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Conocer a Dios como nuestro refugio nos permite confiar en Él con mayor libertad. No
debemos temer a las situaciones o personas que amenazan nuestro bienestar, ya sea en un
sentido físico o espiritual. No hay ninguna situación a la que nos enfrentemos que esté
fuera del control de Dios, así que siempre el mejor lugar para estar es junto a Él. "Torre
fuerte es el nombre del Señor; a él correrá el justo, y será levantado" (Proverbios 18:10).
Una pregunta que surge es " ¿cómo hago para que Dios sea mi refugio?" Es fácil imaginar
un refugio físico que nos proteja de algún peligro, pero ¿cómo podemos hacer que Dios —
a quien no podemos ver — sea nuestro refugio?
David es un gran ejemplo de alguien que conoció a Dios como su refugio. En distintos
momentos de su vida, David estaba huyendo de la gente que literalmente quería matarlo,
pero siempre encontró seguridad en Dios. "En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios
está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad
delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio" (Salmo 62:7-8). Una manera fácil
para hacer que Dios sea nuestro refugio es simplemente pedirle que lo sea. David dijo:
"Derramen sus corazones ante él"; eso es lo que David hacía todo el tiempo. Derramó su
corazón a Dios respecto a lo que estaba pasando en su vida y le pidió a Dios que
interviniera a su favor. Cuando acudimos a Dios en busca de ayuda o protección,
empezamos a conocerlo como nuestro refugio.
Dios es nuestro refugio. Sin embargo, eso no significa que Él nunca nos llevará a
situaciones difíciles o peligrosas. Jesús condujo a los discípulos a una barca, sabiendo muy
bien que se avecinaba una violenta tormenta; los discípulos estaban aterrorizados, pero
Jesús, su refugio, calmó la tormenta (Mateo 8:23-27). Cuando estamos en la voluntad de
Dios, podemos enfrentarnos con confianza incluso en las situaciones más peligrosas,
porque Dios está con nosotros.
En innumerables ocasiones, Dios condujo a los israelitas a batallas contra ejércitos mucho
más poderosos que ellos, y, sin embargo, cuando confiaron en Dios y le obedecieron,
siempre salieron victoriosos (ver Josué capítulos 6 y 8 para algunos ejemplos). Jesús nos
dijo: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).
Sin importar nuestras circunstancias, el lugar más seguro para estar es siempre en el centro
de la voluntad de Dios. Él promete ser nuestro refugio: "'No te desampararé, ni te dejaré;
de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que
me pueda hacer el hombre" (Hebreos 13:5-6).