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Las huellas de

Francisco Salamone
La obra del arquitecto Francisco Salamone, un sendero de
cementerios, mataderos y palacios municipales que encarnan el
modernismo en diferentes ciudades y pueblos bonaerenses

Francisco Salamone fue un arquitecto ítalo-argentino, que vivió y trabajó en


Argentina y construyó en apenas cuatro años, entre 1936 y 1940, más de 60
edificios en 25 municipios de la Provincia de Buenos Aires.

Después de egresar del Colegio Otto Krause de Buenos Aires decidió seguir
los pasos de su padre en el oficio de la construcción. Inició sus estudios en
Universidad Nacional de La Plata y los finalizó en Córdoba. En 1917 egresó
con el título de arquitecto e ingeniero.
Su trabajo comenzó en la década de 1930. En Villa María realizó una obra de
pavimentación, un matadero, el parque del cementerio y algunas plazas (en
especial la denominada Centenario). Luego viajó a Buenos Aires para realizar
un trabajo de modernización de la obra pública de los municipios del interior
de la Provincia. Salamone tenía una gran amistad con el gobernador Manuel
A. Fresco quien le encomendó el trabajo de realizar edificios públicos en la
Pampa, dándole total libertad para sus proyectos. El objetivo era fomentar el
crecimiento de algunas pequeñas ciudades y pueblos del interior.
Cementerio de Azul
Cementerio de Azul

Salamone diseñó y ejecutó más de 70 obras trascendentales de urbanismo


público de manera simultánea en 18 municipios, entre los que destacan Azul,
Rauch, Laprida, Gonzales Chaves, Balcarce, Coronel Pringles, Tornquist,
Guaminí, Saavedra y Adolfo Alsina.
El estilo arquitectónico de Salamone está caracterizado por nuevos usos de
los espacios, torres altas, líneas rectas y simetría. La espectacularidad es
una característica de sus obas: aquellas construcciones llegaban a elevarse a
unos treinta metros al lado de casitas de poco más de dos metros. La
arquitectura de Salamone, que nada tenía que ver con el contexto en que se
erigió, es un símbolo del paisaje de la Provincia y del paisaje bonaerense.
Éstas combinan características del art decó, el futurismo y el funcionalismo,
con el hormigón armado como protagonista.

Salamone construyó principalmente palacios municipales, cementerios y


mataderos, aunque también incursionó e innovó en el área del diseño de
espacios públicos, como plazas y mobiliario urbano, delegaciones
municipales, mercados e incluso escuelas, todas construcciones de gran
valor, tanto cultural como identitario de las varias comunidades para las
que se erigieron. En 2001, estas obras fueron declaradas por por el Senado y
la Cámara de Diputados de la Provincia "Patrimonio Cultural de la Provincia
de Buenos Aires", y muchas también fueron declaradas por el Estado en el
año 2014 "Monumentos Históricos Nacionales" y "Bienes de Interés Histórico
y Artístico Nacionales".
Quizás uno de los elementos que más genera atracción es el enigma y la
sensación de misterio que envuelve su obra. De ese misterio y de esa mística
que poseen esos gigantes monumentos de hormigón en medio de la llanura
bonaerense, nace la razón por la cual los visitantes quedan cautivados

Salamone, el mítico arquitecto de


la llanura
Entre 1934 a 1940 Francisco Salamone diseñó y ejecutó más de 70
monumentales edificios públicos de hormigón armado, entre
cementerios, palacios municipales y mataderos, en 25 pueblos de la
provincia de Buenos Aires.
 POR ADRIÁN MARTÍNEZ

 29.04.2019

La famosa "Rueda de Salamone" encabeza el cementerio de Saldungaray.Foto: MARCELO MERLO
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En la mitad de la llanura bonaerense, más de 70 perturbadoras,


futuristas y monumentales estructuras de hormigón armado -entre
cementerios, municipalidades y mataderos- levantan a la estatura de
mito la figura del arquitecto italiano Francisco Salamone.

Durante los años de la gobernación de Manuel Fresco, de 1934 a


1940, Salamone ejecutó su singular obra, simultáneamente, en 25
municipios de la provincia de Buenos Aires, con un estilo
arquitectónico caracterizado por torres altas, líneas rectas y
estructuras simétricas, hechas con la novedosa técnica de la "piedra
líquida", el hormigón armado.

"Salamone, que llegó como inmigrante desde Italia junto a sus


padres a los 5 años, se formó primero en el colegio Otto Krause y
luego se recibió de arquitecto e ingeniero civil en las
universidades de La Plata y Córdoba. Su obra sigue siendo de
vanguardia, por su monumentalidad y osadía. Así como en
Barcelona está Gaudí, que no se puede comparar con nada,
nosotros tenemos a Salamone, y esta riqueza patrimonial hay que
ponerla en valor para el desarrollo de las comunidades", señaló
Ana Ramos, presidenta del Centro Cultural Francisco Salamone.

