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Cleopatra, la última reina de Egipto
Pero la pequeña Cleopatra no sólo pasaba sus días jugando junto a sus
hermanos, también gastaba horas aprendiendo cosas maravillosas junto
a su tutor, don Filóstrato, un maestro griego que le enseñaba oratoria,
filosofía, astronomía, matemáticas, medicina…
FILÓSTRATO: ¡Taxi!
Cleopatra tenía mucha suerte. Y no sólo por ser la hija de un faraón y por
tener un maestro griego, sino porque vivía en la ciudad que tenía la
biblioteca más grande e importante de todo el mundo antiguo. La
Biblioteca de Alejandría era increíble, tenía tantos libros manuscritos que
harían falta más de 100 vidas para poder leerlos todos. Había llegado a
ser tan inmensa porque en Alejandría también había un importante puerto
comercial y, durante siglos, los alejandrinos habían confiscado todos los
libros que llegaban en los barcos que atracaban en el puerto.
MANDO: (DE LEJOS) ¡Ah! ¡Y que usen papiros saíticos, de los baratos!
Nada de usar buenas calidades, que así no liquidamos nunca la deuda
con Roma…
PTOLOMEO: Pero tú eres una chica. ¿Has visto a alguna chica sentada
en un trono?
SIRVIENTA: Reina entre las reinas… ¡todos tus actos serán exitosos!
Cleopatra y Julio César lucharon contra Ptolomeo quien, con sus tropas,
logró asediar el Palacio de Alejandría con ellos dentro. ¡No podían
escapar!
JULIO CÉSAR: ¡Centurión! Prenda fuego a los barcos del puerto para que
no puedan huir.
Las naves ardieron con furia. ¡El plan de César estaba en marcha! Pero el
viento hizo que el fuego se descontrolara y las llamas se extendieron
hasta la biblioteca de Alejandría, que comenzó a arder. ¡Cleopatra no
podía creer que uno de los mayores tesoros de la ciudad fuera a quedar
reducido a cenizas!
CLEOPATRA: ¡Mi preciosa biblioteca! ¡Mi gran tesoro! ¡Pero serás patán,
Julio! ¡Hoy duermes en el diván!
Pronto llegaron refuerzos para Julio César. Con estas nuevas tropas,
Cleopatra atacó a su hermano y se desencadenó la Batalla del Nilo.
Fue una batalla naval muy cruenta. Los hombres de ambos bandos caían
en combate. Los barcos ardían y el río Nilo se tiñó de sangre. Hasta que
finalmente las fuerzas romanas, lideradas por Julio César, consiguieron
ganar terreno. En su huída, Ptolomeo se subió a un bote junto a varios de
sus soldados.
PTOLOMEO: Pero, qué música es esa… ¿esos que están tocando son los
músicos del Titanic? ¡No me fastidies!
Ptolomeo cayó a las aguas del Nilo. La pesada armadura que vestía no le
permitía nadar, le arrastraba hacia el fondo. Así que murió ahogado.
Cleopatra le negó su ayuda, pero Marco Antonio creyó que había sido al
contrario y se enfadó mucho con la reina egipcia. Así que le envió una
carta:
Así que remontó el río Cydnos en un barco con la popa de oro, las velas
púrpura y los remos de plata. El barco navegaba siguiendo la cadencia de
las flautas y las liras.
Así viajaba Cleopatra, recostada bajo una tienda bordada con hilo de oro
y abanicada por sirvientes, según contó Plutarco.
Así que se puso su vestido más bonito, se envolvió en sus mejores sedas,
adornó su cuerpo con collares, anillos y brazaletes de oro y piedras
preciosas y ordenó que le trajeran un áspid.