daré fam a y renom bre en la tierra,
donde ahora los desprecian.
Entonces os traeré
cuando os haya congregado.
Os haré renom brados y fam osos
entre los pueblos de la tierra
cuando cambie vuestra suerte ante sus ojos.
Oráculo del Señor.
P alab ra de Dios.

O bien:
Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres,
el hombre Cristo Jesús

Lectura de la prim era carta del apóstol san Pablo a Tim oteo
2, 5-8
Querido herm ano:
Dios es uno, y uno solo es el m ediador entre Dios y los hom ­
bres, el hom bre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por to ­
dos: éste es el testim onio en el tiem po apropiado: para él estoy
puesto como anunciador y apóstol —digo la verdad, no miento— ,
m aestro de los gentiles en fe y verdad.
Quiero que sean los hom bres los que recen en cualquier lu­
gar, alzando las m anos limpias de ira y divisiones.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Jr 31, 10. ll-1 2 ab . 13-14 (R.: cf. 10c)


R. Reúne, Señor, a tu pueblo disperso.
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas rem otas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño.» R.
Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una m ano más fuerte.
V endrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alim entaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes. R.

Aleluya
Que tu Iglesia, Señor, esparcida por la tierra,
sea congregada en la unidad de tu reino;
porque tuya es la gloria, tuyo el poder,
por Jesucristo, por siempre.

EVAN GELIO

Para reunir a los hijos de Dios dispersos

►í< Lectura del santo evangelio según san Ju an 11, 45-52


E n aquel tiem po, m uchos judíos que habían venido a casa
de M aría, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que
había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín
y dijeron:
—«¿Qué hacemos? Este hom bre hace m uchos signos. Si lo
dejam os seguir, todos creerán en él, y vendrán los rom anos y nos
destruirán el lugar santo y la nación.»
U no de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les
dijo:
—«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os
conviene que uno m uera por el pueblo, y que no perezca la n a­
ción entera.»
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo
sacerdote aquel año, habló proféticam ente, anunciando que Je­
sús iba a m orir por la nación; y no sólo por la nación, sino tam ­
bién para reunir a los hijos de Dios dispersos.
P alab ra del Señor.

O bien:

Que sean completamente uno

►p Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20-26


En aquel tiem po, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró,
diciendo:
—«Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino tam bién por
los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean
uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos tam bién lo sean
en nosotros, para que el m undo crea que tú me has enviado.
Tam bién les di a ellos la gloria que me diste, para que sean
uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que
sean com pletam ente uno, de m odo que el m undo sepa que tú me
has enviado y los has am ado como me has am ado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén con­
migo donde yo estoy y contem plen mi gloria, la que me diste,
porque me am abas, antes de la fundación del m undo.
Padre justo, si el m undo no te ha conocido, yo te he conoci­
do, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a co­
nocer y les daré a conocer tu nom bre, para que el am or que me
tenías esté con ellos, como tam bién yo estoy con ellos.»
Palabra del Señor.
E sta sección com prende och o form ularios que celebran la m em o
ria de santa M aría bajo títulos que evocan su m isericordiosa ínter ce
sión en favor de los fieles.

FORMULARIOS DE MISAS
39. Santa M aría, reina y m adre de misericordia.
40. La Virgen M aría, m adre de la divina providencia.
41. La Virgen M aría, m adre del consuelo.
42. La Virgen M aría, auxilio de los cristianos.
43. La Virgen M aría de la Merced.
44. La Virgen M aría, salud de los enfermos.
45. La Virgen M aría, reina de la paz.
46. La Virgen M aría, puerta del cielo.
SANTA MARÍA,
REINA Y MADRE DE MISERICORDIA

I
PR IM E R A L E C T U R A

La reina Ester ruega por el pueblo

Lectura del libro de Ester 4, 17n. p-r. aa-bb. hh-kk


En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminen­
te, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel:
—«Señor mío, único rey nuestro.
Protégeme, que estoy sola
y no tengo otro defensor fuera de ti,
pues yo misma me he expuesto al peligro.
Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia,
cómo tú, Señor,
escogiste a Israel entre las naciones,
a nuestros padres entre todos sus antepasados,
para ser tu heredad perpetua;
y les cumpliste lo que habías prom etido.
Atiende, Señor, m uéstrate a nosotros en la tribulación,
y dame valor, Señor,
rey de los dioses y señor de poderosos.
P on en mi boca un discurso acertado
cuando tenga que hablar al león;
haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo,
p ara que perezca con todos sus cómplices.
A nosotros, líbranos con tu m ano;
y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti,
protégem e tú, Señor, que lo sabes todo.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial
Le 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: cf. 50)
R. L a m isericordia del Señor
llega de generación en generación.
Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la hum illación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo. R.
Y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
D erriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colm a de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la m isericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán
y su descendencia por siempre. R.

Aleluya
Dignísima Reina del m undo,
M aría, siempre virgen,
intercede por nuestra paz y nuestra salvación,
tú que diste a luz al Señor, el Salvador del m undo.
EV A N G ELIO

Y la madre de Jesús estaba allí

►í< Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11


En aquel tiem po, había un a boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjam e, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«H aced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alab ra del Señor.
II
PR IM ER A LECTURA

Dios, rico en misericordia

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10


Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran am or con que nos amó,
estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con
Cristo —por pura gracia estáis salvados— , nos ha resucitado con
Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.
Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gra­
cia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no
se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tam poco se de­
be a las obras, para que nadie pueda presumir.
Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para
que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para
que las practicásemos.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6 y 8. 13 y 17 (R.: cf. 17a)


R. L a misericordia del Señor dura siempre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nom bre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos.
El Señor es compasivo y m isericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia. R.
C om o un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles.
Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos. R.

Aleluya
Dios te salve, m adre del Señor,
reina de misericordia,
consuelo del m undo y esperanza de los desgraciados.

EV A N G ELIO

Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación

►Jh Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-55


En aquellos días, M aría se puso en camino y fue aprisa a la
m ontaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y salu­
dó a Isabel.
E n cuanto Isabel oyó el saludo de M aría, saltó la criatura en
su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
—«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vien­
tre! ¿Quién soy yo para que me visite la m adre de mi Señor? En
cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha
dicho el Señor se cum plirá.»
M aría dijo:
—«Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la hum illación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo,
y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—com o lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán y su descendencia por siempre.»
LA VIRGEN MARÍA, MADRE
DE LA DIVINA PROVIDENCIA
PR IM ER A LECTURA

Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo

Lectura del libro de Isaías 66, 10-14


Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto.
Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su m adre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado;
la m ano del Señor se m anifestará a sus siervos,
y su cólera a sus enemigos.»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 130, 1. 2. 3 (R.: cf. Sal 56, 2c)
R. Mi alma confía en ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R.

Aleluya Jn 2, 1
H abía una boda en Caná de Galilea,
y la m adre de Jesús estaba allí.

EVANGELIO

La madre de Jesús estaba allí.