CUATRO AÑOS LOCOS


Si bien su estilo nace en Córdoba, con la construcción de los edificios
y espacios públicos de Las Varillas y Villa María, la gran mayoría de la
obra de Salamone está en la provincia de Buenos Aires: 29 palacios
municipales, 20 mataderos, 7 cementerios, plazas, ramblas,
hospitales, escuelas y mercados, todos realizados con un frenesí
único entre 1936 y 1940.

Lo más sorprendente es que diseñó no sólo los edificios, sino su


mobiliario, y elegía personalmente cada uno de los elementos
necesarios, como baldosas y artefactos de iluminación, y hasta las
plantas y árboles de sus parquizaciones.

Según el mito, Salamone pudo realizar su desmesurada obra gracias


a su amistad con el gobernador Fresco, quien lo utilizó para
desarrollar, fiel a la monumentalidad del fascismo, la imagen de un
Estado poderoso. Incluso dicen que compró y aprendió a pilotear un
avión para atender, simultáneamente, obras distribuida en más de 20
localidades de la Provincia. Sin embargo, los especialistas desmientes
estos relatos.

"Con Fresco no eran amigos. De hecho, había varios otros


arquitectos trabajando en la Provincia, y sin duda el preferido era
Alejandro Bustillo -remarcó Ramos-. La diferencia es que
Salamone buscó la contratación de los municipios. Por eso, se
puede hacer un recorrido siguiendo las rutas del oeste y el sur.
Había una política de obra pública que buscó urbanizar los
cascos del Interior, y entonces se dedicó a edificios municipales,
plazas, cementerios y mataderos. La modernidad avanzaba en el
mundo con el Art Decó, y Salamone llevó esa vanguardia
constructiva a los pueblos bonaerenses".

"No sé cómo convencía a los intendentes, porque sus obras son


de marcianos... En el portal del cementerio de Laprida hay un
Cristo de 11 metros, con 32,5 metros de torre. Es la cruz más alta
de América después del Cristo del Corcovado. Lo mismo se
puede decir de la rueda de Saldungaray. Lo más llamativo es
encontrar estructuras monumentales en pueblos muy chicos.
Hubo creatividad, calidad y osadía", explicó Ramos, una profesora
jubilada que recuperó el matadero que Salamone edificó en Balcarce
para levantar el centro de estudio y difusión más importante sobre su
obra.

ERA HUMANO
También el arquitecto e investigador platense René Longoni prefirió
ajustar la figura de Salamone a la dimensión humana: "No es un
personaje único, ni un águila solitaria, ni el hijo del diablo..., sino
que era el jefe de un equipo muy sólido que comenzó a trabajar
en Villa María y, gracias la singular demanda de obra pública de
los años 30, diseñó y construyó todas estas obras simultáneas
hasta modificar la fisonomía de la Provincia".

"A partir de las necesidades concretas de los municipios, el


equipo de Salamone hacía las obras -sostuvo Longoni-. Tenía
varias espadas que lo secundaban. Por ejemplo, la firma de Luis
Costantini, que lo acompañaba desde Córdoba, era responsable
del mobiliario urbano y hacía los premoldeados característicos de
su obra. También trabajó con el ingeniero Rodolfo Migone y el
ingeniero Oscar López Méndez, que había sido condiscípulo en el
Otto Krause".

"No se sabe cómo trabajaba, porque no se conservó su archivo


empresario. Creemos que Salamone centralizaba la contratación
de la obra pública y delegaba en su grupo de profesionales las
distintas partes. Era un equipo de trabajo que satisfizo una
demanda concreta de obra pública a partir de las políticas de
reactivación keynesianas que aplicó Fresco en la Provincia",
explicó Longoni.

"Tomado individualmente, es inexplicable y aparece el mito: el


tipo que andaba en avión y daba las indicaciones desde el cielo,
pero preferimos humanizarlo y darle límites reales para
entenderlo. Todo el país se había vuelto una enorme cantera de
producción, con un gran despliegue de obra pública en Santa Fe,
Córdoba, Mendoza y Tucumán. Salamone no es un fenómeno
aislado, pero, en ese conjunto, es el más destacados, por los
valores de su arquitectura y su extraordinaria calidad y una
fuerza expresiva que seduce y llama la atención".

Los fanáticos diseñan y planifican recorridos siguiendo las


"rutas de Salamone"

Es objeto de culto para los viajeros rurales

Laura Gallina es profesora de Inglés y viaja desde hace cuatro años junto a su
marido, Sergio Minchiotti, por toda la Provincia siguiendo las rutas de
Salamone. Él se encarga de la investigación histórica y ella, de las fotografías,
que después suben a las redes sociales para los seguidores del famoso
arquitecto italiano.

Esta Semana Santa los viajeros acaban de visitar la última obra que les
quedaba pendiente: un Cristo que Salamone diseñó para la ciudad inundada de
Epecuén y que hoy se permanece resguardado en un campo privado en Arano.

"Con mi marido tenemos como hobby y pasión viajar y recorrer los


pueblos de la Argentina. Hace unos años, cuando mis hijos eran todavía
chicos, fuimos al Sierra de la Ventana y pasamos por Saldungaray -narra
Gallina-. El cementerio fue la primera obra que vimos y el impacto fue
enorme".

