Está en la página 1de 54

Navidades Nobles | Libro 1

Anthea Lawson

1 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

El libro que estás a punto de leer, llega a ti debido al trabajo desinteresado de


lectoras como tú. Gracias a la dedicación de los fans este libro logró ser
traducido por amantes de la novela romántica histórica—grupo del cual
formamos parte—el cual se encuentra en su idioma original y no se
encuentra aún en la versión al español, por lo que puede que la traducción
no sea exacta y contenga errores. Es importante destacar que este es un
trabajo sin ánimos de lucro, es decir, no nos beneficiamos económicamente
por ello, ni pedimos nada a cambio más que la satisfacción de leerlo y
disfrutarlo. Lo mismo quiere decir que no pretendemos plagiar esta obra, y
los presentes involucrados en la elaboración de esta traducción quedan
totalmente deslindados de cualquier acto malintencionado que se haga con
dicho documento.
Queda prohibida la compra y venta de esta traducción en cualquier
plataforma, en caso de que la hayas comprado, habrás cometido un delito
contra el material intelectual y los derechos de autor, por lo cual se podrán
tomar medidas legales contra el vendedor y comprador. Como ya se
informó, nadie se beneficia económicamente de este trabajo, en especial el
autor, por ende, te incentivamos a que sí disfrutas las historias de esta
autor/a, no dudes en darle tu apoyo comprando sus obras en cuanto lleguen
a tu país o a la tienda de libros de tu barrio, si te es posible, en formato
digital o la copia física en caso de que alguna editorial llegué a publicarlo.

Esperamos que disfruten de este trabajo que con mucho cariño


compartimos con todos ustedes.
https://delasdamasdelamorbookslovers.blogspot.com/

2 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

a señorita Cecilia Fairfax teme las próximas


navidades. Entre el cuidado de su viejo padre y la
gestión de una casa que apenas sale del luto, no tiene
tiempo para las cosas más agradables de la vida.
Liam Barrett, el Conde de Tarrick, está seguro de que no
aceptará la invitación de Marcus Fairfax para pasar la
Navidad en la propiedad de la familia Fairfax, y las
historias del hombre sobre un fantasma de la familia no
tienen nada que ver con su decisión.
De todas las bendiciones de la temporada, a veces la más
inesperada es el amor...

Nivel de calor: DULCE


Publicado originalmente en la antología Christmas Ghosts,
Una Condesa para Navidad es un relato corto ambientado
en la época de la Regencia de 13.000 palabras
(aproximadamente 50 páginas)

3 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Una Condesa para


Navidad
Anthea Lawson

Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes,


lugares e incidentes son producto de la imaginación del
autor. Cualquier parecido con hechos o personas reales es
pura coincidencia.
Derechos de autor 2013 Anthea Lawson. Publicado
originalmente en la antología Christmas Ghosts, WMG
Publishing, octubre de 2013. Todos los derechos reservados.
Este libro electrónico tiene licencia para su disfrute
personal solamente. No puede ser revendido ni regalado.
Para obtener permiso para extraer partes del texto, que no
sea con fines de reseña, póngase en contacto con
anthea@anthealawson.com. Visite al autor en
http://www.anthealawson.com y suscríbase para recibir
avisos de nuevas publicaciones -
http://www.tinyletter.com/AntheaLawson
CONTROL DE CALIDAD: Si encuentra algún error tipográfico o problema
de formato, póngase en contacto con anthea@anthealawson.com para que
pueda ser corregido.

4 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

6 de noviembre de 1814
Tarrick Hall, Suffolk

Querida Srta. Cecilia Fairfax,


No se alarme excesivamente, pero le escribo en nombre de su
hermano, Marcus. Él se encuentra bien, pero ha sufrido un
accidente durante una cacería que le ha dejado la vista
temporalmente dañada, y he accedido a ayudarle a tramitar su
correspondencia.
Su primer deseo era escribirle, y asegurarle que está (casi) ileso.
Aunque él cree que su primer impulso será correr a su lado, le pide
encarecidamente que se quede en casa, atendiendo a su padre.
Además, Marcus le pide que no mencione su actual estado de salud,
para no suponer una carga adicional para el vizconde tan poco
tiempo después de la pérdida de su madre.
Como el accidente ocurrió aquí, en mi propiedad, estoy tomando
todas las medidas para atender a su hermano y asegurarme de que
reciba los mejores cuidados médicos. El doctor confía en que Marcus
recuperará la vista en un mes.
Marcus quiere asegurarle que tiene previsto volver como siempre a
Wiltshire para la temporada navideña. Le manda su cariño y le
recuerda que usted es «un sauce en el viento».

Suyo, etc.
Liam Cahill Barrett, 5º Conde de Tarrick

5 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Cecilia Fairfax se hundió de nuevo en la silla tapizada, con la


carta temblando ligeramente en su mano. ¿Un accidente de cacería?
¡Oh, Marcus!
El fuego que ardía en la chimenea del salón no ayudaba a evitar
el frío que la invadía. Suponía que debía agradecer que su hermano
gemelo no hubiera perdido el pie, o que no hubiera disparado al
Conde de Tarrick en el hombro, pero aun así, el tiempo era
lamentable.
Forzando su respiración a sosegarse, Cecilia se sentó hacia
adelante y releyó la carta, buscando pistas sobre el verdadero
estado de Marcus. El «casi» era claramente una adición del conde,
ya que su hermano era conocido por poner siempre las cosas en la
luz más rosada posible.
«Casi» ileso. Eso no era un gran consuelo.

La semana anterior había sabido que a Marcus le había pasado


algo, por ese curioso vínculo que compartían como gemelos. El
martes por la tarde, mientras estaba sentada con su padre, los ojos
le escocían y ardían de repente, y su corazón latía como un enorme
tambor, tensionado con tanta fuerza que el siguiente latido podría
hacerle estallar. Había jadeado en voz alta y Padre le había
preguntado qué le pasaba.
Ella respondió vagamente y el episodio pasó, pero la ansiedad
por Marcus se había alojado como una espina de hierro en su
pecho.
Y ahora lo sabía.
Sin embargo, la espina seguía doliendo y pinchando. Quería
correr a su lado, pero él tenía razón. Padre era frágil, y no había
ninguna excusa razonable que pudiera alegar para dejar Wiltshire.
Un sauce en el viento. Cómo deseaba que fuera así, pero desde la
muerte de mamá (una enfermedad lenta y agotadora que se había
cobrado su vida a principios de enero) Cecilia se había sentido
frágil. Un viento fuerte podría partirla en dos.
Si ella lo permite.

6 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Cecilia volvió a doblar la carta en líneas nítidas. Era lo


suficientemente fuerte como para seguir adelante, a pesar de que
su idiota gemelo se había quedado ciego. A pesar de la tos
recurrente de su padre que lo dejaba débil e irritable. A pesar de la
proximidad de las fiestas, y de que Marcus se lo recordara.
La última Navidad, mamá había estado enferma, y las fiestas
habían transcurrido sin el espíritu y la alegría que normalmente
llenaban Wilton House. Este año, esperaba que la Navidad fuera
insoportable, sobre todo porque Padre había decretado que era el
momento de abandonar el luto.
—Tu madre no habría querido vernos tan deprimidos, todos de
negro —Le había acariciado la mejilla—. El color te hace ver
terriblemente pálida, querida. No, dejaremos el luto y
celebraremos la Navidad en su honor, con vida, luz y color, como
corresponde a su estación favorita.
¿Cómo podía Cecilia negarse? Hacía más de un año que la casa
estaba envuelta en la tristeza. Por eso, estaba decidida a hacer de la
Navidad todo lo que su padre quería, a pesar de la ausencia de la
vizcondesa, que había llenado sus vidas de calidez.
Ignorando el abismo de dolor que había en su interior, como lo
ignoraba todos los días, Cecilia se dirigió a su escritorio para
redactar una respuesta.

***

12 de noviembre
Wilton House, Wiltshire

Querido Lord Tarrick,


Gracias por su carta. No estoy contenta con mi hermano por sus
continuas hazañas, pero me alivia mucho saber que la lesión no es

7 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

permanente. En nuestra familia, las historias de sus casi muertes


son notorias. Por favor, manténgalo alejado de cualquier rincón
filoso y de las escaleras; átelo a la cama si es necesario, o tal vez le
sirva una correa.
En cuanto se recupere lo suficiente para viajar, infórmele de que su
presencia en casa es muy deseada. Manténgame informada sobre su
bienestar.
Y gracias, señor, por cuidar de él. Elogio su voluntad de acoger al
que debe ser un huésped complicado. Recuérdele que él es una
piedra en el mar.
Estamos en deuda con usted.

Muy sinceramente suya,


Cecilia Fairfax

—¿Una piedra en el mar? —Liam Barrett miró por encima del


papel hacia donde su desganado huésped, Marcus, yacía en la
cama, con una venda sobre los ojos.
La suite de invitados donde estaba instalado Marcus estaba en
penumbra, por orden del doctor. Las cortinas verdes que iban
desde el suelo hasta el techo se extendían a través de las altas
ventanas, y las brasas brillaban rojizas en la chimenea,
proporcionando calor pero no luz a la habitación. Liam había
colocado una silla junto a la cama y había encendido la lámpara de
la mesita de noche. El cálido resplandor amarillo cayó sobre el
papel, iluminando las firmes curvas de la escritura de Cecilia
Fairfax.
Marcus sonrió, aunque la expresión era más bien una mueca.
—No importa el problema en el que me meta, eventualmente
llegaré a la orilla.
Liam volvió a escudriñar la carta. Había un humor mordaz en
las palabras de Cecilia Fairfax. No estaba del todo seguro de que la
mujer le agradara por ello.

8 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Tu hermana es todo amabilidad. ¿Una correa?


—Sin duda, Cecy me imagina dando saltos a ciegas sin ninguna
preocupación —Marcus dejó escapar un suspiro—. A pesar de lo
que ella dice, no estoy constantemente arriesgando mi vida.
—¿Sólo de vez en cuando? —Liam levantó una ceja—. Aunque
no éramos más que conocidos en Oxford, he oído historias de tus
escapadas.
Marcus se sonrojó, su tonalidad blanca mostraba claramente su
reacción. Sin duda, se alegró de que el lino le cubriera la cara para
no tener que mirar a los ojos de Liam.
—Yo era joven entonces, ya lo sabes —dijo Marcus—. Mi madre
insistió en que entrara pronto en la escuela, aunque tal vez debería
haber esperado.
A juicio de Liam, todavía era joven. Aunque Liam era dos años
mayor que él, parecía que había una década de diferencia entre
ellos. Tal vez eso se debiera a que las cargas del condado recaían
tempranamente sobre los hombros de Liam, mientras que Marcus
era un hijo menor despreocupado. O tal vez por la forma animada
con la que el joven se enfrentaba a cualquier cosa que le ofreciera
la vida, mientras que Liam se sabía mucho más adusto por
naturaleza.
—Puedes contarme historias de tus hazañas más tarde —dijo
Liam, curiosamente interesado en escucharlas; tal vez porque él
mismo había llevado una vida bastante aburrida como
estudiante—. El doctor Smith llegará en breve, y después de su
visita podrás dictar más garantías a tu hermana.

***

18 de noviembre
Tarrick Hall, Suffolk

9 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Querida Srta. Fairfax,


Le escribo de nuevo por indicación de su hermano, para decirle que
la correa no será necesaria. Le he proporcionado personalmente un
bastón para sus paseos por la casa, y las escaleras están bien
protegidas por leones de ataque. Tenga la seguridad de que no le
ocurrirán más accidentes a Marcus mientras esté bajo mi techo.
Su recuperación avanza a buen ritmo y el doctor cree que podrá
viajar dentro de dos semanas.