Y creció la fe de sus discípulos en él

►i< Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11


En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la m a­
dre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam bién
invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«Haced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
LA VIRGEN MARÍA,
MADRE DEL CONSUELO
PR IM ER A LECTURA

El Espíritu del Señor me ha enviado


para vendar los corazones desgarrados

Lectura del libro de Isaías 61, 1-3. 10-11


El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado
para dar la buena noticia a los que sufren,
para vendar los corazones desgarrados,
p ara proclam ar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad,
para proclam ar el año de gracia del Señor,
el día del desquite de nuestro Dios,
para consolar a los afligidos,
los afligidos de Sión;
p ara cam biar su ceniza en corona,
su traje de luto en perfum e de fiesta,
su abatim iento en cánticos.
Los llam arán «Robles del Justo»,
plantados para gloria del Señor.
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un m anto de triunfo,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.
Com o el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace bro tar sus semillas,
así el Señor hará b ro tar la justicia,
y los him nos ante todos los pueblos.
P alab ra de Dios.

O bien:
Dios nos alienta hasta el punto
de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios


1, 3-7
Herm anos:
¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre
de m isericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras
luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en
cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánim o que nosotros re­
cibimos de Dios. Si los sufrim ientos de Cristo rebosan sobre no­
sotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánim o.
Si nos toca luchar es p ara vuestro aliento y salvación; si reci­
bimos aliento, es para com unicaros un aliento con el que podáis
aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros. Nos
dais firmes motivos de esperanza, pues sabemos que si sois com­
pañeros en el sufrir, tam bién lo sois en el buen ánim o.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 3)


R. Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
El Señor es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.
D ad gracias al Señor,
invocad su nom bre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclam ad que su nom bre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» R.

Aleluya Mt 5, 5
Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

EVANGELIO
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados

^ Lectura del santo evangelio según san M ateo 5, 1-12


En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la m ontaña,
se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar,
enseñándoles:
—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen ham bre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llam arán los H ijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os ca­
lum nien de cualquier m odo por mi causa. Estad alegres y con­
tentos, porque vuestra recom pensa será grande en el cielo, que
de la m isma m anera persiguieron a los profetas anteriores a
vosotros.
P alab ra del Señor.

O bien:
Le pediré al Padre que os dé otro Defensor,
que esté siempre con vosotros

►p Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 15-21.25-27


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré
al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros,
el Espíritu de la verdad. El m undo no puede recibirlo, porque no
lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive
con vosotros y está con vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el m undo
no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo vi­
viendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros
conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis m andamientos y
los guarda, ése me ama; al que me am a lo am ará mi Padre, y yo
tam bién lo amaré y me revelaré a él.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero
el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nom ­
bre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo
que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da
el m undo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.
Palabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
PR IM E R A L E C T U R A

Apareció una figura portentosa en el cielo

Lectura del libro del Apocalipsis 12, 1-3. 7-12ab. 17


Apareció una figura portentosa en el cielo: U na m ujer vestida
de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Estaba
encinta, y gritaba entre los espasmos del parto, y por el torm ento
de dar a luz.
Apareció otra señal en el cielo: U n enorme dragón rojo, con
siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas.
Se trabó una batalla en el cielo; Miguel y sus ángeles declara­
ron la guerra al dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles, pero
no vencieron, y no quedó lugar para ellos en el cielo. Y al gran
dragón, a la serpiente prim ordial que se llama diablo y Satanás,
y extravía la tierra entera, lo precipitaron a la tierra, y a sus ánge­
les con él.
Se oyó una gran voz en el cielo:
«A hora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no am aron tanto su vida que tem ieran la muerte.
P o r esto, estad alegres, cielos,
y los que m oráis en sus tiendas.»
Despechado el dragón por causa de la m ujer, se m archó a
hacer la guerra al resto de su descendencia, a los que guardan
los m andam ientos de Dios y m antienen el testim onio de Jesús.
P alabra de Dios.

O bien:

Establezco hostilidades entre ti y la mujer

Lectura del libro del Génesis 3, 1-6. 13-15


La serpiente era el más astuto de los animales del campo que
el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
—«¿Cóm o es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún
árbol del jardín?»
La m ujer respondió a la serpiente:
—«Podem os comer los frutos de los árboles del jardín; sola­
mente del fruto del árbol que está en m itad del jardín nos ha di­
cho Dios: No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de m uerte.»
La serpiente replicó a la m ujer:
—«No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se
os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien
y el m al.»
La m ujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable,
porque daba inteligencia; tom ó del fruto, comió y ofreció a su
m arido, el cual comió.
El Señor dijo a la mujer:
—«¿Qué es lo que has hecho?»
Ella respondió:
—«L a serpiente me engañó, y comí.»
El Señor Dios dijo a la serpiente:
—«P o r haber hecho eso, serás m aldita entre todo el ganado
y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y co­
merás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la m u­
jer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando
tú la hieras en el talón.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Jdt 16, 13. 14. 15 (R.: Id)


R. Ensalzad e invocad el nom bre del Señor.
C antaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
adm irable en tu fuerza, invencible. R.
Que te sirva to d a la creación,
porque tú lo m andaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz. R.
Sacudirán las olas los cimientos de los m ontes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles. R.

Aleluya Cf. Le 1, 45
Dichosa la que ha creído,
porque lo que le ha dicho el Señor
se cumplirá.

EVANGELIO

Jesús comenzó sus signos

►E Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11


En aquel tiem po, había una boda en C aná de Galilea, y la
m adre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban tam ­
bién invitados a la boda.
Faltó el vino, y la m adre de Jesús le dijo:
—«No les queda vino.»
Jesús le contestó:
—«M ujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su m adre dijo a los sirvientes:
—«H aced lo que él diga.»
H abía allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purifica­
ciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
—«Llenad las tinajas de agua.»
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les m andó:
—«Sacad ahora y llevádselo al m ayordom o.»
Ellos se lo llevaron.
El m ayordom o probó el agua convertida en vino sin saber
de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado
el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—«Todo el m undo pone prim ero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cam bio, has guardado el vino bue­
no hasta ahora.»
Así, en C aná de Galilea Jesús comenzó sus signos, m anifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
P alabra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA DE LA MERCED
PRIMERA LECTURA

La mano del Señor me ha dado fuerzas

Lectura del libro de Judit 15, 8-10; 16, 13-14


En aquellos días, el sumo sacerdote Joaquín y el senado israe­
lita de Jerusalén fueron a contemplar los prodigios de Dios en fa­
vor de Israel y a ver y saludar a Judit. Cuando llegaron a su casa,
todos a una voz la felicitaron:
—«Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el honor de Israel,
tú eres el orgullo de nuestra raza. Con tu m ano lo hiciste, bienhe­
chora de Israel, y Dios se ha complacido. Que Dios omnipotente
te bendiga por siempre jam ás.»
Y todos aclamaron:
—«¡Así sea, así sea!»
Judit entonó este canto:
—«Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo m andaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Le 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55


R. El Señor se ha compadecido de su pueblo.
Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha m irado la hum illación de su esclava. R.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo. R.
Y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
D erriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colm a de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán
y su descendencia por siempre. R.

Aleluya Cf. Le 1, 45
Dichosa tú, Virgen M aría, que has creído,
porque lo que te h a dicho el Señor se cumplirá.

