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UNIVERSIDAD DE JAÉN
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Bases Neurobiológicas
de la agresión.
JUNIO, 2019
1
ÍNDICE:
2
RESUMEN:
PALABRAS CLAVE:
Agresión, violencia, MAOA, serotonina, cortisol, hipotálamo, corteza prefrontal y
amígdala.
ABSTRACT
The neurobiological basis of aggressive behavior has been a great field of study since
the twentieth century in all areas of psychology, especially in the field of psychobiology
and legal psychology, since this behavior is largely involved in behaviors criminals, this
behavior has been studied in numerous animal species and in humans. In this review, the
terms aggression, violence, aggressiveness and impulsiveness are defined, the different
theories that give rise to the reason of the aggression, the different types of aggression
that exist and the distorted cognitive processes that are produced in people when they
perform aggressive behavior. On the other hand, the neurobiological bases of aggression
are exposed, among which are the genetic and environmental factors, neurotransmitters,
hormones, brain structures involved in aggressive behavior and substances of abuse that
can produce the aggressive behavior.
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KEYWORDS:
Aggression, violence, MAOA, serotonin, cortisol, hypothalamus, prefrontal cortex
and amygdala.
1. INTRODUCCIÓN:
Para hablar sobre las bases que gobiernan la agresión y/o violencia, debemos en
primer lugar definir el término agresividad. Según Valzelli (1983) (citado en Ortega y
Alcázar, 2016), quien define la agresividad como una conducta adaptativa que sirve para
satisfacer necesidades y para eliminar cualquier tipo de amenaza que se realice contra
integridad física y/o psicológica del organismo, para la conservación del ser humano, y
solo en el caso en el que se viese comprometida la vida se atacaría al oponente, llegando
a provocar si es necesario la muerte.
Sobre los términos violencia y agresión se han dado múltiples definiciones a lo largo
de la historia.
La Real Academia Española (2018) recoge la definición del término agresión, por
ejemplo: “Acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño.”
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En cuanto al termino violencia La Real Academia (2018) la define de la siguientes
formas: “Acción y efecto de violentar o violentarse”, “Acción violenta o contra el natural
modo de proceder” o “Acción de violar a una persona”.
La definición más aceptada es la propuesta por la Organización mundial de la salud
(OMS; 2002) en un informe mundial sobre la violencia y la salud, en el que definen el
concepto violencia de la siguiente manera: “El uso deliberado de la fuerza física o el
poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo
o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños
psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.”
Es necesario realizar una distinción entre los conceptos de agresión y violencia como
utilidad biológica, ya que en muchos casos se confunden. Con el termino agresión nos
referimos a una conducta o comportamiento que tiene como finalidad la supervivencia,
es decir, tiene un valor adaptativo (Archer, 2009), en cambio, el termino violencia haría
alusión a una conducta agresiva sin valor adaptativo, en este caso el organismo tiene el
objetivo de causar un daño, siendo si es necesario la muerte de la víctima (Anderson et
al, 2002; Daly et al, 2003; Mas, 1994) (Citado en Ortega y Alcázar, 2016). La violencia
es influida por factores sociales, culturales, psicosociales, biológicos y ambientales, que
se organizan para modelar la expresión de la conducta violenta.
La conducta violenta ha sido explicada por diferentes teorías, entre las que destacan
la teoría del aprendizaje social de Bandura que explica la conducta agresiva mediante los
mecanismos que originan la agresión entre los que destacan el aprendizaje por
observación y por la experiencia directa, además influye el carácter reforzador o aversivo
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de la conducta y los mecanismos que hacen que la conducta agresiva se mantenga en el
tiempo, según este autor la agresión se prolonga en el tiempo gracias a “neutralizadores
de la autocondenacion por agresión” como pueden ser la atenuación por la comparación
entre agresiones de diferente gravedad, justificación de la agresión por motivos de tipo
religioso, disminución del sentimiento de responsabilidad, culpabilizar a los demás, entre
otros.