Suyo, etc.
Liam Barrett, Conde de Tarrick

Cecilia no pudo evitar sonreír ante la carta del conde, a pesar de


su constante preocupación por Marcus. Leones de ataque, en
efecto. El conde de Tarrick tenía fama de ser un tipo bastante
sombrío, pero su carta desmentía un poco esa reputación.
Miró distraídamente el cielo moteado de noviembre a través de
las ventanas del salón, tratando de recordar lo que sabía del conde.
Había una historia de tragedia familiar y el desafortunado hecho
de su sangre irlandesa. Su madre no sólo era irlandesa, sino que,
según las malas lenguas, también era católica. Él no pasaba mucho
tiempo en sociedad.
La luz del invierno brillaba débilmente en el salón, haciendo que
el papel de la pared pareciera más gris que melocotón. Sostuvo la
carta frente a las ventanas con parteluz y estudió la vigorosa y
serpenteante caligrafía. Era imposible decir nada sobre el escritor,
aparte de que cruzaba las T con una línea demasiado ancha.
—¿Señorita? —Martha, una de las sirvientas, entró en el salón—.
Disculpe, pero la señora Bess quiere hablar con usted sobre las
cortinas.
—Por supuesto —Cecilia tragó un suspiro—. Debo responder a
una carta, pero infórmele que bajaré en breve.

10 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Sí, señorita —Martha hizo una rápida reverencia y se fue tan


rápido como había llegado.
Ella era una de las muchachas del pueblo, contratada hacía
menos de un año, y estaba tan llena de energía que hacía que
Cecilia se sintiera un poco cansada.
Con los dedos helados, se levantó y se ciñó más el chal sobre los
hombros. La lana marrón oscura era impropia, pero era lo más
cálido que tenía. En esta época del año, siempre tenía frío, pero
una taza de té la reanimaría, sin duda. Lo suficiente para reunirse
con Bess.
La querida Bess. Había sido el ama de llaves desde que Cecilia
podía recordar, e incluso entonces había sido vieja.
La enfermedad de mamá los había agobiado a todos. A papá
sobre todo, pero Bess también había sufrido. En los últimos
tiempos, había comenzado a perder la concentración, dejando a
veces cosas cruciales sin hacer. Ya era hora de proporcionarle una
jubilación adecuada, pero de alguna manera Cecilia no se había
atrevido a darle la noticia a Bess de que quedaba relevada de su
puesto de ama de llaves de los Fairfax.
Pero pronto. Una vez que la casa dejara de estar de luto, y las
fiestas se celebraran, habría tiempo suficiente para reestructurar el
funcionamiento de Wilton House.

***

—Otra carta de Wiltshire, mi señor —El mayordomo se inclinó


ante el escritorio de Liam y le entregó la correspondencia. El sobre,
con la dirección de Cecilia Fairfax, con una letra pulcra, era suave
bajo los dedos de Liam.
—Gracias, Hobbs. Por favor, avise al cocinero para que envíe el
almuerzo a la habitación del señor Fairfax —Liam se levantó, lo
suficientemente feliz como para dejar los asuntos de la propiedad
desatendidos durante un rato.

11 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Era una tontería, cómo una cosa tan pequeña como una carta
podía convertirse en lo más brillante de su día. Una carta que ni
siquiera le habían escrito a él.
No le gustaba pensar en lo vacía que se sentiría su casa, una vez
que Marcus se marchara. No es que Liam se sintiera solo,
exactamente. Pero la soledad era un peso considerable, y se había
acostumbrado, durante las últimas semanas, a que ese peso se
aligerara.
Marcus Fairfax era un tipo indefectiblemente alegre, con un
número asombroso de historias. Tenía una forma ingeniosa de
hilarlas, el fuego crepitaba alegremente en su habitación, el calor
del brandy se asentaba en el estómago de Liam mientras el calor de
las palabras se instalaba en su mente. Los relatos de Marcus sobre
sus tiempos en Oxford eran divertidos, pero Liam se encontró
disfrutando aún más de las historias de la infancia de Marcus.
Tal vez fuera porque su propia juventud había estado vacía de
hermanos, de madre y de la clase de hogar familiar que parecía ser
Wilton House. Era como asomarse a la tienda de un panadero y
ver los panes calientes, dorados en los estantes, cuando todo lo que
uno había comido era pan duro y rancio. Aunque Liam nunca
había probado esa vida, le gustaba oír que existía fuera de las
páginas de los libros de trabalenguas escritos para niños.
Aunque las afirmaciones de Marcus de que Wilton estaba
embrujada eran un poco difíciles de creer, especialmente las
historias en las que él y su hermana habían jugado al escondite con
el fantasma de una niña.
—Ella casi siempre ganaba —le dijo Marcus—. El fantasma,
quiero decir.
—Uno pensaría que sí.
—No me crees, pero existe. O existía. Ella murió de gripe en
1783, a la edad de nueve años... está en la biblia de la familia.
Elizabeth Fairfax. Habría sido mi tía abuela y la de Cecy.
—¿Cómo sabes que es ella? —A pesar de su escepticismo, Liam
se mostró interesado.

12 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—La ropa, principalmente. No está vestida como una sirvienta;


sus faldas eran anchas y muy anticuadas. Además, los Fairfax han
vivido en Wilton House durante más de doscientos años. Así que,
aunque no sea Lizzy, es una antepasada.
Liam sacudió la cabeza y, con la carta en la mano, ascendió por
la amplia escalera. Qué tipo tan fantasioso era su invitado.
Se detuvo un momento para colocar la palma de la mano sobre
uno de los leones de mármol tallados que montaban guardia en la
parte superior de la escalera. La piedra estaba fría contra su mano.
Hasta el momento, las estatuas habían hecho su trabajo, y Marcus
no se había caído por las escaleras. Por supuesto, las criadas
estaban encantadas de ayudar y acompañar al divertido joven
caballero por la casa cada vez que se cansaba de los confines de sus
habitaciones.
—Otra carta —dijo Liam, entrando en la suite donde se
encontraba Marcus.
Las habitaciones estaban decoradas en verde intenso, un color
relajante, si tan sólo Marcus hubiera podido verlo.
—Cecilia es muy puntual —dijo Marcus, levantando la vista de
su asiento junto al fuego. La venda de lino que le cubría los ojos le
daba el aspecto de un oráculo alegre—. Ven, léelo.
Liam se unió a él y se acomodó en el segundo sillón colocado
frente al hogar. Cuando abrió la carta, olió el lejano recuerdo de
las flores.

24 de noviembre
Wilton House, Wiltshire

Querido Lord Tarrick,


Me alivia saber de los leones que custodian su escalera. Tal vez
podría enviar uno a casa con Marcus, ya que le vendría bien una
mascota así para mantenerlo alejado del peligro, aunque dudo en

13 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

pensar lo que una bestia así haría por su recibimiento en la sociedad,


una vez que regrese a Londres.
Ahora, Marcus, debo decirte que todavía no ha nevado aquí, así que
puedes abandonar cualquier idea de lanzarme bolas de nieve en
cuanto entres por la puerta, como es tu costumbre. Además, con tu
reciente lesión, me vería obligada a apuntar a tu pecho y no a tu
cabeza, así que es mejor que la estación siga siendo fría y clara.
Con toda seriedad, ¿necesitas alguna provisión extra para atenderte
cuando llegues? No estoy del todo segura de confiar en los informes
que dicen que tu vista estará completamente curada, y si tal es el
caso, te imploro que tenses la hospitalidad de Lord Tarrick un poco
más, y no te comprometas a viajar hasta que estés realmente
preparado para hacerlo.

Tu cariñosa hermana, Cecilia

Marcus se inclinó hacia atrás, con la cara vuelta hacia el fuego.


—¿Crees que estaré en condiciones de viajar? —Por un
momento su sonrisa se perdió, revelando la preocupación que
había debajo.
—El doctor Smith tiene previsto retirar las vendas mañana, ¿no
es así? —preguntó Liam.
—Bueno —Marcus apoyó la barbilla en su puño—. Confieso
que me asomé una o dos veces. Me temo que mi vista no se
repondrá milagrosamente de la noche a la mañana.
—¿Puedes ver algo en absoluto?
El sentimiento de culpa surgió como una zarza en la garganta de
Liam. Si había dejado ciego a Marcus Fairfax, tenía con él una
deuda que nunca podría pagar.
Como si percibiera la dirección de sus pensamientos, Marcus
sacudió la cabeza. —Mira, Tarrick, las armas fallan. Tuve la gran

14 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

desgracia de estar detrás del cañón de una en ese momento, pero


ese es un riesgo que un caballero corre al disparar.
—Era mi arma —dijo Liam—. Yo asumo la responsabilidad.
—Para responder a tu pregunta, puedo distinguir formas. Puedo
ver el brillo del fuego, y manchas más claras en la habitación que
podrían ser las ventanas. Es una mejora, ciertamente.
Liam se cruzó de brazos. Una mejora, pero no una recuperación.
—Tu familia ha sufrido algunas dificultades recientemente,
¿correcto? —preguntó.
—No me quedo aquí simplemente por tu rutilante compañía —
dijo Marcus—. Mi madre lleva muerta casi un año, y no estoy
seguro de que a mi padre le merezca la pena permanecer en este
plano mortal sin ella.
—Debe haberla amado mucho —Liam no podía imaginarlo.
Marcus dejó escapar un suspiro bordeado de tristeza. —Ella era
el sol alrededor del cual giraba toda la casa. Ya están sufriendo
bastante, sin que yo arroje otra nube oscura sobre su existencia.
—Tu hermana parece estar bien —Liam agitó la carta y volvió a
percibir el tenue aroma de las flores.
—Cecy pone una fachada admirable —Marcus frunció el ceño—.
Es una pena lo de la nieve. Necesita algo que la haga sonreír,
especialmente ahora.
—¿Ahora? —Liam se inclinó hacia delante.
—Ella está cuidando a mi padre, preparando la casa para la
Navidad y cargando con el secreto de mi lesión. Demasiadas cargas.
—La llamaste un sauce en el viento —Liam podía imaginarla:
una criatura esbelta y pálida como su hermano, inclinada por el
peso de sus obligaciones.
Marcus asintió lentamente. —Sólo espero que no se rompa.

***

15 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

1 de diciembre
Tarrick Hall, Suffolk

Querida Cecy,
Notarás que Lord Tarrick sigue siendo mi secretario. Creo que ha
perdido su verdadera vocación en la vida, es una pena que haya
nacido en la nobleza. (Srta. Fairfax, no puedo dejar pasar un
desprecio semejante al carácter de los secretarios. Le aseguro que,
aunque no fuera el conde de Tarrick, sería un mal secretario. De
hecho, si usted puede descifrar mi escritura, se lo recomiendo).
No te alarmes, pero el doctor me ha ordenado esperar una semana
más hasta que viaje. Teme que los saltos de un carruaje perturben el
progreso de mi vista. Y está volviendo, no tengas miedo por eso.
No has escrito mucho de papá. ¿Está todo bien? ¿Nuestro estimado
hermano mayor se unirá a nosotros para las vacaciones, o
tendremos la suerte de evitar a su familia esta vez?
Espera que llegue para el 20 de diciembre. El conde ha ofrecido
amablemente su carruaje para transportarme a Wiltshire, así que
ya ves que viajaré con gran comodidad.
Hasta entonces me quedo...