EVANGELIO

Mujer, ahí tienes a tu hijo

^ Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27


En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre,
la herm ana de su m adre, M aría, la de Cleofás, y M aría, la
M agdalena.
Jesús, al ver a su m adre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
—«M ujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
—«Ahí tienes a tu m adre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
SALUD DE LOS ENFERMOS
PRIMERA LECTURA

Él soportó nuestros sufrimientos

Lectura del libro de Isaías 53, 1-5. 7-10


¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hom bre de dolores,
acostum brado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
M altratado, voluntariam ente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al m atadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién m editó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los m alvados,
y una tum ba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrim iento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su m ano.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (R.: la . 3b)


R. Bendice, alm a mía, al Señor;
él cura todas tus enfermedades.
Bendice, alm a mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nom bre.
Bendice, alm a mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Aleluya Cf. Le 1, 45
Dichosa tú, Virgen M aría, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

EVANGELIO

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

►B Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56


En aquellos días, M aría se puso en cam ino y fue aprisa a la
m ontaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y salu­
dó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de M aría, saltó la criatura en
su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
—«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vien­
tre! ¿Quién soy yo p ara que me visite la m adre de mi Señor? En
cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha
dicho el Señor se cum plirá.»
M aría dijo:
—«Proclam a mi alm a la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque h a m irado la hum illación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nom bre es santo,
y su m isericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los ham brientos los colm a de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la m isericordia
—como lo había prom etido a nuestros padres—
en favor de A brahán y su descendencia por siempre.»
M aría se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió
a su casa.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
REINA DE LA PAZ
P R IM E R A L E C T U R A

Su principado será dilatado, con una paz sin límites

Lectura del libro de Isaías 9, 1-3. 5-6


El pueblo que cam inaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaban tierra de sombras,
y una luz les brilló.
Acreciste la alegría,
aumentaste el gozo;
se gozan en tu presencia,
como gozan al segar,
como se alegran
al repartirse el botín.
Porque la vara del opresor,
y el yugo de su carga,
el bastón de su hom bro,
los quebrantaste como el día de M adián.
Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva a hom bros el principado,
y es su nombre:
«M aravilla de Consejero,
Dios guerrero,
Padre perpetuo,
Príncipe de la paz.»
P a ra dilatar el principado
con una paz sin límites,
sobre el trono de David
y sobre su reino.
P a ra sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho,
desde ahora y por siempre.
El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 (R.: cf. 9)


r . El Señor anuncia la paz al pueblo.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus am igos.»
L a salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra; R.
la m isericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad bro ta de la tierra,
y la justicia m ira desde el cielo; R.
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia m archará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.

Aleluya Cf. Le 1, 28
Alégrate, M aría, llena de gracia,
el Señor está contigo;
bendita tú eres entre las mujeres.
E V A N G E L IO

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo

^ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38


En aquel tiem po, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llam ada N azaret, a una virgen desposada con
un hom bre llam ado José, de la estirpe de David; la virgen se lla­
m aba M aría.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo
era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nom bre Jesús. Será grande, se llam ará H ijo del Altísimo, el Se­
ñor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y M aría dijo al ángel:
—«¿C óm o será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su som bra; por eso el Santo que va a nacer se lla­
m ará H ijo de Dios.
A hí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llam aban esté­
ril, porque para Dios nada hay im posible.»
M aría contestó:
—«A quí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu
palabra.»
Y la dejó el ángel.
P alab ra del Señor.
LA VIRGEN MARÍA,
PUERTA DEL CIELO
PR IM ER A LECTURA

Vi la nueva Jerusalén,
arreglada como una novia que se adorna para su esposo

Lectura del libro del Apocalipsis 21, l-5a


Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el pri­
mer cielo y la primera tierra han pasado, y el m ar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna
p ara su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono:
—«Ésta es la m orada de Dios con los hombres:
acam pará entre ellos.
Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos y será su Dios.
Enjugará las lágrimas de sus ojos.
Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor.
Porque el primer m undo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
—«Todo lo hago nuevo.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 121, 1-2. 3-4. 8-9 (R.: cf. 1)


R. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus um brales, Jerusalén. R.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien com pacta.
A llá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costum bre de Israel,
a celebrar el nom bre del Señor. R.
P o r mis herm anos y com pañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
P o r la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R.
En lugar de esta lectura con su salmo, puede utilizarse la que figura en
el Apéndice, núm. 2 (p. 190)

Aleluya
Las puertas del paraíso,
que Eva había cerrado,
por ti se han vuelto a abrir,
Virgen M aría.

EVANGELIO

¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!

Lectura del santo evangelio según san M ateo 25, 1-13


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
—«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que to­
m aron sus lám paras y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tom ar las lámparas, se dejaron el aceite; en cam­
bio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“ ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusie­
ron a preparar sus lám paras.
Y las necias dijeron a las sensatas:
“ Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las
lám p aras.”
Pero las sensatas contestaron:
“ P o r si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, m e­
jo r es que vayáis a la tienda y lo com préis.”
M ientras iban a com prarlo, llegó el esposo, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la
puerta.
M ás tarde llegaron tam bién las otras doncellas, diciendo:
“ Señor, señor, ábrenos.”
Pero él respondió:
“ Os lo aseguro: no os conozco.”
P o r tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
P alab ra del Señor.
APÉNDICE
Este Apéndice contiene algunos textos (I. Primera lectura del an­
tiguo Testamento. II. Primera lectura del nuevo Testamento. III. Evan­
gelio) tomados del Ordo Lectionum Missae o de los Propios de las
misas, que el celebrante, de conformidad con lo que se dice en las Orien­
taciones generales de este volumen, núm. 4c), puede utilizar, atendiendo
en primer lugar al misterio que se celebra y al tiempo litúrgico, en lu­
gar de los textos que propone cada formulario.
Primera lectura
del antiguo Testamento

1
No te reservaste tu hijo único

Lectura del libro del Génesis 22 1 2 9 13 15-18


, - . - .

En aquellos días, Dios puso a prueba a A brahán, llamándole:


—«¡A brahán!»
Él respondió:
—«A quí me tienes.»
Dios le dijo:
—«Tom a a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país
de M oría y ofrécemelo alh en sacrificio en uno de los montes que
yo te indicaré.»
C uando llegaron al sitio que le había dicho Dios, A brahán le­
vantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo
puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces A brahán tom ó
el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó
desde el cielo:
—« ¡A brahán, A brahán!»
Él contestó:
—«A quí me tienes.»
El ángel le ordenó:
—«No alargues la m ano contra tu hijo ni le hagas nada. A ho­
ra sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu
único hijo.» ~~
A brahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los
cuernos en la maleza. Se acercó, tom ó el carnero y lo ofreció en
sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a A brahán desde el cielo:
—«Juro por mí mismo —oráculo del Señor— : P or haber he­
cho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré,
m ultiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y co­
m o la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puer­
tas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del m undo se
bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 (R.: 1)


R. Protégem e, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu m ano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
P o r eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la m uerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