Otro de los modelos propuesto para explicar la agresión es la Teoría de la Frustración-
Agresión, entre otras. Estos autores plantearon que la agresión es un tipo de
comportamiento que surge cuando la obtención de una meta es bloqueada, es decir, esta
teoría podría entenderse como la conducta agresiva es la respuesta ante la frustración
causada por la incapacidad de satisfacer una necesidad. Aunque no en todos los casos en
los que se produce frustración hay agresión, ya que los sujetos desarrollan formas
alternativas para reaccionar a la frustración de forma adecuada y evitar la agresión, como
por ejemplo escapar de la situación frustrante o proponer metas alternativas. En una
posterior revisión de la teoría, los autores matizaron que la frustración solo conduce a la
agresión cuando esta va a asociada a características concretas como son la arbitrariedad e
injusticia, el grado de satisfacción anticipada que se produce sobre una conducta que no
llega a finalizar o que se frustra y la atribución de intencionalidad sobre la fuente
responsable de la frustración.
Los estudios más recientes sobre la agresión han propuesto nuevos modelos, como el
Modelo General de Agresión propuesto por Anderson y Bushman en 2002, este es un
modelo integrador para comprender la agresión adecuadamente, considera importantes el
papel que tienen los factores sociales, cognitivos, de personalidad, de desarrollo y
biológicos en el comportamiento agresivo en modelo nuevo conocido como “I3 Model”
(Finkel & Hall, 2018), este modelo pretende explicar cómo una conducta “normal” puede
convertirse en una conducta agresiva. Este modelo tiene en cuenta factores que producen un
aumento de la conducta agresiva, estos factores son la instigación y el impulso.
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La agresión impulsiva puede entenderse como una reacción “salvaje”, es decir, una
respuesta ante la sensación de provocación o amenaza, en su caso, la agresión
instrumental es una respuesta premeditada, con un objetivo determinado. Aunque son
tipos de agresión diferentes, es necesario señalar que la conducta violenta puede presentar
características de ambos tipos de agresión (Bushman et al, 2001; Penado et al, 2014,,
Citado en Ortega y Alcázar, 2016). Por ejemplo, un comportamiento agresivo, como
respuesta a una provocación, puede darse de manera inesperada en forma de enfado u
hostilidad, pero además, el mismo comportamiento podría darse con un objetivo
determinado y de manera controlada (intimidar o hacer daño a la víctima) (Rosell &
Siever, 2015).
Además de la clasificación propuesta anteriormente, también es necesario hacer una
distinción entre agresión reactiva y proactiva, ambos conceptos contribuyen de manera
conjunta a la agresión. La agresión reactiva, es un tipo de agresión que se produce como
respuesta a la frustración que percibe el individuo, esta va acompañada de sentimientos
de hostilidad, rabia o ira, entre otros. Este tipo de agresión tiene como objetivo principal
disminuir o eliminar el estado afectivo que no es agradable para el individuo en ese
momento. Por otro lado, la agresión proactiva no tiene por qué ir acompañada de un
estado afectivo desagradable, como puede ser por ejemplo sentir rabia, ira etc…, sino que
esta suele venir motivada por la expectativa que tiene la persona que realiza la agresión
para conseguir algún tipo de recompensa, no siendo necesaria la percepción de
provocación (Penado et al., 2014; Rosell & Siever, 2015). Estas dos formas de agresión
están relacionadas, pero la agresión reactiva se ha relacionado más con abuso, bajo control
de los impulsos o impulsividad, emociones negativas y dureza emocional, sin embargo la
agresión proactiva se ha vinculado con psicopatía y delitos violentos y de agresión
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1.2. PROCESOS COGNITIVOS DISTORSIONADOS EN LA CONDUCTA
AGRESIVA:
Los procesos cognitivos distorsionados que pueden incitar a una conducta agresiva
son los siguientes:
-Déficits en el procesamiento de la información social: Muchos autores han intentado
explicar los procesos cognitivos que pueden dar lugar a un comportamiento agresivo
mediante un modelo teórico, en primer lugar Dodge en 1986 y posteriormente otros
autores, estos estudios experimentales consistían que los niños sujetos de estudio, debían
reconocer y diferenciar las intenciones que los ocasionaban el comportamiento agresivo
de su grupo de iguales. (Dodge, 1980; Dodge et al, 1984) (Citado en Roncero et al, 2016).
En una reformulación realizada por Crick y Dodge en 1994 sobre el Modelo del
Procesamiento de la Información Social, sugieren que la realización de un
comportamiento agresivo es un proceso en el que intervienen 6 pasos cognitivos desde
que se codifica una determinada señal hasta que se produce la respuesta agresiva. Estos
pasos son los siguientes (Figura 1):
Codificación de señales tanto internas como externas
Interpretación y representación mental de dichas señales.