Tu cariñoso hermano, Marcus


(P.D. Debo añadir que la vista de su hermano tarda en volver. Es
reacio a hablar de ello y a aumentar sus cargas, pero creo que usted
se sentirá mejor prevenida. T)

Cecilia sonrió al leer la escritura angulosa y oscura. Las cartas


del conde no eran difíciles de descifrar, aunque se dio cuenta de
que su caligrafía había decaído ligeramente respecto a la primera
misiva, más formal, que había enviado en nombre de su hermano.

16 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Tamborileó la carta contra sus labios, pensativa. ¿Era el conde


de Tarrick tan oscuro y angular como su letra?
Oh, qué tontería. Tenía que estar preparando las habitaciones
para Marcus, y discutiendo las comidas con la cocinera, y
asegurándose de que la señora Bess no había ordenado a los
sirvientes que colgaran toda la ropa fuera para que se congelara,
olvidando que era invierno.
También había que preparar la visita de su hermano. Edward y
su irritable esposa, Honoria, y su clamorosa pandilla de niños
descenderían inminentemente (como una bandada de arpías, le
gustaba decir a Marcus). Cecilia no estaba del todo de acuerdo.
Honoria no era tan estridente como una arpía, aunque sí
encontraba defectos en casi todo lo que la rodeaba. Y a todo el
mundo. Pobre Edward.
Sin embargo, recibir las cartas del conde, o mejor dicho, de
Marcus, le proporcionó un bienvenido respiro. Unos minutos
robados en los que podía retirarse a la sala, hundirse en el respaldo
acolchado y estar en otro lugar por un breve tiempo.
Sin embargo, siempre demasiado breve. Dejando escapar un
suspiro, Cecilia se dirigió a su escritorio para redactar una
respuesta al conde. Desde luego, no tenía tiempo para darle vueltas
a las fantasías de un hombre al que probablemente nunca
conocería. Una punzada la atravesó cuando sacó una nueva hoja
de papel. No recibiría otra carta de Tarrick Hall, ya que Marcus
partiría de allí en una semana. Se alegró de que el conde le hubiera
advertido de que la recuperación de su hermano no era tan
perfecta como él quería hacer creer. El Conde de Tarrick parecía
todo un caballero. Tragando algo que sabía sospechosamente a
decepción, Cecilia sumergió su pluma y comenzó a escribir.

***

8 de diciembre
Wilton House

17 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Querido Lord Tarrick,


No estoy segura de que esta carta le llegue antes de la partida de mi
hermano, así que no incluiré exhortaciones para un viaje seguro
(que sin duda él ignorará en cualquier caso).
De nuevo, gracias por cuidar de él mientras se recuperaba de sus
heridas, y por sus frecuentes cartas. Y a los leones de guardia, por
supuesto. Por favor, déles una palmadita de gratitud de mi parte,
siempre que no le muerdan los dedos.
Quizás algún día tengamos la suerte de encontrarnos en Londres.
Mi hermano y yo estamos en deuda con usted.

Con mucho agradecimiento,


Cecilia Fairfax

—Aquí tienes —dijo Liam, metiendo la carta en su sobre y


señalando con la cabeza a Marcus, sentado frente a él. El acogedor
fuego que ardía en la chimenea disimulaba el frío que sentía
Liam—. Por fin, de vuelta a casa. No hay duda de que te alegrarás
de sacudir el polvo de Tarrick Hall de tus pies.
¿Cuánto tiempo pasaría hasta que otro huésped honrara el
conjunto de habitaciones? ¿Años? Liam se cruzó de brazos,
desterrando ese pensamiento.
—Has sido un excelente anfitrión —Marcus entornó los ojos
felizmente—. De hecho, tengo una idea espléndida.
—Si implica permanecer aquí otras semanas, no puedo decir
que esté de acuerdo. Tu visión mejora cada día y te quieren en casa
para Navidad. ¿Es tu cuñada realmente tan terrible como para que
desees quedarte aquí? —Liam miró los baúles a medio empacar
alineados junto a la puerta de la habitación de Marcus.
Marcus hizo un gesto con la mano en señal de rechazo. —Cecy y
yo nos las arreglamos para apoyarnos mutuamente durante las

18 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

visitas de Horrible Honoria. No, creo que deberías venir conmigo


a Wiltshire para pasar las Navidades —Sonrió—. Podré
corresponder a tu hospitalidad, y lo pasarás de maravilla.
—¿Esperas que me crea eso, después de obsequiarme con
historias de tus desagradables parientes? —Liam contuvo la
repentina oleada de interés que corría calurosamente por sus
venas—. Estoy bastante satisfecho aquí en Tarrick Hall, aunque te
agradezco la oferta.
Intentó no pensar en los pasillos vacíos, en la falta de vegetación
y de alegría navideña. ¿Acaso no se sentaba cada Nochebuena
junto al fuego y bebía un buen vaso de oporto? ¿No daba un largo
paseo por su finca, apreciando su propiedad, a pesar del frío del
invierno?
—¿Contento? —Marcus dejó escapar un bufido—. Déjame
adivinar. Das a los criados unas vacaciones de Navidad y los
despides, y luego te sientas solo junto al hogar en tu estudio,
comiendo jamón frío. Tal vez se permita un coñac o dos.
—No es una mala vida —Liam levantó un hombro en lo que
pretendía ser un encogimiento de hombros—. Soy lo
suficientemente feliz.
No examinó demasiado el picor que se había alojado bajo sus
costillas ante la idea de ir a Wiltshire con Marcus Fairfax. Y
conocer a la señorita Cecilia Fairfax.
—Si eres feliz aquí, entonces eres fácilmente complaciente, y mi
cuñada no será un obstáculo para tu mayor alegría —Marcus se
adelantó y lo tomó por el hombro—. Ven, Tarrick. ¿O tienes
miedo del fantasma?
—No me alarman los productos de la imaginación hiperactiva
de un niño.
—Lizzy es real —dijo Marcus, soltando el hombro de Liam—.
Te gustaría encontrarte con ella en el pasillo de arriba. Debes venir
a Wilton House, sólo para esa revancha. Además, sé que a Cecilia
le gustaría conocerte.

19 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Liam no le había leído esa línea tachada en la carta de la señorita


Fairfax (la que hablaba de la posibilidad de encontrarse algún día,
que le había hecho tropezar brevemente en su relato), pero era
evidente que su hermano la conocía bien.
—No creo que tu hermana reciba con agrado la carga
inesperada de mi llegada.
—¿Cuántas veces ha dicho que estamos en deuda con usted? —
Marcus enarcó una ceja rubia—. Estará encantada de pagarla, te lo
aseguro. Además, aún no me he recuperado lo suficiente como
para leer o contar correctamente mis monedas. ¿Y si el cochero se
equivoca de camino? ¿Y si el posadero decide aprovecharse de mi
enfermedad? Le necesito, señor, para que me lleve a salvo a casa.
—Eso es una mentira patente.
—Apuesto a que no tardarás en hacer la maleta —Marcus se
inclinó hacia atrás, sonriendo—. Estarás listo para partir antes que
yo.
—No voy a ir con usted, señor Fairfax.

***

Cecilia se sentó en su escritorio, evitando decididamente releer


las cartas del conde (Marcus). En su lugar, se dedicó a hacer una
lista de todas las tareas que le quedaban por hacer antes de que las
vacaciones llegaran a su fin. La sirvienta, Martha, se apresuró a
entrar en su salón, una distracción bienvenida.
—Señorita —dijo Martha—, el carruaje del Conde de Tarrick
está subiendo por el camino.
—¿De verdad? —Cecilia se levantó de su escritorio y se dirigió a
la ventana.
Tal y como había dicho la sirvienta, se acercaba un gran carruaje
negro con el escudo de armas del conde en el lateral. Menos mal.
Tener a Marcus en casa la aliviaría un poco del peso que la

20 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

presionaba. Y había llegado justo a tiempo: faltaban pocos días


para la Navidad.
Alisándose el pelo rápidamente, Cecilia se apresuró a bajar las
escaleras. No era necesario cambiarse de su desgastada muselina
gris. Al fin y al cabo, sólo era Marcus.
Llegó a la entrada cuando el mayordomo abrió la puerta.
Marcus entró a grandes zancadas. —¿Cecy? —llamó.
—Aquí —dijo ella.
Tan pronto como habló, él se volvió hacia ella, con una amplia
sonrisa en el rostro, y abrió los brazos.
Ella lo abrazó y luego se retiró, agarrando sus hombros.
—Todavía no puedes ver —dijo ella.
—Por supuesto que...
—No lo niegues —Ella le dio una pequeña sacudida. Maldito sea
su hermano, fingiendo que estaba bien.
Su sonrisa se desvaneció. —Puedo ver, pero los detalles son
borrosos. Te mezclaste con las sombras.
Al menos el conde la había prevenido. Envió una oración de
agradecimiento al hombre, dondequiera que estuviera.
—Hay una cosa más —dijo su hermano—. He traído un
invitado por Navidad.
—¿Qué? —Una repentina aprensión la recorrió, y sus dedos se
apretaron en los hombros de él—. ¿Quién está contigo?
Sin embargo, ella sabía la respuesta. ¿Quién más podría ser?
—El Conde de Tarrick —dijo su hermano—. No te importa,
¿verdad?
—Yo...
—Está afuera. Iré a buscarlo.

21 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Su garganta estaba seca, sus nervios se agitaron de repente. Una


maldición para su impulsivo y generoso hermano. Como si las
vacaciones no fueran lo suficientemente complicadas.
Llamó a la sirvienta, contando los segundos que faltaban para
que la chica se apresurara a llegar.
—Martha, necesitamos otra serie de habitaciones preparadas
inmediatamente. Marcus ha traído al Conde de Tarrick para que se
quede durante las fiestas.
Los ojos de la sirvienta se abrieron de par en par. —Por
supuesto, señorita. ¿Las habitaciones doradas?
—Esas estarán muy bien. Date prisa.
Martha hizo una reverencia y se apresuró a salir.
Momentos después, Marcus reapareció en la puerta, seguido por
su invitado. El Conde de Tarrick era alto y de constitución sólida.
Tal y como ella había imaginado, era moreno y anguloso, con unos
ojos grises y acerados en un rostro imponente y remoto. A juzgar
por su expresión, rara vez sonreía.
El hombre se quitó el sombrero, mostrando un cabello tan
negro como el ala de un cuervo.
Marcus se adelantó. —Tarrick, permíteme presentarte a mi
hermana, la señorita Cecilia Fairfax. Cecy, este es Liam Barrett, el
Conde de Tarrick.
—Señorita Fairfax, el placer es mío —El conde le hizo una
reverencia rígidamente correcta.
A juzgar por su aspecto, ella habría esperado que su voz fuera
áspera y gruesa, pero el tono del conde era sorprendentemente
suave, como una taza de chocolate caliente.
Cecilia hizo una reverencia, deseando no llevar su vestido más
raído. ¿La confundiría el conde con una sombra, como había
hecho su hermano? No. De hecho, su mirada se posó en ella un
poco más de la cuenta, y sintió que el calor le subía a las mejillas.
¿Qué terribles historias había contado Marcus sobre ella?

22 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Lord Tarrick —dijo ella—. Por favor, pase al salón. Sus


habitaciones estarán listas tan pronto como sea posible, dado que
no me han avisado de su llegada.
Ella lanzó a su hermano una mirada de ojos estrechos.
Seguramente Marcus no pudo ver su expresión, pero le devolvió la
sonrisa de todos modos.
—Mis disculpas por la inesperada visita —dijo el conde—. Su
hermano insistió.
Cecilia los condujo al salón, donde el fuego ardía alegremente,
gracias a Dios.
—Marcus es demasiado persuasivo para su propio bien —dijo
ella, deseando que el conde se hubiera resistido. Bueno, medio
deseando—. Pónganse cómodos. Debo ver a las criadas.
—Cecy, siéntate con nosotros —Marcus trató de agarrar su
mano, y falló—. Deja que la señora Bess se encargue de las cosas.
—No puedo. Por favor, perdóneme —Ella asintió al conde—.
Marcus, ofrece a nuestro invitado un poco de brandy. Está en el
aparador.
—Yo lo serviré —dijo el conde, con un inesperado humor seco
en su tono.
Cecilia le lanzó una mirada, pero sus ojos eran tan fríos como
siempre. El corazón le latía con fuerza en el pecho y se apresuró a
salir de la habitación. Cielos, tenía tanto que arreglar.