2
No es sino la casa de Dios y la puerta del cielo

Lectura del libro del Génesis 28, 10-17


E n aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán.
Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque
ya se había puesto el sol. Cogió de allí mismo una piedra, se la
colocó a guisa de alm ohada y se echó a dorm ir en aquel lugar.
Y tuvo un sueño: U na escalinata apoyada en la tierra con la
cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
El Señor estaba en pie sobre ella y dijo:
—«Yo soy el Señor, el Dios de tu padre A brahán y el Dios
de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y
a tu descendencia. Tu descendencia se m ultiplicará como el pol­
vo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y
el sur; y todas las naciones del m undo se llam arán benditas por
causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guarda­
ré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te aban­
donaré hasta que cum pla lo que he prom etido.»
C uando Jacob despertó, dijo:
—«Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.»
Y sobrecogido añadió:
—«Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la
puerta del cielo.»
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 (R.: 2Cro 7, 16a)
Elijo y consagro este templo.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al m onte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hom bre de m anos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le h ará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.
En la zarza que Moisés vio arder sin consumirse,
reconocemos tu virginidad admirablemente conservada

Lectura del libro del Éxodo 3, l-8a


E n aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro
Jetró, sacerdote de M adián; llevó el rebaño trashum ando por el
desierto hasta llegar a H oreb, el m onte de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llam arada entre las
zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo:
—«Voy a acercarme a m irar este espectáculo admirable, a ver
cómo es que no se quem a la zarza.»
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a m irar, lo llamó des­
de la zarza:
—«Moisés, Moisés.»
Respondió él:
—«Aquí estoy.»
Dijo Dios:
—«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el
sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió:
—«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de A brahán, el Dios
de Isaac, el Dios de Jacob.»
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo:
—«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus
quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy
a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para
llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que m ana leche y
miel.»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 (R.: 8a)


R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alm a m ía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nom bre.
Bendice, alm a mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colm a de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia
y defiende a los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
com o se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R.

4
Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel

Lectura del libro de los Números 24, 15-17a


En aquellos días, Balaán entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hom bre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios
y conoce los planes del Altísimo,
que contempla visiones del Poderoso,
en éxtasis, con los ojos abiertos:
Lo veo, pero no es ahora,
lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza la constelación de Jacob,
y sube el cetro de Israel.»
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 (R.: 7)
R. Que en sus días florezca la justicia y la paz.
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que dom ine de m ar a m ar,
del G ran Río al confín de la tierra. R.
Él librará al pobre que clam aba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R.
Que su nom bre sea eterno,
y su fam a dure como el sol:
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclam en dichoso
todas las razas de la tierra. R.

5
El Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo.
Fue Obed, el padre de Jesé, padre de David

Lectura del libro de Rut 2, 1-2. 8-11; 4, 13-17


Noemí terna, por parte de su marido, un pariente de muy buena
posición, llamado Boaz, de la familia de Elimelec.
Rut, la m oabita, dijo a su suegra Noemí:
—«Déjame ir al campo, a espigar donde me adm itan por
caridad.»
Noemí le respondió:
—«Anda, hija.»
Boaz dijo a Rut:
—«Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te va­
yas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan
los hom bres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados
que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos
y bebe de lo que saquen los criados.»
R ut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo:
—«Yo soy una forastera; ¿por qué te he caído en gracia y
te has interesado por mí?»
Boaz respondió:
—«Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después
que m urió tu m arido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal
y has venido a vivir con gente desconocida.»
Así fue como Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor
hizo que R ut concibiera y diese a luz un hijo.
Las m ujeres dijeron a Noemí:
—«Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por
ti. El nom bre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te
será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a
luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete
hijos.»
Noem í tom ó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de
criarlo. Las vecinas le buscaban un nom bre, diciendo:
—«¡N oem í ha tenido un niño!»
Y le pusieron por nom bre Obed. Fue el padre de Jesé, padre
de David.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial 1S 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd (R.: cf. la)


R. Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador.
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R.
Se rom pen los arcos de los valientes,
m ientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
m ientras los ham brientos engordan;
la m ujer estéril da a luz siete hijos,
m ientras la m adre de m uchos queda baldía. R.
El Señor da la m uerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta:
da la pobreza y la riqueza,
hum illa y enaltece. R.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R.

6
Brotará un renuevo del tronco de Jesé

Lectura del libro de Isaías 11, 1-5. 10


Aquel día,
brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de prudencia y sabiduría,
espíritu de consejo y valentía,
espíritu de ciencia y tem or del Señor.
Le inspirará el tem or del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará sólo de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
con rectitud a los desam parados.
H erirá al violento con la vara de su boca,
y al malvado con el aliento de sus labios.
L a justicia será cinturón de sus lomos,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
No harán daño ni estrago
por todo mi m onte santo:
porque está lleno el país
de ciencia del Señor,
com o las aguas colm an el m ar.
Aquel día, la raíz de Jesé
se erguirá como enseña de los pueblos:
la buscarán los gentiles,
y será gloriosa su m orada.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 (R.: 7)


R. Que en sus días florezca la justicia y la paz.
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
p ara que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que dom ine de m ar a m ar,
del G ran Río al confín de la tierra. R.
Él librará al pobre que clam aba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R.
Que su nom bre sea eterno,
y su fam a dure como el sol:
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclam en dichoso
todas las razas de la tierra. R.
El tiempo en que la madre dé a luz

Lectura de la profecía de Miqueas 5, l-4a


Así dice el Señor:
«Pero tú, Belén de E frata,
pequeña entre las aldeas de Judá,
de ti saldrá el jefe de Israel.
Su origen es desde lo antiguo,
de tiempo inmemorial.
Los entrega hasta el tiempo
en que la m adre dé a luz,
y el resto de sus hermanos
retornará a los hijos de Israel.
En pie, pastoreará con la fuerza del Señor,
por el nom bre glorioso del Señor, su Dios.
H abitarán tranquilos, porque se m ostrará grande
hasta los confines de la tierra,
y éste será nuestra paz.»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 2, 7-8. 10-11 (R.: 8a)


R. Te daré en herencia las naciones.
Voy a proclam ar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
«Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra.» R.
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con tem or,
rendidle hom enaje tem blando. R.
8
Alégrate, hija de Sión

Lectura de la profecía de Zacarías 9, 9-10


Así dice el Señor:
«Alégrate, hija de Sión;
canta, hija de Jerusalén;
m ira a tu rey que viene a ti
justo y victorioso;
m odesto y cabalgando en un asno,
en un pollino de borrica.
Destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén,
rom perá los arcos guerreros,
dictará la paz a las naciones;
dom inará de m ar a m ar,
del Gran Rio al confín de la tierra.»
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 (R.: 7)


Que en sus días florezca la justicia y la paz.
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de m ar a m ar,
del Gran Río al confín de la tierra. R.
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R.
Que su nom bre sea eterno,
y su fam a dure como el sol:
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclam en dichoso
todas las razas de la tierra. R.
Primera lectura
del nuevo Testamento

9
Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos


5, 12. 17-19
Hermanos:
Lo mismo que por un hom bre entró el pecado en el m undo,
y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hom ­
bres, porque todos pecaron.
Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muer­
te, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hom ­
bre, Jesucristo, vivirán todos los que han recibido un derroche
de gracia y el don de la justificación.
En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, tam ­
bién la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la
desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por
la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 (R.: 8a y 9a)


R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.
« —Com o está escrito en mi libro—
p ara hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
H e proclam ado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
N o me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu m isericordia y tu lealtad
ante la gran asam blea. R.

