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Las rutas del México prehispánico fueron testigos silenciosos del transitar
de diversos grupos indígenas que buscaron expandir su poderío sobre otros
pueblos. El relato que te presentamos en esta edición da cuenta de la
primera batalla que perdieron los mexicas contra los tarascos, en su
expansión en el centro de Mesoamérica.
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El tlatoani y el cihuacóatl
¿Quién era el verdadero señor de Tenochtitlan: el tlatoani o el cihuacóatl? Cuarenta
años después de que se habían liberado de ser tributarios de Azcapotzalco y se
alzaran como los mandamases del centro de México, los tenochcas ya habían
conocido a dos tlatoanis. El primero, Itzcóatl, había asegurado bajo su mando a todos
los pueblos de la ribera del lago y de su ciudad gemela Tlatelolco. El segundo,
Motecuhzoma Ilhuicamina, había acometido una conquista más amplia, que había
llegado hasta la ribera del Golfo de México y por el sur hasta Oaxaca.
Pero detrás del trono de ambos había estado siempre presente, como una sombra,
el cihuacóatl Tlacaelel, es decir, el consejero del gobernante y quien quedaba a cargo
de Tenochtitlan en ausencia del tlatoani. El hecho de que también sobre él recayera
el peso de dirigir el rumbo de la isla se debía a que, de esa forma, desde el gobierno
se representaba la dualidad del dios creador Ometecuhtli. Tlacaelel desempeñó tan
bien su papel que, incluso, había considerado prudente quemar todos los códices
que pintaran a los mexicas como débiles y reescribirlos para que mostraran a los
tenochcas como un pueblo elegido.
Rumbo a Toluca
Festejos y lamentos
Los tarascos persiguieron por un trecho a los mexicas y luego decidieron regresar
con la buenas nuevas a su capital. Con gran presteza, quienes vigilaban la batalla
desde los cerros atravesaron los montes que los separaban del Lago de Cuitzeo,
donde las noticias fueron recibidas con gran júbilo. Después, estos mismos
mensajeros se encaminaron hacia el sur, con rumbo al bello Lago de Pátzcuaro. Allí,
en su capital Tzintzuntzan, el dirigente (es decir, el cazonci) y los otros nobles del
imperio celebraron su resistencia por todo lo alto, con bailes y sacri cios de
prisioneros.
A pesar de que otros nuevos tlatoanis emprendieron conquistas que los llevarían a
situar su dominio hasta Centroamérica, jamás pudieron vencer al valeroso pueblo
tarasco. Nunca sabremos si lo hubieran conseguido, pues la Conquista española dio
abrupto n a las interacciones de poder que se desarrollaban en Mesoamérica.
* Escritor de cción narrativa, y autor de los libros de cuentos Mi vida como payaso
salvaje (2007) y Postales de Nundá (2016) y de la novela La noche que asolaron Tokio
(2013).
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