Selección de una meta concreta.
Acceso o elaboración de una respuesta.
Elegir la respuesta que se va a emitir
Llevar a cabo la respuesta.
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Figura 1: Extraída de Roncero et al, 2016). Si alguno de los pasos que pueden observarse en la figura
1 se altera, puede dar lugar a una modificación en el procesamiento de la información social pudiendo dar
lugar a una conducta agresiva en el individuo.
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-Pensamientos automáticos negativos: Son admitidos como el origen de la ira, además
son los encargados de dar lugar a las respuestas de tipo emocional, fisiológico y
conductuales, entre las que se encuentra la conducta agresiva.
Un retraso en el desarrollo del juicio moral, este término podría ser entendido
como una perseverancia de la inmadurez moral de una persona en etapas
posteriores a la infancia, como son la adolescencia y adultez.
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2. BASES NEUROBIOLÓGICAS DE LA AGRESIÓN O VIOLENCIA:
ESTUDIOS EN HUMANOS Y ANIMALES.
En los estudios realizados por Liu (2011) (Citado en Denson, O'Dean, Blake &
Beames, 2018). se ha comprobado que varios factores de riesgo prenatal, perinatal y
postnatal, como fumar durante el embarazo, complicaciones en el parto, depresión
materna, desnutrición, exposición al plomo, traumatismos craneoencefálicos, abuso
infantil y estrés materno, donde en algunos de estos se encontraron diferencias en función
del sexo en niños y niñas con un comportamiento agresivo. De estos factores, solo hubo
evidencia de diferencias de género en la desnutrición materna y la depresión materna.
Los hijos, pero no las hijas de madres desnutridas, tenían 2,5 veces más probabilidades
de ser clasificados con trastorno de personalidad antisocial cuando eran mayores.
También hubo diferencias de género en los efectos de la depresión materna en el
comportamiento disruptivo (incluye agresión). Por ejemplo, en un estudio longitudinal de
más de 1,300 niños y sus madres se encontró que una mayor depresión materna se
asociaba con un mayor comportamiento disruptivo en los niños de 2 años, pero la relación
fue más fuerte para las niñas a los 6 años que para los niños (Blatt-Eisengart et al., 2009,,
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Citado en Denson et al, 2018). Aunque la razón no está clara, la interrupción del cuidado
provocado por la depresión materna puede ser la razón de estos hallazgos.
Son tres los neurotransmisores (NT) más importante que median la regulación del
comportamiento agresivo, estos son dopamina, noradrenalina y serotonina, entre otros.
Sistema dopaminérgico
Según los estudios realizados (Almeida et al, 2005) (Citado en Nelson & Trainor,
2007) se ha podido comprobar que el comportamiento agresivo parece requerir que las
neuronas dopaminérgicas mesocorticolímbicas estén intactas. Estas neuronas también
influyen en otro tipo de conductas tales como la reproducción, conductas maternas,
alimentación y consumo de drogas., el receptor D2 dopaminérgico influye en la conducta
agresiva. En un experimento llevado a cabo por Vukhac et al (2001) (Citado en Nelson
& Trainor, 2007) con ratones machos se han encontrado dos variaciones del receptor D2,
denominadas D2L (forma larga) y D2S (forma corta). Los ratones que carecían del
recepto D2L mostraron una agresividad reducida.
Los resultado se diversos estudios han propuesto que los niños que presentan una
reducción en la función de dopamina se relacionaron con conductas agresivas como la
intimidación, la expresión de ira y la crueldad (Zai et al., 2012,, Citado en Chester et al,
2015). Siguiendo la trayectoria de desarrollo estos individuos que presentaban una mayor
actividad del receptor de dopamina D2 mostraron un camino más violento desde la
adolescencia hasta la edad adulta (Guo et al, 2007,, Citado en Chester et al, 2015) y un
mayor comportamiento antisocial si vivían en un ambiente desfavorecidos (Beaver et al,
2012,, Citado en Chester et al, 2015).
Sistema noragrenérgico
Aminoácidos
Sistema serotoninérgico
Este neurotransmisor es elaborado en los núcleos del rafe del tronco encefálico, estos
núcleos están en contacto con la corteza orbitofrontal (COF) y el sistema límbico.