10
A los que había escogido, Dios los predestinó

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,28-30


Hermanos:
Sabemos que a los que am an a Dios todo les sirve para el bien:
a los que ha llamado conform e a su designio.
A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen
de su H ijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.
A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó;
a los que justificó, los glorificó.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9. (R.: 2a)


R. Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nom bre
en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hom bre, para que te acuerdes de él,
el ser hum ano, para darle poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el m ando sobre las obras de tus m anos. R.
T odo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del cam po,
las aves del cielo, los peces del m ar,
que trazan sendas por el m ar. R.

11
Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos


12, 9-16b
Hermanos:
Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y
apegaos a lo bueno.
Com o buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, esti­
m ando a los demás más que a uno mismo.
En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, m ante­
neos ardientes.
Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga ale­
gres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.
Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la
hospitalidad.
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis.
Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad.
Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes
pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.
P alabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 130, 1. 2. 3 (R.: cf. Sal 56, 2c)
Mi alm a confía en ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad.
Sino que acallo y m odero mis deseos,
como un niño en brazos de su m adre.
Espere Israel en el Señor
ah ora y por siempre.

12
Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo

Lectura de la prim era carta del apóstol san Pablo a los Corintios
15, 20-26
Hermanos:
Cristo .resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si
por un hom bre vino la muerte, pbr un hom bre ha venido la resu­
rrección. Si por A dán murieron todos, por Cristo todos volverán
a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia;
después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después
los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una
vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 (R.: 1)


Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu m ano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
P o r eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
P orque no me entregarás a la m uerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

13
Nos da la victoria por Jesucristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios


15, 54-57
Hermanos:
C uando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto m or­
tal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita:
«La muerte ha sido absorbida en la victoria.
¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón?»
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado
es la Ley.
¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Se­
ñor Jesucristo!
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 117, 14-15. 16-17. 19-21 (R.: la)


R. Dad gracias al Señor porque es bueno.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R.
«L a diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
N o he de m orir, viviré
p ara contar las hazañas del Señor. R.
A bridm e las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R.

14
Dios nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios


1,3 -6 .1 1 -1 2
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el m undo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
P o r su medio hemos heredado tam bién nosotros.
A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo
según su voluntad.
Y así, nosotros, los que ya esperábam os en Cristo, seremos
alabanza de su gloria.
P alab ra de Dios.

Salmo responsorial Is 61, lOa-dy f. 11; 62, 2-3 (R.: cf. Ef 1,4)
R. Dios te eligió para que fueses santa e irreprochable.
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un m anto de triunfo,
como novia que se adorna con sus joyas. R.
Com o el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los him nos ante todos los pueblos.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nom bre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la m ano del Señor
y diadem a real en la palm a de tu Dios. R.

15
Completo los dolores de Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses


1, 21-24
Hermanos:
Antes estabais vosotros alejados de Dios y erais enemigos su­
yos por la m entalidad que engendraban vuestras malas acciones;
ahora, en cambio, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuer­
po de carne, Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin m an­
cha y sin reproche en su presencia. La condición es que perm a­
nezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la espe-
ranza del Evangelio que escuchasteis. Es el mismo que se procla­
m a en la creación entera bajo el cielo, y yo, Pablo, fui nom bra­
do su m inistro.
Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne
los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia.
P alabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 115; 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: 17a)


R. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
¿Cóm o pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nom bre. R.
M ucho le cuesta al Señor
la m uerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rom piste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nom bre, Señor.
Cum pliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

16
Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9


Cristo, en los días de su vida m ortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte,
cuando en su angustia fue escuchado.
Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y,
llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le
obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 30, 2-3b. 3c-4. 5-6. 15-16. 20 (R.: 17b)
R. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponm e a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarm e. R.
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nom bre dirígeme y guíame. R.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi am paro.
A tus m anos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi D ios.»
E n tu m ano están mis azares:
líbram e de los enemigos que me persiguen. R.
Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R.
Ili

Evangelio

17
Aleluya y versículo antes del evangelio
Dichosa eres, santa Virgen M aría,
y digna de toda alabanza:
de ti salió el sol de justicia,
Cristo, nuestro Señor.

EVANGELIO

La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo

►i* Lectura del santo evangelio según san M ateo 1, 18-23


El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
M aría, su m adre, estaba desposada con José y, antes de vivir
juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu
Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, deci­
dió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tom ado esta reso­
lución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
—«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a M aría,
tu m ujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu San­
to. D ará a luz un hijo, y tú le pondrás por nom bre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho
el Señor por el Profeta:
«M irad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrá por nom bre Emmanuel,
que significa “ Dios-con-nosotros” .»
Palabra del Señor.
Aleluya y versículo antes del evangelio
Dios te salve, Virgen, renuevo de Jesé;
de ti nació Cristo, nuestro Señor,
fuerza y sabiduría del Padre.

EVANGELIO

¿No es su madre María?

^ Lectura del santo evangelio según san M ateo 13, 54-58


En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar
en la sinagoga. La gente decía admirada:
—«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No
es el hijo del carpintero? ¿No es su m adre M aría, y sus herm anos
Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus herm a­
nas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?»
Y aquello les resultaba escandaloso.
Jesús les dijo:
—«Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.»
Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.
P alabra del Señor.

19
Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 8, 3lb-32
Si os mantenéis en mi palabra,
seréis de verdad discípulos míos
y conoceréis la verdad
—dice el Señor— .
EV A N G ELIO

El que cumple la voluntad de Dios,


ése es mi hermano y mi hermana y mi madre

►í< Lectura del santo evangelio según san M arcos 3, 31-35


E n aquel tiem po, llegaron la m adre y los herm anos de Jesús
y desde fuera lo m andaron llam ar.
L a gente que tenía sentada alrededor le dijo:
—«M ira, tu m adre y tus herm anos están fuera y te buscan.»
Les contestó:
—«¿Quiénes son mi m adre y mis herm anos?»
Y, paseando la m irada por el corro, dijo:
—«Éstos son mi m adre y mis herm anos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi herm ano y mi herm ana y mi m adre.»
P alab ra del Señor.

20
Aleluya y versículo antes del evangelio
Dios te salve, Virgen, renuevo de Jesé;
de ti nació Cristo, nuestro Señor,
fuerza y sabiduría del Padre.

EVANGELIO

¿No es éste el carpintero, el hijo de María?

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6


En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en com pañía de sus
discípulos. C uando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sina­
goga; la m ultitud que le oía se preguntaba asom brada:
—«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han
enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpin­
tero, el hijo de M aría, herm ano de Santiago y José y Judas y Si­
m ón? Y sus herm anas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
—«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre
sus parientes y en su casa.»
N o pudo hacer allí ningún m ilagro, sólo curó algunos enfer­
mos imponiéndoles las m anos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
P alab ra del Señor.

21
Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 14, 16
Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor,
que esté siempre con vosotros.