"El segundo contacto fue en Rauch, donde fuimos a pasar un fin de


semana con mis hermanas y nos topamos con su municipalidad.
Entonces decidimos que íbamos a visitar toda la obra de Salamone",
cuenta.

"Mi esposo arma las rutas y yo me encargo de las fotos: hace 10 años
recorremos la Provincia. Al ver la obra de Salamone se siente un impacto
fuertísimo, emocionante. Nosotros disfrutamos de todo el proceso, la
planificación del viaje, la investigación histórica, y cuando estamos ahí es
como cumplir un sueño", explica.

"En Semana Santa recorrimos 1.300 kilómetros para ver el Cristo de


Epecuén. Teníamos el dato de que estaba en la estancia Las Calaveras,
del pueblo de Arano. Fue mágico: llamamos al único teléfono que
hallamos en internet y nos atendió el dueño y nos invitó a pasar -dice
Gallina, emocionada-. Al volver, pasamos por Pellegrini y nos pusimos a
fotografiar la municipalidad. Entonces pasó un muchacho en bicicleta,
que nos preguntó por qué hacíamos las fotos y le dijimos que éramos
fanáticos de Salamone... resultó que era un concejal, y nos invitó a entrar
para ver el mobiliario en pleno Viernes Santo. Fue la más hermosa de las
Pascuas".
El impacto que causa sus construcciones marcó la carrera y el
camino de varios artistas

La singular obra fue revitalizada por documentalistas y


fotógrafos
La obra del arquitecto Francisco Salamone es visualmente espectacular: sus
bellas moles de cemento levantadas en medio de la nada impactaron sobre la
sensibilidad de decenas de artista que fueron, en última instancia, los que
volvieron visible su genialidad, como la exhibición fundacional de Eduard Shaw
en el Centro Cultural Borges y las galerías del prestigioso Esteban Pastorino,
que catapultaron al mundo la figura del "Arquitecto de las Pampas".

"Mi encuentro con Salamone es la historia de una obsesión. Después de


estudiar 10 años Arquitectura, llegó a mis manos una cámara y comencé
a filmar. En la búsqueda para hacer un documental me topé con su
fascinante y misteriosa historia -recuerda Ezequiel Hilbert, autor del filme
"Mundo Salamone", que se proyectará el 2 de mayo en el Congreso-.
Cómo hizo este tipo para construir tantas obras. Fue un frenesí de
trabajo. Hubo momentos en que estaba simultáneamente en 29
municipios".

"Salamone llevó el hormigón armado a la provincia de Buenos Aires, que


hasta hoy sigue siendo chata, sin altura. Hizo 70 obras en un par de años.
Iba a cada intendente y lo convencía: le hacía el palacio municipal, la
plaza, el cementerio y el matadero, todo a pagar a muchos años,
financiado a través de bonos de la Provincia. Era imposible decirle que
no", sostiene el cineasta.

"Para hacer este documental estuve seis años recorriendo toda su obra.
Hay algo en el tamaño de la ambición de Salamone que está en su
monumentalidad. Desde que se recibió en el Otto Krause hasta su
graduación como arquitecto e ingeniero siempre quiso hacer grandes
cosas. Dicen que para impresionar a la familia de su mujer, que era la hija
del cónsul británico de Bahía Blanca, que siempre lo ninguneó como un
simple inmigrante italiano. Todo lo que hizo también está marcado por
este intento de mostrar que podía más. Finalmente, estuvo a la altura de
su ambición", conjetura Hilbert.

Otro de los artistas atravesados por Salamone es el fotógrafo Marcelo Merlo,


autor de la muestra "Planeta Salamone", declarada de interés cultural por el
Senado de la Nación.

"La escala en la que la estoy haciendo, su obra es inabarcable. Hoy sólo


me falta Alberti y Vedia. Cuando empecé, sacaba, como todo el mundo,
los edificios, pero me di cuenta de que él había diseñado hasta los
picaportes. Así que empecé ha hacer las puertas, el mobiliario, las
luminarias... Un edifico solo me lleva varios días. Tengo un registro
cuidadoso y completo de todas las torres municipales, los mataderos
modelo y los cementerios, sobre todo los de Azul, Laprida y
Saldungaray", explica Merlo, creador de un protocolo profesional para el
registro de la obra salamónica que permite su comparación y estudio.

"Todo empezó en los "90 cuando trabajaba como jurado en los torneos
bonaerenses y tuvimos que ir a Guaminí para un concurso. Al ver el
palacio municipal quedamos pasmados. Era sobrenatural ver esa mole en
el medio de la pampa. Si ahora esas localidades son chicas, imaginate lo
que eran hace 80 años -cuenta el fotógrafo-. Mi trabajo sirvió también para
salvar el patrimonio. Por ejemplo, cuando registré Rauch hallamos sillas
de Salamone arrumbadas en un rincón, listas para ser tiradas, pero
cuando las puse en la muestra, el municipio decidió recuperarlas y
restaurarla, y hoy están en uso".

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