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milagroso” (Prozac), este fármaco actúa inhibiendo la recaptación de la serotonina, por
lo tanto este provoca un aumento de la concentración de este NT en el espacio sináptico
dando lugar a que el sujeto presente una conducta agresiva reducida, algo similar sucede
con la administración de fenfluramina, este fármaco actúa liberando 5-HT, liberándose a
su vez prolactina, la concentración de esta hormona en el plasma sanguíneo se encuentra
inversamente relacionada con la agresión, por lo tanto las personas agresivas responderían
adecuadamente a la fenfluramina (Coccaro et al., 1989,, Citado en Ortega y Alcázar,
2016).
Generalmente, los bajos niveles de 5-HT se encuentran asociados con altos niveles de
impulsividad y agresividad. La serotonina tiene al menos 14 tipos de los receptores que
podrían contribuir al control de la conducta agresiva (Bortolato et al., 2013; Coccaro et
al, 2015,, Citado en Ortega y Alcazar, 2016). Los receptores más implicados han sido el
5-HT1A y 5-HT1B (Olivier et al, 2005; Pavlov et al, 2012; Takahashi et al, 2011,, Citado
en Ortega y Alcázar, 2016) . Específicamente, la activación del receptor 5-HT1A reduce
el comportamiento agresivo, ya que este es un receptor inhibidor. Los agonistas de los
receptores 5-HT1B inhiben el comportamiento agresivo. Además, se ha descubierto otro
receptor, el 5-HT 2A, el cual es un receptor excitador se encuentra vinculado con la
agresión y el suicidio (Takahashi, Quadros, Almeida & Miczek, 2011).
Por otro lado, investigaciones experimentales tanto con roedores como con humanos
indicaron, una relación inversa entre las concentraciones de 5-HT y la agresividad, es
decir, cuanto más bajo es el nivel de 5-HT, mayor es la agresión. Esta llamada "hipótesis
de deficiencia de serotonina" ha sido apoyada por investigaciones experimentales
adicionales en roedores, por ejemplo, las concentraciones reducidas de 5-HT causadas
por la dieta, intervenciones farmacológicas o variación genética aumentan el
comportamiento agresivo, mientras que la activación de ciertos receptores 5-HT dan lugar
a una disminución de la conducta agresiva. (Duke, et al, 2013; Quadros, et al, 2010,,
Citado en Kästner et al, 2019).
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Hasta ahora la mayoría de los estudios con animales han investigado los efectos de
los niveles de 5-HT extracelulares más altos o más bajos, pero en una de las
investigaciones más recientes se ha utilizado un nuevo enfoque, donde se utiliza un
modelo de ratón knockout, es decir, que han sido modificados genéticamente mediante
triptófano hidroxilasa 2 (Tph2), para que no tengan un gen correspondiente que permite
investigar los efectos de la deficiencia completa de 5-HT en el cerebro. La TPH2 es la
enzima limitante de la velocidad en la síntesis de 5-HT cerebral. A pesar de la falta de
este importante neurotransmisor que se confirmó mediante análisis inmunohistoquímico,
estos ratones son viables e incluso desarrollan neuronas como "serotoninérgicas" en la
región de rafe del tronco cerebral. (Gutknecht, et al, 2008) (Citado en Kästner et al, 2019),
encontrándose con que en ambos sexos se podía observar una mayor agresividad
(Mosienko, et al, 2012; Angoa et al, 2012; Gutknecht et al, 2015; Kane et al, 2012,, Citado
en Kästner et al, 2019).
Según los estudios realizados por Craig Ferris (1996) en numerosas especies de
roedores, se ha comprobado que la serotonina se relaciona con la vasopresina, otro
neurotransmisor implicado en el control del comportamiento agresivo. Sus observaciones
revelan efectos opuestos entre estos dos NT, la serotonina inhibe la acción de la
vasopresina, reduciendo así la agresividad, en cambio, la vasopresina aumenta el
comportamiento agresivo, asimismo ocurre en humanos.
2.3.1. ANDRÓGENOS:
Se considera que este tipo de hormonas tiene una serie de consecuencias sobre la
conducta específica de cada género. Los andrógenos son hormonas vinculadas
mayormente con irritación, agresividad, estimulación sexual entre otras.
Una de estas hormonas es la Testosterona, ha sido la hormona que más se ha
vinculado con la agresión física, esto se ha comprobado mediante estudios animales y
humanos.