EVANGELIO

Quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto

►í< Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 44-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Esto es lo que os decía m ientras estaba con vosotros: que
todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acer­
ca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Es­
crituras. Y añadió:
—«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre
los muertos al tercer día y en su nom bre se predicará la conver­
sión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando
por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre
ha prom etido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revis­
táis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las m anos, los
bendijo.
Y m ientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia
el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran
alegría; y estaban siempre en el tem plo bendiciendo a Dios.
P alab ra del Señor.
ÍNDICE DE TEXTOS

LECTURAS

GÉNESIS 2 MACASEOS
3, 1-6. 13-15.......................................... 170 7, 1. 20-29 ................................................... 66
3, 9-15. 2 0 ............................................ 108
12, 1-7.......................................................... 21 PROVERBIOS
22, 1-2. 9-13. 15-18................................ 189
28, 10-17................................................... 190 8 ,1 7 -2 1 .3 4 -3 5 ......................................... 131
8, 22-31..................................................... 103
ÉXODO
3, l- 8 a ....................................................... 192 CANTAR DE LOS CANTARES
19, 3-8a................................................. 51 2, 8-14....................................................... 29
4, 6-7. 9. 12-15 .................................... 128
NÚMEROS
24, 15-17a............................................... 193 ECLESIÁSTICO
24, 1. 3-4. 8-12. 19-21 .......................... 104
RUT 24, 9-12. 19-22......................................... 148
2, 1-2. 8-11; 4, 13-17 ............................ 194 24, 17-22 ........................................... 92, 145
51, 13-18. 20-22......................................... 57
1 SAMUEL
1, 24-28; 2, 1-2. 4 - 8 ............................. 95 ISAÍAS
7, 10-14; 8, 10 ........................ 25
2 SAMUEL 9, 1-3. 5-6. . . . 37, 119, 135, 180
7, 1-5. 8 b -ll. 1 6 ...................................... 22 11, 1-5. 10 . . . ....................... 196
53, 1-5. 7-10. . ....................... 176
1 REYES 56, 1.6-7 ....................... 132
60, 1-6............. ........................ 40
8, 1. 3-7. 9-11 ........................................... 99 61, 1-3. 10-11. ....................... 165
61, 9-11........... ....................... 139
1 CRÓNICAS 66, 10-14......... ..................... 162
15, 3-4. 15-16; 16, 1 - 2 ......................... 86
EZEQUIEL
JUDIT
47, 1-2. 8-9. 1 2 ...................................... 126
13, 14. 1 7 -2 0 ........................................... 143
13, 17-20..................................................... 64
MIQUEAS
13, 17-20; 15, 9 ...................................... 116
15, 8-10; 16, 1 3 -1 4 ................................ 173 5, l-4 a ..................................................... 198

ESTER SOFONÍAS
4, 17n. p-r. aa-bb. hh-kk..................... 156 3, 14-18a..................................................... 28
8, 3-8. 16-17a........................................... 123 3, 14-20................................................... 151
ZACARÍAS 15, 9-12..................................................... 141
2, 14-17..................................................... 139 17.20- 2 6 ............................................... 154
9, 9-10........................................................ 199 19, 25-27.. . 62, 65, 70, 82, 109, 133, 174
1 9 ,2 5 -3 7 ................................................... 127
MALAQUÍAS
3, 1-4............................................................ 43 HECHOS DE LOS APÓSTOLES
1, 6-14.......................................................... 79
MATEO 1, 12-14..................................................... 110
1, 1-17....................................................... 23 1, 12-14; 2, 1 - 4 ................................ 81, 136
1, 18-23...................................................... 210 2, 14a. 36-40a. 4 1 - 4 2 .............................. 76
2, 1 - 1 2 ............................................... 41, 106
2, 13-15. 19-23........................................... 50 ROMANOS
5, 1-12....................................................... 167 5, 12. 1 7 -1 9 ............................................. 201
12, 46-50 ........................................... 59, 133 8, 28-30..................................................... 202
13, 54-58................................................... 211 8, 3 lb-39 ................................................... 61
25, 1-13................................................... 184 12, 9-16b .............................................. 203
28, 1-10........................................................ 74
1 CORINTIOS
MARCOS 15.20 - 2 6 ............................................... 204
3, 31-35..................................................... 212 1 5 ,54 -5 7................................................... 205
6, 1-6.......................................................... 212
2 CORINTIOS
LUCAS
1, 3-7 ....................................................... 166
1, 26-38 . . . 26, 89, 93, 97, 101, 114, 121, 5, 17-21........................................................ 69
146, 182
1, 39-47 .......................................... 87, 141 GÁLATAS
1, 39-55...................................................... 160
1, 39-56 ............................................. 30, 178 4, 4-7 ................................................ 53, 46
2, 1-14.......................................................... 39
2, 1 5b -19......................................... 36, 107 EFESIOS
2, 22. 39-40 ............................................... 47 1, 3-6. 11-12............................................. 206
2, 27-35........................................................ 44 2, 4-10........................................................ 159
2, 41-52 ............................................... 47, 58
2, 46-51..................................................... 118 COLOSENSES
8, 19-21........................................................ 80 1, 21-24..................................................... 207
10, 38-42................................................... 107 3, 12-17........................................................ 48
11, 27-28 .......................................... 117, 144
24, 44-53................................................... 213 1 TIMOTEO
JUAN 2, 5-8.......................................................... 152
2, 1-11 .. 52, 90, 111, 124, 137, 149, 158,
HEBREOS
163, 171
3, 1-6.......................................................... 78 5, 7-9....................................................... 208
7, 37-39a.................................................. 130
1 1 ,4 5 -5 2 ..................................................... 153 APOCALIPSIS
12, 44-50..................................................... 77 12, 1-3. 7-12ab. 17................................. 169
1 4 ,1 5 -2 1 .2 5 -2 7 ........................................ 168 21, l - 5 a ................... 73, 88, 100, 113, 183
SALMOS RESPONSORIALES