***

Liam observó a la señorita Fairfax salir del salón, con paso firme
y la barbilla alta. Era, como él había sospechado, tan bella como su
hermano, con la misma nariz larga y delgada y los mismos ojos
azules. Ahí terminaban las similitudes. Su hermano era más
robusto, mientras que ella era... sí, “sauce” era la palabra. Mientras

23 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

que Marcus estaba lleno de humor abierto sobre el mundo, su


hermana parecía mucho más contenida, su expresión era reservada.
Echó un vistazo a la habitación, que parecía alegre y cálida. No
había cortinas negras colgadas en las ventanas que señalaran el
continuo dolor de la familia, aunque la señorita Fairfax llevaba un
vestido marcadamente lúgubre.
—¿Su familia sigue de luto? —preguntó Liam.
—No —dijo Marcus—. Padre ha declarado que celebraremos las
fiestas sin ese manto. A mamá le encantaba esta época. Me olvidé
de advertirte: habrá canciones. Y un tronco de Navidad, y
decoración verde, y el mejor pudín que jamás hayas probado.
—Suena espléndido —Y como ninguna Navidad que haya
conocido.
—¿Brandy? —Marcus señaló en la dirección general del
aparador—. Cuando Cecy lo ordena, debemos obedecer.
Liam encontró la jarra de cristal y les sirvió dos copas. Se
esforzó por entregarle a Marcus su brandy, sin soltarlo hasta estar
seguro de que su anfitrión lo tenía bien agarrado.
—¿Cómo evitarás que tu padre se dé cuenta de tu ceguera? —
preguntó Liam. Tomó un trago de brandy, un fuego brillante que
calentaba el interior de su boca.
—Padre es... —Marcus devolvió un trago de su propia bebida—.
La última vez que visité su casa, estaba tan sobrepasado por su
propia enfermedad que no se daba cuenta de la de los demás.
—¿Cuál es la naturaleza de su enfermedad?
—Un corazón roto, principalmente, acompañado de
reumatismo que complican las cosas —Una mirada rara y
pensativa cruzó el rostro de Marcus—. Es viejo, ya sabes. Cecy y yo
fuimos más bien una sorpresa, al llegar quince años después de
que naciera Edward.
Al menos habían sido amados, eso estaba claro. Liam bebió su
brandy y miró por la ventana. Las ramas desnudas dibujaban un
cielo perlado en el atardecer.

24 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—¿Tu hermano y su familia llegarán pronto?


—Mañana o al día siguiente. En ese momento, tú y yo saldremos
a cabalgar, y haremos muchas expediciones para recoger ramas en
el bosque.
—¿Tan difícil es encontrar árboles de hoja perenne en esta parte
de Wiltshire?
Marcus hizo una mueca. —No. La dificultad está dentro de las
murallas. Ven, te presentaré a mi padre y veremos cómo instalarte
en tus habitaciones.
Liam dejó a un lado su copa de brandy medio vacía y siguió a
Marcus. No era la primera vez que se preguntaba si venir aquí
había sido un error. Bueno, y siempre podía volver a marcharse.
Había llevado a Marcus sano y salvo a su casa, y había conocido a
la pálida y encantadora Cecilia Fairfax. Su fuga estaba aparcada en
los establos, por si las interacciones familiares resultaban
demasiado difíciles para su gusto.
¿Y qué hay de la señorita Fairfax? susurró una voz errante en su
interior. ¿Tiene ella algún resguardo? ¿Un carruaje que la lleve
lejos? ¿La excusa de vagar por el bosque?
La incómoda respuesta fue que no. Había una sombra detrás de
sus ojos, una mirada atrapada como la de una liebre perseguida
por los temblorosos aullidos de los lobos.
Sospechaba que Cecilia Fairfax estaba corriendo tan rápido
como podía, hacia adentro, donde nadie la vería.

***

—Disculpe, señorita, pero Martha dijo que había un nido en la


chimenea del dormitorio dorado. Bueno, lo había, y ahora las
alfombras están llenas de hollín. Y hay, er, un par de golondrinas
sueltas en la habitación.

25 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—El jabón de la lavandería está mojado, completamente


arruinado... ¿Cómo vamos a lavar toda la ropa blanca a tiempo
para la llegada de su hermano mayor mañana?
—Señorita, la cocinera dice que las perdices están todas
quemadas por un lado. Lo siento mucho, ¿podría ser medio pájaro
cada uno para la cena?
—La señora Bess se ha puesto a pulir la plata, y no hay tenedores
para cenar. Por favor, venga.
—Milady, la mejor botella de clarete ha desaparecido. ¿Tal vez
podría revisar el estudio de su padre?
Cecilia se detuvo dentro del estudio, con los dedos apretados
alrededor del cuello de la botella de clarete medio llena. En lugar
de abrir la puerta y volver al pasillo, se apoyó en ella, apoyando la
frente en la losa de roble. Si tan sólo pudiera evitar que todos sus
problemas la alcanzaran, mantenidos a raya por la sólida puerta de
madera.
La cena iba a ser terrible; todos los percances de la tarde
agravados por la presencia del Conde de Tarrick. Si sólo se tratara
de la familia, podrían sonreír a pesar de sus dificultades, pero tener
un extraño en medio de ellos lo hacía todo más difícil.
Podía oír a Martha llamándola. Respirando profundamente,
Cecilia abrió la puerta y salió al pasillo. Tendrían que arreglárselas
como siempre.
Como había temido, la cena fue un asunto tenso. El conde,
sentado a la derecha de su padre, observaba todo con sus fríos ojos
grises y decía muy poco. Padre había bebido demasiado clarete y,
alternativamente, pontificaba largamente sobre las alegrías de la
familia y se sumía en largos silencios.
Marcus era el mismo muchacho alegre de siempre, aunque
utilizaba sus utensilios de una manera extraña. Tanto el cuchillo
como el tenedor se dedicaban a hurgar y a perseguir trozos de
comida por la vajilla, y cada bocado que conseguía se lo llevaba
con cuidado a los labios, con algún que otro fallo. Por suerte, su
padre estaba demasiado lejos como para darse cuenta de que un

26 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

trozo de nabo perdido se desprendía del tenedor de Marcus y


quedaba abandonado sobre el mantel blanco.
—Tiene usted una casa encantadora, señor —dijo el conde al
padre de Cecilia.
—Fue todo obra de mi esposa. Ella tenía el toque, ya sabe. La
domesticidad. Los niños sobre la rodilla —Miró por debajo de sus
pobladas cejas blancas y examinó la mesa—. Digo, ¿dónde está
Edward y su familia?
—Llegan mañana —dijo Cecilia, haciendo todo lo posible por
mantener la voz uniforme, aunque su corazón latía con fuerza al
pensarlo.
Había tanto que hacer.

***

Liam durmió bastante bien, aunque hacía años que no dormía


en un colchón que no fuera el suyo. La criada había venido esa
mañana a recoger las brasas y un nuevo fuego ardía alegremente
en la chimenea. Antes de salir de la habitación, le informó de que
el desayuno estaría preparado en breve en la sala de la mañana.
Se levantó para vestirse, lamentando por primera vez la falta de
un ayuda de cámara. No es que fuera incapaz de ponerse su propia
ropa, pero era muy consciente de que no poseía ningún estilo
elegante. No conocía las formas más modernas de anudarse el
corbatín, no tenía a nadie que le pasara el abrigo por los hombros
o le dejara las botas bien pulidas.
Vanidad. Liam sacudió la cabeza, pero aún así dedicó un
momento extra frente al espejo, arreglando su cabello arrugado
por el sueño. Se inclinó hacia adelante, tratando de ver su rostro
como lo haría un extraño.
Sus ojos eran poco llamativos. Su mandíbula era demasiado
ancha, sus mejillas demasiado hundidas. Su pelo podía tener cierto
atractivo -hace años una joven le había dicho que era como la seda
negra-, pero aparte de eso, tenía muy poco que recomendar.

27 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Con un suspiro, se enderezó y se colocó el corbatín en su sitio.


La verdad es que sería mejor que buscara alguna excusa para
marcharse. Este decaimiento frente a los espejos era imperdonable.
Los Fairfax tenían un horario campestre, lo cual agradecía, ya
que era un madrugador. El olor de los huevos y el tocino se
extendió por el pasillo, y aumentó sus pasos. Un verdadero
desayuno inglés sería un cambio placentero respecto a su habitual
tazón de avena. Por supuesto, sus sirvientes le cocinarían tocino y
huevos si lo pedía, pero era más sencillo tomar un tazón de gachas
cada mañana. Menos problemas para todos.
Un ruido extraño llegó a sus oídos y se detuvo. No creía que la
casa tuviera animales domésticos, pero un silencioso maullido
salía de un pasillo cercano.
Durante un escaso segundo, se le erizó la piel. ¿Era el legendario
fantasma de Wilton House?
Desde luego que no. Era el sonido de una criatura viva en
peligro. Liam dobló la esquina y se detuvo frente a una pequeña
puerta con paneles, una especie de armario. Por el sonido, la
criatura había sido encarcelada dentro.
Giró el pomo y abrió suavemente la puerta unos centímetros. La
luz entraba en la pequeña habitación y dejaba ver unas estanterías
repletas de ropa de cama.
—Aquí, ahora —dijo suavemente—. Sal, gatito.
No hay señales de la criatura. Liam abrió la puerta de par en par
y dio un salto hacia atrás, sorprendido, cuando el fantasma -no, no,
sólo era la señorita Fairfax- se giró hacia él. Alcanzó a ver sus
mejillas mojadas por las lágrimas y su cabello rubio despeinado
antes de que ella apartara su rostro de la luz.
—Váyase —Su voz vaciló de forma inestable.
—Le pido perdón —dijo él.
La cortesía de un caballero exigía que cerrara la puerta y se
marchara, sin mencionar el hecho de que había encontrado a

28 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Cecilia Fairfax llorando desconsoladamente en el armario de la


ropa de cama del piso superior.
La mujer olfateó, con las manos metidas en una funda de
almohada que sin duda había estado amortiguando sus sollozos, y
algo dentro de Liam cedió.
En lugar de retirarse, entró en el armario y cerró la puerta tras
de sí. El aire olía a lavanda y oyó el susurro de las faldas de Cecilia
en la penumbra.
—¿Qué está...?
—Venga aquí —Él abrió los brazos.
Ella no podía verlo, él estaba seguro de ello, pero se adelantó, lo
suficiente como para que él pudiera tocar sus hombros. Ella soltó
un sollozo tembloroso y él la estrechó contra él, murmurando
sílabas silenciosas de un tiempo olvidado.
Sus manos se aferraron a su abrigo y se aferró a él, llorando,
mientras él la abrazaba. En la estrecha oscuridad no eran simples
conocidos, no eran un conde y una señorita. No, eran elementos
del mundo, que se encontraban inexorablemente como la sombra
y la luz. El dolor y el consuelo. Pérdida y amor.
Una extraña y perfecta satisfacción se apoderó de Liam. Se
quedaría allí durante siglos dejando que Cecilia Fairfax le
empapara el hombro con sus lágrimas, si eso era lo que le pedía.
Por fin, la tormenta de llanto amainó. Los sollozos de Cecilia se
convirtieron en mocos.
—Oh, cielos —dijo ella, dando un paso atrás—. Debo pedirle
perdón, Lord Tarrick. Esto es de lo más insólito.
Liam la dejó marchar de mala gana, con la tela de la manga de la
chica rozando sus dedos. Supuso que ella tenía razón. Las jóvenes
adecuadas no habitan en los armarios de lino, llorando en los
brazos de invitados inesperados. Sin embargo, no podia lamentar
la circunstancia.
—¿Está lo bastante recuperada, señorita Fairfax?

