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De Este Agua No Beberé

Cuando estaba en el colegio, sabía que quería ir a la universidad y estudiar para hacer

algo en el mundo de la medicina. Tenía muchos amigos que pensaban ir a escuelas de comercio

o montar empresas, y ellos criticaban mi decisión de ir a la universidad para estudiar tanto.

Decían que me pasaría toda la vida estudiando y acumulando deudas, mientras que ellos

estarían en el mundo real, ganando dinero y haciendo lo que les gustaba. Yo sabía que me

encantaba servir a la gente, y el mundo de la medicina parecía ofrecérmelo, pero tenía que

estudiar mucho antes de poder trabajar.

Sin embargo, los estudios no me preocupaban demasiado. Me gustaba la idea de poder

convertirme en un experto en lo que aprendía. La cuestión era que no estaba seguro adónde

quería estudiar. Mi abuela había estudiado en la UCLA y mi abuelo en la USC. También me

gustaba la idea de la Universidad de Utah, y un par de universidades más de la costa este. Todos

eran lugares con los que tenía vínculos personales y que me "sonaban cool". Mientras me

debatía sobre esta decisión, sin saber a dónde ir, había una cosa que yo sabía con certeza. No

quería ir a la BYU.

Sí. Mis padres fueron a la BYU. Sí. Ellos no se habrían conocido si no hubieran ido a la

BYU. Sí. Mis dos hermanos mayores también fueron a BYU y les encantó. Pero yo estaba

decidido a ir a cualquier otra universidad. No quería ser un eslabón más en la cadena: estudiar

en la BYU después de mi misión, conocer a una chica, casarme pronto y formar una familia a los

22 años. Quería seguir mi propio camino. Mis amigos pensaban que estaba demente por querer

estudiar medicina, y mi familia pensaba que estaba demente por querer ir a otra universidad

que no fuera BYU.


Mientras preparaba mis solicitudes para la universidad, empecé a enfrentarme a las

realidades económicas de la vida. Había empezado a trabajar en un lavadero de coches, y poco

a poco empezaba a comprender cuánto valían realmente 1.000 o 40.000 dólares. Fue entonces

cuando me di cuenta: BYU era probablemente una opción excelente. Envié mi solicitud a pesar

de todo y me admitieron.

Ahora, en mi último año, estoy muy agradecido por haber podido venir a BYU. Pude

estudiar español y conocer a tantas personas increíbles, una de las cuales hoy es mi esposa.

Estoy seguro de que mi camino habría sido muy diferente, y echando la vista atrás, me siento

agradecido. No obstante, la moraleja de la historia es: nunca digas de esta agua no

beberé(porque probablemente lo harás).

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