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Con la conquista del fuego, el hombre aprende a extraer y a trabajar los metales,
por lo tanto a beneficiarse deliberadamente de algunas transformaciones que
experimentan los elementos con el calor. Algunos de los primeros metales
utilizados por el hombre fueron el cobre y el oro, que se encontraban seguramente
en estado libre en la naturaleza, los cuales tienen una propiedad distintiva: son
maleables; es decir, pueden aplanarse y formar láminas sin que se rompan, como
ocurre con las piedras, que se pulverizan, las maderas que se astillan y se parten.
Los hombres se dieron cuenta de que al cobre podía dotárselo de filo cortante,
como el de los instrumentos de piedra, pero su filo se mantenía por más tiempo
que el de los de piedra. Solamente la falta del cobre libre en la naturaleza impidió
que su uso se extendiera.
Ellos no solo eran expertos metalúrgicos, sino que también trabajaban con
extraordinaria habilidad los pigmentos minerales y las infusiones vegetales.
Maestros en la fabricación del vidrio y la cerámica, aplicaron el proceso bioquímico
de la fermentación a la fabricación del pan y la cerveza. Debemos destacar que
las prácticas de todos estos procedimientos fueron desarrolladas como un arte y
no como una ciencia.
Los filósofos griegos estaban más interesados en buscar una explicación racional
al origen del universo. Uno de los temas que desarrollaron fue el de la divisibilidad
de la materia.
En el siglo V a.C., Leucipo fue el primero en poner en duda la indivisibilidad de la
materia, ya que suponía que si la materia se divide en infinitas partes, se iba a
llegar a un punto en que la materia sería tan pequeña que no se podría seguir
dividiéndose. Demócrito, discípulo del anterior, llamó a esta partícula átomo.
Además, supuso que los átomos de cada elemento eran diferentes y le
proporcionaba a la materia distintas propiedades.
Durante los años 383-322 a.C., un conjunto de filósofos, y entre los cuales destaca
Aristóteles de Estagira, no aceptaba la idea atomística.
Estableció que todas las sustancias estaban compuestas por estos cuatro
elementos en distintas proporciones.
Sin embargo, el objetivo más importante de este período fue el aporte relacionado
con la transmutación de los metales, que consistía en la pretensión de la
transformación de los metales en oro. Consideraba que el mercurio era el metal
por excelencia y por otra parte el azufre poseía la propiedad de ser combustible.
Jabir creía que los metales estaban formados por mezclas de mercurio y azufre;
por lo tanto, solamente bastaba hallar algún material que facilitase la combinación
entre el mercurio y el azufre como también la proporción exacta para formar oro.
Esta sustancia activadora para los griegos era el xerion, que significa “seco”. Los
árabes la llamaron al-iksir, y en Europa se convirtió finalmente en “elixir”, llamada
vulgarmente “piedra filosofal”. Este poderoso elixir tenía otras propiedades como el
de curar todas las enfermedades y otorgar la inmortalidad, por ello se le llamaba el
“elixir de la vida”. Esta idea fue la que tomó forma como el período de la
iatroquímica.
El Flogisto (1650-1774)
Dentro de este ámbito, los químicos comenzaron a preocuparse más a fondo del
tema de la combustión. Según las concepciones griegas, todo lo que arde
contiene en sí el fuego, que bajos ciertas condiciones es capaz de liberarse.
Para explicar este fenómeno, Georg Ernest Stahl propone una teoría para la
inflamabilidad de los cuerpos que él llamó flogisto (“hacer arder”). La propuesta
fundamentada por Stahl consistía en que todos los cuerpos combustibles perdían
algo cuando ardían: el flogisto; al mismo tiempo quedaba un residuo, conocido
como ceniza o “cal” (actualmente óxido), que carecía de flogisto y que por lo tanto
no podía seguir ardiendo.
Asimismo la teoría del flogisto era aplicable también, según Stahl, al
enmohecimiento de los metales, que para él era equivalente a la combustión de la
madera; afirmó que los metales contenían flogisto, pero no cuando estaban
enmohecidos.
Esta idea era importante porque permitió proponer una explicación a la conversión
de algunos minerales en metal. Según los flogisistas, cuando un mineral se
calienta con una sustancia muy rica en flogisto, como es el caso del carbón
vegetal, éste pasa desde el carbón al mineral, transformando el carbón en cenizas
(cal), sustancia pobre en flogisto, mientras que con el mineral pasa todo lo
contrario.
Lavoisier rechazó la teoría del flogisto y propuso en su lugar que cuando una
sustancia se quema se asocia al oxígeno del aire. Además, introduce en la
química moderna la medición cuantitativa y no solo cualitativa a la
experimentación.
El método científico
La química, al igual que otras ciencias como la física y la biología usan métodos
empíricos o experimentales para comprender de mejor manera algunos
fenómenos que ocurren en la naturaleza. Esto nos parece una práctica lógica e
indispensable hoy día. Pero antes del siglo XVII, no era un proceso habitual.
Aunque ante un mismo problema los científicos pueden analizar una situación
desde distintos puntos de vista, lo hacen siguiendo algunas pautas comunes que
ha adquirido el nombre de “método científico”. Este método es un enfoque general
que se puede resumir en el siguiente esquema.
Método Científico
Una de las primeras teorías que intentó dar respuesta a este dilema surgió en la
Grecia del siglo V a. C., obra del filósofo y político Empédocles de Agrigento, quien
propuso que debía haber cuatro elementos básicos (cuatro como las estaciones)
de la materia: aire, agua, fuego y tierra, y que las distintas propiedades de las
cosas dependían de la proporción en que estuvieran mezclados.
Esta lógica sirvió para que luego la escuela hipocrática de medicina griega
propusiera su teoría de los cuatro humores que componían el cuerpo humano
(sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla). Por otro lado, el célebre filósofo
Aristóteles (384-322 a. C.) luego añadió el éter o quintaesencia como el elemento
puro y primordial que conformaba a las estrellas y los astros del firmamento.