29 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Ella tomó aire, pero no habló. Liam sintió el roce de las yemas
de sus dedos sobre su mejilla, tan ligero que podría haberlo
imaginado. Pero no lo había hecho. Se quedó muy quieto, con el
aroma de la ropa de cama y la lavanda inundando sus sentidos.
—Sí —dijo finalmente—. Gracias.
Deseó que hubiera luz suficiente para poder verla, para poder
tomar su mano y darle un cálido beso en el dorso.
No había una buena manera de despedirse de ella. Alcanzó la
puerta por detrás, con el pomo frío bajo sus dedos, y la abrió lo
suficiente como para salir al pasillo. Ella no le siguió y Liam cerró
suavemente la puerta tras él, deseando algo que no podía nombrar.

***

Cecilia se restregó la cara con la funda de la almohada, y luego


inhaló, tratando de captar un último rastro del aroma picante del
conde. Se había quedado más que sorprendida cuando él había
entrado en su escondite, y por un momento de pánico había
pensado que iba a insistir en sus intenciones.
Pero no, él le había ofrecido su cálido y amplio hombro para
que llorara sobre él, sin dudarlo. Sin preguntas.
Y luego se había marchado, y una parte muy traicionera de ella
deseaba que no lo hubiera hecho.
Abrió la puerta del armario. El vestíbulo estaba vacío; sin duda,
todos habían bajado a desayunar. No podía enfrentarse al conde al
otro lado de la mesa. Tampoco a su hermano, que aunque no viera
sus ojos enrojecidos y su rostro manchado de lágrimas, podría oír
los restos de llanto en su voz.
Además, había demasiadas cosas que hacer, y su estómago se
volvía a hacer un nudo sólo de pensarlo.
Agarrando la funda de almohada arrugada, Cecilia regresó a su
habitación y a la enorme lista de tareas que la esperaban. Le
pediría a Martha que le trajera té y tostadas, y pasaría la mañana

30 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

planeando la cena de Navidad, incluyendo provisiones para el


personal. Y luego el Boxing Day1, con los habituales regalos de
Padre a los sirvientes...
Tres horas después, el mayordomo la interrumpió.
—Señorita Fairfax, la viuda Pomfrey ha venido a visitarla —dijo.
Cecilia aflojó el agarre de su taza de té. Por un momento pensó
que Edward y su familia habían llegado demasiado pronto. Pero
agradeció la compañía de la robusta viuda, lo suficiente como para
tomarse un respiro de su trabajo.
—Mi querida niña —dijo la viuda Pomfrey cuando Cecilia entró
en el salón—. Te ves un poco pálida. Ven, cuéntame, ¿cómo está tu
familia?
Le tendió las manos. Cecilia las tomó y dejó que la viuda la
acercara al fuego. La viuda Pomfrey era el opuesto físico de la
difunta Lady Fairfax: pequeña y regordeta, con alegres ojos
oscuros y una constitución robusta. Sin embargo, las dos mujeres
habían compartido una calidez de espíritu que las había
convertido en rápidas amigas.
—Marcus está en casa para Navidad —dijo Cecilia—. Está... bien.
A Edward se le espera hoy más tarde.
—¿Y tu padre?
El tono de la viuda no revelaba más que un amable interés, pero
Cecilia sospechaba que la mujer alimentaba un cariño por Lord
Fairfax. Después de la muerte de su madre, la viuda Pomfrey había
sido una visitante frecuente, proporcionando ayuda y consejo a
Cecilia, y trayendo a la familia sus famosos pasteles. De hecho, las
tartas de la viuda eran una de las pocas cosas que podían tentar a
padre a comer, aquellos primeros y terribles meses.
—Padre está recuperando su fuerza, y su ánimo —Era sólo una
pequeña mentira.

1
Second day of Christmas o Boxing Day en inglés, traducido al español “segundo día de Navidad”, es la tradición de
Navidad que en algunos países se lleva a cabo el 26 de diciembre.

31 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Me alegro mucho de oírlo —La viuda sonrió, con los ojos casi
cerrados en la redondez de su rostro.
Por impulso, Cecilia le apretó las manos. —Ven a pasar la
Nochebuena con nosotros.
—Oh, bueno, yo...
¿Era eso un rubor en las mejillas de la viuda Pomfrey? No tenía
hijos con los que pasar las fiestas, ni familia cercana. De hecho,
cuanto más contemplaba Cecilia la idea, más la satisfacía. Al fin y
al cabo, Marcus no era el único que podía invitar a gente.
—Por favor, ven —dijo Cecilia—. Me evitará tener que
explicarle a papá por qué debemos tener tartas de menor calidad.
Te necesitamos.
—En ese caso, iré. Y traeré carne fresca y manzana. Será
encantador ver a toda tu familia de nuevo.
—También tenemos otro invitado —Cecilia retiró sus manos
del suave agarre de la viuda—. El Conde de Tarrick está de visita.
Es un amigo de Marcus.
—Cuéntame —Las cejas de la viuda se levantaron, casi hasta el
borde de su gorra de encaje—. ¿Es guapo?
Ahora Cecilia temía que le tocara sonrojarse, aunque tal vez la
viuda atribuyera el rubor de sus mejillas al calor del fuego, en lugar
de pensar en los brazos del conde rodeándola.
—Supongo que sí —dijo Cecilia—. Aunque no he pensado
mucho en el asunto.
Vaya, se estaba convirtiendo en una mentirosa consumada. En
el momento en que Liam Barrett había entrado en la entrada
principal, le había impresionado su aspecto. Y se sintió un poco
intimidada, aunque sus ojos grises y su falta de sonrisa le
parecieron menos remotos, ahora que había sollozado sobre su
hombro.
¿Quizás no era distante, sino tímido? Parpadeó al pensarlo. No
todo el mundo era tan extrovertido como Marcus. La reserva del

32 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

conde era comprensible. Y bajo ese exterior frío había un hombre


sorprendentemente bondadoso.
—¿Tienes algún vestido más brillante? —preguntó la viuda
Pomfrey, echando un vistazo a la lana azul oscuro que llevaba
Cecilia. Estaba claro que la viuda tenía inclinaciones hacia la
búsqueda de pareja.
—Acabo de conocer al conde —dijo Cecilia.
Era cierto, aunque también era cierto que llevaba más de un mes
manteniendo correspondencia con él. No es que la viuda
necesitara más combustible para su fuego.
—Algo para resaltar el color de tus mejillas —La viuda Pomfrey
inclinó la cabeza.
Cecilia tenía un vestido rojo, un hermoso vestido de satén con
bordes blancos. Había sido confeccionado, junto con docenas de
otros, para la temporada que se suponía que tenía en Londres.
Antes de que mamá cayera enferma, y sus planes para la gran
salida de Cecilia se arruinaran.
Tragando más allá de las repentinas lágrimas que se agolpaban
en su garganta, asintió. —Tengo un vestido rojo.
—Entonces debes ponértelo. Eres una joven encantadora,
Cecilia, y si el conde no lo ve así, debe ser un ciego.
No tan ciego como Marcus, esperaba ella. ¿Se recuperaría
alguna vez la vista de su hermano? ¿Qué haría Padre, una vez que
lo supiera?
La viuda debió ver la preocupación en sus ojos, porque le dedicó
a Cecilia otra sonrisa y se puso en pie.
—Te he entretenido lo suficiente, querida. Saluda a tu padre de
mi parte. Y a tus hermanos, por supuesto.
Cecilia la acompañó a la puerta y luego se quedó en el escalón
mientras la viuda Pomfrey se marchaba. El frío invernal se le metió
en los huesos. El cielo estaba bajo, las nubes prometían nieve. Sólo
esperaba que aguantara unos días más, hasta que llegaran Edward

33 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

y su familia, hasta que se recogiera madera del bosque. Mañana


debía enviar a Marcus a recoger ramas y acebo.
A medida que avanzaba la tarde, a Cecilia le resultaba difícil
concentrarse. Cada ruido la hacía saltar para buscar el carruaje de
Edward en el camino. Había comprobado una y otra vez que sus
habitaciones estaban preparadas, que el fuego estaba encendido y
que el agua para lavarse estaba lista, aunque nada de esto satisfacía
a Honoria.
La noche cayó temprano y aún no habían llegado.
Durante la cena -otro asunto tranquilo- el mayordomo se acercó
a la cabecera de la mesa.
—Le ruego que me disculpe, mi señor —le dijo al padre de
Cecilia—, pero este mensaje acaba de ser entregado por uno de los
chicos del pueblo.
El miedo se apoderó de Cecilia. No quería que Edward viniera,
pero esperaba que no le ocurriera nada malo a él o a su familia. Al
otro lado de la mesa, Marcus se tensó. Dejó el tenedor en el suelo y
las púas chocaron contra el plato.
—Léelo, padre —le instó.
Su padre desdobló el papel y leyó la nota en voz alta.

Querido padre,
Lamento informarte de que mi familia no podrá pasar la Navidad
en Wilton House. Los niños han caído enfermos, nada demasiado
grave, según nos asegura el doctor, sólo un trastorno de la digestión
que parece estar afectando a muchos en el vecindario. Aun así,
pensamos que era mejor no viajar durante estas fechas.

—Menos mal —dijo Marcus en voz baja—. ¿Te imaginas tener a


los erizos aquí, vomitando su cena por ahí?
—¡Marcus! —Cecilia le envió una mirada tranquilizadora.

34 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Además, queríamos compartir la alegre noticia de que Honoria se


encuentra en un estado sensible, lo cual, sin embargo, desaconseja el
viaje.
Nuestros pensamientos están contigo y con mis hermanos, y que
sepas que mi familia celebrará la Navidad contigo en espíritu, si no
en persona.

Tu respetuoso hijo,
Edward

Cecilia se balanceó contra su silla, el alivio desinfló la tensión


que la había llenado casi hasta reventar todo el día.
Edward y su familia no iban a venir. No tendría que soportar las
agudas palabras de Honoria cuando nada satisfacía sus altísimas
expectativas, ni correr detrás de dos niños salvajes y revoltosos, ya
que Honoria se negaba a traer a la niñera y, sin embargo, le daba
dolor de cabeza cada vez que sus retoños necesitaban ser atendidos.
Lo mejor de todo era que Cecilia no tendría que ver cómo Edward
soportaba en silencio los comentarios mordaces de su esposa, con
una mirada atrapada que tensaba sus facciones y que ella no podía
hacer nada para aliviar.
Cerró los ojos en una silenciosa oración de agradecimiento.
Cuando los abrió de nuevo, encontró al conde observándola
desde el otro lado de la mesa. Había una chispa de simpatía en sus
ojos grises, como si pudiera leer sus pensamientos. Ella le sonrió, y
por un momento pensó que él le devolvería la sonrisa. Entonces,
Marcus derribó su copa de vino al buscarla a tientas, y el momento
se interrumpió, perdiéndose entre el alboroto de la limpieza.