La concentración de testosterona que presenta un individuo o animal determina el
nivel de agresividad que puede presentar en su conducta.
En humanos se ha observado que los hombres que presentan un elevado nivel de esta
hormona suelen presentar conductas más agresivas y hostiles, al igual que las mujeres
que también presentan mayores niveles de testosterona, presentan un aspecto más
masculinizado que las demás mujeres cuyo niveles de testosterona no son elevados.
Durante la pubertad puede observarse un incremento en el sistema endocrino,
principalmente suele observarse en el sistema hipotálamo-gonadal y en el sistema
hipotálamo-suprarrenal, coincidiendo este periodo con un intervalo donde se presenta una
probabilidad alta de que la persona se comporte con una mayor agresividad, con respecto
a otros periodos de edad.
Este tipo de hormonas se han estudiado durante mucho tiempo como mediadoras de
la agresión social y el comportamiento vinculado a las relaciones de pareja.
2.3.2. ESTRÓGENOS:
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Para entender adecuadamente el aumento en la agresividad que presentan las mujeres
es necesario mencionar que suele venir asociado a los periodos de fase lútea (tercera fase
del ciclo menstrual), si en esta fase los niveles de progesterona y estradiol son bajos, se
observa un mayor riesgo de agresión. Esto pudo comprobarse en un estudio que se realizó
a 281 mujeres fértiles, en las 24 horas posteriores a un intento de suicidio (Baca-Garcia
et al., 2010,, Citado en Denson et al, 2018), los intentos de suicidio fueron más probables
durante los períodos de fase lútea en el que los niveles de estradiol y progesterona son
bajos, en cambio, si los niveles de progesterona son altos durante la fase lútea, se produce
una reducción de la hostilidad y agresividad. Por lo tanto, la progesterona puede ser una
hormona protectora sobre conductas agresivas dirigidas hacia otra persona o hacia uno
mismo, esto puede estar asociado a que la progesterona se asocia con una mejor capacidad
en la regulación de las emociones.
Los estudios realizados con mujeres muestran que los resultados eran los mismos que
en roedores, a mayor nivel de progesterona mayor era el umbral de agresividad.
(Ramírez,. 2003,, Citado en Liévano, 2013).
2.3.3. CORTISOL:
Además de las hormonas sexuales como son los andrógenos y los estrógenos, las
hormonas suprarrenales también se encuentran implicadas en el comportamiento
agresivo. En este caso la hormona más importante es el cortisol, también llamada “la
hormona del estrés”, esta es un glucocorticoide segregada por la glándula suprarrenal, en
cuya regulación participa un Eje neuroendocrino, que está compuesto por el hipotálamo,
la hipófisis y la glándula de la corteza suprarrenal (HPA), este es el encargado de liberar
glucocorticoides, cortisol y corticotropina (ACHT).
Este Eje consta de los siguientes niveles, en primer lugar el núcleo paraventricular del
hipotálamo produce la liberación de la hormona corticotropina (ACHT), esta es liberada
por la hipófisis, en segundo lugar la corticotropina (ACHT) estimula la corteza
suprarrenal para que se produzca la síntesis y liberación de glucocorticoides.
Además, del Eje HPA, en la conducta agresiva se encuentra implicado otro Eje, el Eje
hipotálamo-hipofisario-gonadal (HHG), este está regulado por el hipotálamo y la
glándula pituitaria y es el encargado de producir una disminución en la secreción de otras
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hormonas como son la gonadotropinas, testosterona, la hormona del crecimiento,
prolactina y la respuesta agresiva.
Es necesario mencionar que estos ejes interactúan de forma antagónica, es decir, el
Eje HPA inhibe al Eje HPG y viceversa, (Viau 2002,, Citado en Montoya, Terburg, Bos
& Van, 2012), el cortisol inhibe la actividad del Eje HPG en todos los niveles y la
testosterona inhibe al el Eje HPA en el hipotálamo, por ejemplo produciendo una
reducción de la síntesis de arginina vasopresina. Esto también ocurre nivel de receptores,
por ejemplo, el aumento de glucocorticoides produce una disminución en la síntesis del
receptor de andrógenos. (Salvador, 2012; Viau, 2002,, Citado en Dekkers, 2018).
