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Levántate, Huenchullán [Arauco tiene una

pena]
Canción de Violeta Parra

Arauco tiene una pena, que no la puedo callar


Son injusticias de siglos, que todos ven aplicar
Nadie le pone remedio pudiéndolo remediar
Levántate, Huenchullán

Un día llega de lejos Huescufe conquistador


Buscando montañas de oro que el indio nunca buscó
Al indio le basta el oro que le relumbra del sol
Levántate, Curimón

Entonces corre la sangre, no sabe el indio qué hacer


Le van a quitar su tierra, la tiene que defender
Arauco está desolado y el ajuerino de pie
Levántate, Manquilef

¿A dónde se fue Lautaro, perdido en el cielo azul?


Y el alma de Galvarino se la llevó el viento Sur
Por eso pasan llorando los cueros de su cultrún
Levántate pues, Calfull

Del año mil cuatrocientos que el indio afligido está


A la sombra de su ruca lo pueden ver lloriquear
Totora de cinco siglos, nunca se habrá de secar
Levántate, Quilapán

Ya rugen las elecciones, se escuchan por no dejar


Pero el quejido del indio, nunca se habrá de escuchar
Por más que truene en la tumba la voz de Caupolicán
Levántate, Curiñan

Desde ese tiempo han pasado las lunas en cantidad


Ya no son los españoles los que les hacen llorar
Hoy son los proprios chilenos los que les quitan su pan
Levántate, Pailahuán

Ya no florece el mañio, ya no da fruto el piñón


Se va a secar la araucaria, ya no perfuma el cedrón
Porque al Mapuche le clavan el centro del corazón
Levántate, Curimón

Con mi litigio de amor

(Violeta Parra)

Con mi litigio de amor


llegué donde el señor juez,
por remediar de una vez
la causa de mi aflicción.
Le digo que en Concepción
sufrí muy grande amargura
que a punto de locura
me tuvo el desasosiego,
y al señor juez yo le ruego:
«Senténcieme con premura».

Mi caso tan complica’o


es este, su señoría:
se me perdió l’alegría
sin saber cómo ni cuándo.
Aquí me ve usted llorando
con la mirada en el suelo;
la vida me da recelo,
m’espanta su indiferencia,
la mano de la inclemencia
me ha echa’o este nudo ciego.

Ya ve mi cara, señor,
más pálida que la muerte;
escuche cómo de fuerte
palpita mi corazón.
Mi pobre caparazón
tirita como en invierno,
mis venas son un infierno
que arden con fuego mortal.
Castígueme el tribunal
si acaso culpa yo tengo.

Es increíble y penoso
lo que yo estoy padeciendo,
que se me van escondiendo
las ansias de hallar reposo.
Motivo muy doloroso
el sueño me ha prohibido,
la fuerza me ha consumido
y me ha atormentado el alma.
Pa’ mí lo que llaman calma
es vocablo sin sentido.

Si el día se me hace largo,


la noche el doble, señor;
con amapolas en flor
consigo entrar en letargo.
Mi cautiverio es amargo,
sus yerros aborrecibles,
que ya se me hace insufrible
la luna del alto cielo,
y la Virgen del Carmelo
no está pa’ mí disponible.

Romance de La Niña Negra

Leonardo Siré
Toda vestida de blanco
Almidonada y compuesta
En la puerta de su casa
Estaba la niña negra

Un erguido moño blanco


Decoraba su cabeza
Collares de cuentas rojas
Al cuello le daban vueltas

Las otras niñas del barrio


Jugaban en la vereda
Las otras niñas del barrio
Nunca jugaban con ella

Toda vestida de blanco


Almidonada y compuesta
En un silencio de lágrimas
Lloraba la niña negra
Toda vestida de blanco
Almidonada y compuesta
En su féretro de pino
Reposa la niña negra

A la presencia de Dios
Un ángel blanco la lleva
La niña negra no sabe
Si ha de estar triste o contenta

Dios la mira dulcemente


Le acaricia la cabeza
Y un lindo par de alas blancas
A sus espaldas sujeta

Los dientes de mazamorra


Brillan a la niña negra
Dios llama a todos los ángeles
Y dice: ¡Jugad con ella!

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