***

Liam acomodó un puñado de acebos en la parte trasera del


carro, ignorando los agudos pinchazos de las hojas. A pesar de su
sombrero, sus oídos hormigueaban de frío. El sol permanecía

35 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

oculto tras los remolinos de nubes, y sólo de vez en cuando se


asomaba para enviar un rayo de luz a través de los desnudos
bosques de invierno.
—Bien hecho —dijo Marcus, descargando su propia carga de
ramas—. Es más que suficiente para decorar todo Wiltshire con
vegetación. Y mira lo que he encontrado.
Señaló una masa de follaje que crecía en una de las ramas.
—Tu vista debe estar mejorando, para descubrir semejante
tesoro —dijo Liam—. Er, ¿qué es?
Marcus le dio una palmada en la espalda. —¡Es muérdago, mi
buen hombre! Lleno de bayas para robar un beso.
—Ah —Liam conocía la tradición, por supuesto, pero que él
recuerde nunca había visto la planta, y mucho menos la había
puesto en práctica.
—¿Es esa tu única respuesta? —Marcus sonrió—. Mi visión es lo
suficientemente clara como para ver cómo tú y mi hermana casi se
sonríen el uno al otro, antes de que ambos se recompongan.
Liam tosió, una respuesta no del todo fingida. —Te pido perdón.
—No te perdonaré.
—¿No lo harás? —Liam miró atentamente a Marcus—. Por
favor, comprende que no tengo pretensiones con tu hermana.
Era una pequeña mentira, pero en realidad, no podía confesarle
al hombre el creciente calor de los sentimientos que tenía por
Cecilia. No, no era normal que un invitado se enamorase de
repente de la hermana de su anfitrión.
Sus dedos se cerraron con fuerza en torno a una ramita de acebo,
el mordisco espinoso de la misma le hizo recobrar el sentido.
¿Enamorado? Qué idea tan imposible.
Marcus había dejado de sonreír. —Ya veo. Es una pena. Vamos,
entonces: un montón más de ramas y podremos volver a la casa.
Completaron su tarea en silencio, y Liam le dio vueltas a su
conversación en la cabeza como si fuera un manojo de piedras

36 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

bruñidas. ¿Había estado Marcus alentándolo o simplemente


tratando de determinar el estado de los afectos de Liam? ¿O había
estado advirtiéndole de alguna manera oblicua que él era
demasiado tonto para comprender? ¿Cómo se las arreglaba la alta
burguesía para hacer estas cosas?
Señor, era tres veces tonto. Si tuviera algo de sentido común,
ordenaría que se preparara su carruaje y regresaría a Tarrick Hall
esa misma noche.
Pero, de alguna manera, no podía soportar la idea de alejarse en
su vehículo vacío y frío; lejos del calor de Wilton House, lejos de
las vacaciones que, curiosamente, había llegado a anticipar. Lejos
de un par de ojos azules tormentosos que ocultaban una
vulnerabilidad que él comprendía demasiado bien.
Su regreso a la casa fue recibido con alegres gritos y el bullicio
de los sirvientes que se llevaban la vegetación. Más tarde,
adornarían el vestíbulo con ramas de dulce aroma y, sin duda,
colgarían la bola de muérdago en algún lugar divertidamente
destacado. Tal vez en el centro de la amplia abertura que conducía
al salón.
—Pasad —dijo Cecilia, y su sonrisa pareció calentarse aún más
cuando la dirigió hacia él—. Hay sidra caliente. Debe tener frío.
Lo tenía, pero no era nada que una simple taza de sidra pudiera
curar. No, era la desolación del resto de su vida, una llanura
barrida por el viento que se extendía ante él, lo que le helaba hasta
los huesos. Nunca debería haber venido a Wiltshire. Un hombre
que se está muriendo de congelación no quiere ninguna
descongelación insoportable. Es mucho mejor congelarse sin
interrupciones en el camino.
Aun así, dejó que ella lo condujera al acogedor salón, tomó la
sidra y se la llevó a los labios. Cecilia Fairfax no debía sufrir por
este sombrío estado de ánimo que había caído sobre él.
Tan pronto como hubo vaciado su copa, le hizo una rígida
reverencia. —Debo atender algunos asuntos de la finca en mis
habitaciones. Le ruego que me disculpe hasta la cena.

37 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Oh —El brillo de sus ojos se apagó, y él lamentó ser la causa—.


No deje que le retengamos.
Marcus hizo un ruido desagradable desde su posición encorvada
en el sofá, pero no dijo nada. Sintiéndose inexplicablemente
cansado, Liam se dirigió al refugio de una puerta que podía cerrar
tras de sí.
Cuatro horas más tarde, salió, un poco más cálido físicamente,
aunque no de espíritu, para encontrar el vestíbulo envuelto en las
sombras grises del atardecer. Las sirvientas aún no habían
encendido los apliques de la pared.
Al cerrar la puerta, un movimiento le llamó la atención. Una
figura ligera con faldas se encontraba al final del pasillo. Se giró,
preparado para hacer un gesto de simpatía a la criada errante, pero
no había nadie.
Qué raro.
Liam parpadeó. Podría haber confundido una cortina colgante
con una criada, en la penumbra, si no fuera porque no había
cortinas en los alrededores. Ignorando el escalofrío que sentía en la
nuca, caminó por el pasillo.
Al final de la escalera, se encontró con una criada sonrojada que
llevaba una vela. Le hizo una rápida reverencia y pasó junto a él
para encender los apliques.
—¿Lord Tarrick? —Era la voz de Cecilia—. ¿Es usted? Venía a
buscarlo para la cena.
—Lo es —dijo Liam, bajando hasta donde su anfitriona
esperaba al pie de la escalera, con su delgada mano apoyada en el
poste tallado de la puerta—. Mis disculpas por haberla hecho
esperar.
Le ofreció el brazo, como debe hacer un caballero. Al menos
conocía algunos de los protocolos adecuados.
—En absoluto —Ella le pasó la mano por el codo y juntos se
dirigieron al comedor.

38 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Cuando pasaron por el salón, Cecilia soltó un grito agudo y


tropezó con él.
—¡Señorita Fairfax! —Inmediatamente la cogió por los
hombros—. ¿Está usted bien?
Ella negó con la cabeza y miró a su alrededor, con una
inclinación sospechosa en sus cejas. Al no encontrar lo que
buscaba en la calurosa sala, le dedicó una sonrisa medio distraída.
—Mis disculpas, mi señor. Pensé que... bueno. No importa. Está
claro que soy más torpe de lo que había imaginado.
—No le encuentro torpe en lo más mínimo —Debería soltarla,
ahora que había recuperado el equilibrio, pero sus manos parecían
incapaces de levantarse de sus hombros.
Un leve rubor coloreó sus mejillas cuando levantó la cabeza y se
encontró con su mirada. Luego sus ojos se deslizaron hasta un
punto algo por encima de su cabeza, y su rubor se hizo más
intenso.
Qué era... Ah, sí. Si no se equivocaba, estaban justo debajo de la
bola de muérdago.
Le dio un instante para que se apartara. En cambio, Cecilia se
balanceó imperceptiblemente más cerca de él. Sus labios, cuando
no estaban apretados en una línea ansiosa, estaban llenos. Y
eminentemente besables.
Alejando todo pensamiento racional, Liam se inclinó hacia
delante. Sus miradas se encontraron, con un escalofrío que le
recorrió la columna vertebral. Entonces, deliberadamente, cerró
los ojos e inclinó su rostro hacia el de él.
Con el corazón acelerado como un vagón desbocado, bajó la
cabeza y rozó su boca con la de ella. Suave, cálida... y luego la
calidez se convirtió en una llama viva. Apretó más sus labios
contra los de ella, y ella suspiró, abriendo ligeramente la boca bajo
la suya. La lengua de él, muy traicionera y poco caballerosa,
aprovechó para sumergirse en su dulzura. Un fuego lo recorrió, y
una curiosa sensación de acierto. Cecilia Fairfax pertenecía a sus

39 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

brazos, sus delgados dedos enroscados en su cabello, su cuerpo


apretado, su boca flexible y deliciosa bajo la de él.
Pero estaban en el centro de Wilton House, y un beso que había
pretendido ser una suave caricia se había convertido en algo
excesivo. Liam se obligó a levantar la cabeza para alejarse de la
calidez de sus labios; se obligó a dar un paso atrás y soltarla,
aunque su sangre clamaba por más. Arrastrarla en sus brazos,
llevarla hasta las escaleras, exigía una parte salvaje y temeraria de
él.
Ella le miró fijamente, con los ojos brillantes y las mejillas cada
vez más sonrosadas. Luego, lentamente, sonrió.
—Feliz Navidad, lord Tarrick —dijo, sin rastro de disgusto en su
voz.
—Lo mismo digo, Cecy... Señorita Fairfax. Aunque nos hemos
adelantado un poco, ¿no? La Navidad es dentro de dos días.
Ella levanto la vista. —No hay ninguna regla sobre cuando se
puede usar el muérdago. Aunque ahora deberá recoger una baya y
dármela.
Él alzó la mano y arrancó una de las pequeñas bayas blancas. Era
dura y suave, como la cera. Ella extendió su mano ahuecada y él la
dejó caer.
—¿Qué vas a hacer con ella? —le preguntó.
Su sonrisa adquirió un cariz travieso mientras metía la baya en
el bolsillo. —Venga, señor. La cena le espera.
Terminó de acompañarla al comedor, y no volvieron a hablar
del beso, el espléndido y secreto beso que ahora estaba
indeleblemente grabado en su memoria. Dormiría, y se despertaría,
y volvería a dormir con la sensación recordada de sus labios en los
de ella. Durante años, sin duda. Años y años. No podía decidir si
eso era algo maravilloso o terrible.
En cualquier caso, nunca se arrepentiría de ese beso.

***

40 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

La Nochebuena llegó inexorablemente, y ya era de noche, a


pesar de los esfuerzos de Cecilia por mantener el día a raya. Había
pasado las horas en un torbellino, asegurándose de que todo
estuviera listo para la fiesta. Los pasteles estaban horneados, el
tronco de Navidad listo para encender en la chimenea del salón y
todos sus regalos envueltos.
La viuda Pomfrey había llegado, con tartas en la mano, como
había prometido. Le hacía compañía a papá antes de la cena,
mientras Cecilia se vestía.
Cecilia estaba sentada ante el cristal de su habitación,
cepillándose el pelo. Martha la había ayudado a ponerse el vestido
de satén rojo, y la tela brillaba intensamente a la luz. Demasiado
intenso, tal vez. Su piel parecía pálida en contraste, con los ojos
muy abiertos y cansados. No estaba segura de ser digna de un
vestido tan bonito.
Aunque el conde la había besado, bonita o no.
Ah, ese beso. Ella había permanecido despierta demasiado
tiempo la noche anterior, reviviendo el momento detrás de sus
ojos cerrados. La mirada seria que él le había dirigido, la calidez de
sus labios sobre los suyos, la sólida fuerza de sus brazos al rodearla,
la impresionante suavidad de su cabello negro como el cuervo
entre sus dedos.
No había querido acabar bajo el muérdago con el conde. Tal vez
lo había soñado, pero nunca lo habría manipulado tan
descaradamente. No, eso había sido obra del fantasma. Una
pequeña cosa astuta, empujar a Cecilia tan violentamente en el
momento oportuno. No era normal que Lizzy hiciera una
demostración tan evidente.
No es que el fantasma de la niña haya sido visible, pero aun así.
Cecilia no podía explicar tal cosa a su huésped, y por eso lo había
hecho pasar por una torpeza.

