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Un Local Dentro De Una Historia

La localidad de chapinero es una de las más conocidas y diversas de Bogotá, llena


de matices y contrastes. Ha sido catalogada con muchos adjetivos y depende del
sector se puede calificar como menos o más peligroso.
Cerca de la Universidad Los Libertadores, donde se hace algo más difícil distinguir
entre las localidades de Barrios Unidos y Chapinero, por ejemplo, la percepción
puede variar, al ser un sector muy concurrido, pero a la vez donde se evidencian
edificaciones abandonadas o en muy mal estado, y la constante presencia de
habitantes de calle.
Hay muchas curiosidades en esta zona, por donde pasa la Avenida Caracas,
específicamente a la altura de la troncal de Transmilenio de la calle 63, si se avanza
hacia la carrera 13 se encontrará un ambiente variado de comercio y movimiento
constante, además de apreciarse lugares imponentes, como la basílica de Lourdes.
De camino a la carrera 15 también se notará un entorno muy comercial, desde
establecimientos grandes y para necesidades específicas hasta pequeños negocios
que han nacido por la cantidad de estudiantes y empleados que circulan la zona;
este ambiente tan particular hace que las historias broten en los rincones más
inesperados.
En una de esas esquinas, donde se puede apreciar un simple local de comida y
panadería, se encuentra la señora Claudia, una mujer de unos 60 años de edad, de
tez blanca pálida y baja estatura, rubia, con una mirada pálida color azul, vestida
con un delantal gastado, quien con amabilidad atiende su negocio todos los días.
Ella junto con su esposo llevan más de dos décadas en el oficio de los locales
comerciales, en su caso, restaurantes, y han abierto un par de estos lugares al
público, en distintos puntos de Bogotá.
Uno de ellos, al sur occidente de capital, otro en la calle 57, el que fue tal vez, el
más rentable hasta tiempos de pandemia, estaba ubicado en la calle 45, que,
lamentablemente tuvo que cerrar sus puertas, debido al aislamiento obligatorio que
confinó a la cuidad en sus hogares, para resguardarse del virus del covid-19.
Y uno más, en la calle 63, un local mediano, con las paredes pintadas de color
naranja encendido, mesas blancas y sillas metálicas un tanto oxidadas y antiguas.
Al fondo se puede ver una pequeña cocina, donde se preparan los alimentos a los
diferentes comensales que aparecen a lo largo del día en el establecimiento.
Hoy en día, admite que tener que cerrar el local de la 45 fue un golpe duro para la
economía de su casa, sin embargo, consciente que el restaurante de la calle 63 ha
sido un sustento económico estable que lleva 12 años abierto. Acepta que no es
casualidad que el local este ubicado en esa calle y ese sector tan particular.

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