1 SAMUEL 102, 1-2. 3-4. 6 y 8. 13 y 17 (R.: 17a) 159


2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd (R.: cf. la) . . . . 195 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a(R.: la) 69
112, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2 ) ............... 22
JUDIT 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: 17a) . 208
13, 18bcde. 19 (R.: 15, 9 d )........ 109, 129 117, 14-15. 16-17. 19-21 (R.: la) .. .. 205
16, 13. 14. 15 (R.: I d ) .......................... 171 118, 1-2. 10-11. 12 y 14. 15-16 (R.: 4) 51
121, 1-2. 3-4. 8-9 (R.: cf. 1 ) ............... 183
CANTAR DE LOS CANTARES 130, 1. 2. 3 ................................................. 46
2, lObc y 14ef; 4, 8a y 9a. llc d y 12. 130, 1. 2. 3 (R.: cf. Sal 56, 2c) . 163, 204
15 (R.: cf. 4, 7 ) .................................. 146 131, 11. 13-14. 17-18 (R.: 11b)............. 86
SALMOS 144, 1-2. 4-6. 8-9 (R.: 9 b ) ..................... 64
147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: Jn 1, 14) 105
2, 7-8. 10-11 (R.: 8 a ) ....................... 198
8, 4-5. 6-7a. 7b-9 (R.: 2 a ) ................. 202 ECLESIÁSTICO
14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 (R.: Ib )............... 132
14, 22-23. 24-25. 26-27 (R.: 22a) . . . . 137
15, 5 y 8. 9-10. 11 (R.: 1 )........... 190, 204
17, 2-3. 5-6. 7. 19-20 (R.: 7a) . . . . 61, 67
ISAÍAS
18, 8-9. 10-11. 15 (R.: cf. Jn 6, 6 3 c).. 58
21, 4-6. 10-11. 23-24 (R.: cf. 11b) . . . . 35 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 3 )...................... 127
23, 1-2. 3-4ab. 5-6 (R.: 2Cro 7, 16a). 191 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 6 b ) ........... 30, 114
23, 7. 8. 9. 10 (R.: 10b).......................... 44 61, lOa-d y f. 11; 62, 2-3 ............... 73, 88
26, 1. 3. 4. 5 (R.: cf. 9 cd )................. 143 61, lOa-d y f. 11; 62, 2-3 (R.: cf. E f 1,4) 207
30, 2-3b. 3c-4. 5-6. 15-16. 20 (R.: 17b) 209
33, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6 a ) ....................... 77 JEREMÍAS
39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 (R.: 8a y 9a) 25, 201 31, 10. ll-12ab . 13-14 (R.: cf. 10c). . 152
44, 11-12. 14-15. 16-17. 18 (R.: l i a ) . 120
66, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: cf. 2 b ) ............... 124 LUCAS
71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11) . 41 1,46-48. 49-50. 53-54 (R.: Is 6 1 ,10b) 92,140
71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 (R.: 7) 194, 197, 199 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53.
83, 2-3. 5-6. 9-10 (R.: cf. 5 a ) ............... 49 54-55............................................. 149, 173
83, 3. 4. 5 y 10. 11 (R.: Ap 21, 3 b ) .. 100 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55
84, 9ab-10. 11-12. 13-14 (R.: cf. 9) . . 181 (R.: cf. 4 8 a )........................................... 96
86, 1-2. 3 y 5. 6-7 (R.: 3) . . . . 80, 81, 110 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55
95, l-2a. 2b-3. 11-12. 13 (R.: Le 2, 11) 38 (R.: 4 9 ) ................................................. 117
102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (R.: la. 3b) 177 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55
102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 (R.: 8a) . . . 192 (R.: cf. 5Ó)........................................... 157

ALELUYAS Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

GÉNESIS MATEO
9, 17 ( c f .) ........ . . 70 2, 2 ....................... ................. ................... 41
5, 5 ....................... .................................. 167
SALMOS
39, 3d. 4 a ........ . 144 LUCAS
1, 2 8 ..................... .................................... 93
PROVERBIOS 1, 28 ( c f .) ............. . . . . 114, 120, 146, 181
8, 1 4 ................. . 137 1, 45 (cf.) . , ......... ........ 30, 171, 174, 178
1, 45. 49 (c f.)............... .......................... 129 2, 1 ............................................................ 163
2, 10-11 ( c f . ) ............... ............................ 38 8, 3 lb-32 ................................................. 211
2, 19 ( c f . ) ................... ............. 58, 80, 133 14, 1 6 ........................................................ 213
11, 27 (cf. ) ................... ............................ 52
COLOSENSES
JUAN
3, 15a. 1 6 a ................................................. 49
1, 14ab .......................... ............................ 26

Bendita tú entre las m ujeres.............................. .............................. 127


Dichosa eres, santa Virgen M aría................... 36, 77, 109, 124, 210
Dichosa eres, Virgen M a r ía .............................. ..................... 97, 117
Dignísima Reina del universo............................ .............................. 157
Dios te salve, madre del Señor.......................... .............................. 160
Dios te salve, santa M a r ía ................................ ..................... 74, 140
Dios te salve, Virgen, renuevo de J e sé ........... ........................... 211 , 212
El renuevo de Jesé ha florecid o........................ ................................. 44
Estaba santa M a r ía ............................................. ....................... 62, 82
Gloriosa eres, santa María, mujer nueva ................................. 89
Junto a la cruz de Jesús estaba su madre ................................. 65
Las puertas del p a ra íso ...................................... .............................. 184
Madre santa y Virgen sin m ancha................... .............................. 149
¡Oh dichosa Virgen, que diste a luz al Señor! ..................... 105, 111
Que tu Iglesia, Señor, esparcida por la tierra .............................. 153
Renuevo del tronco de Jesé................................ ................................. 23
Virgen, Madre de D io s ...................................... ........................ 47, 87
ÍNDICE ALFABÉTICO DE LAS MISAS

Amparo de la fe
L a Virgen M a ría , a m p a ro d e la f e (núm. 35)................................................................ 143
Anunciación del Señor
L a V irgen M a r ía en la A n u n cia ció n d e l S e ñ o r (núm. 2 )............................................. 25
Auxilio de los cristianos
L a V irgen M a ría , au x ilio d e lo s cristia n o s (núm. 42)................................................... 169
Caná
L a Virgen M a ría d e C a n á (núm. 9 )................................................................................... 51
Causa de nuestra alegría
L a Virgen M a ría , causa d e n u estra alegría (núm. 34)................................................. 139
Cenáculo
L a V irgen M a ría d e l C en ácu lo (núm. 17)......................................................................... 79
Confiada como madre
L a V irgen M a ría c o n fia d a c o m o m a d re a lo s d is c íp u lo s (núm. 13).......................... 66
Corazón de la Virgen María
E l In m a c u la d o C o ra zó n d e la Virgen M a ría (núm. 28)............................................... 116
Cruz del Señor
L a Virgen M a ría ju n t o a la c ru z d e l S e ñ o r (I, núm. 11)............................................. 61
L a Virgen M a ría ju n to a la c ru z d e l S e ñ o r (II, núm. 12)........................................... 64
Discípula del Señor
S a n ta M a ría , d iscíp u la d e l S e ñ o r {n ú m . 10).................................................................... 57
Epifanía del Señor
L a Virgen M a ría en la E p ifa n ía d e l S e ñ o r (núm. 6 )..................................................... 40
Esclava del Señor
S a n ta M a ría , e scla va d e l S eñ o r (núm. 22)...................................................................... 95
Estirpe escogida
L a Virgen M a ría , e stirp e esco g id a d e Isra e l (núm. 1)................................................... 21
Fuente de la salvación
L a Virgen M a ría , f u e n te d e la sa lva ció n (núm. 31)..................................................... 126
Fuente de luz y de vida
S a n ta M a ría , fu e n te d e lu z y d e v id a (núm. 16)............................................................ 76
Imagen y madre de la Iglesia
L a Virgen M a ría , im agen y m a d re d e la Iglesia (I, núm. 25)..................................... 108
L a Virgen M a ría , im agen y m a d re d e la Ig lesia (II, núm. 26)................................... 110
L a Virgen M a ría , im agen y m a d re d e la Iglesia (III, núm. 27).................................. 113
Madre de Dios
S a n ta M a ría , M a d r e d e D io s (núm. 4 )............................................................................. 35
Madre de la divina providencia
L a Virgen M a ría , m a d re d e la d iv in a p r o v id e n c ia (núm. 40).................................... 162
Madre de la reconciliación
L a Virgen M aría, m a d re d e la recon ciliación (núm. 14)............................................. 69
Madre de la santa esperanza
L a Virgen M a ría , m a d re d e la sa n ta e sp e ra n za (núm. 37)........................................... 148
Madre del amor hermoso
L a Virgen M a ría , m a d re d e l a m o r h e rm o so (núm. 36)............................................... 145
Madre del buen consejo
L a Virgen M a ría , m a d r e d e l bu en c o n se jo (núm. 33)................................................... 135
Madre del consuelo
L a Virgen M a ría , m a d r e d e l con su elo (núm. 41).......................................................... 165
Madre del Salvador
L a Virgen M aría, M a d r e d e l S a lv a d o r (núm. 5 )............................................................ 37
Madre del Señor
S a n ta M a ría , M a d r e d e l S e ñ o r (núm. 19)......................................................................... 86
Madre y maestra espiritual
L a Virgen M a ría , m a d re y m a estra e sp iritu a l (núm. 32)............................................. 134
Madre y medianera de la gracia
L a Virgen M a ría , m a d re y m ed ia n era d e la gracia (núm. 30).................................... 123
Madre y reina de la unidad
S a n ta M a ría , m a d re y reina d e la u n id a d (núm. 38)..................................................... 151
Merced
L a Virgen M a ría d e la M e r c e d (núm. 43)......................................................................... 173
Nazaret
S a n ta M a ría d e N a z a r e t (núm. 8 )...................................................................................... 46
Nombre de María
E l sa n to N o m b r e d e la b ie n a v e n tu ra d a Virgen M a ría (núm. 21).............................. 92
Nueva mujer
S a n ta M a ría , la n u eva m u je r (núm. 20 )........................................................................... 88
Presentación del Señor
S a n ta M a ría en la P resen ta ció n d e l S e ñ o r (núm. 7 )..................................................... 43
Puerta del cielo
L a Virgen M a ría , p u e r ta d e l cielo (núm. 46).................................................................. 183
Reina de la paz
L a Virgen M aría, rein a d e la p a z (núm. 45).................................................................. 180
Reina de los apóstoles
L a Virgen M a ría , reina d e lo s a p ó s to le s (núm. 18)........................................................ 81
Reina del universo
L a Virgen M a ría , rein a d e l u n iverso (núm. 29).............................................................. 119
Reina y madre de misericordia
S a n ta M a ría , reina y m a d re d e m ise ric o rd ia (núm. 39)............................................... 156
Resurrección del Señor
L a Virgen M a ría en la resu rrección d e l S e ñ o r (núm. 15)............................................. 73
Salud de los enfermos
L a Virgen M a ría , s a lu d d e lo s e n fe r m o s (núm. 44)..................................................... 176
Templo del Señor
L a Virgen M a ría , te m p lo d e l S eñ o r (núm. 23).............................................................. 99
Trono de la sabiduría
L a Virgen M a ría , tr o n o d e la S a b id u ría (núm. 24)........................................................ 103
Visitación
V isitación d e la b ie n a v e n tu ra d a Virgen M a ría (núm. 3 )............................................. 28
ÍNDICE GENERAL