41 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—¿Señorita? —dijo Martha, interrumpiendo sus


pensamientos—. La cocinera dice que todo está listo. ¿Llamo a la
familia a cenar?
—Sí, en diez minutos.
Cecilia se recogió el pelo y lo enrolló en un moño. Mirándola,
Martha hizo una mueca.
—Ahora, señorita, déjeme arreglarle el pelo. No le llevará más
que un momento.
Sin esperar a que la sirvienta asintiera, puso la plancha de rizos
en el fuego y luego sacó unos cuantos mechones de pelo pálido del
moño de Cecilia. Hábilmente, los rizó, los suaves tirabuzones
cayendo sobre la cara de Cecilia.
—Así está mejor —dijo Martha—. Aunque necesita algo más.
Ese peine con tachuelas de rubí.
—No podría —La respuesta de Cecilia fue automática.
La peineta había pertenecido a mamá, y aunque Cecilia había
heredado todas sus joyas, no las había tocado desde la muerte de
su madre.
—Ahora bien, señorita, su querida madre habría querido que
tuviera un buen aspecto. Especialmente esta noche.
Martha le guiñó un ojo y Cecilia se sonrojó. ¿Todos los
sirvientes sabían de su creciente afecto por Lord Tarrick?
—Oh, muy bien. Pero date prisa.
Señaló el joyero del tocador, donde la baya de muérdago estaba
escondida como una pequeña y preciosa perla. Sonriendo, Martha
sacó la peineta y la introdujo hábilmente en el peinado de Cecilia.
Las gemas parpadearon y brillaron, realzadas por su pálido cabello.
—Precioso —dijo la criada—. Ahora iré a buscar a la familia.
Cuando se fue, Cecilia se quedó un momento admirando su
reflejo. Tenía un buen aspecto, en cierto modo, de cincuentona.
Suficiente para complacer al conde, o eso esperaba.

42 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Se levantó y recogió el último regalo para llevarlo al salón: un


libro envuelto en papel marrón y sellado con cera roja, para Lord
Tarrick. Tras horas de reflexión, se había decidido por su querido
libro de Baladas líricas de Wordsworth y Coleridge. Los poemas la
habían reconfortado a menudo, y quería regalarle algo de valor
personal, que demostrara la estima que sentía por él.
Algo que le agradeciera aquel espléndido beso.

***

La cena fue un acontecimiento alegre, en gran parte porque


Cecilia no podía evitar las pequeñas burbujas de alegría que la
invadían cada vez que encontraba la mirada del conde. Era una
tontería por su parte, pero no podía evitar dejarse llevar por sus
sentimientos.
Él se iría pronto, ella lo sabía. Pero ahora estaba aquí, y era
Navidad, así que dejó que sus sonrisas afloraran libremente. La
viuda Pomfrey también contribuyó al ambiente de alegría, con su
infalible buen humor y sus ingeniosas historias sobre la vida en el
pueblo. Y, por supuesto, sus deliciosos pasteles.
Después de la cena se dirigieron al salón, donde el tronco de
Navidad crepitaba alegremente. Cecilia se cuidó de dejar de lado el
muérdago, aunque pudo sentir la mirada del conde sobre ella
cuando entró en la habitación.
Se dirigió al piano y comenzó a tocar el villancico favorito de la
familia: God Rest Ye Merry Gentlemen. Marcus fue el primero en
tocar la melodía, con su barítono claro y fuerte. La viuda se unió a
él con un contralto tambaleante, rápidamente apuntalado por el
tenor de papá.
Cecilia cantaba en voz baja, pero le resultaba difícil mantener su
lugar en la música y cantar al mismo tiempo.
Una sombra cayó sobre la página, y ella levantó la vista para ver
a Lord Tarrick de pie junto a su hombro. En silencio, comenzó a
cantar también, leyendo la letra de la partitura. Su voz era grave y

43 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

profunda, un poco ronca como si estuviera desusada, pero lo


suficientemente afinada.
Cuando terminó el villancico, se volvió y le sonrió.
—No sabía que cantaba.
—No lo hago —Sus ojos grises estaban serios—. Hasta ahora.
Sus miradas se mantuvieron, hasta que Marcus se aclaró la
garganta.
—¡Aquí viene un Wassailing! —exclamó.
A pesar del alegre ruido de los villancicos que salían del salón,
ningún wassailer llegó a Wilton House. Sin duda pensaron que la
finca seguía de luto. Después de que la familia y sus invitados
hubieran bebido su ración de vino especiado, Cecilia ordenó que el
resto se repartiera entre los sirvientes.
Por fin, ya entrada la noche, la pequeña fiesta llegó a su fin.
—Cielos —exclamó la viuda Pomfrey, mirando el reloj de
bolsillo prendido a su bata—. ¡Mira la hora! Debo volver a casa.
—Oh, quédate —dijo Cecilia—. He preparado una habitación
extra, por si acaso.
No fue necesario convencer a la viuda para que se quedara, y
pronto todos se dirigieron a sus camas. Cecilia se quedó un
momento en el salón, para asegurarse de que el tronco de Navidad
estaba bien colocado.
Satisfecha, salió al vestíbulo, pero percibió luz y movimiento
cerca de la cocina. Probablemente se trataba de un sirviente que
estaba bebiendo el último vino, pero Cecilia se dirigió en esa
dirección. La cocina estaba vacía, la puerta se abría de par en par,
dejando pasar el gélido aire de la noche.
Se detuvo en el umbral, frotándose la piel de gallina de los
brazos.
—¿Hola? —llamó—. ¿Hay alguien fuera?

44 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

En la esquina de la casa vio una figura con gorra blanca que


llevaba un farol. Sin tener en cuenta el frío, Cecilia se apresuró a
salir.
—¡Señora Bess! —gritó, cuando estuvo lo suficientemente cerca
para reconocer la figura—. ¿Qué está haciendo?
La anciana había bajado los escalones que conducían al sótano y
estaba rebuscando en sus llaves. Al oír la voz de Cecilia, levantó la
vista.
—Debemos tener cordial de ciruela para mañana.
—Desde luego —dijo Cecilia—, pero podemos traerlo por la
mañana.
—No, no —La voz de la señora Bess era ansiosa y fina—. Es una
tradición de Wilton House. Cordial de ciruela para Navidad.
Evidentemente, la mente de la vieja ama de llaves no descansaría
hasta tener en sus manos una botella de cordial. Cecilia bajó los
escalones mientras la señora Bess abría la puerta del sótano. Tomó
la linterna de los dedos helados del ama de llaves.
—Quédate aquí —dijo Cecilia—. Voy a buscar el cordial.
Se apresuró a entrar en los húmedos confines del sótano,
deseando una vez más que tuvieran un acceso interior. Pero
Wilton House estaba construida de forma extraña y nadie había
considerado oportuno que el sótano fuera de fácil acceso.
A la luz de la lámpara, las hileras de frascos y botellas de vidrio
brillaban como un tesoro extranjero; ámbar y verdín y viejos
rubíes. Cecilia localizó el cordial de ciruelas en el extremo más
alejado de la bodega. El vaso estaba frío bajo sus dedos cuando lo
llevó hasta donde la señora Bess esperaba junto a la puerta.
—Aquí está —Cecilia le entregó a la vieja ama de llaves el
cordial—. Ahora, de vuelta a nuestras cálidas camas —Sus palabras
dejaron un penacho blanco en el aire.
—Oh —La señora Bess entrecerró los ojos en la botella—.
Cordial de ciruela. ¿Pero no deberíamos tener dos? Para los
invitados.

45 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Conteniendo su impaciencia, Cecilia se dio la vuelta y volvió a la


estantería. Dejó la linterna y estaba cogiendo otra botella de licor
cuando la puerta del sótano se cerró de golpe.
—¿Señora Bess? —Se giró y se apresuró hacia la puerta ya
cerrada—. ¿Hola?
Probó el pestillo. Estaba cerrado con llave, y la consternación la
invadió, incluso más fría que el aire frío de la noche. ¿Había
olvidado la señora Bess que estaba en el sótano? Era demasiado
probable.
—¿Señora Bess? Déjeme salir —gritó, golpeando la puerta. La
madera amortiguó sus puñetazos, convirtiéndolos en suaves golpes.
Cecilia giró y agarró un tarro de pepinillos, golpeándolo contra
la puerta hasta que temió que el cristal se hiciera añicos. No hubo
respuesta. La señora Bess no regresó.
Aun así, Cecilia llamó y golpeó hasta que le dolió la garganta y
las manos. Tragándose el miedo, se desplomó contra la fría pared
de piedra. No había nada que hacer: tendría que esperar hasta la
mañana, y esperar que alguien se aventurara a ir al sótano. Aunque
la cocina estaba completamente bien provista de todo lo que
podrían necesitar al día siguiente. Sus posibilidades de ser
descubierta no eran buenas, a menos que la señora Bess recordara
su viaje nocturno.
Temblando, Cecilia echó un vistazo a la bodega. Las patatas
estaban amontonadas en un rincón en sus toscos sacos de arpillera.
Sin importarle el desorden, las tiró y se envolvió con el tosco
material. Todavía tenía un frío increíble, pero sobreviviría a la
noche. Lo haría, y al día siguiente se libraría del sótano. De alguna
manera.
Aferrada a ese pensamiento, Cecilia cerró los ojos y se sumió en
un sueño cargado de escarcha.

***

46 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Liam se despertó, con frío bajo las mantas, a pesar de las brasas
que aún brillaban en el hogar. Se subió las mantas hasta la barbilla,
pero el sueño se había ido. Después de media hora de perseguirlo,
se rindió y se levantó, poniéndose la ropa. Una rápida mirada
entre las cortinas le mostró el borde del amanecer que se extendía
por el horizonte. Había llegado el día de Navidad y no tenía nada
que dar a Cecilia.
O tal vez lo tenía todo para dar. Pero, ¿aceptaría ella?
Él se sentó en el borde de la cama deshecha, haciendo girar su
anillo de sello de un lado a otro entre los dedos. El oro era cálido,
el bisel de zafiro brillaba en la tenue luz. La esperanza y el miedo se
alternaron, recorriendo su alma hasta que se mareó.
¿Qué estaba contemplando?
No podía pedirle a Cecilia Fairfax que se casara con él. Apenas
se conocían. No, él partiría al día siguiente. Si continuaban
carteándose, o si Marcus lo invitaba a otra visita, entonces podría
armarse de valor. Pero no podía hacerlo ahora. Era el colmo de la
tontería, sobre todo porque ella no tenía ninguna razón para
decirle que sí. ¿Por qué iba a hacerlo?
Es mejor esperar.
Una vez decidido, el clamor de las emociones bajo su piel se
calmó. Liam volvió a deslizar el anillo de sello en su dedo.
Se oyó un golpe silencioso en la puerta y la criada de pelo oscuro
entró en la habitación. Se detuvo al verle. Sus ojos se dirigieron a
las mantas desordenadas, luego a él, y le hizo una rápida
reverencia.
—Buenos días, milord —Dudó un momento, y luego se dirigió a
la chimenea y comenzó a encender el fuego.
Movido por un impulso, Liam preguntó: —¿Está todo bien?
—¡Oh! —La sirvienta lo miró—. ¿La verdad, milord? La señorita
Cecilia ha desaparecido.
—¿Qué? —Se levantó bruscamente—. Desapareció, ¿cómo?