Por otro lado, según los estudios realizados (Sapolsky, 1990,, Citado en Liévano,
2013) en primates, se tiene constancia de la gran importancia que tiene los niveles de
cortisol en la agresión, ya que los primates (macho) dominantes de la manada presentan
un alto nivel de cortisol en sangre, esto provoca que ante situaciones desafiantes
respondan de forma más rápida y con una mayor intensidad en comparación con los
primates no dominantes de la manada o también llamados subordinados. Además, en este
estudio pudo verse que los machos que tienen seguridad sobre el lugar que representan
en la “jerarquía de la manada” muestran niveles más bajos de cortisol en sangre en
comparación con los primates que ven amenazada su posición en la jerarquía, en estos
los niveles de cortisol son mayores, y por lo tanto tienen una mayor predisposición a
presentar conductas con mayor irritabilidad.
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La conducta agresiva está regulada por varias estructuras cerebrales, las más
implicadas en este comportamiento son la corteza prefrontal, la amígdala, el hipotálamo
y la sustancia gris preriacueductal.
Números estudios que se realizaron en el siglo XX en gatos mostraron que había una
región en el hipotálamos posterior que cuando era destruida y se rompían sus conexiones
con el tronco del encéfalo o medula espinal desaparecía la conducta agresiva (Finger,
1994; Siegel, 2005,, Citado en Ortega y Alcázar, 2016).
Los estudios que se han realizado sobre las bases cerebrales de la conducta agresiva
en gatos, han dado lugar a la descripción de un “ataque afectivo” el cual puede ser
controlado desde una gran extensión del hipotálamo medial, extendiéndose hacia el
tronco del encéfalo donde se encuentran centros nerviosos que controlan la expresión del
ataque en este animal. (McEllistrem, 2004,, Citado en Ortega y Alcázar, 2016). También
se encuentran comprometidas otras estructuras cerebrales como son la amígdala y la
sustancia gris periacueductal (PAG), ambos centros reciben información excitadora,
desde la PAG se envían conexiones de tipo excitador hacia locus coeruleus y el núcleo
solitario que son los encargados de mediar las respuestas emocionales. Otras de las
respuestas descrita como “ataque predador” “es controlado desde el hipotálamo lateral y
desde regiones del tronco del encéfalo, como es la sustancia gris periacueductal
ventromedial (McEllistrem, 2004,, Citado en Ortega y Alcázar, 2016). Este tipo de
conductas que realizan los gatos son análogas a la agresión afectiva e instrumental
realizada en humanos, además las estructuras cerebrales implicadas también son las
mismas que se activan en los ser humanos, añadiendo además la corteza prefrontal,
cuando realizan un comportamiento agresivo.
Según los estudios que se han realizado en humanos se ha comprobado que en sujetos
con daños cerebrales adquiridos por enfermedades como tumores o quistes, heridas o
enfermedades mentales, puede abolirse la agresividad. Por ejemplo en un estudio
realizado por Sano ( 1970 ) y replicado posteriormente (Haller, 2014,, Citado en Ortega
y Alcázar, 2016) se comprobó que es posible reducir la agresividad en pacientes con un
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comportamiento muy violento mediante la lesión de una parte del hipotálamo,
concretamente llamada hipotálamo posteromedial.
Se ha comprobado que las alteraciones en esta región del cerebro vienen asociadas a
fallos en la regulación y el control emocional, en la planificación de la conducta y del
comportamiento ético y moral, provocando además irritabilidad e impulsividad en la
persona. (Miller et al, 2007 ,, Citado en Liévano, 2013). Además, gracias a las técnicas
de Neuroimagen se ha podido comprobar los circuitos cerebrales que se establecen entre
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la CPF y otras estructuras subcorticales como son el hipotálamo, hipocampo y la
amígdala, ya que estas son estructuras que se encuentran muy implicadas en la conducta
agresiva.
Los estudios que se han realizados sobre la agresión han implicado principalmente a
la corteza prefrontal, esta es un parte situada en el lóbulo frontal delante de la corteza
premotora, que incluye a la corteza orbitofrontal (COF), la corteza cingulada anterior
(CCA) y la corteza prefrontal ventromedial (CPFvm) (Figura 4).