Decreto de la Congregación para el Culto Divino ............................................................ 5


Decreto para las diócesis de E sp a ñ a ..................................................................................... 7
Orientaciones generales............................................................................................................. 9
I. La palabra de Dios en los formularios de las «Misas de la Virgen M a ría »___ 9
II. La bienaventurada Virgen María, modelo de la Iglesia en la escucha de la palabra
de D i o s ................................................................................................................................ 11
Relación de las m isas................................................................................................................. 14
Siglas............................................................................................................................................... 16

T iempo de A dviento ................................................................................................................. 19


1. La Virgen María, estirpe escogida de Israel ................................................................ 21
2. La Virgen María, en la Anunciación del Señor .......................................................... 25
3. Visitación de la bienaventurada Virgen M a r ía ............................................................ 28

T iempo de N avidad ................................................................................................................. 33


4. Santa María, madre de D i o s ............................................................................................ 35
5. La Virgen María, madre del S alvador........................................................................... 37
6. La Virgen María en la epifanía del S eñ o r.................................................................... 40
7. Santa María en la presentación del S eñ o r.................................................................... 43
8. Santa María de Nazaret
I ............................................................................................................................................... 46
I I ........................................................................................................................................... 48
9. La Virgen María de C aná.................................................................................................. 51

T iempo de C u a r esm a ............................................................................................................... 55


10. Santa María, discípula del Señor..................................................................................... 57
11. La Virgen María junto a la cruz del Señor (I) .......................................................... 61
12. La Virgen María junto a la cruz del Señor (II).......................................................... 64
13. La Virgen María confiada como madre a los discípulos......................................... 66
14. La Virgen María, madre de la reconciliación............................................................ 69

T iempo pascual .......................................................................................................................... 71


15. La Virgen María en la resurrección del Señor.............................................................. 73
16. Santa María, fuente de luz y de v id a ............................................................................. 76
17. La Virgen María del Cenáculo.......................................................................................... 79
18. La Virgen María, reina de los apóstoles ...................................................................... 81

T iempo ordinario ..................................................................................................................... 83


Primera sección.............................................................................. 85
19. Santa María, madre del Señor.......................................................................................... 86
20. Santa María, la nueva m u jer............................................................................................ 88
21. El Santo Nombre de la bienaventurada Virgen María............................................... 92
22. Santa María, esclava del S eñ o r........................................................................................ 95
23. La Virgen María, templo del S e ñ o r ............................................................................... 99
24. La Virgen María, trono de la sabiduría....................................................................... 103
25. La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia ( I ) ............................ 108
26. La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia (II)............................ 110
27. La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia (III).......................... 113
28. El inmaculado corazón de la Virgen M aría.................................................................. 116
29. La Virgen María, reina del universo............................................................................... 119
Segunda sección .......................................................................................................................... 122
30. La Virgen María, madre y medianera de la gracia..................................................... 123
31. La Virgen María, fuente de la salvación
I ............................................................................................................................................... 126
I I ........................................................................................................................................... 128
32. La Virgen María, madre y maestra espiritual............................................................ 131
33. La Virgen María, madre del buen consejo ................................................................ 135
34. La Virgen María, causa de nuestra a le g r ía ................................................................ 139
35. La Virgen María, amparo de la f e ............................................................................... 143
36. La Virgen María, madre del amor h erm o so .............................................................. 145
37. La Virgen María, madre de la santa esperanza.......................................................... 148
38. Santa María, madre y reina de la unidad .................................................................... 151
Tercera se cc ió n ............................................................................................................................ 155
39. Santa María, reina y madre de misericordia
I ............................................................................................................................................... 156
I I ............................................................................................................................................ 159
40. La Virgen María, madre de la divina providencia...................................................... 162
41. La Virgen María, madre del consuelo ........................................................................... 165
42. La Virgen María, auxilio de los cristianos..................................................................... 169
43. La Virgen María de la Merced.......................................................................................... 173
44. La Virgen María, salud de los en ferm o s....................................................................... 176
45. La Virgen María, reina de la p a z .................................................................................... 180
46. La Virgen María, puerta del cielo .................................................................................... 183

A p é n d ic e ....................................................................................................................................... 187
I. Primera lectura del antiguo Testamento........................................................................... 189
II. Primera lectura del nuevo T estam ento........................................................................... 201
III. Evangelio .............................................................................................................................. 210
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