47 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Nadie lo sabe. Su cama no se ha dormido, y no se la encuentra


por ninguna parte.
Ah, eso explicaba la mirada furtiva a su cama, como si los
sirvientes hubieran pensado que su ama errante se encontraría allí.
Se aclaró la garganta.
—¿Está la familia despierta?
—Sí, están en el salón. Están organizando grupos de búsqueda,
si quieren salir.
Cecilia Fairfax desapareció. Un agujero imposible se abrió en el
tejido de su mundo. ¿Cómo podría regresar para cortejarla si ella
se había ido?
Dejando a la criada, salió al pasillo. No podía creer que Cecilia
hubiera desaparecido sin más. No aquí, en el sereno corazón de
Wiltshire, rodeada de familia y amigos.
Un parpadeo de movimiento en la cabecera de la escalera le hizo
levantar la vista y Liam se detuvo a trompicones. Una chica estaba
allí, vestida con un extraño y anticuado vestido.
Pero no fue eso lo que hizo que un escalofrío recorriera su piel.
Era que podía ver a través de ella hasta las paredes con paneles, su
figura era transparente como la niebla.
—¿Lizzy? —susurró, con la boca seca como el papel.
Ella asintió y le hizo una seña urgente, y luego se deslizó por la
escalera. Liam se quedó congelado durante un instante, y luego dio
un salto hacia delante. No creía que el fantasma quisiera hacerle
daño. ¿Sabía ella lo que le había ocurrido a Cecilia?
Al pie de la escalera, miró a su alrededor, y luego vio la pálida
figura de Lizzy flotando cerca de la puerta principal.
—¿Afuera? —preguntó.
Como respuesta, el fantasma atravesó la sólida puerta de caoba y
desapareció. Liam se apresuró a seguirla. Desbloqueó la cerradura
y abrió la puerta de golpe, justo cuando Marcus salía del salón.
—Tarrick —dijo Marcus—, ¿qué diablos estás haciendo?

48 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Lizzy ha salido —respondió Liam, un poco incoherente.


No había tiempo para explicar. Bajó los escalones de la entrada,
y Marcus lo siguió de cerca. Un jirón de niebla dobló la esquina de
la casa y Liam lo persiguió. Se detuvo fuera de las hileras del jardín
de la cocina. No había rastro del fantasma.
—¿Dónde estás? —gritó, con la voz quebrada en la última sílaba.
Cecilia no podía perderse para él. No lo permitiría.
—¿Estás loco? —preguntó Marcus, acercándose a su lado.
—Calla —Liam bajó la mano.
Un golpe sordo salió de la esquina más alejada de la casa. Liam
se apresuró a acercarse al sonido y se detuvo a la cabeza de una
tosca escalera de piedra que descendía por la pared exterior.
—¡El sótano! —dijo Marcus.
Los dos bajaron corriendo las escaleras hasta la puerta del fondo.
Liam agarró el picaporte, pero la puerta estaba cerrada. Al oír el
sonido del pestillo, los golpes cesaron.
—¡Ayuda! —Era la voz de Cecilia, que salía de detrás de la
puerta del sótano.
—¿Cecilia? —llamó su hermano—. ¿Puedes oírme?
—Marcus, estoy aquí —Su respuesta fue débil, pero presente.
—Gracias a Dios.
Liam estuvo de acuerdo, pero Cecilia seguía encerrada en el
sótano. —¿Quién tiene las llaves? —preguntó.
Marcus frunció el ceño. —La señora Bess. Iré a buscarla —Subió
corriendo las escaleras y se detuvo en la parte superior—. Tú
quédate aquí.
Como si Liam fuera a moverse del sitio. —Señorita Fairfax —
llamó a través de la puerta—... Cecilia. ¿Está usted ilesa?
—Mayormente, aunque estoy un poco congelada —Su voz era
más débil de lo que a él le gustaba.

49 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Su hermano ha ido a buscar las llaves. La sacaremos de ahí en


un santiamén.
—¿Liam? —Sus palabras sonaban desesperadas—. Por favor,
siga hablando conmigo.
—¿Qué debo decir?
—Cualquier cosa. Sólo necesito escuchar el sonido de la voz de
alguien. Su voz.
Él inhaló profundamente y luego, antes de que pudiera
persuadirse de lo contrario, dijo las palabras. —Señorita Fairfax,
¿se casaría conmigo?
Silencio, subrayado por el fuerte latido de su corazón.
—¿Disculpe? ¿Está bromeando?
—Nunca. Sé que la situación es apenas... —Maldita sea. En qué
estaba pensando, pidiéndole a Cecilia que se casara con él a través
de la gruesa extensión de una puerta de madera. Era un cobarde de
primera—. Es decir... aquí viene su hermano.
Liam dio un paso atrás cuando Marcus bajó las escaleras a toda
velocidad, con un llavero en la mano. Detrás de él venían Lord
Fairfax, la viuda Pomfrey y un grupo de sirvientes, entre los que se
encontraba la pelirroja señora Bess. —¿Qué llave es, Cecy? —
Marcus hizo sonar el anillo con frustración.
—La de hierro más pequeña —respondió ella.
Marcus la introdujo en la cerradura y, tras otro insoportable
segundo, giró. Abrió la puerta de par en par y descubrió la forma
débil y temblorosa de su hermana, con gruesos sacos de arpillera
alrededor de los hombros y la parte superior del cuerpo. Sin decir
una palabra, Liam entró en el húmedo interior y tomó a Cecilia en
sus brazos. Ella no protestó, sólo parpadeó y volvió la cara hacia su
pecho cuando salieron a la luz.
—Brandy —dijo él, subiendo las escaleras con ella—. Y mantas
en el salón. ¿Hay una entrada más cercana a la casa?

50 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Aquí —dijo su padre, abriendo una puerta que conducía a la


cocina.
Liam llevó su preciosa carga al salón y se posó ante el fuego,
todavía con Cecilia en brazos. Los escalofríos la recorrieron, y
maldita sea si él iba a dejarla ir.
A menos, por supuesto, que ella quisiera que lo hiciera. Por muy
terrible que fuera la perspectiva. —Toma —dijo Marcus,
extendiendo una copa de brandy.
Cecilia levantó la cabeza, con los ojos del color de un moretón, y
tomó un pequeño sorbo. —Más —dijo Liam—. Tiene que entrar
en calor.
Ella bebió un trago más grande, y luego tosió y se estremeció
cuando el brandy bajó. —Mantas, milord —La criada de pelo
oscuro se apresuró a acercarse a la chimenea, con los brazos llenos
de lana tejida.
Como si la visión de la criada fuera un catalizador, Cecilia se
sentó y se deslizó suavemente de los brazos de Liam. Se quitó el
saco de arpillera, dejando rayas de suciedad en su vestido rojo y
una mancha en la mejilla. Antes de que pudiera empezar a temblar
de nuevo, la criada le puso una manta sobre los hombros y otra
sobre el regazo.
—Gracias —dijo Cecilia, echando un vistazo a la habitación—.
Gracias a todos. Me alegro mucho de que me hayáis encontrado.
—¿Cómo diablos te has quedado encerrada en el sótano? —dijo
Marcus.
—La pobre señora Bess está perdiendo la cabeza. No quiso
encerrarme, pero me temo que olvidó mi presencia —Cecilia
sacudió la cabeza—. No quería relevarla de sus obligaciones.
—Y mira que te cuesta, pobrecita —dijo la viuda Pomfrey.
—Hay que jubilarla —dijo el padre de Cecilia, en un tono que
no admitía discusión—. Inmediatamente.
Cecilia se mordió el labio. —Sí, pero no tengo a nadie que ocupe
su lugar.

51 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—En cuanto a eso... —La viuda miró a Lord Fairfax, con un leve
rubor en sus redondas mejillas—. Por favor, déjeme ayudarle.
Conozco a una mujer del pueblo que podría encajar
admirablemente.
—Excelente —dijo Cecilia, encontrando la mirada de la viuda.
Liam tuvo la impresión de que entre ellos había una pequeña
comunicación secreta que sólo las mujeres conocían, porque la
viuda sonrió y Cecilia volvió a asentir. —Lord Tarrick —dijo
Cecilia, volviéndose hacia él—. Creo que me ha hecho una
pregunta.
Él se puso rígido, la sangre se le agarrotó en las venas. —Así es.
—¿Me haría el favor de volver a preguntármelo?
—¿Aquí? —Miró el salón, desde Marcus, sentado en la alfombra
junto a su hermana, hasta Lord Fairfax y la viuda Pomfrey,
pasando por la criada de pelo oscuro.
—Sí —La voz de Cecilia era clara y firme.
Muy bien. Su pecho se tensó, pero era suyo el mando. Liam se
puso de rodillas y la miró. Tomó las manos de ella entre las suyas -
sus dedos aún estaban demasiado fríos para su gusto- y tragó saliva
una vez, para armarse de valor. —Señorita Cecilia Fairfax. ¿Me
haría el gran honor de convertirse en mi esposa?
La habitación se paralizó. Incluso las llamas de la chimenea
parecieron detenerse. Liam apenas podía respirar.
Cecilia inclinó la cabeza.
Liam quería cerrar los ojos, quería ponerse en pie de un salto y
volver corriendo a la seguridad aislada de Tarrick Hall, para no
volver a salir. En lugar de ello, se obligó a esperar, con el anillo de
sello pesando en su dedo. Por fin, Cecilia sonrió, y fue como si el
sol saliera de entre las nubes en un resplandor de promesa. Su
corazón dio un tremendo golpe, y luego se acomodó en un nuevo y
más fuerte ritmo, llevado por una sensación de esperanza más allá
de lo que jamás había sentido.

52 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

—Sí, Liam. Me casaré contigo —Ella se inclinó hacia adelante y


lo besó, suavemente, en los labios.
El mundo giró a partir de ese punto de contacto, la luna giró, los
planetas bailaron, todo porque Cecilia Fairfax había consentido en
ser su esposa. Algo en el interior de Liam se reparó, algo que ni
siquiera sabía que estaba roto, hasta los últimos meses. Marcus
soltó un grito y le dio una palmada en la espalda, la criada se
animó y Lord Fairfax sonrió ampliamente.
—Le ruego que me perdone, señor —dijo Liam, mirando a su
padre—. Debería haberle preguntado primero, pero...
—Lo entiendo —dijo el padre de Cecilia—. A veces el corazón
precede a la cabeza en estos asuntos. Tiene usted mi bendición.
Liam deslizó el sello de oro de los Condes de Tarrick de su dedo
y se lo entregó a Cecilia. El zafiro brilló en su mano. —Esto es todo
lo que tengo para darte —expresó—. Mi nombre, mi título. Mi
corazón. Todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo, Cecilia
Fairfax.
—Es más que suficiente, Liam —Las lágrimas brillaron en sus
ojos, más brillantes que el zafiro de su anillo—. Más de lo que
jamás había esperado.
—Feliz Navidad, mi condesa —dijo él.
Algo medio visto en el borde de su visión le hizo mirar hacia la
puerta. La figura translúcida de Lizzy estaba allí, sonriendo.
Mientras él miraba, ella se desvaneció, dejando sólo la alegría
mortal para llenar el salón.
Lo cual era, de hecho, suficiente.

53 / Página
Navidades Nobles | Libro 1
Anthea Lawson

Anthea Lawson, calificada


como “una nueva estrella del
romance histórico” por Booklist,
ha conquistado a los lectores
con su combinación de picantes
escenas de amor y elegante
prosa. Su primera novela,
PASSIONATE, fue finalista como
mejor primer libro en los
prestigiosos premios RITA de los
escritores de romances de
América.
Vive en el noroeste del Pacífico donde, además de escribir,
bebe té fuerte, toca el violín y pasa tiempo con su pequeña pero
buena familia.
Anthea también escribe fantasía urbana para adultos
premiada bajo el seudónimo de Anthea Sharp. Descubre cómo
los juegos de ordenador de alta tecnología se cruzan con el
reino de las hadas en http://antheasharp.com/ Visita el sitio
web de Anthea en http://www.anthealawson.com

Y hazte amigo de ella en Facebook y síguela


en Twitter... Nos vemos allí.

54 / Página

También podría gustarte