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Figura 4: Imagen modificada y extraída de (Ortega y Alcázar, 2016) puede observase
una visión sagital medial del hemisferio derecho en la que se ha numerado las áreas de
Brodmann 9 y 10 que se corresponden con la Corteza Prefrontal Dorsolateral, las áreas
11,12 y 25 que se corresponde con parte de la Corteza Prefrontal Ventromedial y la
Corteza Cingulada Anterior que se corresponde con el área 24 de Brodmann, siendo estas
dos áreas importantes en la conducta agresiva.
2.4.3. AMÍGDALA:
La amígdala es una estructura del lóbulo temporal medial que presenta un papel
esencial en la integración de una gran cantidad de estímulos sensitivos y motivadores, así
como la transmisión de esta información a diversas regiones corticales y subcorticales.
Estos procesos hacen que la amígdala tenga un papel indispensable en el aprendizaje
emocional, en la memoria y la conformación de lo cognitivo, afectivo, motor,
representaciones y respuestas a estímulos que tienen un importante papel afectivo y
motivacional.
Figura 5: Imagen extraída de (Rosell & Siever, 2015). En esta imagen puede
observarse un corte coronal del cerebro en el que aparecen diferenciados los distintos
núcleos de la amígdala, en tres colores diferentes. El núcleo central (Rojo), el núcleo
cortical (Verde) y el núcleo basolateral (Azul).
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3. COMO AFECTA EL CONSUMO DE SUSTANCIAS DE ABUSO EN LA
AGRESIÓN:
Como se ha expresado anteriormente (Pihl et al, 1997,, Citado en Hoaken & Stewart,
2003), hay al menos cuatro razones diferenciales, pero no necesariamente excluyentes,
de que existe una relación entre las drogas y el comportamiento agresivo.
Específicamente, los delitos violentos pueden ser cometidos para acceder a drogas o
recursos para comprar drogas. Ciertas drogas pueden aumentar la probabilidad de cometer
un acto violento debido a sus efectos directos en el individuo. Estos efectos pueden
agruparse en tres categorías: efectos farmacológicos directos (intoxicación), efectos
neurotóxicos (daño causado por el uso prolongado), o efectos de abstinencia (abstinencia
inmediata después de un uso prolongado).
En caso de intoxicación, algunos autores (Pihl et al, 2002,, Citado en Hoaken &
Stewart, 2003), proponen 4 tipos de efectos que proporcionan información sobre qué
efectos farmacológicos pueden provocar un aumento de la agresión.
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comportamiento y la iniciación y mantenimiento del comportamiento dirigido a objetivos
en respuesta a regulaciones externas e internas señales.
3.1 ALCOHOL:
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3.2. CANNABIS:
4. CONCLUSIÓN.
Después de esta revisión, he ampliado mis conocimientos sobre este tipo de conducta,
aunque he encontrado algunas limitaciones a la hora de encontrar artículos donde se
explicase ampliamente la funcionalidad de las estructuras cerebrales implicadas.
Bajo mi punto de vista sería importante aportar nuevos estudios sobre técnicas
psicológicas que puedan disminuir la conducta agresiva en los humanos (en general), ya
que la agresión depende de muchos factores psicológicos como pueden ser una adecuada
toma de decisiones o un buen autocontrol sobre la propia conducta que habría que mejorar
para que las personas más agresivas puedan controlar su comportamiento, ya que muchos
estudios se basan en la violencia de género, es decir, del hombre hacia la mujer, pero no
al revés.
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Aunque gracias a los diversos estudios que se han llevado acabo sobre la agresión,
cada vez surgen más alternativas para disminuir o eliminar este comportamiento, como
son por ejemplo algunos fármacos como la Risperidona o el Haloperidol, además de
existir diferentes tipos de técnicas como por ejemplo, instaurar actividades
físicodeportivas para adolescentes y así poder eliminar la agresión.
También seria impórtate llevar acabo más evaluaciones por ejemplo en los colegios,
para así poder llevar a cabo un seguimiento, ya que en este contexto puede evaluarse
adecuadamente a los sujetos, ya que esta es una conducta que surge en los primeros años
de vida y una vez instaurada permanece en el desarrollo del individuo, para así poder
disminuirla o eliminarla la agresión lo antes posible del repertorio del sujeto, para que los
niños/as que presentan este tipo de comportamiento adecuado y crezcan con una menor
hostilidad, agresividad, un buen control de los impulsos y una adecuada toma de
decisiones a lo largo de su vida para que puedan ser adultos sin ningún tipo de problema
conductual.
REFERENCIAS:
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